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HISTORIA DE AFRIC AFRICA O LA ETNICIDAD MANIPULADA INTRODUCCION on el fin de la era bipolar y la defini- C= del proceso de globalizacién nos hacemos testigos de un nuevo acon- tecer internacional que los analistas definen como el periodo deb» retournement du mon- de? con el surgimiento de nuevos actores internacionales que plantean nuevas pautas de intercambio. Las cultura, en este esce- nario, son las nuevas protagonistas de este actuar internacional cuyo eje movilizador son las identidades. Por eso, frente a los mo- vimientos sepatatistas de Europa central, el peso cultural del conflicto ha suplantado en muchas ocasiones lo ideol6gico, lo politico, lo econdmico y lo social. Sin embargo, Africa, el continente por excelencia de los conflictos étnicos o cultura- les, tiene un referente diferenciado ya que la fuerte connotacién cultural de las situaciones conflictivas, que se le ha dado, surgidos en los afios 80's, pone no solamente en dificultad el Labeu A. Madeleine Alingue' proceso de globalizacién sino que cuestiona la universalidad del sistema democritico. Ala marginalizacién econémica y poli- tica del continente del escenario intetnacio- nal se afiade la incomprensién de los nue- vos sucesos culturales. Hablar de cultura en Aftica lleva a la temitica de Ia diversidad éinica. Segin el enfoque dado a la proble- matica africana, en el contexto actual, la li- teratura especializada relaciona lo «étnico» con «conflictividad. Liberia, Somalia, Btio: pia, Ruanda, Burundi, para citar los mas divulgados por los medios de comunicacién, son los casos en los cuales lo «étnico» se vuelve fesponsable del «onflicto». Las tres principales interpretaciones que legan a esta conclusién son: primero, que Africa después de sus dos periodos de lu- chas, la de la independencia y luego la de la guerra fria ha alcanzado su fase de conflic- tividad étnica o tribal; segundo, que el fac- tor étnico es un cémodo y sencillo instru- mento pata justificar el desinterés de las 1 Profesora de la Pontificia Universidad Javeriana, la Universidad Externado de Colombia y de la Universidad de los Andes. Especialista en Africa Subsahariana, 2 Bertsand Badie Le Retournement du Monde, Presse de la Fondation Nationale des Sciences Politiques & Dalloz, Paris, 1995 61 Memoria y Soctepan - Vor. 3, No. 6 Aaki DE 1999 potencias frente al acontecer africano; y tercero que las crisis afticanas no son sinto- mas de descomposicién sino de busqueda de equilibtios’. Equilibrios étnicos después de las perturbaciones introducidas por su historia colonial y descolonizaci6n, la crisis del estado importado con su modelo de otganizacién de la sociedad, crisis de los conceptos como los de «Naciém, por la adecuacién de diferentes comunidades ét- nicas bajo un sistema politico comin, con- secuencia de la delimitacién arbitraria de las, fronteras y por el concepto de «desarrollo» con la reinvencién de las formas de funcio- namiento de la economia. En este estudio me dedicaré, en una pri- mera parte a observat y analizar los sucesos y procesos de las identidades étnicas durante el periodo colonial para resaltar sus diferentes interpretaciones; en segundo lugar, enfatizaré sobre cémo los colonizadores rompieron los equilibrios existentes para adecuatlas a sus administraciones. Y, en una ultima parte, exa- minaré los mecanismos de integracibn 0 de exclusién aplicados por los nuevos Estados para manejar el delicado tema étnico. Este anilisis tiene por objetivo plantear, bajo la éptica poscolonial, que la coloniza- cién ha sido el factor principal de la crea- cién del sentimiento étnico como arma de segregacién o desintegracién dentro de un sistema donde las fisiones o fusiones cultu- rales eran, segiin los principios de convi- vencia existentes dentro de los sistemas po- liticos precoloniales africanos, las formas mas saludables de vivir la diversidad étnica DE LA DIVERSIDAD HOMOGENEA A LA SEGREGACION INVENTADA A finales de los afios 50 hasta mediados de los 70, se iniciaron los procesos de inde- pendencia de los pueblos africanos. En to: dos los nuevos paises la prioridad radicé en la construccién del Estado- Nacién. Para los nuevos paises independizados la mayor problematica heredada de la colo- nizacién fue y es Ia delimitacién arbitraria de los territorios. E] nuevo disefio de las fronteras, consolidado a través de la Con- ferencia de Berlin en 1884, rompié la con- tinuidad de ciertas sociedades indigenas y reuni6 otras que nunca habjan convivido anteriormente bajo un mismo sistema polt- tico. Muy pocos son los casos en los cuales Ja delimitacién territorial coincidfa con los limites politicos de las sociedades indigenas* Excepciones dicientes que deberian ser in- vestigados, son los casos de Lesotho, Swazi- landia, Ruanda y Burundi. Asi, antes de la penetracién europea en el continente, las fronteras de las sociedades indigenas eran fluidas y permeable, y las f- siones 0 fusiones eran muy comunes. Un imperio tan grande como el Mali medieval - de superficie superior a la Europa no rusa- estaba encuadsado por los Maninka o man- ding, pero en su seno se hallaban pueblos pastores como los Pehl o Fulbé, agricultores como los Takruri y Wolof, pescadores como los Somono y Sorko ¢ incluso antiguos rei- nos que preservaban sus instituciones y ejér- citos como los Soninké de Dia y los Sonray de Gao. Otro ejemplo es los Karanga del Mwene Mutapa (El sefior de las Conquistas) en el sudeste continental, quienes en el siglo XV controlaban militarmente todo el curso medio y bajo del Zambeze, manteniendo sometidos a los pueblos que les habian pre- cedido en el rea, pero procurando muy di- plomaticamente que la esposa principal del rey fuese siempre una Tonga, una mujer de los antiguos pobladores vencidos ‘Tampoco, en el siglo XVI, la hegemo- nia politica de los Sonray en el Niger medio 3 Howard W.Prench, «Emerging Regional Powers Challenge Aftica’s» en New York Times, 24 Oct.1987 4 Michel Foucher, Fronts et Frontieres: Un Tour de Monde Geapolitigne, Payard, Paris, 1991,pp.44 62 MEMORIA ¥ SoctEDaD - VoL. 3, No. 6 ABRIL DE 1999 suponfa la imposicién de una lengua ni la unifotmidad teligiosa o judicial sobre pue- blos tan dispersos como las ciudades Haous- sa, el Agadés de los Touareg o las ticas ciu- dades mercantiles de Djenné y Tombuctu. En el Africa clisica, los sistemas politicos vivian la diversidad como un hecho nor- mal, sin excesivas fricciones. Lapenetracién europea, resultado prin- cipalmente de los cambios de las condicio- nes politicas y econémicas mundiales, y la obsesién por acaparar los bienes materiales daré a la relacién euroafricana un matcado acento mercantil. El establecimiento gene- ralizado de plantaciones en América y el ex- terminio de gran parte de los pueblos ame- tindios definiré la demanda, en propotcio- nes industriales, de esclavos africanos con- sidetados buenos agricultores y bien adap- tados a los climas tropicales. La colaboracién de los podetes coste- ros negroafricanos - estatales y de clanes - para fortalecer su prestigio y riqueza con- dujo a un sistema endémico de guerras. Ade- més, con la militarizacién genetalizada de los pueblos entre los siglos XVI y XIX, la posibilidad de conquistas para la obtencién de mano de obra esclava para la exporta- cién generé tensiones inter-clanicas y sobre todo llevé a un lento proceso de crispacién social paralizando Ia demografia (se estima en més 0 menos 200 millones las deporta- ciones humanas a lo largo de los cuatro- cientos afios de trata negrera; de los 95 mi- llones de habitantes en el continente en 1550 el censo del afio 1900 estimé solamente 90 millones), brutalizando los comportamien- tos y banalizando la vida humana. Los pue- blos de la zona fueron sin excepcion afec- tados por la guerra, la inestabilidad, el en- durecimiento en las reacciones de depen- dencia, el abandono de numerosas tareas agropecuatias, la marginacién y la transfor- macién del pensamiento religioso y artisti- co en sistemas de terror y coaccién. Dados estos antecedentes, la experien- cia colonial, que duré menos de 100 afios, establecera en Africa subsabariana nuevos mecanismos de intercambio y dominacién del continente. El acercamiento a las poblaciones indi genas fue un acercamiento indirecto, a tra- vés de los jefes estatales 0 clinicos para mantener controladas las poblaciones indi- genas. Con mayor o menor propensién al centralismo administrativo, los colonizado- res tuvieron que llegar a acuerdos con los jefes politicos y religiosos, sin cuya colabo- raci6n las revueltas habrian liquidado cual- quier beneficio. ¥ esto no fue suficiente, porque tuvieron que recurrir a la forma- cién escolar de pequefios nticleos de africa- nos pata desempefiar un papel subalterno en la administeacién, el ejercito y en tareas de interpretes; eran grupos de occidentali- zados capaces de entender la légica moder- na colonial y las maneras tradicionales afri- canas de pensamiento y de accidn. A esto se llamé la politica de «asimilacién» de los franceses 0 la indirect rule» (gobierno indi- recto) de los ingleses. El pequefio sector de occidentalizados, salido de escuelas piiblicas o misioneras, tendria siempre una fancién ambivalente para el sistema colonial: de un lado, eran teconocidos por la poblacién como jéve- nes en ascenso social y por lo tanto bien situados para facilitat favores y ayudas; del otro lado, tenfan de s{ una alta concepcion en cuanto a modernizadores de sus pue- blos, aquellos que juzgaban atrasados se- gin la éptica de sus maestros. Esta ambi- valencia se reflejaba en sus labores, pues- to que ayudaban a la preservacién de la ley y del orden, transformando las leyes iviles tradicionales en beneficio del poder colonial, imponiendo impuestos y prove- yendo hombres para los requetimientos de construccién. Los occidentalizados nunca perdieron la conciencia de su peso politico en el conjunto de la poblacién, en cuyo seno buscaron apoyo en la lucha para la independencia, pero sobre cuyos compor- tamientos tradicionales tenian graves re- paros. Esta ambigiiedad fundamental, for- jada a comienzos de nuestro siglo, sigue 63 ‘Memoria y Soctepap - VoL. 3, No. 6 ABRIL DE 1999 siendo hasta nuestros dias el taln de Aqui- les de los paises africanos, fracturados en- tre minorias occidentalizadas que suefian con una modernizaci6n al estilo colonial y la mayorfa de la poblacién que no entien- de ni el individualismo ni la concepcién ca- pitalista del trabaj Dado los imperativos de la administra- cién colonial, a estos dos primeros sistemas de divisién, el del apoyo del los jefes y el de Ia creacién de un sector de occidentaliza- dos, se afiadirén otros que agudizaran las tensiones interétnicas. Primero, la localizacién de las zonas de explotacién comprobé que el impacto de las leyes coloniales variaban dentro de los tettitotios: lo més tipico era que las zonas costeras fueran propicias a desarrollos ad- ministrativos mas importantes, con mayor actividad comercial y una presencia educa- tiva y religiosa mas intensa. Casos como los de Costa de Marfil y Nigeria, en donde los nortefios fueron desvinculados de los pro- cesos de desarrollo, o Kenya con los Kiku- yu, el Congo Belga, Chad, Ruanda’. Las poblaciones desfavorecidas guardaron re- sentimiento frente a los psivilegios lo que refotz6 el sentido étnico para la lucha en procura del reconocimiento politico y de tuna mayor redistribucién econémica. Segundo, el funcionamiento de la es- tructuta colonial dependia mucho del papel de los jefes, pilares e intermediarios obliga dos de la dominacién, lo que levé a los colonizadores a pensar que las poblaciones necesitaban ser dirigidas por jefes naturales © a inventarlos en casos donde no habfan. El caso més relevante es el de Surdfris para controlar el retorno de las poblaciones a sus lugares ancestrales después de las re~ beliones del Mefcane, los europeos crea- ron una forma de indirect rule, reagrupando estas poblaciones en reservas. Como no te- nian un representante tinico, los adminis. tradotes europeos, pensando en esa supuesta necesidad de los pueblos a ser gobernados por jefes, nombraron como tepresentante nico de diversas comunidades étnicas un occidentalizado con poderes de control lo- cal. Asi, la invencién étnica sitvié a los inte- reses del sistema de dominacién. Esta dindmica de reagrupamiento lle- v6 igualmente a la creacién de lenguas ver- naculares 0 «patoby, que con el paso del tiem- po llevaria las poblaciones a una identifica~ cién con un grupo lingiiistico, como el Sw- ahili en Kenya o el Funigalore en las zonas mineras de Suréfrica. EL “INTERCAMBIO HEGEMONICO” Ala hora de la independencia, el lider nige- iano Obafemi Awolo decfa en 1947 que Nigeria era «una mera expresién geogrdfi- ca»; la problematica era crear una identidad nigeriana. La diversidad interna de Nigeria y los problemas que revelarian para la cons- truccién de la Nacién eran comunes a los nuevos estados independizados. Compara- tivamente hablando, los estados europeos enfrentaron estas contradicciones cultura- les de manera muy distinta pues el tiempo y Jos mecanismos de integracién nacional se fueron dando de forma progresiva. Es de- cit, que los logros obtenidos se dieton a fuerza de luchas graduales, en el contexto de unas condiciones socioeconémicas defi- nidas que podian permitir los avances al nivel de consolidacién de una cierta identi- dad nacional. La situaci6n afticana después de las independencias era muy distinta, pues Afri- ca no habia tenido tiempo de madurar sus procesos evolutivos; al contrario, la posicién 5 David Welsh, The Roots of Stgryation, Oxford University Press, Londres, 1971,pp.7-30. 6 Expresin tomada de David Rotchild en Politics and Society in Contemporary Africa, Boulder: Lynne Rienner, Nueva York,1992, pp.127 ‘Memoria ¥ SocteDab - Vol. 3, No. 6 ABRIL DE 1999 afticana siempre fue de reaccién a situacio- nes externas (la penetracién europea con sus resistencias armadas, el repliegue hacia si por proteccidn o la colaboracién con el imperialismo econémico y cultural europeo), en donde nunca hubo conformacién de entidades administrativas estatales que hu- bieran podido canalizar las diferentes fuer- zas étnicas bajo el solo lema de la creacién de la nacién. En Africa el subdesatrollo eco- némico, la escasez de recursos humanos calificados, las estructuras administrativas establecidas por el poder colonial eran in- adecuadas para ofrecer la posibilidad de un desarrollo propio. Estos fueron los elemen- tos encontrados por los nuevos ditigentes para la formacién y consolidacién del con- cepto de la Nacién. Adicionalmente, al ob- tener sus independencias los estados africa- nos en su mayoria se dotaron de institucio- nes democriticas. Cabe afadir que la pre- paracién de los occidentalizados para ma- nejar la autonomia gubernamental ofrecida por los poderes coloniales variaba: los in- gleses y los franceses hicieron mas que los belgas, que intentaron algo en los tiltimos afios de su dominio, y los portugueses quie- nes no hicieron nada. En el marco de los estudios sobre etni- cidad en Africa subsahariana, una de las tendencias mas importantes ubica el origen de la etnicidad en el periodo colonial. Auto- tes como Jean-Francios Bayart sostienen que da consolidacién de las identidades étnicas son incomprensibles si son separadas del régimen coloniab’’ esta afirmacién esta fun- damentada en los trabajos de Leroy Vail en su libro «a creacin del tribalismo en Africa Subsahatiana quien afirma que «la ibid., pp.7,12,13. etnicidad no es un residuo cultural natural sino una creacién ideolégica calculad*. Esta teorfa «constructivist a pesar de dar respuestas més profundas que las teo- rfas «primordialistas» (etnias rigidas) ¢ «ins- trumentalistas» (manipulacién total del papel de las etnias), no resuelve todas las inquietu- des sobre, por ejemplo, las diferencias en las decisiones ideol6gicas tomadas por individuos que aparentemente han tenido trayectorias similares. Ejemplos no faltan: a finales del siglo XIX, en el Natal, la clase de los peque- fios burgueses africanos despreciaba el «tra- dicionalismo» y como buenos ctistianos bus- caban adquirit un estatus equivalente al de Jos colonos. Alcanzarlo significaba distanciarse al maximo socialmente de sus origenes y fa- miliares. En Kenya, la base fandamental de has agitaciones politicas Kikuyu era la Aso- ciacién Central de los Kikuyu (cteada en 1924), en el cual Jomo Kenyata era una fi- gura ditigente. Pero como lo sefiala David ‘Welsh, solamente cuando la Asociacién fue considerada ilegal, sus disigentes apoyaron la Unién Africana de Kenia (creada en 1944), una organizaci6n que reivindicaba los dete- chos de todos los africanos en una base étni- ca mucho mas amplia. Es obvio que el poder colonial jugé un papel importante en la creacién de las etni- cidades: de un lado, las disputas son tauto- l6gicas puesto que el concepto de etnicidad es por definicién un concepto relacional. El hecho que las estructuras administrativas coloniales reagruparan una diversidad muy amplia de comunidades étnicas en espacios definidos, hacia que las interacciones entre ellas fueran inevitables, dando por sentado que las sociedades precoloniales no eran Jean Francois Bayart, L'Etat en Afrique; la Politique du Ventre, Fayart, Pais, 1989, p51 Segiin el trabajo de Craford Young en The Politics of Cultura! Pluralism, University of Wisconsin Press, 1976, Leroy Vail propone tna nueva versidn al entendimiento global de la problemitica étnica en el Africa, pues introduce el petiodo hist6rico de la colonizacién que nunca habia sido considerado por los analistas como elemento formador de las etnicidades. Para muchos autores la preservacién de los grupos étnicos era tepresentativo de la poca capacidad africana a establecer viaculos con otros grupos y por ende de su arcaismo. 10 Welsh, The Roots fo Segreeation, pp.94-319 65 Menoria y Soctepan - VoL. 3, No. 6 ABRIL DE 1999 estaticas sino dinamicas, con la existencia de relaciones comerciales y de alianzas rea lizadas en periodos de guerras. Generalmente todo proceso de fisio- nes y fusiones, conquistas, dominaciones y absorcién sugiere que las fronteras son flui- das y permeables, contrario a lo que el con- cepio primordialista de etnicidad nos quie- xa sugeris. En muchos casos la contribucién del poder colonial a la etnografia fue directa. Los Igbo en Nigeria y los Kikuyu en Kenya son casos de sociedades indigenas que se conso- lidaron realmente s6lo después de las presio- nes europeas y estructuradas en movimien- tos politicos". El sentido de ampliacién de las comunidades Igbo o Kikuyu sucedié tni- camente en reaccién a la dominacién colo- nial (apuntando a que conceptos como los de Igbo, Ovambo, Kikuyu, Xhosa o Shona no hacen referencia a grupos solitarios y monoliticos sino a unas categorfas amplias y fusionables). Los Mfengu en Surdfrica son ‘una amalgama de poblaciones diseminadas por las revueltas y asociados con los Mfeca- nee y localizados en el Ciskei"®. ‘Aan mis relevantes son los casos de creacién éinica por equivocacién. El ejem- plo clisico es el de los Ngala en Zaire. Ngala fae el nombre utilizado por los comercian- tes y exploradores europeos pata definir a los riberefios en la costa norte del Congo, denominacién que progresivamente se trans- formé en un termino genético de los euro- eos para describir los africanos de la zona, eclutados al servicio del estado y apostados alrededor de las misiones o en las fronteras. Eso llev6 a una identificacién de los africa nos que tenian estas caracteristicas sociales ‘Sin duda alguna, la administracién colo- nial deliberadamente establecié bases para no creat un sentimiento de nacionalismo terti- torial. En Nigeria, por ejemplo, el noste y el sur fueron deliberadamente dejados a un relativo aislamiento para que no hubiera in- tentos de promover un amplio sentido de pertenencia. En Sudan, otro escenario de conflictos, los arabes del norte y los negros africanos cristianos ubicados en el sur eran administrados por separado, gozando las tres provincias del sur de un estatus de desarro- Ilo especial. El Islam dominaba en el norte y los misioneros convertian a més del 25 % de las poblaciones del sur. La paranoia de una posibilidad de organizacién nacional llevé a Jos ingleses a no dejar circular libremente la poblacién entre las dos regiones. Un caso mis, concreto, en las negociaciones que conduje- ron a la independencia de Nigeria en 1956, los ingleses negociaron separadamente con los nortefios quienes obtuvieron de estos la renuncia a mantener el estatus especial del sur. La consecuencia, entre otras razones, es Ja continua guerra civil en la regién. En otras regiones en donde los conflic- tos violentos son endémicos, los europeos tienen una responsabilidad similar. En Burundi y Ruanda, por ejemplo, la adminis- tracién colonial belga puso en desequilibtio el delicado balance sobre el cual los Hutus y los Tutsi se basaban. Segtin René Lemar- chand” los Belgas entendieton que la estruc- tura tradicional en Burundi era un sistema de estratificacién mucho mis tigido que el de Ruanda. Manteniendo sometido el tradi- cional poder Hutu frente al sistema monér- quico de los Tutsi, el estado colonial alteré el sistema politico preexistente de acopio en be- neficio de los Tutsi y aseguré que el frégil balance entre la cohesién y la crisis evolu- cionara en direccién al conflicto. Lemar- chand refuta la idea de que las raices del conflicto entre Tutsi y Hutus estén basadas 11 David Welsh, Etnicity in Sub Saharan Africa», International Affairs, 72,3,p.481 12 Ibid,p. 481 13. René Lemarchand, «Burundi in comparative perspective: dimensions of etnic strifen, en «The Politics ‘of etnic confiict regulation» de John Mc Garry y Brenda O Leary, Routledge, Londres, 1993, pp.155- 156. 66 I i | Memonta ¥ Socispap - VoL. 3, No. 6 apRiL DE 1999 en el pasado precolonial y afirma que el ini- cio fue la competencia desencadenada por Ios procesos post-independistas. En el caso de Uganda, el tratamiento especial acordado a Baganda y la aplica- cién de la indirect rule a ciertos imperios han complicado seguramente la biisqueda de un sentido mas amplio de la identidad Ugandesa. Una sorprendente mayoria de las poblaciones de Baganda boicotearon las elecciones pre-independistas de 1962 y si- guieron afirmando y reivindicando su es- tatus especial hasta el golpe de estado rea- lizado por Milton Obote en 1966, quien normalizé la situacién con respecto a las otras regiones. El autor D. A Low escribe que «sin lugar a duda la experiencia colo- nial reafirma el sentido de identidad de Baganda, manifestindose a través de ten- siones y revueltas en contra de los Ingle- ses, y propiciando movimientos separatis- tas después de la independencia»"*. La administracién colonial pudo desa- rrollarse tinicamente a través de Ia cultura de la diferencia y las particularidades de las sociedades colonizadas, por lo que los in- tentos de «nacionalismo» eran percibidos con desconfianza y considerados peligrosos. Con escasas excepciones, los ditigentes comprometidos en la construccién de la Nacién evitaron toda posibilidad de fede- racién y de otorgamiento de derechos a las minorfas y a otras etnias que buscaban limi- tar el poder de los partidos dirigentes. En Nigeria, la federacién era inevitable dado que el movimiento nacionalista, contemplan- do amplias porciones de la poblaci6n, fun- dament6 sus politicas promoviendo un sis- tema que les protegiera de una dominacién hegeménica La idea de federalismo fue casi undni- memente rechazada por los nuevos esta- dos, que la consideraban una trampa neoco- lonial, un dispositivo para asegurar que las regiones mejor dotadas continuarian sien- do dominantes econémicamente y asi limi- tar los movimientos secesionistas. De forma similar, los nuevos estados denunciaton el «tribalismo» como un mal que debia ser atacado. La Constitucién de independencia de Namibia de 1989 va tan lejos que lega a afirmar que el «tribalismo» es un «flagelo» y una «patologia» y estipula que el Parlamento y el Gabinete deben es- tar atentos contra su surgimiento. El nuevo gobierno de Mozambique declar6 en 1975 que era necesaria una ruptura radical con lo tradicional, fenémeno asociado al colo- nialismo. La constitacién estipuld, en con- secuencia, la eliminacién de «las estructuras tradicionales y coloniales La imposicién del sistema del partido tinico fue considerada como la necesidad més efectiva para promover la cohesin nacional, pero se puede afirmar que, en el contexto de busqueda de liderazgo, este sistema suministraba la forma més legal de eliminar la oposicién; ademas, las ta- cionalizaciones invocadas se fundamenta- ban sobre el hecho, o pretexto, de que los partidos de oposicién eran adivisores», por estat basados en grupos étnicos y/o apo- yos regionales, lo que efectivamente se podia corroborar. A pesar del apoyo de la Otganizacién de la Unidad Africana, que declaté inalterables las fronteras, la para- noia respecto de los movimientos secesio- nistas perdurd, pues la lucha por la inde- pendencia de las regiones como el Katan- ga o el Biafra continuaba. La etnicidad ha podido ser un produc- to heredado del periodo colonial, como lo afirman autores como Bayart, pero su ma- yor estimulo proviene ciertamente de las politicas competitivas. La utilizacién de la etnicidad como fuente politica ha levado a muchos autores a calificarla de «instrumen- to» étnico e insistir en su factor inventivo 14 DA. Low, Baganda in Modern History, Weidenfield and Nichols, Londres, 1971, pp.233-234. or ‘Menonia y Sociepan - Vo. 3, No. 6 aril. DE 1999 (como en el caso de Ngala) o en su apari- cién por equivocacién, Sin embargo, los casos de cteacién étnica, como pura inven- cién 0 por imputacién, son excepcionales y todas las etnicidades no pueden ser consi- deradas de forma similar. ‘Tratindose de la evaluacién politico- ideolégica de la etnicidad en Africa en nues- tros dias, se podria referit el nuevo fend- meno de «tribalismo politico» utilizado por os propios estados para sentar su poder a nivel interno. El llamado «tribalismo politi- co» es un proceso que est destruyendo toda posibilidad de vida civil en comin, expan- diendo el odio y Ia guerra entre los pueblos, bajo el signo de la identitarismo étnico mas feroz. Casos como los de Liberia, Somalia, ex Zaire y, en grado menor, Ruanda son expresiones de las violencias promovidas por este tribalismo politico. Los lideres, en sus empresas politico-militares, son apoyados por una importante reserva de combatien- tes potenciales. Las estrategias de etnizacién promovidas por los cftculos en el poder han confetido al discurso de identidad un im- portante poder de movilizacién. La exclu- sidn selectiva de ciertos grupos étnicos, lue- go la monopolizacién de los recursos politi- cos y econémicos ha asignado un matiz po- litico-econémico a la pertenencia étnica. Esta movilizacién identitaria es favorecida por la crisis de la juventud en paises como Li- beria y el Congo, en los cuales las facciones reclutan la mayorfa de sus combatientes. De hecho, en el campo como en las ciudades, los jévenes viven una situacién de doble marginalizacién. De un lado, se rehusan al trabajo de la tierra y al sistema de domina- cién tradicional; de otro lado, no Ilegan a integrarse en el niicleo urbano por falta de formacién profesional. Enfrentados a la problematica del desempleo y excluidos de las redes faccionales quienes han monopo- lizado el aparato estatal y los sectores ren- tables de la economia, la juventud huyendo del campo se vio excluida de las ciudades. Enganchandose en una facci6n, los jvenes adquieren una «profesiém» - la del comba- tiente- que les saca de esta encrucijada. Mas alla de las retribuciones materiales, los j6- venes combatientes adquieren un estatus social y una identidad">. Los ejemplos demuestran cémo la et- nicidad ha sido manipulada como recurso politico. Confrontados a los movimientos Etnicos radicales, los sistemas politicos afti- canos han tenido que institucionalizar for- mas de integracién. El nuevo intento lleva el nombre de «intercambio hegeménico». Donald Rothchild lo define asi: «El inter cambio hegeménico no es simplemente un caso de coordinacién (0 control) centraliza- da pues el Listado Africano se identifica por su debilidad y tiene poca capacidad de im- poner unilatcralmente sus decisiones sobre los grupos etno-regionales; no es tampoco un caso de negociaciones directas con los lideres étnicos elegidos libremente, pues la competicién libre y partidaria fue simple- mente marginada. Mas bien, como un sis- tema ideal, el intercambio hegeménico es una forma de coordinacién facilitadora del Estado, en la cual el supuesto estado cen- tral auténomo y un numero menos impor- tante de grupos étnicos regionales y otros intereses estin comprometidos en un pro- ceso de acomodacién mutua, sobre la base de procedimientos, normas y reglas de com- prensién comunes»"* Esta perspectiva de interaccién politi- ca tiene como ilustracién dos casos: el de Kenya y el de Costa de Marfil. En ambos paises los lideres en los 60’y los 70° (Jomo Kenyata y Houphouet Boigny, respectiva- mente) aseguraron que los miembros de sus gabinetes y partidos reflejaran cierta diver- 15. Jean Christophe Ruffin «Les conflits africains: Decadence et risorgimento?» No 23 Automne 1996, Relations Internationales et Strategiques 16 Naomi Chazan, Robert Mortimer, John Ravenill y Donald Rotchild, Politics and Society in Contemporary Africa, Lynne Rienner, 1992, Londres, p.127 68 i | } ‘Meworta y Sociepan - VoL. 3, No. 6 ABRIL DE 1999 sidad étnica'. Un aspecto esencial al mo- delo desarrollado, es el papel del interme- diatio étnico, cuya funcién es la de repre- sentante de los intereses y reclamos de sus constituyentes étnicos. Muchas de las ac- tuaciones de las asociaciones y los partidos étnicos pueden ser asimiladas como de gru- pos de interés. Este rol, segiin los procesos, mostt6 una capacidad de elasticidad para sobrevivir y adaptarse a los cambios de re- gimenes. En Ghana, por ejemplo, los inter- mediatios étnico-regionales se han distingui- do pot su continuidad, primero, en el breve periodo de democtacia parlamentaria pos- terior a la independencia, manteniéndose durante el sistema de partido tinico con Nkrumah, luego bajo un periodo semi-de- mocritico y, por tltimo, bajo el régimen militar. Virtualmente, los gobiernos siempre han tenido que tratar con las instituciones politicas ttadicionales. A pesar que las jefa- turas fueron manipuladas y explotadas a beneficio del control colonial, éstas han so- brevivido de forma notoria. En Mozambi- que, en donde el partido dirigente (FRE- LIMO) ha institucionalizado la eliminacién de las jefaturas y los demas movimientos nativos, ha tenido que tratar con ellos para construir «el material y la base ideolégica de una sociedad socialistay. En Namibia”, a pesar de la hostilidad al «tribalismo», el gobierno SWAPO adopté una actitud mu- cho més pragmética proponiendo la inte- gracién de los jefes tradicionales en la fun- cién publica y la reestructuracién del siste- ma de sucesién por elecci6n o nombramien- to por consenso de las comunidades. Muy pocos son los estados que han podido ma- nejat la etnicidad de forma democratica. De los pocos casos se puede citar Bostwana y la Isla Mauricio, quienes han tenido las ven- tajas de un desarrollo econémico continuo. En la mayoria de los casos, los setios pro- blemas econémicos y las duras restriccio- nes de los programas de ajuste estructura- les han exacerbado los conflictos, empeo- rando los equilibrios regionales que son la fuente primaria de las tensiones étnicas. CONCLUSION El detrumbe del Estado en Somalia, la im- plosién del Estado en Liberia, el genocidio en Ruanda, el conflicto endémico en Burun- di, el conflicto sin fin en Sudin y el fracaso de los regimenes, sean democtiticos 0 mili- tares, en Nigeria, todo lleva a afirmat el fra- caso masivo en el manejo de la etnicidad. No se puede afirmar que para realizar Ja construccién de la nacién la mejor y mas beneficiosa solucién sea la adecuacién del desarrollo econémico con procesos de aco- modacién politica. Sin embargo, es cierto que la etnicidad encierra temas de division de clases y que la miseria econémica agudi- za los conflictos étnicos. Los conflictos, de todos modos, son mas manejables en cir- cunstancias de desarrollo econdmico. Lo que se puede concluir del examen de los proce- 505 de desatrollo de los estados es el fraca- so de la construccién de la Nacién. A pesar del entusiasmo post colonial de los 60s, en ningtin espacio los métodos promulgados para la construccién de la nacién han mos- trado ser efectivos para crear una unidad alrededor del concepto importado de Na- cién. La etnicidad ha encontrado un nicho en nuestra intransigente realidad. Quizé, las soluciones radicales sean necesatias. Wole Syinka”, el escritor nigeriano, afirma que: «deberiamos sentarnos con reglas redondas y compés para definir las fronteras de las 17. Jeremy Harding, Smal! wars, Small mercies journeys in Africa Disputed Nations, Penguin, Londres, 1993 18 Tbid.,p253, 19 Joshua Bernard Forrest, «Etnic- state political relations in post- apartheid Namibia», Journal of Com- ‘romuealth and Comparative Politics, Londres, 32:3, 1994 20 The Economist, 10 sept.1995,p.14, 69 ‘MewontA ¥ Soctepan - VoL. 3, No. 6 ABRIL DE 1999 naciones afticanas. Si realmente hubiéramos pensado evadir estas redefiniciones de las fronteras con la sola creaci6n de la Organi- zacin de la Unidad Africana (QUA), segu- ramente el caso de Ruanda no nos hubiera hecho conscientes de forma tan brutal de la necesidad de este reto histéricon. Quizé, se esti esbozando un comienzo con Ia independencia de Eritrea, y con la aceptacién por Etiopia de un regionalismo etnocultural"'. El derrumbe de Sudan por incompatibilidad de culturas levaria al mas prudente de los analistas a promover la par- ticién arbitraria. Si las soluciones radicales fueron propuestas en los casos més deses- perados, medidas mis moderadas podsfan dar a los Estados esta posibilidad democré- tica anhelada. El caso de la isla Mauticio puede ser un ejemplo. Las soluciones pro- puestas por Surifrica - reduccién de las ri- validades politicas con consecuencias posi- tivas para alcanzar la estabilidad politica, arreglos para compartir el poder -, pueden ayudar a la estabilidad y reducir los descon- tentos, fuente de conflicto interétnico. La resoluci6n de los conflictos en Afri- ca subsahariana tiene un marco que va mucho més alla de la mirada de lo étnico. Sea tribal, étnica o nacional la identidad es el garante del desartollo de los pueblos afti- canos y es esencial el reconocimiento de las sesponsabilidades para buscar soluciones propias. La Historia no se puede rehacer pero puede ser mejorada. SOOOO 21 Politique Africaine, No. 65, 66, 67. Karthala, Paris. 70 i i t

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