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Los Padres
Los Padres
En [2 Corintios] 2:12—3:11 Pablo habla del ministerio del nuevo pacto, y en 3:12—
7:16, de los ministros del nuevo pacto. La sección de esta epístola que trata de los
ministros del nuevo pacto es mucho más extensa que la sección que habla del ministerio
del nuevo pacto. Esto se debe a que a Dios le interesan mucho más los ministros que el
ministerio. En otras palabras, Dios se interesa más por lo que somos que por lo que
hacemos, lo cual significa que lo que somos es mucho más importante para Él que lo
que hacemos.
En la actualidad, tanto en el mundo cristiano como en el mundo secular, se le da más
atención a lo que las personas hacen que a lo que son. Los cristianos centran su atención
principalmente en la obra o ministerio, y pasan por alto el ser de la persona que lleva a
cabo la obra. Prestan atención a la obra y al ministerio mucho más que al obrero o
ministro. Pero según la Biblia, Dios presta más atención a lo que somos, que a lo que
hacemos o lo que podamos hacer; a Él le interesa la clase de persona que somos y la
clase de vida que llevemos Por tanto, en 2 Corintios, Pablo presenta primeramente el
ministerio del Nuevo Testamento. Luego, muestra que este ministerio excelente y
maravilloso necesita ministros excelentes que lleven una vida excelente.
El hecho de que a Dios le interesa más lo que somos que lo que hacemos debe quedar
grabado profundamente en nosotros. Lo que hacemos debe ser medido por lo que
somos. Además, nuestro ser debe corresponder con nuestra obra, es decir, lo que somos
debe corresponder con lo que hacemos. Nuestro ser debe corresponder con nuestras
acciones. Por tanto, nuestro ser y nuestro hacer van juntos. Si nos interesamos
únicamente por lo que hacemos y no por ser la clase de persona adecuada, lo que
hagamos no tendrá mucho peso. Nuestro hacer tendrá peso únicamente cuando vaya
complementado con lo que somos en nuestro ser. (Estudio-vida de 2 Corintios, págs.
343-344)
El servicio de los ancianos tiene que ver con la persona del anciano; no depende del
método, sino de la persona. En el Nuevo Testamento es muy difícil encontrar cuál es el
método o la manera de servir. En algunos lugares parece que se habla de un método o la
manera de hacer las cosas, pero en verdad el énfasis aún está en la persona misma. La
persona es el camino, y la persona es la obra del Señor. Si Dios no gana a una persona,
no tendrá ni obra ni camino. Un camino es un rumbo que toma una persona. Si Dios no
gana al hombre, no tendrá un rumbo que seguir. El hombre piensa que lo más
importante que hay que hacer es hallar un buen camino. Sin embargo, la obra de Dios
no involucra darnos caminos, sino ganar a las personas. Si Dios puede ganar a dos o tres
hermanos aquí, Él tendrá un camino. Incluso si yo les presento la mejor manera de ser
un anciano, sería inútil si ustedes son las personas incorrectas. Nosotros, las personas,
debemos ser ganados por Dios. Tenemos que aprender a ser las personas apropiadas
mucho más que aprender a hacer las cosas apropiadas. No tiene sentido que se hagan las
cosas apropiadamente si no tenemos la persona apropiada. Lo que usted es, es lo que
usted hace. No puede servir a Dios más allá de lo que usted es como persona. (Messages
Given during the Resumption of Watchman Nee’s Ministry, págs. 59-60)
Todos sabemos que para hacer cualquier cosa, primero se necesita una persona que lo
haga. Luego viene el método. Los chinos dicen que lo que pueda hacerse depende de la
persona que lo realice. El método puede que sea el mismo. Pero si usted lo hace, sale
bien, pero en mi caso puede que no resulte bien. Si usted lo hace, pude que tenga un
buen resultado. Si yo lo hago, puede que el resultado no sea muy bueno. Así que, el
problema no es el método, sino la persona.
Quisiera advertir seriamente a los hermanos, que al administrar los asuntos de la
iglesia es peligroso usar cualquier método cuando la persona no es la correcta. ¿Qué son
los métodos? Para ponerlo en términos que no son muy buenos, los métodos son
artimañas. Ser astuto es ser político. Para administrar una iglesia no se puede ser
político. El trabajo de todos los que administran la iglesia usando la política resultará en
vanidad. Los políticos mundanos pueden jugar a la política, pero los ancianos en la
iglesia no pueden jugar a la política. La iglesia no es una sociedad; la iglesia es una
familia. En una familia, la cabeza de la casa no puede ser astuto ni jugar a la política. La
cabeza del hogar administra la familia por medio de su persona. No es el método que
utilice, sino la persona la que administra la familia. De la misma manera, la iglesia es la
casa de Dios. No hay necesidad de un buen método para administrar, más bien, lo que
se necesita para administrar es una buena persona.
Admito que esta lección es difícil de aprender. Todos nosotros somos hijos de Adán, y
es difícil que nuestros corazones sean amplios. Todos tenemos una naturaleza perversa.
Para nosotros es fácil ser humanos, pero es muy difícil tratar a otros honestamente. No
obstante, hermanos, debemos ser personas honestas ya que hemos recibido la
misericordia del Señor para ser designados como ancianos entre Su pueblo. No estamos
aquí para aprender unos cuantos métodos para ser ancianos. Más bien estamos aquí para
ser iluminados, someternos a la mano del Señor y recibir Su disciplina. No se trata de
escoger un método, sino de recibir Su disciplina. Ser un anciano tiene que ver con la
persona. Tan pronto como nos involucremos con métodos, caemos en pretensión.
Hermanos, aun sus atenciones y cortesía tienen que ser auténticas. Hasta la cortesía de
algunos ancianos para con los hermanos y hermanas es falsa. En el mundo, quizá haya
la necesidad de cortesía fingida, pero en la iglesia, los ancianos no deben tener una
cortesía fingida. Además, hasta su enojo debe ser genuino. Es cierto que un anciano
debe restringir su mal genio, pero no debe tener una restricción falsa. Las restricciones
falsas solamente son intentos de ser humano y político. (Elders’ Management of the
Church, págs. 25-27, 31)
Nosotros somos regenerados por Dios el Espíritu para ser espíritus, o sea, dioses
(Jn. 3:6b) que pertenecen a la especie de Dios para ver el reino de Dios y entrar en él
(vs. 3, 5). Juan 1 nos dice cómo recibimos potestad para ser hijos de Dios. Luego Juan 3
habla de la regeneración una vez más. El versículo 6 dice: “Lo que es nacido de la
carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. Nosotros somos carne y
nacimos de la carne en nuestra vida natural. Pero nacimos de Dios el Espíritu para ser
espíritus, o sea, dioses. De una vaca nace otra vaca, y lo que nace de un caballo es un
caballo. Nosotros nacimos del Espíritu, y el Espíritu es Dios. Juan 4:24 nos dice
claramente que Dios es Espíritu. Puesto que nacimos de Dios el Espíritu, debemos de
ser dioses en vida y en naturaleza, mas no en la Deidad. Si no creemos que quienes
nacimos de Dios somos dioses, entonces, ¿qué somos? Lo que nace del Espíritu, espíritu
es.
Nuestro segundo nacimiento nos hizo entrar en el reino de Dios para que
perteneciéramos a la especie de Dios. Los animales y las plantas tienen su propia
especie. Nosotros nacimos de Dios, así que somos dioses que pertenecen a la especie de
Dios. Siempre debemos recordar que somos Dios-hombres que pertenecen a la especie
de Dios. Un Dios-hombre no discute con los demás. Este es un estudio-intrínseco de la
Palabra de Dios.
La regeneración es el primer paso de la salvación orgánica que Cristo efectúa. El
lavamiento de la regeneración quita todo lo relacionado con la vieja naturaleza de
nuestro viejo hombre (Tit. 3:5). Este lavamiento es una salvación orgánica. Sin el
lavamiento de la regeneración, tendríamos capas de la vieja creación en nuestro ser. Tal
vez algunos piensen que no pertenecen a la especie de Dios, sino a la “especie” de los
estadounidenses. Esta especie debe ser lavada de nosotros. Necesitamos ver que la
regeneración como primer paso de la salvación orgánica que Cristo efectúa quita las
capas de la vieja creación de nuestra vieja naturaleza.
Debemos recordar que somos Dios-hombres que pertenecen a la especie de Dios.
Como Dios-hombres nacidos de Dios y que pertenecen a Su especie, no podemos hablar
con nuestro cónyuge descuidadamente. Un esposo debe ser un Dios-hombre, que vive
como tal. Ser meramente un hombre bueno está lejos del beneplácito de Dios.
Necesitamos ver que somos Dios-hombres, que nacimos de Dios y pertenecemos a Su
especie. Este es el comienzo del vivir del Dios-hombre.
Dios le ama a usted. Dios tiene un beneplácito, el cual consiste en hacerle igual a Él. Él
es Dios, así que usted también debe de ser Dios. El vivir de un Dios-hombre consiste en
que Dios viva. Esta clase de enseñanza es mucho más elevada que la de ser santo o
victorioso. En mis comienzos como creyente, vi muchos libros relacionados con la
manera de llevar la vida cristiana, pero estos libros realmente no me revelaron nada.
¿Cómo uno puede ser santo? Uno puede ser santo al llevar la vida de un Dios-hombre.
¿Cómo puede ser victorioso? Sólo al llevar la vida de un Dios-hombre. Nunca olvide
que usted es un Dios-hombre, que nació de Dios y que pertenece a Su especie. (El vivir
del Dios-hombre, págs. 9-10)
Desde que inició el ministerio en los Estados Unidos en 1962, he ministrado una sola
cosa, a saber, que Dios se hizo hombre para que el hombre llegue a ser Dios en vida y
naturaleza. Pero fue en febrero de 1994 que recibí un panorama muy claro y una carga
muy pesada de declararle al pueblo de Dios que todos somos Dios en vida y en
naturaleza, mas no en la Deidad.
Saber quienes somos y estar conscientes de ello nos cambia radicalmente. Tomemos el
ejemplo de un hermano que ha vivido como escorpión y que se da cuenta de que, por ser
hijo de Dios, él es Dios en vida y naturaleza. Inmediatamente este hermano cambiará
radicalmente. La atmósfera y todo lo relacionado con él también cambiarán. Si todos los
cristianos hoy en día se dieran cuenta de que son Dios en vida y naturaleza, el mundo
entero sería diferente.
En los últimos diez meses, a menudo me he preguntado a mí mismo: “¿Así se conduce
un Dios-hombre? Dices que los creyentes son Dios en vida y naturaleza, pero ¿qué eres
tú ahora? ¿Eres Dios u otra cosa?”. Mi respuesta ha sido arrepentirme y pedirle perdón
al Señor porque al menos en algunas ocasiones, no he actuado en Él o conforme a Él.
Esta comprensión me ha revolucionado. (pág. 12)
[La clase de vida que Dios puede usar para cambiar la era] siempre hereda los caminos
piadosos de los antepasados. Alabado sea Dios porque Noé, la décima generación desde
Adán, tuvo muchos antepasados buenos [...] Noé heredó el camino de salvación de
Adán (Gn. 3:20-21) [...] Noé también heredó el camino de Abel, el de presentar
ofrendas (4:4) [...] El tercer camino piadoso que Noé heredó fue la manera en que Enós
invocó el nombre del Señor para disfrutar de todo lo que Él es (v. 26) [...] Noé también
heredó el camino [de sus padres, el] de vivir y engendrar (5:3-28) [...] Noé también
heredó el quinto camino [el de Enoc]: el de andar con Dios (vs. 22, 24). (págs. 400-401)
***
Pregunta: ¿Fue Moisés llamado después que llegó a los ochenta años?
Respuesta: El llamado de una persona tiene un comienzo, un curso y un final. Si
investigamos el tiempo cuando Moisés fue llamado, veremos que fue antes de la
fundación del mundo. El llamado de Moisés no fue un acto accidental o un antojo por
curiosidad de Dios. El nombre Moisés significa “sacado”. Mucho antes de la fundación
del mundo, él fue sacado. Dios también apartó a Pablo desde el vientre de su madre
(Gá. 1:15). No sólo nuestro llamado sucedió antes de la fundación del mundo; incluso,
nuestra salvación ocurrió antes de la fundación del mundo.
Esto muestra que Dios dio varios pasos en la preparación de Moisés. Primero, Dios
preparó a padres piadosos quienes le infundieron con pensamientos piadosos después de
nacer (Éx. 2:7-9). Segundo, Dios le preparó el entorno del palacio en Egipto con el fin
de que recibiera la mejor educación de su época para guiar al pueblo de Israel
(3:10; Hch. 7:22). La comisión dada a Moisés no lo hubiera podido hacer una persona
que no había sido entrenada. Por consiguiente, Dios le permitió entrar en el palacio para
ser regulado y cultivado apropiadamente. Tercero, Moisés, por medio de la infusión de
sus padres, tuvo el pensamiento y concepto piadosos de que necesitaba rescatar a los
hijos de Israel (He. 11:24-25). Para él, esto fue el comienzo de su llamamiento por Dios.
Cuarto, Dios le preparó el desierto a fin de entrenar su carácter. Aunque él tenía
pensamientos piadosos y había recibido una educación superior, su carácter no había
sido completamente entrenado, tampoco había pasado por ningún sufrimiento humano
(Hch. 7:23-28). Él era muy fuerte. Él no tenía hijos ni ningún entorno especial, así que
Dios hizo que él pastoreara un rebaño en el desierto por cuarenta años para que fuera
refinado en un horno como duro acero (v. 29). Cuando todos estos entornos habían sido
arreglados exitosamente, Dios vino y lo llamó de una manera definida. En ese momento
se completó el llamado de Dios (v. 30).
Por consiguiente, es difícil determinar cuándo Dios llamó a Moisés. Si consideramos
la fuente, tenemos que decir que fue antes de la fundación del mundo, pero también fue
en el palacio, en el desierto y en el proceso del entrenamiento. Entonces Dios entró. El
principio es el mismo con nosotros. Si miramos atrás, podemos testificar que nuestro
llamado fue predestinado por Dios en la eternidad pasada. Luego en el tiempo, Él
arregló que nosotros estuviéramos en el entorno apropiado y no nos dejó ir; fue en ese
tiempo que nosotros contestamos Su llamado. (Knowing Life and the Church, págs.
234-235)
***
Los que fueron aptos y listos para tomar la buena tierra, con la excepción de Josué y
Caleb, eran todos jóvenes, la segunda generación. Los mayores, los de la primera
generación, habían pasado por muchas cosas y habían aprendido muchas lecciones. Sin
embargo, ellos no eran aptos para entrar a la tierra. Las lecciones que aprendió la
primera generación seguramente llegaron a ser parte de la herencia pasada a la segunda
generación. Sus hijos ciertamente heredaron de sus padres todas las lecciones que ellos
aprendieron durante los cuarenta años en el desierto. Los más jóvenes, por nacimiento,
fueron puestos en una posición de heredar la tradición de su familia y todo lo que sus
padres habían experimentado.
Creo que los padres les hablaron a sus hijos acerca de sus experiencias en Egipto, en el
éxodo de Egipto y en el desierto. Sin duda, los padres hablaron acerca de cómo fueron
cruelmente tratados como esclavos en Egipto, acerca de cómo Dios en Su misericordia
envió a Moisés a librarlos de la esclavitud, de cómo ellos guardaron la pascua el día
catorce del mes segundo, y acerca de cómo ellos salieron marchando de Egipto y
cruzaron el Mar Rojo. Los padres tuvieron que haberles explicado a sus hijos que ellos
entraron sin comida al desierto, pero que Dios los alimentó con maná y les suplió con el
agua que procedió de la roca herida. Ellos también tuvieron que haberles explicado que
aunque ellos sintieron que el maná era detestable, aun así lo apreciaron. La gente no
cosechó, pero por cuarenta años recibieron diariamente el suministro celestial de maná.
Aún más, los más jóvenes aprendieron acerca de Moisés y acerca de la gran ayuda que
él le dio al pueblo de Israel. Al propio Moisés no se le permitió entrar a la buena tierra,
pero él aportó muchos factores constructivos al pueblo de Dios.
La segunda generación no pasó a través de tantas cosas como lo hizo la primera
generación, pero ellos recibieron el beneficio de lo que experimentó la primera
generación. Creo que la generación mayor le contó a la menor acerca de lo que ellos
experimentaron, disfrutaron y sufrieron. Este tipo de hablar fue parte de la crianza, o
edificación, de la segunda generación. Lo que experimentó la primera generación no fue
en vano porque se lo pasó a la segunda. Lo que experimentaron los mayores en realidad
no fue eficaz para ellos, sino que fue muy efectivo en la edificación de los más jóvenes.
Por lo tanto, Dios pudo preparar a más de seiscientos mil hombres de la segunda
generación con una rica herencia y un fuerte trasfondo que eran aptos para formar un
ejército a fin de pelear junto con Él y para Él.
El principio es el mismo con nosotros en el recobro hoy. El recobro ha estado en los
Estados Unidos por veintisiete años y ha pasado por muchas cosas. ¿Piensan ustedes
que todas estas cosas han sido en vano? Éstas ciertamente no han sido en vano. Estas
cosas se les está siendo pasadas a los más jóvenes en el recobro del Señor y serán muy
efectivas en edificarlos y prepararlos para pelear junto con Dios y para Él. Los más
jóvenes en el recobro del Señor tienen una rica herencia. Ya que esta herencia se le está
pasando a los más jóvenes e incluso siendo constituida en ellos, tengo la plena certeza
de que cuando venga una prueba adicional, habrá un resultado muy positivo. (Life-study
of Numbers, págs. 368-369)
UNA FE NO FINGIDA