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Matrix
Matrix
Pero discutir acerca de la mente no es de por sí algo evidente, como podría parecerlo si nos
ciñéramos a las comprensiones del sentido común que, involucrando desde los
aparentemente simples procesos de percepción, hasta el no del todo claro concepto de
‘intencionalidad’, la falta de rigurosidad y precisión en sus apreciaciones trae como
resultado desestimar la mente como objetivo teórico, haciendo de su tratamiento algo cada
vez más confuso e indiferenciable.
***
Esta segunda imagen posible de la Mente, bajo la forma global de conexiones múltiples
reclama ante todo las nociones básicas de: transmisión, localización, amplificación y
contacto. Singularmente, como lo ha resuelto la tecnología de hoy, la comunicación
telefónica involucra todos los sistemas, todas las fuentes, todos los códigos; así, en el
“simple” contacto telefónico al que aludíamos, la señal telefónica vincula la escritura a
través de una pantalla de computador, y el origen del diálogo no se establece a viva voz,
sino con la escritura, no por “secundaria”, desdeñable.
Entendemos que nuestra discusión no será, desde este momento, la de confrontar teorías o
la de arriesgar opciones acerca de la posibilidad o imposibilidad de la IA, sino más bien, la
de realizar una inmersión en los elementos puestos en relación, abrigando la esperanza de
resolver la confrontación en los términos aparentemente en equilibrio de un pensamiento
humano funcional y emotivo, cuya restitución holística del conocimiento plantea un
paradigma al otro elemento en cuestión: el desarrollo de la IA bajo la temprana solución
digital y computable que pese a su versatilidad desdice aún de la pretención de emular el
pensamiento humano en su forma más acabada: la comprensión. Aquí está el pozo
definitivo, la IA que todos hemos previsto, la computadora multifascética que se vincula
como un pensamiento con cualquier asunto del mundo que teóricamente responde a
‘intenciones’ y ‘creencias’, que desconcierta por su ‘capacidad’ anticipativa en juegos
como las damas, el ajedrez, etc. Pero la IA requiere sin embargo de una versión de
autonomía (y por lo tanto de un ‘yo’) que la guíe. En esta primera puesta en común, el
computador que opera la mujer tiene en ella, podemos decir, un ‘Yo’ alterno, lo que nos
daría la imagen de la IA como un organismo, aunque superdotado, descerebrado, con ‘otro
yo’ como auxiliar operativo.
Volviendo con la historia, acaso por azar o deliberadamente, el lugar próximo a donde se
encuentra la mujer se llama:
H
E
A
R
T
Cinco letras dispuestas en esa verticalidad de signos que nos recuerda escrituras como el
chino, el japonés y el hangul (coreano), lenguas que tienen como sabemos grandes virtudes
sintéticas, casi logarítmicas, propicias para la aplicabilidad de un sistema digital. Pero
HEART (corazón) alude a una semántica desterrada de la IA, la del sentimiento (el otro
elemento de determinación del ‘Yo’, según se recoge de David Hume).
Tres hombres incógnitos actúan de inmediato, y con ellos los guardias de seguridad; tan
pronto decodifican la llamada de la mujer reaccionan como dando a entender que hay en la
comunicación algo que debe ponerse bajo control, debido a que vista desde fuera, la
comunicación es un procedimiento que debe responde a normas como:
Así, atravesada por la sospecha, toda comunicación debe ser interferida para restablecer el
control; luego la comunicación no es, como creemos, un acto “simple”, sino por el
contrario, un acto encadenado y vigilado al menos en el interior de la IA, donde ningún
contacto procede de la espontaneidad. Pero los agentes que acuden a detener a la mujer no
se conforman con llevar el registro de sus conexiones, sino que deben actuar, cercar, atacar
con celeridad.
La decisión acerca del carácter real o irreal de los estados y procesos mentales permite
interpretar, explicar, definir y predecir la concepción teórica de las representaciones
mentales, lo que equivale a definir, en gran medida, el modelo de la mente según distintos
tipos de estados psicológicos y de comportamientos inteligentes experimentados y
producidos por los humanos como entidades conscientes en sí mismas: percepciones ~
categorizaciones ~ representaciones de difícil codificación digital, es decir, no heurística.
La enumeración consignada a pie de página es algo más que meros términos; se trata de
operaciones mentales de las que da cuenta la psicología de sentido común, las cuales
centran su afán en advertir la complejidad de las operaciones mentales, o más exactamente,
las ‘representaciones mentales’ imperfectamente recogidas en los términos: ‘consciencia’ e
‘inteligencia’. Ahora bien, la opción de la IA frente a una confrontación de este tipo no es,
obviamente, la de la imitación, sino la de la optimización de sus propios proyectos
computacionales.
Así descrito, la tentativa de que pueda una máquina pensar no lograría sino suplantar
algunas opciones del amplio espectro del pensamiento humano, luego la IA en realidad
desarrolla y propicia otra manera de ‘pensar’, llamada: control. Este desafío, no científico
sino político, renovará las acepciones de los términos más puntuales de la filosofía de la
mente, como: percibir, pensar, representar, cuando todas las expectativas humanas puestas
en estos actos sean en efecto del perfecto dominio de la IA..
Continuando con la historia, a los agentes encargados del control los sorprende la inmensa
versatilidad del individuo rastreado para encontrar mecanismos de fuga: repta por las
paredes, ataca, corre, salta, advierte la presencia de dos o más perseguidores, sortea
obstáculos, se escabulle. Hablamos, en este caso, del obrar y de la creatividad humanos, los
cuales, multiplicando opciones, responden adaptativamente a las circunstancias: al acoso, a
las presiones; algo que difícilmente conseguiría desarrollar la IA fuera de las condiciones
óptimas de su desempeño, donde las confrontaciones recibidas le impiden asumir actos
propios de consciencia.
Por supuesto se trata de un ejemplar humano preparado para sortear imprevistos; en este
caso una mujer que responde probablemente a un arduo adiestramiento, así como también a
un talento, a una inteligencia, un fervor, una perspicacia. Todos esos imbricados procesos
que la IA difícilmente reproduciría; en palabras de Daniel Dennett, su problema central: el
‘problema estructural’; imprecisable biológicamente y rudimentariamente representable en
términos digitales. Por ahora la mujer que establecía la comunicación telefónica escapa,
precisamente, por la línea telefónica, como si recodificara su ADN y fuera ahora una onda
hertziana más. Pero, ¿son las ondas hertzianas inteligentes?, preguntaría John R. Searle, el
escéptico N° 1 de la IA.
Como anotábamos, Marvin Minsky, desvalorizó los méritos del perceptrón, advirtiendo no
haber futuro en los dispositivos de computación que lo regulaban. Así, de cara a los
desarrollos de la IA, la noción crítica se hallaba, según Minsky, no en la idea de ‘retina’,
sino más bien en nociones como ‘marco’ y ‘holismo’; la primera de ellas definida por el
propio Minsky como: “una estructura de datos para representar una situación
estereotipada, [...] una red de nodos y relaciones, donde los niveles superiores son fijos y
representan cosas que siempre son verdaderas acerca de la situación supuesta, en tanto
que los inferiores tienen muchas terminales, ranuras que deben llenarse en casos de datos
específicos.”
No hay, de otra parte, en la IA, como en la vida humana, la posibilidad de un elogio del
ocio, que no se propone otra cosa que romper deliberadamente con esa compulsión humana
de estar conectado y de registrar alteraciones y cambios, bajo el desenfreno imponderado de
vincularlo todo y, en consecuencia, de advertirlo todo y presagiar sus consecuencias. La
opción del ocio, por el contrario, un elemento más del ‘problema estructural’, no compete a
la IA: al ‘desconectarse’ de la realidad, digamos ‘productiva’, el ser humano se recrea en
otra suerte de recensiones y asimilaciones al medio; eventos difíciles y acaso inútiles de
adelantar por parte de la IA, que está orientada ya de manera compulsiva hacia el
rendimiento y la productividad sin límites.
Asumida la fuga de la mujer, el personaje en cuestión será ahora un hombre rendido de
cansancio de tanto trabajar ante su computador; un hombre que despierta con estas señales:
wake up...! The matrix has you...; señales que nos advierten desde un principio el tipo de
relaciones que hay entre uno y otro: el computador está dando órdenes, está advirtiendo; el
hombre a cambio debe actuar, pensar y actuar a partir de los mensajes que recibe. Pero no
sabemos aún, no queremos saber aún ¿qué es matrix?, ¿qué extraño pozo, o qué origen?:
útero, pero también, disposición ordenada de un conjunto de elementos y símbolos
dispuestos en filas y columnas. También al hombre de todos los tiempos lo ha retenido en
su fondo la complejidad de las culturas, de las religiones, el mito, la tecnología y el
lenguaje, todas las formas simbólicas señaladas por Ernst Cassirer para especificar en
términos ideales la cultura humana como “...un mero agregado de hechos disgregados y
dispersos; [...] un sistema, [...] un todo orgánico” (casi diríamos, una matrix que se afirman
en la interconexión de sus circuitos). Así, la IA sólo puede ser una matrix, no bajo la forma
de la “reproducción” del pensamiento humano, sino como ‘archiescritura’,
‘archipensamiento’, opción desbordada que no ha estado seguramente entre las expectativas
de John R. Searle y Roger Penrose, quienes desestiman desde diferentes perspectivas las
posibilidades concretas y potenciales de la IA.
Siguiendo las implicaciones de la afirmación: “the matrix has you...”, pensemos por un
momento en lo que podría significar la mente como prisión, o en el mismo sentido, una
prisión para la mente, no ya desde la perspectiva de las ideologías, sino desde la IA. Lo
primero que nos vendría a la cabeza sería la posibilidad de modificar la aparentemente
segura comprensión de la libre auto-representación y del libre albedrío. Como si
ingresáramos en una nueva dimensión deformadora de lo real, rudimentariamente conocida
bajo el término ‘sueño’, donde el individuo que pertenece a la matrix no disocia con
claridad los límites de lo real y de lo soñado. En esta disquisición hay de fondo graves
modificaciones del estatus de la vida humana tal como la conocemos hoy, las cuales pueden
recogerse en dos lineamientos centrales:
A partir de este momento el tráfico es de simuladores; una nueva droga destinada a tipificar
los nuevos tiempos, cuando el concepto de vida haya sido por completo trocado y
tergiversado y no quede más opción que la simulación, el antídoto para romper la
alienación será paradójicamente un simulador de estímulos psicosomáticos caracterizados
por su efectividad para restituir las fuentes de percepción y conocimiento de la especie
humana, recrear experiencias y evocar formas puras y extremas de la compenetración entre
humanos: el amor y la violencia, y por supuesto, más, mucho más, en el fragor y en el
vértigo de las emociones a las que puede llevar toda simulación (toda droga).
Una vez más el monólogo de La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca, así como los
argumentos escépticos más radicales cobran vigencia: las fronteras entre sueño y realidad
se desdibujan. Pero sigamos comparativamente la tentativa inicial propuesta por Alan
Turing: la imitación, frente a la resolución definitiva de la IA: la simulación, dos versiones
de realidad radicalmente diferentes:
Luego la simulación, el gran propósito de la IA, no tendrá más opción que terminar
confundiendo los términos y transformándose en ese pozo indiferenciado donde la realidad
virtual es ámbito y ejercicio de la vida; reduciendo las expectativas de la vida en una
compleja movilización de fuerzas globalizadoras. La IA, como una matrix, conseguirá
finalmente la destitución de la vida humana a cambio de la consagración de la simulación y
su parangón, la mente humana, resistirá hasta donde le sea posible blandiendo su inimitable
opción holística de la comprensión.
El hombre de nuestra historia ha sido detenido y es ahora confrontado por los servicios de
seguridad de matrix, no porque haya cometido delitos o porque haya conspirado, sino por
mantenerse activo en el máximo empeño del pensamiento ponderado desde Descartes: la
duda. En el interrogatorio al hombre se le acusa de llevar dos vidas, pretención que la IA
no concede, porque tal dualidad, si bien es propia de los seres humanos, en el interior
mismo de la IA altera y trastorna los cruces de información, acudiendo sintomáticamente a
la pregunta por las causas, es decir, por las fuentes de energía que sostienen la matrix como
virtualidad perpetua.
El hombre de la historia, para decirlo con claridad, trabaja en una compañía de softwars
como programador, un oficio que desde la década de los 80s. ha cautivado a generaciones
de profesionales bajo los preceptos de la optimización, el servicio, la oferta, la
globalización, el desempeño, la reducción de esfuerzos, el máximo de garantías, etc. Pero
el hombre tiene un segundo trabajo: trafica con softwars simuladores; al margen de toda
ética promueve la desconexión de otros hombres sumergiéndolos en virtualidades
estupefacientes. Ahora bien, en este juego de las opciones de lo correcto y lo incorrecto,
acaso no de lo legal y lo ilegal, categorías que ya habrán quedado superadas, la dificultad
radicará en la comprensión crítica (o subversiva) de la matrix a la que se puede llegar por la
segunda vía.
La IA nos pone así ante el paradigma advertido por Margaret A. Boden, cuando expone que
en un plano estamos quienes descubrimos los alcances de la IA, y en otro todo aquello que
opera en su interior; con discursos irreconciliables y complejos; el primero, intentando
prolongar la discusión acerca de la imposibilidad de reproducir la inteligencia humana bajo
la forma de la computabilidad algorítmica; el segundo progresando en la previsión de
anticipaciones, registro y control de la IA para dar cuenta de aspectos cada vez más
insólitos de la experiencia propiamente humana; el primero discutiendo aún en el marco del
derecho, para dejar en claro los privilegios de la inteligencia y la cultura humana; el
segundo desafiando los presupuestos aparentemente inpenetrables de la biología, la
genética, la física, la filosofía.
Volviendo con el hombre que ha sido retenido y enjuiciado, los agentes de matrix le
infligen dos castigos: primero introducen por su ombligo un bicho cibernético que cumplirá
un papel no del todo claro en su bio-sistema, acaso como rastreador y transmisor de
emociones, comunicaciones y reacciones típicamente humanas. El segundo castigo en
cambio nos vuelve a nuestra pregunta acerca de la consideración de la mente como prisión;
se sella la boca del hombre y no hay ya para él más lenguaje, es decir, queda reducido al
aprisionamiento de su mente; sin boca desaparece la opción del out put, y la consolidación
del proyecto humano termina súbitamente. Luego el propósito de la IA es cerrar la boca al
hombre, contenerlo en los límites de su mente incapaz de comunicarse ahora con otras
mentes. La IA a cambio tiene en el teléfono, como adelantábamos, todas las opciones para
extender la red, recorrer el universo y ser un universo, pero al sellar la boca se clausura el
lenguaje igualmente, se le impone un fin, y el proyecto de la ‘representación’ queda, para
ser consecuentes con los teóricos de la IA desde Charles Babbage, suspendido.