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gambas a cada uno. Las gambas estaban adn tibias, recién cocidas, y nos sentabamos en el bote, para pelarlas y devorarlas. La cabeza era lo mas rico. —¢La cabeza? —Aprietas la cabeza entre los dientes y chupas lo de adentro. Es riquisimo. Ta y yo haremos todas esas cosas este verano, cielo —aniadid, —Abuela, no puedo esperar. Sepcillamente, no puedo esperar mas para ir alli. —Ni yo —dijo ella. Cuando solo faltaban tres semanas para el final del curso, sucedié algo espantoso. Mi abuela agarré una pulmonia, Se puso muy mal, y una enfermera diplomada vino a nuestra casa para cuidarla. El médico me explicé que la pulmonia, generalmente, no es una enfermedad grave hoy en dia, pero cuando una persona tiene mas de ochenta afios, como mi abuela, entonces si que es muy grave. Dijo que en ese estado ni siquiera se atreviaa trasladarla a un hospital, asi que la dejaron en su habi- tacidn, y yo paseaba por delante de la puerta, viendo cémo metian adentro tubos de oxigeno y otras cosas horribles. i —;Puedo entrar a verla? —pregunté. —No, guapo —dijo la enfermera—. Por ahora, no. La sefiora Spring, una mujer gorda y alegre que venia a limpiar todos los dias, se instalé también en casa. Ella se ocupaba de mi y me hacfa la comida, Me caia muy bien, pero no se podia comparar con mi abuela para contar his- torias. por Una noche, unos diez dias después, el médi- co vino a decirme: —Ya puedes entrar a verla, pero solo un ra- tito. Ha preguntado por ti. Subj las escaleras volando, entré en el cuar- to de mi abuela como un ciclén y me arrojé a sus brazos. : —jBh, eh... —dijo la enfermera—. Ten cui- dado.

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