Trabajo integrador no2 de Prdcticas del lenguaje
Curso 201,
Profesora Avalos Roxana
Tema :La novela
I doc
Fragmento del libro “El espejo africano” de Liliana Bo
Actividades
Antes de la lectura
. Escribir qué ves
4-Observa la imagen que corresponde a la tapa del libro.
El espejo
africano
Bodoc we
de antiguas reliquias
objetos: 14s nos pertenecerdn del todo. No importa que se trate
on an nmr oat rns No nora rector
ras conser oe ro,
ee ere ee nn re eee,
rincones podemos limplar ni entender. Objetos que se marchan cu
Re oe wisn ise se sed ad ccioe paercen cestacategorta: Mas alin. SI tuviésemos que hacer uno lista de objetos fontosmoles,rebeldes,
oe ites de heen eaten | rimer lugar. Mucho se escrbis sobre ellos. Poemas y vento
ends ye Tor. Se ha dicho que son puertas hoc pol ‘Se ha dicho que #0”
‘capaces de responder, con sinceridad, k one aie aie
. 1 las oscuras preguntas de una madrastra. «Espejito, espelitor
quién es la més hermosa?» Pero, aun asi con tanta letra escrita,slempre habré nuevas cosas Que
contar, porque en los espejos cabe e! mundo entero. Esta es la hstorta de un espejo en particu
Pequeio, casi del tamatio de la palma de una mano. ¥ enmorcado en ébano. Un espefo que crud €!
‘mar para ser parte de miitiples historias, no todas buenas, no todes malas. Un pequelio expe/0 Ue
enlazé los destinos de distintas personas en distintos tiempos. En el comienzo hay un atardecer £010 ¥
polvoriento, atravesado por una manada de cebras. Un polsaje extendido en su propia soledod que,
‘unque desde lejos puede parecer un dibujo, es de carne y hueso. De sed y misica. Hay también un
sonido que trae el viento, Tam... Tam, tam. Tam... Tam, tam. Son tambores los que estén hablando, los
que estén llorando. 2¥ por qué tambores? Porque Ia historia de este pequefio espejo, enmarcado en
ébano lustraso, comienza en el Africa.
ALENTRE AFRICA Y AMERICA DEL SUR. 1779 a 1791, APROXIMADAMENTE. La costumbre de corgor
estos en la cabeza los mantenia erguides. Y con el pensamiento més cerca de! cielo que de los ples:
Era una aldea con pocos habitantes, donde cada uno hacia su parte del trabajo y tenia su lugar en tas
danzas. Aquellas personas conocian la diferencia entre un fuego sagrado y un fuego familiar donde
‘sar alimentos. Separaban sin dificultad las plantas benéficas de las maliciosas; aceptaban las lluvias
las sequias. Y cuando se tendian a descansar, eran capaces de reconocer cientos de formas en las
‘nubes. Imaoma era un joven cazador, tan diestro que la aldea entera lo consideraba un elegido de los
antepasados. Atima era una hermosa muchacha, buena en el arte de teftir plumas y ‘coser pieles. Eran
tiempos de cocerla. El dia habla amanecido con olor a madera. Y el més anciano de la aldea miraba a
su alrededor con una sonrisa divertida, como si supiese que algo agradable estaba a punto de ‘suceder.
Imaoma miré a la joven Atima por la maftana. La miré con fijeza y siguié andando. Imaoma miré a
‘Atima por la tarde. Ella se cubrié las mejillas con las manos y puso su pie derecho. sobre su pie
dzquierdo. Cuando cayé la noche y Ia aldea entera se reunia alrededor del fuego, Imaoma volvid a
mirarla. {Todo estaba dicho! Tres miradas de un hombre a una mujer, en el curso de un dia, eran
invitacién a boda, siempre que las familias aceptaran. Y las familias aceptaron, porque Imaoma y
Atima eran los dos ojos de un mismo pez, las dos laderas de una misma montafia. Y tendrian una
descendencia saludable. Los festejos se realizaron poco tiempo después. Hubo carne y fruta para toda
Ja gente de la aldea. Y para algunos parientes que llegaron de lejos. Atima le dio a su esposo un
brazalete de piel como regalo. Imaoma le dio a su esposa un pequefio espejo enmarcado en ébano,
que é! mismo habia tallado con paciencia. Alzaron una choza en el sitio Indicado por los mayores. ¥ la
vida continué su curso al son de los tambores. Tam... Tam, tam. Tam... Tam, tam. Pero al afio
‘siguiente, los tambores empezaron a anunciar desgracias. Primero unos, después otros... Todos los
tambores resonaban con mensajes confusos. Como si no estuviesen seguros de sus visiones. O se
‘apenaran de asustar a los hombres con tan malas noticias. El tiempo caminé a su modo, ni répido ni
lento. ¥ pasé otro ato. Los tambores continuaban sonando roncos y tristes. Ellos sablan, anunciaban,
‘advertian que grandes males se avecinaban. Tres aifos y algunas Hluvias habian pasado desde la boda
de Imaoma y Atima, Para entonces, los tambores repetian un solo mensaje: «Ya viene el llanto, ya nos
arrancan el corazén, Ya viene el llanto, ya nos arrancan el coraz6n». Atima se habia alejado de la
aldea, buscando frutos comestibles. Su pequefia hija estaba junto a ella. La nifta iba a cumplir tres
afes y eso significaba que todavia llevaba el nombre de sus padres. Cuando cumpliera doce aitos, ella
‘misma elegiria el nombre para el resto de su vida. Mientras tanto, era «Atima», por su madre. Y era
«dmaoman, por su padre. Es que la gente de aquellas aldeas les daba alos nombres su justo tiempo y
su verdadera importancia. Atima, Ia madre, y Atima Imaoma, la niffa, juntaban frutos y cantaban,
Pero no estaban solas, ni a salvo... Muy cerca de ellas, unos hombres de piel descolorida las miraban
desde la espesura, con ojos brillantes como monedas de plata. Eran cazadores de hombres y
preparaban las redes, se humedecian los labios con Ia lengua, tensaban sus corazones. Los cazadores
‘comenzaron a avanzar sin hacer ningiin ruido. Atima Imaoma preguntaba cantando. Atima, su madre,
respondia del mismo modo. Los cazadores tenian drdenes precisas: aquella vez debian ser nifios. ElI cso reste ports ven ned ters
es re cere re soe ttt ate
Gov pequetia hijo un fruto rojo y repeto de Jugo. Atima Imooma lo morals con guste Vg
Se react care rere norte one Yoana
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tevteraolimento, En cambio, red de ls cazadores cayd sobre Atima Imaoma, Sobre su vide, sobre
I a pereeta cers ave ve trovode co una hava otntae oc oe cove
Guise extenders brazos hacla su madre, pero las sogas la atraparon més todavia. Sus ojos negros
cobion perfectos, himeds, en los aguieras de fared. Atima, la madre, peleé contra los cazodores,
tanto come pude. ¥ orité con la fuerza de siete gargantes. Sin embargo, era apenas una delgada
‘mujer que neds podia contra un grupo de hombres. Cuando acabé de comprenderlo,Atima se
esprendié de fo cintura una bolsita de cuero, ye acercé a uno de los cazadores, suplicando en su
Jengue. Las splices se comprenden en cualquier Idioma. Y en cas! todos los corazones pueden quedar
vventanas ablertas. EI hombre que estaba al mando entendié lo que Atima deseaba, Tomé la bolsita de
‘euero y comprobs su contenido: dentro de ella solo habia un pequeito espejo. —éQuieres darselo atu
‘Ra? —pregunté. Atima lo miré esperanzada. Entonces, el hombre metié sus grandes manos por fa
‘red’y colgé el amuleto al cuello de Atima Imaoma. Yen ese gesto, agoté su bondad. Atima Imaome se
‘ba pare siempre. £] barco en el que Ja llevaron, con otros cientos de esclavos, cruxé el ancho mar
‘haste llegar @ una tierra donde la gente compraba gente. —/Vean la fuerza de este jovencito! |Vean el
Porte... —/Aqui, aqui... jLos dientes de esta nifia lo dicen todo! {Sana, fuerte, a buen precio! Los
‘espeses Fontezo y Cabrera cominaban por las calles de! mercado de esclavos. Aquel dia no tenfan
intenciones de comprar. Solamente habian ido a curiosear y a comentar los diltimos sucesos. Habré
‘que decir que se trataba de gente importante para la cual la ciudad no tenia secretos. —Mire esa’ nifia
—le sefiora Fontezo y Cabrera detuvo a su esposo toméndolo del brazo, Enseguida se acercé a una de
Jes pequefias que estaban en venta y le sonri6. Atima Imaoma la miré con seriedad, aunque sin miedo
al engjo. —No pretenda compraria —se adelanté su esposo—. No es necesaria ahora. —Es verdad —
‘admitis su esposa—. iPero mire sus ojos! —Mujer, he dicho que no nos hace falta, La seflora Fontezo y
Cobrera tenia una opinién distinta. ¥ la expresé con entusiasmo. —Claro que hace falta... Esta nifia
debe tener a edad de nuestra Raquel. No cree usted que podria ser su doncella personal? El sefior
Fontezo y Cabrera tuvo que aceptar que aquelia africanita tenia algo especial. —éQué llevas ahi? —le
preguntd, sefialando Ja bolsita que colgaba de su cuello. Atima Imaoma no entendié Jas palabras,
pero entendid el gesto. Y enseguida, protegié con sus dos manos a herencia de su madre sin saber
(que, de ese modo, se ganaba /a voluntad de su futuro amo. —Vaya con su cardcter —dijo el sefior
Fontezo y Cabrera, complacido con Ja bravura de la pequefia, igual que se complacia viendo cémo
mostrabon los dientes sus valiosos cachorros de caza. Entonces, como el precio que pedian por ella le
‘parecié razonable, decidié que la llevarian consigo. Al momento de comprar un esclavo era necesario
ponerle un nombre, de modo que quedara asentado en las notas de propiedad. —La llamaremos...,
‘écémo la llamaremos? Entre todos los niffos que estaban a la venta, aquella era la nica que no
‘proferia sonido alguno. Entonces, el sefior Fontezo y Cabrera encontré el nombre que buscaba: —La
llomaremos Silencio —dijo. Bien podria decirse que Silencio fue afortunada. El matrimonio Fontezo y
Cabrera tenia una sola hija. ¥ Silencio fue destinada a ser su doncella. Silencio fue tratada con
benevolencia. Recibia buena comida, buena ropa y buen trato. Pasaba casi todo el tiempo con Raquel.
‘Obtenia algunes de sus juguetes en desuso, compartia sus dulces. De vez en cuando, sia Raquel le
dolla la panza o tenia catarro, Silencio se ocostaba sobre sus pies para mantener el calor de su amita
‘enferme. Y eso era mucho mejor que dormir en las barracas fris. Raquel y Silencio crecieron juntas.
‘Raquel aprendia las danzas de salén y luego se las ensefiaba a Silencio. Silencio estaba obligada a
‘ayudar en algunos quehaceres domésticos, y Raquel se aburria. Cuando Raquel tuvo que aprender las
Jobores que correspondian a una nifia educada, se empefié en que Silencio aprendiera con ella. De
‘otro mode tejia mai y bordaba peor. —Serd mejor que Silencio esté con ella —dijo su madre. ¥ el sefior
Fontezo y Cabrera acabé por aceptar. Raquel crecié con alegria. ¥ Silencio agradecié la suerte que le
hablo tocado en casa de sus ames. En la cocina, Silencio solla escuchar los relatos que las cocineras
‘negras hacian sobre tormentos y castigos que recibfan los esclavos en otras casas. Lluvias de azotes si
se les vei un mal gesto, cadenas si desobedecian o haraganeaban. Muerte por sed si intentaban‘escoparse. Demos gracias por la bondad de nuestros amos —decian las negras anclanas. Silencio
daba gracias con ellas. Pero Silencio tenfa una tristeza: su nombre. Por mucho que se esforzara, no
Jograba recordar el nombre que tenia en su tlerra. Mientras més Intentaba recuperarlo, més se
‘alejaban los sonidos. Y una vor de mujer, lamdndola, se mezclaba con los trinos y los eugidos de una
selva distonte, A veces, Raquel encontraba a Silencio mirdndose en su pequeflo espejo, con los ojos
perfectos, himedos. —LEstds triste, Silencio? éPensés en tu nombre? Si querés probamos a ver site
‘acordés. Entonces, comenzaba una lista: Marla, Mercedes, Pilar, Inés, Antonla.. ~Esos no —decia
Silencio. Aurora, Matilde, Jacinta. ~Esos tampoco. ¥ el nombre africano se perdia, retrocedia a un
Sitio donde la memoria ya no encuentra caminos de regreso. Para su cumpleatios nimero doce,
Roque! le pidié a su padre un regalo especial. Lanifa deseaba enseftarle a Silencio las letras y los
indimeros. —No tiene usted mejores cosas que hacer? —le pregunté el seflor Fontezo y Cabrera a su
‘hija. —No me gusta bordar. Me gusta ser maestra. —|Conque le gusta ser maestra..1 Entonces puede
lenseMiarles a sus primos peque/tos. —Ells solo vienen de vex en cuando. El seftor Fontezo y Cabrera
ilo una profunda pitada a su cigarro. Después pronuncié palabras llenas de humo, —Entienda y
‘recuerde que ellos no poseen un alma como la nuestra. ¥ por lo tanto, no poseen nuestras
capacidades. —Pero Silencio esté siempre conmigo y es como si fuera un poquito blanca. Aquella
tarde, la mirada severa de su padre dio por acabada la conversacién. Sin embargo, Raquel insistié al
dia siguiente. ¥ al siguiente. En esta oportunidad, el seior Fontezo y Cabrera demoraba en ceder al
pedido de su hija. Sabla que semejante cosa no seria bien vista por sus amigos. «Es cierto que en tu
casa los esclavos aprenden aleer y escribir?», preguntarian. «|Un asunto inaceptable!», murmurarian
@ sus espaldas. Pero por otro lado pensaba que, de seguir las cosas tal como iban, pronto se veria
cobligado a negarle, y aun a quitarle, a su pequefia Raquel, las ventajas con las que habla crecido. 1Y el
Seftor Fontezo y Cabrera habia aprendido que el luo resulta natural como el aire cuando se lo conoce
desde la cunal Al fin, pudo més este pensamiento. —iPongo una estricta condicién...1 —dljo el sefior
Fontezo y Cabrera antes de darse por vencido—. Que esto sea un secreto. Usted le dard esas clases en
! granero, y no lo contaré a sus amistades. Ni a sus primos. Raquel y Silencio buscaron una madera
bastante grande y lisa, que epoyaron contra una de las paredes del granero. Alli escribirion las letros y
‘10s niimeros con pedazos de yeso. Luego acomodaron unos fardos de heno coma asientos. Y tuvieron
su escuela, Por su parte, el seftor Fontezo y Cabrera se tranquilizé imaginando que aque! juego
aburriria muy pronto a su hija. iCuénto se equivocé! Los meses pasaron... ¥ el granero donde Raquel le
enseflaba a Silencio las letras y los nimeros jams estuvo ocioso. La vida transcurria con bien. O al
‘menos, eso parecia. A veces, Silencio solla tomar su espejo y, frente al cristal, intentaba recordar su
nombre. Josefina, Alma, Anito... ~Esos no. Aurelia, Magdalen..
3-Completa el cuadro en tu carpeta
Titulodel | Tipo de Situacién | Personajes | Temas del_ |
libro
libro narrador inicial
4-Escribe la historia de un objeto que tenga significado para vos
5- Comentar con tus palabras lo que entendiste de la lectura