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Revista de Psicoanálisis de la Asoc. Psic. de Madrid (2014), n.

º 71

Lo interpsíquico: estado normal, patología y las


diferencias con lo interpersonal e intersubjetivo*

STEFANO BOLOGNINI**

El presente trabajo trata de los intercambios de contenidos internos


entre dos personas, del paso del mundo interno de uno al mundo inter-
no del otro, y de las modalidades utilizadas por dos seres humanos para
«combinarse», tanto en el contexto de un análisis como en la vida.
Uno de los puntos de partida teóricos puede encontrarse en Tres en-
sayos de teoría sexual (Freud, 1905): en dichos ensayos, Freud no se limita
a la observación y descripción de las fases pulsionales, sino que también
extiende admirablemente su mirada a los equivalentes psíquicos con los
que están relacionadas.
Se puede decir que su interés se centra progresivamente en el proce-
so de formación y de estructuración de lo intrapsíquico (lo que anuncia
igualmente sus estudios sobre el carácter), pero también que reconstruye
atentamente el entorno experimental-relacional-educativo en el que dicho
proceso se desarrolla desde el principio.
El punto de mira que aquí propongo parte precisamente de ahí, de la
psicosexualidad, y se basa fundamentalmente en el concepto de los equiva-
lentes psíquicos de las funciones y especialmente en las conjunciones corporales
entre seres humanos. Lo que me interesa sobre todo es la evolución de la rela-
ción analítica como lugar de reencuentro, de transformación y de progreso en
la capacidad de establecer una relación con el otro de manera útil y creativa.
Yo prefiero explorar el campo de la patología, nuestro campo de tra-
bajo tradicional, partiendo de la patología del estado normal.
Todas las interacciones sanas y naturales (alimentar y ser alimenta-
do, prestar y recibir cuidados, la relación amorosa genital, etc.) tienen sus
equivalentes psíquicos: la calidad y el modo en que dichos equivalentes
generan y organizan los sucesivos intercambios interpsíquicos.

*Título original: L’Interpsychique; état normal, pathologie, et différences avec iterpersonnel et


intersubjectif. Traducción desde el francés: Pilar Artaloytia. Corrección: Juan Francisco Artaloytia.
**Stefano Bolognini. Dirección: Via Dell’Abbadia 6. Bolonia, 40122. Italia. c-e: stefano.
bolognini@gmail.com

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Estos intercambios son a menudo, en el marco de un análisis como


en la vida, imprevistos y espontáneos: se generan esencialmente a un nivel
preconsciente. Además, en muchos casos, se pueden organizar como au-
tomatismos de un procedimiento recurrente y no pensado.
El Yo Central (Fairbairn, 1952, 1963) consciente puede estar presente
y activo, puede participar y colaborar en estos intercambios, sin embargo
rara vez es el verdadero autor de éstos, ni tampoco ejerce de «inspector»
meticuloso: a menudo, el Yo Central es un espectador sorprendido o que
«se deja llevar».
A veces, el Yo Central consciente puede desempeñar el papel de un
espectador totalmente dispuesto. Sin embargo, otras veces puede oponer-
se como un obstáculo. Soy consciente de que esto puede ser descrito de
una manera más académica, pero creo que en tal caso perderíamos parte
del impacto representacional.
El tema fundamental es la calidad de la experiencia vivida por el indi-
viduo cuando entra en contacto de forma íntima y significativa con el otro.
Como ya ha sido tan bien descrito (Kaës, 1993; Kaës et al., 1993;
Losso, 2000, 2003), si entre dos seres humanos se produce una interacción
de calidad violenta, perturbadora, intrusiva o de privación, poco elabora-
ble, la interacción será «trans-psíquica».
Sus equivalentes corporales podrían ser, por ejemplo, ser invadido
en contra de su propia voluntad, por un pezón intrusivo o por un pene
violento que fuerza el canal de entrada o que lo reemplaza por otro in-
apropiado, no deseado por el otro; o por una voz que penetra de forma
concreta en la cabeza a través de los oídos que no pueden cerrarse para
protegerse; o por una visión intolerable, traumática, etc.
Durante las sesiones, cuando el paciente entra en contacto con no-
sotros y nos habla, a veces sentimos si en ese momento está tratando de
ser intrusivo o si, al contrario, trata de combinarse de una forma hábil y
creativa con nosotros; si intenta compartir algo interno, si tiene la boca
cerrada, si nos está enviando equivalentes de sus heces; si por ejemplo la
tentativa de intrusión es un acto de dominación cometido con placer y
cierta maestría, o si se trata de un intento desesperado de refugiarse rein-
yectándose en nosotros (se trata de dos cosas totalmente diferentes: una
tiene que ver con la perversión, mientras que la otra está relacionada con
una necesidad primaria), si la transferencia de vivencias es total y evacua-
tiva (en tal caso, el sujeto se libera), o si conserva, al menos, la experiencia
de forma comunicativa, etc.
El trabajo analítico no es un proceso correctivo o educativo, sino
una exploración compartida de la experiencia pasada y de la actual cons-

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ciente, preconsciente e inconsciente, que puede permitir la recuperación,


la representación, la eventual reintegración y la elaboración de dicha ex-
periencia.
No se trata de un proceso puramente cognitivo, ya que el Yo Central
puede, sin duda, desempeñar un papel integrando elementos de la expe-
riencia y dándoles sentido, pero el Sí mismo1 como sujeto de la experien-
cia vivida es el coprotagonista imprescindible del análisis, y la calidad de la
relación entre el Yo y el Sí mismo es uno de los factores de éxito decisivos
de un análisis.
La influencia de lo intra en lo interpsíquico y viceversa (Green, 2000)
es una evidencia a la que no podemos renunciar tanto desde un punto de
vista clínico como teórico; el proceso de cambio requiere tanto el trabajo
conjunto entre paciente y analista, como el trabajo conjunto de las funcio-
nes cognitivas de sus Yoes y la posibilidad de que sus Sí mismos aporten
experiencias concretas.
Permítanme comenzar esta exploración, tomando el camino más lar-
go y partiendo de la descripción de dos escenas metafóricas, representa-
tivas de algunos aspectos de mi ciudad: una escena social y una histórico-
arquitectónica.
Creo que estas dos representaciones facilitarán la comprensión de los
aspectos inter e intrapsíquicos de la realidad que les voy a presentar.

En los autobuses de Bolonia

Una mujer habla con otra que está sentada frente a ella, comentando,
sin preámbulos y sin pasar por una presentación personal, un pequeño
acontecimiento susceptible de interesar a ambas (que puede ser la manera
brusca en la que un joven que quiere bajar empuja para hacerse sitio, o la
carita limpia y agradable de una niña que va de la mano de su abuelo que
acaban de entrar en el autobús, o cosas similares).
La otra señora responde con cierto placer, poniéndose en la misma
onda, comienza pues un pequeño diálogo improvisado, casual, basado en
la práctica de los comentarios en voz alta.
¡Atención! No se trata de la interlocución ciega, perturbada y a me-
nudo perturbadora del psicótico que no reconoce la alteridad. En el caso
descrito se reconoce la alteridad. La posibilidad de intercambiar conside-

1. Nota de traducción: el término francés Soi ha sido traducido como «Sí mismo» en todo el
texto, no asumiendo, como no se hace en el texto francés, el original hartmanniano self.

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raciones, en un espacio intermediario, es percibida y considerada como


implícitamente aceptada y aceptable –siempre y cuando estas considera-
ciones puedan ser compartidas porque se basan en el sentido común, y no
sean intrusivas para la otra persona, aunque sean pintorescas–.
En Bolonia, créanme, Winnicott habría disfrutado observando esce-
nas así.
Bolonia además tiene un espacio de transición arquitectónica con sus
40 kilómetros de pórticos, que no son ni casas ni caminos, que se prestan
a la conversación y no son, en sentido estricto, ni un «interior» ni un «ex-
terior» absolutos.
Pero volvamos de nuevo al autobús que también es un posible es-
pacio transicional a la manera de Winnicott, con ciertas condiciones (en
Bolonia, «escaparate» de la propaganda comunista en la Italia de la post-
guerra, hay una tradición histórica adoptada por los servicios públicos
en los que la administración local había invertido la mayor parte de sus
recursos económicos).
El objeto propuesto en el espacio intermedio por la primera dama
atrajo a la segunda dama, que «adopta» felizmente y sin temor la mis-
ma onda, produciendo también expresiones de respuesta en un entor-
no que ilustra una especie de extensión no generadora de confusión del
Sí mismo.
Comienza una conversación «de autobús». No se trata de un diálogo
personal cuidado, ya que ninguna de ellas cuenta con detalle su propia
historia, sino una conversación cuyo objetivo principal es más bien infor-
mar de pensamientos y sensaciones en un experiencia compartible, asegu-
rándose, en el caso de las dos mujeres, de no «perforar fronteras» fuera de
este espacio intermedio en el que el Sí mismo y el no Sí mismo no se piden
recíprocamente sus pasaportes.
Así, el mundo se vuelve un poco más habitable; la conversación dura
el tiempo de algunas paradas (por lo general duración de los trayectos dia-
gonales que atraviesan la ciudad) y al final del recorrido, la señora que sale
primero saluda cortésmente a su interlocutora, pero sin presentarse con
su nombre y probablemente sin recordar con precisión el aspecto de esta.
La próxima vez que se crucen no se saludarán de nuevo, porque estas
dos personas no se conocen.
Sólo han compartido un espacio interpsíquico limitado e intencional-
mente circunscrito al tiempo de algunas paradas de autobús.
Propongo considerar que en este caso presentado se trata princi-
palmente de un intercambio interpsíquico y no de una relación inter-
personal.

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Un precursor del concepto de lo interpsíquico: despersonación

En una conferencia celebrada dentro del grupo La evolución psiquiá-


trica en marzo de 1961, P. C. Racamier, refiriéndose al proceso de consti-
tución del Yo y del Sí mismo en el desarrollo de la persona, a su función
estructural en la vida psíquica y finalmente a su desintegración en los es-
tados psicóticos, observó que aunque pueda parecer extraño, no existe
ningún término lingüístico que defina un proceso tan importante.
Racamier propone nombrar dicho proceso Personación.
Racamier (1963) define la personación como la función por la cual
el ser humano es capaz de percibirse como una entidad individual, di-
ferenciada, integrada, real y permanente: la diferenciación, la unidad, la
realidad, la ipseidad son los aspectos esenciales del Sí mismo.
En lo que respecta a los recién nacidos, en los que esta característica
está presente de forma menor y se encuentra en un estado mental cerca
de la somnolencia, Hartmann (1964) y Jacobson (1964) habían subra-
yado «la indiferenciación» respecto al mundo externo como al mundo
interno, con investiduras no especificadas en su dirección o en su la na-
turaleza.
Este es el estado que, según Freud, se da en el estadio del narcisismo
primario.
Debemos destacar que Racamier distingue claramente el fenómeno
psicopatológico bien conocido de despersonalización, definido como la
desactivación del sentimiento vital de realidad y de entidad personal, del
fenómeno de la despersonación, pérdida total del sentido del Sí mismo,
contrapuesto a lo que él definió como personación.
Mientras que en la despersonalización hay una alteración degenerati-
va patológica de la percepción del Sí mismo, en la despersonación, al con-
trario, se produce la pérdida temporal del sentido de la individualidad.
Una de las diferencias notables entre ambos fenómenos que, en mi
opinión, no se ha descrito adecuadamente ni por Racamier ni por otros,
puede extraerse de la clínica: mientras que los pacientes suelen describir,
en el caso de una despersonalización, sentimientos de angustia violentos
y la percepción de una vivencia psicótica que acompaña el sentimiento de
pérdida del Sí mismo se puede observar fácilmente que la despersonación
no comporta tamaña angustia.
Al contrario, esta suele ir acompañada a menudo por placer, o pro-
teger de todas formas, al sujeto contra el dolor. Aparece desde este punto
de vista como una defensa mucho menos dramática y más eficaz que la
despersonalización.

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En otras palabras, la búsqueda del placer y la protección contra el


dolor y la ansiedad pueden pasar por una cierta recuperación de la indife-
renciación, y por lo tanto por recurrir a regresiones parciales hacia el esta-
dio de narcisismo primario, como vemos en muchos fenómenos de grupo,
de masa, y en muchas situaciones adolescentes.
Podemos utilizar en muchos casos la imagen metafórica del travelling:
es decir, la posibilidad de que la persona pueda ir y volver, hacia delante o
hacia atrás, respecto a dichas condiciones de indiferenciación mayor o me-
nor, si no de forma intencionada, por lo menos de forma bastante natural.
Luego, no nos referimos a un agujero regresivo patológico, sino a
la capacidad que tiene la persona para modular ocasionalmente su propia
regresividad, para después reorganizarse en una fase netamente diferen-
ciada, con la recuperación de sus propias fronteras y con las del otro.
A nivel popular, por ejemplo, tenemos los famosos refranes contra-
dictorios, por un lado «quien hace algo para sí, lo hace para tres», pero por
otro «la unión hace la fuerza», que muestran que se prevé cierta movilidad
dinámica –y que de todos modos existe también cierta ambivalencia– en
relación con estos movimientos y estas condiciones de individuación y de
indiferenciación. Se trata de condiciones potenciales y complementarias,
generalmente fluctuantes en la vida cotidiana.
El hombre es un «animal político», el funcionamiento humano nor-
mal comporta progresivamente simbiosis, fusión, anidada, camada, fami-
lia, grupo o equipo; estas agrupaciones pueden degenerar y formar alian-
zas, bandas o grupos armados en lugar de complicidad y formar un grupo,
un comité, una asociación o un partido.
Lo que nos interesa es el fenómeno de la alternancia de la pérdida y la
recuperación de las fronteras de lo vivido y de la representación del Sí mismo.
Naturalmente, el texto de base para explorar este campo es el texto
de Freud de 1921.

Trabajando juntos

Segal (1994) habla de «cooperación inconsciente» partiendo del mo-


delo de la lactancia.
Gaddini (1982), utilizando el ejemplo de algunos casos en que el nar-
cisismo del paciente se oponía a la cooperación, describió la alianza tera-
péutica «clandestina», es decir, una alianza que opera en la ignorancia de
una parte consciente, oficial, auto-representativa del paciente, pero que el
analista logra interceptar aquí y allá, y la pone a trabajar sin declararla, ya

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que si lo hiciera la mayoría parlamentaria interna del paciente sabotearía


este tipo de colaboración.
Widlöcher (2003) describe una actividad de co-pensamiento durante
el análisis, un proceso asociativo compartido cuya corriente fluye no sólo
del paciente al analista, sino también del analista hacia el paciente, y que
depende igualmente del contexto asociativo común. Esto no corresponde
con el sentido estricto de la dinámica transferencia-contratransferencia,
no es un expediente técnico intencional, sino que favorece la comunica-
ción inconsciente uniendo al paciente y al analista a través de un proceso
fusional y de una identificación primaria.
Estas diversas contribuciones representan el Nosotros funcional (que
incluye el Nosotros del trabajo del análisis): probablemente éste se cons-
tituye ahí, en la fusión fisiológica primaria, cuando ésta ha sido experi-
mentada y funciona lo suficientemente bien; sin embargo, el Nosotros se
reconstruye cuando dicha experiencia fusional no ha sido realizada ade-
cuadamente, o cuando se rompe de forma traumática.
Esta es la parte más importante de nuestro trabajo: volver a montar
un Nosotros de base que coexista con el sentido de la individualidad, con-
sintiendo la alternancia fisiológica entre, por un lado, el sentido de la indi-
vidualidad y de la alteridad, y por otro, la sana despersonación funcional.

Interpsíquico, intersubjetivo, interpersonal

Estos tres conceptos pueden ser intercambiables en algunos casos y


en ciertos sentidos, pero son sustancialmente diferentes entre sí.
Un sujeto es un ser humano que posee un núcleo de contacto muy
coherente, capaz de percibir bastante bien sus sensaciones y emociones
con un sentimiento de continuidad de Sí mismo.
Esto puede funcionar incluso cuando su separación es incompleta y
sus límites personales estén aún poco definidos, pero cuando la percep-
ción cohesiva de ser uno mismo está presente y es suficientemente inten-
sa. Muchos artistas son muy subjetivos, aunque no necesariamente hayan
definido sus límites como personas.
Una persona es un ser humano con una identidad perfectamente de-
finida, con límites físicos y psíquicos muy precisos en la representación de
sí mismo, y bien diferenciada de la del otro.
Una parte sustancial de su actividad mental se desarrolla a nivel cons-
ciente, obviamente con todos los límites y las defensas descritas por el
psicoanálisis.

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Una persona puede definirse, inclusive cuando tiene un contacto frá-


gil con su propia subjetividad, como sucede en el caso de muchas neuro-
sis. Por ejemplo, un hombre o una mujer pueden tener relaciones sexuales
sin ninguna emoción subjetiva.
Sin embargo, ser un sujeto podría no ser suficiente para ser una persona,
aunque tal vez sí, lo uno no excluye lo otro, como tampoco lo garantiza.
Y viceversa.
Lo Interpsíquico es únicamente un modo de funcionamiento que co-
necta dos individuos; no es una condición estructural general y estable.
Por ejemplo, cuando el niño es amamantado no existe ninguna con-
dición personal declarada, al principio hay una conciencia (consciousness)
y una conciencia pensada (awareness) casi nula, pero existe una colabora-
ción natural entre la boca y el pezón que prepara a la madre y al bebé para
trabajar juntos e intercambiar contenidos internos (físicos y psíquicos) a
través de órganos de salida y de entrada revestidos por mucosas: desde el
mundo interno de uno hasta el mundo interno del otro.
Creo que estas relaciones corporales, inicialmente realizadas a un ni-
vel muy bajo de conciencia, tienen sus equivalentes intrapsíquicos sucesi-
vos especialmente en el funcionamiento preconsciente, como sucede en la
mayor parte de los procesos creativos, lo que también puede extenderse
a lo consciente, pero generalmente como un añadido que no es esencial.
Sabemos, sin embargo, que la forma en que lo consciente está más o
menos relacionado con el preconsciente es esencial en la vida intrapsíquica.
Naturalmente, una de las vías fundamentales para entender lo interpsíqui-
co es el concepto de transicionalidad que permite frecuentar fructuosamente
los espacios de copropiedad intersubjetivos, la antesala y los lugares donde se
aloja el Sí mismo, protegiendo el Sí mismo central de la invasión traumática del
no-Sí mismo, y consintiendo interacciones sostenibles entre ambos aparatos
psíquicos, sin experiencias mutuas de violación.
Por otra parte, como puede observarse, no existe, propiamente ha-
blando, relación entre lo interpsíquico y la confusión: se comparte algo
pre-subjetivo o co-subjetivo en las impresiones y en el pensamiento, aun-
que se mantengan, a la vez, en otros niveles y con una continuidad no di-
sociada, formas individuales de funcionamiento psíquico, caracterizadas
por una condición de buena separación.
Lo interpsíquico es una dimensión universal y ubicua, pero no pre-
supone que en ese momento esté operando un nivel funcional propio a
cada sujeto separado, capaz de reconocer al otro, aunque está claro que
ese nivel debe ser obtenido por el sujeto, como la punta de lanza de su
desarrollo psíquico general.

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Reflexiones clínicas

Para un intersubjectivista, lo interpsíquico puede constituir una ca-


tegoría poco comprensible y relativamente desconocida, ya que se refiere
a fenómenos de superposición o coalescencia, de intercambio y a veces de
cooperación entre ciertas áreas y funciones de dos mentes que no coin-
ciden forzosamente con dos sujetos en el sentido estricto; se refiere al
funcionamiento normal funcional de base, en la relación entre los sistemas
mentales, lo cual no supone necesariamente una implicación constante de
los niveles más estructurados de la subjetividad (que pueden, sin embargo,
como explicaré posteriormente, estar presentes simultáneamente en un
régimen de funcionamiento psíquico de alta complejidad).
Luego no se descarta que en una fase analítica de importante contac-
to interpsíquico, el analista pueda responder de manera intersubjetiva so-
bre la base de una fuerte cohesión del Sí mismo (he asistido a intercambios
interpsíquicos ocasionales incluso con esquizofrénicos) o que interactúe
como una persona in a highly personal way2 (Greenberg, 2001), teniendo
una definición completa y oficial de ambas identidades.
Así, en un análisis, con una persona con la que siento oportuno pro-
poner un incremento de sesiones, podría decir: «Veamos, Sr. Bianchi: aquí
estamos. Tras haber trabajado durante bastante tiempo con tres sesiones
semanales, ¿estamos dispuestos a añadir una cuarta sesión?» (Diálogo en-
tre el Yo del analista y el Yo del paciente, con una propuesta en un régi-
men funcional interpersonal principalmente consciente).
Con un sujeto diría: « ¿Cree usted que podría ayudarle tener una
cuarta sesión?» (El énfasis es menor en los límites de la identidad, pero
fuerte en las referencias a la vivencia del Yo).
En una situación interpsíquica, podría decir: «Tras sus comentarios so-
bre la sensación de hambre, me imagino el resultado de un trabajo con cua-
tro sesiones semanales, ¿puede tener usted una sensación similar?» (Llama-
da a la cooperación asociativa y al contacto con la experiencia del Sí mismo).
Judith Guss Teicholz (1999) observó que las interacciones madre-
hijo o la interacción analista-paciente comportan una regulación recí-
proca continua, pero no necesariamente un reconocimiento recíproco
continuo y explícito, reconocimiento que al contrario puede ser a veces
evitado precisamente gracias a esa regulación.
Por tanto, lo interpsíquico puede concernir los niveles móviles de
funcionamiento pre-subjetivos, y, de todos modos, en este caso, el paciente

2. En inglés en el texto original. Traducción: «de una forma muy personal».

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por lo general mantiene una posición central, incluso en la mente del ana-
lista (y viceversa, anticipo aquí con Goldberg [1994], que en el intersub-
jectivismo el acento acaba a menudo recayendo en los sentimientos, ideas
y fantasías del analista durante el encuentro).
Lo interpsíquico es un nivel de funcionamiento de banda ancha en el
sentido de que consiente la coexistencia natural y no disociada, en la conti-
nuidad, de estados de ánimo en los que el objeto (de objectum: lugar, lanzado
hacia delante) se reconoce plenamente en su diferencia, junto con otros esta-
dos en los que dicho reconocimiento es confuso: no por razones patológicas,
sino a causa de una condición temporal y transitoria de fusionalidad amis-
tosa y cooperativa (Bolognini, 1997a, 1997b, 2001, 2002a; Fonda, 2000), que
es parte de la buena y normal convivencia mental entre los seres humanos.
También se podría decir que, en esos momentos, no es necesaria la
identificación de la separación: como cuando se embarca en un vuelo y el
personal controla la tarjeta de embarque, sin volver a pedir el pasaporte.
En este sentido surge la imagen de la gatera, de la que voy a hablar
ahora, y que es útil como un símbolo de algo diferente e intermediario en-
tre la apertura de la puerta interpersonal, entera, y la efracción clandestina
de las fisuras transpsíquicas utilizadas por los ratones.

La gatera

En la base de las macizas puertas de entrada de madera de las casas


medievales italianas, había una trampilla (la gatera) a través de la cual el
gato de la casa podía entrar y salir (eclipsarse) como un anfitrión que no
ha sido saludado, discretamente y sin molestar a sus dueños ocupados en
otros quehaceres.
Creo que la gatera psíquica realiza en numerosos casos una función
útil, reguladora, el consentimiento del intake entre el paciente y el analista.
Voy a pararme un momento en este elemento de la gatera: en mi opi-
nión, ésta simboliza perfectamente un dispositivo estructural (forma parte
de la puerta) y funcional (fue creada en la Edad Media con el propósito
de que el gato pueda cumplir con su función –fundamental, en aquella
época para la economía doméstica– de capturar ratones dentro y fuera de
la casa), no sólo intrapsíquico sino también interpsíquico.
Efectivamente, la gatera es diferente de la puerta que permite el paso
a personas y a las fisuras accidentales que permiten el paso de ratones, ha-
bitantes clandestinos, parásitos y perjudiciales para la comunidad/aparato
interpsíquico-relacional.

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Me gusta pensar que el dispositivo de la gatera se corresponde funda-


mentalmente con un nivel mental preconsciente, y con el estado relacional
a nivel interpsíquico, lo que no implica la apertura total y oficial (= inter-
personal) de la puerta, ni corresponde tampoco con las funestas (y tam-
bién inevitables) fisuras inconscientes, ni con la transmisión transpsíquica,
como son los niveles de acción de los ratones/identificaciones proyectivas
patológicas.
El análisis construye una gatera y enseña al gato (una parte del Yo
veloz en las intuiciones y asociaciones por su familiaridad con el precons-
ciente) a usarla.
En el intercambio interpsíquico, a menudo aceptamos implícita, pero
instintivamente, por consenso, y con un ahorro de energía considerable, que
el gato entre y salga, que avance y retroceda entre nosotros y los otros.
A veces vemos al gato y le prestamos atención, otras no; su paso es un
hecho natural, ni invasivo, ni parasitario, no estando sujeto a un control
estricto. En general, no nos molesta.
Esta parte de nosotros es, probablemente, un componente funda-
mental de nuestro saber estar en el mundo, más importante de lo que nor-
malmente se cree.
Pienso que si una persona no puede confiar en el contacto e inter-
cambio con su propio preconsciente y el de otros, dicha persona no puede
trabajar interpsíquicamente. Puede ser una persona, y podría también ser
un sujeto, pero quizás incapaz de ser alimentada y de abandonar el con-
trol consciente cuando tiene intercambios genitales, etc.*
El funcionamiento interpsíquico es diferente al intersubjetivo (la ga-
tera puede funcionar incluso si el paciente no es un sujeto en aquel mo-
mento, si no está suficientemente cohesionado para experimentarse como
sujeto), pero puede haber funcionamiento interpsíquico a pesar de una
subjetividad incompleta o ausente; puede suceder con pacientes psicóticos
graves, en el caso de áreas parciales de ellos mismos que suelen no po-
der cooperar ni siquiera parcialmente, al trabajar juntos/juntas a un nivel
mental; sin embargo, a veces pueden sorpresivamente experimentar algún
funcionamiento interpsíquico; por tanto, trabajan interpsíquicamente.
Al mismo tiempo, un sujeto bien estructurado puede temporalmente
ser incapaz de trabajar interpsíquicamente con otro.
¿Qué hay de la co-creación en psicoanálisis? Desde luego, hay un
montón de superposiciones.

*Traducción del inglés de Jessica McLauchlan, desde el comienzo de este párrafo hasta el co-
mienzo de la viñeta clínica.

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Desde mi punto de vista, hay ligeras diferencias respecto al acento en


el aquí y ahora.
Me parece que los co-creacionistas valoran y privilegian de manera
específica, más que yo, la dimensión del aquí y el ahora. Ellos dicen (sé que
estoy simplificando): «Lo que estamos creando es algo nuevo».
Yo no digo eso: solo pienso que estamos experimentando algo que
puede ayudar y es creativo cuando trabajamos interpsíquicamente; pero
lo que el gato encontrará, dentro y fuera de casa, es más o menos lo mismo
que antes; lo que está cambiando es su capacidad de entrar y salir.
Paradójicamente, mi impresión es que soy más clásico (en un sentido
freudiano): mi interés está en la capacidad final de pasar las barreras, conquis-
tada mediante el trabajo compartido, más que en la creación de algo nuevo.
No obstante, considero que el tercero analítico, la maravillosa intui-
ción de Thomas Ogden (1994), es un concepto muy útil e importante.
Mi concepto de lo interpsíquico coincide muy a menudo con él, pero
la diferencia es que él, más que yo, describe al tercero analítico como fe-
nómeno, un resultado posible que tiene su propia coherencia; tal vez yo
esté equivocado al entenderlo así; mi interés se centra más en el funciona-
miento en sí mismo.
Por otro lado, la diferencia parcial con Antonino Ferro es que él usa
más que yo imágenes visuales (pictogramas), mientras que yo estoy más
interesado en otro tipo de pasajes; es más, mi impresión es que él también
valora más que yo el aquí y el ahora, mientras que yo estoy más interesa-
do en lo que se repite, en lo que es recurrente y se descubre del pasado,
siempre.
Por último, creo que es poco probable que el analista y el paciente
puedan cooperar y trabajar interpsíquicamente si no comparten algún ni-
vel correspondiente en el momento.
Y el principal nivel para ser contactado, cohabitado y compartido es
el preconsciente.
Naturalmente, tanto el consciente como el inconsciente estarán allí y
estarán en el trabajo con defensas, pulsiones, etc.
Pero la condición importante es que los canales preconscientes sean
viables; eso hace la real diferencia.
La complicación proviene del hecho de que algunos de estos térmi-
nos no excluyen a los otros, mientras esperaríamos que si hay uno de ellos
los otros no estén, o que si uno de ellos está funcionando, los otros deben
ser excluidos. Y por cierto, no pude aclarar eso.
¿Qué quiero decir por sujeto? Quiero decir un sentido de presencia,
continuidad y unicidad experimentado por un individuo; sin embargo, di-

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Lo interpsíquico: estado normal, patología y las diferencias con lo interpersonal…

cho individuo puede ocasionalmente estar cerrado o impedido de trabajar


interpsíquicamente.
Lo transpsíquico significa que los canales naturales entre los dos están for-
zados e invadidos de manera no natural. Las imágenes corporales pueden ayu-
dar a entender estos procesos; un sujeto maduro puede ser cerrado; una perso-
na poco estructurada puede ser abierta; o viceversa, de manera exacta a cuando
se es alimentado o penetrado: ¿hay necesidad, deseo, u odio y cerrazón?
Para mí, la persona es algo distinto que el sujeto, y cada vez más que
una psique trabajando. Un paciente podrá estar allí subjetivamente, pero
ser impreciso y sin límites como persona.
Una persona puede estar allí como un individuo completamente de-
finido, pero fuera de contacto con su subjetividad (= un hombre o una
mujer que tiene sexo sin ningún sentimiento subjetivo).
Un sujeto puede estar allí sin ser una persona (hay sensaciones, pero
puede haber confusión entre los dos).
Lo interpsíquico significa intercambio mutuo de contenidos, como
sucede a nivel corporal de una manera natural, con una cooperación que
no implica reconocimiento recíproco previo, y todo eso.
Sé que aún tengo que trabajar mucho estos conceptos. Estoy seguro
de que cada uno significa algo distinto del otro, y una de mis tareas será
integrarlos también con ejemplos.
Sobre el tercero analítico: sí, hay algunas semejanzas. Pero estoy más
interesado en el desarrollo de esta capacidad como una función que perte-
necerá en el futuro al paciente, independientemente de mí.
Desde luego que también Ogden (ibíd.) está interesado en eso, hay
solo un matiz de diferencia: me parece que él pone acento más en el fenó-
meno analítico, el mío está más en una función natural potencial que con-
sidera todos los momentos de la vida diaria. Pero tal vez no reconozco lo
suficiente las superposiciones y diferencias con él y con Ferro, dos colegas
que admiro y que me inspiran profundamente.

Viñeta clínica de un caso de «dificultad para concluir incurable»:


«puertas cerradas y medio cerradas»

Rita es una mujer de 38 años que sufre de un bloqueo neurótico que


reduce su creatividad de forma global. Es una mujer inteligente que, dadas
sus posibilidades, se ha realizado muy poco en su vida. Sólo después de
muchos fracasos personales y profesionales, logra pedir de forma convin-
cente la ayuda de un analista.

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La sesión que voy a comentar se produce en su tercer año de análisis.


Rita se lamenta durante media hora porque no ha podido terminar
una tarea en su trabajo: se trata de realizar una lista de clientes selecciona-
dos siguiendo unas características comerciales precisas.
Pienso que me está hablando, de forma indirecta, de su falta de pro-
ductividad asociativa en el análisis.
Me limito, a propósito, a una exploración imprecisa, pidiéndole que
me explique mejor la situación específica: le pregunto, por ejemplo, cuán-
to tiempo necesitaría para completar su lista.
Ella responde que una hora larga sería suficiente, pero no más. El
problema es ponerse, decidirse.
Reina un clima de estancamiento, de pesada inmovilidad.
Después de una pausa, le pregunto en voz muy alta: «¿QUÉ?
¿CUÁNDO PIENSA HACERLO?».
Evidentemente, parece muy sorprendida.
Le vuelvo a preguntar en el mismo tono: « ¿QUÉ? ¿¡CUÁNDO
PIENSA HACERLO!?».
Ella se ríe.
Hablo con Rita como si no estuviera hablando con ella, sino con
alguien que estuviese un poco más lejos, escondido en algún lugar para
oírme.
De hecho, tengo la siguiente fantasía: hablar en voz alta a la criada
que está en el umbral de la casa, para que la dueña de casa, que no se mue-
ve del salón, pueda escucharme.
Rita, riendo ahora, es la criada que se ríe; ignoro cómo reacciona la
dueña allí detrás.
Me permito comunicarme de esta manera, en este caso, porque sé
que Rita pudo previamente fiarse de mi uso discreto y repetido de la puer-
ta de servicio.
Sin embargo, me aseguro de formular de forma comprensible el sen-
tido de mi intervención, poniéndola a disposición del Yo de la paciente,
teniendo cuidado de no vaciar completamente mi mensaje de sus compo-
nentes intencionales, como una enérgica convocación: me limito a enri-
quecerla con una contribución representacional compartible.
ANALISTA.– Estoy hablándole a otra parte de usted, que está en
otra habitación y que quiere seguir durmiendo. En el diálogo conmigo,
me envía en avanzadilla una parte de usted consciente y razonable, con la
que se puede hablar sin tener que gritar, pero que no tiene poder. Yo, me
dirijo a la otra, a la que está por debajo.
PACIENTE (riendo).– Me río porque siento que es verdad.

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Lo interpsíquico: estado normal, patología y las diferencias con lo interpersonal…

(Pausa)
P (Tras un tiempo, más pensativa).– Me viene a la mente que hace
unas cuantas noches soñé que necesitaba la ayuda de alguien para despla-
zar objetos en un barco hundido.
Esta intervención provocó un desbloqueo: el flujo asociativo se volvió
a poner en marcha. Creo que esta asociación conecta a la paciente con
necesitar a alguien, y que realizar la lista de clientes le remite a tomar
conciencia de sí misma cliente/paciente en análisis, a contactar comercial-
mente, es decir, para un intercambio.
En su familia, Rita, su madre y sus hermanas formaban una alianza
para mantener al padre –hombre autoritario y poco participativo– lejos
de sus proyectos y de sus problemas. Esto les trajo algunas ventajas, pero
también les privó de un posible apoyo.
Tengo la impresión de que comprender mejor algunos aspectos de la
fantasía me llevó a esa intervención: el padre interno pide volver a escena
y poner fin a la maldición de las mujeres de la casa que le impedían par-
ticipar.
A (con la sensación de que el flujo asociativo ha vuelto, y que Rita ha
retomado su trabajo para completar la lista comercial).– Continuando en
la imprecisión, sugiero: Para restaurar el orden en profundidad... (Estoy
pensando que efectivamente se había producido un naufragio; me pregun-
to cuál fue el naufragio de Rita y sobre la naturaleza de este.)
P (su respuesta surge de forma natural, a partir de la siguiente aso-
ciación).– Respecto a la lista de clientes, mis jefes, en la oficina, deberían
darse cuenta de que soy buena en mi trabajo, pero que tengo miedos. En
realidad, tal vez yo quiera ser la mejor y, al mismo tiempo, dudo ser capaz,
dudo estar a la altura...
... Y así sucesivamente, el flujo asociativo de la paciente se vuelve a
poner en marcha, aparece una Rita-dueña de la casa perdida y oculta que
provoca mi ternura, una Rita-hija mayor que antaño competía con sus
hermanas (tiene tres) y con sus colegas de la oficina (y del análisis...) hoy
en día; una Rita que lucha desesperada –y, hasta ahora sin éxito– para pro-
teger una vivencia narcisista hundida en el fondo en el barco de su sueño,
atrapado entre su ambición omnipotente y su miedo a la impotencia.
No voy a describir aquí el análisis del contenido de la sesión, ni su
desarrollo, pero para resumir, diría que las mujeres de la casa desplazaban
al padre no tanto por su autoritarismo, sino sobre todo para evitar, al me-
nos en parte, el enfrentamiento con sus sentimientos de rivalidad mutua,
aliándose y proyectando en él la parte agresiva. Y que el efecto paralizante
del Superyó edípico materno bloqueaba el deseo y la creatividad de Rita.

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Por lo tanto, como corresponde, está claro que la línea interpretativa


inicial debería ser integrada después, a través del reconocimiento ulterior
de lo interpsíquico estructural: los aspectos superyoicos requieren una
representación ulterior del Yo del paciente.
La línea seleccionada aquí es, por así decirlo, una línea de entrada.
Lo que me resulta interesante de este material es la entrada en escena
de un espectador: el analista que entra de forma técnica en lo intrapsíqui-
co de la paciente utilizando intencionalmente lo interpsíquico.
La voluntaria dramaturgia concierne, en este caso, a una escena inter-
na, iluminada, paradójicamente, por un visitante externo que ha encontra-
do –no por casualidad– una puerta abierta (un paso...) a través de la cual
puede pasar la cabeza para producir cambios.
En este caso, el término interpretación se extiende también al sentido
teatral de interpretar un personaje que entra en escena con un mandato
de transformación y un conocimiento técnico, accediendo a lo onírico a
través de lo interpsíquico (Bolognini, 2002a, 2002b).
Corresponde al analista usar, sabiamente y con medida, esta solución
cercana a zona de juego, que sólo puede ser extraordinaria, ya que requie-
re una alegre inspiración armónica ocasional.
Si al contario, esta solución fuese el resultado de una tendencia his-
triónica o perversa del analista, se volvería forzada y forzante, y mucho
más frecuente.
Podría seguir el hilo de las asociaciones anteriores, diciendo que
cuando se trata de entrar en alguien, es conveniente detenerse en el um-
bral, y desde ahí, enviar mensajes elocuentes hacia dentro (de lo contrario
correríamos el riesgo de actuar en lo transpsíquico...).
Por otra parte, la risa de Rita reveló, también, sentimientos agrada-
bles de sorpresa: la criada estaba agotada de hacer frente sola a la realidad,
e incluso la dueña de la casa, a pesar de su rabia y de sus miedos, tal vez
podía sentirse liberada por haber sido encontrada y contactada, a pesar de
que la forma sea un poco rara (aunque aceptable como hemos visto).
Era útil que un padre entrase en escena: el Superyó materno y fra-
terno tenían a Rita inmóvil y pasiva, encarcelada por lo materno fusional;
el padre/analista hizo una entrada bastante espectacular pero tolerable,
llevando el conflicto a la luz del Yo de la paciente.
Para desplazar objetos del barco hundido, era imprescindible, de una
vez por todas, recuperar al padre que se había vuelto necesario (represen-
tando una función interna movilizadora, y potencial voz fuerte del deseo),
poniendo en contacto y haciendo cooperar lo intrapsíquico y lo interper-
sonal a través lo interpsíquico.

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Conclusión

En mi caso, me refiero a lo interpsíquico como a un nivel funcional


altamente permeable compartido entre dos aparatos psíquicos que facilita
situaciones de empatía complejas, a través de intercambios basados en las
identificaciones proyectivas llamadas normales (Klein, 1955) o comunica-
tivas (Rosenfeld, 1987).
La empatía es una condición psíquica compleja, individual o de la
pareja, por la que los niveles funcionales interpsíquicos también deben ser
practicables, pero no de forma única (Bolognini, 2002a, 2002b): podemos
decir, utilizando una metáfora, que es necesario utilizar tanto la gatera
como la puerta.
La identificación proyectiva es –en el marco conceptual que estamos
explorando– una operación mental y relacional específica, que utiliza am-
pliamente en sus formas de comunicación los niveles interpsíquicos de in-
tercambio (la gatera preconsciente) y contribuye a una eventual empatía.
En sus formas evacuativas o intrusivo-parasitarias, contribuye, al
contrario, a desarrollar la patología y se corresponde metafóricamente
con las efracciones-fisuras que utilizan los ratones (clandestinidad incons-
ciente).
Se trata de construir progresivamente la confianza en la práctica de
un diálogo compartido de los mundos internos; el diálogo analítico vivido
interpsíquicamente desde el interior asume una eficacia particular primero
como continente, y luego como simbólico: a menudo, lo que se intercam-
bia puede sentirse en la experiencia vivida como algo verdadero (como en
los sueños), aunque no real.
Respecto al uso técnico intencional y específico de lo interpsíquico,
creo que sólo se puede realizar en relativamente pocos casos: en general,
es necesario que exista una buena sintonía del analista, primero consigo
mismo y, luego, con el mundo interno y con la organización dinámica
del paciente, para que sea posible la transmisión de elementos combina-
dos sensoriales/verbales del interior del analista al interior del paciente, de
forma natural y no forzada.
Por lo general, el paciente acepta gradualmente compartir esos espa-
cios comunes cuando percibe la forma en la que el analista trata también a
su propio Sí mismo (el del analista).
Y de todos modos, este posible compartir de los espacios mentales co-
munes debe aparecer de forma no sugestiva, sino en el marco de un sistema
de consentimiento informado por parte del paciente, es decir, en colaboración
con su Yo Central consciente. Es conveniente que el paciente tome progre-

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sivamente conciencia de los cambios que están teniendo lugar en el contexto


de las relaciones con el analista y con su propio Sí mismo (el del paciente).
Aunque para que sea más natural y cómodo el proceso en cuestión,
la pareja de trabajo podrá usar también, de vez en cuando, una puerta de
servicio en la planta baja, en otros términos, un equivalente a la gatera, no
sometida al control continuo del Yo defensivo; una puerta cuya llave el
paciente dio al analista, cuando logró confiar en él.

RESUMEN*

Lo interpsíquico: estado normal, patología y las diferencias con lo in-


terpersonal e intersubjetivo
Lo «Interpsíquico» es un nivel funcional pre-subjetivo donde dos per-
sonas pueden intercambiar contenidos y experiencias de un modo com-
partido, a través de la utilización «normal» de identificaciones proyectivas
comunicativas. Tomando como fuente de inspiración situaciones de la vida
cotidiana y viñetas clínicas, este trabajo explora el área natural de estos in-
tercambios humanos para poder entender mejor lo que ocurre durante fa-
ses importantes del trabajo analítico, cuando éste se desarrolla de un modo
suficientemente bueno. Los conceptos de Intrapsíquico/Interpsíquico, Sí
mismo/no Sí mismo, Personación/Despersonación y Empatía Psicoanalí-
tica permiten describir, junto con la metáfora de «la gatera» («chatiére»), la
complejidad de los intercambios entre las interioridades de dos seres huma-
nos cuando un encuentro real y un contacto interno tienen lugar.

Palabras clave
Fusional. Identificación proyectiva comunicativa. Interpsíquico. Perso-
nación/Despersonación. Sí mismo/no Sí mismo.

SUMMARY

The interpsychic: normal state, pathology and the differences between


the interpersonal and the intersubjective
The «Interpsychic» is a functional, pre-subjective level where two per-
sons can exchange internal contents and experiences in a shared way, through
the utilization of «normal» communicative projective identifications.

*Traducido del inglés por Mercedes Puchol.

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Taking inspiration from every day life situations and from clinical
vignettes, this paper explores the natural area of these human interchan-
ges, in order to better understand what happens during many important
phases of the analytic work, when it works well enough.
The concepts of Intrapsychic/Interpsychic, Self/Not Self, Person-
nation/Depersonnation, and Psychoanalytic Empathy are involved, to-
gether with the metaphor of the «cat-flow» («chatiére»), to describe the
complexity of the exchanges between the interiors of two human beings
when a real encounter and internal contact takes place.

Key words:
Communicative projective identification. Fusional. Interpsychic. Perso-
nation/depersonation. Self/non-self.

RÉSUMÉ**

L’interpsychique: état normal, pathologie et différences avec


l’interpersonnel et l’intersubjectif
L’«Interpsychique» est un niveau fonctionnel pré-subjectif où deux
personnes peuvent échanger des contenus et des expériences sur le mode
du partage, à travers l’utilisation «normale» d’identifications projecti-
ves communicatives. En prenant comme source d’inspiration des situa-
tions de la vie quotidienne et des vignettes cliniques, ce travail explore
l’aire naturelle de ces échanges humains pour pouvoir mieux compren-
dre ce qui arrive pendant des phases importantes du travail analyti-
que, lorsque celui-ci a lieu sur un mode suffisament bon. Les concepts
d’Intrapsychique/Interpsychique, Soi-même/Non soi-même, Person-
nation/Dépersonnation et Empathie Psychanalytique permettent de
décrire, avec la métaphore de la «chatière», la complexité des échanges
entre les intériorités de deux êtres humains lorsqu’une rencontre réelle
et un contact interne ont lieu.

Mots clé:
Fusionnalité. Identification projective communicative. Interpsychique.
Personnation/Dépersonnation. Soi/Non soi.

**Traducido por Pilar Crespo.

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