—Por lo tanto —continué—, si usamos
el ratonizador para convertir a la nueva Gran’
Bruja ya las otras brujas del castillo en ratones,
todo el lugar seré un hervidero de ratones-bruja
listisimos, malisimos y peligrosisimos. Y eso’
—afiadi— podria ser verdaderamente horrible.
—jTienes razén! —grit6—. jEso no se me
habia ocurrido!
—Yo no podria dominar un castillo leno de
ratones-bruja —admiti.
—Ni yo tampoco —dijo mi abuela—. Ha-
bria que deshacerse de ellas de inmediato.
Habria que aplastarlas, destrozarlas y hacerlas
picadillo tal y como sucedié en el Hotel Magni-
fico.
—Yo no pienso hacer eso —le aseguré—. Ade
mas, no podria. Y creo que ta tampoco, abuela. Y
las ratoneras no servirian para nada. A propésito
—ariadi—, La Gran Bruja que me atrapé estaba
equivocada respecto a las ratoneras, ;no?
—Si, si —dijo mi abuela, con impaciencia—.
Pero no me preocupa esa Gran Bruja. Hace ya
mucho que el cocinero del hotel la hizo picadi-
llo. Es de la nueva Gran Bruja de quien tenemos
que ocuparnos ahora, la que se encuentra en el
castillo, y de sus ayudantes. Una Gran Bruja dis-
frazada de sefiora ya es bastante peligrosa, jpero
imaginate lo que podria hacer si fuera un ratén!
jPodria ir a cualquier sitio!
—iYa lo tengo! —grité, pegando un salto de
medio metro—. {Tengo la solucién!
—;Dime! —grité mi abuela.
—jLa solucién son los GaTos! jConseguir
muchos gatos!
Mi abuela me miré fijamente. Luego, una
gran sonrisa le iluminé la cara, y grit:
—jEs una brillante idea! jAbsolutamente
brillant
oltaremos media docena de gatos en
el castillo, y ellos mataran a todos los ratones
en cinco minutos, por muy listos que sean!
—jBres un genio! —grit6 mi abuela, blan-
diendo su bast6n otra vez.
—jCuidado con los jarrones, abuela!