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4.

LA VIOLENCIA

4.1 La praxis
Para poder comprender el concepto de violencia, primero se debe enfocar el tema de la
praxis, pues la violencia está inmersa en ella. La Praxis: es toda actividad humana
que transforma el mundo natural y social Toda praxis es un proceso de transformación
de la materia. 125 La praxis, como transformación o cambio, conlleva dos fases: 1) la
alteración del funcionamiento de un ente natural o social, la alteración de su legalidad,
de su orden, o su destrucción; 2) la creación de algo nuevo, aprovechando todo
aquello que pueda utilizarse y desarrollarse en un nuevo ente. El sujeto imprime una
forma dada a la materia (objeto) después de haberla desarticulado o violentado. De
este modo, es arrancado a su propia legalidad, a la ley que lo rige, para adaptarse a la
que establece el sujeto con su actividad. El objeto sufre así una imposición de una ley
exterior y en la medida que la acepta se transforma. Pero el objeto requiere de ciertas
condiciones externas para ser transformado, no cualquier objeto puede ser
transformado, sino sólo aquel cuyas condiciones se encuentran suficientemente
maduras, de otra manera el esfuerzo sería inútil y la acción se quedaría sólo en un
hecho violento y no habría transformación.

4.2 Praxis productiva y praxis social


Existen fundamentalmente dos clases de praxis: la productiva y la social. En la
praxis, tanto en una como en la otra, el hombre es el sujeto de la acción, el hombre es
el único ser que no se adapta pasivamente a la naturaleza, sino que, para satisfacer
sus necesidades, la transforma, altera sus leyes, la violenta. También transforma
constantemente la sociedad. La violencia es un atributo exclusivamente humano, los
demás seres naturales siguen las leyes de la naturaleza, no alteran su legalidad.
La praxis productiva se lleva a cabo cuando el ser humano crea los bienes materiales
para satisfacer sus necesidades, para ello adapta y transforma la naturaleza. La praxis
productiva es la actividad humana que transforma la naturaleza. En ella el sujeto es la
persona humana y el objeto son los seres naturales, aquí lo humano se opone a lo no
humano. Las propiedades del objeto natural son alteradas. La naturaleza opone una
resistencia a ser transformada, es una resistencia pasiva del orden natural a ser
quebrantado. La praxis productiva enfrenta resistencias, límites, fuerzas que hay que
vencer, pero no conoce una antipraxis, es decir un sistema de actos tendientes a anular
la praxis misma. 126 El ser natural se resiste, pero no opone una antipraxis.

125 Juárez Ricardo. La Violencia. Desarrollo del programa, Contenido Mínimo para catedráticos. S.N.T. Pág. 1

126 Sánchez Vásquez, A. “Praxis y Violencia”. Introducción a la Ciencia Política. Ricardo Juárez. Pág. 139 - 140
152
En la praxis productiva, primero se utiliza la violencia contra un ser natural, se altera su
legalidad, su curso normal, se destruye como tal y luego se construye un bien nuevo.
Sólo pueden ser objetos de transformación aquellos seres naturales ya maduros,
desarrollados, que ofrecen las condiciones para ser transformados, para servir de
materia prima para una nuevo producto. La constante violentación de la naturaleza por
el hombre, obedeciendo a la praxis productiva, ha generado hasta nuestros días una
alteración profunda de las leyes naturales, lo que a su vez puede incidir en la existencia
misma de las futuras generaciones humanas. La violencia está solamente de parte del
sujeto, los seres naturales no son violentos, los seres naturales son la fuerza en sí y la
violencia es el uso o la instrumentalización de esa fuerza. Los animales, por ejemplo,
por muy agresivos y crueles que parezcan, (como en el caso de los depredadores) no
son violentos, por cuanto no alteran la legalidad natural; por el contrario, sus actos
obedecen al orden natural en el ámbito de la evolución natural.
La praxis social es la actividad humana que transforma la sociedad. La praxis social
se lleva a cabo en el proceso social, en el cambio social, en el desarrollo social. Se
transforman las instituciones, las relaciones sociales, los modos de producción, las
formaciones económico-sociales. En la praxis social tanto el sujeto como el objeto lo
constituyen los seres humanos y grupos humanos. La violencia social se manifiesta
cuando se truncan, se altera el funcionamiento de las instituciones y de las relaciones
sociales y se altera también el cauce de las ideas dominantes. En cualquier sociedad,
lo normal es que las fuerzas productivas avancen dentro del marco de las relaciones
sociales existentes. Pero llega un momento en que el desarrollo de las fuerzas
productivas se detienen y entonces se violenta el curso normal de las fuerzas
productivas y del desarrollo social, se manifiestan en la sociedad una serie de
contradicciones y conmociones de orden económico y superestructural, se afecta el
desarrollo económico, cultural, político, de los seres humanos y se instaura una
situación de violencia. Las fuerzas productivas han llegado a su máximo desarrollo
dentro de los límites que permiten las relaciones sociales de producción y eso implica
que las condiciones han madurado para que esa sociedad o los entes sociales sean
transformados.
La violencia en la sociedad se manifiesta en la alteración del normal funcionamiento de
una institución, de una relación social o en la conducta, pensamiento y acción de los
seres humanos. Significa también la destrucción o uso de la fuerza contra un ente
social o ser humano, la alteración de la legalidad de un ente social. A diferencia de la
praxis productiva, en la sociedad si se suscita una oposición a la transformación, a la
alteración y destrucción; se da una antipraxis o sea una serie de actos tendientes a
anular la praxis, y estos actos también son violentos; la violencia acompaña tanto al
sujeto como al objeto de la praxis social.127

127 Juárez Ricardo. Op. Cit Pág. 4

153
Para poder transformar el orden social, se tiene que alterar el normal funcionamiento de
las instituciones y relaciones económicas y de las instituciones y relaciones
superestructurales, de las ideas y de la conciencia social. “La praxis social tiende a la
destrucción o alteración de una determinada estructura social, constituida por ciertas
relaciones o instituciones sociales”.128 Sobre todo aquello aprovechable y maduro de
esa sociedad, se crean nuevas instituciones, nuevas relaciones, una nueva formación
económico social, de calidades superiores. Por supuesto existen grupos humanos que
se oponen a esa transformación, porque la situación prevaleciente favorece a sus
intereses y desarrollan actos violentos, represivos contra la transformación, contra la
praxis, desarrollan una antipraxis.
La violencia se puede, pues, definir en sentido amplio y en sentido restringido: en
sentido amplio es la alteración o destrucción de un orden natural o social dado
por los seres humanos. En sentido restringido es la destrucción física o el uso
de la fuerza para lograr esa destrucción.129

4.3 Los hechos violentos y la situación de violencia


En el devenir histórico, en muchos países, cuando las contradicciones sociales se
acentúan, la situación económica se empeora para la mayoría de los ciudadanos, la
productividad del trabajo declina, se instauran regímenes políticos antidemocráticos y
represivos, los hechos violentos se multiplican. Se entiende por hecho violento todo acto
que tiende a impedir el desarrollo y desenvolvimiento normal del ser humano en todos sus
aspectos: la situación económica no le permite desarrollarse física e intelectualmente en
condiciones de bondad; se niega el acceso a la educación, a la cultura, se truncan las
libertades individuales, se coartan los derechos humanos, etc.; todos estos, son actos
violentos.

Este conjunto de actos violentos contra la mayoría de la población, instaura una situación
de violencia. “Cuando una colectividad le rehúsa a la mayor parte de sus miembros la
satisfacción de sus necesidades fundamentales.... hay una situación de violencia que se
manifiesta cotidianamente a través de hechos violentos como el desempleo, la vagancia,
la mendicidad callejera, el abandono de los niños, el aumento de la prostitución, la
delincuencia juvenil y la desocupación masiva”. 130 En la sociedad también se
desarrollan diferentes tipos de violencia; violencia económica: inadecuada distribución de
la riqueza material, que origina una serie de déficit en los indicadores sociales como
desnutrición infantil, mortalidad infantil, altos índices de mortalidad y morbilidad, etc.;
violencia pedagógica: la negación del acceso a la educación a gran parte de la población:

128 Sánchez Vásquez A. Op. Cit. Pág. 143


129 Juárez Ricardo. Op. Cit. Pág. 5
130 ¿Qué es Violencia? Notas para el Curso de Ciencia Política 1982 S.N.T. Pág. Pág.18
154
falta de escuelas, de maestros, analfabetismo etc.; violencia cultural: negación del
desarrollo cultural, violencia juvenil: proliferación de maras; violencia común o
delincuencial: asaltos, robos secuestros, drogadicción, linchamientos, etc.; violencia
política: el uso de la fuerza y de las armas con un fin político; implica también la represión,
persecución, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, masacres, el terror, con el fin de
mantener el control político por parte de las clases dominantes.

Violencia Institucionalizada: es la que se ejerce desde el aparato de Estado con el fin


de mantener las relaciones existentes y evitar la toma del poder político por clases
diferentes a las que han detentado el poder político.131

4.4 La contraviolencia
Cuando se instaura una situación de violencia para favorecer determinadas relaciones
sociales y a determinados sectores sociales, se hace necesaria una actividad para
anular esa situación de violencia se desarrolla la contraviolencia, violencia de los
oprimidos o violencia revolucionaria, que es una serie de acciones que tienen como
fin suprimir una situación de violencia instaurada en una sociedad y es un medio para
construir una sociedad más justa y democrática. Estos actos que componen la
contraviolencia pueden ser violentos, no necesariamente en el sentido de usar la fuerza
física, sino el hecho de modificar una situación dada, tanto de orden económico como
superestructural e intelectual.

4.5 El terror como forma de violencia


El terror es un fenómeno político que se manifiesta como una estrategia militar de
contrainsurgencia. Es una respuesta a los movimientos de liberación nacional que se
han dado en diferentes países subdesarrollados, entre ellos de América Latina y que
también han optado por la lucha armada.
Es una manifestación de la violencia institucional, y consiste en la aplicación de una
violencia extrema para combatir el cuestionamiento de la dominación de clase.
Siguiendo a E. Walter, el terror es una forma de violencia institucionalizada y debe
entenderse como “miedo extremo” con efectos inhibitorios.
Los elementos del proceso de terror son: 1) el acto o amenaza de violencia, 2) la
reacción emocional y 3) los efectos sociales.
1) El acto o amenaza de violencia se refiere a: infligir directamente un daño físico o
moral que provoca miedo extremo.132. Estos actos frecuentemente van graduándose
en intensidad: amenazas, listas negras, llamada anónimas, persecución, acoso,

131 Juárez Ricardo. Op. Cit. Pág. 6


132 Juárez, Ricardo. La Violencia. Pág. 4.

155
vigilancia, secuestros, desapariciones, asesinatos selectivos o indiscriminados,
masacres. Los actos son cometidos con saña y crueldad indescriptibles.
2) La reacción emocional: es la sensación que se produce en las personas, en la
comunidad, en la sociedad, por el acto violento; es el miedo extremo, es el impacto
psicológico y moral que provoca el espectáculo de horror.
3) Los efectos sociales: es la estructuración de una esfera de relaciones que abarca a
todos los habitantes del universo en que se manifiesta el fenómeno, que consiste en
tomar una actitud de inhibición. Es decir, las personas dejan de participar, de
expresarse, deponen su resistencia, no cuestionan ni protestan. Anulan su capacidad
de crítica.
Walter. distingue los actores del proceso de terror: 1) la fuente o equipo del terror, 2) la
víctima y 3) el blanco.
La fuente o equipo del terror está constituido a su vez por dos elementos: a) el
directorio o hechores intelectuales, que está constituido por quienes planifican, definen,
trazan, diseñan, deciden, ordenan, justifican, dirigen el terror. b) los agentes o hechores
materiales: son los esbirros, verdugos, ejecutores que llevan a cabo las órdenes y
efectúan los actos de destrucción.
La víctima y el blanco son ambos objetos del terror, la víctima es la persona o personas
sobre la que recae directamente el hecho violento y que incluso puede perecer. El
blanco es la comunidad, la sociedad que se espera reaccione, y que efectivamente lo
hace ante el espectáculo o noticias de la destrucción con diversas formas de
acomodación, sumisión y conformismo. 133

133 Juárez Ricardo. El Terror. Apuntes para la Docencia, Págs. 1 - 3


156
5. LA IDEOLOGÍA

5.1 El problema teórico de la ideología


El término ideología comenzó a utilizarse con bastante amplitud a finales del
siglo XVIII y principios del siglo XIX, por los “iluministas” o “ilustrados”. Entre ellos se
mencionan a los enciclopedistas Destutt de Tracy y, Étienne Bonnot de Condillac (1715-
1780), que le dieron una definición apegada a su sentido literal: tratado o estudio de
las ideas, teoría más general de las ideas. Para Destutt de Tracy la ideología es la
“ciencia de las ideas, de cómo surgen y de las leyes del pensamiento”.
Napoleón va a emplear el vocablo ideología con matiz de menosprecio, con un
sentido peyorativo; él es contrario a las grandes especulaciones. Para él las ideas son
quimeras, adora la realidad - o aquello que él consideraba tal: la acción que transforma el
mundo. Decía que los filósofos se tambalean en un universo de sueños. El reino de lo
político es la realidad.134 Cuando Napoleón habla de los “ideólogos”, quiere señalar la
incapacidad de ciertos hombres para realizar una actividad práctica, útil.
A partir de este momento, se le adhiere al término una valoración negativa, y
también una gran indeterminación del concepto, que para ser utilizado adecuadamente
debe ser previamente revisado.
Al respecto del criterio de Napoleón, Mannheim afirma lo siguiente:
“ El ejemplo histórico muestra al mismo tiempo, que el punto de vista pragmático
estaba ya implícito en la acusación de Napoleón a sus adversarios. En verdad puede
decirse que el pragmatismo se ha vuelto por así decirlo, en muchos aspectos, la
concepción inevitable y adecuada... Llamamos la atención sobre el matiz que daba
Napoleón al significado de la palabra ideología,... que las discusiones académicas,
tienden a volverse estériles porque no cuidan de comprender el mundo fuera de las
paredes de una academia.”135
Aren Naos y colaboradores analizaron el sentido del termino ideología, a partir de la
manera en que es utilizado en la literatura contemporánea, encontrando una treintena de
significaciones diversas, a menudo alejadas unas y otras de la realidad e incluso
totalmente diferentes (Schaft, Adam. La Definición Funcional De La Ideología Y El
Problema Del Fin Del Siglo De La Ideología).
Con las obras de Marx y Engels, el término ideología se convierte en una
categoría sociológica.136 En muchas de sus obras utilizan el término en sentido
peyorativo como “reflejo falso y deformado de la realidad”. . En La Ideología Alemana
emplearon las expresiones “falsa conciencia”, “representación nebulosa”. 137 En esta

134 Juárez Ricardo. La Ideología. Contenido mínimo para catedráticos, 1978, Pág. 1.
135 Mannheim kart. Ideología y Utopía. México, Fondo de Cultura Económica, 1993, segunda edición, Pág. 65
136 Juárez Ricardo. Op. Cit. Pág. 2
137 Juárez Ricardo. Op. Cit Pág. 2
157
obra afirman: “También las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de
hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de vida, proceso
empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La moral, la religión, la
metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas
corresponden pierden así la apariencia de su propia sustantividad.... Y si en toda
ideología los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en una cámara
oscura, este fenómeno responde a un proceso histórico de vida,... ” 138
Por ideología entendían estos autores todo soñar vacío, el alejamiento de la vida,
la concepción falsa o completamente abstracta de la historia y la tergiversación idealista
de las relaciones económicas en la Alemania de su tiempo. Los términos “ideólogo”,
“ideológico” lo emplearon Marx y Engels no menos despectivamente que Napoleón,
pero a diferencia de éste, su desprecio ya no se refiere a la impotencia práctica de los
ideólogos, sino a la inconsistencia de sus construcciones. En EL Capital, el término
“ideológico” se emplea como sinónimo de reflejo deformado de la realidad.139
Por lo anteriormente expuesto pareciera que Marx y Engels le dan al término
ideología una connotación totalmente negativa, sin embargo, le dan ese sentido
“bonapartiano” cuando se refieren a la representación que tiene de la realidad la clase
dominante, es decir como una evaluación negativa de ciertas formas de pensar de la
clase dominante.140
Yadov aclara que, si bien en Marx y Engels el término “ideológico” conllevaba un
sentido despectivo, posteriormente, este matiz se pierde en Lenin. Cuando Lenin se
refiere a sus adversarios ideológicos, el tono despectivo no recae sobre el concepto de
“ideología” en cuanto tal, sino sobre los calificativos correspondientes a “pequeño
burguesa”, “burguesa”, “filistea”, etc.141

Definiciones:
Marx y Engels: “Reflejo falso y deformado de la realidad”. Cuando los creadores
del socialismo científico (en La Ideología Alemana) se expresaban en esa forma de la
ideología, se referían a la ideología de la clase dominante, a la ideología burguesa. Se
nota en esta definición el sentido despectivo que se le había dado al término.
Marx: “forma mediante la cual los hombres toman conciencia de sus conflictos
sociales y luchan por resolverlos” (Prólogo de la Contribución a la Crítica de la
Economía Política) En esta definición se hace alusión a ciertas formas mediante las
cuales los hombres toman conciencia de su realidad o experiencia social y no está

138 Marx y Engels. La Ideología Alemana. Colombia, Editorial Andreus,1979 Pág. 20


139 V. A. Yadov. " La ideología como Conciencia Teórica de Clase". Introducción a la Ciencia Política, Selección de Textos
por Ricardo Juárez Gudiel. Colección Ciencia Política No. 1. Departamento de Publicaciones, Facultad de Ciencias Págs. 165
139 IBID Págs. 165 - 166.
140 Juárez Ricardo. Op. Cit. Pág. 2
141 Iadov. Op. Cit. Pág. 167

158
presente la connotación peyorativa del término.
Es un conjunto de ideas, concepciones, en las que se reflejan, traducen o
expresan perspectivas, intereses o percepciones de clase o grupo social; es decir,
determinadas de un modo u otro por el sistema social o por el lugar que el enunciante
ocupa en la estructura social. (Yadov)
El término ideología se refiere a proposiciones, se trata de juicios valorativos,
prejuicios, creencias, representaciones de la realidad (Juárez Ricardo).
La ideología alude a ciertas formas mediante las cuales los hombres toman
conciencia de su realidad o experiencia social. Ideas en las que se reflejan, traducen o
expresan perspectivas, intereses, percepciones de clase: es decir determinadas de un
modo u otro por el sistema social o por el lugar que el enunciante ocupa en el sistema.
(Eugenio Trias).142

5.2 Concepción objetiva de la ideología

5.2.1 La ideología y la Conciencia Social


Para comprender el concepto de ideología es necesario ubicarlo en la formación
económico-social. En primer lugar la ideología es una forma de la conciencia social,
que a su vez forma parte de la superestructura social. La conciencia social es el reflejo
del ser social, en la mente, en la conciencia de los seres humanos.
En este aspecto se enmarca en la gnoseología, más bien en la epistemología o
teoría sociológica del conocimiento.
La concepción materialista parte del principio de que toda idea, o categoría
conceptual, está necesariamente precedida y determinada por la existencia material
objetiva.143 La producción de las ideas y representaciones de la conciencia, aparece al
principio directamente entrelazada con la actividad material de los hombres, como el
lenguaje de la vida real. Los hombres son los productores de sus representaciones, de
sus ideas, etc. Pero los hombres reales y actuantes se hallan condicionados por un
determinado desarrollo de sus fuerzas productivas, por el desarrollo de la sociedad,
hasta llegar a sus formaciones más amplias. La conciencia no puede ser nunca otra
cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real144
La dependencia de la conciencia con respecto del ser social es lo común, lo que
unifica a todas las formas de la vida espiritual; pero al mismo tiempo, cada una
de ellas cumple una función específica. Las formas de la conciencia social se agrupan

142 Juárez Ricardo. La Ideología. Pág. 1


143 Serrano Caldera, Alejandro. Op. Cit. Pág. 118
144 Mar y Engels. Op. Cit. Pág. 19

159
en la psicología social y la cultura espiritual145
La psicología social comprende las formas primarias de reflejar el ser social,
tales como las sensaciones, percepciones, estados de ánimo, respuestas de la
conducta frente a los estímulos del ser social. La psicología social también comprende
los sentimientos, estados de ánimo, emociones, hábitos, inclinaciones, tendencias de la
voluntad, rasgos especiales del carácter, ilusiones que surgen sobre la base de la
situación social de una comunidad dada. 146 Yadov afirma que en la psicología social de
una clase social, las relaciones económicas y político sociales se reflejan más
directamente. Así, las condiciones de vida de la pequeña burguesía determinan su
individualismo y las del obrero contribuyen a su sentimiento colectivista, la sensibilidad
política y su espíritu revolucionario147. Por otro lado, la ideología incluye también
aspectos psicológicos, pues se considera que los intereses causan una conducta de
engaño o de mentira.148 Sin embargo, existe diferencia entre la ideología y la psicología,
puesto que alguien puede tener una ideología que se considera “consecuente” y
adoptar algunas veces una conducta inapropiada.
Otra forma de la conciencia social es la cultura espiritual; en cuanto una esfera
más amplia y más desarrollada de la conciencia social comprende a la ciencia, la
enseñanza, la educación, las costumbres, tradiciones, creencias y también a la
ideología.
El carácter específico de la ideología se manifiesta precisamente en que el ser
social se refleja desde el ángulo de los intereses de clase. La ideología se diferencia de
las otras formas de la cultura espiritual en la manera de reflejar el ser social. Refleja el
ser social a través del prisma de los intereses de clase. Por consiguiente por su
esencia misma, no puede dejar de ser cognoscitiva, aunque la función específica de la
ideología, el acento social de las concepciones ideológicas no consista en el
conocimiento en cuanto tal, sino ser una conciencia teórica de clase.149
“El concepto ideología refleja una de los descubrimientos que han surgido del
conflicto político, a saber, que los grupos dominantes pueden estar tan ligados en su
pensamiento a los intereses de una situación que, sencillamente, son incapaces de
percibir ciertos hechos que vendrían a destruir su sentido de dominación. La palabra
ideología entraña el concepto de que, en ciertas situaciones, lo inconsciente colectivo
de ciertos grupos obscurece el verdadero estado de la sociedad.”150
El carácter de clase distingue también a la ideología de la cultura espiritual, considerada
en su conjunto. La ideología es una parte importante de la cultura espiritual, pero por
supuesto, se halla lejos de agotar su contenido. La cultura espiritual engloba mayor

145 Iadov. Op. Cit. Pág. 168


146 IBID Pág. 171.
147 IBIDEM
148 Mannheim, Karl. Op. Cit. Pág. 51
149 Iadov. Op. Cit. Pág. 180
150 Mannheim; Karl. Op. Cit. Pág.35
160
número de elementos no clasistas que la ideología o conciencia de clase. La ideología
es el sistema de ideas y concepciones de determinada clase o de cierto grupo social.
En la conciencia social se reflejan todas las relaciones sociales, no sólo las de
clase, por ejemplo, las reglas elementales de la convivencia humana, los rasgos
nacionales del modo de vida y la psicología de los individuos. Comprende no solamente
las formas ideológicas, sino la ciencia en su conjunto. La conciencia de clase en su
forma ideológica influye en todos los aspectos de la actividad espiritual de la sociedad,
pero esto no permite considerar toda ciencia –por ejemplo, la matemática- como
ideológica. Por esta razón, no se puede identificar la conciencia con la ideología. La
ideología forma parte de la conciencia social y es su elemento de clase La ideología es
una forma de reflejar el ser social. Las demás formas de la conciencia social -la
psicología social y la cultura espiritual- se diferencian de la ideología pero también
contribuyen a su formación. De acuerdo a ello se puede apreciar que la ideología es
sólo una parte integrante de la conciencia social; dicho con más exactitud, determinado
nivel de la conciencia social. 151

5.3 La ideología y las clases sociales.


En las sociedades divididas en clases antagónicas, además de las clases
fundamentales existen también diferentes capas y sectores sociales que imprimen su
huella en la ideología clasista. La desigual posición de estos grupos se manifiesta en
su desigual participación en las esferas económica, política, teórica, etc. y en el diverso
grado de influencia que experimentan por parte de los elementos de la superestructura
(Estado y sus instituciones, partidos políticos, organizaciones religiosas, etc.) A
consecuencia de ello surgen diversos intereses y con frecuencia opuestos, lo que a su
vez influye en la formación de los productos ideológicos.152 También, al interior de las
clases existen diferentes grupos o sectores que tienen también diferentes intereses,
aunque no absolutamente antagónicos, sí existe cierto grado de contradicción, por lo
tanto existen también diversos matices ideológicos entre estos sectores. Existen por
ejemplo diversas manifestaciones ideológicas de la burguesía con respecto a la política
económica; en ciertos períodos históricos se inclina por un intervencionismo estatal, y
en otros por la libertad y el predominio de las leyes del mercado. Esto se da según el
fragmento de clase que tenga el predominio temporal; también en el sector laboral se
dan diversas tendencias ideológicas, según los intereses de determinados grupos de
trabajadores. Por ejemplo algunos se manifiestan a favor de la participación de las
organizaciones obreras y de sus líderes dentro de las instituciones políticas y otros se
oponen a ello.
Así las sociedades clasistas se dividen en dos clases fundamentales: la
dominante y la dominada, en ese sentido también se dan las ideologías. Existen

151 Iadov. V. A. Op. Cit. Págs. 170 - 181


152 IBID Pág. 172

161
principalmente la ideología de la clase dominante y la ideología de la clase dominada.
Toda ideología tiene como funciones generales la expresión de los intereses de clase y
de grupo y descubrir el lugar que se ocupa en la estructura social.
Con respecto a la ideología de la clase dominante, se puede aseverar que para
esta clase no le es difícil formarse una ideología propia, debido al control que ejerce
sobre los medios de producción y sobre los aparatos de producción espiritual. “Para la
clase dominante, la realidad que percibe y elabora en su conciencia es la realidad de la
expansión del sistema en que ella misma es dominante, sin plantearse la dominación
como hecho o menos la dominación como problema;... La percepción de la expansión
del sistema es para la clase dominante condición de su supervivencia como tal, y así
siempre que una clase pueda ser definida como dominante, esa es la realidad concreta
en la cual y para la cual trabaja. Por lo que su formación en la conciencia propiciada
por la acción cotidiana misma no implica mayores dificultades. ” 153
“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o
dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad
es al mimo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición
los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios
de producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo por término
medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir
espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las
relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes
concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase,
la clase dominante, son también las que confieren el papel dominante de sus ideas.”154
La función de la ideología de la clase dominante es la justificación teórica de las
relaciones sociales existentes y su fin es mantener y reproducir esas relaciones, que
permiten prolongar el dominio de esa clase social. No es el fin el de la ideología
dominante, reflejar real y objetivamente la realidad. Pero dentro de la función de la
ideología no está solamente expresar los intereses de la clase dominante, sino que
integrar a ella a toda la sociedad. Que la clase dominada y todos los grupos y sectores
sociales aprecien la sociedad desde el punto de vista de la clase dominante y actúen
según esta ideología. 155 La clase dominante por el hecho de su relación con los
medios de producción, por la conciencia que se tiene de sus verdaderos intereses, por
estar claros de la posición dominante que se ocupa en la estructura social y actuar de
acuerdo a ello es una clase para sí. “ Los individuos que forman la clase dominante
tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello;”156
A la clase dominada le es difícil formar una ideología propia, por el mismo hecho
de subordinación con respecto a los medios de producción y los medios de control

153 Juárez Ricardo. La ideología Pág. 4


154 Marx – Engels. La Ideología Alemana. Pág.48
155 Juárez Ricardo. Op. Cit. Pág., 4
156 Marx – Engels. Op. Cit. Pág. 48
162
social, y la situación de escasez con respecto a la apropiación de la riqueza material y
espiritual. “Para la clase dominada su realidad vivida pasa a ser la realidad de su
conciencia en fases avanzadas de su formación como clase. La realidad de la
conciencia de la clase dominada, no se forma con tanta facilidad”157
La clase social considerada como tal por el solo hecho de su relación con los
medios de producción y por ende de la apropiación de la riqueza social, pero que no
tiene conciencia de sus intereses ni del lugar que se ocupa en la estructura social, es
una clase en sí.
“La ideología de cada una de las clases no se refiere solamente a su clase, sino
a la relación entre las clases. Así en la ideología de la clase dominante se expresa la
realidad de la relación clase dominante – clase dominada, desde el punto de vista de la
clase dominante”158.
La clase dominada va estructurando una ideología propia en fases avanzadas de
su lucha y organización social. La clase dominada y los otras capas sociales se
integran y reflejan el ser social desde la perspectiva de la clase dominante. En la
conciencia de estos grupos se reflejan intereses ajenos; los patrones de consumo y de
conducta también son extraños a la posición social de estos sectores. A esta situación
es lo que se le denomina Alienación o Enajenación. (Alienación del latín alienus =
extraño. Enajenación: hacer ajeno)
“Desde un punto de vista económico la alienación es la transmisión de la
propiedad de una persona a otra”159
La alienación en el capitalismo proviene de la enajenación de los productos del
trabajo en el momento mismo de su producción: los artículos que elabora el productor
directo no le pertenecen, le pertenecen al dueño de los medios de producción; así como
también le pertenecen a éste los productos del trabajo, también le pertenecen y
controla los medios de producción espiritual. Por lo tanto las ideas predominantes son
extrañas a los trabajadores y capas medias de la población.
Serrano Caldera ofrece las siguientes explicaciones: “La enajenación, es el
fenómeno individual o colectivo que deshumaniza. El hombre ha padecido a lo largo de
la historia diferentes formas de enajenación. Desde aquella ocasionada por el proceso
de readaptación de la vida psicológica a las cambiantes condiciones materiales, hasta
la enajenación producida en el trabajo y en virtud de la cual el ser humano se encuentra
esclavizado por los objetos de su propia creación, es decir por la cultura que produce.
Esta idolatría caracteriza con más énfasis a la sociedad industrializada y se manifiesta
como un rasgo patológico en la sociedad tecnocrática y de consumo, y, en
consecuencia en las sociedades periféricas y dependientes, regidas por los patrones y
valores del sistema.”

157 Juárez Ricardo. Op. Cit Pág.4


158IBID
159 Serrano Caldera, Alejandro. Op. Cit. Pág. 112
163
“La enajenación es la conducta individual o colectiva que resulta de un sistema
social y modo de producción determinado, en el cual el hombre no se percibe a sí
mismo por sí mismo, sino en virtud de la dependencia que establece con los objetos de
su creación”160. “La alienación del trabajador se da con relación a los productos de su
trabajo los cuales no sólo le son extraños y ajenos, sino también se erigen en
mecanismos de dominación que lo esclavizan”. 161
La clase dominada va formando su ideología a través de la estructuración de una
conciencia teórica de clase, de su organización y de su lucha; va ubicando y
descubriendo sus intereses mediatos y sus intereses cardinales como clase. Va
revelando su ubicación en la estructura social y cuáles son las acciones necesarias
para transformar la realidad social, para tener una mejor sociedad donde se le permita
una distribución más justa de la riqueza material y espiritual.
La función específica de la clase dominada es cuestionar la dominación.
En el libro “Para Leer al Pato Donald” se lee lo siguiente: En el mundo de lo
cotidiano se verifica igualmente, el papel del andamiaje jurídico – institucional reproductor
de la ideología dominante, uno de cuyos instrumentos más eficaces lo constituyeron los
medios de comunicación de masas. En la frecuentación permanente con las ideas de la
clase hegemónica de la sociedad – la que posee materialmente los medios e impone el
sentido de los mensajes que emite - los hombres elaboran su manera de actuar, de
observar la realidad. Es preciso por tanto, escapar de ese orden y descodificarlo desde
otra visión del mundo, es necesario re-comprender la realidad para lograr modificarla.”162.
En la época actual de la globalización y transnacionalización, en contra de la tesis
de las ideologías opuestas, se presentan las tesis “del fin de la historia”, del “fin de la
modernidad” o el advenimiento de la “postmodernidad”. Francis Fukuyama a finales de
la década de los 80, en ese tiempo jefe de planificación de la política exterior del
Departamento de Estado en los Estados Unidos publicó, en el New York Times y
ampliado en la revista The National Interest, un artículo indicando no sólo el fin de la
guerra fría, sino del fin de la historia. La historia termina cuando se alcanza el modelo
económico, social y político en el que desaparecen las contradicciones de fondo. Es el
momento de la realización del liberalismo en lo político y del capitalismo en lo económico.
Fukuyama recurre a los escritos de Hegel y pasajes de la Fenomenología del Espíritu en
la que se plantea que el espíritu después de su recorrido que originó la naturaleza, la
historia y el Estado, regresa a sí y se repliega sobre su propio ser, poniendo fin a esa
experiencia humana que se denomina historia. En resumen esta tesis sostiene que la
historia ha concluido al llegar el espíritu al reino de la libertad y de la necesidad, el que
históricamente corresponde al Estado liberal y la economía capitalista.163 En lo que
respecta a la ideología, se considera que los intereses contrarios han llegado a su fin y por

160 IBID: Pág. 67 - 77


161 Loc. Cit.
162 Dorfman, Ariel y Armand Mattelart. Para Leer al Pato Donald. México. Editorial Siglo XXI, 22 edición 1972. Pág.5
163 Serrano caldera, Alejandro. El Doble Rostro de la Postmodernidad. Págs. 188 y 189.
164
lo tanto también la ideología.
En lo que concierne a la postmodernidad, planteada entre otros autores por Francis
Lyotard, Jacques Derrida, Gianni Vattino, se erosionan y fragmentan el mito, la utopía, la
ideología, la racionalidad histórica, los sistemas, las síntesis y todo aquello que conlleve la
formación de modelos, arquetipos, paradigmas, se trata de una modernidad diferente a la
que hemos conocido desde el renacimiento hasta nuestros días. “La postmodernidad no
es solamente la deslegitimación y desconstrucción de los modelos, paradigmas y relatos
que dejarían a la ideología, entre otras cosas, archivada en los museos del tiempo
irremediablemente pasado, sino que es la construcción de nuevos modelos a partir de una
realidad globalizante
La postmodernidad para Lyotar es la deslegitimación del discurso especulativo y
emancipatorio. Para Jacques Derrida la postmodernidad parte de la desconstrucción de
los relatos, los sujetos y los paradigmas en el arte, la historia, la política y en la
construcción de una nueva forma de organización de la producción y de la economía
mundial y en general de la cultura y la vida social. Desde la perspectiva postmoderna,
Vattimo afirma que se pone en crisis la legitimación histórica y el concepto lineal - unitario
del tiempo histórico.164

5.4 La formación de la ideología


Desde el punto de vista del modo de reflejar el ser social, la ideología es un
proceso complejo con múltiples mediaciones; en su desarrollo influyen tanto el régimen
económico de la sociedad como las ideas políticas determinadas por él, a la vez que
todo el conjunto de conocimientos teóricos acumulados en el período histórico
anterior.165 La ideología tiene una base teórica, política y económica.
La base inmediata de la creación ideológica es el caudal teórico acumulado con
anterioridad, sujeto a una reelaboración y a un desenvolvimiento ulterior. (base teórica).
En este aspecto, se deja sentir la influencia directa de la base política: la orientación
que sigue en su desarrollo el material cognoscitivo que está a disposición de los
pensadores depende del carácter de las ideas políticas que el ideólogo sustenta.
También influyen las ideas jurídicas y morales. 166 El verdadero fundamento del proceso
ideológico es, en última instancia, la economía, pero la relación con ella tiene sus
eslabones intermediarios: las ideas políticas y las conquistas teóricas del período
anterior. En toda ideología se reflejan la situación histórica y las tradiciones culturales, y
de clase. Etc.167

164 IBID Pág.190


165 Iadov. Op. Cit. Pág. 168
166 Juárez Ricardo Pág. 4
167 Iadov. Op. Cit Pág.169
165
5.5 Los aparatos ideológicos
Tanto Nicos Poulantzas como I. Althusser, para definir “los aparatos ideológicos
de Estado”, evocan a Gramci en el sentido que estos aparatos en su mayoría no son
públicos sino privados y además respaldan la tesis que la distinción entre lo público y
privado corresponde al derecho burgués. Según Poulantzas, Gramci llegó a
fundamentar la teoría de la dependencia del sistema estatal, de los aparatos
ideológicos, pues el Estado no reviste simplemente el papel de fuerza, sino igualmente
un papel ideológico. El Estado no debe ser concebido solamente como aparato de
fuerza, sino igualmente como organizador de hegemonía. La hegemonía de un grupo
social sobre la sociedad nacional entera se ejerce por medio de organismos privados
como la Iglesia, los sindicatos, los partidos políticos, las escuelas, etc.
Según Poutlantzas la ideología en tanto que ideología dominante, constituye un
poder esencial de las clases en una formación social. Como tal, la ideología dominante
se encarna, en el seno de una formación, en una serie de aparatos o instituciones: las
iglesias (aparato religioso), los partidos políticos, el aparato político, los sindicatos (el
aparato sindical), las escuelas y universidades (el aparato escolar), los medios de
información (periódicos, radio, cine, televisión, en suma, el aparato de información), el
dominio cultural, la familia en cierto aspecto, etc. Se les considera como “aparatos
ideológicos de Estado”, porque el Estado clasista es la instancia central cuyo papel es
el mantenimiento de la unidad y de la cohesión de una formación económico social, el
mantenimiento de las condiciones sociales de la producción y su reproducción y este
es precisamente el papel que desempeñan los aparatos ideológicos. El aparato de
Estado constituye la condición de existencia y de funcionamiento de los aparatos
ideológicos en una formación social.168
El Estado se compone también de instituciones y organismos muy importantes,
que actúan como “aparatos ideológicos”, (diferentes a los aparatos represivos que
constituyen su esencia), es decir que justifican y norman la vida social, por medio de
acciones dirigidas a la conciencia humana (propaganda, derecho, escuela, religión, etc.)
Pero hay autores como Luis Althusser que incluye en los aparatos ideológicos del
Estado a las familias, las iglesias, los partidos políticos, los sindicatos, la prensa, la
radio, la TV, las empresas, las artes, el deporte, etc. 169 Considera muy amplia la
estructura del Estado porque regula los aparatos privados con su estructura propia.
De acuerdo a Althusser, ninguna clase puede tener en sus manos el poder del
Estado en forma duradera sin ejercer al mismo tiempo su hegemonía sobre y en los
“aparatos ideológicos de Estado”. Todos los aparatos ideológicos del Estado concurren al
mismo resultado: la reproducción de las relaciones de producción. Cada uno de ellos
concurre a ese resultado de manera que le es propia. “El aparato de información atiborra a
todos los ciudadanos mediante la prensa, la radio, la televisión, etc. Lo mismo ocurre con

168 Poulantzas, Nicos. Fascismo y Dictadura. México, Siglo XXI Editores S.A. 5ª. Ed. 1974 Págs 353 - 357
169 Althusser , Louis. Ideología y Aparatos Ideológicos del Estado. Notas para una Investigación. Traducido por
Alberto J. Pla. Medellín Colombia, Ediciones Pepe, 1978. Págs. 27 y 28
166
el aparato político, cultura. Etc. Agrega: “cada grupo está prácticamente provisto de
ideología que le conviene al rol que debe cumplir en la sociedad de clases: rol de
explotado, rol de agente de explotación, de agentes de represión170
En una formación social, no existe solamente una ideología dominante: existen
varias ideologías o subsistemas ideológicos contradictorios, referidos a las distintas clases
en lucha. La misma ideología dominante no se constituye como tal sino logrando dominar,
de manera especialísima esas ideologías y subsistemas ideológicos, lo cual se hace
precisamente por la vía indirecta de los aparatos ideológicos del Estado.171

5.6 Principales corrientes ideológicas


En el desenvolvimiento de la historia social, las condiciones económicas, políticas y
sociales se modifican, van desapareciendo unas y desplegándose otras. En este mismo
sentido, las teorías, las concepciones de los grupos sociales también se van modificando.
Desde el punto de vista de reflejar el ser social las corrientes ideológicas conforman
un conjunto de ideas, principios, doctrinas, teorías --de una institución, clase o grupo
social--, que, entre otros aspectos, explica como una sociedad debería funcionar, que
sistema económico es el más adecuado y que programa o sistema político y jurídico es el
más adecuado para su aplicación.
Por ejemplo, cada ideología contiene ciertas ideas de lo que considera la mejor
forma de gobierno (demócrata, aristócrata, oligarquía, republicano, parlamentario, etc.), y
el mejor sistema económico (capitalista, el socialista, socialdemócrata, entre otros).

Dentro del ámbito político, especialmente a partir de la “Guerra Fría” (década de


1950), las corrientes ideológicas se explican o suelen situarse dentro de un espectro de
izquierda-derecha, dependiendo de su origen o contenido socialista-comunista, por un
lado, o capitalista, por el otro. Dependiendo de su radicalización, se distinguen entre estas
las llamadas de extrema izquierda y de extrema derecha. También existen posiciones
más moderadas situadas no precisamente ni estrictamente dentro de los conceptos
socialista o capitalista, como el Populismo o la Social Democracia y sus diferentes
variantes.

Desde principios del siglo XX, las principales corrientes ideológicas desarrolladas y
aplicadas en los países del mundo son: el Positivismo (base ideológica del sistema
capitalista desde su origen; las llamadas “liberales” –pro capitalistas- (en cualquiera de
sus versiones liberalismo clásico, moderno y neoliberalismo); y el Marxismo definido como
un movimiento político e ideológico que contiene un sistema de conocimientos
filosóficos y sociales que constituye la concepción del mundo de la clase obrera

170 I. Althusser. Op. Cit. .44


171 Poulantzas, Nicos. Op. Cit. Pág. 362

167
(fundado por Karl Marx y Federico Engels a mediados del siglo XIX). Vale decir que
esta última corriente es la base fundamental, aunque no plena al menos en el aspecto
económico, de los sistemas socialistas vigentes en la actualidad.

168
6. PARTIDOS POLÍTICOS

6.1 Concepto

Bajo la denominación de partidos políticos se integra una gran variedad de


organizaciones de características diversas, de distintos orígenes, variadas finalidades y
diferentes procedimientos; de ahí que resulte difícil lograr una definición acabada de
estas agrupaciones. He aquí algunos intentos de diversos autores:

Para Edmund Burke (inglés), “Un partido es un grupo de hombres unidos para
fomentar, mediante sus esfuerzos conjuntos, el interés nacional, basàndose en algún
principio determinado en el que todos sus miembros están de acuerdo” 172.

Max Weber (alemán), por su parte, afirma que, “Llamamos partidos a las formas de
´socializaciòn´ que, descansando en un reclutamiento (formalmente) libre, tienen como
fin proporcionar poder a sus dirigentes dentro de una asociación y otorgar por ese
medio a sus miembros activos determinadas probabilidades ideales o materiales (la
relación de bienes objetivos o el logro de ventajas personales o ambas cosas)” 173.

Para Andrés Serra Rojas (mexicano), “Un partido político se constituye por un grupo de
hombres y mujeres que son ciudadanos en el pleno ejercicio de sus derechos cívicos y
que legalmente se organizan en forma permanente, para representar a una parte de la
comunidad social con el propósito de elaborar y ejecutar una plataforma política y un
programa nacional con un equipo gubernamental” 174.

Luis Sánchez Agesta (español) nos dice que por partidos políticos debe entenderse a
aquellos “grupos societarios y secundarios, cuyo fin inmediato es la posesión y el
ejercicio del poder político organizado para establecer, reformar o defender un orden
como articulación de los fines que responden a las convicciones comunes de sus
miembros” 175.

172 Lenk y Neumann. Teoría y Sociología Críticas de los Partidos Políticos. Editorial Anagrama, Barcelona, citado por
Eduardo Andrade Sánchez, Introducción a la Ciencia Política, Ed. Harla, S.A. de C.V., México, 1983, Pág. 86

173 Weber Max. Economía y Sociedad. Fondo de Cultura Económica, Tercera Reimpresión. México 1977, citado por
Eduardo Andrade Sánchez, Introducción a la Ciencia Política, Ed. Harla, S.A. de C.V., México, 1983, Pág. 86

174 Serra Rojas, Andrés. Teoría General del Estado. Librería de Manuel Porrùa, S.A., citado por Eduardo Andrade Sánchez,
Introducción a la Ciencia Política, Ed. Harla, S.A. de C.V., México, 1983, Pág. 87
175 Sánchez Agesta, Luis. Principios de Teoría Política. Editora
Nacional, Madrid, citado por Eduardo Andrade Sánchez, Introducción a la
Ciencia Política, Ed. Harla, S.A. de C.V., México, 1983, Pág. 87
169
Jesús Anlén (mexicano) declara, por su parte, que el partido político es la “asociación
legal creada por un grupo de ciudadanos, con carácter permanente, en torno a una
declaración de principios y un programa de acción para la conquista o conservación del
poder estatal” 176.

Almond y Powell (estadounidenses) sostienen que: “El partido político debe ser
considerado como la estructura especializada de integración (de intereses) en las
sociedades modernas” 177.

Para Coleman y Rosberg (estadounidenses) los partidos políticos son: “Asociaciones


formalmente organizadas con el propósito explícito y declarado de adquirir o mantener
un control legal, bien solos, o en coalición o en competencia electoral con otras
asociaciones similares, sobre el personal y la política del gobierno de un determinado
estado soberano” 178.

Según F..W. Riggs (estadounidense) “Cualquier organización que nombra candidatos


para su elección a un parlamento” 179.

Como puede apreciarse, cada autor incluye los aspectos que considera determinantes
del concepto de partido político. No obstante, éstos difieren según el enfoque que se
emplea para el análisis.

En los conceptos citados podemos notar cómo algunos autores (Weber, Coleman y
Rosberg) acentúan la finalidad de alcanzar el poder como esencial, sin mencionar los
aspectos programáticos o la consecución de fines idealmente deseables para la
comunidad. En cambio, en Burke, la persecución del interés nacional es lo que aparece
como fundamental. Este autor está influido por las nociones de la época en la que vive
(fines del siglo XVIII), en la que parecía indispensable resaltar la supremacía del interés
de la nación frente a las tendencias que aparecieran como divisorias.

La necesidad de compartir principios y convicciones está en las opiniones de Burke y


Sánchez Agesta. El elemento programático que supone una serie de medidas para ser
ejecutadas desde el gobierno, se encuentra en Serra Rojas, Sánchez Agesta y Anlèn.
Estos dos últimos insisten, a su vez, en que la noción de partido político tiene como

176 Anlén López, Jesús. Origen y Evolución de los Partidos Políticos en México. Librería de Manuel Porrùa, S.A. México 1973,
citado por Eduardo Andrade Sánchez, Introducción a la Ciencia Política, Ed. Harla, S.A. de C.V., México, 1983, Pág. 87

177 Almond y Powell. Comparative Politics. Little, Brown and Company. Boston 1966, citado por Eduardo Andrade
Sánchez, Introducción a la Ciencia Política, Ed. Harla, S.A. de C.V., México, 1983, Pág. 87

178 Dowse y Hughes. Sociología Política. Editorial Alianza, Madrid 1975


179 Loc. Cit
170
característica esencial la finalidad de ejercer el poder.

La participación electoral es resaltada por Coleman y Rosberg. En cambio, es éste el


único elemento que Riggs toma en consideración. Desde el punto de vista funcional,
Almond y Powell destacan el proceso de integración y conciliación de diversos
intereses, que se efectúa en el seno de ciertos partidos políticos modernos.

Serra Rojas y Anlén estiman como indispensable la operación legal del partido, la
permanencia de la organización y la calidad de ciudadanos que deben tener sus
integrantes.

En realidad, ninguna definición que se intente puede satisfacer plenamente las múltiples
características que presenta el fenómeno del partido político en la actualidad, salvo que
fuese tan minuciosamente descriptiva que resultase demasiado amplia y poco útil para
la formación de un concepto preciso.

“Para lograr describir el concepto de partido político, debemos tomar en cuenta que se
trata, en principio, de agrupaciones organizadas con carácter permanente, cuyo
propósito es gobernar o participar en el gobierno mediante la proposición o
designación de personas para ocupar puestos públicos.

Este concepto, como cualquiera que pretenda tener la virtud de la concisión, es


deficiente, sin embargo, presenta a nuestro juicio, las siguientes ventajas:

1. Apunta la importancia de la permanencia que distingue a los partidos de los


movimientos sociales y de las facciones o clientelas formadas en torno a un
caudillo transitorio. Esta característica es sostenida como fundamental por La
Palombara y Weiner al señalar que el partido debe ser una organización durable,
“es decir, una organización cuya esperanza de vida política sea superior a la de
sus dirigentes” 180.

2. Precisa que la finalidad de los partidos es su acción gubernamental, esto es, la


asunción formal de los poderes del Estado. Aunque la mayoría de los autores
estiman que los partidos se caracterizan por su intención de ejercer el poder, nos
parece acertada la observación de Friedrich en el sentido de que el término
poder es demasiado amplio. Definir el partido en función de la búsqueda del
poder “convertiría,... a un diario en un partido, ya que tal órgano de la prensa, con
toda certeza asegura y mantiene el poder para quien lo publica y para el personal
editorial clave” 181.

180 Citados en Sociologie Politique de Schwartzenberg. Editions Montchrestein, Collection Universitè Nouvelle. Pág.476
181 Friedrich, Carl. Gobierno Constitucional y Democracia. Instituto de Estudios Políticos. Madrid
1975. Tomo II, pág. 358
171
Los grupos de presión, por otro lado, también tratan de obtener poder, aunque no
por la vía formal de asumir el control de los órganos gubernamentales. No
ponemos en duda la vocación fundamental de poder que debe tener todo partido
para ser considerado como tal, pero ésta aparece también en otras agrupaciones
que no son partidos. Sin embargo, su propósito de integrar el gobierno o
participar en él es lo que caracteriza al partido. No importa que la estructura de
gobierno que proponga sea radicalmente distinta a la existente o que actúe en la
clandestinidad.

Nos parece importante destacar que la expresión “gobernar o participar en el


gobierno” permite abarcar una gran gama de organizaciones, tanto a las que ya
ejercen el gobierno, como a las que pretenden llegar a él, e inclusive aquéllas
que, conscientes de su incapacidad para controlarlo, pretenden, por lo menos en
una primera etapa, acceder a formar parte, así sea minoritaria, de los órganos
legislativos.
Por otro lado, quedan contenidas en el concepto tanto las agrupaciones
profundamente enraizadas en principios ideológicos, que proponen programas de
gobierno, como aquellas que están dispuestas a hacer concesiones en cuanto a
los principios rectores de su política siempre y cuando puedan así alcanzar o
mantener el control gubernamental.

3. Especifica la función partidista, por virtud de la cual los individuos pasan a ocupar
puestos públicos. El partido, cuando gobierna, no lo hace de manera abstracta y
general, sino mediante la colocación especifica de individuos como funcionarios.
No necesariamente, como se señala en algunas definiciones, son los dirigentes
de los partidos los que ejercen la función pùblica. En algunos casos ni siquiera
sus miembros, ya que puede ocurrir que postulen a personalidades destacadas
que por su popularidad pueden atraer votos.

Debe indicarse también que los partidos políticos no solamente proponen candidatos
para cargos de elección popular, sino que la militancia en ellos puede determinar la
designación para cargos no electorales por parte de funcionarios que tengan la facultad
de realizar dicha designación.

Esta última característica alienta, sin duda, la participación en el seno de los partidos y
ha dado lugar al denominado spoils system que consiste en el otorgamiento de puestos
en la administración pública a los seguidores de los candidatos triunfantes.

Queda también comprendida en esta parte del concepto, la función de los partidos
como entidades a través de las cuales se recluta al personal político y se satisface la
posibilidad de otorgar satisfacciones ideales o materiales a sus miembros a través del
acceso de éstos al poder gubernamental. Al respecto, dice Julien Freund: “Un partido
172
que renunciara de golpe a la conquista del poder dejaría muy pronto de ser una
organización política, ya que, al no poder prometer empleos o prebendas a sus
miembros, su capacidad de reclutamiento se agotaría rápidamente.

En la noción de partido que proponemos, hemos eliminando toda referencia a


elementos formales, ya que no los consideramos indispensables desde el punto de
vista de la ciencia política. Así, por ejemplo, el reconocimiento legal no es
indispensable para la acción política de una organización y tampoco es indispensable
que sus miembros sean ciudadanos con capacidad para ejercer sus derechos cívicos.
Muchos partidos incluyen movimientos juveniles cuyos elementos no tienen todavía la
condición de ciudadanos y puede darse el caso de que un individuo, por encontrarse en
reclusión carcelaria, tenga suspendidos sus derechos políticos sin que por ello deje de
tener carácter de miembro de un determinado partido.

No obstante debe reconocerse que, desde un punto de vista jurídico, los elementos
formales pueden resultar indispensables como lo veremos más adelante.

6.2 Origen y Evolución de los Partidos Políticos

El partido político es un fenómeno relativamente reciente; en realidad no se asienta en


la vida política de los Estados sino hasta bien entrado el siglo XIX. Sus raíces más
antiguas las encontramos en la Inglaterra del siglo XVII.

La confrontación entre el Parlamento y la Corona dio lugar a las formas partidistas


embrionarias. Simplificando, podemos decir que en torno al Parlamento y en defensa
de la capacidad de éste para defender los intereses de la burguesía emergente, se
formó el grupo de los Whigs que pugnaban por la tolerancia en materia religiosa y por
un incremento en la participación política.

A favor de los privilegios reales se organizaron los Tories, integrantes, en general, de la


aristocracia tradicional y beneficiarios de la autoridad indisputada del Rey.

La Revolución Gloriosa (1688), trasladó el centro de poder de la Corona al Parlamento


y éste se convirtió en el campo de batalla entre Tories y Whigs, que empezaron a actuar
como formaciones partidarias. A partir de entonces el sistema inglés ha sido
tradicionalmente bipartidista. Su funcionamiento se asentó en la aceptación y tolerancia
recíprocas y en un consenso generalizado en cuanto a las bases de la actuación
gubernamental, Hume hacía referencia a este fundamento consensual definiendo a un
Tory como amante de la monarquía, aunque sin abandonar la libertad, y a un Whig
como amante de la libertad, pero sin renunciar a la monarquía.

“El surgimiento de los partidos como actores en el escenario político, está íntimamente
173
vinculado con el desarrollo del parlamentarismo como forma de gobierno. En las
primeras asambleas parlamentarias se inició la formación de grupos de diputados
unidos por su afinidad ideológica; como cada uno de ellos contaba con simpatizantes y
activistas que actuaban en sus respectivas circunscripciones electorales, se produjo la
unificación de los comités de campaña en concordancia con la reunión de los diputados
en grupos parlamentarios. Así, el agrupamiento de un determinado número de
miembros de la asamblea, correspondía el agrupamiento de sus respectivos
seguidores, que empezaron a formar organizaciones políticas estables”182.

En los primeros tiempo de la democracia representativa, no era muy bien visto el


espíritu partidista. David Hume (1711-1776) decía al respecto: “Así como a los
legisladores y fundadores de Estados habría que honrarlos y respetarlos, habría que
detestar y odiar a los fundadores de sectas y facciones, porque la influencia de las
facciones es directamente opuesta a la de las leyes. Las facciones subvierten el
gobierno, hacen impotentes las leyes y suscitan la más fiera animosidad entre los
hombres de una misma nación, que debía prestarse asistencia y protección mutua. Y lo
que debía hacer más odiosos a los fundadores de partidos, es la dificultad de extirpar
esta mala hierba una vez que han echado raíces en un Estado” 183.

Sobre este tema, es clásica la opinión de Madison, que suscribía en El Correo de


Nueva York, en 1787: “Por facción entiendo cierto número de ciudadanos, estén en
mayoría o minoría, que actúan movidos por el impulso de una pasión común o por un
interés adverso a los derechos de los demás ciudadanos o a los intereses permanentes
de la comunidad considerados en conjunto. Hay dos maneras de evitar los males del
espíritu de partido: consiste una en suprimir sus causas, la otra en reprimir sus efectos.
Hay también dos métodos para hacer desaparecer las causas del espíritu de partido:
destruir la libertad esencial a su existencia, o dar a cada ciudadano las mismas
opiniones, las mismas pasiones y los mismos intereses”184.

No obstante este tipo de prevenciones, los partidos irrumpieron en la vida política y se


instalaron como un fenómeno característico del Estado occidental industrializado, que
de allí fue exportado al resto de los Estados del mundo.

182 Duverger, Maurice. Los Partidos Políticos. Fondo de Cultura Económica, Séptima Reimpresión. México 1980,
Págs. 16 y ss.
183 Lenk y Neumman. Op. Cit. Pág. 79

184 Hamilton, Madison y Jay. “El Federalista” Fondo de Cultura Económica. Primera Reimpresión. México 1974. Ver
también Tocqueville, Alexis de. “La Democracia en América”. Fondo de Cultura Económica. Segunda Reimpresión,
México 1873. Pág. 192

174
6.2.1 Teorías sobre el origen de los partidos

Es necesario distinguir entre el surgimiento histórico del partido político como una forma
institucionalizada de participación en los procesos electorales o en la toma de
decisiones en el seno de los parlamentos, del origen especifico de cada partido político
en particular.

Duverger hace una distinción entre los partidos políticos de origen electoral y
parlamentario y los de “origen exterior”, queriendo significar con esta expresión que se
forman fuera del sistema parlamentario. Esta clasificación parece poco útil y su autor
reconoce que no es rigurosa y que resulta difícil distinguir con precisión entre unos y
otros. Esto se debe a la confusión que se establece entre la aparición de los partidos
en el marco de los sistemas políticos, que es simultánea al desarrollo del
parlamentarismo y que ya antes hemos descrito brevemente, con la génesis especifica
de distintas organizaciones políticas partidistas.

Generalmente los partidos se constituyen a partir de formas de agrupación previa, que


pueden ser de diversa índole: sindicatos, agrupaciones agrícolas, clubes de discusión
política, asociaciones de intelectuales, grupos estudiantiles y universitarios, logias
masónicas, sectas religiosas, grupos de comerciantes o industriales, etc.185

Independientemente de los orígenes organizacionales de los partidos, algunos autores


han analizado las causas sociales que generan condiciones para la formación de
partidos políticos.

Para algunos, los partidos surgen con ocasión de los procesos de modernización de los
Estados, que incorporan a las masas a la vida política haciendo a ésta más compleja.
En estas condiciones, quienes desean llegar al poder o mantenerlo, deben asegurarse
un determinado grado de apoyo popular. Pantoja Morán, refiriéndose a la opinión de La
Palombara acerca de esta necesidad de apoyo público, indica que el autor mencionado
en último término “señala dos condiciones para que esto ocurra: a) Debe haber un
cambio tal, en las actitudes de los individuos frente a la autoridad, que prevalezca la
creencia en el derecho que aquéllos tienen de influir en el ejercicio del poder político. b)
Una porción importante de la élite política dominante o una élite aspirante debe tratar de
ganar el apoyo público a fin de apoderarse del poder político o mantenerse en él,
aunque la gran mayoría no participe en la vida política.

Algunos sociólogos de la política acentúan la importancia que tienen las crisis sociales
en la formación de los partidos políticos. Dowse y Hughes analizan las crisis de
legitimidad, de participación y de integración como causas de la formación de los

185 Para ejemplos concretos de cómo estas diversas organizaciones han dado origen a partidos políticos, ver M.
Duverger. Op. Cit. Págs. 22 a 26
175
partidos. La crisis de legitimidad supone la necesidad de allegarse apoyos populares
para justificar una posición contestataria del orden vigente. Así, por ejemplo, los
revolucionarios franceses del siglo XVIII buscaban legitimizarse mediante el apoyo de
grupos que hasta entonces no habían tenido participación política, tales como los
campesinos, los artesanos y la burguesía. En el mismo caso se encuentran, en opinión
de estos autores, los movimientos nacionalistas que luchan contra regímenes coloniales
que buscan legitimar su acción mediante un apoyo masivo de la población autóctona.

“La crisis de participación aparece cuando nuevos grupos sociales formulan


demandas que no son suficientemente atendidas, provocándose así la necesidad de
crear organizaciones políticas que canalicen esta participación y hagan posible que
dichas demandas sean escuchadas. Tal es el caso de la integración de sindicatos en
organizaciones políticas partidistas.

La crisis de integración se manifiesta cuando minorías étnicas asentadas en un


territorio especifico, sienten la necesidad de organizarse políticamente. Tal es el caso
de los francocanadienses en Quebec” 186.

El enfoque antes expuesto merece algunas observaciones. En primer lugar, debe


destacarse que los tres tipos de crisis a los que se refieren los autores pueden
resumirse en una sola: la de participación, con diferentes matices en cada caso.

La llamada crisis de legitimidad supone un proceso de participación iniciada con la


formación de pequeños grupos de teóricos o intelectuales que, a partir de una
interpretación de necesidades colectivas, asumen la tarea de conducir y organizar a las
masas. En la crisis de participación se plantea un proceso inverso que, a partir de un
movimiento social de masas, va creando la organización necesaria para su actuación
política institucionalizada y permanente.

La calificada como crisis de integración se refiere a una forma concreta de exigencia


participativa fundada en las condiciones específicas de un grupo étnico, cultural o
religioso que se organiza para intervenir en la vida política.

En los tres casos se trata de necesidades sociales de participación, manifestadas de


distintas maneras. Pero no es sólo la necesidad de participación la que da origen a los
partidos políticos. Podríamos hablar además, de la necesidad de estructuración u
organización social y de la necesidad de segregación.

La necesidad de participar implica un intento de integrarse en la vida política y tomar


parte en ella y puede asumir las formas ya explicadas.

186 Dowse y Hughes. Op. Cit. Pág. 421

176
La necesidad de estructuración que da origen a un partido político, se presenta cuando
un régimen se constituye a partir de un movimiento nacionalista o revolucionario, que
llega al poder después de una lucha armada y se encuentra ante la necesidad de
organizar a las fuerzas sociales triunfantes. Como ejemplo podríamos citar al Partido
Republicano del Pueblo creado en Turquía por Kemal Ataturk en 1923, y el Partido
Revolucionario Institucional, creado en 1929 en México.

La necesidad de segregación supone un sentimiento colectivo que propugna la


separación territorial de una determinada comunidad. No se trata en este caso de un
propósito de participar sino, por el contrario, de escindirse. Tal es el caso de
movimientos como el de los republicanos irlandeses o el partido separatista de Quebec
que, en realidad, buscan una segregación y no una integración, como mencionan
Dowse y Hughes.

6.2.2 Función actual de los partidos

Abstracción hecha de sus orígenes históricos o sociológicos, los partidos políticos son
una realidad en los sistemas políticos contemporáneos, tanto que no concebimos la
organización estatal de nuestra época sin su presencia, ya sea con carácter exclusivo
en una función organizadora de la sociedad al estilo de los sistemas comunistas o como
entidades competitivas que se disputan el poder mediante las más variadas técnicas en
los estados pluralistas occidentales. Almond y Powell explican la presencia universal de
los partidos en función de las necesidades que tiene el Estado moderno de contar con
un amplio apoyo para sus actividades políticas, de crear nuevas bases de legitimidad
no tradicionales, de proveer nuevos esquemas de valores para iniciar y mantener la
modernización económica. Los mismos autores destacan la necesidad que tienen los
sistemas políticos de realizar, a través de ellos, diversas funciones: “las sociedades
totalitarias, utilizan los partidos como medio para movilizar apoyo; las sociedades
democráticas, como un canal para articular e integrar demandas; y las sociedades en
transición, como agencias para crear y estructurar nuevas normas de conducta”.

La evolución, desarrollo y fortalecimiento de los partidos en la vida política los han


colocado en un lugar preeminente con relación a la toma de decisiones, al grado que se
afirma que el centro verdadero de poder de las estructuras estatales de la época actual
se han desplazado hacia las direcciones de los partidos. Este fenómeno es
denominado por algunos autores partitocracia, Lorenzo Caboara la define como la
“democracia degenerada en el poder oligárquico de uno o más partidos políticos; el
Estado partitocrático es aquél en que el poder resulta monopolizado, más o menos
legítimamente, por un partido o por una pluralidad de partidos aliados” 187.

187 Fernández de la Mora, Gonzalo. La Participación. Instituto de Estudios Políticos. Madrid 1977. pág. 153

177
El desplazamiento de los poderes institucionales del Estado a los partidos, que a
nuestro juicio, debería denominarse en español partidocracia,188 puede producir, según
el citado autor, dos consecuencias: la sustitución de los partidos en el papel del Estado
o la desintegración de éste. El primer caso presenta las siguientes características:
pérdida de la independencia de los diputados; sacrificio de la capacidad de los
representantes en busca de una mayor disciplina de partido; transferencia de la
voluntad popular a la voluntad partidista; deshumanización del diputado que se
convierte en un mero instrumento de votación para el partido; devaluación política de la
asamblea legislativa; desarrollo del proceso real de legislación fuera del parlamento;
falta de control real sobre el gobierno; confusión de los poderes del Estado; pérdida de
funciones reales del parlamento; deterioro de la vida política local por la imposición de
criterios partidistas; monopolización de la actividad política que impide la creación de
nuevos partidos y consolidación monolítica de la administración del Estado que impide
el pluralismo efectivo.

En el otro extremo, caracterizado por un pluripartidismo desquiciante en el que no se


logra una coalición mayoritaria, el resultado es la paralización de la acción del gobierno,
el vacío de poder, la carencia de un proyecto definido y un proceso legislativo
fragmentado y caótico. Entonces, dice Fernández de la Mora “los partidos no
sustituyen al Estado en el ejercicio de la soberanía, sino que, al disputárselo, lo
invalidan o lo descuartizan”. A este fenómeno, afirma, debería llamársele, con
propiedad, partitocaos.

6.3 Régimen Jurídico de los Partidos Políticos

Durante mucho tiempo los partidos políticos no fueron objeto de ningún tipo de
regulación jurídica. Se consideraba que su constitución y actividades pertenecían a la
esfera privada y se aceptaba que no tenían relación alguna con las instituciones
estatales. La doctrina vigente a principios de este siglo convalidaba dicha postura. Así,
Jellinek, en su Teoría General del Estado, nos dice que: “en el orden de la vida del
estado no hay lugar alguno para el concepto de partido político; incluso, cuando los
partidos deben ejercer y ejercen un influjo sobre aquél, sólo son considerados en
cuanto mayorías y minorías.

Ya antes hemos hecho referencia a la aversión que los primeros constitucionalistas


estadounidenses tenían a los partidos; de allí que en la Constitución de Estados Unidos
ni siquiera se les mencione. Las constituciones del siglo pasado guardan silencio frente
a estas realidades políticas, ya que en general se estimaba que el derecho de los

188 El término partitocracia se ha tomado del italiano partitocrazia, derivado del sustantivo italiano partito que en
español es partido.

178
ciudadanos a asociarse en materia política no tenían por qué ser constitucionalmente
regulado.

6.3.1 Evolución de su regulación jurídica

A principios del siglo los partidos empiezan a cobrar vida en el mundo del Derecho,
aunque no por su carácter de organizaciones políticas, sino, particularmente, por su
representación parlamentaria. Los reglamentos de las asambleas legislativas,
paulatinamente van otorgando ciertos derechos a los grupos parlamentarios que se
identifican por su pertenencia a un partido, pero éste, como agrupación cuya finalidad
es participar en la vida política, no es objeto de ninguna regulación específica y sólo se
hacen referencias a él en las normas electorales, sobre todo por la necesidad de admitir
que los partidos son las organizaciones que presentan las listas de candidatos,
indispensables en los sistemas de representación proporcional.

En Latinoamérica, el primer país que hizo referencia, en su Constitución, a los partidos


y a su participación en el proceso gubernamental, fue Uruguay en 1917 189.

El triunfo de la revolución en la Unión Soviética hace pasar al partido comunista de la


clandestinidad al poder. El nuevo régimen le da formalmente el papel de órgano
conductor de la sociedad. El artículo 126 de la Constitución soviética de 1939 decía
textualmente: “Los ciudadanos más activos y más conscientes, pertenecientes a la
clase obrera, a los trabajadores campesinos y a los trabajadores intelectuales, se unen
libremente en el seno del partido comunista de la U.R.S.S., vanguardia de los
trabajadores en su lucha por la construcción de la sociedad comunista y núcleo
dirigente de todas las organizaciones de trabajadores, tanto de las organizaciones
sociales como las organizaciones estatales”.

Terminada la Segunda Guerra Mundial, diversos países introdujeron en sus textos


constitucionales menciones a los partidos. En muchos casos esta actitud tuvo su origen
en el propósito de proscribir a los partidos fascistas.

El artículo 21 de la Ley Fundamental de Alemania Federal de 1949 estableció


constitucionalmente los principios rectores de la formación y funcionamiento de los
partidos políticos, al disponer: “1. Los partidos cooperarán en la formación de la
voluntad política del pueblo. Su creación será libre. Su organización interna deberá
responder a los principios democráticos. Los partidos deberán dar cuenta públicamente
de la procedencia de sus recursos. 2. Los partidos que por sus fines o por actitud de
sus adherentes tiendan a desvirtuar o destruir el régimen fundamental de libertad y
democracia, o a poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania,

189 Loewenstein, Karl. “Teoría de la Constitución” Editorial Ariel, Colección Demos Barcelona , España, 1976. Pág.
447

179
son inconstitucionales. Sobre la inconstitucionalidad decidirá la Corte Constitucional
Federal. 3. La reglamentación se hará por leyes federales” 190.

El reconocimiento del papel de los partidos en la formación de la voluntad política


popular, va seguido de la preocupación por evitar la integración de organizaciones con
tendencias totalitarias. Aún estaba muy reciente la experiencia del partido nacional
socialista (nazi) y de ahí la minuciosidad que impera en el apartado 2 del citado artículo
al especificar los motivos que colocan a una organización partidaria al margen de la ley.
Con fundamento en esta disposición se ha proscrito en Alemania Federal tanto a los
partidos de corte neonazi como a los comunistas.

En Francia fue la Constitución de la V República de 1958 la primera en hacer una


referencia expresa a los partidos políticos. En su artículo 4º. Señala que: “Los partidos
y agrupaciones políticas concurren a la expresión del sufragio. Se forman y ejercen sus
actividades libremente. Deben respetar los principios de la soberanía nacional y la
democracia” 191.

Es de hacerse notar que, a diferencia de la alemana, la Constitución francesa da a los


partidos una función estrictamente electoral al estimar que su finalidad es concurrir “a la
expresión del sufragio” en tanto que aquélla habla de “la formación de la voluntad
política del pueblo”. Por otro lado, al texto francés es más generalizador por lo que toca
a los criterios restrictivos, ya que impone el deber de respetar la soberanía nacional y la
democracia, lo cual deja un amplísimo margen a la interpretación. No precisa, por
ejemplo, si el respeto a la democracia es sólo en el aspecto externo de su participación
en las elecciones o si se pretende una organización interna que garantice, en el seno
de los propios partidos, el apego a principios democráticos.

La concepción liberal en la formación de los partidos ha imperado en Francia como en


muchos otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, la Constitución no hace ninguna
mención de ellos. En esta concepción, los partidos nacen y se desarrollan en un ámbito
de libertad general de asociación, como agrupaciones de carácter privado y en muchos
casos no son materia de una legislación específica. No obstante, su acción ha sido
gradualmente reconocida y regulada por normas de Derecho público. Así, en Francia,
las disposiciones que rigen la vida parlamentaria fueron dando un lugar a los partidos
desde principios de siglo, 192 y en Estados Unidos193 se ha venido desarrollando una
legislación que interviene en los procesos de selección interna de los candidatos a

190 Texto tomado de la traducción publicada por el Departamento de Prensa e Información del Gobierno Federal
Alemán, preparada por la sección de interpretación de Idiomas del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República
Federal de Alemania. Impreso por Industriedruk A-G Essen-Werden. 1971
191 Fernández de la Mora, Gonzalo, Op. Cit. Pág. 177
192 Véase Pantoja Mora, David, Op. Cit.
193 Para una descripción de la regulación jurídica de los partidos en E.E.U.U., véase Loewenstein, Karl. Op. Cit. Pág.
452 a 454

180
través de las elecciones primarias194 y tiende a garantizar a cualquier ciudadano su
acceso al partido de su preferencia; también se han establecido reglas relativas al
financiamiento.

En Latinoamérica se observa también, en su historia constitucional, la ausencia de


reconocimiento a los partidos políticos. Esta actitud ha sido denominada por la doctrina
como la conspiración del silencio, ya que nada se decía en la mayoría de los textos
constitucionales acerca de la realidad práctica representada por los partidos en la vida
política de los países de nuestro subcontinente.

Una excepción a esta regla general, fue la constitución uruguaya de 1917, que parece
haber sido la primera en el mundo en emitir previsiones para la participación de los
partidos polìticos en el gobierno 195.

A la llamada conspiración del silencio sucedió –como lo señala García Laguardia196-


la conspiración de la manipulación constitucional, la cual consistió en referirse
expresamente a los partidos, pero con un propósito restrictivo, imponiendo condiciones
especificas para su funcionamiento y, en varios casos estableciendo proscripciones
explícitas, particularmente dirigidas a las agrupaciones de inspiración marxista. Así, la
Constitución guatemalteca prohibió expresamente “la organización o funcionamiento de
grupos que actúen de acuerdo o en subordinación a entidades internacionales que
propugnen la ideología comunista o cualquier otro sistema totalitario” (artículo 68 de la
Constitución de 1967). Prohibiciones similares aparecen en las cartas fundamentales
de El Salvador, Honduras, Panamá, República Dominicana, Venezuela, Paraguay y
Costa Rica, aunque debe señalarse que esta última nación tiene una vida democrática
y partidista de considerable estabilidad y autenticidad. Por lo que toca a Nicaragua, el
reciente proceso revolucionario que derrocó en 1979 a la dictadura somocista, parece
dirigirse a un sistema de frente amplio constituido por las fuerzas triunfadoras
integrantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) que asumió el poder a
la caída de Somoza con tendencia a convertirse probablemente en un partido
dominante al estilo del PRI mexicano.

La actividad partidaria está suspendida en Argentina y Chile. En Brasil, la Constitución


establece formalmente una minuciosa regulación de la vida de los partidos, llegando a
cuestiones como la relativa a la disciplina interna, al disponer que los representantes
electos perderán su cargo si se oponen a las directrices legítimamente establecidas por
la dirección del partido o si abandonan éste.

194 Cfr. Pág. 119, acerca del sistema de elecciones primarias en E.E.U.U.
195 Loewenstein, Karl. Op. Cit.
196 “La constitucionalizaciòn del régimen jurídico de los partidos políticos en Centroamérica, en “El Régimen
Constitucional de los Partidos Políticos”, Instituto de Investigaciones Jurídicas. UNAM. 1975. Pág. 42.
181
6.4 Conformación y Estructura de los Partidos

Los partidos políticos, como toda organización, no son informes y desarticulados, sino
que requieren de una estructura jerárquica y de una organización. El partido actúa en
una realidad social organizada de múltiples maneras. En tal organización existen
agrupaciones de diversa índole y variados objetivos que se asientan de acuerdo con
una determinada distribución territorial, según la forma como esté organizado el Estado
de que se trate. Así, la organización del partido queda condicionada por todos esos
factores.

Debemos distinguir entre la conformación social del partido y su estructura directiva. La


conformación depende de la realidad social en la que se desenvuelve y se refiere a la
manera como éste gana adeptos o miembros a partir de los grupos que actúan en la
sociedad. Así, un partido puede estar conformado por organizaciones preferentemente
obreras, o campesinas, o profesionales, o de características religiosas, o por algunas
de ellas combinadas.

La estructura de un partido, en cambio, está condicionada por la división territorial que


impera en el país y particularmente por aquélla que se emplea para fines electorales.
De esta manera, los partidos requieren órganos directivos que asuman en primer
término las tareas nacionales y, después, órganos dirigentes en cada estado o provincia
y en cada circunscripción que sirva para una finalidad electoral (departamento, comuna,
municipio, etc.).

Podemos resumir diciendo que la conformación tiene una raíz de contenido social, en
tanto que la estructura tiene una base territorial-electoral.

6.4.1 Partidos de clase y pluriclasistas

A partir de su conformación podemos plantear una primera clasificación de los partidos:


partidos de clase y partidos pluriclasistas. Los partidos de clase buscan representar los
intereses de una sola clase social, entre la cual reclutan a sus partidarios y reclaman el
poder para los pertenecientes a dicha clase con exclusión de los demás. Este es el
modelo de los partidos comunistas, es decir, aquéllos que se adhieren a la idea de la
dictadura del proletariado, o sea la preeminencia, desde el ejercicio del poder de la
clase obrera, que a través de su acción gubernativa debe eliminar las diferencias de
clase. En consecuencia, los partidos de clase, buscan a sus afiliados y simpatizantes
entre los miembros de organizaciones que representan a la clase en cuestión, y en el
caso de los partidos comunistas, principalmente en los sindicatos y otros tipos de
organizaciones obreras.

Los partidos pluriclasistas, en cambio, tratan de conseguir a sus partidarios entre


diversas clases sociales, los cuales se identifican por propósitos comunes y comparten
182
ideas similares con relación a los problemas nacionales. Este es el caso de muchos
partidos que se orientan por un fuerte ideal nacionalista, que propugna como básica la
cohesión nacional para la realización de un proyecto común. Estos partidos pueden
trabajar a través de varias organizaciones sociales, obreras, campesinas, profesionales,
etc.

6.4.2 Partidos de conformación directa y de conformación indirecta

Tanto los partidos de clase como los pluriclasistas tienen intimas relaciones con
diversas organizaciones sociales. Estas relaciones pueden desenvolverse de distintas
formas. Cuando el partido admite en su integración a organizaciones completas,
estamos en presencia de partidos de conformación indirecta 197. Esto se debe a que
la relación entre el partido y sus miembros individuales se realiza de manera indirecta a
través de una organización intermedia. El individuo pertenece indirectamente al
partido al cual se encuentra afiliada la agrupación, como podría ser el caso de la
Confederación de Trabajadores de México, que a su vez se encuentra afiliada al Partido
Revolucionario Institucional.

Cuando los partidos sólo admiten adhesiones individuales se denominan, partidos de


conformación directa 198.

En ellos las organizaciones no se afilian con el carácter de tales, sino que cada
individuo debe manifestar expresamente su intención de integrarse al partido. De
cualquier modo, aun estos partidos suelen tener ligas estrechas con organizaciones con
cuyos intereses están identificados y entre las cuales buscan a sus miembros
individuales.

Debemos señalar que, en la práctica, estos tipos de partido no se dan con absoluta
pureza y hay muchos de conformación mixta, que admiten las dos formas de
integración señaladas. Podemos afirmar en términos generales que aquéllos que se
conforman a través de la afiliación indirecta suelen también admitir la incorporación
directa, tal es el caso del Partido Laborista de la Gran Bretaña o el Partido
Revolucionario Institucional de México. En cambio hay otros que solamente se
conforman por afiliación directa, como el Partido Comunista de la U.R.S.S.

6.4.3 Partidos de cuadros, partidos de masas y partidos de electores

La conformación de los partidos está también determinada por la actitud de la dirección


de ellos en cuanto al número y características de su membrecía. Así, en la doctrina se

197 Duverger, Maurice, Op. Cit. Págs. 35 y ss.


198 Duverger llama estructura a la que yo prefiero denominar conformación. Vèase Duverger, M. Op. Cit. Págs. 35 y
55

183
habla de partidos de cuadros y partidos de masas 199, que es la terminología
empleada por Duverger, o de partidos de armadura y partidos de membrecía, que
son las expresiones usadas por Deutsch 200, para referirse a lo mismo.

Los partidos de cuadros o de armadura, aparecen históricamente primero y se


sustentan en las características de sus miembros procurando que sean personas
conocidas por su labor en un campo especifico y, de preferencia, con un nivel de
ingresos medio o superior. Estos partidos no buscan afiliar a una gran cantidad de
personas sino tratan de atraer votos a partir de las personalidades que los conforman,
de entre las cuales surgen sus candidatos. Su actividad se reduce propiamente a los
períodos electorales.

Los partidos de masas o de membrecía, por el contrario, intentan reclutar gran


cantidad de miembros, si es posible a través de la afiliación indirecta que ya
explicamos. Animados por una ideología específica, buscan difundirla entre sus
seguidores y por ello su actividad adquiere mayor permanencia y no se limita a la lucha
electoral. Suplen la falta de financiamiento que se derivaría de fuertes aportaciones de
miembros que disponen de muchos recursos, con módicas cuotas que recaban entre
numerosa membrecía.

Los partidos estadounidenses constituyen un ejemplo de los denominados de cuadros,


y los partidos socialistas europeos de los de masas. Esta clasificación dual ha sido
modificada por Jean Charlot 201, quien introduce una tercera categoría a la que
denomina partidos de electores, que no son ni partidos de cuadros o de notables
como èl les llama, ni partidos de masas o de militantes (en los términos de Charlot).
Estos partidos de lectores o partidos de atracción, como prefiere llamarles
Schwartzenberg, no tienen las características de militancia típicas de los partidos de
masas y su estructura es más bien oligárquica, aunque su membrecía es mayor que la
de los partidos de cuadros y su preocupación principal es atraer a un gran número de
electores mediante consignas que no reflejen un gran compromiso ideológico y que
puedan resultar atractivas a buena parte de la población. El ejemplo que de estos
partidos pone el autor citado, es la Reunión Para la República (R.P.R.), de Francia, que
representa la tendencia gaullista mayoritaria.

6.4.4 Estructura de los partidos

La estructura de los partidos se presenta como pirámide en cuya cúspide se encuentra


el órgano de dirección nacional, que puede tener diversos nombres: comisión directiva
o ejecutiva, o comité, como denominación más frecuente. En los diversos niveles

199 Duverger, Maurice. Los Partidos Políticos, Op. Cit. Págs. 35 y ss.
200 Deutsch, Karl. Política y Gobierno. Fondo de Cultura Económica. México 1976. Págs. 77 y 78.
201 Citado por Schwartzenberg, Roger-Gerard. Sociologie Politique. Editions Montchrestien. Colletion Universitè
Nouvelle. París. 1977 pàgs. 515 y 518
184
jerárquicos siguen los comités correspondientes a la demarcación territorial de que se
trate. En esta estructura hay comités regionales que dirigen las actividades del partido
en toda una zona del país que puede abarcar varios estados, provincias o
departamentos; después de los comités dirigentes de estas divisiones territoriales están
los comités de poblados o municipios y, dentro de éstos, se encuentran las unidades
básicas del partido, que son su mínimo grupo de militantes que responden a un
conjunto de dirigentes, los cuales ocupan el primer escalón en la estructura jerárquica.

6.4.5 Unidades básicas de los partidos

Estas unidades básicas de organización pueden ser de diversa índole. Duverger


distingue el comité, la sección, la célula y la milicia. El comité es el grupo más
reducido de miembros, que se asientan en una extensión territorial pequeña, la cual
corresponde normalmente a la circunscripción electoral mínima, y se presenta en los
partidos de cuadros. Es importante no confundir esta noción de comité con la que
hemos venido mencionando y que corresponde a los órganos directivos. Lo que
sucede es que los partidos de cuadros este grupo mínimo de miembros dirige y a la vez
protagoniza las actividades del partido en el territorio que le corresponde; sin embargo,
puede haber en los partidos de masas comités que sean los órganos de dirección de
una sección entendida como unidad territorial de integración de miembros o como ya
dijimos pueden existir comités directivos de las actividades en un estado, una región o
todo el país. Así, la palabra comité tiene una doble connotación en la terminología
partidista: la de órgano directivo de una circunscripción territorial, que puede ser todo el
país y, la de unidad mínima de organizaciones de los miembros.

La sección suele ser la unidad básica de organización de los partidos de masas. Se


asienta también en un territorio especifico que, generalmente, es más reducido que el
del comité y no se presenta como un grupo cerrado de notables, ya que la posibilidad
de incorporación es más abierta y por lo tanto su número de miembros es mayor que el
del comité, entendido también como unidad básica. Desde el punto de vista de
dirección, la sección tiene normalmente un comité (entendido como órganos de
dirección) que organiza las actividades de sus miembros.

La célula es una unidad básica caracterizada por no tener un asentamiento territorial,


sino que se organiza normalmente en un centro de trabajo y su número de miembros es
muy pequeño, generalmente no mayor de 50. La célula permite una más frecuente
comunicación entre sus integrantes y una mayor capacidad de control por parte de los
órganos directivos; por otro lado, se presta más fácilmente para la acción clandestina.
Esta forma básica de organización es característica de los partidos comunistas.

La milicia aparece como unidad básica de los partidos fascistas, aunque no es la única.
Se caracteriza por su similitud con la organización militar; sus miembros reciben
entrenamiento periódico y obedecen a una disciplina y a una jerarquía equiparables a
185
las del ejército, incluyendo, en muchos casos, los uniformes y distintivos. Se encargan
de actividades ilegales y violentas que tienden a lograr los objetivos de sus partidos
mediante la intimidación y el terrorismo.

6.5 Fines y actividades de los partidos

La finalidad esencial que define a la figura del partido político es la de alcanzar el


ejercicio del poder público mediante su acceso al gobierno. Sin embargo, todos los
partidos políticos no pueden ejercer el poder simultáneamente y, en muchos casos, no
existe la posibilidad inmediata de acceder a él. No obstante los partidos políticos
ejercen cierta influencia sobre el gobierno con el objeto de que se tomen medidas que
beneficien a los intereses que representan.

6.5.1 Partidos de acción y partidos de expresión

Partiendo del supuesto de que los partidos constituyen aglutinamientos estables de


intereses, Karl Deutsch distingue dos categorías: partidos de acción y partidos de
expresión. Los primeros son partidos fuertes que ejercen efectivamente el poder y
pueden ejecutar acciones concretas. Sin embargo, en razón de su propia dimensión, -
en la que se conjuntan intereses variados-, tienen que sacrificar parte de sus demandas
mediante transacciones que les permitan satisfacer otra parte de ellas.

Los partidos de expresión, por otra parte, parecen conformarse con plantear sus
exigencias y, si bien no ejercen el poder directamente, pueden, mediante coaliciones
con otros partidos mayores, lograr ciertos beneficios para los intereses que representan.
En ocasiones, esas coaliciones suelen darse con grupos insatisfechos de lo que
pueden ofrecerles los partidos más grandes y se manifiestan a través de estos partidos
de expresión. Con tales coaliciones se obtienen, por lo menos, recompensas
psicológicas y, en alguna medida, no tienen que transigir en cuanto a cuestiones de
principio que consideren intocables.

6.5.2 Formas de unión de los partidos

Entre las actividades de los partidos presentan particular importancia los pactos y
alianzas. Estos permiten agrupar fuerza con tendencia semejantes para asegurar
triunfos electorales. Se dan con mayor vigor en los sistemas multipartidistas y, en
ocasiones, han generado críticas severas, pues afirman algunos autores que la decisión
política se traslada en esos casos, del electorado a la dirección de los partidos, que
deciden dichas alianzas sin contar con la opinión de los electores.

186
En el Derecho mexicano las formas de unión de los partidos están reguladas por la
LOPPE de manera precisa. Este ordenamiento distingue entre fusión, frente, coalición
e incorporación.

La fusión consiste en la unión de dos partidos o de un partido y una asociación política


para dar lugar a un nuevo partido político. También puede consistir en la absorción –
por así decirlo- de un partido por otro, en tal caso, el primero se considera disuelto,
conservando el segundo su personalidad jurídica y su registro (art. 35).

El frente es una unión de varios partidos con propósitos de lucha política no electoral,
es decir, para propugnar la adopción de ciertas medidas, hacer declaraciones políticas
relativas a acontecimientos nacionales o internacionales, realizar manifestaciones, etc.
(art.56).

La coalición es una alianza entre partidos cuya finalidad es estrictamente electoral,


esto es, la de presentar conjuntamente candidatos a las elecciones. Debe aclararse que
este concepto de coalición es el que adopta la ley mexicana que, por su sistema
presidencialista, no conoce la figura de la coalición gubernamental típica de los
sistemas parlamentarios multipartidistas.

6.5.3 Financiamiento de los partidos

La actividad de los partidos plantea el problema de su financiamiento. Lo habitual es


que estas organizaciones se sostengan con fondos aportados por sus propios
miembros a través de cuotas. Sin embargo, en ocasiones puede ser hecha una fuerte
aportación con el propósito de vincular al partido a determinados intereses particulares
que no siempre coinciden con los del electorado en general. Para contrarrestar esto,
las legislaciones han tomado diversas medidas; unas de carácter limitativo y otras
tendientes a emplear fondos públicos para financiar las tareas de los partidos. Entre las
primeras, adoptadas por ejemplo en Estados Unidos, están las que obligan a los
partidos a dar cuenta públicamente del origen de sus recursos y prohiben a los
particulares, sean personas físicas o colectivas, hacer aportaciones más allá de ciertos
límites fijados por la ley. Las segundas, parten del supuesto de que la acción de los
partidos es de interés para toda la sociedad y que por lo tanto ésta debe procurar
garantizar su independencia destinando fondos del erario para el sostenimiento de los
mismos.

6.5.4 Relación ciudadano-partido

Las tareas partidistas requieren de la participación efectiva de los ciudadanos, que se


vinculan con el partido de diversas maneras. Podríamos establecer una gradación de
dicha vinculación que va desde el votante hasta el dirigente. El votante es aquél que
vota por un determinado partido en el momento de la elección; su motivación puede ser
187
múltiple, incluso el azar en el momento de sufragar, pero ello en ultima instancia no
preocupa al partido si el voto ha sido emitido a su favor. Sigue después el
simpatizante, que no sólo vota de manera consciente y decidida por el partido en
cuestión, sino que lo defiende y razona el motivo de su simpatía aunque no pertenezca
formalmente a él. Continúa en la escala el adherente, que forma parte del partido por
afiliación indirecta al ser integrante de una agrupación que pertenece al partido; su
entusiasmo puede ser mayor o menor, e incluso se puede dar el caso de que vote en
contra, pero formalmente está dentro del partido. Sigue el miembro que es quien se
ha afiliado directamente, manifiesta su interés participativo, asiste a reuniones y
desarrolla tareas que le son encomendadas. En el siguiente escalón encontramos al
activista, cuya participación es intensa, promueve la afiliación de miembros, hace
propaganda, opina en las reuniones y propone acciones, etc. En un lugar formalmente
superior, aunque no necesariamente más activo, está el funcionario, el cual realiza
tareas burocráticas concretas en el partido y, en muchos casos, recibe una
compensación por ellas, aunque no tengan el carácter de sueldo para no establecer
una relación laboral; se dedica de tiempo completo a su tarea en la organización pero
no forma parte de los órganos directivos. Finalmente está el dirigente, quien realiza
funciones decisorias; forma parte de los comités u órganos de gobierno del partido;
integra comisiones de solución de asuntos o juzgadoras de la acción de los miembros y
otros dirigentes y busca como proyección natural la postulación a los cargos de
elección.

6.5.5 Acción internacional de los partidos

Por último, la actividad de los partidos se manifiesta en algunas ocasiones en el ámbito


internacional, a través de la formación de agrupaciones partidistas que pertenecen a
varios Estados. Si bien estas agrupaciones no adquieren el carácter de partidos
supranacionales de manera formal, a fin de evitar las prohibiciones que establecen las
legislaciones particulares de cada país, en cuanto a la dependencia de sus partidos de
entidades extranjeras, sí logran un cierto grado de eficacia en cuanto a la aplicación de
políticas comunes y en muchos casos se prestan ayuda recíproca. Ejemplos de estas
formas de organizaciones son la Social Democracia internacional que convoca con
frecuencia a congresos en los que se analiza la posición y actividades de los partidos
con esta tendencia en distintos países, y la Democracia Cristiana que reúne partidos
identificados por esta posición ideológica con finalidades similares a las expuestas.

6.6 Sistemas de Partidos

Los partidos no actúan aislados, ni de otros partidos ni en general del medio


económico, político, social y cultural en el que se desenvuelven. Estas relaciones dan
por resultado un esquema específico de actuación de los partidos en el marco político-
social al que se denomina sistema de partidos. En la politología contemporánea se
188
suelen distinguir dos grandes grupos de sistemas partidistas, según que se basen en la
competencia de varias formaciones políticas que se disputan el favor del electorado, o
bien que admitan solamente la existencia de una agrupación política que por definición
legal representa los intereses de toda la colectividad nacional. A los primeros se les
llama sistemas competitivos y a los segundos sistemas no competitivos.

6.6.1 Sistemas competitivos

Como ya lo indicamos, estos sistemas se identifican por el hecho de que suponen un


juego en el que intervienen diversos partidos disputándose los votos de la ciudadanía.
La competencia entre las agrupaciones partidistas presenta diversos grados que dan
origen a una subclasificación cuyo punto de referencia es el número de partidos que
intervienen en la contienda. Debe aclararse que aunque los nombres que se asignan a
los diversos sistemas competitivos se fundan en ese criterio cuantitativo, lo cierto es
que en realidad cada sistema refleja rasgos cualitativos que lo definen y que producen
como resultado un juego de fuerzas efectivas que son las que se toman en cuenta para
la clasificación, con independencia del número de partidos que formalmente existan.

Considerando una escala de competitividad decreciente, Roger Gerard


Schwartzenberg, profesor del Instituto de Estudios Políticos de París, propone una
clasificación de los sistemas competitivos que nos parece muy adecuada.

1.1. Multipartidismo integral


1. Sistemas multipartidistas
1.2. Multipartidismo atenuado

2.1. Bipartidismo imperfecto


2. Sistemas bipartidistas
2.2. Bipartidismo perfecto

3.1 De partido dominante


3.Sistemas de partido
dominante 3.2 De partido ultradominante

6.6.2 Multipartidismo

El multipartidismo supone la existencia de tres o más partidos políticos con capacidad


para lograr una participación relativamente importante en el seno de la representación
nacional. Las causas sociológicas que dan origen al multipartidismo son variadas.
Desde el punto de vista social, el multipartidismo puede ser reflejo de una variada
189
conformación clasista de la sociedad de que se trate, con grupos de intereses
identificados con claridad, que deciden organizarse políticamente para intervenir en la
lucha electoral. Cuando esta diversa conformación social y estructura clasista se
mezcla con otros factores de carácter étnico, religioso, ideológico o regional, es muy
probable que se produzca un sistema de partidos múltiples. Así aparecen partidos
definidos por una ideología específica (marxista-leninista o trosquista), por una
tendencia religiosa (partidos católicos, musulmanes) o por una vinculación ètnico-
regional como es el caso del partido quebequense en Canadá o el partido republicano
irlandés en la Gran Bretaña.

Además el multipartidismo puede verse incentivado por el tipo de sistema electoral que
se adopta en un país. Al respecto Duverger planteó en su obra Los Partidos Políticos
las que él denominó leyes sociológicas fundamentales a través de las cuales relacionó
el sistema electoral con el de partidos indicando, en primer término, que el escrutinio
mayoritario a una sola vuelta da por resultado el bipartidismo, que la representación
proporcional origina un sistema de partidos múltiples y que el escrutinio mayoritario a
dos vueltas da lugar a un multipartidismo atemperado por la formación de alianzas.
Aunque estas llamadas leyes sociológicas han sido severamente criticadas, es
indiscutible que existe una influencia capaz de ser reconocida, por parte de los sistemas
electorales sobre la configuración del sistema de partidos, aunque no puede decirse
que el sistema electoral sea un factor indefectiblemente determinante del sistema de
partidos, ya que, como hemos visto, existen otras razones sociológicas que influyen en
la aparición de los partidos políticos en el marco de una sociedad. De cualquier modo,
las afirmaciones de Duverger pueden considerarse como válidas en un sentido
tendencial, es decir, puede admitirse, en el caso del multipartidismo, que éste tal vez
sea el resultado de una tendencia motivada por la aplicación del sistema electoral de
representación proporcional.

El multipartidismo es un fenómeno que se presenta en varios países europeos,


particularmente en Italia, país que puede ser empleado como ejemplo clásico de este
sistema.

El multipartidismo puro (multipartidismo integral), donde varios partidos con fuerzas


similares se disputan el electorado, como es el caso italiano, produce ciertos efectos no
siempre favorables para la estabilidad de un sistema. Uno de ellos, mencionado por
Almond y Powell, quienes señalan que “la presencia de un número elevado de
pequeños partidos endebles hacen que el proceso de agregación de intereses se
incremente de tal modo que cada partido únicamente transmite los intereses de una
subcultura o clientela especiales con un mínimo de agregación”. Todo esto quiere decir
que la función de agregación o composición de intereses que debe desarrollar un
partido político, para formular coherentemente su programa ante el electorado, se ve
dificultada por un sistema múltiple de partidos, ya que no se realizan las transacciones
o negociaciones necesarias que tienden a proponer soluciones que satisfagan de
190
manera global a diversos grupos, sino que cada uno de ellos, a través de su partido,
intenta imponer aquellas medidas que le convienen.

También se dirigen críticas al sistema multipartidista debido a que el reparto


fragmentado de los votos entre los diversos partidos impide normalmente la formación
de una mayoría estable que pueda gobernar, obligando a la realización de alianzas o
coaliciones entre varios grupos minoritarios que dan por resultado una frecuente
inestabilidad gubernamental. Von Der Gablentz dice al respeto en el sistema
parlamentario la existencia de muchos partidos obliga a coaliciones, con todos los
peligros de la inestabilidad, no sólo del gobierno, sino también de toda la política.
Vinculado a este problema está también el de la llamada “mediatización de los
electores” que se genera por virtud de que el elector, al emitir su voto por un partido,
está expresando su opinión preferencial pero no necesariamente eligiendo al gobierno,
que en muchos casos es decidido por las direcciones de los partidos en el momento de
concertar las alianzas que permiten la formación de un gobierno.

El multipartidismo atenuado se presenta en aquellos casos que si bien existen


numerosos partidos políticos éstos suelen integrarse en coaliciones sólidas por virtud
de las cuales se forman dos grandes bloques que permiten resolver algunos de los
problemas que hemos mencionado con respecto al multipartidismo integral.

Un ejemplo clásico de este multipardismo es el de la Francia actual, en el que se


presentan cuatro grandes formaciones políticas de fortaleza más o menos similar: el
ala derecha del gaullismo dirigida por Jacques Chirac en las últimas elecciones; el
grupo centro derechista también de filiación originalmente gaullista, encabezado en la
elección de 1981 por Valery Giscard D´Estaing; el partido socialista de Francois
Mitterrand, y el partido comunista, a cuyo frente aparecía George Marchais. Pese a que
en esta formación de cuatro grandes partidos está presente la idea del multipartidismo,
el sistema de elecciones a dos vueltas, adoptado por la Quinta República francesa,
permite que se presente el fenómeno denominado “bipolarización” consistente en la
conformación de dos grandes grupos a partir de la existencia de otros menores. De
esta manera, en la segunda vuelta de las elecciones francesas de 1981, se produjo
esta bipolarización uniéndose, por un lado, los gaullistas de Chirac y de Giscard
D´Estaing y, por el otro, los socialistas de Mitterrand y los comunistas de Marchais. En
la segunda vuelta de la elección se presentó así un esquema bipolar muy cercano al
bipartidismo clásico que dio por resultado el triunfo de la izquierda y la elección a la
presidencia de Francois Miterrand.

6.6.3 Sistemas bipartidistas

Estos sistemas se producen en países en que, por su experiencia histórica, se llegan a


unir numerosos grupos de interés en torno a dos corrientes políticas principales que se
organizan como partidos y que enfrentan posiciones antagónicas fundadas en dos
191
visiones distintas de la sociedad (liberales contra conservadores; burgueses contra
proletarios). Algunos autores afirman que esta dualidad corresponde a la naturaleza de
las cosas que suelen presentarse por parejas contrapuestas; sin embargo, esta
posición carece de fundamento científico. Más práctico es el punto de vista de Deutsch,
que señala que: “cuando el número de activistas políticos y líderes potenciales, y el
número y variedad de grupos de interés activos son mucho mayores, ...un sistema
bipartidista puede ofrecer el doble de oportunidades de participación política; cada uno
de los partidos puede representar un equipo completo de líderes potenciales”. Esto
quiere decir que el bipartidismo ofrece no sólo dos opciones perfectamente definidas
para el electorado, sino que, además, plantea la posibilidad de que dos grupos se
alternen en las funciones gubernamentales.

El bipartidismo tiene la ventaja de que, al revés del mutidipartidismo, se facilita la


agregación o conciliación de intereses y el elector tiene la certeza de que, al emitir su
voto, no solamente está expresando una opinión con la que se identifica, sino además
está eligiendo efectivamente a quienes habrán de gobernar, ya que el sistema de dos
partidos asegura que por lo menos uno de ellos obtenga la mayoría absoluta y en
consecuencia, controle el gobierno. Los sistemas bipartidistas clásicos son los de
Estados Unidos, con la intervención de los dos grandes partidos, el Demócrata y el
republicano, y el de la Gran Bretaña en el que predominan en la escena política los
partidos Laborista y Conservador. Debe añadirse en este punto que siendo la Gran
Bretaña un sistema de bipartidismo clásico por su funcionamiento, en realidad presenta
la característica de contar con un tercer partido, el Liberal, que tuvo considerable fuerza
durante el siglo pasado y la perdió en el curso de las décadas segunda y tercera de
este siglo, durante las cuales el Reino Unido conoció un sistema de tres partidos que
fue sustituido finalmente por la dualidad laboristas-conservadores.

Los sistemas mencionados, el británico y el estadounidense han representado


históricamente el ejemplo más acabado de bipartidismo perfecto, en el que sólo dos
fuerzas aparecen como protagonistas de la lucha electoral. Debemos mencionar ahora
las características del llamado bipartidismo imperfecto, que se sitúa como frontera entre
los sistemas multipartidistas y los bipartidistas. En el bipartidismo imperfecto aparecen
preponderantemente dos formaciones que obtienen, cada una, un porcentaje muy
elevado de votación, sin embargo, requieren de una alianza con una agrupación menor
para poder alcanzar la mayoría absoluta que les permita controlar el gobierno. El
ejemplo clásico en la actualidad, del bipartidismo imperfecto es el de la República
Federal de Alemania. En ella existen dos grandes partidos: La Unión Cristiano
Demócrata (CDU) y el Partido Social Demócrata (PSD).

Sin embargo, el Partido Liberal (FDP) tiene una fuera considerable, tanto que, al no
alcanzar ninguna de las dos grandes formaciones la mayoría absoluta requiere de la
coalición con los liberales para poder integrar una mayoría que elija al gobierno. En los
años posteriores a la Segunda Guerra Mundial los liberales se mantuvieron aliados con
192
la CDU, pero a partir de la década de los sesenta establecieron una coalición con los
socialdemócratas que se mantuvo en el poder hasta octubre de 1982, cuando los
liberales volvieron a pactar con la CDU, provocando la caída del gobierno del Canciller
Helmut Schmidt y elevando al poder al líder de los Demócrata cristianos, Helmut Kohl.

6.6.4 Sistemas de partido dominante

Estos sistemas se caracterizan por el predominio de un partido sobre los demás


existentes en el país. Dicho predominio puede alcanzar diversos grados y de ahí que
Schwartzenberg proponga la distinción entre sistemas de partido dominante y sistemas
de partido ultradominante.

Los sistemas de partido dominante se caracterizan, según este autor, por el hecho de
que un partido obtiene durante un largo período de tiempo una constante ventaja
electoral sobre todos los demás participantes. Aunque no alcance la mayoría absoluta
de los sufragios, su condición de partido que cuenta con una considerable mayoría
relativa de los sufragios, le permite prácticamente determinar la orientación del
gobierno. Indica el autor que venimos citando, que para que un partido se pueda
considerar dominante debe obtener aproximadamente entre el 30 y el 35 por ciento de
los votos emitidos, aunque no considere indispensable que logre determinar la
formación de un gobierno estable. Desde nuestro punto de vista, la existencia de un
partido dominante sólo puede ser determinada por la capacidad de dirección
gubernamental y no simplemente por un porcentaje de sufragios obtenidos durante un
largo período de tiempo, dado que, si un partido no logra estabilizar y controlar la
dirección gubernamental, no se le puede atribuir plenamente el carácter de dominante.

Si en un sistema de varios partidos uno de ellos logra constantemente un importante


porcentaje de votos, pero no el control del gobierno, estamos en presencia de un
multipartidismo integral y no frente a un partido dominante.

El ejemplo clásico de partido dominante es el del Partido Social Demócrata de Suecia,


que desde 1932 hasta 1976, es decir, durante un lapso de 44 años, logró mantener el
control gubernamental a través de la obtención de una mayoría relativa importante de
los sufragios emitidos por los electores.

6.6.5 Sistemas de partido ultradominante

El sistema de partido ultradominante suele caracterizarse por la existencia de un partido


que logra obtener regularmente la mayoría absoluta de los sufragios. Estos partidos
suelen aparecer en los países tercermundistas y constituyen grandes coaliciones de
fuerzas identificadas por su afán nacionalista. Ejemplos de estos partidos los
constituyen el Partido Republicano del Pueblo de Kemal Ataturk, que operó en Turquía
193
controlando el poder desde 1923 hasta 1950; el Partido del Congreso de la India que, a
partir de la independencia, dominó el panorama político de aquella nación hasta perder
por primera vez una elección en 1977; y el Partido Revolucionario Institucional de
México, que se ha mantenido en el poder con diversos nombres desde 1929 hasta la
fecha. En estos sistemas de partido ultradominante se distingue del partido único en
que su hegemonía no deriva de una disposición de la ley sino de la correlación de
fuerzas sociales existentes en el país. Existen efectivamente partidos de oposición que,
aunque tengan el carácter de meros partidos de expresión, aglutinan fuerzas
considerables que tienen una efectiva capacidad de hacer escuchar sus puntos de vista
y constituyen un mecanismo de control y de acción sobre la opinión pública con
respecto a las medidas tomadas por el partido mayoritario.

194
7. GRUPOS DE PRESIÓN

7.1 Concepto y tipos de grupos de presión

7.1.1 Concepto

Al igual que en otros temas de nuestro estudio, existen múltiples definiciones en los
textos con respecto a los grupos de presión. Podríamos decir, sintetizando, que un
grupo de presión es un agrupamiento de individuos, con cierto grado de organización,
que realizan acciones dirigidas a los mecanismos formales de decisión gubernamental
con la intención de que tales decisiones sean favorables a sus intereses o pretensiones.

La importancia de la acción de los grupos en los procesos políticos fue destacada


originalmente por Arthur F. Bentley en su conocida obra “The Process of Governement”,
publicada en 1908, en la cual hacía hincapié en que para los estudios políticos
resultaba más importante en la adopción de ciertas medidas, que el proceso mismo de
toma de decisiones formales por los órganos de gobierno.

En la bibliografía existen discrepancias acerca de la adecuada denominación de estos


grupos. Algunos autores prefieren llamarles “grupos de interés”, en tanto que otros se
inclinan por la denominación de “grupos de presión”.

David Trumann define al grupo de interés como cualquier grupo que, basàndose en una
o varias actitudes compartidas, lleva adelante ciertas reivindicaciones ante los demás
grupos de la sociedad, para el establecimiento, el mantenimiento o la ampliación de
formas de conducta que son inherentes a las actitudes compartidas 202.

Como puede apreciarse, la noción de Trumann se funda en el interés compartido más


que en el hecho de que el grupo ejerza presión sobre la autoridad. Paul Noack sostiene
que es preferible la denominación grupo de interés porque la presión es solamente un
síntoma de la actividad de una asociación de intereses.

A nuestro juicio es acertado el punto de vista de Jean Meynaud 203, según el cual las
denominaciones de grupo de presión y grupo de interés designan dos realidades
distintas o, si se quiere, dos momentos diferentes de una misma realidad.

El grupo de interés se caracteriza porque sus miembros comparten precisamente


intereses comunes y puede realizar acciones conjuntas para defenderlos. El grupo de

202 Ver Diccionario de Política. Ed. Siglo XXI. Tomo I, Pág. 751
203 Ver Meynaud, Jean. Los Grupos de Presión. Ed. Universitaria de Buenos Aires, Sexta Edición, 1978. Pág. 11
195
presión supone una actuación específicamente dirigida a presionar a las estructuras
gubernamentales para que se adopte o no una determinada medida política que
favorece o no los intereses del grupo. Es claro que un grupo de interés puede
convertirse, en ciertos momentos, en grupo de presión o incluso serlo
permanentemente. Para distinguir la diferencia pensemos en una asociación de
comerciantes que se ponen de acuerdo a fin de realizar acciones que les permitan
mantener un cierto precio de los artículos que venden. Es obvio que tienen un interés
común y que hay una actividad concertada para defenderlo. Mientras esta actividad va
dirigida al público o a otros grupos, la asociación está actuando como grupo de interés.
En cambio, si sus acciones se dirigen a evitar que el gobierno imponga un control de
precios sobre los bienes que expenden, estará ya asumido el carácter de grupo de
presión.

7.1.2 Grupos permanentes de presión y grupos de presión eventual

Como hemos visto, todo grupo de interés puede convertirse en un momento dado en un
grupo de presión. Existen grupos que se constituyen con una finalidad específica que
originalmente se encuentra prácticamente desvinculada de las acciones políticas, y
que, sin embargo, pueden ejercer en ciertos momentos, una presión con respecto a una
decisión gubernamental. Meynaud cita el caso de la Academia Francesa, cuyos
propósitos habituales son de carácter científico y que, sin embargo, realizó en ciertas
circunstancias una acción presionante con respecto a la aplicación de tasas impositivas
a las publicaciones escritas. En cambio, existen grupos que se constituyen con el
propósito específico de intentar influir en las decisiones gubernamentales. En este
caso, hablamos de grupos permanentes de presión, puesto que su finalidad principal es
el ejercicio de dicha presión. Cuando el grupo tiene otras finalidades principales, pero
ocasionalmente pretende influir en las decisiones políticas, le denominamos grupos de
presión eventual.

7.1.3 Grupos públicos, grupos privados y grupos sociales de presión

Se ha planteado la discusión entre los politólogos acerca de si en el interior de las


estructuras pueden existir grupos de presión. Algunos sostienen que, por definición, los
grupos de presión sólo pueden ser privados, dado que la noción de unidad jurídica del
Estado impide que éste pueda ejercer presiones sobre si mismo. No obstante, nos
parece que la complejidad de las actividades del Estado contemporáneo ha dado lugar
a que en la realidad política práctica determinados grupos de funcionarios, o bien
sectores específicos de la administración, entren en pugnas que les inducen a
presionar a quienes dentro del mismo aparato estatal habrán de tomar decisiones que
pueden afectarles o beneficiarles como grupo. De allí que nos parezca útil la distinción
entre grupos privados y grupos públicos de presión.

Según nuestro punto de vista, derivado del análisis de la realidad mexicana, pensamos
196
que puede introducirse una tercera categoría: la de grupos sociales de presión. Este
tercer tipo nos permite resolver la preocupación manifestada por Meynaud cuando
escribe: Se dice frecuentemente que si bien es posible que los sindicatos obreros y los
patronales sean igualmente grupos de presión, nadie podría poner en el mismo plano,
dentro de su conciencia, al trabajador que defiende su derecho de vivir y al director de
empresa que lucha por mantener sus beneficios.

Por otro lado, la división tripartita que proponemos permite emplear la categoría de
grupos de presión en todos los sistemas socioeconómicos vigentes y superar la noción
de que sólo pueden existir grupos de presión en las sociedades capitalistas
organizadas bajo los principios de la ideología democrático-liberal. Se afirma a favor de
esta tesis que el carácter pluralista de estas sociedades es el único que permite la
constitución de grupos de presión, los cuales no pueden concebirse en las sociedades
de economía centralmente planificada por el Estado, puesto que en éstas no existen
intereses privados que puedan organizarse. Esta afirmación es sólo parcialmente cierta
ya que, por un lado, en un sector público tan amplio y diversificado como el que existe
en estos países, no puede evitarse la aparición de intereses encontrados que, aunque
no siempre alcanzan un grado de organización formal, si se manifiestan de manera que
producen tensiones dentro del propio sistema de decisiones del Estado. Así, por
ejemplo, los dirigentes de las diversas ramas de la industria soviética luchan entre sí
para colocar a la suya entre las prioridades del partido, lo cual les rinde beneficios en su
carácter de grupo de funcionarios. Estaríamos aquí en presencia de un grupo de
presión de carácter público, catalogado no tanto por el tipo de intereses que defiende,
que pueden no necesariamente vincularse al interés público de la economía. Este
fenómeno se presenta también en las sociedades capitalistas en que algunas ramas de
la producción se manejan públicamente. Es conocido el hecho de que grandes
industrias paraestatales, aun en los regímenes capitalistas, ejercen presión sobre el
gobierno para obtener decisiones favorables.

La categoría de grupos sociales de presión, nos permite también resolver el problema


de las diversas motivaciones del agrupamiento en las sociedades capitalistas así como
del surgimiento de grupos de presión que no pueden ser catalogados estrictamente
como privados, en las sociedades socialistas. Aunque Meynaud rechaza esta
posibilidad por considerarla sustentada en valoraciones subjetivas, nosotros pensamos
que se apoya en realidad en un criterio objetivo de diferenciación de los sectores
económicos. El sector privado se integra por los propietarios de medios de producción.
El sector social por las organizaciones que, como colectividades, manejan dichos
medios o colectivamente representan intereses frente a la propiedad privada de los
mismos, y el sector público se constituye por la administración del gobierno y de los
medios de producción y de coacción que corresponden al Estado.

Los grupos sociales de presión son los que se constituyen en el sector social,
cualquiera que sea el tipo de economía predominante. El grupo característico en este
197
sector es el sindicato. Quizá en cierto sentido, es más característico como grupo de
presión en las economías socialistas que en las capitalistas, pues en éstas se
manifiesta originalmente como grupo de interés que, al reivindicar aspiraciones
económicas, se enfrenta primero al patrono privado y, en una segunda instancia,
presiona al poder político para conseguir decisiones favorables; en tanto que en la
economía socialista su actividad se da siempre frente al Estado como patrón y en
consecuencia está interesado en la obtención de decisiones políticas adecuadas a los
intereses que representa. Es ilustrativo el fenómeno polaco generado en la década de
los 70 y que ha hecho crisis a principios de la presente década, caracterizado por la
presión de grupos de trabajadores organizados en el sindicato “Solidaridad” que
reivindican conquistas del proletariado frente a una dictadura burocrático-militar,
supuestamente instaurada en su beneficio.

La categoría de grupos públicos permite, además, analizar los enfrentamientos entre


grupos que se dan en el sector público y, particularmente, a uno de ellos que la gran
mayoría de los autores aceptan como grupos de presión: el ejército.

7.1.4 Grupos de masas y grupos de cuadros

Duverger204 traslada esta clasificación desde el ámbito del estudio de los partidos
políticos. Sin dejar de reconocer que parece un poco artificial aplicada a los grupos de
presión, es interesante considerarla porque explica algunas modalidades del proceso
de integración de estos grupos. Así, los que hemos llamado grupos sociales, se nos
presentan como grupos de encuadramiento masivo, que buscan atraerse un número
considerable de adeptos de forma que la cantidad de sus miembros sea un elemento de
apoyo considerable cuando ejerce presión; tal es el caso de los sindicatos o de los
movimientos étnicos, feministas, ecologistas o pacifistas.

Los llamados grupos de cuadros se caracterizan por el nivel educacional o económico


de sus miembros y ejemplo de ellos son los grupos de intelectuales o de dirigentes
industriales.

7.1.5 Grupos de beneficios y grupos de ideas

Otra distinción importante es la que separa a los grupos que persiguen un beneficio
concreto para sus integrantes, de aquellos que defienden un interés general. “Algunos
autores llaman a los primeros grupos, de interés y a los segundos, de ideas. A nuestro
juicio, esta terminología no resulta adecuada porque hemos partido de la base de que
todos los agrupamientos de esta naturaleza se identifican por un interés, aunque es
cierto que no es lo mismo pugnar por medidas que benefician directamente a los

204 Duverger, Maurice. Sociología Política. Ed. Ariel. Colección Demos, Barcelona, 1975, citado por Eduardo Andrade
Sánchez, Introducción a la Ciencia Política, Ed. Harla, S.A. de C.V., México 1983, Pág. 142

198
miembros del grupo, como lo hacen las asociaciones patronales o los sindicatos, que
interesarse en medidas que busquen un beneficio que rebasa al de los miembros del
grupo, como pueden ser los casos de los grupos que buscan la supresión de las armas
nucleares o la conservación del medio ambiente” 205.

Debe admitirse que esta distinción, como cualquiera de las otras, sólo tiene un valor
relativo para permitirnos ubicar la tendencia manifiesta o principal de los grupos, pero
que no pueden establecerse fronteras precisas que separen a unos de otros. Es muy
frecuente que bajo la cobertura de la defensa de valores generales se encuentren
intereses materiales concretos, como sucede cuando se busca el reconocimiento de
valores, como la igualdad social o entre los sexos, o cuando se argumenta a favor de la
ecología, pues los interesados en estos valores pueden también obtener mejores
condiciones de empleo en los casos étnico o sexológico o bien la preservación de sus
tierras cultivables amenazadas, por ejemplo, por la construcción de un aeropuerto o una
presa.

Igualmente los intereses materiales concretos pueden vestirse con un manto de


defensa de valores generales, como ocurre en las campañas patrocinadas por los
empresarios a favor de la libre empresa.

7.1.6 Pros y contras de los grupos de presión

La existencia de estas realidades políticas han dado lugar a juicios valorativos con
relación a su papel en los procesos políticos. Se argumenta a favor de la existencia de
estos grupos: 1. Que estimulan la discusión pública de los asuntos que requieren de
una decisión política; 2. Que emplean métodos no siempre legítimos como el chantaje o
la corrupción, deteriorando el sistema político; 3. Que permiten la acumulación de un
excesivo poder en manos de los dirigentes de los grupos, cuyos intereses pueden
acabar oponiéndose a los de las colectividades que dicen representar (la ley de hierro
de la oligarquía parece operar también en el grupo de presión); 4. Que su multiplicación
en defensa de muy variados y encontrados intereses concretos, dificulta la negociación
y la adopción de medidas generalmente aceptables.206

7.1.7 Grupos de presión y partidos políticos

Como puede apreciarse, los grupos de presión se mueven en el terreno político con el
objeto de lograr ventajas para sus agremiados. En este sentido, su función parece
confundirse con la de los partidos políticos a la que ya nos hemos referido. Se dice que

205 Eduardo Andrade Sánchez. “Introducción a la Ciencia Política”. Ed. Harla, S.A. de C.V., México, 1983, Pág. 143

206 Ebenstein, William, Pritchett Herman, et.al. American Democracy in world perspective. Ed. Harper and Row,
Publishers. New York. 1980. Fifth Edition, citado por Eduardo Andrade Sánchez, Introducción a la Ciencia Política, Ed.
Harla, S.A. de C.V., México, 1983, Pág. 144
199
una diferencia importante la constituye el hecho de que los grupos de presión se
especializan en la articulación de intereses, y los partidos en la agregación de los
mismos. “Entiendo por articulación la expresión pública de las aspiraciones de quienes
integran los grupos representados, y por agregación, la conciliación y estructuración de
las demandas así expresadas para formular líneas de acción política concretas. Esta
distinción parece insuficiente, pues lo mismo existen grupos de presión que reclaman
decisiones políticas precisas como resultado de la agregación de los intereses que
representan; como partidos políticos que formulan solamente demandas específicas de
los grupos que los integran” 207.

Un criterio más preciso de distinción es el que formula Noack al sostener que “la
diferencia fundamental entre partidos y grupos de interés es que los partidos influyen
directamente sobre la formación de la voluntad política y la ocupación de puestos
políticos, y las asociaciones, indirectamente.

Esta distinción entre acción directa e indirecta se explica por una diferente actitud frente
a la decisión política. Los grupos de presión desean que se tomen ciertas medidas,
independientemente de quien lo haga; de allí que, frecuentemente, presenten sus
demandas de igual manera frente a distintos partidos políticos en pugna, en tanto que
los partidos buscan el ejercicio directo del poder, de modo que sean las personas por
ellos propuestas quienes tomen las decisiones.

Esta distinción se expresa por dos funciones que son exclusivas de los partidos
políticos y que los grupos de presión no realizan: la intervención en la contienda
electoral y la administración directa del poder como grupo. Debe precisarse el énfasis
que hacemos en estas dos últimas palabras: como grupo, pues si bien los grupos de
presión no intervienen directamente como tales en las elecciones, sí suelen lograr que
los partidos políticos designen como candidatos a personas propuestas por ellos, con lo
cual, en muchos casos sus integrantes llegan también a ser administradores directos
del poder.

Otra relación importante entre los partidos políticos y los grupos de presión es que éstos
suelen colaborar en gran medida a financiar las campañas de aquéllos y de sus
candidatos. En Estados Unidos se estima que los grupos de presión aportaron 35
millones de dólares para las campañas de los congresistas en 1978. 208

También se presenta el fenómeno de la relación orgánica de dependencia entre


partidos políticos y grupos de presión. Los autores distinguen tres casos:

207 Eduardo Andrade Sánchez, Op. Cit. Pág. 145


208 Ebenstein, William, et al. Op. Cit. Pág. 107
200
1. Subordinación de grupos de presión a los partidos políticos

2. Subordinación de los partidos políticos a los grupos de presión, y

3. Establecimiento de relaciones igualitarias de cooperación.

La subordinación de los grupos a los partidos políticos se da cuando aquéllos aparecen


como resultado de la acción de éstos para fines concretos. Se les denomina entonces
a los grupos “organizaciones anexas a los partidos políticos”. Tal es el caso de las
agrupaciones juveniles o femeniles prohijadas por los propios partidos.

El caso de la subordinación de los partidos a los grupos de presión se da cuando


aquéllos dependen en la práctica de éstos. Schawartzenberg 209 distingue entre
dependencia oficial y dependencia oculta. La primera se da en los partidos de
conformación indirecta en que las grandes organizaciones de masas conforman y
orientan la acción de los partidos. La dependencia oculta se produce cuando el partido
depende de grupos económicos o financieros que lo constituyen como instrumento de
su acción política.

7.2 Factores de poder de los Grupos de Presión

La fuerza de los grupos de presión y su capacidad efectiva de influir en las decisiones


políticas, se deriva de diversos factores que pueden actuar de manera aislada o
combinándose entre sí. Los principales son: su capacidad financiera, el número de
miembros, la eficiencia de la organización, el reconocimiento público de que disfrutan y
el tipo y la calidad de sus contactos.

7.2.1 Recursos económicos

La cantidad de medios financieros de la que puede disponer el grupo de presión es


determinante para sus actividades. Le permite pagar publicidad, disponer de órganos
de investigación especializados, movilizar a sus miembros, financiar campañas
políticas e incluso, ofrecer dádivas y recompensas materiales a los funcionarios
públicos.

7.2.2 Número de miembros

209 Schwartezenberg, Roger-Gerard. “Sociologie Politique” Editions Montchrestein, Collection Universitè Nouvelle,
París 1977, citado por Eduardo Andrade Sánchez, Introducción a la Ciencia Política, Ed. Harla, S.A. de C.V. México,
1983, pág. 146

201
La cantidad de personas adheridas a un grupo, puede ser determinante en cuanto a
la presión que es capaz de ejercer. Los grupos de presión de masas se fundan en
este principio. Por ejemplo, un sindicato que abarque diversas ramas de la industria
puede paralizar, mediante una huelga, diversas actividades vitales de un país.
Igualmente, en los países con sistemas electorales avanzados, la amenaza colectiva
de votar en la siguiente elección por la oposición, puede mover al gobierno a acceder
a sus peticiones.

7.2.3 Reconocimiento público

La imagen que el grupo proyecta sobre la sociedad en general puede determinar


también la efectividad de su presión. Si el grupo disfruta de prestigio entre el público en
general, puede mover amplios sectores de la opinión de éste a favor de sus demandas,
lo cual será, sin duda, tomado en cuenta por los órganos decisorios del gobierno.

7.2.4 Eficiencia de la organización

La capacidad organizativa de la agrupación para movilizar a sus miembros o para


inducirlos a realizar actividades específicas, cuenta también considerablemente en la
determinación de la fuerza que pueda aplicar el grupo a favor de sus intereses. Una
organización numerosa pero poco cohesionada puede tener más dificultades para
hacerse oír que un grupo más pequeño pero mejor organizado y activo.

7.2.5 Tipo y calidad de los contactos

Las relaciones personales de los miembros destacados o de los dirigentes del grupo de
que se trate, con los funcionarios gubernamentales, puede resultar decisiva para el
logro de los objetivos propuestos. Un grupo con escaso reconocimiento público puede,
sin embargo, contar con miembros que tengan estrechas relaciones familiares o de
negocios con funcionarios colocados en posiciones claves para la toma de decisiones
en las que el grupo está interesado.

7.3 Formas de actuación de los Grupos de Presión

La manera de actuar de los grupos de presión puede ser muy variada. El concepto de
presión implica no tanto “la posibilidad de tener acceso al poder político, como la
posibilidad de recurrir a sanciones negativas –castigos- o positivas-premios- con el fin

202
de influir en la asignación imperativa de los valores sociales a través del poder público”
210
.

Esto quiere decir que la presión es ejercida por un grupo no sólo por el hecho de ser
capaz de formular una demanda, sino, particularmente, por su capacidad para ofrecer a
cambio de la decisión favorable una posible ventaja para aquéllos que tomen dicha
decisión o la posibilidad de crearles problemas específicos.

La presión que ejercen los grupos puede manifestarse en diversos grados, los cuales
pueden ir desde una persuasión comedida hasta las manifestaciones violentas. Estas
distintas técnicas de actuación pueden combinarse y los grupos recurren a ellas según
las circunstancias. El “catálogo” que se presenta a continuación, nos ofrece algunas de
las principales.

7.3.1 Persuasión

Según Eduardo Andrade Sánchez ésta consiste en el objetivo de convencer con


argumentos, a quienes tienen la posibilidad de tomar decisiones, de que aquella
demanda que presentan y que favorece al grupo en cuestión, tiene los fundamentos
para ser la determinación más adecuada. Resulta difícil distinguir los límites de la
persuasión que tiene por objeto un convencimiento racional, de aquella presión que
incluye elementos como el ofrecimiento de ventajas materiales, que pueden llegar al
soborno o las amenazas que pueden identificarse con el chantaje. Con esta salvedad,
nos referiremos aquí a dos técnicas persuasivas que son características de la acción de
los grupos de presión: el lobbying o cabildeo y el empleo de los medios de
comunicación.

7.3.2 Lobbying

Para Eduardo Andrade Sánchez este término deriva de la palabra inglesa lobby, que
designa el pasillo o vestíbulo de los edificios gubernamentales y se refiere al trabajo de
convencimiento hecho sobre los parlamentarios o los funcionarios que trabajan en
dichos edificios, no de manera oficial, mediante peticiones dirigidas a ellos en su
carácter de funcionarios, sino de manera más o menos discreta y realizada en los
“pasillos” más que en las oficinas; dicho esto de una manera figurada.

La técnica del “lobbying” se ha desarrollado de manera profusa, particularmente en


Estados Unidos, en donde prácticamente constituye una “industria”. El desarrollo de
esta modalidad ha llevado a los estadounidenses a expedir ciertas normas de
regulación que, por lo menos, exigen el registro de las oficinas específicamente
dedicadas a esta actividad. De hecho estas oficinas operan como agencias de

210 Diccionario de Política. Siglo XXI, México 1981. Pág. 752

203
publicidad, que ofrecen sus servicios de intermediación entre los grupos con intereses
específicos y los funcionarios. La regulación de sus actividades, realizada hasta ahora
de manera imperfecta, consiste particularmente en obligar a que los dedicados a estas
funciones, se registren. Según datos publicados en revistas estadounidenses, en
Washington operan 15 mil agencias de lobbyin211. Este cabildeo no es desarrollado
solamente por agencias especializadas, sino también por departamentos
específicamente creados para esta función en las grandes empresas a la manera de los
departamentos de publicidad y relaciones públicas que algunas corporaciones
mantienen por sí mismas para su servicio.

El lobbying funciona combinando diversas técnicas, aunque, en primera instancia,


recurre a la persuasión, haciendo llegar una cantidad importante de información
especializada a los legisladores o funcionarios, aunque siempre presentando el punto
de vista interesado de los grupos que representan. En estas formas de persuasión
pueden influir mecanismos sutiles de corrupción, como la invitación hecha a los
funcionarios para que “a fin de informarse mejor”, visiten las instalaciones de las
empresas interesadas en diferentes partes del mundo, procurando que la visita coincida
con lugares cercanos de sitios vacacionales privilegiados.

Las oficinas de lobbying pueden servir también para la entrega de fondos destinadas a
las campañas de candidatos, o para hacer investigaciones acerca de la vida privada de
los funcionarios cuyos resultados pueden servir para ejercer presión por medio del
chantaje.

Es interesante observar que en Estados Unidos existen, además, oficinas de lobbying


que operan a nombre de gobiernos extranjeros que, independientemente de las vías
diplomáticas ordinarias, emplean el mecanismo de cabildeo para ejercer presión
respecto a decisiones que en política exterior debe tomar el Congreso.

7.3.3 Uso de los medios de comunicación

Aunque la finalidad de los grupos de presión no va dirigida a convencer al público, sino


al gobierno, es frecuente que se busque atraer partidarios entre el público para la causa
defendida, con el propósito de que esta opinión ejerza alguna influencia en las
decisiones gubernamentales. Los grupos de presión destinan así fuertes cantidades de
dinero a campañas publicitarias en los medios de comunicación, que se emplean como
instrumentos de presión indirecta sobre el gobierno. Ésta, constituye una técnica
intermedia entre la persuasión y la acción directa tomada por los grupos con el
propósito de presionar. Puede adquirir diversas formas relacionadas con diferentes
intereses del propio gobierno. Una de ellas es la amenaza electoral, en el sentido de
retirar los votos para una posible reelección a aquellos candidatos que no se plieguen a

211 Ebenstein, William, et. Al. Op. Cit. Pág. 114

204
los intereses del grupo. Esta técnica, como ya vimos, puede ser empleada con mayor
facilidad por las agrupaciones numerosas. Otra amenaza, que es más propia de los
grupos financieramente poderosos, se relaciona con la retracción económica y consiste
en advertir que habrán de dejar de realizar inversiones en determinados campos si no
se adoptan las medidas que les convengan a ellos. De igual manera, pueden
amenazar con retirar fondos del país y depositarlos en el extranjero.

7.3.4 Acción directa

Según Eduardo Andrade Sánchez ésta se conforma por la asunción de actitudes


efectivas que tienden a generar conflictos sociales que el gobierno está interesado en
evitar. Tales acciones pueden ser de índole diversa, de acuerdo con los diferentes
grupos involucrados.

Los sindicatos pueden recurrir a huelgas más o menos generalizadas para lograr que
se tomen las decisiones que pretenden. En ocasiones, se puede recurrir a la
resistencia pasiva mediante fórmulas como “tortuguismo en el trabajo” o falta de
colaboración de los empresarios privados en relación con las acciones que emprende el
gobierno. Otras veces se acude al expediente de retirar efectivamente los capitales del
país, con el fin de provocar una situación económica crítica. Esta técnica fue empleada
con singular eficacia en México en 1976 con la finalidad de que el gobierno abandonara
los propósitos reformistas que había puesto en marcha y también fue intentada por los
capitalistas franceses a raíz de la victoria del partido socialista, encabezado por
Francois Miterrand.

7.4 Formas Típicas de los Grupos de Presión

7.4.1 Grupos empresariales privados

Éstos se constituyen particularmente en agrupaciones de empresas industriales o


comerciales. En Estados Unidos, los industriales se agrupan en la Asociación Nacional
de Fabricantes (Nationals Association of Manufacturers, NAM) cuyos miembros
comprenden el 8% de las empresas manufactureras del país, pero controlan el 75% de
la producción industrial. Los comerciantes se agrupan en la Cámara de Comercio de
Estados Unidos (United States Chamber of Commerce) y existe además la Mesa
Redonda de Negocios (Business Roundtable) constituida en 1974 y a la que pertenecen
los ejecutivos más importantes de las 180 corporaciones más grandes de los Estados
Unidos. En Francia, los empresarios se agrupan en el Consejo Nacional de
Empresariado Francés (CNDF) dentro del cual los comerciantes constituyen el “Consejo
Nacional del Comercio”. En Alemania, existe la Federación de las Industrias Alemanas
en la que predomina particularmente la industria siderúrgica. En México operan, como
organismo de los industriales la Confederación de Cámaras Industriales (CONCAMIN);
205
de los comerciantes la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio
(CONCANACO); de los patrones en general la Confederación Patronal de la República
Mexicana (COPARMEX), y, como órgano similar al Business Roundtable, el
denominado Consejo Coordinador Empresarial (CCE), CACIF en Guatemala.

7.4.2 Grupos de agricultores

Los intereses de los productores del campo suelen también dar lugar a la constitución
de grupos de presión, En Estados Unidos existen tres agrupaciones principales: la de
los patrones agrícolas, la Unión Nacional de Granjeros y el Buró de Granjeros. En
Francia, la Federación Nacional de los Sindicatos y Empresarios Agrícolas. En
Alemania, la Unión Nacional de los Campesinos. En Italia existen tres organizaciones:
la Confederación General de la Agricultura, la Confederación Nacional de los
Cultivadores Directos y la Federación de la Tierra. En México, la Confederación
Nacional de la Pequeña Propiedad “CNPP”, en Guatemala UNAGRO.

7.4.3 Organizaciones de trabajadores

Los trabajadores suelen agruparse también en grandes centrales de carácter nacional.


En Estados Unidos, la AFL-CIO (American Federation of Labor-Congress of Industrial
Organizations) que es una agrupación federal de sindicatos. Fuera de ella, existen
algunas agrupaciones importantes por el tipo de industria al que pertenecen los
trabajadores como por ejemplo los trabajadores mineros unidos y los trabajadores de la
industria automovilística. En Francia existen la CGT (Confederación General del
Trabajo) y la CFDT (Confederación Francesa y Democrática del Trabajo). En Alemania
la Confederación de los Sindicatos Alemanes(DGB). En México la Confederación de
Trabajadores de México (CTM), la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM),
la Confederación Obrera Revolucionaria y otras integradas en el Congreso del Trabajo.
En Guatemala tenemos, UNSITRAGUA.

7.4.4 Agrupaciones de profesionistas liberales

En algunos países este tipo de agrupaciones tiene una muy considerable relevancia.
Por ejemplo en Estados Unidos, la Asociación Médica Americana (AMA) se ha
constituido a lo largo de los años en un importante grupo de presión que se ha opuesto
con éxito a determinados programas de seguridad social que han pretendido ser
implantados por el gobierno. En México, la agrupación profesional de los economistas
se ha constituido en los últimos años como grupo de presión, particularmente por el
prestigio intelectual de sus miembros. En Guatemala diversos colegios de
profesionales.

206
7.4.5 Agrupaciones religiosas

Éstas constituyen también grupos de presión en diversos países. En Polonia, por


ejemplo, se ha constituido tradicionalmente en grupo opositor a las políticas
gubernamentales. En Italia y en España ha sido dinámica su actividad en contra de la
adopción de medidas como la regulación legal del divorcio o del aborto. En México llegó
a generar una insurrección civil en contra de los gobiernos revolucionarios.

7.4.6 Ejército

Como cuerpo, el ejército constituye también un grupo de presión de importante


relevancia en todos los países. Su actividad tiende a lograr que el gobierno apruebe
presupuestos considerables para los gastos militares y, en ocasiones, como lo prueba
la política de varios países sudamericanos, se constituye en un grupo que opta
directamente, empleando la fuerza, por su acceso al poder.

7.4.7 Medios de comunicación

Estos constituyen grupos particulares de presión sobre todo en los casos en que son
administrados privadamente. Un congresista estadounidense afirma que todos los
miembros del Congreso dependen, en buena medida, del vigor que les otorga la
televisión, de sus apariciones en la pantalla. “Es extremadamente difícil ser un crítico
de las cadenas de televisión”. Los periódicos, estaciones de radio y de televisión suelen
ejercer una presión sobre el gobierno por su capacidad de influir en la opinión del
público. En ocasiones, como el caso de los periódicos pertenecientes a sindicatos, se
expresan públicamente como medios al servicio de ciertos grupos, pero en otras, su
influencia es oculta pero no por eso menos efectiva.

7.4.8 Otras agrupaciones

Según las circunstancias sociales y culturales de cada país, se constituyen diversas


agrupaciones con distintos fines. Algunas representan a minorías étnicas, como es el
caso de distintos grupos en Estados Unidos, entre los que destaca la Asociación
Nacional para el Progreso de la Gente de Color. En naciones que han intervenido en
las dos últimas guerras mundiales suelen tener influencia las agrupaciones de
excombatientes. En ellas se agrupa un considerable número de personas de edad
avanzada. Tales agrupaciones de retirados son importantes en muchos países.

Es curioso señalar que en Estados Unidos, recientemente, se han llegado a formar


grupos cuya finalidad es oponerse a la actividad especializada de los grupos de
presión, es decir, grupos de presión que buscan la desaparición de los grupos de
presión.

207
8. América Latina. Movimientos sociales y Representación
política
(Autora: Isabel Rauber)*

* Extracto de temas relacionados con los movimientos sociales, tomados de la edición


digital original, con fines exclusivamente didácticos para el curso de Ciencia Política de
la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala

No digáis que el movimiento social excluye el movimiento político.


No hay jamás movimiento político que, al mismo tiempo, no sea social.

Carlos Marx
Miseria de la Filosofía

208
8.1 PALABRAS INTRODUCTORIAS

El mundo en que vivimos, marcado por el modelo de civilización (capitalista) occidental,


se agota aceleradamente. En su delirio por mantenerse en la cúspide, las cabezas del
poder de esa civilización apelan a las guerras de rapiña y destrucción de la humanidad
amenazándonos de muerte.212 La crisis capitalista mundial se presenta cada vez con
mayor claridad como crisis de civilización –y muy concretamente, de la civilización
capitalista-, anunciando claramente que no existe salida para el capitalismo, ni dentro
del capitalismo. Esto pone a la humanidad al límite respecto de sí misma, desafiándola
a pensar en su sobrevivencia desde nuevos parámetros histórico-culturales.

Nuestros paradigmas de vida y nuestra cultura están en crisis y también los paradigmas
emancipatorios precedentes. Las transformaciones ocurridas en el sistema-mundo
[Samir], la radicalidad y velocidad de las mismas, se suman a la crisis actual y reclaman
de nosotros, para enfrentarlas, un profundo cambio de mentalidad. La posibilidad de
sobrevivencia se anuda a la conformación de un mundo basado en la armonía de la
dimensión cósmica-humana. En este contexto, la transformación social deviene radical-
integral, es decir, se trata de un proceso de transformación social, cultural, política, y –
aunque parezca un sinsentido decirlo- humana, que resulta impostergable pensar,
construir, transitar.

El socialismo como alternativa de civilización vuelve al centro de las reflexiones y


reclama ser innovado, rediscutido, repensado y creado. Es imprescindible abrir el
debate dejando de lado prejuicios y fantasmas, para revitalizar el espíritu, el
pensamiento y las prácticas revolucionarias. También se impone cuestionar[nos] a
fondo los presupuestos teóricos que han guiado nuestras prácticas, para
perfeccionarlos, modificarlos, reemplazarlos o reinventarlos a partir de ellas y en ellas,
tal como –en sus acciones- las vienen cuestionando creadoramente día a día los
nuevos actores sociales.

Otro mundo será posible si se transforma de raíz, desde el interior de nosotros mismos
y el de nuestras organizaciones sociales y políticas, y desde ahora. Lo cultural, las
subjetividades, afloran a un plano primero y todo ello nos obliga a concentrar nuestras
miradas y reflexiones en los protagonistas de pensar y realizar las transformaciones.

212 Como señala Leonardo Boff, “...Bush apunta a establecer la "pax americana" y uniformizar el mundo bajo los
moldes del estilo de vida norteamericano. Después del 11 de septiembre decidió que eso se hará utilizando la fuerza.
Nadie podrá desafiar esta pretensión, de lo contrario conocerá, de inmediato, el poder avasallador de Estados
Unidos. De este modo, Bush prolonga y lleva hasta las últimas consecuencias la marca intrínseca del paradigma
occidental: la voluntad de someter a todo el mundo, vale decir, de implantar un imperio universal. En concreto, la así
llamada globalización, no es otra cosa, sino la occidentalización, u occiintoxicación del mundo.” ¿Choque de
civilizaciones?, ALAI, versión digital, abril 2003.

209
8.2 PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA

La entrada veloz del neoliberalismo globalizador del poder del Norte en Latinoamérica,
se produjo en un período de desorientación, perplejidad y confusión abierto por la
conjugación histórica del fracaso de procesos de lucha revolucionaria, en medio de
dictaduras militares que se imponían mediante el terrorismo de Estado, y el derrumbe
del sistema socialista mundial. Pero en pocos años la desorientación del campo popular
ha ido modificándose sustantivamente y hoy vivimos –diferenciadamente en los
distintos países-, una época de ampliadas y crecientes resistencias sociales a la
implantación del modelo neoliberal y sus consecuencias, agudizadas por la necesidad
vital de frenar (e impedir) la firma del ALCA (Área de Libre Comercio de Las Américas),
que –de consumarse en el 2005- abriría las puertas de nuestros territorios y recursos
naturales a la voracidad anexionista del poder imperial estadounidense.

En ese proceso, al calor de las luchas de calles, de la tomas de tierras, de la defensa


de nuestras riquezas naturales, en ciudades, campos, valles y montañas, se han ido
constituyendo nuevos actores sociales y reestructurando los ya existentes, expresión
palpable de la fragmentación social que surge de modo creciente en las sociedades, en
primer lugar, por los cambios estructurales (desestructuración y desmantelamiento) del
sistema productivo implementados por el neoliberalismo. En su rechazo al actual estado
de cosas, los actores sociales -de modo individual o articulados sectorialmente en
movimientos sociales–, irrumpen en el escenario político de cada país para bloquear –al
menos- la continuidad de la aplicación del modelo, provocando en algunos casos la
caída de gobernantes abiertamente corruptos o incapaces, o apoyando en procesos
electorales a otros de signo progresista. Las movilizaciones sociales y los
enfrentamientos al sistema crecen, llegando no pocas veces a situaciones de
beligerancia y cuestionamiento profundos que abren incluso situaciones de vacío de
poder. [Bolivia, 2000; Argentina, 2001] Pero la crisis de gobernabilidad –que no pocas
veces insinúa la imposibilidad del poder de mantenerse-, no logra profundizarse a favor
de los sectores populares, entre otros factores, debido a la dispersión de fuerzas, a la
sectorialización de los conflictos, y a la falta de unidad, que resulta la expresión más
visible de la debilidad estratégica existente. La ausencia (y la necesidad) de contar con
una conducción político social colectiva articulada (y articuladora) se hace evidente, y
también los obstáculos para avanzar hacia ella.

El protagonismo creciente de nuevos actores sociopolíticos, no inscrito en los cánones


doctrinarios e ideológicos que pretenden normar el deber ser de la realidad social, ha
sobrepasado con creces las posibilidades políticas y organizativas de numerosos
partidos políticos de la izquierda latinoamericana. Las calles inundadas de pueblo los
sorprenden no pocas veces reunidos en sus sedes analizando qué pasa, mientras los
sucesos ocurren, sencillamente. Los movimientos sociales, a menudo
predominantemente contestatarios en su accionar efervescente, no pueden –aislada y
fragmentadamente-, constituirse como conducción colectiva de los procesos que
210
protagonizan. La desorientación estratégica se hace evidente.

En tales condiciones, lo espontáneo –siempre presente en el movimiento de la


sociedad- predomina sobre lo consciente y organizado, dejando a los movimientos
sociales a merced de las coyunturas, dispersos y desorientados en lo que hace al
sentido ulterior de sus luchas y resistencias, mientras algunos partidos de izquierda –
igualmente atrapados por la marea coyuntural- creen que pueden imprimirle –post
factum- el sello rojo a los levantamientos populares acontecidos, apelando a
declaraciones sobre lo ocurrido y a elaborar previsiones acerca de lo que –según ellos-
serán las únicas tendencias de su ulterior desarrollo.

Pero no son declamaciones lo que necesita el proceso, sino orientaciones claras,


consensuadas colectivamente, y una forma orgánica capaz de articular los fragmentos,
cohesionando a ese todo heterogéneo, haciendo posible la superación de la
sectorialización y el sectarismo, proyectando al conjunto hacia objetivos superiores
(definidos también colectivamente). En ese sentido, el desafío mayor radica en construir
una conducción colectiva plural que articule a los actores sociales y políticos, sus
problemáticas y enfoques, y para lograrlo -además de lo organizativo-, necesitan
elaborar (o dar pasos concretos hacia la elaboración de) una propuesta estratégica
común que articule-represente-proyecte a todos los actores -así constituidos en sujeto
popular- hacia la consecución de los objetivos propuestos.213 Se trata entonces de una
problemática radicalmente articulada e interdependiente de construcción-constitución
de los actores diversos en sujeto político-social. Ello supone la construcción y
acumulación de poder propio, y reclama a la vez la conformación consensuada de las
principales orientaciones estratégicas como base de la definición de un proyecto
común, y viceversa.

Todo ello reclama hoy superar las barreras culturales214 predominantes acerca de quién
es (o debe ser) el sujeto de los cambios, acerca de cuál es la relación entre los
movimientos sociales y los partidos políticos de izquierda, acerca del tipo de
organización política que reclaman los tiempos actuales, acerca de lo que significa
conducir. Se impone superar las posiciones reformistas, vanguardistas y elitistas que
actúan como una retranca ante las nuevas realidades sociales, económicas, políticas,
históricas, culturales. El debate de las relaciones entre movimiento social y organización
política resume otros interrelacionados e intercondicionantes, en primer lugar –y de

213 El proyecto hace al sujeto en tanto es el sujeto el que -en su articulación y constitución- va definiendo su
proyecto; sujeto y proyecto están íntimamente imbricados, son inseparables; no se lo puede concebir desde la
lógica que supone un emisor que sabe y decide, y un receptor que –no sabe- recibe y ejecuta.

214 El análisis de los contenidos ideológico-culturales de esas barreras resulta central para la comprensión de las
clave teórico-prácticas que ayudarán a avanzar en el proceso de búsqueda colectiva de alternativas, de nuevas
opciones organizativas y políticas para contener y conjugar a las nuevas y numerosas expresiones de actores
sociales con identidad propia y protagonismo pleno.

211
mayor alcance-, expresa condensadamente un punto de vista acerca de las relaciones
entre sociedad civil y política en el contexto del capitalismo, donde la sociedad civil es,
por un lado, el ámbito en el que se genera la alineación fundada en el mundo del
trabajo regido por la lógica del capital, que la afianza y multiplica universalizando -por
medios políticos, sociales, culturales, etc.-, su dominación hegemónica y, por otro, el
ámbito donde brota y se multiplica también la rebelión ante ello, en primer lugar, por
parte de los que están en el centro mismo de la producción de la base de esa
enajenación política, económica, cultural y social: los trabajadores.

Esta rebelión, en su desarrollo, es la que se plantea la negación de las bases de la


alineación en lo económico, pero también en lo cultural y en lo político. Y esto
comienza, en primer lugar, con la lucha de los trabajadores contra las raíces de la
generación de esa alineación, lucha que, estratégicamente, supone el fin de toda
explotación del hombre por el hombre. Esto implica romper con la subordinación del
trabajo al capital y sus estructuras y mecanismos de poder, y todo ello supone que los
trabajadores asuman el protagonismo en esas luchas, que solo ellos pueden
desempeñar, y que se hagan cargo para ello –además de las organizaciones gremiales
y las luchas reivindicativas-, de la acción y organización políticas, poniendo fin a la
falsa215 fragmentación entre economía y política, entre sociedad política y sociedad civil,
entre sindicato y partido de los trabajadores.216

A esa fragmentación, que resume un cúmulo de ellas de igual carácter en la sociedad


toda, es urgente y necesario poner fin, comenzando por enlazar de raíz aquello que es
fuente de nuestra fuerza políticosocial: la clase con su organización política. Porque
como señala István Mészáros, no existe “...esperanza de rearticulación radical del
movimiento socialista sin que se combine completamente el ‘brazo industrial’ del trabajo
con su ‘brazo político’”.217 Y esto solo será posible sobre la base de una nueva
articulación [re-articulación], que reconozca a las luchas económico-sociales-
reivindicativas como lo que son: luchas reivindicativo-políticas y, a través de ello, re-
articule a sus protagonistas, sus aspiraciones, objetivos y modos de organización.

Esta re-articulación debe encontrar también una nueva expresión orgánica –de hecho la
realidad política latinoamericana actual lo reclama y anuncia con creces-, cuyo núcleo
constitutivo arranca por entender (y practicar) a la representación políticosocial de un

215 Falsa en el sentido de no “natural”, no propia de la organización de la sociedad. La división entre partido y
sindicato respondió y responde a la lógica del desarrollo ampliado del capital y su modo político de organización de la
sociedad que impide la participación y expresión política directa de los trabajadores en los ámbitos del poder político
(del capital).

216 Ver, parte II de este libro, “Un nuevo tipo de conducción política”, epígrafe 2.

217 Mészáros, István, The alternative to capital’s social order, K P Bagchi & Company, Kolkata, 2001, p.67. [En
inglés]

212
modo radicalmente diferente al actual, como pivote de interactuación participativo-
empoderadora de los actores sociopolíticos, en tanto son actores-sujetos
representantes y representados. La unidad radical entre lo social, lo político y sus
actores, resume uno de los ejes centrales de este trabajo; el otro -convergentemente
con este, imprescindible de abordar por tanto-, es el referido al proceso de articulación-
constitución de la clase y el pueblo en sujeto popular de la transformación social. Y todo
ello enlaza con lo que sería un tercer eje, abordando lo relativo a las formas de
surgimiento y organización de ese sujeto políticosocial.

Un nuevo movimiento histórico políticosocial de izquierda está en gestación El debate


actual acerca del sujeto de la transformación en América Latina, se suma al llamado
práctico -proveniente mayoritariamente de los movimientos sociales y también, aunque
con menor énfasis, de los partidos de izquierda-, a poner fin a la división entre sujeto
político, sujeto histórico y sujeto social.218 En ese sentido, se inscribe en el proceso real
de articulación del sujeto sociopolítico, que se viene desarrollando en distintos países
de la región. Esto reclama e invita a la creación de nuevas formas de articulación entre
organizaciones y movimientos sociales –en primer lugar del ámbito sindical (urbano,
industrial y campesino)-, y las organizaciones políticas, un redimensionamiento y
reapropiación de la política y lo político (y viceversa), 219 y anuncia -por esa vía-, el
surgimiento –desde abajo- de una nueva izquierda, que cristalice política, proyectiva y
orgánicamente al nuevo movimiento histórico políticosocial actualmente en gestación.

Podría decirse que –en ese sentido, y en relación con los partidos políticos de izquierda

218 Algunos autores distinguen varios tipos o categorías de sujetos: sujeto social, sujeto social de la revolución,
sujeto histórico y sujeto político. Según esa lógica, sujeto social sería el conjunto de clases y sectores sociales
objetivamente interesados en las transformaciones revolucionarias; sujeto social de la revolución, sería la reunión de
una especie de vanguardia de cada uno de los sectores del sujeto social; el sujeto histórico sería la
vanguardia del conjunto del sujeto social de la transformación, por ser el portador de la misión histórica; y el
sujeto político sería la vanguardia de esa sujeto histórico y, por tanto, de los “otros” sujetos, que quedarían
organizados de mayor a menor, sujetados verticalmente de y por ese sujeto político.

219 “Si por política se entiende “(...) al espacio en el se realizan las práctica políticas (...), la política es básicamente
un espacio de acumulación de fuerzas propias y de destrucción o neutralización de las del adversario con vistas a
alcanzar metas estratégicas.” [Gallardo, Helio, Elementos de política en América Latina. Editorial DEI, San José.
1989, pp. 102-103.] Práctica política, por tanto, es aquella que tiene como objetivo la destrucción, neutralización o
consolidación de la estructura del poder, los medios y modos de dominación, o sea, lo político. (...) Así como la
política ha sido transformada por el mercado, que ha penetrado sus espacios, sus contenidos y sus modos de acción
borrando las fronteras de lo económico y lo político, también lo político se ha modificado, ha salido de su esfera
tradicional para ocupar (compartir, estar presente en) los espacios de la economía, es decir, del amplio espectro de
las relaciones sociales que en ella se originan. Lo político ha penetrado como nunca antes en el mundo del mercado,
mezclándose con un espacio antes reservado casi exclusivamente a la economía. // Esto permite replantear los
nexos entre lo político, la política y el poder (objetivo último de la acción política), sin reducir a éste al poder político,
concepción tradicional y frecuente entre sectores de la izquierda latinoamericana, que sirvió de base a estrategias de
confrontación social directa por la conquista del poder político, y que entendía por lucha política popular solamente a
aquella dirigida directamente a golpear el poder político de la dominación y a conquistarlo o ‘tomarlo’.” (Rauber,
Isabel, Actores sociales, luchas reivindicativas y política popular, UMA, Buenos Aires, 1997 (segunda edición), pp. 8-
9. Actualmente puede encontrarse en edición digital en: www.rebelión.org,)

213
actualmente existentes-, se trata de pensar y construir (o re-construir) un nuevo tipo de
organización política de izquierda, que solo puede ser tal si –a partir de reconocer su
raíz sociopolítica-, es capaz de proponerse su rearticulación con lo social sobre bases
diferentes, y romper la cadena fragmentadora y verticalista-subordinante entre partido-
clase-movimiento-pueblo, entre lo reivindicativo, lo político y lo social,220 entre vida
cotidiana, sociedad y política, entre lo público y lo privado, cadena que constituye a su
vez, un importante eslabón en la producción y reproducción ampliada de la enajenación
política, de la clase y el pueblo todo, vitales a la continuidad de la lógica del capital. El
caso es comprender que La rebelión de los trabajadores en contra del capitalismo no es
reductible a la lucha de clases en el marco del modo del modo de producción
capitalista, por importante que ésta sea; es (o puede ser) también rechazo a la
enajenación (1968 lo ilustra) e invita con ello a salir del marco de la reproducción
capitalista.221

El planteo no es hacer “borrón y cuenta nueva” respecto de lo que se ha caminado y


construido hasta ahora. No se trata de convocar a los movimientos sociales a
constituirse en los partidos de nuevo tipo, ni a los partidos a difuminarse en los
movimientos sociales o desintegrase en la sociedad. Lejos de ello, estas reflexiones
buscan dar cuenta de un problema real, que los propios partidos de izquierda –aunque
no todos en iguales dimensiones-, sienten como urgente de subsanar: la distancia entre
la organización partidaria y la clase y el pueblo en general.

Son muchos y positivos los esfuerzos por encontrar alternativas a una situación que
mayoritariamente se visualiza como insostenible; hay sin duda cimbronazos que –como
campanadas- ayudan a que la venda –para los que aún la llevan- caiga de sus ojos. En
primer lugar, el Foro Social Mundial, capaz de movilizar a miles y miles de luchadores
identificados en la necesidad de conformar, al menos, un movimiento antiglobalización-
neoliberal de alcance mundial. En segundo lugar -y articulado a lo anterior-, el propio
Foro de Sao Paulo que nuclea a la gran mayoría de partidos de izquierda y
centroizquierda latinoamericana, y que así lo ha reconocido implícita o explícitamente.

220 “Asumir lo político y la política con sentido amplio y popular supone reconsiderar lo que se entiende
por escena política, tradicionalmente considerada como el campo de acción abierta de las fuerzas
sociales mediante su representación en partidos. Si se toma en consideración que la <reducción,
congelamiento o anulación de la escena política no disuelve como por arte de magia ni el campo de la
dominación ni la existencia de oposiciones, desplazamientos y asimetrías entre las fuerzas sociales>, y
que <la desaparición de los partidos no supone, pues, la desaparición de lo político y de la política>
[Gallardo, Op. Cit., p.16], resulta evidente que la escena política comprende al conjunto de fuerzas
sociales actuantes en el campo de la acción política en un momento dado, independientemente de que
éstas se hallen organizadas o no en estructuras político-partidarias. Respetando todo lo que son o
puedan llegar a ser las opciones partidarias, la participación política de la ciudadanía, de hecho, reclama
la incorporación de los diversos actores a una discusión y a un escenario más amplio que el de los
partidos.” (Rauber, Isabel, Idem, pp. 7-8).

221 Amín, Samir, Crítica de nuestro tiempo, Siglo XXI, México, 2001, p. 60.

214
El volante que distribuyeron en el FSM 2002, es una muestra de ello.

Vale recordar también el Seminario anual “Los Partidos y una Nueva Sociedad” que
organiza el Partido del Trabajo, de México, que hace años –entre variadas temáticas-
se preocupa por avanzar en las reflexiones sobre las experiencias de lucha de los
movimientos sociales, sin prejuicios, buscando vías para superar dialécticamente –de
eso se trata- la situación de fractura entre los movimientos sociales populares y los
partidos políticos de la izquierda. Considero que, en este sentido, estaríamos entonces
en una etapa de maduración y, a la vez, de transición, donde quizá el paso siguiente
radique en identificar la dimensión local (nacional, regional) de la fractura histórica y
actual entre lo social y lo político, entre los movimientos sociales y los partidos políticos
de izquierda, y –sobre esa base- trazarse objetivos concretos para ir construyendo
inicialmente ámbitos de diálogo entre organizaciones sociales y políticas.222 En
realidad, si tenemos en cuenta las experiencias y los esfuerzos concretos realizados en
Latinoamérica al respecto, estas intenciones resultan todavía un poco idílicas porque
hay marcadas resistencias a abrir los espacios. Estas provienen tanto de los partidos
políticos que, aparentemente, serían los que deben compartir “su espacio” político,
como de los movimientos sociales que –aunque de un modo menos visible-, igualmente
deberían compartir lo que consideran “su espacio” social o sociopolítico. Intervienen
aquí factores culturales, en primer lugar, el peso de lo viejo, el creer “saber cómo son
las cosas”, el elitismo, el vanguardismo, el creer “no saber” cómo construir sobre bases
diferentes, cómo fundar una representación distinta, redefinir la militancia, cambiar las
estructuras, estatutos, modos de funcionamiento, el pensar en acto y no en proceso
(entender a los fenómenos sociales como algo dado, y a las propuestas de
transformación como algo que debe darse y no como algo que hay que construir),
etcétera.

Obviamente, nada de ello se logrará de la noche a la mañana;223 tampoco se trata de


eso, pero es necesario empezar por tomar algún hilo de la madeja, y desovillarla en la
misma medida en que se teje en otro sentido y de un modo diferente. Es en ese
caminar, en ese proceso que se irán definiendo las nuevas formas orgánicas; será la
actitud colectiva ante la necesidad políticosocial misma, las tareas a cumplir y los
momentos en que las mismas se desarrollen, la que irá haciendo posible imaginar e
inventar un modo u otro de construir orgánicamente los nodos de articulación
sociopolíticos. Influyen aquí también la historia de lucha de cada pueblo, las

222 Mészáros seguramente habla de esto, por ejemplo, cuando –refiriéndose a la necesaria re-articulación entre el
‘brazo industrial’ y el ‘brazo político’ señala que ello “...se hará, por un lado, confiriendo poder de decisión política
significativa a los sindicatos (incentivándolos a ser directamente políticos), y haciendo que los partidos
políticos adopten una actitud desafiantemente activa en los conflictos industriales como antagonistas irreductibles del
capital, asumiendo la responsabilidad por su lucha dentro y fuera del parlamento.”

223 Por ejemplo, las experiencias políticosociales de Bolivia, Colombia, Argentina, que se referencian
específicamente en el Capítulo II de este libro.

215
experiencias acumuladas, los acervos culturales del pasado anterior y reciente,
etcétera. La constante composición y recomposición de los consensos ante cada nuevo
reto darán la línea de acción y una nueva experiencia colectiva, un nuevo aprendizaje;
no hay recetas.

La actual coyuntura continental marcada fuertemente por la resistencia y lucha contra la


intervención creciente del gobierno de los EEUU, particularmente contra la aprobación
del ALCA, abre la necesidad y la posibilidad de conformar a corto plazo bloques
políticosociales populares en el ámbito local, regional e internacional, capaces de
detener la anexión en marcha y frenar, e incluso erradicar, el neoliberalismo. La
profundidad de la crisis, el carácter y la dimensión de los problemas a enfrentar,
demanda el concurso y la participación consciente de todos los afectados, la amplia
mayoría de los cuales aún hay que convocar a que –tomando conciencia de la realidad-
asuman ese protagonismo. Se pueden abrir –y se abren ya-, procesos sociales
populares de amplia politización y participación de los sectores populares que indican la
necesaria y posible recuperación-constitución-rearticulación del pueblo como sujeto de
la nación (al borde de su total fragmentación) que hay que reinventar sobre bases
radicalmente diferentes, en camino a transformaciones ulteriores tendencialmente
orientadas al socialismo como perspectiva estratégica mayor.

...por primera vez en la historia, se hace totalmente inviable la manutención de la falsa


laguna entre metas inmediatas y objetivos estratégicos globales –que hizo dominante
en el movimiento obrero- la ruta que condujo al callejón sin salida del reformismo. El
resultado es que la cuestión del control real de un orden alternativo del metabolismo
social surgió en la agenda histórica, por más desfavorables que sean sus condiciones
de realización a corto plazo.224

No es sino la clase en y con el pueblo –organizado, articulado y constituido (proyecto


mediante) en sujeto popular del cambio y de la nación misma-, quienes constituyen los
pilares fundamentales de la soberanía, que –en nuestro medio- solo puede ser tal si se
articula a un proceso liberador (respecto del imperialismo y de las cadenas enajenantes
y enajenadas del capital.) En las condiciones actuales, la clase solo podrá llevar
adelante su propio proceso de liberación si convoca para ello –articulando sobre bases
diferentes a las hasta ahora ensayadas- al pueblo todo, tanto a través de sus diversos
actores como de modo directo (el desafío es inventar nuevas formas y modalidades de
participación y de protagonizar).

Se trata de convocar articulando, organizando horizontalmente, democráticamente, con


sentido cabal de que el camino de la articulación de los actores sociales, empezando
por la propia clase, es también el de la construcción (del proyecto constituyente) de la

224 Mészáros, István, Op. Cit., p. 79. [Cursivas del autor]

216
sociedad futura, y de la identidad de la nación y de la soberanía.

Y todo ello interpela doblemente a la clase obrera, que no puede liberarse sin
desempeñar un papel transformador radical de la sociedad, y sin convocar -para ello- a
los diversos sectores populares, haciendo de esto un proceso abierto de diálogo y
construcción entre todos, a riesgo -en caso contrario- de convertirse en excluyente. No
estamos en cero; las experiencias de resistencias y luchas populares encierran y
muestran -como avances- muchos elementos de lo nuevo. Resulta imprescindible
avanzar en la proposición de nuevos caminos o en la profundización de los ya iniciados.
Se necesitan también precisiones conceptuales que contribuyan al esclarecimiento de
las certezas posibles en medio de las incertidumbres y múltiples tendencias
yuxtapuestas del sentido histórico que conviven con nosotros. Y todo ello nos lleva
nuevamente a la discusión acerca del sujeto sociopolítico de la transformación.

SUJETO HISTÓRICO, SUJETO SOCIAL, SUJETO POLÍTICO, SUJETO POPULAR


Una mirada desde Latinoamérica

En Latinoamérica, salvo excepciones, los procesos de transformación social -cualquiera


sea la modalidad que adopten: revolucionaria directa, como en los ’60 ‘70, o lucha
parlamentaria-, se desarrollaron y se desarrollan en medio de desencuentros profundos
entre partidos de izquierda y organizaciones y movimientos sociales.

Sobre la base de una fractura originaria entre clase y partido de la clase, importada y
heredada de la tradición política hegemónica del pensamiento de la izquierda europea,
que a su vez reducía la clase (el proletariado) a la clase obrera industrial y consideraba
a ésta como el único sujeto (histórico) de la revolución social, en nuestras latitudes –
salvo excepciones- se ignoraron las realidades socioculturales, económicas y políticas,
que se correspondían a nuestra diversidad étnica y de desarrollo, adoptándose
mayoritariamente una postura doctrinaria que -contrariamente a los llamamientos de
Carlos Mariátegui-, fue “calco y copia” en lugar de creación heroica.

8.3 HIPÓTESIS FUNDAMENTALES225

 En Latinoamérica no existe hoy ningún actor social, sociopolítico, o político


que pueda por sí solo erigirse en sujeto de la transformación; este resulta
necesariamente un plural-articulado que se configura y expresa como tal sujeto
en tanto sea capaz de interarticularse, constituyéndose en sujeto popular.
Nuestras sociedades complejas desafían nuestra creatividad y, toreando el

225 Por su relación específica con el tema, se tomaron sólo dos hipótesis (Nos. 3 y 5),de las nueve
contenidas en la obra original.

217
pensamiento eurocéntrico, llaman a analizar la problemática del sujeto (de los actores-
sujetos) dando cuenta –además de nuestra diversidad étnica, socioeconómica y
cultural-, de la actual fragmentación social existente producto de la aplicación del
modelo neoliberal.

a) En el debate y las reflexiones actuales acerca del sujeto sociopolítico de la


transformación social no basta con buscar y encontrar pistas tendentes a subsanar la
fractura entre clase obrera y partido de la clase; hoy no basta con proponerse (y lograr)
lare-articulación del “brazo industrial” con el “brazo político”; los partidos “de la clase” no
solo nacieron aquí separados de la clase, sino también del pueblo (indio, negro, mulato,
mestizo, criollo) oprimido, explotado y marginado de nuestras sociedades, integrantes
también del sujeto potencial de las transformaciones sociales radicales en los países
latinoamericanos. En tal sentido, el desafío actual pasa por eliminar la fractura partido-
clase, anudada simultáneamente a la superación de la fractura histórica entre partido-
clase-pueblo(s). Ellos se articulan a partir de dos factores fundamentales a tener en
cuenta: --Uno, por la transformación-ampliación del proletariado, que hoy más que
nunca antes trasciende las fronteras de la clase obrera industrial. La condición de
proletario –como he mencionado-, nunca se limitó a la clase obrera industrial, y fue
precisamente Federico Engels, estudioso de la realidad de la clase obrera en Inglaterra,
quien se preocupó en su época de aclararlo, posiblemente previendo miradas
reduccionistas:

El proletariado es la clase social que consigue sus medios de subsistencia


exclusivamente de la venta de su trabajo, y no del rédito de algún capital; es la clase,
cuyas dicha y pena, vida y muerte y toda la existencia dependen de la demanda de
trabajo, es decir, de los períodos de crisis y de prosperidad de los negocios, de las
fluctuaciones de una competencia desenfrenada. Dicho en pocas palabras, el
proletariado, o la clase de los proletarios, es la clase trabajadora del siglo XIX. 226

Con el desarrollo de la industria, de las tecnologías, con la informatización de los


procesos productivos y la conformación de los grandes grupos empresarios
transnacionales de la producción, distribución y comercialización de los productos, con
la fractura del proceso productivo y su organización interna, la obtención de plusvalía se
modificó haciéndose más amplia en calidad y cantidad. Por un lado, arrojando del
proceso productivo a millones de trabajadores ahora “inservibles” para el metabolismo
del capital, y por otro, proletarizando más a grandes capas de profesionales,
especialistas e intelectuales vinculados a la producción y reproducción del capital a
escala local, regional o global. De ahí también que la lucha contra la enajenación
resulte una necesidad (y tarea) de cada vez más amplios sectores sociales proletarios,
aunque no directamente obreros, ni obreros de la producción.

226 Engels, Federico, “Principios del comunismo”, Obras Escogidas en tres tomos, Editorial Progreso, T1, Moscú,
1976, p. 82.

218
Pero el viejo y nuevo proletariado también resultan fragmentados por la globalización
neoliberal y necesitan articularse interiormente, y a la vez con otros sectores sociales.
En esa articulación -que supone en realidad un proceso de articulaciones sucesivas,
multidimensionales y yuxtapuestas-, la clase obrera desempeña un papel central,
organizador y catalizador centrípeto como así también promotor de otros nodos
organizativos con los cuales también buscará concertar, articular.

Ahí el sentido cabal del concepto de “centralidad de la clase” que empleo para referirme
a uno de sus principales roles políticosociales. Y esto es clasismo hoy: ser coherentes
con las responsabilidades y las tareas históricas de la clase hoy, generar un polo o
núcleo de articulación y organización del tejido social y sus actores proyectándolos
hacia metas superiores de transformación radical de la sociedad, sobre la base del
cumplimiento inicial de urgentes tareas de sobrevivencia, a la vez que remontándose
sobre ellas en proyección hacia la construcción –en plenitud de capacidades- del ser
nacional que reclama, en primer lugar, la defensa de la vida y también -encadenada a
ella-, la liberación.

Es decir que, en este sentido, cuando se habla de sujeto sociopolítico de los cambios,
se hace referencia, en primer lugar, a una articulación que –conteniendo a la clase, a
partir de ella- abarca al conjunto de sectores oprimidos, explotados, discriminados y
excluidos por el sistema, considerándolos también potencialmente capaces de
constituirse en sujetos a partir de su intervención en el proceso de resistencia y lucha
por la sobrevivencia, que se anuda radicalmente con la transformación del sistema que
estructura las actuales sociedades latinoamericanas.

--En segundo lugar, esto se relaciona de modo directo con las problemáticas y tareas
que ese sujeto en proceso de constitución tiene que enfrentar, que lo lleva a tomar
conciencia de la necesidad de cambiar integralmente la realidad en la que vive, y a
proponer nuevas bases sobre las cuales va a reorganizar la sociedad en la que desea
vivir.

La destrucción-desestructuración de los sistemas productivos y de las sociedades


todas, fragiliza al máximo nuestras –ya de por sí frágiles- soberanías nacionales y
transforma a nuestros territorios en bienes hipotecarios del FMI, que respaldan –
anunciando la rapiña- los préstamos de la deuda externa impagable e incobrable, a esto
se suma ahora el peligro del anexionismo contenido en el ALCA (Área de Libre
Comercio de las Américas). Esto hace que lo nacional se reubique como problemática
central de la lucha, convocando a la clase y al pueblo a constituirse en protagonista de
su defensa y re-invención.

Los procesos actuales de resistencia y lucha populares se centran en la defensa de la


vida que -en este momento, en este continente- significa defensa de la tierra, del agua,
219
de los bosques, de las fuentes de carbón, de petróleo, y del aire mismo, y todo esto
presupone la defensa-recuperación de la soberanía de la nación y de la nación misma
(en el grado y realidad en que estas hayan existido), reinventándola simultáneamente.
Tareas del pueblo todo y de la clase, en tanto ello solo será posible de alcanzar y
afianzar con la eliminación de la lógica de la reproducción ampliada del capital, tarea en
primer lugar, de la propia clase directamente explotada por el capital (y su negatividad
directa), que en esta hora se entrelaza radicalmente con la lucha nacional. 227 Se trata
de una tarea de liberación colectiva, humana, sin fracturas. Habrá que ver sí, en cada
caso, los ritmos y las dimensiones locales, regionales e internacionales que intervienen
en el proceso, y la profundidad y alcance de sus definiciones y transformaciones.

b) A la hora de pensar en los potenciales sujetos de la transformación en América


Latina, es necesario tener en cuenta -además de la fractura histórica partido-clase-
pueblo(s)-, el actual proceso de fragmentación y sub-fragmentación228 social que se ha
producido (y continúa) en nuestras sociedades con la implementación del modelo
neoliberal, junto a transformaciones profundas en el sistema productivo, en el modo de
vida y organización social y en la cultura.229 Hoy puede notarse nítidamente la
existencia de un quiebre profundo del modo de ser y de vivir de nuestras sociedades,
que se expresa en la destrucción del sentido mismo de sociedad y de Nación.

Con la atomización explosiva y centrífuga de las sociedades se inicia una época de


crisis social generalizada y creciente que se instala con fuerza, en primer lugar, en el
seno familiar, donde la carrera por la sobrevivencia quiebra los roles tradicionales
adjudicados culturalmente (por el poder) al ser hombre y al ser mujer, impactando de
múltiples formas sentidos a la vida familiar y social.230

Las organizaciones sociales reivindicativas resultan impactadas directamente por esta

227 La lucha es políticosocial aun en el caso supuesto de que fuera solo lucha de clases. El pueblo
(articulado) es potencial sujeto, por el contenido de las transformaciones. En primer lugar, la defensa de
la nación a la vez que de su reinvención para que pueda sobrevivir y desarrollarse en un mundo
globalizado e interdependiente. En segundo –e interpenetrado con lo anterior-, porque las tareas
nacionales (que son a la vez internacionales) solo serán posibles si se dan anudadas a un proceso de
liberación del capital (global), esto es, de lucha contra la enajenación, cuestión que trasciende –como
vimos- a los obreros, abarcando al conjunto de los sectores sometidos a ella por el capital.

228 Fragmentaciones al interior de los fragmentos, en primer lugar, de la propia clase.

229 La categoría “modo de producción” va mucho más allá de una estructura económica; a partir de ella,
Marx señala la conformación sistémica de un determinado “modo de vida” (totalidad social integrada).

230 Sobre el particular puede consultarse el libro de mi autoría, Genero y Pobreza, con reflexiones sobre
la base de estudios realizados en barrios dominicanos. Ediciones Pasado y Presente XXI-UNESCO,
Santo Domingo, 2002. Y el texto: “Mujeres piqueteras: el caso de Argentina”, publicado en: Globalización
económica e identidad de género, UNESCO –IUED-DDC, Ginebra, 2002, pp. 107-123.

220
situación, en primer lugar, las organizaciones sindicales, debido a la reducción
cuantitativa de la clase obrera, a su fragmentación al interior de una misma rama
productiva, y a la coexistencia de distintos modos de producción en una misma
sociedad. La reducción del aparato productivo hasta su virtual desintegración, junto a la
innovación tecnológica y a las nuevas formas de organización del trabajo, implica una
creciente desocupación; la lucha por conservar el empleo hace renacer con fuerza el
individualismo, a la vez que se va imponiendo en detrimento de la defensa de los
derechos de los trabajadores y de las luchas por nuevas conquistas, las que,
prácticamente, desaparecen de los escenarios de las luchas sociales.231

La condición defensiva penetró tanto en el movimiento obrero, que incluso la


sindicalización dejó de guardar relación con la clase real. Vía desocupación, ausencia
de convenios colectivos, chantaje patronal, y aplicación del subempleo y empleo “en
negro”, las organizaciones sindicales vieron disminuir la cantidad de afiliados en forma
considerable.232 Aferradas a un tipo de trabajador y a un esquema de relaciones entre
el capital y el trabajo que ya no existe, dejan de representar a la clase real, que no se
limita a los trabajadores con contrato laboral y derechos protegidos, sino que abarca a
los trabajadores con nuevo régimen de contratación, a los trabajadores “en negro”,
semiocupados, a los subcontratados, a los trabajadores por cuenta propia expulsados
del sistema productivo, y a los desocupados por esta situación, considerados -en tal
sentido por nuevas organizaciones sindicales,233 como trabajadores sin empleo.234

231 El rediseño estratégico del aparato productivo en cada país y a nivel global, implicó la pérdida de
interés económico del mercado interno y, consecuentemente, del salario como realizador de las
mercancías. La formación de grupos empresarios, la tercerización del proceso productivo, la capacidad
de transportación rápida de producciones de una región a otra en un mismo país, e incluso de un país al
otro, modificaron de raíz el poder –económico, social y político- de la clase obrera. Parar la producción
mediante huelgas, por ejemplo, dejó de ser un método de lucha incuestionable, pues en determinadas
situaciones podía incluso ser útil a los intereses de la empresa.

232 En Argentina, por ejemplo, entre cerca de 13 millones de trabajadores, los sindicalizados apenas se
acercan a los 3 millones.

233 La Central de Trabajadores Argentinos se cuenta entre las primeras organizaciones sindicales –
quizá por ser parte ya de una respuesta organizada de la clase a la irrupción devastadora del
neoliberalismo-, que reconoce por igual como trabajadores, a los trabajadores que tienen empleo y a los
que no lo tienen, y sella esto en sus bases fundacionales y en sus estatutos, mediante la afiliación directa
y plena de todos y cada uno de los trabajadores, independientemente de su condición laboral actual.
Como señala Víctor De Gennaro, su Secretario General: “No será la patronal la que decida quienes son
trabajadores y quienes no, quienes nos representan y quienes no; ese es nuestro derecho y debemos
ejercerlo.”

234 Desempleo no estructural, según el economista argentino Claudio Lozano, porque no se corresponde
con deficiencias estructurales, sino con modificaciones externas al desarrollo productivo que –sin responder a la
lógica propia de su desarrollo, por el contrario, lo han atrofiado, desarticulando, desintegrando y desregulando lo que
quedaba, destruyendo lo que –según esa lógica se consideraba “población obrera sobrante”, es decir, desocupados,
trabajadores sin empleo.
221
Atomizada, la clase existe hoy diversificada en distintas categorías y estratos. Y si es
heterogénea en su modo de existencia también lo será en sus problemáticas, en sus
modos de organización, representación y proyección. Su identidad fragmentada
reclama también ser reconstruida sobre bases –nuevas- que den cuenta de su situación
actual.

En número creciente, segmentos importantes de la clase, ahora desplazada y


desocupada, desempeñan la mayor parte de su vida en los territorios de sus barrios
(viejos o nuevos), o en zonas rurales y semi-rurales adonde han emigrado, desde
donde se replantean su resistencia y sus luchas, y –sobre esta base-, su ser, su
identidad como trabajadores. En la realidad actual boliviana,

¿Quiénes son los cocaleros?, en número considerable, ex mineros, despedidos de las


minas, que van al Chapare, o ellos o sus hijos, que vivieron la represión en las minas,
las masacres.. que llevaban mucho adentro.235

Los movimientos barriales populares de las zonas urbanas tienen entre sus mayores
referentes fundacionales o activos a hombres y mujeres con experiencia de lucha y
organización sindical correspondiente a su “época de trabajadores” con empleo, que –
reivindicándose como trabajadores- hacen del territorio donde viven su nuevo ámbito de
resistencia, lucha, organización y propuesta de transformación de la sociedad. De ahí
que no resulte extraño escuchar entre ellos, por ejemplo, que hoy “la nueva fábrica está
en el barrio”.236 La defensiva ante la impronta de la lucha por la vida se combina
necesariamente con la cada vez más necesaria ofensiva dirigida a transformar desde la
raíz su situación de exclusión o quedar entrampados en ella. (Los trabajadores urbanos
en lucha por un empleo estable y la refundación de una estructura productiva que lo
haga posible; los campesinos bolivianos, por el derecho al cultivo de la hoja de coca –
tradición cultural de los pueblos indígenas de la zona andina-, que supone también la
lucha contra la injerencia norteamericana en la región (“Plan Dignidad”); los campesinos
sin tierra de Brasil, en busca de una reforma agraria que ponga fin a los grandes
latifundios improductivos y entregue esas tierras a los trabajadores sin tierra, con lo cual
intervienen también nacionalmente convocando a una discusión nacional sobre la tierra;
los indígenas ecuatorianos y los sectores populares urbanos, en lucha por su derecho a
ser –colectivamente-, protagonistas de su historia; igual los pueblos de Chiapas, de
Perú, de Guatemala, etcétera).

235 Manuel Morales, integrante del Equipo Económico del MAS, Instrumento Político para la Soberanía
de los Pueblos. Entrevista realizada por mí en 2003. Inédita.
236 Ver, Rauber, Isabel, La Argentina de los piquetes, Documentos desde abajo, Colombia, 2003, p.16.

222
En procesos de resistencia a las políticas de muerte, en lucha por la vida -que significa
trabajo, pan, salud y educación-, han emergido problemáticas específicas de los
distintos sectores (fragmentos) sociales y ellos mismos se han constituido y han sido
visualizados socialmente como actores sociales.

Actores sociales serían todos aquellos grupos, sectores, clases, organizaciones o


movimientos que intervienen en la vida social en aras de conseguir determinados
objetivos propios sin que ello suponga precisamente una continuidad de su actividad
como actor social, ya sea respecto a sus propios intereses como a apoyar las
intervenciones de otros actores sociales. Existe una relación estrecha entre actores y
sujetos sociales: todo sujeto es un actor social, pero no todos los actores llegarán a
constituirse en sujetos. Los actores tienden a constituirse en sujetos en la medida que
inician un proceso (o se integran a otro ya existente) de reiteradas y continuas
inserciones en la vida social, que implica -a la vez que el desarrollo de sus luchas y sus
niveles y formas de organización-, el desarrollo de su conciencia.

Estrictamente hablando, cada uno de los actores, aisladamente, no puede llegar a ser
sujeto. El concepto sujeto, en este sentido, en tanto sujeto de la transformación del todo
social, presupone la articulación de los distintos actores comprometidos en ella (además
de las articulaciones que tienen lugar al interior de cada sector social o movimiento); es,
por tanto, plural y múltiple. Replantea los criterios tradicionales en cuanto a su
organización interna, en el desarrollo de nuevas relaciones entre sus miembros: no
jerárquico-subordinantes sino horizontales; exige el respeto a las diferencias y, todo
esto, la profundización de la democracia sobre la base del protagonismo y participación
plena de cada uno. Por ello, lejos de aceptar el divorcio entre lo social y lo político,
afirma su indisoluble nexo constituyéndose como sujeto (y actores) sociopolítico(s). 237

Estos actores conforman nuevas identidades y sentidos de pertenencia en la misma


medida en que -en lucha por la sobrevivencia y transformación de la realidad en que
viven-, van desarrollando un crecimiento de conciencia y organización, es decir, en la
medida en que van asumiéndose como protagonistas conscientes de su historia. 238

Tanta dispersión y fragmentación de identidades, realidades, pertenencias,


preferencias, imaginarios y aspiraciones –entre otras cuestiones-, apunta como

237 Habitualmente, en las Ciencias Sociales se emplea el concepto sujeto para señalar o referirse a las
fuerzas sociales potencialmente interesadas en la transformación social de una sociedad dada, es decir,
a los sujetos potenciales del cambio; estos se identifican y definen aquí, más específicamente, como
actores sociales.

238 Como característica distintiva de estos actores sociales puede destacarse el hecho de que no
delegan su capacidad de análisis de su realidad y la decisión de su quehacer en organizaciones externas a la
suya propia; para ellos ya no hay partidos dirigiendo al movimiento desde afuera, sino actores sociopolíticos
igualmente aptos para pensar su realidad y decidir cómo y cuándo actuar en consecuencia.

223
imposible que uno solo de los actores sociales, sociopolíticos, o políticos, pueda erigirse
en representante del conjunto. Influye en ello -además de las fracturas señaladas-, la
que existe entre lo social y lo político, entre lo reivindicativo y lo político, entre los
actores sociales y las organizaciones político-partidarias, poniendo de manifiesto –
combinadamente-, una crisis profunda de representación. La pérdida de poder de la
clase obrera, el carácter defensivo de sus luchas, y la crisis de representación y
legitimidad de sus organizaciones sindicales, se combina con la ausencia de referentes
orgánicos del movimiento, con la crisis de las organizaciones políticas en general y de
izquierda en particular, es decir, con la ausencia o debilidad de los posibles referentes
políticos de la clase.

Y todo esto pone en tela de juicio, una vez más, la concepción o el paradigma instalado
en el pensamiento marxista predominante acerca del sujeto (social y político) del
cambio. Las interrogantes colocadas serían: ¿Se puede hablar de sujeto del cambio en
sociedades tan fragmentadas socialmente? ¿Hay un sujeto o son varios?, ¿quién o
quiénes lo representan o referencian? ¿Cómo recomponer el sujeto fragmentado?¿Qué
relación guardan los actores sociales con los partidos políticos de izquierda?, ¿se trata
de un sujeto social diferenciado del sujeto político?, ¿son dos sujetos o uno solo?

La posibilidad de existencia de un sujeto pasa por la capacidad de los actores sociales


de rearticular los fragmentos aislados, en proceso de constitución de los actores y el
pueblo en sujeto colectivo. Ello implica articular la diversidad y multiplicidad de
problemáticas (políticas, sociales, culturales, étnicas, etc.), de experiencias e
identidades, en aras de conformar un todo (plural, diverso, articulado) capaz de
consensuar objetivos comunes, de darse las formas organizativas necesarias para
actuar eficientemente (con organización, participación, propuesta y conducción) en pos
de conseguirlos, y de plasmar todo ello en un programa político-social capaz de hacerlo
realidad, dentro de un proyecto de futuro diseñado colectivamente. Supone reconocer
de hecho y en los hechos, que el sujeto solo puede ser sociopolítico, no solo por re-
articular o proponerse re-articular el brazo político con el brazo industrial, el sujeto
político con el sujeto histórico, sino porque –sobre esa base como punto de partida
fundamental y central-, su existencia es un resultado (a la vez que condicionante) de la
articulación del conjunto de los fragmentos sociales –en primer lugar a través de los
actores sociopolíticos-, para constituirse colectivamente en sujeto popular239 de la
transformación de la sociedad, definición colectiva de proyecto e instrumentos
orgánicos mediante.240

239 Sujeto social-político-histórico (en el sentido de constituirse en un proceso histórico concreto).

240 Esto es importante porque el criterio de que política es relación entre clases, se redujo tanto que se
dejó de lado el hecho de que la política –como actividad política- impregna todo el tejido social. Se desconoció la
amplitud de su independencia relativa.

224
No es posible concebir que se pueda ser sujeto de un modo esquizofrénico: compuesto
por un sujeto que tiene conciencia, que sabe y dirige (manda), y otro dependiente del
primero para ser consciente, saber y actuar (obedeciendo). El ser sujeto indica plenitud
de capacidades y facultades, junto al ejercicio protagónico de las mismas, sin tutelajes.

Cuando se habla de sujeto popular del cambio se alude a un sujeto sociopolítico


múltiple y diverso, unificado a través de un proceso de articulación (y re-articulación)
orgánica que potencia el proceso de constitución de los actores sociopolíticos en sujeto
popular, categoría que da cuenta precisamente de esa su condición plural (articulado).
Esto habla de su carácter doblemente heterogéneo, por un lado, en lo que hace a su
constitución, sobre la base de la articulación de diferentes actores, clases, sectores
sociales; y por otro, porque esa articulación ocurre también –y se asienta- al interior de
cada uno de los fragmentos, sectores, clases, etc., tal como he explicado, por ejemplo,
en el caso de la clase obrera. Y esta heterogeneidad no es un fenómeno cuantitativo y
formal, al contrario, expresa condensadamente las huellas de la crisis en las
subjetividades de cada cual, en sus identidades, llamadas también a ser articuladas. Y
esto habla de respeto a las diferencias, de tolerancia y de democracia entendida como
pluralidad y –sobre esa base- participación.

Convergentemente con ello, el concepto sujeto hace referencia también a lo


fundamental, a lo clave, a lo realmente condicionante y decisivo de todo posible
proceso de transformación: se refiera a los hombres y mujeres que viven en el pueblo -
en sus diferentes micromedios, grupos sociales y contextos-, y sienten la ausencia de la
que habla Hinkelammert; con su participación cuestionadora y enfrentamiento
protagónico al sistema decidirán (irán decidiendo) cuáles cambios habrán de hacer, y
los llevarán a cabo sobre la base de su voluntad y determinación de participar en el
proceso. Ellos intervienen a partir de sus conocimientos y experiencias históricas en
igualdad de derechos de participación, de un modo en el que “lo espontáneo” es
apenas una magnitud relativa. Y esto será así, en la medida en que sean ellos quienes
identifiquen a la transformación como un proceso necesario para sus vidas y –sobre
esa base- se decidan a realizarla (decidiéndose a su vez –aunque no se lo propongan
así- a constituirse en sujetos).

“En esta perspectiva la liberación llega a ser la recuperación del ser humano como
sujeto.”241 Y esto implica participar en la definición del rumbo y el alcance de esas
transformaciones, y también de las vías y caminos de acercamiento a los objetivos, en
la medida en que vayan construyendo las soluciones, construyendo y acumulando
poder, y organización colectiva capaz de conducir al conjunto a la vez que construyen el
proyecto y se auto constituyen242 como sujetos.

241 Hinkelammert, Franz, Op. Cit., p. 348.

242 Que no significa que se alcance espontáneamente, es decir, sin mediar procesos de formación y
reflexión colectivas impulsados por los propios actores-sujetos, anudados al propio proceso
225
 La transformación de la sociedad es un proceso objetivo-subjetivo
colectivo y múltiple que no puede relegarse hasta después de la “toma del
poder”. No se producirá nunca transformación social alguna, estable y duradera, si no
es a partir de la transformación cotidiana y radical de los hombres y las mujeres que la
integran. No habrá nunca un futuro diferente al presente si no empieza a construirse
desde ahora.243 De ahí que el problema inmediato fundamental de la transformación de
la sociedad no radique en tomar el poder, sino en transformar la sociedad en la
dirección de los intereses populares.244 Y esto será posible si los hombres y las mujeres
que la integran desean, en primer lugar, cambiarse a sí mismos transformándose a
través de su participación plena, consciente y crítica, en el proceso de transformación,
en las organizaciones que ellos mismos irán creando para ello y en la definición de los
objetivos a alcanzar, participando protagónicamente en el diseño de la sociedad en la
que quieren vivir, que luchan para construir y luego lucharán para profundizar su
construcción y desarrollo.

8.4 CLAVES SOCIOPOLÍTICAS

8.4.1 UN NUEVO TIPO DE CONDUCCIÓN POLÍTICA245

 Las reflexiones sobre las experiencias de luchas sociales en Latinoamérica,


particularmente acerca de aquellas que han construido articulaciones sociopolíticas,
permiten identificar un conjunto de elementos que contribuyen a caracterizar algunos
transformador que deviene, en este sentido, un proceso pedagógico político colectivo.

243 Esto es asunto clave. El afán de lucha por el todo subordina el hoy de los propios luchadores no
logra acumular fuerzas, y termina engrampado en la lógica del todo o nada que –según enseña nuestra
experiencia se tradujo en nada. Como reflexiona Nicolás Guevara: “...el todo o la nada es una
abstracción; es la utopía global a la que se lleva el sueño por conseguir y, por conseguir el sueño, nunca
se avanza en algo concreto. Se desprecia la cotidianidad, olvidando que el ser humano vive de la
solución de su problema cotidiano. (...) hay que avanzar desde la cotidianidad, partir de ella para construir
el sueño, y para que sintamos todos que vamos avanzando, que no nos frustremos como la generación
del setenta y parte de los ochenta. (...) Lo que no se entendió es que la utopía se construye día a día y
que cada día hay que ganar algo para concretarla. Y eso implica confrontar, negociar y avanzar paso a
paso junto con la gente.” [Construyendo poder desde abajo, Op.Cit., p. 25.]

244 Esto no niega la posibilidad o necesidad de hacerse del poder político en determinado momento de
la lucha, si la acumulación de fuerzas lo permite y la dinámica del proceso de transformación lo reclama
para dar un salto en el proceso. No resulta posible en este trabajo detener la mirada analítica sobre este
tema; lo menciono a sabiendas de que frecuentemente suele llevar a confusiones, que no es posible
analizar en este estudio.

245 Por su relación específica con el tema, se tomó sólo este nuevo tipo de conducción política (No.
7),de los siete contenidos en la obra original.

226
pilares básicos para promover el desarrollo de las relaciones sociopolíticas propuestas.
Las prácticas específicas y las posibilidades concretas de avanzar y construir
colectivamente la dirección político social de los procesos de transformación en cada
lugar, irán enriqueciendo, profundizando, mejorando, modificando o ampliando estos
elementos iniciales acorde con las condiciones particulares concretas de cada lugar.

--Respetar la autonomía de cada uno de los actores sociopolíticos.

El concepto autonomía, indica la presencia de cualidades diferenciadoras en cada una


de las partes autónomas a la vez que da cuenta del sentido de pertenencia de éstas al
todo del que se señala su condición de autónoma, es decir, diferenciada e
interdependiente, en interrelación con las otras partes autónomas e intercondicionadas
por y hacia ellas. A diferencia de la noción de independencia, la de autonomía supone
la necesidad de la articulación, es la base para ella.

Construir una organización sociopolítica, sindical o barrial autónoma en su relación con


otras similares, implica promover la autonomía también en su interior, lo que supone la
participación democrática y plena de sus miembros en la toma de decisiones y en la
ejecución de las mismas.

--Reconocer la identidad de cada actor social.

El respeto a la autonomía de los actores sociales, sociopolíticos o políticos, implica


directamente el reconocimiento de su identidad. Y la identidad, al igual que la
organización, que la conciencia, que el propio actor-sujeto, se construye en la lucha,246
esto es, mediante la relación con los otros, dentro del mismo campo popular y, teniendo
a éste como lugar de pertenencia, en su relación con las fuerzas del campo de la
dominación.

Identidad alude a lo que define a un colectivo humano como tal colectivo y no otro, es
decir, a lo que lo unifica, lo cohesiona en su interior a la vez que lo diferencia de todo lo
exterior a él (en diferentes grados). O sea, que, si toda identidad alude a una diferencia
respecto de otros, el reconocimiento y respeto de las identidades no es otra cosa que el
reconocimiento y respeto de esas diferencias. Es esto lo que está en la base de la
posibilidad de establecer relaciones horizontales en la articulación de los diversos
actores sociopolíticos.

Un segundo problema es llegar a definir en torno a qué objetivos se logrará esa


articulación, pero esto está también muy anudado a los aspectos anteriores, ya que la

246 “En esta relación conflictiva, en las luchas, es donde se van perfilando las identidades de los diversos actores.
(Esto implica) que las identidades se van construyendo en relación con otras; ellas no existen a priori y la lucha es
‘sobre la formación misma de los sujetos, lucha por determinar-articular los límites sociales’” Sojo, Ana, Mujer y
Política, Editorial DEI, San José, 1988, p. 34.
227
definición de esos “qué” no vendrá dada de parte alguna sino que será parte y resultado
de ese proceso de construcción plural articulada.

--Promover y desarrollar relaciones horizontales entre los diversos actores


sociopolíticos.

La superación del anterior esquema jerarquizado subordinante y vertical de


organización y concepción de la dirección del sujeto transformador es un elemento
clave a tener en cuenta en el debate en torno a la conformación del sujeto popular.
Aunque en este momento, el desarrollo de relaciones horizontales sea
mayoritariamente un propósito, es importante persistir en su construcción asumiéndolas
como basamento que contribuirá a la constitución del sujeto popular del cambio en cada
país.

--Articular los distintos espacios de luchas respetando las decisiones de cada


sector y también sus ritmos.
.
Esto es particularmente notorio para las organizaciones sociales campesinas, y
aquellas asentadas en barrios populares. Estas funcionan a partir de lo cotidiano en un
ámbito territorial definido, tienen muy presente que,

“Los procesos democráticos de participación implican, en cierto modo, lentitud, porque


hay que montar la lucha desde la base y esto requiere de encuentros, asambleas,
jornadas de trabajo, reflexión, lo que es totalmente diferente a montar un programa de
lucha entre cinco, seis o diez dirigentes en una mesa de trabajo. Por más claridad
teórica y política que tengamos, ese programa nunca será asumido realmente por la
población.

La dificultad de COPADEBA para coordinar con las organizaciones de izquierda


partidaria es por eso, porque vamos a un ritmo lento. Siempre nos planteamos partir de
las necesidades de la gente y tratamos de incorporar cada vez a más personas a este
proceso. No montamos nunca un programa de lucha desde arriba, ni en la coordinación
de COPADEBA, ni con otros grupos populares. Porque luego los mismos dirigentes
tenemos que ejecutar ese programa y la gente nos va a mirar desde la acera de su
casa. Y eso no es lo que nosotros queremos.”247

--Superar los prejuicios presentes en una y otra parte.

El respeto a la identidad y autonomía de cada cuál –base para el desarrollo de


relaciones horizontales entre los diversos actores sociopolíticos-, implica una relación

247 Guevara, Nicolás, tomado de: Construyendo poder desde abajo, Op. Cit., p. 41.

228
biunívoca que no siempre se logra. En este sentido, superar prejuicios o criterios
arraigados por antiguas prácticas, tanto por parte de los partidos de izquierda como de
las organizaciones sociopolíticas populares, es un requisito primero. Las nuevas
relaciones entre los actores sociales y políticos, la conformación de los sociopolítico
colectivo, irá cuajando en la propia práctica de construcción, sin recetas preconcebidas,
precisamente porque se asienta en el reconocimiento de la autonomía e identidad de
cada uno de los actores sociopolíticos y en el de la horizontalidad de sus relaciones.

De ahí que el objetivo fundamental de estos planteamientos –lejos de pretender


presentar un conjunto acabado de pasos que habría que dar para resolver el actual y
antiguo y radical divorcio entre los partidos de izquierda y las organizaciones y
movimientos sociales-, sea el de contribuir -sobre la base de las enseñanzas actuales y
las que vayan surgiendo de las experiencias concretas de resistencia y lucha de los
distintos actores sociopolíticos latinoamericanos-, a una reflexión profunda sobre las
prácticas, a una revisión crítica y autocrítica del modo en que se ha trabajado durante
muchos años en uno y otro sector y en las relaciones entre ambos y, a la vez –sobre
esa base-, a un replanteo de la concepción con la que se ha llevado y se lleva adelante
ese trabajo y esa relación.

Esto supone un replanteo conceptual y metodológico acerca de la política, lo político, y


sus protagonistas, y acerca de cómo hacer política de un modo y con un contenido que
se corresponde con las experiencias acumuladas y las exigencias actuales de las
luchas y la situación histórico concreta que vivimos. Es un profundo llamado a la
creatividad e imaginación, potenciando la capacidad de aferrarse a la vida, de amar, y
de soñar de los pueblos.

Otro mundo será posible si somos capaces de anticiparlo creadoramente en nuestras


mentes y hacerlo realidad colectivamente con nuestras prácticas, día a día. El reto es
comenzar a hacerlo realidad presente desde ahora, en nuestras organizaciones, en
nuestras familias, en cada uno de nosotros y nosotras♦

229
Quinta Parte:

SUCESOS SOCIOPOLITICOS CONTEMPORÁNEOS*

* Los temas contenidos en este documento son autoría de los diferentes exponentes
que están debidamente identificados en el inicio de cada tema. De los mismos se
seleccionaron las exposiciones que se consideraron necesarias para su lectura y
exposición en el curso de Ciencia Política impartido en la Facultad de Ciencias
Económicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Su reproducción es sin
fines de lucro, únicamente con intención docente y formativa. Los temas fueron
compilados por el Lic. MSc. Edgar A. Marroquín López, Coordinador del curso
mencionado.

230
Índice
Página

Presentación 234
1. El papel regulador del Estado y los problemas de auto-regulación del 235
mercado. Hinkelammert, Franz J.
6
1.2 El Estado en América Central
1.3 El antiestatismo metafísico frente al desarrollo del Estado: Sociedad civil y 9
Estado
1.4 Mercado y plan: La constitución del antiestatismo 12
1.5 La armonía de Adam Smith 13
1.6 La crítica de Marx; el mercado como sistema auto-regulado 17
1.7 El mercado como mecanismo de regulación tecnológica 24
1.8 El capitalismo salvaje 28
1.9 La determinación futura de la sociedad en América Latina 31
2. Liberalismo, neoliberalismo y Globalización. Autores varios. 38
Liberalismo Clásico 38
Liberalismo Moderno 39
Neoliberalismo 41
Visión neoliberal de las crisis económicas y medidas de política económica 42
para solucionarlas
Las políticas neoliberales 43
La globalización 43
3. Qué es la socialdemocracia. (Autor: Fundación por la Socialdemocracia 45
de las Américas, A.C.)
Socialdemocracia: definición y origen 48
La socialdemocracia originaria (1869-1945) 49
La socialdemocracia clásica (1945-1973) 51
La tercera vía (1998-2005) 55
4. Marxismo, política y medio ambiente. Autores varios. 60
Marxismo y naturaleza 60
Marx y Engels y la relación desarrollo-medioambiente 63
Marxismo y medio ambiente 69
La economía ambiental 69
La economía ecológica 70
Límite de la economía ambiental y ecológica 72
Marxismo y medio ambiente 73
A manera de resumen: volviendo hacia las críticas al Marxismo 74
5. Socialismo siglo XXI: notas para su discusión. Atilio A. Borón 77
231
Introducción 78
El socialismo del siglo XXI: notas para su discusión 82
Valores 85
Superación del economicismo 85
Lo que el socialismo del siglo XXI no debe ser 87
Proyecto 91
El caso de la economía centralmente planificada 92
Romper las cadenas del “otro pensamiento único” 95
Sujetos 99
Pueblo 100
Partidos y movimientos sociales 105
Conciencia revolucionaria 107
Conclusiones 108

232
Presentación

Desde la primera mitad siglo XX, hasta principios del siglo XXI, y paralelamente al
periodo entre los años de auge del sistema socialista mundial hasta su precipitado
debilitamiento a finales del siglo pasado -profundizado por el derrumbe de la Unión Soviética en
los inicios de los 90-, en el mundo aparecen, reaparecen y se desarrollan sucesos económicos,
políticos, sociales y medioambientales que vienen afectando y condicionan la vida de las
sociedades, y hasta amenazan la propia sobrevivencia de la humanidad en el mediano y largo
plazo.

Si bien estos sucesos se expresan en teorías y sistemas políticos que, por un lado,
defienden y promueven el mantenimiento y reproducción del capitalismo, otros analíticamente
exponen los defectos, la irracionalidad y hasta salvajismo capitalista, proponiendo sistemas
sociales con más humanismo, conservación y protección de la vida de las personas y de la
naturaleza, proveedora de los recursos como medios de vida y producción social.

Sucesos como el papel regulador del Estado y los problemas de la autorregulación del
mercado; el neoliberalismo y la globalización; la Socialdemocracia (“populismo” en digno
significado etimológico del término) como sistema político de gobierno; el deterioro y
destrucción del medio ambiente por el voraz apetito de ganancia y la mercantilización de los
recursos naturales: y la propuesta de un nuevo socialismo acorde a las condiciones cambiantes
de las últimas década, como opción de una nueva forma de convivencia cuyo eje principal sea
el respeto a naturaleza, a la vida y la dignidad humana de la persona; son realidades que el
mundo está experimentando desde mediados del siglo pasado hasta las primeras década del
actual siglo XXI.

Los temas presentados en este documento exponen de buena forma los sucesos
anteriores, los cuales deben ser conocidos y analizados por estudiantes y profesionales de las
ciencias económicas, ya que si bien tienen una estrecha relación con la economía, el
tratamiento y solución de los problemas derivados al final requieren de un enfoque y decisión
política.

Los temas también forman parte del programa del Curso de Ciencia Política impartido en la
Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala, conformando
la quinta unidad denominada Procesos Sociopolíticos Contemporáneos.

Por último, valga mencionar, los sucesos presentados tienen una clara expresión en la
realidad social, política, económica y medioambiental de Guatemala.

Guatemala, septiembre de 2017

Lic. MSc. Edgar Arturo Marroquín López


Coordinador del Curso de Ciencia Política
Facultad de Ciencias Económicas, USAC
233
1. El papel regulador del Estado y los problemas de auto-regulación del
mercado248

El desarrollismo latinoamericano de las décadas de los cincuenta y los sesenta, percibe


la función del Estado como una función necesaria. Considera que el mercado, a pesar
de su capacidad auto-reguladora, no es capaz de asegurar el desarrollo y solucionar los
graves problemas económico-sociales que han aparecido en el continente. Se percibe
que el mercado distorsiona las relaciones sociales y que tiende, en las circunstancias
de América Latina, al estancamiento del crecimiento económico.

A partir de los años setenta, y con especial fuerza durante los años ochenta, aparece
una siempre más agresiva denuncia del Estado y de su papel regulador en la sociedad
moderna. Si en las décadas de los cincuenta y los sesenta al Estado se le asigna una
función clave en el desarrollo económico y social de la sociedad, en las décadas de los
setenta y los ochenta el Estado es designado como el gran culpable de los mayores
problemas que aparecen. Cada vez más ocurre una fijación negativa en el Estado. Este
aparece como el gran culpable de todo. Si no hay desarrollo, la culpa la tiene el Estado.
Si hay desempleo, también el Estado tiene la culpa. Si hay destrucción de la naturaleza,
los errores del Estado parecen ser el origen de ella. Ronald Reagan, en su campaña
electoral del año 1980, resumió esta actitud con la frase: "No tenemos problemas con el
Estado, el Estado es el problema".

Esta fijación en el Estado como culpable de todos los males, no es sino la otra cara de
una fijación contraria, según la cual el mercado soluciona todos los problemas.
Podríamos variar la expresión citada, para mostrar el significado de esto: No tenemos
que solucionar problemas, el mercado es la solución de todos los problemas. Frente al
Estado como el Mal. aparece el Bien: el mercado es considerado ahora como la
institución perfecta, cuya afirmación es suficiente para no tener problemas.

Esta negación maniquea del Estado revela un profundo estatismo al revés. Si se quiere
definir al estatismo como una actitud que cree encontrar en la acción del Estado la
solución de todos los problemas, en este estatismo al revés lo vemos simplemente
invertido y transformado en el culpable de todo. El Estado lo sigue siendo todo. De aquí
que la negación maniquea no haya cambiado la actitud profundamente estatista en
relación al Estado.

Así apareció el antiestatismo metafísico de las últimas décadas, que es la otra cara de

248 Hinkelammert, Franz J. El papel regulador del Estado y los problemas de


auto-regulación del mercado. Nuestro proyecto de nueva sociedad en América Latina. 31
de Enero de 1991. http://www.pensamientocritico.info/articulos/articulos-de-franz-hinkelammert/99-nuestro-
proyecto-de-nueva-sociedad-en-america-latina-el-papel-regulador-del-estado-y-los-problemas-de-auto-regulacion-
del-mercado.html

234
una afirmación total del mercado. Este antiestatismo domina la discusión actual sobre el
Estado y se ha transformado en un leitmotiv de la visión del mundo en el presente.
Apareció con las teorías neoliberales sobre la economía y la sociedad, representando
hoy una especie de sentido común de la opinión pública del mundo entero. Se
manifiesta incluso en los países socialistas, y domina la mayoría de las instituciones
internacionales que toman decisiones políticas.

Pero no se trata simplemente de una ideología de la gente. Son los Estados los que
asumen esta ideología antiestatista y la promueven. No se trata de un sentido
anarquista popular, como ha existido en todos los tiempos, y que sueña con una
sociedad sin dominación, sin dinero y sin Estado, sino de la definición de una estrategia
estatal a nivel de los poderes públicos mismos. Son los presidentes, los parlamentos,
los ejecutivos de las empresas, los bancos centrales, las entidades internacionales
como el FMI y el Banco Mundial, los portadores de la ideología antiesiatista. Aparecen
las dictaduras de Seguridad Nacional en América Latina, que legitiman su terrorismo de
Estado en nombre de esta misma ideología antiestatista. Aparecen verdaderos
totalitarismos que en nombre del mercado total propagan el desmantelamiento del
Estado, y que justifican su terrorismo de Estado en nombre de la pretendida necesidad
de la desaparición o minimización de éste. La dictadura de Pinochet en Chile fue un
sistema antiestatista de este tipo, sin embargo este elemento antiestatista estuvo
presente igualmente en la dictadura militar argentina y en la uruguaya, apareció en los
años ochenta en Brasil, y actualmente tiene una vigencia visible en todas las
sociedades de América Central.

En ningún caso esta política antiestatista ha disminuido la actividad estatal. Pero ha


reestructurado al Estado. Aumentaron las fuerzas represivas de éste. Hasta el grado de
que el Estado dejó de cumplir con sus funciones sociales y económicas. En nombre de
la ideología del antiestatismo, el Estado policiaco sustituyó al Estado social. La
ideología antiestatista sirve como pantalla para esconder un aprovechamiento sin
límites del Estado, de parte de los poderes económicos internacionales y nacionales.
Se trata de una tendencia que comenzó con la ola de dictaduras de Seguridad Nacional
de los años setenta en América Latina, y que sigue vigente hoy a pesar de todas las
democratizaciones. A las dictaduras de Seguridad Nacional, siguieron democracias de
Seguridad Nacional.

1.1 El Estado en América Central

En América Latina, la denuncia generalizada del Estado se realiza en un continente que


tiene Estados muy poco desarrollados y con una institucionalización sumamente
precaria. Hay pocos Estados con la capacidad de una acción racional en todo su
territorio, o en partes de este. Quizás Chile y Uruguay tienen Estados más
desarrollados, no obstante, en el resto del continente el Estado es poco eficaz. Su
235
presencia nacional es, por un lado, simbólica; por otro lado, descansa en la presencia
de sus fuerzas armadas y represivas, mientras que la vigencia de las leyes del Estado
es en muchas partes completamente efímera.

Si eso vale para América Latina en general, más vale aún para América Central,
posiblemente con la excepción de Costa Rica. En Nicaragua, ha habido por primera vez
un cierto desarrollo estatal durante el gobierno sandinista, en tanto que en los otros
países el Estado es una imposición desde arriba, efectuada por las fuerzas armadas, y
simbolizada por la bandera, el himno nacional y la Iglesia Católica. La situación, en
general, corresponde a lo que ya en el siglo XIX se describió como Estados, en los
cuales había solamente dos instituciones de vigencia nacional: el ejército y la Iglesia
Católica. Aunque la posición de la Iglesia Católica se está debilitando rápidamente, ella
sigue siendo la única representante nacional en el plano simbólico, al lado del ejército
en el plano del ejercicio de la fuerza. A pesar de las grandes diferencias entre algunos
países, sobre todo con Costa Rica, esta continúa siendo la tendencia general. Estos
Estados precarios tienen una fuerte tendencia al autoritarismo, y tradicionalmente han
sido dominados por dictaduras militares. Cuando aparecen periódicamente regímenes
de democracia parlamentaria, se trata de democracias oligárquicas, que en cualquier
momento pueden ser arrolladas por nuevas dictaduras militares, apoyadas por estas
mismas oligarquías.

La fuerte presencia del ejército en la institucionalidad del Estado en América Central —y


en América Latina en general—, no atestigua la existencia de Estados fuertes. Es más
bien el resultado de una situación, en la cual el Estado se haya débilmente
desarrollado. El Estado no cumple con las funciones básicas para la sociedad, y suple
esta carencia con la existencia de un aparato represivo exageradamente grande. Esta
es la razón de la fuerte tendencia en América Central, a basar la legitimidad del orden
existente en la presencia del ejército. La incapacidad de cumplir las funciones del
Estado, obliga a éste a ser un Estado autoritario. Esta falta de desarrollo del Estado se
nota en América Central en muchas partes, aunque con grandes diferencias entre cada
uno de los países. Los Estados no pueden siquiera formular estrategias económicas o
sociales a largo plazo. Allí donde surgen intentos de formular tales planes de parte de
los ministerios de planificación, no llegan a definir políticas sino que se limitan a
declaraciones de intenciones. Tampoco existen sistemas de educación que sean
capaces de cubrir las necesidades de los países, ni capacidad de ejecutarlos. Tampoco
hay sistemas de salud que pueden cubrir a la población entera. La economía se
desarrolla al azar, y a falta de una política económica nacional, sigue las pistas de
orientación dadas por los países del centro y las instituciones internacionales
dominadas por ellos. Dada esta ausencia, no es posible tampoco tener una estrategia
de desarrollo científico o técnico. De todo eso se habla constantemente, pero no hay
capacidad política para realizarlo.

(Esta falta de desarrollo estatal se percibe en) el cobro de los impuestos. No se cobran
236
donde hay ingresos, sino donde alguien por alguna razón, tiene que sacar la billetera o
se le presenta alguna situación de urgencia. Por ello, la enorme importancia para los
ingresos del Estado del impuesto de compra-venta, de las tasas de aduana, de la salida
del país y de todo tipo de diligencias estatales que sirven para obligar al ciudadano a
pagar. Sin embargo, los impuestos directos son muy pocos. Se cobra a los asalariados,
pero son casi inexistentes para los ingresos altos. No obstante, incluso en esta
situación del cobro de impuestos la evasión es la regla, no la excepción. Así como los
posibles reclutas corren para que el ejército no los encuentre, los ingresos también
corren para que el Estado no les cobre. Y el Estado no es capaz de obligar, de ahí que
la evasión no es perseguida por medio de castigos sensibles. Las leyes del Estado son
para los que no tienen escape, pero de ninguna manera tienen vigencia universal.
Ciertamente, en una situación de este tipo el Estado solamente puede defender el
orden existente por la presencia del ejército, cuya gran importancia y cuya represión, de
nuevo, atestiguan el hecho de un Estado débil y poco desarrollado, y no de un Estado
fuerte.

El caso de Costa Rica es la excepción, que confirma precisamente esta regla. Costa
Rica es el único país de América Central donde la presencia de los aparatos represivos
es poco notable, y donde hasta ahora ni siquiera existe un ejército. Sin embargo. Costa
Rica es a la vez el país que tiene más desarrollo estatal en la región. Esto se evidencia
en la existencia de un sistema escolar que cubre todo el país y que ya tiene cierta
diversificación, y de un sistema de salud de carácter parecido. Con la banca
nacionalizada se dispone de un instrumento que permite efectuar una política
económica orientada por una estrategia, cuyo resultado ha sido un desarrollo
económico mucho más equilibrado entre campo y ciudad que en el resto de la región.
Se ha logrado, por tanto, un alto grado de legitimidad del orden existente, que descansa
sobre el consenso. En consecuencia, la nación puede existir sin ningún ejército
relevante que supla una falta de desarrollo del Estado por un régimen autoritario. Este
hecho explica la larga tradición democrática del país, cuya base ha sido: un desarrollo
equilibrado entre campo y ciudad; el cumplimiento de las funciones básicas del Estado
en la definición de una estrategia económica, de educación y de salud; y una
distribución de los ingresos mucho más moderada que en el resto del área.

En América Central —como en general en América Latina—, los ejércitos devoran


visiblemente a sus países. Consumen destructivamente el excedente económico,
paralizando el desarrollo. El orden existente, que ellos estabilizan, es un orden sin
posibilidad de futuro, pues las oligarquías, conjuntamente con los ejércitos, destruyen
ese futuro. Por eso, si Costa Rica ha logrado escapar hasta cierto grado de esta
tendencia, eso ha ocurrido porque pudo evitar el surgimiento de un ejército, y canalizar
el excedente económico mediante el desarrollo del Estado hacia las tareas de
desarrollo.

Allí donde el Estado ha desarrollado sus funciones ampliamente, los aparatos


237
represivos tienen un papel más bien subsidiario y no dominante, mientras en los casos
de un desarrollo insuficiente del Estado, estos aparatos se han transformado en el
poder dominante del Estado. De eso resulta la tendencia al Estado autoritario. A falta de
un desarrollo suficiente del Estado, en América Latina como en América Central, la
prevalencia de las dictaduras militares ha asegurado tradicionalmente la continuidad del
orden existente. Sin embargo, en alto grado son los mismos ejércitos que estabilizan el
orden, los que hacen imposible el desarrollo de los países. Al destruir el excedente
económico improductivamente, desvirtúan la posibilidad de un desarrollo futuro.

Esta tendencia al orden autoritario no se ha dado únicamente en América Latina. Una


tendencia parecida se observa tanto en la historia de Europa Occidental, como en la de
EE.UU. También en estos países el débil desarrollo del Estado en los siglos XVIII y XIX
llevó a Estados autoritarios, aunque en este caso en forma democrática. Estas
democracias fueron democracias autoritarias, hasta por lo menos la Primera Guerra
Mundial. Estabilizaron el orden existente no por el consenso, sino por la simple
imposición de los grupos que sustentaban este orden. Lo hicieron por medio del voto
clasificado, en el cual los votantes, según sus ingresos, tenían diferente número de
votos. Al no existir el voto universal, los grupos dominantes tenían automáticamente la
mayoría, y se disputaban el gobierno entre ellos. La esclavitud en EE.UU., y la posterior
separación de las razas—una especie de apartheid— tuvo el mismo efecto. No
obstante, en este caso no fueron los ejércitos los que estabilizaron el orden, sino
fuerzas represivas policiales, lo que hizo más fácil el tránsito a la democracia de voto
universal después de la Primera Guerra Mundial, y es más compatible con el uso del
excedente económico para tareas de desarrollo.

1.2 El antiestatismo metafísico frente al desarrollo del Estado: sociedad civil y


Estado

El antiestatismo metafísico es la respuesta surgida en las décadas de los setenta y los


ochenta, al desarrollo de la sociedad civil y del Estado en las décadas de los cincuenta
y los sesenta. Las décadas de los cincuenta y los sesenta, son décadas de desarrollo
en América Latina. Se trata de un desarrollo económico, social y político, con miras a
establecer un consenso que apoye la estabilidad del sistema social existente. Para
lograr este consenso se fomenta la industrialización en un marco de planificación
estatal global, desarrollando a la vez el Estado en términos de un Estado social (leyes
laborales, sistema de educación y salud, reforma agraria, etc.). Este desarrollo estatal
estimula un desarrollo de la sociedad civil a nivel de organizaciones sindicales en la
industria y el campo, vecindades, cooperativas, organizaciones juveniles. Surge
entonces una sociedad civil amplia, con sus exigencias frente al mundo empresarial y
frente al Estado.

La política de industrialización se basa en la substitución de importaciones, y logra un


238
rápido desarrollo industrial en muchas partes. Sin embargo, cuando esta política hace
crisis y se estanca, aparecen conflictos a nivel de la sociedad civil, que rápidamente se
extienden al campo político. El aumento tendencial del desempleo y la concentración
del ingreso subvierten el consenso sobre el sistema social a fines de la década de los
sesenta, y la democracia de voto universal produce mayorías que tienden a la ruptura.
Esta crisis se manifiesta en toda América Latina, pero también en los países del centro,
donde la rebelión estudiantil de 1968 (Francia) hace visible una crisis de legitimidad,
que es crisis del consenso. En los países del centro se logra superar esta crisis, en
tanto que en los países latinoamericanos la respuesta es extrema y lleva a la ruptura
con el sistema democrático existente. Se abandona la política del consenso y se pasa a
la imposición violenta del capitalismo amenazado. Aparecen las dictaduras de
Seguridad Nacional, que ya no son del tipo de las dictaduras militares tradicionales de
América Latina. Estas dictaduras son ahora altamente ideológicas y hasta metafísicas,
frente a dictaduras tradicionales simplemente continuistas. Las dictaduras de Seguridad
Nacional definen una relación nueva con la sociedad civil y con el Estado a partir del
poder militar, que se apoya en el terrorismo de Estado sistemático. Estas dictaduras se
transforman en portadoras del antiestatismo metafísico en América Latina, y surgen en
los años ochenta también en América Central (Honduras, Guatemala y El Salvador).
Aunque operen muchas veces con una pantalla democrática, actúan como lo han hecho
las dictaduras de Seguridad Nacional de los setenta en los países de América del Sur.

Apoyadas en el terrorismo de Estado, imponen por la fuerza un sistema económico que


prescinde del consenso de la población. En nombre del antiestatismo, estas dictaduras
de Seguridad Nacional actúan en un doble sentido. Por un lado, destruyen la sociedad
civil, tal como se ha configurado en las décadas anteriores. Por eso, destruyen los
movimientos populares en todos sus ámbitos: sindical, cooperativo, vecinal. Destruyen
también la organización social derivada de las reformas agrarias en el campo.
Destruyen igualmente las organizaciones políticas generadas en vinculación con esta
sociedad civil. Por el otro lado, destruyen las actividades del Estado que han
acompañado y mediatizado esta sociedad civil, o sea la capacidad del Estado de trazar
una estrategia económica, así como los sistemas de salud y educación. Toda esta
destrucción se realiza en nombre del desmantelamiento del Estado y de la privatización
de sus funciones, una línea de acción fundamentada por una verdadera metafísica
antiestatista de los aparatos de represión. Por supuesto, el Estado ni desaparece ni
disminuye. Lo que aparece ahora es un Estado distinto del anterior. El anterior Estado
buscaba el consenso popular. Por eso desarrolló funciones que promovieron a la vez la
sociedad civil. Este nuevo Estado es un Estado de imposición violenta, que ha
renunciado al consenso de la población para destruir la capacidad de la sociedad civil
de ejercer resistencia u oposición frente a las líneas impuestas por la política estatal,
inspirada en la política del mercado total. Es un Estado enemigo de la sociedad civil, el
cual la reduce a la empresa privada que actúa conforme a las relaciones del mercado.
El concepto de sociedad civil resultante es muy similar al que se tenía durante el siglo
XIX. El concepto apareció a comienzos de aquél siglo, y se refería a toda la actividad
239
social no iniciada o influida directamente por el Estado. Dado el poco desarrollo social
de las sociedades europeas en ese tiempo, prácticamente la sociedad civil se identificó
con el ámbito de actuación de la empresa privada. Incluso el idioma alemán expresa
eso directamente. Se habla allí de sociedad burguesa: "burgerliche Gesellschaft". Esta
concepción de la sociedad civil correspondía al hecho de la democracia autoritaria
vigente en ese tiempo. Se trataba de una sociedad civil nítidamente clasista, en la cual
sólo la burguesía tenía voz y, por tanto, era considerada. Durante el siglo XIX se
desarrolla la sociedad civil, y a comienzos del siglo XX ya no tiene sentido identificarla
con la sociedad burguesa. Al lado de las empresas privadas han surgido un gran
número de organizaciones populares, en especial sindicatos y cooperativas, las cuales
se expresan políticamente en los partidos socialistas que presionan por el voto
universal. La sociedad civil deja de ser el ámbito de una sola clase, toda vez que ahora
aparecen otras clases organizadas. En su seno brota un conflicto, que es ante todo un
conflicto de clases.

Al considerar el Estado burgués este conflicto como legítimo, empieza a relacionarse


con él desarrollando nuevas funciones del Estado, que posteriormente logran
establecer un nuevo consenso, que no elimina este conflicto, pero que lo canaliza y lo
institucionaliza. Donde eso no ocurre, surgen los primeros Estados burgueses violentos
con la pretensión de suprimir completamente este conflicto. Se trata de los Estados
fascistas surgidos entre las dos guerras mundiales. Después de la II Guerra Mundial, el
Estado burgués de reformas se impone en toda Europa Occidental. Las funciones del
Estado y de la sociedad civil se desarrollan paralelamente, y el cumplimiento de las
funciones del Estado posibilita precisamente el fomento del desarrollo de la sociedad
civil. La relación entre los dos se encuentra en la base del “consenso democrático” que
las sociedades de Europa Occidental produjeron después de la II Guerra Mundial, y en
la base de su democracia electoral con voto universal. Se trata del tipo de consenso
que América Latina intentó realizar en las décadas de los cincuenta y los sesenta, una
línea que todavía la Alianza para el Progreso persiguió. La metafísica del antiestatismo
aparece en las décadas de los setenta y los ochenta, cuando la sociedad capitalista
rompe este consenso y se vuelve a estabilizar por la imposición pura y llana de sus
relaciones de producción. Aparentemente hay un retomo a los siglos XVIII y XIX.
Efectivamente, los pensadores de la economía política de ese tiempo, en especial
Adam Smith, ya habían desarrollado las bases teóricas de este antiestatismo, del cual
sacaron como conclusión la exigencia de un Estado mínimo (Estado Guardián). Se
entiende pues la vuelta actual a Adam Smith como clásico del pensamiento económico,
por este regreso a su antiestatismo.

Sin embargo, en la actualidad las mismas tesis del antiestatismo resultan mucho más
extremas de lo que eran en siglos pasados. En el siglo XVIII la sociedad capitalista se
enfrentó con una sociedad feudal del pasado, a la cual destruyó en nombre de sus
consignas antiestatistas. Esta sociedad no tenía ni fuerza ni esperanza para poder
resistir. La nueva sociedad civil todavía no había nacido. La burguesía era, de hecho, la
240
única clase social organizada, y no descubrió la necesidad de un desarrollo estatal
específico. Restringía el Estado a la función de aplicar la ley burguesa en su interior, y
al ejército para sus relaciones con el exterior. En esta situación, el antiestatismo no
alcanza tampoco los niveles metafísicos que se muestran hoy, cuando la sociedad
burguesa destruye una sociedad civil que se ha desarrollado dentro de ella. Cuando las
dictaduras de Seguridad Nacional enfrentan a los movimientos populares para
destruirlos, se enfrentan con organizaciones que surgieron como parte de la propia
sociedad burguesa. Por eso, la agresividad resulta mayor y las formulaciones del
antiestatismo más metafísicas.

1.3 Mercado y plan: la constitución del antiestatismo

Cuando la sociedad civil es reducida a la sociedad burguesa, ella tiende a identificarse


con el mercado. Las relaciones sociales de la sociedad civil se ven entonces
exclusivamente en términos de relaciones mercantiles, y otras relaciones sociales
parecen ser secundarias, e incluso innecesarias. Esta es la visión de la sociedad civil
de la de los siglos XVIII y XIX, que actualmente retoma en nombre del antiestatismo
neoliberal. SÍ esto se piensa hasta el extremo, entonces la sociedad civil identificada
con el mercado se ve enfrentada con un Estado innecesario, que hay que abolir. Si
sobrevive, lo hace en nombre de un Estado mínimo inevitable, que asegura el derecho
de la propiedad privada y el cumplimiento de los contratos. Se trata de un Estado
esencialmente represivo. Otra función no tiene. Se trata de una visión maniquea de la
sociedad, en la cual el mercado es el único polo legítimo de la acción, mientras que el
Estado es algo que sobra, o que es, en el mejor de los casos, un mal necesario. A eso
responde el principio burgués: tanto mercado como sea posible, tanto Estado
como sea inevitable. Por consiguiente, no hay funciones del Estado fuera de las de
ser un guardián represivo del derecho burgués. Resulta así la visión liberal del Estado,
en la cual éste es esencialmente represivo, y el ejército y la policía son sus instituciones
centrales. No se le concede al Estado ninguna función positiva. Su única función
consiste en asegurar el funcionamiento del mercado. Luego, la función del Estado es
esencialmente negativa, porque todo el funcionamiento de la sociedad se asegura a
través del mercado. Con eso, aparentemente, se elimina la misma política. Al ser el
Estado exclusivamente represivo, y al concentrarse su función exclusivamente en la
imposición de las leyes del mercado, aparentemente la política se disuelve en técnica.
Por supuesto, sigue habiendo política. Pero toda la política se esconde ahora detrás de
una pantalla, que la hace aparecer como una simple aplicación de una técnica.

El mercado se presenta como una exigencia científica, y de la ciencia se deriva la


técnica de su aplicación. Esta visión liberal del Estado tiene un trasfondo metafísico,
que la teoría liberal elabora refiriéndose a la fuerza auto-reguladora del mercado.
Portanto, es imposible analizar la función del Estado sin analizar la relación de éste, y
de la planificación, con el mercado. El antiestatismo actual, de hecho, no es más que
241
la sustitución del Estado por la totalización del mercado. En cuanto el Estado, por
supuesto, sobrevive, es transformado en un aparato represivo que tiene como única
función la represión de cualquier resistencia frente al mercado. El Estado burgués que
hoy resulta, es el Estado policial. De esto se sigue que tenemos que volver, aunque sea
brevemente, sobre la teoría de la auto-regulación por el mercado, a la cual se remonta
este antiestatismo burgués y su crítica. Como su clásico es Adam Smith, todo
antiestatismo actual comienza con una recuperación de su pensamiento. En
consecuencia, vamos a empezar con la visión de Adam Smith.

1.4 La armonía de Adam Smith

Adam Smith describe a la sociedad burguesa por medio de un gran mito utópico, el mito
del mercado. El mercado es para él la gran síntesis humana, buscada a través de toda
la historia, entre el interés propio de cada uno de los seres humanos y el interés
público, o interés general, el interés de todos. Comportándose el hombre en
mercados, su persecución del interés propio asegura automáticamente el interés
común de todos. El mercado es una estructura maravillosa que exime al hombre
de toda responsabilidad por el resultado concreto de sus actos, porque
automáticamente garantiza que este resultado será directa o indirectamente, de
provecho para todos. Cuanto menos el hombre se preocupe de los otros y de su
suerte, más asegura a los otros sus condiciones humanas de vida. Se constituye
así toda una dialéctica de los contrarios, que ya Mandeville había descrito
anteriormente como: vicios privados, virtudes públicas. Adam Smith da a esta
percepción de Mandeville, su cuerpo teórico. La irresponsabilidad por el resultado de
los actos ya no parece ser irresponsabilidad, sino verdadera responsabilidad.

La dureza, y hasta brutalidad, en las relaciones humanas ya no parece ser dureza o


brutalidad, sino exactamente lo contrario: la única forma realista de preocupación por el
otro, el realismo del amor al prójimo. Adam Smith describe este milagro realizado
por la estructura del mercado, como la "mano invisible", verdadera Providencia
que guía los actos humanos armónicamente: Ninguno, por lo general se propone
originariamente promover el interés público, y acaso ni aun conoce cómo lo fomenta
cuando no abriga tal propósito. Cuando prefiere la industria doméstica a la extranjera,
sólo medita su propia seguridad, y cuando dirige la primera de forma que su producto
sea del mayor valor posible, sólo piensa en su ganancia propia; pero en este y en otros
muchos casos es conducido, como por una mano invisible, a promover un fin que nunca
tuvo parte en su intención. Este es el automatismo: hay un fin, que es el interés general,
que se cumple precisamente porque no se lo tiene como meta. Instalado el
automatismo, el interés de todos se defiende exclusivamente y mejor, defendiendo este
automatismo a ultranza. Por tanto, se ha sustituido la ética en todos los ámbitos
humanos por la instauración de los valores del mercado: cumplimiento de los contratos
y respeto de la propiedad privada. Estos valores, al institucionalizarse en estructuras de
mercado, expulsan a todos los otros. El interés de todos, y con él el bien común, se
242
transforma en una simple tecnología que se aplica asegurando la estabilidad de esta
estructura. En la estructura del mercado se descarga toda sensación humana, toda
capacidad de consideración del otro.

La estructura del mercado, como referencia mítica, desata la completa


irresponsabilidad, dándole el aspecto de la única y verdadera responsabilidad. La ética
social es sustituida por una técnica. Para cumplir con lo que las sociedades anteriores
pensaban como ética, la burguesía ahora implanta una simple técnica: imponer los
mercados. Por eso, esta burguesía ya tampoco hace política. ¿Para qué la política, si
hay un medio técnico, que por su propia inercia, asegura infaliblemente lo que la ética y
la política anteriormente apuntaban ilusoriamente? La burguesía se siente iluminada,
con la fórmula matemática y técnica en las manos, que permite llegar calculadamente a
lo que otros antes de ella querían llegar ilusoriamente. Los valores de la propiedad
privada y del cumplimiento de los contratos se transforman en esta estructura mágica,
que cumple, automáticamente, con todos los sueños de la humanidad.

La destrucción del hombre que la burguesía lleva a cabo, es vista ahora como
verdadera salvación humana. La historia del colonialismo, de la esclavitud cristiana y
liberal —el mayor imperio esclavista de toda la historia humana—, los fascismos del
siglo XX y las dictaduras de la Seguridad Nacional, dan cuenta de las consecuencias
que esta visión pretendidamente científica de la sociedad, tiene. Aparece un egoísmo
que moralmente se entiende precisamente como lo contrario: preocupación realista por
la suerte del otro. Por eso, la burguesía ni siquiera entiende el reproche de egoísmo:
para ella, la persecución del interés propio equivale a la promoción de todos los otros, y
sería dañino preguntar por los efectos concretos que la acción tiene sobre el otro. El
burgués, al perseguir exclusivamente su interés propio, está completamente convencido
que está persiguiendo la salvación del otro. El cree en la identidad de todos los
intereses a través del mercado. Este cálculo del interés propio se transforma en el
pensamiento burgués, incluso en el distintivo del hombre frente a los animales. Es
asunto de animales el pedir protección, ser tomado en cuenta. El hombre calcula sus
intereses: Cuando a un animal falta alguna cosa que quiere conseguir de un hombre o
de otro animal, no tiene más remedio de persuación que granjear con halagos la gracia
de aquel de quien él aprende que ha de recibir lo que busca. Un cachorro acaricia a su
madre, y un perro procura con mil halagüeños movimientos llamarla atención de su
dueño cuando se sienta a comer, si ve que no le dan el alimento que necesita. No
obstante, el hombre no es un animal. Necesita también a los otros, pero consigue su
colaboración por el cálculo del interés propio. El mito utópico del mercado, lo defiende
en nombre del realismo.

Adam Smith prosigue con las siguientes palabras: Pero el hombre se halla siempre
constituido, según la ordinaria providencia, en la necesidad de la ayuda de su
semejante, suponiendo siempre la del primer hacedor, y aun aquella ayuda del hombre
en vano la esperaría siempre de la pura benevolencia de su prójimo, por lo que la
243
conseguirá con más seguridad interesando en favor suyo el amor propio de los otros,
en cuanto a manifestarles que por utilidad de ellos también les pide lo que desea
obtener. Cualquiera que en materia de intereses estipula con otro, se propone hacer
esto: "dame tú lo que me hace falta, y yo te daré lo que te falta a ti". Esta es la
inteligencia de semejantes compromisos, y este es el modo de obtener de otro mayor
parte en los buenos oficios de que necesita en el comercio de la sociedad civil. No de la
benevolencia del carnicero, del vinatero, del panadero, sino de su interés propio es de
quien esperamos y debemos esperar nuestro alimento. No imploramos su humanidad,
sino acudimos a su amor propio; nunca les hablamos de nuestras necesidades, sino de
sus ventajas. Aparece la división social del trabajo como un sistema de cálculos del
interés propio, que no admite ninguna corrección. Hay una convicción ingenua, de que
un mecanismo de este tipo es benevolente simplemente en cuanto estructura.
Ciertamente, nadie duda que en una división social del trabajo aparecen, y tienen que
aparecer, estos cálculos del interés propio. Sin embargo, la teoría de la armonía nos
llama a no admitir ni una sola referencia diferente. Todo tiene que reducirse a este
cálculo del interés propio, mientras sólo la ideología del mercado vigila por el interés
ajeno. Uno es servidor del otro, y la ganancia que logra, es la medida cuantitativa de la
eficacia de este servicio. El mercado parece ser un simple ámbito de servicios, en el
cual el interés propio impulsa a cada uno a servir al otro lo más y lo mejor posible.

El mercado es sociedad perfecta que nunca tiene la culpa, pero frente a la cual todos
son culpables. Sustituye a la Iglesia de la Edad Media en esta posición. Sin embargo,
esta teoría de la armonía del mercado va acompañada por un tenebroso realismo. No
sostiene que a todos les va bien en los mercados. Al contrario, vincula el mercado con
un silencioso y cotidiano genocidio. Lo que celebra en cuanto al mercado, es que este
es capaz de eliminar a todos los hombres que no tengan la capacidad o iniciativa para
imponerse. En el mercado sólo sobreviven los más aptos, los otros perecen. El mercado
es un sistema de competencia, en el cual no solamente se decide sobre los productos y
su producción, sino igualmente sobre los productores y su vida. La armonía no sólo es
de la oferta y la demanda de productos, sino igualmente de los productores.

El mercado es un señor sobre la vida y la muerte: En una sociedad civil, sólo entre las
gentes de inferior clase del pueblo puede la escasez de alimentos poner límite a la
multiplicación de la especie humana, y esto no puede verificarse de otro modo que
destruyendo aquella escasez una gran parte de los hijos que producen sus fecundos
matrimonios... Así es cómo la escasez de hombres, al modo que las mercaderías,
regula necesariamente la producción de la especie humana: la aviva cuando va lenta y
la contiene cuando se aviva demasiado. Esta misma demanda de hombres, o solicitud y
busca de manos trabajadoras que hacen falta para el trabajo, es la que regula y
determina el estado de propagación, en el orden civil, en todos los países del mundo...
La armonía de Adam Smith no es armónica para todos. Funciona únicamente para una
clase social. Es clasista y celebra una lucha de clases desde arriba, que la burguesía
lleva a cabo desde el siglo XVIII. Sirviéndose unos a otros, se elimina a aquellos que no
244
logran hacer un servicio que les permita vivir. No obstante, su muerte es un logro del
interés general y del bien común, un sacrificio necesario para que el conjunto se
desarrolle para el bien de todos. El individualismo desemboca en un colectivismo cínico
sin límites. Se trata de una visión del mundo que nos puede explicar adecuadamente el
capitalismo del siglo XVIII y de una gran parte del siglo XIX. Hay ciertos cambios a partir
de fines del siglo XIX, que impregnan el sistema capitalista hasta los años setenta del
siglo XX.

En esos años setenta ocurre otra vez un cambio, y los años ochenta atestiguan la
vuelta de un capitalismo, que de nuevo puede ser interpretado adecuadamente por la
visión del mundo de Adam Smith. Eso precisamente explica por qué hoy Adam Smith
nuevamente es considerado el clásico principal del pensamiento económico.
Actualmente encontramos la misma visión del mundo que demostramos en Adam
Smith, en autores como, por ejemplo Hayek, quien durante un viaje a Chile, en uno de
los peores momentos de la dictadura de Seguridad Nacional, dijo: Una sociedad libre
requiere de ciertas morales que en última instancia se reducen a la mantención de
vidas: no a la mantención de todas las vidas, porque podría ser necesario sacrificar
vidas individuales para preservar un número mayor de otras vidas. Por lo tanto las
únicas reglas morales son las que llevan al "cálculo de vidas": la propiedad y el
contrato. Tenemos el mismo argumento: el sacrificio de vidas humanas es necesario en
pos del interés general, expresado esta vez por Hayek como preservación de un
número mayor de vidas en el futuro. La expresión es vacía y mítica. Actuar en favor de
los desfavorecidos sólo es recomendable si, al no hacerlo, peligra la estabilidad del
sistema. Así lo expresa Lyotard, en su libro sobre el pensamiento posmodemo: El
derecho no viene del sufrimiento, viene de que el tratamiento de éste hace al sistema
más performativo. Las necesidades de los más desfavorecidos no deben servir en
principio de regulador del sistema, pues al ser ya conocida la manera de satisfacerlas,
su satisfacción no puede mejorar sus actuaciones, sino solamente dificultar (aumentar)
sus gastos. La única contra-indicación es que la no-satisfacción puede desestabilizar el
conjunto. Es contrario a la fuerza regularse de acuerdo a la debilidad. Se trataría en
este caso no de reformas sociales, sino de reformas anti-subversivas. La guerra
psicológica se encarga de producir una situación en la cual la no-satisfacción de las
necesidades» deje de desestabilizar al conjunto. En este caso no hay ninguna contra-
indicación. Es el caso de Adam Smith, en el cual el mercado regula el número de seres
humanos vivientes, condenando a muerte a los sobrantes. Visiblemente, se trata de una
visión del mundo en la cual no existen siquiera derechos humanos. La igualdad de los
hombres, es el derecho de todos por igual de matar al otro. Lo que se le impone al
hombre, exclusivamente, es hacerlo dentro de las reglas del mercado.

1.5 La crítica de Marx: el mercado como sistema auto-regulado

La crítica de Marx a Adam Smith, sin embargo, no se limita a la afirmación de los


245
derechos humanos frente a tal sistema de automatismo estructural. Marx asume el
mismo método científico de Smith, para llevarlo a consecuencias que éste no previo.
Por eso, Marx acepta que el mercado sea un sistema auto-regulado, que produce
exactamente el tipo de armonía que Smith le imputa. Pero, Marx busca las
explicaciones y las razones. Describe este tipo de auto-regulación por una característica
central: en la división de trabajo del taller, gobierna a priori, como una regla, la masa de
obreros asignada a cada función específica. En la división social del trabajo, sólo actúa
a posteriori, como necesidad fatal, oculta, muda, perceptible nada más que en las
variaciones barométricas de los precios de mercado, que se impone y domina por
medio de catástrofes el capricho arbitrario de los productores de mercancías. Según
Marx, el equilibrio resultante es un "equilibrio por el desequilibrio", un equilibrio que se
produce únicamente por reacciones de los actores a desequilibrios del mercado. Es un
equilibrio que presupone la existencia de desequilibrios, y jamás los puede eliminar.
Esta es la razón de que el proceso de producción sea un "martirio del productor". El
mercado no puede dejar de producir este martirio, porque sin él no podría producir el
equilibrio de la armonía de Adam Smith.

Marx denuncia, por ende, al mercado como un automatismo mortal para una clase
productora que está continuamente amenazada por la muerte. Una muerte que, para
una parte de los productores, constantemente se produce de manera efectiva. Esta
muerte es una condición de la eficacia del mercado. Marx la ve no sólo como muerte
efectiva de personas, sino que extiende la problemática. El mercado, al escoger a los
muertos, subvierte las propias fuentes de la productividad, sobre la cual se fundamenta
su eficacia. Este efecto del mercado lleva a subvertirlo con un efecto no intencional de
la acción de sus participantes. Al producir mucho, y cada vez más, socava las bases
propias de su productividad: el hombre y la naturaleza.

En la agricultura, lo mismo que en la manufactura, la transformación capitalista de la


producción parece no ser otra cosa que el martirologio del productor; el medio de
trabajo, apenas la forma de domar, explotar y empobrecer al trabajador; la combinación
social del trabajo, la opresión organizada de su vitalidad, su libertad y su independencia
individuales. La dispersión de los trabajadores agrícolas en superficies más extensas
quiebra su fuerza de resistencia, en tanto que la concentración aumenta la de los
obreros urbanos. En la agricultura moderna, al igual que en la industria de las ciudades,
el crecimiento de la productividad y el rendimiento superior del trabajo se adquieren al
precio de la destrucción y la aniquilación de la fuerza de trabajo. Además, cada
progreso de la agricultura capitalista es un progreso, no sólo en el arte de explotar al
trabajador, sino también en el de despojar el suelo. Cada progreso en el arte de
acentuar su fertilidad durante un tiempo, un progreso en la ruina de sus recursos
duraderos de fertilidad. Cuanto más se desarrolla un país, por ejemplo Estados Unidos,
sobre la base de la gran industria, más rapidez presenta el desarrollo de ese proceso
de destrucción. Por consiguiente, la producción capitalista sólo desarrolla la técnica y la
combinación del proceso social al mismo tiempo que agota las dos fuentes de las
246
cuales brota riqueza: la tierra y el trabajador.

Marx descubre detrás de la producción de bienes en el mercado, con su alta eficacia,


un proceso destructivo que lo acompaña, sin ser un producto de la intención de los
actores del mercado. Estos, al pretender una productividad siempre mayor, logran su
alta eficacia a costo de una destrucción que socava al mismo proceso productivo. Al
producir una riqueza siempre mayor, las fuentes de la producción de esa riqueza son
destruidas. Adam Smith ya había visto el proceso de destrucción del hombre, cuando
explicaba que la oferta y la demanda deciden sobre la cantidad de hombres que pueden
sobrevivir. Pero Smith no lo enfoca en su destructividad, sino solamente como fermento
de la productividad de la economía capitalista. Tampoco da cuenta del hecho de que un
proceso de destrucción parecido se lleva a cabo con la naturaleza. También la
sobrevivencia de la naturaleza, es algo que es decidido por la oferta y la demanda.
Recién Marx lo introduce en su análisis, aunque todavía ni de lejos le da la importancia
que hoy, en el siglo XX, ha llegado a tener. De esta manera, Marx replantea la tesis del
automatismo del mercado que Adam Smith había formulado.

También Marx ve el mercado como un automatismo que permite una productividad


nunca vista antes en la historia humana, y como un sistema auto-regulador que crea un
orden por el desorden, un equilibrio por el desequilibrio. Orden y equilibrio son
productos de una reacción constante en contra del desorden y el desequilibrio, que
constantemente se reproducen en el mercado. No obstante. Marx descubre que los
efectos de este automatismo socavan, también automáticamente, las fuentes de la
riqueza de las cuales depende. El automatismo del mercado, según Marx, es por tanto
una gran máquina autodestructora a largo plazo. Cuanta más riqueza crea, más
destruye las fuentes de ésta: el hombre y la naturaleza. Casi todo esto es una simple
ampliación del punto de vista elaborado por Adam Smith, si bien ahora dentro de un
marco teórico más elaborado y sofisticado. Sin embargo, Marx ha añadido un elemento
nuevo, que Smith ni sospechó. Se trata de su tesis de un aumento acumulativo de la
destructividad del capitalismo, que tendencialmente lleva a la catástrofe del sistema
entero. No solamente analiza la destructividad del mercado en relación a su
productividad, sino que llega al resultado de que esta destructividad aumenta más
rápidamente que la propia productividad.

El sistema se transforma en un peligro para la misma sobrevivencia de la humanidad.


Marx formula esta tesis en sus leyes de tendencias, entre las cuales destaca la ley de la
pauperización. Sostiene allí que por el hecho de que el mercado fragmenta todas las
decisiones económicas, crea desequilibrios que desembocan en una pauperización de
la población integrante del sistema capitalista, que tiene una tendencia automática a
extenderse y a profundizarse. Al destruir a los hombres, expulsándolos de la división
social del trabajo, desemboca en una tendencia creciente y constante a la destrucción.
Por consiguiente, Marx sostiene frente a Smith que el sistema auto-regulado del
mercado, no tiene estabilidad a largo plazo.
247
Así pues, mientras Smith considera la muerte de los expulsados y sobrantes como el
aceite de la máquina del mercado, Marx la considera como una destructividad de éste,
que se transforma en el origen de su socavamiento. Ambos parten del mismo fenómeno
empírico de los sacrificios humanos realizados en el altar del mercado, cuya fertilidad
sacrificial consiste en la alta eficacia de la producción mercantil. Únicamente que Smith
los interpreta como la razón de una armonía social estable. De hecho, se inscribe en
una sacrificialidad arcaica, y sus argumentos no son más que secularizaciones de los
sacrificios humanos cometidos por la sociedad arcaica. Al enfrentarse críticamente a
eso, Marx llama al capital un moloc, uno de los dioses antiguos que recibió sacrificios
humanos. Marx, sin embargo, no solamente condena estos sacrificios humanos de la
sociedad burguesa, sino que analiza sus efectos empíricos. Como resultado sostiene
que su consecuencia es la autodestrucción de la sociedad burguesa por efectos no-
intencionales de la acción humana, guiada exclusivamente por criterios de mercado, un
resultado que es producto del propio automatismo del mercado. Luego, Marx no niega
que exista un automatismo del mercado ni que éste sea un sistema auto-regulado. En
este sentido, acepta los argumentos de Adam Smith. Sólo que añade un elemento que
cambia completamente el significado de este automatismo. Se trata de la destructividad
acumulativa, que, como resultado, pone en peligro el mercado mismo. Por sus análisis
hace ver que se trata de una destructividad auto-destructora, y no como cree Adam
Smith, de una simple destrucción de otros que no repercute sobre el mercado mismo.
Por tanto, Marx dirá que esta destructividad, que ya Smith imputa al mercado, es, en
contra de la opinión de éste, destructiva para el mercado mismo.

Según Marx, el mercado es un automatismo que automáticamente se socava a sí


mismo, y con él a la humanidad entera, al destruir las fuentes de las riquezas en cuya
producción está empeñado. En el tiempo en el cual Marx desarrolla su análisis,
interpreta adecuadamente lo que los pueblos europeos están viviendo. Viven la
destructividad antihumana de la sociedad burguesa. No obstante, ya hacia el fin de la
vida de Marx ocurren cambios, los cuales parecen relativizar o refutar los análisis de
Marx. Estos cambios ocurren en la propia sociedad burguesa. Por un lado, la crueldad
desnuda del pensamiento de Smith choca con corrientes humanistas burguesas, que
empiezan a oponerse a la aceptación de estas consecuencias del mercado por las
sociedades europeas. Por otro lado, el impacto de los movimientos socialistas obliga a
la burguesía a aceptar reformas económicas y sociales para amortiguar estos efectos.
Aparece el reformismo de la sociedad burguesa y la reformulación de la teoría
económica en su forma neoclásica. En esta teoría se inspira el reformismo burgués. Ella
sustituye la armonía sacrificial de Adam Smith por una imaginación del mercado en
términos de un equilibrio perfecto. Surge pues la teoría de la competencia perfecta, que
describe a un mercado que sea capaz de integrar a todos sus actores en un
intercambio de iguales. Ya no se quiere recordar la armonía de Smith. En la visión de
estos teóricos neoclásicos, Smith no es nada más que un precursor del pensamiento
económico, no su fundador.

248
Fundadores del pensamiento económico moderno se consideran ellos, que sostienen
haber transformado la teoría económica en ciencia. Esta teoría de la competencia
perfecta —o teoría general del equilibrio— es una construcción abstracta, que tiene
pocos antecedentes en la teoría económica anterior. Sin embargo, uno de sus
antecedentes es el modelo de Robinson, tal como fue utilizado por el pensamiento
económico desde el siglo XVIII. Solamente que el modelo del equilibrio ya no se refiere
a una sola persona en relación a su trabajo con la naturaleza, sino que es una especie
de "Robinson social", una sociedad en la cual todos los hombres, como participantes
del mercado, actúan con una transparencia perfecta tal, que el mercado permite en
cada momento un equilibrio de todos sus componentes.

Hablando con palabras de Marx, se trata de la construcción de un mercado con una


"coordinación a priori” de la división social del trabajo. Para poder derivar este modelo
de la competencia perfecta, se le introducen ciertos supuestos teóricos. El principal, es
el supuesto de un conocimiento perfecto de parte de todos los participantes en el
mercado. En consecuencia, se dice: supuesto que todos ellos tengan un conocimiento
perfecto de todos los hechos que ocurren en el mercado, sus decisiones de consumo y
producción llevarán la economía a un equilibrio, en el cual toda decisión es óptima y
ningún productor es expulsado. Así, aparentemente, se ha concebido un equilibrio del
mercado completamente humano, en el cual el mercado funciona sin exigir sacrificios
humanos. El reformismo de la sociedad burguesa se inspira en esta imagen abstracta
como su utopía, a la cual se quiere aproximar. Es la contraparte de la utopía de Marx
que también concibe una "coordinación a priori” de la división social del trabajo,
elaborando en esta línea su imagen igualmente abstracta del comunismo, como una
"asociación de productores libres", al cual se trata de aproximar. De esta utopía de la
competencia perfecta, el reformismo burgués deriva las condiciones de la aproximación.
Supone que la economía de mercado se aproximará tanto más a esta su utopía, cuanto
más asegure una competencia efectiva, acompañándola por reformas sociales que
empujen la integración de todos en el sistema de la división social de trabajo:
reconocimiento de los sindicatos obreros, seguro social, y, a partir de Keynes, política
de pleno empleo. Después de la Segunda Guerra Mundial, se incluye la política de
desarrollo para los países subdesarrollados. Pero todo eso se entiende como una
política de aproximación al equilibrio del mercado, sin dudar jamás de que las metas se
pueden conseguir dentro de los límites que el funcionamiento de mercados libres
impone. Aparece así, con el reformismo de la sociedad burguesa, el intervencionismo
estatal, el cual se autointerpreta como una actividad necesaria para que el mercado
pueda encontrar sus metas, descritas por la utopía de la competencia perfecta. Se
habla del Estado de bienestar. La sociedad burguesa cree haber refutado la crítica del
capitalismo que Marx había hecho. Pareciera que ya no hay una pauperización
creciente, sino más bien un bienestar compartido que se extiende a regiones del mundo
cada vez mayores.

Es la situación de los años cincuenta y sesenta del siglo XX. El mercado pareciera ser
249
un medio de compartir las riquezas. La tesis de Marx sobre el carácter autodestructor
del mercado, ya no convence. Pero, igualmente Adam Smith pierde actualidad. El
equilibrio del mercado parece haber vencido sobre su armonía sacrificial. Eso repercute
decisivamente en el pensamiento marxista posterior a Marx, y en las sociedades
socialistas. Estas dejan de fundar su actuación sobre la crítica del capitalismo que Marx
había hecho. Interpretan la planificación económica siempre como algo superior al
mercado, si bien apunta en la misma dirección en la que el mercado empuja. En la
Unión Soviética se habla de "alcanzar y superar a EE.UU.". El mercado capitalista da
las pautas que orientan a las propias sociedades socialistas. Capitalismo y socialismo
tienen la misma meta, y cada cual trata de llegar con métodos distintos. No se
contraponen destructividad catastrófica del mercado y sociedad alternativa que ponga
en equilibrio a la humanidad consigo misma y con la naturaleza, sino mercado y
planificación.

Sin embargo, cuando el mercado da las metas por alcanzar, también el mercado es el
mejor, e incluso el único, camino para alcanzarlas. Si se quiere alcanzar a EE.UU., hay
que hacerlo con los métodos que usa EE.UU. Por ello, los países socialistas entran en
una crisis de la que difícilmente se recuperarán. No obstante, cuando la sociedad
burguesa reformista llega a su cúspide, a fines de los años sesenta, su imagen de
sociedad sin sacrificios humanos —capitalismo con rostro humano— empieza a
derrumbarse. Varias crisis anuncian los problemas. En los países del centro aparece un
desempleo, frente al cual la política keynesiana de pleno empleo resulta ineficaz. Se
habla ahora de stagflación. Aunque el presupuesto público ejecute una política de
gastos, no se mejora la situación del empleo, sino que sólo se refuerza el proceso
inflacionario. Stagnación (estancamiento) se junta con inflación: por eso se habla de
stagflación. Al mismo tiempo ocurre que la política de desarrollo que se había seguido
en América Latina y en otros países del Tercer Mundo, entra en un proceso de
stagnación. Aun cuando se mantengan tasas de crecimiento positivas, aumenta la parte
de la población sin empleo. Toda la industria se convierte en un gran enclave. La crisis
del desarrollo se hace visible con la deuda externa del Tercer Mundo. Si bien la deuda
no es la causa de la crisis, sus efectos ahora la perpetúan.

Paralelamente se manifiesta una crisis, que pocos habían previsto unas décadas atrás.
Se trata de la crisis del ambiente, que ahora empieza a amenazar la propia
sobrevivencia de la humanidad entera. La tecnología y su uso mercantil resulta
destructora de la naturaleza, cuya sobrevivencia es condición para la sobrevivencia
humana. Sin embargo, se trata de crisis a las cuales no corresponde una crisis del
capital y del mercado. Los negocios van bien, la tasa de ganancia está subiendo. El
carácter de la crisis ha cambiado en relación a las crisis cíclicas del siglo XIX. En él, el
incremento de las tasas de ganancia coincidía con el aumento del empleo, y la crisis de
esa tasa y su baja, correspondía a una baja del desempleo. El desempleo, y con él la
pauperización, eran cíclicos. Actualmente no ocurre eso. El desempleo y la
pauperización suben, no obstante, la dinámica del mundo de los negocios y de la tasa
250
de ganancia, crece también. Desde el punto de vista del capital, no existe ninguna
crisis. La crisis es de los circuitos de reproducción de la vida humana y de la naturaleza.
Las tasas de ganancia suben, ellas no indican la crisis. La industria mundial se ha
transformado en una isla —o en un archipiélago—, en una especie de enclave que se
desarrolla tanto mejor, cuanto peor le va a los otros. La destrucción de los hombres y de
la naturaleza coincide con altas ganancias. Hoy es mucho más visible el hecho de que
las tasas de ganancia suben, en el grado en que el futuro de la humanidad es destruido.
Destruir la naturaleza, destruir el desarrollo del Tercer Mundo, produce ganancias más
altas que cuidarlos. Tasas de ganancia y sobrevivencia de la humanidad, entran cada
vez más visiblemente en contradicción. El camino de la maximización de las ganancias,
resulta ser un camino que conduce a la muerte de la humanidad. Por eso decae el
optimismo de la sociedad de bienestar durante los años setenta. El desarrollo de los
países subdesarrollados se estanca, y la destrucción progresiva de la naturaleza se
hace más obvia. Mientras en la década de los sesenta se había hablado en los países
del Tercer Mundo de la necesidad de medidas para asegurar el desarrollo, que fueran
más allá de la vigencia de la sociedad capitalista, aparecen ahora análisis preocupantes
sobre la crisis ambiental.

En 1972 se publican los Límites del crecimiento, del Club de Roma. El presidente Cárter
promueve en EE.UU. una evaluación del ambiente mundial que desemboca en el
informe Global 2000, que confirma la preocupación del Club de Roma. No obstante,
resulta ahora que las posibles medidas por tomar, tendrán efectos estructurales
profundos sobre el sistema económico. Por primera vez en su historia, la sociedad
burguesa enfrenta abiertamente crisis que ya no pueden ser tratadas en términos de
una simple política de reformas en los límites vigentes del libre juego de mercados.
El reformismo burgués, frente a estas metas —política del desarrollo y política
ambiental—, desemboca en una crítica de la sociedad burguesa misma. No efectúa
esta crítica, pero dicha sociedad está visiblemente expuesta a ella. Tanto el desarrollo
como el ambiente exigen medidas de coordinación del mismo aparato tecnológico, las
cuales no pueden ser tomadas de la lógica misma de los mercados. Tienen que ser
medidas que dirijan la tecnología, antes de que ella sea usada mercantilmente. Se trata
del retomo de la crítica del capitalismo de Marx. Efectivamente, el mercado ha
resultado ser un automatismo que, al producir la riqueza, destruye
progresivamente las fuentes de todas las riquezas: el hombre y la naturaleza.
Destruye la naturaleza por sus propios mecanismos, y al destruir a los hombres,
destruye más todavía a la naturaleza. Porque los hombres expulsados de la división
social del trabajo, y condenados a la pauperización, tratan de salvarse destruyendo aún
más la naturaleza. Vuelven las leyes de tendencia de Marx, que efectivamente pueden
interpretar lo que ocurre ahora. El efecto destructor y sacrificial del automatismo del
mercado, que ya Adam Smith había demostrado, resulta realmente acumulativo y
ascendente, tal como Marx sostuviera. En la actualidad podemos ver eso con mucha
más intensidad de lo que era posible en el siglo XIX. Tenemos imágenes de este tipo
que aparecen frecuentemente. Se habla de que son cinco minutos para las doce. Se
251
habla de una bomba de tiempo. Pero se habla también de un deterioro acumulativo de
la destrucción, sobre todo de la naturaleza, que se acerca a un punto de no retomo a
partir del cual el colapso de la vida ya no es reversible. Dennis Meadow, el coordinador
del estudio del Club de Roma sobre los Límites del crecimiento, respondió en una
entrevista a la pregunta de si no querría realizar hoy un estudio de repercusiones
parecidas: suficiente tiempo he tratado de ser un evangelista global, y he tenido que
aprender que no puedo cambiar el mundo. Además, la humanidad se comporta como
un suicida, y ya no tiene sentido argumentar con un suicida, una vez que haya saltado
de la ventana.

1.6 El mercado como mecanismo de regulación de la tecnología

Tratar la tecnología mercantilmente y calcular su empleo en términos de criterios de la


maximización de las ganancias, implica usar la tecnología fragmentariamente. Cada
introducción de una tecnología es calculada sobre un sector fragmentario de la
naturaleza y sobre un segmento de la división social del trabajo. Desde el punto de vista
de la empresa que actúa en el mercado, las repercusiones que tiene una tecnología
sobre el conjunto, sea de la división social del trabajo, sea de la naturaleza, no
interesan. Además, para la empresa es imposible tomaren cuenta estos efectos
indirectos de su acción. La competencia la borraría. Esta acción fragmentaria se vincula
necesariamente con la orientación según criterios mercantiles, aunque no sea sólo el
producto de estos criterios. Toda acción humana, mercantil o no, tiende a un
comportamiento de este tipo. Sin embargo, un sistema de mercados hace compulsivo
este comportamiento fragmentario. El mecanismo competitivo lo impone, porque, por un
lado, la participación en la destrucción promete ganancias mayores que cualquier otro
comportamiento; y por otro, amenaza con la expulsión del mercado de toda empresa
que no se oriente por la ganancia. No obstante, tanto la división social del trabajo como
la naturaleza forman conjuntos interdependientes. Lo que hace una acción tecnológica
en una parte, repercute en muchas e, indirectamente, en todas partes.

Pero también lo que ocurre en otras partes se hace notar, por interdependencia, en el
lugar de partida. Muchos de estos efectos son previsibles, y se desarrolla un trabajo
científico constante para conocer mejor estas interdependencias. Sin embargo, el
criterio mercantil induce, y muchas veces obliga, a no evitar tales efectos y más bien
aprovecharlos. Es más fácil ver esto en relación a la naturaleza como conjunto
interdependiente. En el aproche fragmentario se llega a grados de destrucción que
amenazan la sobrevivencia del conjunto, como un medio para la vida humana. La
destrucción de los bosques, el hoyo de ozono, el envenenamiento del agua potable,
muestran tendencias de este tipo. Ningún criterio de escasez del mercado anuncia que
se está llegando a un límite de lo posible. Únicamente el colapso podría mostrarlo, pero
lo demuestra solamente porque ya se ha pasado el punto de no retomo. Hasta llegar al
colapso, el comportamiento fragmentario sigue siendo el más rentable—mercantilmente
252
visto— de todos los comportamientos alternativos posibles. Antes del colapso el
mercado todavía florece, a pesar de que las condiciones de vida ya se han destruido. El
verde del dólar cubre el verde de la naturaleza, hasta que la muerte de la naturaleza lo
haga palidecer. Las destrucciones que ocurren, incluso aceleran el mismo proceso de
destrucción. Al intentar sobrepasar los efectos negativos resultantes, la acción
fragmentaria busca febrilmente sustitutos del elemento natural dañado, y al hacerlo, se
ciega frente a los problemas, agravándolos más todavía. Por eso, la velocidad
destructora aumenta con más rapidez que la propia producción de riquezas. Aparece de
este modo la ley tendencial autodestructora—de la cual Marx había hablado—como
producto del propio automatismo del mercado.

Automatismo de mercado y aplicación fragmentaria de la técnica forman una unidad


inseparable, que resulta destructora frente a los conjuntos interdependientes. Esta
destrucción es necesariamente acumulativa, con la amenaza de pasar un punto de no
retomo, a partir del cual ya no hay salida. Aunque no se sepa con exactitud en qué
momento se llega a este punto, se sabe que tal punto debe existir. El mercado resulta
ser efectivamente un mecanismo autodestructor, un monstruo que se devora a sí
mismo. Frente a este fenómeno no se puede reaccionar con un simple cambio de
valores éticos, si bien tales valores son condición necesaria para que haya un cambio.
Y es que cualquier actitud de valores se estrella con un mercado que compulsivamente
impone actitudes fragmentarias frente a la naturaleza y a cualquier conjunto
interdependiente (división social del trabajo, pero también culturas autóctonas,
religiones, etc.). Actuar sobre los criterios fragmentarios de la tecnología, presupone
establecer límites a los criterios mismos del mercado, siempre y cuando aparezca esta
tendencia destructora. Toda la relación con el mercado tendría que cambiar. Tiene que
ser puesto bajo criterios no derivados mercantilmente, capaces de guiar la tecnología
dentro de los límites de los conjuntos interdependientes. Recién dentro de estos límites
pueden regir los criterios del mercado.

En este argumento, las exigencias de nuevos órdenes económicos y ecológicos tienen


su base. Sin embargo, para la ideología burguesa se trata de un punto crítico. El
reformismo burgués siempre se cuidó de ubicar sus reformas dentro de límites dados
por el mercado, sin fijarle límites a este. Y aunque a veces ha traspasado esta posición
—como, por ejemplo, en el caso de los ordenamientos del mercado agrario de los
países centrales—, por lo menos respetó ideológicamente este límite. Pero ahora
resulta ser al revés. Para ir más allá de la aplicación fragmentaria de la tecnología, se
necesita establecer un orden que ponga límites a la acción de los mercados.
Precisamente a este punto llegó el reformismo burgués durante la década de los
setenta. Las fórmulas creadas anteriormente ya no eran suficientes, y cualquier nueva
fórmula eficiente tendría que llevar a un cambio profundo de la propia sociedad
burguesa, el cual ni aún hoy se sabe hasta dónde tiene que llegar.

Se trata de un punto en el que la propia teoría económica del equilibrio deja de ser
253
explicativa. El reformismo burgués la había interpretado como una imagen utópica, a la
cual uno se puede aproximar realizando reformas económicas y sociales dentro de los
límites que deja abiertos el libre juego de los mercados. No obstante, este modelo de
equilibrio puede llevar a interpretaciones bien diferentes. Es una conceptualización
circular, cuyo funcionamiento de competencia perfecta es el resultado de supuestos
teóricos extremos, en especial del supuesto de un conocimiento perfecto de parte de
todos los participantes del mercado, siendo todos los hombres participantes. Si este es
realmente el supuesto teórico, entonces se sigue más bien que la economía de
mercado no puede tener ninguna tendencia a este equilibrio, con reformas o sin
reformas.

Si el mercado puede tener una tendencia al equilibrio solamente en el caso de que


exista tal conocimiento, se prueba que tal tendencia al equilibrio no resulta del modelo.
Esta es la conclusión de la teoría económica neoliberal, tal como la expone Hayek. Por
lo tanto, vuelve a la armonía de Adam Smith, con su concepción del mercado como un
sistema auto-regulado, cuya armonía se produce por el sacrificio de los excluidos, que
son eliminados por la oferta y la demanda. Pero el concepto tiene ya que ser ampliado.
La exclusión por la oferta y la demanda en la actualidad ya no se refiere únicamente a
los seres humanos, sino también a la naturaleza. La armonía del sistema auto-regulado
se basa ahora visiblemente en el sacrificio, tanto de los productores como de la
naturaleza. No hay otra manera de concebir una tendencia al equilibrio. La teoría
neoliberal la busca, por ende, por el mismo camino que Adam Smith la había
encontrado. Regresa a la armonía sacrificial de Adam Smith. Sin embargo, sigue en pie
la crítica del capitalismo que Marx había hecho. Expresamente, él se había referido a
este tipo de armonía de los mercados y sostenido que produce efectos acumulativos
que llevan al sistema, por efecto de su automatismo, a la autodestrucción. Empero, la
teoría neoliberal no contestará jamás.

Si, en cambio, aceptamos esta crítica de Marx, la teoría general del equilibrio del
pensamiento neoclásico puede ser usada como prueba de lo contrario de lo que
pretende comprobar. No muestra lo que el mercado puede, sino lo que no puede.
Describe un equilibrio del mercado, y comprueba que por medio de éste, no se puede
llegar ni aproximarse a él. El precio de mercado, como precio de equilibrio de la oferta y
la demanda, no indica de por sí racionalidad económica alguna. Puede coincidir con
esta racionalidad o no. Que el precio equilibre la oferta y la demanda, no dice nada
sobre su racionalidad económica. Es económicamente racional solamente si es un
precio que, como indicador en los mercados, asegure un uso tal del hombre y de la
naturaleza, que éstos no sean destruidos. No obstante, ningún precio puede asegurar
eso automáticamente. Por tanto, para que haya racionalidad económica, hace falta una
acción que asegure que los mercados se mantengan en los límites trazados por la
necesaria reproducción de los conjuntos interdependientes de la división social del
mercado y de la naturaleza.

254
La teoría económica neoliberal, en cambio, se desentiende del problema de esta
racionalidad económica. Sostiene, por tautología, que el precio que iguala la oferta y la
demanda es el precio racional, justamente porque iguala la oferta y la demanda. No
logra salir de esta tautología, porque rechaza hablar de los efectos distorsionantes que
el mercado tiene sobre el mundo real. Resulta una teoría del óptimo de los precios, en
la cual los precios—de oferta y de demanda— describen el camino más corto, sin
rodeos ni desvíos, hacia el abismo, hacia la destrucción del hombre y de la naturaleza.
Lo que la teoría neoclásica llama precios racionales, no es más que eso. El sistema
auto-regulador tiene allí su fin. Para dar apenas un ejemplo: los precios de oferta y de
demanda indican hoy la destrucción tanto de la Amazonia como del Himalaya.
Siguiendo esta indicación, el mercado actual efectúa la destrucción. Pero estos mismos
precios de oferta y de demanda, indican ensuciar el agua y el aire. Indican además, por
los pagos de la deuda externa del Tercer Mundo, la rápida pauperización de su
población y la paralización del desarrollo de tres continentes.

A un concepto de racionalidad económica de este tipo, le falta completamente


coherencia. Porque ahora, cualquier esfuerzo por salvar la naturaleza, salvar al hombre,
evitar el desempleo y la pauperización, aparece como distorsión del mercado y,
consecuentemente, de la propia racionalidad. El concepto de racionalidad implicado, lo
resume Kindleberger: "Cuando todos se vuelven locos, lo racional es, volverse loco
también". El que la humanidad sobreviva, sería una simple distorsión del mercado y una
violación de la racionalidad económica. Los neoliberales son como el general Castello
Branco, que encabezó el golpe militar de 1965 en Brasil. Después del golpe, dijo: Antes
estábamos delante de un abismo profundo. Con el golpe, dimos un gran paso adelante.
Es el mercado el que distorsiona, por su maximización de un criterio mercantil
cuantitativo y abstracto, el equilibrio del hombre con el hombre y con la naturaleza. Hay
que vigilarlo, para que haya aquella racionalidad que describe el marco en el cual la
humanidad y la naturaleza pueden seguir existiendo. Ese es el único concepto
coherente de racionalidad económica. En esta visión, las luchas sindicales, de
protección de la naturaleza, la exigencia de desarrollo del Tercer Mundo, la anulación
de la deuda externa del Tercer Mundo y las actuaciones estatales que de ahí se
derivan, son exigencias no solamente éticas, sino de una racionalidad económica
distorsionada por la lógica del mercado. Acrecientan la racionalidad económica, si
efectivamente logran asegurar pasos concretos en tales direcciones. Que le vaya bien a
la gente y que pueda vivir, es también una exigencia de la racionalidad económica. No
es una simple exigencia "ética" que distorsiona la racionalidad económica, como los
neoliberales creen. Esto no significa que haya un automatismo al revés, en el sentido
de que los precios de oferta y de demanda necesariamente sean distorsionantes. No
hay automatismo que pueda asegurar ni la racionalidad ni la irracionalidad. Si los
precios de oferta y de demanda son racionales o no, ello es resultado de un juicio sobre
esos precios, que se oriente en la racionalidad económica de la sobrevivencia de la
humanidad y de la naturaleza. No existe una solución "técnica" a priori, no hay una
simple deducción de principios como los del mercado. La política no se reduce a la
255
técnica, sino que ella es imposible sin sabiduría.

1.7 El capitalismo salvaje

En los años setenta de este siglo, el reformismo burgués llegó a su límite. Los
problemas del desempleo estructural en los países del centro de la frustración de la
política de desarrollo en el Tercer Mundo y de la crisis del ambiente, no podían ser
solucionados con los métodos tradicionales que había empleado. Si se quería
solucionarlos, se tendría que tomar medidas que chocarían con principios sagrados de
la sociedad burguesa, en especial el principio según el cual el mercado y sus leyes son
la última y la más alta referencia de cualquier política económica. Aparecía ahora la
necesidad de un nuevo orden económico y de un orden ecológico a nivel de la
economía mundial. El mercado mundial necesitaba un marco que lo canalizara dentro
de los límites de una racionalidad económica que le impusiera el respeto por las
condiciones de la reproducción, tanto de los seres humanos como de la naturaleza.
Para la sociedad burguesa era un desafío y una provocación. Tendría que haber
enfocado un problema que las sociedades socialistas no habían solucionado, y en parte
ni notado, a pesar de que tendrían que haber sido ellas las que promovieran una
solución. La provocación consistía en el hecho de que sólo podría enfrentar este
desafío, cambiando sus propias estructuras para adecuarlas a la solución de estos
problemas fundamentales. Sin embargo, en vez de eso, la sociedad burguesa realizó
una vuelta completa. En vez de encarar los problemas, los negó. Cuando en 1980
Reagan sube a la presidencia de EE.UU., efectúa una política de "tabla rasa". Frente al
desempleo estructural, opta por el debilitamiento, e incluso la destrucción de los
sindicatos obreros y de la política de empleo. Frente a la crisis de la política del
desarrollo, opta por la supresión y paralización del desarrollo del Tercer Mundo; y frente
a la crisis ambiental, simplemente cierra los ojos. Empieza una de las décadas más
agresivas y destructoras de la historia del capitalismo. Retorna el capitalismo salvaje.

El debilitamiento de los sindicatos se logra muy rápido. En los países de América Latina
se pasa por períodos de un terrorismo de Estado incontenible. La supresión del
desarrollo de los países subdesarrollados se logra por la política del cobro de la deuda
externa del Tercer Mundo, que destruye en gran parte lo logrado por la política de
desarrollo de los años cincuenta y sesenta. En cuanto al ambiente, se abren todos los
canales de destrucción sin plantear ni una medida de limitación, excepto dentro de los
países del centro mismo. Nunca se ha destruido tan despiadadamente a la naturaleza
como en la década de los ochenta, que sigue precisamente a la década en la cual con
los Limites del crecimiento, del Club de Roma, y con el plan Global 2000, se había
llamado poderosamente la atención sobre ese fenómeno. Ha surgido una burguesía
salvaje que se lanza a la destrucción, sin aceptar siquiera argumentos. Un capitalismo
frenético se vuelve en contra de las riquezas del planeta, en el grado en el que todavía
éstas siguen existiendo.
256
Y cuanto más se evidencia la crisis del socialismo, más salvaje resulta el capitalismo.
Este capitalismo aparece en nombre del antiestatismo y del anti-intervencionismo
estatal, del anti-reformismo y de la denuncia y persecución de los movimientos
populares. Es un capitalismo desnudo, que llega al poder total y lo usa con arbitrariedad
ilimitada. Transforma la sociedad burguesa en una sociedad militarista, que impone sus
puntos de vista en todas partes por la violencia militar y policial. Su antiestatismo, por
ser una defensa del mercado desnudo sin ningún límite, se transforma en violencia sin
límite. El terrorismo estatal es su instrumento imprescindible. Donde sea necesario,
instala los regímenes totalitarios de Seguridad Nacional. Este capitalismo salvaje
reencuentra a Adam Smith como su clásico y lo celebra como su fundador. Descarta a
los teóricos del reformismo burgués, desde John Stuart Mill y Marshall, hasta Keynes.
Su desnudez la defiende en nombre de la "mano invisible". Sin embargo, ya no se
puede volver tan simplemente a Adam Smith. Este vivió en un mundo bien diferente.
Era un mundo que no conocía todavía los efectos acumulativos de la destructividad del
automatismo del mercado. Smith creía en un mundo en el cual la eliminación de
hombres por la oferta y la demanda en los mercados, no era más que un sacrificio que
fertiliza a la sociedad capitalista. No obstante, desde Smith hasta hoy, pasando por
Marx como su autor principal, la percepción del carácter acumulativo de esta
destructividad se ha hecho presente. El mundo imaginario semi-arcaico de Smith ha
desaparecido. En la actualidad, el mercado contiene visiblemente un automatismo
autodestructor. Por eso, la simple referencia a la mano invisible de Adam Smith, ya no
resulta suficiente en el mundo de hoy.

Actualmente tenemos que ver no solamente con la muerte de algunos, sino con la
tendencia a la muerte de toda la humanidad, incluidos los neoliberales mismos. Para
poder sostener este su capitalismo salvaje, la misma sociedad burguesa constata esta
tendencia. Con esto ella pasa hoy a la necesidad del heroísmo de un suicidio colectivo
de la humanidad. Convencida de la crítica del capitalismo de Marx, opta no por la vida
en respuesta al mercado, sino por la mística de la muerte. En el suicidio colectivo, esta
mística se transforma en proyecto. Marx jamás previo esta posibilidad. Con su
optimismo propio del siglo XIX. Él estaba seguro de que al revelar la tendencia
destructora del automatismo del mercado, la reacción humana sería directamente y sin
rodeos en favor de una alternativa. Pero resultó no ser así. El proyecto del heroísmo del
suicidio colectivo resulta muy tentador. El nazismo alemán fue el primer caso de un
pueblo que, mayoritariamente, se emborrachó con este tipo de heroísmo. La burguesía
tiene antecedentes para este pensamiento. El reformismo burgués nunca fue su única
respuesta a la crítica del capitalismo de Marx. En los países donde los movimientos
socialistas eran suficientemente fuertes como para poder aspirar al poder, la burguesía
no ha sido predominantemente reformista. Empezó muy temprano a desarrollar un
pensamiento de respuesta salvaje. Eso ocurrió en especial en la Alemania nazi y en la
Italia y la España fascistas, si bien ha tenido muchas repercusiones en los otros países
burgueses. En la situación actual, la sociedad burguesa recupera estos pensamientos y
les da un desarrollo nuevo. Ahora, esta burguesía no se puede afirmar sin volver a este
257
heroísmo del suicidio colectivo. La sociedad burguesa de hoy lo necesita, porque sabe
que la crítica del capitalismo de Marx es cierta.

Si la sociedad del mercado contiene este automatismo autodestructor que arrastra toda
la humanidad detrás de sí, como lo sostiene Marx, únicamente se la puede afirmar en
los términos salvajes actuales, fomentando esta misma mística de la muerte. El autor
que primero elaboró esta respuesta, y que sigue siendo el más fascinante hasta hoy, es
Friedrich Nietzsche. A través de Nietzsche, esta burguesía frenética que se ha
desarrollado paralelamente al reformismo burgués desde fines del siglo pasado, se ha
interpretado a sí misma. Desde esta perspectiva, el reformismo burgués se ve diferente:
Puede muy bien ser que representantes nobles (aunque no muy inteligentes) de las
clases dirigentes se propongan tratar a todos los hombres como iguales, reconocerles
derechos iguales; en este sentido, una concepción idealista que descanse en la justicia
es posible, pero como he dicho, sólo en el seno de la clase dirigente, que en este caso
ejerce la justicia por sacrificios y abdicaciones. Por el contrario, reclamar la igualdad de
los derechos, como lo hacen los socialistas de las clases dirigidas, no es nunca
emanación de la justicia, sino de la codicia. Muéstrense a una fiera pedazos de carne
sangrienta en sus proximidades; retíreselos después, hasta que ruja; ¿este rugido
significa justicia?

La imagen que se tiene de los pueblos se ha transformado en la de una bestia salvaje


que ruge, y a la cual se arrojan pedazos de carne. Son el peligro que amenaza con la
muerte. Hay una evidente inversión de la crítica del capitalismo de Marx. Este
reprochaba al capitalismo destruir con su voracidad las fuentes de todas las riquezas: el
hombre y la naturaleza. Por tanto, le reprochaba que su eficacia descansa sobre una
destructividad, que por los efectos no-intencionales de la acción humana por los
criterios del mercado, tiende a destruir las bases reales de esta misma eficacia. Tiene
una eficacia a plazo limitado. Sin asegurar la reproducción de estas fuentes de riqueza,
no puede haber un futuro a largo plazo de la humanidad. En consecuencia, hace falta
someter esta eficacia mercantil a un criterio de sobrevivencia.

En la visión del capitalismo salvaje, esta exigencia por precios e ingresos que permitan
reproducir estas fuentes de riqueza, es enfocada como el peligro. Los pueblos que
piden poder vivir, parecen ser los voraces que hay que combatir, fieras por domar. Este
criterio se ha extendido en buena parte a los grupos que se esfuerzan por salvar la
naturaleza. En la visión del capitalismo salvaje, la exigencia de la reproducción del
hombre y de la naturaleza se transforma en un levantamiento en contra de la
racionalidad, definida por las relaciones mercantiles. Para Marx, la racionalidad
económica consistía en asegurar las condiciones de la reproducción del hombre y la
naturaleza, y con eso la sobrevivencia humana. El capitalismo salvaje ha declarado los
precios de la oferta y la demanda como lo racional, aunque destruya al hombre y a la
naturaleza. La destrucción llega a ser lo racional. Esta burguesía no responde a la
crítica del capitalismo hecha por Marx, por más que está convencida de que es cierta.
258
La asume más bien al revés, celebrando la capacidad de auto-destruirse como su
heroísmo. "Vivir peligrosamente" es su lema, prefiriendo esta libertad mortal a la
preocupación por la sobrevivencia humana. Invierte la crítica del capitalismo de Marx,
para desembocar en el heroísmo del suicidio colectivo de la humanidad. Esto
presupone destruir todo humanismo universalista, y denunciar cualquier reivindicación
concreta de la igualdad de los hombres. La burguesía celebra su propia barbarie.

1.8 La determinación futura de la sociedad en América Latina

Sin embargo, el problema no es el mercado de por sí, sino la pretensión de su


transformación en sociedad perfecta, en la única institución legítima en nombre de la
cual se destruye a los movimientos populares y al Estado, en institución totalizadora de
la sociedad. Al considerar al mercado como institución perfecta, éste lo devora todo y
se transforma en un sujeto totalitario. Al destruir al Estado destruye a la sociedad civil, y
no se puede mantener sino por la transformación del Estado en Estado terrorista. Algo
parecido ocurrió a las sociedades del socialismo histórico. Transformaron la
planificación en su sociedad perfecta respectiva. En nombre de la planificación apareció
el antiestatismo, y éste se transformó en terrorismo de Estado. El problema tampoco es
la planificación de por sí, sino la pretensión de su transformación en sociedad perfecta,
en la única institución legítima con el destino de devorar a todas las otras instituciones.
El Estado se hizo inoperante, y destruyó igualmente la sociedad civil. Ante estos
problemas, vemos cómo no hace falta buscar de nuevo otra sociedad perfecta en
nombre de la cual se totalice la sociedad. De lo que se trata, es de renunciar a la
imposición de sociedades perfectas. De dejar (solo) de pretender abolir el Estado o el
mercado, y (sin) reconocer que la concepción de las sociedades perfectas como
principio de la política, destruye a la sociedad misma. No hay, ni puede haber, una
sociedad perfecta. No hay, ni puede haber, una sola institución que totalice a la
sociedad. Decir esto actualmente sobre el Estado o sobre la planificación, ni siquiera
hace falta. Todo el mundo está convencido de que no pueden ser sociedad perfecta.
Pero sí es necesario decir eso mismo del mercado. Pues éste aparece nuevamente
como el totalizador, como la única legitimidad en la sociedad, como la institución que
tiene el derecho de barrer con todas las otras instituciones, inclusive con la vida en la
tierra

Lo que hace falta es un pensamiento de síntesis, capaz de interpretar una política que
sepa dar a las instituciones diversas su lugar y su función, para cumplir con las
exigencias de la vida humana en esta tierra, en la cual todos tienen que poder vivir hoy
y mañana. La base sería el reconocimiento de que en la actualidad los seres humanos,
que trabajan exclusivamente orientados por el mercado, abandonados a sus fuerzas
auto-reguladoras, destruyen las fuentes de la riqueza que están produciendo.
Abandonados a estas fuerzas, ponen en peligro la vida del planeta. Frente a estos
efectos destructores del mercado, que acompañan, eso sí, automáticamente sus
fuerzas creadoras, aparece, y tiene que aparecer, la resistencia de la propia sociedad
259
civil que toma la forma de organizaciones populares de la más diversa índole, tanto de
protección de los seres humanos como de la naturaleza. Estas organizaciones
populares cumplen una función de racionalización del mercado, al protegerlo, mediante
su resistencia, frente a las fuerzas destructoras que él produce. No "distorsionan" al
mercado, sino que actúan frente a distorsiones que el propio mercado produce.

Sin embargo, esta función no la pueden cumplir las organizaciones populares, si no


pueden recurrir al Estado. El Estado, en sus funciones positivas, es la instancia de
poder que puede universalizar la actuación de las organizaciones populares. Si esta
universalización no ocurre, la resistencia resulta tan fragmentaria como lo es la
actuación humana dentro de los mercados. En ese caso, ella reproduce los efectos
destructores del mercado sin poder corregirlos. El Estado es, pues, la instancia de
universalización de la resistencia frente a las distorsiones que el mercado produce en
las relaciones humanas y en la naturaleza. Él no tiene por qué intervenir en los
mercados, cuando ellos no producen estas distorsiones. Por ende, la teoría de las
funciones del Estado tiene que partir del conocimiento de las distorsiones que el
mercado produce. Aparecen (así) las funciones del Estado en dos líneas, es decir,
como función de promoción de la sociedad civil y como función de planificación de la
economía. En su función de promoción de la sociedad civil, el Estado tiene que hacer
posible el desarrollo de ésta y abrirle posibilidades. Al respecto, se trata primero de
asegurar legalmente la existencia de las organizaciones populares y el ejercicio de su
resistencia. Pero, igualmente, se trata de asegurar su capacidad económica de
existencia. Aparecen también funciones que solamente el Estado puede cumplir, en
cuanto determinadas actividades necesitan ser universalizadas y la actividad privada
resulta incapaz de lograrlo. Eso ocurre especialmente en el campo de la educación y de
la salud. Una atención universal de estas necesidades parece imposible sin el
surgimiento de sistemas de salud y de educación públicos de alto nivel.

En su función de planificación económica, el Estado tiene que hacer posible, y


promover, un desarrollo económico y social capaz de asegurar la integración
económica y social de la población entera, lo mismo que su compatibilidad con la
conservación de la naturaleza. La necesidad del cumplimiento de esta función quizás
es más visible en las sociedades subdesarrolladas, donde es evidente que la empresa
privada, sola y abandonada a las fuerzas auto-reguladoras del mercado, únicamente en
casos muy excepcionales puede garantizar algún desarrollo económico, y que es
menos capaz todavía de integrar a la población entera en la división social del trabajo.
No obstante, esta necesidad de la actividad estatal se hace cada vez más visible en
referencia a la conservación de la naturaleza. Solamente un Estado planificador es
capaz de darle a la empresa privada la posibilidad y el espacio para cumplir con su
tarea de (contribuir a) desarrollar económicamente a sus países. Igualmente, sólo un
Estado planificador puede asegurar que el desarrollo económico respete los límites de
la integración humana en la economía y de la conservación de la naturaleza. Sin
embargo, la necesidad de universalizar el desarrollo, el respeto a la naturaleza y la
260
necesidad de asegurar esto para todos y de parte de todos, impone asimismo en lo
económico la actividad directa del Estado, sea a través de empresas públicas, como de
la imposición de líneas y límites de las inversiones.

De esta manera, el problema del Estado resulta ser un problema de la sociedad entera,
en la cual se interrelacionan e interpenetran la sociedad civil, el mercado y el Estado.
Solamente en esta perspectiva será posible enfocar los problemas del desarrollo
pendientes. Se trata de problemas que actualmente ya ni siquiera pueden ser
solucionados por los Estados dentro de sus marcos de dominación política, sino que
implican la necesidad de la creación de nuevos órdenes mundiales—nuevo orden
mundial económico, financiero, de mercados, ecológico—, sin los cuales una política de
desarrollo racional ya no es posible.

El análisis que hemos hecho ha insistido principalmente en el problema del mercado,


por la simple razón que hoy el mercado es el lugar desde el cual son destruidos la
sociedad civil y el Estado. En la actualidad, el mercado pretende ser la institución
perfecta a partir de la cual se pretende totalizar a la sociedad. (Varias de) las
sociedades del socialismo histórico, en las cuales se realizaba esta totalización a partir
de la planificación económica, con la subsiguiente subversión y tendencial destrucción
de la sociedad civil y del Estado, están desapareciendo (…?). De esta manera, el
problema del Estado resulta ser un problema de la sociedad entera, en la cual se
interrelacionan e interpenetran la sociedad civil, el mercado y el Estado. Solamente en
esta perspectiva será posible enfocar los problemas del desarrollo pendientes. Se
requiere lomar conciencia de que el resultado no debe ser destruir en nombre de una
institución a todas las otras, sino lograr una interrelación tal entre ellas, que se
complementen en vez de distorsionarse. Esa es la tarea de la política, y ninguna técnica
la puede hacer desaparecer.

Por eso, no se trata simplemente de defender al Estado, como si algún estatismo fuera
la solución para los peligros del antiestatismo. Asegurar las funciones del Estado,
implica una determinada posición frente a las funciones del mercado y frente al
desarrollo de la propia sociedad civil. Tiene que ser una respuesta a la crisis provocada
por la política de desmantelamiento del Estado y de las políticas de desarrollo. Los
períodos de desarrollo vigoroso de América Latina, han sido períodos de alta actividad
estatal y de un importante intervencionismo estatal, a los cuales ha contestado (vale
decir en muchos casos), un significativo esfuerzo de las empresas privadas. Con el
comienzo del desmantelamiento del Estado, en cambio, empieza el estancamiento de la
economía latinoamericana y su fracaso en desarrollar el continente. Han subido
enormemente las ganancias, pero el resultado ha sido la alta ineficacia de la tal llamada
iniciativa privada para desarrollar estos países. Eso lleva a la coincidencia de un rápido
desmantelamiento del Estado económico y social en los años ochenta, con un
estancamiento cada vez más notable del desarrollo económico y de la dinámica de las
empresas capitalistas. Esto, sin embargo, va paralelo a un aumento siempre mayor de
261
las ganancias de estas mismas empresas.

La incapacidad de la empresa privada de desarrollar los países de América Latina, no


reduce sus ganancias, sino más bien las incrementa. Cuanto más se evidencia este
estancamiento, más se habla de la necesidad de privatizar aún más las funciones
económicas y sociales del Estado. No puede existir ninguna duda de que de este
desmantelamiento del Estado, resultarán ganancias todavía mayores de las que se
tenían antes. Actividades como la salud, la educación, pero también la privatización de
las empresas públicas, permiten obtener ganancias privadas en actividades hasta ahora
mantenidas en manos del Estado. El Estado se transforma ahora en un instrumento de
aprovechamiento económico de parte de las clases dirigentes. Ya no cumple con sus
funciones, si bien sigue siendo aprovechado. Se pagan subvenciones inauditas, sólo
que no a los sectores postergados sino a los más poderosos. Estas subvenciones se
clasifican como incentivos. El cambio de palabra esconde el hecho de la reorientación
del Estado hacia el Estado de aprovechamiento. Pero el caso de mayor
aprovechamiento se da con el pago de la deuda pública, sea interna o externa. El
Estado es sofocado por estos pagos, que implican una gigantesca redistribución de los
ingresos en favor de los de ingresos altos. Cuanto menos existe un sistema eficaz de
recaudación de impuestos, más pesada y destructora tiene que ser esta deuda para la
economía de los países.

Una burguesía que rechaza el pago de sus impuestos, llevó al Estado a una situación
de bancarrota que lo ha transformado en un simple recaudador de pagos de parte de
los de ingresos bajos en favor de los de ingresos altos, de los países pobres en favor de
los países ricos. Con este estrangulamiento del Estado, los países mismos son
estrangulados. En el caso de la deuda externa, (en muchos casos) más de la mitad de
esta deuda ni siquiera fue contratada por los Estados, sino por las empresas privadas
en la banca privada internacional. Cuando al comienzo de los años cincuenta esta
deuda resultó impagable, los Estados latinoamericanos fueron obligados a asumir estas
deudas como deuda pública, lo que ha constituido la subvención estatal más grande de
la historia del continente.

No obstante, estas mayores ganancias no llevan a un mayor desarrollo. Más bien lo


estancan. La empresa privada, sin un Estado vigoroso que le abra caminos y que
sustente actividades estatales de apoyo para fomentar su actividad productiva, resulta
ser completamente ineficiente para conducir ella misma el proceso de desarrollo. (Esta
situación) cuanto más penetra la sociedad entera, menos desarrollo provoca.
Desempleo, pauperización y destrucción galopante de la naturaleza son el resultado, y
no aparece un crecimiento económico significativo. Pero no solamente destruye el
desarrollo. Destruye inclusive la capacidad de acción racional del Estado, y lo corrompe.
Lo corrompe por obtener creciente provecho de la restante actividad estatal, además de
que produce tales problemas sociales, que el propio aparato estatal tiene que actuar sin
tener los medios adecuados para hacerlo. En consecuencia, la ineficacia de la empresa
262
privada para desarrollar a estos países, lleva a la inflación del Estado.

Al no poder efectuar ella una política económica de empleo y una política social de
distribución de los ingresos, el Estado se transforma en la única fuente de ingresos para
aquellas personas que no son empleadas por la empresa privada. Como no saben
dónde ir, presionan sobre el Estado para conseguir algún empleo. Se trata de una
presión que resulta precisamente de la ineficacia de la empresa privada para dar
empleo a la población. Esto es lo que lleva a la inflación del Estado. Este, ahora con
sus funciones restringidas, está obligado a contratar mucho más personal del que
efectivamente requiere para el cumplimiento de las funciones que le quedan. Luego, el
Estado se corrompe en ambos sentidos: para la burguesía, como fuente de ingresos,
muchas veces ilícitos; para el pueblo, como paliativo para el desempleo y la
pauperización, pues empieza a contratar personal al cual no corresponden realmente
funciones en cuyo cumplimiento podría trabajar. Esta corrupción, desmoralización e
ineficiencia del Estado, se transforma posteriormente en argumento en favor de un
desmantelamiento todavía mayor de éste y de la privatización de sus funciones.

Sin embargo, la privatización empeora la situación precisamente por el hecho de que el


origen del estancamiento es la propia empresa privada, con su incapacidad para
originar por su cuenta, sin recurrir al Estado, una política de desarrollo adecuada, si
bien se opone a una acción racional del Estado para complementar su ineficacia. Esto
desemboca en un círculo sin fin, del cual aparentemente no hay salida. Esta situación
no es sostenible sino por medio de una orientación cada vez más represiva del Estado
en América Latina. Así, un Estado, que ciertamente requiere muchas reformas, no es
racionalizado sino que es puesto al servicio siempre más exclusivo de los poderes
económicos nacionales e internacionales.

El antiestatismo metafísico es la ideología que esconde esta situación, y le da su


justificación aparente. En todas partes donde este antiestatismo en nombre del
mercado total se ha instituido, ha desatado crisis económicas y de desarrollo. En
nombre del mito de la capacidad del mercado de solucionar todos los problemas, ha
extremado los problemas existentes. Ha llevado el desempleo a niveles nunca
sospechados, ha creado distribuciones de ingresos que condenan a la miseria a
segmentos crecientemente mayores de la población, y ha originado la destrucción de la
naturaleza a niveles que superan todo lo anterior. Haciendo eso, no ha cumplido
siquiera con su promesa de un crecimiento económico sostenido. Bajo la égida del
antiestatismo, la misma dinámica económica se ha perdido. Se destruye al ser humano
y a la naturaleza, sin por lo menos lograr un crecimiento económico. La empresa
privada, orientada exclusivamente por los mecanismos del mercado, pierde su
eficiencia, a pesar de que obtiene ganancias siempre mayores. Eso ha ocurrido incluso
en el centro del capitalismo mundial, en EE.UU., durante los años ochenta.

La política antiestatista destruyó la eficacia de la economía también allí. mientras los


263
capitalismos con estados desarrollados, como Europa Occidental y Japón, tomaron la
delantera. Es la tragedia de América Latina: haber caído en el mito del antiestatismo,
únicamente para confirmar su propio declive. En América Latina en la actualidad, y
especialmente en América Central, donde hay una sociedad y un Estado muy poco
desarrollados, se requiere constituir la sociedad misma, junto con el Estado. (En las
circunstancias actuales y dada la plena vigencia de estas instituciones) la tarea es
reconstituir la sociedad con una relación complementaria entre la parte no empresarial
de la sociedad civil, el mercado y el Estado, en la cual sea posible iniciar el camino del
desarrollo nuevamente, pero esta vez dentro del marco de una integración de toda la
población en la división social del trabajo y en la sociedad, y dentro de los límites que
exige la conservación de la naturaleza. Es necesario revertir el proceso, que la política
de desmantelamiento del Estado ha producido. Eso implica la necesidad de vigorizar la
sociedad civil, precisamente en sus componentes no empresariales, reprimida
sistemáticamente por el terrorismo del Estado de Seguridad Nacional. Eso presupone
un Estado que no solamente tolere esta sociedad civil, sino que también la fomente. No
obstante, también implica como condición de la necesaria racionalización del Estado,
originar un nuevo proyecto de desarrollo en el cual el mercado y la planificación
económica estatal sean reconocidos en su complementariedad, siendo la planificación
estatal una parte imprescindible, pues sin ella el mercado no es capaz de originar un
desarrollo económicamente racional. Si no cumple esta tarea, el Estado tiene que
basarse primordialmente en sus fuerzas represivas con la tendencia hacia el terrorismo
de Estado. Ello por cuanto sin esta concentración exclusiva en su fuerza represiva, no
podría contener los reclamos de los desposeídos y desplazados producidos por las
fuerzas del mercado. Luego, esta inflación del Estado no es más que el reflejo de la
incapacidad del automatismo del mercado de solucionar los problemas económicos de
la población. La transformación del Estado en un Estado exclusivamente represivo, en
nombre de su racionalización, es el resultado más probable. Por eso, el lema frente al
Estado no puede ser el antiestatismo. No se trata de desmantelar el Estado, sino de
desmantelar a los ejércitos y a las fuerzas de represión policial para tenerlos apenas en
el grado mínimo necesario.

La necesaria reforma del Estado, por tanto, tiene que sustituir la función represiva de
éste por la constitución de una política de desarrollo que permita tener un Estado
adecuado al cumplimiento de sus funciones, en cuanto esa política de desarrollo sea
capaz de responder a las necesidades económicas de la población. Tenemos que
escoger entre desmantelar el Estado o desmantelar a los aparatos represivos. El
desmantelamiento del Estado implica la hipertrofia de los aparatos represivos; el
desmantelamiento de estos aparatos, en cambio, presupone el desarrollo del
cumplimiento de las funciones del Estado. Esto constituye a la vez un planteo de la
democracia posible en la actualidad. Es la condición para que la democracia sea viable.
El antiestatismo vinculado con la totalización del mercado, exige un: vivir, y dejar morir.
La democracia presupone un: vivir, y dejar vivir. Los gobiernos civiles tienden a
constituirse como gobiernos autónomos sometidos a la función soberana del ejercicio
264
del poder de parte de los ejércitos y de la policía y, en nombre del cobro de la deuda
externa, a los dictámenes de los organismos internacionales. Se trata de democracias
controladas, cuyos controladores no están sometidos a ningún mecanismo democrático.

265
2. Liberalismo, neoliberalismo y Globalización
“Fuera del neoliberalismo no hay salvación. Hemos llegado al final de la historia. No hay
otra posibilidad, no hay otra salida más que el neoliberalismo. Todas las demás
ideologías fracasaron. Lo que sirvió en las décadas pasadas fue un sueño que no
soluciona nada. El capitalismo neoliberal es el único sistema capaz de producir riqueza,
trabajo y bienestar social.”
"¿El fin de la Historia?". Francis Fukuyama, (1989)

2.1 Liberalismo (Clásico)

Las ideas esenciales del liberalismo fueron elaboradas por John Locke, Montesquieu,
David Hume, Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill, entre otros.
El liberalismo en el terreno de la economía defiende: la libertad personal, propiedad
privada, iniciativa y propiedad privada de las empresas, el libre comercio, que se
imponga el beneficio sobre cualquier otra consideración y que no debe de haber trabas
para el libre desenvolvimiento de las empresas. Los liberales del siglo XVIII sostenían
que no había nadie más apto para encaminar la economía que los empresarios y por
ende el Estado no debía intervenir en ella. Adam Smith publica en 1976 su libro La
riqueza de las naciones el que refleja la situación que se vivió en ese tiempo y, además,
sentó las bases del liberalismo económico. Smith afirmaba que cada capitalista al
buscar su propio beneficio buscaba el de los demás, por lo que no se requería la
intervención del Estado en la actividad económica, decía que la economía está regida
por una “mano invisible” que era el mercado, y que este los resolvería todo por sí
mismo. Lo que argumentan es que el gobierno siempre ha impuesto restricciones y
regulaciones sobre las actividades económicas del individuo y que deben de eliminarse
para liberar las energías creadoras que poseemos, esto es laissez-faire. Sin embargo
Smith predijo que el libre mercado a la larga empezaría a afectar a la sociedad y que el
Estado debería de intervenir. Cabe destacar que en economía se les llama
(curiosamente) liberales a los conservadores ya que la aplicación de sus doctrinas solo
favorecen a la burguesía y se ponen esta mascara de “liberales” para moverse sin
obstáculos.249

2.2 Liberalismo Moderno250

El liberalismo moderno (mediados del siglo XX), tiene como precursores más
destacados a Ludwing Von Mises y a su discípulo Friedrich Hayek, máximos

249Neoliberalismo, Globalización y Neoliberalismo en México. html.rincondelvago.com/globalizacion-y-


neoliberalismo.html‎

250 Fuentes: todo lo escrito sobre este tema en el presente documento, se


integró de diferentes fuentes provenientes de internet.
266
representantes de la Escuela Austriaca, configurando las bases de la ideología
capitalista que se profundizará y extenderá con rigor a partir de los años 60’.
Ludwig Heinrich Edler von Mises (Lemberg; 29 de septiembre de 1881 – Nueva York,
10 de octubre de 1973) fue un economista austriaco de origen judío, historiador, filósofo
y escritor liberal que tuvo una influencia significativa en el moderno movimiento libertario
en pro del mercado libre.

En su tratado sobre Liberalismo, escrito en 1927, destacan los conceptos siguientes:

1. El liberalismo es el esfuerzo intelectual por detectar, destacar y recuperar los


principios propios de la civilización (capitalista) occidental .
2. La libertad: es la ausencia de coacción por parte de terceros, es decir, la
posibilidad de actuar en conformidad con fines y valores propios.
3. La sociedad: es la cooperación libre y voluntaria entre los seres humanos,
fundamentada en la división del trabajo.

Esta cooperación es resultado de un proceso evolutivo de ensayo y error. De modo que


instituciones como el dinero o el derecho son fruto no intencionado de la acción
humana, y no son producto del humano diseño. Para Mises la sociedad no puede
organizarse “por decreto”. Sobre todo porque es imposible que una persona o un grupo
reducido (p. ejm.; el Estado), disponga del conocimiento total necesario para tomar
todas las decisiones.

4. El mercado. Es el medio más eficiente para producir, por supuesto, tal como
demuestra el consenso actual entre los economistas. También es el más
adecuado para repartir, entre otras razones, porque producir y repartir los
beneficios son partes de un todo inseparable. No es factible durante mucho
tiempo que el mercado produzca y el estado distribuya. Si la distribución de la
riqueza que generan los procesos productivos no guarda relación con dichos
procesos los agentes productivos pierden sus incentivos y disminuyen o cesan
en su producción.

Para Von Mises el principal objetivo del liberalismo es el bienestar. El liberalismo busca
el bien para toda la sociedad, el mayor bienestar para el mayor número. “De hecho, el
liberalismo no difiere del socialismo o de otros sistemas políticos en sus fines, sino en
los medios empleados”.
Ahora bien, el liberalismo se centra en la actuación terrenal del hombre, en el progreso
externo, en el bienestar material (individual) de los humanos.
Friedrich August von Hayek (Viena, 8 de mayo de 1899 - Friburgo, 23 de marzo de
1992) fue un filósofo, jurista y economista de la Escuela Austríaca, discípulo de
Friedrich von Wieser y de Ludwig von Mises. Es conocido principalmente por su
defensa del liberalismo y por sus críticas a la economía planificada y socialista que,
como sostiene en Camino de servidumbre, considera un peligro para la libertad
267
individual que conduce al totalitarismo. Fue galardonado con el Premio Nobel de
Economía en 1974.

Su obra más conocida, Camino de servidumbre (título original "The Road to Serfdom"),
fue publicado por primera vez en marzo de 1944 en el Reino Unido, y en septiembre del
mismo año por la Universidad de Chicago en EEUU.

La tesis central es que Socialismo y Totalitarismo son esencialmente lo mismo, dos


retoños del colectivismo y éste, a su vez, un modelo de organización incompatible con
la libertad humana. Para Hayek toda planificación económica (hecha por el Estado), por
leve que sea, se basa en la creación de un supuesto bien común o nacional que se
constituye en objetivo general. Así pues, la planificación económica conduce
necesariamente hacia el totalitarismo y a la pérdida de las libertades individuales. En el
libro, usa tanto a la Unión Soviética como a la Alemania Nazi, como ejemplos de países
que han recorrido el "camino a la servidumbre" y llegado a esa situación. En sus
palabras:

Cualquier política dirigida directamente a un ideal de justicia distributiva, es decir, a lo


que alguien entienda como una distribución "más justa", tiene necesariamente que
conducir a la destrucción del imperio de la ley porque, para poder producir el mismo
resultado en personas diferentes, sería necesario tratarlas de forma diferente. Y ¿cómo
podría haber entonces leyes generales?

Von Hayek ofrece la siguiente observación, que podría haber servido de conclusión a
su obra: "En el pasado, ha sido la sumisión a las fuerzas impersonales del mercado lo
que ha hecho posible el desarrollo de la civilización. Es esta sumisión lo que nos
permite a todos construir algo que es mayor que lo que cada uno de nosotros pudiera
construir. Se equivocan terriblemente los que creen que podemos ayudar a dominar las
fuerzas de la sociedad de la misma forma que hemos aprendido a dominar las fuerzas
de la naturaleza. Esto no sólo es el camino hacia el totalitarismo sino también el camino
hacia la destrucción de nuestra civilización y, ciertamente, la mejor manera de bloquear
el progreso."

2.3 Neoliberalismo

El neoliberalismo etimológicamente es el “nuevo liberalismo”. Es el retomar de la vieja


doctrina liberal con ciertas modificaciones y nuevas aportaciones. El antiguo discurso
de que el mercado se autorregula y hace que todo funcione bien, que no debe de haber
intervención del Estado en la actividad económica, que haya libre competencia y que se
busque el máximo beneficio es nuevamente tomado. Sus principales postulados - dice
David Morris - son: la competencia promueve la innovación, eleva la productividad y
reduce los precios; la división del trabajo permite la especialización y que mientras más
grande es una unidad de producción, más grandes serán la división del trabajo y la
268
especialización y mayores los beneficios. Evidentemente el neoliberalismo se apoya en
los principios de los economistas clásicos, principalmente los de Adam Smith.251
En el artículo “¿El fin de la historia?”, que escribió en 1989, Fukuyama expresa que al
producirse el derrumbe de las sociedades socialistas el capitalismo y el liberalismo
surgen como el único sistema viable y se ve demostrado porque Rusia, China (…)y
Europa del este adoptan este sistema. Para Fukuyama la cultura de consumo se
expande y triunfa sobre las demás. La democracia capitalista se sitúa como el sistema
político ideal. "(...) en el fin de la historia no es necesario que todas las sociedades se
conviertan en exitosas sociedades liberales sino que terminen sus pretensiones
ideológicas de representar diferentes y más altas formas de la sociedad humana". En
pocas palabras para Fukuyama el liberalismo (ahora neoliberalismo) y el capitalismo
son el sistema político y evidentemente económico imperante en el planeta y que fuera
de él no hay otra alternativa.252

El neoliberalismo tiene un aliado muy importante que es la globalización o viceversa.


El neoliberalismo no siempre ha existido. De hecho, es un sistema bastante joven; sólo
se convirtió en la ideología económica dominante hace un poco más de tres décadas.
El sistema anterior (siempre dentro del capitalismo), que duró aproximadamente desde
finales de los años 1930 hasta finales de los 70, fue formado en gran parte por las ideas
del economista inglés John Maynard Keynes, y por su influencia se llama el
"Keynesianismo". Sin dejar de ser capitalista, Keynes decía que el Estado debería de
tomar un papel activo en el manejo de la economía de su país. En el Keynesianismo, el
Estado imponía reglas y supervisaba el mercado para dirigir la economía hacia las
prioridades que determinaba. No intentaba suplantar el mercado; más bien lo regulaba.
253

Pero mientras dominaba el Keynesianismo en la economía global, otro economista muy


influyente, Milton Friedman (de la escuela de Chicago), proponía un modelo económico
basado en principios prácticamente opuestos a los de Keynes, un modelo que forma la
base de lo que ahora se llama el neoliberalismo. Friedman propuso que el Estado no
interviniera casi nada en la economía nacional, es decir, que el control de la economía
estuviera en manos del capital privado y ya no en manos del Estado. Criticaba los
gobiernos nacionales por sus burocracias enormes e ineficientes que impedían el
funcionamiento óptimo del mercado.254

251 Loc. Cit.


252 Loc. Cit.
253 Susan George. Breve historia del neoliberalismo.
http://www.zmag.org/Spanish/0501geor.htm
254 Loc. cit.
269
2.3.1 Visión neoliberal de las crisis económicas y medias de política para
solucionarlas: 255

El Neoliberalismo, cree que la crisis económica a nivel mundial, es producto de la


excesiva intervención del Estado en la economía. El objetivo fundamental de la política
económica, según las orientaciones neoliberales, es propiciar el funcionamiento flexible
del mercado eliminando todos los obstáculos que se levantan a la libre competencia.
Para solucionar la crisis económica, los neoliberales proponen las soluciones
siguientes:

La privatización de todas las instituciones y que la economía se rija por un


modelo de libre mercado o libre competencia. La libre competencia consiste en un gran
número de empresas produciendo, en las que solamente el libre juego de la oferta y la
demanda influyan en el precio y la producción y consumo de los bienes.

Desaparecimiento de: Programas de seguridad social, Programas de


construcción de viviendas por parte del Estado, Leyes del salario mínimo, legislación a
favor de los sindicatos, impuestos a las importaciones o aranceles, controles de precio y
subsidios.
De esta manera, se cumple con el principal objetivo del capitalismo, el cual es “la
maximización en la obtención del lucro o ganancia” de los empresarios privados.

2.3.2 Las políticas neoliberales256

Bajo esta perspectiva, en las últimas décadas, todos los países de América Latina y el
Caribe han realizado reformas estructurales orientadas hacia el mercado y a mejorar la
eficiencia de la economía, a acelerar el crecimiento económico, etc.; ya que las
reformas neoliberales ponen el crecimiento económico como razón de ser de la
economía. Restringen la intervención del Estado hasta despojarlo de la responsabilidad
de garantizar los bienes mínimos, que se merece todo ciudadano. Eliminan todos los
programas de creación de oportunidades para todos y los sustituyen por apoyos
ocasionales a grupos focalizados. Privatizan empresas con el criterio de que la
administración privada es mejor. Abren sin restricciones las fronteras para mercancías,
capitales, y flujos financieros, que es parte también, de la globalización económica.
Subordinan la complejidad de la Hacienda Pública al ajuste de las variables
macroeconómicas: presupuesto general equilibrado, reducción de la inflación y balanza
de pagos estable, pretendiendo que de allí, se sigue todo bien común a largo plazo, sin
atender a los nuevos problemas de la población que emergen de estos ajustes, y que
tienen que ser atendidos simultáneamente, por una política de Estado.
Según estas políticas neoliberales, el problema de la distribución del ingreso se dará
255
Neoliberalismo y globalizacion. www.amschool.edu.sv/paes/civica/TEMA%203.htm‎
256 Loc. Cit.

270
por rebalse, cuando, al elevar los niveles de ingreso debido a un alto crecimiento
económico, permitirá eliminar las desigualdades económicas entre la población.
La visión del ser humano en el neoliberalismo, “delimita la grandeza del hombre y de la
mujer a la capacidad de generar ingresos monetarios, exacerba el individualismo y la
carrera por ganar y poseer. En muchos casos desata la codicia, la corrupción y la
violencia y, al generalizarse en los grupos sociales destruye radicalmente la comunidad.
Se impone así un orden de valores donde priva la libertad individual para acceder al
consumo de satisfacciones y placeres”. (Zacarías, Eladio. Estudios Sociales y Cívica II.
Pag 124).

2.4 La globalización: 257

La globalización es un fenómeno moderno que puede ser analizado desde diversos


ángulos. El término proviene del inglés globalization, donde global equivale a mundial.
Por eso, hay quienes creen que el concepto más adecuado en castellano sería
mundialización, derivado del vocablo francés mondialisation.
A grandes rasgos, podría decirse que la globalización consiste en integración de las
diversas sociedades internacionales en un único mercado capitalista mundial. Por eso,
el fenómeno es defendido desde teorías económicas como el neoliberalismo (al cual
sirve como instrumento operativo) y por entidades como el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial.

Los defensores de este fenómeno mundial exponen multitud de razones para estar a
favor del mismo. Así, entre ellas se encuentra el que permite que la libertad se extienda,
da lugar a más puestos de trabajo y a un crecimiento palpable de la economía, ha
disminuido la mortandad infantil, ha aumentado la esperanza de vida, han avanzado los
derechos de las mujeres y ha decrecido la explotación laboral infantil.(…¿?)
Existen numerosas corrientes de pensamiento que creen que la globalización
trasciende la cuestión económica y abarca a la cultura, por ejemplo. Como la relación
de fuerzas entre las naciones más desarrolladas (como las europeas o los Estados
Unidos) y las subdesarrolladas (como las latinoamericanas o africanas) es sumamente
desigual, la globalización sin límites ni controles favorece el imperialismo cultural y el
dominio económico, y atenta contra la identidad particular de cada pueblo.
El origen histórico de la globalización se remonta a 1492, cuando Cristóbal Colón llegó
a América. A partir de allí, la voluntad expansiva de Europa se tradujo en una serie de
imperios y el comercio global se intensificó año a año. Las potencias se basaban en la
teoría económico-política del mercantilismo, que suponía la competencia por una
cantidad finita de riqueza y la necesidad de un control estricto del comercio.

Vale mencionar que, especialmente desde el siglo XX, todos los países del mundo,
socialistas o capitalistas, en diversa medida, han experimentado y vivido los efectos de

257 http://definicion.de/globalizacion/#ixzz2ps4aQbR2

271
la globalización, o bien, han puesto en práctica medidas globalizantes.

El avance de la tecnología, el auge de las telecomunicaciones e Internet y el desarrollo


de los medios de transporte, entre otros, ha permitido que el fenómeno de la
globalización sea una realidad ineludible en el mundo actual, lo cual seguirá
manifestándose en el futuro por el mismo desarrollo de las fuerzas productivas y la
misma división social del trabajo.

272
3. QUÉ ES LA SOCIALDEMOCRACIA258

Preámbulo

El tema de la Socialdemocracia es parte del programa del Curso de Ciencia


Política impartido en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de San
Carlos de Guatemala. Constituye parte de la quinta unidad programática denominada
Procesos Sociopolíticos Contemporáneos.

Es mucha la bibliografía existente sobre este tema, pero por su particularidad en


la exposición, contenido científico, riqueza conceptual y contemporaneidad, el
documento aquí presentado expone de la mejor manera el origen, desarrollo y
actualidad de la Socialdemocracia. La utilización de dicho documento como referencia
bibliográfica, es con el único propósito de su lectura y evaluación de los estudiantes del
curso de Ciencia Política, impartido en la Facultad de Ciencias Económicas de la
Universidad de San Carlos de Guatemala.

Como es sabido, la socialdemocracia es una ideología y movimiento político de


tendencia socialista que nace en Europa a finales del siglo XIX y principios del siglo XX,
que si bien tiene su raíz en el marxismo clásico, se presenta como una propuesta
teórica y práctica moderada (Fundación por la Socialdemocracia de las Américas, A.C. ,
2006).. Los partidarios de esta doctrina creen que los cambios en el sistema capitalista
hacia una sociedad socialista pueden darse de forma pacífica, con reformas graduales
de profundo contenido social, y no de forma violenta como lo afirma el marxismo.

En sí, para la socialdemocracia, el bienestar social, la justicia social y la equidad


puede lograrse dentro del mismo Estado a través del impulso y ejecución de reformas
sociales. Vale mencionar que en el caso de Guatemala, el gobierno representado por
Álvaro Colom y su partido UNE (2008-2012), se proclamaron socialdemócratas, aunque
de una forma muy sui géneris. Realmente, dentro del espectro ideológico partidista, el
partido UNE se localiza en centro-izquierda con mucha representación de la derecha,
una mezcolanza muy clásica en muchos partidos políticos guatemaltecos.

258 Tema seleccionado del documento original ¿Qué es la socialdemocracia? los


principios y valores de la tercera vía, Primera Edición Impresa, 2005. Primera Edición
Electrónica, corregida y aumentada por la Fundación por la Socialdemocracia de las
Américas, A.C., 2006. De este documento se extractaron los contenidos que se
consideraron necesarios para efectos de su lectura y evaluación de los estudiantes del
curso de Ciencia Política, impartido en la Facultad de Ciencias Económicas de la
Universidad de San Carlos de Guatemala, con propósitos únicamente de enseñanza,
análisis y discusión académica y sin ningún fin de lucro.

273
Guatemala ha experimentado este tipo de gobierno o expresión política (además de las
consecutivas dictaduras militares y los gobiernos civiles y militares conservadores de
derecha y de extrema derecha). Por lo tanto, los siguientes documentos ilustran y
exponen académicamente el contenido y particularidades de la socialdemocracia.

Guatemala, septiembre de 2017

Lic. MSc. Edgar Arturo Marroquín López


Coordinador del Curso de Ciencia Política, USAC

274
3.1 Socialdemocracia: definición y origen.

La socialdemocracia es una doctrina y movimiento político de tendencia socialista


surgida en Europa a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, que si bien tiene su
raíz en el marxismo clásico, se presenta como una propuesta teórica y práctica
moderada.

Es decir, que para los socialdemócratas la transición de la sociedad capitalista al


socialismo se pretende a través de medios pacíficos -reformas graduales dentro del
sistema- y no de medidas violentas como la revolución con miras a destruir el
capitalismo como modo de producción.

En este sentido, el modelo socialdemócrata se deslinda de las tesis y acciones


ortodoxas del marxismo, desde la interpretación materialista de la historia, la lucha de
clases y la dictadura del proletariado hasta la teoría de la extinción del Estado.

De esta manera, la socialdemocracia, encabezada inicialmente por partidos políticos


obreros, participa en el juego de poder de la democracia liberal. Así, el parlamentarismo
y el electoralismo se presentan como los campos de batalla de este movimiento.

La cuna de la socialdemocracia se encuentra en Europa Central, donde Alemania


destaca como país pionero en la promoción de esta ideología. El Partido Obrero
Socialdemócrata Alemán (1869) fue el primer partido de esta tendencia. No obstante,
también figuran partidos políticos socialdemócratas surgidos a finales del siglo XIX en
países del Este y Norte de Europa. Tales son 1os casos de Dinamarca (1878), Bélgica
(1885), Noruega (1887), Austria (1889), Suecia (1889), Hungría (1890), Polonia (1892),
Bulgaria (1893), Rumania (1893), Holanda (1894) y Rusia (1898).

Desde sus orígenes, el movimiento socialdemócrata se ha caracterizado


fundamentalmente por su capacidad de transformación y voluntad de adecuarse a las
exigencias de la realidad histórica que se vive en el momento.

Así, la socialdemocracia se ha modificado a través del tiempo en respuesta a


determinados paradigmas, reconfigurando su propia naturaleza.

275
PARADIGMA ESTABLECIDO RESPUESTA A

Marxismo clásico(1848-1916) Socialdemocracia originaria (1869-


1945)
Liberalismo (1900-1930) Socialdemocracia clásica (1945-1973)
Neoliberalismo (1979-1998) Socialdemocracia renovada (1998-
2005)

A pesar de esta tendencia transformadora, puede afirmarse que la esencia de esta


doctrina se ha mantenido durante toda su evolución: la búsqueda de los medios
necesarios para alcanzar las mayores cuotas de libertad, igualdad y bienestar entre los
miembros de una sociedad.

Asimismo, existen valores que también han permanecido como rasgos característicos
del paradigma socialdemócrata. Tal es el caso de la justicia social, la solidaridad, la
responsabilidad, el humanismo y el progresismo.

3.2 La socialdemocracia originaria (1869-1945).

A diferencia de la consigna marxista de destruir al Estado para establecer una sociedad


sin clases, el planteamiento socialdemócrata sostiene, en un primer momento, que la
instauración del socialismo debe realizarse a través de la utilización del Estado. Se
acepta que la emancipación de la clase trabajadora puede lograrse dentro de la misma
sociedad capitalista.

En otras palabras, se trata de impulsar el mayor número de reformas sociales posible a


favor de los más débiles dentro del mismo Estado. Ello con miras a construir un Estado
social y democrático que garantice los derechos y el bienestar de la mayoría sin
necesidad de abolirlo. Tal y como lo planteó en 1899 el alemán Eduard Bernstein –uno
de los grandes fundadores de la socialdemocracia y padre del revisionismo:

Desde el punto de vista político nos damos cuenta de que los privilegios de la burguesía
capitalista, en todos los países avanzados, dan paso poco a poco a las instituciones
democráticas... La legislación de la fábrica, la democratización de las administraciones
comunales y la extensión de su competencia, la liberación de los sindicatos y de las
cooperativas de todas las trabas legales, la consulta permanente de las organizaciones
obreras por parte de las autoridades públicas en las contrataciones laborales
caracterizan el nivel actual del desarrollo...A medida que las instituciones políticas de
las naciones modernas se democratizan, se reducen la necesidad y las oportunidades

276
de grandes catástrofes políticas.259

En términos económicos, los socialdemócratas aceptan el sistema de economía de


mercado, aunque también reconocen que éste presenta deficiencias al asignar los
recursos. Por lo tanto, promueven la intervención de la autoridad pública para
establecer equilibrios y garantizar la libertad económica.

Así, desde su nacimiento la socialdemocracia fue identificada con el reformismo. Para


sus críticos –los marxistas ortodoxos- más que la búsqueda de la emancipación de la
humanidad a través de reformas políticas y sociales, se trataba de una traición a la
utopía socialista, una claudicación al ideal revolucionario, al elegir el camino de la
democracia liberal y al aceptar el capitalismo como sistema económico.

En cambio para los socialdemócratas originarios, la elección de la lucha democrática


para lograr el mejoramiento de la condición de vida de los trabajadores dentro de la
sociedad capitalista, se trataba de una opción viable que simplemente utilizaría otros
métodos, pero que mantenía como meta la instauración del socialismo.

En este sentido, en su versión originaria la socialdemocracia se define como un partido


político reformista, socialista y democrático que lucha por el progreso social y la
conquista de la democracia con la finalidad de impulsar el desarrollo de la sociedad
hacia el socialismo.260

Cabe destacar que a pesar de que en esta primera etapa la clase obrera, condensada
en un partido político monoclasista, se mantuvo como el sujeto de cambio primordial, ya
se reconocía le necesidad de transformar aquel partido de clase en un partido del
pueblo.

Política de clase obrera no significa aquí un antagonismo absoluto con los


intereses de las otras clases, pero significa libertad de los intereses particulares y
específicos de las otras clases...Así, se puede convertir en un ‘partido del pueblo’ sólo
en el sentido y en la medida en que los obreros mismos se conviertan en el elemento
determinante en el pueblo, alrededor del cual se agrupen otras capas sociales como
pertenecientes esencialmente a él.261

259 Eduard Bernstein, Las premisas del socialismo y las tareas de la


socialdemocracia. Problemas del socialismo. El revisionismo en la
socialdemocracia, 1ª edición en español, Siglo XXI, México, 1982, p. 96.

260 Ibidem., pp. 255-256.


261 Ibidem., p. 317.
277
MARXISMO CLÁSICO SOCIALDEMOCRACIA
ORIGINARIA
META Instauración del socialismo Instauración del socialismo

CONSIGNA Destruir el Estado Utilizar el Estado

ESTRATEGIA Revolución Reformas

ACTOR Partido monoclasista Partido policlasista

TIPO DE Sociedad sin clases Estado democrático


ESTADO

La tarea fundamental del movimiento socialdemócrata es en este periodo organizar


políticamente a la clase trabajadora para luchar por la ampliación de sus derechos
políticos y sociales para, una vez organizada, formarla para la democracia.

En suma, la socialdemocracia originaria destaca por su gran vocación democrática y de


transformación fundamentada en un rico debate teórico que permitió proponer
estrategias ad hoc a los acontecimientos que se suscitaban en aquella época, a la par
de que mantuvo viva la utopía socialista.

La socialdemocracia se propone ante todo elevar continuamente al trabajador de la


condición de proletario a la de ciudadano y generalizar el sistema civil o la condición de
ciudadano. No trata de sustituir la sociedad civil por una sociedad proletaria, sino el
orden social capitalista por un orden social socialista.262

3.3 La socialdemocracia clásica (1945-1973).

Hasta finales de los años cincuenta del siglo XX, la socialdemocracia en general siguió
basando sus acciones en tesis marxistas. Incluso mantuvo la meta de establecer una
sociedad sin clases. Sin embargo, las circunstancias históricas la obligaron a dar un
viraje ideológico radical.

En 1959, año en el que se celebró el Congreso del Partido Socialdemócrata Alemán


(SPD) en Bad Godesberg, se reconoció la obsolescencia del marxismo frente a los
retos que implicaba sobrevivir en una situación de posguerra y frente a la posibilidad de
llegar al gobierno.

262 Ibidem., p. 222.

278
Finalmente, la socialdemocracia, en este segundo periodo, se consolidó como una de
las principales fuerzas políticas leal al sistema capitalista, teniendo su mayor periodo de
auge entre los años 1945 y 1973.

Ya no se trataba de alcanzar aquella sociedad sin clases; ahora se pretendía humanizar


el capitalismo y reformar el Estado. Una vez más la socialdemocracia adoptaba una
estrategia pragmática y realista que se adaptaba a las nuevas circunstancias.

El contexto en el que se desarrolla esta etapa de la denominada socialdemocracia


clásica se caracteriza fundamentalmente por el auge y la expansión del capitalismo que
se presenta a nivel mundial.

En este sentido, el crecimiento económico sostenido que se dio en los países de


Europa después de la Segunda Guerra Mundial, fomentado entre otras cosas por el
apoyo de Estados Unidos, permitió la instauración del Estado de bienestar. Un modelo
político y social que permitió a la socialdemocracia expresar sus ideales.

Para el británico Charles Anthony Raven Crosland263, los cinco elementos que
componen el paradigma socialdemócrata clásico son:

a) El liberalismo político: la aceptación de las instituciones liberal-democráticas.

b) La economía mixta: la coexistencia de la propiedad privada de los medios de


producción y de un control público de la actividad económica a través de la
planificación.

c) El Estado de bienestar: la ejecución de políticas sociales tendientes a distribuir la


riqueza de una forma más equitativa, mitigando los efectos del mercado, y a promover
la justicia social, corrigiendo los desequilibrios económicos.

d) El keynesianismo: la ejecución de políticas económicas tendientes a lograr pleno


empleo, salarios elevados, estabilidad de precios y aumento del gasto público.

e) El compromiso con la igualdad social.

Durante este periodo la socialdemocracia logró grandes éxitos. No sólo en términos de


victorias electorales, sino también respecto a la difusión de su modelo: conjunción de la
democracia liberal, el capitalismo y el bienestar social.

Entre los más destacados dirigentes políticos de estos años se encuentran: el Primer

263 El libro clásico de este autor se titula El futuro del socialismo y fue
escrito en 1956.

279
Ministro sueco Olof Palme (1969-1976, reelegido en 1982); el Canciller de Austria
Bruno Kreisky (1970-1983) y; el Canciller alemán Willy Brandt (1969-1974).

Para este entonces, la socialdemocracia clásica se define como la forma de


organización obrera más extendida en el capitalismo democrático; como la única fuerza
política de izquierdas que ha podido demostrar un récord de reformas a favor del
bienestar de los obreros.264

Continuando con la estrategia política de establecer y fortalecer a partidos


interclasistas, la socialdemocracia clásica buscó la integración social del electorado
para obtener el mayor número de votos posible. Es decir, buscó el apoyo fuera de la
clase obrera. Así, esta búsqueda de aliados se arraigó a partir de entonces como una
táctica inherente al electoralismo.

Ello también respondió a la evolución numérica de la estructura de clases en las


sociedades modernas, lo cual exigía propuestas más amplias y diversas. Los partidos
socialdemócratas dieron así un nuevo contenido a sus plataformas.

Las alianzas más allá de la clase han de basarse en la convergencia de los


intereses económicos inmediatos de la clase obrera y los de los otros grupos. Los
socialdemócratas tienen que ofrecer créditos a los pequeños burgueses, pensiones a
los empleados y funcionarios, salarios mínimos a los obreros, protección a los
consumidores, educación a los jóvenes, descuentos familiares a las familias...Tal
convergencia no puede existir de manera que refuerce la cohesión y la combatividad de
los obreros contra las otras clases. Cuando los socialdemócratas amplían su llamado,
se ven obligados a prometer luchar no por unos objetivos específicos de los
trabajadores como clase, sino sólo por aquellos que los obreros comparten como
individuos con otros miembros de otras clases...Lo que se ve comprometido cuando los
partidos obreros se convierten en partidos de masas es el propio principio de la lucha
de clases, la lucha entre colectividades con una cohesión interna...Cuando los partidos
socialdemócratas se convierten en partidos ‘de toda la nación’, refuerzan su visión de
la política como un procesos de definición del bienestar colectivo de ‘todos los
miembros de la sociedad.265

264 Adam Przeworski, Capitalismo y socialdemocracia, Alianza Editorial,


Madrid, 1988, p.11.
265 Ibidem.,pp. 39 y 40.
280
SOCIALDEMOCRACIA SOCIALDEMOCRACIA
ORIGINARIA CLÁSICA
META Instauración del socialismo Adaptación y humanización
del capitalismo
CONSIGNA Utilizar el Estado Reformar el Estado

ESTRATEGIA Reformas Reformas

ACTOR Partido policlasista Partido policlasista

TIPO DE Estado democrático Estado


ESTADO benefactor/interventor

Más de dos décadas de grandes éxitos llegaron a su fin con la quiebra del sistema
capitalista y el denominado “consenso del bienestar” en los años setenta. La crisis del
petróleo y la consecuente alza de los precios en el mercado desencadenaron una
recesión económica, que finalmente expresó el fin de los años dorados del capitalismo.

El modelo de crecimiento económico que había financiado al Estado de bienestar desde


el fin de la Segunda Guerra Mundial mostró sus límites266, lo que condujo a la
implantación de un nuevo modelo: el neoliberal.

A escala doméstica la crisis del Estado de bienestar fue insostenible. Si bien a nivel
ideológico comenzaba la ofensiva del discurso conservador contra la viabilidad de un
Estado interventor, la realidad también mostraba las fallas y el agotamiento de las
políticas de bienestar económico y social.

Algunos de los problemas que se presentaron fueron: el aumento excesivo de los


gastos públicos, los índices elevados de inflación, el aumento de la deuda pública, la
ineficiencia de la burocracia, la pérdida de competitividad de las empresas públicas, etc.

El establecimiento de gobiernos de centro derecha en la década de los ochenta, como


los encabezados por Margaret Thatcher en Gran Bretaña (1979-1990), Ronald Reagan
en Estados Unidos (1981-1989) y Helmut Kohl en Alemania (1982-1998), marcó el
derrumbe del paradigma socialdemócrata clásico.

El nuevo modelo neoliberal propugnó por el adelgazamiento del Estado y la mayor


intervención del sector privado en la economía. A partir de entonces el motor del
crecimiento económico de los países se basó en el comercio internacional. Asimismo,

266 Ver el estudio Los límites del crecimiento elaborado por el Massachusetts
Institute of Technology en 1972.

281
se promovieron políticas de privatización, liberalización y desregulación como los
nuevos ejes del desarrollo económico.

La instauración de este modelo se justificó erróneamente en las supuestas fallas y


excesos del Estado de bienestar. Para los neoliberales el Estado se presentaba como
el gran culpable de la quiebra del sistema capitalista.

Ciertamente el modelo económico de los años de posguerra se había agotado, no


obstante, no sólo se trataba de la caducidad de ciertas políticas del Estado benefactor.
También la globalización económica, desencadenada con gran fuerza a partir de la
década de los ochenta, planteaba nuevos escenarios, nuevos retos y nuevas
exigencias.

3.4 La tercera vía (1998-2005).

Ante este nuevo panorama, la socialdemocracia respondió una vez más con una
propuesta alternativa: la tercera vía. Una tercera vía que se ubicó entre el modelo
socialdemócrata clásico y el modelo neoliberal. En palabras de su gran ideólogo,
Anthony Giddens:

...la “tercera vía” se refiere a un marco de pensamiento y política práctica que busca
adoptar la socialdemocracia a un mundo que ha cambiado esencialmente a lo largo de
las dos o tres últimas décadas. Es una tercera vía en cuanto que es un intento por
trascender tanto la socialdemocracia a la antigua como el neoliberalismo.267

En términos generales, se trató de un proyecto de centro-izquierda para renovar la


socialdemocracia en el marco de la globalización y para responder a la ola
neoconservadora. En Europa y Estados Unidos los gobiernos que representan esta
tendencia son: el británico encabezado por Tony Blair y su “Nuevo Laborismo” (1997);
el alemán con Gerhard Schröder y su “Nuevo Centro” (1998) y; el norteamericano
dirigido por el demócrata William Clinton (1993-2001).

Estos gobiernos aceptaron las condiciones de disciplina fiscal, estabilidad


macroeconómica y reformas políticas que demandaba el neoliberalismo. Sin embargo,
fieles a los principios y valores socialdemócratas, también fueron capaces de mantener
la esencia del modelo: a) un Estado socialmente responsable, b) un Estado como
regulador último de la economía y c) el compromiso con el bienestar social de las
mayorías.

En este sentido, dichos gobernantes fueron tildados de pragmáticos y en algunos casos

267 Anthony Giddens, La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia,


1998, p. 38

282
duramente criticados. En otros países se mantuvo una tendencia más tradicional. Tal es
el caso de la Francia gobernada por el socialista Lionel Jospin (1997-2002), quien
calificó la tercera vía de Blair y Schröder como un neoliberalismo disfrazado.

A pesar de estas distintas versiones de gobiernos de centro-izquierda en Europa y


Estados Unidos, puede afirmarse que todos promovieron los mismos ejes
programáticos: la reconstrucción del Estado hacia un nuevo Estado democrático, social
e inversor; el impulso de una sociedad civil más activa; el establecimiento de una
economía mixta y; la promoción de valores como la igualdad, la justicia, la
responsabilidad y la inclusión.

SOCIALDEMOCRACIA TERCERA VÍA


CLÁSICA
META Adaptación y humanización del Democratización del
capitalismo capitalismo mundial
CONSIGNA Reformar el Estado Reformar el Estado

ESTRATEGIA Reformas Reformas

ACTOR Partido policlasista Partidos policlasistas y


sociedad civil
TIPO DE Estado Estado regulador e inversor
ESTADO benefactor/interventor

En conclusión, la socialdemocracia renovada logró afirmarse como una alternativa


progresista frente a las tendencias conservadoras que han avalado el desarrollo
desigual entre los ricos y los pobres en un contexto de transnacionalización económica.

Asimismo, se ha preservado la idea de un Estado social democrático que garantice los


derechos y el bienestar de los ciudadanos. No obstante, para muchos, el movimiento
socialdemócrata ha perdido la voluntad de transformación, dedicándose únicamente a
resolver los problemas inmediatos.

En Estados Unidos, los denominados “nuevos demócratas” describieron esta tercera vía
como por medio de la Declaración del Nuevo Progresismo publicada por el Consejo de
Liderazgo Demócrata en 1996. En ella, los “nuevos demócratas” planteaban que:

...el surgimiento de nuevos mercados globales y de la economía del conocimiento, junto


al fin de la guerra fría, ha afectado la capacidad de los gobiernos nacionales para
controlar la vida económica y proporcionar una gama de prestaciones sociales en
continuo crecimiento. Tenemos que crear un marco diferente, que evite tanto el
Gobierno vertical, burocrático, auspiciado por la vieja izquierda como la aspiración de la
283
derecha a desmantelar el Estado en su conjunto.268

A partir de esta propuesta, se destacaron los pilares del nuevo progresismo ubicados
en: la igualdad de oportunidades, la responsabilidad personal y la movilización de
ciudadanos y comunidades. En esta tendencia se propone que las políticas públicas ya
no estén dirigidas a la redistribución de la riqueza, sino más bien a la creación de ésta.

Es decir, “en lugar de ofrecer subsidios a las empresas, el Gobierno debería promover
condiciones que llevan a las compañías a innovar y a los trabajadores a ser más
eficientes en la economía global”.269 Estas ideas estuvieron animadas e implementadas
por el presidente Bill Clinton.

Por lo que respecta al desarrollo de esta filosofía política en Reino Unido como ya se
mencionó, fue el Partido Laborista bajo el liderazgo de Tony Blair, quien impulsó la idea
del Nuevo Laborismo desarrollando, de esta forma, la tercera vía. Los defensores de la
tercera vía en Reino Unido aceptaron que algunas reformas neoliberales realizadas
fueron necesarias para impulsar la modernización, sin embargo, surgieron amenazas a
la cohesión social por el surgimiento de mercados sin regular.

El punto en el que coinciden los Nuevos Demócratas y los Nuevos Laboristas es en la


especial atención aplicada a la vida familiar, a la criminalidad y a la decadencia de la
comunidad. Ellos consideran que los trastornos familiares dan lugar a un
comportamiento antisocial y a la criminalidad, por lo tanto, la tercera vía sugiere que es
posible combinar la solidaridad social con una economía dinámica, meta que debería
ser alcanzada por los socialdemócratas contemporáneos. Para alcanzar esta meta se
exhorta a fomentar menos el gobierno nacional y el central, pero tener mayor
gobernancia sobre los procesos locales.270

En suma, los partidarios de la tercera vía consideran que la globalización económica ha


vuelto obsoleto el estatismo de la vieja izquierda. Por ello Giddens propone que los
socialdemócratas modernizadores deben estimular la colaboración internacional en
cinco áreas básicas: la gobernancia de la economía mundial, la gestión ecológica
global, la regulación del poder corporativo, el control de las guerras y el fomento de la
democracia transnacional.271

268 Anthony Giddens, La tercera vía y sus críticos, Taurus, México, 2001, p.
12.
269 Íbidem, p. 13.
270 Íbidem, pp. 14-15.
271 Ibidem., p. 135
284
Fuentes (citadas en el documento original):

Bernstein, Eduard, Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia.


Problemas del socialismo. El revisionismo en la socialdemocracia, 1ª edición en
español, Siglo XXI, México, 1982, 324pp.

Chanona, Alejandro “La opción socialdemócrata y su viabilidad en México”, en: Nueva


Visión Socialdemócrata. Hacia un Proyecto Socialdemócrata de Nación, núm.1 y 2,
julio-diciembre de 2005, Fundación por la Socialdemocracia de las Américas, A.C.

Giddens, Anthony, La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia, Taurus,


México, 1999, 198pp.

Giddens, Anthony, La tercera vía y sus críticos, Taurus, México, 2001, 203pp.
Perona, Ángeles J., Entre el liberalismo y la socialdemocracia, Anthropos Editorial del
Hombre, Barcelona, 1993, 248pp.

Przeworski, Adam, Capitalismo y socialdemocracia, Alianza Editorial, Madrid, 1988,


293pp.

285
4. Marxismo, política y medio ambiente

4.1 Marxismo y naturaleza272

Que el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo,


con el que debe mantenerse en un proceso constante, para no morir. La afirmación de
que la vida física y espiritual del hombre se halla entroncada con la naturaleza no tiene
más sentido que el que la naturaleza se halla entroncada consigo misma, ya que el
hombre es parte de la naturaleza (Marx, Engels, 1966:67).

La relación entre la sociedad humana y su entorno es dialéctica e histórica; en la


medida en que la sociedad transforma la naturaleza se transforma a sí misma, y las
posibilidades de transformar la naturaleza están dadas por el nivel al cual llegaron las
generaciones pasadas.

Lo que diferencia el concepto marxista de naturaleza en su disposición respecto de


otras concepciones, es su carácter socio histórico. Marx parte de la naturaleza como "la
primera fuente de todos los medios y objetos del trabajo", es decir, la ve de entrada en
relación con la actividad humana (Schmidt, 1977:11).

No existe, para Marx, la naturaleza por un lado y la sociedad por otro. La naturaleza es
la totalidad de lo existente y, al mismo tiempo, un momento de la praxis humana
(Schmidt, 1977:23). Esto significa que la naturaleza tiene sentido para el ser humano en
cuanto esfera de su actividad. Fuera del interés humano, la naturaleza no tiene sentido
alguno. De allí el antropocentrismo. Pero, esta relación del ser humano con su entorno
se da, en primera instancia, a través de la producción de su vida, lo que hace que, al
tiempo que el ser humano transforma la naturaleza externa, se transforma a sí mismo.

Al operar por medio de ese movimiento [el trabajo] sobre la naturaleza exterior a
él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza (Marx, 1975:215-216).

La propiedad del hombre sobre la naturaleza tiene siempre como intermediario su


existencia como miembro de una comunidad, familia, tribu, etc., una relación con los
demás hombres que condiciona su relación con la naturaleza (Marx, Apud Dussel,
1988:3O9).

El ser humano establece una relación histórica con la naturaleza. Porque, a cada fase
de su desarrollo socioeconómico, surgen relaciones sociales de producción nuevas,

272 Este material multimedia fue realizado por CIAC Digital para el CLADEAD
(Centro Latino Americano de Educación a Distancia); http://www.cladead.org

286
que crean regularidades que guían el comportamiento con el medio ambiente. En la
sociedad capitalista, por ejemplo, la clase capitalista es dueña de las condiciones de
producción. Ella reúne, bajo su administración, tanto la fuerza de trabajo como la tierra
y los medios de producción. La decisión de qué, cuánto, y cómo producir recae
exclusivamente en esta clase social. En lo que respecta a la clase que vive del trabajo
asalariado, no hay responsabilidad alguna que le toque como participante en el proceso
de producción. Claro está que la población es responsable de su ambiente no sólo
como productora, sino también como consumidora; pero, sólo se puede consumir
aquello que fue previamente producido.

Esta forma de encarar la relación de la sociedad con la naturaleza hace que el planteo
marxista no sea sólo antropocéntrico, sino prioritariamente clasista. Se trata de otra
diferencia radical con respecto al resto de las posiciones ambientalistas. Porque, si una
característica aglutina a todos los colores del ecocentrismo junto al tecnocentrismo, es
el hecho de considerar a la sociedad humana como un bloque con iguales
responsabilidades frente a la naturaleza. El marxismo considera a la sociedad
diferenciada en clases.

La sociedad capitalista desarrolla una serie de tendencias en su comportamiento con la


naturaleza. En primer lugar, la tendencia a la producción material ilimitada, como
resultado de una producción realizada con el propósito de obtener una ganancia.
También Marx explica, en El capital las tendencias del capital por abaratar la parte
constante y aumentar la rotación, como formas de incrementar la tasa de ganancia.
Ambas formas conducen a un mismo resultado: la depredación y contaminación de la
naturaleza. Esto es también intrínseco a la propia lógica capitalista. Se podrá restringir
el mercado, mediante políticas de comando y control o, mediante instrumentos,
"defender la naturaleza", pero no podrá impedirse que la propia lógica mercantil
presione sobre ella. Tampoco la tecnología, que muchos ambientalistas de hoy en día
tienen de chivo expiatorio de la crisis ambiental, es un resultado neutro, sino que su
ritmo y modalidad, así como las fuentes energéticas que utiliza, son un resultado -según
la teoría marxista-de la propia dinámica capitalista.

La teoría de la renta capitalista del suelo está dedicada a explicar los efectos de las
inversiones de capital en un medio natural, heterogéneo y monopolizable, como es el
suelo en su sentido más amplio. En esta teoría, Marx explica, entre otras cosas, la
tendencia del capital a la colonización de nuevas fronteras (renta diferencial 1), con los
consecuentes efectos sobre la depredación de la naturaleza. Y, también, la tendencia
del capital a sobre-explotar el mismo suelo aún bajo rendimientos decrecientes (renta
diferencial II), con los efectos de agotamiento de la fertilidad de los suelos.

En la teoría de la acumulación de capital Marx explica cómo las leyes de población


están subordinadas a la forma histórica de la sociedad. Cómo el capitalismo tiene leyes
específicas de población contra las posiciones malthusianas y hoy neomalthusianas
287
que suponen leyes de población constantes. Mostrando la necesaria tendencia al
despoblamiento absoluto del campo con la mecanización capitalista de la agricultura y,
agregaríamos, la consecuente creación de los problemas ambientales urbanos
resultado de las mega-ciudades. Explica también cómo el desempleo y la pobreza son
intrínsecos a la acumulación de capital; dos elementos que son hoy en día
considerados causas de los problemas ambientales resultan, dentro del análisis
marxista, subsumidos al funcionamiento de la propia sociedad capitalista. Y, lo mismo
sucede con las migraciones, la pérdida de la diversidad cultural y muchos otros efectos
del capitalismo sobre la población, que hoy en día aparecen como elementos
novedosos de una crisis ambiental desligada de las relaciones económicas de la
sociedad capitalista.

El análisis de Marx no se restringe a las tendencias principales de desarrollo del


capitalismo, de las cuales pueden ser derivados comportamientos específicos sobre el
medio ambiente, también establece las contra tendencias de dichas leyes. Así por
ejemplo, la utilización más eficiente de los insumos y el recicle de los desechos, es una
contra tendencia al saqueo derivado del ritmo de rotación y el abaratamiento del capital
constante. Aún más adecuado a la problemática ambiental actual es el carácter socio-
histórico del valor. Tan pronto las demandas iniciales por productos "limpios" o "verdes"
toman estado público, aparecen mercancías elaboradas con ese principio que tienen un
valor diferente a sus símiles "no limpias". Esto permite que lo que los empresarios
consideran hoy en día como la principal traba para la reestructuración industrial hacia
una economía "verde", esto es, el mayor costo de producción, desaparezca toda vez
que la sociedad lo convalide (Sandler, 1996).

El análisis marxista de la problemática ambiental nunca se desliga de las propias


contradicciones económicas del capitalismo. Por ello, para el marxismo, no puede haber
límites físicos que se enfrenten al desarrollo social. Antes de presentarse cualquier
límite físico, aparece una contradicción social que lo supera. Desde esta perspectiva,
tampoco tiene validez ninguna ética derivada de leyes "externas" (biológicas o físicas) a
la sociedad humana.

En cuando a la relación entre capitalismo y medio ambiente existen varias posiciones


dentro del marxismo. Una de ellas, autodenominada de eco-marxista, supone que la
propia dinámica del capitalismo lleva ineludiblemente a la crisis ambiental. O'Connor
cree haber enriquecido el materialismo histórico al identificar, además de la
contradicción principal del capitalismo planteada por Marx entre el capital y el trabajo,
una segunda. La segunda contradicción estaría dada por la incapacidad del capitalismo
de reproducir las condiciones generales de su producción, esto es, el ámbito externo -la
naturaleza- sobre la cual se asienta. Escribe O'Connor,

La causa básica de la segunda contradicción es la apropiación económicamente auto-


destructiva del capitalismo y el uso de la fuerza de trabajo, de la infraestructura y el
288
espacio urbano, y de la naturaleza externa o el medio ambiente (O'Connor, 1998:177).
Otra posición sostiene que no hay prima facie argumento alguno para suponer que el
capitalismo no pueda superar los problemas ambientales que provoca. Sandler (1994)
explica, a partir de la teoría del valor de Marx, cómo la producción de mercancías
"limpias" o "verdes" no implica, necesariamente, un mayor costo para la empresa, con
lo cual una modalidad de capitalismo verde sería viable.

4.2 Marx y Engels, y la relación desarrollo-medio ambiente 273

Lo concreto es concreto porque es la síntesis


de múltiples determinaciones y por lo tanto
unidad de lo diverso.
Karl Marx

El aporte de Marx y Engels al esclarecimiento de la problemática ambiental en su


relación con el desarrollo puede examinarse desde dos aspectos básicos: uno,
referente a una nueva concepción metodológica estrechamente vinculada a la ecología,
en cuanto concibe a la naturaleza en continuo movimiento, interconexiones y
transformación, y otro, de tipo más conceptual, que explícita la relación misma hombre-
naturaleza como interacción dialéctica. En relación con el primer punto, Engels escribe:
La gran idea cardinal del mundo no puede concebirse como un conjunto de objetos
terminados, sino como un conjunto de procesos, en el que a las cosas que parecen
estables, al igual que sus reflejos mentales en nuestras cabezas, los conceptos, pasan
por una serie ininterrumpida de cambios, por un proceso de génesis y capacidad, a
través de los cuales, pese a todo su aparente carácter fortuito y a todos los retrocesos
momentáneos, se acaba imponiendo siempre una trayectoria progresiva... 1

Tres ideas básicas aparecen aquí que guardan relación con la concepción sistémica
que caracteriza la relación medio ambiente-desarrollo: un enfoque holístico, una
dimensión dinámica de cambio constante y una visión optimista de trayectoria
progresiva.

El desarrollo es entendido por Marx y Engels como un proceso de cambio de


formaciones sociales a través del desarrollo de las fuerzas productivas. Una formación
social es concebida como el modo de producción vigente conjuntamente con una
superestructura. La superestructura está constituida por aquellas relaciones sociales
que no son relaciones de producción y por la conciencia social, mientras que el modo
de producción es definido como el conjunto de las relaciones de producción asociadas
a un determinado tipo de propiedad de los medios de producción.

273 Fuente: Autor desconocido encontrado en la web.

289
Las fuerzas productivas son definidas por Oscar Lange en los siguientes términos:
Podemos distinguir las fuerzas productivas reales y las fuerzas productivas humanas.
Unas y otras se forman y modelan en estrecha interdependencia; en efecto, los
hombres crean los medios de producción y los métodos técnicos que les permiten
utilizarlos, mientras que, al mismo tiempo, las aptitudes humanas se modelan en el
proceso de la producción de las cosas y en la utilización de los medios de producción.
Marx emplea igualmente el término de «fuerzas productivas materiales» subrayando de
esta manera que las fuerzas productivas son expresión de la actitud del hombre con
respecto a la naturaleza, o sea, de la relación entre el hombre y el mundo material que
le rodea; igualmente, del carácter activo de esta relación.6

El desarrollo de las fuerzas productivas va modificando las relaciones del hombre con la
naturaleza, lo que a su vez modifica el proceso de interacción de la sociedad con la
naturaleza.

La transformación en el seno de las formaciones sociales resulta de la superación de


las contradicciones internas que llevan a la sociedad a adaptarse a una nueva
situación. Es aquí donde se hace patente con claridad el segundo aspecto mencionado:
la relación hombre-naturaleza como interacción dialéctica.

Marx y Engels no conciben la historia del hombre separada de la historia de la


naturaleza, sino más bien como un proceso orgánico indisoluble en el cual no hay
separación entre naturaleza y sociedad. En La ideología alemana, Marx escribe:

La historia puede ser considerada desde dos puntos de vista, dividiéndola en historia de
la naturaleza e historia de los hombres. Sin embargo, no hay que dividir estos dos
aspectos: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de los
hombres se condicionan recíprocamente.7

A su vez, en El Capital señala que todas las relaciones están mediadas por cosas
naturales y viceversa, es decir, se trata siempre de relaciones entre los hombres, entre
sí y con la naturaleza. Por ello concibe el desarrollo no sólo en términos de un cambio
social, sino en función de la relación sociedad-naturaleza en que el desarrollo del
sustrato económico de la sociedad es visto como un «proceso histórico natural».

Por otra parte, la naturaleza sólo tiene sentido en cuanto está relacionada con una
acción práctica eminentemente humana: «la naturaleza, tomada en forma abstracta, por
sí, fijada en la separación del hombre, no es nada por el hombre». Por lo tanto, la
relación del hombre y el medio ambiente debe fundamentalmente concebirse como un
fenómeno social. Como bien señala Lukacs,

la naturaleza es una categoría social, esto es, siempre está socialmente condicionando
lo que en un determinado estadio del desarrollo social vale como naturaleza, así como
290
la relación de esa naturaleza con el hombre y la forma en la cual éste se enfrente con
ella, o, en resolución, la significación de la naturaleza en cuanto a su forma y su
contenido, su alcance y su objetividad.8

Ahora bien, el hombre se enfrenta con la naturaleza en una actitud de transformación y


apropiación. De ello derivan dos elementos importantes para explicar el impacto del
desarrollo de la sociedad sobre el medio ambiente: su actitud predatoria y su enfoque
parcial, selectivo, de los fenómenos naturales.

Respecto del primer aspecto, Marx señala que la producción es siempre «apropiación
de la naturaleza por parte del individuo en el seno de una determinada forma social y
mediante ella».9 Dentro de este proceso de apropiación, según Lukacs, «la misión
histórico universal del proceso civilizatorio que culmina en el capitalismo es la
consecución del dominio humano sobre la naturaleza».10

Sin embargo, de acuerdo con el planteamiento marxista, dicha dominación no debe ser
entendida como una actitud expoliadora, predatoria de la naturaleza. No se trata de una
explotación irrestricta, sino de un adecuado manejo del sistema natural con vistas a la
satisfacción de las necesidades humanas, tal como indica Engels:

...Y así a cada paso que damos se nos recuerda que en modo alguno gobernamos la
naturaleza como un conquistador a un pueblo extranjero, como alguien que se
encuentra fuera de la naturaleza, sino que nosotros, seres de carne, hueso y cerebro,
pertenecemos a la naturaleza y existimos en su seno, y todo nuestro dominio de ella
consiste en el hecho de que poseemos sobre las demás criaturas, la ventaja de
aprender sus leyes y aplicarlas en forma correcta.11

Por otra parte, el reduccionismo que caracteriza el estudio de los fenómenos naturales
está expuesto por Engels en el siguiente pasaje:

...El análisis de la naturaleza en sus diferentes partes, la clasificación de los diversos


fenómenos y objetivos naturales en determinadas categorías, la investigación interna de
los cuerpos orgánicos según su diversa estructura anatómica, fueron otras tantas
condiciones fundamentales a que obedecieron los progresos gigantescos realizados
durante los últimos cuatrocientos años en el conocimiento de la naturaleza. Pero estos
progresos nos han legado a la par el hábito de concebir las cosas y los fenómenos de la
naturaleza aisladamente, sustraídos a la gran concatenación general; por lo tanto, no
en su movimiento, sino en su inmovilidad; no como sustancialmente variables, sino
como consistencias fijas; no en su vida, sino en su muerte.12

A su vez, Marx nos dice:

La naturaleza se transforma en puro objeto para el hombre, en pura cosa de utilidad,


291
deja de ser reconocida como potencia para sí; y el conocimiento teórico mismo de sus
leyes autónomas aparece solamente como argucia para someterla a las necesidades
humanas, sea como objeto de consumo o como medio de producción. 13

La actitud de dominación o de explotación que se asocia a la visión reduccionista


orientada a la utilidad inmediata, prescindiendo de los efectos globales y de largo plazo
de la actividad económica, se traduce en una acción económica, de tipo predatoria con
respecto a la naturaleza, y en cierta medida irresponsable en relación con las
consecuencias que dicha acción tiene sobre el proceso de desarrollo de la humanidad.
La preocupación marxista por la naturaleza no es por la naturaleza en sí, sino en tanto
sustrato de toda actividad económica. Los siguientes párrafos de Engels reflejan su
pensamiento en este sentido:

...Todos los modos de producción conocidos hasta ahora apuntaron nada más que al
logro del efecto útil más inmediato y directo del trabajo. Las consecuencias posteriores,
que sólo aparecen después y adquieren efectividad debido a la repetición gradual y a la
acumulación, fueron desatendidas por completo. La economía política clásica, la ciencia
social de la burguesía ante todo examina sólo los efectos sociales de las acciones
humanas en los terrenos de la producción y el intercambio hacia los cuales se apunta.
Esto corresponde por entero a la organización social de la cual es expresión teórica.
Cuando los capitalistas se encuentran dedicados a la producción y el intercambio con
vistas a la ganancia inmediata, sólo deben tenerse en cuenta en primer lugar los
resultados más próximos e inmediatos...

Lo mismo rige para los efectos naturales de esas acciones. ¡Qué les importaba a los
plantadores españoles de Cuba, que quemaron bosques enteros en las laderas de las
montañas y obtuvieron de las cenizas suficiente fertilidad para una generación de
cafetos muy provechosos; qué les importaba que después las fuertes lluvias tropicales
arrastraran la desprotegida capa superior del suelo, y dejaran detrás nada más que la
roca desnuda! En relación con la naturaleza, como con la sociedad, el modo de
producción actual se ocupa predominantemente nada más que de los resultados
inmediatos, más tangibles. Y después se expresa sorpresa cuando los efectos más
remotos de las acciones orientadas hacia ese fin resultan ser muy distintas, y a menudo
de carácter casi siempre opuesto...14

La necesidad de una visión integradora y global de los fenómenos sociales en su


interrelación con los fenómenos naturales ha sido claramente expuesta por Marx
cuando señala que todas las ciencias deben fundarse sobre la naturaleza. Una doctrina
sigue siendo sólo una hipótesis mientras no se encuentra su base natural... La ciencia
de la naturaleza subsumirá igualmente en el futuro a la ciencia del hombre, así como la
ciencia del hombre a la ciencia de la naturaleza: habrá sólo una ciencia.15

La relación hombre-naturaleza y el proceso de desarrollo son vistos como una


292
interacción dialéctica que induce el movimiento hacia adelante. En otras palabras, la
dialéctica no examina el desarrollo como un simple proceso de crecimiento, medida en
cambios cuantitativos sin consideración de si tales variaciones cuantitativas se traducen
o no en alteraciones cualitativas, sino más bien como un proceso donde los cambios,
por insignificantes que sean, tienden a traducirse, a largo plazo, en transformaciones
cualitativas. La alteración cualitativa puede ser repentina o gradual. Por lo tanto, no
puede entenderse el desarrollo como un proceso circular ni como repetición de
experiencias pasadas, sino como un proceso progresivo desde un estado a otro
cualitativamente diferente. Este movimiento surge de las contradicciones internas del
sistema. La dinámica del sistema tiende a eliminar estas contradicciones mediante un
proceso de adaptación y transformación.

La concepción marxista del desarrollo puede presentarse como la superación de


contradicciones, «como un complejo de procesos dialécticos cuyo estímulo primordial, e
incesantemente repetido, es la acción recíproca del hombre y del mundo material que lo
rodea en el proceso social de producción».16

El primer enfrentamiento dialéctico que induce al desarrollo de la sociedad se da entre


el hombre y la naturaleza, en el proceso social de transformación de la naturaleza
mediante el trabajo. Esta acción modificadora del hombre sobre el ambiente natural se
traduce en la creación de un ambiente material artificial, que provoca reacciones en el
sistema natural cuya conducta se altera y modifica frente a los estímulos y acciones
provenientes del sistema social. Esta contradicción se supera mediante una
modificación de las fuerzas productivas, provocando a su vez reacciones en la
naturaleza y originando al mismo tiempo nuevas contradicciones entre la naturaleza y
las relaciones de producción. Las relaciones de producción existentes en un principio
constituyen un freno al proceso de cambio, pero paulatinamente se adaptan al
desarrollo de las fuerzas productivas, adaptación que sin embargo va a provocar ahora
contradicciones entre otros componentes del sistema: relaciones de producción y base
económica del sistema con la superestructura de la sociedad, la cual probablemente se
resistirá, al comienzo, a la acción de las nuevas relaciones de producción, pero que,
paulatinamente, se irá adaptando a ellas y dando lugar a otras etapas del proceso de
planteamiento y resolución de contradicciones.

El énfasis en las leyes naturales que venían propugnando los economistas clásicos,
como una transposición de leyes naturales a la realidad social, es reemplazado en Marx
y Engels por la búsqueda de leyes propias del sistema socioeconómico, que rigen su
proceso de cambio y transformación: «...La sociedad actual no es algo pétreo e
inconmovible, sino un organismo susceptible de cambio y sujeto a un constante proceso
de transformación...». Lo anterior implica además que las leyes que rigen el
funcionamiento del sistema en un determinado momento no son necesariamente
válidas en otro:

293
…cada época histórica tiene sus propias leyes. Tan pronto como la vida supera una
determinada fase de su desarrollo, saliendo de una etapa para entrar en otra, empieza
a estar presidida por leyes distintas... Al cambiar el desarrollo de la capacidad
productiva cambian también las relaciones sociales y las leyes que las rigen. 17

Dada la perspectiva marxista, no es sorprendente la crítica, a veces violenta, que Marx


y Engels hicieran de los planteamientos clásicos, sobre todo de los postulados
maltusianos concernientes al crecimiento de la población y la finitud de los recursos
naturales, así como también a la ley ricardiana de rendimientos decrecientes, críticas
que serán analizadas más detenidamente al examinarse la controversia sobre los
recursos naturales y la población.

4.3 Marxismo y Medio Ambiente274

4.3.1 Introducción

La crisis ambiental contemporánea ha obligado a las ciencias sociales a una puesta al


día. En economía pueden encontrarse 3 grandes corrientes: la economía ambiental,
que es la visión neoclásica y keynesiana; la economía ecológica, que busca utilizar las
leyes de la termodinámica como criterios orientadores de la organización económica; y
la economía marxista, que subordina la relación sociedad/naturaleza a las
contradicciones productivas al interior de la sociedad humana.

En esta breve comunicación presentaremos la lógica de la economía ambiental,


mostrando cómo la solución que propone es, paradójicamente, la demostración más
clara del carácter no sustentable de la economía capitalista que defienden. También
presentaremos la lógica de la economía ecológica, mostrando cómo su crítica externa al
funcionamiento de la economía capitalista no permite explicar las causas de los
problemas ambientales. Ambas corrientes económicas, la ambiental, y la ecológica
critican al marxismo por no tener una teoría que dé cuenta de la problemática
ambiental. Por último, entonces, mostraremos cómo, aunque parezca paradójico, es
precisamente el análisis marxista del capitalismo el medio para comprender las causas
y tendencias de comportamiento del ser humano con su ambiente.

4.3.2 La economía ambiental

Ya en la década de los 20 de este siglo, Pigou (1948) sostuvo la necesidad de que las
externalidades negativas sean contempladas por el Estado, imponiendo a sus
responsables una tasa. De esta manera, el Estado corregiría las fallas del mercado;
pero éste último seguiría siendo el mecanismo asignador de recursos.

274 Autor: GUILLERMO FOLADORI (1996)

294
Más modernamente, Coase (1960) plantea que el problema radica más en términos
jurídicos que económicos. Si los derechos de propiedad abarcaran, por ejemplo, al aire
que respiramos, cada quien podría exigir una indemnización a las fábricas poluyentes.
Pero como no existe tal alcance jurídico, la propuesta de Coase consiste en que sea la
negociación directa entre poluyentes y afectados quien resuelva el problema,
descartando la participación estatal. Aunque con diferente propuesta de resolución, el
mercado seguiría siendo el mecanismo de asignación de recursos.

Muñidos de este instrumental teórico, los economistas ambientales avanzaron en la


implementación de políticas tendientes a encarar los problemas ambientales. Por un
lado, creando mecanismos de control y de planificación del uso de recursos naturales y
de generación de desechos. Por otro, procurando instrumentos de mercado que
otorguen precio a lo que el mercado libremente no da. El sólo intento de la economía
ambiental de otorgar precio a cosas que “naturalmente” no lo adquieren constituye la
demostración más nítida de que el mercado fracasó en la consolidación de una
sociedad sustentable.

4.3.3 La economía ecológica

El análisis de la economía ecológica parte de los flujos de energía. Se basa, para ello,
en las leyes de la termodinámica. En 1971 se publica el libro de Georgescu-Roegen La
ley de la entropía y el proceso económico, donde pone sobre el tapete, nuevamente, el
papel que los materiales deben tener en la gestión económica. Georgescu-Roegen
hace hincapié en los recursos no renovables como amenaza para la sustentabilidad del
proceso económico, y en la entropía resultante. Pero el auge de la economía ecológica
no se da sino en los años siguientes, como respuesta al estado público que toma la
crisis ambiental.

Una serie de autores (Georgescu Roegen, 1971; Ehrlich, Ehrlich, Holdren, [1980];
Naredo, 1987; Martínez Alier, [1991]; Daly, 1972; Boulding, [1980]), teniendo como base
las leyes de la termodinámica, plantea una crítica a la concepción tradicional de la
economía. Los ejes centrales de esta crítica son los siguientes:

1) El pensamiento económico tradicional ha considerado a la actividad económica como


un sistema cerrado, aislado, reducido al ciclo producción-consumo. Todo lo que escapa
a dicho ciclo, particularmente los recursos y los desechos, que antes de ingresar al ciclo
económico (recursos) o después de salir de él (desechos) no tienen precio, no interesa
a la contabilidad económica y, por tanto, al interés del empresario. Contra esto, la
economía ecológica señala que la economía es un sistema abierto, inserto en un
ecosistema (Planeta Tierra) cerrado. Este ecosistema Tierra es abierto en energía solar,
pero cerrado en materiales. De allí que la actividad económica deba contemplar no sólo
los productos dentro del ciclo económico convencional, sino aquellos que constituyen
su condición: los recursos naturales; así como los desechos.
295
2) Al no reparar en los aspectos energéticos y en el carácter renovable o no de los
materiales, la economía se mueve con ritmos basados exclusivamente en la dinámica
de los precios, los cuales se contraponen con los ritmos naturales. Es necesario, por
tanto, que la actividad económica contemple los diferentes ritmos naturales y, con ello,
la distinción entre recursos naturales renovables y no renovables, así como la velocidad
y posibilidad de recicle de los desechos.

3) A pesar de que, según la ley de la entropía, toda energía tiende a degradarse, cada
modalidad energética puede ser distinguida según su calidad. Es decir, la capacidad de
producir trabajo útil es diferente según la fuente energética y su modo de utilización. El
análisis energético podrá servir de guía para la utilización de materiales
energéticamente más eficientes y, por tanto, más sustentables.

La economía ecológica descansa sobre un análisis energético. Esto plantea una serie
de dificultades. La primera es de órden científico-técnico, y puede ser formulada
mediante la pregunta, ¿existen límites físico-materiales a la producción humana? La
respuesta de la economía ecológica es un contundente sí. El argumento es simple: la
Tierra es cerrada en materiales, por tanto un crecimiento ilimitado de la producción es
inviable. Pero esto puede ser discutible por varias razones. La primera es que la vida en
la Tierra también tendrá un límite. Se calcula que el Sol se extinguirá dentro de otros 5
mil millones de años. Entonces el problema es de ritmo y no de límites absolutos. Para
ser correctamente formulada, la pregunta debería ser: ¿Crece la producción humana a
un ritmo que plantea límites de abastecimiento de materiales en un futuro previsible?
Creo que nadie se atrevería a dar una respuesta medianamente sólida, si consideramos
la rápida variación en la tecnología, en las estimaciones de existencia de los principales
materiales, y en los cambios en la dinámica de la población.

La segunda es de orden económico; y también la podemos plantear en forma de


pregunta: ¿Puede organizarse una producción económica alternativa, que contemple
los recursos y desechos, pero dentro de la lógica mercantil de la sociedad capitalista?
La respuesta a esta pregunta implica un análisis de las tendencias intrínsecas a la
producción capitalista y su relación con la depredación y polución de la naturaleza. La
economía ecológica aún no ha realizado este análisis; de manera que sus
planteamientos alternativos no engarzan con una propuesta política coherente. No
conocemos si es posible una “producción ecológica” dentro del capitalismo; tampoco
quiénes serán los sectores o grupos encargados de conducir tal proceso, como los que
se opondrán.

La tercera es de orden político. Si la administración de los recursos naturales debe


basarse en un análisis “racional” de distinción entre recursos renovables y no
renovables, y según las contabilidades energéticas; ¿no lleva esto implícitamente a una
propuesta tecnocrática de decisión económica, tal vez mucho más alejada de las
voluntades explícitas de los economistas ecológicos que la propuesta marxista de
296
politizar la economía?

4.3.4 Límites de la economía ambiental y ecológica

Más allá de las dificultades con que se enfrenta la economía neoclásica y keynesiana
para abordar el tema ambiental, y de la crítica de la economía ecológica, existe un
problema irresoluble para estas teorías económicas: la propia existencia de
externalidades; y la separación en la práctica entre ecología y economía. Unos se
enfrentan a la necesidad de considerar las externalidades; pero, ¿por qué existen
externalidades?. Otros se enfrentan a la necesidad de anexar criterios
físico/energéticos a la economía; pero, ¿por qué están separadas ecología y
economía?

La base de funcionamiento del sistema capitalista consiste en que las empresas


abandonan involuntariamente la organización y destino global de la producción al
mercado. Es el mercado el que, elevando los precios de ciertas mercancías y
deprimiendo otros, sugiere a las empresas qué producir, y con qué tecnología y
recursos. Es también, a través del mercado, que el producto global es distribuido entre
la población. De esta forma, la decisión de las empresas respecto de los recursos y
desechos está acotada, por el análisis costo-beneficio, a las posibilidades que los
precios exteriores le imponen.

El resultado de abandonar al mercado la organización global de la economía es,


paradójicamente, la existencia de la economía por un lado, la política por otro, y la
ecología por otro. Si en lugar de empresas independientes, la producción fuese
resultado de la asociación consciente de los productores, no habría un criterio externo
como son los precios impuestos por el mercado. Los recursos naturales con sus
diferencias en renovables y no renovables, así como los criterios energéticos, y la
polución “sin precio de la economía capitalista”, entrarían por igual en las decisiones,
junto al resto de los medios de producción y el trabajo. Lo que hoy son esferas de
actividad e interés separadas: economía, ecología, política, (para lo cual se requieren
de instrumentos y políticas para relacionarlos) constituirían una unidad. No habría,
entonces, externalidades; todos los elementos físico-materiales y sociales de la
producción serían, de por sí, internos. No habría separación de ecología y economía; la
contabilidad sería material y sobre criterios políticos, los conocimientos físico-
energéticos de la ecología, y los sociales de la economía, sencillamente estarían, de
por sí, unidos.

La historia del pensamiento económico es elocuente al respecto. La humanidad


siempre realizó actividades económicas. Pero la posibilidad de pensar a la economía
como una ciencia en sí, separada de la moral, de la ética, y de la política, sólo surgió en
torno al siglo XVII en Europa, cuando la práctica separó la economía de la política. La
297
generalización de la pequeña propiedad mercantil cambió el eje de las decisiones
económicas. Si en todas las formas premercantiles de producción, la decisión política-
violenta del señor feudal, del pueblo conquistador, del estado tributario, del esclavista,
era quien obligaba al trabajador a la generación de un excedente; la pequeña
producción mercantil deja en manos del propio productor, dueño de sus medios de
producción, la decisión. Bajo la pequeña producción mercantil nadie obliga a producir, y
menos un excedente, salvo, claro está, las presiones de los precios del mercado, que
obligan como una ley invisible a aumentar permanentemente la productividad, so riesgo
de la quiebra económica. Por primera vez en la historia, de manera generalizada, la
actividad económica se separa de la política. Desaparece la coacción extraeconómica,
esto es, política, para producir. Es por ello que el nacimiento de la economía como
ciencia, como un cuerpo de conocimientos específico, desligado de los razonamientos
éticos, morales, y políticos, ocurre a partir del siglo XVII en Europa. Y aunque las
relaciones reales entre economía, política y ecología siempre existen, también es un
hecho que la división social del trabajo no siempre es igual. Es esta división del trabajo
que separa, bajo la producción mercantil, y más acentuadamente bajo la capitalista, las
actividades económicas de las políticas, y las distintas ciencias entre sí.

4.3.5 Marxismo y medio ambiente

Cuando Engels, en “El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre”
daba cuenta de las implicaciones de la posición erguida, de la liberación de las manos,
y de la fabricación de instrumentos, llegó a la conclusión de que la principal revolución
que aquello había ocasionado no era en la transformación de la naturaleza, sino en la
autotransformación de la sociedad humana. Con ello el marxismo se pone al frente de
todas las corrientes de estudio de la cuestión ambiental que toman a la sociedad
humana como un todo y la relacionan con el resto del mundo vivo y abiótico. El
marxismo muestra que el relacionamiento del ser humano con su ambiente está
mediado por la propias relaciones interespecíficas; y que, dentro de éstas, son las
relaciones sociales de producción las que gobiernan al resto.

El punto de partida para el análisis de la crisis ambiental contemporánea está en la


propia producción mercantil. Mientras la producción precapitalista de valores de uso
tiene su límite en la satisfacción de las necesidades; la producción mercantil para
incrementar la ganancia no tiene límite alguno. Esta diferencia, tan sencilla y general,
está en la base del agotamiento de los recursos naturales a un ritmo nunca sospechado
en la historia de la humanidad; y también de la generación de desechos (polución) en
una medida ilimitada.

Pero la producción capitalista es una modalidad de producción mercantil con leyes


particulares. Una rápida mirada a estas leyes permite mostrar las sólidas
interconexiones entre sociedad y medio ambiente.

298
Primero, las leyes más generales que se derivan del movimiento del capital. Tanto la
tendencia al incremento de la rotación del capital para aumentar la ganancia, como la
tendencia al abaratamiento del capital constante, constituyen la explicación más
contundente del avance del capital sobre espacios y materiales de la naturaleza no
mercantilizados a ritmos crecientes.

Segundo, el papel del suelo como barrera a la inversión de capital, y su explotación


capitalista y propiedad, como medios de sustracción de una parte del plusvalor global
generado bajo la forma de renta explican, por un lado, la tendencia a la privatización y
mercantilización de la naturaleza. Por otro, la depredación de los recursos naturales
para lograr ganancias extraordinarias (renta diferencial II).

Tercero, el efecto de la producción capitalista sobre las clases trabajadoras. Por un


lado, mostrando que el sistema capitalista es el único que, impulsado por la expansión
mercantil, no soporta otros modos de producción a su alrededor y, con ello, tiende a la
destrucción de la diversidad cultural. Por otro, al convertir a la fuerza de trabajo en
mercancía, la sujeta al crecimiento de la composición orgánica del capital y a los
vaivenes de la oferta y la demanda, generando despilfarro de trabajo humano en la
forma de desempleo, miseria, y enfermedades. Y, mediante la división clasista del
trabajo, limita las posibilidades de la creatividad humana.

Cuarto, los efectos globales de la dinámica capitalista se expresan en recurrentes crisis


y guerras, que son la expresión más clara del desperdicio de recursos materiales y
humanos.

4.3.6 A manera de resumen: volviendo sobre las críticas al marxismo

Los ecologistas y ambientalistas suelen plantear dos tipos de críticas al marxismo. Una,
que éste es productivista; que deifica el desarrollo de las fuerzas productivas, cuando la
realidad contemporánea ha demostrado el lado negativo del desarrollo científico y
tecnológico. Se trata de un grave error. El método de Marx se basa en la conexión entre
el proceso técnico material y la forma social que asume. Supongamos el análisis de la
tecnología; o de una máquina en particular. En una primera instancia, en el análisis en
sí de la máquina, ésta representa un mecanismo que cumple una determinada función.
En este sentido suplanta fuerza de trabajo, aumenta su productividad, y su utilización
implica una liberación del trabajador respecto de la actividad que realizaba.

Si el análisis hubiese quedado allí, las críticas serían pertinentes. Sin embargo, Marx
continúa su análisis y señala cómo, bajo relaciones capitalistas, la máquina asume el
carácter de capital constante. Ello significa que se relaciona con el trabajo como trabajo
asalariado; de manera que la liberación de la actividad del trabajador se convierte en
desempleo. O, por el contrario, la máquina se mantiene al margen de la producción
mientras la fuerza de trabajo está, en cantidad y precio, por debajo de las necesidades
299
y el costo de uso de la máquina; como sucede en muchos ingenios cañeros, donde las
cosechadoras mecánicas son un medio de control del alza de los salarios, o los
vaivenes de la oferta de fuerza de trabajo, y permanecen normalmente paradas en los
garages a disposición. Lo que en términos más abstractos aparecía como liberación de
cargas físicas, en un nivel más concreto y ajustado a la forma históricamente
determinada del trabajo, es un elemento material que relega al trabajo vivo del proceso
productivo, o bien compite directamente regulando los salarios y la oferta de fuerza de
trabajo.

Tampoco termina allí el análisis de Marx, prosigue y señala cómo dicha máquina, al
intercambiarse por trabajo asalariado, al adquirir la forma de capital constante, sirve a
los efectos de valorizar el propio capital, mistificando el origen del trabajo excedente, al
hacerlo aparecer como resultado indistinto de todos los factores de la producción. No
satisfecho, prosigue.

En una tercera instancia, la máquina también asume la forma de un elemento de la


composición orgánica del capital; esto es, en la proporción en que se intercambia con el
trabajo vivo en la rama en que está actuando. Con ello participa en la competencia inter
ramal por la nivelación de las ganancias. Colabora en el aumento generalizado de la
composición media del capital y la caída de la tasa media de ganancia. Descenso de la
ganancia que es el arranque de la crisis capitalista. De manera que en ningún momento
el análisis marxista de las fuerzas productivas es un análisis per se, sino un recorrer las
diferentes fases que asume bajo relaciones sociales históricamente determinadas.
Además, el análisis marxista de las fuerzas productivas nunca oculta el carácter
destructivo de dichas fuerzas. Marx muestra cómo la producción capitalista genera
obsolescencia moral de los productos; o cómo el carácter mercantil de la producción
destruye permanentemente aquellos valores de uso que no logran venderse. Explica las
guerras como luchas intercapitalistas por la apropiación del capital o su destrucción. Y,
lo que es más grave, muestra la destrucción de la vida humana misma, directamente a
través de las guerras, enfermedades y miseria, o indirectamente, a través de la
explotación en las empresas capitalistas.

La segunda crítica dirigida al marxismo es que éste no contempló a la naturaleza en su


teoría del valor. La crítica está mal direccionada. Son las relaciones capitalistas que no
dan precio a los recursos de la naturaleza no monopolizable, o a los desperdicios
contaminantes. Marx sólo revela lo que ocurre en la realidad. Pero, como suele
acontecer, los economistas neoclásicos y ecológicos confunden la realidad material con
las teorías. Y, como las de ellos son teorías para corregir el capitalismo, otorgando
precio a lo que no tiene, o extrapolando medidas físicas a la economía, hubieran
querido que también Marx diera una idea de cómo mejorar las relaciones capitalistas
con la naturaleza, y se niegan a entender que la teoría de Marx se oriente a derribar al
capitalismo y no a corregirlo.

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Bibliografía (Marxismo y Medio ambiente)

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Naredo, José Manuel 1987 La economía en evolución. Siglo XXI. Madrid.

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