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Aporías

Ahora que se instaló el virus del miedo las cosas cambiaron bastante. Hasta hace un mes la gente
“bien” nos decía a los pobres que debíamos aceptar cualquier laburo por mal pago que sea.
“trabajo hay, lo que no quieren es trabajar” decían, ahora piden por favor que no vayamos a
laburar como si tuviéramos las heladeras llenas o podríamos sobrevivir dos días sin laburar con la
miseria que ganamos. Hasta hace poco pedían a gritos el servicio militar, hoy piden que no hagas
nada, lo que siempre se mantiene es el privilegio de poder decirte ellos que hacer con tu vida,
ahora están asustados porque su vida depende también de nosotros, los pobres dejamos de ser
invisibles.

Cecilia también es pobre, por eso vende flores fuera del cementerio. Cecilia quiere ser invisible,
disfruta de serlo. Cuando la conocí yo todavía no sabía nada de la vida. Pero algo intuía. Si no
vendiera flores en el cementerio probablemente se dedicaría a la filosofía. Tiene discurso
aporetico que siempre me obliga a buscarle otra vuelta a mis razonamientos, casi todo lo que he
desarrollado en este tiempo se deben a las charlas que tuvimos, con una birra en la mano o una
botella de torrontés sanjuanino.

La filosofía es búsqueda de las generalidades, del fundamento primero, y allí Cecilia empieza a
soltarse contra mis argumentos buscando una aporía que impida sellar la validez de lo que digo.
“No todos los hombres mueren igual” dijo citando a Derrida. Yo la miré un rato y pensé la aciaga
manera en que morimos todos, tarde o temprano todo aquello espantoso que creemos no nos
pasará, acontece. Nunca falla: todo a lo que uno teme en algún momento toma entidad en el
mundo real y la realidad como la vida decía Kurt Cobain “nos coge a todos”.

Fui a ver a Cecilia para que se quede en casa unos días, no tiene para comer y no va a trabajar por
unos días, aunque parezca una gran paradoja ante una plaga mortal no trabajan los cementerios.
En el viaje charlamos de algunas cosas, ella y su pensamiento aporetico cerraban todos los
caminos. Pensé que no hay otra conclusión ante este derrumbe nihilista, la vida y la muerte, el
capitalismo y el amor son las grandes aporías a las que debemos enfrentarnos, como la carrera de
Aquiles y la tortuga y es que de cierta forma, le dije, hemos llevado al límite todos los umbrales, el
sexo, el consumo, la tolerancia, la violencia, la estupidez, la miré y pensé tal vez es hora de elevar
el umbral del amor.

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