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Universales y Bastardos

Flores de papel

Tengo una habilidad inútil que no puedo recordar cuando apareció: puedo nublar mi
pupila, desenfocar lo que percibo, de esta forma hago a voluntad que las cosas del ambiente
parezcan desvanecerse, desfigurarse, como si estuviesen hechas de arena, así como la gota de
lluvia que aterriza en el ojo, cuando llora, al desconcentrarse en la lectura y quedarse inmóvil
sin pensamiento y viendo las letras nublarse, así veo yo a voluntad hasta sentir el principio del
mareo y vuelvo a mi vista usual. Pero con las luces sucede algo particular. Los focos tienden a
iluminar el oscuro, proyectan el brillo en una combustión interna dentro del cristal. Es perfecto
para que mis ojos vean, con la pupila nublada, la maravilla de estar bajo radiantes papeles
cortados en un patrón condicional que las hace estar juntas, con ciertos hoyos, formando algo
más confuso que el copo de nieve, o más similar al diente de león que vuela, mientras más me
esfuerzo en desenfocar, más real se vuelve: parecen flores, flores de papel, sin tallo ni espinas,
solo pétalos palpitando y haciéndose más real. Arriba desde los postes su luz amarilla baña la
vereda, ya casi percibo su olor, las flores amarillas de papel vuelcan más hermoso caminar en
medio de su aplauso. Es una forma de sentirse principal en medio de la calle solitaria, que en el
fondo el amor va abriendo sus brazos.

En qué piensa un hombre cuando se sienta en un banco del parque

Sobreponiendo la gravedad necesaria para dedicarle un tiempo a pensar en su


problema. Solitario sentado contando las brisas que le golpean, su ocupación también es
disfrutar del ambiente de un parque. Sacar a pasear su mente.

En lo primero, el hombre viste de trabajo obrero: botas que hacen más pesado el
ejercicio de caminar, pantalón de seguridad, polo manga larga estableciendo su monótono
color: el azul adolece y acompaña. En su quietud pone en suspenso lo que hará. Lamento su
tragedia y su sensibilidad. No es que mire nada, mira su fututo y lo ve blanco. Tiemblan sus
cejas, va arqueando sus labios, está a punto de romper en llanto. Está pensando mal, pero
trata de sumar razones. Entonces se motiva ya no con odio, sino con sus objetos sentimentales
de la nostalgia. El proceso le ha llevado un poco más de diez minutos, pero está estable. Qué
feliz estado, pocos veo, en un parque, un solo hombre.

Hambre

Solitario sobre la tierra, el cuerpo flexible con las curvas, caliente ante el frío de la piedra,
soportando el propio filo de las uñas al rascarse, vive el perro un solo día en todo el año.
Viento materno musita. Alza la cabeza y la vuelve a acostar. Escalofrío continuo. Saltos por
extraños sonidos. Ladra por invasores de su espacio. Le pesa levantarse cuando la llanta se
acerca. Témanle que es un perro hambriento. Al despertar verán su habilidad de sobrevivir
comiendo lo mejor de la basura. En todo lo malo siempre encuentra algo bueno, mire al perro
que acaba de mofarse el hueso de su gato enterrado.

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