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APRENDER A ESCUCHAR A DIOS

Su tarea principal es escuchar al Rey: ¡Parar, mirar y


escuchar!
No le corresponde al Rey ir tras sus súbditos, dándoles
voces y gritos para ver si hacen lo que les pide. ¡No espere
de Él que le persiga dándole con una Biblia en la cabeza para
obligarle a prestar atención! Por el contrario, usted debe
acudir ante Él callada y respetuosamente, con sinceridad,
presentarle con temor pero con confianza su petición y
aguardar en silencio la respuesta.

Si está en una habitación llena de gente, donde hay un


televisor encendido, y todos alzan la voz por encima de su
volumen, por más alto que esté, el sonido del aparato se
perderá en el bullicio. ¡Y el Señor, a diferencia del televisor,
se calla si no lo escucha! Cuando Israel dejó de escuchar a
Dios y de creer lo que le decía, cuando dejó de cumplir lo
que le ordenaba, ¡ÉL dejó de hablarle por espacio de casi
trescientos años, entre los dos Testamentos! ¡A Dios no le
gusta hablar para oídos sordos, incrédulos o desobedientes!
¡Simplemente se calla!

Sin embargo, si busca al Señor lo oirá, y ÉL le guiará. ÉL ha


dicho: "¡Clama a Mí, y Yo te responderé, y te enseñaré cosas
grandes y ocultas que tú no conoces!" (Jeremías 33:3)

Padre Celestial, yo también quiero ser reconocido entre tus


Hijos y poder escuchar tu voz, hoy recibo en mi corazón y
confieso con mi boca a Jesucristo como mi Señor y mi
Salvador, y en su nombre, te pido me des un corazón y una
mente receptiva para contigo, y que me ayudes para poder
obedecer y así se haga tu voluntad en mi vida. En Cristo
Jesús.
¡¡Amén!!

Porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A
JESUCRISTO sea toda Gloria, Honra y Honor, por los siglos
de los siglos. ¡Amén!

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