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Doña Justicia viene con un elegante retraso, por Camilo Carrasco Medina

Publicado en Le Monde Diplomatique Online Edición Chilena con fecha 11 de


Septiembre de 2021.

En la cultura de las élites, en ritos, por ejemplo, como el matrimonio consentido,


deseado, celebrado en lujo y ostentación, llegar tarde es incluso protocolar. La Novia
ha de aparecer después de un período de expectativa de todo el cuerpo espectador de
la ceremonia.

Documentado está que importantes ejecutivos prefieren llegar entre cinco y quince
minutos tarde a sus reuniones, en función de ahorrarse conversaciones banales e ir
“directo al negocio”, agregando plusvalía a su presencia con su “elegante retraso”.

Dicho lo anterior, y trayendo al hoy la leyenda de la Justicia, lejos de creerla una dama
harapienta, ciega y armada, y en contraposición absoluta a lo que pudiese verse como
una señora de élite, con abrigos de piel y perlas colgando, cabellera platinada y
estilada, tacón Gucci, base de maquillaje Dior y aroma Chanel, la imagino morena,
cubierta en tejidos de elaboración y recolección amorosa, cabellera trenzada y el rubor
del frío de la cordillera. Pies humildes, piel generosa y aroma a ternura.

La justicia se me hace una dama propia de esta tierra, desterrada con la colonización y
el perfume en botella de cristal. La justicia me huele a fruto de peumo y tiene la piel
alrededor de los ojos arrugada de sonreír. El entrecejo también, de fruncir la frente
pensando, o mirando aves a contraluz.

Esta dama, a nuestra historia, aún no ha llegado de vuelta. En Chile, la Justicia no está
de vacaciones, ha sido desterrada. Fue obligada a montar un helicóptero, arrastrada de
la trenza, y se desmayó al ver a sus hijos caer al mar. Desde entonces, duerme tan
plácidamente que su trenza se mantiene intacta.

Cuarenta y ocho años después de la interrupción del proceso democrático, las élites se
regocijan en el, aparentemente, eterno sueño de la dama morena. Festinan, a su
alrededor, a tal punto que algunos de sus soldados, se disfrazan de la dama morena.
Se visten como ella para oficiar como ella y, en su nombre, faltar a la verdad, decir que
la dama morena está animada, mientras ella no se ha levantado siquiera a beber agua
dulce.

A mis veintiséis años, la herida transgeneracional ha goteado sobre nuestras narices, a


cada beso, la sangre derramada por lxs compañerxs caídxs de nuestrxs amadxs; las
lágrimas del terror, la tristeza, la frustración y la derrota; y el sudor por la extensa
travesía en búsqueda de la dormida dama morena, acontecida mientras se procura la
demolición de los muros erigidos alrededor de la obra de la dictadura cívico militar.

Las ceremonias han perdido su carácter ritual y se configuran como una coreografía
repetitiva, al no estar la morena dama en el público, les danzantes iteran papeles sin el
alma que tiene aquello que es arte. La represión, la tortura, la persecución se
mantienen sucedáneas, inoloras, pero presentes. Sin alma, instrumentales y nada más,
ni siquiera es el odio lo que las empuña ya, sino la inercia, la costumbre, la tradición
maldita.

El rutinario quehacer también se compone de ilusiones de revolución, de memorias


traslúcidas e insustanciales, de aspiraciones personales de habitar los paraísos
individuales de la posguerra, de escupitajos cruzados en la cultura del adversariato.

La intervención fue también intrapersonal, y se duele de forma cómoda para los


agresores. El verdadero ímpetu revolucionario hoy arde en los corazones de aquellxs
que duelen, sienten, extrañan y añoran con todo lo que son, con cada célula, con cada
punta de cada pelo, sostenido o caído ya por los años del régimen de nunca acabar.

Mientras, los personajes hacen admisible el olvido tormentoso, el silencio ruidoso, el


frío en llamas de barricadas, justifican su quehacer, su que-estar, su que-decir en una
abominable maquinación, insípido libreto de una obra de teatro, precaria o barroca,
dependiendo de si se hace en los pasillos del congreso nacional, o en las plazas de las
poblaciones.

Quedamos quienes podamos sentir mucha pena como para sonreír. Y en una plaza, no
tan, liberada, nos detuvimos a reir por lxs presentes. Disculpen la subversión, queridos
caballeros de la revolución, pero no hay espacio para cantar las canciones como fueron
escritas, ya no más.

No queda espacio, ni tiempo, para no ser esencialmente distintes, revolucionar


nuestras memorias, deshacer nuestros discursos, demoler nuestro día a día, y hacerlo
noche a noche, ya que, en el diseño neoliberal de la agonizante constitución del tirano,
el día a día es el trabajo y el trabajo. La noche a noche será el pensar, el soñar, el
creer.

La memoria no será, ya, una fotografía impresa, una bandera en una avenida, una
romería colorina. Será un renacer de la filosofía extirpada a sablazos de nuestra carne
popular, la reconfiguración de la poesía dicha en las gargantas cercenadas por el
corvo, la exaltación de una sexualidad libre como punta de lanza de la subversión del
quehacer sin la intromisión de las ratas en nuestras corporalidades, será el juego de
escondidas con el Nahuel que vuelve al bosque, envenenados sus padres y abuelos
por la industria depredadora. Será el canto de las ballenas acompañando el nado libre
de las infancias en las playas descontaminadas, el volantín solitario que no esquivará
cableados gigantescos, la niña persiguiendo una pelota en una avenida sin el terror de
la camioneta petrolera.

Ni victoria, ni derrota, no más terminologías militares. Nuestro homenaje será el amor.


A vuestra existencia, a vuestra resistencia, a vuestra lucha, a vuestra mucha poesía, a
vuestro ímpetu, a vuestro miedo, a vuestra valentía, a vuestro llanto, a nuestro llanto, a
vuestra generosidad, a nuestra inamovilidad, a vuestro ayer y a nuestro hoy, por el
mañana.

Quizá la Justicia, aquella dama morena no viene tarde, porque quién carga magia, dice
el profesor Tolkien, jamás llega tarde ni temprano, siempre llega a tiempo. En
Concepción, hoy 11 de Septiembre de 2021, llueve. Algunas personas creen que el
cielo llora, yo elijo creer que las gotas de agua humedecen los labios de la dama
morena, urgiéndole despertar, al fin.

“No es suficiente afirmar que la justicia tarda, pero llega, la justicia que no se ejerce
cuando corresponde, ya es injusta”
Pierre Dubois.

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