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Los Sujetos del Derecho

El hombre, que no vive aisladamente, asegura la cooperación de sus semejantes para la


satisfacción de sus múltiples y variadas necesidades, no sólo de orden económico sino que de
orden ético, artístico, intelectual, etcétera, mediante relaciones o vínculos que las normas
jurídicas protegen y hacen respetar, para la pacífica y progresiva convivencia social.

El hombre es el centro de esas relaciones y, en cuanto sujeto de derechos o titular de


relaciones jurídicas, recibe el nombre de PERSONA.

Concepto de personalidad
«Es la aptitud o idoneidad para ser sujeto de derechos o titular de relaciones jurídicas».
(Barassi)
 

Tal aptitud corresponde, por principio, a todo individuo de la especie humana, esto es,
al HOMBRE, que en el lenguaje jurídico se denomina PERSONA.

Así, el Artículo 25 de nuestro Código Civil declara que las palabras hombre, persona, niño,
adulto y otras semejantes que en su sentido general se aplican a individuos de la especie
humana, sin distinción de sexo, se entenderán comprender ambos sexos en las disposiciones
de las leyes, a menos que por la naturaleza de la disposición o el contexto se limiten
manifiestamente a uno solo.

En tanto que el mismo texto legal, en su Artículo 55 proclama que son personas todos los
individuos de la especie humana, cualquiera que sea su edad, sexo, estirpe o condición.
 

Personalidad e individualidad

Sin embargo, no siempre ha existido esa identificación absoluta entre el individuo y la


calidad de persona en el sentido que todo individuo de la especie humana, por el sólo hecho
de serlo, debiera ser considerado «persona».
Nos referimos a los esclavos, que eran conceptuados como «COSAS», esto es, objetos y no
sujetos de Derecho.

A la inversa, la personalidad no está restringida o reservada a los hombres, puesto que ha


sido atribuida a seres o entes ficticios que, evidentemente, no son individuos de la especie
humana y que, en la terminología de nuestro Código son denominadosPERSONAS JURÍDICAS.

Así, el Artículo 545 establece que se llama persona jurídica una persona ficticia, capaz de


ejercer derechos y contraer obligaciones civiles, y de ser representada judicial y
extrajudicialmente.
 
Clasificaciones de Personas
 
El primer párrafo del Título I del Código Civil divide a las personas en naturales y jurídicas;
en chilenas y extranjeras y en domiciliadas y transeúntes.

Artículo 54. Las personas son naturales o jurídicas.

Artículo 55. Son personas todos los individuos de la especie humana, cualquiera que sea su
edad, sexo, estirpe o condición. Divídense en chilenos y extranjeros.
Son chilenos los que la Constitución del Estado declara tales. Los demás son extranjeros.

Artículo 57. La ley no reconoce diferencias entre el chileno y el extranjero en cuanto a la


adquisición y goce de los derechos civiles que regla este Código.

Artículo 58. Las personas se dividen, además, en domiciliadas y transeúntes.


 
 

Personas Naturales
 

 Principio y fin de su existencia: La personalidad de las personas naturales comienza


con el nacimiento. El nacimiento da principio a lo que el Artículo 74denomina,
literalmente, existencia legal.

«La existencia legal de toda persona principia al nacer, esto es, al separarse completamente
de su madre. 
La criatura que muere en el vientre materno, o que perece antes de estar completamente
separada de su madre, o que no haya sobrevivido a la separación un momento siquiera, se
reputará no haber existido jamás.»

La existencia legal supone, pues, el nacimiento, y éste, a su vez, supone necesariamente la


concepción, que marca el comienzo de la existencia natural.

La existencia legal, pues, determinada por el nacimiento, es la que atribuye al hombre la


calidad de persona, de sujeto de derechos y obligaciones. Nacido el individuo, existe
legalmente: es PERSONA.

Ahora bien, en concepto de nuestro legislador, se entiende por nacimiento «el fenómeno que
consiste en la separación completa de la criatura, sin distinguir si esa separación se ha
producido natural y espontáneamente a consecuencia de la etapa final del embarazo,
denominada «parto» o a consecuencia de una intervención o auxilio quirúrgico (parto
cesáreo)». (Luis Claro Solar).
Pese a que el concebido, pero no nacido no es persona, jurídicamente hablando, la ley
protege a) su existencia fisiológica y b) ampara sus derechos eventuales, subordinados tales
derechos a la condición de que nazca vivo y sobreviva separadamente un momento siquiera. 
Lo expresan los Artículos 75 y 77, respectivamente.
 

Artículos 75 y 77 del Código Civil con respecto a los derechos del que
está por nacer
 

 Artículo 75.

La ley protege la vida del que está por nacer. El juez, en consecuencia, tomará, a petición
de cualquiera persona o de oficio, todas las providencias que le parezcan convenientes para
proteger la existencia del no nacido, siempre que crea que de algún modo peligra.
Todo castigo de la madre, por el cual pudiera peligrar la vida o la salud de la criatura que
tiene en su seno, deberá diferirse hasta después del nacimiento.
 

 Artículo 77.

Los derechos que se deferirían a la criatura que está en el vientre materno, si hubiese nacido
y viviese, estarán suspensos hasta que el nacimiento se efectúe. Y si el nacimiento
constituye un principio de existencia, entrará el recién nacido en el goce de dichos
derechos, como si hubiese existido al tiempo en que se defirieron. En el caso del Artículo 74,
inciso segundo, pasarán estos derechos a otras personas, como si la criatura no hubiese
jamás existido.

Ahora bien, termina la personalidad del hombre con la muerte. Por cierto, no intentaremos
definirla. Basta decir que ella pone fin a la existencia del hombre y, desde ese preciso
instante, deja de ser sujeto de derechos y obligaciones. Es lo que, en términos rotundos,
establece el Artículo 78: La persona termina en la muerte natural.

Sin embargo, respecto de la prueba de este evento, el Artículo 80 del Código Civil establece
una importante presunción. «Se presume muerto el individuo que ha desaparecido,
ignorándose si vive, y verificándose las condiciones que van a expresarse».

No es del caso señalar en estos apuntes el procedimiento relativo a la muerte presunta. Sólo
diremos que, en este punto, Andrés Bello, redactor de nuestro Código Civil, regló el
procedimiento de la Muerte Presunta con originalidad y agudeza, en términos tales que fue
copiado por la mayoría de los Códigos Privados del continente.
 

Noción de la Personalidad Jurídica


La ley, como se ha dicho, también reconoce la calidad de sujeto de derechos y gran parte de
los atributos que son propios de las personas naturales, a entes o cuerpos que surgen de la
necesidad o conveniencia de alcanzar ciertos fines que los hombres no podrían realizar por sí
mismos.
Por otra parte, hay intereses colectivos y ciertas finalidades sociales imposibles de proteger
y conseguir con los medios ordinarios de que dispone el individuo, ora por la limitada
potencialidad de la fuerza y de la actividad de un solo hombre, ora porque el carácter
complejo, permanente y durable de tal interés o finalidad, sería inconcebible con la
relativamente breve duración de la vida humana.

Por dichas causas, se constituyen entes o cuerpos mediante la reunión o colección de


personas naturales (CORPORACIÓN) o mediante la destinación de un patrimonio adecuado
para el fin preconcebido (FUNDACIÓN).

Tales entes reciben, en nuestra legislación, el nombre de personas jurídicas. También se las
llama cuerpos morales, entes morales, establecimientos, entidades, instituciones,
etcétera.
 

Las personas jurídicas pueden ser: 


 

 De derecho público: Las que son representadas por el Estado o en las que el Estado
tiene participación.  (También lo son el Fisco, las municipalidades y algunas entidades
religiosas).

  

 De derecho privado: Son aquellas que se rigen por las normas comunes del
Derecho Privado.

Las Personas jurídicas de derecho privado se clasifican en:

Personas Jurídicas con fines de lucro (Sociedades o Sociedades Industriales). 

Las más importantes son:


Sociedades de Responsabilidad Limitada y Sociedades Anónimas, que pueden ser abiertas o
cerradas. 

Sus estatutos se rigen por disposiciones distintas a las de nuestro Código Civil.
 
Personas Jurídicas sin fines de lucro
Pueden ser las Corporaciones (reunión de personas asociadas para el logro de un interés
común) o Fundaciones (que representan un patrimonio afecto, esto es, un conjunto de
bienes destinados permanentemente a un interés general dado por el fundador).

El Código Civil, en el Título relativo a las Personas, no se refiere ni a unas ni a otras:

Artículo 547. Las sociedades industriales no están comprendidas en las disposiciones de este


título; sus derechos y obligaciones son reglados, según su naturaleza, por otros títulos de
este Código y por el Código de Comercio.

Tampoco se extienden las disposiciones de este título a las corporaciones o fundaciones de


derecho público, como la nación, el fisco, las municipalidades, las iglesias, las comunidades
religiosas, y los establecimientos que se costean con fondos del erario: estas corporaciones y
fundaciones se rigen por leyes y reglamentos especiales.
 

La Capacidad de las Personas

Conviene decir que, tanto las personas naturales cuanto las jurídicas tienen capacidad.

La capacidad, en sentido amplio, aparece definida como la aptitud legal para adquirir
derechos y ejercerlos por sí sola, esto es, sin la autorización o el ministerio de otra persona.

Comprende la capacidad de goce y la capacidad de ejercicio.

 La capacidad de goce es la aptitud para adquirir derechos. Todas las personas tienen
capacidad de goce.

 La capacidad de ejercicio, en cambio, es la aptitud legal para ejercer por sí misma los
derechos que le competen, sin el ministerio o autorización de otra persona.

Son absolutamente incapaces:


1. El infante o menor impúber: esto es, la mujer menor de 12 años de edad y el varón
menor de 14.
2. El loco o demente.
3. El sordomudo que no puede darse a entender claramente.

Estas personas no pueden realizar actos jurídicos o contrato alguno. Si los realizaren, sus
actos y contratos no producen ningún efecto y son nulos, imposibles de sanear o remediar.
 
Son relativamente incapaces

1. El menor adulto, esto es, la mujer mayor de 12 años de edad y menor de 18 y varón mayor
de 14 años de edad y menor de 18. 
(Aún cuando, actúan en relación con su patrimonio profesional o industrial son plenamente
capaces, en los términos que señala el propio Código Civil)

2. El disipador interdicto, esto es, quien habitualmente gasta en forma desproporcionada


sus haberes y sin finalidad lógica alguna. Esta declaración debe efectuarla, por cierto, un
juez, al cabo de un procedimiento de interdicción.

Estas personas pueden realizar ciertos actos jurídicos, en determinadas circunstancias o


asistidos por otras personas, esto es, cumpliendo ciertos requisitos habilitantes; de donde se
sigue que sus actuaciones sin autorización pueden –en ciertas circunstancias- remediarse o
sanearse.
 

Los Bienes en sus distintas clases

El Artículo 565 del Código Civil declara que los bienes consisten en cosas corporales o
incorporales.

Corporales: Son las que tienen un ser real y pueden ser percibidas por los sentidos, como
una casa, un libro.

Incorporales: Son las que consisten en meros derechos, como los créditos y las servidumbres
activas.

Sin embargo, advertimos cierta impropiedad en esa clasificación aplicada a las cosas mismas
que, consideradas en sí, pueden ser definidas como «pociones separadas de la materia
circundante o, dicho en otras palabras, todo lo que existe en el mundo exterior y que
ocupa un lugar en el espacio, excepto el hombre» (Martino).
En este sentido, las cosas sólo pueden ser corporales. Por eso es que algunos autores han
calificado la distinción de las cosas en corporales e incorporales como una clasificación
desdichada. (Rigaud).

Hay, sin embargo, un hecho inamovible, cual es que el Artículo 565 recién transcrito
clasifica los bienes según que recaigan sobre cosas corporales o sobre cosas incorporales.
 

De las Cosas Corporales

En esta parte, el Código Civil se pone excesivamente reglamentario. Baste retener esta
importante clasificación en bienes o cosas muebles e inmuebles, por lo que diremos luego.
Artículo 566. Las cosas corporales se dividen en muebles e inmuebles.

Artículo 567. Muebles son las que pueden transportarse de un lugar a otro, sea moviéndose
ellas a sí mismas, como los animales (que por eso se llaman semovientes), sea que sólo se
muevan por una fuerza externa, como las cosas inanimadas.

Exceptúanse las que siendo muebles por naturaleza se reputan inmuebles por su destino,
según el Artículo 570.

Artículo 568. Inmuebles o fincas o bienes raíces son las cosas que no pueden transportarse
de un lugar a otro; como las tierras y minas y las que adhieren permanentemente a ellas,
como los edificios, los árboles. Las casas y heredades se llaman predios o fundos.

Artículo 569. Las plantas son inmuebles, mientras adhieren al suelo por sus raíces, a menos
que estén en macetas o cajones, que puedan transportarse de un lugar a otro.

Artículo 571. Los productos de los inmuebles, y las cosas accesorias a ellos, como las yerbas
de un campo, la madera y fruto de los árboles, los animales de un vivar, se reputan muebles,
aún antes de su separación, para el efecto de constituir un derecho sobre dichos productos o
cosas a otra persona que el dueño.
Lo mismo se aplica a la tierra o arena de un suelo, a los metales de una mina y a las piedras
de una cantera.
 

Importancia de la clasificación entre cosas muebles e inmuebles

A) Los inmuebles gozan de una mayor protección jurídica.

B) El Contrato de Compraventa de inmuebles debe otorgarse, necesariamente, por escritura


pública. No así el de los muebles. 

C) La transferencia del dominio de los inmuebles se efectúa a través de la correspondiente


inscripción en el Conservador de Bienes Raíces respectivo. Los muebles no requieren de ese
trámite para cambiar de dueño.

D) Cuando un inmueble se da en garantía, hablamos de Hipoteca, la que debe constituirse


mediante escritura pública. Cuando se trata de un mueble en garantía, hablamos de Prenda
y no se requiere esa clase de escritura.

E) El plazo de prescripción adquisitiva ordinaria es de dos años, para los muebles y de cinco
años, en el caso de los inmuebles o bienes raíces.

F) La lesión enorme es un vicio del consentimiento que sólo puede darse respecto de
inmuebles, nunca de bienes muebles.
G) Quien se apropia ilícitamente de un bien mueble comete hurto o robo; quien lo hase de
un inmueble, comete usurpación.

De las cosas incorporales 


Recordemos que, para nuestro Código Civil, las cosas incorporales son aquellas que no
pueden percibirse por los sentidos y son los derechos.
Existen, pues, dos clases de derechos, según nuestra legislación. En este punto, las
definiciones van acompañadas de ejemplos –no siempre del todo exactos- pero que revelan
el carácter pedagógico de nuestro Código Civil.

Artículo 576. Las cosas incorporales son derechos reales o personales.


 
Artículo 577. Derecho real es el que tenemos sobre una cosa sin respecto a determinada
persona. (Deriva de «res», cosa en oposición a la persona). Son derechos reales el de
dominio, el de herencia, los de usufructo, uso o habitación, los de servidumbres activas, el
de prenda y el de hipoteca. De estos derechos nacen las acciones reales.

Artículo 578. Derechos personales o créditos son los que sólo pueden reclamarse de ciertas
personas, que, por un hecho suyo o la sola disposición de la ley, han contraído las
obligaciones correlativas; como el que tiene el prestamista contra su deudor por el dinero
prestado, o el hijo contra el padre por alimentos. De estos derechos nacen las acciones
personales.

Sólo mencionando esta vez al dominio –sin duda uno de los más relevantes y que trataremos
luego- los Derechos Reales son:
 

 Derecho real de herencia: Es el que tienen los herederos del causante sobre la
universalidad jurídica que constituye su herencia.

 Derecho real de usufructo: Es un derecho real que consiste en la facultad de gozar de


una cosa, con cargo de conservar su forma y sustancia y restituirla a su dueño (si la
cosa es fungible, es decir, puede ser reemplazada por otra equivalente, se debe
devolver en igual cantidad y calidad del mismo género o pagar su valor).

 Derecho real de uso: Es un derecho real temporal intransmisible que consiste en la


facultad de gozar de una parte limitada de las utilidades y productos de una cosa.

 Derecho real de habitación: Es un derecho real temporal intransmisible que consiste


en la facultad de morar en una casa.
 

 La servidumbre (activa): Gravamen impuesto sobre un predio en utilidad de otro


predio de distinto dueño.

 La prenda: Es un contrato por el cual se entrega una cosa mueble a un acreedor para
la seguridad de su crédito, otorgándole el derecho de perseguir la cosa empeñada,
retenerla en ciertos casos y pagarse preferentemente con el producto de su remate.

 La hipoteca: Es un derecho real que grava un inmueble, para asegurar el


cumplimiento de una obligación, pero que no deja de permanecer en poder de su
dueño. Concede al acreedor el derecho de perseguir el inmueble y de pagarse
preferentemente con el producto de su remate. El Código Civil lo define,
incorrectamente, como un derecho de prenda constituido sobre inmuebles, que no
dejan por eso de permanecer en poder del deudor.

 El Derecho de Dominio o de Propiedad


  

Sin duda alguna, uno de los derechos reales más relevantes es el denominado
Derecho de Propiedad.
 Es tradicional considerar como definición del mismo,  el texto del Artículo 582:
 «El dominio (que se llama también propiedad) es el derecho real en una cosa
corporal, para gozar y disponer de ella arbitrariamente; no siendo contra la ley o
contra derecho ajeno».

Sin embargo, ni este artículo ni su fuente francesa consignaron el carácter exclusivo
de este importante derecho, ni mencionan la facultad de reivindicar que lo protege.  
 
 Una definición más precisa es: «Es el imperio absoluto y exclusivo del sujeto sobre la
sustancia de una cosa determinada y específica».

Características

Se advierten, pues, las principales características de este potente derecho:

1. Absoluto:
 Es decir, el dueño tiene poder soberano para usar, gozar y disponer de la cosa a su
arbitrio, sin que nadie pueda impedirlo, dentro de los límites de la ley y del Derecho
ajeno. Confiere al titular o propietario el poder jurídico más amplio, completo y
general sobre la cosa que constituye su objeto.

2. Exclusivo:
 Supone la existencia de un titular único y excluyente (la comunidad o copropiedad no
se opone a esta característica, pues cada comunero es dueño exclusivo de su parte o
cuota en la cosa común).

3. Es perpetuo:
 No se encuentra sujeto a limitaciones en el tiempo, dura tanto cuanto dura la cosa
sobre la que recae y no se pierde por su no uso (sólo se pierde por la prescripción
adquisitiva de la misma cosa por parte de una persona distinta del dueño).
 Facultades que Concede el Dominio a su Titular
  
 1. Facultad de uso: Permite al dueño utilizar la cosa materialmente para su
provecho.
 2.  Facultad de goce: Permite al dueño apropiarse de los frutos (civiles o naturales)
y productos de la cosa.
 3. Facultad de disposición: Permite al dueño disponer de la cosa, en dos aspectos:
 a) Materialmente, de donde se sigue que el dueño puede, sin reproche jurídico,
destruir físicamente el bien, o 
 b) Jurídicamente, que significa una destrucción o alteración abstracta, si se quiere,
porque el dueño puede enajenar la cosa, esto es, despojarse o transferir el dominio a
otra persona, o bien, constituir sobre ella algún derecho limitativo de su dominio en
favor de otra persona.
  
 Así, por ejemplo, las facultades de uso y goce pueden ser entregadas a una persona
distinta al dueño. Ello ocurre cuando el bien se da en usufructo, uso o habitación. Lo
propio ocurre cuando se da en arrendamiento o en comodato (préstamo de uso).
  
 Ahora bien, a diferencia de lo expresado, la facultad de disposición nunca puede
estar radicada en persona distinta de su titular. Sin embargo, excepcionalmente,
puede verse privado de ella cuando esté afecto a una prohibición de enajenar, que
puede tener su origen en una decisión judicial (embargo) o voluntaria (acto o
contrato).
 Modos de Adquirir el Dominio de las Cosas

El título es sólo el contrato o acto jurídico que sirve de base o de antecedente para


la adquisición del dominio y demás derechos reales. Es sólo el antecedente que
habilita para la adquisición de la propiedad.
 Por ejemplo: el contrato, materialmente extendido en escritura pública, tratándose
de la enajenación de inmuebles.

El título no basta para hacer nacer o transferir el dominio, por más que éste tenga
la aptitud para hacerlo. Se necesita un modo. Lo que la ley denomina «modos de
adquirir el dominio», que son los hechos en virtud de los cuales nace el derecho
de dominio en una persona o se traspasa de una persona a otra en conformidad a
la ley.

Dice el Artículo 588 del Código Civil: 
«Los modos de adquirir el dominio son la ocupación, la accesión, la tradición, la
sucesión por causa de muerte, y la prescripción».
 Los modos de adquirir el dominio pueden ser:
 ORIGINARIOS: es decir, cuando a consecuencia de un hecho material, nace el
dominio en el titular, sin que le venga o se le hubiere traspasado de algún propietario
antecesor;
Son modos de adquirir originarios: la ocupación, la accesión y la prescripción. 
 DERIVATIVOS, esto es, cuando en el hecho material hay un traspaso del dominio de
un titular anterior a un nuevo titular.
Son modos de adquirir derivativos: la tradición y la sucesión por causa de muerte.
  
 Para efectos de este curso, baste decir respecto de los modos originarios que se
puede adquirir el dominio de las cosas que no pertenecen a nadie y cuya adquisición
no es prohibida por la ley chilena ni por el derecho internacional, mediante la
ocupación de las mismas.
 En Chile, sólo las cosas muebles son susceptibles de ser adquiridas mediante este
modo, pues los bienes inmuebles que carecen de dueño pertenecen al Fisco por el
solo ministerio de la ley.
  Mediante la accesión se adquiere el dominio de lo que produce o se junta a la cosa
propia. 
O bien, se adquiere el dominio de las cosas ajenas por prescripción, esto es, por el
hecho de haberlas poseído cierto tiempo, concurriendo los demás requisitos legales.
Para el caso de inmuebles sometidos al régimen de propiedad inscrita, para adquirir
el dominio por prescripción se debe tener justo título inscrito en el registro
conservatorio respectivo.
  
 La tradición o entrega

Por su parte, la tradición es el modo derivativo de adquirir el dominio o la propiedad
de las cosas que consiste en la entrega (de «tradere») que el dueño hace de ellas a
otro, existiendo, por una parte, la facultad e intención de transferir el dominio y,
por a otra, la capacidad e intención de adquirirlo.

En el régimen de la propiedad inscrita, la tradición o entrega de los inmuebles se
hace por medio de la correspondiente inscripción del título a nombre del
adquirente en el Registro de Propiedades del Conservador de Bienes Raíces del
departamento en que se encuentra ubicado el inmueble.
 Artículo 686. Se efectuará la tradición del dominio de los bienes raíces por la
inscripción del título en el Registro del Conservador.  De la misma manera se
efectuará la tradición de los derechos de usufructo o de uso constituidos en
bienes raíces, de los derechos de habitación o de censo y del derecho de hipoteca.
Acerca de la tradición de las minas se estará a lo prevenido en el Código de Minería.

Artículo 687. La inscripción del título de dominio y de cualquier otro de los derechos
reales mencionados en el artículo precedente, se hará en el Registro Conservatorio
del territorio en que esté situado el inmueble y si éste por situación pertenece a
varios territorios, deberá hacerse la inscripción en el Registro de cada uno de ellos.

Así, pues, para la enajenación de inmuebles no basta el título, sino que el acto total
detransferencia de dominio se completa con un modo, cual es la tradición o
«entrega».
  
 Enajenación del bien propio de la mujer casada en regimen de
sociedad conyugal

Para continuar con nuestro análisis, en especial respecto de la capacidad de los
contratantes, diremos que con fecha 9 de junio de 1989 se publicó en el Diario
Oficial la Ley 18.802, que introdujo importantes modificaciones al Código Civil.

Conviene detenerse en la forma correcta de comparecer la mujer casada en
régimen de sociedad conyugal, en una escritura de venta, constitución de
gravamen, arriendo o cesión de la tenencia de un inmueble o bien raíz propio.

Lo anterior, por cuanto se suele incurrir en errores a la hora de redactar la
comparecencia de la mujer casada en esta clase de contratos.

Así, el tema en cuestión plantea dos alternativas:

1) Si es procedente que comparezca el marido ejecutando el acto o contrato,
como administrador de los bienes de su mujer, y ésta en un papel un tanto
secundario y sólo prestando su consentimiento.

2) Si lo correcto es, en cambio, que sea la mujer quien comparezca celebrando el
contrato y su marido en el rol secundario, prestando la autorización conyugal.

La duda se plantea, toda vez que la actual legislación reconoce a la mujer casada
plena capacidad patrimonial. Surge, pues, la pregunta de si existe sanción legal
alguna al contrato en el que se hizo comparecer a la mujer casada enajenando,
autorizada por su marido, y no a éste como administrador de los bienes de aquella, y
a la mujer prestando su asentimiento.

Disposiciones legales aplicables

La cuestión que revisamos, nos da oportunidad para revisar disposiciones que no podemos
dejar de conocer.

Recordemos que el Artículo 102 del Código Civil define al Matrimonio como un contrato
vitalicio en los siguientes términos: 
El matrimonio es un contrato solemne por el cual un hombre y una mujer se unen actual
e indisolublemente, y por toda la vida, con el fin de vivir juntos, de procrear, y de
auxiliarse mutuamente.

Por su parte, el Artículo 135 señala la regla general en materia del régimen patrimonial del
matrimonio: 
Por el hecho del matrimonio se contrae sociedad de bienes entre los cónyuges, y toma el
marido la administración de los de la mujer, según las reglas que se expondrán en el
título «De la sociedad conyugal».

Los que se hayan casado en país extranjero se mirarán en Chile como separados de bienes, a
menos que inscriban su matrimonio en el Registro de la Primera Sección de la Comuna de
Santiago, y pacten en ese acto sociedad conyugal  o régimen de participación en los
gananciales, dejándose constancia de ello en dicha inscripción.

Que la regla general sea la sociedad conyugal, esto es, la confusión de patrimonios de los
cónyuges en uno solo, lo prueba el Artículo 1718 del Código Civil, a señalar que a falta de
pacto en contrario se entenderá, por el mero hecho del matrimonio, contraída la sociedad
conyugal con arreglo a las disposiciones de este título.

El Artículo 1723 señala los haberes de la sociedad conyugal.

Esta «sociedad» se compone:


 

 De los salarios y emolumentos de todo género de empleos y oficios, devengados


durante el matrimonio;

 De todos los frutos, réditos, pensiones, intereses y lucros de cualquiera naturaleza,


que provengan, sea de los bienes sociales, sea de los bienes propios de cada uno de los
cónyuges, y que se devenguen durante el matrimonio;

 Del dinero que cualquiera de los cónyuges aportare al matrimonio, o durante él


adquiriere; obligándose la sociedad a pagar la correspondiente recompensa;

 De las cosas fungibles y especies muebles que cualquiera de los cónyuges aportare al
matrimonio, o durante él adquiriere; quedando obligada la sociedad a pagar la
correspondiente recompensa. Pero podrán los cónyuges eximir de la comunión
cualquiera parte de sus especies muebles, designándolas en las capitulaciones
matrimoniales.

 De todos los bienes que cualquiera de los cónyuges adquiera durante el matrimonio a
título oneroso.

Artículo 1749 del código Civil


 
Este señala al marido como jefe de la sociedad conyugal. Este artículo se encuentra en el
título dedicado a la administración ordinaria de los bienes de la sociedad conyugal.

Es importante retener este importante artículo:

Artículo 1749.
El marido es jefe de la sociedad conyugal, y como tal administra los bienes sociales y los de
su mujer; sujeto, empero, a las obligaciones y limitaciones que por el presente título se le
imponen y a las que haya contraído por las capitulaciones matrimoniales. 
El marido no podrá enajenar o gravar voluntariamente ni prometer enajenar o gravar los
bienes raíces sociales ni los derechos hereditarios de la mujer, sin autorización de ésta. No
podrá tampoco, sin dicha autorización, disponer entre vivos a título gratuito de los bienes
sociales, salvo el caso del Artículo 1735, (esto es, que se trate de donaciones de bienes
sociales si fueren de poca monta, atendidas las fuerzas del haber social), ni dar en arriendo
o ceder la tenencia de los bienes raíces sociales urbanos por más de cinco años, ni los
rústicos por más de ocho, incluidas las prórrogas que hubiere pactado el marido.
Si el marido se constituye aval, codeudor solidario, fiador u otorga cualquiera otra caución
respecto de obligaciones contraídas por terceros, sólo obligará sus bienes propios. 
En los casos a que se refiere el inciso anterior para obligar los bienes sociales necesitará la
autorización de la mujer.

Los últimos incisos señalan las formalidades de esta autorización de la mujer: La


autorización de la mujer deberá ser específica y otorgada por escrito, o por escritura pública
si el acto exigiere esta solemnidad, o interviniendo expresa y directamente de cualquier
modo en el mismo.
Podrá prestarse en todo caso por medio de mandato especial que conste por escrito o por
escritura pública según el caso. 
La autorización a que se refiere el presente artículo podrá ser suplida por el juez, con
conocimiento de causa y citación de la mujer, si ésta la negare sin justo motivo.
Podrá asimismo ser suplida por el juez en caso de algún impedimento de la mujer, como el
de menor edad, demencia, ausencia real o aparente u otro, y de la demora se siguiere
perjuicio. Pero no podrá suplirse dicha autorización si la mujer se opusiere a la donación de
los bienes sociales.

(Recordemos que los actos ejecutados sin cumplir con los requisitos
prescritos en este artículo adolecerán de nulidad relativa. Asimismo,
en el caso del arrendamiento o de la cesión de la tenencia, el
contrato regirá sólo por el tiempo señalado en este mismo artículo).

Por su parte, el Artículo 1754 del mismo texto legal señala una clara norma prohibitiva
relativa a la autorización para gravar y enajenar bienes raíces de la mujer: 

No se podrán enajenar ni gravar los bienes raíces de la  mujer, sino con su voluntad.
Recordemos que la voluntad de la mujer deberá ser específica y otorgada por escritura
pública, o interviniendo expresa y directamente de cualquier modo en el acto.
Podrá prestarse, en todo caso, por medio de mandato especial que conste de escritura
pública, pudiendo suplirse por el juez el consentimiento de la mujer cuando ésta se hallare
imposibilitada de manifestar su voluntad.
 
La mujer, por su parte, -continúa esta disposición- no podrá enajenar o gravar ni dar en
arrendamiento o ceder la tenencia de los bienes de su propiedad que administre el marido,
sino en los casos de los Artículos 138 y 138 bis.
(Esto es, si por impedimento de larga o indefinida duración, como el
de interdicción, el de prolongada ausencia, o desaparecimiento, se
suspende la administración del marido, o si el marido se negare
injustificadamente a ejecutar un acto o celebrar un contrato respecto
de un bien propio de la mujer, el juez, previa citación del marido,
podrá autorizarla para actuar por sí misma)
El propio Artículo 1757 se encarga de recordarnos que los actos ejecutados sin cumplir con
los requisitos prescritos en los artículos recién indicados (1749,1754 y 1755) adolecerán de
nulidad relativa.

Los artículos antes citados forman parte del texto hoy vigente y que tomaron ciertas normas
del Código Civil como consecuencia de las modificaciones de la referida Ley 18.802.

En lo relativo a la mujer casada, dispone la ley en su artículo segundo que ésta, a contar de
su fecha de vigencia, esto es, 07 de agosto de 1989, asume la calidad de plena capacidad. De
ello que sigue que puede realizar válidamente por sí misma y sin autorización alguna todo
tipo de actos o contratos. 

Esta regla general, sin embargo, admite una excepción, que es la contenida en el inciso final
del Artículo 1754, en cuanto le limita el ejercicio de su derecho pleno respecto de la
enajenación, constitución de gravámenes, arrendamiento o cesión de bienes de su propiedad
que administra el marido.

Recordemos este inciso final: La mujer, por su parte, no podrá enajenar o gravar ni dar en
arrendamiento o ceder la tenencia de los bienes de su propiedad que administre el marido,
sino en los casos de los Artículos 138 y 138 bis.
(Estos artículos se refieren al caso que, si por impedimento de larga
o indefinida duración, como el de interdicción, el de prolongada
ausencia, o desaparecimiento, se suspende la administración del
marido, o si el marido se negare injustificadamente a ejecutar un acto
o celebrar un contrato respecto de un bien propio de la mujer, el
juez, previa citación del marido, podrá autorizarla para actuar por sí
misma).

Los Bienes Propios

Como es sabido, de acuerdo a las reglas generales, se consideran como bienes propios de los
cónyuges y –por ende- no ingresan al haber de la sociedad conyugal:
 

 Los inmuebles que tenían los cónyuges al momento de contraer matrimonio.

 Los inmuebles que hubieren sido adquiridos sin esfuerzo o «a título gratuito» durante
el matrimonio.

 
 Los bienes muebles que los cónyuges hayan excluido de la sociedad al momento del
matrimonio.

 Los aumentos que experimenten los bienes propios.

 Los bienes que adquiere cada uno de los cónyuges durante la sociedad conyugal, a
virtud de acto o contrato cuya celebración se hubiere prometido con anterioridad,
siempre que la promesa conste en instrumento público o privado cuya fecha sea
oponible o alcance ensus efectos a terceros.

 Los inmuebles subrogados a inmuebles o valores propios de cada cónyuge.

Incapacidad de la mujer

En el anterior texto del Código Civil, la mujer estaba afecta a una incapacidad relativa,
como se sabe, no en su condición de mujer sino por el hecho de estar casada bajo un
régimen de sociedad conyugal.

Para superar esta incapacidad relativa, la ley otorgaba validez a los actos de la mujer
cuando se otorgaran a través de su representante legal, su cónyuge; o cuando actuaba
autorizada por su marido en los casos y con las formalidades que la ley señalaba; o contando
con autorización judicial en subsidio de la marital; o también, mediante la ratificación por el
marido de los actos ejecutados por ésta sin su autorización, o de la justicia en subsidio.
La sanción para aquellos actos celebrados en contravención a las normas señaladas era la
nulidad relativa.

Considerando ahora la plena capacidad de la mujer casada, la Ley 18.802 suprimió en el


Artículo 43 al marido como representante legal de ella.

Se puso término, además, a la autorización del marido a su mujer para la actuación de ésta
en actos extrajudiciales.

De acuerdo a lo señalado, pues, queda la impresión que la mujer, a partir de esas


modificaciones legislativas, puede asumir plenamente su capacidad. Sin embargo, en la
opinión de muchos autores, la ley en verdad es más «efectista que efectiva», pues en
algunos aspectos la legislación no mejoró la capacidad jurídica de la mujer, sino que,
incluso, la perjudicó.

Derogación del Artículo 143


 
Se cita, entonces, el caso que, por derogación del Artículo 143, la mujer estaba impedida de
solicitar en forma judicial la autorización subsidiaria de la que el marido debía prestar
cuando éste se negaba sin justa causa o estaba impedido de prestar su consentimiento.
 
Es decir, la mujer, antes de la reforma legislativa, cuando se sentía perjudicada por la
negativa sin causa del marido, podía acudir a la justicia y obtener la autorización supletoria.

Sin embargo, este error fue salvado con la Ley 19.335, que hizo recuperar a la mujer ese
derecho. Esta ley agregó, a continuación del Artículo 145, que pasó a ser 138: 
Artículo 138 bis: Si el marido se negare injustificadamente a ejecutar un acto o celebrar un
contrato respecto de un bien propio de la mujer, el juez, previa citación del marido, podrá
autorizarla para actuar por sí misma.

Aún más. Antes de la vigencia de la reforma de la Ley 18.802, la celebración de actos o


contratos por parte de la mujer sin cumplir con las exigencias legales estaba sancionada con
nulidad relativa, lo cual significaba que podían ser ratificados o saneados en las condiciones
legales.
 
Con la Ley 18.802 la situación es diferente, pues se sanciona con nulidad absoluta la
enajenación o gravamen o arriendo o cesión de la tenencia de los bienes propios de la mujer
que administre el marido, y que efectúe la mujer, salvo -dice la modificación introducida
por la Ley 19.335 en los casos del Artículo 138  que ya revisamos.

El Artículo 1754, recordemos, es una norma de carácter prohibitivo: «No se podrán enajenar


ni gravar los bienes raíces de la mujer, sino con su voluntad.»

Es decir, no se admiten en estos casos la ratificación, el saneamiento por el transcurso del


tiempo, ni ninguna de las otras soluciones a que anteriormente nos hemos referido y que
decían relación esa vez con la enajenación de bienes por la mujer, y antes de la Ley 18.802.
 
Así las cosas, volvamos sobre las interrogantes iniciales.
Recordemos:

Primera alternativa: 
Es procedente que comparezca el marido ejecutando el acto o contrato, como administrador
de los bienes de su mujer, y ésta en un papel un tanto secundario y sólo prestando su
consentimiento.

A nuestro juicio, la forma correcta de redactar la comparecencia de una escritura pública en


que se enajene, grave, de en arriendo o se ceda la tenencia de un bien propio de una mujer
casada bajo el régimen de sociedad conyugal, es aquella en que concurre el marido
celebrando el acto o contrato en su calidad de administrador de los bienes propios de su
mujer. 
La mujer también debe comparecer al respectivo contrato, pero en este evento sólo
limitándose a asentir en el negocio.

Así es lo que parecer desprenderse de los citados Artículos 1754 y 1756, en cuanto dicen que
se pueden enajenar los bienes raíces de la mujer con su voluntad, y que sin autorización de
ésta el marido no podrá arrendar o ceder la tenencia de los inmuebles de ella en los casos
que señala.

A nuestro entender, no cabe duda del sentido de la ley.

El marido, pues, asumiendo el carácter de administrador de los bienes de su mujer debe ser
quien los enajene, grave, arriende o ceda su tenencia. Ello, sin perjuicio de contar con la
venia, consentimiento o autorización de ésta, la cual, como lo señala el Artículo 1754, sólo
puede ser otorgada de manera específica y por medio de escritura pública o interviniendo en
forma directa y expresa en el acto o contrato.

Este consentimiento podrá ser suplido por el juez cuando la mujer está impedida. No cuando
ella no puede celebrar el acto o contrato (no olvidemos que es propietaria del bien que se
enajena). 

Actuando el marido como administrador de los bienes, y la mujer de la forma antes dicha, es
evidente que tendremos un contrato legalmente bien estructurado.
 
Sin embargo, analicemos el caso en que sea la mujer quien celebra el acto jurídico y el
marido quien comparezca, autorizando.

Es la situación planteada en la segunda alternativa


Si lo correcto es, en cambio, que sea la mujer quien comparezca celebrando el contrato y su
marido en el rol secundario, prestando la autorización conyugal.

De acuerdo a lo que hemos dicho, diremos que este contrato está mal estructurado.

En teoría, no es aceptable que quien tiene la calidad de administrador legal de los


respectivos bienes, cuyo papel, por lo mismo, es esencial, quede relegado a un segundo
plano, postergado por quien sólo debe manifestar su voluntad asintiendo al acto que se
celebra.

Lo dicho parece tan extraño como si, por ejemplo, en una sociedad cualquiera -y el
matrimonio bajo este régimen de bienes lo es, por cierto- aparecieran los socios que carecen
de facultades de administración, no obstante ser dueños, celebrando un determinado
contrato, interviniendo el administrador simplemente «de comparsa» o dando su
aquiescencia a un contrato que era llamado a realizar por las facultades que le fueron
concedidas en el pacto social.

A nuestro juicio, al igual que en este ejemplo, la mujer está inhabilitada para administrar
sus bienes propios, salvo en aquellos casos en que el marido se encuentre impedido, 
o en que haya lugar a la administración extraordinaria de la sociedad conyugal, lo cual es
una situación que altera el régimen normal.

Así, pues, si el contrato se otorga, compareciendo la mujer como la vendedora, arrendadora,


constituyente del gravamen o cedente, y el marido sólo prestando su consentimiento, dicho
contrato sería formalmente imperfecto y afecto a un vicio de nulidad relativa, por aplicación
de lo dicho en el Artículo 1757.

El Corredor de Propiedades, cuando se lo consulte o asesore en este


punto a las partes contratantes, deberá preferir que en una escritura
pública de las señaladas, comparezca el marido en el papel que le
sigue correspondiendo, pese a los avatares legislativos, como
administrador de los bienes de su mujer, y ésta expresando su
voluntad, consintiendo en o actuado por aquel.

Bienes Familiares y Patrimonio Reservado de la Mujer


Casada
 
Ahora bien, lo que recién decíamos se refería a la sociedad conyugal, el régimen normal u
ordinario, si se quiere decir así, que pactan los cónyuges por el solo hecho del matrimonio. 
Se formaba, entonces, una «sociedad de bienes», donde el marido, con las limitaciones que
veíamos, administraba los bienes.
 

Sin embargo, hay casos en que la mujer se ve liberada del todo de esta administración y
puede gestionar libremente sus bienes, sin requerir la autorización de nadie.
 
Existen cinco casos de excepción o modificación a las reglas de la sociedad conyugal como
estatuto patrimonial ordinario del matrimonio.
 

Artículo 140. Las reglas de los artículos precedentes sufren excepciones o modificaciones por
las causas  siguientes:
 

 La existencia de bienes familiares.

 El ejercitar la mujer una profesión, empleo u oficio.

 La separación de bienes.
 

 El divorcio perpetuo.

 El régimen de participación en los gananciales.

Por su importantancia nos referiremos a:


1) Bienes familiares
 
La Ley 19.335, publicada en el Diario Oficial el 23 de septiembre de 1994, introdujo
sustanciales modificaciones en lo relativo a los regímenes patrimoniales o la situación de los
bienes en el matrimonio.
 
 

Así, el Artículo 141 y siguientes del Código Civil recibe una nueva estructura, la que contiene
la institución del «bien familiar», conocida ya en otras legislaciones, pero novedosa en la
nuestra.

Es tan grande la trascendencia de las nuevas disposiciones que, como dice el propio Artículo
141, declarado como bien familiar el inmueble que sirva de residencia principal a la familia,
de propiedad de ambos cónyuges, o de alguno de ellos, y los muebles que guarnecen el
hogar, se regirán por las normas del nuevo párrafo «cualquiera sea el régimen de bienes del
matrimonio.»
 
El citado Artículo 141 define a esta institución:

El inmueble de propiedad de cualquiera de los cónyuges que sirva de residencia principal de


la familia, y los muebles que la guarnecen, podrán ser declarados bienes familiares y se
regirán por las normas de este párrafo, cualquiera sea el régimen de bienes del matrimonio.

Esta declaración se hará por el juez en procedimiento breve y sumario, con conocimiento de
causa, a petición de cualquiera de los cónyuges y con citación del otro.

Con todo, la sola presentación de la demanda transformará provisoriamente en familiar el


bien de que se trate. En su primera resolución el juez dispondrá que se anote al margen de
la inscripción respectiva la precedente circunstancia. El Conservador practicará la
subinscripción con el solo mérito del decreto que, de oficio, le notificará el tribunal.
Para los efectos previstos en este artículo, los cónyuges gozarán de privilegio de pobreza.
El cónyuge que actuare fraudulentamente para obtener la declaración a que refiere este
artículo, deberá indemnizar los perjuicios causados, sin perjuicio de la sanción penal que
pudiere corresponder.
 

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