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IMPORTANCIA DE LA REDACCION EFICAZ EN LOS ESCRITORIOS

JURIDICOS

Actualmente el mundo jurídico atraviesa una gran crisis lingüística. Las


universidades cada vez más solo exportan “pseudo-profesionales” del
derecho y ya no conocedores de este. La finalidad de lucrar en el mercado
competitivo es tan desmesurada, que muchas veces olvidan otorgarles una
sólida formación profesional y personal. La gran deficiencia que existe en las
aulas universitarias, o hablando estrictamente, dentro del plan curricular, es
que la gran mayoría de universidades no colocan en sus silabus un curso de
redacción jurídica, e incluso las pocas universidades que lo hacen, no le da
la correcta seriedad del caso. Como resultado de este problema, se obtienen
abogados que no saben redactar de manera correcta sus propios escritos y
que, además, terminan, muchos de ellos, comprando plantillas.

Este gran problema no solo afecta la parte profesional, sino también el


ámbito personal, puesto que a nadie le gustaría contratar los servicios
profesionales de una persona que no sabe redactar su propio escrito siendo
un abogado. Se sabe que la formación académica del profesional no solo es
la impartida en las aulas, sino también depende mucho de la responsabilidad
y seriedad con la cual se forje uno.

Es vergonzoso y denigrante ver a muchos abogados que no saben defender


un caso, pero es más lamentable notar que el abogado no sepa redactar sus
documentos. La paupérrima calidad ortográfica, la incoherencia en la
sintaxis, el mal uso de los signos de puntuación y la mala ubicación de la
paráfrasis en los documentos, dejan mucho que desear al que “se supone”
es un profesional. En este artículo, no se pretende dar la solución al
problema de la redacción, pero se podrán dar algunos alcances y
recomendaciones que se deben tener en cuenta, para mejorar la calidad de
su redacción en varios de sus documentos jurídicos.

El profesional del derecho debe tener en cuenta que los estudios generales
de lenguaje son la base de su carrera para poder emprender adecuadamente
el estudio del derecho. Lo recomendable es que el abogado sepa dominar el
castellano, debido a que, si ignora las reglas gramaticales del lenguaje, el
cincuenta por ciento de su carrera se verá frustrada. Con esto no pretendo
sostener que los abogados sean unos expertos en la lingüística, pero lo más
recomendable es que conozcan los aspectos generales de la gramática
castellana para poder aplicar de manera correcta el uso de los signos de
puntuación y la coherencia en la sintaxis de sus escritos.
El segundo criterio es el conocimiento y uso de un buen vocabulario. La
carrera de Derecho ya posee sus propios tecnicismos, y estos se pueden
encontrar en los distintos diccionarios jurídicos. Todo abogado conoce mejor
su carrera cuando llega a emplear los instrumentos necesarios de esta.

Aparte de manejar el lenguaje jurídico, es recomendable que los abogados


también estudien de manera correcta el uso de los sinónimos y antónimos
para poder enriquecer su bagaje profesional y así poder plasmar la
terminología necesaria en cada documento. Para esto se recomienda al
abogado contar a su vez con un buen diccionario de sinónimos y antónimos.

El tercer criterio recae en el abogado, pues debe saber escribir bien. Es aquí
donde un curso de redacción general ayudaría mucho. Pero si uno, no llegó
a realizarlo mientras cursaba la carrera de Derecho, entonces debería
empezar por hacerlo. Algo que olvidan la gran mayoría de abogados, es que
tienen a su alcance la predisposición para poder escribir, ya sean poemas,
cuentos, pensamientos, etc. Si el profesional del derecho comienza a hacer
de la escritura un hábito, la misma práctica le ayudará a relacionarse mejor
con la terminología y a la hora de redactar un documento, verá sus progresos
cuando empiece a darse cuenta por sí mismo, que su redacción es
entendible y coherente. Uno de los secretos para obtener una buena
redacción, es la práctica; de este modo, al redactar sus demandas,
denuncias, minutas, etc., dejará no solo una buena impresión en sus
documentos, sino una calidad legible que lo diferenciará de los otros
profesionales.

Como cuarto criterio de la buena redacción, es formarse el hábito de la


lectura. Mientras más lea un abogado, podrá enriquecer su léxico. Pero no
solo debe remitirse a leer textos jurídicos o normas legales, sino que debe
leer obras, novelas e incluso textos filosóficos. Este es otro de los secretos
por el cual todo profesional del derecho mejorará la calidad de sus escritos.
Cuando uno lee un libro, no solo su mente se traslada a otro mundo, sino
que el lector se enriquece de toda la cultura, el estilo y el contexto que el
autor plasmó a su obra. Esto se debe tener muy en cuenta.

En los diferentes escritos, no solamente la manera de cómo está redactado


el documento, sino también a quién va dirigido. En el caso de los
documentos jurídicos, el profesional del derecho debe tener cuidado de no
hacer gala de una riqueza verbal, que quizá durante su carrera le
proporcionó la literatura. Si desea que su redacción sea clara y precisa, debe
abstenerse de emplear una imperiosa y elegante gama de metáforas. Lo que
se plasme y exprese en el escrito, deben ser enunciados de fácil
comprensión para quien los lee.
La gran mayoría de abogados no les prestan la debida atención e
importancia a los aspectos formales de un documento, pero si no se presenta
bien redactado, fácilmente perderá sentido o no se podrán comprender, ni
entender las cuestiones de fondo.

Lo importante de toda buena redacción es tomar consciencia que la escritura


debe ser el reflejo de un correcto pensamiento. Plasmar la terminología
correcta, no siempre resulta sencillo, para ello hay que leer, estudiar y sobre
todo practicar. Si cerramos nuestra mente ante la realidad que existe en las
palabras, no nos ayudará a mejorar ni como profesionales, ni como buenos
redactores, puesto que nuestro cerebro no se ejercita. La redacción para el
profesional del derecho, no debe ser visto como algún elemento opcional,
sino obligatorio. La fluidez en el léxico como en la escritura solo se logra con
la praxis.

Queda por demás recordar que los escritos y documentos jurídicos de mejor
trayectoria y reconocimiento, fueron redactados por profesionales del
derecho que constantemente llegaron a explorar las cavilaciones más
profundas de lo que concierne al estudio de la sintaxis y la gramática,
logrando desarrollar una correcta función. Empero, esta función para el
profesional del derecho, no es nada fácil, sobre todo porque el abogado debe
comenzar a interesarse en el lenguaje y poder enriquecerse de todo lo que le
ofrece, no en vano Nietzsche decía “el que encuentra el lenguaje interesante,
por sí mismo se distingue de quien no lo admite más que como medio de
pensamientos interesantes.”

El derecho debe y tiene que expresarse a través del uso del lenguaje común,
reconociendo sus reglas y captando sus pautas. No se trata aquí, que el
abogado requiera de “otra lengua” para poder expresarse, pero si requiere de
un amplio vocabulario común y jurídico. El derecho como una ciencia social,
necesariamente ha de expresarse en el lenguaje que la sociedad emplea.

Gran parte de la importancia de la redacción jurídica, no recae en investigar


sobre la función expresiva del lenguaje, dado que lo trascendente y
primordial aquí, es investigar los aportes del lenguaje jurídico y la
comunicación que este logra transmitirnos. En la obra de Hernández Gil,
podemos reconocer cómo opera la función comunicativa del lenguaje
jurídico, lo cual es muy diferente a la del lenguaje común, este autor afirma
que: “El lenguaje y el derecho son productos culturales muy próximos entre
sí. La similitud radica en que el derecho está enunciado en el lenguaje; la
ciencia jurídica tiene un objeto formulado lingüísticamente antes que aquello
que lo describa. Pero la mayor sinonimia no consiste en esa reproducción
verbal o estricta, sino en que el derecho, como el lenguaje, desempeña una
función comunicativa en la convivencia social, por lo que es otro lenguaje.”

Es así como podemos notar que gran parte de la importancia en la redacción


jurídica, recae en la función expresiva del lenguaje jurídico, de tal manera
que el hecho que el derecho se exprese mediante el lenguaje común, pero
que se comunique mediante un lenguaje no-común, es lo que hace que el
lenguaje jurídico sea un lenguaje especial.

Cuando el abogado redacta un documento, se sabe que el contenido del


escrito debe esclarecer un hecho o acto del cual deja constancia de su
pretensión, los cuales tienen que cumplir con la formalidad de ley para
producir sus efectos jurídicos. Empero, por más que todo documento busque
comunicar o advertir a una de las partes en litigio, la extinción o pretensión
de un derecho o una acción, hace que muchas veces los abogados se
olviden de otorgarle una buena calidad en su estilo.

La finalidad del estilo dentro del lenguaje jurídico, no es otra más que
convencer o persuadir a los destinatarios del derecho que se pretende
obtener. Para esto, notamos que Olivecrona Karl, considera que el lenguaje
jurídico siempre emplea un estilo persuasivo, al indicar: “El propósito de
todas las disposiciones jurídicas, pronunciamientos judiciales, contratos y
otros actos jurídicos, es influir en la conducta de los hombres y dirigirla de
ciertas maneras. El lenguaje jurídico tiene que ser considerado como un
medio para este fin, es un instrumento de control social y de comunicación
social. Podemos llamarlo lenguaje directorio, por oposición al lenguaje
informativo.”

Tampoco debemos olvidar que el estilo del lenguaje jurídico en la redacción


depende de quién lo utilice y para quienes lo emplean. Es por ello, que no
podemos generalizar las palabras de Olivecrona y sostener que siempre
(para todos los casos), el estilo del lenguaje jurídico tenga que ser
persuasivo, por ejemplo, en el caso de las jurisprudencias, en vista que aquí,
se pueden emplear y recurrir a varios estilos.

Antiguamente las leyes empleaban un lenguaje que estaba dirigido a


conmover los sentimientos de las personas para crearles una consciencia
colectiva en determinados casos. Se trataba de un lenguaje legal, que
consistía en una oratoria sentimentalista. Un ejemplo claro se daba en la
legislación penal, cuando se utilizaba fuertes epítetos sobre la atrocidad en
ciertos delitos (los de lesa majestad y los perpetrados contra la religión y la
moral). De este modo, el estilo persuasivo que empleaban en los
documentos de la antigua legislación penal, buscaba hacerse respetar
recurriendo a la pompa de un lenguaje mayestático.

Actualmente en los escritos jurídicos, se sigue empleando el estilo


persuasivo, pero ya no es lo adecuado, porque el legislador contemporáneo
ya sabe que por razones sociológicas, su misión no consiste en convencer,
sino en ordenar. Esta es una de las razones por las cuales las leyes hacen
uso del poder de su autoridad, la cual no consigue recurriendo a un lenguaje
persuasivo (en el caso de las normas), sino en el orden que le da a la ley. Lo
mismo va para los abogados en los documentos que redactan, pues más que
buscar la convicción, se debe buscar la claridad, concisión y objetividad de lo
que se está pretendiendo.

El lenguaje jurídico empleado por los abogados en sus escritos debe ser
claro, conciso y estar conforme a ley, sobre la pretensión que se persigue. La
importancia de la redacción jurídica es fundamental en todo documento
jurídico, ya que, si los profesionales del derecho no se expresan con la
terminología adecuada, la redacción de su escrito puede llegar a perder su
objetividad.

La redacción jurídica debe resultar eficaz, sobre todo, si a través del escrito,
se logra el propósito de lo que se solicita. Además, todo documento debe
informar, persuadir, estimular y esclarecer los hechos narrados para
conseguir resultados óptimos de lo que se está solicitando. La palabra escrita
es el principal elemento del lenguaje jurídico, por este motivo, es de suma
importancia para redactar los documentos con una coherencia pertinente.

• La redacción jurídica debe poseer dos instrumentos: las reglas de la


gramática y el estilo. Es lógico que, para poder redactar correctamente, hay
que conocer las reglas de la lengua y así poder construir proposiciones
coherentes. Una buena redacción jurídica debe constar de oraciones cortas y
claras, un correcto uso de la terminología jurídica en su sentido propio, y no
contener palabras ambiguas u oscuras que dificulten su comprensión e
interpretación.

Si un profesional del derecho se refiere a hechos concretos, aplicando de


manera correcta el uso de un lenguaje apropiado y mantiene el estilo, orden
y la claridad en sus escritos, su éxito está más que garantizado. Por último,
recordemos las palabras de Césareo Rodriguez-Aguilera: “El Derecho ha de
ser siempre un idioma bien hecho. El arte del jurista es decir claramente el
derecho.”

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