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RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA

COMISIÓN DEPARTAMENTAL DE INTERCESIÓN


DIÓCESIS DE JUTIAPA

COMISIÓN DE INTERCESIÓN DEL MUNICIPIO DE SANTA CATARINA MITA


DOMINGO 13 DE FEBRERO DE 2022

1. Saludo
2. Oración
3. Momento de escucha a los hermanos
4. Tema: El combate Espiritual
5. Introducción

La vida es una eterna lucha. Desde que venimos a este mundo tenemos que ir superando
obstáculos, desarrollando habilidades y potenciando cualidades, todo esto con la finalidad
de conseguir el objetivo más preciado de la vida humana: La felicidad, o su sinónimo, la
plenitud de vida. Como cristianos, debemos tener claro que nuestro objetivo no debe de
pasar por una plenitud de vida sustentada en bienes materiales; más bien, la plenitud de
vida del cristiano está en el amor – porque Dios es amor – 1 Juan 4, 8 y en sus dones
espirituales, sin menospreciar las bendiciones materiales que Dios nos regala a diario.

Para todos aquellos cristianos que anhelamos alcanzar la plenitud en el amor cristiano y
los dones espirituales de Dios, tenemos que luchar a diario contra diversos enemigos que
impiden alcanzar estos objetivos; pero, ¿Quiénes son esos enemigos?

EL DEMONIO
El demonio es un ser eminentemente espiritual, de naturaleza angélica y condenado
eternamente, que posee cierto poder, el cual utiliza contra nosotros con la finalidad de
alejarnos de Dios; pero éste ya ha sido derrotado por el triunfo de Cristo en la cruz. Aún
así, la lucha sigue para los cristianos, es necesario recordar que el maligno “ronda como
león rugiente buscando a quien devorar” 1 Pedro 5:8 . El demonio busca separarnos de
Dios, porque le odia con todas sus fuerzas, y para lograr su cometido se vale de la
tentación; por medio de la tentación, el demonio busca que desconfiemos de Dios, de su
amor y bondad, pretendiendo que las personas nos rebelemos contra Él, que le
rechacemos y que nos volvamos contra sus designios amorosos. La clave de la tentación
es dividir, separar al hombre de Dios y separar al hombre del hombre mismo.

EL MUNDO
El mundo, en sí mismo, no es malo, pero este ha sido corrompido y deformado por el
demonio, quien ha hecho que este se vuelva contra Dios.
“Este mundo” es totalmente diferente y opuesto al mundo que Dios creó para la
humanidad y los demás seres que lo habitan; este mundo “creado” por el demonio,
tristemente engloba una materialización que rechaza y olvida a Dios, que promueve
antivalores, normas y criterios totalmente opuestos al Evangelio predicado por Jesús.

“Este mundo” nos presenta el tener, el poder y el placer como ejes de acción y fuentes
de realización para la persona humana, convirtiendo al individuo en un simple producto a
merced de los caprichos de la sociedad que le circunda, despreciando la verdadera esencia
del individuo, su dignidad humana.

NOSOTROS MISMOS
Nuestra lucha no solo es contra el demonio o el mundo corrompido por él, sería
irresponsable de nuestra parte culpar siempre al demonio o al mundo de nuestras caídas y
de nuestra rebeldía hacia Dios, ya que, ni el demonio se la pasa todo el tiempo
“tentándonos”, ni el mundo nos hala a cada instante a hacer lo que es contrario a Dios.
Nuestra lucha es también contra nosotros mismos:
El ser humano no es malo por naturaleza, porque Dios lo creó bueno y perfecto, pero al
darle cabida al pecado, es el hombre quien deforma esa naturaleza; y, aunque sigue
siendo bueno y perfecto por ser creación divina, está inclinado a obrar contrario a la
voluntad de Dios, dejándose llevar por las pasiones de la carne que enturbian su espíritu.

Son las pasiones de la carne las que consumen a la persona, deformando su misma
humanidad, convirtiéndonos en nuestros propios enemigos. Porque somos nosotros
mismos los que con nuestros pensamientos, palabras, obras u omisiones negamos la
voluntad de Dios, los que con nuestras pasiones desordenadas instrumentalizamos a las
personas, volviéndolas meros objetos desechables que solo sirven de medios para
alcanzar nuestros fines mezquinos y egoístas.

Somos nosotros mismos los que con nuestras acciones equivocadas atentamos contra los
que están a nuestro alrededor, los que con palabras ofensivas y soeces insultamos a los
que poseen nuestra misma dignidad, somos todos aquellos que vivimos esclavos de
nuestros vicios, caprichos y malos hábitos; por todo esto y más, nosotros mismos somos
nuestros propios enemigos y debemos de luchar contra todas esas tendencias que buscan
separarnos de Dios, la cual es consecuencia directa del pecado cometido por nuestros
primero padres.

Todo el universo fue creado por Dios y «Dios vio que todo cuanto había hecho era muy
bueno» (Gen 1, 31). Sin embargo, despacio y sin cesar el maligno logró ejercer su
influencia sobre las personas, familias, lugares, organizaciones, movimientos, gobiernos e
incluso naciones en su conjunto. San Pedro nos advierte: «Sed sobrios y estad vigilantes,
porque vuestro enemigo, el diablo, ronda como león rugiente buscando a quién
devorar» (1 Pe 5, 8). Lo que necesitamos hacer es detectar al enemigo y sus artimañas y
no sucumbir al miedo o la histeria que busca demonios en cada situación.
El combate espiritual
Aquellos que han experimentado el Bautismo en el Espíritu Santo y han entregado su vida
a Jesús de nuevo, parecen estar siempre enfrentados al ataque activo de Satanás en
tentaciones directas o sutiles. «Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre,
sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este
mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas» (Ef 6, 12). El
conflicto implica a cada cristiano bautizado no sólo a algunos grupos especializados como
sacerdotes, misioneros, evangelistas, etc.
El combate espiritual es algo en lo que todos nosotros estamos implicados. El ministerio
de Jesús y sus seguidores arroja mucha luz sobre la obra de Satanás, su reino y sus
estrategias. Necesitamos saber que el combate espiritual no es perseguir demonios. Se
refiere a la actividad espiritual en la que usted y yo tenemos que implicarnos, contra los
designios inicuos del maligno y su ejército, dirigidos contra Dios y sus hijos.

La intercesión es combate espiritual


La intercesión en su verdadero sentido es combate espiritual, independientemente de si el
intercesor es consciente de ello o no. Alguien definió la intercesión como «la oración
santa, en fe y perseverante por la cual alguien suplica a Dios por otro u otros que
necesitan desesperadamente la intervención de Dios». El intercesor realmente construye
un muro o permanece de pie en la brecha ante el Señor por la tierra o sus habitantes (Ez
22,30).
El intercesor también les protege construyendo un muro. Pude entender la importancia de
este pasaje bíblico y su conexión con el ministerio de intercesión cuando hice una visita a
la Gran Muralla china, una de las Siete Maravillas del Mundo, el día 21 de marzo de 2009.
La Muralla con una longitud de 6.400 kilómetros, grosor de hasta 9 metros y altura de
hasta 7,5 metros, fue construida durante un lapso de 2.100 años, para proteger a las
personas del Norte de China de los mongoles y otros invasores. Por medio de la oración, el
intercesor también construye un muro (similar a la Gran Muralla de China) para
salvaguardar al pueblo de Dios del ataque del enemigo. Por consiguiente, para que
nosotros podamos interceder eficazmente como misioneros, debemos prepararnos como
soldados para la batalla.

El enemigo

En una guerra es importante que conozcamos al enemigo, sus fuerzas, y sus estrategias. El
enemigo en el combate espiritual es Satanás y sus espíritus malignos. Durante su
Audiencia General el 15 de noviembre de 1973, respondiendo a la pregunta, «¿Cuáles son
las necesidades mayores de la Iglesia hoy?» El Papa Pablo VI dijo: «Que no le sorprenda
nuestra respuesta por demasiado simplista, supersticiosa o irreal. Una de las necesidades
mayores es la defensa de ese maligno llamado el Diablo.» Es bastante obvio que la Iglesia
está en continuo combate espiritual con Satanás y sus fuerzas malignas. Al mismo tiempo
no deberíamos olvidar el hecho de que por medio de Su muerte y resurrección, Jesús ya
ha derrotado al enemigo: «Y, una vez despojados los Principados y las Potestades, los
exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal» (Col 2, 15).
El guerrero
Cada uno de nosotros debemos ser un guerrero en este combate espiritual. Pero, ¿por
qué nos necesita Dios en la batalla? El dominio que estaba bajo Satanás nos ha sido
restaurado por Jesús (Col 1, 13-14). A pesar de esto, Dios no ejercerá Su autoridad en un
reino dado a nosotros e intervendrá sólo cuando le invitemos en oración (Ez 22, 30; Ef
6,18; 1 Tim 2, 1-4). Cuanto más nos impliquemos en el ministerio de intercesión, seremos
guerreros más incondicionales.

El campo de batalla

¿Dónde entabla la batalla el enemigo? «Para los incrédulos, cuyo entendimiento cegó el
dios de este mundo para impedir que vean brillar el resplandor del Evangelio de la gloria
de Cristo, que es imagen de Dios» (2 Cor 4, 4). El campo de batalla, por tanto, es nuestra
mente. Éste es el campo de batalla donde Satanás y sus fuerzas constantemente hacen la
guerra para tomar el control de nuestros pensamientos, convicciones, decisiones e
imaginación (2 Cor 10, 3-6). Somos testigos de esto a nuestro alrededor en estos tiempos.

Protección del guerrero

Cada cristiano tiene que ponerse la armadura de Dios si quiere sobrevivir a los ataques del
enemigo. San Pablo nos advierte que nos protejamos con toda la armadura de Dios. ¿Cuál
es entonces esta armadura de Dios que nos protege? «Revestíos de las armas de Dios para
poder resistir a las acechanzas del Diablo. Por eso, tomad las armas de Dios, para que
podáis resistir en el día malo, y después de haber vencido todo, manteneros firmes. ¡En
pie!, pues; ceñida vuestra cintura con la Verdad y revestidos de la Justicia como coraza,
calzados los pies con el Celo por el Evangelio de la paz, tened en la mano siempre el
escudo de la Fe, para que podáis apagar con él todos los encendidos dardos del Maligno.
Tomad, también, el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la Palabra de
Dios» (Ef 6, 10-17)

La carta a los Efesios fue escrita por Pablo entre el año 58 y 60 AD desde la prisión en
Roma. Toma un legionario romano de su época, que debía estar vigilándole, y muestra las
seis piezas de armadura que el legionario lleva normalmente. Hoy en día, los turistas
pueden ver a personas mostrando las seis piezas de la armadura mientras permanecen de
pie fuera de la prisión en Roma. Lo que lleva el legionario romano es comparado por Pablo
a dotaciones espirituales para equiparse para el combate espiritual. Los cinco primeros
son armadura defensiva y el ultimo — la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios —
es tanto ofensivo como defensivo.

Las armas
Para ganar la guerra, es absolutamente fundamental que el guerrero tome la ofensiva. Las
armas a disposición del guerrero son: (i) el arma de la oración: «siempre en oración y
súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu» (Ef 6, 18); (ii) el arma de la alabanza: «los
elogios de Dios en su garganta…» (Sal 149, 6) y (iii) el arma de la proclamación de la
Palabra: existe un poder tremendo en la Palabra de Dios y siempre cumple su misión (Is
55, 11; Jer 23, 29; Heb 4, 12).

¿Cómo puedo combatir a estos enemigos?

No se puede pensar en una vida espiritual, digamos en una vida cristiana, sin resistir a las
tentaciones, sin luchar contra el diablo, sin ponerse esta armadura de Dios que nos da
fuerza y nos defiende”… Pero, ¿Cual es esta armadura de Dios?

La armadura que Dios nos da es Cristo mismo, que con su gracia nos da la fuerza y la
resistencia para enfrentarnos a nuestros enemigos; para esto hay que procurar la
presencia de Cristo en nuestras vidas, no contristando la acción del Espíritu Santo, quien
nos acompaña en nuestro peregrinar por la vida. ¿Quieres alcanzar la verdadera plenitud
de la vida cristiana? ¡Vive los medios para acrecentar tu vida espiritual!, estos medios son:

ORACIÓN: Vivir en constante oración, de ser posible diaria y en los momentos del día en
que podamos entablar una conversación con Dios.
PALABRA DE DIOS: Leer y meditar diariamente la palabra de Dios y aplicar sus enseñanzas
en nuestra vida.
VIVENCIA SACRAMENTAL: Ser asiduo al Sacramento de la Confesión, para acceder de
manera plena a la Eucaristía.
VIVENCIA COMUNITARIA: Acércate a una Parroquia, descubre el valor de vivir en una
comunidad cristiana. Es desprenderse del “yo” y vivir en función de los demás (8).

Conclusión
La vida cristiana es un combate espiritual. La experiencia carismática del Espíritu no eleva
al creyente por encima de este conflicto ni lo aparta del mismo; al contrario, se lo agudiza
porque lo hace vivir entre dos mundos igualmente reales, pero en tensión entre sí. Le
exige vivir «según el espíritu», estando «en la carne». Nuestra confianza en medio de esta
lucha, gracias al Paráclito, es tal que no desfallece ante la derrota. Se lee en las historias
de los Padres del desierto que un monje caía con frecuencia, por la noche, en el pecado de
la carne, pero no por eso dejaba de rezar y gemir, después de cada caída.  Una vez que,
tras cometer la culpas, se había levantado inmediatamente a rezar, el demonio
«estupefacto por su confianza» se le apareció, preguntándole si no le daba vergüenza
ponerse en la presencia de Dios en ese estado. El monje contestó: juro que no me cansaré
de orar a Dios contra ti, hasta que dejes de hacerme la guerra, y vamos a ver quién gana ,
si tú o Dios». El demonio dejó inmediatamente de tentarle.

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