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Serie Historica
Collana diretta da
Julián González
Universidad de Sevilla
1
2
Julián González
José Carlos saquete
(eds.)
Colonias
de César y Augusto
en la Andalucía romana
«L’ERMA» di BRETSCHNEIDER
3
Julián González
José Carlos saquete (eds.)
Colonias de César y Augusto
en la Andalucía romana
(Hispania Antigua. Serie Histórica, 6)
Proyecto de Excelencia/2005/HUM-664
ISBN 978-88-8265-714-7
CDD 930.1
1. Provincie Romane - Storia
4
ÍNDICE
Julián González
Colonia Hasta quae Regia dicitur................................................................................... » 223
5
Julián González
Asido quae Caesarina .................................................................................................... » 273
6
ASIDO QVAE CAESARINA
Julián González
Universidad de Sevilla
Las primeras noticias que tenemos sobre Asido proceden de ciertas acuñaciones de mo-
nedas en caracteres neopúnicos (← HŞDN) de inales del siglo II o principios del I a.C.1
En las fuentes literarias es mencionada por Plinio, ya como Asido Caesarina, por Tolomeo
en territorio de los turdetanos, y en el Anónimo de Ravenna, en la uia Hispalis-Baesippo2.
El nombre de la colonia, Asido Caesarina, se nos ha conservado en sendos epígrafes,
uno procedente de Medina Sidonia, en el que unos munícipes Caesarini ofrecen una estatua
a un IIIIuir de la colonia, Q. Fabius C.f. Gal. Senica. Los caracteres epigráicos apuntan a
una fecha tardo republicana o de principios del Imperio (Fig. 1)3.
El segundo testimonio es una excepcional inscripción, encontrada en el cortijo de
Lumbreras o del Moguerejo (Montellano, Sevilla), donde se localiza el asentamiento de
los Callenses Aeneanici, en la que los Caesarini Asidonenses, junto a otras cuatro comunidades:
Italica, los Romulenses Hispalenses, los Fortunales Siarenses y los indicados Aeneanici Callenses
dedican unas estatuas a un personaje femenino, Lucia P.f. Auircia Aciliana4. El étnico Asi-
donensis está atestiguado en una inscripción de Córdoba5.
A pesar de la explicita airmación de Plinio sobre la condición de colonia de Asido
Caesarina, el status y, sobre todo, el fundador de la colonia ha sido objeto de fuerte con-
troversia. Así, por ejemplo, Hübner rechazó su condición de colonia inclinándose por
1
Cfr. Vives (1924-26) 42 ss.; Sola-Sole (1980) 25.
2
Plin., N.H. 3,11: coloniae Hasta quae Regia dicitur et in mediterraneo Asido quae Caesarina; Ptol. II 4,9 (Asindon);
An. Rav. 317,9 (Assidone).
3
CIL II 1315 = González (1982) 3: Q. Fabio Cn. f. Ga[l] / Senicae IIIIvir(o) / munícipes Caesarini.
4
Fita (1897) 387 = CILA II, 1220: D.M. / Luciae P.f. / Avirciae / Acilianae / matri piissumae / huic ordo
Italicens(is) et / Romulens(es) Hispalens(es) et / Caesarini Asidonens(es) et / Fortunales Siarens(es) et / Aeneanici Callenses
/ decreverunt impensam funeris / et statuas / M. Aemilius Afer Acilianus il(ius) / honore usus impensam / remisit.
5
CIL II 2249 = II2/7 371: Fabiae Cn. f. / Priscae Asidonensi / Fabius Seneca / et Valeria Q.f. / Prisca.
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J. González
6
CIL II, p. 176; Cfr. Kubitschek (1889) 167 ss.
7
Cfr. Albertini (1923) 59 ss.; Henderson (1942) 13; Vittinghoff (1951) 104 n. 8; García Bellido (1949) 476
s.; Blázquez (1962) 75; Galsterer (1971) 20; Tovar (1974) 150; Knapp (1977) 211; Padilla Monge (1985) 325.
8
Plin., N.H. 3,12: Urso quae Genetiva Urbanorum; Suet., Caes. 42,1: octoginta autem civium milibus in transmarinas
colonias distributis. Cfr. García y Bellido (1949) 465; Salmon (1969) 135; Watkins (1979) 48 ss.
9
Cfr. Galsterer (1971) 59 n. 2; Galsterer-Kröll (1972) 59; Galsterer-Kröll (1975) 124 n. 26; Le Roux (1982) 50.
10
CIL II 1404 = CILA II,3 620: C. Vettius C.f. Ser./ centur(io) leg. XXX / IIvir iterum / G(enio) C(oloniae)
G(enetivae) Iul(iae) sacrum dat.
11
bell. Alex., 53,5; Cic. ad fam. X 31,5; 32,4.
12
Tac. Ann. 14,27: non enim, ut olim, universae legiones deducebantur cum tribunis et centurionibus et sui cuiusque ordinis
militibus ut consensu et caritate rem publicam eficerent.
274
Asido qvae Caesarina
D’Ors, a partir del testimonio de Ilici, colonia augustea, que, según Plinio (3.19) era
una colonia immunis y según Paulo13 estaba dotada del ius Italicum, opina, creemos que en
una generalización excesiva, que Augusto concedió a las colonias que fundó en Hispania
y a algunas otras anteriores el ius Italicum, por lo que aquellas colonias que no aparecen
en las fuentes como colonias inmunes o con el ius Italicum, como Asido, Iulia Traducta
y Salaria, no pueden ser fundaciones de éste, sino de César. Sin embargo, aunque Iulia
Traducta sí es una fundación de Augusto, Salaria, contra la opinión general, sí puede ser
fundación de César, en razón de su adscripción a la tribu Sergia14. Por lo que respecta a
Asido la ausencia de la tribu Sergia y, por el contrario, la adscripción de sus magistrados
en la Galeria apuntan, en mi opinión, claramente hacia una fundación de Augusto, cuya
deductio hay que insertarla dentro de la intensa actividad legislativa desarrollada por éste
entre los años 15/13 a.C. en las provincias occidentales.
Así, pues, antes de responder a estas cuestiones tal vez sea necesario recordar, siquiera
sea someramente, cuál había sido la actividad legislativa de César y Augusto en Hispania.
La dictadura de César signiicó un cambio trascendental en la política tradicional mante-
nida por el Senado de Roma a lo largo de la crisis republicana, caracterizada por la fuerte
oposición de los optimates a extender el sistema de colonias y municipios de ciudadanos
romanos fuera del marco de la Península italiana. El fundamento legal, y por ende el
posible punto de partida de su actividad colonial, se basaba en los poderes que, en su
calidad de dictador, le conferían las leges Aemilia de dictatore creando del 49 a.C., y la lex de
dictatore creando del 48 a.C. y en las diversas disposiciones que culminan en su nombra-
miento como dictador perpetuo. No olvidemos que en Abril del 44 a.C., después de los
idus de marzo, se aprobaron dos leyes, propuestas por Marco Antonio, la lex Antonia de
actis Caesaris conirmandis y la lex Antonia de colonis deducendis, que permitían la fundación de
nuevas colonias. Suetonio releja esta intensa actividad, cuando menciona el asentamiento
en las provincias de ultramar de 80.000 ciudadanos15.
La actividad colonial de César adquiere destacado relieve en la Hispania Ulterior, en
cuyo suelo, no debemos olvidarlo, tuvieron lugar decisivos acontecimientos militares,
pero donde su actividad alcanza un notable relieve es en la concesión del ius Latii o
Latium. En efecto, Plinio, que utiliza fuentes fechables en torno al 7 a.C., menciona un
total de 27 oppida Latio antiquitus donata en la Bética. Como del período pre-cesariano sólo
conocemos con seguridad la existencia de la colonia Latina de Carteia, la mayoría de estas
comunidades, sino todas, debieron alcanzar su status gracias a la actividad legislativa de
César (o iussu Caesaris) y/o Augusto.
Sabemos que ambos concedieron el ius Latii a las regiones más urbanizadas de las
provincias occidentales, sobre todo, Hispania y la Narbonense. En relación con esta ac-
tividad Casio Dión dice que César, luego de varios triunfos en Hispania “a aquellos que
habían sido favorables, les concedió tierras y la exención de impuestos; a otros la ciudada-
13
De cens. leg. 8 ss.
14
CIL II 3329: L. Postumius Q.f. Serg. Fabullus.
15
Suet. Caes. 42.1; cfr. Rotondi (1966) 417 ss., 429.
275
J. González
nía (politeia) y a otros la consideración de colonos romanos”16. Con estas palabras el his-
toriador griego destaca claramente privilegios a tres niveles: la inmunidad de impuestos y
la concesión de tierras, probablemente ex iure Quiritium, la concesión de la ciudadanía17 y
la deductio de colonias Romanas.
La actividad colonizadora de César y Augusto viene avalada por las 27 oppida Latio
antiquitus donata de Plinio y las palabras de Estrabón, cuando dice que los turdetanos,
especialmente los que viven a orillas del río Betis, se han adaptado tan completamente
a la forma de vida romana que han olvidado su propia lengua y la mayoría de ellos han
llegado a ser Latinos (i.e han recibido el ius Latii), han recibido colonos romanos, de
modo que no están lejos de ser todos ellos Romanos18. Más adelante añade algo similar al
hablar de los Volcae Arecomici de la Narbonense y dice que «también tienen lo que se llama
Latium, así que los elegidos para ser aediles o quaestores llegan a ser Romanos”19.
Así, pues, aunque la situación en las partes más romanizadas de Hispania y la Nar-
bonense era muy semejante, las ciuitates de la Narbonense recibieron el status de colonias
latinas, en tanto que en Hispania faltan establecimientos, aunque no títulos, coloniales,
por ejemplo, Segida Restituta Iulia, Nertobriga Concordia Iulia, Lacimurga Constantia Iulia, (La-
tinorum Laepia Regia, Carisa cognomine Aurelia, Urgia cognominata Castrum Iulium item Caesaris
Salutariensis, etc.). Esta variante se aclara perfectamente, pues sabemos que Augusto, inte-
resado en realzar el status de las colonias Romanas, menospreció el uso de este título para
comunidades que nunca habían sido formalmente colonizadas, aunque sus habitantes
hubiesen llegado a ser Latinos por la concesión formal del ius Latii. Estas colonias Latinas
fueron transformadas en municipios que, según nuestra opinión, serían de derecho Lati-
no, o en colonias Romanas. El cambio del status de colonia Latina a municipio en época
de Augusto está atestiguado epigráicamente en Carteia.
Esta actividad legislativa realizada por Augusto en estas provincias occidentales es
bien conocida y de ella nos informan ampliamente las fuentes literarias; así, por ejem-
plo, Casio Dión nos cuenta que en el 15 a.C. Augusto “colonizó numerosas ciudades
en la Galia e Hispania” y más adelante que “una vez inalizados todos los asuntos
que le habían ocupado en las Galias, Germania e Hispania, habiendo gastado grandes
sumas en unos distritos.... habiendo concedido la libertad y la ciudadanía a unos y
16
Dio 43.39.5:
17
Creemos posible, en razón de lo expuesto en las líneas precedentes, que el historiador griego no se
esté reiriendo exclusivamente a la civitas Romana, sino más bien a la civitas en un sentido amplio, incluyendo
también a la civitas Latina. Sherwin-White (1973) 232, se preguntaba ya si se trata solamente de una referencia
a la ciudadanía romana o debemos incluir también el ius Latii. Una vacilación semejante encontramos en
Estrabón, que aplica indistintamente el vocablo para referirse a Romanos e Itálicos. Así, Brunt
(1971) 215 ss.
18
Strab. 3.2.15 (3.151 C): TB
bb f
gg f
.
19
Strab. 4.1.12 (4.186-187 C):
g
276
Asido qvae Caesarina
20
Dio 54.23.7.1:
b54.25.1:g
b
bf
Tb
21
Wiegels (1985) 167, tan sólo contabiliza 10, al considerar que la tribu de Carteia sería la Galeria.
22
CIL II 5407; Cfr. González (1982) 19.
23
Aureliano Fernández Guerra y Eduardo Saavedra desarrollaron el texto como C(onventus) G(aditanus)
A(ger) A(sidonensis).
24
Cfr. Henderson (1942) 13; Vittinghoff (1951) 105; García y Bellido (1959) 476; Galsterer (1971) 20 n.
34; Tovar (1974) 150; Padilla Monge (1985) 307 ss.
25
CIL II 1305 = González (1982) 103: L. Fabio L.f. Gal. Cordo / IIIIviro / populus M.C. ob XX paria / gla-
diatorum data pro / salute et victoria Caesarum / locus et inscriptio d.d. / per tabellam data.
277
J. González
C(aesarinum), por lo que creen que ya era municipio el 2 a.C.26 Sin embargo, en nuestra
opinión, la expresión populus municipii Caesarini resulta muy extraña a las normas jurídicas y
no conocemos ningún ejemplo de la unión de populus y municipium, pues en los documentos
epigráicos conocidos las expresiones habituales son populus solo, populus acompañado del
étnico correspondiente, senatus populusque, ordo et populus, populus et incolae y patria et populus.
Por todo ello, nos parece arriesgadas las dos restituciones propuestas m(unicipi) C(aesarini)
o M(unicipi) C(eretani), y consideramos más probable que se trate de una mala lectura del
original, toda vez que en esta posición del epígrafe esperaríamos un dativo HVIC y no la
enigmática abreviatura M.C. No obstante la diicultad interpretativa de la abreviatura, nos
inclinamos a pensar que se trataría de un epígrafe traído a Jerez de la vecina Medina Sidonia.
El segundo punto a debatir ha sido el estatus de Asido con anterioridad a su deductio
colonial. Algunos estudiosos consideran que después de las guerras civiles entre César y
Pompeyo Asido recibiría el ius Latii y, en un momento determinado, el estatuto de muni-
cipio Latino, muy probablemente de manos de César o por intervención de los triunviros
iussu Caesaris27.
Esta opinión parece conirmarse por el título Caesarina, extraño en las fundaciones de
César o Augusto, caracterizadas por los apelativos Iulia o Augusta, y que apunta con cierta
claridad a una fundación triunviral iussu Caesaris, según vemos en el ejemplo de Norba
Caesarina, fundación de C. Norbanus Flaccus en el 35 a.C.28, probablemente de acuerdo a
un proyecto del dictador.
La condición de municipium iuris Latini de Asido se basa, para estos estudiosos, en el
testimonio de un epígrafe de Asido, en el que se menciona a un quattuorvir, magistrado
normal en los municipios, y en la referencia a unos munícipes Caesarini29. Sin embargo, los
mismos estudiosos se muestran inseguros y reconocen, por un lado, que la condición de
magistrados municipales de los quattuorviri tiene numerosas excepciones30, y, por otro,
que el término munícipes podía signiicar ciudadano en un sentido general, sin referirse
explícitamente a su pertenencia a un municipio, pudiendo aplicarse por consiguiente a un
cives nacido en una colonia para diferenciarse de los incolae o inquilini de la propia colonia31.
Así, pues, eliminado por incierto el valor probatorio del término municipes, nos queda
como único argumento a favor del carácter municipal de Asido, la existencia en la misma
de un magistrado quattorviral. Naturalmente esta airmación encuentra su validez en la
adscripción, admitida de forma general, de los duoviri a las colonias y de los quattuorviri a
los municipios32.
26
Cfr. Vittinghoff (1951) 104 n. 8; García y Bellido (1959) 476; Galsterer (1971) 20; Wiegels (1985) 17 n.
6. Para algunos la abreviatura M.C. signiicaría M(unicipium) C(eretanum). Cfr. Esteve Guerrero (1979) 103; Chic
(1978) 40 n. 26; Padilla Monge (1989) 185 ss.
27
Cfr., entre otros, Van Nostrand (1916) 115; Vittinghoff (1951) 44, 108 n. 8; Galsterer (1971) 20; Padilla
Monge (1985) 312.
28
Cfr. García y Bellido (1959) 495.
29
CIL II 1315 = González (1982) 3: Q. Fabio Cn. f. Ga[l] / Senicae IIIIvir(o) / munícipes Caesarini.
30
Cfr. Abbot, Johnson (1968) 69; Rodríguez Neila (1976) 166; Padilla Monge (1985) 312.
31
Cfr. Arnold (1974) 243 s; D’Ors (1953) 140; Rodríguez Neila (1976) 165; Padilla Monge (1985) 312.
32
Cfr. Degrassi (1949) 281 ss.
278
Asido qvae Caesarina
33
Cfr., por ejemplo, Abascal, Espinosa (1989) 132 ss; Curchin (1990) 33 s. Los primeros opinan que el
colegio cuatorviral no se forma por la suma de duunviros y ediles, sino de sus funciones y que la presencia de
IIIIviri o IIviri en una comunidad no tenía relación alguna con su condición de municipio o colonia, sino que se
debía a particularismos locales. El segundo, más ecléctico, cree que el cuatorvirato era simplemente un título
alternativo resultado de la unión de duunviros y ediles, y que un IIvir podía con toda propiedad llamarse IIIIvir.
De este modo se explicaría, según Curchin, la presencia simultánea de ambas magistraturas en la misma locali-
dad y su posesión en un mismo individuo. Sin olvidarse también de las preferencias locales y de la posibilidad
de que en las colonias el cambio se debiese a haber pasado de moda.
34
Gascou (1991) 547 ss.
35
Lafi (2002) 246 ss; 250 ss.
36
Cfr. Henderson (1942) 12 s.
279
J. González
37
Cfr. González (1989) 133 ss.; González (1994) 33 ss.
38
Cfr. Salmon (1969) 126 s.
39
Cfr. González (1982) 62, n. 92: C. Curvio Cf. / Ser. Rustico / IIIIvir iterum / Tertius l.
40
CIL II 1929 = González (1982) 59 n. 85: Q. Cornelio [f.] Gal. Senecioni / Anniano cos. procos. / Ponti et
Bithyniae / curatori viae Appiae / legato legionis VII / geminae felicis, curatori / viae Latinae, praetori, tribuno / plebis,
quaestori urbano, / sacerdote Herculis. González (1982) 62 n. 93: C. Annius C.f. Gal / Senecio / sibi et suis.
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Asido qvae Caesarina
table desarrollo urbanístico, acorde con su condición de colonia civium Romanorum, según
demuestran los numerosos e importantes hallazgos arqueológicos habidos en las mismas,
como el hallazgo en 1997 de un tramo de la calzada Romana, de una anchura de casi 8
m., construida con grandes losas de piedra, y compuesta de dos aceras, y una calzada que
tiene 5 m. de ancho, capaz de permitir el paso de dos vehículos a la vez y que sus excava-
dores han identiicado con el cardus maximus de la ciudad (Fig. 3). Sobre las losas de una
de las aceras aparecen grabados dos tableros de juego, a los que eran muy aicionados los
romanos (Fig. 4).
No menos espectacular es el conjunto hidráulico, cuya red de cloacas, datada en el
s. I d.C., discurre en la actualidad con una altura de casi un metro y más de 30 metros
de galerías subterráneas, que canalizaba las aguas de lluvias y las residuales de ediicios
y fuentes de la ciudad. Aunque fueron descubiertas en 1969, no se siguió metodología
alguna y fueron abandonadas hasta 1991, cuando se emprenden las obras de consolida-
ción e investigación. El complejo está integrado por tres estructuras diferentes: cloacas
(Fig. 5), habitaciones romanas (Fig. 6) y criptopórticos (Fig. 7). Las cloacas mayores se
encuentran en las afueras de la ciudad, donde desembocan otras cloacas más pequeñas,
que se extendían por toda la ciudad. Los muros están hechos de sillares de piedra arenisca
y las bóvedas son de medio cañón corrido. El suelo es el original y está impermeabilizado
por una capa de cerámica triturada de cal. Se distinguen a ambos lados unos acordona-
mientos, cuya inalidad sería impedir la iltración de las aguas sucias a través de los muros.
En las bóvedas encontramos unos registros circulares que conectaban directamente con
las casas.
No menos importante ha sido el descubrimiento de un castellum en los cimientos del
castillo (Fig. 8), del que conocemos la mayor parte de su perímetro amurallado con un
alzado que en algunos tramos supera los dos metros de altura, empleándose en la cara
exterior sillares perfectamente escuadrados de grandes dimensiones, mientras en el se
utiliza un opus caementicium. El costado mayor, al Este, de una longitud de casi 60 m., pre-
senta seis pequeñas torres-contrafuertes macizas distribuidas a tramos regulares; al Sur,
dos torres huecas cuadrangulares de unos 10 metros de lado en sus extremos sureste y
suroeste. El castellum desempeñaría un importante papel en los momentos de inseguridad
vividos en el período bajoimperial, al ser Asido Caesarina lugar de paso obligado entre el
bajo Guadalquivir y el estrecho de Gibraltar para los pueblos invasores41.
En relación con el castellum se han excavado igualmente una serie de cisternas que sin
duda asegurarían el abastecimiento de agua a la fortiicación (Fig. 9).
En el Bajo Imperio, Asido se erige frente a Gades en sede episcopal, y por lo tanto en
cabeza de la nueva circunscripción cristiana, circunstancia que le concede un nuevo y
relevante papel histórico. También en la época visigoda juega un papel importante en las
luchas de Leovigildo contra el poder bizantino en Hispania, del que Asido es una fortale-
za notable, según sabemos por el relato de Juan de Biclaro (2.4) sobre la conquista de la
misma por las tropas de Leovigildo en el año 571:
41
Cfr. Montañés Caballero, Montañés Caballero, Ciruela González (2008) 993 ss.
281
J. González
42
Cfr. Arce, Ensoli, La Rocca (1997) 398; León Alonso (2001) 322 ss.
43
Cfr. Arce, Ensoli, La Rocca (1997) 399; León Alonso (2001) 270 ss.
44
Cfr. Arce, Ensoli, La Rocca (1997) 399; León Alonso (2001) 274 ss.
282
Asido qvae Caesarina
El taller local del que proceden las tres piezas sigue el estilo clasicista, claro y conci-
so, de la época de Tiberio, resuelto con una técnica relevante y correcta, aunque a veces
resulte un poco descuidada. Las tres piezas formarían parte de un grupo escultórico re-
lacionado sin duda con un lugar de culto a la domus Augusta, sin que se pueda excluir una
aedicula dedicada al culto imperial. Las estatuas estarían adosadas a un muro a juzgar por
el estado inacabado de la parte posterior de las cabezas.
Junto a estos notables retratos, merece la pena dedicar unas líneas a tres interesantes
togados de mármol de gran calidad escultórica. El primero (Fig. 13), de tamaño mayor que
el natural, mide 1.99 m. de altura por 0,79 m. de anchura y le falta la cabeza, el antebrazo
derecho, la mano izquierda, el pie derecho y parte del izquierdo y fue encontrado en el
solar del antiguo convento de la Victoria de Medina Sidonia, en la actualidad se encuentra
depositado en el Museo de Cádiz. Viste túnica que describe pliegues en V sobre el pecho,
a la que cubre una toga apoyada en el hombro izquierdo y que cruza en oblicuo el torso,
formando un pequeño umbo y un sinus amplio, que cae sobre el muslo de la pierna derecha.
Por la parte posterior, casi sin trabajar, la toga cae de forma en todo semejante a la frontal,
uniendo los pliegues con los resaltados en el propio sinus. El personaje se apoya sobre la
pierna izquierda y lexiona ligeramente la derecha, adelantando ligeramente la rodilla, que se
percibe claramente bajo los pliegues de la toga. El brazo derecho, adelantado ligeramente,
caería a lo largo del cuerpo, y el izquierdo, cuyo codo se lexiona claramente hacia arriba,
adelantaría su mano hacia el frente. La escultura apenas trabajada en su reverso nos lleva a
pensar que fue concebida para ser contemplada únicamente de frente.
Las características y elementos de la toga: umbo plano, amplio sinus, cubriendo la par-
te inferior del cuerpo con sus pliegues, la pierna levemente adelantada señalándose bajo el
ropaje, los pliegues de la túnica en forma de V entre el cuello y la cintura y los del umbo
en forma de U, coincide con la variante Ba de Goethe del siglo I d.C., cuya cronología se
ija a partir del siglo I a.C.45
El segundo (Fig. 14), más pequeño, mide 1.65 m. de altura por 0,69 m. de anchura, y
le falta la cabeza, el antebrazo derecho, la mano izquierda y los pies. Los elementos tipo-
lógicos e iconográicos de este togado coinciden totalmente con el anterior, e igualmente
presenta su parte posterior apenas trabajada. Fue descubierta en 1894 en la casa de D.
Juan Cabello en Medina Sidonia, de donde pasó al Museo de Cádiz46.
El tercero (Fig. 15), de estatura similar al anterior, mide 1.67 m. de altura, y le falta
la cabeza, casi todo el brazo derecho, el antebrazo izquierdo y los pies. Sus elementos
iconográicos coinciden totalmente con los dos anteriores, con la excepción de que des-
cansa su cuerpo sobre la pierna izquierda en lugar de la derecha. Presenta sin trabajar no
sólo la parte posterior, sino también el costado izquierdo, lo que parece indicar que fue
concebida para ser contemplada desde un ángulo frontal-derecho47.
Aunque resulte difícil de demostrar, la circunstancia de su falta de trabajo en sus par-
tes posteriores, tanto en los retratos como en los togados, nos lleva a pensar que tal vez
45
Cfr. García y Bellido (1949) 190, nº 223.
46
Cfr. Romero de Torres (1934) 120, il. 60; García y Bellido (1949) 191, il. p. 161.
47
Cfr. Romero de Torres (1934) 120, il. 61; García Bellido (1949) 190, il. p. 160.
283
J. González
todas las piezas anteriores formasen parte de un mismo monumento de culto a la dinastía
Julio-Claudia.
Dentro de la magníica serie de retratos asidonenses es menester mencionar un re-
trato femenino de extraordinaria factura. El tamaño de esta espléndida cabeza femenina,
mayor que el natural nos revela que no se trata de un retrato privado, sino que pertenece
al ámbito oicial. Sin embargo, la identiicación del personaje retrato representa no po-
cos problemas, hasta el punto de que se abre un abanico de posibilidades que van desde
Agripina Mayor, aunque esta identiicación es cada día más cuestionada, hasta alguna
de las esposas de Nerón: Octavia Claudia, Poppea Sabina, y Statilia Messalina. Sin em-
bargo, aunque conocemos pocos retratos de las dos primeras, debido en buena medida
a la desaparición de un buen número de imágenes de Octavia tras su exilio y asesinato
y de la damnatio memoriae de Popea, y desconocemos la imagen de Estatilia Mesalina, la
comparación con las imágenes de las monedas nos permiten aventurar que tal vez se
trate de Popea, pues en el peinado de las eigies de la segunda esposa de Nerón tampoco
se evidencia la división central, los bucles aparecen próximos entre sí y hay una serie de
mechones que caen, ondulados, desde la bóveda del cráneo (ig. 16)48.
La epigrafía de Asido nos muestra una onomástica típicamente latina, con ausencia
casi completa de nombres indígenas. Sus habitantes pertenecen a las gentes más comunes
en la provincia Bética: los Antonii, Acilii, Fabii, Annii, Cassii,Cornelii, Claudii, Flavii, Licinii,
Clodii, Valerii, etc. Algunos cognomina griegos, junto a la ausencia de iliación, nos revelan la
presencia muy probable de varios libertos: Antonia Hellas, Cassia Hellas, M. Cassius Pyrrhus,
M. Cassius Pylades, Clodia Glucera, etc.
Está atestiguado, además del cuadrunviro Q. Fabius Cn.f. Gal. Senica, ya mencionado,
otro magistrado de la colonia, en este caso un duoviro, M. Acilius M.f. Gal. Silo, que hace
constar que, con anterioridad, desempeñó el cargo de praefectus cohortis. Precisamente la
ausencia del nombre de la cohorte tal vez nos permita fecharla en época de Augusto, y
sería, pues, uno de los colonos fundadores, según un esquema bien conocido: rango mi-
litar, centurión, prefecto, primeros magistrados de la colonia49.
Existe empotrada en una pared de la Iglesia Mayor de Medina Sidonia una inscripción
honoraria, cuyo texto M. Antonio M.f. Gal. Syriaco, IIvir Mun. Aug. Gad. Cuyo inal ha sido
interpretado cómo “dunviro del municipio Augusto Gaditano”50. Sin embargo, esta so-
lución nos deja una fórmula honoríica muy extraña, al dejar sin mención a la institución
o personaje que rinde el homenaje. Por ello, con las naturales reservas, pensamos que tal
vez haya que desarrollar las abreviaturas MVN. AVG. GAD. en nominativo y no en geni-
tivo, con lo que sería el municipio Augusto Gaditano la institución que dedica la estatua
a M. Antonio Siriaco, dunviro de Asido.
Dos de estas familias, los Fabii y los Casii, están íntimamente relacionadas, según reve-
la una inscripción, en la que un tal Fabius Capito dedica una estatua M. Cassius M.f. Gal. Sa-
48
Cfr. León Alonso (2001) 332 ss.
49
Cfr. supra p. 275.
50
CIL II 1313 = González (1982) n. 2.
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Asido qvae Caesarina
binus, indicando su condición de frater del mismo51. Los diferentes nomina parecen indicar
una adopción, probablemente de un Fabio por un miembro de la gens Cassia. Este mismo
personaje es honrado a su vez con la dedicación de una estatua por un tal L. Aelius Ro-
cianus, que le caliica como amico optumo52. Un L. Aelius Rocianus aparece atestiguado en una
inscripción de Gades, aunque no es posible determinar si se trata del mismo personaje53.
En Córdoba se encontró una inscripción funeraria de una mujer, Fabiae Cn. f. / Priscae
Asidonensi / Fabius Seneca / et Valeria Q.f. / Prisca54, que sin duda está emparentada con el
cuandrunviro Q. Fabio Cn.f. Gal. Senica. El hecho de que ambos tengan la misma iliación
Cn.f., nos lleva a pensar que se trate de dos hermanos, hijos de Fabius Senica y Valeria
Prisca, y, sobre todos, a considerar que el cognomen Seneca de la inscripción cordobesa debe
ser una mala lectura, inluencia sin duda por el prestigio del nombre Sénaca, del original
Senica.
Por último, habría que mencionar a C. Clodius C.f. Gal. Blattianus, de 18 años de edad,
a quien el ordo de la colonia le ha dedicado unas notables honras fúnebres: una estatua, el
lugar de la sepultura y cien libras de incienso55. Esta última es especialmente extraña, tan-
to en la epigrafía peninsular como fuera de ella56. Dada la edad del difunto es indudable
que tales honras fúnebres sean debidas a la pertenencia de éste a una distinguida familia
Asidonensis.
51
CIL II 1318 = González (1982) n. 7.
52
CIL II 1324 = González (1982) n. 13.
53
CIL II 1749 = González (1982) n. 145.
54
CIL II 2249 = II2/7 371: Fabiae Cn. f. / Priscae Asidonensi / Fabius Seneca / et Valeria Q.f. / Prisca...
55
Cfr. González (1982) n. 31ª.
56
Cfr. CIL II 1650; 2119; ILS 6136 (Ostia).
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J. González
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Fig. 2. Foto aérea del Cerro del Castillo remarcando la zona romana (Salvador y Manuel Montañés Caballero).
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Fig. 12. Retrato de Germánico (Museo de Cádiz). Fig. 13. Retrato de Druso (Museo de Cádiz).
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Fig. 15. Togado (Museo de Cadiz). Fig. 16. Togado (Museo de Cádiz).
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COLONIA IULIA GEMELLA ACCI (GUADIX, GRANADA)
Entre las colonias romanas ubicadas en el actual territorio de Andalucía, la Colonia Iulia
Gemella Acci (Guadix) constituyó la única no incluida en el territorio de la provincia roma-
na de la Bética; en realidad, formó parte tras las reformas administrativas de Augusto del
Conventus Carthaginiensis y, en consecuencia, de la Provincia Hispania Citerior Tarraconen-
se. En su ordenamiento territorial, su posición era excéntrica; de hecho, su ager se ubicaba
en el confín de la provincia y colindaba con el territorio de la Bética, de la que le separaba
la barrera natural del imponente Mons Solorius (Sierra Nevada). Dada su posición, no es
de extrañar que, a pesar de su vinculación administrativa a la Tarraconense, las relaciones
con la provincia de la Bética fueran estrechas e intensas; precisamente, una de sus mani-
festaciones relevantes estuvo constituida por el hecho de que un miembro destacado de
la élite de la colonia, P. Octavius Flavus, fue lamen provincial del culto al emperador en la
Bética a mediados del s. II1; semejante hecho contrasta con la práctica usual del imperio,
en la que estos sacerdotes eran originarios de la provincia en la que ejercían este tipo
de magistratura religiosa; en semejante hecho, podemos entrever la perduración de las
relaciones de Acci con el territorio de la Provincia Ulterior, en la que se incluyó originaria-
mente durante el periodo precedente de la república romana; no se trata del único caso,
ya que una situación parecida puede observarse en Castulo, de donde era originario otro
lamen de la Bética de nombre desconocido, en época de Domiciano2
Como ocurre en la mayoría de las ciudades hispanas, la tradición literaria transmitida
menciona a Acci tan sólo de forma puntual; la primera referencia conservada tiene un
contenido eminentemente administrativo y procede de la Naturalis Historia (III, 4, 25)
de Plinio, cuyas fuentes de información remiten en este caso a inicios del principado;
concretamente, se la cataloga en primer lugar entre los 65 populi adscritos al Conventus
1
CIL II, 3395; CILA IV, 127. Cf. Castillo (1998) 45, nº 16; Fishwick (2002) II, 244, nº 12.
2
CIL II, 3271; Castillo (1998) 455-456, nº 24; Fishwick (2002) II, p. 244 nº 12.
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C. González Román
3
Cf. Sillières (1990) 398-399; Roldán (2006) 25 y 122.
4
Cf. Blázquez (1975) 132.
5
Vives (1963) 1, 138, 222, 230, 248, 288, 306, 319, 368, 401, 434, 447, 471.
6
Cf. Raya (1987) 134-138; González Román et alii, (1993) 601-605; González Román, Adroher, López
(1994) 190-198; González Román, Adroher, López (1995) 335-343; González Román, Adroher, López (1997)
258-264; González Román, Adroher, López (1999) 160-164; Adroher, Caballero, López (2001) 285-292; Bur-
gos et alii (2001) 351-358; Adroher, López (2001) 293-298; Puerta et alii (2001) 318-224; Pérez et alii (2004)
453-462; Puerta et alii (2004) 444-452; Puerta (2005) 451-453.
298