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El Drinianus de Alexandra

capita
de las casas pintadas
sí es, la vida y sus
regalos
canta con el perfume,
se alimenta de sus
haceres
pactadas marianas
en un especial
encuentro
enormes formas de
decir
solo una cabe dentro
del drinianus
(edición de oro)
Puede ser, pero lleva el nombre de una nació n. País entero dividido por
regiones: La Caldera, de la que todos hablan y temen; Santa Luz, favorita por la
mú sica; Santa Lucía, dó nde plantaron al sabio; Marcanos, perfecto para ver buenas
mujeres; Hutacanos, allí inventan nuevos tragos; Altas, bajos de població n; y, Mata
Espanta, porque se empezaron a hacer sombreros con pieles de rata, son las
provincias por el norte. Del resto hablaré má s tarde, pues siempre hay que
empezar visitando de arriba a abajo.
Muestra La Caldera su principal atracció n, tal vez ú nica: volcanes derramando
flores bajo sus faldas. Algunas de ellas son rojas, otras moradas. Los pobladores del
Mu recolectan los pétalos cada setiembre, los mezclan con azú car, algo de leche de
tarro, mantequilla casera, y un poco de sus secretos para terminar usando el
preparado sobre una masa con pasas. Es así como se desarrollan las famosas
galletas Angelitos en memoria de los niñ os fallecidos del lugar. Las madres, o las
cocineras, suelen cambiar las galletas que prepararon por unas clá sicas,
igualmente, en forma de angelitos, cuando los turistas van a tomar fotografías o
escribir poemas sobre el amor de madre.
El columnista Carlos Munshttan, del diario Telegrama, introdujo por primera vez la
historia junto a unas imá genes que había tomado desde las entrañ as de las cocinas,
lugar exclusivo para las madres que festejaban. Un hecho censurable por los
moralistas, pero no lo fue. Fue así como, desde un sá bado catorce, el perió dico
logra posicionarse por casi una semana como el diario má s vendido dentro del
grupo informativo. Estuvo sobre Desde el aire, Mustan (en realidad, Munshtan, con
una sola 't'), El Tercer Ojo, El Mar de Sara, Naturaleza, y, la má s aplaudida por la
cantidad de revelaciones, Cómplices. Los lectores esperaban má s redacciones del
periodista cuando compraban en los puestos. Murió un día antes de la primera
publicació n. Los días restantes fueron sobre teorías. Má s sobre esto en las líneas
finales.
Mensaje de Sara

Mi dueñ a, Alexandra, he podido conseguir, gracias a mera casualidad, porque no


pienso darle las gracias a un musulmá n, la hoja dentro de la negra Telegrama.
Asegú rese usted de estar guardada de leer las siguientes palabras, pues, las
celebraciones en Mu no son para contarse como una historia cualquiera, mucho
menos como un cuento. Si correr el riesgo quiere, valiente no lo es, gata sí, es
importante que se entere de lo siguiente:

Uno. Haga esfuerzo en colocarse la cantidad de añ os que usted cree tener. Mírese
en el espejo, siga el recorrido de su cuerpo, después diga una o unas palabras que
describa y aguarde lo que cree significar, allí será cuando descubra su edad de
mente. La edad permitida, escú cheme bien, depende del sujeto; es decir, uno
mismo deberá sacar sus propias conclusiones. Si piensa estar lista, cuando no es
así, se podrá dar cuenta si es que en la noche que termina de leer el texto ha de
haber soñ ado con la historia, o, aun mayor, con uno de los niñ os.
Dos. La fotografía no debe verse por buen tiempo (un tiempo para recordar); será
suficiente por menos de un minuto. La razó n: cuando algo es sorprendente a forma
personal, como seres sociales hacemos cuenta a los otros y le tratamos de narrar
como es que fue o le pareció . Ya en el Cero se ha dicho: no debe contarse el Mu a lo
simple. No, por favor. Ademá s, esta fotografía es importante en las teorías de má s
pronto.
Tres. Tenga en cuenta el no dejar ninguna vela encendida dentro de toda la casa.
Esto segú n creencias: la vela es el cuerpo, la llama el alma. Si come el alma al
cuerpo, o mejor decir lo desgasta, es porque vive, mas no se entienda como si
quisiese vivir. Las penas, o las almas sin cuerpo (fantasmas) verá n o sentirá n su
vida pasar bajo un simple simbolismo, causando una serie de reacciones en su
energía, alborotando las cosas de su casa, haciendo sonido que no la dejará n
dormir.
Cuatro. Confíe en que nada pasará . Confíe en que la hermana menor no le hará
nada mientras duerma; ella solo expresará su amor; siempre en buenas formas.
Mensaje del escritor

La historia del Mu fue dividida en cinco publicaciones gracias a Telegrama, marca periodística.
Tras enterarse el diario de la muerte de su corresponsal decidieron hacer el fraccionamiento.
En la primera (esta que se mostrará a continuación) fue la noticia bomba, pues es la que incluía
las tres imágenes denigrantes para los defensores de la privacidad cultural. El resto de las
escrituras se están restaurando e interpretando, pues el señor Carlos Munshttan tenía una
extraña forma de escribir. Así, como se están acoplando los textos, se le será entregado a
usted, Alexandra, a quien le fue confiado y encomendado por Sara, mi amigo, por razones que
sigo desconociendo. Y como confío en él, pues confiaré en su persona.
28/09/1967

A casi hora y media por rieles después de llegar al terminal José Virginia y Marcial
(animalista que falleció tras publicar y defender un informe sobre la corrupta venta de
gallinazos rosados alrededor del lugar), sentimos, en el camino, el cambio de frío a calor
casi instantáneo recorriendo desde la punta de los pies hasta donde empiezan los
cabellos, provocando así las felicitaciones mutuas en silencio por haber llevado abrigo
frondoso dentro de un vagón del Ferroaviador, nombre con el que se conoce al
transporte por donde fuimos: Natalia, mi esposa; Josefa, mi asistenta de guía; y colegas
periodistas y turistas; visitamos Mu, un pueblo que los más enterados ya sabrán de su
existencia; y los que no conocen les invito a gastar todo lo que se lleva, más que el
dinero.
La llegada es muy fácil como el encontrarse con una amita que ofrece ayuda a los
pedidos y reclamos. Todas morochas y de cabello justo como para verse iguales entre sí,
o eso decía el gordo que me acompañaba. Él, que se encontraba a mi izquierda
haciéndome sombra con su melena de barba y gigante rostro, era corresponsal del
semanario Mustan. Joven, pero con experiencia. De rulos dorados y delgados; las barbas
planchadas; con muecas en la nariz; con guiños en los labios; con aliento de empanada
de carne, y gracias al cielo, sin cebolla, platicábamos sobre lo que veríamos en unos
minutos.
Llevaba yo un acostumbrado pequeño libro de apuntes, de lo más casual, y mi bolígrafo
recién comprado, érase uno azul. Anotaba:
“conversamos; pero nos vimos muy pocas veces los ojos. grandes, para marcarlo,
azules, para hablarle. decía que ya había ido una vez, pero fue hace cinco años junto con
su esposa y su hija Claudia. ya sabía algo del lugar, me contó cómo fue la fundación de
Mu, como es que llegaron las primeras personas. aquel lugar me lo hacía sonar
romántico, que bien me siento entonces de haber traído a Natalia, espero que con esto
me perdone por celebrar la muerte de su madre.
el gordo, de nombre complejísimo, me mostró una de sus poesías que había anotado en
el lugar, en el prado. lo único que recuerdo de su relato, porque como sé a lo poetas no
les gusta hacer ver la forma de su letra, fue: te fuiste dejándome…
solo eso, me gustó demasiado como sonó en aquel momento: te fuiste dejándome
me decía, en su tiempo, cuando el gordo estaba en Mu, todos hablaban de sus madres,
ninguno de ellos salía del lugar sin pensar o escribir o pintar a esas mujeres; pues al
llegar, con tan solo pisar el suelo, se respiraba la maternidad… para algunos érase
pesado; para otros, ligero; pero para el gordo era nada, para el gordo no había viento”
Llegamos, y mi esposa tomó mi mano. Me dijo, a susurros: ¿crees que tengamos sexo
hoy? A lo que no obtuvo respuesta a su pregunta, pues en sus ojos había espanto, horror,
y eso me hizo asustar y callar
7114

9025

(los números han despertado los


estudios más delicados entre los de
alma libre. Pero ninguno tiene la
menor idea. Nadie ha podido dar
con la razón de las cifras. Plantea
María Isabel Granda: solo son
números que nos seducen para
hacer que vayamos a ese pueblo
bendito)

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