Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Tema 2. La Novela de Principios de Siglo
Tema 2. La Novela de Principios de Siglo
Castellana y Literatura
Los autores modernistas y los del grupo del 98
fueron los primeros en renovar el género narrativo con
nuevos enfoques y estilos. A partir de 1914, la
generación novecentista, opuesta a la anterior, siguió
la línea intelectualista de las primeras vanguardias
europeas. Estos escritores, defensores de un arte
puro, persiguieron ante todo una renovación formal
que hiciera de la novela un mundo autónomo. En sus
relatos utilizaban un estilo CUIDADO, daban entrada a
la ironía y reflejaban el proceso del pensamiento de los
personajes, aspectos que también tuvieron en cuenta
los narradores de vanguardia.
La renovación estética del Modernismo, del lenguaje poético, se extiende a la prosa y la novela. Sus temas y
actitudes coinciden con los de la poesía. La sensualidad, la idealización y estilización de la realidad son la base
de las Sonatas de Valle-Inclán y de Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, cimas de la prosa modernista por la
acumulación de recursos retóricos y sensaciones, su evasión de la realidad cotidiana y su atmósfera de nostalgia
y melancolía.
La Generación del 98 conserva aspectos modernistas significativos (como la renovación del lenguaje, la
descripción impresionista, la evocación nostálgica y la idealización del paisaje), reacciona contra el estilo
«vulgar» del Realismo y recoge, en unos casos, el legado temático e ideológico del Naturalismo (Baroja), en
otros, la enorme carga intelectual y existencialista del pensamiento alemán (Unamuno) y, en otros, las formas de
una nueva sensibilidad basada en la precisión lingüística o las evocaciones nostálgicas del Romanticismo
(Azorín).
Otros novelistas de la época dignos de mención, además de los citados Unamuno, Baroja,Valle-Inclán y
Azorín, son Concha Espina, en la tendencia realista, Eduardo Zamacois y Felipe Trigo, en la novela erótica, y
Wenceslao Fernández Flórez, en la tendencia lírica o en la del humor.
Aunque unos críticos, denominan novecentistas y Generación del 14 a algunos ensayistas (Ortega y Gasset,
Eugenio d’Ors o Gregorio Marañón) y novelistas (Pérez de Ayala, Gabriel Miró o Gómez de la Serna), otros
opinan que estos autores no son sino continuadores del Modernismo, que en unos casos depuran
intelectualmente la expresión literaria (Miró y Ayala) y en otros avanzan en la ruptura hacia el Vanguardismo
(Gómez de la Serna).
Gabriel Miró (1879-1930), alicantino, es el más fiel continuador del Modernismo en la acumulación de
sensaciones y la idealización del paisaje. Sus novelas, más que construcciones argumentales, responden al
objetivo de convertir lo que se percibe en el arte de la palabra. Destacan sus obras Las cerezas del cementerio
(1910), El abuelo del rey (1912), Nuestro Padre San Daniel (1921) y El obispo leproso (1926).
Ramón Pérez de Ayala (1880-1962), asturiano, combina a la perfección el simbolismo modernista con la
actitud intelectual novecentista en sus novelas más importantes: Belarmino y Apolonio (1921), Tigre Juan
(1926) y su continuación, El curandero de su honra (1926). Anteriormente, había publicado novelas de carácter
autobiográfico: A.M.D.G. (1910) o Troteras y danzaderas (1913).
La novela vanguardista
En términos estéticos, la novela vanguardista se identifica con el formalismo y la experimentación. Entre 1910
y 1930, bastantes escritores, acordes con Europa, analizan la teoría de la novela, sus problemas técnicos y
practican una nueva novela que rompe ataduras con la existente entonces, jugando con la realidad y la fantasía,
con la inverosimilitud y la incongruencia, con las estructuras y la sintaxis.
Estas características son evidentes en Gómez de la Serna. A su visión del mundo como un territorio desordenado
en el que no hay jerarquía de valores, el escritor propone un modo de orden posible a través de la literatura, pero
se trata de una literatura libre configurada por la greguería.
Por eso, la greguería está en la base de su arte narrativo desde sus primeras novelas (El doctor inverosímil,
1914; La viuda blanca y negra, 1917; El incongruente, 1922, o La quinta de Palmira, 1923), pero se acentúa,
coincidiendo con la literatura deshumanizada, a partir de El torero Caracho (1926), a la que siguen La mujer de
ámbar (1927), El caballero del hongo gris (1928), La Nardo (1930), ¡Rebeca! (1936) y su obra maestra, El
hombre perdido (1946).
La novela vanguardista
Esta novela está acorde con la estética ya señalada, que, desde una intensa subjetividad y abstracción y
desde una actitud intelectual y formalista, busca la experimentación.
(1926), Paula y Paulita (1929) y Locura y muerte de nadie (1929); a Antonio Espina con Pájaro pinto (1927) y
Luna de copas (1929); a Pedro Salinas y Víspera del gozo (1926); y, sobre todo, en sus obras iniciales, a Max
Aub con Geografía (1923), Fábula verde (1933) y Luis Álvarez Petreña (1934); a Francisco Ayala con los
cuentos de El boxeador y un ángel (1929) y Cazador en el alba (1930); y a Rosa Chacel con Estación, ida y
vuelta (1930).
Contrasta con la anterior. Hacia 1930 aparecen algunos novelistas comprometidos con la situación política son:
revolucionarios románticos que escriben una literatura de testimonio y denuncia. La figura capital es Ramón J.
Sender (1902-1982), que inicia esta tendencia con Imán (1930), a la que siguen Siete domingos rojos (1932), La
noche de las cien cabezas (1932) y Mr.Witt en el Cantón (1935). En el exilio escribe una obra amplia, con títulos
valiosos como Epitalamio del Prieto Trinidad (1942), El rey y la reina (1947) o Réquiem por un campesino
español (1953). Al lado de Sender hay que recordar a César Manuel Arconada, con La turbina (1930), Joaquín
Arderíus, con Campesinos (1931) y Andrés Carranque de Ríos, con La vida difícil (1935).
Miguel de Unamuno (1864-1936) Los temas que más preocupan a Unamuno son los
siguientes:
- El problema de la identidad. Unamuno distingue entre lo que uno es y lo que desea ser. Para él la
personalidad humana, es obra de la imaginación. Por eso se pregunta ¿qué son más verdad, los seres
reales o los de ficción? Unamuno los equipara y piensa que los de ficción son superiores porque pueden
soslayar la muerte.
Unamuno renovó el género novelístico, y con el fin de justificar las innovaciones que introdujo, inventó la palabra
nivola para denominar su modelo narrativo, que se caracteriza por:
Su primera novela fue Paz en la guerra que trata el tema de las guerras carlistas y tiene un trasfondo
autobiográfico. Amor y Pedagogía cuenta la historia de don Avito Carrascal, que fracasará en su intento de
educar a su hijo según las más modernas técnicas pedagógicas. Niebla se refiere a los problemas existenciales
de Augusto Pérez quien, abrumado por sus fracasos amorosos decide suicidarse y al comunicárselo a Unamuno
descubre su realidad de ente ficticio y suplica a su creador que no lo mate. Abel Sánchez cuenta la historia de
un hombre que lucha contra su constante tendencia al odio y la envidia. La tía Tula tiene como tema central las
ansias de maternidad de una mujer virgen. Y San Manuel Bueno, mártir obra maestra de la literatura española y
prototipo de nivola, se centra en la vida del cura rural don Manuel Bueno.
Primera etapa: Es la de mayor creatividad y vitalismo. Pertenecen a ella obras como Camino de perfección; la
trilogía La lucha por la vida: La busca, Mala hierba y Aurora roja; El árbol de la ciencia, Zalacaín el
aventurero o Las inquietudes de Shanti Andía,entre otras. Son las novelas en las que se refleja mejor la
personalidad de Pío Baroja, y las que expresan más claramente el espíritu del grupo del 98 y la crisis de fin de
siglo. Presentan una serie de personajes que intentan buscar sentido a su existencia; algunos son seres en
conflicto consigo mismos y con el medio, que acaban sucumbiendo; otros son hombres de acción que sueñan
con la libertad.
Segunda etapa: decae su capacidad creadora, repite moldes narrativos anteriores y carga sus narraciones con
divagaciones ideológicas. Lo más interesante de este periodo es la serie Memorias de un hombre de acción,
que cuéntalas aventuras de un antepasado del autor, Eugenio de Avinareta, conspirador y guerrillero del siglo
XIX.
Tercera etapa: Baroja ya no creo nada nuevo. Desaparecen de sus escritos la fuerza crítica y los ataques a la
sociedad. Destacan sus memorias, tituladas Desde la última vuelta del camino, escritas con gran sinceridad.
Aunque se le ha reprochado un cierto descuido en la forma de escribir, la crítica actual valora su estilo a la luz
de sus ideas sobre la novela:
- Defiende la libertad absoluta del novelista y considera que las principales cualidades de la novela
deben ser la naturalidad, la amenidad, el ritmo dinámico y la captación del ambiente.
- En sus obras no hay una estructura precisa, una progresión de la acción, o un desenlace claro. Es
frecuente que componga sus narraciones a partir de de una serie de episodios dispersos unidos por la
figura del personaje principal.
- Los personajes son proyección de sus ideas sobre el mundo y su falta de fe en el ser humano: son
seres inadaptados que se oponen al ambiente social en el que viven, pero carecen de fuerza para
enfrentarse.
- El ritmo de las narraciones es rápido y ágil. Se consigue a través de una acción trepidante, la aparición
continua de nuevos personajes, la abundancia de escenas dialogadas y de rápidos cambios de
escenario, y mediante el recurso del suspense.
- Prefiere la frase breve, las descripciones impresionistas y una “retórica de tono menor”, cuyas notas
dominantes son la sencillez, la claridad, la precisión.