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Testamento de Alfonso I el Batallador (1131)

En el nombre del sumo e incomparable bien, que es Dios. Yo Alfonso Rey de los
Aragoneses, Pamploneses, Sobrarbienses y Ribagorzanos. Meditando y revolviendo
en la mente que hizo a todos los hombres mortales por naturaleza; resolví en mi
ánimo mientras disfruto vida y salud, ordenar cómo ha de quedar el Reino a mí
concedido por Dios, mis posesiones e intereses. Pues temiendo al juicio divino, por
la salud de mi alma, y también por la de mi padre y de mi madre, y la de todos mis
parientes, hago este testamento por Dios y Nuestro Señor Jesucristo, y todos sus
Santos…

Asimismo para después de mi muerte, dejo por mi heredero y sucesor, al Sepulcro


del Señor, que está en Jerusalén y a los que guarda(n) y lo conservan, y allí mismo
sirven a Dios. Y al Hospital de los pobres que hay en Jerusalén; y al Templo del
Señor con los caballeros que allí vigilan para defender el nombre de la cristiandad.

A estos tres concedo todo mi reino: también todo lo que tengo conquistado en toda
la tierra de mi reino; el Principado, el derecho que tengo en todos los hombres de
mi tierra, tanto en los Clérigos, como en los legos, Obispos, Abades, Canónigos,
monjes, nobles, caballeros, ciudadanos, rústicos y mercaderes, varones y hembras,
pequeños y grandes, ricos y pobres, judíos y moros, con la misma ley y costumbre
que mi padre y yo hemos tenido hasta ahora y debemos tener. Añado también a la
milicia del templo, mi caballo con todas mis armas; y si Dios me concediese a
Tortosa, sea toda del Hospital de Jerusalén.

De este modo todo mi Reino, como se ha escrito arriba, y toda mi tierra, cuanto
tengo, cuanto me quedó de mis antepasados, cuanto yo adquirí o adquiera en
adelante con la ayuda de Dios y cuanto yo doy al presente y hubiere podido dar
antes justamente, todo lo asigno y concedo al Sepulcro de Cristo, al Hospital de los
pobres y al Templo del Señor, para que ellos lo tengan y posean por tres terceras
partes iguales: todas estas cosas sobredichas doy y concedo al Señor Dios y los
Santos nombrados más arriba, tan propias y firmes, como ahora lo son mías, y
tengan facultad de dar, y quitar. Y si alguno de aquellos, que ahora tiene estos
honores o los tendrá en el porvenir, quisiera ensoberbecerse y no quisiera
reconocer a estos Santos, como harían a mí, a mis hombres y a mis servidores,
apelen de la traición y de felonía, como harían si yo estuviese vivo y presente,
vuelvan por la fe sin engaño.

(Hecho este testamento tres años antes de su muerte, lo ratificó poco antes de su
fallecimiento, que acaeció el día 7 de Septiembre del año 1134).

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