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Sobre la llanura

La influencia que tienen los escenarios geográficos sobre el ritmo y el color de una obra
literaria son fundamentales, tanto como lo podrían ser cualquiera de sus personajes. Bien
utilizado, el recurso de enfatizar sobre el escenario, de establecer su atmósfera, su clima, su
cromaticidad, es una marca genuina de un estilo singular y distinto. Lo interesante de los
escenarios geográficos es que su naturaleza siempre es confusa y nunca podrían
pertenecerle del todo a una sola obra o a un solo autor, tal vez ni siquiera a una sola
tradición o una sola época.

García Márquez mencionaba que el Caribe de Mamá grande, los hermanos Nassar, los
Buendía y Melquíades, el Caribe en el que se desarrolla una parte fundamental de su obra,
podía incluso extenderse hasta el rio Missisipi, pasando por Cuba, puerto Rico y México.
Es curioso que para García Márquez, por ejemplo, el sur de Estados Unidos en el que se
narra el Sonido y la furia era tan caribeño como el Macondo de Cien años de Soledad.
Existe entonces una continuidad entre diferentes obras, autores, países y épocas que se
manifiesta en su escenario, en esa extraña atmósfera sobre la que se desenvuelven los
acontecimientos y que nunca se podría señalar con exactitud en qué consiste. Lo único
cierto es que Cien años de soledad tenía que ser una obra caribeña, su historia no habría
podido ser narrada bajo otras circunstancias que no fueran las propias del caribe.

Así como el Caribe, que comparten Faulkner y García Márquez, también es destacable, por
poner otro caso, la continuidad que se puede establecer a partir de lo que es la selva
digamos en la obra de Rudyard Kipling y en la del uruguayo Horacio Quiroga. En el caso
del uno es la selva India de los tigres y las panteras, y en el del otro es la selva amazónica
de los jaguares y los caimanes. Ambos son autores que narran cuentos de la selva, historias
en medio de la densa humedad, ríos caudalosos y cuyos protagonistas son bestias grandes y
peligrosas que se enfrentan al ser humano. La selva es en esencia la misma en Kipling y en
Quiroga, su presencia y su fuerza generan no solo personajes semejantes y tramas
parecidas, sino sobre todo un ritmo y un estilo que en la imaginación se perciben como si
fueran de la misma estirpe, individuos con el mismo carácter. Y esa semejanza, esa
continuidad, no descansa en el mero lugar geográfico, en el suelo sobre el que caminan los
personajes y los hechos. La selva africana de Hemingway nada tiene que ver con la de los
otros: su pulso, su ritmo, su silencio, son completamente distintos. Uno diría que en
Hemingway, las verdes colinas no tienen su propia entidad, no son la totalidad del mundo,
un universo perfecto y acabado, como sí lo es Macondo. Las verdes colinas de África son
un paisaje selvático, pero no son la selva. Hay autores que describen un paisaje y hay
autores que lo toman con fuerza a uno de los cabellos y lo sumergen en su escenario, lo
atrapan a uno como a una mosca miserable en un frasco.

Otros escenarios que han sido determinantes en la literatura universal, pero que ahora no
me interesa considerar, son el océano de Melvin y la calle o la ciudad (ciudad intestinal,
como la llamaba Germán Espinosa) de Dickens, que naturalmente se han manifestado en
diferentes épocas y en diversas obras. Y como estos pueden encontrarse una infinidad de
escenarios que logran tener la misma importancia que cualquier personaje o trama dentro
de una narración.
El que ahora me interesa observar es el de la llanura, que ha sido fundamental para la
literatura del último siglo. La llanura es un escenario esencialmente americano, pertenece
íntimamente a América, tanto del norte como del sur. Pero miremos primero su existencia
en el sur para después considerar si efectivamente cabe hablar de la llanura en el norte.

En la medida en que se trata de un escenario, las únicas referencias que cabe considerar
como relevantes son las literarias, o las cinematográficas, o en general las del arte, en
particular, las ficciones. La llanura de los periódicos, los documentales, los testimonios, la
geografía, la biología, la historia, son indiferentes, aun cuando existe una sustancia común a
estas y aquellas.

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