La Categoría Valor Público Se Inscribe en La Visión de Las Creencias Valorativas y Es Un Referente de Calidad Institucional Que Alude No A La Producción de Bienes Materiales

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La categoría valor público se inscribe en la visión de las creencias valorativas y es un referente de calidad institucional

que alude no a la producción de bienes materiales, sino a la generación de los valores y evidencias que permitan
convalidar que la propia democracia tiene la capacidad para definir elementos que permitan calificarla como un sistema
de vida y como una forma de gobierno que es no sólo diferente, sino mejor frente a otros modos de articular el poder.
La concurrencia de la sociedad, el Estado, los ciudadanos y el gobierno en los espacios de la vida pública organizada en
instituciones y pautas de conducta, le confiere a la democracia ventajas esenciales para que sea entendida y asimilada
como un sistema de actores, relaciones, intercambios, debates y argumentos que la sitúan con mejores ventajas
comparativas que potencian sus formas de desempeño institucional. En este caso, la producción de valor público se
enlaza con el nuevo patrón de la gobernanza, lo cual implica que la construcción y reproducción de la vida pública es a
través de tareas compartidas, responsabilidades definidas y políticas públicas que responden a los puntos críticos de la
vida asociada y que es factible superar con acciones estratégicas que permiten superar contratiempos. El vínculo entre
gobernanza y valor público es indisoluble porque ahí se expresan los valores y medios que es posible utilizar para
alcanzar una convivencia más armónica, tener mejores capacidades de gestión y responder más de cerca a las demandas
de los ciudadanos y las organizaciones de la sociedad

¿Qué tanto podemos confiar en nuestras instituciones públicas? ¿Qué nos garantiza que logremos llevar a cabo nuestros
proyectos de vida en el país? Podemos construir esa confianza a través de la ética, en el día a día de la ejecución de la
función pública[2].

Según la última encuesta nacional de El Comercio hecha por Ipsos Perú, el 42% de los peruanos cree que la principal
causa de inseguridad es la ineficiencia y la corrupción del sistema judicial. La falta de valores y principios está a la par
(42%). Les siguen la carencia de leyes adecuadas (39%) y la ineficiencia y la corrupción policial (37%)[3].

Ser un país moderno significa ser un país honesto y no corrupto. ¿Y qué significa tener un país sin corrupción?

La importancia del comportamiento ético en la práctica de valores.

La hipótesis central del trabajo se orienta a destacar que la formación de valor ético no es un asunto mercantil ni
gerencial, sino que tiene como base las aportaciones de la ética, debido a que aporta valores fundamentales para
incentivar la conducta social y el desempeño institucional sobre la base de que las sociedades necesitan conductas
honradas que estimulen la legalidad, la responsabilidad y el sentido de pertenencia a la vida comunitaria. En este
sentido, el enfoque del trabajo es más de carácter normativo y explicativo, ya que se trata de un asunto que se inscribe
en el sentido de la vida estatal y la vida comunitaria para generar una atmósfera de confianza y mejor certidumbre
institucional[1].

En la práctica, la ética en la función pública nos permite solucionar conflictos, crear puentes entre posturas contrarias en
una sociedad de tantos contrastes como es en la que vivimos. La ética nos permite además innovar y crear soluciones
cuando ni la tradición ni las autoridades son una opción. Gracias a su carácter reflexivo, la ética nos permite generar
acuerdos y tomar decisiones responsables[2].

El trato digno, respetuoso, sensible y cuidadoso hacia los ciudadanos, le confiere al servicio público una dimensión no
sólo humana, sino ética , dado que para el orden social, jurídico y político, es fundamental que la legitimidad del
gobierno se sustente en un grado amplio de aceptación y reconocimiento, debido a los valores que proclama con base
en las tesis del liberalismo, la democracia y el republicanismo. Cuando los gobiernos asumen conductas claras y
respetuosas hacia los ciudadanos, en esa medida se convierten en instituciones no sólo necesarias, sino responsables,
dado que tienen con la agenda institucional el procedimiento para atender y procesar las demandas que se originan en
los diversos campos de vida productiva y social. Esta visión indica que las demandas de la comunidad hacia las
autoridades se han de orientar por un tratamiento no sólo eficiente, sino sensible, debido a que los problemas colectivos
expresan realidades humanas y no son únicamente un expediente a considerar en las respuestas que se formulan a las
peticiones de la población. El sentido humanista de los gobiernos deviene del modo en qué abordan las carencias
sociales y por la estrategia que adoptan para convertirlas en problemas y luego en soluciones institucionales, que son el
producto de decisiones, recursos y acciones que son de carácter colectivo. De ahí la importancia de que el servicio
público, ya que su importancia en la vida colectiva se acredita por la manera en la cual los gobernantes y los ciudadanos
establecen formas de comunicación en un plano de demandas, decisiones, soluciones y recursos públicos a utilizar
De este modo, la recuperación de la ética es asunto relevante, porque nutre y aporta el mejor desempeño de la gestión
institucional, ya que con su contenido normativo y prescriptivo, contribuye a eliminar situaciones relacionadas con la
opacidad, la corrupción, el patrimonialismo y la ilegalidad. Al invocarse la ética como fuente de valores normativos que
se orientan a conseguir conductas ejemplares, es factible situar el sentido y filosofía del valor público, entendido en la
lógica del buen gobierno. La producción del valor público necesita no solamente reglas institucionales y una eficiente
gestión pública, sino también de valores del buen obrar que permitan fortalecer los contenidos, objetivos y metas de las
políticas públicas.

Asimismo, contribuir a puntualizar la importancia de la ética para favorecer que la calidad de vida en la sociedad tenga
valores consustanciales a la democracia, ya que ésta tiene fuerte contenido ético desde el ángulo de la vida pública.

Las sociedades necesitan conductas honradas que estimulen la legalidad, la responsabilidad y el sentido de pertenencia
a la vida comunitaria.

La democracia

En la visión normativa de la democracia, el ser humano es portador de libertades subjetivas privadas y libertades
subjetivas públicas que lo protegen para que se realice en las diversas facetas de los ámbitos civiles y políticos que se
estructuran en el arquetipo de la sociedad civil, la cual se organiza en término políticos en el Estado de Derecho.

Estos aspectos son testimonio de cómo la democracia proclama valores que la definen como un sistema en favor de la
vida de las personas y para ello se diseñan normas y procedimientos que favorecen la convivencia de la pluralidad en
términos de la universalidad de las normas. La democracia desde el momento en que define reglas de reconocimiento
para todos, se caracteriza como un modo de vida que articula valores normativos que tienen fuerte contenido ético.

Los valores de la democracia como la libertad, la igualdad, la equidad y el bienestar, tienen compromiso ético desde el
momento que son universales en la sociedad civil moderna. De este modo, las constituciones, las leyes, los reglamentos,
los códigos, los estatutos, responde no sólo a imperativo políticos de orden y regulación, sino a imperativos éticos en los
cuales la dignidad e integridad de las personas es fundamental para que sean reconocidos como personas civiles y como
sujetos jurídicos.

convivencia también considera valores éticos de importancia creciente como la tolerancia, el respeto y la civilidad,
entendidos como elementos centrales para procesar la riqueza de la diversidad y la pluralidad.

La tolerancia alude a la importancia de saber escuchar al otro; de no romper las reglas del buen trato cuando hay
desacuerdos y en dialogar de manera razonable en materia de asuntos colectivos.

El respeto significa que no hay agresión ni daño hacia el otro, no obstante las diferencias de enfoque o criterio que se
tenga frente a los problemas de la sociedad.

La civilidad se refiere a la reglas de vivir como ciudadano con apego a las reglas públicas vigentes y que tienen como
objetivo estructurar no sólo conductas correctas, sino incentivos a favor de aquellos que se ciñen a las normas de interés
general.

La contribución de la ética a la democracia es fundamental para el abordaje de asuntos como la transparencia, la


rendición de cuentas, el papel de las contralorías y la impartición de justicia.

Los elementos destacados dan cuenta de que el sentido de lo público tiene como eje el uso y distribución de los recursos
públicos, lo cual obliga como imperativo, a destinarlos a la atención de las necesidades sociales.

Y la impartición de justicia también se caracteriza por postular valores éticos que se refieren a la importancia de obrar
con apego a la igualdad, la imparcialidad y la pulcritud de los procesos relacionados con el mundo de las sanciones y
castigos.
Esto demuestra que la ética en la democracia no sólo es valor abstracto y normativo, sino que se orienta a conductas
con apego a la honradez y la

En este sentido, hay relaciones de reciprocidad entre los gobernantes y los ciudadanos. En este marco de referencia se
ubica el servicio público, ya que es el puente que comunica a unos y a otros para hacer factible la tarea de gobernar y
administrar la vida colectiva con sentido de efectividad en el cumplimiento de las políticas públicas. El servicio público no
sólo implica normas y procedimiento para la actuación de las autoridades, sino que proporciona los bienes y servicios
que hacen posible el rendimiento de la vida individual y colectiva, con base en el esquema de la economía de mercado,
la innovación productiva y la calidad del desarrollo social. Es un medio que comunica al gobierno con la sociedad, a las
autoridades con los gobernados y al Estado con la vida colectiva. Por tal motivo, debe entenderse que el universo de su
acción está dado por seres humanos y que se debe evitar una idea cosificada de los mismos, para evitar que la
Administración Pública sea objeto de un enfoque deshumanizado. Si gobernar en sentido estricto es tratar con seres
humanos, sus problemas, carencias y expectativas, eso implica que el servicio público tiene como premisa la importancia
de atender y procesar carencias comunes, con el concurso del sistemas de instituciones que lo acreditan y justifican
como la capacidad instalada de los gobiernos para atenuar conflictos, distribuir recursos, procesar demandas y diseñar
políticas públicas idóneas para responder a las demandas en competencia.

Desde el momento en que se orienta a la atención y solución de problemas de los gobernados, adquiere un significado
ético por cuanto al trato y el respeto con la condición humana. De igual modo, si la Administración Pública se relaciona
con la atención y respuesta de las necesidades domésticas que se traducen en problemas públicos

Conclusión

La aportación de la ética a los asuntos colectivos es inapelable, porque es portadora de valores normativos que
contribuyen a potenciar la calidad de la democrática teniendo como referente principal el apego a la legalidad, la
imparcialidad y la igualdad jurídica y política. Esto implica que tiene normas, principios y prácticas que fortalecen al
ciudadano como el eje cardinal de la vida pública, y en ese sentido, la ética es un sistema de valores y normas que
postulan de manera positiva desarrollar mejores conductas en favor de la vida colectiva, al conformar la conciencia
individual con sentido de ventajas colectivas. La ética alude al carácter normativo de los valores, considerando que es
posible ahondar en una mejor vida democrática que se sustenta en el convencimiento de que la convivencia república y
liberal tiene ventajas que se pueden compartir a la manera de las externalidades positivas. Esto implica que en la
democracia los ciudadanos tienen las condiciones institucionales para llevar a cabo las tareas que les corresponden,
entre otras, intervenir en el diseño de las políticas públicas de manera organizada y contribuir a que la calidad de vida en
la sociedad civil sea más fructífera.

Respecto a la sociedad, el valor público se nutre de los valores de la igualdad, la equidad, el bienestar y el mejoramiento
de la calidad de vida. Desde el mirador del espacio público, se relaciona con la ética de la responsabilidad, la
transparencia, la rendición de cuentas y la evaluación pública..

La corrupción, en primer lugar, debe entenderse como un problema de sistemas y no simplemente de personas
corruptas. No basta con poner en la cárcel a algunos corruptos sin solucionar las causas estructurales que generan la
corrupción, pues muy pronto otros vendrán a reemplazarlos. Por eso, la lucha contra este flagelo requiere acciones
tanto en el frente represivo o sancionatorio como en el campo de la modernización institucional, tanto en el orden
nacional como en el internacional.

En segundo lugar, el combate contra la corrupción debe concebirse como un proceso permanente y no como el simple
resultado de acciones puntuales u ocasionales. así como no se puede precisar un solo instante o acción en que la
corrupción haya surgido o se haya consolidado, tampoco es posible concebir que ella se va a suprimir en un solo
instante, con un solo acto o decisión. Por el contrario, se requieren muchas decisiones, en diferentes niveles y con
diferentes orientaciones.

En tercer lugar, la lucha contra la corrupción debe entenderse como un proceso en el que todos tenemos
responsabilidades: los Estados, el sector privado, la sociedad civil en sentido amplio y la comunidad internacional. Cada
uno a su nivel y con diferentes orientaciones y alcances, pero todos respondiendo al mismo propósito y estrategia de
acabar con la corrupción.
Por eso, para conseguir este fin se requiere actuar en las diferentes áreas temáticas de las cuales se ocuparan Ustedes
durante este encuentro. Permítanme al respecto, compartir algunas ideas con ustedes.

Por último, sabemos que en la lucha eficaz contra la corrupción debe colaborar una amplia coalición de líderes del
Gobierno y de fuera del Gobierno. 

La corrupción es, hasta la actualidad, uno de los problemas más preocupantes para la población peruana y afecta
directamente la legitimidad de las instituciones públicas. Una manera de medir la incidencia de la corrupción en un país
es a través del índice de percepción. Si bien esta medición puede reflejar cierta subjetividad, es importante tenerlo en
cuenta. Por ello, se presenta a continuación datos actualizados sobre la posición del Perú y la percepción de los
ciudadanos en materia de corrupción.
De acuerdo al Barómetro de las Américas de Latin American Public Opinion Project[1], Perú fue el país más preocupado
por el tema de la corrupción a nivel regional, un 36% de la población lo señala como el principal problema, por encima
de otros temas como la economía, la seguridad, la inestabilidad política y otros. Ese mismo resultado se registró, según
el Instituto Nacional de Estadística e Informática (2020), en el semestre octubre 2019 – marzo 2020, cuando la
corrupción se mantuvo como el principal problema del país con un 60.6%.  Además, revisando los informes previos de
esta última institución, se aprecia que desde el año 2017 hasta la actualidad, se consolida la ubicación de la corrupción
sobre la delincuencia como el principal problema en el Perú.
Por otro lado, también se tiene el índice de percepción de corrupción del público general y expertos académicos en las
instituciones públicas. Por ejemplo, la ausencia de corrupción en los poderes públicos, de acuerdo con el World Justice
Project[2], aumentó en algunos sectores y disminuyó en otros, respecto del reporte del año 2019. En el caso del Poder
Ejecutivo, varió de 0.40 a 0.37. En el Poder Judicial varió de 0.41 a 0.44. En la Fuerza Pública varió de 0.38 a 0.39. En el
Poder Legislativo varió de 0.16 a 0.13. Respecto a la ausencia de corrupción en la justicia civil y penal, esta varió de 0.38
a 0.37 y de 0.30 a 0.32, respectivamente.
En cuanto a las instituciones que conforman el sistema judicial, de acuerdo con el INEI (2020), en el periodo octubre
2019 – marzo 2020, un 73.1% señaló no confiar en el Ministerio Público, un 82.3% desconfía del Poder Judicial, un 72.1%
manifiesta no confiar en la Procuraduría Anticorrupción y un 66.6% dice no confiar en la Comisión de Alto Nivel
Anticorrupción. A diferencia del periodo julio – diciembre 2019, en el que un 73% de los encuestados señaló no confiar
en el Ministerio Público, un 82.5% desconfía del Poder Judicial, un 71.2% manifiesta no confiar en la Procuraduría
Anticorrupción y un 67.4% dice no confiar en la Comisión de Alto Nivel Anticorrupción (INEI, 2020). Lo cual nos muestra
que no se han dado cambios sustanciales respecto a los bajos niveles de confianza en las instituciones del sistema
judicial en ambos periodos.
Asimismo, de acuerdo con la encuesta realizada por Proética en el 2019, el Congreso de la República con 76%, el Poder
Judicial con 47% y los partidos políticos con 31% fueron percibidos como las instituciones más corruptas. Cabe tener en
cuenta que en la encuesta realizada en 2017 la percepción de instituciones más corruptas era: Poder Judicial, 48%;
Congreso de la República, 45% y a Policía Nacional del Perú, 36% (Proética, 2017). Así, se ve que ante la ciudadanía las
dos primeras instituciones se mantienen como las más corruptas y que incluso ha aumentado el nivel de percepción de
corrupción en ambas. Y es particularmente alarmante la cifra relativa al Congreso de la República. Frente a ello, es
importante mencionar que las instituciones con un alto porcentaje de percepción de corrupción no son iguales en todas
las regiones. Por ejemplo, en la sierra las municipalidades son percibidas como corruptas por el 32%; por otro lado, los
gobiernos regionales son percibidos como corruptos por el 31% en la sierra y por el 32% en la selva (Proética, 2020).
Además, hay que indicar que, según el Barómetro de las Américas de Latin American Public Opinion Project, el 95% de
los encuestados afirma que la mitad o más de los políticos se encuentran involucrados en actos de corrupción, lo cual
convierte al Perú en el país con el porcentaje más alto de percepción de los políticos como involucrados en corrupción.

 Sentido: viene representado por la punta de la flecha que se expresa gráficamente, indicando el lugar hacia el cual se
dirige el vector.
 Dirección: es la recta sobre la que se plantea el vector, la cual es continua e infinita en el espacio.
 Módulo: se trata de la longitud entre el inicio y fin del vector, es decir, dónde empieza y dónde termina la flecha.
 Amplitud: es la expresión numérica de la longitud gráfica del vector.
 Punto de aplicación: se refiere al lugar geométrico en el que inicia el vector a nivel gráfico.
 Nombre: es la letra que acompaña al vector que se representa gráficamente, coincidiendo con la magnitud o con la
suma del punto de aplicación y el fin de su valor.

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