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Documentado está que importantes ejecutivos prefieren llegar entre cinco y quince
minutos tarde a sus reuniones, en función de ahorrarse conversaciones banales e ir
“directo al negocio”, agregando plusvalía a su presencia con su “elegante retraso”.
Dicho lo anterior, y trayendo al hoy la leyenda de la Justicia, lejos de creerla una dama
harapienta, ciega y armada, y en contraposición absoluta a lo que pudiese verse como
una señora de élite, con abrigos de piel y perlas colgando, cabellera platinada y
estilada, tacón Gucci, base de maquillaje Dior y aroma Chanel, la imagino morena,
cubierta en tejidos de elaboración y recolección amorosa, cabellera trenzada y el rubor
del frío de la cordillera. Pies humildes, piel generosa y aroma a ternura.
La justicia se me hace una dama propia de esta tierra, desterrada con la colonización y
el perfume en botella de cristal. La justicia me huele a fruto de peumo y tiene la piel
alrededor de los ojos arrugada de sonreír. El entrecejo también, de fruncir la frente
pensando, o mirando aves a contraluz.
Esta dama, a nuestra historia, aún no ha llegado de vuelta. En Chile, la Justicia no está
de vacaciones, ha sido desterrada. Fue obligada a montar un helicóptero, arrastrada de
la trenza, y se desmayó al ver a sus hijos caer al mar. Desde entonces, duerme tan
plácidamente que su trenza se mantiene intacta.
Cuarenta y ocho años después de la interrupción del proceso democrático, las élites se
regocijan en el, aparentemente, eterno sueño de la dama morena. Festinan, a su
alrededor, a tal punto que algunos de sus soldados, se disfrazan de la dama morena.
Se visten como ella para oficiar como ella y, en su nombre, faltar a la verdad, decir que
la dama morena está animada, mientras ella no se ha levantado siquiera a beber agua
dulce.
Las ceremonias han perdido su carácter ritual y se configuran como una coreografía
repetitiva, al no estar la morena dama en el público, les danzantes iteran papeles sin el
alma que tiene aquello que es arte. La represión, la tortura, la persecución se
mantienen sucedáneas, inoloras, pero presentes. Sin alma, instrumentales y nada más,
ni siquiera es el odio lo que las empuña ya, sino la inercia, la costumbre, la tradición
maldita.
Quedamos quienes podamos sentir mucha pena como para sonreír. Y en una plaza, no
tan, liberada, nos detuvimos a reir por lxs presentes. Disculpen la subversión, queridos
caballeros de la revolución, pero no hay espacio para cantar las canciones como fueron
escritas, ya no más.
La memoria no será, ya, una fotografía impresa, una bandera en una avenida, una
romería colorina. Será un renacer de la filosofía extirpada a sablazos de nuestra carne
popular, la reconfiguración de la poesía dicha en las gargantas cercenadas por el
corvo, la exaltación de una sexualidad libre como punta de lanza de la subversión del
quehacer sin la intromisión de las ratas en nuestras corporalidades, será el juego de
escondidas con el Nahuel que vuelve al bosque, envenenados sus padres y abuelos
por la industria depredadora. Será el canto de las ballenas acompañando el nado libre
de las infancias en las playas descontaminadas, el volantín solitario que no esquivará
cableados gigantescos, la niña persiguiendo una pelota en una avenida sin el terror de
la camioneta petrolera.
Quizá la Justicia, aquella dama morena no viene tarde, porque quién carga magia, dice
el profesor Tolkien, jamás llega tarde ni temprano, siempre llega a tiempo. En
Concepción, hoy 11 de Septiembre de 2021, llueve. Algunas personas creen que el
cielo llora, yo elijo creer que las gotas de agua humedecen los labios de la dama
morena, urgiéndole despertar, al fin.
“No es suficiente afirmar que la justicia tarda, pero llega, la justicia que no se ejerce
cuando corresponde, ya es injusta”
Pierre Dubois.