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Alocronismo y Cultura Material Discursos
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Resumen
Al analizar los orígenes de la antropología evolucionista unilineal del siglo XIX, Fabian
(1983) observó que los primeros antropólogos adoptaron una concepción de tiempo
intelectualmente conservadora, fundamentada en la historia natural y la física
Newtoniana. La misma espacializaba completamente el tiempo, de forma que las so-
ciedades no occidentales pasaron a ser consideradas no sólo espacialmente distantes
de Europa, sino que también situadas en períodos considerados primitivos de la his-
toria humana. Así, la antropología le negó contemporaneidad al otro no occidental,
generando una fuerte justificación ideológica para la expansión colonial europea. A
pesar que Fabian enfocó su crítica de manera directa sobre la práctica antropológica,
en este trabajo pretendo desarrollar la idea de que los artificios utilizados por los
antropólogos para negar coexistencia a los pueblos no europeos eran parte de un
discurso mayor. Estos terminaron guiando las impresiones que, de manera explicita
o implícita, las personas de naciones económicamente dominantes mantenían sobre
las sociedades del resto del mundo. Este discurso puede ser observado en las descrip-
ciones de los viajeros que visitaron y/o vivieron en Brasil durante el período colonial
(1500-1808) e imperial (1808-1890). A partir de esta línea de análisis afirmo, con
base en el caso de un Ingenio localizado en el estado de Mato Grosso, que las clases
dominantes brasileras, a través de la manipulación de la cultura material, se apro-
piaron de estos discursos para negar contemporaneidad a los esclavos y, así, legiti-
mar el sistema esclavista.
Introducción
El propósito de este artículo es discutir las formas en que la cultura material fue
utilizada para sustentar discursos de dominación, desde dos niveles, uno internacional
asociado con el capitalismo industrial, y otro interno sobre la sociedad brasilera del siglo
XIX. Desde mi óptica la cultura material tuvo un papel predominante en la justificación
de las relaciones de poder asimétricas en ambas escalas, como queda evidenciado en la
adopción de ítems industrializados de lujo por parte de las elites brasileras. Estos garanti-
zaban la distinción social de estas clases en un nivel social interno, al mismo tiempo que
las actualizaban frente a los modos de vida modernos de países capitalistas europeos.
Mi análisis estará centrado en los conceptos de alocronismo y coexistencia, como
fuera planteado por Fabian (1983), explorando las formas como esos conceptos fueron
implícita o explícitamente usados en los discursos que pretendían justificar la explotación
económica del Brasil y las fuertes desigualdades sociales inherentes al sistema esclavista.
Fabian desarrolla esos conceptos en su libro “Time and the Other: How Anthropology
Makes its Object” (Fabian 1983). En el mismo critica las concepciones de tiempo adopta-
das por la antropología en su fase inicial del evolucionismo unilineal del siglo XIX, cuyos
principales preceptos continuaron siendo utilizados por diferentes escuelas de pensamien-
to antropológico durante todo el siglo XX. A través de la evaluación crítica de esas con-
cepciones tradicionales de tiempo, Fabian deconstruyó el discurso antropológico revelan-
do las formas mediante las cuales fue usado para justificar la dominación de los pueblos
no occidentales. Se les negaba su capacidad de coexistencia con la cultura hegemónica de
las sociedades occidentales económicamente dominantes. El concepto de coexistencia y
el acto de negar esta característica, denominado alocronismo, son centrales en el análisis
de Fabian.
Fabian, utiliza el termino “coexistencia” como un puente entre los términos
etimológicamente relacionados de sincronía y contemporaneidad. La idea de sincronía
está relacionada con la concepción de tiempo físico, que es definido como tiempo no
sujeto a variación cultural, o tiempo de duración, que puede ser cronométricamente medi-
do. Por su parte, la noción de contemporaneidad está relacionada con la categoría de
tiempo definida como tipológica. Se trata de tiempo medido de acuerdo con eventos
socioculturales significantes, que fundamenta calificaciones tales como “preliterato” ver-
sus literato, tradicional versus moderno, rural versus urbano (Fabian 1983:23). Sincronía
esta asociado con eventos que ocurren en un mismo tiempo físico, mientras que para
contemporaneidad, lo es para los que comparten un tiempo tipológico. La coexistencia
cubre las dos nociones. Por otra parte la noción de alocronismo se refiere a los artificios
empleados en el discurso antropológico para negar coexistencia o al otro no occidental
que se volvió el objeto de la disciplina. Tales artificios están basados en la idea de anacro-
nismo, que significa “un hecho, o la afirmación de un hecho, que discorde con una deter-
minada estructura temporal” (Fabian 1983:32).
El principal argumento de Fabian es que la antropología evolucionista del siglo
XIX adopto una concepción de tiempo intelectualmente conservadora, modelada en la
historia natural e influenciada por la física de Newton y por el uniformismo geológico de
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Lyell. Dentro de esta concepción, el tiempo fue completamente especializado, con el otro
no occidental, siendo construido como “un sistema de coordenadas (emanando de un
centro real, la metrópolis occidental) en la cual las sociedades de todos los tiempos y
lugares podrían ser incluidas en términos de distancia relativa al presente” (Fabian 1983:26)
A pesar de que Fabian centra sus criticas directamente en la practica antropológica,
pienso que los artificios empleados por los antropólogos para negar coexistencia a los
pueblos no europeos constituyeron un discurso que implícita o explícitamente, guió las
impresiones que las personas de las naciones económicamente dominantes mantenían
sobre las sociedades del resto del mundo. Este discurso puede ser revelado a través de las
descripciones de los viajantes, tales como escritores, naturalistas, artistas, políticos, mili-
tares, negociantes, profesores, entre otros, que visitaron o vivieron en Brasil durante la
época colonial (1500-1808) e imperial (1808-1890). Siguiendo esta línea de análisis pro-
pongo que las clases dominantes brasileras adoptaron esos mismos artificios alocronicos,
para legitimar el sistema esclavista a través de discursos religiosos y racistas, como será
discutido a partir de un caso de estudio sobre una plantación localizada en el oeste de
Brasil (en Mato Grosso).
En primer lugar me propongo discutir las percepciones que las naciones europeas
tenían sobre la sociedad brasilera colonial e imperial, a través de relatos de viajantes euro-
peos. Posteriormente, analizaré como la sociedad brasilera asimiló estas ideas y las utilizó
para justificar sus desigualdades sociales a través de un estudio de caso centrado en una
plantación localizada en el estado de Mato Grosso.
madera plano sustentado por dos caballetes, y con sólo una o dos sillas (Leitão 1937:131).
Daniel Kidder, un sacerdote norteamericano que vivió en Brasil entre 1837 y 1840, relató
que durante el período colonial incluso los ricos señores de los ingenios no poseían cu-
biertos suficientes para servir a sus visitantes, por lo que era una práctica común por
ejemplo compartir un mismo vaso entre varios durante una comida (Kidder s.d.:24). Du-
rante este período, el único cubierto de uso común era el cuchillo, usado por los hombres,
de modo que las personas comían con las manos (Leitão 1937:144).
Al visitar Río de Janeiro en 1751, el astrónomo francés Nicolás La Caille fue
invitado a una cena en la casa del gobernador. La Caille se quejó de la comida debido a la
predominancia de pescado y de que las servilletas eran pequeñas y sucias. Irónicamente
observó que a pesar de esto el gobernador, un hombre rico, se consideraba un bon-vivant.
Por otro lado, La Caille elogió la cena en la casa de un comerciante dinamarqués, donde
pudo disfrutar de una buena comida con servilletas limpias (Franca 1999:100-101).
En 1792, el inglés John Barrow observó que los comercios de Río de Janeiro man-
tenían stocks razonablemente buenos de ítems de manufactura europea (principalmente
británicos). No obstante, notó que los mismos eran productos fuera de moda, vendidos
para las colonias cuando dejaban de ser consumidos en Inglaterra y otros países europeos
(Franca 1999:217). La observación de Barrow corrobora la del español Don Juan de
Aguirre de 1782, cuando afirmó que la moda europea no había penetrado en Río de Janeiro.
Al describir una mujer brasilera rica en un contexto público, Aguirre observó que imitaba
el peinado de una mujer británica que había pasado por la ciudad recientemente (Franca
1999:161).
El cuadro de la sociedad colonial brasilera, esbozado por observadores europeos
occidentales en relación con la vida en sus centros urbanos más importantes, revela un
pueblo atrasado, aislado del contacto con la “civilización”. Una sociedad en la que la
escasez de bienes de consumo reflejaba la propia tosquedad de sus costumbres. El uso de
ítems industrializados europeos ultrapasados, exportados al Brasil después que eran des-
cartados por las sociedades europeas, recalcaban ese atraso. Las tentativas de las altas
clases brasileras para mantenerse en consonancia con los hábitos y modas europeas eran
vistas como copias grotescas de un pueblo bruto, tal como se desprende las narraciones de
La Caille y Aguirre. La sociedad brasilera era descripta como perezosa y libertina por
Bellisle Pepu (Franca 1999:84), como sucia y de pocos hábitos de higiene por Barrow
(Franca 1999:219), y como ignorante y supersticiosa por el misionero ingles James Wilson
(Franca 1999:241-243). Incluso en 1809 las mujeres brasileras eran caracterizadas por
Luccock como toscas, con comportamientos que representaban “la negación de la gracia
y la elegancia” (Leitão 1937:133).
Para comprender mejor las impresiones negativas que los europeos mantenían so-
bre la sociedad brasilera colonial es necesario considerar las transformaciones en el com-
portamiento social que estaba ocurriendo en ese momento en Europa. Schammas (1980)
describe estos cambios en el ambiente domestico asociados al ideal de privacidad que la
aristocracia europea occidental comenzó a adoptar hacia fines del siglo XVI. La
compartimentación de los espacios domésticos, que garantizan mayor privacidad para sus
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estar sustentada por un discurso que justificase el consumo continuo de ítems hasta entonces
considerados superfluos. Este discurso fue el ideal burgués de lo doméstico.
En Brasil, este ideal fue inicialmente adoptado por la clase propietaria rural, que
como consecuencia de los cambios políticos, económicos y sociales generados desde el
nuevo régimen imperial, comenzaba a salir del aislamiento de sus plantaciones y a
proyectarse a la política de la corte y los gobiernos provinciales. Este grupo tendió a
adoptar estilos de vida urbanos así como patrones de comportamiento cosmopolitas
(Fernándes 1975:27). De acuerdo con Queiroz (1978:56-57), este proceso se inició entre
1829 y 1830, cuando las diferencias entre la vida rural y urbana se acentuaron en todos los
niveles sociales. Durante este período, la población urbana se diferenciaba de la rural no
solamente en términos económicos, sino también culturales, con sus clases altas adoptan-
do como signos de distinción elementos considerados sofisticados e intelectuales. Este
nuevo modo de vida fue característico en primer lugar de Río de Janeiro, y solamente
décadas más tarde en las capitales de las demás provincias (Queiroz 1978:58).
El período de apertura de los puertos en 1810, junto con el comienzo de la adopción
del modo de vida burgués-europeo mencionado por Queiroz en 1820, fue una época tran-
sitoria de asimilación de nuevos discursos y objetos asociados con éstos. Silva (1977:50-
54) efectúa una comparación que resulta ilustrativa entre los muebles de un rico comer-
ciante mencionados en un inventario de 1816 y los anuncios de diarios sobre los muebles
europeos de lujo que estaban siendo comercializados en Río de Janeiro en ese momento.
La casa del comerciante todavía seguía los patrones coloniales tradicionales, con muebles
simples y una gran cantidad de ítems en plata, lo que contrastaba con los modernos y
sofisticados objetos domésticos europeos vendidos en negocios de productos importados.
Con posterioridad a 1820, las clases altas de Río de Janeiro fueron asimilando de
manera gradual los discursos y la cultura material asociado con la idea doméstica de la
burguesía. Ya en 1850, Francia comenzó a ser considerada como paradigma de lo civili-
zado, y esas clases adoptaron sus modos. De esta manera, por ejemplo los pianos se transfor-
maron en un ítem obligatorio dentro de las casas, dando nuevo significado a la sala de visitas
como espacio de sociabilidad, donde se celebraban las fiestas (Alencastro 1997:47-50).
Investigaciones arqueológicas en unidades domésticas y otros contextos de Río de
Janeiro, asociados al período imperial, han demostrado la amplia penetración de este ideal
burgués de lo doméstico en la sociedad carioca (Lima 1994, 1996a, 1996b, 1997, 1999).
Lima estudió el valor simbólico que las altas clases atribuían a las lozas a través de la
exhibición y el uso de juegos de porcelanas y de lozas de lujo. Ya sea durante el consumo
local del té o en las comidas formales, estas clases sociales trataban de imitar la burguesía
europea. Tal copia generó una mezcla de prácticas tradicionales brasileras con europeas,
creando en palabras de Lima “expresiones híbridas, marcadas por acentuados contrastes”
(Lima 1999:215). La importancia social otorgada a la vajilla muestra que la adquisición
de esos ítems estuvo guiada por deseos y necesidades que ultrapasaban en mucho sus
funciones utilitarias.
¿Cuál es la razón para que las altas clases brasileras adoptaran este discurso hege-
mónico europeo, así como el modo de vida asociado con el mismo? La primera respuesta
260
propuesta por Queiroz (1978) está relacionada al deseo de distinción social de una socie-
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dad que se estaba volviendo cada vez más estratificada. Este argumento, a pesar de con-
vincente, es limitado ya que está enfocado únicamente en la preocupación de estas clases
hacia su propia sociedad, explicando sólo una parte del proceso. Personalmente considero
que la elite asimiló esos discursos como tentativa de alcanzar una coexistencia con sus
equivalentes en los países de Europa occidental. Esta coexistencia fue buscada mediante
el consumo de ítems de lujo producidos Europa (muebles, lozas, pianos, etc.), así como el
copiar prácticas europeas asociadas al uso de estos objetos.
Sin embargo, la adopción de esta nueva cultura material, sincrónica con la utilizada
en Europa occidental, no fue considerada suficiente para que los propios europeos consi-
deraran la coexistencia de la sociedad brasilera. Por ejemplo el francés Freycinet, cuando
visitó Río de Janeiro entre 1817 y 1820, a pesar de describir las mesas de las clases altas
como bien servidas, con porcelanas chinas e ítems europeos similares a lo utilizados en
Francia, se refirió a los modos de los anfitriones y sus invitados como toscos – incluso
algunos todavía comían con las manos – (Silva 1977:18). Por su parte Kidder, en 1840, al
referirse a una cena en una plantación muy rica, notó que si bien la vajilla era lujosa, la
mesa y las sillas eran simples. De acuerdo con este viajante, el servicio de los 10 esclavos
domésticos que atendían a los invitados era caótico y bien podrían haber sido substituidos
apenas por dos bien preparados (Kidder s/d:2003). Incluso después de 1850, viajantes de
toda Europa coincidían en estas apreciaciones. En 1880, Wells despreciaba el interior de
las casas brasileras de la elite, describiéndolas como extravagantes y sin el mínimo trazo
de buen gusto, a pesar de los carísimos muebles franceses que la adornaban (Leitão
1937:130). Un año después, la joven profesora alemana Ina von Binzer (1956:25-26)
describió un típico almuerzo brasilero en una plantación de café en la provincia de San
Pablo, remarcando la situación de confusión producida por varios platos servidos al mis-
mo tiempo, por los esclavos que atendían, por el barullo de los niños esclavos que debían
espantar a los insectos, por los gritos de los invitados y por la excesiva gesticulación de los
brasileros.
Tales descripciones demuestran que para los europeos no era suficiente que las
clases altas locales hubiesen adoptado las prácticas y cultura material del capitalismo in-
dustrial para ser reconocidos como iguales. Desde la visión europea lo que estaba en
juego, más que las condiciones económicas necesarias para poseer esos bienes, era la
manera correcta de utilizarlos, o como Bourdieu (1999:15) menciona, la capacidad para
transformar esos objetos en signos, en valores que representasen la posición social de sus
dueños. Por lo tanto el cuadro reflejado sobre la sociedad brasilera por los viajantes es el
de un pueblo tosco y primitivo, que a pesar de poder disponer de ítems de lujo, no enten-
día o desconocía las formas de utilizarlos. Esta mirada prejuiciosa no reconoce ninguna
originalidad de la sociedad brasilera al asimilar nuevas prácticas al mismo tiempo que
mantenían tradiciones culturales locales, generando así expresiones híbridas adaptadas a
las condiciones sociales del país.
Estas descripciones demuestran que el proceso de modernización de la sociedad
brasilera durante el paso de la colonia al imperio, no fue suficiente para cambiar las impre-
siones de atrasada, primitiva, salvaje, grosera, perezosa y supersticiosa, que los europeos261
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mantenían sobre la misma. Incluso esto valía también para las clases altas. El conde de
Gobineau, durante el corto período que vivió en Brasil como representante del gobierno
francés entre 1869 y 1870, comparó el país con una tierra ficticia que había sido visitada
por el mítico héroe persa, Simbad, y que era ocupada por monos gobernados por un rey
humano (Raeders 1976:69). Gobineau, autor de “L’Essay sur L’Inegalite des Races
Humaines”, consideraba al emperador del Brasil, Don Pedro II (del que era amigo cerca-
no) como la única persona civilizada del país. Irónicamente Don Pedro II fue obligado a
solicitarle personalmente a Gobineau que abandone Brasil debido a un conflicto con un
aristócrata local. Ocurrió que en un teatro frecuentado por la elite imperial, Gobineau, al
sentirse provocado por un aristócrata habría gritado “pays de suavages” (país de salvajes).
Así el representante francés había ofendido a la elite brasilera en su centro social de imita-
ción de las modas y comportamientos europeos, negándole a estas clases altas coexisten-
cia con el país que era considerado el paradigma de lo civilizado.
las primeras décadas del siglo XVIII, la región donde se encuentra el sitio Taperão fue
poblada por los colonizadores más tardíamente, a partir de 1780 con la implantación de
los primeros ingenios de azúcar (Siqueira 2001:78). La principal actividad económica de
estos ingenios fue el cultivo y procesamiento de caña de azúcar (Corrêa Filho 1969:455).
Su importancia económica estuvo limitada a un nivel regional, siendo sus productos fun-
damentales para el abastecimiento de Cuaibá (Siqueira et al. 1990:34). Los ingenios te-
nían una estratificación social extremadamente rígida. El grupo dominante era el de los
señores dueños del ingenio, que residían en las plantaciones durante la estación seca (en-
tre abril y noviembre), supervisando la cosecha de la caña de azúcar así como su procesa-
miento. Posteriormente retornaban con sus familias a Cuiabá, donde cuidaban de sus inte-
reses políticos, económicos y sociales (Seckinger 1970:69). Trabajadores libres, como
capataces y agregados, formaban la clase media. Los primeros tenían como función prin-
cipal controlar el trabajo y la vida cotidiana de los esclavos. Los agregados, podían man-
tener sus propios espacios de cultivo, dando una parte de su producción a los propietarios
de los ingenios (Volpato 1993:201). Los esclavos vivían en “senzalas” (barracas) colecti-
vas o individuales, estando sujetos a un trato violento y represivo, según menciona
Langsdorff (1998:111-112) cuando visitó esta región en 1827.
Las formas violentas con las que se trataban los esclavos terminaron generando
muchas veces rebeliones, fugas y la formación de quilombos. Los quilombos aumentaron
en número en la región después de 1850, alcanzando su pico durante la guerra del Para-
guay, entre 1865 y 1870, cuando los esfuerzos militares del gobierno estuvieron concen-
trados en esta confrontación. En ese entonces los habitantes de los quilombos se volvieron
cada vez más osados, atacando sistemáticamente los ingenios de la región. Esta situación
aumento la inestabilidad económica local, haciendo que sus dueños invirtiesen menos en
producción o mismo abandonasen sus tierras (Volpato 1996:232). El golpe final vino con
la abolición de la esclavitud en 1888, cuando la mayoría de los esclavos abandonó las
plantaciones, dejando sin mano de obra los ingenios (Corrêa Filho 1969:111). Este parece
haber sido el caso del sitio Taperão, ya que no fueron encontradas evidencias de ocupa-
ción del lugar posteriores a 1880.
Para descubrir las áreas preferenciales de descarte relacionadas a las distintas uni-
dades de habitación/grupos sociales que ocuparon el sitio, fue utilizado un muestra siste-
mática-geométrica (Redman 1974), mediante sondeos de 50 x 50 cm, a intervalos regula-
res de 10 m en toda la extensión del sitio. Se localizaron nueve áreas de concentración de
materiales arqueológicos, que están relacionadas con seis unidades de habitación distintas
(Figura 2). Se excavaron un total de 422 m², entre sondeos trincheras y áreas de excava-
ción. El sector asociado con la casa del señor del ingenio fue la que tuvo la concentración
más alta de estructuras y artefactos, estando representada por los depósitos 5,6,7,8,9,11 y
12 (Figura 2). La casa principal es una estructura de 20 x 14 m, de la cual excavamos un
50%, mediante cuatro trincheras paralelas a intervalos de 2 m. La concentración más alta
de artefactos y restos faunísticos apareció en el área 8, próxima a los cimientos del sector
sur de la casa. Se trata de un área de descarte adyacente localizada en lo que debieron
haber sido los fondos de la residencia. Este patrón de descarte es común en viviendas
rurales en todo Brasil (Souza y Symanski 1996). Por otro lado, la escasez de material en el
sector norte de la casa sugiere que allí debió estar ubicado el frente de la misma. Las
unidades 1, 3, 4 y 15 representan áreas periféricas, ya que no poseen estructuras, y solo
fueron localizados depósitos de artefactos. En la unidad adyacente, área 14, tampoco se
localizaron estructuras. Como discutiremos más adelante las evidencias arqueológicas y
documentales señalan que los esclavos y trabajadores libres ocuparon respectivamente las
áreas periféricas y adyacentes del ingenio. Finalmente, en el área 13 sólo fueron encontrados
una vasija de cerámica completa, y fragmentos de otras, así como una lámpara de hierro.
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Figura 2. Planta del sitio Taperão indicando las áreas ocupadas por cada unidad social
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Los depósitos arqueológicos fueron asociados con tres momentos de ocupación del
sitio. Un período inicial, relacionado a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, re-
presentado por depósitos localizados en las áreas 3, 4 y 15, así como a un sector dentro de
la casa del señor del ingenio (área 7). Un período intermedio, asociado con la primera
mitad del siglo XIX, representado por los estratos inferiores del área adyacente (unidad
14), también por el contexto total del área 1, y por un estrato intermedio del área 3. Un
período final, relacionado a la segunda mitad del XIX, representado por los estratos supe-
riores del área central, del área 14 y del área 3.
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Figura 3. Dibujo del Ingeniero Buriti en 1827, con las unidades adyacentes y periférica marcadas con círculos (Florence s.d.)
estaba en su residencia de Cuiaba, contaba con un importante juego de loza inglesa junto
con cubiertos de plata.
Un aspecto importante de la distribución de lozas en el sitio Taperão fue que los
señores mantenían las piezas nuevas para ellos y entregaban las más viejas para los escla-
vos. Por su parte, los trabajadores libres recibían lozas más nuevas que la de los esclavos,
pero más viejas que la de los señores. Esta situación es clara al observar las muestras de
lozas obtenidas a través de la formula de South (1972): área central 1836, área 14 -1825,
área 3 -1820, y área 4 -18102. De esta manera, al distribuir estas piezas el señor no sólo se
preocupó por reforzar el status social dentro del ingenio, sino también con una temporali-
dad inserida en la loza que resaltaba esas diferencias. En este sentido igualó distancia
social con distancia espacial y temporal. Así, el grupo socialmente más próximo a él, los
trabajadores libres, físicamente se encontraban cerca de su casa y recibían las lozas usadas
“no tan viejas”. Por su parte los esclavos, eran el grupo espacialmente más distante de la
residencia del señor, y recibían las lozas más viejas.
Esa distribución jerárquica y diacrónica de las lozas se vio reforzada por la cerámica
producida localmente (Figura 4). El gráfico muestra la distribución jerárquica de las tres
categorías materiales más populares presentes en el sitio: lozas, vidrios y cerámicas de ma-
nufactura local. El área central presentó la mayor cantidad de productos industriales y la
más baja en cerámicas de producción local. Por su parte las áreas periféricas (3 y 1), reflejan
las proporciones más altas de cerámica local y las menores de lozas y vidrios. Como discu-
tiré más adelante, la cerámica de manufactura local posee motivos y técnicas decorativas
bastante similares a las encontradas en tradiciones ceramistas etnográficas y arqueológicas
del África Subsahariano, lo que permitiría relacionarlas con los grupos esclavos.
Figura 4. Frecuencia de lozas, vidrios y cerámicas durante el período intermediário de ocupación del sitio
Taperão, referente a la primera mitad del siglo XIX.
2
La aplicación de la formula de South a las muestras de lozas tuvo como propósito, más que establecer una
cronología, demostrar cuantitativamente la popularidad de las lozas más viejas versus la más nuevas. Las
fechas medias de los tipos de lozas encontrados en la muestra presentan intervalos de depositación próximos
indicando una ocupación contemporánea de las áreas: área central ! de 1790 (creamware) a 1850 (transfer-
printed azul, borde lineal); área 14 ! de 1790 (creamware) a 1850 (transfer-printed azul, borde lineal); área
3 ! de 1790 (creamware) a 1850 (transfer-printed azul, borde lineal); área 1 ! de 1790 (creamware) a 1847
268
(transfer-printed negro).
NOMBRE DE AUTOR O DEL ARTICULO????????????? | 269
En ese momento es importante considerar los dos discursos utilizados por las clases
altas para justificar la esclavitud africana en Brasil durante el siglo XIX, el religioso y el
racista. Ambos eran usados juntos, de modo que uno reafirmaba el otro. El discurso más
tradicional y antiguo era el religioso, que sostenía que la esclavitud de los africanos era
importante para transformar los pueblos paganos en cristianos (Alencastro 1997:82; Vainfas
1986). Por su parte, el discurso racista rotulaba a los esclavos como “pueblos primitivos”
con deficiencias mentales que los transformaban en criaturas perezosas y sensuales
(Alencastro 1997:80). Esto permitía a los señores considerar a los esclavos como paga-
nos, de raza inferior y primitiva, siendo por lo tanto sus manifestaciones materiales (como
la cerámica) indignas de ser expuestas en sus casas. La casa del señor podía tener muebles
viejos y rústicos, pero en general dejaban visibles lozas estampadas que representaban la
era del capitalismo industrial y el modo de vida burgués. A través de estos preconceptos,
los señores organizaron el universo material del ingenio siguiendo un modelo diacrónico:
la casa del señor del ingenio representaba la modernidad; a su vez la distancia entre ésta y
las barracas de los esclavos remitía a una vuelta en el tiempo hacia lo primitivo. Las
barracas eran cabañas de palo a pique, donde se utilizaban lozas viejas y cerámicas toscas.
A mitad de camino entre lo moderno y lo primitivo existía otro espacio, el de los trabaja-
dores libres. Estos constituían un grupo social intermedio, que era al mismo tiempo opre-
sor y oprimido, moderno y primitivo. El alocronismo era espacialmente y materialmente
evidente. La caminata del señor de su casa hacia los lugares de los esclavos representa de
esta manera una analogía interesante con la concepción de viaje de los antropólogos
evolucionistas del siglo XIX. De acuerdo con Fabian (1983:07) el viaje en sí mismo era
instituido como una practica temporalizadora. Así, cuando los viajantes europeos dejaban
sus países industrializados en dirección a los del mundo no occidental, estaban viajando
en el tiempo, volviendo a los momentos más primitivos de la historia humana. El mismo
discurso alocrónista, estaba en los niveles macro y micro.
Finalmente, la negación de la coexistencia del señor del ingenio y los grupos subor-
dinados fue más allá de estas expresiones espaciales y materiales, ya que el control de la
distribución de los recursos para estos grupos sugiere una actitud paternalista. Como afir-
ma Garman (1998:137), el paternalismo constituye una de las formas más humillantes de
relación de poder, ya que está basado en la idea de que ciertos adultos deben ser tratados
como chicos, y por lo tanto necesitan ser educados , vigilados y castigados. Esta situación
generó que el señor aplicase a los esclavos un tiempo tipológicamente diferente del de los
adultos, el tiempo de la fase infantil.
Existe todavía un aspecto crítico que se interpone a los artificios alocrónicos utili-
zados por el señor para negar la coexistencia a los esclavos, así como de las posibles
percepciones que éstos mantenían de estas estrategias que buscaban legitimar las relacio-
nes de poder asimétricas dentro del espacio de la plantación. Los esclavos tenían un baga-
je cultural diferente de los señores y por lo tanto le daban un significado distinto al mundo
material que estaba a su alrededor. De esta manera, la loza no tenía la misma importancia
que le daba el señor, ya que no se preocupaban por los discursos capitalistas que poseían
las clases altas de la región. Por otra parte, la cerámica producida por los esclavos (basada
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en una estética y sistema de creencias africano) tenía una serie de elementos que reafirma-
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Figura 5. Formas cerámicas identificadas en el sitio Taperão. Las piezas dentro de los círculos son !malgas" (escudillas).
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De esta manera la cerámica fue también utilizada con el propósito de reforzar una
memoria africana a través de patrones decorativos y signos expuestos en estas piezas.
Existe gran similitud entre los patrones decorativos incisos empleados por los Ovimbundu
de Benguela, de Angola y aquellos referentes a la primera mitad del siglo XIX encontra-
dos en las cerámicas de la Chapada dos Guimarães (Figura 6). Estos corresponden al
período en que los esclavos de la Nación Benguela eran el grupo africano mayoritario en
esa región (Symanski en preparación).
Figura 6. Cuadro a la izquierda: patrones decorativos utilizados por Ovimbundus de Benguela en las cerámicas y en
otros materiales (Haenstein 1964, 1988). Cuadro a la derecha: patrones decorativos de la Chapada dos Guimarães.
Figura 7. Representaciones cruciformes en cerámicas de Chapada dos Guimarães: a) sitio Taperão # d.m. 1836, b) sitio
Buritizinho # d.m. 1840, c) sitio Engenho do Quilombo # d.m. 1853, d) sitio Tapera do Pingador # d.m. 1850.
Agradecimientos
Este artículo se originó en el curso A Critical Archaeology of Time, dictado en el
año 2004 por el profesor Peter Schmidt en el Departamento de Antropología de la Univer-
273
sidad de Florida. Agradezco a Peter Schmidt por todas las discusiones durante las clases y
274 | SED NON SATIATA NOMBRE DEL AUTOR LIBRO O ARTICULO???????????????
sus sugerencias sobre la primera versión de este artículo. También quiero agradecer espe-
cialmente a mi colega Marcos André Torres Souza, quien trabajó conmigo en el desarro-
llo del proyecto arqueológico del área afectada por la UHE Manso, donde se encuentran
los sitios estudiados. Marcos analizó la cerámica de los sitios Chapada dos Guimarães,
siendo el primero en estudiar la influencia africana sobre ese material. Finalmente agra-
dezco a Andrés Zarankin y Félix Acuto por invitarme a participar del libro y traducir este
texto al español.
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