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| pvistow OF BioLioTeCAS sign George Rudé Europa desde las guerras napolednicas a la revolucién de 1848 SEGUNDA EDICION CATEDRA HISTORIA MENOR Escaneado con CamScanner ‘Titulo original de la obra: Debate on Europe 1815-1850 ‘Traduccién: Fernando de Rojas Cubierta: Feinando Suiter G40.2¢ Rais - Led. © 1972 by George Rudé Ediciones Citedra, S. A., 1991 Telémaco, 43, 28027Madeid Depésito legal: M. 3.272-1991 . ISBN: 8437603234 Painted in Spin impreso en os Lana ave 6 Flosanes (Madd) Inrropucei6x (CRONOLOGfA DE LOS ACONTECIMIENTOS MAS IMPORTANTES Carfruco I. Et Ajuste oe EUROPA TRAS LAS GUERRAS NAPOLEONICIS. El concierto de Eu Ta Senta Aliana sn os aia et Congr iii yang La Restauracién .. - - z Carfruto TL, La nevouveréy rousretaL La nueva demogratia.. Fz El debate sobre 1a revoluciéa’ industrial. Revolucin. industrial y_ sociedad La coatroversia sobee el nivel de vida El crecimiento de Ins ciudades Urbanizacién y descontento social Carfruto TIT. La maratia om 1s 1oRAS .. EL Uberalismo EL nacionalismo EL romanticismo EL socialismo La religisn Cariruio IV, "Ex DESAF{O POLEICO ose oes oe ove Un desaffo de Ia clase media? fas revolaciones de 1830 Hp Menaul de jlo en ‘Feel Escaneado con CamScanner "a exigencia de cambios locales espectficos; mientras que las Tuchas por el control de lugares, as procestas contra las va. riaciones de previos, yas petidones de, cambios sociales senerales ocuparon in Tugat més importante gue antes. Conere. tamente, los ataques a miguinas, Ia rebeliéa contea los im. ppuestos, Ia invasion de Jas tierras y los conflicios de la fin pricticamente desspareccrorn 4) Parece probable que el nuevo modelo (sindustrals) de dis- turbio estaba bien establecido ya cuando tuvieron lugar las ‘grandes huclgas de Saint Etienne, Anzin y otfos centros Industrials en los tkimos afios de la década de los sesenta Sin embargo (nos dice Tilly), hay todavia un elemento de duda, debido en parte a que la investigacién no ha legado ain a la dé cada de 1860, y en parte a la insuficiencia de disturbios durante Ia de 1850 (un periodo de severa represién). También a que los isturbios que hubo en esos aos (gpero eran tipicos?) parecen rever- tir al modelo «preindustrial». Asi pues, concluye Tilly: «Dejamos nuestro euadro incompleto en el caballete... Serdn necesatios més res- quebrajaduras, frotamientos, una mayor sutileza y mis poderosos ins- trumentos.» Y afiade que, sus descubrimien:os, a pesar de_ser in- completos, tienen quizd el’ mérito de subrayar una verdad simple y olvidada, que «la violencia colectiva depends intimamente del pro- su naturaleza verdadera cambia al cambiar los po: was de organizar la accién politica» * Pero tales estudios, con sus anilisis de datos altamente sofisticedos, no ofzecen mas garantia de que aleancemos un entendimiento més perfecto de las clases esumergidas» y los movimientos de ese periodo que la que nos da Making of the English Working Class, de Thomp- son. Son dos métodos completamente diferentes de ver el mismo problema en profundidad; ninguno puede pretender el monopolio de la sabiduria, y el uno no es sustituto del otro. Necesitaremos de ambos para desentraiar —en un frente més amplio del hasta ahora Utllizado— los numerosos problemas, en su mayoria no resueltas, que experan el estudio de In historia «desde abajo» ® Charles Tilly, «How Protest Modernized in France, 1845 to 1855», Ar- ticulo leide en la! Conference on Applications of Quantitative Methods to Political, ‘Social and “Economie History, Universidad de Chicago, junio, 1969 (mceiated), pi 36389, 997, 61-5. Mi agradcimiento + Ch. Tilly por permititme citar'su arifeulo. 210 Cariruo VI Las revoluciones de 1848 El aio 1848, «cl afio de las revoluciones», conforms el apogeo de los movimientos y acontecimientos que hemos venido co oa lo largo de los tres tiltimos capftulos. En ese aio. estallaron tevoluciones en Francia, Alemania, parte de Polonia, de Italia y del Imperio austriaco y, en términos generales, puede decirse que uti? lizaron los recursos de todos los movimientos politicos, sociales ideolégicos que hemos revisado desde la finalizacién de las gue- tras napole6nicas. Incluso en Inglaterra, donde no hubo ninguna revolucién, fue en ese mismo afio cuando el movimiento cartista, el movimiento mas desarrollado como expresiGn de Ia clase obrera «pre- industrial», experiments su tercera y précticamente ultima fase. La primera revolucién se produjo en Sicilia en el mes de enero, pero la Chispa crucial y definitiva fue aportada por los acontecimientos de fe- brero en Paris, que coronaron la monarquia de Luis Felipe. En pocos dias se sucedicron brotes revolucionarios en Napoles y Toscana, en marzo; hubo revoluciones en Turin, Praga, Viena, Budapest, Milén, Venecia, Berlin y Baden; en abril se produjeron insurrecciones en Polonia y en todas as provincias de Austria; y una rebelién de fugaz duracién en el mes de julio en Irlanda "Un levantamicnto popular acaecido en el mes de noviembre obligé al Papa a abandonar Roma Se proclamé la Republica Romana en el mes de febrero y Ia Repti blica Hiingare independiente se constituyd en el mes de abril. Pero mucho antes de esto, Ia ola revolucionatia, habiendo alcanzado su punto culminante, comenzaba ya a retroceder. La revolucién es aplastada en Napoles, en el mes de mayo; en junio, Praga es bom- \ Para Irlanda, ver Denis Gwynn, Young Ireland in 1848, Cork, 1949. au Escaneado con CamScanner siéa y se sofoca sangrientamente una insw ex jalio, casi en el momento de comenzar, ecionario en Trlanda, y los Habsburgo, 333 aliados ea Custozza, restable- 2; Viena es vuelta a tomar por el 280 es disuelto alemana fracasa, gue el Par. ciones era rematada por el coup eda en Francia, y en Viena por la supresién de Is constiuciin Ebel y el retorno al gobiemo absolutisra. ce, han discutido sobre la natura. imientos, lo mismo en su con en el puramente nacional. Consideremos prime- mavores —del siglo x1x y comienzos del xx—, Givididos por sus simpatias y antipatias hat ‘eros politices y en Ia fermenta. una explicacién econdmica 0 ssientos. Ademés se sentian nes_nacionales aislada- contexto mds amplio para los aconte- dc a su historia nacional, en ver Asi, para los italianos, los pate situados en el contexto Jos alemanes, como un telén de 1871, 5 para los fran- x Ia larga serie de convulsiones politicas desde la abdicacién de Napoleda. Tal es el caso ‘ito y algunas veces perceptive, de los acontecimien- 4. i tos de 1848 en Francia, el conde Imbert de Sait-Amand. Su libro, The Revol of 1848, aparecié en traduccién inglesa en 18995. No es particolarmente interesante y si lo suficientemente convencio- nal en su tratamiento de los acontecimientos d= 1848 para conside- rarlos principalmente como unos episodios politicos asentados en un marco exclusivamente francés. Al mismo tiempo no es un libro co- man por fos puntos de contacto y diferencias que esiablece entre Ia revolucidn de 1830 y la de 1848; de hecho, en palabras del Propio autor: «Febrero fue una imitacién —casi deberia decir una parodia— de juliowe Alzanos de los aspectos en los que establece (— tun parecido son bastante triviales: por ejemplo, observa que los adiase de febrero son tres, como los de julio; y que en ambas ocx siones, las damas de la Corte «demostraron mas energia que los hombres». Otros juicios son, sin embargo, més significativos, como uando menciona Ia indiferencia de los parisinos, ya demostrada frente a otros acontecimientos, ante las victorias militares francesas cen Argelia en julio de 1830 y enero de 1848. Imbert Saint-Amand hace notar que: 1 pacblo fue tan ingrato con la rama astigua de los Borboscs Bajo la Resiauracia, al igual que bajo * Mientras que Saint-Amand es tradicionalista, y su descrip telativamente favorable de los revolucionarios de 1848 estd fluida por una evidente hostilidad a la monarquia de Luis Fel el primer historiador inglés que comenté los acontecimientos de 4 Jie de SancAmand, The Retclation of 1948, Londes, 1895, nas 4, 329.35. Y cas 213 Escaneado con CamScanner Eucopa de 1848, Edward Stillingfleet Cayley, abogado del Col de Abogados de’ Londres, es un whig tipico de Ia segunda mitad del siglo. Consecuentemente sus simpatfas estén, en general con vos revolucionarios, aunque deplora el «salvajismo» y la los. obi violencia de la «masa». Pero el interés principal de su libro rae ica en el hecho de que es probablemente el primer inento tex izado (cl libro apareciG en 1856) de presentar una narra y amplia de todas las revoluciones ocurridas en ese ao, No, solamente es la revolucién francesa la que aparece en su des- cripcién (siendo ésta la mas familiar para Jos lectores ingleses y Ta que dedica seis capitulos de su primer volumen), sino tam- bién las de Italia, Alemania y la del Tmperio austriaco; y, por fortuna, hay un capitulo sobre la rebelién en Trlanda on el que explica (en términos politicos fundamentalmente, aunque no” ex. clusivamente) por qué ao hubs revolucién en Inglaterra. Asi, pues, el libro es de un considerable interés historiogréfico y, en muchos aspectos, de cicrta novedad. Sin embargo, lleva fuertemente impre: sa la marca de la época: cada revolucién'es tratada aisladamente y no hay un capitulo a modo de introduccién o conexién entre las re- Yoluciones, uniéndolas todas 0, al menos, ligindolas en sucesién®, De hecho, aparte de los Mazvinianos y los matxistas (unos y otros tenian conexignes revolucionarias internacionales), muy pocos escri- ores se inclinaron a ver estas revoluciones como parte de un mo- delo comin o a relacionarlas en un contexto europeo contin. Y esos pocos wae asi Jo hicieron probablemente fueran aquellos observa. Uores hostiles, posteriormente historiadores, para quienes todas {sus manifestaciones son resultado de una conspiracién incernacional, La eteoria de la conspiracién» sobre la revolucidn es, desde luego, una particulatidad familiar 2 la historiogeafia conservadora 0 ultracon Eervadora, no solamente confinada a los acontecimientos de 1848 Algunas veces asume una forma sofisticada 0 erudita, como en el fibro de Edmund Burke, TAoughts on the Revolution in France, cen el estudio posterior de Cochin acerea de las sociedades secretas, is cuales, ens opinion, jugsron un papel importante en Ja Revo- lucién de 1789. Més frecuentemente, esta teoria asume Ia forma de una polémica vulgar, 0 incluso patanoica, como en los, numero- sos y tristes exposés, que abarcan desde’ el medioevo, hasta los tiempos modernos, de las supuestas actividades conspiradoras y an- Tinacionales de los dllurtinati, francmasones 0 judios. Las revolu- ciones de Francia y Rusia de los siglos x1%x y xx son las que pro- detalla 2 Edward Stillingfleet Cayley, The European Revolutions of 1848, 2 voli- menes, Londres, 1836, 214 bablemente han provocado una mayor cosecha de tales exabrup- tos; pero la de 1848 no ha estado completamente libre de ellos. Un ejemplo de este tipo de historiografia lundtica es el ofrecido por | vizconde Léon de Poncins, hace unos euarenta aos, en su The Secret Powers hebind Revolution: Freemasonry and Judaism (1929). De los Iideres de 1848, Mazzini, Garibaldi y Kossuth, se dice que eran masones, al igual que nueve de los once miembros del Gobierno Provisional de Paris, que disfrutaban del particular apoyo de «cus: renta mil masones, distribuidos en més de cinco mil talleres que formaban un sélo corazén y una sola mente». Ademds, asegura el autor, judios y francmasones estaban intimamente relacionados: tmienitras estudidbamos a los masones hemos visto a los judios era ajando en todas las sociedades secretas que promueven la revolu ciones»; «durante esos afios (después de 1830] sus banqueros, sus magnates de la industria, sus poetas, sus escritores, sus demagogos... uchaban 9or el mismo objetivo» *. ‘La explicacién de 1a revolucién por la conspitacién se extingue diffcilmenie, incluso hoy en dia encuentra sus entusiastas y es capaz de resucitar bajo diferentes disfraces; pero semejantes disparates han dejado de ocupar Ia atencién de todo cuerpo de historiadores pro- fesionales desde el tiempo’ de los nazis. Y, en general, se conce: de menos atencién a tales «complots» y més al trasfondo comin econdmico y social que origina revoluciones como las de 1848. «No habia complot —escribe Charles Pouthas refiriéndose a los estallidos de 1848—, y les revoluciones no estaban concertadas»;, sin embargo, a pesar de su. diversidad, subraya el programa revolu cionatio similar, el vocabulario y la inspiracién en una ideologia co- iin, como un nexo de unidn entre ellas. Y este nexo, como es gene: ralmente reconocido, estaba compuesto, en primer lugar, por dos de idées-force, 0 principios guia, que fueron considerados en un ca- pitulo anterior: nacionalismo y liberalismo. El libetalismo de 1848, continia Pouthas, era del tipo francés, mas que del inglés 0 ameri- ano, y estaba compuesto de tres elementos, cada uno de los cuales ftrafa diferentes ytupos de alhctidos:+ ef individualismo liberal de Benjamin Constant (popular en Suiza y Alemania), el catolicismo liberal de Lamennais y L’Avenir (popular en la Belgica catolica, Re- hnania y Baviera) y el republicanismo mesiénico que veid en Paris la meca de la revolucién internacional (popular en Francia ¢ Italia. y ea el sur y el oeste de Alcmania). El nacionalismo, por otro lado, fera de dos clases diferentes y a menudo contradictorias, afirma + Viaconfe Léon de_Poncins, The masonry and Judsitr, Londres, 1929, Secret Powers hebind Revolution: Free- pigs. 51, 65, 12041, 2s Escaneado con CamScanner Pouthas: el francés y el alemin, El francés, derivado del racionalis- mo de la Hustracién (0 de las luces) y de 1789, avefa a la nacién como una tual de los hom sofia de Hi ismo, la filologi mo nacural yprit v la ley, «consideraba vo, dorado de ua tras que Ia segunda encontré su base més y en el Imperio austriaco. La primera fue el alia do natural de liberalismo, 1a segunda fue su antitesis. Como, por ejemplo, cn Alemania, donde «los dos movimientos eran tan distin. tes gue el liberalismo inspirado en el ejemplo francés constitufa pric: ticamente el polo opuesto del nacionalismo, nutrido, fundamental- mente, por el odio hacia Francia» Esta eideologia comtin» a las revoluciones de 1848 es subrayada en sus diferentes formas por eseritores tan dispares como Croce, Namier, Hobsbawm y Valssechi. Croce las denomina un «complejo de revoluciones lberales-nacionales», en las cuales «pareefa que un mismo demonio estuviera agitando a las masas curopeas; y bajo esta apariencia, 1848 fue uno de esos momentos en los que la unidad de I vida europea, normalmente oculta bajo los conffictos de-los dife- rentes Estados, salta a la vista y parece reclimar la unidad politi- car Para Namice, aungue su visién de estos accntecimientos de 1848 es tan diferente de la de Croce como el agua y el vino, también era evidente que «el continente europeo respondia a los impulsos y ten- dencias de la revolucién con una patticular uniformidad... Peto en- ronces el comin denominador era ideolégico e incluso literario y ha- bia una unidad bisica y una cohesién en el mundo intelectual de la ssropa continental, como 1s que se imponfa por si misma en el momento culminante del periodo de desarrollo espiritual» *, Hobs. ba isiente de todo ello, pero acentia la importancia de la tradiciSn internacional: «Esta apariencia comin estaba reforzada por a fuerte tradicidn d smo, la cual sobrevivia incluso en- tre aquellas nacionalidades separatistes que rehusaban el liderazgo automético de cualquier pais —véase, por ejemplo, el caso de Fran- Gia, 0 més bien de Paris... La causa de todas las naciones era la misma..., los prejuicios nacionales... desaparecian en un mundo de sélida en Aleman + Charles Pouthas, «The Revolution of 1848», en New. Camb. Mod. His, X, péginas 389-415 © Croce, History of Europe in the Nineteenth Century, pdgs, 1689. # Sip Lew Nemier, 1845: The Revolution of the Intellectuals, Nueva York, 1964, pags. 34 216 lad, Los intentos de creacién de cuetpos revolucionarios inter- acionales nunca habian dejado de existir, desde la Joven Europa de Mazzini, pensada como oposicién a las an cernacionales masénico-carbonarias, hasta la Derrocratic Assoctation for the Unit cation of all Cotintries de 1847... Como también el fascismo de 1a déeada de 1930 y el absolutismo de un siglo antes unian a sus migos en un lazo comiin» *, También Valsecchi relaciona la ideo- Jogin comin de Ja revolucidn con el intento de forjar lazos mas es- trechos de solidaridad internacional: ano hay duda —escribe— de aque existe una base ideolégica comin que en todas partes prove el impulso primario o la fuerza motora» y, ante ello, «se des- pierta la respuesta de una eficaz solidaridad internacional entre los Clementos revolucionarios». Y expone a continuscin los ejemplos de los. lazos estabelcidos entre el italiano Mazin y el huingaro Kossuth, entre Ledri-Rolling v Mieroslawski, y entre Louis Blanc en Francia y Hecker, Seruve, Herwesh y Blum en Alemania. Y con- tinda, «los insurgentes renanos obtuvieron apoyo y energia de los comités en Suiza y Francia, Los campeones de la democracia, como el hngaro Stefan Tiirr, hacen su apaticién en el campo de batalla de Thalia y Alemania; en el delirio de los derechos democriticos recien- temente ganados, Viena cubre de flores a la delegacién hiingara Tegada para reclamar su independencia nacional; y el pueblo de Ber- lin asegura Ia liberacién de los patriotas polacos encarcelados. Un Sinico hilo une, tanto en pensamiento como en accidn, la expansién del movimiento revolucionario por el continente europeo>*. De hecho, durante muchos afios los historiadores han estado de acuerdo acerca de esta ideologia comin de las revoluciones de 1848. Pero desde hace algiin tiempo se ha venido haciendo cada ver mis fevidente para muchos que un fenémeno europeo que envuelve a fabricantes, campesinos y obreros de la urbe, tanto como a aris- téeratas liberales y a la burguesia profesional, no puede expli- carse en términos puramente politicos 0 ideoldgicos. Pouthas es~ ibe al respecto que «el problema social era menos inmediato, pero al concernir a las masas poseia una importincia arrolladora». El mar- xista francés Jean Dautry, al escribir sobre la crisis econdmica de 1847, hace notar los westragos» que ésta caus6 entre Ia clase media comercial ¢ industrial y el impetu dado a los primeros mo- vimientos de la clase obrera por los bajos salatios, los altos pre- fraternid 4 Hobsbaum, The Age of Revolution, pgs, 12931. 2 Vidoes eLtecliton’ plies, eh Europe’ de XIX et du XX sitcle, I, pdg. 278, 217 Escaneado con CamScanner cios y el desempleo"". Sus contemporsneos —Marx, Engels y Toc. gueville entre oitos— no han dejido de apteciat la. significacién de estos factores y de los antagonismos sociales que engendraron; pero los historiadores de los ochenta afios siguientes a tales acont imientos Ios han menosprceidtlo en gran parte, El primer estudio i Ies concedié. una atencién seria aparecié en 1920. El hiingaro Ervin Szabo publics un libro sobre los conflictos sociales de 1848 en 1921; y en 1929 un historiador noruego, Halfdan Koh, posteriormente primer minisixo, subrayé el papel del campe- sinado en un estudio pionero de los movimientos campesinos noruegos desde el siglo xvt al x1x, Sin embargo, tuvieron que pasar veinte afios para que, con ocasién de un congreso internacional desarrollado en Pa. ris para celebrar el centenatio de las revoluciones de 1848, Io que habia sido una gotita ocasional se convirticra en casi una’ inunda- cin, En ese congreso se leyeron trabajos de historiadores polacos, hnaingaros, checos y rumanos que subrayaban a necesidad de ir més alld de las viejas interpretaciones ideoldgicas y conceder més aten- ign a las aspiraciones econdmicas y sociales de fabricantes, obre- 105 y campesinos y, sobre todo diezmos y obligaciones feudales que estaban en Ia base ‘de las grandes insurrecciones campesinas de ese afio, Asi, la historiadora polaca N. Gasirowska insiste en la ithe portancia de factores tales como la abolicién de Ia servidumbre y Ia libertad'de venta de la tierra, para explicar «la parte que el cam pesinado tuvo en Ja lucha por la liberacién nacional». El checo Adolf Klima relacioné estrechamente el nuevo sentido de conciencia nacional de su pueblo con eel resurgimiento de la, industria checa y el nacimiento de una nueva clase social». Y el rumano Michael Roller escribi6, en ese mismo aio, que «la revolucién de 1848 abrié a Jos rumanos Ia perspectiva de convertirse tanto en propietarios como en ciudadanos, sin Jo cual, libertad € igualdad no serfan més que fombgascarentes de contenido; .. 4 tataba de una revolucién so Estas nuevas preocupaciones no estaban confinadas exchisiva mente a los historiadores del este de Europa; franceses, italianos, americanos ¢ ingleses también desempeiiaron su papel; aunque los que estaban influidos por el marxismo lo hicieron con mas entusiasmo gue los otros. En una conferencia que dieron en Perugia, también du- zante la conmemoracién del centenario, G. Luzzato y G. Falco Jeyeron trabajos sobre «clases sociales» y «aspectos sociales» de las revolu- ™ Pouthas, op. cit, pig. 391; Jean Davtry, 1848 et la II* Republique, Pax ris, 1957, pig. 33 "R."Demoulin, «Nacionalité et équiibres, en L’Europe du XIX® et du XX¢ sidle, I, pigs. 7979. 218 ciones italianas; D. Demarco escribié tres estudios «sociales» de la fevolucién romana, entre 1944 y 1950; y Guido Quazza publicé en Turin en 1951 La Lotta soziale ne! Risorgimento. Una interpre dn antetior de los acontecimicntos alemanes de 1848, del marx ta aleman K. Kersten, atribuia cl fiasco politico de ese aio al_ mi do de la bourgeoisie al levantariento de Ia clase obrera. Desde fentonces, y particularmente en estos ltimos veinte afios, estudios similares se han mutiplcado répidamente, En Inglaterra y en Ame ica todavia son comparativamente raros; sin embargo, podemos ci- far unos cuantos ejemplos. Ya hemos mencionado la obra de Theo- dore Hamerow sobre Alemania, en la cual, estudiando las causas y resultados de la revolucién de’ 1848, esctibe: «cs evidente que Ia evolucién fue la expresidn, no silo de fuerzas ideolégicas como el Iiberalismo y el nacionalismo, sino también de la profunda insatis faceién engendcada por la transici6n det feudalismo agrario al capita- lismo industrial». En Inglaterra, incluso Namier, a pesar de la impor- tania que concede al papel de «los intelectuales», admite que «hubo también un trasfondo econémico y social en la revolucién», y nos ha dado algunas de las paginas més brillantes escritas sobre los levanta- mientos campesinos en Galitzia en 1846. ‘Otros historiadores ingleses, posiblemente influidos por Louis Chevalier, han dado al «factor social» un giro diferente, acentuando Ia importancia de la demogeafia v particularmente el crecimiento y el tamafio de las ciudades. Asi, A. J. P. Taylor, en su obra sobre el Im- perio de los Habsburgo, atribuye un papel preponderante en la re- olucién austriaca al répido crecimiento de Viena, cuya poblacién casi lleg6 a duplicarse entre 1815 y 1848. David Thomson, autor de Europe since Napoleon, amplia su descripcién a toda Europa en su conjunto: La reson de 848 fm on een «le on der Stape cao den content, cls Saas En tod fase audad Futon Lois Berto tas ete be oh wanes dee. Be 2 Reread jaa una econ, an dee Se Buen ee ee ee ae ee Je 100000 inbtacs. El ce dandy Hae ie nan a le ongoaia ad campo, 7 Fae eer cee pa tote lipo cee dering eae bee crn, idan ai ae eet ge one de wide cha cudaes nn de ma de aida dcatads y deempls- su ne sa cl expt reveiioario_- poveye: Las mit a ce i ciate CeO Be mem te is trad coublecia” Condcones sc 219 Escaneado con CamScanner niles exisizron a Min, occa y Roma, ye menor grado, fn Berlin; no se dieron en Budapest © Prag, Que eran iis: feqc? fas y ericron mle despaco® No es sotprendente, a la Vista de las tendencias eh curso de la tlDlgnain dein Eaten, aya goes de splat este debate provenga de Francia. El historiador de Ia economia fran- cés C. E. Labrousse escogié también el centenario de 1848 para eer un importante documento acerca del papel jugado por los fac- | tores econémicos, més qu: sociales 0 demogréficos, en el estima. Jo de Ia revolucién. Al igual aue Io habia hecho con las revolucio. {5 nes precedenies de 1789 y 1830, Labrousse relaciona el estallide de la de 1848 con las oscilaciones de precios y salarios. En 1846.47 © el precio del trigo subié de un 100 a un 150 por 100 (comparado 1S con el 50 por 100 de 1830), mientras que los salatios bajaron (sola. mente en ls rama textil, el’ 30 por 100). Sin embargo, hace notar que si bien los salarios ‘se mantuvieron bajos, los precios cayeron en 1848 y se mantuvieron asi durante muchos afios. Asi pues, no fue durante la crisis, sino durante el movimiento de subida lenta pero continuads de los precios que siguid, cuando se produjo la ex. plosién politica, «La ole de altos precios se habia extendido por el pais como una riada, y al igual que el retroceso de las aguas, dejé tras de sf, en su movimiento de recesi6n, a una poblacién arruinada.» Asi pues, insiste, la crisis econémica fue debida més a causas «natu- rales» que a causas chumanasy; sin embargo, los trabajadores y Jas clases medias, que eran los que habfan sufrido las consecuen- cias con més dureza, la achacaron a razones puramente humanas y en consecuencia condenaron al Gobierno por ello; es decir, «la | crisis origin, intensificé, concerts y sincronizé todo el descontento popular». La politica sigue asi la huella de la economia, Sobrevienc: entonces Jo que Labrousse llama una conjoncture de la crisis politica y Ja econdmica y sobreviene Ia revolucién —una revolucién de cuyo ‘origen el factor econémico es el principal contribuyente, aunque no el tinico™. Esta interpretacén «dualista» de los orfgenes de la re- volucién caus6 una impresién considerable entre los colegas france- ses de Labrousse; éste ha publicado posteriormente un volumen de ia ro Ra Rn pégina VIL; Namier, op. cit., 4, 12.47; Taylor, The Habsburg Monar- wai A ots Henin tae 1 Labrousse, «1848-1830-1789. Comment naissent les revolutions», en Actes an cepitiai Dhie Ore teas Dane 6 Paginas 1-31; cit. J. B. Duroselle, De 1815 4 nos jours, Paris, 1964, pags. 272-3. 220 ® Demoulin, op. cit, née. 7 | | | | | doce estudios sobte varios aspectos de Ja crisis y In depresién de a economia francesa entre 1846 y 1851“. ‘Por todo ello, esta nueva orientacién dada por Labrousse y otros al estudio de In tevolucién ha dejado su huella, en diferente grado, ten las historias en general y en las monografias de 1848. Por lo que muchos historiadores consideran ahora impropio omitir en sus rela- tos factores tales como el hambre del campo, los precios y salarios o la tcisis econémica y financiera de 1847. En realidad, casi todos los~ Ihistoriadores que hemos citado, ya sean conservadores, liberales 0 marxistas (Namier, Pouthas y Hobsbawm) han equilibrado su ex- posicién de la ideologia comtin de la revolucién con factores de Este tipo. Pero algunos historiadores occidentales, aunque no com- pletamente opuestos a tales procesos, han pensado que las nuevas fendencias han ido demasiado lejos. Entre éstos se encuentra E. L. Woodward, quien ya en 1934 escribié que «no se debe ‘exagerar Ja importancia de esas causas econdmicas. En el pasado han sido demasiado ignoradas por los historiadores, pero ahora el péndulo ha oscilado hacia Ia direccién contraria y ha ido demasiado lejos». También Valsecchi, aunque sin aparentar inclinaciéa alguna a retornar al liberalismo idealista de Croce, ha hablado (en articulos publicados en 1949 y 1959) en contra de lo que con- sidera un materialismo Farmer 0p. it, i Present, pigs. 264-5. Modern Times. 1760 "to 1) 223 Escaneado con CamScanner de Georges Renard, es la versiGn tipica del socialismo moderado so- bre los acontecimientos de 1848; que en forma de contribucién a la monumental historia socialista de Francia de Jean Jaurts, se pu- blicé en 1907. Siguiendo la, tradicién republicana, Renard justifica la revolucién de 1848 como “un remedio contra los males de la mo- narquia de Luis Felipe y hace un retrato sin concesiones de Luis Napoleén. Pero se aparta significativamente del modelo burgués- republicano al colocarse él mismo con firmeza del lado de los trabaja- dores que alzaron las barricadas: aqui, Renard sigue ampliamente la interpretacién expuesta por Marx en’dos estudios contemporineos, La lucha de clases en Francia (1848-50) y El 18 Brumario de Luis Napoleén. Es también una obra de compasién muy conside- rable; sin embargo, como ejercicio de erudicién, es largamente™so- brepasada por La Révolution de 1848-Le Second Empire, de Char- les Seignobos, que se publicé como parte de la Histoire ‘de France de Lavisse, en 1921. La versién de Seignobos es el tratado tipico de la escuela de los historiadores republicanos y presenta una firme apologia de las sucesivas repiblicas de 1848 y 1870. Pero es también algo mas que eso; es una historia social (més que la de Renard y mucho més que la de sus predecesores) y una verdadera mina de * informacién sobre Is industria y la agriculeura francesas, el cre- cimiento de Paris y Ia total complejidad socio-politica de los acon- tecimientos de 18487. Pero el giro verdaderamente decisivo hacia Ja nueva historia so- cial de 1848 lo dieron, como ya hemos observado anteriormente, las celebraciones del centenario en 1948. Fueron &tas las que pro- dujeron una inundacién de nuevos estudios. Paul Farmer detalla una docena de ellos en su articulo del mismo aio en el Journal of Modern History, citado anteriormente. Entre ellos se encuentra el pequefio volumen La Révolution de 1848, de Gaston Martin, publicado en Ia coleccién «¢Que sais-ie?» Es éste un trabajo, como el anterior de Seignobos, sélidamente republicano-socialista, tanto de tono como de contenido, y su método es més narrativo que analitico. En él, como la mayorfa de los demés autores del centenario, Gaston Martin cons- truye una historia «social» de los hechos, ya que la revolucién, is siste el autor, «fue una reyolucién social que pretendia algo mucho més allé de la simple conquista del derecho universal al suftagio». Es, pues, una historia de los meses de febrero a julio, porque con la derrota én junio de los trabajadores parisinos y de toda esperanza de eee Gree ae Sen TAR Tee St Sie te ee Pe HS Serta UME sk Mi a ie 224 una «repiblica social y democriticar, se habia terminado todo Io sig- nificativo y original de la revoluciOn, «El dia que el general Eugtoe Cavaignac devolvié a la Asamblea Nacional Constituyente 1a dicta- dura que Je habia sido confiada... Ia revolucién social estaba liqui- dada y la Repiblica entraba en su decliven *. En realidad, uno de los resultados de la celebracién del centens- rio ha sido fomentar en los historiadotes una actitud de mayor sim- patia hacia los insurgentes de junio y, por ello, una actitud més critica respecto a los lideres liberales ¥liberales-conservadores; con- secuentemente, toda Ja historiografia de lz revoluciéa de 1848 ha girado hacia Ia izquierda. Ciertamente, muchos de los trabajos més recientes, concebidos en 1a tradicién republicana, han sido obra de marxistas: entre ellos se cuentan Les journées de février 1848, de Jean Bruhat; Le gouvernement provisoire et l'Europe, de E. Tersea (ambos de 1948), y el impresionante 1848 y la II" République, de Dautry (publicado en 1948 y reimpreso en 1957). Asi, tiene mu- chos visos de verdad la observacién de Gordon Wright cuando, al debatir las «variedades» de la historia francesa entre 1814 y 1870, sefiala que «las interpretaciones de la revoluciéa de 1848 y la Se- gunda Repablica han atravesado un ciclo completo durante el wltimo siglo, comenzando con La lucha de clases en Francia, de Marx... ¥ terminando con la vuelta al punto de vista marxista de los libros escritos para la celebracién del centenario de 1848». Ello no es sor- prendente en vista de la profunda decepcin causada por la Tercera Repiblica y también por la s6lida tradicién dejada por Jos marxistas ‘en sus dos penetrantes estudios de 1848-1850 —dos obras que (nos dice Wright)— «suponen una combinacién tan notable de pe- netracién y verosimilitud que su andlisis continéa siendo ampliamente aceptado en nuestros dias». Sin embargo, ésta no es la panorémica completa. Si los conservadores han abandonado la carrera, permane- cen otf0s, junto a marxistas y republicanos de nuevo estilo, cuyas. opiniones deben ser consideradas. Por ejemplo, debemos tener en cuenta muy seriamente la version de Tocqueville, a pesar de que los conservadores tradicionales se hayan inclinado a ignorarlo y él mistto no haya dejado escuela. A su lado hay otros como Georges Duveau y Rémi Gossez, quienes, si bien se inclinan claramente hacia Marc, estén no menos influidos por Proudhon o Jaurés y no se les puede auribuir una ctiqueta ideolégica precisa. Echemos ahora una mirada mis de cerca a algunas de estas opiniones de los historiadores sobze los acontecimientos de febrero y junio, sobre Luis Napoledn, los 2 GastonMartin, Le Révolution de 1848, Paris, 1948, pigs. 5, 116. ® Gorden Wright, op. cit, pigs. 264, 267. 225, Escaneado con CamScanner chombres de 1848» y sobre si hubo o no igualmente una revolu- ci6n urbana y campesina. Se ha dicho que Ia revolycién de febrero sobrevino como un acontecimiento inesperado y dlesagradable. «La antigua sociedad —es- ctibe Marx fue tomada por sorpresa» y el coup de main del pueblo fue un «logro inesperado» *. Y Tocqueville, a pesar de sus aprofecias» anteriores de una revolucién pendiente, esté de acuerdo, Fiel a esta opinién del coup espontinco ¢ inesperado estaba la concepcién, lar- {g0 tiempo mantenida, de que Luis Felipe habtia salvado su trono si hubiera un esfuerzo para resistir. Otra concepcién relacionada con las anteriores opiniones presenta la famosa fusillade del Boulevard des Capucines como un acontecimiento fortuito que por sf solo trans- formé el disturbio en revolucién. A esta descripcién tradicional de los «dias» de febrero le han hecho cottecciones. menores particu. Tarmente aquellos especialistas que han hecho de ellos su cam- po de investigacién particular. Por ejemplo, A. Crémicux, descen- diente de uno de «los hombres de 1848», demuestra en La Ré volution de Février (tesis doctoral de la Universidad de Paris en 1912) que Luis Felipe luché mas de lo que generalmente se ha supuesto, Posteriormente, en un estudio sobre los acontecimientos de febrero, contribucién al centenario, Jean Bruhat ha minimizado la importan- cia tinica del drama del Balevar de los Capuchinos, insistiendo en que no hubo descenso en Ia actividad de los trabajadores en los diferentes distritos después de la dimisién de Guizot, que éste habia presentado en las primeras horas de ese dia. A su vez, Duveau ha argumentado que Luis Felipe, lejos de abdicar repentinamente presa de un subito pénico, habia perdido ya el control de los aconteci- mientos merced a la dimisién de Guizot, la cual le habia demostrado que eta incapaz de gobernar™. é €Quignes fueron los héroes y quitnes Jos vencedores de las ba- rricadas de febrero? Los historiadores orleanistas, como Victor Pierre. yBiasre de la Garce, se inclinaban naturalmente aver, como agente principal de la revolucién, la «conspiracién» urdida en las oficinas de los periédicos La Réforme y Le National, mientras que los trabajadores y comerciantes de Paris eran simplemente la scanalla» pasiva que se eché a la calle por orden de los conspirado- res. Pero Tocqueville, a pesar de que sus simpatias estaban al otro Jado de las barricadas, concuerda con Marx en que «el pueblo» tuvo * G Mare, eit. por la tad. ingl, The Eighteenth Bramaire of Lonis Bo- saparte, Nueva York, 1969, pig. 27, (lay tratucion espanola: El i8 Brame. 70 de Las Boner, Bacto, Une 1 e888) Deon, Epoque’ contemporsing, Ty ples. 115, 121; G, Duveau, Tée Mating of « Revelation, Nocta York, 96h, ble. 2 226 tuna parte importante en el derrocamiento de Ja dinastfa. Y desde fentonces éa ha sido la opinién general, tanto de los historiadores republicano-iberales como de los socialistas. Duveau, que comparte esta opinién, la presenta vivida y draméticamente en las personas de tres tipicos comerciantes de Paris: el calcetero del Faubourg St. De- nis, el ebanista del Faubourg St. Antoine y el mecdnico de La Chapelle. Los tres comerciantes no solamente tienen diferentes ocupaciones y viven en diferentes distritos, sino que difieren considerablemente fen sus filiaciones politicas y en los periédicos que leen. El calcetero es el mas préspero y conservador y lee los periddicos de la oposicién moderada, Le National o Le Siécle. El carpintero es un jacobino al viejo estilo del antiguo barrio revolucionario de St. Antoine, lee La Réforme, sigue a Cabet y venera la memoria de Robespierre. Solamente el mecinico es un hombre «nuevo, salido de una indus- tria nueva en un suburbio industrial nuevo, seguidor de Blangui y ga- nado ya para las ideas socialistas. Tales hombres estaban naturalmen- te inclinados a perseguir ideales diferentes por caminos diferentes y, como Duveau explica, fue necesaria Ia universalidad de la crisis de febrero para reunirlos en una empresa comin. Los tres estaban de acuerdo cn que Guizot. debia marcharse; y afiade el autor: «Fue un mal augurio para Ja monarquia el que esa mafana del 22 de fe- brezo, el calcetero, el carpintero y el mecénico se reunieran delante del bar Durand, como hermanos, en una causa comin» *. La tradicién republicana ha legado més lejos, presentando esta concordia y «fraternidad> de los «dias» de febrero como algo que abarcaba las més amplias capas del pueblo, una vez lograda la victoria inicial, Por ejemplo, Duveau, como Michelet en su famoso cusdro de julio de 1789, sugiere que no solamente las clases més activa- mente comprometidas —los comerciantes de Paris y la bourgeoisie liberal—, sino Ia nacién entera habla obtenido una victoria, Y cita como prucba de ello la adhesién al Gobierno Provisional de la Iiplesia, del ejército, de la vieja burocracia e incluso muchos de los antiguos politicos realistas. Esta atmésfera de armonia y «besos y abrazos» nos la ha hecho familiar [duis Blancen su descripcién de los obreros armados montando guardia ante Tas propiedades de los ricos. 1 Cien mil obreros armados hasta los dientes y hambrientos”guarda- ron Paris con heroica devociéa. Los sangrientos seguidores de la bandera roja que tenfan el control de las calles, se aseguraron de que nadie perdiera ni un cabello, Las casas de Jos ricos estaben guardadas * Duveas, op. cit, plas. 1719. r 227 Escaneado con CamScanner pot los pobres, y hombres cubiertos de harapos vigilaban a la puerta de aquellos que les habfan calumniado ®. ‘A pesar de que han susctiso’ gran parte de la principal tradicién republicana, los marxistas en general han rechazado esta presentacién color de rosa de los hechos. Entendiendo Ia historia en términos de una lucha de clases, han procurado ver las «contradicciones» entre los aliados de febrero y habiéndolas encontrado no se han in- clinatlo a interpretar el bafio de sangre del mes de junio —cuatro me- ses después como una especie de acidente o aberracién, 0 producto le las diabélicas maquinaciones de unos pocos. El mismo Marx’ reco- nocié Ia revolucién de febrero como un “levartamiento 2545, cn el que trabajadores y bourgeoisie aunaron sus fuetZa5 Teniporalmente;, peto reconocié también «su ilusién, su poesia, su contenido imagina- rio y sus frases»; y vefa la armonfa de las clases, con su expresin, ible en el Gobierno Provisional, como un fraude, una ilusién que en- turbiaba las realidades de Ja lucha de clases. Esto puede ayudar a ex- plicar por qué, a pesar de compartir su opinién sobre los origenes de la Revolucién Francesa con Tocqueville, disentia de éste acerca de su re- sultado y significacién. A Tocqueville, méximo defensor de la propie- de la burguesfa y contra ella», que los trabajadores eran, por lo me-{ nos, los vencedores potenciales, y que el «socialismo seria siempre ‘su caracteristica predominante y el recuerdo mds formidable de la revolucién de febrero». El economista inglés Nassau Senior, que es- taba visitando Paris cuando ocurrieron los acontecimientos y que desaprobaba cuanto alli vio, escribié que «la teorfa a la que atribuimos Ja revolucién de 1848 es un socialismo disfrazado». Sin embargo, para Marx, el resultado esencial de febrero fue la creacién de una srepiiblica’ burguesa», aunque temporalmente «rodcada de institu: ciones sociales», y los verdaderos vencedores eran las clases medias, Jas cuules sélo habjan hecho concesiones a Jos trabajadores baju la presién de la calle*, Una critica moderna y algo diferente de la tesis de In «fraternic lady 5 1a que hace el historiador americano Beret Amann, Pone ‘el ejemplo de Ia expulsién de los obreros especializados’ ingle- ses del area de Rouen al grito de «(Viva la Repsblical» y de Ja agitacién en el Norte contra los trabajadores no cualificados fla- dad, le «parecia que Ia revolucién se habia hecho enteramente re © Cit. Peter Amann, «The Changing Outlines of 1848», Am. His. Rev, LXVIIT, nim, 4. Galo 1963), pags, 3835. 18922 vol, Nuova York, GTI T pa 1; Mace Clan Stugdch pls 98, to 1832, 9 vol, Nucra Pig 1; Mare, Cla Strugaes, pg. 395 Fostveville. Recallections, ples. 78 y' rcs Pe 228 ‘mencos. «En resumen, la xenofobia violenta, alimentada ‘por la in- seguridad econdmica, fue mas caracteristca de las masas urbanas que cualquier sentimiento de fraternidad internacional.» Sefiala, ademés, los desesperados ataques a las méquinas, al estilo ludista, ‘y los cendios de trenes provocados por impresores, cocheros y obreros tex- tiles en Paris, Normandia y a lo largo de la frontera belga, que si- guieron a Ja revolucién ce febrero. Y concluye: La Revolucién de 1848 fue algo més que un banguete fraternal: provocé una ola de violencia que buscaba deshacer unos agravios so- ciales que nada tenfan que ver con la ideologia revolucionaria. Hu- biera sido incretble que tras dos afios de escasez de pan y desem- peo, «el pueblo» hubiera representado realmente el papel de santos de escayola en blcuse que la mitologia republicana les habia asig- nado, Si generalmente los historiadores han tratado al «pueblo» con respeto y compasién, no puede decirse lo mismo de los lideres, de esos desventurados «hombres de 1848». Tanto sus contemporé- rneos como los historiadores se han inclinado a presentarlos como pobres imitaciones de sus antepasados de 1789 0, en el mejor de los casos, como idealistas y roménticos bienintencionados pero mal preparados para Ja tarea que les habia sido encomendada. Expresiones tipicas de este punto de vista fueron las expuestas por los historiado- res franceses en la celebracién del centenario en 1848; como la de ~Geoecs Lefebure, en un anfalo conmemotativo publicado en la ‘eoue Historigué, que consideraba que los hombres de 1848 care- fan lamentablemente del racionalismo de los hombres de 1789; y la de C. E. Labrousse que, en la Reowe socialiste, sefialaba que «la nue- va economia industrial present6 problemas a unos hombres incapaces de entenderlos». Solamente Duveau se incliné hacia la simpatia € in- cluso a Ja indulgencia para con ellos. Pero también para él hay ex- cepciones: Grémieux, por ejemplo, que no rompié con Luis Felipe hasta el Gltime mowmeute para convettirse en un despreciado miem- bro de Républicains de lendemain; y Flocon, otto chaquetero de que se separé de la izquierda republicana part unirse al campo moderado de Le'National y luego fue ministro bajo Cavaignac en el mes de ju- nio. Tampoco gncuentra mucho digno de admiracién en Marie o Garnier Pages, Quienes pronto se hallaron en el conservador «parti- do del orden». Pero sf tiene una frase amable para Lamartine, quien con todas sus palabras altisonantes y posturas teatrales, jug un gn The Shopng of Moder Franc, Prigugity Keane 229 Escaneado con CamScanner papel positivo en los acontecimientos de febrero; y para Blanc, cu- yos esquemas, cre Duveau, eran pricticos y realistas, aunque in- apropiados a fa atmésfera roméntica del momento *, Las opiniones de los contemporineos no son muy'diferentes, aun- que naturalmente varian segtin el compromiso politico. El marqués de Normanby, que llevé un diario durante su residencia en Paris, ¥ que era mas conservador que liberal, enconttd poco bueno que decir de los nuevos gobernantes de Francia, aunque muestra una cierta consideracién hacia Lamartine. Nassau Senior, que era més fiberal que conservador, menciona nuevamente a Lamattine para encomiarle particularmente". Sin embargo, no ocurte lo mismo con Marx y Tocqueville. Marx dio a los lideres el titulo colectivo de ‘. Y da la bienvenida al nuevo giro, largo tiempo requerido, que se estaba dando hacia el estudio de Tos problemas econdmicos y sociales de Ia revolucién®, Ta necesidad de esta nuevg otientacién se habfa hecho sentir hacia largo tiempo. Estaba implicita en el andlisis realizado por Marx y Engels cien aos antes; pero tales enfogues se habtan quedado Zn un rincén por el apasionado debate ideoldgico, sucesivamente Tle- yado a cabo por nacionalistas y liberales, que siguié a la unifica- cién de 1871. En 1884 se levanté una primera voz tentativa en favor de una interpretacién socio-econdmica, la de Konrad Bornhak, que detrés de la revolucién politica vefa un conflicto entre el ce pitalismo industrial y el modelo feudal agratio. El historiador beral Erich Brandenburg volvié a plantear la cuestién treinta afios mas tarde con mayor agudeza, En su Reichsgriindung contrast6 las exigencias de los liberales de un cambio politico con las mejoras eco- ‘némicas que pedian las «clases bajas» como precio de su colaboracién. “a Sean Hon texans pics, 0 cud von ge tema que queran inponet ales les prometia tan poras satlfacloes como ve ta, es cas fon tot mel movimiento politic. Esto suena como si Brandenburg hubiera bdoptado (como en realidad lo hizo) parte de las antiguas interpretaciones de Engels; por ello no es sorprendente que sus opiniones fueran desafiads, y fen primer lugar, por Meinecke, quien al final de la primera guerra mundial se enzar26 con él en’un apasionado debate desde, las co- umnas del Historische Zeitschrift. Durante la Repiblica de We mar, otros histotiadores se unieron a la causa de Brandenburg, pero dl paréntesis nazi puso fin a todo ello. Ya en 1949, Oscar J. Ha- mann pudo quejarse, en la American Historical Review, de que aapatte de una serie de estudios especiales de historiadores ale- anes, las versiones al uso de la revolucién de 1848 destacan cast exclusivamente los aspectos politicos del movimiento y los esfuerzos constitucionales y nacionales de Ia clase media liberal», Sin embar- 0, para entonces, Meinecke habfa hecho Jas paces con las sombras de’ su antiguo antagonista, En el aio del centenario abandoné su antigua postura y declaré abiertamente que «la revolucién’ alema- nna... demostré no sélo un omnipresente espfritu idealista..., sino ‘que también puso al descubierto lo que para los efectos en el Hamerow, op. cit, pég. 41. 244 momento era lo més poderoso, 1a realidad misma, los intereses ele- mentales y masivos de: los individuos y los grupos sociales» Desde entonces se ha producido un giro continuo en esta direc- cin, pero més lento y a una escala mucho menor del producido en Francia desde 1948. Se ha hecho més patente en la Alemania del Este que en la Occidental —ya hemos citado brevemente 1a obra de Jiitgen Kuczinski— pero también en la Alemania del Oeste apa- recid, en el afio del centenario, la historia politico-social de la re- volucién de 1848 de R. Stadelmann, seguida, un aio después, por el estudio de W. Mommsen sobre la clase media alemana, su politi ca y sus propiedades en 1848 y 1849, aunque ninguna de estas his- totias son historias «sociales» en el sentido estricto «francés» del término®. Algunas de las contribuciones més significativas han ve- nido de fuera de la misma Alemania y en particular de dos autores: el historiador francés Jacques Droz, cuyo libro Les révolutions alle- mandes aparecié en ‘1957, y Theodore Hamerow, cuyo Restoration, Revolution, Reaction (s6lo relacionado en parte con la revolucién de 1848) fue publicado en Princeton en 1958". Ya hemos discutido el libro de Hamerow en un capitulo ante- rior, por lo que no es necesario volver aqui sobre él. El conte- fhido del libro de Droz, aunque se extiende en una panordmica mds amplia, es similar al de Pascal, publicado quince afios antes. También Droz sitda enérgicamente el fracaso de la revolucién en los liberales del Parlamento de Frankfurt pero, al igual que Pascal, no se inclina por buscar la explicacién en el carécter nacional germano. «El espiritu “de servilismo y obediencia —escribe—, que tan f& cilmente se’ achaca al pueblo alemin, no aparece en los aconte- cimientos de 1848 por lo menos.» La explicacién, de hecho, debe buscarse principalmente en las citcunstancias del desarrollo econé- ico alemén y en las tensiones y miedos que tales circunstancias impusieron sobre Ia clase media alemana. Y continia: ‘Fue una desgracia para Alemania ef que, debido al lento creci- tmiento econémico que le impuso su divisién territorial, no pudo + proyectar més insttuciones liberales hasta el momento en’ que Ia in dlustria a. gran escala Ia enfrent6 con el desafio de un proletaiado ate. A Aleman, por tanto, te le neg6 ls oportunidad, ese cial para'un pals democrético, de experimentar una forma de gobier- ‘no parlamentario . Ga Fpl, la A © Droz, 9p ct, pgs. 181.2. © Bros, Ler rédlutionsalemondes de 1848, Pat amerow, ian Die beg idan alemandes de 186, Pas, 195; arrow, Resor Dog, Ler revolutions ellemandes, pigs. 63940. Escaneado con CamScanner ‘Asi, como en el libro de Hamerow, los factores econémicos ‘for- man una sélida base para las conclusiones politicas que se despren- den de ellos. we Desde luego, un libro como: éste deja mucho a los hist: dores alemanes para investigar en su propia historia. Y puede ser que unas investigaciones Hevadas a cabo sobre lineas parecidas ayu- den a reavivar el debate sobre Ia revolucién de 1848 de manera nueva y més vigorosa. La revolucién en el Imperio austriaco Si la revolucién en Alemania fue més compleja que eri Francia, Ja revolucién en los dominios austriacos fue indudablemente més compleja atin que en Alemania, debido a que el Imperio austriaco no solamente era un estado politico multiforme, sino también mul- tinacional, con once pueblos —en estados diferentes de desatrollo de su identidad nacional— gobernados desde Viena por un mismo gobierno central. Asi pues, la revolucién, ademas del fendmeno del liberalismo y de la libertad ante Ja autocracia, proclamados en la misma Viena, planteaba, m4s incisivamente incluso, cuestiones de autogobiemo 'e independencia nacional que iban desde Iss formas moderadas de autonomia exigidas por los checos y croatas, hasta Ja total separacién del Imperio que pusieron fugazmente en préc- tica Jos hingaros. Y habia otras fuerzas centrifugas adicionales que atraian a los sibditos del emperador hacia una asociaciin més es- trecha con compafieros de «nacionalidad» del otro lado de las fron- teras imperiales: los transilvanos con los rumanos, los eslovacos con los servios y montenegrinos, los polacos de Galitzia con los polacos de Polonia, y los alemanes de Austria (con mucho el més pri- vilegiado de los grupos) con los alemanes de los otros 38 estados germanos. Para aumcntar la complejidad, las revoluciones de Paris y Viena desencadenaron revueltas similares en las posesiones aus- triacas en Italia —entre toscanos, parmesanos, lombardos y vene- ianos. Por ello, el problema central de les gobernantes austriacos ho era tanto el restaurar el gobierno centril en Viena como el im- pedir que-todo el Imperio de los Habsburgo saltara en pedazos. Y por lo que a ellos concemia, eso era todo lo que Ja revolucién representaba. Desde luego, es normal que Ia literatura sobre este tema ten- ga una complejided similar que va desde la comparativa simpli- idad de la revolucién de-marzo-a-octubre en Viena a las intrincadas 246 relaciones entre —y dentro de— los grupos sociales. Sin embargo, quizd no sea sorprendente que una proporcién comparativamente pequefia de tal literatura haya aparecido en francés o inglés. Y ¢s una penia que mientras cl lector inglés estd razonablemente surtido de libros sobre las revoluciones francesa, italiana 0 alemana, no lo esté tanto en el caso de la austriaca®. Ademds, mucho de lo que se hha escrito en inglés ha sido estrictamente narrativo; ni temético, ni analitico: una prueba de ello es el libro de C. A. Macartney, The Habsburg Empire, 1790-1918 (Londres, 1968), que contiene un lar- go ¢ interesante capitulo sobre 1848, precedido por dos capitulos sobre el «Vormirz» y «Antes de la tormenta». Estas cualidades serén bien recibidas por el lector comin, pero plantean problemas para guienes, como el que esto escribe, estén tratando de hallar tenden- cias distintivas. Sin embargo, a pesar de ello, en tanto en cuanto Ja literatura lo permita, intentaremos ver cémo ciertos comentaristas historiadores han debatido problemas relacionados con la revolu- cién liberal en Viena y con los movimientos nacionalistas en las provincias. Empezaremos con el estallido del 13 de matzo en Viena (a con- tinuacién de una casual salva ante el Landbous), que derribé a Metter- nich del poder con un mfnimo de ruido y problemas. Esto, tanto por la fusillade como por el derrocamiento de un ministro impo- pular tiene un parecido notable con lo que habia tenido lugar en Paris poco mds de dos semanas antes. Pero las consecuencias (y las posibilidades) en Viena eran més draméticas. Aqui no se trataba sélo de detribar a un ministro, como en el caso de Gui- zot, al que no se consideraba ya indispensable, sino del gran maes- tro-manipulador del sistema europe, el mismisimo Metternich. En- tonces, epor qué, se pregunta uno, cayé éte tan fécilmente ante los primeros rumores de la manifestacién de estudiantes y obre- ros? Una de las versiones més recientes del acontecimiento —un breve libro de texto de Barbara Jelavich— afirma simplemente que «en, Viena, un levantamiento dirigido por estudiantes, obreros y hombres de clase media de tendencia radical, socialista y liberal, forzé en primer lugar al gobierno de los Habsburgo a destituir a Metternich». Mientras que Pouthas, en la New Cambridge Mo- dern History, esctibe més indirectamente, aunque viene a set lo mismo en términos de causa y efecto, que «la Corte cedié aterrada. Ver FR, Bridge, en su bibliografia critica, The Habsburg Monarchy 1804-1918: Books and pamphlets published in the United Kingdom between 1818 and 1967, Universidad de Londres, 1967. Escuela de Estudios Eslavos yy Europeos Orientals, 22 temas de muy desigual valor relacionados con la his: foria general de 1848-39, 247 Escaneado con CamScanner Metternich huyé». Por otto lado, Macartney, como es su costumbre, simplemente registra cl acontecimiento, gPeto fue una mera cues: tidn de causa y efecto? Sobre esto, algunos historiadores han du- dado mis que ottos. Por ejemplo, Goetz von Poclnitz no parece estar muy seguro de algunas dé Jas respuestas que da en un articu- Jo que esctibid en 1959, Poelnitz, sostiene, en primer lugar, que las protestas en el Imperio babfan Hegado tan lejos que no parecfa que hubiera modo algano de arreglo, mientras Metternich continua: mi en,st. puesto; en. segundo Tugar, que, aparte de las manifesta- ciones en Viena, habia ya suficiente’ animosidad contra el ministo fen hi Corte para hacer de él una conveniente cabeza de turco; y en tercer lugar, que se pensiba que Metternich estaba dispuesto a aceptar ese papel para salvar la Corona Imperial —un céleulo que demostré estar justificado, Escribe Poelnitz: Ei hecho de que el Canciller se hubiera mantenido en el poder durante treinta acs habla eliminado hasta tal punto la posibilidad de invertir Ia revoluciSn que estaba ya en desarrollo en Ia Europa central, que Ia primera explosién revolucionaria det 13 de marzo fue suficiente paca barter del poder « un hombre al que hasta entonces| se habia crefdo invulnerable a la rapidez de un ataque por sorprese.. Ty] el principe asumis toda la responsabilidad, una ver mis, de to- ddos los errores de obra. y omisién, para salvar a la corona’ y a Ia monarqula de las destructivas alas de la revolucisn. . ‘Sin embargo, a pesar de todo, queda en pie la cuestién de si el Hofbure actuS hsbilmente al sacrificar sin vacilacén alguna «su lider mis poderoso, Es posible que tanto las enemistades personales como los temores inmedintos movieran a tomar una decisién que io satisfaceidn a la gran masa de opinién que detestabo a Metter- nigh... Pero entonees, gquién asumiria la direccién de la nave el Estado en un mar tan agitado, si el capitin, quizé demasiado viejo, pero femiliarizado con los bajos fondos y'los rrecifes, era eliminado de su puesto? i, Entre los que observaban el desarrollo de los acontecimientos en Viena, asf como en Berlin, Frankfurt y Baden, se encontraban Marx y Engels, Este, en su versién de la revolucién austriaca (se interesa principalmente por Ia Alemania austriaca), expone su formaci desarrollo y fracaso final en los familiares términos de un equi brio y una lucha entre clases. «La revolucién de Viena —escribfa w burara Jelavich, The Hobcare Empire in European Alfirs, 1141318, ‘Chicago, 133 ks 37 % ‘subrayado es mio); Pouthas, op. cit., pag. 396; Ma- op. cit 23.30. Goce: von Poeite, «L:Autriches, en L’Europe du XIX* et du XX sitle, 1, pls. 365. 248 ch el New York Daily Tribune de Londres en octubre de 1851—, po- drfa decirse que fue Hevada a cabo por una poblacién unénime. La burguesfa (con In excepcién de los banqueros y los corredores agiotistas), la clase comerciante menor, los trabajadores, todos a una se alzaron inmediatamente contra un Gobierno al que’ todos detes- taban, un Gobierno tan universalmente odiado, que la minoria de nobles y ricos que lo habfan hecho suyo propio desaparecieron al primer ataque.» Pero afiade: «es ef destino de toda revolucién que cesta unidn de clases diferentes, condicién necesatia de toda revo- lucién para que se produzea, no pueda subsistic por largo tiem- po». Tal divisién puede ser una prucba obvia de debilidad (como fen este caso lo fue, sin duda, a la larga), pero temporalmente puede ser una ayuda pata la revolucién al proporcionar un equilibrio que contrarresta los objetivos de cualquier grupo aislado. Asf, argumenta Engels, en Viena la burguesia deberfa haber emergido como el tinico ‘grupo dominante; y, de hecho, asf habria sido inevitablemente si la revolucisn hubiera durado lo suficiente y las concesiones hechas (prin- cipalmente a la clase media) hubieran tenido tiempo para consolidar- se. Pero en la prictica, del equilibrio de clases surgié una especie de autoridad dual. Por un lado, Ia clase media y los pequefios comer- ciantes formaron su propia milicia, la Guardia Nacional, y ejercieron su autoridad politica local a través del Comité de Seguridad Piblica ‘que anarccié en mayo. Pero los estudiantes tenfan su propia milicia —ln Legién Académica—, ya través del «aula» y con la ayuda de los trabajadores (muchos de los cuales estaban sin empleo y per- manecian armados) fueron capaces de ejercer constante presién so: bre las autoridades burguesas de la ciudad. Ademés, cuando el nuevo Gobiemo central —dominado por Jos fabricantes y los intereses co- merdiales— intent6 en mayo anular algunas de las concesiones hhechas en marzo (una constitucién, juicios con un jurado, libertad de .), 8¢ produjo un nuevo alzamiento y Ios antiguos.aliados mntes, estudiantes y obreros— juntaron sus fuerzas para Hevar, al gobierno a Ia retirada S Yast la revolucién se mantuvo y obttvo,considerables concesio- nes. ¥ no sélo en Viena, sino en toda Austria, ya que los campesinos fueron liberados eliminando asi los tltimos vestigios de sev vidumbre. Pero gcémo y por qué se hundié todo esto? Porque una vez que la Corte y el ejéscito restablecieron su antigua autoridad en Praga y en Italia (aunque no en Hungria), Ia clase media, aun a pesat de Ia ayuda de otras clises, fue incapaz de mantener la posicién, y el 30 de octubre Viena cafa ante Windischgritz. Y Engels afiade {que se produjo gran confusién, desconfianza y recriminacién entre 249 Escaneado con CamScanner

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