Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Morales Inga Cmoinfluyelaculturaenlaevolucinhumana
Morales Inga Cmoinfluyelaculturaenlaevolucinhumana
net/publication/344239285
CITATIONS READS
0 938
1 author:
SEE PROFILE
All content following this page was uploaded by Sergio Morales Inga on 14 September 2020.
Más explícito en sus menciones a la cultura fue otro naturalista. Para Alfred Russel
Wallace, si bien el hombre tiene un origen animal (mamífero), ciertos rasgos que
podemos denominar culturales (facultades matemática, musical, artística o metafísica)
no fueron desarrollados por la selección natural. Según Wallace (1889), “en aquellas
facultades especialmente desarrolladas del hombre civilizado […], el caso es muy
distinto” (p. 470).
A mediados del siglo XX, ciertos estudios mencionaron que la cultura podría contribuir a
la explicación de la evolución humana. No obstante, pese a lo señalado por Darwin y
Wallace, dicho concepto no fue del todo aprehendido. Para el biólogo Richard Alexander
(1979), concebir los cambios y rasgos culturales como independientes de la selección
natural “sería paralelo a suponer que la obesidad es una función del apetito” (p. 73).
Dada la polisemia del término (en 1952, los antropólogos Alfred Kroeber y Clyde
Kluckhohn reunieron más de 160 definiciones) y los avances de la genética, “[l]o que
fue casi completamente pasado por alto es que el principal medio del hombre
para adaptarse al entorno físico es la cultura” (Montagu, 1962, p. ix). En ese
tiempo, pocos científicos se interesaron por dicho concepto (Eckhardt, 1979;
Dobzhansky y Boesiger, 1983).
La antropología y el estudio (evolucionista) de la cultura
“[E]l hombre tiene […] que satisfacer todas las necesidades de su organismo. Tiene
que crear arreglos y llevar a cabo actividades de alimentación, calefacción, vivienda,
ropa o protección contra el frío, el viento y el clima. Tiene que protegerse y
organizarse para tal protección contra enemigos y peligros externos, físicos,
animales o humanos. Todos estos problemas primarios de los seres humanos se
resuelven para el individuo mediante artefactos, organización en grupos
cooperativos y también mediante el desarrollo del conocimiento, un sentido de valor
y ética.” (pp. 36-37)
En Culture and the evolution of man (1962) y Culture: man’s adaptive dimension
(1968), Montagu (junto con Haldane, Caspari y otros) discutió cómo la cultura influye
en la evolución humana en tópicos como sociabilidad, personalidad, desarrollo
cognitivo e inteligencia. Para Montagu (1962), “hasta hoy, muy recientemente, el
papel desempeñado por los factores culturales en la evolución física del hombre
prácticamente no ha recibido atención” (p. vii).
Sin embargo, los trabajos de Montagu y otros posibilitaron que la cultura fuera visible.
Para el genetista Theodosius Dobzhansky (1959), la evolución humana es solo
inteligible como resultado de la interacción entre aspectos biológicos y
sociológicos. En dicho proceso, la cultura es fundamental al constituir el “medio más
poderoso de adaptación del hombre a sus entornos” (Ibíd., p. 354).
En Culture and the evolutionary process, el antropólogo Robert Boyd y el biólogo Peter
Richerson (1985) formularon la primera teoría sistemática sobre la influencia de
la cultura en la evolución humana: la teoría de la herencia dual (THD en adelante).
Para la THD, la biología y la conducta humanas dependen de dos sistemas de herencia:
el genético (heredado de nuestros parientes biológicos y común a todas las especies) y
el cultural (heredado de nuestros parientes sociales y único de la especie humana).
Considerando los trabajos de Darwin, así como del genetista Luca Cavalli Sforza y del
matemático Marcus Feldman, Boyd y Richerson (1985), formularon una “teoría
darwiniana” sobre la evolución de organismos culturales. Su propuesta describía cómo
la cultura cumple los criterios para conformar un sistema evolutivo
independiente gracias a mecanismos de variación, transmisión y selección.
¿Qué es la cultura para esta teoría? Para Boyd y Richerson (1985), cultura es “la
transmisión de una generación a la siguiente, vía enseñanza e imitación, de
conocimiento, valores y otros factores que influencian la conducta” (p. 2). Gracias a la
elaboración de modelos matemáticos sobre la transmisión de la cultura entre
generaciones, fue posible estipular las condiciones mediante las cuales la selección
natural favorece las formas actuales de transmisión cultural.
La finalidad de la THD es comprender cómo la transmisión cultural interactúa con las
contingencias ambientales y genera la evolución cultural. En esta teoría, el aprendizaje
social —considerado una forma de plasticidad fenotípica— es clave. Según Boyd y
Richerson (1985), “para comprender la evolución de la conducta humana, debemos
comprender cómo la estructura de transmisión cultural, característica de los humanos,
puede haber evolucionado” (p. 12).
Como tal, la THD es una teoría útil porque vincula ecología y evolución (al
comprender los efectos históricos y ecológicos), relaciona al individuo con la sociedad
(mediante las propiedades de nivel poblacional de la transmisión cultural) y analiza la
función de los símbolos (lenguaje, arte, rituales o religión) en la evolución humana.
Ninguna otra teoría ha logrado tal integración.
En The secret of our success, el antropólogo Joseph Henrich (2016) definió la cultura
como aquel “gran cuerpo de prácticas, técnicas, heurísticas, herramientas,
motivaciones, valores y creencias que adquirimos mientras crecemos, mayormente por
aprendizaje de otras personas” (p. 3). Dicho “aprendizaje cultural” —presente solo en
seres humanos— nos permite adquirir información de otros y copiar sus acciones para
adaptarnos al entorno.
Para Henrich (2016), “[l]a clave para entender cómo evolucionaron los humanos y por
qué somos tan diferentes de otros animales es reconocer que somos una especie
cultural” (p. 3). Admitir ello permite incluir otros tópicos de estudio, tales como normas,
rituales, religión, prestigio, sociabilidad, cooperación o inteligencia. Para este marco de
trabajo, la cultura es fundamental.
A mediados del siglo XX, estudios antropológicos habían demostrado que las
evoluciones biológica y cultural no eran procesos mutuamente excluyentes (Montagu,
1962, 1968). La THD recoge esa tradición y construye un “suelo intermedio”
entre biología y cultura (Vauclair y Fischer, 2013). Así como los genes se adaptan al
entorno, la cultura también lo hace; dicha interacción produce la coevolución gen-
cultura. La THD es la única teoría evolucionista que de facto (no solo en el discurso)
integra biología y cultura.
Este giro no debe hacernos creer que la selección natural ya no tiene función alguna.
Siguiendo a Montagu (1962), “como un refrescante río, su curso simplemente ha sido
redirigido para fluir en canales más profundos y nuevos” (p. xii). La selección natural
ahora opera en nuevas áreas de adaptación que constituyen el nuevo entorno del ser
humano: las diversas culturas.
Para Henrich (2016), la selección natural no ha desaparecido sino favorecido a los
mejores aprendices, es decir, a quienes copian, emplean y transmiten mejor la cultura.
En efecto, reconocer que somos una “especie cultural” implica que la cultura
asuma un rol protagonista y que constituya el “principal conductor de la
evolución genética humana” (p. 315).
Gracias a la primacía de la cultura es que emerge la SC. ¿En qué consiste dicho
mecanismo?
Quizá por destronar a la selección natural, la SC fue un tópico muy resistido. En 2012,
dicho concepto propició un feroz debate en el portal Edge.org, donde múltiples
científicos terminaron divididos en dos bandos rivales: quienes criticaban la SC (Steven
Pinker, Richard Dawkins, Daniel Dennett, John Tooby, Helena Cronin, etc.) versus
quienes la respaldaban (Boyd, Richerson, Henrich, D.S. Wilson, Peter Turchin, Harvey
Whitehouse, Daniel Everett, etc.).
Pese a las críticas, Richerson y compañía (2016) demostraron que la SC jugaba un “rol
esencial” en la cooperación —característica central de la conducta humana y manifiesta
en fenómenos como lenguaje o religión. Mediante una “coevolución gen-cultura
culturalmente liderada”, se demostró que la evidencia es “más que suficiente” para
considerar la SC “una explicación básica de la habilidad altamente inusual de
nuestra especie para crear grandes sociedades con amplia cooperación entre
no-parientes” (p. 16).
De hecho, uno de los tópicos más discutidos por esta nueva perspectiva es la
cooperación. Al considerar que el altruismo y la selección de parentesco son
“insuficientes” para explicar la cooperación en sociedades complejas y de pequeña
escala, la THD “contrasta fuertemente” con la “visión canónica” de Pinker y Dawkins
(Henrich, 2016, p. 142). Y es que para entender la cooperación humana debemos
considerar “cómo nuestros instintos sociales se aprovechan, magnifican y recombinan
dentro de una red entrelazada de normas sociales evolucionadas culturalmente” (Ibíd.,
p. 143).
En su estudio sobre SC, Richerson y compañía (2016) postularon una “coevolución gen-
cultura culturalmente liderada”. Semejante idea se halla en otros estudios que postulan
una “asimilación genética culturalmente dirigida” (Dor y Jablonka, 2000). En efecto, la
lógica de la evolución cultural es que la cultura dirige la evolución humana
(algo impensado para la teoría evolucionista estándar). Dicha lógica rescata un
concepto eje.
Un nicho cultural —la alteración del ambiente mediante prácticas culturales— establece
cómo la cultura modifica la selección natural vía interacciones individuo-
entorno causalmente recíprocas. Ello permite comprender la superior adaptabilidad
del ser humano a múltiples geografías. Como tales, “los procesos culturales proveen un
motor particularmente poderoso para la construcción de nichos humanos” (Ibíd., p.
195).
En los debates sobre evolución humana, más famosas que las teorías son los
determinismos y/o reduccionismos que defienden a ultranza que todo es genético o
biológico porque —como dicen sus entusiastas promotores, con sobrado autobombo—
la conducta humana no puede explicarse solo por la cultura. Al respecto, la THD tiene
una postura clara que, si miramos bien, no es nueva.
Para Dobzhansky y Montagu (1962), los cambios evolutivos previos al ser humano son
“procesos familiares a lo largo del mundo viviente” (p. 149). No obstante, aunque
indiscutible en tópicos puramente biológicos, este precepto se vuelve una “falacia” si es
aplicado en evolución humana para defender un “biologicismo estrecho” (Ibíd.). Como
tal, el ser humano es un “producto único de la evolución” porque “ha escapado de la
esclavitud de lo físico y lo biológico hacia un entorno social multiforme” (Ibíd.).
“No se trata solo de que estos enfoques anteriores no tengan en cuenta algunas
influencias menores de la cultura en la biología o algunos bucles recientes y raros de
retroalimentación que muestran cómo las prácticas culturales, como beber leche de
vaca, han moldeado los cambios genéticos; estos puntos de vista evolutivos ahora
obsoletos no reconocen que la fuerza central que impulsa la evolución genética
humana durante cientos de miles de años, o más, ha sido la evolución cultural.” (p.
316)
Para Vauclair y Fischer (2013), los promotores de la THD sostienen que los procesos
biológicos juegan un “rol muy minoritario” en la explicación de la diversidad humana.
Tal cambio ocurre porque diversas variables culturales modifican los procesos de
selección biológica y la probabilidad de que la información genética sea adaptativa
(Ibíd.). En otras palabras, la cultura reemplaza al gen y toma su lugar como principal
factor explicativo de la evolución humana.
Crítica al adaptacionismo
A mediados del siglo XX, los biólogos Stephen Jay Gould y Richard Lewontin (1979)
denominaron “paradigma panglossiano” a esta moda de considerar que
cualquier rasgo es una adaptación. Los llamados adaptacionistas citan a Darwin
para afirmar que asuntos como el lenguaje articulado, la preferencia femenina por
hombres adinerados o hasta el cunnilingus son adaptaciones biológicas posibilitados por
la selección natural.
Henrich (2016) también objetó que Pinker y David Buss (principal representante de la
PE) consideren la selección natural como “el único proceso capaz de crear adaptaciones
complejas” (p. 113). Al menos desde el surgimiento de la THD, “la selección natural ha
perdido su estatus como el único ‘tonto’ proceso capaz de crear adaptaciones complejas
bien ajustadas a las circunstancias locales” (Ibíd., p. 114).
Para sustentar su punto, Henrich citó dos ensayos. En el primero (incluido en The
adapted mind), Pinker y Bloom (1990) afirmaron que el lenguaje humano muestra
“signos de diseño complejo”, por tanto, la “única explicación” para tal complejidad sería
la selección natural (p. 726). En el segundo, Buss y compañía (1998) sostuvieron que la
selección natural era el “único proceso causal conocido capaz de producir adaptación”
(p. 542).
Para Boyd (2018), los psicólogos evolucionistas asumen que la selección natural moldea
la psicología humana para que los individuos se comporten de forma adaptativa; sin
embargo, “no hay razón para que los mecanismos de aprendizaje tengan que favorecer
el comportamiento adaptativo en ningún caso en particular” (p. 60). Si nos referimos a
la conducta humana, es necesario rediscutir los alcances explicativos de la selección
natural. Si vamos a la fuente, veremos que ni el mismo Darwin (1871) creyó que
toda conducta humana pudiera explicarse vía selección natural:
“Importante como la lucha por la existencia ha sido y aún lo es, sin embargo, en lo
que respecta a la parte más alta de la naturaleza del hombre, hay otras agencias
más importantes. Porque las cualidades morales avanzan […] mucho más a través
de los efectos del hábito, los poderes del razonamiento, la instrucción, la religión,
etc., que a través de la selección natural; aunque a esta última agencia se le
pueden atribuir con seguridad los instintos sociales que proporcionaron la base para
el desarrollo del sentido moral.” (pp. 403-404)
Al reflexionar sobre la “parte más alta” del hombre (sus facultades más humanas),
Darwin prefirió basarse en evidencia antropológica (citó a Tylor y John Lubbock). Creer
que Darwin sostuvo que toda conducta humana podía ser explicada vía selección
natural es un error, pues ser adaptacionista implica distorsionar sus argumentos. Por
ello la PE ha recibido críticas que la AE no ha recibido jamás pues, aunque compartan
objetivos, operan de manera distinta. Por reconocer los límites de la selección natural
en la evolución humana, la THD realiza una interpretación más fiel de Darwin que la PE.
Afirmar que el ser humano es un animal no es del todo errado, pero sí flojo. No
obstante, explicar conductas humanas mediante conductas animales sí es un error
porque implica distorsionar la teoría evolucionista y poner un pie en el biologicismo. Si
alguien dice que la biología es más importante que la cultura y la socialización juntas, y
acompaña su argumento con fotos de chimpancés o pavos reales, ese alguien es
biologicista.
“Desde un punto de vista antropológico […] el ser humano es, por definición, un ser
culturado. Los humanos solo pueden desarrollarse dentro de una cultura; no pueden
sobrevivir sin el sistema de creencias e inventos que solo se pueden aprender de
otros humanos. La dependencia de todos los humanos a una cultura elaborada es
una característica distintiva de nuestra especie y es el concepto unificador de la
perspectiva antropológica.” (p. 10)
Para Robert Boyd y Joan B. Silk (2009), un enfoque evolucionista “no implica que la
conducta esté genéticamente determinada o que el aprendizaje y la cultura sean poco
importantes” (p. xxiv). En realidad, es todo lo contrario: “el aprendizaje y la cultura
juegan roles cruciales en la conducta humana” (Ibíd.). Las diferencias cognitivas,
lingüísticas, educativas, políticas o de género entre diversas poblaciones humanas son
resultado de la cultura y no de genes, hormonas o cerebros.
El alcance de la THD es amplio y los temas estudiados por ella son muchos; algunos de
ellos son fundamentales para la explicación de la evolución humana: cognición
(Bender, 2019), desarrollo cerebral (Muthukrishna et al., 2018), religión
(Norenzayan et al., 2016) o lenguaje (Sterelny, 2016). Asimismo, es una de las teorías
evolucionistas que mejor explica la evolución de las culturas animales (Whiten, 2019).
Ninguna teoría ha logrado integrar lo genético y lo cultural con tal rigurosidad como la
THD. Actualmente, la evolución cultural como área científica se ha liberado de la
antropología (también hay biólogos y psicólogos) y ha obtenido mayor visibilidad en la
literatura académica (Mesoudi, 2011; Richerson y Christiansen, 2013; Lewens, 2015;
Tomlison, 2018; Van den Bergh, 2018). Asimismo, por obvias razones, la THD es lejana
de cualquier constructivismo sociocultural.
A mediados del siglo XX, Dobzhansky (1973) sostuvo que “nada en la biología tiene
sentido excepto a la luz de la evolución”. Considerando los descubrimientos de la THD y
parafraseando aquel famoso lema, hoy podemos decir que nada en la biología
humana tiene sentido excepto a la luz de la evolución cultural.
Desde hace varios miles de años, los humanos no vivimos en la cruda naturaleza sino
en complejas organizaciones culturales (tribus, clanes, sociedades, ciudades, estados o
imperios) que, moldeando nuestros cuerpos y mentes, nos alejaron de la vida salvaje y
nos hicieron quienes somos. Lo que comanda nuestra conducta no es la biología, sino
nuestra cultura evolucionada. Esto no es reduccionismo, es siglo XXI.
Referencias
Alexander, R. (1979). Evolution and culture, en N. Chagnon y W. Irons (eds.),
Evolutionary biology and human social behavior: An anthropological perspective (pp.
59-78). USA: Duxbury Press.
Barkow, J., Cosmides, L. y Tooby, J. (1992). The adapted mind: Evolutionary
psychology and the generation of culture. NY: Oxford University Press.
Bender, A. (2019). The role of culture and evolution for human cognition. Topics in
Cognitive Science. https://onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1111/tops.12449
Boyd, R. (2018). A different kind of animal: How culture transformed our species.
NJ: Princeton University Press.
Boyd, R. y Richerson, P. (1985). Culture and the evolutionary process. USA:
University of Chicago Press.
Boyd, R. y Silk, J. (2009). How humans evolved. USA: Norton & Company.
Buss, D., Haselton, M., Shackelford, T., Bleske, A. y Wakefield, J. (1998).
Adaptations, exaptations, and spandrels. American Psychologist, 53(5): 533-548.
Castro, L. y Toro, M. (2018). Por qué el hombre es diferente. Revista de Libros.
https://www.revistadelibros.com/discusion/por-que-el-hombre-es-diferente
Creanza, N., Kolodny, O. y Feldman, M. (2017). Cultural evolutionary theory: How
culture evolves and why it matters. Proceedings of the National Academy of
Sciences, 114(30): 7782-7789.
Darwin, C. (1859). On the origins of the species by means of natural selection, or
the preservation of favoured races in the struggle for life. London: John Murray.
Darwin, C. (1871a). The descent of man and selection in relation to sex. Vol. I.
London: John Murray.
Darwin, C. (1871b). The descent of man and selection in relation to sex. Vol. II.
London: John Murray.
Dobzhansky, T. (1959). Evolution, genetics, and man. USA: Wiley.
Dobzhansky, T. (1973). Nothing in biology makes sense except in the light of
evolution. The American Biology Teacher, 35(3): 125-129.
Dobzhansky, T. y Boesiger, E. (1983). Human culture: A moment in evolution. NY:
Columbia University Press.
Dobzhansky, T. y Montagu, A. (1962). Natural selection and the mental capacities of
mankind, en A. Montagu (ed.), Culture and the evolution of man (pp. 148-154). NY:
Oxford University Press.
Dor, D. y Jablonka, E. (2000). From cultural selection to genetic selection: A
framework for the evolution of language. Selection, 1(1-3): 33-55.
Eckhardt, R. (1979). The study of human evolution. USA: McGraw-Hill.
Gerbault, P., Liebert, A., Itan, Y., et al. (2017). Evolution of lactase persistence: An
example of human niche construction. Philosophical Transactions B, 366(1566): 863-
877.
Gould, S. y Lewontin, R. (1979). The spandrels of San Marco and the panglossian
paradigm: A critique of the adaptationist programme. Proceedings of the Royal
Society of London. Series B, 205(1161): 581-598.
Henrich, J. (2016). The secret of our success: How culture is driving human
evolution, domesticating our species, and making us smarter. NJ: Princeton
University Press.
Laland, K. y O’Brien, M. (2011). Cultural niche construction: An introduction.
Biological Theory, 6, 191-202.
Lewens, T. (2015). Cultural evolution. NY: Oxford University Press.
Malinowski, B. (1944). A scientific theory of culture. NY: University of North Carolina
Press.
McElreath, R. y Boyd, R. (2007). Mathematical models of social evolution. USA:
University of Chicago Press.
Mesoudi, A. (2011). Cultural evolution. Chicago: University of Chicago Press.
Montagu, A. (1951). An introduction to physical anthropology. USA: Charles C.
Thomas.
Montagu, A. (Ed.). (1962). Culture and the evolution of man. NY: Oxford University
Press.
Montagu, A. (Ed.). (1968). Culture: Man’s adaptive dimension. NY: Oxford University
Press.
Morales, S. (2019). Debra Soh y Roxana Kreimer: ¿Dos ejemplos de divulgación
anticientífica? https://cienciasdelsur.com/2019/11/11/soh-kreimer-ejemplos-
divulgacion-anticientifica/
Muthukrishna, M., Doebeli, M., Chudek, M. y Henrich, J. (2018). The cultural brain
hypothesis: How culture drives brain expansion, sociality, and life history. PLoS
Computational Biology, 14(11): e1006504.
Norenzayan, A., Shariff, A., Gervais, W., et al. (2016). The cultural evolution of
prosocial religions. Behavioral and Brain Sciences, 39: e1.
Pinker, S. y Bloom, P. (1990). Natural language and natural selection. Behavioral and
Brain Sciences, 13(4): 707-784.
Richerson, P., Baldini, R., Bell, A., et al. (2016). Cultural group selection plays an
essential role in explaining human cooperation: A sketch of the evidence. Behavioral
and Brain Sciences, 39: 1-68.
Richerson, P. y Christiansen, M. (2013). Cultural evolution. USA: The MIT Press.
Russel, C. y Muthukrishna, M. (2018). Dual inheritance theory, en T. Shackelford y V.
Weekes-Shackelford (eds.), Encyclopedia of evolutionary psychological science. USA:
Springer.
Sterelny, K. (2016). Cumulative cultural evolution and the origins of language.
Biological Theory, 11, 173-186.
View publication stats
Tomlison, G. (2018). Culture and the course of human evolution. Chicago: University
of Chicago Press.
Van Den Bergh, J. (2018). Human evolution beyond biology and culture. NY:
Cambridge University Press.
Vauclair, C. y Fischer, R. (2013). Dual inheritance theory, en K. Keith (ed.), The
encyclopedia of cross-cultural psychology. UK: Wiley.
Wallace, A. (1871). The limits of natural selection as applied to man, en
Contributions to the theory of natural selection (pp. 332-372). London: Macmillan.
Wallace, A. (1889). Darwinism. London: Macmillan.
Whiten, A. (2019). Cultural evolution in animals. Annual Review of Ecology,
Evolution, and Systematics, 50, 27-48.
Wilson, D. y Henrich, J. (2016). Scientists discover what economists haven’t found:
Humans. https://evonomics.com/scientists-discover-what-economists-never-found-
humans/
Compartir artículo:
Sergio Morales
https://cienciasantropologicasblog.wordpress.com/
Sergio Morales Inga es bachiller (licenciado) en antropología por la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos, en Perú y maestrante en epistemología por la misma institución académica. Columnista de
antropología, género y epistemología de las ciencias sociales en Ciencia del Sur. También realiza
divulgación de las ciencias humanas a través del blog Ciencias Antropológicas.
google-site-verification=AMQKIYfImppFhBZNNoskoUW3hQ41isX2BPUFqutGNhs