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Las modalidades financieras emergentes en los procesos de desarrollo local.

Aportes para la construcción de una agenda de investigación-acción desde la


perspectiva de la economía del trabajo12

Ruth Muñoz3

Introducción
El objetivo de este trabajo consiste en realizar una breve presentación sobre las
diferentes modalidades financieras que emergen en los procesos de desarrollo local.
Esta temática adquiere especial relevancia en tanto y en cuanto el racionamiento
financiero junto con el acceso al financiamiento en condiciones desfavorables a gran
parte de nuestra población es una constante en Latinoamérica, al paso que el capital
financiero se vuelve una herramienta clave para el patrón de desarrollo predominante,
que promueve un significativo proceso de concentración de la riqueza a nivel de toda
la sociedad, con sus efectos de marginación del mundo del trabajo y creación de
pobreza.
En este marco es que suelen gestarse diversas modalidades financieras desde lo
local, tanto “desde abajo” como “desde arriba”, respondiendo de forma innovadora al
racionamiento financiero o la incorporación al sistema en condiciones netamente
desfavorables, los cuales son fomentados desde los sectores más concentrados.
Dichas iniciativas se desarrollan en un contexto marcado por la política neoliberal que
desde los años ’70 ha avanzado fuertemente sobre la liberalización, la desregulación,
la privatización, la extranjerización y la concentración, llevando a una fuerte
financierización de la economía y una tendencia hacia la desintermediación financiera,
siendo algunas de las consecuencias sobre nuestra temática específica: el
desmantelamiento de la banca pública de desarrollo y/o fomento y la
institucionalización de las microfinanzas preconizando la promoción de la

1
Publicado en el libro en prensa: Finanzas populares y Desarrollo Local. Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, México.
2
Este trabajo se realizó en el marco del proyecto de investigación: “Institucionalidad
socioeconómica y condiciones de vida: economía social y política social en la Argentina post-
crisis 2001-2002”, con dirección de Claudia Danani y co-dirección de José Luis Coraggio,
Instituto del Conurbano, Universidad Nacional de General Sarmiento. Agradezco los
comentarios de Inés Arancibia y Omar Cura a versiones previas de este documento.
3
Graduada en economía por la Universidad de Buenos Aires (2000) y con maestría en
economía social por la Universidad Nacional de General Sarmiento (2006). Investigadora-
docente del Instituto del Conurbano de la Universidad Nacional de General Sarmiento (ICO-
UNGS) y Co-coordinadora del Espacio de Economía Social del Instituto de Estudios y
Formación de la Central de Trabajadores de la Argentina (IEF-CTA). E-mail:
rmunoz@ungs.edu.ar
empresarialidad y la profundización financiera como una estrategia de alivio de la
pobreza.
Habida cuenta de este escenario, a lo largo del trabajo problematizaremos las
modalidades financieras junto con el desarrollo local, dando cuenta de los principales
temas, debates, iniciativas y perspectivas desde donde ellos se practican, instalan,
tratan y disputan.
Finalmente, proponemos cuatro ejes que consideramos clave para una agenda de
investigación-acción dirigida tanto al ámbito académico como al de la política pública,
a partir de la perspectiva de “otro desarrollo desde lo local” y la economía del trabajo
que enunciamos muy brevemente a continuación.

El desarrollo desde lo local y la perspectiva de la economía del trabajo


Nuestro marco referencial se basa en la conceptualización de una “economía del
trabajo” que propone Coraggio, una perspectiva de abordaje y construcción política
más que de un sector realmente existente hoy en día, planteada a partir de la
necesidad de “(...) articular un sector de la economía centrado en el trabajo, con un
fuerte componente asociativo, de alta calidad tecnológica y con alta eficiencia
socioeconómica, democrático en su gestión y orientado a nivel micro por la
reproducción de la vida de sus miembros y a nivel societal por la reproducción de la
vida de todos (...) cuya lógica es contrapuesta a la lógica de la economía del capital”
(Coraggio, 2004: 15-18).
A nivel del desarrollo local, esta perspectiva se aleja de los posicionamientos más
economicistas que conciben al territorio como si fuera una empresa y, por tanto, a los
territorios compitiendo entre sí por el capital externo, así como de los enfoques que
realizan un recorte artificial de “lo local”, haciendo como si no existieran mutuas
incidencias entre distintos territorios y agregaciones regionales mayores, hasta la
global. De esta forma, se plantea que la escala necesaria para abordar la complejidad
de los subsistemas socioeconómicos requerida para lograr el mejoramiento continuo e
intergeneracional de las condiciones de vida, en muchos casos no puede lograrse a
nivel local, sino que requiere una dimensión urbano-rural, entre territorios, regional,
global, interinstitucional, etc. y, por tanto, una expresión más adecuada sería “desde lo
local”4. A su vez, es preciso destacar que el desarrollo desde lo local, la promoción de

4
Aunque a partir de ahora utilicemos la expresión “desarrollo local”, en lugar de “desarrollo
desde lo local”, estaremos haciendo referencia a esta última perspectiva.
la economía social o de la economía popular realmente existente, son todos medios
para lograr dicho mejoramiento.
Este planteo también se aleja de la perspectiva del “alivio de la pobreza” ya que, como
explica Coraggio, “(…) el potencial de desarrollo depende -al igual que otras
condiciones- de la diversidad ecológica y social del hábitat urbano productivo-
reproductivo local en que se desenvuelven los grupos domésticos (hipótesis contraria
a la focalización de programas sociales en zonas homogéneas de máxima pobreza).
Una política económicamente eficiente y sostenible de superación de la pobreza debe
incorporar como sujetos y beneficiarios no sólo a los sectores de máxima pobreza
sino a los sectores medios, cuyas condiciones de vida se han degradado y/o están en
riesgo de degradación, sectores que cuentan con recursos materiales y culturales
significativos para un proceso donde son centrales la capacidad de iniciativa, el
acceso al conocimiento y el aprendizaje reflexivo sobre las propias prácticas”
(Coraggio, 2003: 159).
La presentación de este marco teórico excede ampliamente el alcance del presente
trabajo. En este apartado apenas si enunciamos algunos de los conceptos clave en
los que nos apoyamos para desarrollar el tema de las modalidades financieras y el
desarrollo local que, junto con la agenda propuesta al final, constituyen el núcleo de
nuestro trabajo5.

2. Diversas modalidades financieras y su relación con el desarrollo local6


Analizar el alcance que tienen para el desarrollo de sus entornos locales las diversas
expresiones financieras que llevan a cabo distintos sectores de la población en el
ámbito local y, a su vez, la incidencia que dichos entornos tienen en éstas, plantea un
importante desafío desde el momento en que, en general, la literatura sobre una y otra
temática suele no abordar la vinculación de forma específica.

5
Para profundizar sobre esta perspectiva, ver los trabajos de José Luis Coraggio en
www.coraggioeconomia.org y www.riless.org.
6
Esta sección es un avance en base a dos trabajos previos de la autora. En primer lugar, la
Tesis de Maestría en Economía Social, dirigida por Mirta Vuotto: Alcance de las microfinanzas
para el desarrollo local. Microcrédito en el Conurbano Bonaerense: el Banco Social Moreno y
Horizonte, en: Muñoz, R.; Verbeke G.; Carbonetti, C.; Ozomek, S. (2007). Las finanzas y la
economía social. Experiencias argentinas. Buenos Aires, Editorial Altamira. Y, en segundo
lugar, el primer material de una serie dedicada a la difusión de ideas básicas para la formación
de agentes y actores de economía social y los temas centrales para su desarrollo y
consolidación: UNGS (2007). Cartillas de Economía Social N°1 “Finanzas para la economía
social”, realizado bajo la dirección de José Luis Coraggio. Los Polvorines, Universidad Nacional
de General Sarmiento, disponible en: www.riless.org
En este punto desarrollamos en primer lugar el tratamiento que hacen las teorías
económicas sobre las cuestiones monetarias y financieras. Luego, nos concentramos
en las finanzas que desarrollan los sectores populares y en la modalidad
microfinanciera y su relación con el desarrollo local, en base tanto a la revisión de la
literatura internacional relevante como a los resultados de un trabajo de campo propio.
Finalmente, identificamos otras modalidades financieras, dentro de las que se
destacan el cooperativismo de ahorro y crédito y el incipiente enfoque de las finanzas
solidarias, para avanzar sobre su vinculación con procesos de desarrollo local.

2.1. Tratamiento de las teorías económicas sobre las cuestiones monetarias y


financieras
En lo que respecta a las teorías económicas que se dedican a la temática regional,
Rodríguez Fuentes (1996) reconoce tres factores explicativos de la falta de tratamiento
de las variables monetarias y financieras o del hecho de que, cuando son
consideradas, es como si estuvieran determinadas exógenamente (por ejemplo, a
nivel nacional).
El primer factor que explica esta falta de referencia se debe a que los economistas que
se dedican a la cuestión regional, muchas veces, asumen los supuestos ortodoxos del
enfoque monetarista. El argumento sostiene que, dado que la política monetaria es
neutral en la determinación del ingreso real nacional (al menos en el largo plazo), lo
mismo ocurre a nivel regional. El segundo factor hace referencia al que las regiones
generalmente no disponen de instrumentos de política monetaria. Por tanto, si una
región no tiene la posibilidad de tener su propia política monetaria, entonces no tiene
sentido tenerla en cuenta para los análisis regionales. Por último, aún en el caso en
que la región tuviera algún control sobre la política monetaria, las condiciones de
apertura y perfecta movilidad de capitales, no dejarían que dichos controles pudieran
materializarse (argumento de la teoría monetaria global para las economías pequeñas
y abiertas.
Por el lado de la literatura especializada en modalidades tales como el cooperativismo
de ahorro y crédito, las microfinanzas, las finanzas solidarias, las finanzas éticas, entre
otras, vemos que existe una amplia variedad de tipos de abordajes y enfoques con
respecto al desarrollo local, que van desde su no tratamiento (como en el caso de las
microfinanzas minimalistas) hasta su consideración como una de las bases teórico
políticas más importantes (como en el caso de las finanzas solidarias). Además, es
destacable que allí donde el desarrollo local es tematizado, abunden los intentos
fragmentarios o más bien de tipo descriptivo en lo que a las cuestiones financieras
respecta. Sobre estas cuestiones, avanzamos en detalle en los siguientes puntos.
2.2. Las finanzas populares y el creciente papel de las microfinanzas
El término “finanzas populares” hace referencia al conjunto de prácticas financieras
que desarrollan los sectores populares para la reproducción de sus vidas. Las mismas
abarcan modalidades muy heterogéneas, que van desde la acumulación de ahorros en
especie resguardados a nivel doméstico para enfrentar los riesgos propios de la
producción y/o la vida (desconocidas, ignoradas y desaprovechadas por parte del
sistema financiero formal); asociaciones (constituidas formalmente o no) de ahorro y
crédito rotatorios que recurren a sorteos para asignar créditos individuales;
asociaciones de ahorro y crédito acumulativos; libretas de comercio entre
consumidores y comerciantes y entre éstos y muchos de su proveedores; ayuda
mutua entre quienes mantienen relaciones de proximidad (familiares, vecinos,
compañeros, amigos); dependencia de prestamistas informales, muchas veces
usureros; hasta el envío y la recepción de remesas a escala global.
En la década de 1980 se comenzó a darse importancia a “las finanzas informales”,
superando el tratamiento simplista basado en relatos anecdóticos o críticas sobre las
prácticas usurarias. Se multiplicaron los trabajos que buscaban comprender mejor
dichas prácticas, los que permitieron comprobar su extrema diversidad así como la
sofisticación en lo que hace a los aspectos financieros y su eficacia (Lelart, 2002).
De todas formas, si bien es cierto que las finanzas populares comparten gran parte de
la base socioeconómica, sería incorrecto asociarlas a las “finanzas informales” ya que
muchas de ellas están formalmente registradas, mientras que otras no sólo no son
reconocidas sino hasta castigadas por los marcos jurídicos generales y los
específicamente financieros. Asociaciones de este tipo han dificultado, tanto a nivel de
política pública como de investigación, que se avance más profundamente sobre el
conocimiento acerca del alcance que estas prácticas en su conjunto tienen sobre el
desarrollo local, aunque sí existen diversos aportes que se concentran, por ejemplo,
en las modalidades de ahorro popular o en las remesas, como instrumentos clave para
dicho desarrollo.
Por su parte, tomando como punto de partida muchas de las prácticas de las finanzas
populares y las informales, desde principios de los ’70 comenzaron a desarrollarse las
microfinanzas, a partir de tres países pioneros: Bolivia, Bangladesh e Indonesia 7.
Por el término microfinanzas se hace referencia a “los servicios financieros dirigidos a
unidades socioeconómicas de pequeña escala, que son llevados a cabo a través de

7
Para un detallado análisis sobre la génesis y evolución histórica de las microfinanzas, se
sugiere ver el apartado “Tendencias y enfoques predominantes en el campo microfinanciero”,
de la tesis antes mencionada.
una multiplicidad de arreglos institucionales, basados en relaciones de proximidad y
cuya operatoria utiliza mecanismos innovadores para lograr altas tasas de repago y
dar soporte al manejo de la liquidez y de los riesgos de las unidades socioeconómicas
atendidas, estableciendo relaciones duraderas aunque en base a actividades, por lo
general, de corto plazo” (Muñoz, 2007: 277).
Cabe destacarse que el desarrollo de las microfinanzas a nivel internacional está
marcando una serie de aspectos relevantes de los cuales detectamos al menos tres
que resultan clave para la perspectiva de los procesos de desarrollo local.
Se destaca, en primer lugar, el aprendizaje sobre el campo de “las finanzas del
desarrollo” en lo que hace a su falta de viabilidad por la no devolución de los
préstamos y el uso de técnicas innovadoras desarrolladas por el movimiento
microfinanciero para hacer frente a dicha problemática. Sin embargo, dichas técnicas
plantean el desafío de ser resignificadas a beneficio de toda la comunidad,
principalmente en lo que hace a las posibles consecuencias de la transferencia de
riesgos del prestamista al prestatario (mecanismo de “grupo solidario” y, en general, el
monitoreo entre pares8) que erige un sistema de vigilancia y control entre los vecinos,
previamente inexistente al menos con la intensidad que plantean este tipo de modelos.
En segundo lugar, emerge un cierto reconocimiento de la existencia de actores
económicos marginados del sistema financiero formal los cuales, ante nuevas
oportunidades de acceso a los servicios financieros, amplían sus posibilidades de
desarrollo aunque, claro está, sujetos a las desfavorables condiciones de acceso a
esos servicios financieros (principalmente por los altos costos en tiempo y dinero que
las microfinanzas significan para los usuarios).
En tercer lugar, aunque en permanente tensión con las corrientes que sobreestiman el
papel de las microfinanzas (principalmente del microcrédito a través de testimonios
como los de Yunus: “hacia un mundo sin pobreza”), el desarrollo de las microfinanzas
pone de manifiesto que la mera oferta de servicios microfinancieros, como estrategia
aislada, pierde toda eficacia. Las evaluaciones provenientes del enfoque que analiza
las microfinanzas como una herramienta para el empowerment de la mujer, muestran
que ese objetivo (y, en el mismo sentido, se extiende aquí al desarrollo local) requiere
de acciones específicas para ser alcanzado y que no se logra automáticamente a
partir de la oferta de servicios microfinancieros (Mayoux, 2001).
Sin embargo, en virtud de los resultados de investigaciones anteriores sobre las
microfinanzas, podemos sostener que más allá de estos aspectos, existe un factor

8
Ver: Stiglitz, J. (2005). “El monitoreo entre pares y los mercados de crédito” en: Federico
Sabaté, A.; Muñoz, R.; Ozomek, S. (comps.) (2005) Finanzas y economía social. Modalidades
en el manejo de los recursos solidarios. OSDE-UNGS. Buenos Aires, Editorial Altamira.
explicativo que hace a la falta de tratamiento específico de las cuestiones relativas al
desarrollo local por parte de los dos enfoques predominantes dentro del movimiento
microfinanciero, minimalistas y welfaristas9. Se trata de que, salvo excepciones, el
desarrollo local no constituye el objetivo principal de las microfinanzas, siendo éste la
profundización financiera10.
Los promotores y practicantes de las microfinanzas no ven necesario encarar acciones
que tengan por objetivo procesos como los del desarrollo local debido a que confían
en que el mercado realiza (o realizará) ese tipo de tareas. A pesar de que ellas
mismas sean fruto de lo que se suele denominar como “fallas de mercado” (las cuales
pudieron ser resueltas por el accionar de organizaciones no lucrativas, en colaboración
con diversos Estados Nacionales y organismos internacionales), siguen apostando a
procesos de desarrollo más bien de tipo exógeno y, cuando intervienen de forma más
activa, lo hacen para el “alivio de la pobreza”, tomándola como un hecho natural,
trabajando a nivel de las consecuencias y no de sus causas.
A su vez, ambas perspectivas realizan intervenciones focalizadas en los sectores
pobres y subestiman los efectos de las estructuras y las relaciones objetivas de poder.
Por tanto, en nuestra tesis se identificó que los factores estructurantes de las prácticas

9
Dentro de lo que suele llamarse “movimiento microfinanciero” existen dos enfoques
predominantes: uno es alternativamente denominado “minimalista”, “institucionalista” o, a
veces, “de la autosuficiencia financiera” y, el otro, “welfarista”, “integral” o “del alivio de la
pobreza”. Las diferencias principales son: qué aspecto priorizan del denominado “triángulo de
las microfinanzas” (sustentabilidad financiera, alcance, impacto). Estos enfoques suelen debatir
sobre el momento en el que, según el grado de desarrollo de las microfinanzas, efectivamente
se da el trade off entre sustentabilidad financiera de las instituciones de microfinanzas (IMF) e
impacto. Para el primer enfoque, la sustentabilidad financiera y el alcance son “dos caras de
una misma moneda” mientras que, para el segundo, si se pone el énfasis en la sustentabilidad
financiera se afecta el impacto porque se deja de atender a “los más pobres” ya que, hacerlo,
implica altos costos que afectan a la sustentabilidad financiera. El primer enfoque,
representado por actores como el CGAP, USAID, ACCION International, la Universidad del
Estado de Ohio, entre otros, sostiene que la población objetivo de las microfinanzas son “los
menos pobres de los pobres”, preconiza la especialización financiera con todo tipo de servicios
financieros y enfatiza la sustentabilidad financiera de la oferta y el alcance está dado por la
escala (dando por supuesto el impacto a partir del aumento de acceso a los servicios
microfinancieros). Por su parte, el segundo enfoque, representado generalmente por la Cumbre
de microcrédito y Yunus con el caso Grameen, prioriza el impacto en “los más pobres”,
relegando la sustentabilidad financiera de la oferta y aludiendo más a menudo al alivio de la
pobreza y la oferta de microcrédito junto con otros servicios no-financieros (en particular,
cursos cortos de entrenamiento empresarial y cuestiones sanitarias básicas).
10
Es notable la expresión de Wright y Dondo (2001) que hace referencia a lo necesario que
resultaba la creación de un organismo como el CGAP -Grupo Consultivo para asistir a los
pobres- que pudiera incidir a través de la instalación de las “mejores prácticas” ya que, según
los propios términos de los autores, “(…) en 1995 gran parte de la industria se conformaba por
organizaciones no gubernamentales orientadas al desarrollo comunitario que podrían haber
tomado un camino incierto en la oferta de servicios financieros” (Wright y Dondo, 2001: 2). El
“camino incierto” al que los autores hacen referencia, es precisamente el de las microfinanzas
no como un fin en sí mismo sino como una herramienta para el desarrollo comunitario.
microfinancieras constituyen las principales limitaciones de las microfinanzas en
términos de su potencial para promover procesos de desarrollo local.
Por otro lado, resulta ilustrativo de este posicionamiento con escaso interés por la
temática local o regional, que las unidades de análisis que se suelen utilizar para
analizar “el impacto” de las microfinanzas sean propias de la escala micro, en especial
en los usuarios de los servicios financieros o, a lo sumo, en los usuarios y su familia.
Sin embargo, hemos identificado una excepción que amerita ser resaltada para la
temática de interés del presente libro. Se trata de un trabajo realizado por Khandker,
Samad y Khan (1998) en comunidades rurales de Bangladesh que hace un análisis
tanto a nivel micro como meso y el resultado que obtiene es bastante revelador.
La evaluación de los tres programas microfinancieros de mayor escala del país (el
Banco Grameen, el Comité para el Progreso Rural de Bangladesh y el programa de la
Junta por del Desarrollo Rural de Bangladesh), arrojó como resultado efectos positivos
a nivel micro y no significativos a nivel comunitario, ya que el ingreso aumentó a partir
de la intervención de los programas microfinancieros en algunas de las comunidades
pero en otras no. Por otra parte, las disparidades entre comunidades a nivel de ingreso
y consumo se mantuvieron constantes luego de la ejecución de los programas
microfinancieros. Por último, se obtuvo que los programas microfinancieros impulsaron
un importante proceso de sustitución de formas de trabajo asalariado por formas de
autoempleo y, por tanto, una distribución en lugar de un aumento de los recursos
locales.
A raíz de esta evaluación, los autores sostienen que para que se produzca un
aumento generalizado en la demanda de trabajo, se debe aumentar la productividad y
el salario con bases sustentables, todo lo cual requiere transformaciones estructurales
en la economía rural, que los programas microfinancieros encarados de forma aislada
no pueden resolver.
Resultados tan significativos como éstos deberían motivar la profundización del
conocimiento al respecto y la realización de nuevos y sistemáticos estudios, al menos
en los países de Latinoamérica donde más se han desarrollado las microfinanzas, a fin
de poder contar con herramientas de evaluación necesarias para el ámbito académico
pero, fundamentalmente, para que se constituyan en insumos para la toma de
decisiones a nivel de la política pública.
Por otro lado, identificamos que las presiones por mercantilizar las prácticas
microfinancieras son las que refuerzan la tendencia que convierte a “las finanzas del
desarrollo” en microfinanzas y luego a éstas, cada vez más, en un fin en sí mismo,
como una actividad rentable más. Al profundizarse esta tendencia que considera a la
comunidad sólo como una fuente de presión social y garantía de devolución de los
préstamos, se reduce el potencial que las microfinanzas tienen para promover
procesos de desarrollo local y, así, generar otro tipo de desarrollo. Esto sucede debido
a que concebir y practicar las microfinanzas como una actividad lucrativa o tendiente a
serlo, lleva a que su racionalidad sea la de la maximización de la rentabilidad. El
desarrollo territorial y la población pasan a un segundo plano, o bien, quedan
relegados a consideraciones propias de la voluntad de los directivos, responsables,
dueños o accionistas mayoritarios de las organizaciones que ofrecen microfinanzas,
en lugar de ser objeto propio de la actividad microfinanciera en sí, como es más
probable que suceda cuando se trata de asociaciones basadas en sus miembros.
Hasta aquí, reseñamos los principales aspectos de interés para este trabajo a partir de
una revisión de la literatura especializada, a lo que agregamos a continuación lo propio
fruto de un trabajo de campo que se concentró en dos casos reconocidos de
Argentina11. Del mismo, obtuvimos que no obstante los casos concibieran la oferta de
microcrédito como una herramienta para el desarrollo local, una lógica de intervención
cotidiana que privilegia al microcrédito y su repago sobre otros objetivos, conduce a
esta herramienta a subordinar al resto de las actividades (como el acompañamiento de
los proyectos financiados, la capacitación, la construcción de espacios de encuentro e
intercambio, la formación de redes socioeconómicas, etc.) que, realizadas bajo
determinadas condiciones (fundamentalmente a partir del protagonismo de los
prestatarios y en actividades que tengan sentido y sean socialmente útiles para todos
los sujetos que las realizan), sientan condiciones para el mejoramiento permanente de
las condiciones de vida de los involucrados en las mismas.
Dicha subordinación se ilustra cuando gran parte de los componentes con los que se
articula el microcrédito son llevados a cabo de forma no periódica (mientras que la
oferta de microcrédito es una constante en la intervención del caso), dependiendo
generalmente de la demanda de cada prestatario, las cuales son atendidas de forma

11
El Banco Social Moreno, con participación del Estado Municipal, y la Asociación Civil
Horizonte, con una estratégica vinculación con la Cáritas zonal (Quilmes, Provincia de Buenos
Aires). Para más información, se recomienda la lectura del trabajo de tesis antes mencionado,
en www.riless.org, la presentación del Banco Social Moreno por parte de sus protagonistas en:
www.urbared.ungs.edu.ar/textos/BancoMoreno.doc y
www.moreno.gov.ar/Imdel/paginas/economiasocial.htm y de la Asociación Civil Horizonte a
través de dos libros: 1. Carbonetto, S.; Gioia, S.; Solís, M. (2001). Experiencias de microcrédito
al sector del Autoempleo Precario Urbano en el Obispado de Quilmes. Buenos Aires, Cáritas
Diocesana Quilmes. Cáritas Comisión Nacional Foro de Trabajo. 2. Solís, M.; Carbonetto, S.
(2005). Sector informal: la autogestión de los microcréditos. El modelo de gestión aplicado por
Cáritas. Buenos Aires, Cáritas Comisión Nacional Foro de Trabajo; Asociación HORIZONTE,
con la colaboración del Centro de Estudios Socioeconómicos y Sindicales (CESS). Los
resultados completos de dicho trabajo de campo, se encuentran presentados en la Tesis de
Maestría antes mencionada.
prácticamente individual y poco sistemática12. Por otro lado, cabe desatacarse que
estas actividades fueron consideradas como “tareas extra” por varios de los asesores
de crédito de uno de los casos, lo cual se ve reforzado a partir del hecho de que éstos
son evaluados semanalmente a través de indicadores sobre la gestión financiera por
asesor, mientras que el resto del trabajo que realizan prácticamente no es evaluado,
fortaleciendo el protagonismo del microcrédito por sobre el resto de las herramientas
de promoción.
No menos significativo es el resultado que obtuvimos a nivel del análisis de las
actividades financiadas a través de la oferta de microcrédito, donde se da una
progresiva concentración de la cartera en actividades de “reventa” y de corto plazo.
Teniendo en cuenta la evolución que experimenta la estructura de las actividades
financiadas por los casos, pudimos observar que a medida que se rutinizan los
procedimientos y se adquiere experiencia en la oferta de microcrédito, el “sector de
reventa” (como suele decirse en el ámbito local), adquiere mayor relevancia en
detrimento del productivo y de los servicios.
A su vez, esto nos llevó a recordar la reflexión que hace Morduch (2000) acerca de la
falta de discusión sobre qué sectores son atendidos por las microfinanzas, en
respuesta a un informe del CGAP que preconiza que hay que seguir “las mejores
prácticas” las cuales, entre otras cosas, se basan en la afirmación que “los pobres
pueden pagar altas tasas de interés”. En ese marco, el autor llama la atención sobre
cuáles son las características de “esos pobres” y refiriéndose al Badan Kredit Desa de
Indonesia y al BancoSol de Bolivia (reconocidos como “mejores prácticas”) observa
que se trata de “pequeños comerciantes” (petty traders) o dueños de pequeñas
empresas de servicios como restaurantes o de confección de ropa, con altos retornos
y ciclos de inversión cortos. Como resultado, los clientes son capaces de pagar tasas
de interés reales anuales cercanas al 50% en préstamos de 3±4 meses. Sin embargo,
advierte el autor, esto dejaría afuera a ciclos con mayores plazos y actividades con
retornos moderados (como la crianza de ganado, la producción agrícola o las
artesanías) que también constituyen la población objetivo de muchos programas

12
Cabe desatacarse que esta dinámica se repite en la mayoría de las microfinanzas que son
encaradas como un medio y no como un fin en sí mismo. Aún en la Unión Europea, en casos
donde las actividades de acompañamiento son consideradas tan centrales como el instrumento
financiero mismo, en la gestión diaria, suelen ser relegadas detrás de las actividades
financieras a partir de lo cual se considera a los costos de acompañamiento como “el talón de
Aquiles” del microcrédito, en un contexto que presiona por la especialización en materia
financiera. Ver: INAISE (1997). “Les instruments financiers d’Economie sociale en Europe et la
création d’emplois“ [en línea] Rapport de Recherches INAISE, DG5, Union Européenne,
disponible en: www.inaise.org
microfinancieros que de seguir las mejores prácticas, estarían dejando fuera del
alcance de sus clientes a este tipo de oportunidades de inversión.
En definitiva, el alto interés, los plazos cortos y, agregamos aquí, los esquemas de
devolución que se caracterizan por períodos muy cortos como semanales por ejemplo,
acota las posibilidades de inversión sesgando hacia actividades de corto plazo, con
bajas barreras a la entrada y, generalmente, comerciales.
Es preciso señalar que centrar una política de desarrollo local en actividades como
éstas, se aleja mucho de la construcción de ventajas competitivas para el territorio. Por
otra parte, si se trata de generar estrategias inclusivas, debe tomarse en cuenta que
no es a todos a quienes se está facilitando el acceso al crédito sino sólo a aquellos
que cumplan con las características recién mencionadas las cuales, si bien no son
planteadas como requisitos ex-ante al otorgamiento, surgen como resultado del
sentido que la política del microcrédito adquiere.
En los dos casos analizados los esfuerzos dedicados a la implementación de
programas que podrían tener como efecto la dinamización de economías marginadas
y deprimidas, se hacen menos visibles si no enfrentan los condicionantes estructurales
de la economía local y si las esferas de intervención siguen circunscribiéndose a la
producción, dejando de lado la reproducción ya que las decisiones del consumo local
siguen siendo coordinadas sólo a través de mercados convencionales.
Sin embargo, es claro que enfrentar dichos condicionantes excede ampliamente las
posibilidades objetivas de un programa o de una institución por sí sola. Resulta
ilustrativo que en el caso donde se presentan los mayores avances en el camino de
hacia una estrategia más integral a nivel de la promoción del desarrollo local, se haya
planteado que la variable “tiempo” sea la mayor limitante para la formulación de
procesos y proyectos que, sin descuidar la gestión, apunten a una estrategia
integradora que mejore las condiciones de vida de todos. En ese sentido,
interpretamos en el trabajo de tesis que si dicho “tiempo” fuera distribuido y compartido
con otros actores locales, con distintas experiencias y capacidades, podría llegar a ser
una limitante menor.
Sostuvimos entonces que uno de los mayores desafíos para las organizaciones
analizadas consiste en no sobreestimar sus capacidades y en reconocer que el
desarrollo local es una estrategia que necesariamente debe involucrar a todos los
actores representativos del territorio. Esto equivale al desarrollo de capacidades para
establecer alianzas estratégicas con dichos actores, a partir de actitudes de diálogo
para la construcción de agendas interinstitucionales que permitan una mejor
aproximación a las necesidades, los recursos y las aspiraciones de la sociedad y la
economía local, interviniendo tanto en su interior como en las relaciones
socioeconómicas con el resto de la región.
Vimos que el accionar de instituciones como las investigadas pone de relieve tanto la
complejidad de la tarea de promover procesos de desarrollo desde lo local, como el
papel que el microcrédito puede tener, especialmente cuando se trata de “no caerse”,
“mejorar a paso de hormiga”, “estar menos tirante, más holgado, más tranquilo”, “cubrir
lo urgente”, etc. según las expresiones que pudimos recoger durante el trabajo de
campo. Y, también, las deficiencias del microcrédito, especialmente cuando en un
marco de emergencia se proponen encarar estrategias de cambio que busquen no
sólo el crecimiento económico sino también la democratización del sistema. En
definitiva, concluimos oportunamente que es posible concebir al microcrédito como
una herramienta eficaz para impulsar procesos de desarrollo desde lo local, si se
logran construir mecanismos con capacidad de transformar su sentido netamente
mercantilizador y trascender los límites de la focalización y la emergencia. Y esta
conclusión puede ser aplicable también para todas las modalidades financieras
existentes en el territorio del que se trate13.

2.3. El cooperativismo financiero


Desde el punto de vista del desarrollo desde lo local, es preciso ampliar la visión a
nivel de los instrumentos, instituciones y modalidades financieras existentes y
potenciales. En este marco, cada una de las modalidades hasta aquí presentadas se
vuelven una referencia más en un conjunto heterogéneo que debe considerarse en
tanto pretendan volverse una herramienta más eficaz para el desarrollo local. En este
sentido, como primera medida, la búsqueda de una articulación estratégica entre las
finanzas populares, las microfinanzas y el movimiento cooperativo, resulta de gran
importancia tanto a nivel de las investigaciones académicas como de política pública,
como plantearemos en la agenda en el siguiente apartado.
Por su parte, la modalidad del cooperativismo en general y el cooperativismo
financiero en particular, resulta de especial relevancia a la hora de considerar los
aportes de las diversas modalidades financieras para el desarrollo local.
Como sostiene Buendía Martínez (2000, 2002) existe una identidad teórica entre las
cooperativas y el desarrollo local construida sobre la naturaleza empresarial y la
dinámica interna de las cooperativas. La cooperativa como empresa formada por

13
El pasaje del análisis de la categoría “microfinanzas” a “microcrédito” se debió a que ese es
el único servicio microfinanciero desarrollado en el marco sociohistórico analizado y a que no
hayamos encontrado otras modalidades financieras destacables en comparación con el uso de
dicho instrumento como herramienta de promoción del desarrollo local.
empresarios/socios que participan en el funcionamiento de aquella como
consumidores y/o proveedores de bienes y servicios, provoca una adscripción
territorial de los miembros y la utilización de recursos autóctonos, que entronca
directamente con los ejes del desarrollo endógeno. Por su parte, en cuanto a la
dinámica interna, se destacan tres de los principios cooperativos: la gestión
participativa que hace a mejores condiciones para que la toma de decisiones se
realice de forma más democrática que en las empresas convencionales, el interés por
la comunidad reconocido explícitamente por la Alianza Cooperativa Internacional a
partir del Congreso de 1995 realizado en Manchester y la intercooperación que
conecta la fórmula cooperativa con la dinámica del desarrollo local al propugnar la
colaboración entre empresas para intentar mejorar su desarrollo y los intereses de sus
socios, fomentando la formación de estructuras conjuntas en el ámbito local, regional,
nacional e internacional.
La autora argumenta que la fórmula cooperativa en el ámbito financiero en particular
ha demostrado su habilidad para estimular el desarrollo local, tanto en áreas urbanas
como rurales a través de retener el dinero local dentro de la comunidad animando la
agrupación de los ahorros hacia los préstamos locales, al ser un instrumento financiero
de sus miembros, los socios, radicados localmente, mejorando de forma indirecta las
condiciones de la comunidad local en la que éstos trabajan y residen y al fomentar la
creación de otras entidades cooperativas facilitando su financiación con un efecto
positivo en la comunidad como un todo.
Sin embargo, estas potencialidades deben necesariamente ser contextualizadas en el
marco de las transformaciones que en los últimos años ha sufrido el cooperativismo de
ahorro y crédito a nivel mundial.
En un movimiento complejo y cambiante del escenario globalizado, como señala
Verbeke (2007), las organizaciones cooperativas se han visto condicionadas a la
adopción de estrategias de adaptación divergentes que pueden ser representadas
como extremos de una misma continuidad: para algunas, la adaptación a las reglas del
mercado implican un abandono gradual de las reglas cooperativas con un elevado
riesgo de desmutualización, mientras que, en el otro extremo, la estrategia de
respuesta a las nuevas exigencias de mercado comprende una revitalización de las
reglas cooperativas como un elemento central de diferenciación en la nueva dinámica
de los mercados.
Cabe destacarse en este sentido que las modalidades propias del segundo extremo
son más abiertas y no sólo se ocupan de sus miembros sino también que establecen
relaciones activas, incluso operativas, con su entorno. De hecho, con respecto al
nuevo marco legal vigente en Argentina para las cajas de crédito, Verbeke finaliza su
trabajo de tesis de maestría planteando que esta vinculación más allá de su interior es
una condición necesaria para su desarrollo. En sus propios términos: “Para aprovechar
las oportunidades que se plantean, es condición necesaria que las nuevas entidades
puedan fortalecer sus vínculos institucionales, construyan lazos con otros movimientos
y se involucren de forma sistemática en el desarrollo de proyectos en su territorio. De
este modo, la fidelidad al cumplimiento de los valores cooperativos se podrá equilibrar
con la búsqueda de beneficios económicos por parte de sus asociados y posibilitará a
la cooperativa ser un ámbito de participación democrática en la actividad económica y
expresión de una cultura solidaria” (Verbeke, 2007: 97).
Con respecto a esta modalidad, nos interesa destacar por último las potencialidades
de los sistemas de redes federados para lo cual resulta clave el hallazgo producido por
una investigación realizada por Fischer (2005) sobre 16 casos de cooperativas
financieras “maduras”14, ubicadas mayormente en países desarrollados. El autor
encuentra que existen dos modelos de red que son dominantes: el modelo de “red
federada”15 y el modelo “atomizado-competitivo”, siendo el primero el que desarrolla
iguales o mejores niveles de desempeño en términos de la penetración de mercado a
nivel de población, el uso de los recursos/capitalización, la estabilidad del sistema y,
por último, la variedad y calidad de los servicios que ofrecen.
En este sentido, creemos que esta modalidad tiene mucho que aportar tanto para el
propio movimiento cooperativo financiero y el resto de las modalidades financieras
como para los procesos de desarrollo desde lo local ya que podrían servir de
benchmark para dar pautas de cómo alcanzar buenos desempeños y cómo lograr una
mejor especialización y diversificación de riesgos entre territorios integrados
estratégicamente a partir de la aplicación de modelos de governance específicos.

14
Por “maduras” se hace referencia a sistemas que se han desarrollado durante, por lo menos,
50 años, habiendo alcanzado una estabilidad en sus reglas de funcionamiento. Quedan
excluidos sistema jóvenes o que hayan sufrido eventos catastróficos en su entorno regulatorio
debido a que posiblemente estos cambios pudieron haber modificado sus reglas de
funcionamiento y/o constitución. Este criterio lleva también a considerar sistemas que hayan
superado todos los problemas de inicio y adaptación.
15
Para el autor, una red es federada si presenta simultáneamente todas las características
siguientes: una imagen unificada o una marca nacional; estructuras de al menos dos pisos
donde el segundo nivel funciona bajo el principio de subsidiaridad (por ejemplo, proporciona
servicios que no pueden ser provistos por las cooperativas “de base” o del primer nivel y que
requieren economías de escala); el sistema asume una estructura de triple función: de
representación, de operación y de supervisión (la cual es auxiliar a la supervisión estatal) y, por
último, si existen límites en la apertura de sucursales.
2.4. Enfoques incipientes como las finanzas solidarias
Existen diversos enfoques, modalidades e instrumentos que abordan las finanzas
teniendo en cuenta categorías como lo local, el territorio, las estrategias público-
privadas, la protección del medioambiente, entre otras. Algunos de ellos son:
- el “ahorro ético” y la “inversión socialmente responsable” que se hacen operativos
a través de una serie de criterios negativos (excluyentes) y positivos (incluyentes),
como la consideración de la responsabilidad social y medioambiental, junto con un
enfoque de stakeholder para la toma de algunas decisiones como la designación
de los créditos a ser otorgados, propios de las finanzas éticas, más difundidas en
el continente europeo (Messina, Cimini; 2005; Ballesteros, 2005). El caso de la
Banca Popolare Etica de Italia es uno de los primeros bancos especializados que
adopta y promueve esta modalidad financiera16;
- los diversos tipos de fondos regionales y comunitarios creados específicamente
para las organizaciones sin fines de lucro y demás emprendimientos comunitarios
y de la economía social (New Economics Foundation, 2001; Mendell, Levésque,
Rouzier; 2005);
- los sistemas de “monedas sociales” creadas localmente y otras experiencias (más
o menos cercanas) como las de las “monedas complementarias”, etc. que suelen
combinarse con mecanismos de trueque o mercados solidarios como los llamados
“bancos de recursos”, “banco de activos”, “bancos de horas”, etc. que promueven
intercambios de recursos en general y, particularmente, capacidades de trabajo, a
través de registros sistemáticos de las disponibilidades y necesidades locales que
facilitan los intercambios (Plasencia, 2006). El caso del Banco Palmas es uno de
los más paradigmáticos en cuanto al uso de estos instrumentos17;
- las experiencias de “ahorro y préstamo sin interés”, como la banca islámica o el
banco sueco denominado JAK18 (Brunsveld, 2001; Ballesteros, 2005);
- los “fondos solidarios” entre distintos tipos de trabajadores que aportan para
situaciones de crisis transitorias (como las huelgas) o cuestiones estructurales
(como los despidos), trabajadores autogestionados más exitosos que ayudan a los
que recién se inician, etc.; entre otras.
A nivel teórico, todos ellos tienen un desarrollo aún incipiente, a menudo de carácter
descriptivo, que intenta captar la diversidad de instituciones, modalidades y
racionalidad de las nuevas prácticas. Esta característica, junto con el hecho de que

16
Ver: www.bancaetica.com
17
Para más detalles, ver: www.bancopalmas.org
18
Su página web es: www.jak.se
toman a las diversas modalidades financieras como herramientas (y se alejan de la
visión de éstas como un mecanismo para aumentar la profundización financiera, es
decir, como un fin en sí mismo), constituyen el principal común denominador de estos
enfoques. Entre todos, podemos destacar el enfoque de las finanzas solidarias.
Diversos autores franceses sostienen que “microcrédito, ahorro solidario,
microfinanzas, finanzas de proximidad, son todos términos que remiten al campo más
general de las finanzas solidarias que engloban las operaciones de ahorro, de crédito,
pero también de capital riesgo, de acompañamiento y de control“ (Vallat, Guérin;
1999). En este marco, la versión latinoamericana de las finanzas solidarias pone al
territorio en un lugar central. “El territorio constituye el espacio económico diferenciado
en tanto que presenta diferentes tipos de entornos productivos, especificidades de las
cadenas productivas, formas diferenciadas de integración horizontal y vertical, distintas
correlaciones de fuerzas locales. En este sentido, la economía y las finanzas deben
ser consideradas como procesos socioespaciales (…) la organización de base popular
conforma redes locales que, por relaciones de vecindad, por la historia común del
lugar y por la cercanía, construyen identidades territoriales y crean relaciones de
pertenencia. La consolidación y sustentabilidad de estos grupos productivos locales
necesitan no sólo crear vínculos con las redes solidarias más amplias sino también
constituir entorno productivo capaz de contribuir a la sustentabilidad de estos grupos”
(Dias Coelho, 2004: 274).
El autor considera que el abordaje de tipo mesocioeconómico es uno de los principales
factores que distancia a las finanzas solidarias de las microfinanzas, las cuales obligan
a la miniaturización de la economía popular. En sus términos: “(…) el concepto de
finanzas solidarias amplía la noción de microfinanzas, sacándola del pequeño gueto
donde se encuentra ubicada la economía popular cuando trabajamos con pequeños
créditos dirigidos al capital circulante” y más adelante agrega: “La construcción de los
productos financieros alternativos pasa así a una dimensión de integración comunitaria
y territorial que la diferencia de una perspectiva del sector económico de
microfinanzas” (Dias Coelho, 2004: 273-274). Este enfoque es operacionalizado en
diversas investigaciones realizadas por el Núcleo de Economía Local del Área de
Desarrollo Económico y Social del Instituto Brasilero de Administración Municipal
(IBAM)19.
Desde el mismo enfoque, aunque desde el punto de vista de la política del gobierno
federal brasileño, Singer (2005) considera que una política nacional de crédito popular

19
Para profundizar, recomendamos ver: www.ibam.org.br. En particular, los trabajos de Angela
Fontes y Franklin Dias Coelho que abordan las entidades que ofrecen los servicios
microfinancieros desde un análisis tanto meso como microsocioeconómico.
debería proponerse redistribuir ingresos, combatir la pobreza y ampliar el mercado
interno de masas para dar sustento al desarrollo de la economía brasileña y dichos
objetivos no se logran sólo aumentando el volumen de crédito disponible. Propone la
combinación de la financiación de iniciativas populares (individuales y colectivas) con
orientación y asistencia, en un contexto de desarrollo comunitario y sostiene que en
materia financiera, la opción de un desarrollo comunitario o solidario “(…) requiere una
nueva arquitectura institucional, que hoy existe sólo en sus primeros inicios: una red
comunitaria de finanzas solidarias, con fuerte presencia en las comunidades más
pobres, capacitada para captar el ahorro de los socios y ofrecerles crédito para planes
de desarrollo, formulados y aprobados por las comunidades que deben ejecutarlos; y
bancos públicos de los gobiernos federal, provinciales y municipales, especializados
en crédito popular, para suplir fondos de financiación de inversiones de mayor monto”
(Singer, 2005: 437).
Tomando como puntapié inicial la nueva arquitectura institucional que plantea Singer,
junto con la pluralidad de modalidades financieras y la complejidad del abordaje del
desarrollo desde lo local y la economía del trabajo planteada desde el inicio,
avanzamos en el punto siguiente en una agenda de investigación-acción.

3. Algunos ejes clave para una agenda de investigación-acción


Que las cuestiones monetarias y financieras inciden en las reales ha comenzado a ser
aceptado y estudiado en muchos ámbitos, alejándonos del postulado de la neutralidad
del dinero y de los instrumentos financieros en general. Ahora bien, no hemos llegado
a acuerdos mínimos aún al respecto de qué tipo de incidencia tienen, en qué sentido y
en qué medida. Si bien es generalizada la postura que sostiene que afectan
positivamente (Levine, 1996), el auge de las prácticas especulativas, las burbujas
financieras y demás anomalías, estarían manifestando efectos negativos y
desconexión con las actividades reales (Binswanger, 1999).
En el punto anterior hemos reseñado y tratado de clasificar algunas de las
modalidades más relevantes desde el punto de vista del desarrollo desde lo local,
aunque generalmente las mismas se ponen de manifiesto, tanto en la práctica como
en la teoría, de forma combinada e híbrida. En esta sección, lo que nos proponemos
es avanzar en la construcción de una agenda que sea relevante para todos los
involucrados y/o interesados en la temática financiera y el desarrollo local, en
particular, investigadores y hacedores de política pública, teniendo como base para la
misma la necesidad de un mayor conocimiento y profundización sobre la relación entre
los aspectos reales y los financieros, haciendo énfasis en ciertas cuestiones clave
acerca de la pluralidad de estrategias de las unidades domésticas y de los flujos
económicos financieros a nivel territorial y su inserción a nivel mundial.
Antes de pasar a los aportes para la agenda, valen dos aclaraciones. En primer lugar,
cabe notar que lo que sigue es un aporte entre los muchos posibles y, de hecho, en
pos de al menos una vigilancia epistemológica acorde con la perspectiva aquí
adoptada, dicha agenda requiere ser construida de forma participativa, con la mayoría
de los involucrados más relevantes y partiendo de los procesos reales, con sus
necesidades, capacidades, recursos y aspiraciones. Y, en segundo lugar, resulta
oportuno destacar que a nivel metodológico deberíamos promover la utilización de
enfoques de investigación-acción y los abordajes multidisciplinarios ya que las teorías
económicas y financieras se vuelven insuficientes e inadecuadas para abordar este
tipo de temáticas desde nuestra perspectiva.
Para avanzar en esta agenda, hemos identificamos cuatro ejes clave, muy
relacionados entre sí. En primer lugar, deseamos problematizar sobre qué actores
socioeconómicos suelen ser considerados en los procesos de desarrollo local y
algunas de las ausencias más importantes. En segundo lugar, creemos importante
que se considere tanto política como académicamente cuáles son los servicios
financieros y los no-financieros. Luego, planteamos la cuestión del tipo y las escalas
de las intervenciones, especialmente de las evaluaciones y análisis de incidencia de
las intervenciones financieras en lo local. Y, por último, un eje sobre las instituciones
financieras locales, su regulación y la relación de los ámbitos local/global, los cuales
presentamos a continuación.

- Sobre qué actores socioeconómicos suelen ser considerados


En el marco de los procesos de desarrollo local vemos que generalmente, tanto en la
literatura especializada como a nivel de las políticas públicas, suele sobreestimarse el
papel que “la microempresa” o “las pymes” pueden llegar a tener o, en general, las
iniciativas privadas con una racionalidad empresaria de maximización de las
ganancias privadas.
Este posicionamiento deja de lado iniciativas propias de la economía popular y de la
economía social tanto mercantiles como no mercantiles, que aportan tanto o más
trabajo y riqueza a sus territorios debido a su racionalidad socioeconómica que pone a
la reproducción de la vida en el centro y generan excedentes como medios para su
desarrollo y crecimiento pero no como un fin en sí mismo. Se trata de una diferencia
de racionalidad que no puede ser soslayada y que, al contrario, debe ser reconocida,
valorada y analizada en el marco de las estrategias que nos interesan en este trabajo.
A su vez, identificamos la existencia de una tendencia a concentrar las acciones en los
sectores más pobres, lo cual quita potencial a los procesos de desarrollo local que
requieren necesariamente abarcar actores socioeconómicos de características
heterogéneas. Vemos también que está muy difundido el consenso que propugna la
vinculación operativa entre la población objetivo fruto de políticas focalizadas, con el
resto de los actores socioeconómicos. Sin embargo, no conocemos investigaciones ni
hemos visto resultados significativos que marquen avances en este sentido, los cuales
provienen más bien de esfuerzos de las dinámicas más políticas que se dan los
sectores de trabajadores más organizados.
Sobre este punto es oportuno recordar la advertencia que realiza Coraggio (2006)
sobre el microcrédito pero extensible al resto de instrumentos y modalidades
financieras, “(…) si el microcrédito llega a emprendedores sin vinculación entre sí y si,
además, no se coordinan con otros agentes productivos, si no forman parte de una red
orgánica de producción y reproducción, de al menos el ámbito regional, es difícil lograr
la sostenibilidad del conjunto. Si los analistas no tenemos en cuenta esos subsistemas
de conexiones de mercado, posiblemente no podremos determinar claramente a quién
beneficia el crédito” (Coraggio, 2006:13).
En el mismo sentido, en lo que hace a las organizaciones de la economía social
específicamente (especialmente de la nueva economía social o solidaria), vemos que
desde los ámbitos de política pública suele prestarse más atención a las iniciativas de
pequeña escala, discriminando a las de mayor tamaño y nivel de organización. Por
ejemplo, la política pública de promoción del desarrollo local y la economía social en
Argentina dispone de muchos más instrumentos para los sectores más vulnerables y
que recién inician sus actividades (“emprendimientos de la economía social”, según la
categoría que se utiliza localmente), mientras que para las empresas recuperadas y
organizaciones de trabajo autogestionado (tanto cooperativas como otras formas
institucionales), que suelen tener una mayor envergadura, existen sólo intentos
aislados y más bien de resolución de “caso por caso”, en función del nivel de
conflictividad y reconocimiento social que las iniciativas alcancen.
Por otro lado, adquiere especial relevancia una atención financiera coordinada del
trabajo asalariado junto con el trabajo autogestionado. Sobre este punto tengamos en
cuenta dos elementos. En primer lugar, el significativo resultado de la investigación de
Khandker, Samad y Khan (1998) que hacía referencia a que tres de los más
importantes programas de microfinanzas en Bangladesh habían logrado una
sustitución entre formas de trabajo, en lugar de un aumento de la demandad de
trabajo; y, en segundo lugar, el hecho de que muchas de las modalidades financieras
presentadas en el punto anterior partieran de necesidades financieras de distintas
formas de trabajo y llegaran al mismo punto a nivel de intervención, tanto a nivel de la
información y formación de los trabajadores en materia financiera como a la
vinculación con instituciones financieras e, incluso, a asumir directamente la oferta de
servicios financieros20.
En definitiva, resulta de vital importancia que sean consideradas las diversas
estrategias de las unidades domésticas, a partir de los distintos usos del fondo de
trabajo, junto con todos los actores socioeconómicos que prioricen la reproducción de
la vida haciendo de la generación de excedentes un medio para dicho fin.

- Los servicios financieros y no-financieros en cuestión


En cuanto a los servicios financieros, lo ideal sería que a nivel de políticas públicas se
consideraran los instrumentos financieros adecuados a las necesidades de los actores
y las actividades que se desarrollan en cada territorio, para lo cual es preciso conocer
dichas necesidades y que sean tenidas en cuenta en las estrategias de planificación e
implementación de dichas políticas.
En este sentido, debe tomarse nota de que no sólo se trata de aumentar el acceso al
crédito a quienes hoy no lo tienen, sino de tener en cuenta la totalidad de sus
necesidades a nivel de la gestión de la liquidez y los riesgos financieros.
Vale en primer lugar reconocer la impronta que dejaron las “finanzas del desarrollo” al
descuidar la captación del ahorro popular y, en general, de fondos del público y su
canalización para la reinversión comunitaria21. En este sentido, recordemos la famosa

20
A modo ilustrativo, tengamos en cuenta dos casos relevantes: a) por el lado de los
trabajadores asalariados, el caso de la Caja de Economía Solidaria del Movimiento Desjardins,
ex–Caja de Economía de las Trabajadoras y los Trabajadores de Québec (www.cecosol.coop),
que se crea en 1971 por iniciativa de la Confederación de los Sindicatos Nacionales (CSN), con
el objetivo principal de priorizar la educación económica de sus miembros para contrarrestar la
tendencia de sobreendeudamiento de los trabajadores asalariados y, b) por el lado de
pequeños productores, el caso de la Asociación de Pequeñas Unidades Productivas (APUP) de
Bolivia (www.galeon.com/apup/productos1027633.html) que, a raíz de la gran oferta
microfinanciera existente en ese país y la necesidad de recursos financieros por parte de gran
parte de la población, se vio involucrada en la lucha por mejores condiciones regulatorias para
los usuarios de microcrédito (recordemos que la legislación boliviana en materia de la defensa
del consumidor financiero se dieron en el contexto de luchas como las de esta asociación. Para
un análisis completo sobre la situación de las microfinanzas en Bolivia teniendo en cuenta el
papel que jugó su regulación, ver: MacLean, J. (2005). “Microfinanzas en Bolivia: aportes y
perspectivas”. CEPAL, Serie financiamiento del desarrollo N° 145. Disponible en: www.eclac.cl)
y en la formación de los deudores de microcrédito a fin de conocer las consecuencias dañinas
del sobreendeudamiento.
21
Sobre este tema se está trabajando profundamente en el marco del movimiento
microfinanciero. Ver por ejemplo: Rutherford, S. (2002) Los pobres y su dinero. México, La
Colmena Milenaria-Universidad Iberoamericana. Desde una perspectiva más amplia y cercana
a la nuestra, recomendamos la lectura de los trabajos realizados por Carola Conde Bonfil en el
marco de El Colegio Mexiquense, en particular: Conde Bonfil, C. (2001) ¿Depósitos o
puerquitos? Las decisiones de ahorro en México. La Colmena Milenaria-El Colegio
Mexiquense, A.C., Zinacantepec, México.
calificación que Vogel (1984) hace sobre la movilización de ahorros como “la mitad
olvidada de las finanzas rurales”, que extendemos a las modalidades financieras
tratadas en este trabajo.
Por otro lado, la cuestión de poder realizar transacciones de forma ininterrumpida a
nivel de cuentas corrientes, hacer pagos de servicios, cambio de monedas, seguros,
pensiones, remesas, créditos comerciales, etc. De todos éstos, sin dudas que la
cuestión de las remesas ha recibido especial atención durante los últimos tiempos 22,
aunque es preciso trabajar el tema con una mayor relación en cuanto a la temática
regional y al conjunto de herramientas financieras y no financieras abarcadas por las
estrategias de desarrollo desde lo local.
En lo que hace a los servicios financieros para la producción en particular, que no se
preste demasiada atención a las actividades socioeconómicas de mayor tamaño, que
predominen estructuras de vencimiento de muy corto plazo y que haya una falta de
instrumentos adecuados para el financiamiento de proyectos de mediano y largo plazo
que todo proceso estratégico requiere, son algunas de las temáticas que mayor
innovación y esfuerzo demandan para su tratamiento. Sin embargo, vale decir que
esto no es sólo propio del campo de las finanzas populares ni del desarrollo local. A
nivel del financiamiento del desarrollo (a secas), la falta de financiamiento a largo
plazo para la inversión y la escasez de financiamiento para las pequeñas y medianas
empresas han sido identificados como los principales desafíos a ser resueltos para la
mayoría de los países de Latinoamérica (Stallings, Studart; 2006).
Por otro lado, un punto no menor aquí es considerar tanto servicios financieros que
atañen a la producción como a la reproducción, donde el financiamiento del consumo,
la vivienda y la seguridad social se vuelven aspectos de suma relevancia. Algunas de
las cuestiones que deberíamos plantearnos en este sentido es, por ejemplo, las
características y el papel de un sistema de créditos adecuado a la hora de financiar
intertemporalmente el consumo de unidades domésticas de productores
agropecuarios que tienen ciclos productivos de mediano o largo plazo y que
prácticamente no disponen de otras fuentes de ingresos más que las obtenidas una

22
Para un tratamiento profundo sobre la temática ver: Orozco, M. (2004). “Remesas a América
Latina y el Caribe: temas y perspectivas en materia de desarrollo”. Cumbre de las Ameritas,
Organización de Estados Americanos (OEA), Washington D.C. Disponible en: www.summit-
americas.org; López Espinosa, M. (2002). “Remesas de mexicanos en el exterior y su
vinculación con el desarrollo económico, social y cultural de sus comunidades de origen”.
Ginebra, Programa de migraciones internacionales, Oficina Internacional del Trabajo (OIT).
Disponible en: www.ilo.org; y uno de los últimos relevamientos del Banco Mundial que, en
especial, aporta información acerca de la importancia de estos flujos financieros: Fajnzylber, P.;
López, H. (2007) “Close to Home. The Development Impact of Remittances in Latin America”.
The International Bank for Reconstruction and Development/The World Bank. Disponible en:
siteresources.worldbank.org.
vez realizada su producción, donde el crédito podría servir como adelanto de sus
ingresos mientras se cumple el ciclo productivo. Otro tema es el del acceso a una
cobertura de salud23 y un sistema de jubilaciones y pensiones que respondan a las
necesidades de la población. Ambos temas deberían ser tratados con una visión
amplia en cuanto a la regulación y, en general, al papel que los Estados nacionales y
los mercados deberían jugar ya que, incluso, a nivel financiero podría contemplarse
como una forma posible de resolver las necesidades de financiamiento de más largo
plazo a partir de los ahorros de largo plazo con los que cuentan los fondos de
pensiones y jubilaciones.
Pasando al ámbito de los servicios no financieros, recordemos que toda intervención
centrada en herramientas financieras, de forma aislada, pierde eficacia al no tratar la
problemática del desarrollo desde lo local de manera integral.
En línea con lo planteado por Singer (2005), se sostiene aquí que para promover
procesos y/o proyectos de desarrollo desde lo local que sienten las bases para otro
tipo de desarrollo, no se trata sólo de aumentar la oferta de crédito. Resultan
determinantes los elementos con los que las herramientas financieras se combinan y
las formas de implementación. Así, adquieren especial relevancia las estrategias
financieras llevadas a cabo por los diversos sectores, los tipos de instrumentos
financieros utilizados, los servicios no-financieros que se articulan con éstas y, en
general, las herramientas de promoción de la economía popular realmente existente,
las formas de producción y circulación autogestionarias, los tipos de inserción local
establecidos, las vinculaciones entre los actores del entorno y su incidencia en el
modo de desarrollo, entre otros.
En este marco, resulta de vital importancia relevar cuáles son las necesidades a nivel
local y lograr superar la institucionalización de “combos” como el financiamiento junto
con la capacitación y la asistencia técnica durante un tiempo 24.

23
A nivel de la cobertura de los riesgos de la salud, digno de problematización son los
“microseguros” que se están difundiendo en el ámbito de las microfinanzas comerciales. Si bien
es cierto que resuelven algunas de las necesidades sanitarias de los “microempresarios”,
desde nuestra perspectiva es necesario tomar nota de que lo hacen a costa de privatizar el
mantenimiento de las condiciones de salud de los trabajadores y constituyendo un nuevo nicho
de mercado.
24
Dependiendo el tipo de herramienta no financiera utilizada y quién sea la población objetivo
de la promoción, puede llevar a perderse de vista las restricciones externas y a culpar a los
sujetos promovidos por los magros resultados de algunas actividades socioeconómicas. En
esta línea, por ejemplo, Mayoux (1995) sostiene que “(…) para las emprendedoras pobres,
sistemas de redes e intercambio de información suelen ser Intervenciones más oportunas que
el entrenamiento en habilidades empresarias. Esos programas pueden actuar como un foco
que motive el cambio en restricciones más profundas y, a su vez, asistir a las mujeres a
desarrollar métodos que sean apropiados para sus necesidades” (Mayoux, 1995:33).
Teniendo en cuenta el hallazgo de que los costos de acompañamiento son
considerados “el talón de Aquiles” del microcrédito (y que podemos extender a todas la
modalidades financieras aquí tratadas) y la importancia que estas herramientas tienen
para los procesos de desarrollo desde lo local, cabe agregar en el temario de esta
agenda la necesidad de investigar sobre las distintas modalidades que se han
encontrado hasta el momento para poder resolver esta problemática. En este sentido,
resulta de vital importancia tener en cuenta el trabajo de Lebossé (1998) que plantea
la importancia de combinar la movilización de los recursos locales, junto con la
habilidad de los actores locales para encontrar los recursos técnicos y financieros
necesarios que permitan completar proyectos en línea con el plan de desarrollo local a
partir de la articulación de múltiples programas del sector público, la experiencia
disponible en la comunidad local y/o a través de redes que incorporen iniciativas
similares que provean herramientas necesarias para tales funciones como: a) la
generación de condiciones propicias para el surgimiento de ideas, a través de la
coordinación de actores provenientes de todas las disciplinas que inciten la acción a
los emprendedores individuales y colectivos de la comunidad; b) la disponibilidad de
los recursos técnicos adecuados a fin de considerar mejor las propuestas, formular
planes pertinentes y transformarlos en proyectos viables; c) el acceso a fondeo
apropiado que al inicio deberá contar con una activa participación del Estado (con
subsidios y programas de asistencia) y al que deberán sumársele los recursos
financieros disponibles en el mercado” (Lebossé, 1998: 14-15).
En definitiva, sobre este eje podemos sostener que es preciso que las modalidades
financieras vinculadas con el desarrollo local puedan responder a las más diversas
necesidades de producción (teniendo en cuenta contemplen actividades
socioeconómicas de diversa escala, con distintos horizontes temporales y niveles de
rendimiento) y de reproducción (con un énfasis puesto en el consumo, la vivienda, la
salud y la jubilación/pensión), a través de una diversidad de servicios financieros
(trascendiendo la estrecha mirada del microcrédito o crédito y pasando a considerar
las facilidades para depositar, hacer pagos, enviar y recibir remesas, etc.) y de
servicios no-financieros (más que las tradicionales fórmulas de financiamiento con
capacitación y acompañamiento técnico durante un corto tiempo, que sea una práctica
permanente y que responda a las necesidades efectivas), todo ello enmarcado en una
estrategia de desarrollo que sea formulada e implementada a través de una pluralidad
de sectores y lo más participativamente posible.
- El tipo y las escalas de las intervenciones en general y las evaluaciones y análisis
de incidencia en particular
Este eje apunta a la necesidad de desarrollar criterios específicos de evaluación tanto
de las entidades involucradas en la oferta de servicios financieros como de las
condiciones de vida y de trabajo de sus usuarios y su incidencia a nivel territorial, con
unidades de análisis tanto micro como de escala meso y, de ser posible, también
macro. Se trata no sólo de difundir más la realización de las modalidades financieras
más eficaces, sino de institucionalizar sistemas de evaluación en lo que hace a los
efectos de estas prácticas sobre el bienestar social y el desarrollo del territorio.
A su vez, son importantes los análisis comparativos sobre la eficiencia y eficacia de
distintas combinaciones de herramientas que “complementan” a las herramientas
financieras, así como de las distintas modalidades de implementación. Por ejemplo,
seguramente los distintos diseños de las metodologías microfinancieras (individual,
“grupos solidarios”, banca comunal) disparan o profundizan procesos muy distintos a
nivel cualitativo y, a su vez, esto incide de distinta forma en los procesos de desarrollo
local. Sin embargo, muy poco sabemos al respecto.
En este sentido, existen varias investigaciones acerca de la práctica de “crédito con
educación” o “crédito +”, el cual se basa en la idea de que la educación sanitaria y
microempresarial y el acceso a servicios financieros tienen efectos sinérgicos provistos
en forma conjunta. Es la integración de ambos la que produce beneficios que exceden
lo que se podría haber obtenido si los servicios fueran ofrecidos de forma separada
(Dunford, 2000). Sin embargo, esta perspectiva se desarrolla en un ámbito de extrema
focalización en los más pobres por lo cual debe ser retrabajada para el desarrollo
local.
Por otra parte, es necesario producir avances en la definición de indicadores que
puedan ser monitoreados cotidianamente, que trasciendan los meros indicadores
financieros. Por ejemplo, realizar testeos de indicadores que se refieran a la calidad de
cartera por asesor de crédito, junto con indicadores al respecto del resto del trabajo
que realizan dichos actores (como, por ejemplo, su papel de enlace territorial, la
cantidad y calidad de información que socializan entre los emprendedores locales, los
efectos que ésta genera, etc.) Probablemente contar con avances sobre el tema de
indicadores que superen la intervención minimalista/welfarista ayude a potenciar el
trabajo que realizan estos actores y, con ello, la sostenibilidad de las iniciativas
financiadas.
Respecto al método, hasta ahora existen diversas “evaluaciones de impacto” en base
al timbreo y con criterios de evaluación marcadamente minimalistas. Creemos que
resulta necesario plantear abordajes de la vida social complejos e interdisciplinarios,
cuya utilidad será mayor si son encarados junto con los actores relevantes, con
estrategias participativas, particularmente a través de la investigación-acción para con
los usuarios de los servicios.
Iniciativas como el proyecto de investigación-acción IMP-ACT “Mejorando el impacto
de las microfinanzas en la pobreza”25, el de Indicadores de Performance Social (SPI)26
o de Desempeño Social27 están produciendo avances sustantivos aunque,
nuevamente, desde la perspectiva del “alivio de la pobreza” que resulta inadecuada o,
al menos, incompleta, para la gestación y profundización de procesos de desarrollo
desde lo local.
Por último, destacamos que no menos importantes resultan los métodos de
evaluación de proyectos que utilizan las diversas iniciativas. En este marco, vemos
que sería de vital importancia poder trascender las evaluaciones a nivel micro,
concentradas en las unidades domésticas, y poder incorporar algunos elementos de
orden territorial, junto con la reconsideración de la existencia de sectores y actividades
prioritarios a ser financiados según la estrategia de desarrollo definida localmente.

- Sobre las instituciones financieras locales, su regulación y la relación de los


ámbitos local/global
Este último eje resulta de gran relevancia en tanto y en cuanto apunta al tipo de
instituciones, las prácticas y las regulaciones que rigen los comportamientos
específicamente a nivel financiero.
Ponemos en primer lugar la atención sobre las características de las instituciones de
primer piso (más allá de sus formas jurídicas o, incluso, de si están registradas o no)
que suelen ser consideradas en las prácticas del desarrollo local. En este sentido, si
bien existe cierto acuerdo sobre la importancia de que existan intermediarias
financieras capaces de canalizar el ahorro local hacia la inversión local y operar con
una variedad de instrumentos financieros, la forma que en la práctica dicho consenso
suele adoptar es bastante fragmentaria. Así, se producen políticas e investigaciones
que se focalizan en el papel de la banca pública, de desarrollo o fomento por un lado;
en las finanzas populares por otro; en las instituciones microfinancieras, especialmente
en los bancos comunales por otro; en las cajas y cooperativas de ahorro y crédito por
otro, etc.

25
Más información en: www2.ids.ac.uk/impact
26
Para más detalles, véase: www.cerise-microfinance.org/publication/impact.htm
27
Para ampliar, visitar: finsol.socioeco.org/es
Sin embargo, consideramos aquí que es preciso trascender la mirada sectorial e
indagar sobre enfoques más sistémicos. En esta línea, puede ser de gran utilidad el
modelo propuesto por Seibel (1997) el cual, si bien se focaliza en las microfinanzas, lo
hace desde una perspectiva sistémica que puede aplicarse al conjunto de las
modalidades financieras emergentes del desarrollo local. El autor plantea que existen
tres estrategias principales que contribuyen al desarrollo de un sistema
microfinanciero: la reforma de las políticas y la regulación, la innovación instrumental y
las transformaciones institucionales, existiendo un amplio rango de instituciones que
deben realizar modificaciones y ajustes para jugar un papel efectivo como
intermediarios financieros para la microeconomía. Dependiendo de la infraestructura
institucional, el autor considera cuatro estrategias principales de transformación: a)
downgrading o de adaptación de instituciones financieras formales al entorno local
(cuando existen instituciones formales locales con potencial de adaptación a las
demandas de la microeconomía local); b) upgrading o de ampliación de instituciones
financieras no formales (cuando existen instituciones no formales locales con potencial
de ajuste); c) linkage o vinculación de instituciones financieras formales y no formales
(cuando hay instituciones formales y no formales, con potencial de ajuste y sentido de
la cooperación); d) innovation o creación de nuevas instituciones locales (en el caso de
que no existan o sean escasas las instituciones formales y no formales efectivas o
adaptables). El autor manifiesta que es esencial tener en cuenta que no existe un
único enfoque que pueda ser considerado como “el mejor enfoque” a ser replicado
universalmente. Así, lo apropiado depende de las circunstancias y condiciones locales,
las cuales deben ser evaluadas cuidadosamente. Agregamos aquí que debe poder
profundizarse el conocimiento acerca de la funcionalidad que cada modalidad y cada
institución dentro de cada modalidad tiene y la que puede tener en una estructura
financiera local, con un enfoque sistémico y, claro está, de complementariedad entre
ellas.
Un tema que se desprende del anterior es la necesaria consideración de la pluralidad
de formas y de lógicas existentes, al contrario de algunas de las tendencias que
buscan la concentración en una o, cuanto mucho, dos de las modalidades y con
características muy específicas. Por ejemplo, es sabido que la institucionalización de
las microfinanzas comerciales en Latinoamérica ha logrado, especialmente en países
como Bolivia, la eliminación de los techos a las tasas de interés y presionado para que
las instituciones microfinancieras especializadas sean instituciones con fines de lucro
exclusivamente y que las instituciones estatales no tengan injerencia alguna en la
oferta de primer piso. En un campo tan heterogéneo como el de las microfinanzas esta
política ha sido de gran impacto para las instituciones sin fines de lucro y que, muchas
veces, venían trabajando de forma muy articulada con las instituciones estatales 28 todo
lo cual es de gran riqueza para los procesos de desarrollo desde lo local.
Por otro lado, es preciso que se incorporen a este tipo de análisis las instituciones de
segundo piso o, en general, las redes tanto financieras como no-financieras que han
venido desarrollándose durante los últimos años y que son de gran apoyo para las
entidades de primer piso. Si bien estas instituciones son relativamente nuevas en el
ámbito de las microfinanzas, se constituyen en una herramienta clave para el
desarrollo de la modalidad cooperativa. Vale la pena recordar al respecto los aportes
realizados por Fischer, en especial, en cuanto al modelo de redes federadas.
A su vez, todas las modalidades aquí analizadas se caracterizan por una fuerte
descentralización, sin embargo, debemos remarcar para la agenda que aquí estamos
proponiendo el hecho de que es estratégicamente necesario incorporar tanto en los
análisis como en las políticas su coordinación y planificación. Tengamos en cuenta,
como sugiere Coraggio (2006), que los procesos de descentralización han mostrado
que es extremadamente difícil descentralizar efectivamente si no hay un centro fuerte
que regula y asegura que las diferencias interlocales no se reproducen. En este
sentido, la cuestión financiera sería uno de los aspectos específicos a tratar de dichos
procesos de descentralización.
Por otro lado, es preciso llamar la atención sobre cuáles son los ejes vectores de los
modos de regulación predominantes entre las prácticas financieras aquí analizadas.
Más allá de las especificidades a nivel de la regulación y supervisión financiera y
prudencial, apuntamos a la necesidad de poder captar las consecuencias dañinas que
los modos de regulación hegemónicos pueden traer consigo al trasladarse

28
Para más detalles sobre las principales tendencias a nivel de la regulación microfinanciera
ver: Christen, R.; Rosenberg, R. (1999). “El apresurado interés en reglamentar: Establecimiento
de marcos jurídicos para las Microfinanzas”. Estudio Especial 4. Disponible en: www.cgap.org;
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microfinanzas. Banco Interamericano de Desarrollo, Washington; los tres disponibles en:
www.iadb.org. Por último, para el caso brasilero desde una perspectiva muy interesante para
los procesos de desarrollo desde lo local, ver: Fontes, A.; Dias Coelho, F. (2003). “Expansão do
setor de microfinanças no Brasil. Rio de Janeiro”. IBAM/Fundación Ford. Disponible en:
www.ibam.org.br
mecánicamente a sectores y realidades más complejas y con racionalidades
socioeconómicas plurales. En este sentido, vale la pena tener en cuenta el modelo
propuesto por McIntosh y Wydick (2005) para analizar la competencia en el ámbito de
las microfinanzas lo cual, nuevamente, sin duda puede hacerse extensible al resto de
las modalidades financieras. Los autores sostienen que ante la presencia de
instituciones microfinancieras con objetivos heterogéneos y la utilización de subsidios
cruzados entre sus prestatarios, la competencia puede exacerbar los problemas de
información asimétrica y los clientes más necesitados de préstamos comenzarán a
obtener préstamos múltiples, llevando a una situación de equilibrio menos favorable
para todos los prestatarios. Si este resultado lo complementamos con la información al
respecto de las características del desarrollo de las microfinanzas en países donde
ésta ha adquirido gran alcance y tiene características predominantemente comerciales
o de “industria microfinanciera” (a nivel de, por ejemplo, las estrategias de crecimiento
de las instituciones de primer piso, la calidad deteriorada de muchas carteras, los
índices de quiebras a nivel de los usuarios, las caídas en la tasa de ganancia, etc.)
vemos que hace falta mucha investigación empírica para la toma de decisiones en
este sentido.
A su vez, existe una temática que implícitamente atraviesa a toda la agenda pero que
debemos aunque sea enunciarla en breves palabras. Estamos haciendo referencia a
los criterios de sostenibilidad tanto de las entidades de primer piso como a las
estructuras financieras locales y los actores socioeconómicos con los que se
relacionan. Es sabido que este es uno de los temas clave de debate dentro del
movimiento microfinanciero, sino el más importante, dado que a través de él se disputa
la racionalidad de las instituciones microfinancieras, siendo uno de los
posicionamientos que sólo siendo rentables podrán ser sostenibles a lo largo del
tiempo, mientras que otra postura prioriza el alcance entre “los más pobres” para el
cual requiere de donaciones de privados y subsidios de los Estados. Proponemos aquí
un tratamiento de la sostenibilidad que trascienda los cálculos microeconómicos de
unidades individuales, para lo cual los esquemas de organización en red como los
antes mencionados son de gran utilidad. A su vez, no debe dejar de replantearse el
papel que los privados y los Estados tienen en cuanto al financiamiento de
instituciones miembro de las estructuras financieras locales, teniendo en cuenta
especialmente la cuestión de los tiempos y el alcance en cuanto a qué actividades
financiar y cómo hacerlo, avanzando sobre prácticas de hibridación de los recursos29.

29
Para un tratamiento más detallado sobre la temática, ver los trabajos mencionados en la nota
n° 5.
Por último, nos interesa que se jerarquice en las agendas de investigación y de política
pública la intervención sobre las estructuras financieras locales realmente existentes,
el conocimiento sobre las relaciones que existen entre el ámbito local y los ámbitos
regionales, nacional y global, aunque buscando avanzar más allá de la mirada que
considera que las incidencias entre territorios y del ámbito global sobre éstos sea
necesariamente negativa ya que más bien, consideramos, que hace falta un profundo
análisis sobre el papel, los desafíos y las oportunidades de la globalización financiera
actual para los procesos de desarrollo local. Se desprende de esto la importancia de
de superar los enfoques de “lo local” exclusivamente tanto a nivel económico, cultural,
social como político.
En este sentido, se vuelve estratégico poder captar la cuantía, la temporalidad (por
ejemplo, captar la existencia de estacionalidades) y el sentido de los flujos financieros
entre el ámbito local y el global.
Así, adquieren especial relevancia aspectos como el envío y la recepción de las
remesas de los inmigrantes latinoamericanos; las modalidades de ahorro ético de
ciudadanos del Norte que promueven la rotulación de sus depósitos a fin de que sean
destinados a determinadas zonas o actividades socioeconómicas del Sur (combinados
generalmente con esquemas de comercio justo y solidario); los esquemas de monedas
sociales con una escala muchas veces acotada a nivel territorial y otras veces que rige
a escala global, especialmente con los recursos tecnológicos que facilitan
instrumentos como Internet; etc. y, claro está, la existencia de instituciones adecuadas
para que sobre dichos flujos prime una racionalidad socioeconómica que priorice la
vida en lugar de la maximización de las ganancias, con esquemas regulatorios que se
ajusten a la misma. En este marco, sin duda que intervenciones que partan de
reconocer la dinámica de los flujos financieros e intenten incidir sobre ellos a favor del
desarrollo desde lo local, estarán en mejores condiciones para intervenir en los flujos
no sólo financieros sino también reales en las unidades territoriales que resulten
relevantes (no con meros recortes políticos administrativos).
Otro tema de importancia a ser abordado es si existen en nuestros países
oportunidades efectivamente disponibles por parte de los mercados de capitales, los
cuales son incompletos “en general” y, mucho más, para las actividades
socioeconómicas que son de nuestro interés. Sin embargo, en varios países del Norte
han logrado avanzar sobre modalidades de capitales de riesgo como los “capitales de
riesgo de proximidad”, la “venture philanthropy”, las “inversiones institucionales éticas”,
los “ángeles inversionistas”, etc. sobre los cuales poco avance registramos a nivel de
la investigación académica pero que, sin embargo, podría comenzar a ser una
tendencia considerable30.
Ahora bien, no podemos dejar de reconocer que modalidades como éstas son
bastante marginales hasta el momento y que una de las deudas más importantes de la
dirigencia política a nivel mundial es avanzar sobre cómo enfrentar la problemática de
la deuda externa de nuestros países por un lado y la alta movilidad y volatilidad de los
capitales a escala mundial por otro, aspectos que vulneran los territorios particulares y
la vida en el planeta en general y que podrían constituir las condiciones de posibilidad
para la institucionalización de otras finanzas para otro desarrollo.
En definitiva, este eje deja apuntado que es preciso avanzar sobre esquemas
regulatorios e investigaciones que reconozcan la pluralidad de formas existentes, su
funcionalidad en esquemas de mayor complejidad (como podrían ser las estructuras
financieras locales y los diferentes ejes reguladores) a la de un solo tipo de institución
financiera de primer piso (como las instituciones microfinancieras por un lado y las
cooperativas de ahorro y crédito por otro), con la mirada puesta también en la macro y
la escala global y teniendo en cuenta los conflictos que imprimen las presiones por una
exacerbada mercantilización y modos de propiedad, governance y regulación
jerarquizados por la maximización de las ganancias privadas.

Reflexiones finales
En este trabajo hemos realizado una revisión sobre las modalidades financieras
emergentes en los procesos de desarrollo local desde la perspectiva de la economía
del trabajo, poniendo especial atención al creciente papel que en Latinoamérica están
teniendo las microfinanzas y su alcance para los procesos de desarrollo desde lo local.
A su vez, avanzamos sobre una propuesta de ejes para una agenda de investigación-
acción dirigida tanto al ámbito académico como al de la política pública en el cual si
bien las organizaciones sociales, comunitarias, sindicales, etc. tienen un papel muy
importante, son los diferentes niveles estatales quienes tienen un papel clave, a partir
de un enfoque de co-construcción con todos los involucrados.

30
Vale aclarar que algunas de las modalidades presentadas en el punto anterior han logrado
vincularse estratégicamente con los mercados de capitales, aumentando en gran medida sus
tasas de crecimiento e incluso hasta desnaturalizándose al perder su diferencia originaria. El
caso del cooperativismo de ahorro y crédito a través de casos como el banco cooperativo belga
CERA o el Crédit Agricole francés. puede darnos pautas en este sentido. Esta temática ha sido
tratada en profundidad en varios seminarios de la Asociación Internacional de Bancos
Cooperativos de la Alianza Cooperativa Internacional (ICBA-ACI), véase:
www.ica.coop/icba/publications
El contenido de los ejes de la agenda responden a características que se alejan de
enfoques como la mera promoción de la economía popular realmente existente, el
alivio de la pobreza o la profundización financiera per se, para los cuales seguramente
nuestra agenda resulte incompleta y hasta contemple aspectos que podrán resultar
estériles y equivocados, especialmente, por los elementos utópicos que la guían.
Algunos de los aspectos que se alejan y disputan con la agenda de “las mejores
prácticas”, marcada por las prioridades y necesidades de los sectores y las
perspectivas que son hegemónicas, son: que junto con las condiciones de producción
de los usuarios de los servicios financieros, se consideren las condiciones de trabajo y
de vida de los mismos; que todas las modalidades de trabajo interesen y que se
reconozca y se respete su racionalidad socioeconómica en lugar de presionar con el
fin de que todos operen como “homos economicus”; que la escala más relevante para
las intervenciones sea la mesosocioeconómica desde lo local en lugar de la micro
local; que se proponga difundir la existencia de prácticas financieras que socializan los
recursos financieros e incorporen mecanismos de toma de decisiones crecientemente
democráticos (a partir de la formación y la información de todos los involucrados); que
dichas prácticas monetarias y financieras muchas veces vayan más allá del interés;
que vuelvan a considerarse criterios de planificación estratégicos para el otorgamiento
de créditos (propios de las “finanzas del desarrollo” de la posguerra), en lugar de una
asignación marcada sólo por mecanismos de mercado; etc.
Desde una perspectiva como la nuestra, suele hacerse muy complejo poder avanzar
sobre cuestiones tan relevantes como la temática financiera para el desarrollo desde lo
local como un medio para la mejora creciente de las condiciones de vida.
Sin embargo, el hecho de que los sectores populares y los trabajadores organizados
estén avanzando en prácticas como las reseñadas a un ritmo mayor que la
investigación y la política pública, hacen válidos todos los esfuerzos por explorar estas
cuestiones en el marco de las grietas que nos deja el sistema capitalista en su fase
actual, en pos de una verdadera y legítima democratización de los recursos financieros
y de la economía en general, puesta al servicio de la vida de las mayorías.
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