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CAPITULO V

SISTEMA DOCTRINAL AMERICANO Y EL


RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL
Reconocimiento de Gobiernos en América Latina: Características, Concepto

Uno de los problemas más complejos que presenta el Derecho Internacional lo


constituye el reconocimiento de gobierno. Es ésta posiblemente, una de las
instituciones del Derecho Internacional público más ligada con la política exterior
y la diplomacia de los Estados. Esto se reflejó sobre todo cuando los postulados
económicos y sociales del nuevo gobierno no corresponden con los intereses del
Estado al que se le plantea la cuestión de reconocerlo. Si bien es cierto que esta
institución puede ser formalmente utilizada por todos los Estados grandes y
pequeños; son, de hecho y generalmente, las grandes potencias las que han hecho
uso y aprovechado de la misma, haciendo de ésta muchas veces un instrumento de
intervención en los asuntos internos de los países pequeños. Lo que acabamos de
decir tiene su mayor expresión en la política de reconocimiento aplicada por los
Estados Unidos respecto a los países de América Latina.

El problema del reconocimiento de un nuevo gobierno no aparece sino cuando éste


llega al poder por la vía no constitucional; a saber, una revolución o un golpe de
Estado. Si cierto es que los Estados, al otorgar o no el reconocimiento a un nuevo
gobierno, parten de sus propios principios, no menos cierto es que en la doctrina y
en la práctica ha sido expuesta una serie de criterios cuya aplicación ha jugado un
rol muy importante en el desarrollo de la institución del reconocimiento.

Otro aspecto del reconocimiento que presenta un gran interés, es el de las


implicaciones del reconocimiento o del no reconocimiento.

En efecto, un Estado o un grupo de Estados al reconocer un nuevo gobierno lo


consideran como el único representante del Estado que ese nuevo gobierno dice
representar en la sociedad internacional, dando a entender de modo tácito o
expreso que se desea establecer o renovar con éste relaciones diplomáticas,
económicas o culturales.

Por otra parte, el no reconocimiento ha traído implicaciones funestas, pues muchas


veces las grandes potencias no se limitan al simple hecho de no otorgar el
reconocimiento; lo que excluye todo tipo de relaciones con el nuevo gobierno; sino
que ligan el no reconocimiento con tales acciones como el boicot económico y
diplomático al nuevo gobierno, la denegación de justicia a sus ciudadanos,
impedimento de participar en conferencias internacionales, etc.
Particularidad del Reconocimiento en América Latina

La rica experiencia que ofrecen los países de América Latina en el dominio del
reconocimiento se explica por su historia turbulenta, que puede interpretarse como
historia de incesantes guerras civiles y golpes de Estado que, como es natural,
implican inestabilidad de los gobiernos.

Las causas de esas perturbaciones, a su vez, se explican por las contradicciones,


tanto internas como externas, producto de la estructura social complicada, y su
economía dependiente del capital extranjero.

En virtud de la frecuencia de los cambios de gobierno y de las funestas


implicaciones que las mismas arrastraban, se intentó en América Latina de
impedirlos con ayuda del método del no reconocimiento.

Este método encontró su mayor expresión en la Doctrina Tobar, la que fue


consagrada en los Tratados de 1907 y 1923, celebrados entre ciertos países de
América Central. El no reconocimiento colectivo como instrumento que perseguía
impedir el establecimiento de gobiernos surgidos por la vía de la violencia, fue
empleado por los Estados de América, entre otras, durante la segunda Guerra
Mundial, como resultado de la Resolución del Comité Consultivo para la Defensa
del Continente, aprobado en Montevideo en 1944.

Ahora bien, la política del no reconocimiento de gobiernos surgidos por la vía no


constitucional, engendró en América una serie de males, de consecuencias, quizás
no previstas por el autor de la referida doctrina. Esos males fueron en algunos casos
peores que los existentes antes de la aplicación de la doctrina.

Al hacer un estudio sobre el reconocimiento de gobiernos en América Latina, es


imposible pasar por alto la posición adoptada por los Estados Unidos respecto a
ese problema.

Su poder económico y su influencia sobre sus vecinos del Sur, han jugado un rol,
si no decisivo, por lo menos bastante importante en la formación y el desarrollo de
la institución del reconocimiento.

En virtud de las ventajas económicas y del poderío militar de los Estados Unidos,
el establecimiento y la supervivencia de los nuevos gobiernos latinoamericanos
llegaron, en la mayoría de los casos, a depender de la actitud de esa potencia hacia
el reconocimiento. Esto produjo que las relaciones entre los Estados
latinoamericanos y los Estados Unidos, tomaran un carácter no de coordinación,
sino de subordinación.

Los Estados Unidos utilizaron la doctrina del no reconocimiento enunciada por


Tobar, en su aspecto más negativo, sin someterse a los preceptos dictados por esa
doctrina y llegando a intervenir por medio de la fuerza hasta hacer derrocar los
gobiernos que no convenían a sus intereses. Como reacción a esa política
intervencionista, causada por el reconocimiento, surge la Doctrina Estrada que
intentó proscribir el acto de reconocimiento en su aspecto intervencionista y lesivo
a la soberanía de los Estados. Esa doctrina encontró simpatía en muchos países de
América y ha sido aplicada de modo casi ininterrumpido por el país de su autor —
México—.

Doctrina Tobar

En una carta dirigida al cónsul de Bolivia en Bruselas, el Dr. Carlos Tobar,


Ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador, además de indicar los medios que,
según él, podrían impedir las guerras civiles y, par consiguiente, los cambios
constantes de gobiernos, expone argumentos de defensa de esos medios bajo una
forma amplia.1 El medio por excelencia que el Dr. Tobar defiende y que resume
su doctrina consiste en no conceder reconocimiento a los "gobiernos transitorios
surgidos de las revoluciones, hasta que demuestren que gozan del apoyo de la
población de sus países".

A. Aparición de la Doctrina Tobar

Como hemos dicho anteriormente, la doctrina Tobar apareció como resultado de


los acontecimientos que a menudo se repetían y se repiten aún en América Latina.
Esos acontecimientos o fenómenos contra los cuales se pronunció el doctor Tobar,
se convierten en una práctica característica a los países de este continente. Es por
esta razón y también a causa de su aplicación en la vida de esos países de América
que le podemos atribuir a esa doctrina el calificativo de latinoamericana.

Al estudiar la historia política de los países de América, vemos que la falta de


estabilidad de sus gobiernos es un fenómeno que se repite casi después de los
primeros años de su emancipación de España. Y si echamos una ojeada hacia la
época de donde el doctor Tobar saca sus puntos de vista, veremos que algunos de
sus argumentos tenían su razón de ser.

Basta decir que en Colombia, por ejemplo, ha habido más de 27 guerras civiles.
En Bolivia hasta 1898 hubo más de 60 alzadas y sublevaciones, en resultado de los
cuales fueron asesinados seis presidentes.

En Honduras, durante 125 años, el gobierno pasó de una mano a otras 115 veces.
En Venezuela tuvieron lugar más de 50 alzadas, durante 100 años después de la
conquista de su independencia hasta 1903. Entre 1830 y 1895 el Ecuador se regía
bajo dos constituciones. De manera que a la época donde aparece la doctrina Tobar,
existían realmente esas causas negativas contra las cuales él intentó luchar.

Esas cifras son suficientemente elocuentes y sin ninguna duda constituyen la señal
de alarma que lleva al doctor Tobar a buscar una solución que, según él, sería la
mejor.
B. Legalización de la Doctrina Tobar en Convenciones de Carácter Internacional

Como hemos señalado, uno de los rasgos principales de las doctrinas expuestas en
este trabajo consiste en que éstas han estado consagradas en documentos de
carácter internacional. La Doctrina Tobar adquiere una forma contractual en dos
convenciones suscritas por algunos países de América Central. La primera de esas
convenciones fue firmada el 26 de diciembre de 1907 por Costa Rica, Guatemala,
Nicaragua, Honduras y El Salvador.

La Segunda, el 7 de febrero de 1923, en el llamado "Tratado General de Paz y


Amistad" en el cual participaron los cinco países centroamericanos mencionados
arriba.

Como veremos más adelante, existen entre esas dos convenciones ciertas
diferencias que daban a la segunda un carácter más estricto en cuanto a los cambios
violentos de gobiernos.

La Convención de 1907 fue concebida de la forma siguiente:

Artículo I: "Los gobiernos de las altas partes contratantes se comprometen a no


reconocer ningún gobierno que tomare el poder en una de las cinco Repúblicas
como resultado de un golpe de Estado o de una revolución dirigida contra el
gobierno reconocido hasta tanto los representantes del pueblo, libremente elegidos,
no hayan reorganizado el país por la vía constitucional".

Artículo II: "Ningún gobierno de América Central podrá en caso de guerra civil,
intervenir en favor o en contra del gobierno del país donde la lucha tenga lugar".
En ese Artículo I se caracteriza la idea principal del Dr. Tobar, su proyecto, a saber
la intervención indirecta por medio del no reconocimiento en los asuntos internos
de los Estados que sufren cambios violentos.

Ahora bien, ¿Se impide por la disposición establecida en el Artículo I el


establecimiento de un gobierno que goce del apoyo popular, aunque éste aparezca
de manera revolucionaria? Analizando literalmente ese texto, nos parece que no,
porque una vez que los medios fundamentales de influencia sobre las masas
conquistadas, por ejemplo: el aparato de propaganda, las fuerzas armadas, etc., ese
gobierno puede conllevar a obtener un triunfo electoral, tanto más si éste expresa
verdaderamente los intereses del pueblo. Una vez ese gobierno organizado de
acuerdo con la Constitución, todo está justificado y no hay motivo para refutar el
reconocimiento de la parte de otros Estados Miembros de esa Convención, debido
a que es así que lo estipula ese Artículo I.

C. Experiencia Adquirida después de La Convención de 1907 Hasta El Tratado de


1923

Como se ha demostrado en las relaciones internacionales de los países de América


Latina y como hemos manifestado al comienzo de esta parte, son los Estados
Unidos quienes han jugado un papel decisivo, fundamental, en el desarrollo y el
resultado de la doctrina Tobar. Aunque sólo fueron cinco Estados
Centroamericanos Miembros de esas Convenciones, sin el apoyo, la censura y la
aprobación de Estados Unidos éstas no hubieran podido ser celebradas. Como dijo
el Secretario de Estado de los Estados Unidos Hughes". Seguro que si [ oS Estados
Unidos no hubieran estado de acuerdo con lo que ha sido prescrito en el acuerdo
concluido entre los Estados centro americanos concernientes al reconocimiento,
este tratado no hubiera resultado práctico".

Por parte de Estados Unidos, la interpretación y la aplicación de las ideas extraídas


de la doctrina Tobar tenían un carácter unilateral y arbitrario, porque la aplicaron
no solamente contra* los cinco gobiernos centroamericanos, miembros de las
Convenciones de 1907 y 1923, convenciones que los EEUU, no firmaron, sino
también contra otros gobiernos latino americanos que no compartían las ideas de
la doctrina Tobar.

A fin de tener una idea clara sobre lo que acabamos de decir, expondremos ciertos
ejemplos que, por su repercusión pueden ser considerados como los más
importantes durante el período comprendido entre los dos tratados. Ante todo, es
necesario subrayar que la actitud de los Estados Unidos sobre el Tratado de 1907
se hace más clara con la llegada al poder del Presidente Woodrow Wilson quien
hizo pública su solidaridad con el principio de no reconocimiento de los gobiernos
aparecidos por medio de violencia.

Después de la caída del dictador Porfirio Díaz de México, el cual durante más de
30 años gobernó el país, fue elegido Presidente de México en octubre de 1911
Francisco Madero, quien comenzó a ejercer sus funciones al mes siguiente.

En febrero de 1913, después de una serie de intrigas, en las cuales el papel principal
fue jugado por el Embajador de EE.UU., Henry Lañe Wilson, fue este hecho
prisionero por los jefes del ejército rebelde en la ciudad de México, a la cabeza de
la cual se encontraba el General Félix Díaz, sobrino del ex-dictador, quien lo obligó
a renunciar a la presidencia. Después de este incidente, el general Victoriano
Huerta, quien gozaba del apoyo del Embajador Americano y quien llegó a un
acuerdo con el General Félix Díaz, se hizo nombrar Ministro de Gobierno,
asumiendo así, conforme a la Constitución, la Presidencia de la República. El 22
de febrero de 1913 el expresidente Madero, todavía prisionero, fue asesinado.

Durante los meses de marzo, abril y mayo del 1913, el gobierno de Huerta recibió
el reconocimiento de: Inglaterra, España, China, Italia, Alemania, Portugal,
Bélgica, Noruega, Rusia y más tarde, por la mayor parte de las naciones latinoa-
mericanas. En agosto de 1913 el Presidente Wilson renunció a reconocer el
gobierno de Huerta, envió a México al exgobernador del Estado de Minnesota,
John Lind, en calidad de su agente confidencial que transmitió una nota oficial a
Huerta, firmada por Woodrow Wilson y dirigida "al personal que actualmente
posee la autoridad o ejerce la influencia en México".
Esta nota, que tenía por finalidad resolverlas divergencias existentes entre los
EE.UU. y el gobierno de Huerta, proponía lo que sigue:

a. El cese inmediato de las hostilidades en todo México, un armisticio definitivo


solemnemente concertado y observado con escrúpulos.
b. Dar seguridad de una rápida y libre elección.
c. El consentimiento del general Huerta a comprometerse de no ser candidato a
las elecciones presidenciales de la República en las próximas elecciones.
d. El compromiso general de someterse a los resultados de las elecciones y de
cooperar de la manera más fiel a la organización y al sostén de la nueva
administración.

La nota termina diciendo que: "El gobierno de EE.UU. una vez ello cumplido, se
obliga a reconocer y a ayudar de todas las maneras posibles al gobierno que será
elegido y establecido en México".

La misión de Lind fue un fracaso. El 7 de noviembre de 1911 el Secretario de


Estado Brvan comunica telegráficamente a algunos representantes diplomáticos
americanos que el Presidente Wilson considera como "su deber urgente exigir que
Huerta renuncie al gobierno mexicano y que el gobierno de EE.UU. debe aplicar
ahora las medidas necesarias para obtener ese resultado". Y el 24 de noviembre,
1913, el mismo Secretario Bryan expresa en una carta dirigida al Encargado de
Negocios O'Shanghnessy lo que sigue: "La política de los EE.UU. hacia Huerta es
de aislarlo completamente, privarlo de la simpatía y de la ayuda exterior e interior,
tanto moral como material y forzarlo a dimitir. Si el General Huerta no se retira
por fuerza de las circunstancias será el deber de Estados Unidos utilizarlos medios
menos pacíficos para expulsarlo".

El 3 de febrero de 1914, el Presidente Wilson eliminó el embargo para la


exportación de armas a México, con esto al ofrecer posibilidades ventajosas a los
rebeldes, a la cabeza de los cuales se encontraba el general Carranza. Un incidente
de poca importancia que tuvo lugar en el Puerto de Tampico sirvió de pretexto al
Presidente Wilson lo que le permitió intervenir directamente en Veracruz.

Este acto tenía por finalidad demostrar al gobierno de Huerta que los Estados
Unidos estaban dispuestos a no tolerarlo más. El presidente Wilson mismo al
intervenir en Veracruz, declaró entre otras que "se trata exclusivamente de un
asunto entre ese gobierno y una persona que se auto titula presidente provisional
de México v quien nunca le hemos reconocido bajo ninguna forma el derecho de
llamarse así". Y en su mensaje del 21 de abril, 1914 al Congreso, dice que la
ocupación de Veracruz por las fuerzas americanas fue un acto de represalia dirigida
únicamente contra el general Victoriano Huerta y sus colaboradores.
No existe ninguna duda que un factor de gran importancia en la caída del gobierno
de Huerta lo constituyó la política intervencionista del no reconocimiento del
gobierno del Presidente Wilson. Ahora bien ¿acaso Wilson fue consecuente en su
política de no reconocimiento de gobiernos surgidos por la vía no constitucional?
Muchos ejemplos demuestran que no fue así.

Las fuerzas rebeldes, a la cabeza de las cuales estaba el general Carranza, después
de haber obtenido batallas victoriosas obligaron a Huerta a dimitir el 13 de julio
de 1914. Un mes más tarde, entraron triunfalmente a Ciudad México y algunos
días más tarde el general Carranza se encargó del poder. Ese gobierno no era
constitucional, pero sí militar de tacto, proveniente de una revolución y ese
gobierno fue reconocido por Estados Unidos el 19 de octubre de 1915, lo cual vino
a romper el principio legitimista que tanto había elogiado al presidente Wilson.

Esta política de no reconocimiento basado sobre un principio legitimista fue


aplicado por Estados Unidos hacia otros gobiernos que no eran miembros del
Tratado del 1907; por ejemplo, hacia la República Dominicana en 1913-1916. En
cuanto a los países de América Central citaremos un ejemplo del no-
reconocimiento, que, por su influencia en el Tratado de 1923, merece la pena de
ser señalado. Nos referimos al no reconocimiento del gobierno del general Tinoco
de Costa Rica. Aquí, los Estados Unidos que no concedieron el reconocimiento, ni
dieron su apoyo a ese gobierno, instruyeron a su Ministro en Costa Rica en una
nota del 14 de febrero, 1917, que bajo la autorización del Presidente Wilson, podía
informar al general Tinoco que "aunque gane las elecciones no obtendría el
reconocimiento de los Estados unidos".

El general Tinoco se vio obligado a dimitir.

Es necesario señalar, en otro orden, al hablar de los países de América Central


durante este período, que ya Estados Unidos había intervenido militarmente en
Nicaragua para llevar su apoyo al presidente constitucional Adolfo Díaz,
representante de un partido poco numeroso, pero pro americano.

Gracias al apoyo de Estados Unidos, éste fue reelecto para otro período de cuatro
años, violando de esta manera el artículo 3 de la Convención adicional al Tratado
General de paz.

Esta intervención, duró hasta 1925. En Guatemala, por otra parte, existía una
dictadura que duró de 1898 a 1920 a la cabeza de la cual se encontraba el general
Estrada Cabrera. Es así, como se presentaba el panorama de esos países durante el
período entre las dos convenciones.
Después de la celebración de ese tratado, hasta 1923, nos parece se pueden sacar
las conclusiones siguientes:

1. Si en verdad se frustró el establecimiento de ciertos gobiernos aparecidos por


violencia, no es por eso que se pueden evitar los ensayos y la realización de nuevos
golpes de Estado.
2. Allí donde de una manera forzada v artificial se mantenía un gobierno
"Constitucional" se estimulaba la creación de dictaduras, las que, al tratar de
perpetuarse en el poder, violaban automáticamente el artículo 3 de la Convención.

3. Los Estados Unidos que, jurídicamente, no se obligaron por esta Convención,


pudieron, por su influencia política y económica utilizar el no-reconocimiento de
gobiernos surgidos por la violencia para intervenir directamente en los asuntos
internos de esos gobiernos latinoamericanos y además otorgándole a la fórmula
legitimista un carácter más estricto o más bien reaccionario.

D. Tratado Centroamericano de 1923

Cuando los delegados de las Repúblicas de América Central se reunieron


nuevamente en Washington, en 1923, creyeron necesario modificar el Tratado del
1907, a la luz de quince años de experiencia. A pesar de los resultados y los daños
que hemos anteriormente señalado, los países referidos, decidieron continuar la
práctica del principio de no reconocimiento de gobiernos surgidos por la vía no
constitucional.

En la nueva Convención se insertan las disposiciones siguientes:

Artículo I: Deseando asegurar a las Repúblicas de América los beneficios que


resulten del mantenimiento de instituciones libres y contribuir al mismo tiempo a
fortalecer su estabilidad y el prestigio que tendría que rodearlas, los gobiernos de
las altas partes contratantes declaran que todo acto, disposición o medida que
alteren la organización constitucional de una de ellas, deben ser consideradas como
una amenaza para la paz de esas repúblicas, ya sean por iniciativa de un poder
público o de ciudadanos privados.

En consecuencia, los gobiernos de las altas partes contratantes no reconocerán


ningún gobierno que pudiera tomar el poder en una de las cinco repúblicas como
resultado de un golpe de Estado o de una revolución dirigida contra el gobierno
hasta tanto los representantes del pueblo, libremente elegidos, no hubiesen
reorganizado el país por la vía constitucional.

Incluso, en ese caso, ellos se comprometen a no otorgar el reconocimiento a las


personas siguientes que pudieran ser elegidas presidente, Vice-Presidente, o Jefe
de Estado, como resultado de un golpe de Estado:
El autor o autores del golpe de Estado o de la revolución o bien, ascendiente o
descendiente o hermano de tal autor o autores;

Secretario de Estado o Jefe Militar de alto rango, sea durante la ejecución del
golpe de Estado, de la revolución, o de las elecciones...
I

E. Diferencia Entre los Tratados de 1923 y de 1907


Como vimos en el referido caso de Tinoco —1917, no sólo se le negó el
reconocimiento luego de tomar el poder por medio de un golpe de Estado, sino
también las posibilidades de ser reconocido en caso cuando fuera elegido de
acuerdo con la Constitución. Ese ejemplo sirvió de precedente para obtener más
tarde —en 1923— fuerza legal en las disposiciones del artículo II de ese Tratado.
En ese artículo —puntos 1 y 2— se refleja una de las más importantes diferencias
entre los dos Tratados citados. A saber, ese artículo prevé no sólo el no
reconocimiento de gobiernos centroamericanos que surgen como resultado de
golpes de Estado o de revolución, como lo establece el artículo I del acuerdo de
1907, sino que prohíbe también la elección al cargo de presidente, de
vicepresidente o de Jefe de Estado a las personas que encabezan el golpe de Estado
o la revolución, o que ocupaban cargos determinados al momento cuando se
preparaba o se realizaba el golpe de Estado o la revolución. Ese carácter estricto
vino a destruir la posibilidad que contemplamos a la luz del tratado de 1907; es
decir, que un líder revolucionario o el jefe de una insurrección pueda ser recono-
cido en calidad de Jefe de Estado una vez que su golpe de Estado ha sido
reorganizado constitucionalmente.

DOCTRINA ESTRADA

A. Motivos y Causa del Origen de la Doctrina


La Cancillería de México formula en 1930 una nueva doctrina sobre
reconocimiento de los gobiernos, enunciada por el Secretario de Relaciones
Exteriores, Dr. Genaro Estrada, en nota de fecha 27 de septiembre de 1930, dirigida
a todas las Cancillerías de América, y que dice:

"Con motivo de cambios de regímenes ocurridos en algunos países de la América


del Sur, el gobierno de México ha tenido necesidad, una vez más, de decidir la
aplicación, por su parte, de la teoría llamada de reconocimiento de gobiernos.

Es un hecho conocido el de que México ha sufrido como pocos países, hace


algunos años, las consecuencias de esa doctrina, que deja al arbitrio de gobiernos
extranjeros el pronunciarse sobre la legitimidad o ilegitimidad de otro régimen,
produciéndose con este motivo situaciones en que la capacidad legal o el ascenso
nacional de Gobiernos o autoridades, parece supeditarse a la opinión de los
extraños.

La doctrina de los llamados reconocimientos ha sido aplicada, a partir de la gran


guerra, particularmente a naciones de este continente, sin que en muy conocidos
casos de cambios de régimen en países de Europa, los gobiernos de las naciones la
hayan reconocido expresamente, por lo cual el sistema ha venido transformándose
en una especialidad para las Repúblicas latinoamericanas.

Después de un estudio muy atento sobre la materia, el gobierno de México ha


transmitido instrucciones a sus Ministros o Encargados de Negocios en los países
afectados por las recientes crisis políticas haciéndoles conocer que México no se
pronuncia en el sentido de otorgar reconocimiento, porque considera que ésta es
una práctica denigrante que, sabe herir la soberanía de otras naciones, coloca a
éstas en el caso de que sus asuntos interiores puedan ser calificados en cualquier
sentido por otros Gobiernos, quienes de hecho asumen actitud de crítica al decidir
favorablemente o desfavorablemente, sobre la capacidad legal de regímenes
extranjeros.

En consecuencia el Gobierno de México se limita a mantener o retirar, cuando lo


crea procedente, a los similares agentes diplomáticos que las naciones respectivas
tengan acreditadas en México sin calificar ni precipitadamente ni posteriori, el
derecho que tengan las naciones extranjeras para aceptar, mantener o sustituir a
sus Gobiernos o Autoridades. Naturalmente, en cuanto a las fórmulas habituales
para acreditar o recibir agentes y canjear cartas autógrafas de Jefes de Estado y
Cancillerías, continuará usando las mismas que hasta ahora, aceptadas por el
Derecho Internacional y el Derecho Diplomático".

Aparentemente, cuando el Dr. Estrada dice el motivo de la aplicación de una nueva


doctrina sobre el reconocimiento ha sido el cambio de regímenes que ha tenido
lugar en algunos países de América del sur, él se refiere a los acontecimientos
políticos de aquellos años en Perú, Bolivia y Argentina donde tuvieron lugar los
golpes de Estado violentos.

A decir verdad, estos gobiernos fueron reconocidos inmediatamente por los


Estados Unidos, con excepción de Bolivia, que los Estados Unidos no
reconocieron sino en septiembre, después déla toma de poder en junio. Sin
embargo, era necesario que los gobiernos mencionados anteriormente llenaran
ciertas condiciones impuestas por los Estados Unidos, entre otras el cumplimiento
de obligaciones y de convenios internacionales.

Ahora bien, como hemos señalado ya, esto no ha sido más que un motivo; las
causas tenían un origen más profundo y están íntimamente ligadas a la experiencia
histórica sobre e) reconocimiento de México, donde los ejemplos anteriores a la
apreciación de esta doctrina fueron el caso Huerta en 1913 y el de Obregón en
1921. Sin ninguna duda, las ideas de Estrada estaban orientadas hacia la
proscripción de la intervención bajo su forma cualquiera; todos los juristas que
hacen referencia a ese tema, están de acuerdo con esta opinión.
Así por ejemplo W. Newman señala que "la doctrina Estrada constituye una parte
de la contra política que se desarrollaba en México, en respuesta al programa del
presidente Wilson. C. Sepúlveda señala que la Doctrina Estrada es "una protesta
al gobierno de México contra la funesta práctica de utilizar el reconocimiento
como medio de obtener ventajas unilaterales determinadas, o en calidad de acto de
intervención en los asuntos internos de los países".

R. Nervo dice que "la Doctrina entraña el respeto de la igualdad jurídica de los
Estados y afirma el principio de la no-intervención".
Lazarev considera que "la Doctrina Estrada puede ser considerada como resultado
de la lucha de gobiernos de América Latina con los Estados Unidos sobre el
problema del reconocimiento".

Nosotros podríamos llenar páginas enteras de opiniones de este género.


Los ejemplos anteriores son los mejores testimonios de nuestra opinión.

B. Consecuencias Jurídicas y Políticas de la Doctrina Estrada

Como se puede observar después de leer la nota mencionada, el Dr. Estrada,


basándose sobre el hecho de que el reconocimiento, visto como la pronunciación
sobre la legitimidad o ilegitimidad de un gobierno, constituye una práctica
denigrante que ofende la soberanía de los Estados, propone la abolición del
reconocimiento declarativo o expreso, y su aplicación bajo su forma tácita, es
decir, limitando el reconocimiento al establecimiento a la continuación de las
relaciones diplomáticas.

El juicio de ciertos juristas sobre esta proposición no es siempre favorable a la


Doctrina Estrada. Así por ejemplo, Charpentier dice de ello que: "Esta doctrina
empuja hasta el extremo las consecuencias de la teoría declarativa".

Añade que "ella reduce a nada el rol de un compromiso que, por no ser siempre
necesario, no es menos útil".
Podestá Costa, refiriéndose a la doctrina Estrada dice: "sin ninguna duda, el
reconocimiento puede prestarse a abusos, pero uno no puede, a fin de evitar
excesos, recurrir a la supresión del reconocimiento".

Lazarev, aunque él se da cuenta de la esencia de la doctrina de Estrada, se permite


decir: "Aboliendo el término reconocimiento, la Doctrina Estrada, por otra parte,
no ha abolido el hecho mismo de reconocimiento de hecho u oficial".
Nos parece que la posición de Charpentier y de Podestá Costa puede explicarse
por el hecho, que aparentemente estos dos juristas limitan la importancia a su
aspecto expreso o declarativo, lo que no coincide con la teoría ya aceptada por el
Derecho Internacional, según la cual el establecimiento de relaciones diplomáticas
significa ipso facto el reconocimiento.
En cuanto a Lazarev, podemos añadir que no ha sido la intención de Estrada abolir
el reconocimiento de hecho u oficial, sino de abolir la emisión de declaraciones de
reconocimiento, lo que es enteramente otra cosa.

Uno no puede considerar como correcta la conclusión de R. Ñorbo, según la cual


"esta doctrina hace el reconocimiento obligatorio en lugar de facultativo", puesto
que esta doctrina preconiza el mantenimiento o el retiro ad-libitum de los repre-
sentantes diplomáticos.

Aquí vale la pena señalar que ciertos autores, entre ellos aquellos que destacan los
fines democráticos de la Doctrina Estrada, tratan ésta con cierta reserva, llegando
incluso a calificarla de ineficaz, señalando una serie de lagunas que ésta no acierta
a llenar.

M.I. Lazarev, al analizar el "otro lado de la medalla" de la Doctrina Estrada,


agrega: "En general, al conceder el reconocimiento, los Estados hacen una
declaración pública acerca de los criterios para el reconocimiento, además, en ello
se incluyen tales elementos como la estabilidad del régimen, la exigencia de
elección de gobierno por el pueblo". Luego señala que, "no se puede privar al
Estado del derecho de llevar a cabo una lucha ideológica, demostrando la justeza
de su acción al no reconocer un nuevo gobierno".

A esta observación de Lazarev cabe advertir que en América Latina, como ya


hemos señalado, el no reconocimiento ha ido utilizado como instrumento de
política nacional de los Estados; y ello ha sido precisamente la causa principal del
surgimiento de la Doctrina Estrada.

Por otra parte, el mismo Lazarev reconoce que la Doctrina Estrada no elimina el
carácter de clase del reconocimiento. "La esencia del reconocimiento guarda su
carácter de clase independiente de la forma de su expresión".
Ese es un juicio correcto, pues si el reconocimiento no significa siempre la
aprobación del régimen interno del nuevo gobierno, el no reconocimiento deja
siempre a entender la desaprobación de ese régimen.

El hecho mismo de que la nota del señor Genaro Estrada no mencione los criterios
a seguir para establecer o continuar las relaciones diplomáticas con tal o cual
gobierno, demuestra la vulnerabilidad de esa doctrina. Como prueba de lo antes
dicho, es que en América Latina ha sido aplicada para reconocer diversos
gobiernos de carácter militar, dictatorial. Claro, las implicaciones negativas son
resultado de la mala interpretación de esta doctrina; pues como ha dicho el
Canciller mejicano en su telegrama enviado a la Embajada de México en
Argentina, el 19 de febrero de 1948; "Esa doctrina no obliga al reconocimiento
automático de gobiernos de facto, como se suele creer; tiene su fundamento en el
principio de no intervención en los asuntos internos".

C. Aplicación e Influencia de la Doctrina Estrada

La Doctrina Estrada ha sido invocada en reiteradas ocasiones por los gobiernos


mejicanos de turno. Podríamos citar por ejemplo, la declaración del gobierno
mejicano a la raíz de los acontecimientos de 1965 en Santo Domingo, en virtud de
la cual la Cancillería advierte que se aplicará la Doctrina Estrada en ese caso como
ha sido norma de su política internacional.

Hay muchos ejemplos de adhesión de otros gobiernos a esta doctrina y que revelan
la influencia de la misma. En 1944 por ejemplo, el gobierno español al reconocer
el gobierno de Bolivia, declaró entre otros: "El gobierno español considera que de
acuerdo con la Doctrina Estrada, el cambio de gobierno constituye un asunto
interno del país en donde este acontecimiento tiene lugar... el único acto necesario,
de acuerdo con la tradición, es establecer relaciones diplomáticas normales entre
los dos países".

En 1931, Argentina declaró su adhesión a los principios de la Doctrina Estrada. En


1914, Cuba adoptó esa misma posición.

Esos ejemplos, y otros insertados aquí, explican la importancia de la Doctrina


Estrada y la razón por la cual se le ha reservado un lugar particular cuando se habla
de doctrina sobre reconocimiento de gobiernos.

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