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CAPITULO II

EL REGIONALISMO INTERNACIONAL
La noción de regionalismo se ilustra de manera más comprensible en el contexto
de las organizaciones internacionales. Veamos: Algunas organizaciones están
constituidas con miras a obtener objetivos que interesan a todos los Estados. En
circunstancias normales, todos los Estados tienen, pues, interés a formar parte de
tales organizaciones, y los miembros mismos tienen interés en que su asociación
—la organización— englobe el conjunto de la sociedad internacional. Son ésas
precisamente las organizaciones llamadas universales.

Otras organizaciones, al contrarío, responden a las exigencias de solidaridad


restringida, manifestada en un grupo limitado de Estados que definen sus intereses
comunes no sólo por la convergencia de sus aspiraciones y de sus objetivos
propios, sino por oposición a las aspiraciones y a los objetivos de todos los Estados
que no entran en su grupo. Esas organizaciones, por consiguiente, sólo están
abiertas a los Estados que pertenecen al grupo considerado y están cerradas para
todos los demás.

Aunque estas últimas organizaciones no constituyen necesariamente un obstáculo,


por su existencia o su acción, a la unificación del sistema internacional global, sí
modifican substancialmente su funcionamiento al reducir, en su nivel más o menos
importante, la fluidez de las relaciones bilaterales entre Estados pertenecientes a
grupos diferentes.

Los intereses comunes restringidos, que originan todas esas agrupaciones, no


nacen siempre de la proximidad geográfica, es decir de la pertenencia a una misma
región. Esos intereses pueden manifestarse entre Estados muy alejados unos de los
otros y que incluso pertenezcan a diferentes continentes. Ese es especialmente el
caso en el dominio económico, donde los factores de acercamiento pueden ser la
identidad de sistema económico o de nivel de desarrollo, o el lugar ocupado en un
determinado sector económico, o incluso el interés en un producto determinado,
ya sea como productor, o bien como consumidor.

Todos esos factores son evidentemente ajenos a la idea de vecindad. Así


organizaciones como el Consejo Económico de Ayuda Mutua, la Organización de
Países Exportadores de Petróleo, la Unión de Países Exportadores de Banano, y
otras Organizaciones análogas están constituidas sobre una base diferente a la
geográfica, incluso si sus miembros, o algunos de ellos, una buena parte de ellos,
o incluso la mayoría están localizados en una misma región.

La economía no es el único dominio donde se pueden hacer esas observaciones.


Las opciones políticas también superan la distancia, incluso si están ligadas a
problemas de seguridad. Así por ejemplo Canadá y Turquía se encuentran
geográficamente muy distantes y están asociadas dentro de la OTAN. Podemos
también citar el caso de los "NO alineados", que aunque no se les considera como
una organización típica, forman un grupo activo cuyos miembros están dispersos
en tres continentes.

Cuando se pretende oponer a las organizaciones universales, o mundiales, aquéllas


que no lo son, y que representan la tendencia opuesta del grupo restringido, habría
que hablar de organizaciones parciales, o restringidas sin otro calificativo. Son
éstos los dos grandes tipos de organizaciones internacionales que la teoría debe
distinguir, no sólo por razones teóricas, sino también por razones prácticas; frente
a las organizaciones universales, todas las organizaciones parciales presentan
problemas de la misma naturaleza, pues ellas, todas, defienden intereses de grupo
y porque los medios que éstas utilizan para hacerlos triunfar dependen mucho
menos de su carácter regional que de la naturaleza de su actividad, del desarrollo
de sus propias estructuras institucionales, de la solidaridad más o menos activa de
sus miembros y de su poder relativo.

Las organizaciones regionales, es decir aquellas que están constituidas sobre la


base de pertenecer a una misma región, constituyen apenas una sub-categoría
dentro de la categoría de organizaciones parciales.

Entretanto, no cabe duda de que las organizaciones regionales constituyen la


"población" más numerosa de las organizaciones parciales. La proximidad
geográfica suscita naturalmente intereses comunes y hábitos de consulta y de
cooperación que facilitan la creación de organizaciones. La pertenencia a una
misma región geográfica significa también compartir un mismo destino histórico
y contactos que se prolongan incesantemente en el tiempo entre las publicaciones
en un contexto cultural. Ello no siempre significa necesariamente la amistad, sino
una mayor homogeneidad y una capacidad superior para cooperar cuando las
querellas "hereditarias" han sido superadas.

En ese sentido no es inútil introducir otra tipología de organizaciones


internacionales: aquélla basada en el criterio de la naturaleza y a la extensión de
sus funciones. Se puede así distinguir las organizaciones especializadas, cuyo
campo de acción está limitado a un sector de actividad más o menos estrechamente
definido, de las organizaciones generales, cuya competencia es prácticamente
ilimitada y puede extenderse a todos los dominios donde una cooperación
internacional parece deseable.

Sin duda, sólo la proximidad geográfica o, por lo menos, la pertenencia a una


misma región pueden crear una red de intereses suficientemente densa y diversa
para dar vida a una organización parcial general.

De hecho, todas las organizaciones generales no universales se han constituido


sobre una base regional: Consejo de Europa —cuyo rol político es por lo demás
reducido—, Organización de Estados Americanos— Organización de la Unidad
Africana, Liga Árabe.
Definición de Regionalismo

Si como hemos dicho, las organizaciones internacionales están constituidas a partir


del reconocimiento de los intereses comunes a los Estados que la forman, una
definición puramente geográfica de la región 'es ciertamente insuficiente.

Se ha reconocido, es cierto, que la pertenencia a una misma región puede suscitar


la organización de una red de intereses comunes, lo que permite una cooperación
internacional generalizada a numerosos sectores. Sin embargo, esa
interdependencia de hecho pu -de enfrentar la oposición de concepciones o
intereses políticos entre ciertos Estados geográficamente cercanos. Esto trae como
consecuencia que una organización internacional no pueda reunir a todos los
Estados que son partes integrantes de una misma región. Se puede citar a título de
ejemplo la situación de Israel en el Medio Oriente, al de la República Sudafricana
en África, o el de Cuba luego de la instauración del régimen de Castro en América;
Estados todos que han sido excluidos de la Liga Árabe, de la Organización de la
Unidad Africana y de la OEA respectivamente

Parece por tanto que a veces la política pesa más que la geografía, al menos cuando
se trata de organizaciones generales. Ese hecho insinúa que la región constituye
una noción convencional.

Por otra parte, las organizaciones internacionales regionales no siempre gozan de


una perfecta homogeneidad en cuanto a sus miembros componentes. Estas pueden
englobar ciertos Estados diferentes del Conjunto por su poder, su grado de
desarrollo y la orientación cultural. La presencia de los Estados Unidos de América
en el seno de la OEA constituye un ejemplo más que evidente de esa realidad.

La constitución de una organización regional no es suficiente tampoco para hacer


desaparecer sobre el terreno todas las divisiones, a veces muy profundas, que
separan sus miembros potenciales o actuales, en el plano político, económico,
ideológico o de otro tipo, sobre todo si se trata de una organización continental.
Por ese hecho, los problemas internos debidos a una insuficiente cohesión entre
los miembros, que afectan las organizaciones universales, están presentes también
en las organizaciones regionales.

La definición del concepto de región, aunque ha sido tema de discusión, no ha sido


aceptada en un sentido univoco en la teoría. En la práctica actual, se consideran
como organismos regionales los que no son universales. Tiene el término regio-
nalismo una connotación amplia, como hemos visto, se basa en una comunidad de
intereses, muchas veces favorecida por la geografía.
Regionalismo y Universalismo en la Sociedad de Naciones y en la Carta de las
Naciones Unidas

El sistema de la organización de Naciones Unidas no es incompatible con el


regionalismo y el Capítulo VIII de la carta establece las reglas que han de regir la
coordinación de las organizaciones regionales con la universal. Se continúa con
esas disposiciones la concepción inaugurada en el Pacto de la Sociedad de
Naciones con el Art. 21.

El Art. 21 del Pacto decía que "los compromisos internacionales tales como los
Tratados de arbitraje y las ententes regionales, como la Doctrina Monroe, que
aseguran el mantenimiento de la paz, no son considerados como incompatibles con
ninguna de las disposiciones del presente Pacto". Por su parte, el Art. 52 de la Carta
de la ONU proclama que ninguna disposición de esta Carta se opone a la existencia
de acuerdos u organismos regionales cuyo fin sea entender en •os asuntos relativos
al mantenimiento de la paz y seguridad internacionales y susceptibles de acción
regional, siempre que dichos acuerdos u organismos y sus actividades sean compa-
tibles con los propósitos y principios de las Naciones Unidas. Tanto en el Pacto
como en la Carta se deja sin respuesta la pregunta de qué es una organización
regional; y no sólo eso, sino que además, y de acuerdo con la interpretación literal
de los dos tratados, el regionalismo quedaría reducido a los sistemas de
mantenimiento de la paz, excluyendo, por omisión, a los organismos regionales de
cooperación en materias distintas a las de seguridad.
Ahora bien, no parece ofrecer duda que no hay nada en la carta de la ONU que
impida la existencia de las organizaciones regionales de cooperación, a condición,
claro está, de que no persigan fines contrarios a la organización general.

A pesar de las discusiones que tuvieron lugar en la Conferencia de San Francisco


en 1945, el concepto de regionalismo quedó tan vago como el principio y lo que
ahora puede entenderse como organización regional para el mantenimiento de la
paz y la seguridad internacionales en un sistema no global, independientemente
del número mayor o menor de miembros o de la zona concreta o dispersa sobre la
que se extienden los países que la constituyen.

Lo que si quedó claro en la Carta de San Francisco, es la afirmación de la


preeminencia de la organización universal sobre los diferentes regionalismos.

El Art. 103 de la Carta de la ONU, que marca la superioridad de sus disposiciones


sobre las contraídas en cualquier otro convenio internacional, deja claro que la
discusión e interpretación de la coordinación entre sistema universal y regional
debe realizarse en el marco del articulado de la Carta, sin que tengan relevancia
alguna las disposiciones de cualquier otro tratado, que pudieran tener propósitos
distintos o contrarios.

Diferentes tipos de organizaciones relativas al mantenimiento de la paz en el plano


regional

Organizaciones concebidas para funcionar en aplicación de las disposiciones del


Capítulo VIII (con exclusión de una parte del artículo 53). El único requisito legal
para su existencia es su compatibilidad con los propósitos y principios de las
Naciones Unidas. En lo que se refiere a su competencia y funcionamiento, sin
embargo, hay diferencias apreciables según se trate de arreglo pacífico de
controversias o de acciones coercitivas.

A. Arreglo pacífico de controversias

Se afirma la competencia de las organizaciones regionales para las controversias


de carácter local y además se proclama la conveniencia de que el Consejo de
Seguridad promueva el arreglo de esas controversias a través de tales acuerdos.
Sin embargo, la competencia puede perderla la organización regional en dos casos:
a) Cuando el Consejo de Seguridad considere que "la prolongación de tal
controversia puede poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad
internacionales." b) Cuando un miembro de las Naciones Unidas decida llevar esa
controversia o situación a la atención del Consejo de Seguridad o la Asamblea;
este caso puede ofrecer dos variantes, según que el estado en cuestión sea parte en
la controversia o se trate de un tercer país, si es el primero, es obvio que considera
que en el seno de la organización regional ya no hay posibilidad de solución, así
que el sometimiento de la misma a las Naciones Unidas quita todo interés a la
discusión en la organización regional, mientras que si se trata de un tercero, la
aceptación del Consejo o la Asamblea para discutir la controversia no significa
forzosamente que el órgano regional vaya a perder competencia, sino que se podría
producir una discusión paralela.

B. Acción coercitiva

Los organismos regionales no tienen competencia propia para decidir su


aplicación. Sólo pueden hacerlo en dos casos: a) Cuando el Consejo de Seguridad
los utiliza como instrumento para aplicarlas "bajo su autoridad" b) Cuando, ante el
informe de una acción proyectada por el órgano regional, el Consejo la autoriza.
En el análisis ha introducido una gran confusión el Art. 54, que parece indicar,
según algunas interpretaciones, que el órgano regional sólo tiene la obligación de
informar al Consejo de las acciones emprendidas o proyectadas, y como es
evidente, informar de algo que se hace o va a hacer no es lo mismo que solicitar
autorización para hacerlo. La confusión desaparece si se recuerda que la
interpretación de una disposición de un tratado no debe hacerse aisladamente, sino
en el contexto del mismo, poniéndola en relación con las demás. Si se hace así, se
ve que las acciones emprendidas o proyectadas, de las que existe la simple
obligación de informar, no podrán ser nunca coercitivas, sino las orientadas a la
solución pacífica, con la reserva claro están, del punto relativo a estados enemigos
que veremos adelante.

Las organizaciones constituidas de acuerdo con el artículo 51

Este artículo consagra "el derecho inmanente de legítima defensa, individual o


colectiva", frente a un ataque armado, y como medida provisional, mientras el
Consejo de Seguridad no actúa. Acogiéndose a las disposiciones del Art. 51, se
han constituido, entre otras, las organizaciones de la OTAN, el Tratado de
Varsovia y la OTASE,

Hay, sin embargo, una reserva grave respectó a estos organismos, pues la legítima
defensa es, en nuestra opinión, incompatible con su institucionalización. En efecto,
la presencia de un órgano que decide cuándo existe el casus foederis da a sus
decisiones el sentido de decisiones jurisdiccionales, condenatorias de un estado,
negando el carácter de urgencia a la acción de legítima defensa, que es fundamental
para su validez jurídica, y arrebatando al Consejo de Seguridad su exclusividad.
Es verdad que nada se opone a que un órgano regional estudie una controversia y
emita una decisión que envuelva la aplicación de medidas coercitivas, pero la
ejecución do esa decisión requiere la previa aprobación del Consejo de Seguridad.
También se ha dicho que si el Consejo de Seguridad no actúa, el órgano regional
puede adoptar las medidas pertinentes; creemos que ésta es una interpretación
incorrecta de la Carta, pues lo que la frase "hasta tanto el Consejo de Seguridad
haya tomado las medidas necesarias" significa que la acción de urgencia es
aceptable mientras el Consejo de Seguridad no funcione, independientemente de
la acción que tome al respecto. Lo contrario sería admitir que los estados miembros
tienen el derecho de juzgar si la acción del Consejo de Seguridad es correcta o
incorrecta.

Otras disposiciones mucho más peligrosas todavía son las contenidas en algunos
acuerdos regionales, como el de la OTASE o el de Río, que extienden la
posibilidad de legítima defensa frente a acciones que no son ataque armado, vio-
lando así el espíritu y la letra del artículo 51. Tales acuerdos son manifiestamente
violatorios de la Carta.

Acuerdos con base en las disposiciones del artículo 53, acerca de los Estados
enemigos

Este artículo permite que se creen acuerdos regionales contra la renovación de una
política de agresión por parte de "los estados enemigos, es decir todo el que durante
la segunda Guerra Mundial haya sido enemigo de cualquiera de los signatarios" de
la Carta. Como ejemplo está el Pacto de la Unión Europea Occidental en su versión
original, del 17 de marzo de 1948, que afirma el propósito de "tomar las medidas
que se jueguen necesarias en caso de reanudarse una política de agresión por parte
de Alemania". La referencia del artículo 4 de ese tratado a las disposiciones del
artículo 51 de la Carta son irrelevantes, dado que las que hemos señalado del artícu-
lo 53 les dan facultades mucho más amplias. Los organismos de este tipo tienen
competencia para tomar las medidas que crean convenientes y las Naciones Unidas
sólo pueden intervenir si los gobiernos interesados se lo solicitan.

Hasta aquí la letra de la Carta, cuyo valor es sumamente dudoso, pues el cambio
de las circunstancias y el tiempo transcurrido hacen pensar que esas disposiciones
del artículo 53 y el complementario 107, por un proceso de desuetudo han perdido
toda vigencia. Sería inconcebible que los Estados Unidos se abstuvieran frente a
una acción armada de la URSS contra la República Federal de Alemania, por el
simple hecho de que la URSS invocara el artículo 53 o el 107. Como disposiciones
legalmente muertas y políticamente inaplicables, lo más conveniente sería
eliminarlas de la Carta, donde pretenden perpetuar una situación que mejor hubiera
sido reflejar en disposiciones transitorias y no como parte de un texto
supuestamente definitivo.

C. E1 Derecho Internacional Americano a la luz del Derecho General

Los defensores contemporáneos de ese derecho recurren a nuevos argumentos,


adoptan una posición un poco más elástica que algunos de sus predecesores, sin
lograr sin embargo evaluar de una manera objetiva los cambios ocurridos en el
Derecho Internacional. Por otra parte, algunas obras jurídicas, textos de derecho
etc., al abordar ese tema, se limitan pura y simplemente a criticarla concepción de
tal derecho y a tratar de exagerarla, lo que obviamente, no ayuda a resolver el
problema. Una de las causas que impide a los apologistas y a los críticos del
Derecho Internacional americano a dar satisfactoriamente una respuesta consiste
en la manera misma de exponer el problema del particularismo y el universalismo
en el Derecho Internacional. Así, por ejemplo, es erróneo concebir el Derecho
Internacional particular como un conjunto de reglas de aplicación regional,
particular a cada grupo social internacional y opuesto al Derecho Internacional
general aceptado como común a todos los pueblos.

Tampoco podremos comprender la esencia del particularismo en el Derecho


Internacional si lo concebimos como una rama del Derecho Internacional
desprovista de normas propias y cuyo rol no consistiría más que en la aplicación
de normas ya establecidas por el Derecho Internacional general. Formular de tal
manera el problema, sería desconocer el contenido, la esencia misma del Derecho
Internacional contemporáneo que considera como una violación la creación de
normas regionales opuestas a aquéllas que han sido ya aceptadas —artículos 103
de la Carta de las Naciones Unidas— y, por otra parte, existe una serie de normas
que no han sido codificadas por el Derecho Internacional general. Puesto que las
normas de un orden jurídico no tienen todas la misma naturaleza y no responden a
los mismos propósitos, la solución más justa que se podría aportar al problema del
particularismo y el universalismo en el Derecho Internacional sería determinar la
esfera de validez en el espacio de las normas del Derecho Internacional según la
categoría a la cual ellas pertenecen; es decir, discernir las normas de esfera de
validez universal y las normas regionales particulares.

Normas de Esfera de Validez Universal y Normas Regionales o Particulares

En el Derecho Internacional contemporáneo existen muchas normas y principios


que tienen una esfera de validez universal irrefutable; de un carácter obligatorio
para todos los Estados, en particular los principios generalmente aceptados por el
Derecho Internacional. Su validez universal se justifica no solamente por el hecho
que éstos hayan sido consagrados en la práctica, sino también porque los intereses
que ellos reconocen y protegen son comunes a todos los miembros de la comunidad
internacional. Entre esos principios podemos citar el principio de Soberanía, el
principio de Igualdad de los Estados, el principio de No-Intervención. Esos
principios fueron incluidos en el documento de mayor universalidad, en la Carta
de las Naciones Unidas.

Estos no hacen más que determinar las ideas generales y la cualidad específica del
Derecho Internacional moderno, mas estos constituyen normas fundamentales de
ese derecho y todas las otras normas deben estar subordinadas a éstos, y
encontrarse de acuerdo con los mismos.

Ciertas resoluciones o declaraciones cuyas disposiciones constatan o interpretan


principios y normas un i versal mente reconocidas, tales como la Resolución de la
XIV Sesión sobre el Desarme General y Total, o la Declaración de la XV Sesión
sobre la Concesión de la Independencia a los países y pueblos coloniales, entran
indudablemente en esta categoría de normas.

Existen además, otros principios de origen consuetudinario que tienen una validez
universal, tales como el principio de la libertad de los mares, el de la inmunidad
diplomática y otros que han sido consagrados en acuerdos de carácter general.
Algunos juristas niegan la existencia de esos principios y normas. Tal es el caso
de Jesús María Yepes, famoso jurista colombiano, quien después de haber
enumerado algunos principios consuetudinarios, tales como el principio de fuerza
mayor, pacta Sunt Serwanda, etc., constata: "no existe ningún principio de Derecho
Internacional consuetudinario o contractual, ni ninguna institución "que pueda ser
considerada como absolutamente universal".

Es evidente que la mayor organización internacional —Las Naciones Unidas— no


puede ser considerada como auténticamente universal, pues algunos países que
forman parte de la comunidad internacional, aún no alcanzan la categoría de
miembro de la misma. Sin embargo los principios de esta organización deben ser
observados por todos los Estados, independientemente de su calidad de
miembros— Artículo 2, punto 6, de su Estatuto.

Por otra parte, existe un buen número de principios y normas que, en virtud de su
naturaleza o de funciones particulares a las cuales éstos están destinados, o bien
por las dos causas a la vez, tienen una esfera de validez regional o particular.
Existen otras normas aunque numerosas, que resultan de la práctica propia a una
región geográfica; tal es el caso de las normas que emanan de convenciones sobre
Asilo Diplomático en América Latina.

Es formulando únicamente de esa manera la cuestión, que es posible determinar la


esfera de validez en el espacio del Derecho Internacional.

Afirmar pura y simplemente la universalidad o la particularidad del Derecho


Internacional no conlleva sino a crear confusión; puesto que no existe una región
geográfica o un grupo internacional que posea un Derecho Internacional
compuesto exclusivamente de principios y normas particulares; falta igualmente
un Derecho Internacional que reúna todos los principios, normas e instituciones
que rigen las relaciones de los Estados a escala universal.

Esto no significa que el empleo de los términos "Derecho Internacional universal


"o" Derecho Internacional Particular" sea incorrecto, no, mas a condición de
concederle cada vez que se menciona tal o cual término, un sentido relativo.

Podemos, en ese sentido, hablar de un Derecho Internacional universal o genera!,


mas bajo la condición de entender por éste que algunas de sus normas no tienen
esa esfera de validez sino cuando lo demanden los fines específicos a los cuales
ellas responden.

Podemos a la vez hablar de un Derecho Internacional Americano, si sólo no se le


interpreta como un orden jurídico totalmente compuesto de normas regionales o
particulares, lo que, como hemos dicho anteriormente es irreal en el momento
actual.

Todo lo que ha sido hasta aquí expuesto constituye una prueba que los diversos
tipos de normas de Derecho Internacional se encuentran entrelazadas y no es sino
en su conjunto que éstas nos ofrecen una imagen del Derecho Internacional
contemporáneo de su carácter y de su estructura.

Ahora bien, esta diversidad de principios y de normas y esta función particular que
ellos desempeñan en la vida internacional actual son un resultado de las leyes del
desarrollo social, lo cual nos obliga a distinguir la esencia del Derecho
Internacional contemporáneo del Derecho Internacional existente en otro período,
donde el contenido de muchos de sus principios era diferente del de hoy día y
donde el número de principios y de normas de carácter general era muy restringido.
En consecuencia, sería injusto criticar, desde un punto de vista contemporáneo los
argumentos expuestos en ese periodo por los defensores de un Derecho
Internacional Americano. El análisis de esos argumentos y el hecho de ver hasta
cual grado el factor histórico ha podido influir sobre las ideas de juristas y hombres
de Estado americanos en la concepción de un derecho particular sobre ese
continente, representa de por sí un valor teórico y práctico.

CAPITULO III
CONCEPTO GENERAL DE LAS DOCTRINAS
LATINOAMERICANAS
Las doctrinas analizadas en el presente trabajo surgen como resultado de la
situación específica creada en el Continente Americano después de la
emancipación de las Repúblicas sudamericanas del poder colonial español. Para
conocer la esencia, la particularidad de esas doctrinas, es necesario tomar en

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