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POTOCOPIADS RA CEMSE su Foe ‘on | 35 io} Suefio de sombras: "La novela de Don Sandalio, jugador de Ajedrez" por Miguel de Unamuno Author(s): Carlos Feal Source: Anales de Ia literatura espaficla contemporénea, Vol. 30, No. 1/2 (2005), pp. 133-151 Published by: Society of Spanish & Spanish-American Studies Stable URL: http://www,jstor.org/stable/27742339 Acoessed: 29-02-2016 14:26 UTC ‘Your use of the JSTOR archive indicates your acceplance of the Terms & Conditions of Use, available at httpfhxwwjstor.org/pagsl info/aboutipolicies/eims.jsp ISTOR is @ not-for-profit service that helps scholars, researchers, and students discover, use, and build upon a wide range of content ina tusted digital archive, We use information technology and tools (o increase productivity and facilitate new forms of scholarship, For more information about JSTOR, please contact support @ijstor.org Society of Spanish & Spanish-American Studies is collaborating with JSTOR to digitize, proserve and extend access to Anales do la literatura espeiiola contemporén “Tis content wale from 12619.168.112 on Mion, 29 Fe 2016 1426:51 UTC ‘Also subject 9 JSTOR Tenns snd Consens SUENO DE SOMBRAS: LA NOVELA DE DON SANDALIO, JUGADOR DE AJEDREZ POR MIGUEL DE UNAMUNO. CARLOS FEAL ‘State University of New York at Buffalo La novela de Don Sandalio, jugador de ajedrez pertenece a la fase final de la vida y obra de Unamuno. Fechada en 1990, la sacé su autor a la luz on 1933, como parte de un volumen titulado Sar Manuel Bueno, martir, y tres historias mds. No es, sin embargo, Don Sandalio ninguna historia de relleno sino un relato fascinante en el cual Unamuno, quizés mejor que en ninguna otra parte, mostré la afinidad entre novelar y vivir y entre personajes y lectores de novelas. Asi afirma en el prélogo al citado volumen: Y¥ si alguien dijera que en este relato de la vida de Don Sandalio me he puesto o mejor me he entrometido y entremetido yo més que en otros relatos—iy no es poco!—, le diré que mi propésito era entrometerle y entremeterle al lector en él, hacer que se dé cuenta de que no se goza de un personaje novelesco sino cuando se Je hace propio, cuando se consiente que el mundo de la ficcién forme parte del mundo de la permanente realidad intima, (1118-19) Con absoluta modernidad Unamuno se anticipa a tedricos como Roland Barthes! y varias décadas antes que José Maria Castellet proclama ya la “hora del lector.” This content dowenloaded ftom 128 119.168, 112.0n Mon, 29 Peb 2016 14:26:51 UTC ‘All use subject to JSTOR Terms and Conditions Wooo on. ALEC 30.1-2 (2005) Recurre, no obstante, el autor a una técnica tradicional al presentar su novelita como una serie de cartas de un narra- dor anénimo aun amigo suyo, el cual se las envia a Don Miguel, a quien supone en busca de temas novelescos. La rea- lidad, de este modo (realidad externa, propia de un texto clé- sico 0 lefble), se introduce curiosamente en una historia don- de se enfatiza la ausencia de datos, de hechos, y se pide susti- tuirlos por la imaginacién: “Porque no hay realidad sin idea- lidad,” leemos en el prologo (1118), A lo cual afadirfamos, completando la filosofia del autor: ni idealidad sin realidad. El narrador, en la primera carta, dice huir de los hombres, de sus tonterfas, que (como Flaubert) no puede ya soportar.? Su misantropfa—o “antropofobia,” como él 1a llama ()—* contrasta, sin embargo, con el hecho de que sus palabras se dirigen a un corresponsal, Felipe, a quien escribe nada més Wegar al lugar elegido para alejarse del contacto humano. Desde la primera Iinea establece el narrador un grado notable de intimidad con el destinatario de sus cartas: “Ya me tienes aqui, querido Felipe” (1). El vocativo “Felipe” 0. “querido Felipe” aparece constantemente en la novela. El dativo ético se repite poco después; “Aqui me tienes haciendo [...} de Robinson Crusoe, de solitario. éY no te acuerdas cuando Jeimos aquel terrible pasaje del Robinson de cuando éste [...] se encontré sorprendido por la huella de un pie desnudo de hombre en la arena de la playa?” (). La lectura aqui recordada fue hecha conjuntamente por los dos correspon- sales y se refiere a la huella de otro en medio de la soledad. Felipe, ademds, esté al tanto de los dichos de su amigo y de su estilo contradictorio o paradéjico (unamuniano): “sé bien que me retrucarés con mis propias palabras, equellas que tantas veces me has ofdo, de que el hombre més tonto es el que se muere sin haber hecho ni dicho tonteria alguna” (1). Esto nos invita a preguntarnos si el papel adoptado por el narrador haciendo [...} de Robinson Crusoe, de solitario”) constituye una forma de sabidurfa o de tonterfa suprema. Huye de si mismo, revistiendo un papel que no le cuadra, 0 Je permitiré al contrario su robinsonismo dar con el hombre de verdad que lleva dentro? ‘This content downloaded from 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC. ‘Alluse eubject to JSTOR Tens and Conditiont CARLOS FEAL 135 Alejéndose de los hombres, lo vemos comulgar con la naturaleza: “Me he hecho amigo de un viejo rable” (II). Pero la amistad con el roble humanizado no impide al narrador desear que Felipe comparta con él ese nuevo afecto: “iSi le vieras, Felipe, si le vieras!” (I), Se expresa asf el deseo de tener a Felipe alli, de verlo viendo al drbol como ol narrador y de verse los dos a la vez. Luego el drbol se le aparece como un ser herido y amenazado de muerte. Es obvia la proyeccién psicolégica de sentimientos propios: “Debe de ser muy viejo ya. Esté en parte muerto. {...] Lleva una profunda herida que le deja ver las entraias al descubierto” (II). Se resiste, no obstante, el narrador a comunicar su tragedia, a abrir su corazén. iDe qué se queja implicitamente? {Sélo por no oir sus tonterias huye de los hombres? Felipe tendré acceso a su alma, pero no los lectores de estas cartas, que nos quedamos sin novela; esto es, sin novela tradicional. Lo mismo ocurriré més tarde con la novela (vida) de Don Sandalio, Por fin el narrador sueumbe a la necesidad del contacto humano, que incluye también 1a de ofr tonterfas: “iHace tanto tiempo que no he ofdo una tonterfal ¥ asf, a la larga, no se puede vivir” (ID, Pero las charlas del casino, adonde acude el narrador, avivan la herida que vimos proyectada en el roble: “Las astillas de conversaciones que me Hegan me hieren en lo més vivo de la herida que traje ‘al venir a retirarme, como a estacién de cura, a este rincén costero y montafés” (IE). Resulta ya claro que no es simplemente Ia tonteria humana la que lo mueve a retirarse a estos lugares, a este “apaeible rineon” (1). Sale luego a relucir nada menos que Schopenhauer, de quien se cita un rasgo de ingenio, que da lugar a una réplica —igualmente ingeniosa—del unamuniano narrador: ¥ me acuerdo de aquella soberana tonteria del pseudo- pesimista Schopenhauer cuando decfa que los tontos, no teniendo ideas que cambiar, inventaron unos carton- citos pintados para cambiarlos entre si, y que son los naipes. Pues si los tontos inventaron los naipes, no son tan tontos, ya que Schopenhauer ni aun eso invent6, sino un sistema de baraja mental que se Hama pesi- This content downloaded from 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC. ‘All use subject JSTOR Terms and Conditions 136 . ALEC 30.1-2 (2005) mismo y en que lo pésimo es el dolor, como si no hubiera el aburrimiento, el tedio, que es lo que matan los juga- dores de naipes. (111) Ese tedio (tedium vitae) es el mismo que asoma en las pala- bras de Don Manuel a Lazaro en San Manuel Bueno, mértir: “Mira, Lézaro, he asistido a bien morir a pobres aldeanos, L..ly he podido saber de sus labios, y cuando no adivinarlo, la verdadera causa de su enfermedad de muerte, y he podido mirar, allf, a la cabecera de su lecho de muerte, toda la nogrura de la sima del tedio de vivir” (1144). Bl recurso del sacerdote para combatir tal tedio consiste en dar a sus feligreses ol “opio” de la religién (1144). Y épor qué no el juego de naipes o, para el caso, el del ajedrez, como luego ‘veremos? Notese, en fin, que la tonterfa no deja titere con cabeza. Ya al principio de la novela se afirma que “son los que pasan ppor listos los que més tonterias hacen y dicen” (1). ¥ ahora se ejemplifica esa tonterfa en Schopenhauer. La tonterfa, de este modo, resulta un factor de cohesién social o humana. Y querer rehuirla nos convierte en seres mas tontos ain, segiin ya vimos. O en seres inhumanos, A esta conclusién Mega el narrador poco después al pensar en sus congéneres: “ISi es su misma necedad lo que me atrae! iSi la necesito para irritarme por dentro de mil” (V). Y, rizando el rizo, éno es acaso tam. bién una tonterfa (por mas que graciosa) calificar de “sobe- rana tonteria” la frase citada de Schopenhauer? Pues cam- biar ideas resulta superior a cambiar “cartoncitos pintados.” Esto estd al alcance précticamente de cualquiera; aquello no. Uno pereibe en e} narrador, aunque huya de tertulias, a un ingenioso tertuliano (como su creador Unamuno), amigo de retruécanos y malabarismos mentales.* Sefalemos también que, traténdose de Unamuno, la liltima palabra le corresponde siempre a él. La defensa de las ideas, frente a quienes sélo presentan hechos, la formula més tarde mediante las palabras de un tal Pepe el Gallego, traductor de un libro de sociologia, quien habla asimismo como si estuviera en un casino o en alguna terulia de la Plaza Mayor: “Antes enaban los libros de palabras, ahora los ‘This content downloaded ftom 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC ‘All use subject to JSTOR Terms and Conditions CARLOS FEAL 7 lenan de esto que llaman hechos o documentos; lo que no veo por ninguna parte son ideas... Yo, por mi parte, si se me ocu- rriera inventar una teorfa sociolégica, la apoyarfa en hechos de mi invencién (,,,] iQué raz6n tenia nuestro buen Pepe!” (XV). Siguiendo la leceién de ese amigo comiin, el narrador preferird eludir los hechos para entregarse a sus inventos. Hagamos, pues, justicia al narrador: cortado como esté por el patrén de Unamuno debe ser un tipo interesante. Se divierte en observar a los otros socios del casino, aun cuando se aparta de sus conversaciones: “porque en cuanto dicen algo ya no me es posible figurarme lo que puedan pensar” (IV). Mas que nada le atraen las partidas de ajedrez y, sobre todo, un jugador—Don Sandalio—que no soporta mirones a su alrededor y se entrega al juego “sin pronunciar apenas palabra, con una avidez de enfermo” (IV). Esto motiva el comentario de que “su oficio parece ser el de jugador de ajedrez” (IV). En ese oficio se confina o, més bien, lo confina el narrador, que no quiere saber nada més de Don Sandalio. La atraccién del narrador por Don Sandalio es la sentida por alguien que se nos aparece como un doble: “ILe veo tan aislado en medio de los demés!, itan metido en sf mismo!” (IV). El esfuerzo del narrador por ignorar la vida de Don San- dalio (0 mejor, por ahogar su curiosidad de conocerla) resulta semejante a la ocultacién de su propia vida, de la que s6lo nos egan leves atisbos. Pronto entre ellos se entablarén silen- ciosas partidas de ajedrez. La altiva soledad de dos en com- afiia so va a erigit en medio de un mundo eminentemente social y banal.* En-cuanto a Don Sandslio, el ajedrez “parece ser para él ‘como una funcién sagrada, una especie de acto religioso” (IV). Hacia el final de la novela el narrador insiste en-esta significacién: “Silencio [el de Don Sandalio} realzado por aquella tinica palabra que pronuneisba, litérgicamente, algu- nna ver, y era ‘ijaquel” (XVID. Percibimos aqui la tendencia unamuniana a resolver con- tradicciones, no s6lo a plantearlas. Los mundos opuestos (0 los individuos opuestos) son susceptibles de conciliacién. En el personaje de Don Sandalio—que no en vano se apellida Cuadrado y Redondo (XVIl)—fantasea el narrador la unién ‘This content downloaded ftom 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC “Alls subject to JSTOR Tons and Conditions 138 : -ALBC 80.1-2 (2005) de lo sagrado y Io profano, naturaleza y sociedad: “Ese hom- bre me atrae como el que ms de los Arboles del bosque; es otro érbol més, un Arbo! humano, silencioso, vegetativo. Por- que juega al ajedrez como los arboles dan hoja” (V). El casino, donde el juego se produce, y donde los humanos intercambian. tonterfas, se inserta asi en el marco de la costumbre, de la vida intrehistorica, tan exaltadas por Unamuno. No surge incluso aqui un recuerdo de Js dorada Salamanca’: “Al salir del Casino Je he seguido fa Don Sandalio} cuando iba hacia su casa, a observar si al cruzar el patio, como ajedrezado, de ta Plaza Mayor, daba algtin paso en salto de caballo” (V). Casino y Plaza Mayor son lugares muy préximos en Salamance, ambos frecuentados por don Miguel, quien tenia alli sus tertulias predilectas (Granjel 113). En su “Oda 2 Salamanca” funde una y otra vez el escritor vasco naturaleza y ciudad (0 intelecto): “bosque de piedras,” “eosechas del pensar tran- quilo,” “callejas que [...] son cual surcos de tu campo urbano” Poesta 1, 64, 66). Ala vez, en sus referencias a las lluvias— han Uegado las primeras lluvias,” escribe el 10 de setiembre (1I1l)—y al roble norteho, el narrador aproxima el paisaje de la novela al de Ja regién natal del autor y, en la innominada ciudad donde transcurre la accién, se mezclan—superando sus contradicciones—lo castellano y lo vasco. La primera partida de ajedrez entre el narrador y Don Sandalio da pie a reflexiones interesantes. Insiste aquél en la consagracién de Don Sandalio al juego: “Juega [...] como quien crea silenciosa misica religiosa. Su juego es musical. (1 ¥ hasta se me antoja ofrle a su caballo [...] respirar musi- calmente, cuando va a dar un jaque. Es como un caballo con. alas. Un Pegaso. O mejor un Clavileno [...] 2Y cuando tafie a Ja reina? iPura misica!” (V1). Esa entrega apasionada a una tarea, revestida por quien la hace de significacién trascen- dente, suscita en todo caso la admiracién de Unamuno, y ‘aqui, por tanto, del narrador. Comparariamos a Don San- dalio, a este respecto, con otro personaje unamuniano, la tia ‘Tula, quien—Ilevando a cabo su vocacién de madre—da el biberén con Ja solemnidad de quien cumple un rito: “El biberén, ese artificio industrial, llegé a ser para Gertrudis el simbolo y el instrumento de un rito religioso” (La tia Tula ‘This content downloaded from 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC ‘All use subject to JSTOR Terms and Conditions CARLOS FEAL 139, 1095). Tanto Don Sandalio como Tula, desde esta perspec- tiva, resultan personajes quijotescos.° Esta dimension, a la que apunta en Don Sandalio la mencién de Clavilefo, se hace atin mas visible al final, en les siguientes palabras del narra- dor: “Yo me figuro que para Don Sandalio no hubo otra ella {otra mujer] que la reina del ajedrez, (...] esa reina que domina:el tablero, pero-a-cuya dignidad de imperio- puede llegar, cambiando de sexo, un triste peén. Esta creo que fue la iinica reina de su pensamiento” (XXII). Cémo no pensar en Dulcinea y en la fantasia del hidalgo manchego, capaz de transmutarse por ella en caballero andante? Pero el capitulo VI, tras el vuelo de la fantasia (équién es aqui el quijote, el narrador o Don Sandalio?), coneluye plan- teando una. duda: “También yo, como Robinson, he encontrado la huella de un pie desnudo de alma de hombre {...] (Sera huella de tonterfa humana? 2Lo seré de tragedia? 4Y no es acaso la tonterfa la més grande tragedia del hombre?” (VD. La tragedia, precisamente, consiste en la irrupcién de la nada alli donde fracasa el esfuerzo humano para borrarla u ocultarla. Don Sandalio, impaciente, aguarda al compatiero de juego “con cara de cierta angustia y mirando al vacfo,” se nos dice (VI). iSerd el ajedrez, como los juegos de cartas, una simple manera de matar el tedio, el cual reapa- rece cuando el juego cesa, cuando no hay compafiero con quien jugar? Una pregunta semejante se formula el narrador en el capitulo IV: “¥ cuando no juege [Don Sandalio], 2qué hace? [..] ECudl es la profesi6n’ eon que se gana la vida?, itiene familia?, Zquiere a alguien?, éguarda dolores y desen- gafios?, {lleva alguna tragedia en el alma?”* ‘No nos sorprende, pues, que el narrader, en el capstulo XT, dejede nuevo el casino por la playa’ para. seguir allt encardndose con problemas trascendentales: “me he ido luego a la playa a buscar los problemas que se me antoja que me proponen las olas del mar.” Dondequiera que dirija la vista, naturaleza o sociedad humana, el narrador se ve acuciado por enigmas o misterios que intenta, a la vez, resolver y man- tener intactos. Esto es, intenta mantenerse vivo buscando problemas y haciendo problema de si mismo y de su doble, Don Sandalio.* Por ello también nos proporciona datos ‘his content downloaded from 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 1426:S1 UTC ‘Alluse subject to ISTOR Tenis and Conditions 140 ALEC 30,1-2 (2005) ‘escasos sobre esas dos vidas, unidas por el vinculo silencioso del ajedrez. En los lectores debe prolongarse la actitud inqui- sitiva, 0 sea, la actitud unamuniana. ‘Ademés, en cl juego, y la relacién con otro(s) que éste forma, se exalta la persona del jugador: “Juega (Don San- dalio} bastante bien, [...] no se le oye més que: ‘jaque!” (V1). Ese “ijaque!” es asimilable al “iérdago!” ofdo en el mus, sobre el cual se explaya el narrador: “E) /érdago! (...] me divierte bastante, sobre todo cuando se lo lanza el uno al otro en ademén de gallito de pelea” (IV) Por debajo de ambas exclamaciones sentimos latir 1a presencia de un jyo!, seme- Jante al proferido por otro personaje unamuniano, Alejandro Gomez: “iY habfa que oft cémo pronunciaba ‘yo'l En esta afirmacién personal se ponia el hombre todo” (Nada menos que todo un hombre 1012). En el contexto unamuniano la exclamaci6n estentérea (“ljaquel” “lérdago!” “‘yol”) se opone ala amenaza de la aniquilacién o el vacio.” El jaque mate final, a que la partida conduce, equivale a una muerte que nos acecha constantemente. La relacién entre el ajedrez y la vida humana encuentra apoyo en pasajes de la novela como 6sto: “Hasta he tenido una pesadilla, y es que me he figurado a Don Sandatio como un terrible caballo negro—leaballo de ajedrez, por supuesto!—que se me venfa encima a comerme, y yo era un pobre alfil blanco, [...] que estaba defendiendo al rey blanco para que no le dieran mate” (XIID). Podemos entender también por qué el narrador desea ignorar la vida privada de Don Sandalio: “No he podido columbrar nada de su vida, ni en rigor me importa gran cosa. Prefiero.imaginérmela” (IV). Porque tal vez esa vida contradige la creencia en un yo exaltado, una mente febril e idealista como la del hidalgo manchego, y a través de las fisuras del imaginado personaje se revele el vacfo clamoroso; esto es, la tonterfa, la gran tragedia de la tonterfa humana." Y del desasosiego que—como vimos—experimenta Don Sandalio solo, a la espera de alguien que juegue con él, pasa- mos al que siente el narrador cuando le falta Don Sandalio, impedido de ir al casino por alguna dolencia: “Y luego me di casi a temblar pensando si en fuerza de pensar en mi Don Sandalio no me habia éste sustituide y padecta yo de una ‘This conteat downloaded from 128.119.168.112 on Man, 9 Feb 2016 14:26:51 UTC ‘All use subject to JSTOR Terms and Conditions CARLOS FHAL, Mi doble personalidad. ¥ la verdad, ibasta con una!” (IX). La personalidad de Don Sandalio invade la del narrador en la misma medida en que éste suplanta al ajedrecista haciendo de él un doble de su ser solitario y miséntropo, al cual adju- dica fantasias propias, negandose en cambio a prestar ofdo a las historias que se cuentan sobre él (como ahora, por ejem- plo, que a Don Sandalio le ha muerto un hijo). Parejamente el narrador nos excluye de su historia, la historia de su vida. {De dénde viene? {Cual es su edad y profesién? éCual es Ja herida—repetimos—que lo atormenta, ademas del sufrimiento por las tonterfas de los hombres? En el capitulo XIV el narrador contempla en la playa a una joven que, después de leer varias veces una carta, la hace aficos y més tarde se enjuga el Ilanto de los ojos. Todo sugiere aqui una historia de amor desgraciado. éEs éste el caso del narrador, expuesto indirectamente? Sélo en el capitulo XVI el narrador descorre un velo: “Ti sabes, mi Felipe, que yo si que no tengo, hace ya aitos, hogar; que mi hogar se deshizo, (...] td sabes que a esa pérdida de mi hogar se debe la agrura con que me hiere la tonteria humana.” Por qué el hogar se deshizo no resulta claro ni tampoco importa averiguarlo, Es més, el narrador parece exhortarnos a que no ahondemos en su vida. No obstante, en cuanto que en él se proyecta la figura de Unamuno, cuyas novelas abundan en motivos autobiogréficos (autobiografias” las lama certeramente Gullén), nos permi- timos unas suposiciones. Seria, pensamos, la circunstancia del destierro (en parte voluntario), padecido por Unamuno de 1924 a 1980, la que de algin modo se refleja en su novelita, que el autor fecha precisamente en el aio de su regreso a Espatia, A ese destierro no quiso que lo acompafiara su mujer ni ningtin miembro de su familia.” Y tanto en Fuerteventura ‘como en Hendaya el mar préximo consolé su soledad. No hay duda tampoco de que la inj como fruto de la necedad humana. La confesién del narrador sobre su falta de hogar acaece muy poco después de otra revelacién: que a Don Sandalio lo han metido en la eércel. Por supuesto, el narrador se niega a averiguar la razén de ese hecho, que le comunica un socio del casino. Prefiere, como siempre, hacerse preguntas (sin buscar ‘This content downloaded from 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC ‘All use subject JSTOR Terms and Conditions 12 ALEC 30.1-2 (2005) contestacién) o imaginarse escenas: “De lo que apenas me cabe duda [...} es de que no se le da [2 Don Sandalio} un bledo del problema o de los problemas que le plantee el juez. con sus indagatorias” (VD. Arremetiendo contra los jueces y sus tontos interrogatorios el narrador asume un aire quijotesco y, sino me equivoco, proyecta también sobre Don Sandalio la figura de ese Unamuno perseguido por la justicia del dictador Miguel Primo de Rivera. ‘Laestrecha asociacién entre el narrador y Don Sandalio se manifiesta en estas Iineas: “Iba pensando que acaso me con- vendria hacer construir en ellas [las ruinas de un caserfo visitado por el narrador] una celda de prisién, una especie de calabozo, y encerrarme alli” (XVI). Y, en Ja frase siguiente, irrumpe ya la imagen del hidalgo manchego como modelo prestigioso: "O, dno sera mejor que me leven, como a Don Quijote, en una jaula de madera {...}?” (XV. No para aqui la secuencia de motivos que permiten comparar a Don Quijote con el narrador y Don Sandalio: “iDon Quijote! iOtro solitario como Robinson y como Bouvard y como Pécuchet, otro soli- tario a quien un grave eclesidstico, henchido de toda la ton- teria de los hombres cuerdos, le llam6 Don ‘Tonto [...J!” (XV). El elogio (parcial) de la tonterfa, que observamos ya antes en la novela, culmina en este pasaje: el tonto puede serlo s6lo en la estimacién banal de las gentes (los graves eclesidsticos 0 jueces, los supuestos cuerdos, o sea, los tontos de verdad). Otro eco de Don Quijote se percibe poco después, cuando de nuevo el narrador busca refugio en el monte: “Y he llegado al roble, 2 mi viejo roble, y como empezaba a loviznar me he refugiado en sus abiertas entrafias” (XVID. Nos viene a la memoria Cardenio aliviando sus penas de amante despechado “metido en el hueco de un grueso y valiente aleornoque” (Don Quijote I, xxiii), Alli, en las asperezas de Sierra Morena, lo encuentra el caballero andante, tras haber liberado a los galeates. Llamado sorprendentemente a declarar ante juez, el narrador se entera de que Don Sandalio solia hablar de él, segtin dice un yerno del encarcelado: “éDe mi? [...] iPero si me parece que ni sabe cémo me llamo!,” contesta el narrador ‘Thin content downlad frm 128.118.168.112 cn Men. 20 Feb 2016 1426:51 UTC ‘All use subject JSTOR Tenus and Conditions CARLOS FEAL 143 (XVID. La cuestién no es de poca monta. Ya al ofrecerse el narrador a jugar con Don Sandalio, registra la reaceién de éste: “Acepté mi oferta y ni me pregunté, por supuesto, quién era yo, Era como si yo no existiese en realidad, y como per- sona distinta de él, para 61 mismo. Pero él si que existia para mf...” (VD, La supuesta divergencia de sentimientos se allana ahora: Tanto-el-narrador ‘como Don: Sandalio se reflejan el uno en el otro, pero en su soledad y ensimismamiento se interesan también el uno por el otro. En el compafiero de ajedrez no se busca, por tanto, el narrador (0 no se busca Don Sandalio) a si mismo sino a un préjimo capaz de dar y aceptar compaiifa. Esa compafifa o, si se prefiere, hermandad de los, solitarios, representada por el juego ya pacifico ya choque dramatico de personalidades En fin, tras la muerte de Don Sandalio en la eércel, el narrador recuerda una ocasién en que entro en un café: “Haba grandes espejos, algo opacos, unos frente a otros, y yo entre ellos me vefa varias veces reproducido, cuanto més lejos mas brumoso, perdiéndome en lejanfas como de triste ensueio. Qué monasterio de solitarios el que formabamos todas las imégenes aquellas, todas aquellas copias de un originalt” (XIX). éNo son también copias de un original, el de Miguel de Unamuno, los entes de ficcién que pueblan su novela? E} narrador, doble de Unamuno; Don Sandalio, doble del narrador (y también de Unamuno, por consiguiente). A esta idea apunta asimismo el autor en el prélogo general a su obra: “que en uno se funden y confunden los que respiran aire espiritual en nuestras obras de imaginacién y nosotros” (19). Perdidos en las brumas del espejo, Unamuno, su narrador, Don Sandalio, no aciertan a salir de su eércel de solitarios, a punto en todo instante de hundirse en la nada. Mas la atrac- cién del vacio la contrarrestan impulsos de signo opuesto: “Podrés decirme que también el Casino es una especie de galeria de espejos empaftados, que también en él nos vemos, pero... Recuerda lo que tantas veces hemos comentado de Pindaro, el que dijo lo de ‘thazte el que eresl,’ pero dijo también—y en relacién con ello—lo de que el hombre es ‘suefio de una sombra”” (XIX). La primera afirmacién de ‘This content downloaded from 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC ‘All use subject fo JSTOR Tens and Conditions 144 ALEC 30.1-2 (2005) Pindaro (“hazte el que eres”) se relaciona visiblemente con la idea unamuniana del “querer ser.” En el prélogo a sus Tres novelas ejemplares, Unamuno afiade este aspecto del indivi- duo a Jos sefialados por Oliver Wendell Holmes: “Y digo que, ademas del que uno es para Dios—si para Dios es uno alguien—y del que es para los otros y del que se cree ser, hay el que quisiera ser. ¥ que éste, el que uno quiere ser, es en él, en su seno, el creador, y es el real de verdad” (973). Por otra parte, adjudicando al que “uno quiere ser” la condicién de “creador,” Unamuno incide en la segunda afirmacién de Pindaro: el hombre es “suefio de una sombra.” Ya que entiende que esa frase apunta a la capacidad de sofiar (0 sea, crear) que tiene el ser humano. Pero, en cuanto que tal capa- cidad no se ejerce siempre—asi como no siempre el individuo se esfuerza por ser y, frente a casos de “querer ser,” los hay de “no querer ser” (Prélogo a Tres novelas 973)—, Unamuno distingue dos clases opuestas de personas: “Pues bien: los socios del Casino no son suefios de sombras, sino que son sombras de suefios, que no es lo mismo. Y si Don Sandalio me atrajo alli fue porque le sent{ sofiar, sofaba el ajedrez, mien- tras que los otros...” (XIX). De nuevo Don Sandalio se asimila al narrador: los dos son sofadores creadores, mezelas de Segismundo y Don Quijote: “Comparad a Segismundo con Don Quijote, dos sofiadores de Ja vida” (Prologo a Tres novelas 974). Las cruciales cbservaciones de Unamuno pueden ain prolongarse en el sentido siguiente. El que uno quiere ser exige ser narrado 0 novelado (esto es, inventado) por uno mismo. Narrado 0 novelado por otro se confundiria con el ser ideal de uno para ese otro (el Juan ideal de Tomas, en el ejemplo de Holmes, que Unamuno cita). Cierto, esta perspec- tiva se da también en Don Sandalio, en cuanto el narrador atribuye tal “querer ser” (sin datos suficientes) a su com- pafiero de juego, haciendo asf de éste un héroe de la voluntad, en terminologfa unamuniana. Pero a la vez intuye en Don Sandalio a un narrador 0 novelista, lo cual le haria pasar de objeto a ser sujeto de invencién: “iQué iba a hablar de mi si no me conocfal iSi apenas me oy6 cuatro palabras! iComo no “This content downloaded from 123.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC "All We eject fo JSTOR Terms abd Conditions CARLOS FEAL 145 fuera que me inventé como yo me dedicaba a inventarlo! iHaria 61 conmigo algo de lo que yo hacfa con él?” (XVII). En el epflogo a Don Sandalio el autor afirma esperable- mente; “me va ganando una sospecha, y es que se trata, siquiera en parte, de una ficcién para colocar una especie de autobiografia amafada, Osea que el Don Sandalio es el mismo- autor de las cartas.” Tal idea, “sin” embargo, s6lo tendria sentido si aceptéramos Ia ficcin realista de un texto que el llamado Felipe hace Negar a Unamuno. Pero La novela de Don Sandalio, precisamente en cuanto novela o invencién (“autobiografia amafiada” de Unamuno), posee una innegable estructura dialégica: didlogo 0, si se prefiere, monodidlogos del narrador con Don Sandalio y con Felipe. ‘Nétense también los esfuerzos del narrador por acordar sus opiniones con juicios ajenos, las experiencias compartidas con su amigo Felipe: “Recuerda lo que tantas veces hemos comentado de Pindaro” (XIX). Igualmente atribuye a Pepe el Gallego ideas bien unamunianas, para las que pide, ademas, al refrendo de Felipe: “Lo que hoy te tengo que contar, mi ‘querido Felipe, es algo inatidito, algo tan sorprendente, que Jamas se le podria haber ocurrido al més ocurrente novelista. ‘Lo que te probara cudnta raz6n tenia aquel nuestro amigo a quien lamsbamos Pepe el Gallego” (XV). Las ideas unamu- nianas, que el narrador expone, han de ser debatidas con los demés, a fin de lograr una suerte de concordia: “Y de aqui, del choque de esos hombres reales, unos con otros, surgen la tragedia y la comedia y la novela y la nivola. Pero la realidad es la intima” (Prologo a Tres novelas... 974). Hacia el final del escrito Felipe anima'a su corresponsal a que busque noticias de Don Sandalio. El narrador, por su- puesto, se niega: “No me interesa su historia, me basta con su novela. ¥ en cuanto a ésta, Ia cuesti6n es sofiarla” (XXID). ¥ a continuacién precisa mas su nocién de la novela como género refractario a los datos, los hechos (el llamado rea- lismo). Arremete también contra doctrinas en boga (freu- dismo y marxismo), las euales—para él—no aciertan a captar la esencia del vivir humano y, por consiguiente, no valen tampoco para estructurar un relato novelesco: “El problema més hondo de nuestra novela, de la tuya, Felipe, de la mfa, de ‘This eontent downloaded from 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14.26:51 UTC ‘Alluse subject to JSTOR Terms and Conditions 146 ALEC 30.1-2 (2005) la de Don Sandalio, es un problema de personalidad, de ser 0 no ser, y no de comer 0 no comer, de amar o de ser amado” (xx). Una vez més el narrador resulta aqui exponente de ideas de Unamuno, que con mayor detalle se contienen en el prologo a El hermano Juan o el mundo es teatro, uno de los liltimos escritos de su autor: “frente a esta doble concepeién materialista de la historia—dirijida ésta por el hambre y por 1a libido—hay la concepeién historica de la materia, 1a de la personalidad” (714). Pero, en su afin de destacarse, ‘Unamuno afsla un problema—la lucha de la personalidad por hacerse y ropresentarse—con olvido de otros problemas igual- mente cruciales, como ol de “amar 0 de ser amado.” No hay que salir de Don Sandatio para corregir y ampliar la teoria unamuniana de ta personalidad. éSon acaso el narrador y el ajedrecista seres reductibles bdsicamente a la dimensién del “querer ser.” {No figura también en ellos como componente esencial la apertura al otro? El narrador no podria ignorar el interés de Don Sandalio por é1, parejo al que él siente por Don Sandalio (0 por Fetipe)."* Ninguno es, en este sentido, semejante a Don Juan, el personaje en quien Unamuno encarna el deseo de representarse a si mismo y que asimila incluso a Don Quijote y Segismundo en su condiciin de sofia- dores: “Se suefian los tres y saben que se suehan” (Prélogo 714). Pues Don Juan es también un “onanista,” un “perfecto egoista, que es siempre, aun en la mas intima compafifa y en el mas apretado abrazo, un solitario” (Prélogo 715). A través dal juego de ajedrez, en cambio, dos solitarios se forjan una compaiia, sin palabras apenas, sofindose uno a otro, que es distinto a estar, como Don Juan, “siempre en escena, siempre sofidndose y siempre haciendo que le suefien, siempre sohado por sus queridas. Y sofdndose en ellas” (Prologo 714). Don Juan, aunque suehe, fracasa como novelista, ya que no se interesa verdaderamente por la vida de nadie, por los suefios de nadie, salvo si esos suefios Io tienen a él, Don Juan, como objeto. La novela de Don Sandalio, contrariamente, apela al novelista que Don Sandalio leva dentro 0, més atin, que todos Hevamos dentro: “nuestra novela, la de cada uno de “This content downloaded from 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC “Alle eubject to JSTOR Terme and Conditions CARLOS FEAL 17 nosotros, es si somos més que ajedrecistas, o tresillistas, o tutistas, 0 casineros, 0... la profesin, oficio, religion 0 deporte que quieras, y esta novela se la dejo a cada cual que se la sueie” (XXID). De tal modo se nos anima a ser o hacer- nos lo que somos intimamente, més all de la profesién o las, actividades que constituyen nuestra vida externa. La novela-de Don Sandalio, la'de-él-sobre:st mismo; se opone por tanto a la novela de Don Sandalio por otro. Por eso Don. Sandalio debe sustituir al narrador. Haciéndose (sofidndose) a sf mismno, llegando a ser quien es, Don Sandalio se hace real en un mundo donde se cuestiona la posibilidad de ser real en la mente de Dios. Se evade de la niebla, de las sombras a que se reducen los humanos en un café 0 casino, Teflejados en los espejos circundantes.!” Si comparamos ahora la figura del narrador con protago- nistas de otras obras de Unamuno suscitadas por la experien- cia del destierro, podemos observar diferencias. E] narrador de Don Sandalio no huye de ninguna leyenda de s{ mismo, manifiesta en un libro, como Julio Macedo en Sombras de suetio 0 U, Jugo de la Raza en Cémo se hace una novela. De hecho, su leyenda posible se nos sustrae; sélo superponién- dolo a la persona de su creador, Unamuno, somos capaces de dotarlo de alguna entidad. De otro modo se nos escapa. Ha renunciado a novelarse (inventarse) ante nosotros para ima- ginar a Don Sandalio aplicado a esta tarea. He aqui un modo original de enterrar la propia leyenda, que tanto persiguié a ‘Miguel de Unamuno.!* El olvido voluntario de si mismo, la renuncia al protagonismo, la lleva a cabo el narrador/Una- muno promoviendo-a Don Sandalio, un simple individuo— situado on el marco intrahist6rico de una’ cluded provin- ciana—, a la categoria de héroe, Como ser anénimo, forastero poco comunicativo, el narrador acierta a fundirse con el callado Don Sandalio. Bsta coincidencia facilita el trasvase a Don Sandalio del ideal preconizado por el narrador. El ideal—el suefio—se expande a otro, a otros, entre ellos los lectores, a quienes se anima también a hacerse héroes, esto es, personajes de novela. En el capitulo tiltimo el narrador insiste en su actitud ante Felipe: “Ahora te me vienes con eso de que eseriba por lo “This content downloaded from 128.119.168.112 en Men, 29 Feb 2016 14:26:81 UTC ‘Alluse subject to JSTOR Terms and Conditions 148 ‘ALEC 30.1-2 (2005) menos la novela de Don Sandalio el ajedrecista. Escribela ti si quieres. [...] Y tui mismo mientras asf le suefes y con él dialogues te harés novelista. Hazte, pues, Felipe mio, novelista y no tendras que pedir novelas a los demas” (XXID. Doble exhortacién, por tanto, la del narrador en el curso de La novela de Don Sandalio: a hacernos novelistas de los demas y de nosotros mismos, porque una cosa es inseparable de la otra. ¥ mi novela coexiste necesariamente con la que otros se inventan y de la que yo formo parte. Choque de novelas o nivolas."® Tras Jas palabras citadas tltimamente el narrador se despide de su amigo, mas no sin antes informarle que deja el lugar donde lo persigue “la sombra enigmética de Don Sandalio”: “maiana mismo salgo de aqut y voy a ésa para que continuemos de palabra este didlogo sobre su novela” (XXIII). Y¥ por qué se va el narrador? éPorque Ja tonteria humana lo persigue dondequiera que esté y, por tanto, un sitio da lo mismo que otro? 40 no seré més bien la causa de su partida que Don Sandalio ha muerto y que Ja compania silenciosa mantenida con é1 no puede ya prolongarse? Pues la “sombra enigmatica de Don Sandalio,” lo mismo que la tonterfa humana, no se vincula a un lugar especifico. Y el narrador, de hecho, no intenta desasirse de esa sombra (ese nuevo pereonaje en el teatro de su mente) sino evocarla, aunque no ‘a solas. La novela de Don Sandalio se termina con el anuncio de continuarla en otro lugar, en colaboracién con Felipe, quien asume el papel del lector implicito, El final deviene punto de partida: origen de un didlogo entre autor y lector (querido lector), que da lugar a un texto nuevo y al proceso de hacernos novelescamente mientras recreamos lo ya escrito, NOTAS 1, “Pourquoi le scriptible est-il notre valeur? Parce que T’enjeu du travail littéraire (de la littérature comme travail), c'est de faire du lecteur, non plus un consommateur, mais un producteur du texte” (Barthes 10). Como es sabido, lo scriptible en Barthes se opone a lo lisible: “En face du texte scriptible s'établit donc sa contrevaleur, sa This content downloaded frm 128.119.168.112.0n Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC ‘All use subject t JSTOR Terms and Conditions -CARLOS FRAL °° 149 valeur négative, réactive: ce qui pout tre lu, mais non écrit: le lisible. Nous appelons classique tout texte lisible” (10). 2, Aqui el narrador expone ideas de Unamuno: “me ocurre lo que al pobre Flaubert: no puedo resistir la tonteria humana” (Contra esto y aquello 1040). Ricardo Gullén (820) y Carlos Claveria (“Unamuno ¥ Ja ‘enfermedad de Flaubert”) sefialan este paralelo. 3. La novela consta de veintitrés cartas 0 capftulos (todos muy breves), numerados en romanos. Mis citas se refieren al capitulo correspondiente. 4, Como diee Gullén: “No vivié don Miguel, parte de su vida, en tertulias, y no siempre impartiendo sabiduria o debatiendo grandes, temas de teologia y metafisica?” (313), Por su parte, Claveria hace el siguiente comentario: “A los ‘tontos de. repeticién,’ es decir, ‘los, sabios," ‘los del sentido comin,’ oponfa don Miguel ‘los tontos de invenci6n,’ a los que él debia prestar ofdo con frecuencia” (81). Habria que pensar que Schopenhauer olvidé distinguir entre los tontos de invencién (quienes inventaron los naipes) y los “tontos de repeticién” (quienes juegan con ellos). 5. Destaquemos de nuevo la base realista de este texto despegado aparentemente de la realidad. Escribe Unamuno: “He conocido muchos jugadores de aledrez y he jugado a su juego con muchos de cellos” (Contra esto y aquello 1184). 6. En el prologo a Lo tia Tula, Unamuno habla de las “raices teresianas y quijoteseas” de su novela (1040). 7, Salvadas las distancias, aproximariamos estas lineas a versos del poema “Aldebarén”: “iSiempre solo, perdido en lo infinito, / Alde- bardn! / ¢Perdido en la infinita muchedumbre / de solitarios... / sin hermandad? / {0 sois una familia que se entiende, / que se mira en los ojos, / que se eambia pensares y sentires[...]?” (Poesta I, 95). 8, Aduzcamos los versos finales de “Aldebarén” como muestra de ‘un clima espiritual semojante: “iSi la verdad Suprema nos eifiese / volverfamos todos @ 1a nadat / De eternidad es tu silencio prenda, / iAldebarsin!” (Poesia U,, 97). 9. En “La locura del doctor Montarco” Unamuno desarrolla este panto: “Hubo una jugada, (...] un jaque que no rematé en mate, que fue extraordinaria. Usted hubiera visto ejmo empuf, con la mano toda, su eaballo y lo puso dando un golpe sobre el tablero, y Smo exclamsé: ‘ijaque!” G17). 10. Durante la crisis de 1897 Unamuno, presa de la angustia del vacio, se refugiard en el salmantino convento de San Esteban. Alli, asomado al brocal del pozo on el claustro, exclama insistentemente “iDios, Dios, Dios!” y concluye con otra exclamacién: “i¥o, yo, yo!” aleedo 110). ‘This content downloaded from 128.119.168.112 on Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC ‘Alluse subject to JSTOR Tenn and Conditions 150 ALEC 80.1-2 (2005) 11. Ya en el prologo a San Manuel Bueno, mértir y tres historias més, Unamuno se plantea esta disyuntiva: “Don Sandalio es un per- sonaje visto desde fuera, euya vida interior se nos escapa, que acaso no la tiene” (1118). Pronto, sin embargo, replica: “éPero es que mi ‘Don Sandalio no tiene vida interior (...J? Pues qué es una partida de ajedrer, sino un monodidlogo, un didlogo que el jugador mantiene ‘eon su compafiero y competidor de juego?” (1118). 12. "Cuando se me desterr6 [...] pedi a los mios, a mi familia, que rninguno de ellos me acompaiara, que me dejasen partir solo” (Cémo se hace una novela 156). 13. Afirma Claverfa: “no cabe duda de que don Miguel la escribi¢ {La novela de Don Sandatio} en los wltimos tiempos de su destierro en Francia, antes de la caida de la dictadura de Primo de Rivera, E] ‘apacible rine6n de la costa al pie de las montanas que se miran en la mar’ es Hendaya, aunque Unamuno meta en su historia temas de una vida entera” (86). 14, Un comentario semejante a éste se halla en Vida de Don Qui- Jjote y Sancho (255-56), lo que muestra una ver més el lazo entre el narrador y Unamuno. 15. Escribe Francois Meyer: "El ser de ficcién [unamuniano}, el ‘inico ser concreto, no existe sino por una continua relacién con otro: suefio entre suefios, se sostiene reflejado, modificado, aplastado © salvado por esos otros suefios que dependen también de él, del mismo modo y en la misma proporeién” (76). 16. Comentando el pensamiento de Unamuno, escribe Pedro Lain Entralgo: “Ante el otro, y movido yo por mi amorosa compasién, mi imaginacion descubridora inventa que él es persona, encuentra on él su fraterna condicién del otro yo” (152). 17. Meyer resume muy bien esta dialéctiea unamuniana entre el ser y la nada: “B! suefo en que mi yo consiste esté en continua creacién, ee deshace y se vuelve a rehacer; tengo que soharme, sin ‘tregua, y volverme 2 sofiar, afirmar mi vide contra mi muerte y vivir en continua agonia” (73). 18. “El Unamuno de mi leyenda, de mi novela, el que hemos hecho juntos mi yo amigo y mi yo enemigo y los demds, mis amigos y mis ‘enemigos, este Unamuno me da vida y muerte, me crea y me destruye, me sostiene y me ahoga. Es mi agonfa. iSeré como mne creo 0 como se me cree?” (Cémo se hace una novela 133), Unamuno, pues, revela tanto la importencia de sofiar como el riesgo de ser sustituido por el suefio, Para Sombras de sueto véase mi articulo “Cémo se hace teatro una novela...” 19. Esta llamada @ hacerse uno novelista equivale al deseo una- muniano de “hacer de Espana un pueblo de yos" (cit. por Juan Mari- chal 231). Marichal califica de “quijotesea” tal aspiraciGn. “This content downloaded from 128.119.168.112 on Men, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC. ‘Alluse subject to JSTOR Tess and Conditions - 161 OBRAS CITADAS Barthes, Roland. $/2. Parfs: Seuil, 1970. Cervantes, Miguel de. Don Quijote de la Mancha, Ed. Martin de Riquer. Barcelona: Juventud, 1971. 2 vols. Claveria, Carlos. “Unamuno y la ‘enfermedad de Flaubert.” Temas de Unamuno, 2a. ed. Madrid: Gredos, 1970. 63-96. Feal, Carlos. “Cémo se hace teatro una novela: Sombras de suerio de Unamuno.” Anales de la literatura expanola contempordnea 20:3 (1996): 815-29. Granjel, Luis 8. Retrato de Unamuno, Madrid: Guadarrama, 1957, Gullén, Ricardo, Autobiografias de Unamuno. Madrid: Gredos, 1964. Lain Entralgo, Pedro. Teorfa y realidad del otro. Madrid: Alianza, 1983. Marichal, Juan. “La voluntad de estilo de Unamuno y su interpreta- cién de Espaia.” La voluntad de estilo. Barcelona: Seix Barral, 1957, 217-32. Meyer, Francois. La oniologia de Miguel de Unamuno, Trad. ‘Ceséreo Goicoechea. Madrid: Gredos, 1962. Salcedo, Emilio. Vida de Don Miguel. 3a. ed. Salamanca: Anthema, 1998, Unamuno, Miguel de. Cémo se hace una novela. 2a. ed. Madrid: ‘Alianza, 1968. Contra esto y aquello, Ensayos. Vol. 2 Ensayos, 7a. ed, Madrid: Aguilar, 1966-67. 2 vols. “La locura del doctor Montarco.” Ensayos. Vol. 1. 505- 19. . Nada menos que todo un hombre. Obras Completas. Vol. 2 La novela de Don Sandalio, jugador de ajedrez. Obras, Completas. Vol. 2 Obras Completas. Rd, Manuel Garcia Blanco. Madrid: Bscelicer, 1966-71. 9 vos. - Poesia Completa. Ed, Ana Suérez Miramén, Madrid: fianza, 1987-89. 4 vols. : Prélogo @ El hermano Juan o El mundo es teatro. Obras Completas. Vol. 5. 713-25. Prologo a San Manuel Bueno, mértir y tres historias mds. Obras Completas. Vol. 2. 1115-25. Prélogo a Tres novelas gjemplares. Obras Completas. Vol 3. 871-77. ‘San Manuel Bueno, mértir. Obras Completas. Vol. 2. La tia Tula, Obras completas. Vol. 2. Vida de Don Quijote y Sancho. Ensayos. Vol. 2 ‘This content downloaded from 128.119.168.112 0a Mon, 29 Feb 2016 14:26:51 UTC ‘All use subject to JSTOR Tene and Conditions

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