Arqueologia del Eje Central Lazaro Cardenas
de la ciudad de México
Notas de las excavaciones arqueolégicas de la Linea 8 del metro
na de las principales arterias de la ciudad de
l ] México os el actual Eje Cantral Lazaro Carda-
18. Sin embargo, éste se puede dividir en varios
‘ramos; Uno da ellos, el més profundo histéricamente hi
blando, ¢s el que coincide con la ubicacién de la antigua
isla de Tenochtitlan, es decir —siguiendo a Caso
(1956)—, al norte la avenida Rayén-Mosqueta (Eje 1 Nor-
te) y al sur calle de Chimalpopoca-Dr. Pascua.
Sobre esta avenida ha pasado parte de la historia de la
ciudad y algo ha quedado en su fisonomia y en su estruc-
tura, tanto en lo que podemos observar cuando camina-
‘mos por ella, como por lo que existe bajo la carpata de
astalio que ahora le cubre y que, en parta, {ue recupera-
da con los trabajos arqueolégicos motivados por la cons-
trucci6n de la Linea 8 dal metro.
Entre septiembre de 1992 y julio de 1999, la avenida
‘estuvo cerrada al tréfico vial para permitir la construc
cién de la obra mencionada. Esto origind que se roa-
lizaran trabajos de investigaci6n, que arrojaron datos
desconocidos sobre la vida de la cludad en sus distintos
momentos, y en particular sobre la zona donde se ubica
la calle hasta haca poco tiempo conocida como San
Juan de Letrén.
Al inicio de la investigacién arqueolégica, tenfamos
idea de los elementos urbanisticos que Ibamos a locali-
Zar; sin embargo, siempre oourrs, las expectativas fueron
rebasadas por los hallazgos, que impresionaron no séloa
Quienes trabajamos en su recuperacién, sino incluso al
pablico en general, informado por distintos medios.
El presente articulo versa sobre estos hellazgos y los
datos que fueron localizados asociads a los mismos; es
Un resumen tanto de los registros arqueolégices que alll
se detectaron como de la revisién histérica de la ciudar
basado en documentacién de archivo y en algunos libros
* Diroooién do Saivamonto Arquockigico, NA.
Salvador Pulido Méndez*
que s@ han escrito sobre la ciudad y la historia de la
regién en general.
El barrio prehispanico, de su fundacién
ala Conquista
‘Ala llegada de los mexica a la regién que luego seria el
asionto de su poder, ésta era ocupada por diferentes gru=
os que se disputaban entre si la hegemonfa polfica.
Fueron expulsados de cada uno de los lugares de asen-
tamiento temporal hasta que, por fin, s¢ los dej6 vivir en
medio del ago, un lugar que nadie habla poblado, una
seria da islotas de poca extensién y muy escasa ale-
vacién respecto al nivel de las aguas.
Los mexica aprovecharon el sitio més despejado de
yyerbas para inetalar all ol tomplo principal, dedicado a su
dios tutelar; el resto del asentamiento estaba poblado de
tulares y carrizales, como indican dos cronistas:
Este lugar manda se tame Tenochtitlan, para que en él
80 ediique la ciudad que ha de ser reina y sefiora de to-
des las demas de la Tierra (..) y asi, hjos mios, vamos
Por entre sus tulares y espadaria, carrizales y espesu-
fa... (Duran, 1967: 48).
.¥ encomendandolas el cafo, las pidieron con muchos
uegos, que con mucha diigencia anduviefen, por todos:
aquallos Carrigos, y Junciales (de que toda la laguna efta-
ba lena, y efpeffima) y aligieten lugar feguro, y buono,
donde pobiar (...) y tomando en sus manos vnos bordo-
res (en que poder hecer fuerga, para faltar pasos malos,
Y lugares dvididos de el Agua) fueron por entre Catias y
Juncias butcando camino, y lugares menos efpetos, don-
de pafar... (Torquemada, 1976: 289-290).
133ARQUEOLOGIA
PULIDO MENDEZ
Es posible que hacia la zona de construccién de la Lf-
rnea 8 del metro no existiera tierra, y que ésta fuera fa-
bricada con base en la elaboracién de chinampas, h
‘cho que fue constants preocupacién de los mexica y
‘que comenzé tan pronto como se astablecieron en Te-
nochttlan.
Esto fue observado en las distintas excavaciones que
‘se practicaron entre las calles de Fray Servando Teresa
de Mier y Chimalpopoca, as como la parte suroeste de la
isla. En esta éraa se localiz6 una secuencia de sedimen-
tos alternados de arena y limo, caracteristica de la cons-
trucci6n de chinampas, ademés de varias estacas uti-
lizadas para contenar {a tierra, conjuntamente con los
clésicos ahusjotes. En el resto del tramo no s¢ localiz6
‘esto, debido seguramenta a la constante altaracién del
suelo desde las primeras décadas del dominio espafol,
como se verd adelante,
De esa manera fue craciendo ol suelo, haciéndose ne-
cesario renovarlo con clerta frecuencia, debido al des-
gaste natural que ocasionaba la pérdida de la materia
‘organica necesaria para el cultvo, pero también dabido @
las distintas inundaciones que ya desde la época colonial
‘se presentaron en la ciudad y que, en consecuencia,
inundaban las terras apenas sobresalientes de las aguas
‘cuando éstas estaban en niveles normales.
‘De cualquier forma, ya en las fechas de mayor brilo de
la ciudad prehispénica ol rea en cuestién formaba parte
do dos de los cuatro campa: Moyotlan (al suroeste) y
Cuspopan (al noroeste). De hecho, la hoy artetia vial co-
lindaba précticamente con los centros de las parcial
dades, que distaban no més de 300 m, donde hoy se ubi-
can el mercado de artesantas de San Juan y el templo de
Santa Marla la Redonda.
Entre los barrios que estaban a sus lados (Cihuateocel-
tian, Tepetitian, Atizapan, Tezcazonco o Atezcapan; Ca-
0, op. cit), Atizapan pudo ser excavado y se registraron
fn 6! restos del asentamiento indigena que all sa encon-
traba. Algo similar se detects frente a la Plaza Garibaldi;
sin embargo, por set una zona de sedimentos suma-
mente removides, no pudimos ubicar con precisién 6!
lugar del asentamiento mismo.
Por el sitio cruz6 uno de los tantos canales que
componia la trama urbana y que después seria aprove-
chado por la ciudad novohispana. Al mismo lo atravesa-
ba, 0 desembocaba en 41, una serie de canales, cuyo
trazo se dibujaba de este a caste, y los cuales fueron
localizados varios, entre los que dastacan, por su esta-
do de conservacin, el ubicado an las calles de Delicias,
21 de Articulo 123 y el de Perd. Asimismo, en la zona de
Tlatelolco se observaron huellas de los canales que all
existiaron, entre los que podemos contar los de las
calles Francisco Gonzélez Bocanegra y Jaime Nuné.
Todos ellos, de distintos anchos, estaban flanqueados
por astacados de madera de roble y encino, principal-
mente, clavados sobre el fondo del Iago, un tanto incina-
dos para ofrecer mayor resistencia al empuie de la tierra,
evitando que ésta lo inulizare,
Dentro de fos rellenos que azcivaron los canals se fo-
calizaron tiestos de tradici6n Azteca lily IV, en las capas
protundas, cercanas al lecho lacustre, asi como mate-
riales coloniales y resiontes en capas més superticiales.
De estos materiales, los coloniales tuvieron mayor pre-
sencia, lo cual lava a penser qua atin en la época colo-
fran utilizados y fueron cagados en la misma; esto
significa que tuvieron un uso profongado.
Los habitantes del érea debieron pertenecer a los es-
tratos menos ricos de la sociedad mexica, atin cuando
hacia el centro de los campa debié existir un nicleo urba~
tno de personajes de alto estatus, que vivian en edificacio-
nes de mayor calidad, fabricadas con materiales durade-
ros.
En el Eje Cantral esquina con Victoria fueron recupe-
rados los restos de una casa prehispénica, evidenciada
por gran cantidad de fragmentos cerdmicos doméstioos,
algunas piezas completas, unos pequefios muros da pie-
dra de tezontla construidos sobre pilates de madera y
‘abundante material orgénico, todo ello a més de 3 m de
profuncidad. En condiciones similares se locelizaron otras
‘evidencias al sur de Fray Servando Teresa de Mi
Un tanto distinta, por las condiciones propicias para la
investigacién arqueolégica, fue fa excavacién de una
Unidad habitacional doméstica ubicada en la esquina de
Reforma y Gonzdlez Bocanegra. Alll se encontraron los
restos de una casa con un par de cimientos de piedra de
‘basalto, apisonados de tierra sobrepuestos, que indican
la constante renovacién del piso mismo y un posible hor-
1, entre otros elementos. Asociados a estos diferentes
hallazgos se localizé corémica Azteca Ill, incluyendo figu-
Tilas, por lo que daben facharse hacia el periodo Poscié-
sico tardlo.
Del mismo pariodo son algunos enterramientos locali-
zados en 6! drea de Tlatelolco. De ellos dos fueron locali-
zados en una cepa de la construccién, siendo dos indivi-
duos adultos, enterrados en decdbito dorsal fiexionado
sobre una capa de carbén, y que tenfan asociada una ri-
a oftenda, consistente en vasijas de varios tipos (sobre-
‘allan cajotes y ollas-incensarios), figuras, pipas y mala-
cates. Todo lo cual tue localizado en la esquina de la
calle Allende y Paseo de la Reforma,
Un poco al norte de éstos, casi en la esquina de Refor-
ma y Gonzdlez Bocanegra, fue localizado un crdnao indi-
‘gena con posible deformacién, asociado a un hueso largo.
Por ia profundidad del hallazgo y la estratigratfa asociada
88 Ie atribuye la misma cronologla.
134ARQUEOLOGIA DEL EJE CENTRAL
La Conquista y los primeros anos
coloniales
Durante la primera etapa del vireinato el hoy Eje Central
fue tomado como Ifmite poniente (Lombardo, 1970:
Kubler, 1989: 23) de los dos asentamientos que forma-
ban fa ciudad de México: la ciudad espafiola y la ciudad
indigena. Asf, mientras se trazaba la parte espafiola bajo
cierto plan, conoediéndose solares a los conquistadores,
(Cortés, 1970: 165), fuera de ella los indios se asentaron
sin orden establecido,
Sabemos poco acerca del érea en los primeros' afios
coloniales, aunque debié verse como una secuencia de
baldios, debido a que los asentamientos indigenas eran
establecidos sin orden alguno, aparaciendo apiniados y
con construcciones endebles (Porras, 1987: 14); ade-
ms eran atravesados por incontables canales, algunos
con aguas estancadas, dado que desde esta época
comenzaron a cerrarse para dar origen a las calles de
tierra.
La cetcania con los grupos indigenas fue un factor de-
terminante en la futura integracién de la zona. Ast, tua
fundada atin dentro de los margenes de Ia ciudad
‘espafiola la casa monacal mayor de los frailes francisca~
‘nos, en cuyo interior se fundé una enfermerfa para indi-
gena:
Pronto fueron rebasados tales limites, y la ciudad es-
pafiola se oxtendié por distintos rumbos. Las primeras,
cconstrucciones de que se tiene registro correspondian a
diferentes servicios: para los aborigenes, ol Hospital de
‘San José de los Naturales; y para nifios espafoles huér-
fanos al Colegio de San Juan de Letrén (Orozco y Berra,
1987: 52)
Sin embargo, no fueron este tipo de instituciones las
tinicas que transgredieron la Vinea limitrofe. Comenza~
ron a construirse edificaciones privadas; tal es 6! caso
de los vestigios localizados entre las calles de
Ayuntamiento, es decir, en la antigua Tercera ot
Teopan de San Juan. Se traté de una casa hati
‘con por lo menos tres épocas distintas de construccién,
de las cuales la primera la fechamos hacia el siglo xv. A
sta corresponden unas escaleras, un cuarto aboveda-
do y posiblemente un pasillo estrecho. Ades, pre-
sentaba una serie de cuartos, asi como un patio, donde
tue colocada una piedra que sobresalta del nivel del
mismo y que resulté ser un largo cilindro de basalto (a
manera de fuste de columna) que tenfa unos pequefios
rabados (2! numeral “dos conejo”, un créneo humano y
Un par de huesos cruzados) de estilo azteca, por lo que
‘suponemos que Ia piedra fue reutiizeda en el lugar dol,
hallazgo.
ARQUEOLOGIA
111241994
En la esquina de las avenidas Arcos de Belén y Lazaro
Cérdenas fueron localizados algunos restos, ya muy
ruinosos, del edificio conocido como el Tecpen de San
Juan, sede de la gobemacién indigana de San Juan Te-
ochtitan durante la época colonial. De esta construc-
cién, de la cual existen litograffes y fotogratfas del siglo
2x, se localizaron algunos muros, pisos de pledra bola a
diferentes niveles y caferias de drenaje.
Si esto sucedié en la entonces parcialidad de San Juan
‘Moyotla, hacia Santa Marla Cuepopan no se localizaron
mAs restos del siglo xv1 que los ds los canales ya men-
sionados.
Un hallazgo de relevancia fueron los vestigios de la
Calzada de Tlacopan, justo en la divisién de las parciali-
dades mencionadas. Esta se localiz6, como se esperaba,
€n al cruce de Ia calla de Tacuba y el Eje Central Lazaro
Cardenas. Sin embargo, los vestigios resuitaron muy alts-
rados por la construccion de la Linea 2 del metro. De cual
quiet forma se localizé un encamado de piedra delimitado
or estacas de madera, ademas de las jambas de un
uente (construido quizés después del siglo xv!) y sedi-
‘mentos da un canal (Putido, 1993).
Este canal fue uno‘de los mas importantes de la ciu-
dad, ya que précticamente la atravesaba de sur a norte,
De hecho, era ol mismo canal que posteriormente seria
llamado de La Viga, y que entraba a la ciudad, daba
vuelta en la actual calle de Corregidora, donde se en-
contraban el Puente de Roldén, la Alhéndiga y la Casa
del Diezmo; pasaba por el costado sur de lo que fue el
Palacio Virreinal (tomando el nombre de Acequia Real),
‘seguta por la actual calle 16 de Septiembre, entrando a
los tarrenos del Convento de San Francisco, de los que
salla por la actual calle de Venustiano Carranza y volvia
a doblar en el Eje Central, tomando rumbo norte por el
mismo hasta desombocar en una pequefia laguna ubi-
cada entre Tenochtitlan y Tlatelolco, que recibié poste-
riormenta el nombre de La Lagunilla (cfr. Carballal y
Flores, 1993),
De este canal localizamos un largo muro de mam-
posteria que sirvié, ya en épocas mas recientes (siglo
xvi, probablemente), para contener las paredes del mis-
mo y evitar ol azoWve. Este muro fue localizado entre las
calles de Articulo 123 Independencia, frente a lo que
{us el Colegio de San Juan de Letrén.
Posiblemente, en el siglo x el canal fue restructurado
‘al menos en parte, convirtiéndose en atarjoas, ya que se
localizaron restos de las mismas justo en la diraccién del
antiguo canal, entre las calles de Tacuba y 5 de Mayo. Su
construccién fue de paredes de piedra y tabique y su piso
de lajas de cantera. Es posible que hayan estado ubier-
tas con lajas; sin embargo éstas no se localizaron.
135ARQ
OLOGIA
PULIDO MENDEZ
Entre la depresi6n, el esplendor colonial
y los movimientos de Independencia
En las excavaciones de la Linea 8 del metro fueron da-
tectados vestigios del Real Hospital de San José de los
Naturales, localizado en las manzanas que circunscriben
actualmente las calles de Articulo 123 al norte, Eje Cen-
tral Lazaro Cérdenas al oriente, Victoria al sur y Dolores
al poniente. En el sitio se han lovalizado varias etapas de
‘construccién, asf como construcciones y remodalaciones
que 6 hiciaron al edificio en diferentes 6pocas. Asimis-
‘mo, han quedado identificados entre los restos del propio
edificio eventos detectados en la bibiogratia y los regis-
‘ros de archivo.
Entre los fenémenos que amenazaban constantemente
la regién, en particular la ciudad de México, estaban las
inundaciones que, incluso para 6! periodo prehispanico,
‘se presentaron, causando graves dafios. Se registran va-
tias para la ciudad colonial; sin embargo, parece que la
mayor memoria por los estragos que generaron fue la de
1604 (Rojas ef al, 1974; Ramirez, 1976), que ocasioné e|
deterioro de *...una gran parte de las casas de [a clu-
dad...” (Ramirez, ibid.; 50), obligando la reconstruccién
de los eaificios. Esto blen pudo ser ! caso del que aqui
tratamos.
Tales reconstrucciones se deben a los diferentes suce-
808 que abarcaron la ciudad o sélo el edificio, como es el
caso de los incendios (e1 mas grave ocurrido el 20 de
tenero de 1720, que destruyé ol teatro de madera que ha-
bla dentro del hospital, asf como gran parte del mismo,
segtin lo aficma Orozco y Berra, op. cit: 234)
De esta manera, se tienen los muros que se sobrepo-
nen @ otros, algunos construidos con tezontle, olros con
Piedras de basalto y tezontle, y otros con maroos de pi
dra chiluca labrada. Hay vanos en los muros, que fueron
tapiados en alguna época de ta vida del hospital. Tam-
bién se observaron marcos de puertas con el umbral des
gastado,
Entre los muros destaca uno con direccién norte-sur y
que parace ser uno de los jes de la construccion de la
edificacién, ya que se encuentra en la mayor parte de la
misma y en 61 se observan varias de las remodelaciones
ya expicadas,
De este muro se desprenden otros en sentido perpen-
dicular; también tiene evidencias de que algunos otros
rmuros confluyen a él, y que fueron construidos una vez
ue ya estaba en pie el muro principal. Con todo, es posi-
ble que esta muro tenga su origen en el siglo xvii y que
's@ haya sobrepuesto a otro ya existente,
Estos elementos criginaban espacios que, segin se
cconstaté en documentos histéricos, fueron salas de enfer-
‘mos, enfermerias, atolerfas, cuartos de mozos y acceso-
rias exteriores e, inclusive, la entrada y el patio corres-
pondiente a las uitimas épocas de reconstruccién del
hospital
abe destacar que se localizaron varios tipos de pisos,
que s8 asocian a diferentes usos especificos del suelo y
@ diversas épocas. Entre ellos se descubrieron pisos de
madera (enduelados, con sus respectivas vigas y estacas
de soporte), pisos de piedra bola, que correspondian
Posiblamente a patios internos abiertos, y pisos de Iajas
de basalto (7), qua se localizaron en lo que tue la entrada
Principal del edificio en el siglo xvi,
Si bien este acceso se localizaba en la fecha mencio-
nada sobre el hoy Eje Central, tenemos el dato de que
para el siglo xvi atin se entraba a la edificacién por la
‘entrada que daba hacia la actual calle de Articulo 123,
‘cuando el edifcio tenia instalaciones més reducides.
Uno de los hallazgos de gran relavancia fueron los res-
tos 6560s de més de 430 individuos, localizados en dife-
rentes niveles y en varias secciones del edificio. La mayor
parte de los mismos fueron enterrados masivamente,
préctica coma en la época (Venegas, 1973: 22). Inclusi-
ve se localizaron varios osarios con restos removides y
que seguramante fueron depositados originalmente en
otra parte del edificio. Otros entierros se encontraron for-
mando pequefios grupos de dos y tres individuos, y ain
algunos antaramenta solos.
La mayor parte de los entierros tue depositada direc
tamente en la tera; sélo tres de ellos fueron localizados
fen cajas de madera. Asimismo, la mayorla carecia de
objetos asociados. En algunos casos, s@ encontraron pe-
quefas cruces metélicas, en otros collares 0 amuletos
(generaimente manitas carradas cuyo pulgar se encontra-
ba entre los dedos indica y medio)
Entre todos ellos destacan tres infantes localizados con
‘estos del armazén que formé la corona floral con la que
fueron enterrados; ademés, tenian sobre su pecho restos
de lo que pudo ser una cruz de madera.
Hubo un esqueleto que mostraba quemaduras en
varias costilas y en algunas vértebras carvicales, junto
‘con perdigones en las mismas éreas, as! como agujas en
la regién quemada de las costiias. Es posible que el indi-
viduo, que llegé herido al hospital, haya muerto cuando lo
atendan (L6pez Wario, en preparacién).
Otros casos mostraban indicadores de marcadas en-
formedades como siflis, osteoporosis y reumatismos. Asi
también, se detectaron algunos restos con procesos qui-
rirgicos varios: trepanaciones, emputaciones y otros,
La edad de los individuos variaba entre nonatos, in-
fantes, adolescentes y adultos jévenes. En cuanto al so-
x0, los hay masculinos y femeninos. Por lo que toca @ su
filiacién étnica, existen tipos amerindios, negroides y
mestizos (Meza y Béez, comunicacién personal).
136ARQUEOLOGIA DEL EJE CENTRAL,
ARQUEOLOGIA
AL-azer994
El por qué de la gran cantided de entierros en esta z0-
na ha sido contestada desde tres perspectivas: a) es
posible que la mayor parte de los individuos alli deposita-
dos sean producto de los decesos causados por las di-
versas epidemias que asolaron la region; b) otros pueden
relacionarse con las catéstrofes habides en las propias
Instaleciones; 0) el resto puede daberse a la vida misma
dol hospital, esto @s, a muertes ocurridas durante el pro-
eso de curacién, 0 producto de las clases que allf se im-
partian.
En el caso de las epidemias, 4stas se presentaron en
la regién con frecuencia desde la Conquista; se mencio-
nan varias que ocasionaron grandes perjuicios. Entre
‘lias mencionaremos sélo las de 1691 y 1692, asi como
la de 1695 para el siglo xvi, en tanto que en el siglo xvi"
aparecieron dos connotadas, en 1736 y 1779 (Venegas,
0p. cit). Es posible, por el ragistro arqueoiégico detecta-
do en los niveles estratigréficos en que se encontraban
los restos 6se0s, que Estos se daban a cualquiera de és-
1s, inclusive a varias de ellas, Esto os més claro si se
‘nfatza la siguiente cia, escrita en la época de la peniti-
ma epidemia: “Desde ivego comenzaron a liegar a la clu-
dad (de México) los apestados, que por ser casi todos de
Ja clase indigena se enviaban al Hospital Real” (Venegas,
ibid. :28-29).
Estos vestigios representan un periodo muy extenso,
dado que el hospital fue construido hacia mediados del si-
{glo XV (el inicio de su construccién fue entre 1553 y 1556;
Orozco y Berra, op. cit: 233), aunque no en toda la ex-
tensién que ocuparia finalmenta, y reconstruido, como
‘mencionamos, en varias etapas, y fue ocupado como tal
hasta ol aio de 1882, desapareciendo por decreto el 21
de febraro, cuando sa destiné el adifcio a otros usos, co-
‘mo talleres, vacindario y comercios (aunque éstos ya fun-
cionaban durante fa ditima época de vida del hospital).
Finalmente, aunque de épocas mAs recientes, fueron
detectados algunos otros elementos, antra los qua se
cusntan ductos de drenaje, hechos @ base de tabiques y
‘tubos de cerdmica variada, asf como pisos y muros tam-
bién de tabiques, que evidencian alteracionas da la
‘superficie de la construccién en sus diltimas fechas.
Es necesario mencionar, por lo raro, un hallazgo re-
gistrado entre los muros del edificio que corresponde
también a fechas mas o menos recientes; inclusive, se ha
fechado, por el sistema constructivo, hacia al siglo xx. Se
trata de un brocal redondo, hacha de tabique rojo y recu-
bierto con argamasa, que originaba un pozo artesiano,
‘cuyas paredes estaban limitadas por tablones que eran
sostenidos por rodetes de madera. Asociadas el mismo
se localizaron varias camas de gruesas vigas, que hacian
‘una trama cuadriculada y a su lado los restos de una caja
de madera de aproximadamente 2 por 1.5 m. Esto debié
‘er un sistema refrigerante, ya que los materiales de cons-
truccién y la disposicién de los mismos conservan una
‘gran humedad.
Entre la Avenida Judrez y la calle 16 de Septiembre
fueron jocalizados algunos elementos constructivos de
tuna casa 0 taller, y vestigios del templo y convento de
monjas de Santa Brigida. Del tallar 0 cocina da la casa
fueron encontrados restos de unas grandes ollas in situ
y la misma altura, aunque en otro extreme del cuarto,
luna piedra larga con una acanaladura (a manera de
‘gérgola) y, entre estos dos vestigios, alguna cantidad de
mercurio.
Contiguos a los restos anteriores, hacia el sur de los
mismos, fueron localizados los muros y cimientos del
convento y templo de Santa Brigida. Entre ellos destaca
‘1 cimiento del muro extemo de la construccién, que se
desplazaba por toda el drea de la excavacién. De 6! se
desprendian otros muros de menor espesor en sentido
perpendicular y que originaban diversas dependencias,
‘entre ellas @l muro oon el vano (que alguna vez fue tapia~
0) del acceso al convento, una serie de muros con
recubrimiento de azulejos de talavera, al igual que el pre~
til circular de una pila de agua. Todos estos elementos
correspondian al siglo xvii, dado que la construccién del
edilicio se llevé a cabo entre 1740 a 1744 (Rossell, 1979:
343),
Al sur del muro de acceso al convento, s@ localiz6 un
patio formado por lajas cuadradas de basalto, que se ex-
tendfan a fo largo de varios metros y que, por lo mismo,
‘supusimos era ol atrio dal tamplo. Esto fue ratiticado
cuando en la excavacion del nucleo del cajén se detecta-
ron las jambas de la entrada al mismo, hechas de piedra
chiluca labrada
Sin que podamos precisar la fecha de construccién,
‘entre las calles 16 de Septiembre y Articulo 123, cerca de
ésta, se looalizé un muro de mamposterfa bajo el arrojo
del actual Ele Central. Este muro tanta una direccién nor-
te-sur y una profundidad propia mayor de un metro, asf
‘como un espesor considerable y estaba soportado por
pilotes de madera. Posiblemente se trate del muro de
‘contencién de la ecequia que atravesaba el convento de
San Francisco, daba vuelta en la esquina de Venustiano
Caranza-Articulo 123 y Lézaro Gérdenas y desemboca-
ba on La Lagunila
En la confluencia de los ejes Central, 1 Norte y la Ave~
rida Pasao de la Reforma, se localiz6 una serie de restos
6se0s humanos que interpretamos como parte del Pan-
ten de Santa Pavia, Este hallazgo consistié en una gran
cantidad de huesos largos y erénéos humanos removidos
e su lugar. Esto es consecuencia de que originalimente
el panteén —del cual no se lovalizaron los restos—, estu-
vo construido con base en gavelas (por lo menos una
137111201994
parte del mismo) y cuando se demolié, los restos 6se0s
fueron reinhumados, casi a ras del suelo. El pantebn fue
fundado en 1784, por el entonces arzobispo de México,
‘Alonso Nufiez de Haro, al lado del tempio de Santa Maria
Ja Redonda (Romero, 1968: 145). Sin embargo, Marroqui
(1969: 180-181) apunta que fue inaugurado el 28 de fe-
brero de 1786, entregéndolo (sic) al Hospitel de San An-
‘drés, dado que por insuficiencia de su propio comentario
80 generd al de Santa Paula.
Por otra lado, entre las calles de Vizcainas y Delicias,
‘sobre el Eje Cantral Lazaro Cérdenas, tue Jocalizade una
gran cantidad de huesos de res, producto, al parecer, de
matanza y destazamiento, ya que por la zona se encon-
‘raba un rastro hacia el principio de la época colonial; no
obstante, éste no fue identificado arqueolégicamente y
las fuentes, por su parte, no fo ubican con precisién.
Asimismo, sobre el Eje Central fueron localizados
muros de casas habitacionales que se encontraban a lo
largo del mismo; en general correspondian a construc-
‘clones de mamposterta, fabricadas de tazontie con arga~
‘masa de cal y arena, recubiertas del mismo material y
‘con pintura en colores ocres y, sobre todo, roj.
‘Se desprende de lo anterior que muchas’ construccio-
nes estaban exificadas sobre el actual arroyo, por donde
hoy transitan los vehicules y se desplaza el metro, por fo
cual fa antigua avenida, que tuvo varios nombres a lo lar-
go do este tramo (Nifio Perdido, San Juan de Letran,
Aquiles Serdén, entre otros), era menos amplia de lo que
es hoy.
Por ello y para dotar @ la modema ciudad de mejores
vias de trénsito, hacia la segunda mitad de la década de
los afios veinte, bajo la influencia del entonces secretario
de Hacienda Alberto J. Pani (Rometo, op. cit: 226), s@
decidié demoler los exdificios que hoy han desaparecido y
que, por otra parte, no estaban alineados, dando paso
la arteria que ahora existe
Bibliogratia
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