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Nombre: Yuliana Yulitza Bocanegra Camacho Código: 202012373

Cosechando nuevas experiencias

Mi camino por esta carrera se forjo por el amor que le tengo a los niños, es claro que
siempre he tenido miedo por lo que ocurre en mi vida, sin embargo, aprendí a sanar para
ayudar a otros y una vez más le agradecí al universo por las actos sembrados, por mis
maestros que me permitieron crecer de manera ejemplar no solo para la docencia si no para
la vida, y también a mis compañeros, que con perseverancia y un consistente trabajo han
demostrado que realmente se puede transformar la educación. Ahora bien, la experiencia
que he tenido como maestra en formación definitivamente ha sido un remolino de gratas
emociones, comprendí que aquel que es docente cultiva saberes, valores y cuidados que
conforman la esencia del ser humano.

Por cada clase realizada, acumulé regalos que no sabia que necesitaba, algunos eran flores
que tomaban las niñas del prado, otros eran los cálidos abrazos que recibía al comenzar o
terminar la clase, incluso las risas y los juegos no faltaron, aun así, de los que más me
sorprendió fue el gran conocimiento que tenían los niños, la motivación para ser alguien,
esa esencia de poder decir yo deseo esto para mi vida, para mi felicidad y sobre todo para
mi formación como persona. Aunque bueno, no todo fue bueno, hubieron momentos en
donde no sabía que hacer por lo que era mi primera vez, sin embargo, siento que actúe de la
mejor manera, recuerdo que la primera muchos estudiantes no participaban, eran 4 o 5 los
que les gustaba levantar la mano, por lo tanto cuando salieron a receso de manera gentil con
mi compañera nos dirigimos a los niños y les preguntamos sobre sus gustos, sobre su día,
que querían estudiar, en ese momento nos dimos cuenta que los niños querían ser
escuchados, que algunos tenían padres ausentes o simplemente eran tímidos por miedo a
ser juzgados y gracias a esta pequeña cosecha experiencial, pudimos desarrollar las clases
siguientes de una mejor manera, donde ellos participaban de forma activa, con
integraciones colectivas y siempre motivados a prestar atención a la clase.
Otro aspecto muy importante que se pudo trabajar fue la escucha, respetar al otro y estar
atento a lo que se quiere expresar. Al principio muchos de nosotros desde pequeños
deseamos hablar y hablar sobre lo curioso e innovador, pero lastimosamente nos comienzan
a callar, tendemos a aislarnos de las voces y nos encerramos en nuestro mundo, sin
embargo, aquellos chicos me enseñaron a escuchar los gritos que no yo no escuchaba,
habían situaciones donde veía a un niño hablar entusiasmado sobre el anime que le gustaba,
aun así fue devastador saber que ninguno de sus compañeros lo escucho, tal vez de manera
inconsciente lo hicieron , ya que en ese momento estaban hablando todos, pero lo que me
impacto fue que este niño encogió los hombros y se calló, fue en ese momento donde
pensé: como personas gran parte de nuestra vida la utilizamos hablando, pero muy rara vez
nos detenemos a escuchar al otro. Para esta situación, con mi compañera decidimos darle
la palabra a todo aquel que levantara la mano, si su aporte no coincidía con el de la clase,
tomábamos algún aspecto y lo adaptábamos, fue maravilloso ver como hasta el mas tímido,
aquel niño que no hablaba, participaba y veía como sus compañeros le prestaban atención,
después de eso el resto de las clases se animaba y confiaba en que lo podían escuchar, en
que ya no debía gritar en silencio.

Finalmente, me gustaría afirmar que el papel del enseñante cultiva en cada alma una nueva
forma de ver el mundo, que su rol es difícil, pero bonito, que es una persona que piensa y
sacrifica su tiempo por el futuro del otro, por ello, para ser un buen maestro se deberían
forjar más experiencias que siembren enseñanzas tanto para el docente como para el
educando, que se le permita estar acompañado de mucho amor y comprensión respecto a la
realidad en la que vive y sobre todo como dice John Dewey: “La educación no es la
preparación para la vida. La educación es la vida en sí misma”.

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