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Las nuevas reglas del método sociolégico Critica positiva de las sociologias comprensivas Anthony Giddens Amorrortu editores Buenos Aires - Madrid Biblioteca de sociologia New Rules of Sociological Method: A Positive Critique of Interpretative Sociologies, Anthony Giddens © Anthony Giddens, 1976, 1993 Traduccién: Salomén Merener Revision de la segunda edicién: José Luis Etcheverry Primera edicién en castellano, 1987; primera reimpresin, 1993. Segun- da edicién, 1997; primera reimpresién, 2001; segunda reimpresién, 2007. Tercera edicién, 2012 © Todos los derechos de la edicién en castellano reservados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7 piso - C1057AAS Buenos Aires ‘Amorrortu editores Espaiia S.L., C/Lépez de Hoyos 15, 3° izquierda - 28006 Madrid www.amorrortueditores.com La reproduccién total o parcial de este libro en forma idéntica o modifi- cada por cualquier medio mecénico, electrénico o informatico, incluyen- do fotocopia, grabacién, digitalizacién o cualquier sistema de almacena- miento y recuperacién de informacién, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Queda hecho el depésito que previene la ley n° 11.728 Industria argentina. Made in Argentina ISBN 978-950-518-230-5 Giddens, Anthony Las nuevas reglas del método socioldgico, Critica positiva de las sociologias comprensivas. - 3° ed, - Buenos Aires: Amorrortu, 2012. 208 p.; 23x14 cm. - (Biblioteca de sociologia) ‘Traduccién de; Salomén Merener ISBN 978-950-518-230-5 1. Metodologia de la Sociologia. I. Merener, Salomén, trad. II. itulo. CDD 316:303 Impreso en Jos Talleres Graficos Color Efe, Paso 192, Avellaneda, pro- vincia de Buenos Aires, en enero de 2012. Tirada de esta edicién: 1.500 ejemplares. 1. Algunas escuelas de teoria social y filosofia En este capitulo analizaré lo que en principio podria parecer una desconcertante diversidad de escuelas de pensamiento. Sin embargo, todas ellas comparten temas comunes y tienen precisas interconexiones. Todas tratan, en uno u otro sentido, problemas de lenguaje y de sentido referidos a la «comprensién» de la accién humana. No me interesara examinar en detalle las fuentes intelectuales que entrelazan las tradiciones de que se nutren. Pueden distinguirse facilmente tres, por lo menos, de esas tradi- ciones. La de mas largo arraigo es la de las Geisteswissen- schaften o «filosofia hermenéutica» que en Alemania se yemonta al siglo XVIII. Se trata por cierto de una tradi- cién rica y compleja, cohesionada como cuerpo especial de pensamiento por la centralidad concedida a la nocién de Verstehen en el estudio de la conducta humana, y por una permanente insistencia en la diferenciacién radical entre los problemas de las ciencias sociales y los de las ciencias naturales. Max Weber se vio profundamente influido por esta tradicién, aunque al mismo tiempo se mostré muy critico hacia ella. Sobre todo gracias a sus escritos el tér- mino Verstehen paso a ser moneda corriente entre los cientificos sociales de habla inglesa. No evaluaré aqui la versién de Weber de la «sociologia comprensiva», porque ya hay en la bibliografia muchos ensayos criticos de ella, y ademas porque, como quedaré claro mas adelante, creo que gran parte del examen que hace Weber de la compren- sién y la explicacién de la accién fue superado a la luz de los avances posteriores en la filosofia del método. La segunda corriente de pensamiento, tal vez demasia- do reciente para llamarla con propiedad «tradiciém, deri- va de la influencia del ultimo Wittgenstein. Fuertemente basada en la filosoffa anglosajona, se la puede agrupar, en general, con la «filosofia del lenguaje ordinario» de Austin 48 y su desarrollo posterior. Pocos entre los autores que adoptaron las posiciones de Wittgenstein o de Austin tu- vieron alguna deuda con la hermenéutica continental. Ahora, sin embargo, parece evidente que existen impor- tantes puntos de coincidencia, tanto en los temas privile- giados como en el modo de abordarlos. La fenomenologia, la tercera de las escuelas de pensa- miento que destaco en este capitulo, ha cumplido un papel de intermediaria entre las otras dos. Podemos esbozar brevemente la complicada ramificacién de conexiones. Los escritos de Schutz se basan en gran parte en los de Husserl; pero él también conjuga a Husserl y Weber, y asi se afilia indirectamente a la tradicién de las Geisteswis- senschaften. A su vez, la obra de Garfinkel tiene a la de Schutz como punto de partida y la relaciona con las ideas tomadas de Wittgenstein y Austin. Y las Philosophical In- vestigations de Wittgenstein se convierten en el estimulo principal para los trabajos de Winch: como lo indicaron algunos autores que mencionaré después, hay evidentes similitudes entre las ideas de Winch y las elaboradas por Ja principal figura de la filosofia hermenéutica contempo- ranea: Gadamer. La obra de Gadamer aparece, a su vez, profundamente influida por un desprendimiento de la tradicién fenomenolégica: el representado por Heidegger. La fenomenologia existencial: Schutz Seria justo decir que la fenomenologia es un descubri- miento reciente para los autores de ciencias sociales de habla inglesa; sélo en las tiltimas dos décadas, aproxima- , damente, los escritos de los filésofos fenomenolégicos suscitaron general atencién. Pero los escritos de Husserl datan mAs o menos del mismo periodo que los de Weber, y Schutz escribié lo principal de su obra, que intentaba ela- borar los temas de esos dos pensadores, casi al mismo tiempo que Parsons publicé The Structure of Social Ac- tion.! Hablar de «fenomenologia» no es referirse a un solo 1 Der sinnhafte Aufbau der sozialen Welt, de Schutz, se publicé en Ale- mania en 1932. En inglés, se publicé por primera vez en 1967, con el ti- tulo The Phenomenology of the Social World (Londres: 1972). 44 cuerpo de pensamiento unificado. Husserl tuvo discipulos importantes, pero pocos siguieron los mismos caminos que él. Aunque no detallaré las diferencias entre los puntos de vista filoséficos de autores como Scheler, Heidegger, Merleau-Ponty o Sartre, conviene recordar que la tradi- cién fenomenoldgica presenta una considerable diversi- ficacién interna. El propésito primordial de Husserl, al menos en sus primeros escritos, fue establecer un proyecto filos6fico que trascendiera el conocimiento cientifico. Toda conciencia es «intencional» en el sentido que Brentano dio a ese tér- mino. Esto, desde luego, no es lo que queremos significar cuando en lengua inglesa hablamos de accién «intentada», Brentano se referia a una idea que atribuia a la escolasti- ca: la conciencia tiene siempre un objeto que la constituye. Por lo tanto, epistemologia equivale a ontologia; conoci- miento equivale a ser, y lo «objetivo» (aunque no lo «real») carece de significacién salvo en cuanto la conciencia lo mienta. El empirismo, con su nocién central de «datos sensoriales», en cierta forma reconoce esto, pero es inca- paz de mostrar —sostuvo Husserl— de qué modo el pen- samiento pasa de lo particular a lo general, de experien- cias especificas a una clasificacién abstracta. Un concepto abstracto no puede ser identificado con un objeto 0 suceso especifico, y de ninguna manera es la suma de un nimero definido de objetos o sucesos. Existe una diferencia abso- luta entre un «universal ideal» y sus «particulares» con- cretos. La intencionalidad implica un «acto de ideacién», muy distinto del objeto de la atencién en si, y en conse- cuencia este es el centro del interés de Husserl, puesto que si en la epojé «ponemos entre paréntesis» todos los particulares empiricos, parece que podriamos penetrar en la esencia de lo consciente. En la bisqueda de una feno- menologia trascendental, en consecuencia, el «mundo vi- vido» y la «actitud natural» —los supuestos comunes que hacemos acerca del mundo fisico, de las demas personas y de nosotros mismos en nuestra vida cotidiana— son consi- derados por el primer Husserl ni mas ni menos que como un revoltijo que debe ser despejado para revelar la subje- tividad en su forma pura. Desde este lugar seguro, arma- dos con los medios para mirar la existencia en sus aspec- tos esenciales, y exentos de prejuicios, podemos re-emer- 45 ger y conquistar el mundo histérico real: reconstituirlo en toda su singular complejidad. El problema reside en que se niega a ser reconstituido. No me detendré en este punto, porque las dificultades que se oponen son bien conocidas, y estimularon a Husserl a revisar algunas ideas en sus tltimos escritos. Si escapa- mos del mundo hacia el «reino soberano» de la conciencia, que no tiene el menor punto de contacto con ese mundo, équé medios poseemos para validar filoséficamente su existencia? Tal vez la «actitud natural» no sea, después de" todo, una pantalla que debemos apartar para penetrar en la esencia de las cosas. En sus tltimos escritos, Husserl concentré la atencién en el «mundo de vida», y buseé dife- renciar en especial la «actitud natural» de aquella que se adopta en la ciencia, cuando antes habia desechado las dos en la epojé trascendental, en un intento de mostrar que la segunda no podfa escapar de la primera a pesar de sus pretensiones en contrario. Pero seria erréneo suponer, como lo hicieron algunos comentadores, que Husserl cam- bid radicalmente su posicién anterior. El acento puesto en el «mundo de vida» parecié acercarlo m4s a la realidad histérica, pero sus intentos de analizar esta siguieron en el nivel de la filosofia trascendental: la existencia munda- na deb{a ser constituida fenomenolégicamente. El «pro- blema» de la intersubjetividad sigue siendo refractario; no deja de ser dificil ver cémo los otros (en verdad, incluso el yo concreto, en oposicién al «yo trascendental») pueden ser considerados algo mas que otra proyeccién intencional de la conciencia. En la filosofia occidental esta profundamente arraiga- da, desde que ella rompié con la dominacién hierocratica, la idea de que la busca de la certeza, de un saber sin su- puestos, es una tarea que es necesaria y que, ademas, sélo se puede cumplir mediante el examen de la conciencia personal. Mas la pretensién de que esta tltima prevalece sobre otras especies de saber sobre el mundo «externo» o sobre los otros trae la consecuencia de que es preciso li- brar una lucha desesperada para poder acordar a los otros algo mds que una existencia fantasmal, de epifendmenos. Asi, para Husserl, la intencfonalidad es una relacién in- terna del sujeto y el objeto, y todo el método de la reduc- cién fenomenolégica, por el cual el yo, en un grandioso ac- 46 to mental, consigue desechar el mundo empirico, depende de este punto de partida. Husserl elaboré la nocién de in- tencionalidad como una reaccién contra lo que juzgé pre- misas inaceptables de las teorias anteriores sobre el senti- do y la experiencia, y al obrar asi lleg6 a abandonar del to- do la distincién entre sentido y referencia en favor de un «acto ideacional» que confiere sentido. Muchos comenta- dores objetaron este punto, y sostuvieron que la formula- cién de Husserl de la intencionalidad debia ser modifica- da. Ryle comenta: «En efecto, no es por si evidente, pero es verosimil decir que el estado de cosas que yo conozco es tal independien- temente de que yo lo conozca 0 no; una fenomenologia que operara con esta nocién modificada de la intencionalidad no estaria naturalmente destinada a terminar en una me- tafisica egocéntrica, 0 a sostener una prioridad sobre to- das las otras ramas de la filosofia, como la légica 0 la filo- sofia de la fisica».? Sin embargo, se puede preguntar si esto seguiria sien- do una fenomenologia, pregunta que tendria un interés mas que incidental porque la mayoria de los discipulos de Husserl abandonaron el propésito de producir una filo- sofia trascendental y se interesaron por la experiencia hu- mana en «el mundo de vida»: un movimiento de la esencia a la existencia. En un aspecto importante, esto desactiva el sistema de Husserl y lo devuelve al punto del cual par- tid, la descripcién de la experiencia de si como la esbozé Brentano. Pero a este le interesaba la psicologia del sujeto antes que el ser en el mundo, tema que pasé a ser la preo- cupacion de Scheler y, mas particularmente, de Heideg- ger y Sartre. La fuerte inclinacién hacia el irracionalismo, resultado caracteristico de la fusién del proyecto de Hus- serl con un proyecto existencialista, es evidente sobre to- do en la primera filosofia de Sartre, la filosofia del indivi- duo solo, donde «la nada ronda al ser».3 No obstante, de 2 Gilbert Ryle, «Phenomenology», Collected Papers, vol. I, Londres, 1971, pag. 176. Véase, asimismo, el ensayo «Phenomenology versus the concept of mind»: Compérese con Wittgenstein, Zettel, Oxford, 1967, § 401-402. 3 Jean Paul Sartre, L’éire et le néant, Paris, 1950, pag. 47. 47 ninguna manera est ausente por completo en su poste- rior Critica de la razén dialéctica, y a pesar de su solidez, Sartre no avanza mucho en el sentido de reconciliar la irracionalidad de la existencia humana con la irracionali- dad de la historia, o la libertad ontolégica con la necesidad histérica. Entre los principales discipulos de Husserl, solamente Schutz comenz6 y terminé su carrera persiguiendo la am- bicién de aplicar ideas fenomenolégicas para resolver pro- blemas preexistentes de la sociologia; y sdlo Schutz siguié manteniendo toda su vida una posicién enteramente ra- cionalista, segtin la cual la fenomenologia podia y debia proveer la base a una ciencia perfectamente madura de la conducta humana. Aunque rinde el debido homenaje al yo trascendental, su programa esta realmente dedicado a la fenomenologia descriptiva de un mundo de vida. La inter- subjetividad no aparece como un problema filoséfico, sino sociolégico (aunque, segan veremos después, sin haber al- canzado una solucién satisfactoria). Schutz se ocupa de la «actitud natural» en si, con lo cual invierte la epojé de Husserl. La «actitud natural» no presupone suspender la creencia en la realidad material y social, sino precisamen- te lo opuesto: suspender la duda de que sea algo distinto de lo que parece. Esta es la «epojé de la actitud natural».4 En su trabajo primero y basico, Schutz parte de la versién de Weber de la «accién provista de sentido» y procura de- mostrar que si bien se trata de un planteo correcto en mu- chos aspectos importantes, necesita ser complementado y ampliado por un estudio de la actitud natural, o lo que Schutz llama también, de diversas maneras, «el mundo del sentido comm o «el mundo cotidiano». La concepcién de Weber de la accién social, de acuerdo con Schutz, «en modo alguno define un concepto primitivo», como él crea, sino que es «un mero rétulo de un dominio sumamente complejo y ramificado que requiere muchos estudios pos- teriores».® Deja dos preguntas sin respuesta; la primera: gcual es el sentido de la frase de Weber de que en la accién, en contraste con la «conducta» reflexiva, el actor «imputa 4 Alfred Schutz, «On multiple realities», Collected Papers, vol. 2, La Haya, 1967, pag. 229. ® Schutz, Phenomenology of the Social World, pag. 8. 48 un sentido» a lo que hace? La segunda: en la accién social, {cémo experimenta el actor a los otros como personas se- paradas, con sus propias experiencias subjetivas? En cuanto a la primera de ellas, Weber se equivoca, se- gtin Schutz, cuando sostiene que comprendemos por «ob- servacién directa» el sentido de lo que una persona hace en un acto tal como cortar madera: porque lamar a su ac- tividad «cortar madera» ya es haberla comprendido. Se trata de un «sentido objetivo», que se alcanza situando la conducta observada en un amplio contexto de compren- sidn. Por otra parte, el andlisis de Weber de la accién pro- vista de sentido no tiene en cuenta que la accién es episé- dica, y que desde el punto de vista del actor posee dura- cién, como la entiende Bergson: es una experiencia «vi- vida». Porque Weber omite tener esto en cuenta, no ve una ambigiiedad en la idea de accién, que puede denotar la experiencia subjetiva en si misma o el acto completo. Es erréneo suponer que «imputamos» un sentido a una ac- cion vivenciada, ya que nos hallamos inmersos en la ac- cién misma. La «imputaciém de sentido a experiencias, que implica una mirada reflexiva sobre el acto por parte del actor o de otros, es algo que sélo puede aplicarse re- trospectivamente, a actos ya realizados. Asi, es falso in- cluso decir que las experiencias estén intrinsecamente provistas de sentido: «sélo lo ya experimentado esta pro- visto de sentido, no el experimentar ahora algo». La categorizacién reflexiva de los actos necesita ave- riguar el propésito o proyecto que el actor perseguia: un proyecto, cuando ha sido alcanzado, convierte el flujo transitorio de la experiencia en un episodio completo. En este sentido, Schutz critica a Weber por no distinguir el proyecto de una accién —su orientacién hacia un logro fu- turo— de su motivo «porque». Los proyectos, los motivos «para», no tienen significacién explicativa en si mismos. Como dice Schutz, refiriéndose a la accién de abrir un paraguas cuando llueve: «El proyecto de abrir el paraguas no es la causa de la ac- cién, sino sélo una anticipacién imaginada. Inversamen- te, la accién “realiza” o “deja de realizar” el proyecto. En contraste con esto, la percepcién de la lluvia no es en si misma proyecto alguno. No tiene ninguna “conexién” con 49 el juicio “Si me expongo a la Iluvia, mis ropas se mojaran; esto no es deseable; por lo tanto, debo hacer algo para evi- tarlo”. La conexién o el enlace se establecen por un acto intencional [en el sentido fenomenolégico del término] de mi parte, en el cual recurro al complejo total de mi expe- riencia pasada».® La nocién de «significatividad» es importante en los escritos de Schutz. En un curso de accién cualquiera, po- demos discriminar entre «tema» y «horizonte»; el primer término denota los elementos subjetivamente apreciados de una situacién o una accién que importa a un proyecto particular que en ese momento preocupa al actor, mien- tras que el segundo denota aspectos de la situacién dese- chados por irrelevantes para lo que el actor procura conse- guir.” El proceso de vida, segtin Schutz, implica sistemas de significatividad en cambio constante, segtn el entrela- zamiento o la superposicién de la jerarquia de proyectos del agente: el flujo de vivencias se puede analizar en fun- cién de una serie de temas y horizontes superpuestos. Asi, el proyecto de terminar de leer una novela puede quedar interrumpido porque se abandona el libro para ir a traba- jar; el acto proyectado de terminar la novela se vuelve la- tente o se suspende, pero queda listo para ser reactivado. «Participamos en un asunto significativo actual y en mu- chos asuntos marginales, con capas de nuestra personali- dad en diferentes niveles de profundidad»8 La comprensién de la conducta de otros, segiin Schutz, puede examinarse fenomenolégicamente como un proceso de tipificacién por el que el actor aplica esquemas com- prensivos aprendidos para capturar los sentidos de lo que aquellos hacen. La relacién social central es la del otro directamente vivenciado, la «relacién-nosotros», y todas las demds nociones de formas sociales aplicadas por acto- res en su vida diaria derivan de esta. En cualquier en- cuentro cara-a-cara, el actor trae a la relacién un acervo de «saber disponible» o «comprensiones de sentido co- mun», en funcién de lo cual tipifica al otro, puede calcular 6 Ibid., pags. 92-3. 7 Schutz, Reflections on the Problem of Relevance, New Haven 1970, pags. 33y sigs. 8 Ibid., pag. 120. 50 la probable respuesta del otro a sus acciones y sostener una comunicaci6n con él. Se da por supuesto que el «acer- vo de saber» de un actor «es adecuado hasta nuevo aviso»; es «una totalidad de “autoevidencias” que cambian de si- tuacién en situacién, y son puestas de relieve en cualquier momento desde un fondo de indeterminacién». Los acer- vos de saber son de indole pragmatica. En la accién social cotidiana, el agente dispone asi de numerosas recetas pa- ra responder a otros, pero en general no podria, si se lo pi- diera un observador, explicarlas como «teorfas» conscien- temente formuladas.? Pero aparte del dominio de los «pré- jimos», de las relaciones-nosotros, los otros también apa- recen en la conciencia de los actores como sus «contempo- réneos», de quienes tienen noticia o a quienes conocen, aunque sin tratarlos directamente; y como «predecesores», las generaciones anteriores que vivieron antes de que los actores nacieran. En la mayoria de sus escritos, Schutz concentra su atencién en las relaciones-nosotros, y consi- dera que por el andlisis de estas se puede esclarecer la sig- nificacién de los dominios de los contempordneos y los predecesores. No existen a su juicio limites claramente definidos entre estos dominios: se proyectan unos sobre otros, Segtin Schutz, los acervos de conocimiento que se aplican para explicar la conducta de otros se constituyen y operan dentro de «Ambitos finitos de sentido» o «realida- des multiples», Es parte de la competencia normal de un actor social desplazarse entre esos Ambitos de sentido; ser capaz de trasladarse, por ejemplo, del mundo utilitario del trabajo al dominio de lo sagrado, o al del juego. Sin embargo, el actor experimenta normalmente ese traslado de la atencién y la respuesta como un «choque», una dis- yuncién entre mundos diferentes. Las significaciones de los miembros legos de la socie- dad se conectan a las tareas practicas de la vida social co- tidiana; las del observador socioldgico, por el otro lado, son © «Nuestros peneamientos cotidianos estan menos interesados en la antitesis “verdadero-falso” que en la resbaladiza transicién “probable- improbable’ (...) Hasta ese punto, pero sdlo hasta ese punto, el principio del pragmatiemo esté incuestionablemente bien fundado. Es una des- cripcién del estilo del pensamiento cotidiano, pero no una teorfa de la cognicién» («The problem of rationality in the social world», Collected Papers, vol. 2, pags. 76-7). 51 puramente «cognitivas» 0 «tedricas».!° El método de la so- ciologia comprensiva, segtin Schutz, consiste en estable- cer constructos tedricos de «modos tipicos» de conducta que iluminen los fundamentos subjetivos de la accién. «Toda ciencia social —dice—, incluso la sociologia co! prensiva (.. .) se fija como meta primaria la mayor clari cacién posible de lo que piensan sobre el mundo social quienes viven en él».1! Los conceptos formulados en las ciencias sociales obedecen a un «principio de adecuacién». Schutz llama a estos conceptos constructos «de orden se- gundo», porque necesariamente deben relacionarse con las nociones que los actores mismos utilizan para cons- truir un mundo social provisto de sentido. El postulado de adecuacién, tal como Schutz lo formula, establece que los conceptos de la ciencia social «deben estar construidos de manera tal que un acto humano realizado dentro del mundo de vida por un actor individual, en la forma que in- dica el constructo tipico, resulte entendible para el actor mismo y para sus pr6jimos, segtin una comprensién de sentido comtin de la vida cotidiana».!? Mencionaré mas adelante los que me parecen los pun- tos fuertes de la versién de Schutz de la fenomenologia existencialista; por el momento, me centraré en sus insu- ficiencias. En lo principal, el andlisis de Schutz sobre la intencio- nalidad, la conciencia del tiempo y la accién se basa direc- tamente en Husserl, y aunque abandona su programa epistemolégico, mantiene el lazo umbilical con la subjeti- vidad del yo que distingue su elaboracién de la fenomeno- logia trascendental. Para Schutz, el mundo social es «ri- gurosamente hablando, mi mundo» 0, como lo dice en ve- na mas técnica, el mundo «es, en lo esencial, sdlo algo que depende de la intencionalidad operante de un yo-concien- cia, y que no se sale de ella».13 Entonces, los problemas que generaba la conciencia intencional de Husserl para reconstituir el «mundo exterior», en particular respecto de 10 «Common-sense and scientific interpretation of human action», Collected Papers, vol. 1, pags. 36 y sigs. 11 Phenomenology of the Social World, pag. 220. 12 «Common-sense and scientific interpretation of human action», pag. 44. 13 Ibid., pags. 9 y 87. 52 la intersubjetividad, vuelven a acechar a la fenomenologia de Schutz del mundo social. Adoptado el punto de partida de una reduccién fenomenolégica, Schutz es incapaz de reconstituir la realidad social como un mundo objetivo. Ello aparece con evidencia en su endeble explicacién so- bre los «contempordneos» y los «predecesores», que hallan un lugar en los andlisis de Schutz tinicamente cuando sur- gen en la conciencia del actor. Asi, «lo que a simple vista puede suponerse una relacién social entre yo mismo y al- guno de mis predecesores, resultara siempre, en el fondo, una orientacién unilateral de mi parte hacia otro».!4 Como ejemplo del caso raro en que la conducta de los predeceso- res puede influir directamente sobre la de sus sucesores, iSchutz sélo puede citar la transmisién de la propiedad! Pero generaciones sucesivas se transmiten mucho mas que esto, como Durkheim lo sefialé con acierto; el dominio social no puede ser constituido, en el sentido trascenden- tal de este término, desde la conciencia intencional. De hecho, el mismo Schutz reconoce que ello es asi, y no hace el menor intento por afrontar el problema residual de la intersubjetividad en su exégesis de los escritos de Hus- serl, Para pasar al estudio del mundo social, dice Schutz, debemos «abandonar el método estrictamente fenomeno- légico»: debemos «aceptar en principio la existencia del mundo social».15 Por insatisfactorio que pudiera ser el relato de la «ac- cién subjetivamente provista de sentido» de Weber, este, por lo menos, siempre tuvo conciencia de lo que represen- taban para el andlisis socioldgico las «consecuencias obje- tivas», tanto las intentadas como las no intentadas, que un curso de accién podia tener para los demas. Ninguna de estas preocupaciones aparece en la obra de Schutz, que se orienta enteramente a esclarecer las condiciones de la accion antes que sus consecuencias; y la insistencia in- cesante de Weber en diferenciales del poder encuentra po- co eco en lo que Schutz nos dice. Weber destacaba (y con toda razén) que el andlisis social debe abarcar mucho mas que el «esclarecimiento de lo que piensan sobre el mundo social quienes viven en él», con respecto tanto a los efectos \4 Ibid., pags. 12, 99, 184 y 208. 1 Phenomenology of the Social World, pag. 97. 53 no reconocidos de la accién cuanto a la determinacién de condiciones no mediadas por la conciencia del actor. La distincién de Schutz entre motivos «para» y «por- que» es un intento de reelaborar la diferenciacién de We- ber entre la comprensién directa y la explicativa. Pero mientras que Schutz en efecto descubre algunas de las in- suficiencias de la versién de Weber, la de él no es mucho mas satisfactoria. Asi, sostiene que en los dos ejemplos que siguen operan motivos «porque»: «cuando un hombre se convierte en asesino por la influencia de sus compafie- rog»!6 y cuando un hombre abre un paraguas porque obe- dece al principio: «Si me expongo sin proteccién a la llu- via, me mojaré, y esto pronto se volverd desagradable. El modo de impedirlo es abrir el paraguas, y eso es lo que ha- ré».17 Sin embargo, el Ultimo ejemplo se refiere a una ca- dena implicita de razonamiento practico; no asi el prime- ro, que en cambio concierne a los efectos de la conducta de otros sobre la del agente. Una de las inferencias que se si- guen de esto es que, ademdas de diferenciar entre lo que Schutz llama motivos «para» y «porque», debemos distin- guir la aplicacién reflexiva de las razones de los agentes para adoptar cursos especificos de conducta. Finalmente, la formulacién de Schutz del «postulado de adecuaciém es insatisfactoria. Seguin él, los términos de una teorfa de ciencia social son «adecuados» sdlo si el, modo de actividad especificado por un «constructo tipico» resulta «comprensible para e] actor mismo» en funcién de sus propios conceptos. No resulta empero del todo claro el significado de esto. Si se pretende expresar sélo que los conceptos sociolégicos, por abstractos que sean, deben ser en definitiva cotejados con formas concretas de accién provista de sentido, no es algo muy esclarecedor. Si, por otro lado, se quiere dar a entender que los conceptos técni- cos de la ciencia social se tienen que poder traducir en otros comprensibles para aquellos a cuya conducta se re- fieren, es dificil ver por qué se juzgaria esto deseable 0 cé- mo se lograria, puesto que, como el mismo Schutz sefiala, los intereses y, en consecuencia, los criterios que guian la formulacién de los conceptos sociolégicos son diferentes de los que entran en las nociones cotidianas. 16 Ibid, pag. 91. 1 Ibid, pag. 93. 54 No creo ttil plantear el interrogante sobre si en forma inequivoca «puede haber» o «no puede haber» una sociolo- gia fenomenolégica, aunque sélo sea porque un espectro tan amplio de autores llamaron «fenomenolégica» a su obra o recurrieron explicitamente a los escritos de Hus- serl. Me parece correcto decir que en las publicaciones de Schutz reaparecen algunas de las mismas dificultades que originariamente se destacaron en la fenomenologia trascendental de Husserl, si bien en forma atenuada y cambiada. Estas incluyen el problema de constituir fe- nomenolégicamente la realidad «externa», sea en el senti- do del mundo de la naturaleza, sea en el de la «facticidad» de la realidad social; y el llamado «problema de los otros» (la intersubjetividad), que a su vez se manifiesta en el ni- vel del yo trascendental, o en el nivel més mundano que abarca y explica a las colectividades como estructuras «supraindividuales». La etnometodologia Se podria sostener razonablemente que la fenomenolo- gia es una filosofia que se desvanece, a despecho del influ- jo de nociones fenomenolégicas en la sociologia. Entre los filésofos de la Europa continental, el florecimiento del existencialismo de la posguerra, cuyo éxito al fin fue siem- pre una especie de succés de scandale, se agoté enseguida; el interés se desplazé a otros campos, y nuevas perspecti- vas se desarrollaron. Los filésofos britanicos y norteame- ricanos mantuvieron la fenomenologia siempre a buena distancia; sobre todo en Gran Bretajia, la contraparte del «existencialismo fenomenolégico», una mezcla de térmi- nos técnicos complejos y ansiedad moral nebulosa, fue una filosofia del lenguaje ordinario que mostraba el estilo y la elegancia complaciente del hidalgo rural inglés, con su tipica rusticidad. La «filosofia del lenguaje ordinario», tal como se la asocia en especial con Austin y otros filéso- fos de la posguerra de Oxford, en tanto se la distingue de la categoria mucho ms amplia que habitualmente se de- signa como «filosofia analitica» también parece ser hoy una fuerza declinante, si no agotada por completo. Por lo 55 tanto, resulta bastante notable que asi como algunos en la ciencia social adoptaron la fenomenologia, otros parecen estar dispuestos a insuflar vida en otro cuerpo doliente, porque vuelven su atencién a la filosofia del lenguaje ordi- nario. En la «etnometodologia» encontramos un intento de recurrir a estos dos puntos de vista filoséficos. Se siente la tentacién de sefialar que el empefio por revivir no una sino dos filosofias moribundas, y de combinarlas entre si, dificilmente pueda producir algo que valga la pena para la ciencia social. Pero seria injusto: la etnometodologia es un recién llegado mas original y estimulante de lo que in- dicaria esa descripcién de su origen. A despecho de las diferencias de estilo entre las dos es- cuelas filoséficas mencionadas en el parrafo anterior, y de su casi completa falta de influencia reciproca, hay derecho a sostener que tienen algo en comun. Las dos parecen con- verger en el estudio del mundo cotidiano, el mundo del le- go por oposicién al del cientifico. (Austin definié alguna vez su obra, aunque con cierta incomodidad, como «feno- menologia lingiiistica».) Al menos en su versién no esen- cialista, la fenomenologia insiste en que no se debe ridicu- lizar o menospreciar la «actitud natural» como es usual en la mayoria de las tradiciones filoséficas de mas antiguo, arraigo y, sobre todo, en las filosofias positivistas. Al con- trario, el sentido comtin es un repositorio de ideas y prac- ticas al que es preciso recurrir para refutar justamente al- gunos de los errores y de las extravagancias de los filéso- fos anteriores. Aqui encontramos un importante punto de contacto entre las filosofias de Austin y de Wittgenstein, que unifican la tendencia general de la «segunda revolu- cién» en la filosofia britanica.!8 Pero al parecer fueron los escritos de Schutz los que proporcionaron el estimulo inicial a Garfinkel para desa- rrollar sus ideas, aunque él reconocié también explicita- mente su deuda con Parsons.!® Hallamos una buena indi- cacién de la influencia de Schutz en un articulo relativa- mente temprano de Garfinkel, donde analiza y trata de 18 La primera es la sefialada por la obra de Moore, Russell y el primer Wittgenstein; cf. A. J. Ayer et al., The Revolution in Philosophy, Londres, 1956. 19 Harold Garfinkel, Studies in Ethnomethodology, Nueva Jersey, 1967, pag. 1x. 56 ampliar las ideas de ese autor sobre la naturaleza de la ra- cionalidad en la conducta social. El argumento del trabajo se basa en una distincién que hace Garfinkel entre la «racionalidad de la ciencia» y la racionalidad del sentido comin, o de la «actitud natural».29 Con la frase anterior, se refiere al punto de vista que se presupone en el andlisis weberiano de la accién racional, que incluye la aplicacién intransigente de criterios de medios-fines para la explica- cién de una conducta social. Desde este dngulo, una accién motivada se explica en funcién de los criterios del obser- vador, que pueden ser,.y normalmente son, muy distintos de los utilizados por los actores mismos cuando orientan su conducta. Pero esto trae como consecuencia que am- plios dominios de la actividad social humana parezcan «no racionales», y que las «acciones racionales» parezcan tener sdlo significaci6n marginal. Si abandonamos la idea de que una norma tinica de racionalidad se puede aplicar a la comprensién de la conducta social, y en cambio habla- mos de varias «racionalidades» que los actores pueden emplear, la accién racional deja de representar una mera categoria residual. Siguiendo a Schutz, Garfinkel distin- gue un ntimero considerable de tales «racionalidades», que conciernen a los intereses de la vida diaria antes que a los de la ciencia social. Por otra parte, los criterios de ra- cionalidad que operan en esta —p. ej., que los conceptos se definan con precisién, con la mayor generalidad posible y «con independencia del contexto»— no son los que intere- san a los actores legos. Como teérico social practico, el actor lego consigue or- denar su experiencia de suerte de sustentar la suposicién de que el mundo (tanto el natural como el social) es lo que parece ser, formulacién criptica que frecuentemente apa- rece en los escritos de Garfinkel bajo una u otra forma. «De un conjunto de relaciones posibles entre los aspectos reales del objeto y el objeto intencional, como, por ejem- plo, una relacién de dudosa correspondencia entre ambos, la persona espera que la correspondencia indudable pre- 20 «The rational properties of scientific and common sense activities», reimpreso en la obra citada en la nota anterior. Cf. también Henry C. Elliot, «Similarities and differences between science and common sen- se», en Roy Turner, Ethnomethodology, Londres, 1974. 57 supuesta sea la correcta. De la otra persona espera que emplee la misma expectativa de manera mas 0 menos idéntica, y que asi como ella espera que la relacién sea va- lida para la otra persona, la otra espere que sea valida pa- ra ella»,21 La actitud del observador de ciencia social es la opues- ta, e implica suspender la creencia en que las cosas son co- mo parecen ser, e (idealmente) no esta influida por las de- mandas pragmaticas que dominan la «actitud natural». Las dos actitudes, la del cientifico y la del lego, no se mez- clan, sino que discrepan radicalmente: de ahi las dificul- tades surgidas al aplicar el modelo de tipo weberiano de la sociologia comprensiva a «entender la accién social. La vida social, en cuanto es vivida por sus actores, no se debe ver entonces como una serie de débiles intentos de reproducir las normas de racionalidad tal como las espe- cifica la «actitud cientifica», sino, muy por el contrario, como una serie de deslumbrantes realizaciones para las cuales estas normas son esencialmente irrelevantes. Si bien el punto de partida de semejante exposicién puede ser la fenomenologia de Schutz, el resultado lleva en una direccién diferente. Garfinkel no muestra interés en desarrollar el tipo de andlisis motivacional que propicia el autor anterior, sino que se interesa por el modo en que la «actitud natural» es percibida como un fenémeno por acto- res en la vida diaria. Segtin Garfinkel, la proposicién en la que se basa la etnometodologia «es que las actividades por las cuales los miembros de la sociedad producen y mane- jan escenarios de asuntos cotidianos organizados son idénticas a los procedimientos que esos miembros em- plean para hacer “narrables” esos escenarios». Las practi- cas sociales —segtin dice— «son realizadas bajo los auspi- cios de los mismos asuntos ordinarios que describen cuan- do los organizan, y asi son producidas como sucesos».22 Esto lo aleja de la fenomenologia, con su acento cartesiano en el primado (esencial o existencial) en la experiencia subjetiva, y lo inclina al estudio de «acciones situadas» co- mo formas lingiiisticas comprendidas «ptblicamente». No es dificil ver que el movimiento apunta hacia Austin y ha- 21 Studies in Ethnomethodology, pag. 272. Ibid., pag. 1. 58 cia el ultimo Wittgenstein; porque la nocién de actos ilocu- tivos 0, como dice Wittgenstein, la idea de que «las pala- bras también son hechos»,23 aunque sirve a fines mas bien descriptivos que filoséficos, coincide en forma aproxi- mada con las preocupaciones de Garfinkel. Sin embargo, cuando describe los objetivos de la etno- metodologia, Garfinkel procura recurrir sélo en raras oca- siones a la terminologia de los filésofos antes menciona- dos, y utiliza en cambio los términos «indicialidad» y «ex- presi6n indicial», que toma de los escritos de Bar-Hillel, y que derivan, en ultima instancia, de Peirce. Este acufié originariamente la expresién «signo indicial» para referir- se al hecho de que un signo puede tener diferentes signifi- cados en distintos contextos, y que los «mismos» compo- nentes semanticos pueden ser expresados por signos dis- tintos, segtin el contexto (y viceversa). Afirma Bar-Hillel que mas del noventa por ciento de las proposiciones-sig- nos declarativas que una persona produce en el curso de su vida son expresiones indiciales: «es evidente que la ma- yoria de las proposiciones con flexiones verbales son indi- ciales, sin mencionar todas aquellas que contienen expre- siones tales como “yo”, “tu”, “aqui”, “ahi”, “ahora”, “ayer” y “este’».24 Tal como aparecen en el discurso corriente, esas expresiones son la sustancia misma con que la actividad social es organizada por sus miembros como realizacién practica, segtin sostiene Garfinkel; mas para los observa- dores de ciencia social, no hacen sino estorbar la descrip- cién de una actividad social. Casi todas las discusiones formales sobre el método de las ciencias sociales se ocu- pan de «remediar las expresiones indiciales, en un inten- to de reformularlas para despojarlas de su cardcter indi- cial. El uso de expresiones indiciales en el discurso ordi- nario implica, sin embargo, que los actores son capaces de utilizar un saber que se da por supuesto, en cuyos térmi- nos pueden localizar su sentido, Este saber nunca es algo dado, sino que depende de la reflexividad de los relatos de los actores: estos son elementos constitutivos de lo que se proponen. Los actores sociales dan por sentada esta mis- 23 Ludwig Wittgenstein, Philosophical Investigations, Oxford, 1972, pag. 146, 24 Yehoshva Bar-Hillel, «Indexical expressions», en Aspects of Lan- guage, Jerusalén, 1970, pag. 76. 59 ma reflexividad en los otros, y recurren a ese saber para «rescatam toda porcién de conducta social. «Los miembros conocen, requieren, esta reflexividad, cuentan con ella y la utilizan para producir, realizar, reconocer o demostrar la adecuacién-racional-para-todos-los-propésitos-practi- cos de sus procedimientos y descubrimientos».25 En cual- quier conversacién entre dos o mas personas, la «narrabi- lidad» de los fenémenos es obra de un «trabajo» mutuo de estas: se puede entender esto como un conjunto de «practi- cas de glosa», por las cuales los «hablantes en la situacion particular de habla significan algo distinto de lo que pue- den decir exactamente con igual nimero de palabras».26 Tal andlisis tiene claras e importantes implicaciones para la lingiifstica, en la que ha sido evidente desde hace mucho tiempo que la «semantica» no puede ser tratada en funcidn de las propiedades estructurales del lenguaje con- siderado como un sistema abstracto y completo de «sig- nos», «palabras» o incluso «proposiciones». Esto ha recibi- do extraordinario impulso desde los escritos de Wittgens- tein, Austin y Ryle, y a consecuencia del abandono gene- ral de la idea condensada, en una generacién anterior, por la teoria de Russell sobre las descripciones, y por las am- biciones de Carnap de «representar la realidad en su con- junto como un universo de estructuras légicas». Las ideas de Austin en particular, y al menos ciertas interpretacio- nes del ultimo Wittgenstein, propenden a recomendar un analisis descriptivo y detallado del sentido de las pala- bras en el lenguaje ordinario: principalmente, por su- puesto, con el fin de resolver —o mas bien disolver— algu- nas cuestiones tradicionales de la filosofia. Cualesquiera que sean los aciertos o desaciertos de la perenne contro- versia sobre las tareas propias de la filosofia, tiene cierto sentido sostener, segtin lo hace Garfinkel, que los estudios Ultimos de Wittgenstein se pueden entender como un «examen de los dichos de los filésofos en tanto fendmenos indiciales (...) y una descripcién de estos fendmenos sin intencién de remediarlos».27 Hay evidentes conexiones 25 Studies in Ethnomethodology, pag. 8. 26 Harold Garfinkel y Harvey Sacks, «On formal structures of practi- cal actions», en John C, McKinney y Edward A. Tiryakian, Theoretical Sociology. Perspectives and Developments, Nueva York, 1970. 27 Tbid., pag. 348. 60 entre este comentario, que concierne a los objetivos de la etnometodologia tal como los define Garfinkel, y la obra de filésofos del lenguaje que llegaron.a la conclusién de que «la unidad de una comunicacién lingiiistica no es, co- mo se supuso generalmente, el simbolo, la palabra o la proposicién, ni siquiera el signo del simbolo, de la palabra o de la proposicién, sino mas bien la produccién o profe- rencia del simbolo, de la palabra o de la proposicién en el cumplimiento del acto de habla».?8 Pero la mayoria de ta- les filésofos y lingiiistas parece tratar todavia las profe- rencias como el producto de actores individuales abstrac- tos 0, si no, relacionadas con reglas o convenciones lin- giiisticas igualmente abstractas, antes que como conver- saciones temporalmente situadas entre personas. La im- portancia de esta diferencia, como lo indican los estudios de Garfinkel, Sacks, Schegloff y otros, puede ser notable. Los sentidos transmitidos por las proferencias se produ- cen en el curso de conversaciones reales, por el modo en que el «trabajo conversacional» se realiza in situ: hay par- tes de la conversacién que son medios para que la conver- sacién misma, y entonces también el sentido de sus profe- rencias componentes, resulte glosada o caracterizada. Si esto sugiere definidamente que las ideas de Garfin- kel pueden ser de importancia para la lingiiistica, ,qué se puede decir de sus relaciones con problemas de sociologia? Una respuesta que parece muy atrayente para Garfinkel es que asi como la filosofia deja al mundo tal como esta, la etnometodologia deja a la sociologia tal como esta. Nos di- ce, pues, que «los estudios etnometodolégicos no estan di- rigidos a formular ni a discutir correctivos»; que «aunque estan dirigidos a la preparacién de manuales sobre méto- dos sociolégicos, en modo alguno son suplementos del “procedimiento corriente”, sino que son distintos», y que no «inician ni estimulan discusiones permisivas sobre teo- ria».29 Lo que estas afirmaciones parecen implicar tiene dos aspectos. Primero, que el propésito de la etnometodo- logia es hacer que la narrabilidad de las practicas sociales sea narrable ella misma, pero no «remediam expresiones indiciales al modo de las teorfas que tratan de clasificar y 28 John R. Searle, Speech Acts, Cambridge, 1969, pag. 16. 29 Studies in Ethnomethodology, pag. viii. 61 explicar estas practicas en un nivel general. Segundo, que, en consecuencia, el etnometodélogo no diferencia, en favor de sus propios estudios, entre la sociologia que los miembros legos de la sociedad hacen en el curso de su vida cotidiana y la sociologia que hacen los profesionales en ciencia social. A pesar de que estos ultimos tienen un «programa de recetas» que es mucho més ambicioso que el de los primeros, la ciencia social es un logro practico como cualquier otra forma racionalmente narrable de actividad social, y puede ser estudiada como tal. En el caso de que esto llegue a parecer algo asi como abogar por una especie de sociologia de la sociologia, Garfinkel se apresura a agregar que existen diferencias inconciliables de intere- ses entre lo que llama «andlisis constructivo», 0 sociologia ortodoxa, y la etnometodologia, al parecer porque esta tl- tima debe limitarse al estudio de expresiones indiciales en toda su variedad empirica. Esta actitud se proclama como «indiferencia etnometodolégica», Existen claras diferencias entre las ideas de Garfinkel y las de otros que adoptaron el término, y por eso la «etno- metodologia» no se puede evaluar facilmente como un to- do. Pero la actitud de «indiferencia etnometodolégica», en la que insisten algunos autores, incluido Garfinkel, raras veces se mantiene con la impasibilidad que quizé seria fa- cil preservar si en realidad existiera el abismo légico que se pretende entre la etnometodologia y la sociologia. Ello no debe sorprender si se recuerda el papel que desempe- fiaron los escritos de Schutz, con su declarado proyecto de «reconstruir la sociologia, como influjo sobre la elabora- cién de las ideas de Garfinkel. Los trabajos de este apare- cen en verdad plagados de observaciones sobre un «anali- sis constructivo», en los que no se advierte una actitud de indiferencia hacia este. Hay un relicto bastante claro del programa de Schutz, por ejemplo, en la observacién de que «el mundo familiar de sentido comin de la vida coti- diana (. . .) ejerce una extrafia y obstinada soberania sobre los reclamos de los sociélogos de alcanzar explicacién adecuada».39 De todos modos, la etnometodologia no pue- 30 Harold Garfinkel, «Studies of the routine grounds of everyday activities», en David Sudnow, Studies in Social Interaction, Nueva York, 1972, pag. 2. 62 de ser indiferente a la sociologia, como esta no puede serle indiferente. Si esto no se ve enseguida, se debe, al menos en parte, a que la mayoria de los autores considerados, in- cluido Garfinkel, retinen por lo general en un solo haz to- da una serie de cuestiones que, aunque a veces superpo- nen, son légicamente separables entre si. Entre ellas, el problema de la «racionalidad» en la accién y la comunica- cion; el de la relacién entre los conceptos legos y los técni- cos, y el de la «indicialidad». Ya he indicado que la nocién de Garfinkel sobre el ca- racter «narrable» de las practicas sociales emerge de su andlisis de la racionalidad y su rechazo de la idea de que es necesario, o aun conveniente, intentar el estudio de correspondencias entre acciones y normas de racionalidad tal como las define Weber. La clave para el punto de vista que Garfinkel trata de derivar de esta conclusién se en- cuentra en la afirmacién de que mientras «un modelo de racionalidad es necesario» en la ciencia social «para la ta- rea de decidir respecto de una definicién de conocimiento creible», no se requiere tal «modelo» cuando «se trata de manejar los asuntos de la vida cotidiana».3! Para la etnome- todologia, la accién debe ser tratada como «racional» pre- cisamente sdlo en tanto sea «narrable»; el postulado cen- tral de la etnometodologia, justamente, es que las activi- dades que producen los escenarios de la vida cotidiana son idénticas a los procedimientos de los actores para hacer inteligibles esos escenarios. Pero aunque esto contribuya a dar verosimilitud a la nocién de «indiferencia etnometo- dolégica», separar de esta manera los dos tipos globales de «racionalidad» no parece légicamente defendible. En pri- mer lugar, ciertos elementos de lo que Garfinkel llama «racionalidades cientificas» son necesarios para narrar la narrabilidad de las acciones, o sea, para hacer inteligible su inteligibilidad. Como veremos con cierto detalle més adelante, estos elementos deben estar conectados con los de los mismos actores legos, o el resultado sera un relati- vismo insanable. Y es preciso reconocer esto justamente para poder sustentar el punto enteramente valido —ex- presemos lo que Schutz y Garfinkel intentan decir en una terminologia diferente— de que la mediacién de marcos 31 Studies in Ethnomethodology, pag. 280. 63 de sentido es una tarea hermenéutica en la que los crite- rios empleados para juzgar los conceptos y las teorias cientificas —precisién, generalidad, definicién léxica in- dependiente del contexto— son normalmente irrelevan- tes. Segundo, identificar racionalidad con «narrabilidad» excluye describir actos y comunicaciones desde un andli- sis de la conducta intencional o motivada, es decir, desde los esfuerzos de los actores por realizar intereses defini- dos. Esto explica, a mi parecer, el cardcter peculiarmente incorpéreo y vacio de los informes sobre interacciones y conversaciones que aparecen en los escritos de Garfinkel y otros influidos por él. Usar expresiones tales como «ha- cer» la burocracia, «hacer la fisica nuclear, y tratarlas co- mo «practicas ingeniosas», «realizaciones practicas», etc., es, por lo tanto, engafioso. El «hacer una practica social» significa mucho mds que volverla narrable, y precisamen- te esto la convierte en una realizacién. En tanto la actitud de «indiferencia etnometodolégica» se mantenga con seriedad, nada podra decirse sobre la relacién entre las narraciones que actores y observadores hacen de la accién. Para Garfinkel, cada cual es tratado como un «miembro», incluso los cientificos sociales; la so- ciologia es meramente el raciocinio sociolégico practico de los socidlogos. Ahora bien: podemos aceptar que el cienti- fico social esta inmerso en el mundo social que él trata de descubrir y analizar, de un modo particular, distinto de aquel en que el especialista de las ciencias naturales esta inmerso en el suyo. Pero hay un despropésito intrinseco al punto de vista de Garfinkel, que revela que él no puede eludir los problemas que plantea la relacién entre los re- latos de los actores y los relatos de los observadores. Esto se demuestra facilmente si se sefiala que la etnometodolo- gia es en si misma una practica habilidosa que sus adhe- rentes vuelven narrable. Por consiguiente, seria posible adoptar una actitud de «indiferencia etnometodolégica» hacia los miembros que-hacen-etnometodologia; y adoptar una actitud de «indiferencia etnometodolégica». . . jAsi, al infinito! La misma dificultad aparece en los escritos de quienes yrechazan la postura de la «indiferencia etnometodolégica» en favor de un intento de rectificar los que se ven como fracasos del «andlisis constructivo». El tema principal 64 aqui es que los datos que forman las observaciones en re- lacién con las cuales los sociélogos construyen sus teorias e intentan verificarlas depende del «trabajo» previo reali- zado por actores legos. La investigacién sobre ciertos «campos», como el estudio del suicidio o el crimen, tiene por condicién el saber de sentido comin o las «expectati- vas basicas» con que los actores procesan y definen el fe- némeno como tal: como un «suicidio» o un «acto criminal». El observador de ciencia social, con arreglo a esta perspec- tiva, estudia las «expectativas basicas» de los funcionarios policiales o tribunalicios, por ejemplo, a fin de aleanzar una designacién «vélida» o «precisa» del fenémeno. Pero sigue abierto el circulo al infinito. Porque se acepta que lo rotulado como «datos» y «descubrimientos» por los miem- bros y los investigadores se debe.entender por referencia a las expectativas basicas. Pero surge desde luego la pre- gunta: {las expectativas bdsicas de quién? Porque si son las del observador junto a las de los actores participantes, el resultado es un regreso al infinito. Las expectativas ba- sicas del observador, que analiza las expectativas basicas de los actores, deberfan ser analizadas por un segundo ob- servador que, por supuesto, recurriria en ese caso a sus propias expectativas basicas, y asi al infinito. No hace fal- ta elaborar mAs este punto. Las perplejidades no resuel- tas en el trabajo de algunos de estos autores se manifies- tan en lo insostenible de las conclusiones a las que se ven conducidos: por ejemplo, que fenédmenos sociales «existen» solo en tanto actores legos los clasifican o identifican como «existentes». Semejante resultado parece inevitable sdlo después que se arrojé el manto protector de la «indiferen- cia etnometodolégica», y que la asimilacién de las realiza- ciones practicas a los procedimientos que las hacen narra- bles se convirtié mas en una proposicién ontolégica que en un simple modo de poner entre paréntesis aspectos del mundo empirico. Para poder extraer los elementos que son de real inte- rés e importancia en los escritos de Garfinkel, y por lo me- nos en los de algunos de los influidos por él, el cfrculo 16- gico en el cual se encierra la etnometodologia debe ser so- metido a un andlisis filosdfico mds amplio. No seria exac- to, por supuesto, decir que Garfinkel o los que procuraron aplicar algo de lo que él afirma para la reconstruccién de 65 la «sociologia ortodoxa» desconocen esta circularidad. Por el contrario, parecen adoptar el punto de vista de que pue- de tener un uso fecundo. Asi, Cicourel afirma, respecto de lo que Mama la «triangulacién indefinida», que «cada pro- cedimiento que aparenta “capturar” evidencia, y lograr asi un nivel de adecuacién, puede ser sometido a la misma especie de andlisis que, a su vez, producira otro ordena- miento indefinido de circunstancias nuevas».2 Pero no nos aclara en qué sentido utiliza aqui el término «eviden- cia», es decir, no elabora ninguna explicacién filoséfica de su tesis. Con referencia al empleo que hace Garfinkel del con- cepto de «indicialidad», aparecen problemas similares no resueltos. Un famoso epigrama de Wittgenstein «Hin Aus- druck hat nur im Stréme des Lebens Bedeutung» («Una ex- presién sélo significa en el flujo de la vida») bien podria servir para resumir la direccién del interés de Garfinkel en este punto, Segtin él, no es tarea de la etnometodologia «reparar» expresiones indiciales. «Las caracteristicas indiciales —escribe— no son exclusi- vas de las narraciones de los legos. Son igualmente comu- nes en las narraciones de los profesionales. Por ejemplo, la formula del lenguaje natural “La realidad objetiva de los hechos sociales es el principio fundamental de la socio- logia” es entendida por los profesionales, segtin el caso, co- mo una definicién de las actividades de los miembros de la asociacién, como su lema, tarea, meta, realizacién, jactan- cia, argumento de ventas, justificacién, descubrimiento, fenémeno social u obligacién de investigar».33 Pero esta proposicién también se refiere necesaria- mente a si misma, como indicial por derecho propio; y por cierto lo mismo se podria decir sobre cualquiera de los enunciados sobre expresiones indiciales que pudiera ha- cer Garfinkel, que a su vez deben de presentar «rasgos in- diciales», La dificultad esta en que las expresiones indiciales, tal como Garfinkel las caracteriza, no pueden ser redescrip- 32 Aaron V. Cicourel, Cognitive Sociology, Londres, 1973, pag. 124. 38 «On formal structures of practical actions», pags. 338-9. 66 tas, sino s6lo «sustituidas», Deberia sefialarse que «indi- cialidad», segin la emplea Garfinkel, es una expresién mucho més difusa que «expresién indicialy de Bar-Hillel. La tesis de este ultimo es que muchas palabras dependen para su sentido de aspectos de la situacién inmediata en las que son pronunciadas. Garfinkel trabaja sobre esto desde ambos extremos. El «contexto», tal como él lo en- tiende, parece denotar la situacién de los actos de habla temporalmente (en tanto conversaciones en curso) y fisi- camente (en tanto ocurren en un escenario fisico definido, donde los aspectos de ese escenario, incluso las expresio- nes faciales, etc., son utilizadas para formular un senti- do). Sin embargo, parece denotar también la «ocalizacién contextual» de proferencias en conjuntos de reglas tacitas. Pero agrupar este ultimo aspecto con los dos anteriores anula por lo menos una acepcién que distinguiria «expre- siones indiciales» de expresiones «acontextuales», distin- cién que aparentemente Garfinkel desea mantener. Por- que ninguna expresién puede ser «acontextual» en el ter- cer sentido. El enunciado «2 x 2 = 4» sélo es acontextual, o sea, es «no indicial» en las dos primeras acepciones; en- tender su sentido por cierto presupone tdcitamente «loca- lizarlo» en un saber sobre ciertas reglas de matematica. La elaboracién que Garfinkel emprende desde el otro ex- tremo de la connotacién original de «expresién indicial» implica extenderla para abarcar lo que Austin llama la fuerza «ilocutiva» o «perlocutiva» de las locuciones, refi- riéndose a la ironja, la jactancia, etc. Ahora bien: la rela- cién entre estos aspectos performativos de las locuciones y su «sentido» es un tema controvertido. Pero ello, junto con las complicaciones sefialadas antes, debe hasta cierto punto ser analizado directamente, porque de otro modo nos atascaremos en otra manifestacién de lo que un filéso- fo designé como la «fatigosa perogrullada de que “no se puede separar” el sentido de una palabra de todo el con- texto en el que ocurre».34 Los problemas planteados por los rasgos contextuales de accién y sentido no son exclusi- vos de la etnometodologia, y los enfrentan otras escuelas de pensamiento que ahora examinaré. 34 B, Mates, «On the verification of statements about ordinary Jangua- ge», en Colin Lyas, Philosophy and Linguistics, Londres, 1971, pag. 128. 67 La filosofia poswittgensteiniana: Winch Consideremos el siguiente aserto: «Es un asunto de averiguacién empirica que la gente habla de maneras de- terminadas, porque sélo en el contexto del habla podemos pretender que entendemos lo que hace y por qué lo ha- ce.25 La afirmacién no viene de un «etnometodologista» sino de un filésofo (Louch), y aparece en un trabajo que ataca desdefiosamente las pretensiones de los cientificos sociales de ser capaces de construir teorias sobre la con- ducta humana en algun sentido superiores a las explica- ciones que los actores legos pueden dar de sus propias ac- ciones. La explicacién de la conducta humana, segtin afir- ma el autor, es necesariamente una explicacién moral, la intenten los actores mismos 0 los observadores «de ciencia social» de lo que hacen aquellos. Cuando tratamos de ex- plicar un acto, preguntamos por sus «fundamentos», lo cual significa que preguntamos por la «ustificacién (mo- yal) que una persona tiene para obrar como lo hace. En cuanto sabemos esto, ya no tenemos necesidad de interro- gar por qué el acto ocurrié. Se deduce de ahi que las cien- cias sociales, en cuanto pretendan ir mas alla de un reco- nocimiento descriptivo de la accién, hecho en el lenguaje de los actores legos, son pura verbosidad. La antropologia, por ejemplo, «es una coleccién de relatos de viajeros sin significaci6n cientifica particular; lo mismo vale para la sociologia, salvo que en muchos casos los relatos son fami- liares «y entonces esas narraciones parecen innecesarias y pretensiosas».36 Esos argumentos tienen afinidad con los elaborados por Winch, aunque la evaluacién que este hace de los obje- tivos y posibilidades de la ciencia social esta mas matiza- da que el juicio absoluto que acabo de citar. Winch piensa también que los cientificos sociales tienen pretensiones condenadas al fracaso porque equivocan la verdadera na- turaleza de sus esfuerzos. Seguin él, las tareas de la socio- logia son esencialmente filoséficas. Esta afirmacién pue- de parecer en principio desconcertante, pero en realidad estamos en un terreno muy familiar, porque se basa en la 35 A. R, Louch, Explanation and Human Action, Oxford, 1966, pag. 175. 36 Jbid., pag. 160. 68 proposicién de que la accién humana esta «provista de sentido» de una manera distinta de los sucesos del mundo natural. Lo que tiene «sentido» en esta acepcion, de acuer- do con Winch, «esta ipso facto gobernado por reglas». Pero Winch se ve en dificultades para demostrar la correspon- dencia universal entre conducta «provista de sentido» y conducta «gobernada por reglas». A primera vista pudiera parecer, dice, que sélo algunas formas de conducta provis- ta de sentido estan gobernadas por reglas. Las acciones de un burécrata implican una orientacién hacia reglas, pero no es tan facil ver que sucede lo mismo con las de un rebel- de social que rechaza las normas de su sociedad. Sin em- bargo, sostiene Winch, la cuestién es que también el re- belde social tiene un modo definido de vida, que se orienta por reglas no menos que el del conformista mas estricto. Para que una conducta esté «gobernada por reglas», no hace falta, sigue diciendo Winch, que alguien que siga una regla sea capaz de formularla conscientemente si se lo piden; todo lo que importa es «si es capaz de distinguir entre un modo correcto 0 incorrecto de hacer las cosas en relacién con lo que hace», Las consecuencias de reconocer que una conducta «pro- vista de sentido» es necesariamente una conducta regla- da, segun el andlisis de Winch, son profundas y muestran que existe una discrepancia radical entre los métodos de la ciencia natural y de la ciencia social. A las «regulari- dades» que es posible discernir en la conducta humana no se las puede explicar en los mismos términos que a las que ocurren en el mundo natural. Weber tiene razén cuando destaca que la accién humana es habitualmente «predeci- ble», pero se equivoca en suponer que su explicacién pue- de adoptar una forma causal que equivalga légicamente, si no en su contenido, a la que caracteriza a la ciencia na- tural. Una «regularidad» en los fendmenos observados presupone criterios de identidad por los cuales los sucesos se clasifiquen como «de la misma especie». En la conducta social, estos criterios vienen necesariamente dados por las reglas que expresan diferentes «formas de vida»; sdélo de esta manera, por ejemplo, podemos decir, de dos accio- nes, «que hacen la misma cosa». La ciencia natural, por supuesto, procede segiin reglas; pero estas gobiernan las actividades del cientifico en rela- 69

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