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e0CC ccuPIED<#@ WALL STREET JOURNAL inal: Power in Movement. Social Movements and Contentions Politics Revited and Updated Third Edition Esta edicin ha sido publicada en inglés por Cambridge University Press en 2011 Titulo Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra estd protegido por la Ley, que establece penas de prisidn y/o multas, ademds de las correspondientes indemnizaciones por dafios y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren piiblicamente, en todo o en parte, una obra lteraria, artstca 0 cienifca, 0 su transformacin, interpretaci6n o ejecucién artistica fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorizacin, © Sidney G. Tarrow, 1994, 1998, 2011 jn: Francisco Mufioz de Bustillo Llorente, 2012 © Aligpra Editorial, S. A., Madrid, 2012 Calle Juan Ignacio Lfca de Tena, 15; 28027 Madrid: telef. 91 393 88 88 wwwralianzaeditoriales ISBN: 978-84-206-0958-4 Depésito legal: M. 31.819-2012 Printed in Spain UIERE RECIBIR INFORMACION PERIODICA SOBRE LAS NOVEDADES DE ALIANZA. EDITORIAL, ENVIE UN CORREO ELECTRONICO A LA DIRECCION: alianzaeditorial@anaya.es Indice de figuras Indice de cuadros Agradecimientos Prdlogo.... INTRODUCCION 1. Laaccién colectiva y los movimientos sociales .... PRIMERA PARTE EL NACIMIENTO DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES MODERNOS — > 2. Laaccién colectiva modular 3. La letra impresa y la asociacién 4, Los Estados, el capitalismo y la accién colectiva. 10 Som Nar 9: 10. Ty: 128 Concelusién: El futuro de los movimientos sociales Bibliografia.... EL PODER EN MOVIMIENTO SEGUNDA PARTE LOS PODERES EN MOVIMIENTO LB: 212 247 274 El repertorio de protesta ... Redes y organizaciones .. La construccién de significados ‘Amenazas, oportunidades y regimenes TERCERA PARTE LA DINAMICA DE LA ACCION COLECTIVA Mecanismos y procesos de accién colectiva 315 Ciclos de accién colectiv. 335 La lucha por la reforma . Laaccién colectiva transnacional ... CAPITULO 5 EL REPERTORIO DE PROTESTA verano de 2008, cuando la administracién de George W. Bush llegando a su fin en medio de una enorme crisis financiera, estadounidenses se escandalizaron por las ayudas a la banca por el secretario del Tesoro, Henry Paulson. Les indig- que una administracién que supuestamente queria «disminuir» papel del gobierno estuviera planeando repartir miles de millones entre organismos financieros cuyas prdcticas temerarias habfan pro- yocado el colapso de la economia. El hecho de que Paulsén proce- diera del corazén del capitalismo financiero, Wall Street, enfadaba atin més a estos ciudadanos de la América profunda, algunos de ellos jubilados que vivian de ingresos reducidos. Pero las preocupaciones que inquietaban a la base de la sociedad norteamericana alcanzaron su climax cuando la nueva administra- cién demécrata tomé posesién en enero de 2009. A lo largo de toda Ja campafia para las elecciones presidenciales de 2008, Barack Oba- ma habia machacado a los republicanos acusandoles de irresponsabi- lidad fiscal, escasa planificacién econémica y complacencia con los banqueros. Pero escasos dias después de su eleccién en noviembre, 174 LOS PODERES EN MOVIMIENTO, EL REPERTORIO DE PROTESTA = 175 mham Lambert» dieron la voz de alarma sobre el plan concebido Ja nueva administracién para ayudar a los propietarios de vivien- hipotecadas amenazados de desahucio. «“Presidente Obama, escuchando?” —grité Santelli—, afiadiendo que habia estado ando en organizar un Chicago Tea Party en julio» (McGrath, 0); 42). La agitacién proyocada llamé la atencién de Glenn Beck, de la derecha populista en Fox News, fundador de lo que él «el proyecto 9.12». Beck fue mucho més alld de la oposicién al den financiero y la reforma sanitaria y hurgé en todos los tépi- los «valores» de la derecha: «cosas como la honradez, la espe- y el valor, asf como principios con un mayor tinte politico no la creencia en Dios, en el trabajo duro y en la independencia. declaré orgulloso: «El gobierno no puede obligarme a ser cari- . Hacia el final de la semana siguiente se producfan decenas de tas simulténeas en todo el pais, que «evocaban el legado de los ios pioneros de Nueva Inglaterra en su revuelta contra el rey (p. 43). En febrero de 2010, cuando se celebré en Nashville Jonyencién Nacional del Tea Party, habfan proliferado més de lentos sitios en la web que se mostraban opuestos a los planes s demécratas de reformar el sistema de salud. principales expresiones de los activistas recordaban las tacticas ién del orden de la década de los sesenta. En cientos de staciones y asambleas populares, los simpatizantes del Tea ‘Siguieron el consejo de Keli Carender de Seattle (apodada la Belle»), quien escribid: «A diferencia de los melodramédticos istas, yo no quiero que me arresten», «Pero quiero adoptar le sus tacticas y ser vulgar y repelente en sus propias caras» (Mc- ih, p. 43). En el verano de 2009, cuando los lideres del partido érata regresaron a sus respectivos distritos para recabar apoyos reforma sanitaria, miles de norteamericanos expresaron su jnacion en asambleas celebradas en los ayuntamientos exigiendo or qué el gobierno amenazaba con reformar el sistema de |, Ein el otofio, més de trescientos mil manifestantes se congre- h en las afueras de la capital para protestar contra la reforma se hizo evidente que su administracién continuaria con la mist complacencia. Al nombrar como secretario del Tesoro a Timothy: Geithner, que habfa desempefiado un papel esencial en el reseaty bancario, y como asesor econémico a Larry Summers, que hull aprobado la expansién de la banca permitiendo que operara ei) derivados peligrosos durante la administracién de Clinton, Obatyy estaba transmitiendo a los mercados financieros que el apoyo del gobierno a los bancos considerados «demasiado grandes para cits no ibaa terminar con el fin de la administracién Bush. Las ayudas a los bancos eran una cosa; otra muy diferente ert of plan de la nueva administracién para reformar de manera profunih el sistema sanitario. ;Cémo es posible —se preguntaban estos danos indignados— que el gobierno piense en ampliar el sanitario cuando millones de estadounidenses estan sin trabajo, I ingresos fiscales estan cayendo y los gobiernos de diferentes estuilt estan al borde de la bancarrota? Obama argumentaba que la reforii) sanitaria, una vez puesta en marcha, tendria un efecto positivo sol) el presupuesto y que el publico se beneficiaria del mayor acceso salud y de la cobertura casi universal. Pero la reforma sanitaria er asunto complejo (la ley que al final se presenté ante la Camara th Representantes tenfa mds de dos mil paginas), y los malheridos rep) blicanos pronto se dieron cuenta de que les proporcionarfa un ati con la que recuperarse de sus pérdidas en las pasadas elecciony Poco tiempo después, el enfado ciudadano y los célculos republi nos tomaron forma en lo que vino'a denominarse el «movimiei Tea Party». El Tea Party Este «movimiento» no es, como sostienen sus seguidores més 1»\| tantes, un movimiento de base. Nacié en la Bolsa Mercantil Chicago, donde «un nervioso periodista llamado Rick Santelli, \ antiguo broker en valores de futuro, y ebvicepresidente de Drew 176 LOS PODERES EN MOVIMIENTO, sanitaria y las ayudas a los bancos y cuestionar la lealtad ¢ incluso lw ciudadanfa estadounidense del presidente Barack Obama!. Al me: nos en apariencia, no eran tanto republicanos como populistas, ya que mezclaban su indignacién por las ayudas del gobierno a Wall Street con su oposicién a la «medicina socializaday y un toque de racismo contra un presidente aftoamericano, todo ello impregnado por la amenaza latente de la actitud libertaria antigubernamental que ha caracterizado a la oposicién al poder del gobierno central desde la época de la Constitucién Federal (Elkins y McKitrick, 1993: cap. 1; Friedberg, 2000). Pero ése no fue el final de las accio nes de protesta del Tea Party, que continuaron con arengas a los politicos en asambleas municipales, manifestaciones y meriendas campestres con tipos disfrazados de George Washington (McGrath, p. 42). Los activistas del Tea Party pronto se volcaron en la escena politica. Cuando, a finales de 2009, fallecié el popular senador demédcrata ‘Ted Kennedy y el escafio que ocupé tanto tiempo fue sometido a elec» cién, muchos simpatizantes del Tea Party se congregaron en Massa- chusetts para hacer campafia por el poco conocido pero muy telegéni- co candidato republicano Scott Brown: Viajando por el estado en su furgoneta y disfrazando su falta de propuestas politicas concretas con la promesa genérica de convertirse en «el voto cuadragésimo primero en contra de las propuestas sanitarias de Obama», Brown alcanzé la victoria frente a la desdichada candidata demécrata, la vicegobernado- ra Martha Coakley. Y en las elecciones para congresistas y gobernado- res de 2010, los candidatos del Tea Party consiguieron meterse en la contienda electoral en Alaska, Delaware, Nevada, Nueva York y mu- chos otros lugares, superando al ala mayoritaria de los republicanos. Partiendo de una campafia de protesta contra el gasto incontro- lado del gobierno, el Tea Party se ha convertido en una opcidn del Bl denominado «movimiento de los birthers» estaba compuesto por personas que insistfan firmemente en que el presidente Obama no era ciudadano norteamericano, y que habfa nacido en Kenia, por lo que su eleccién era inconstitucional. Para més infor- maci6n, visite su pagina web en wwwbirthers.orgs consultada el 7 de febrero de 2010. EL REPERTORIO DE PROTESTA = 1/77 rama politico norteamericano*. Y a pesar de que en su primera cién nacional todavia daban vueltas por el vestibulo algunos yudos con la cara de George Washington, no se vieron tantas artas con expresiones de indignacién, y dirigentes como Judson lips, fandador de la red social virtual que patrocinaba el encuen- 9, esperaba impaciente la transformacién del movimiento en un ité de accién politica electoral, afirmando que «si nos limitamos ‘salir a las calles con pancartas de protesta no conseguiremos ganar elecciones» (New York Times, 7 de febrero, 2010, p: 1)- 2 Qué estaba pasando aqui? mos en los métodos de accién que hemos visto en esta breve acién: Acoso a los polfticos en reuniones municipales. * Organizacign de manifestaciones en el exterior del Congreso. “* Organizacién de meriendas y marchas para movilizar a las bases. '* Disfraces con trajes de época. “+ Apoyo a candidatos en elecciones. poy : ‘ "© Organizacién de una convencién nacional. : * Creacién de un comité de accién politica para apoyar candi- datos. En esta historia, se pueden apreciar las dos principales propiedades e las acciones colectivas de protesta. En. primer lugar, los activistas sueden emplear una gran variedad de formas de accién. Esta flexibili- Jad les permite adaptarse a los cambios en el entorno, combinar las "2 4 medida que se iban acercando las elecciones all Congreso, los demécratas de stritos clave en lugares tan separados como Arkansas, Nevada ¢ Illinois ee Widistanciarse de la reforma sanitaria y del activismo del gobierno en general. En fe- fo, un grupo autodenominado «Tea Party Nation» organizé una convencién para seguir fondos, con la asistencia de Sarah Palin, candidata republicana a la vi fencia y figura medidtica del ala detechista del partido, como oradora expe :xeapartynation.com/, consultada el 3 de febrero de 2010). 178 LOS PODERES EN MOVIMIENTO. acciones de una amplia gama de actores y forzar a los lideres politicos a abordar nuevos temas. Uno de los rasgos principales de los movi- mientos sociales es su capacidad de utilizar un ampli abanico de ac- tuaciones —desde la recogida de firmas para peticiones 0 la celebra- cién de actos ptiblicos y de manifestaciones hasta la alteracién del orden y la violencia manifiesta— combinadas en campafias de protes- ta que bordean los limites de la politica mediante la utilizacién de un, «repertorio de accién colectiva» mas amplio. Dicho repertorio, sus tres principales variantes y el modo en que se cruzan con los actores esta~ tales y las fuerzas del orden son los primeros temas de este capitulo. En segundo lugar, las formas de accidén se transforman, tanto a largo plazo, con la evolucién de los repertorios en respuesta a los cambios en los Estados y el capitalismo, como a corto plazo, en res- puesta a los cambios en las oportunidades y las restricciones politi- cas, Estas transformaciones pueden ser aumentativas 0 paradigméti- cas, como veremos en el apartado final del capitulo. En ocasiones. llevan a los mismos actores a adoptar diferentes formas de accién, y otras veces cambian el significado de las propias acciones, que pasan de ser transgresoras a rutinarias. Esto nos lleva a los dos términos clave desarrollados por Charles Tilly en su trabajo sobre accién co- lectiva: «representaciones» y «repertorios». Representaciones y repertorios En cl repertorio tradicional que bosquejamos en el capitulo 2, la mayor parte de las acciones eran directas, a menudo violentas ys por lo general, estaban dirigidas a conseguir reparaciones inmediatas de adyersarios cercanos.’Las formas modernas de accién colectiva estan dirigidas a manifestar una demanda ante los destinatarios de Gta, quienes ostentaniel poder, o terceros significativos. Esto conyierte lay, acciones colectivas en una forma de politica representativa —aun que perturbadora— y las dota de elementos simbélicos y cultu incluso en sus expresiones més violentas, como el terrorismo, la rra de guerrillas o la guerra civil. } EL REPERTORIO DE PROTESTA 79. El uso de la representacién como protesta social ya resulté evidente en la Revolucién Francesa, cuando se politizaron las formas de vestir y de expresarse piiblicamente (véase el capitulo 7). El siglo xx —y su desarrollo de las marchas politicas, las manifestaciones piblicas y las huelgas— reforzé la tendencia hacia la representacién puiblica ritua- lizada, Peto sélo en el siglo xx —cuando la opinién publica, los me- dios de comunicacién y los Estados nacionales comenzaron a actuar de intermediarios entre los agentes de las reivindicaciones y aquellos quienes éstas iban dirigidas— Ia accién colectiva'se convirtié en una auténtica representacién de cara a terceros. Con el desarrollo de los medios de comunicacién de masas y el papel creciente de los Estados y de terceras partes a la hora de determinar los resultados de las pro- estas, la representacién de la accién politica colectiva se ha convertido en rutinaria y profesional. El propio término utilizado en inglés para designar las marchas ordenadas por las calles de una ciudad —demons- #nation— tiene en si mismo un sentido de «representacién». En este nuevo siglo, las comunicaciones electrénicas han hecho que lgunas formas de representacién fisica sean menos efectivas, mientras fue otras —como el uso de Internet— han ido ganando fuerza. Las protestas contra el fraude en las elecciones iranies de 2009, por ejem- plo, se organizaron principalmente a través de los nuevos medios electrdnicos de comunicacién —teléfonos méviles, Internet, Facebo- ok y ‘Twitter— recién importados de Occidente. Como veremos mas sulelante, esto permite la posibilidad de movilizar a quienes se encuen- than lejos, como los exiliados 0 los nacionalistas en la didspora, pero también que los regimienes represivos supriman las protestas saturan- tlo las ondas 0 cerrando el acceso a Internet, como hizo el régimen iiwnf para impedir las protestas durante la celebracién de la fundacién tle la reptiblica en febrero de 2010 (New York Times, 15 de febrero, 4010), y como el gobierno ‘chino hace en nuestros dias. Pero continuamente se siguen inventando nuevas formas de repre- Whtacidn offline, como el «repertorio de técticas teattales» de Seattle, sue inclufa los disfraces gigantes de mutiecos aparecidos por primera Yor en las protestas de 1998 contra la Organizacién Mundial de Go- 180 LOS PODERES EN MOVIMIENTO EL REPERTORIO DE PROTESTA /8/ mercio (OMC) y que se difundieron por todo el mundo (Wood, 2004; Graeber, 2009; Smith, 2001). Desde el comienzo del nuevo siglo ha ido ganando terreno un nuevo repertorio, especialmente entre los activistas por la «usticia global», Pero tampoco esté ausente en las” manifestaciones de la nueva derecha populista, como hemos visto en el uso de trajes relacionados con la revolucién norteamericana y en la evocacién del Tea Party de Boston por todo el pais en 2009-2010. Qué tienen las representaciones de protesta que las hacen atrace tivas a los organizadores de las acciones colectivas? En primer lugar afiaden diversién 0 emociones a la politica ptiblica, ademas de con- tribuir a alentar la solidaridad a través de la interaccién de los «artis- tas». Pero la principal razén por la que resultan atractivas es que alteran la rutina cotidiana de un modo que los manifestantes esp: que desarme, inquiete y trastorne a sus oponentes. La alteracién lo establecido es la moneda comtin de las acciones colectivas de pro: testa y es la fuente de innovaciones que hace que los movimient sociales sean creativos y a veces peligrosos. El repertorio de protestas oftece a los movimientos tres tipos bi sicos de accién colectiva relacionados con la alteracién del orden, violencia y el comportamiento rutinario. Los tres incorporan mayor o menor grado las propiedades de. desaffo, incertidumbre solidaridad. Las formas més espectaculares, /as violentas, son las mi faciles de iniciar, pero en circunstancias normales quedan limi a pequefios grupos con pocos recursos dispuestos a causar dafios y a artiesgarse a ser reprimidos. La forma opuesta, la rutinaria, tiene ventaja de basarse en rutinas que la gente conoce y las élites aceptan ¢ incluso facilitan. Esta es la causa de su predominio numérico en repertorio, pero también de su institucionalizacién y su falta de en» tusiasmo. La tercera forma, la alteracién del orden establecido, rompe con la rutina, sorprende a los observadores y desorienta a las élites, al menos durante un tiempo (Piven y Cloward, 1977). La alteraciéi del orden es la fuente de buena parte de las innovaciones del repet torio y del poder del movimiento, pero es inestable y degenera mente en violencia o se esclerotiza en convencién. wa 5.1, Acciones de protesta en Italia, 1966-1973. Podemos ilustrar esta variedad y flexibilidad del repertorio mo- tlemno de la accién colectiva a través de la gama de acciones que en- soncré en un estudio sobre los movimientos de protesta de finales de Jo sesenta ¢ inicios de los setentaen Italia, Entre 1967 y la mitad de | década de los setenta, surgié en Italia una amplia oleada de protes- tas, huelgas, manifestaciones y de primeras tentativas de violencia O!panizada. En un catélogo detallado de «actos de protesta» recopi- Iidos en el principal periédico italiano, el Corriere della Sera, intenté fitear estas tres categorfas de accién colectiva durante el periodo Mencionado. La figura 5.1 resume lo que averigiié sobre Italia para t| periodo 1966-1973, agregando las multiples formas de protesta #pecificas en las tres formas de accién: de alteracién del orden, vio- lentas y rutinarias. : 600 550 500. 450 400. 350 ® Acciones convencionales a+ Acciones de confrontacién | =a Acciones violentas 00 250 200 150 100 50 SPM Or pirat rrr? adisticas del propio autor. 182 108 PODERES EN MOVIMIENTO Existen otros lugares donde las acciones colectivas son tan fleyl bles como las italianas. Al comparar los movimientos ecologists francés y alemén, Dieter Rucht averigué que, en uno u otro momely, los activistas antinucleares de ambos paises usaron formas dp to, accién colectiva expresivas 0 instrumentales, que utilizaron la con. frontacién, la violencia o las actuaciones tutinarias, y que agruparoy) en campafias, escaramuzas y batallas (1990). Cuando escribfa sobre el movimiento de mujeres norteamericanas, Anne Costain descubpi) que «los grupos del movimiento iban cambiando, tan pronto traby jaban en el seno de las instituciones gubernamentales [...] como ne centraban en eventos ms electorales y en organizar protestas polli|: cas» (Costain, 1992; 126-127). Suzanne Staggenborg observé que las actividades de las mujeres oscilaban entre «meriendas en las igle: sias para discutir los cambios de las leyes y viajes interminables a los tribunales estacales [...] audiencias [y] mitines» (Staggenborg, 19911 29, 44). Los latinoamericanos son extremadamente versitiles en i) modo de participar en acciones colectivas, aunque su continente tiene una merecida reputacién de violencia politica. En un estudio de 1.318 actos de protesta entre 1981 y 1995 efectuado en siete paises de la regién, James Franklin encontré 369 manifestaciones, 151 huelgas y boicots, 150 protestas violentas} 79 casos adicionaley de amenazas violentas, 35 huelgas de hambre y 486 «acciones revo lucionarias» (Franklin, 2009: 707). Naturalmente que existen acciones en las que se combinan o se solapan la alteracién del orden, la violencia y la rutina. La primera puede facilmente escalar en violencia, pero también puede evolucio- nar hacia formas rutinarias; la violencia tiene por objetivo la destruc- cién de personas o de propiedad, pero también posee elementos 4 panklin utilizé los textos integros de noticias cnviadas por cable que estén re- cePilados en el registro de Acontecimicntos y Sucesos Mundiales pare Argentina, Brasil, Chile, Guatemala, México, Nicaragua y Venezuela, Esta fuente tan abonchan 7 minuciosa hace que sus averiguaciones s6lo puedan compararse grosso modo con tis de Tarrow (1989), basadastinicamente en la lectura daria del periddico de mayor tirada de Italia, Corriere della Seva EL REPERTORIO DE PROTESTA — 8) cos y se tiene constancia de interacciones habituales entre convencionales y violencia (Auyero, 2007). En la Tercera ‘del libro regresaremos a algunas de estas interacciones; por la claridad, en este capitulo trataremos por separado la alte- del orden, Ia violencia y, por tiltimo, las formas rutinarias de colectiva. La alteracién del orden y la innovacién joder de alterar el orden establecido mediante la invencién de 4 maneras de representar las protestas forma parte del niicleo accién colectiva.,A lo largo del tiempo ha adoptado una varie- de formas, desde el ataque a la casa. de un malhechor y el asalto eros en el siglo xvill hasta las barricadas del Xx, las sentadas y |gas de brazos cafdos del siglo xx y la saturacién de redes infor- icas en nuestro siglo. En su expresin mds directa, la alteracién 0 rupcién del orden no es mds que una amenaza de violenci 2 «Si produce grano o dinero —dice el descontento— 0 no detiene el de las mdquinas que estén destrozando nuestro modo de vida, le suftir algtin dafto fisico». ase ‘Pero a alteracién del orden tiene una légica mds indirecta en las as contempordneas de la accién colectiva. En primer lugar, es la resi6n concreta de la determinacién de un movimiento, Al per- ecer sentados, de pie.o marchando junto a otros agresivamente un espacio publico, los manifestantes afirman su identidad y re- insu solidaridad. Al mismo tiempo, la alteracién del orden obstruye las actividades rutinarias de sus oponentes, de los observa- dores o de las autoridades y les fuerza a atender las demandas de los manifestantes. Finalmente, permite que se amplie el circulo del con- ‘flicto, Mediante el bloqueo del tréfico o Ia interrupcién de los asun- tos publicos, los manifestantes crean molestias a terceros, suponen un riesgo para la ley y el orden e involucran a las autoridades en un conflicto privado. 484 LOS PODERES EN MOVIMIENTO Las alteraciones no tienen por qué amenazar el orden piiblico pero pueden afectar profundamente a las expectativas sociales 0 culturales, En las décadas de los sesenta y los setenta, en Estados Unidos, el mo- vimiento de las mujeres demostré a los norteamericanos que se puede hacer progresar las causas politicas a través de medios personales (Evans, 1980). Por ejemplo, uno de los campos de baralla fundamen- tales del feminismo norteamericano ha sido la familia, incluso entre mujeres no militantes que no se considerarian a si mismas feministas, Otro mas reciente serfa la Iglesia cardia, en cuyo seno algunas rel. giosas» han desarrollado una critica de la jerarqufa y del patriarcado minuciosa y radical (Katzenstein, 1998: cap. 6). Un tercero seria el movimiento VIH-sida, en el que grupos entre los que se incluye la Coalicién del Sida para Liberar el Poder (ACT-UP por su nombre en inglés) utilizaron técnicas teattales como el despliegue puiblico de edredones en memoria de los muertos por sida (Gould, 2009). Consideremos la naturaleza esencialmente teatral de la huelga de hambre. Hasta finales del siglo XIX sélo aparecian en los registros hist6ricos evidencias aisladas de esta forma de protesta, principal- mente entre prisioneros que no tenfan otros medios Para expresarse més alla de poner sus vidas en peligro mediante el ayuno (Siméant, 2009). Dicha préctica se hizo mas visible entre los prisioneros de la Rusia zarista en el periodo anterior a la Revolucién Rusa (pp. 14-15). Pero no fue hasta la aparicién de las sufragistas britdnicas y norte- americanas, al inicio del siglo xx, y las protestas de los reclusos no- rirlandeses del IRA en 1914-191 8, y de nuevo en los setenta, cuando la huelga de hambre comenzé a utilizarse de manera general (pp. 15-17)", ¢Por qué los prisioneros Y otras personas inician esta précti- ca autodestructiva? Siméane nos ofrece una respuesta: «la huelga de hambre es la expresién de una indignacién que pretende, mediante la conmocién, interrumpir el curso ordinario de las cosas», alterar la normalidad (pp. 26-27), «No obstante, este tipo de actuaciones no es universal por ejemplo, Israel Waismel- Manor no encuentra apenas evidencias en Israel pero muchas en Bstadloc Unidos (2005). EL REPERTORIO DE PROTESTA — [85 descontentos también han ideado nuevas formas de accién con las que, en lugar de mostrar en puiblico sus ee jestan su protesta atacando directamente el objeto de suindig- elén. Los italianos llaman a esto la «prdctica del objetivo», por lemplo, reducir los costes de desplazamiento viajando en los — sin pagar billete. Los grupos ecologistas han ee lo formas de accidn. En el noroeste norteamericano los defensores ‘los drboles protestan contra la tala de grandes ejemplares encara- nidose a sus copas y resistiendo alli por periodos més o ae yngados. Los seguidores de Gandhi protestaban contra el Be lio de fabricacién textil de los ocupantes briténicos nee lo | propia ropa en telares manuales. Esto nos lleva al tema de la no ncia como alteracién de la cotidianidad. El repertorio no violento s actores de los movimientos sociales innovan con el fin de man- her la solidaridad, atraer a nuevos seguidores y desconcertar 4 i jonentes. A Ja marcha que conclufa en manifestacién en algtin | ue ik piiblico se le fueron afadiendo los insttumentos de la accién ta no violenta y las sentadas —tal vez las mayores nace le nuestro siglo al repertorio de las protestas colectivas. En mal ‘tan distantes como la India anterior a la independencia, el uy rteamericano y Greenham Common, en Inglaterra, la accion, i ta no violenta ha sido la principal baza de los manifestantes de do el mundo (Chabot, 2002; Cortright, 2009; Sharp, 1973). inque existen pruebas del uso de la no violencia en ee janos”, esta practica fue teorizada por primera vez por Gandhi des: ee Ms: itic wwiolent Action, descubre la no violencia incluso Insane nears csen dc s Be esc Racks Noseametenie one fosters Misexrel dais aie i de las funciones gubernamen- dl siglo x0x yen la huelga general y el bloqueo de la ; aie nee al pice dd Reap rl Asa a de eine (pN76- 80) 186 LOS PODERES EN MOVIMIENTO, pués de utilizarla junto a sus seguidores para combatir la discrimina: cién en Sudéfrica y al gobierno briténico colonial en la India. Aut que las tacticas de su movimiento eran pacificas, Gandhi no dudab de su propésito de alteracién del orden. Cuando iniciaba su campa fia de no violencia de 1930-1931 en la India, escribié al virrey brite nico: «No es una cuestién de convencer con argumentos, sino de igualar en fuerzas» (citado en Sharp, 1973: 85). Aunque comenzé siendo un instrumento al servicio del naciona: lismo anticolonialista, la accién directa no violenta se convirtié en modular y se extendié a toda una variedad de movimientos en lay décadas de los sesenta y los setenta, que la elegian como estrategia aunque no teorizaran formalmente sobre ella (Chabot, 2002). Fue utilizada por los movimientos por los derechos civiles norteamericw nos, durante la Primavera de Praga y en los movimientos estudianti- les de 1968, por los movimientos pacifistas y ecologistas europeos y norteamericanos contra las armas nucleares y la energfa atémica, por los oponentes al régimen de Marcos en Filipinas, por los oponentes del gobierno militar en Tailandia y Birmania, y en el derrocamiento del dictador Slobodan Milosevic en Serbia en 2000. La naturaleza innovadora y modular del repertorio no violento queda demostrada claramente en el uso que hacen de ella los ma- nifestantes contra el aborto en Estados Unidos. En este caso, un movimiento que rechaza gran parte del bagaje ideoldgico y cultural de la Nueva Izquierda ha adoptado la tactica de bloquear el acceso a las clinicas que practican abortos y resisten de forma no violenta mientras sus militantes son retirados por la policia®, En los sister autoritarios, en los que los manifestantes no violentos serfan rapida- © La eficacia del movimiento quedé demostrada por la creciente reticencia de los médicos o los hospitales norteamericanos a practicar abortos durante los afios ochenta, y por la vergtienza y el sentimiento de culpa inducidos en mujeres que se vefan obl das a llevar a término un embarazo no deseado. Suzanne Staggenborg aborda el mo- vimiento contra el aborto con sensibilidad en The Pro-Choice Movemen (1991, pacte 3). Algunos de sus aspectos técticos y organizativos son analizados por John McCarthy en su articulo «Pro-Life and Pro-Choice Mobilization» (1987). Véase también Abor tion and the Politics of Motherhood (1985), de Kirstin Luker. EL REPERTORIO DE PROTESTA 187 reprimidos, los movimientos de oposicién se han especializa- ‘eh organizar formas de alteracién simbdlicas, pacificas y discre- para evitar la represién a la vez que simbolizan la protesta. ho antes de que el socialismo de Estado se derrumbara en la n Soviética y en la Europa del Este, los oponentes a esos regi- es habfan desarrollado un amplio repertorio de acciones sim- 4s, resistencia pasiva y pintadas (Bushnell, 1990). Cuanto mds jo esta el acceso de los ciudadanos a la participacién legitima, eptivos resultan éstos a las formas simbdlicas de protesta. De modo, los esclavos del Brasil gobernado por los portugueses Wrollaron formas de danza que parecfan diversiones exéticas das de Ja tradicién africana cuando en realidad eran imitacio- del comportamiento de los colonos visto por los ojos de los es- s. ih La inestabilidad provocada por la alteracién del orden iteracién del orden como forma de accién colectiva encierra en. yma una paradoja: al crear incertidumbre y otorgar ventaja a los res débiles que se enfrentan a oponentes poderosos, es la princi- ‘arma con la que cuentan los movimientos sociales. Sin embargo, do analizamos los ciclos modernos de accién colectiva, observa- que la alteracién del orden no es su forma mds comin de expre- (Tarrow, 1989: cap. 4). Si volvemos a mirar la figura 5.1, vere- is que la forma de protesta codificada com «alteracién de orden» bloqueo de una calle o una via férrea, sentada, ocupacién de icios) alcanzé su pico en los emocionantes dias de 1968-1969, ido estudiantes, obreros y otros tomaron las calles. Pero a partir te pico las formas deconfrontacién han disminuido a la vez que nntaban las formas rutinarias (i.e., huelgas; marchas, asambleas). , ademés, expresiones como las sentadas o las asambleas han lo a formar parte de la rutina, incluso en las fabricas, donde en ptimeras etapas del ciclo se crearon consejos de trabajadores al 188 LOS PODERES EN MOVIMIENTO margen del control de los sindicatos, que posteriormente fueron adoptados y normalizados por éstos (Tarrow, 1989: cap. 6), ¢Cual es la causa de que el ritmo de innovacién disminuya cuando los movimientos se desarrollan? Una de las razones es que —comod vimos que ocurrié en las primeras etapas del Tea Party— el sefiuelo de la politica decanta a los activistas hacia formas més rutin aN como el lobbying, las publicaciones, la politica medidtica y las elec ciones, que atraerdn a seguidores menos comprometidos; Esto fue lo que descubrieron Frances Fox Piven y Richard Clowen cuando esti» diaron el desarrollo de la Organizacién Nacional por los Derechos Asistenciales en la década de los sesenta. Como sus dirigentes tenfan la determinacién de ganar influencia polftica, convirtieron al movi» miento en una organizacién de afiliacién masiva que perdié su capax cidad subversiva (1977: cap. 5). Oura razén de la pérdida de innovacién es que las acciones de al- teracién de la normalidad se basan en el mantenimiento de un alto grado de compromiso por parte de los Participantes, lo que resulta muy dificil durante periodos largos de tiempo, especialmente cuan- do la policia tiene la determinacién de reprimirlas y las élites estan unidas. Cada nueva téctica termina siendo neutralizada por la poli- cfa (McAdam, 1983). A falta de violencia, los organizadores pronto se quedan sin. métodos para desafiar a las autoridades, animar a sus seguidores y mantener al ptiblico interesado y entretenido. Esto ter- mina consumiendo su energfa y; por tiltimo, «quemandolos, En un estudio sobre activistas franceses y/alemanes de la «alterglobaliza- cién», Ariane Jossin descubrié que tres afios después de las primeras entrevistas realizadas, «el espiritu del activismo global habfa dismi- nuido en las vidas de los entrevistados, a pesar de que anteriormente estaba bien vivo» (Jossin, manusctito, p. 56). Finalmente, al tener que enfrentarse a una policfa que acttia con determinacién y a un gobierno unido, los miembros menos com- prometidos de los movimientos sociales, que normalmente constitu- yen la mayorfa, tienden a regresar a su vida privada, dejando el terre- no a los mds militantes, mds propensos a emplear la violencia que a , EL REPERTORIO DE PROTESTA — 189. er una relacién incierta con las autoridades. La alteracién escinde a los movimientos en minorfas militantes tendentes jolencia —habitualmente aguijoneadas por la policia y las au- dacles— y mayorfas moderadas que optan por la accién conven- (Della Porta y Tarrow, 1986). En el capfculo 10 regresaremos tt bifurcacién de los movimientos en el proceso dual de institu- acién y escalada de la violencia. 0 mas importante es que, a medio y largo plazo, las formas de ta que comenzaron utilizando la alteracién del orden estable- son aceptadas como convencionales, tal y como ocurrié con la ay la manifestacién en el siglo XIX y comienzos del xx (véase adelante). Todo ello significa que, excepto en sus tipologfas mds yemas, no podemos clasificar una determinada forma de protesta no disruptiva o rutinaria, ya que su poder perturbador disminuye dida que su prdctica pasa a ser aceptable, mds convencional y a por la ley y la costumbre. Regresaremos a este proceso de ymalizacién més adelante en este capitulo. Pero antes veremos las rencias entre alteracién del orden y violencia. El desafio de la violencia violencia es el indicio més visible de la accién colectiva, tanto en bertura informativa contempordnea como en su registro histé- Echemos un vistazo al periddico de cualquier dia reciente. Po- ‘mos encontrar, entre otras, informaciones sobre la guerra civil en , la de guerrillas en Afganistan, atentados suicidas en Pakist4n ak, reyertas entre trabajadores inmigrantes y mafias locales en el de Italia, violencia entre hinchas de futbol en Congo, ataques de guerrillas sobre los asentamientos israelfes y asesinatos rituales de jé- venes musulmanas, en Inglaterra u Oriente Préximo, por desafiar a us familias al querer contraer matrimonio con alguien ajeno a su fe. _ La violencia puede adoptar tantas formas que incluso el término wviolencia colectivay es sélo una aproximacién. Ademds, a menudo 190 LOS PODERES EN MOVIMIENTO, se detectan modos de actuacién violentos y no violentos dentro del mismo movimiento, lo que nos proporciona otra razén para articu- lar el estudio de la violencia dentro del marco general de la accién politica colectiva. En su estudio sobre el movimiento contra el apar- theid en Sudéfrica, por ejemplo, Gay Seidman sefialaba que los analistas clasificaron con demasiada premura como «no violento» el movimiento dirigido por Nelson Mandela. Segtin esta autora: lalucha armada desempefié un papel fundamental, ya que proporciond apoyo popular al movimiento, demostré la determinacién de la resis- tencia frente a la supremacia blanca a pesar de la recesién y sirvié como muestra de compromiso de los activistas contra el apartheid (Seidman, 2001: 111). En su obra The Politics of Collective Violence (2004), Charles Tilly clasificé la violencia colectiva en siete categorfas principales segiin el grado de coordinacién entre sus agentes y la importancia del dafio infligido a corto plazo. La figura 5.2 sittia en el grafico seis formas de violencia colectiva por encima de la categoria mas general de la «agresion individual», en la cual el grado de dafio puede ser grande pero la coordinacidn esta ausente. Las seis formas identificadas por Tilly se superponen mutuamen- te pero pueden definirse como sigue: Las peleas —muy violentas pero con niveles bajos de coordinacién— son reyertas entre grupos de individuos que tienen lugar en concentra- ciones previamente no violentas; entre otros ejemplos estarfan las peleas en bares o las batallas campales en encuentros deportivos. El oportunismo —con un nivel de coordinacién ligeramente superior — se da cuando los individuos, protegidos del control social, utilizan me- dios peligrosos para perseguir metas prohibidas, como cuando se pro- ducen saqueos tras los desastres naturales, en las violaciones producidas por bandas o en los asesinatos por venganza. Los asaltos dispersos —menos violentos y algo més coordinados que las formas anteriores— se suceden cuando algunos participantes, en el EL REPERTORIO DE protiSTA 191 2 Nivelde | 7 RUPTURADE 7 ty, Se NEGOCIACIONES ” DESTRUCCION < ar se-ye N 4h diay OPORTUNISMO AGRESION cit ae INDIVIDUAL ~------- Tae ‘Alto Escala del dafio a corto plazo : Charles Tilly, The Politics of Collective Violence, p. 15. Copyright © 2003 Charles 2 Reproducido con la autorizacién de Cambridge University Press. ra. 5.2. Tipologfa de la violencia interpersonal. “uanscurso de acciones no violentas, como un mitin de partido 0 una “marcha, participan en acciones violentas, como pueden set actos de “sabotaje, ataques a agentes ptbblicos 0 incendios. ut) _ Las rupturas de negociaciones —més coordinadas pero con menos Pro- babilidades de terminar en violencia real— se producen cuando no se logran acuerdos 0 cuando se rompen las negociaciones entre OPOneNtES> “uno de los cuales acentiia el conflicto con la amenaza de violencia, como cuando las demandas de cambio de gobierno por parté de la ctt- ~ pula militar desembocan en un golpe de Estado. | La destruccién coordinada —muy violenta y muy coordinada— s BR: duce cuando personas u organizaciones que se especializan en métodos 192 LOS PODERES EN MOVIMIENTO. destructivos asumen deliberadamente el proyecto de causar dafioy otros, como ocurte en las guerras, en muchas formas de terrorismo el genocidio. Los rituales violentos —en el punto més alto de la escala de coordinut i y de violencia— suceden cuando un agente organizado ejecuta (i guién con connotaciones culturales para infligir dafio con el fin de mantenerse por encima de otros con quienes compite, como en |i linchamientos de negros «engreidos» en el Sur profundo norteametici) no 0 en las tivalidades entre bandas’, Observe que a pesar de que las formas secundarias de violencia que Tilly encuadra en el nivel inferior de la figura 5.2 son las mds gene- talizadas, son las formas coordinadas —como los movimientos gues trilleros, el terrorismo y las guerras civiles— las que se inscriben eh los libros de historia, Aun asf, estos episodios demuestran la impor tancia de la violencia incidental u oportunista, como veremos en ut) rapido resumen de la literatura reciente sobre guerra civil. Movimientos beligerantes Cuando el Imperio Soviético empez6 a desmoronarse a comienzos de la década de los noventa, una serie de movimientos islamistas militantes inspirados en la revolucién iran{ de 1979 desafiaron are- gimenes laicos como Egipto y a teocracias reales como Arabia Saudi, En el norte de Africa, uno de esos movimientos se hizo con el con- trol de Sudén, mientras que otro luché a muerte contra el gobierno argelino. En ningin lugar su triunfo fue més arrebatador que en Afganistan, donde, tras una lucha por el botin del difunto régimen ___” Botas descripciones son metas parifasis de las definiciones més completasy las listas de ejemplos del libro de ‘Tilly, The Politics of Collective Violence (2003). Cada uno dk estos tipos se labora y examina con detalle en tn capfeulo separado de este impor. tante libro. EL REPERTORIO DE PROTESTA 19.5 fundamentalistas talibanes alcanzaron el poder como de la guerra civil. damentalistas islamistas no eran los tinicos que estaban turbulencias por todo el planeta. En Africa Central, la geno- de Ruanda en 1994 produjo una migracién masiva hacia yecinos y provocé una guerra civil en Zaire, cuyo gobierno fue derrocado en 1997. En el sudeste asidtico, los rebeldes cara a las dictaduras indonesia y birmana, triunfando en el caso y fracasando en vel ultimo. 'En Latinoamérica, la rebelién -en Chiapas en 1995 mantuvo la atencién mundial durante un afio (Olesen, 2005), mientras que, en 1997, un movi- guerrillero desesperado consiguié secuestrar a cientos de re- la embajada japonesa en Pert. go consiguid la llegada del nuevo siglo fue exacerbar este pa- i de violencia y decadencia politicas. La guerra civil de Suddn © a una rebelidn en la regidn occidental de Darfur, seguida genocidio a manos de las milicias apoyadas por el gobierno. , la invasién estadounidense de 2003 desencadené innume- conflictos entre sufifes y chifes, previamente reprimidos por la jura de Sadam Husein. Enel sur de Asia, el largo impasse entre istin y la India dio paso a una serie de estallidos de conflictos co- nales que culminaron en la masacre de Bombay en 2008. Y, claro Ja interminable guerra entre judfos y arabes en Israel-Palestina e interrumpida por luchas entre dos facciones palestinas en Gaza imi, 2008; Tilly y Tarrow, 2007: cap. 8). Estos acontecimientos han causado el asombro de los estudiosos Jos moyimientos sociales, algunos de los cuales han aplicado los ydelos occidentales de movilizacién a los desafios violentos produ- idos en cualquier otra parte del mundo, mientras que otros han plicado nuevos métodos y teorfas a su estudio. Especialistas tecien- en «estudios sobre seguridad» respondieron a las amenazas del damentalismo isldmico, sin hacer ninguna referencia a las pau- de los movimientos sociales. Se han aplicado nuevos métodos de andlisis procedentes de modelos microeconémicos (Collier y 194 LOS PODERES EN MOVIMIENTO. EL REPERTORIO DE PROTESTA — 195 + Guerra interna internacionalizada, entre el gobierno de un Es- y grupos de la oposicién interna, con la interyenci6n militar de Estados (Strand, Wilhelmsen y Gleditsch, 2004: 11). Hoefler, 2004; Fearon y Laitin, 2003) y variantes de la teorfa de decisién racional (Kalyvas, 2003, 2006; Weinstein, 2006) para ex minar muchos de estos conflictos violentos, Algunos de los mejores estudios combinan teorfas derivadas de modelos micoeconémicis con estudios detallados de casos (Collier y Sambanis, eds., 2005) Wood, 2000 y 2003; para un resumen, véase Tarrow, 2007). La desviacién més sorprendente de las pautas violentas del pay: do ha sido la sustitucidn parcial de las guerras entre Estados poy guerras civiles. Una guerra civil se produce cuando dos o mas ori: nizaciones militares distintas, una de ellas al menos relacionada coi) el gobierno anterior, combaten entre sf por el control de los princ! E pales medios gubernamentales dentro de un tinico régimen (Sane re todos los dems tipos de conflicto durante las liltimas décadas. banis, 2004). En los tiltimos veinte afios, han estallado guerras ciy\- gué se debe esto? En parte, a las ideologias nacionalistas y religio- les en Colombia, Irak, Israel-Palestina, Cachemira, Nepal, Peril, militantes y en parte a las oportunidades que abren para el desa- Uganda, Guatemala y Sudan. Académicos escandinavos han reilly llo de la violencia. zado cémputos anuales de los principales conflictos, contabilizandy como guerras civiles aquellos conflictos armados entre gobiernos y otros actores que provocan la muerte de al menos veinticinco per sonas en el curso de ese afio (Harbon y Wallensteen, 2009). Estoy casos oscilan entre los regimenes en los que las principales partes implicadas luchan por el control de un tinico gobierno nacional (ie., Nepal) y aquellos en los que al menos una de las partes impli» cadas pretende escapar por completo de la jurisdiccién del gobierno central (i.e., Filipinas). Los investigadores han dividido los conflictos armados posterio» res a la Segunda Guerra Mundial en cuatro categorias: figura 5.3, adaptada del trabajo de Harbon y ‘Wallensteen 0), muestra el declive de las guerras coloniales y su desaparicién puds de 1975; cémo la cifra de las guerras interestatales flucttia, 9 nunca predomina, y como las guerras civiles internacionaliza- an su clispide durante la década de los ochenta y disminu- torno al cambio de siglo, para volver a aumentar a partir de En términos absolutos, las guerras civiles han predominado 2009 * Guerra extrasistémica, que sucede entre un Estado y un grupo no estatal fuera de su propio territorio, como ocurre, tipicamente, en las guerras coloniales. * Guerra interestatal, entre dos 0 mas Estados. * Guerra intraestatal, entre el gobierno de un Estado y grupos de la oposicién interna sin intervencién de otros Estados, como en las guerras civiles, | [EnExcrasistémicos minterestarales Cilntraestatales intemacionalizados @Intraestatales Conflicts, 1946-2009», Journal of Peace Research 47: 501-509. 45.3, Numero de conflictos armados segtin tipo, 1946-2009. Reproducido con autorizacién de Lotta Harbon y Peter Wallensteen (2010), k 196 LOS PODERES EN MOVIMIENTO En su libro sobre guerras civiles, Stathis Kalyvas distingue entre lay diferencias ideoldgicas 0 politicas que son la causa central de las gue: tras civiles y la variedad de conflictos y violencia locales que se sitian) en su periferia. Haciendo referencia a dos grandes tedricos politicos, Thomas Hobbes y Karl Schmitt, Kalyvas identifica dos modelos pa ralelos de violencia causada por la guerra civil: un modelo hobbesiano, en donde se privatiza la violencia (i.e., que coincide aproximadamen: te con las peleas, el oportunismo y los asaltos dispetsos de Tilly), y un modelo schmittiano, que «destaca la naturaleza fundamentalmente politica de las guerras civiles y los procesos que las acompafian» (que se corresponderfa mds o menos con la destruccién coordinada y los rituales violentos de Tilly) (Kalyvas, 2006: 475-476). Kalyvas hallé elementos hobbesianos y schmittianos en las guerras civiles por él esti diadas y, lo que es mas importante, sostiene que la extrema brutalidad de la violencia que se produce en las guerras civiles no procede de unos 0 de otros, sino de su interaccién y de las alianzas que se pro- mueven entre aquellos cuya violencia es el resultado de compromisos ideolégicos schmittianos y aquellos que se aprovechan del conflicto ideolégico central para atacar a las personas a las que odian 0 temen (2006: 381-386). Si trasladamos las complejidades del razonamiento de Kalyvas a los términos abstractos del paradigma de Tilly, podemos afirmar que el estallido de un conflicto central schmittiano en forma de guerra civil desencadena peleas, violencia oportunista y asaltos dispersos «periféricos» en personas que pueden haber convivido durante afios pero que aprovechan las oportunidades que oftece un conflicto central para atacarse unos a otros. La interpretacién de Kalyvas puede hacerse extensiva a otras for- mas de violencia, histéricas 0 contempordneas. Durante la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, cuando rumanos y polacos se lanza- ron con cuchillos y con picos sobre sus vecinos judios, lo hicieron aprovechando la oportunidad que les ofrecia la presencia de los in- vasores nazis, que estaban involucrados en una campafia genocida schmittiana. En un ejemplo actual, la inyasin de Irak por las fuerzas coaligadas con Estados Unidos abrié las oportunidades de ejercer la EL REPERTORIO DE PROTESTA 197 lencia a los grupos chifes y sunfes, que habfan convivido en medio una incémoda paz bajo el régimen represivo de Sadam Husein. | lugar de llevar la paz social a Irak, la guerra —la forma mds gene- yal de violencia colectiva— dio la oportunidad de realizar ataques dispersos que se generalizaron en una guerra civil. R hy hy: La represién de la violencia is la vista de lo facil que resulta desatar la violencia, es sorprendente ‘que —vista en perspectiva— ésta se haya vuelto mucho més infre- ‘Cuente que otras formas de accién colectiva (Della Porta, 1995: 216). cambio comienza con el nacimiento del Estado moderno en sidente, que suprimid los ejércitos privados y tomé el control de violencia organizada para edificar su propio monopolio del poder. pudimos percibir este cambio en el capftulo 2, en la investigacién Charles Tilly sobre la accién colectiva britdnica. Cuando los bri- ‘iinicos pasaron de las algaradas, los charivart y las quemas de almia- tes de mediados del siglo xviita las peticiones y manifestaciones que dominan el registro histérico en el siglo x1x, disminuyé el recurso a Ja violencia privada y las protestas se trasladaron al Parlamento (1995a, 1995b). Pero se aprecia mds claramente en la creciente acep- idn de las protestas no violentas por parte de las autoridades gu- bernamentales en el siglo xx. Cada gobierno traza sus propias I{neas entre la accién colectiva ‘que es prohibida, permitida o facilitada (McAdam et al., 2001). Po- demos encontrar los tres tipos en la China autoritaria. Las autorida- des comunistas chinas facilitan las protestas oficiales o patrocinadas, similares a aquellas que surgieron tras el bombardeo accidental de la embajada china en Belgrado por los aviones norteamericanos en las guerras de los Balcanes. Al mismo tiempo, el gobierno chino prohtbe las movilizaciones entre diferentes sectores sociales 0 areas geogréfi- as porque amenazan el control central en el que se basa el poder del partido comunista. Por otro lado, las protestas locales 0 a pequefia 1 f 198 LOS PODERES EN MOVIMIENTO. escala suelen ser toleradas, porque generalmente estén dirigidas con tra autoridades locales a las que el gobierno central quiere supervisay y ocasionalmente castigar por corrupcién, y porque la protesta revel dénde se esté cociendo la disidencia y pueden abordarse los proble: mas (O’Brien, ed., 2008; O’Brien y Li, 2005). Por contra, los gobiernos liberal-democrdticos toleran un abanico mucho més amplio de formas de protesta, fomentan telativamente pocas y prohiben principalmente las formas violentas 0 amenazati- tes. Esto no quiere decir que sean generalmente tolerantes, ya que tales gobiernos cuentan con una amplia gama de formas de represidiy para suprimir la disidencia distintas de la violencia estatal (véase el capitulo 8). Por ejemplo, después del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos ha incrementado enormemente el control de la vida Privada de sus ciudadanos (Sidel, 2004), pero no ha incrementado notablemente su represién de las protestas reales, Mientras la violencia siga siendo una de las posibles acciones de los disidentes, reina la incertidumbre y los actores colectivos ganan fuerza psicolégica frente a sus oponentes. Pero cuando la violencia se desata, 0 incluso cuando s6lo es probable, oftece a las autoridades un pretexto para la represién (Eisinger, 1973) y aleja a los simpatizantes no violentos. Cuando eso ocurre, los organizadores se ven atrapados en una espiral de enfrentamientos militares con las autoridades, practicamente imposible de ganar en la era moderna. Tal vez sea ésta la raz6n por la cual précticamente todas las formas modulares esen- ciales del repertorio contempordneo de la accién colectiva en los Estados democraticos son no violentas. O més especificamente, como vimos en el movimiento Tea Party, por qué los descontentos suelen adoptar formas rutinarias de accién. La accién colectiva convencional Resulta mds facil recurrir a las formas de accién colectiva cuya utili- zacién se conoce, lo que explicarfa el predominio de las formas ruti- EL REPERTORIO DE PROTESTA — 199. ias por encima de las demés. Si volvemos a observar la figura 5-1 os que, en su mayor parte, las acciones no alteraron el orden ai von violentas, sino que se produjeron en forma de huelgas, mani- jones, marchas y asambleas, representaciones que forman parte ‘teserva activa de la accién colectiva moderna. ;Cudl es el moti- de que esto fuera asi? La mayorfa de las formas de protesta moder- constituyen un repertorio conocido y bien comprendido por lo neral. Coordinadas a través de un proceso que recuerda a los «con- latos por convencién» esbozados por Russel Hardin (1982), requie- nal menos la coordinacién tdcita de las expectativas implicitas de participantes (Schelling, 1960: 71). Y, como no precisan de un cet ‘mpromiso y suponen escaso riesgo, pueden atraer aun gran ni- de participantes. Este es el principal atractivo de formas con- ionales de accién colectiva como la huelga y las manifestaciones. La normalizacién de la huelga huelga es un abandono organizado del trabajo o de la coopera- én con el fin de detener la produccién, reducir los beneficios 0 pedir cl flujo de los negocios privados o piiblicos. Constituye un fF cjetaplojde:chmbllas formas doaeciSn:colectiva que comientan do alteraciones contra el orden establecido se vuelven modulares en tiltima instancia, convencionales. La primera utilizacién del ino strike (golpear) enél idioma inglés parece remontatsea las iones de los marineros del siglo xvitl, que golpeaban las velas de s barcos como signo de su negativa a trabajar (Linebaugh y Re- 1, 1990: 240). Pero la aparicién de un término equivalente para designar la huelga en muchas lenguas europeas aproximadamente ; ‘por las mismas fechas sugiere que su origen es multiple (Tilly, 1978: i Bie: ahora solemos asociarla con la industria, la huelga es “anterior a la industrializacién, y a menudo inclufa toda una variedad de actores sociales, ninguno de los cuales podria ser considerado 200 LOS PODERES EN MOVIMIENTO. «proletariado»*, Al irse corriendo la vor de que las huelgas podian tener éxito, se extendieron de los trabajadores cualificados a los no cualificados, de las grandes fabricas a las pequefias empresas, de |i retencién de la fuerza de trabajo ala de mercancfas, de la industria laagricultura, y de ahi a los servicios ptiblicos. Tan habitual llegd 4 ser la huelga que hoy en dia es virtualmente parte de las instituciones de la negociaciém colectiva, con su propia jurisprudencia, rituales y expectativas, tanto entre los que recurren a ella como entre sus anti» gonistas. En el curso del siglo xix, las huelgas no sdlo eran un medio de presionar a los empresarios, sino que se convirtieron en una fuente de solidaridad de clase. Asi lo refleja el creciente intercambio de apo- yo entre trabajadores més alld de las fronteras geograficas y profesio» nales (Aminzade, 1981: 81-82) y el ritual de la huelga. Los huelguis: tas ocupaban el recinto de la fabrica portando pancartas y haciendo sonar bocinas, coreando consignas y canciones de solidaridad para inducir a sus compafieros a unirse a ellos. La solidaridad se imponia en algunas ocasiones haciendo el vacfo a los trabajadores que rehusa- ban dejar sus herramientas. Las huelgas podfan emplearse en combinacién con otras formas de accién: ocupaciones, marchas, sabotaje industrial, peticiones 0 reclamaciones y acciones legales. Las asambleas preparaban a los trabajadores y a los comirés de huelga electos; los organizadores de un sector especialmente militante intentaban que se unieran otros trabajadores; los piquetes bloqueaban el acceso al recinto fabril para impedir la entrada de materia prima. Los huelguistas que pretendian lograr la solidaridad de la comunidad organizaban una marcha a partir de la fabrica por los barrios de clase trabajadora que, en el mejor de los casos, provocaba el cierre de los comercios y la incorpo- * Todavia en el censo francés de 1872, escribe Ronald Aminzade, aunque los era- bajadotes manuales tanto artesanos como industries «s6lo constitufan el 21,9 por ciento de la mano de obra y el 29,5 por ciento de la clase obrera, los artesanos fueron responsables del 72 por ciento de las huelgas producidas entre 1830 y 1879», Véase su obra Class, Politics, and Early Industrial Capitalism (1981: 77-78). EL REPERTORIO DE PROTESTA — 201 ién de las amas de casa a su paso. Tras comenzal como una reti- | de su pi menzar 0 una r za de trabajo, la huelga pasé a ser el mecio la espontdnea de la fuerza de trab: hn ‘| medic través del cual los trabajadores construfan y expresaban su sol idari- aI los trabaj y resionaban a sus oponentes, buscaban apoyo exterior y nego- Pp sus opt van sus diferencias desde una posicién de mayor poder, por pasa Las manifestaciones puiblicas y para el ptiblico i i bién igual que la huelga, las manifestaciones comenzaron tam! Be i rme! Be dcmas directas de alteracién del orden que posterio} aa cesi sé institucionalizaron. Aunque son Se Te aed los descont igi berse desarrollado cuando igiosas, parecen hal ; ee an de un objetivo a otro, bien para ae a sus opo ne igenci i nes p cias. Las manifestacio! jen para exponer sus exigen tacione: fied ae as histéricamente a la democratizacién; fue e ; lucién de 1848 cuando apareci la nay completa, ya que Ae | pueblo el ‘res de la nueva reptiblica francesa no podian nie ae Pp ae ici ; 16). A pal derecho a exponer sus peticiones (Favre, ee ‘ oe i conocer'de los movi la forma tfpica de darse a mov ‘ acién pacifica en un lugar ptiblico, que onvertido en el principal medio por rtidos de masas hacfan ptiblicas sus an su fuerza mediante la presencia ha convertido en parte del pro- entonces, franceses fue la manifest: “finales del siglo xix se habia c el que los sindicatos y los pai teivindicaciones y demostrab; multitudinaria. En el siglo xx se i oneais ue las huelgas, que requetian agin tipo de elacion con la retencién de la fuerza de trabajo o de un orate ina ee apoyos, las manifestaciones ae sent i Re ap ae a tro y combinar muchos actores f a ia dace de una reivindicacién, sont expresar la existencia de un grupo 0 su solidari fy \ EESESSES EN MOVIMIENTO. Estabilidad y cambio del repertorio ‘ del tiempo se han producido multiples cambios en el re- io de la accién colectiva, algunos de ellos producto de los cambios suftidos por el Estado y el capitalismo y otros como liado de la evolucién interna de determinadas actuaciones. Al- repertorios favorecen més que otros la renovacién. Podemos ir cuatro tipos principales: Al ? ian ser legalizadas, las manifestaciones Sar tanto a una jurisprudencia como a 1990; Cham, 2 pagne, 1990). ag lara a los manifestantes, os ee re como las huelgas, dig No repertorios, seria el uso de formas de protesta que no funcio- que no dejan ninguna impresién en la memoria popular o que n para expresar las demandas de la gente. Ese serfa el caso, jemplo, de la «manifestacién armada» del siglo x1x en Francia las fuerzas del orden, los observador: convirtiéndose en parte del ritual de a cas oui el capitulo 2). 18-32). iy 7 Repertorios débiles, que tienen mas empuje, se utilizan en cir- Los Estados Tepresivos casi siempr i icias especiales como la guerra, la represién o la inmigra- pre consideran las manifestacly, y dan paso a nuevas actuaciones cuando cambian las circuns- aa tiesgos potenciales, lo q ‘escontentos pacificos enero de 1905 en Riss a ee llegado a ace tarlas como una ? ntajosa, tal y como indica el hech ana ibn, ¢ i ce ee ea € incluso orientacidn, Por parte d oa fa es se en ae ¥en Parfs, la Bilis ool n u rganizadores irisir meld la manifestacién (Della Porta, Fillieule y Hab sf sCarthyp ; s McCarthy y McPhail 1998). De > + De un desplazami is tos de un lado para Ba ee Hento incontrolado de desconten: Convirtiéndose en la pein rs Protesta ha terminadg civil moderna. jas. Cuando la Unién Soviética abandoné el socialismo de lo, la tradicién del samizdat (panfleto clandestino de produc- propia) perdié relevancia (Fish, 1995; Mendelson y Gerber, Representaciones politicas rituales, que en ocasiones evolucionan pierden su significado original pero que se siguen mante- por razones simbélicas (Kertzer, 1998; Muir, 1997). El 1° de comenzé siendo un dia de protesta pero evolucioné hasta con- irse en una fiesta ritual del trabajo”. _Repertorios fuertes son las actuaciones cuyo significado original nserva en la memoria popular y que mantienen su empuje en la ica popular. ! EL 1¢ de mayo comenz6 en julio de 1889, cuando un congreso de uniones sindi- francesas propuso «que se convocara, el mismo dfa en todo el mundo, una gran lfestacién internacional para que los gobiernos redujeran la jornada laboral a ocho » (Tartakowsky, 2005: 14). eat EL REPERTORIO DE PROTESTA a a 204 LOS PODERES EN MOVIMIENTO. El repertorio «fuerte» norteamericano Hoy dia, en Estados Unidos, el repertorio est4 notablemente marca- do por el periodo de «los sesenta», que se caracterizé por tres cam» bios importantes que culminaron en el repertorio «fuerte» actual, El primero de ellos fue la practica de las «marchas sobre Washing» ton», grandes manifestaciones que terminaban en mitines frente @ Memorial de Lincoln.’ Estas marchas de los sesenta eran una conti» nuacién de las manifestaciones de veteranos de los afios treinta y de la marcha que A. Philip Randolph amenaz6 con organizar en 1941, cuando los Estados Unidos estaban preparando su movilizacién P la Segunda Guerra Mundial (Kryder, 2000); contienen elementos rituales, aunque también han cambiado. Por ejemplo, los manifes- tances contra la guerra desfilaban desde el rio Potomac hasta el Pen- tégono, al que rodeaban simulando que levitaban. Con el tiempo, los organizadores llegaron a colocar equipos méviles de televisisn para que los participantes que estaban demasiado lejos del orador pudieran yerle y escucharle (McCarthy y McPhail, 1998). Las mar- chas sobre Washington se convirtieron en parte de un repertorio fuerte culturalmente integrado. La segunda practica novedosa fue la dedicacién de un periodo de tiempo —generalmente el verano— a una campatia especifica. Esta estacin siempre ha concentrado a mds manifestantes que cualquier otra época del aio, aunque sdlo sea por la mayor clemencia del clima y porque los estudiantes estén de vacaciones. El ejemplo més notable de esta decisién de dedicar un determinado periodo a con- centrar las energias de los militantes en un objetivo determinado fue el «Verano de la Libertad» de Misisipi, que se destind a registrar como votantes a los afroamericanos (McAdam, 1988). Pronto si- guieron otras campafias, como el Verano de Vietnam o el Verano de los Trabajadores. El tercer acontecimiento fue la practica perturbadora de las senta- das, los bloqueos de tréfico y las ocupaciones de edificios. Las senta- das, que se realizaron primero en los comedores para pasar después a EL REPERTORIO DE PROTESTA 205, taciones de autobuses y por tiltimo a cualquier lugar donde se lujera segregacién racial, se convirtieron en la accién més rele- del nuevo repertorio norteamericano, Aunque recuerda leve- te a la ocupacién de fabricas de la década de los treinta (Piven y ward, 1977), la sentada alcanz6 su mayor poder gracias a la pre- ieia en la vida priblica de un nuevo actor: la televisién, Si el publi- ) podia contemplar a auténticos matones maltratando a jévenes bien vestidos que estaban tranquilamente sentados en los iedores, serfa dificil ignorar la contradiccién entre la supuesta d norteamericana y la realidad de la segtegacién, «El mundo ero nos estd observando», escribié Todd Gitlin (1980). A pesar de la resistencia de los repertorios fuertes, las practicas de ién politica colectiva suelen cambiar de una manera impercep- que sdlo se aprecia con la distancia. Podemos encuadrar las idencias del cambio de repertorio en cuatro categorias: /a institu- walizacién de las formas colectivas de alteracion del orden; la innova- en los margenes de las formas heredadas; la interaccién tdctica con policta y otros actores, y el cambio de paradigma. La institucionalizacién de la accién colectiva hemos visto el modo en que la huelga y la manifestacién se incor- oraron gradualmente al repertorio de la accién colectiva. Las pautas institucionalizacién son practicamente las mismas en todas partes: irse desvaneciendo la excitacién de la fase disruptiva y aprender la licfa a mantener el control, los movimientos institucionalizan sus tdcticas e intentan obtener beneficios concretos para sus seguidores a través de la negociacién y el compromiso. Se trata de un camino que a menudo conduce al éxito a costa de transformar el movimiento en un partido o un grupo de interés (Piven y Cloward, 1977). A veces se descartan las formas de disrupcién que invitan a la re- presién cuando quienes participan en ellas aprenden a rehuirlas. Ese fue el caso de las «manifestaciones armadas» empleadas por los mon- 206 LOS PODERES EN MOVIMIENTO tagnard franceses durante la insurreccién de 1851 contra el golpe dé Estado de Louis Napoleén'. En otras ocasiones, las formas de con» frontacién en sf se institucionalizan cuando las autoridades empiee zan a tolerarlas a facilitar su empleo. Y, a veces, los lideres pasan de la confrontacién a la cooperacién para obtener los éxitos politicos que les exigen sus seguidores 0 les ofrecen las autoridades. Ello resul ta especialmente cierto cuando un aliado polftico toma el poder, como ocurrié en la democratizacién de Sudéfrica a mitades de ly década de los noventa (Klandermans, Roefs y Olivier, 1998). Con frecuencia, la institucionalizacién produce lo que los soci logos denominan «el desplazamiento de los objetivos», la supresién de las metas radicales originales del movimiento por otras més mo deradas. Esto es lo que ocurrié cuando los partidos socialdemédcratas europeos sustituyeron su «programa maximo» por lo que en un prin cipio consideraron «objetivos minimos» a realizar a corto plazo. En ocasiones, este tipo de cambio se adopta por razones tacticas, como por ejemplo la amenaza de represidn policial 0 el deseo de atraer el apoyo de participantes mds moderados. Pero una vez que el modo de accién cristaliza en una forma convencional, se convierte en una parte conocida y prevista del repertorio. Como escribié Franz Kafka en una de sus més proféticas fabulas: «Los leopardos irrumpen en el templo y se beben el vino de los célices. Esto se repite una y otra vez; finalmente es posible preverlo y se incorpora a a liturgia del templo»'!, La innovacién en los margenes Incluso en las formas heredadas de la accién colectiva existe espacio para la innovacién. Por ejemplo, utilizando el esqueleto modular de °°

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