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Resumen Clase Xxiii de Un Círculo Imposible de Reducir Al Punto
Resumen Clase Xxiii de Un Círculo Imposible de Reducir Al Punto
Acabo de explicarles por qué aquí el deseo está en el lugar de la inhibición. En el lugar del
impedimento, hay no poder. Se trata de que el sujeto, ciertamente, está impedido de atenerse a
su deseo de retener, y es lo que se manifiesta en el obsesivo como compulsión. No puede
retenerse. En el lugar de la emoción, está el no saber. La palabra emoción está tomada de una
psicología adaptativa de la reacción catastrófica, que no es la nuestra. La emoción en cuestión es
la que ponen de relieve las experiencias fundadas en la confrontación con la tarea, cuando el
sujeto no sabe dónde responder. Ahí confluye con nuestro no saber.
Él no sabía que era esto, y por esta razón, en el punto donde no puede impedirse, 1 deja que las
cosas pasen, o sea, esas idas y venidas del significante que ponen y borran alternativamente.
Pero estos movimientos van todos ellos por la misma vía, igualmente no sabida, la de
reencontrar la huella primitiva.
Lo que el sujeto obsesivo busca en aquello que he llamado su recurrencia , en el proceso del
deseo es reencontrar, ciertamente, la causa auténtica de todo el proceso. Y como dicha causa no
es nada más que ese objeto último, abyecto e irrisorio, él sigue buscando el objeto, con sus
tiempos de suspensión, sus falsos caminos, sus falsas pistas, sus derivaciones laterales, que
hacen que esta búsqueda dé vueltas indefinidamente. Todo esto, que se manifiesta en el acting
out, se manifiesta también en el síntoma fundamental de la duda, que afecta para el sujeto el
valor de todos los objetos sustitutivos.
Aquí, no poder, ¿es no poder qué? Impedirse. La compulsión es aquí la de la duda. Concierne a
aquellos objetos dudosos gracias a los cuales se aplaza el momento de acceso al objeto último,
que sería el fin en el pleno sentido de la palabra, o sea, la pérdida del sujeto en el camino en el
que está siempre abierto a entrar por la vía del embarazo - el embarazo donde lo introduce como
tal la cuestión de la causa, que es como entra en la transferencia.
Pero, ¿por qué es y de dónde proviene la incidencia del deseo como defensa, defensa contra un
primer deseo? Sólo podemos concebirlo si damos al deseo su posición central en el deseo
sexual, que llaman genital.
En el plano del deseo genital, la función del a, se simboliza con el (-𝜑) que aparece como el
residuo subjetivo, sólo une faltando. Este agujero central da su valor privilegiado a la angustia
de castración.
El deseo del obsesivo no es concebible en su insistencia ni en su mecanismo si no es por lo
siguiente: se sitúa como suplencia de lo que es imposible de suplir en otra parte, es decir, su
lugar. El obsesivo, como todo neurótico, ya ha accedido al estadio fálico, pero dada la
imposibilidad en que se encuentra de satisfacer en el nivel de este estadio, llega su objeto, el
suyo, el a excremencial, el a causa del deseo de retener. Este a lo llamaría más bien el tapón.
Respecto a esta función adquirirá ese objeto los valores desarrollados. Y aquí es donde
percibimos el origen de lo que podría llamar el fantasma analítico de la oblatividad. Ésta última
es un fantasma de obsesivo. Todo el mundo estaría encantado con que la unión genital fuese un
don. Desgraciadamente no hay huella de don en un acto genital.
En el nivel genital, algo se perfila, se alza, que detiene al sujeto en la realización de la hiancia,
del agujero central, e impide aprehender aquello, sea lo que sea, que pueda funcionar como
objeto del don, objeto destinado a satisfacer.
¿Qué es el síntoma? Que el grifo pierde.
El pasaje al acto es abrirlo, pero abrirlo sin saber lo que se hace. Se produce algo donde se libera
una causa por medios que no tienen nada que ver con ella. Si aquello que puede ocurrir en el
nivel de lo anal entra en juego y adquiere su sentido, es porque existe la llamada del agujero
fálico en el centro de lo genital.
En cuanto al acting out, si queremos situarlo respecto a la metáfora del grifo, es simplemente la
presencia o no del chorro. El acting out es el chorro, es decir, lo que se produce siempre como
un hecho proveniente de un lugar distinto que la causa sobre la que se acaba de actuar.
Todo lo que acabamos de decir de la función del a como objeto del don analógico, destinado a
retener al sujeto al borde del agujero castrativo, podemos trasponerlo a la imagen. La imagen
especular porque está en posición correlativa respecto al estadio fálico.
Y es precisamente aquí donde interviene en el sujeto obsesivo la ambigüedad de la función del
amor. ¿Qué es ese amor idealizado? El amor adquiere para el obsesivo las formas de un vínculo
exaltado, es que aquello que él considera que ama, es una determinada imagen suya. Esta
imagen, se la da al otro. Se la da hasta tal punto que se imagina que el otro ya no sabría de qué
agarrarse si esta imagen llegara a faltarle.
El mantenimiento de esta imagen de él, es lo que hace que el obsesivo persista en mantener toda
una distancia respecto de sí mismo, que es, precisamente, lo más difícil de reducir en el análisis.
La distancia tiene que ver con una distancia para consigo mismo. Por eso todo lo que hace es
para el otro, nunca es para él.
Cuando digo que el obsesivo sostiene su deseo como imposible, quiero decir que sostiene su
deseo en el plano de las imposibilidades del deseo.
El círculo del obsesivo es precisamente uno de esos círculos que nunca pueden reducirse a un
punto. Es porque, de lo oral a lo anal, de lo anal a lo fálico, de lo fálico a lo escópico y de este a
lo vociferado, eso no vuelve nunca sobre sí mismo, salvo volviendo a pasar por su punto de
partida.