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David le respondió a Abigail: ¡Alabado sea el Señor, Dios de Israel, quien hoy te ha enviado a mi

encuentro! ¡Gracias a Dios por tu buen juicio! Bendita seas, pues me has impedido matar y llevar
a cabo mi venganza con mis propias manos. Juro por el Señor, Dios de Israel, quien me ha
librado de hacerte daño, que si no te hubieras apresurado a venir a mi encuentro, mañana por la
mañana ninguno de los hombres de Nabal habría quedado con vida. Entonces David aceptó su
regalo y le dijo: Vuelve a tu casa en paz. Escuché lo que dijiste y no mataremos a tu esposo. (1
Samuel 25:32-35 NTV).

Introducción

En la Biblia, Abigaíl representa el lado oculto de la injusticia, la inequidad y el trato injusto. A pesar
de los obstáculos que enfrentaba, Abigaíl siembra las semillas de la generosidad, la humildad y la
resistencia fiel. Esas semillas contienen lo necesario para librar no solo a su familia, sino también al
reino entero, e incluso al futuro rey de Israel, del juicio de Dios.

Abigaíl salva a su esposo, a su hijo, a su hermano y a sus sobrinos. También salva a David, quien ni
siquiera sabía que necesitaba ser salvado. Todo esto hizo ella sin desacreditar a su esposo ni
hablar despectivamente de él. Poco después, tras la muerte prematura de Nabal, ella se convierte
en una de las esposas de David, el segundo rey de Israel.

Ahondando en el tema: 1 Samuel 25

Nabal y David

David acababa de ser ungido por el profeta Samuel para que fuese rey, pero aún no había
ascendido al trono. Como David era pastor de oficio, estaba en el desierto cerca de la hacienda de
Nabal y Abigaíl. Habiéndose enterado de que Nabal estaba esquilando las ovejas, inquirió sobre la
posibilidad de que él y sus hombres se unieran a Nabal para las festividades. Los hombres de David
habían protegido a los pastores de Nabal cuando los dos grupos estaban juntos previamente en el
desierto; y David esperaba que su bondad fuera correspondida con la hospitalidad de Nabal. La
hospitalidad era el valor sociocultural más importante en aquella época; y la petición de David no
conllevaba mucho sacrificio para el rico Nabal.

Pero Nabal recibió la petición con sospecha y amargura. ¿Debo tomar mi pan, mi agua y la carne
que destacé para mis esquiladores y dárselos a un grupo de bandidos que viene de quién sabe
dónde?» (1 Samuel 25:11 NTV).

Los hombres jóvenes regresaron hacia donde David estaba. Le hicieron saber la contestación de
Nabal, la cual hizo que David se enfureciera. Ahora David estaba decidido a raer del reino a toda la
familia de Nabal. «¡Tomen sus espadas!», respondió David mientras se ceñía la suya. Enseguida
David salió con cuatrocientos hombres, mientras doscientos se quedaron cuidando las
pertenencias (1 Samuel 25:13 NTV).

Abigaíl y David

Abigaíl se apresuró a reunir el pan de la humildad, la copa de la generosidad y el tazón de la


resistencia para salir a encontrarse con David y su ejército. Tomó vino, pan, uvas pasas y tortas de
higos, y los cargó sobre sus asnos porque estaba determinada a salvar a sus hijos, a sus hermanos
y a su esposo. Ella quería impedir que su linaje fuese raído. Después de todo, estos varones no
eran solamente los hermanos y los hijos de Nabal, sino que también eran los de ella.

Cuando ella vio a David, se bajó del asno y se postró rostro en tierra, una respuesta
completamente opuesta a la de su esposo ante el futuro rey. Su resistencia al juicio de David era
comparable a su resistencia al temperamento de su esposo. Su resistencia estaba sazonada con
humildad, y fue servida en el plato de la generosidad. Abigaíl le reveló a David algunos aspectos de
su familia, los cuales no habían sido revelados por Nabal. Su familia no era solamente un lugar de
arrogancia, sino también de humildad y franqueza. Ella reconoció la transgresión de su esposo. Ella
dio a conocer una generosidad que sobrepasó la tacañería de Nabal. Ella le ofreció regalos a David,
y le suplicó que la perdonara mientras que, simultáneamente, ella lo estaba librando a él de la ira
de Dios que se hubiera manifestado si David aniquilaba a toda una población por causa de la
naturaleza mordaz de una sola persona.

Abigail salva.

David le respondió a Abigail: ¡Alabado sea el Señor, Dios de Israel, ¡quien hoy te ha enviado a mi
encuentro! (1 Samuel 25:32).

Ella es llamada, y nosotros somos llamados

El COVID-19 nos ha pasado la factura. Nos ha impedido viajar, reunirnos libremente y realizar
eventos significativos en nuestras vidas. El COVID-19 es tosco, despiadado e indiscriminado.
¿Quién de nosotros, si tuviera una espada para erradicar ese virus de nuestro mundo, no la
tomaría para hacer un intento? Si tan solo pudiéramos hacerlo, entonces la Pascua nos traería de
regreso la pompa, y el verano daría la bienvenida a los encuentros y las vacaciones con los
familiares y los amigos. ¡Si tan solo pudiéramos erradicar ese virus para que nunca más vuelva a
surgir, ni reclame las vidas de nuestros seres queridos, ni ponga en peligro nuestra fuente de
ingresos! Una persona tendría todo el derecho de raer todo rastro de su existencia de la faz de la
tierra.

Excepto por Abigaíl.

Abigaíl, la esposa de Nabal, nos recuerda que, en medio de las situaciones más difíciles, todavía
queda algún bien que merece ser salvado.

Conclusión

Ante la realidad de las cosas toscas y difíciles en este mundo, podríamos vernos tentados a raer el
árbol entero y comenzar desde cero. Abigaíl nos recuerda que debajo de lo tosco se esconde a
menudo la belleza de la resistencia, la generosidad y la humildad. Abigaíl nos invita a profundizar,
a mirar más allá de la superficie, y a hablar valerosamente en maneras que redimen aún a los
lugares en nuestro mundo que desconocen que tienen necesidad de la redención.

Desde nuestras terrazas, nuestros balcones y nuestras ventanas, miremos a los árboles y
aceptemos el desafío de resistir las fuerzas destructoras empleando la valentía y la gracia de
Abigaíl.

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