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CICLÓN YAKU Y CAMBIO CLIMÁTICO

Los desastres ocurridos en Perú y Ecuador tras la presencia del ciclón Yaku y
un recientemente confirmado fenómeno de El Niño evidencian la urgente
necesidad de entender la relación entre eventos extremos y el cambio climático
abriendo la puerta a mecanismos de daños y pérdidas.
El impacto del ciclón Yaku ha sido devastador. En Perú, las lluvias intensas y
las inundaciones han causado la muerte de más de 50 personas y 15 mil
damnificados, impactando a 16 regiones y 483 distritos que han sido
declarados en emergencia. En Ecuador, donde el ciclón pasó previamente, se
calculan más de 5 fallecidos y al menos 2 mil familias damnificadas.
Los desastres no son naturales
Existe una clara relación entre desastres y vulnerabilidad. Por ejemplo,
procesos de urbanización no planificados o la falta de mecanismos de apoyo
social son factores que construyen vulnerabilidad. Culpar a la naturaleza
contribuye a narrativas de crisis frecuentemente aprovechadas para exonerar
de responsabilidades a autoridades o impulsar políticas reactivas. No podemos
desconocer los factores estructurales que contribuyen a esta vulnerabilidad
construida por acciones humanas. Más bien, es nuestra responsabilidad ser
críticos de ello.

En este sentido, existe una gran responsabilidad en gobiernos nacionales y


locales para integrar la gestión de desastres como un elemento transversal a
todos los procesos de desarrollo. El contexto actual ha evidenciado las
limitaciones (y avances) que se tienen para consolidar estrategias de gestión
correctiva y prospectiva que disminuyan el riesgo ya existente y prevengan la
conformación de riesgo futuro.

Sin embargo, es necesario reconocer que nuestra región no es ajena a


dinámicas globales y que la ocurrencia de estos desastres responde a procesos
más amplios a nivel mundial que también tienen responsables
correspondientes.
¿El cambio climático ocasionó al ciclón Yaku? 
La respuesta corta es: aún no lo sabemos, pero es urgente discutirlo para poder
averiguarlo.  
Identificar las causas exactas de un evento climático extremo es difícil pues
interactúan diversos procesos meteorológicos y climáticos.  
Lo que la comunidad científica sostiene desde hace un tiempo es que existe
evidencia para afirmar que este tipo de eventos (olas de calor, sequías, lluvias
extremas, huracanes, etc.) han sido alterados y están siendo más frecuentes o
intensos debido al cambio climático provocado por la influencia humana.
  

Sin embargo, esa no es toda la historia. Existen avances importantes en la


relativamente nueva ciencia de la atribución que permite a los científicos
vincular aspectos específicos de eventos meteorológicos extremos al cambio
climático analizando caso por caso. La metodología para la atribución fue
explicada en el más reciente informe del Grupo Intergubernamental de
Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC):  
“Esto se hace estimando y comparando la probabilidad o magnitud del mismo
tipo de evento entre el clima actual -incluidos los aumentos de las
concentraciones de gases de efecto invernadero y otras influencias humanas- y
un mundo alternativo en el que los gases de efecto invernadero atmosféricos se
mantuvieran en niveles preindustriales.”
Es decir, mediante modelos climáticos es posible cuantificar la influencia que ha
tenido el cambio climático en eventos extremos específicos. Por ejemplo,
especialistas de la iniciativa World Weather Attribution estudiaron las
inundaciones ocurridas entre mayo y junio de 2022 en el noreste de Brasil
y determinaron que las lluvias que las ocasionaron fueron incrementadas por
el cambio climático.  
Sin embargo, las zonas con mayores impactos frente al cambio climático son
también las zonas de las que menos datos oficiales se tienen. Necesitamos
urgentemente generar información climática. 
La atribución es el primer paso hacia la justicia climática 
Volvamos a pensar en la responsabilidad frente a los desastres. De lograrse
afirmar que un evento extremo es atribuible al cambio climático ¿quién sería
responsable de ello entonces? 
En 2017, Saúl Luciano Lliuya, un campesino de los Andes peruanos, planteó
una demanda a la empresa alemana RWE por su contribución al deshielo de
glaciares que ocasionaron el aumento del nivel del agua de la laguna
Palcacocha incrementando el riesgo de sus cultivos y los de su comunidad a
inundaciones y sequías. Esta demanda busca sentar un precedente global y
hace referencia a un estudio de atribución. Este ha sido revisado por jueces y
expertos alemanes que han visitado la zona afectada en Huaraz. El caso de
Saúl Luciano Lliuya es un ejemplo emblemático de cómo la atribución climática
abre la puerta a los mecanismos de pérdidas y daños.  

Más allá de la adaptación climática 


La presencia del ciclón Yaku nos confronta a una realidad compleja sobre la
gestión del riesgo de desastres en la región: nuestras acciones y estrategias al
momento han sido insuficientes.  
La crisis a la que nos enfrentamos por este evento climático nos obliga a
pensar más allá de la adaptación y la mitigación e incorporar modelos que
apunten a la reparación en beneficio de las comunidades más vulnerables a
los efectos del cambio climático.  
Asimismo, es urgente optimizar las acciones de respuesta humanitaria con
nuevos mecanismos como, por ejemplo, el enfoque de acción anticipatoria que
apunta a actuar en la ventana de tiempo que existe entre que se emite una
alerta y antes que se sienta el impacto de la crisis. 
 

Esto, por supuesto, implica reconocer, continuar y fortalecer las acciones de


prevención que sí han funcionado y han contribuido a hacer frente a esta
emergencia. Debemos seguir apostando por escalar los sistemas de alerta
temprana centrados en las comunidades y el fortalecimiento de las brigadas de
respuesta comunitaria quienes son la primera línea en cada situación de
emergencia. 
Existe un largo camino por delante para determinar si los embates del ciclón
Yaku pueden atribuirse al cambio climático. Sin embargo, tenemos la certeza de
que la frecuencia e intensidad de este tipo de eventos seguirá creciendo y es
necesario tomar acción. 

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