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DArena ActoHomenaje ParlamentoMontevideo 11abril2012
DArena ActoHomenaje ParlamentoMontevideo 11abril2012
11 de abril de 2012
Esto quiere decir que tenía propensión a las ideas anarquistas. Los ideales de la justicia y
de la igualdad eran los que predominaban en el pensamiento de Domingo Arena.
No vamos a extendernos mucho, señor presidente, porque evidentemente otros señores
ediles quieren hablar.
Podemos decir que hubo tres grandes vertientes en esa época que le toca vivir a
Domingo Arena. Una es que en Europa surgen los nacionalismos, la necesidad de los
estados nacionales en la ruptura con el feudalismo. Por lo tanto, aparece la concepción
del Estado y la nacionalidad, y de ahí la lucha por la unidad italiana. A partir de la
Segunda Guerra Mundial surge la República Italiana; mientras tanto, Víctor Manuel I y
Víctor Manuel II eran los reyes de la monarquía italiana. La República Italiana surge luego
de la derrota del fascismo de Mussolini después de la Segunda Guerra Mundial, pero la
bandera de la república fue levantada en 1870, cuando nace Domingo Arena.
La concepción del Estado es la idea esencial con la cual se mueve José Batlle y
Ordóñez, y naturalmente Domingo Arena se suma en la necesidad de generar una
identidad nacional y, a su vez, una estructura económico-social en la cual el estado actúe
en la sociedad. La anarquía en la producción pasa a dar lugar a la inversión planificada,
al contralor. De ahí la problemática social, porque ese desarrollo estatal va generando
fuentes de trabajo, nuevas inversiones, nuevos relacionamientos económicos y una
estructura económico-social de nuevo tipo. Por lo tanto, se genera en el Uruguay la
aparición de los obreros. Ya no están los saladeros, aparecen los frigoríficos, grandes
masas de trabajadores. Hay que ver la oratoria de Domingo Arena en defensa de los
obreros de los frigoríficos del Cerro, las huelgas de los obreros de los frigoríficos. O sea
que aparece la cuestión obrera como un gran ingrediente de la vida nacional en un país
esencialmente ganadero, y eso se nota luego en la correlación de fuerzas dentro del
Senado de la República, dentro del Parlamento nacional. La cuestión obrera pasa a ser
un eje esencial de la prédica de Domingo Arena. Él no era marxista; tenía que polemizar
con don Emilio Frugoni, fundador del Partido Socialista, y tenía que polemizar -se ve en
las actas, él lo menciona- con los diputados comunistas de aquel entonces. Sin embargo,
tenía una grandeza para concebir la política… Él pensaba que las diferencias no alejaban
a los hombres sino que los acercaban. Por eso murió sin tener un solo enemigo personal:
porque cultivó ideas, cultivó acción, cultivó política y cultivó relacionamiento.
La otra pata, el tercer eje -mencioné dos-, era el concepto de igualdad. Partía de
principios esenciales que arrancan en la Revolución Francesa: libertad, igualdad y
fraternidad. Domingo Arena hizo un apostolado de la igualdad, de la igualdad de
derechos políticos. La necesidad de que la mujer tuviese matrimonio pero también
divorcio; Batlle implementó, hizo propaganda por el matrimonio, pero generó la
posibilidad de que la mujer no estuviese atada, sometida por el marido. De ahí la Ley de
Divorcio. Igualdad de derechos políticos, igualdad de derechos sociales, igualdad de
derechos económicos. En la discusión sobre la Ley de Ocho Horas el argumento que da
Domingo Arena es que hasta los bueyes se cansan. ¿Cómo no se va a cansar un obrero
trabajando más de ocho horas? Polemizó con el señor Gustavo Gallinal.
Tenía un profundo sentido de igualdad, pero no de igualdad hacia abajo, sino de igualdad
hacia arriba. A su vez, no era un hombre que pensara que el capital era el enemigo, no;
él concebía la necesidad de que el capital y el trabajo estuvieran integrados y lo que ello
significaba.
Quiero referirme brevemente, señor presidente, a una comisión presidida por Hugo Cores
-miembro informante-, e integrada por Daniel Díaz Maynard, Antonio Guerra Caraballo,
Luis Hierro López -informante-, Agapo Luis Palomeque, Ricardo Rocha Imaz, Alejandro
Zorrilla de San Martín, que permitió que el Parlamento nacional imprimiese libros sobre
Batlle y Ordóñez, de los cuales extractamos algunas anécdotas de la vida política
partido cuentan con una de sus columnas, con uno de sus pilares, con un referente
donde abrevar cada día para reencontrarnos con una fuente inspiradora del pensamiento
de justicia social e igualdad que ha inspirado la mejor tradición del Uruguay.
Muchas gracias.
(Aplausos)
algo realmente muy importante para la época que se vivía. También coinciden en decir
que era una persona bohemia, aunque de carácter afable y de una lealtad incorruptible.
Fíjense si será importante, porque esos valores, que hicieron a nuestro país, muchas
veces -yo diría que casi siempre- son olvidados y desconocidos por los hombres y
mujeres que tratamos de hacer política.
Todos han coincidido en que Domingo Arena era una persona sensible, que estaba
siempre del lado de los débiles. También se ha dicho que es difícil leer las actas de sus
discursos sin emocionarse, porque siempre estaba al lado de los más débiles, de las
mujeres, de los niños y no solo de los obreros. Estaba siempre no solo a favor de los
obreros y de las huelgas, sino de los derechos de todos los desvalidos del Uruguay, de
todos los desposeídos.
Todos coinciden en que el doctor Domingo Arena tenía una característica que yo admiro.
Él era amigo de su líder, don José Batlle y Ordóñez, pero todos coinciden al decir que no
era una amistad basada en decirle a todo que “sí”. No le decía siempre “Sí, don Pepe,
está bien”, sino que era un hombre que podía discutir con don Pepe, que podía
intercambiar ideas con Batlle y Ordóñez, que defendía los principios de laicidad, un tema
no muy común y realmente resistido por gran parte de la población del momento. Pero
-volviendo a lo que dije primero sobre Domingo Arena-, lo hacía siempre con un carácter
afable y con buen humor. Es decir que, además de todo, era una persona de bien.
Por otra parte, era una persona que dedicó la vida entera a todas estas cosas que
estamos diciendo. No leí mucho sobre su vida privada porque no encontré bibliografía,
pero sí leí que quedó viudo muy joven. Su esposa falleció al poco tiempo de haber
contraído matrimonio. Aunque él consideraba que el matrimonio no era necesario -al igual
que su amigo José Batlle y Ordóñez-, consintió en casarse por la Iglesia porque su
esposa así se lo había solicitado. Eso también habla de honestidad, de hombre de bien,
de hombre derecho. Lamentablemente, al poco tiempo, cuenta la historia, él perdió a su
esposa. Fue así como le dedicó el resto de su tiempo a trabajar por el país y por los
desposeídos. Probablemente, eso también haya incrementado su aspecto bohemio y un
poco solitario.
No quiero extenderme más, pero sí voy a comentarles que en la noche de ayer leí “La
vida loca”. Además de todo ese tiempo que le dedicó a la política, también le dedicó un
tiempo a la literatura. El edil Dari Mendiondo va a coincidir conmigo respecto a que ese
brevísimo cuento es atemporal; que podemos leer y volver a leer con una sonrisa, y que
podemos asimilar a un montón de situaciones, porque en la vida campera, en el Uruguay
de los primeros años del 1900, muestra la imagen de un hecho que realmente podemos
aplicar a lo largo de toda la historia del Uruguay. Creo que también deja traslucir un
poquito lo que él realmente quería: una vida que, marcada por las utopías, también podía
llegar a ser, por qué no, una vida loca.
Muchas gracias, señor presidente.
(Aplausos)
SEÑOR PRESIDENTE (Oscar Curutchet).- Tiene la palabra el señor edil Flavio Beltrán.
que arrastró por siglos el atraso tecnológico, con difíciles condiciones de vida y, por
extensión, serias dificultades laborales. El regionalismo salvaje en que se encuentra
dividida la Península -a pesar de la unidad recientemente alcanzada- trajo aparejado,
como inmediata solución, la emigración. En Calabria, región natal de Arena, la vida era
dura. Su padre era zapatero remendón; su madre no tenía mejor destino, ya que su tarea
era la común a la mujer en el medio rural: criar hijos y entenderse de las tareas
domésticas. Como muchos otros -que luego conformarían una gran cantidad de apellidos
italianos ilustres de nuestra sociedad actual-, la familia Arena emigró hacia el Río de la
Plata, llegando a nuestro país en 1877.
Proviene Arena de una sociedad que buscaba la unidad política dentro de una pluralidad
ideológica. En Italia las ideas socialistas no siempre conjugaban con las ideas
nacionalistas, pero todo ese fermento ideológico lo trajo consigo la familia Arena desde
su país natal. Llegados a nuestro territorio, se trasladan al interior. Se encuentra allí
Arena con un campo laboral reducido, simple y rural: fue jornalero, peón de pulpería,
changador. Todas estas actividades las alternaba con el estudio con un maestro rural,
que le proporcionaría enseñanza hasta el séptimo año de escuela, condición que se
exigía para ingresar a la Universidad de la República en la capital.
No conforme con su destino de peón y jornalero, se traslada a Montevideo para cursar
estudios superiores. Debe trabajar para continuar sus estudios. Su primer trabajo fue en
la Fiscalía de lo Civil de Montevideo; luego se desempeña como cronista en el diario “El
Día”. A partir de ese momento su estrella comienza a brillar. Se recibe de doctor en
Derecho, y en el campo periodístico asciende lentamente pero sin pausa, llegando a la
dirección del diario en forma conjunta con otro joven pujante como él: Pedro Manini Ríos.
Se vincula a la política, ascendiendo también en forma rápida; es diputado en 1904, luego
senador, consejero nacional, amigo personal y confidente de José Batlle y Ordóñez.
Nadie ignora las fecundas campañas cívicas del diario de Batlle contra el crimen y las
situaciones calamitosas que deshumanizaban el país. En la redacción de “El Día” se
respiraba una atmósfera idealmente guerrera, templada al calor de importantes
reivindicaciones sociales. En ese ambiente Arena empezó a sentir el noble apremio de
contribuir a modificar las estructuras más profundas de nuestro país.
La política de Batlle, nutrida de ideas avanzadas, era perfectamente compatible con sus
anhelos sociológicos. Lo trascendente de la evolución de Arena reside en sus
características de ideólogo, que le llevaron a admitir públicamente -reitero que esto ya ha
sido dicho-:
“Yo, señores, no soy político. Si he de hablarles con total franqueza, tendré
que decir que la política no me hace feliz. A mi idiosincrasia, un poco
sentimental, repugna ese perpetuo sacrificio de hombres que impone el buen
servicio de las ideas.”
En 1904 había muchas caras nuevas y jóvenes en la Cámara de Diputados. El líder de
los jóvenes colorados era Manini. También estaba allí Arena, que presentaba un extraño
aspecto, con una gran melena flotante, grandes corbatas y un lenguaje mechado de
lunfardo, con el habla de la calle. Conjugaba Arena, a los 34 años, el conocimiento
académico, la vivencia del arrabal y el sufrimiento. Y si hacemos un paralelo con la
prédica de Batlle, conjuntaba la visión batllista reformista de integrar al obrero y al
inmigrante en el plano social con la realidad nacional, dándoles participación política y
mejorando su situación económica.
Arena tenía todo lo que un político desearía tener: bondad y comprensión hacia sus
semejantes, gran inteligencia y una simpatía que lo hacía no tener enemigos. Tampoco
era secreto para nadie que podía hablar con don “Pepe” y en nombre de este.
Tenía un apego cierto a las ideas anarquistas debido a su origen humilde; su ideal de
justicia e igualdad va a hacer jugar a Domingo Arena un importante rol en la
implementación del reformismo batllista.
Se ha querido sostener que el episodio nacional de la lucha armada de clases se realizó
durante la guerra civil de 1904, enfrentándose, por un lado, el proletariado urbano
encarnado en el equipo y los seguidores de Batlle, y, por otro, los terratenientes, la gente
de buen pasar del campo que comandaba huestes casi feudales del pobrerío rural. En
definitiva, se decía que era el ejército del Gobierno y las fuerzas revolucionarias de
Aparicio Saravia. Nada más lejano de la realidad; en ambos bandos existían pobres,
doctores y terratenientes. Ni siquiera fue una lucha regional, al punto tal de que los
líderes sindicales marxistas y anarquistas montevideanos no se preocupaban por que el
proletariado se inclinara por alguno de los bandos en pugna, pero sí que se enrolaran en
la Guardia Nacional.
En forma paralela, los partidos políticos comienzan a consolidar su organización interna;
tuvieron órganos de prensa, clubes políticos y convencionales.
No había sido fácil para el país llegar hasta el año 1905 en los aspectos políticos,
jurídicos y filosóficos que en su conjunto sostienen la ideología del período. Podríamos
rastrear los antecedentes siguiendo a Prudencio Vázquez y Vega, a Krause y a Sanz del
Río en medio de grandes debates, de sentimientos clericales y anticlericales. La
generación del 900 son hijos de su tiempo, hijos de la cultura occidental, que encarnan la
cultura griega con el elitismo francés, el pragmatismo inglés y el apasionado pensamiento
mediterráneo socialista y anarquista, que confluyen en Carlos Vaz Ferreira, José Enrique
Rodó, Pedro Figari, Emilio Frugoni, Batlle y sus seguidores reformistas, entre ellos
Domingo Arena.
En la filosofía de Hegel y la ideología materialista que se desarrolló a partir de su método,
en el cual la historia se convierte en centro de todas las cosas, surge la idea de Krause
tomada por el primer batllismo de captar al individuo, al sujeto, valorándolo como tal, de
acuerdo con la tradición ibérica o mediterránea, de cuyo torrente ideológico se nutrió el
Uruguay de comienzos del siglo XX.
Es de destacar que, en forma contemporánea, en los últimos 25 años del siglo XIX tanto
en Uruguay como en España se desarrollaban episodios ideológicos congruentes en
relación a la valoración del individuo a través de la educación. De ahí surgen “La
Educación del Pueblo”, de José Pedro Varela, y “La Institución de Libre Enseñanza”,
fundada por los seguidores krausistas Sanz del Río y Giner de los Ríos. El Uruguay que
se irá conformando a comienzos del siglo XX le debe mucho a Kant y a Krause en la
valoración del sujeto como centro de la política de Estado y, en su extensión, la actuación
social.
El ideal de Arena era alcanzar la igualdad y la libertad. Conjunta Arena en las primeras
décadas del siglo diversos aspectos históricos con otros revolucionarios para la sociedad
política en la que se encontraba inserto. Desde el punto de vista ético manejaba el
principio de igualdad entre los hombres. Conocedor de las nuevas variables políticas y
sociales, comprendió que había que aglutinarlas y canalizarlas hacia el mejoramiento
social, hacia una mejor distribución de la riqueza apoyándose en el derecho de todo ser
humano de mejorar en la vida. Podemos atisbar en este punto su veta anarquista, que
manifestará en sus editoriales y artículos periodísticos desde “El Día” en forma más clara
desde 1905.
Domingo Arena estará inserto, entonces, dentro de las concepciones del anarquismo
pacifista. Tanto para Tolstoi como para Gandhi, la violencia genera violencia. Del callejón
sin salida de la violencia sólo se puede escapar con el triunfo de la conciencia, con la
liberación de la propensión natural de la gente a la cooperación y el amor mutuo.
respetuoso juicio unánime de sus amigos y adversarios, que lo admiraron como luchador
e idealista. Pocas personalidades han existido en nuestro ambiente tan sugestivas y
encantadoras como la de Domingo Arena. Decir que fue director de diario, diputado,
senador, miembro del Consejo Nacional de Administración, sin haberse hecho un
enemigo, sin ganarse un solo rencor u odio, da muestras de su carisma. Fue firme en sus
convicciones. Luchó sin tregua en todos los terrenos por sus ideales, por la jornada
máxima de ocho horas, por el salario mínimo, por el pan de los viejos, por el divorcio, por
la separación de la Iglesia y el Estado, por el Ejecutivo pluripersonal. Supo siempre
hacerse oír, respetar y admirar; pero, más que eso, supo hacerse querer. ¿Quién no
quería a Domingo Arena? Su sola presencia calmaba situaciones tensas. Era agradable,
cordial, optimista. No se mareó con las alturas ni en la banca legislativa, ni en la tribuna
partidaria, ni en rueda de amigos. Presidía siempre con mágica dialéctica, picardía y sana
burla.
Domingo Arena murió en Montevideo el 7 de junio de 1939. Su muerte dio lugar a una
gran demostración de duelo popular.
Muchas gracias.
(Aplausos)
convicciones.
Muchas gracias.
(Aplausos)
SEÑOR PRESIDENTE (Oscar Curutchet).- Tiene la palabra el señor edil Andrés Ojeda.
Agradezco una vez más al edil la buena actitud de haber traído este tema a Sala. Es
bueno que nosotros aprendamos y hablemos del legado de las personas en función de
cuyas palabras hoy vivimos nuestra vida política. Hoy hablamos de Batlle como nuestro
principal referente y nuestra principal figura; naturalmente, ese sayo le toca al Partido
Colorado y lo digo con orgullo, sin ánimo de excluir. Creo que todos pueden afiliarse a
una tesitura política, que todos pueden afiliarse a una filosofía, pero no se puede ser
batllista sin ser colorado.
Muchas gracias, señor presidente.
(Aplausos)
SEÑOR PRESIDENTE (Oscar Curutchet).- Tiene la palabra el señor edil Aldo Ferrari.
SEÑOR PRESIDENTE (Oscar Curutchet).- Tiene la palabra el señor edil Martín Bueno.
¡Qué Partido Colorado, ese! ¡Cómo se movía, cómo vibraba! No lo toleró, claramente.
Pero debatamos ideas.
El segundo concepto que quiero destacar sobre Domingo Arena fue el de estar siempre
del lado de los más débiles. Es muy simple: si nos llega un problema, analicemos dónde
está el más débil y a partir de ahí hagamos los razonamientos sobre cuáles pueden ser
las salidas, siempre lejos de la violencia, siempre lejos de caminos que tienen elementos
violentos. Siempre hay que estar del lado del más débil. Esto a veces cuesta, porque el
poder político -el Partido Colorado sí que sabe del poder político; hoy, por suerte,
tenemos un país en el que los tres partidos políticos han estado en el poder- hace que
uno se vaya alejando, se vaya aburguesando. Esta es una lucha que todo el sistema
tiene que dar; una lucha que tenemos que dar todos los días, cada uno de nosotros, con
nosotros mismos.
Domingo Arena desconfiaba de la política. Era una persona a la que la actividad política
no le cerraba mucho, pero igual la hacía porque era una herramienta. Y es así; nosotros,
que estamos en política, sabemos que hay muchas cosas que no cierran, pero es lo que
hay. Es una herramienta y tenemos que utilizarla, y reitero: la primera batalla es con
nosotros todos los días. Intentemos pelear contra los corporativismos. El primero es el
corporativismo político, que atraviesa todos los partidos y que está ahí.
Siempre tenemos que ver que estamos aquí para dar mejores soluciones a las personas,
y dentro de estas a las más débiles, a aquellas que no tienen cómo defenderse. Ahí está
el brazo del Estado. Nosotros somos parte de ese brazo y siempre tenemos que estar
ayudando, en una constante lucha contra nosotros mismos, contra todas esas
corporaciones y vicios que existen en la política. Tenemos que enfrentarnos a eso día a
día.
Muchas gracias, señor presidente.
(Aplausos)
SEÑOR PRESIDENTE (Oscar Curutchet).- Tiene la palabra el señor edil Tulio Tartaglia.
SEÑOR TARTAGLIA (Tulio).- En primer lugar, quiero agradecerle al señor edil Dari
Mendiondo, y hago mías las palabras de agradecimiento del señor edil Martín Bueno.
Siempre nos enseña y nos explica conceptos, y si bien los mamamos de niños, a veces
nos olvidamos de alguna personalidad; a veces, el trajín diario hace que no recordemos
las personalidades que hicieron grande al Uruguay, en este caso un colorado autóctono,
neto, como lo fue Domingo Arena.
El señor edil Mendiondo mencionaba dos hechos históricos: hablaba de la entrevista de
Lorenzo Batlle, que leí de chico y que está en la conmemoración de los 50 años del diario
“El Día”. Fue la última entrevista que dio Domingo Arena. Lorenzo va a la chacra y hace
la entrevista. Domingo le cuenta la historia de los inicios del diario “El Día”, le cuenta que
“Pepe” Manini Ríos iba a comprar pan, manteca y azúcar y que muchas veces era solo
eso lo que almorzaban y merendaban; que no cobraban sueldo y que le robaban los
cigarros a José Batlle y Ordóñez. Es una entrevista muy interesante que narra lo que fue
realmente el inicio del diario, las divisiones internas y el posterior alejamiento del “Pepe”
Manini Ríos hacia la competencia. Este es un hecho muy interesante.
El otro hecho histórico que mencionaba el señor edil Mendiondo tiene que ver con la
carta enviada por Santos quince días antes de la Revolución del Quebracho. Máximo
Santos, teniendo en cuenta que podía darse el levantamiento -ya se habían incautado
algunas armas que venían de Buenos Aires-, amenaza a José Batlle y Ordóñez
SEÑOR MENDIONDO (Dari).- Solicito que la versión taquigráfica también sea enviada a
las Cámaras de Diputados y de Senadores, y a todas las Juntas Departamentales del
Uruguay.
SEÑOR PAZOS (Fernando).- Solicito que también sea enviada al Concejo Vecinal y al
Concejo Municipal del Centro Comunal 10, por estar la UTU en esa zona.