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La historia del complejo olímpico de la frustrada candidatura

de Buenos Aires para esos Juegos

Perón, el deporte y los Juegos


Olímpicos de 1956 

Plano de la Villa Olímpica para la canditatura de los JJ.OO. de Buenos Aires 1956.. Imagen: Gentileza
archivo del COI

Es bien conocido que durante la primera presidencia de Juan Domingo


Perón (1946-1955) se implementó una gestión estatal inédita y sin parangón
en la historia argentina que promovió y desarrolló el deporte en todos sus
niveles y sus modalidades. Para Perón el deporte era una tecnología social
capaz de conformar y de fortalecer su “Nueva Argentina”, basada en el
apotegma “justicia social, soberanía política e independencia económica”, y
de propagarla en el exterior. Un medio predilecto para lograr el último
objetivo, que se encuadraba dentro de lo que luego se denominaría
“diplomacia cultural”, fue la participación en eventos deportivos
internacionales y la organización de los mismos en Argentina.

En ese contexto, el 20 de enero de 1948, la Confederación Argentina de


Deportes-Comité Olímpico Argentino (CADCOA) comunicó al Comité
Olímpico Internacional (COI) que Buenos Aires solicitaba la organización de
los Juegos Olímpicos de 1956. Ese mismo mes, una carta de la CADCOA
fundamentaba el “justo pedido” explicando que la elección de Buenos Aires
“dejará satisfecha las legítimas aspiraciones del gobierno del Excmo. Señor
Presidente, General Juan D. Perón, y la de los deportistas del continente” y
que este “ha comprometido formalmente (...) toda la cooperación moral y
material que la organización requiera”. Además, la CADCOA aseguraba que
el gobierno estaba terminando los estudios para la construcción de un “gran
estadio nacional con una ‘Villa Olímpica’”, que sería el epicentro del evento.

Finalizados esos estudios, la CADCOA reiteró al COI a comienzos de 1949


“el propósito del Superior Gobierno de la Nación, de construir un conjunto
olímpico con la Villa correspondiente”. El lugar elegido eran los cuadrantes
noroeste y sudoeste de la intersección de la Avenida Gral. Paz y la
Autopista Gral. Ricchieri. La elección, que no está articulada en los
documentos consultados relacionados con esta candidatura olímpica, puede
entenderse como parte de lo que Anahí Ballent denomina la operación
territorial de Ezeiza, un emprendimiento urbanístico “de notable magnitud
sobre el sector sudoeste del Gran Buenos Aires (que incluía) la forestación
del área, nuevas vías de comunicación, conjuntos de vivienda e
instalaciones deportivas, asistenciales, educativas y de salud”. Y, por
supuesto, el aeropuerto internacional inaugurado ese mismo año. De esta
manera, enlazando modernización técnica y social, Ezeiza constituía,
también según Ballent, “una especie de escenario ideal para la política
(peronista) donde el despliegue de sueños y proyectos lograba configurar
un espacio urbano-territorial nuevo”, que por un breve período incluyó el
planeado conjunto olímpico.

De esta manera, las delegaciones de los diferentes países arribarían al


aeropuerto internacional, que creó “un nuevo frente para (y entrada a) la
ciudad”, y se desplazarían velozmente por una autopista moderna hasta el
conjunto olímpico que los albergaría durante su estadía en el país mientras
comenzaba su familiarización con los logros y las aspiraciones de la “Nueva
Argentina” de Perón. Esa posibilidad fue truncada en abril de 1949 cuando
el COI eligió a Melbourne, en lugar de Buenos Aires, para organizar los
Juegos Olímpicos de 1956. La votación que determinó esa elección fue, y
sigue siendo, la más reñida (21 votos a 20) para una sede olímpica en la
historia del COI. La CADCOA transformó la derrota en una victoria,
afirmando: “esa mínima diferencia (...) reconforta el espíritu y satisface
plenamente los más caros anhelos argentinos, por todo cuanto ella significa
para nuestra Patria y el deporte argentino”.

Luego de la fallida candidatura de Buenos Aires para los Juegos Olímpicos


de 1956, el peronismo abandonó el proyecto del conjunto olímpico en la
intersección de la Avenida Gral. Paz y la Autopista Gral. Ricchieri. Sin
embargo, inauguró una “Villa Olímpica” a pocos kilómetros del aeropuerto
internacional, en la intersección de la Autopista Gral. Ricchieri y la Ruta 205,
en la que se preparó y se concentró el equipo argentino que participaría en
los primeros Juegos Deportivos Panamericanos de 1951, con sede en
Buenos Aires, uno de los eventos deportivos internacionales organizados
durante el decenio peronista. En comparación con el malogrado plan
olímpico original, esta Villa Olímpica, que formaba parte de las instalaciones
deportivas de la operación territorial de Ezeiza, palidecía en tamaño y en
simbolismo.

En la actualidad, en el lugar elegido para la construcción del conjunto


olímpico conviven numerosas urbanizaciones del tipo que Alicia Novick
caracteriza de hábitat precario e irregular y trazas urbanas más formales y
más regulares, pero empobrecidas. Todas en las localidades de Villa
Madero y de Villa Celina, en el Municipio de La Matanza. El destino de ese
lugar, sueño olímpico y compleja trama urbana actual incluidas, emerge
como topografía histórica e invita a reconstruirla al igual que a reimaginar su
futuro. Quizá eso sea lo que hacen muchas de las personas que lo habitan,
tan a menudo discriminadas y estigmatizadas, cuando los fines de semana
organizan partidos de fútbol y de voleibol en ceñidas tierras enjutas de lo
que hubiera sido el conjunto olímpico concebido para los Juegos Olímpicos
de 1956.

* Doctor en Filosofía e Historia del Deporte. Docente en la Universidad del


Estado de Nueva York (Brockport).

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