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Taller de escritura biográfica - Betina Bensignor - AMIA

Textos de la clase 4

Dostoievski: Diarios (fragmento)

Considero que un sentimiento común a los jurados de todo el mundo, y a los nuestros en
particular (entre otros sentimientos, se entiende), debe ser el sentimiento de poder, o mejor
dicho, de poder absoluto. Puede ser un sentimiento repugnante, al menos cuando se
impone a los demás. Pero aunque no domine, aunque esté sofocado por diversas
emociones más nobles, ese sentimiento debe reforzarse en el corazón de cada jurado,
incluso cuando sea plenamente consciente de su deber cívico.

Supongo que, en cierto modo, es una consecuencia de las leyes mismas de la naturaleza.
Por eso, recuerdo cómo se aguzó mi curiosidad, al menos en un sentido, cuando se
instituyó el nuevo (y verdadero) sistema judicial. En mis ensoñaciones me imaginaba
audiencias en las que casi todos los jurados serían, por ejemplo, campesinos, que hasta el
día de ayer habían sido siervos.

Diarios de escritores durante la cuarentena (CCK)


Diarios es un registro colectivo, literario y documental producido en situación de pandemia.
Escritores y escritoras convocados por el Centro Cultural Kirchner producen durante cuatro
semanas textos en torno a un asunto, un personaje, una preocupación real o imaginada.

(Fragmentos)

Gabriela Cabezón Cámara


Episodio 3: No quiero volver a la normalidad

Ahora son las tres de la tarde, me estoy cocinando el almuerzo, los vecinos del costado
pusieron su música, escuchan algo medio chill out, me recuerda a los Café del Mar, a un
volumen un poco excesivo, Berto está estirado a mis pies, los otros perros andan dando
vueltas por ahí…

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Me acostumbré al ritmo lento, me gusta, siento la violencia de no poder abrazar a la gente
que quiero, la de no poder verla, la de no poder reunirnos en asamblea. Y me alegra la
sensación, estoy optimista hoy, de que vamos a poder hacerlo pronto. Pero me acostumbré
al ritmo lento de los días, a que el tiempo se derrame sobre sí mismo, y bueno, eran las tres
y ahora son las cuatro y en un rato me tengo que poner a hacer la torta y después
arrancamos los festejos y listo, se acabó el día y no tuve que correr con nada, ni siquiera
con esto que estoy escribiendo parsimoniosamente. No sé cómo voy a lidiar con la violencia
cotidiana, la de hacer mil cosas por día corriendo atrás de no sé bien qué. El sustento, sí,
entre otras cosas. Se habla de volver a la normalidad. Yo no quiero volver. Debemos ser
millones, miles de millones los que no queremos volver…

Ana Longoni
Episodio 4: Un pliegue

Busqué lo más parecido a un sobre de documentos que había en mi valija abierta en el


piso, al lado de la garita, y me levanté con la bolsita en la que te llevaba los pequeños
regalos que había acumulado para vos estos meses: un calzoncillo a rayas, el par de
mascarillas que elegiste del muestrario de la cooperativa Las Tejemanejes, una piedrecita
de laja negra de los acantilados gallegos, exvotos de miga de pan, una acuarela.

Estabas detrás del vidrio blindado y te veía parcialmente desde este lado de la garita. El
policía se desplazó al acceso para controlar el intercambio que tendría lugar en la
mismísima frontera. Me sentía en medio de una visita carcelaria. Pero no, no lo era. Allí
estabas, precioso. Tenías puesto un sombrero negro y el cabello canoso, largo y suelto.
Muy Patti Smith.

Nos dimos ese abrazo infinito, nos besamos una y otra vez con las mascarillas puestas, nos
frotamos las narices. El policía (y todos los demás) nos miraban con desconcierto, y luego
enfado o desaprobación, perdiendo la paciencia. No te podía ni te quería soltar.

Silvia Gurfein
Episodio 2: “Yo del mar conozco la orilla”

Hay cosas que sólo se piensan si se escriben. Como una ola lo digo otra vez: hay un
pensamiento que sólo se piensa cuando se escribe, porque este párrafo era distinto
mientras lo escribía en mi cabeza al ritmo del andar de mis pasos camino al taller, con los
auriculares puestos escuchando “Teardrop” de Massive Attack. Sin embargo, el nacimiento
del texto se origina allí. De ese compost mental de vocablos proto-formales surge la primera
palabra o la primera frase, que como escaloncito se arma para apoyar las manos y desde el
teclado seguir subiendo o bajando. Este escrito nació de la espuma de la orilla y la marea
hizo el resto.

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En estos días de ánimos oscilantes y temores hipocondríacos acudo a mi médica
homeópata que fue buscando mi remedio, ese que fuera un reflejo o más bien un símil mío.
Desde que me atiende hace años, fuimos rotando y probando variantes pero siempre dentro
de una misma familia de compuestos; todos los que fueron surgiendo parecían provenir del
mar. No es el mar el paisaje que hubiera elegido para mí, me identifico más con la montaña.
Sin embargo, a la vista de mi historial de remedios homeopáticos, todos vienen de allí: el
jugo de la sepia, la raspadura de la ostra perlada, el barro del fondo del mar. Tal vez sea
porque las olas, esa constante irregular, se parecen mucho a mi ánimo inestable y la
montaña, con su solidez y quietud que emana tranquilidad, es lo que me falta y desearía
para mí. O quizás sea una doble imagen de mí misma: sólida por fuera y por dentro una
cueva en la montaña, erosionada por las olas que rompen, pudren y cubren las superficies
de restos marinos.

Mi papá amaba el mar; lo nadaba y lo bebía porque lo consideraba una cura profunda, un
bálsamo que podía mitigar y limpiar los dolores del cuerpo y de la vida. Lo recuerdo con su
pelo mojado abriendo los brazos, respirando el aire salado, siempre listo para una nueva
zambullida. A mí, como algunos de ustedes ya saben, me tenían que animar para que diera
el primer paso hacia las olas, luego empezaba a disfrutarlo y al rato era un animalito marino
con un cuerpo bien adaptado a ese ecosistema. Un cuerpo y una mente, porque sabemos
que el mar ha sido pensado en muchas culturas como la imagen de lo inconsciente y allí es
donde realmente me sumergía. Imagino el espacio mental, especialmente el nocturno
generador de sueños e imágenes como un océano, un lugar que por su extensión y lo
difuso de sus bordes es insondable.

Silvia Gurfein
Episodio 3: “El resto de la conversación”

Lo que queda es el hueco en el aire. Porque la ausencia también ocupa un espacio.


Podemos sentir la presencia de una ausencia.

Todo empezó con el reconocimiento de que hablaba conmigo cada tanto. Cuando digo
hablar me refiero a emitir un sonido y no a un diálogo interno. Lo hice discretamente y con
un mínimo de preocupación hasta que una vez leí que era un síntoma de salud mental.
Listo.

Hablo con las plantas, hablo con mi gata Venecia y hablo con los muertos. Lo hago con total
conciencia, no es que esté ida o loca y no me dé cuenta de que es al aire que le hablo, no,
sé perfectamente que es así. Lo hago para escucharme decir ciertas cosas. Y porque mi
propia voz es mi compañía y el recordatorio de que yo estoy aquí, viva.

¡Te extraño viejita! Digo al pasar mientras rallo una zanahoria. Gracias mamá susurro
sonriendo mientras diseño la colgada de los repasadores en el tender.

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Anoche en el insomnio de las 3.18 a las 5.23 escribí mil veces este texto hasta que quedó
magnífico…

I Acevedo
Lunes 29

Escribir lleva tiempo. Para escribir este diario, yo tuve que vivir treinta y siete años. Aquí
está todo lo que viví y todo lo que leí, sin contar que además, la existencia de lo que viví y
leí a su vez llevó miles de años. Siempre que leo rápidamente algo que me gusta me
sorprendo haciendo esa cuenta.

Cartas

Carte que escribió Dalí a García Lorca, en Cadaqués en 1926.

Querido Federico:

Te escribo lleno de una gran serenidad y de tu santa calma; verás: ya hace un poco de mal
tiempo en este bendito septiembre, llueve, hace viento, ancla un barco en el puerto; eso
hace sentir más el interior, y los ruidos suaves de los trabajos suaves y quietos en los
interiores... Mi hermana cose ropa blanca a mi lado cerca de la ventana, en la cocina se
hacen confituras y se habla de poner uvas a secar. Yo he pintado toda la tarde, siete olas
duras y frías como son las del mar... mañana pintaré siete más; estoy tranquilo porque las
he pintado bien, además cada vez el mar se parece más al que yo pinto.

Tú no harás oposiciones a nada, convence a tu padre que te deje vivir tranquilamente sin
esas preocupaciones de aseguramientos de porvenir, trabajo, esfuerzo personal y demás
cosas... , publica tus libros, eso te puede dar fama ... América, etc., con un nombre real y no
legendario como ahora, todo Dios te estrenará lo que hagas, etc., etc.

...Yo sueño en irme a Bruselas para copiar a los holandeses en el museo; mi padre está
contento del proyecto... ¿Venir a Granada? No te quiero engañar, no puedo; por Navidad
pienso hacer mi exposición en Barcelona, que será algo gordo; hijo; tengo que trabajar esos
meses como ahora, todo el santo día sin pensar en Nada Más.

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¡Tú no puedes darte cuenta de cómo me he entregado a mis cuadros, con qué cariño pinto
mis ventanas abiertas al mar con rocas, mis cestas de pan, mis niñas cosiendo, mis peces,
mis cielos como esculturas!

Adiós, te quiero mucho, algún día volveremos a vemos, ¡qué bien lo pasaremos!

Escribe. Adiós, adiós. Me voy a mis cuadros de mi corazón.

Salvador Dalí

Carta de Charles Chaplin (1889-1977) a su esposa

Querida Maggie:

¿Cómo estás? Espero que muy bien. Ha pasado mucho tiempo desde que no te escribo,
pero es que no tengo mucho tiempo. Estoy siempre trabajando, imagínate que hasta han
inventado una máquina para que se suprima la hora de la comida. Menos mal que no salió
muy bien que digamos y no nos quitaron el tiempo del almuerzo.

Bueno pero el motivo por el que te escribo esta carta es para decirte cómo me está yendo
en la nueva industria en la que estoy trabajando, ya que en la antigua industria no me ha ido
muy bien que digamos. Como sabes he sido víctima del éxodo rural, al igual que muchas
personas, y me he tenido que desplazar a la ciudad de Liverpool a trabajar en una industria
y a la que me estoy adaptando perfectamente.

Estoy temiendo mucho a esta revolución agrícola ya que están viniendo muchas personas
del campo y me puedo quedar sin trabajo si encuentran a personas más cualificadas que
yo. El jefe de la industria ha intentado reducir el trabajo manual de los hombres
introduciendo mucha maquinaria y poder así contratar menos trabajadores y poderse
ahorrar unas libras.

El jefe también está eliminando por completo los movimientos innecesarios de los obreros
con el deseo de aprovechar al máximo el potencial productivo de la industria y la verdad es
que está funcionando muy bien ya que se ha aumentado notablemente la productividad
aunque este fenómeno nos perjudica un poco a nosotros, los obreros.

Tenemos un sindicato obrero para intentar defender nuestros derechos como trabajadores,
pero se nos está prohibido hacer huelgas ni hacer ningún tipo de manifestación, y si
decidimos hacerlas nos las tenemos que ver con muchos policías.

Echo muchísimo de menos esos días en los que estaba en el campo, en mi precioso
campo. Tengo un capataz, que es el encargado de que todo esté en orden y de que los

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trabajadores estén trabajando en sus debidos puestos, que no me ha caído muy bien que
digamos. Se llama Michael y es un auténtico mandón. Pero bueno, lo que me consuela
ahora es que algún día espero poder ser un gran empresario y voy a ser yo el que mande.

Una cosa que me ha sorprendido muchísimo es que hay coches circulando por la ciudad a
todas horas, millones de coches y es un poquito estresante la verdad. Yo no tengo coche
pero espero poder tenerlo ya que me ayudaría a moverme por la ciudad y conocer más
sitios interesantes.

Un buen amigo mío me dijo que te aconsejara que hicieras una rotación de cultivos y
alternaras la producción de diferentes plantas. Según él, funciona muy bien en el campo.

Aquí la navegación a vela de los barcos se está sustituyendo mucho por la de vapor, para
que sea más rápido a la hora de transportar mercancía a otros países y tardar lo menos
posible. También están llegando a la ciudad nuevos tipos de energía que no se conoce para
nada en el campo, como lo son el carbón y el petróleo, que son más eficaces que el
mecanismo a vapor y sin duda va a sustituir todos los medios de transporte que funcionen a
vapor, pero son mucho más contaminantes y eso perjudica gravemente el planeta.

También decirte que he sido sobornado por otras industrias para convertirme en su espía
industrial y así darles toda la información, desarrollo y fabricación de un nuevo prototipo que
quiere lanzar mi empresa al mercado y aunque el dinero que me daban ha sido muy
tentador he preferido no hacerlo, porque ante todo soy un caballero honrado.

Bueno me despido ya que mañana tengo que volver a la odiosa rutina de siempre, apretar
tuercas jeje. Y espero que te haya servido de algo todo esto que te he explicado y que
sepas más o menos como va esto de las industrias. Coméntale a todo el mundo todo lo que
te he dicho en esta carta y te animo a que te vengas conmigo para esta hermosa ciudad.

Todos los segundos estoy pensando en ti, en tu cariño, en tu sonrisa de ángel, en tu suave
olor, etc.... Estoy contando los días que faltan para poder verte otra vez mi amor.

Por favor responde cuanto antes esta carta que te envío, necesito tener noticias tuyas lo
antes posible. Dale recuerdos a tus padres y a los míos y diles que estoy bien.

Muchos besitos de tu querido Charles

Carta de Simón Bolívar (1783-1839) a Manuela Saenz de Thorne,


quiteña ( 1797-1856), que había conocido al Libertador en Quito en 1822.

Ortuzco, mediados de abril de 1824.

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Mi amor:

Estoy muy triste a pesar de hallarme entre lo que más me agrada, entre los soldados y la
guerra, porque sólo tu memoria ocupa mi alma, pues sólo tú eres digna de ocupar mi
atención particular.

Me dices que no te gustan mis cartas porque escribo con unas letrazas tan grandotas ahora
verás que chiquitico te escribo para complacerte.

No ves cuántas locuras me haces cometer por darte gusto.

BOLÍVAR

Nota: La carta fue escrita por su edecán, quien hizo las letras de tamaño pequeño, al gusto
de Manuela Sáenz.

Carta de Mozart (1756-1791)


A su hermana:

P.S.: Milán, 18 de diciembre de 1772.

Espero que te encuentres bien, mi querida hermana. Cuando recibas esta carta, querida
hermana, esa misma noche, mi querida hermana, mi ópera se pondrá en escena.

Piensa en mí, mi querida hermana, y haz todos los esfuerzos posibles, mi querida hermana,
por figurarte que la ves y que la oyes, mi querida hermana. Es verdad que será difícil,
puesto que son ya las once; si no fuera por eso, yo creo, sin duda alguna, que hay más luz
en pleno día que en Pascua.

Mi querida hermana, mañana cenamos en casa del señor von Mayer. ¿Y por qué? ¿Tú qué
crees?... ¡Adivina!... Pues porque nos ha invitado.

Approposato, ¿conoces ya la aventura sucedida aquí?... Te la voy a contar. Hoy hemos


salido de casa del conde Firmian para volver a la nuestra. Al llegar a nuestra calle hemos
abierto la puerta de nuestra casa, y... ¿qué piensas que ocurrió?... ¡Que entramos!

¡Adiós, mi pulmón! Te abrazo, mi hígado, y soy, como siempre, estómago mío, tu indigno

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frater, hermano.

WOLFGANG

Las fotos (fragmento del libro)


De Inés Ulanovsky

Ver una foto ajena abandonada en la calle es inquietante. La persona que tira fotos no
imagina que otro ser humano pueda encontrarlas antes que el camión de la basura. Sino no
se explica. El que encuentra una foto que fue descartada por otro accede a la intimidad de
las imágenes de un desconocido, Pero además se convierte en un testigo del acto mismo
del abandono de ese objeto. Nadie quisiera encontrar sus propias fotos en la calle. 

Hay varias fotos en las que aparecen dos hombres. Posan juntos en ocho fotos y por
separado en otras 10. Son elegantes. Usan trajes negros y camisas blancas.

Hay tres en las que uno de ellos señala cosas con su dedo índice: el cielo, un árbol y un
auto.

Predominaban los paisajes vacíos. Pude reconocer Nueva York, el tigre, mar del plata, el
Monumento a la bandera en Rosario, el rosedal de Palermo, Bariloche y Córdoba.

Si bien es imperceptible, tengo la sensación -no la certeza- de que en esa imagen ellos
están tomados de la mano.

En términos de verdad, esas fotos son la prueba de que ellos existieron.

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