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LA MADRE DEL INMIGRANTE

En un risueño puerto marino de la cálida costa del Perú,


Y en una choza que se encontraba juntito al mar.
Vivía una anciana que a todas horas estaba triste
Mientras que sus ojos escudriñaban la inmensidad
Era una viuda triste, muy triste, pobre, muy pobre
Que tuvo un hijo que apenas éste se halló con fuerzas para luchar
Cruzó los mares con la esperanza de hacerse rico
Alejándose de su viejecita

Diciéndole que nunca la iba a olvidar


Pasaron días, pasaron meses, pasaron años
Y ni siquiera una carta en este tiempo llegó,
Pues el ingrato en sus placeres

No recordaba las dulces horas


Del tierno hogar que ella le dio.
Los ojos enrojecidos y el rostro arrugado
Delataban las aflicciones de la pobre viejecita

Que en sus oraciones decía:


Porque hijito mío no te acuerdas de tu pobre madre
Que sufre y llora pensando donde estarás,
Porque no alegras con tus palabras mi soledad

Tú no comprendes que solo en ti tendré consuelo


y un sacro goce que en otras partes no voy a encontrar.
Así repetía en todo instante
La pobre anciana que lamento triste mensaje

Que un día el viento llevó para otras playas


Donde mordía la alta sociedad
Y allí entre los vicios reía y disfrutaba
Aquel infame que un día profesara

Que nunca olvidaría a su sacrificada mamá


Siéntose el viento cual fuerte brisa, como un puñal
Pues el mensaje cruzó el pecho de aquel villano
que nunca supo dar gracias a aquella santa madre

y que en ese momento le hizo meditar


la misma brisa fresca retorno hacia la anciana
Cantando la triste nueva que su hijo pronto iba a retornar
Y una mañana cuando a la playa se fue a esperar
Tuvo un delirio creyó dar besos al hijo amado
Y en ese instante le abrió sus puertas la eternidad.

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