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LO QUE SOMOS Y LO QUE HACEMOS

En [2 Corintios] 2:12—3:11 Pablo habla del ministerio del nuevo pacto, y en 3:12—
7:16, de los ministros del nuevo pacto. La sección de esta epístola que trata de los
ministros del nuevo pacto es mucho más extensa que la sección que habla del ministerio
del nuevo pacto. Esto se debe a que a Dios le interesan mucho más los ministros que el
ministerio. En otras palabras, Dios se interesa más por lo que somos que por lo que
hacemos, lo cual significa que lo que somos es mucho más importante para Él que lo
que hacemos.
En la actualidad, tanto en el mundo cristiano como en el mundo secular, se le da más
atención a lo que las personas hacen que a lo que son. Los cristianos centran su atención
principalmente en la obra o ministerio, y pasan por alto el ser de la persona que lleva a
cabo la obra. Prestan atención a la obra y al ministerio mucho más que al obrero o
ministro. Pero según la Biblia, Dios presta más atención a lo que somos, que a lo que
hacemos o lo que podamos hacer; a Él le interesa la clase de persona que somos y la
clase de vida que llevemos Por tanto, en 2 Corintios, Pablo presenta primeramente el
ministerio del Nuevo Testamento. Luego, muestra que este ministerio excelente y
maravilloso necesita ministros excelentes que lleven una vida excelente.
El hecho de que a Dios le interesa más lo que somos que lo que hacemos debe quedar
grabado profundamente en nosotros. Lo que hacemos debe ser medido por lo que
somos. Además, nuestro ser debe corresponder con nuestra obra, es decir, lo que somos
debe corresponder con lo que hacemos. Nuestro ser debe corresponder con nuestras
acciones. Por tanto, nuestro ser y nuestro hacer van juntos. Si nos interesamos
únicamente por lo que hacemos y no por ser la clase de persona adecuada, lo que
hagamos no tendrá mucho peso. Nuestro hacer tendrá peso únicamente cuando vaya
complementado con lo que somos en nuestro ser. (Estudio-vida de 2 Corintios, págs.
343-344)

LA PERSONA ES EL MÉTODO DE DIOS Y SU CAMINO

El servicio de los ancianos tiene que ver con la persona del anciano; no depende del
método, sino de la persona. En el Nuevo Testamento es muy difícil encontrar cuál es el
método o la manera de servir. En algunos lugares parece que se habla de un método o la
manera de hacer las cosas, pero en verdad el énfasis aún está en la persona misma. La
persona es el camino, y la persona es la obra del Señor. Si Dios no gana a una persona,
no tendrá ni obra ni camino. Un camino es un rumbo que toma una persona. Si Dios no
gana al hombre, no tendrá un rumbo que seguir. El hombre piensa que lo más
importante que hay que hacer es hallar un buen camino. Sin embargo, la obra de Dios
no involucra darnos caminos, sino ganar a las personas. Si Dios puede ganar a dos o tres
hermanos aquí, Él tendrá un camino. Incluso si yo les presento la mejor manera de ser
un anciano, sería inútil si ustedes son las personas incorrectas. Nosotros, las personas,
debemos ser ganados por Dios. Tenemos que aprender a ser las personas apropiadas
mucho más que aprender a hacer las cosas apropiadas. No tiene sentido que se hagan las
cosas apropiadamente si no tenemos la persona apropiada. Lo que usted es, es lo que
usted hace. No puede servir a Dios más allá de lo que usted es como persona. (Messages
Given during the Resumption of Watchman Nee’s Ministry, págs. 59-60)

EL EJEMPLO DE MARGARITA BARBER


Margarita Barber fue un gran ejemplo para Watchman Nee en el asunto de prestar más
atención a la vida que a la obra. Él se dio cuenta de que Dios se interesa más por lo que
somos que por lo que hacemos, y lo que hacía se conformaba a este principio. Él
observó cómo la señorita Barber continuamente ponía énfasis en la vida, sin prestar
mucha atención a las actividades.
De vez en cuando, él y la señorita Barber iban a escuchar a algún predicador cristiano.
Él siempre admiraba la elocuencia del predicador, su conocimiento, su celo, su
habilidad o su poder natural de persuasión. Entonces la señorita Barber le hacía notar
que lo que él admiraba no era ni de la vida ni del Espíritu. Lo que él admiraba podía
estimular a los oyentes y motivarlos a cumplir ciertas obras, pero jamás podía
ministrarles vida. Mediante este diagnóstico espiritual, él aprendió a discernir y
distinguir la diferencia entre la vida y la obra. Empezó a entender que la mayoría de los
sermones de los predicadores y los maestros cristianos no eran granos de vida sino paja.
Él también observó que en la obra cristiana, que presuntamente se lleva a cabo para
Cristo, por lo general se ministra muy poca vida. (Watchman Nee: Un siervo que
recibió la revelación divina en esta era, pág. 85)

LA PERSONA DEL ANCIANO

Todos sabemos que para hacer cualquier cosa, primero se necesita una persona que lo
haga. Luego viene el método. Los chinos dicen que lo que pueda hacerse depende de la
persona que lo realice. El método puede que sea el mismo. Pero si usted lo hace, sale
bien, pero en mi caso puede que no resulte bien. Si usted lo hace, pude que tenga un
buen resultado. Si yo lo hago, puede que el resultado no sea muy bueno. Así que, el
problema no es el método, sino la persona.
Quisiera advertir seriamente a los hermanos, que al administrar los asuntos de la
iglesia es peligroso usar cualquier método cuando la persona no es la correcta. ¿Qué son
los métodos? Para ponerlo en términos que no son muy buenos, los métodos son
artimañas. Ser astuto es ser político. Para administrar una iglesia no se puede ser
político. El trabajo de todos los que administran la iglesia usando la política resultará en
vanidad. Los políticos mundanos pueden jugar a la política, pero los ancianos en la
iglesia no pueden jugar a la política. La iglesia no es una sociedad; la iglesia es una
familia. En una familia, la cabeza de la casa no puede ser astuto ni jugar a la política. La
cabeza del hogar administra la familia por medio de su persona. No es el método que
utilice, sino la persona la que administra la familia. De la misma manera, la iglesia es la
casa de Dios. No hay necesidad de un buen método para administrar, más bien, lo que
se necesita para administrar es una buena persona.
Admito que esta lección es difícil de aprender. Todos nosotros somos hijos de Adán, y
es difícil que nuestros corazones sean amplios. Todos tenemos una naturaleza perversa.
Para nosotros es fácil ser humanos, pero es muy difícil tratar a otros honestamente. No
obstante, hermanos, debemos ser personas honestas ya que hemos recibido la
misericordia del Señor para ser designados como ancianos entre Su pueblo. No estamos
aquí para aprender unos cuantos métodos para ser ancianos. Más bien estamos aquí para
ser iluminados, someternos a la mano del Señor y recibir Su disciplina. No se trata de
escoger un método, sino de recibir Su disciplina. Ser un anciano tiene que ver con la
persona. Tan pronto como nos involucremos con métodos, caemos en pretensión.
Hermanos, aun sus atenciones y cortesía tienen que ser auténticas. Hasta la cortesía de
algunos ancianos para con los hermanos y hermanas es falsa. En el mundo, quizá haya
la necesidad de cortesía fingida, pero en la iglesia, los ancianos no deben tener una
cortesía fingida. Además, hasta su enojo debe ser genuino. Es cierto que un anciano
debe restringir su mal genio, pero no debe tener una restricción falsa. Las restricciones
falsas solamente son intentos de ser humano y político. (Elders’ Management of the
Church, págs. 25-27, 31)

PERTENECER A LA ESPECIE DE DIOS

Nosotros somos regenerados por Dios el Espíritu para ser espíritus, o sea, dioses
(Jn. 3:6b) que pertenecen a la especie de Dios para ver el reino de Dios y entrar en él
(vs. 3, 5). Juan 1 nos dice cómo recibimos potestad para ser hijos de Dios. Luego Juan 3
habla de la regeneración una vez más. El versículo 6 dice: “Lo que es nacido de la
carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Nosotros somos carne y
nacimos de la carne en nuestra vida natural. Pero nacimos de Dios el Espíritu para ser
espíritus, o sea, dioses. De una vaca nace otra vaca, y lo que nace de un caballo es un
caballo. Nosotros nacimos del Espíritu, y el Espíritu es Dios. Juan 4:24 nos dice
claramente que Dios es Espíritu. Puesto que nacimos de Dios el Espíritu, debemos de
ser dioses en vida y en naturaleza, mas no en la Deidad. Si no creemos que quienes
nacimos de Dios somos dioses, entonces, ¿qué somos? Lo que nace del Espíritu, espíritu
es.
Nuestro segundo nacimiento nos hizo entrar en el reino de Dios para que
perteneciéramos a la especie de Dios. Los animales y las plantas tienen su propia
especie. Nosotros nacimos de Dios, así que somos dioses que pertenecen a la especie de
Dios. Siempre debemos recordar que somos Dios-hombres que pertenecen a la especie
de Dios. Un Dios-hombre no discute con los demás. Este es un estudio-intrínseco de la
Palabra de Dios.
La regeneración es el primer paso de la salvación orgánica que Cristo efectúa. El
lavamiento de la regeneración quita todo lo relacionado con la vieja naturaleza de
nuestro viejo hombre (Tit. 3:5). Este lavamiento es una salvación orgánica. Sin el
lavamiento de la regeneración, tendríamos capas de la vieja creación en nuestro ser. Tal
vez algunos piensen que no pertenecen a la especie de Dios, sino a la “especie” de los
estadounidenses. Esta especie debe ser lavada de nosotros. Necesitamos ver que la
regeneración como primer paso de la salvación orgánica que Cristo efectúa quita las
capas de la vieja creación de nuestra vieja naturaleza.
Debemos recordar que somos Dios-hombres que pertenecen a la especie de Dios.
Como Dios-hombres nacidos de Dios y que pertenecen a Su especie, no podemos hablar
con nuestro cónyuge descuidadamente. Un esposo debe ser un Dios-hombre, que vive
como tal. Ser meramente un hombre bueno está lejos del beneplácito de Dios.
Necesitamos ver que somos Dios-hombres, que nacimos de Dios y pertenecemos a Su
especie. Este es el comienzo del vivir del Dios-hombre.
Dios le ama a usted. Dios tiene un beneplácito, el cual consiste en hacerle igual a Él. Él
es Dios, así que usted también debe de ser Dios. El vivir de un Dios-hombre consiste en
que Dios viva. Esta clase de enseñanza es mucho más elevada que la de ser santo o
victorioso. En mis comienzos como creyente, vi muchos libros relacionados con la
manera de llevar la vida cristiana, pero estos libros realmente no me revelaron nada.
¿Cómo uno puede ser santo? Uno puede ser santo al llevar la vida de un Dios-hombre.
¿Cómo puede ser victorioso? Sólo al llevar la vida de un Dios-hombre. Nunca olvide
que usted es un Dios-hombre, que nació de Dios y que pertenece a Su especie. (El vivir
del Dios-hombre, págs. 9-10)

DARNOS CUENTA DE QUE SOMOS DIOS-HOMBRES NOS CAMBIA


RADICALMENTE
Tener presente que somos Dios-hombres, este pensar, esta comprensión, cambia
radicalmente nuestra experiencia diaria. Por ejemplo, digamos que un hermano se enoja
con su mujer. Pero, se acuerda que es un Dios-hombre y su actitud cambia. Entonces,
deseará ser un Dios-hombre esposo.
Debemos entender que ser parte del género humano es algo negativo. Ante Dios, “el
género humano” es una expresión negativa que alude al hombre caído. Nosotros, como
creyentes de Cristo e hijos de Dios, no pertenecemos al género humano, sino al género
divino-humano. Darnos cuenta de esto, es cambiar. Cuando comprendamos que hemos
llegado a ser Dios-hombres, declararemos: “Señor, Tú eres el primer Dios-hombre, y
nosotros somos los muchos Dios-hombres que te siguen. Tú llevaste una vida humana,
pero no por Tu propia vida humana, sino por la vida de Dios, con el fin de expresarle.
Los atributos de Dios se convirtieron en Tus virtudes. Tú estuviste en la tierra muriendo
diariamente; fuiste crucificado para vivir. Señor, Tú eres mi vida y Tú eres mi persona.
Tú eres simplemente yo. Por tanto, yo también debo morir; debo ser configurado a Tu
muerte; debo ser crucificado y morir diariamente a fin de expresar la vida de un Dios-
hombre, es decir, una vida humana que se niegue a sí misma y que viva por la vida
divina, una vida en la que Tu vida y Tu naturaleza sean mi constitución, con miras a
expresarte en Tus atributos divinos, los cuales llegan a ser mis virtudes humanas”. Esto
no sólo nos hace cristianos o creyentes de Cristo, sino también Dios-hombres, de la
misma especie de Dios. Esto es la cumbre del evangelio de Dios. (Estudio-vida de 1 y 2
Crónicas, págs. 27-28)

DARNOS CUENTA DE LO QUE SOMOS NOS CAMBIA


RADICALMENTE

Desde que inició el ministerio en los Estados Unidos en 1962, he ministrado una sola
cosa, a saber, que Dios se hizo hombre para que el hombre llegue a ser Dios en vida y
naturaleza. Pero fue en febrero de 1994 que recibí un panorama muy claro y una carga
muy pesada de declararle al pueblo de Dios que todos somos Dios en vida y en
naturaleza, mas no en la Deidad.
Saber quienes somos y estar conscientes de ello nos cambia radicalmente. Tomemos el
ejemplo de un hermano que ha vivido como escorpión y que se da cuenta de que, por ser
hijo de Dios, él es Dios en vida y naturaleza. Inmediatamente este hermano cambiará
radicalmente. La atmósfera y todo lo relacionado con él también cambiarán. Si todos los
cristianos hoy en día se dieran cuenta de que son Dios en vida y naturaleza, el mundo
entero sería diferente.
En los últimos diez meses, a menudo me he preguntado a mí mismo: “¿Así se conduce
un Dios-hombre? Dices que los creyentes son Dios en vida y naturaleza, pero ¿qué eres
tú ahora? ¿Eres Dios u otra cosa?”. Mi respuesta ha sido arrepentirme y pedirle perdón
al Señor porque al menos en algunas ocasiones, no he actuado en Él o conforme a Él.
Esta comprensión me ha revolucionado. (pág. 12)

LLEVAR LA VIDA DEL DIOS-HOMBRE EN LA VIDA MATRIMONIAL


Y EN LA VIDA DE IGLESIA

Ahora examinemos la situación que existe en el recobro. Todos somos creyentes, es


decir, creemos en el Señor Jesús. Nos arrepentimos, nos volvimos al Señor y fuimos
salvos, incluso de una forma dinámica. Sin embargo, en nuestra vida diaria tal vez no
nos comportemos como Dios-hombres.
Hemos dicho que si los hijos de Israel hubieran guardado la ley, habrían vivido a Dios
y lo habrían expresado. Sin embargo, no guardaban la ley y, por consiguiente, no vivían
a Dios ni lo expresaban. Sucede lo mismo con nosotros hoy; por lo general, no
expresamos a Dios en nuestra vida diaria.
También en nuestra vida matrimonial debemos conducirnos como Dios-hombres. Si un
hermano casado viviera la vida de un Dios-hombre en su vida matrimonial, ciertamente
sería un buen marido, pues sería un verdadero Dios-hombre cuando ama a su mujer. De
igual manera, si una hermana casada se comportara como Dios-hombre en su vida
conyugal, sin lugar a dudas sería una buena esposa que se somete a su marido.
Además, debemos vivir como Dios-hombres en la vida de iglesia, especialmente en lo
que llamamos los grupos vitales. ¿Cómo podemos tener un grupo vital si nosotros
mismos no somos vitales? Esto es imposible. Supongamos que llega la hora de cenar, y
un hermano y su mujer están molestos e incluso discuten por un buen rato. De pronto se
acuerdan que deben asistir a la reunión de grupo vital esa noche. ¿Pero, cómo esta
pareja podría ser vital en la reunión? Puesto que no son vitales en su vida matrimonial
en el hogar, no tienen la manera de serlo en la reunión.
Este Espíritu mora en nosotros, sin embargo, ¿qué vivimos y cómo vivimos? ¿Vivimos
a Cristo? Tal vez lo vivamos en las reuniones de la iglesia, pero ¿lo vivimos en nuestra
casa con nuestro cónyuge y con nuestros hijos? Necesitamos urgentemente un
verdadero avivamiento para ser Dios-hombres, que llevan una vida de siempre negarse a
sí mismos y ser crucificados a fin de vivir a Cristo para la expresión de Dios. (págs. 78-
79)
***
Debemos ser cuidadosos en cada detalle. Por ejemplo, cuando hablamos con nuestro
cónyuge, debemos hacerlo conforme al espíritu. En todas las cosas debemos andar
conforme al espíritu (Ro. 8:4). Debemos ser advertidos y estar alertas al hecho que todo
lo que decimos, hacemos, expresamos, en nuestra actitud, nuestro espíritu y nuestras
intenciones, todo debe ser purificado por el Espíritu vivificante, compuesto, todo-
inclusivo. De lo contrario, perderemos en gran parte el disfrute que tenemos de Cristo,
nuestra buena tierra actual. (pág. 51)
***
Cuando tenemos problemas en nuestra vida diaria, no tenemos que pedir consejo a los
demás, porque tenemos un espíritu en nosotros, y el Señor como Espíritu que mora en
nuestro espíritu está muy cerca a nosotros. Podemos preguntarle todo, sin tener que usar
el teléfono ni la máquina de facsímiles, porque Él puede hablarnos desde nuestro
interior. Usted puede hablar con Él y conversar con Él de todo. La Palabra del Señor
dice: “Por nada estéis afanosos, sino en toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones
delante de Dios por medio de oración y súplica, con acción de gracias” (Fil. 4:6). Por
tanto, si tiene algún problema, simplemente debe decírselo. Él está en usted, y está con
usted cara a cara. El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— está en nosotros no
para molestarnos, sino como nuestro Paracleto, Consolador y Apoyo. Siempre oro
diciendo: “Oh Señor, ahora voy a caminar; apóyame, sostenme y fortaléceme”. Esto es
beber al Señor. De este modo no tengo ansiedad. Cuando viene la ansiedad usted debe
decir: “Oh Señor, esta ansiedad es Tuya, y no mía; te la doy a Ti porque Tú la llevas por
mí”. Así recibe el elemento del Señor, y el metabolismo obrará constantemente en
usted. Como consecuencia, lo que se expresa a través de usted exteriormente es Cristo.
Esto es vivir a Cristo. Los que no saben este secreto piensan que es difícil vivir a Cristo.
De hecho, simplemente deben hablar con el Señor constantemente; entonces
espontáneamente vivirán a Cristo. (El aspecto orgánico de la obra salvadora de Dios,
pág. 57)
***
Indudablemente Adán y Eva predicaron el evangelio a sus hijos, contándoles a Caín y
a Abel cómo fueron creados por Dios, cómo Dios les había mandado no comer del árbol
del conocimiento, cómo habían desobedecido a Dios y habían comido, cómo tuvieron
temor y temblor mientras esperaban la sentencia de muerte, y cómo Dios les predicó el
evangelio al prometerles que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente.
Además, Adán y Eva deben haberles contado también cómo quedaron desnudos en
presencia de Dios y cómo Dios había matado algunos corderos como sacrificios, usando
luego las pieles para hacer las túnicas que cubrieran la desnudez de ellos a fin de que
permanecieran delante de Él y tuvieran comunión con Él. Estoy convencido de que
Adán y Eva predicaron este evangelio a sus hijos. Encontramos una evidencia de ello en
Hebreos 11:4, donde leemos: “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que
Caín”. Según la Biblia, la fe proviene de oír la palabra predicada (14, Ro. 10:17). Abel
debe de haber oído de sus padres la predicación de las buenas nuevas, puesto que tuvo
tanta fe, la ejercitó y ofreció un sacrificio a Dios conforme a esa fe. Él recibió la fe
cuando oyó esta palabra. Él no presentó su sacrificio conforme a su propia opinión ni a
lo que sabía, y su ofrenda no fue ninguna invención suya. Él presentó su ofrenda por la
fe conforme a las palabras que le predicaron sus padres.
Adán era un buen padre y fue el primero en creer el evangelio. Espero que todos los
padres que lean este mensaje sean los primeros en creer el evangelio. Eva, buena esposa
y madre, también fue creyente y siguió a su marido preparando el camino para que
también su hijo creyera. Por consiguiente, en Génesis 4 vemos un padre creyente, una
madre creyente y un hijo creyente. Consideren esa familia: todos creyeron en el mismo
evangelio. Cuando la gente me preguntaba si Adán y Eva habían sido salvos, yo
contestaba: “¿Por qué no? Si ustedes son salvos, ellos indudablemente también lo son.
De hecho, fueron salvos mucho antes que ustedes”. Adán y Eva fueron pioneros en
creer el evangelio. Adán abrió el camino. Eva preparó el camino, y Abel anduvo en él.
Ahora somos seguidores de Abel. Quisiera que todo padre fuese un Adán, toda madre
una Eva, y todos los hijos unos Abeles. La primera familia que hubo en la tierra fue una
familia que creyó el evangelio, una familia de creyentes.
Adán y Eva fueron salvos y comunicaron la palabra de salvación a la siguiente
generación; nosotros también debemos compartir estas cosas con nuestros propios hijos,
contándoles la triste historia de la caída del hombre y proclamándoles las buenas nuevas
de la salvación que Dios trae.
Una vez más afirmo que creo que sus padres le predicaron el evangelio a él y a su
hermano, hablándoles de la necesidad de tener túnicas que los cubrieran y que fueran
hechas con las pieles de los corderos del sacrificio. Creo que esto justifica el deseo de
Abel de ser un pastor de ovejas. (Estudio-vida de Génesis, págs. 299-300, 302, 303-304)

HEREDAR LOS CAMINOS PIADOSOS DE LOS ANTEPASADOS

[La clase de vida que Dios puede usar para cambiar la era] siempre hereda los caminos
piadosos de los antepasados. Alabado sea Dios porque Noé, la décima generación desde
Adán, tuvo muchos antepasados buenos [...] Noé heredó el camino de salvación de
Adán (Gn. 3:20-21) [...] Noé también heredó el camino de Abel, el de presentar
ofrendas (4:4) [...] El tercer camino piadoso que Noé heredó fue la manera en que Enós
invocó el nombre del Señor para disfrutar de todo lo que Él es (v. 26) [...] Noé también
heredó el camino [de sus padres, el] de vivir y engendrar (5:3-28) [...] Noé también
heredó el quinto camino [el de Enoc]: el de andar con Dios (vs. 22, 24). (págs. 400-401)
***
Pregunta: ¿Fue Moisés llamado después que llegó a los ochenta años?
Respuesta: El llamado de una persona tiene un comienzo, un curso y un final. Si
investigamos el tiempo cuando Moisés fue llamado, veremos que fue antes de la
fundación del mundo. El llamado de Moisés no fue un acto accidental o un antojo por
curiosidad de Dios. El nombre Moisés significa “sacado”. Mucho antes de la fundación
del mundo, él fue sacado. Dios también apartó a Pablo desde el vientre de su madre
(Gá. 1:15). No sólo nuestro llamado sucedió antes de la fundación del mundo; incluso,
nuestra salvación ocurrió antes de la fundación del mundo.
Esto muestra que Dios dio varios pasos en la preparación de Moisés. Primero, Dios
preparó a padres piadosos quienes le infundieron con pensamientos piadosos después de
nacer (Éx. 2:7-9). Segundo, Dios le preparó el entorno del palacio en Egipto con el fin
de que recibiera la mejor educación de su época para guiar al pueblo de Israel
(3:10; Hch. 7:22). La comisión dada a Moisés no lo hubiera podido hacer una persona
que no había sido entrenada. Por consiguiente, Dios le permitió entrar en el palacio para
ser regulado y cultivado apropiadamente. Tercero, Moisés, por medio de la infusión de
sus padres, tuvo el pensamiento y concepto piadosos de que necesitaba rescatar a los
hijos de Israel (He. 11:24-25). Para él, esto fue el comienzo de su llamamiento por Dios.
Cuarto, Dios le preparó el desierto a fin de entrenar su carácter. Aunque él tenía
pensamientos piadosos y había recibido una educación superior, su carácter no había
sido completamente entrenado, tampoco había pasado por ningún sufrimiento humano
(Hch. 7:23-28). Él era muy fuerte. Él no tenía hijos ni ningún entorno especial, así que
Dios hizo que él pastoreara un rebaño en el desierto por cuarenta años para que fuera
refinado en un horno como duro acero (v. 29). Cuando todos estos entornos habían sido
arreglados exitosamente, Dios vino y lo llamó de una manera definida. En ese momento
se completó el llamado de Dios (v. 30).
Por consiguiente, es difícil determinar cuándo Dios llamó a Moisés. Si consideramos
la fuente, tenemos que decir que fue antes de la fundación del mundo, pero también fue
en el palacio, en el desierto y en el proceso del entrenamiento. Entonces Dios entró. El
principio es el mismo con nosotros. Si miramos atrás, podemos testificar que nuestro
llamado fue predestinado por Dios en la eternidad pasada. Luego en el tiempo, Él
arregló que nosotros estuviéramos en el entorno apropiado y no nos dejó ir; fue en ese
tiempo que nosotros contestamos Su llamado. (Knowing Life and the Church, págs.
234-235)
***
Los que fueron aptos y listos para tomar la buena tierra, con la excepción de Josué y
Caleb, eran todos jóvenes, la segunda generación. Los mayores, los de la primera
generación, habían pasado por muchas cosas y habían aprendido muchas lecciones. Sin
embargo, ellos no eran aptos para entrar a la tierra. Las lecciones que aprendió la
primera generación seguramente llegaron a ser parte de la herencia pasada a la segunda
generación. Sus hijos ciertamente heredaron de sus padres todas las lecciones que ellos
aprendieron durante los cuarenta años en el desierto. Los más jóvenes, por nacimiento,
fueron puestos en una posición de heredar la tradición de su familia y todo lo que sus
padres habían experimentado.
Creo que los padres les hablaron a sus hijos acerca de sus experiencias en Egipto, en el
éxodo de Egipto y en el desierto. Sin duda, los padres hablaron acerca de cómo fueron
cruelmente tratados como esclavos en Egipto, acerca de cómo Dios en Su misericordia
envió a Moisés a librarlos de la esclavitud, de cómo ellos guardaron la pascua el día
catorce del mes segundo, y acerca de cómo ellos salieron marchando de Egipto y
cruzaron el Mar Rojo. Los padres tuvieron que haberles explicado a sus hijos que ellos
entraron sin comida al desierto, pero que Dios los alimentó con maná y les suplió con el
agua que procedió de la roca herida. Ellos también tuvieron que haberles explicado que
aunque ellos sintieron que el maná era detestable, aun así lo apreciaron. La gente no
cosechó, pero por cuarenta años recibieron diariamente el suministro celestial de maná.
Aún más, los más jóvenes aprendieron acerca de Moisés y acerca de la gran ayuda que
él le dio al pueblo de Israel. Al propio Moisés no se le permitió entrar a la buena tierra,
pero él aportó muchos factores constructivos al pueblo de Dios.
La segunda generación no pasó a través de tantas cosas como lo hizo la primera
generación, pero ellos recibieron el beneficio de lo que experimentó la primera
generación. Creo que la generación mayor le contó a la menor acerca de lo que ellos
experimentaron, disfrutaron y sufrieron. Este tipo de hablar fue parte de la crianza, o
edificación, de la segunda generación. Lo que experimentó la primera generación no fue
en vano porque se lo pasó a la segunda. Lo que experimentaron los mayores en realidad
no fue eficaz para ellos, sino que fue muy efectivo en la edificación de los más jóvenes.
Por lo tanto, Dios pudo preparar a más de seiscientos mil hombres de la segunda
generación con una rica herencia y un fuerte trasfondo que eran aptos para formar un
ejército a fin de pelear junto con Él y para Él.
El principio es el mismo con nosotros en el recobro hoy. El recobro ha estado en los
Estados Unidos por veintisiete años y ha pasado por muchas cosas. ¿Piensan ustedes
que todas estas cosas han sido en vano? Éstas ciertamente no han sido en vano. Estas
cosas se les está siendo pasadas a los más jóvenes en el recobro del Señor y serán muy
efectivas en edificarlos y prepararlos para pelear junto con Dios y para Él. Los más
jóvenes en el recobro del Señor tienen una rica herencia. Ya que esta herencia se le está
pasando a los más jóvenes e incluso siendo constituida en ellos, tengo la plena certeza
de que cuando venga una prueba adicional, habrá un resultado muy positivo. (Life-study
of Numbers, págs. 368-369)

LAS RESPONSABILIDADES DE LOS PADRES

Aparte del libro de Proverbios, el Antiguo Testamento no parece impartir muchas


enseñanzas sobre la crianza de los hijos. En el Nuevo Testamento, sin embargo, Pablo
escribió algo acerca de cómo ser padres. La mayoría de los libros de este mundo
enseñan a los hijos cómo ser hijos, pero no hay muchos libros que enseñen a los padres
cómo ser padres. La mayoría de las personas le dan más importancia a las enseñanzas
orientadas a los hijos. El Nuevo Testamento no presta mucha atención a las enseñanzas
de cómo ser hijos, pero si presta más atención a la enseñanza para los padres. Si bien el
Nuevo Testamento nos enseña algo sobre los hijos, el énfasis no está en ellos; más bien,
tanto Efesios 6 como Colosenses 3 ponen más énfasis en los padres que en los hijos. Así
pues, nosotros debemos aprender a ser padres debido a que Dios mismo le da más
importancia al papel que desempeñan los padres que al que cumplen los hijos.
Si tratáramos de resumir lo que la Biblia dice acerca de la crianza de los hijos, veremos
que entre las muchas cosas que deben hacer los padres, su deber más importante es criar
a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor, sin provocarlos a ira ni
desalentarlos. Esto quiere decir que los padres deben ejercer dominio propio y no deben
ser negligentes en ningún sentido. Esto es lo que Pablo enseña al respecto.
Si bien es muy difícil ser esposo o esposa, espero que se den cuenta que hay algo más
difícil todavía: ser padres. Ser un esposo o una esposa involucra a dos personas nada
más, mientras que ser padre involucra a más de dos personas. Ser un esposo o una
esposa es una cuestión que atañe a nuestra felicidad personal, pero al ser padres,
determinamos el bienestar de la siguiente generación. Son los padres de hoy quienes
llevan sobre sí la responsabilidad del futuro de sus hijos, los cuales conforman la
siguiente generación.
Tenemos que comprender la seriedad que reviste tal responsabilidad. Dios ha colocado
el cuerpo, el alma y el espíritu de una persona, incluso su vida entera y porvenir, en
nuestras manos. Nadie influye tanto ni controla tanto el futuro de una persona como sus
padres. Es casi como si los padres pudiesen decidir si sus hijos irán al cielo o al infierno.
Tenemos que aprender a ser buenos esposos y buenas esposas, pero sobre todo tenemos
que aprender a ser buenos padres. Estoy persuadido que la responsabilidad de ser padre
es aún mayor que la de ser cónyuge. (Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, t. 2,
págs. 581-582)

UNA FE NO FINGIDA

El versículo 5 [de 2 Timoteo 1] dice: “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay


en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy
persuadido de que en ti también”. Aquí Pablo le recuerda a Timoteo de la fe no fingida
que está en él. Esta fe había habitado primero en su abuela, después en su madre y ahora
moraba en él. (Estudio-vida de 2 Timoteo, pág. 5)
***
María cuando era joven estaba muy familiarizada con el Antiguo Testamento. María
fue la persona correcta, el vaso apropiado, que Dios seleccionó para ser el canal de la
encarnación del Salvador. En los tiempos antiguos, las mujeres no eran tan educadas
como los hombres. Sin embargo, aunque tanto María como Elizabeth eran mujeres,
ambas habían ganado mucho conocimiento del Antiguo Testamento. (The Practice of
Prophesying, pág. 23-24)
***
La alabanza poética de María está compuesta de muchas citas del Antiguo Testamento.
Esto indica que ella era una mujer piadosa, apta para ser un canal de la encarnación del
Señor. Esto también indica que el Señor Jesús crecería en una familia que estaría llena
del conocimiento y del amor de la santa Palabra de Dios.
Aunque María era una mujer joven, conocía muy bien el Antiguo Testamento y podía
citar versículos de allí al alabar a Dios. En realidad, su alabanza estaba compuesta de las
citas de las Escrituras. Sin duda, ella era la persona adecuada para que Dios la usara en
la concepción del Salvador, quien iba a nacer.
Al considerar la alabanza de María, podemos ver la razón por la cual ella fue escogida
por Dios para la concepción del Salvador-Hombre. Sin duda, María también enseñó al
Señor Jesús muchos pasajes de las Escrituras mientras iba creciendo. (Estudio-vida de
Lucas, págs. 33, 37)
***
Todo lo que hacemos es una especie de siembra, ya sea para la carne o para el Espíritu.
Donde quiera que estemos y cualquier cosa que hagamos, estamos sembrando semillas.
Uno siembra en el trabajo y también en la escuela. Los ancianos siembran mientras
cuidan de la iglesia y los que ministran la Palabra siembran al ministrar. Marido y mujer
constantemente siembran en su matrimonio y los padres de familia siembran en su vida
familiar. Todo lo que los padres les dicen a sus hijos y todo lo que hacen con ellos, es
una semilla sembrada en ellos. Día a día todos estamos sembrando. La vida cristiana es
una vida en la que siempre se siembra. Además, el lugar donde vivimos o trabajamos es
nuestra granja. Uno siembra hasta por la manera de vestirse o de peinarse. Virtualmente
todo lo que uno hace es un acto de sembrar. Es muy importante que nos demos cuenta
de que el andar cristiano debe ser un andar por el Espíritu y una vida de sembrar para el
Espíritu.
En nuestra experiencia, la carne debe ser crucificada. Como Pablo dice en Gálatas
5:24: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”.
Ya no debemos andar conforme a la carne. No debemos estar en nuestra carne al
expresar nuestras actitudes. Al hablarles a sus hijos, es necesario que los padres de
familia estén en el Espíritu y según el Espíritu. De lo contrario, lo que ellos digan será
una siembra para la carne. También debemos tener cuidado de la manera en que
expresemos nuestra actitud. Hasta la expresión de una actitud puede ser sembrar
conforme la carne. Por otro lado, podemos expresar nuestra actitud sembrando para el
Espíritu. También debemos tener precaución al expresar opiniones. ¿Tiene usted la
seguridad de que la expresión de una opinión suya es conforme al Espíritu? De no ser
así, tenga cuidado, no sea que esté usted sembrando para la carne. Si todos sembráramos
para el Espíritu día tras día, muchos problemas serían eliminados. Los problemas de la
vida de iglesia y de la vida familiar disminuirían. La mayoría de los problemas
provienen de sembrar para la carne.
Las semillas son pequeñas. ¿Cuándo ha visto usted a un agricultor sembrar una semilla
de unos 30 cm de diámetro? Nunca, pues las semillas que un agricultor siembra son
pequeñas. Lo mismo es cierto tocante a nuestra siembra. Tal vez pensemos que algunas
cosas son insignificantes —un pequeño chisme, una pequeña crítica— pero son semillas
sembradas en otros. ¿Alguna vez se ha preguntado cuántas semillas ha usted sembrado
en otros, semillas que no sean conforme al Espíritu, sino conforme a la carne? En la
vida de iglesia constantemente estamos sembrando semillas diminutas. Hasta la manera
en que un hermano mira a otro es una semilla. Sin duda alguna sembramos para la carne
cuando criticamos, disputamos o condenamos. Como principio, todo lo que decimos o
hacemos es una semilla sembrada para la carne o para el Espíritu.
En 5:25 Pablo habla de andar por el Espíritu, y en 6:8 habla de sembrar para el
Espíritu. En realidad, andar por el Espíritu es sembrar para el Espíritu. Siempre que
andamos por el Espíritu, sembramos para el Espíritu. Al sembrar para el Espíritu, a la
larga segamos vida eterna.
El hecho de que podamos sembrar ya sea para la carne o para el Espíritu y así segar
corrupción o vida eterna, debe animarnos a tener cuidado con lo que digamos o
hagamos. Démonos cuenta de que todo lo relacionado con nuestra vida diaria es una
siembra, ya sea para la carne o para el Espíritu. (Estudio-vida de Gálatas, págs. 266-
269)
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La palabra “sembrar” en realidad equivale a vivir. Tener cuidado de cómo sembramos
es tener cuidado de cómo vivimos. Repito, sembrar produce un resultado. Esta es la
razón de que Pablo nos advirtiera que tuviéramos cuidado de cómo sembramos. (pág.
323)
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La primera clase de relaciones en la vida humana es las relaciones familiares. En 1
Timoteo 3:4 se nos dice: “Que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción
con toda dignidad”. Gobernar su propia casa está relacionado con el hecho de tomar la
delantera, pero el concepto de Pablo aquí no tiene que ver principalmente con la
autoridad. El que vigila, como esposo y como padre, debe tomar la iniciativa en su
familia, no simplemente gobernándola, sino siendo un buen ejemplo y modelo. Una
familia no es como un gobierno o una organización, los cuales son dirigidos mediante el
ejercicio de la autoridad. El liderazgo que ejerce un padre en su familia no debe basarse
principalmente en que él rija con autoridad, sino en que sea un modelo en su vivir
diario. De igual manera, ser anciano no significa gobernar la iglesia con autoridad. Este
concepto es absolutamente equivocado. La manera en que un padre gobierna su familia
es muy diferente a la manera en que un supervisor administra un negocio. Un supervisor
puede contratar y despedir a sus empleados, pero un padre no puede contratar ni
despedir a sus hijos. La necesidad básica en una familia es el ejemplo del padre. Como
padre que es, un anciano debe tener un vivir apropiado ante su familia. Ésta es la
manera apropiada de gobernar su propia casa. En nuestro hogar no debemos tratar de
ejercer nuestra autoridad al igual que un rey, un agente de la ley, un administrador o un
director de escuela. El concepto de Pablo en esta sección tiene que ver con el vivir
diario del que vigila. No servirá de mucho si simplemente disciplinamos a nuestros
hijos. El principio que Dios ha establecido es que un padre debe llevar una vida que
sirva de modelo, de ejemplo, a sus hijos.
Nosotros, como los que vigilan, debemos tomar la delantera en nuestra familia
presentando un modelo en nuestro modo de vivir. Éste es nuestro deber. Sin embargo, si
nuestros hijos en efecto están en sujeción con toda dignidad, no debemos pensar que
ello se debe a nosotros, sino que más bien debemos adorar a Señor por Su misericordia.
Aunque la manera de ser de nuestros hijos no es algo que está bajo nuestro control, eso
no significa que debamos descuidar nuestro deber de vivir como un modelo y de invertir
el tiempo y energía que podamos en nuestros hijos. No obstante, al mismo tiempo
debemos entender que en última instancia lo que nuestros hijos lleguen a ser depende de
la misericordia del Señor. Sabemos que eso es cierto, porque dos niños que son
hermanos y han sido criados por los mismos padres y con el mismo cuidado, pueden
llegar a ser muy diferentes. Uno puede tener un buen carácter y llegar a ser un creyente
que busca al Señor, mientras que el otro puede tener un mal carácter y ni siquiera ser
salvo. Por lo tanto, debemos cumplir con nuestra responsabilidad de llevar una vida
apropiada que sirva de ejemplo a nuestros hijos y, al mismo tiempo, no desanimarnos ni
enorgullecernos de lo que nuestros hijos lleguen a ser.
Las palabras de Pablo respecto a los hijos del que vigila en el versículo 4 no tienen que
ver con la salvación o espiritualidad de ellos. Debemos ser un buen ejemplo para
nuestros hijos; no obstante, si ellos con el tiempo han de ser salvos, dependerá de la
predestinación de Dios. Jacob y Esaú eran gemelos, pero Romanos 9:10-13 nos muestra
que el destino de ellos dependía de la elección de Dios. No podemos hacer que nuestros
hijos ni ninguna otra persona sean espirituales, pero sí podemos establecer un ejemplo
llevando una vida que sea sensata, moderada y decorosa, y que busque del Señor. Si dos
hermanos en la carne escuchan el mismo mensaje del evangelio, es posible que uno de
ellos sea salvo, y el otro no. Hemos visto casos así. Por lo tanto, debemos ser fervientes
en la predicación del evangelio y convencer a las personas a que reciban al Señor, pero
al mismo tiempo debemos entender que la salvación de una persona en última instancia
depende de la predestinación de Dios, no de nuestro esfuerzo. No obstante, no debemos
pensar que porque depende de la predestinación de Dios, no necesitamos predicar el
evangelio. Nosotros debemos cumplir con nuestro deber. De manera semejante, no
debemos suponer que nuestros hijos se comportarán bien si somos un buen ejemplo para
ellos, pero tampoco podemos descuidar nuestra responsabilidad. La mejor manera de ser
padres, y la más apropiada, es llevar una vida que sirva de modelo para nuestros hijos y
orar al Señor pidiéndole Su misericordia.
Si nuestro vivir establece una norma apropiada, no seremos responsables si nuestros
hijos se portan indebidamente. Sin embargo, si nuestra vida no es ejemplar, seremos
responsables por el mal comportamiento de nuestros hijos. Si somos buenos padres, no
recibiremos ningún crédito, pero si no lo somos, ello ciertamente irá a nuestra cuenta de
“débitos”. Así es la contabilidad divina. No debemos decir que Dios no es justo.
Romanos 9:20 dice: “Oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el
objeto moldeado al que lo moldeó: ¿Por qué me has hecho así?”. De manera que no
podemos altercar con Dios. Si nuestros hijos se portan bien y finalmente son salvos y
viven delante del Señor, debemos adorarlo, diciendo: “Señor, no soy nada. Incluso mi
mejor comportamiento es como polvo; no significa nada. Lo único que puedo hacer es
agradecerte por Tu misericordia”. No debemos atribuir nada a nuestra bondad. Debemos
reconocer la predestinación de Dios, Su misericordia y Su gracia. Si nuestros hijos
empiezan a llevar una vida pecaminosa, debemos humillarnos y orar diciendo: “Señor,
perdóname. Reconozco que es mi culpa no haber cuidado apropiadamente de ellos en
algún aspecto”. Ésta debe ser nuestra actitud.
El concepto de Pablo en 1 Timoteo 3:1-7 tiene que ver con el vivir de los que vigilan.
Si nuestros hijos se portan bien, eso es algo secundario; lo más importante es si nuestro
vivir es apropiado. Debemos tomar la delantera y gobernar bien nuestra familia llevando
una vida que les presenta a cada uno de ellos un modelo positivo. Esto depende de lo
que nosotros somos; es decir, es un asunto de vida. (Principios básicos en cuanto al
ancianato, págs. 55-58)

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