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DECADA DE LOS 80 ‘s

En la década de los ochenta se produjo en Honduras un recrudecimiento de la


crisis económica y social del país, en un contexto de guerra regional y de
arduos esfuerzos de concertación y negociación, desde Contadora en 1983
hasta la declaración de Antigua Guatemala en 1990, en los que se percibe que
"el nuevo desafío no es la guerra sino la economía", señala el autor.
En el plano político ha habido en el país un fenómeno de redemocratización o
retorno a los regímenes constitucionales, con cuatro procesos electorales que
consolidaron el sistema político en la última década y la transmisión pacífica del
mando del partido del gobierno a la oposición en 1990.
Esots avances contrastan, señala el autor, con un intenso proceso de
militarización basado en las doctrinas de la "seguridad nacional", que se han
traducido en un despliegue de la presencia norteamericana y de otras fuerzas
extranjeras irregulares, debido al involucramiento de Honduras en el conflicto
político-militar centroamericano, que afectan profundamente las relaciones
entre la sociedad civil y la sociedad política.

En 1980, Honduras estaba gobernada por un régimen militar liderado por el


general Policarpo Paz García. Durante su mandato, se promulgó una nueva
Constitución y se convocaron elecciones generales en 1981.
En 1982, Roberto Suazo Córdova, del Partido Liberal, asumió la presidencia
tras ganar las elecciones. Suazo buscó implementar algunas reformas políticas
y económicas, pero su gobierno también se caracterizó por la corrupción y la
represión contra la oposición política.

La década de los 80 también fue testigo de una creciente actividad de guerrillas


de izquierda en Honduras, principalmente el grupo conocido como la
Resistencia Nacional Popular (RNPN). Estos grupos estaban vinculados con
movimientos guerrilleros en Nicaragua y El Salvador, y buscaban derrocar los
regímenes militares en la región.
Honduras también desempeñó un papel importante en el conflicto regional
conocido como la guerra civil de El Salvador (1980-1992). El país sirvió como
base para los grupos rebeldes salvadoreños y como apoyo logístico para el
gobierno de Estados Unidos, que respaldaba al gobierno salvadoreño en su
lucha contra los guerrilleros.

Durante los años 80, Honduras enfrentó numerosos desafíos sociales, incluida
la pobreza generalizada y la desigualdad económica. La mayoría de la
población vivía en condiciones de extrema pobreza, con acceso limitado a
servicios básicos como salud y educación.
Además, los derechos humanos fueron violados por el gobierno y las fuerzas
de seguridad. Se reportaron casos de desapariciones forzadas, tortura y
represión contra los opositores políticos.
La violencia también estaba presente en la sociedad hondureña debido a la
actividad de las guerrillas y la respuesta del gobierno. Los enfrentamientos
armados y los ataques guerrilleros tuvieron un impacto negativo en la
seguridad y la estabilidad del país.

En términos económicos, Honduras enfrentó dificultades durante los años 80.


La deuda externa aumentó considerablemente, lo que limitó la capacidad del
gobierno para implementar políticas económicas efectivas.
La economía hondureña dependía en gran medida de la agricultura,
especialmente del cultivo de banano y café. Sin embargo, factores como la
caída de los precios internacionales de estos productos y los desastres
naturales, como huracanes, afectaron negativamente la economía.
Además, la falta de diversificación económica y la falta de inversión en
infraestructura y desarrollo industrial contribuyeron a la fragilidad económica del
país.
En resumen, la década de los 80 en Honduras estuvo marcada por la represión
política, la creciente actividad guerrillera, la pobreza generalizada y los desafíos
económicos. Estos factores contribuyeron a una situación política, social y
económica compleja en el país durante ese período.

Geopolítica y Crisis Económica.

Honduras inicia la década de los años 80 en un escenario completamente


adverso, con una economía mundial en lenta recuperación y una débil
demanda de nuestros productos exportables, con un cierre de las líneas de
crédito comercial y las otorgadas por bancos privados multinacionales y un
contexto regional de alta polarización de fuerzas políticas y militares.

Frente a la crisis centroamericana del conflicto de baja intensidad, la vía


electoral logra un alto consenso político entre sus fuerzas sociales y permite un
transitar sin altos costos humanos y materiales en Honduras.

El estancamiento del aparato productivo que afecta la inversión y las


exportaciones, anuló las espectativas de crecimiento económico. El promedio
del crecimiento en el periodo 80-84 es apenas del 0.8 %, provocando un
deterioro en el nivel de vida de la población y una inflación acelerada.

El promedio de crecimiento de las exportaciones en ese mismo periodo fue


nula. La balanza de pagos se deterioró en forma alarmante, utilizando las
reservas internacionales para impedir el colapso.

Uno de los problemas que se acentúa es el déficit fiscal, por cuanto el gasto
público se incrementa y los ingresos tienen un comportamiento hacia abajo.

La fórmula más gastos con menos ingresos genera un déficit fiscal que se
solventa con la utilización de las reservas internacionales, o la emisión de
dinero sin respaldo, parece ser una conducta gubernamental en los primeros
cinco años de la década del 80.

Represión y muerte en Honduras en la década del 80

Entre 1980 y 1984 miles de opositores, según algunas versiones, la cifra no se


sabe con exactitud, desaparecieron en Honduras tras ser secuestrados,
torturados y asesinados por los escuadrones de la muerte conformados por
efectivos del ejército y la policía hondureña, bajo el mando del entonces jefe de
las fuerzas armadas, general Gustavo Alvarez Martínez, un militar educado en
Argentina durante la dictadura militar de los '60 y asesinado a principios de
1989 por un grupo guerrillero.

Recién en 1997, y a través de documentos desclasificados por Washington, el


Pentágono reconocía su participación en el entrenamiento del batallón
hondureño 316, responsable de la mayor parte de esos asesinatos políticos.
Fue entonces que se reveló que la CIA capacitó a oficiales de inteligencia del
ejército de Honduras en lo que ellos denominaban "la explotación de los
recursos humanos", un eufemismo que aludía al interrogatorio y la tortura.

Durante esa época de sangre y muerte, el embajador de Estados Unidos en


Tegucigalpa era John Negroponte, quien representará los intereses
diplomáticos de su país en Irak a partir del 30 de junio, fecha de la
transferencia de poder al gobierno provisional iraquí.

Negroponte estuvo en Honduras entre 1981 y 1985, cuando gobernaba


Roberto Suazo Cordova, cuyo gobierno civil, el primero en ese país en más de
un siglo, apoyaba entusiasta los esfuerzos de EE.UU. por erradicar a los
movimientos revolucionarios en América Central, como el conflicto "Irán-
contras" en Nicaragua.

Tras conocerse los documentos desclasificados, uno de las preguntas más


repetidas por la prensa estadounidense fue si los agentes de la CIA estuvieron
presentes durante los interrogatorios o torturas a los que eran sometidos los
opositores hondureños. La respuesta de la central de inteligencia fue un
patético "No estamos seguros".

Curiosamente, Negroponte ahora irá a Irak, donde suenan fuerte, otra vez, las
denuncias sobre violaciones a los derechos humanos.
En 1983 se creó la Asociación para el Progreso de Honduras bajo control de
las Fuerzas Armadas que buscó unir a empresarios, intelectuales, políticos,
sindicalistas que estableciesen diagnósticos y propuestas para el Estado. De
esta Asociación no sólo surgió la idea de solicitar a EEUU la invasión de
Nicaragua sino la propuesta de organizar a más de 120.000 familias
campesinas sin tierras en cooperativas bajo régimen militar persiguiendo como
objetivos: a-organizar y controlar a las familias sin tierra, bajo una forma de
organización militar que permitiese con el tiempo estructurar patrullas civiles
alertas frente a la amenaza comunista, b-Incrementar la producción maderera y
mejorar las condiciones de esas familias y c-dificultar cualquier desarrollo de
organizaciones armadas que pretendiesen utilizar los bosques como
retaguardia. Así, en Honduras el rol contrainsurgente regional poseía sus
correlatos internos. Era obvio para sus dirigentes políticos y militares que no
podía librarse una batalla contra el denominado poder soviético instalado en la
región si en su propio país se permitía el desarrollo de los movimientos
revolucionarios y la inestabilidad política. Por lo tanto, la condición para el
establecimiento de una plataforma militar que dirija las actividades de represión
y desaparición de personas en la región era la estabilidad política del país en
que se realizaría esto. Y de alguna forma, Honduras –y Costa Rica en menor
medida- cumplía con este requisito. El gobierno constitucional de Honduras,
permitió y reforzó el rol de su país en la estrategia contrainsurgente regional
ideada por los EEUU implicando esto:

1- La creación de un complejo militar y logístico para realizar una invasión


así como tareas de inteligencia y represión. Estados Unidos preparo en
Honduras un puente y una retaguardia para una invasión a
Centroamérica y el Caribe.

2- La realización de maniobras conjuntas lo que ayudo a los soldados


norteamericanos a formarse en el terreno y fortaleció al ejército
hondureño frente a otros ejércitos de la región.

3- La organización del Centro de Entrenamiento Regional para formar en


tareas de contrainsurgencia a soldados salvadoreños, hondureños,
guatemaltecos y costarricenses. Los asesores fueron aportados por la
CIA, el ejército de EEUU y por el gobierno militar de Argentina que
defendía y publicitaba el “éxito de su modelo represivo”.

4- Colaborar activamente con la “Contra” y con el Gobierno de El Salvador.


Sin la cual, por ejemplo, la “Contra” no tendría existencia ya que no
contaba con una base social de apoyo en Nicaragua. El territorio
hondureño funcionó como retaguardia y lugar de abastecimiento para la
“Contra” frente al ataque y persecución del ejército sandinista. En el
caso de El Salvador, el ejecito hondureño participó y asistió a las fuerzas
gubernamentales en diversos ataques y matanzas. Colaboró en el
gobierno de El Salvador proveyendo información y apresando a
militantes que se refugiaban en Honduras.
5- Transformarse en una plataforma de la represión regional expandiendo
las prácticas represivas y genocidas realizadas por el gobierno militar en
Argentina.

En octubre de 1983 el gobierno hondureño colaboraría con la invasión a la isla


de Granada.28 Estados Unidos fundamento dicha invasión en que el
aeropuerto que el gobierno granadino construía sería utilizado para construir un
puente de la Unión Soviética y Cuba con los movimientos revolucionarios
centroamericanos. Como indica Pompeyo Márquez, la política de Reagan
redujo “todo un complejo de situaciones a una simpleza: la confrontación con la
Unión Soviética y por tanto el escenario debe ser ocupado a como dé lugar en
nombre de la seguridad y la defensa de los Estados Unidos.
Los medios de comunicación vinculados con la estrategia norteamericana
alertaron de la presencia de soldados cubanos y soviéticos que nunca fueron
encontrados así como esgrimían que existían acuerdos secretos entre
Granada, la Unión Soviética, Cuba y Corea del Norte que tampoco pudieron
comprobarse. El imaginario político de una Tercera Guerra Mundial se recreaba
bajo la lógica de las intervenciones norteamericanas en la política
centroamericana y caribeña. Cualquier espacio o 28 En la isla de Granada
habitan 115.000 personas y su producto principal de exportación es la nuez
moscada. 29 Márquez, Pompeyo, “G$ranada: una invasión anunciada”, Revista
Nueva Sociedad, Nro 69, Nov-Dic 1983, Buenos Aires, territorio por más
insignificante que sea era indicado como el ámbito donde se libraba una guerra
mundial.

Las Fuerzas Armadas de Honduras, durante los años ochenta, fueron más
corruptas que represivas. Aceptaban la subordinación a los Estados Unidos a
cambio de la cuantiosa ayuda militar que recibían. Entre 1980 y 1987 Honduras
recibió US$ 1.288 millones en ayuda de EUA, de los cuales 358.7 millones, el
27.8%, fue ayuda estrictamente militar. La disputa por los recursos económicos
entre los militares dio lugar a contradicciones y defenestraciones de jefes
castrenses. Entre 1980 y 1987, cuatro jefes supremos se sucedieron en el
mando de las Fuerzas Armadas; curiosamente, el mismo número de
embajadores que se sucedieron en la diplomacia estadounidense en el país.

Pero, para cumplir su papel de base contrainsurgente en la región


centroamericana, Honduras debía garantizar la estabilidad y el orden interno;
para ello desarrolló la represión selectiva, evitando así el surgimiento y
desarrollo de grupos insurgentes en el país. Lo anterior llevó a la práctica de
ejecuciones y desapariciones forzadas de dirigentes populares y personas
consideradas “opositoras políticas peligrosas”. En 1982, la organización
internacional de derechos humanos Americas Watch expresaba respecto de
Honduras: “La práctica de detener a individuos por razones políticas y después
negarse a dar a conocer su paradero y condición, parece haberse establecido
en Honduras. En cada uno de los casos investigados el modelo es el mismo:
personas que son políticamente activas son detenidas, ante la vista de testigos,
Las personas desaparecidas en Honduras durante los años ochenta,
reportadas oficialmente, son 179. De estas, 102 son de nacionalidad
hondureña y las restantes 77 pertenecen a otras nacionalidades. Entre estas
últimas destaca que 28 son de nacionalidad salvadoreña y 37 de nacionalidad
nicaragüense. Esto confirma el papel de Honduras como base
contrarrevolucionaria en la región, y lo peligroso que se había convertido el
territorio nacional no solo para los opositores hondureños, sino para los de los
países vecinos.

El movimiento popular hondureño fue duramente reprimido en los primeros


años de la década del ochenta, sobre todo entre 1981 y 1985. En este periodo
de cinco años la cantidad de protestas y movilizaciones se redujeron de
manera significativa. La represión puede incentivar o desincentivar las
protestas sociales, dependiendo del ciclo en que ésta se encuentra. Si la
represión se ejerce en un momento en que el ciclo de protesta se encuentra en
ascenso o en el momento álgido, ésta lejos de reducirla o eliminarla, la puede
impulsar.
Después de la caída de Gustavo Álvarez Martínez (Jefe de las Fuerzas
Armadas), en 1984, se produjeron procesos de articulación y unidad en las
organizaciones campesinas y magisteriales. Así, las organizaciones
campesinas constituyeron el Frente de Unidad Nacional Campesina
(FUNACAM) y las organizaciones magisteriales el Frente de Unidad Magisterial
(FUM). “En los últimos días de mayo de 1984, unos treinta mil afiliados de las
tres centrales obreras se fueron a las calles, junto con líderes políticos de
oposición, para protestar por el incremento de los impuestos y las nuevas
políticas fiscales decretadas”.
Estos fueron los primeros intentos de instauración de políticas neoliberales,
pero en un contexto limitado por el papel contrainsurgente que desempeñaba el
Gobierno hondureño.

A partir de 1986 empieza un periodo de recuperación de la movilización popular


.Durante los años ochenta, los sectores más movilizados fueron los obreros del
sector público y privado, los estudiantes tanto de secundaria como de la
Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), los maestros y los
campesinos. Las demandas tuvieron un carácter predominantemente social y
económico, pero fueron significativas las demandas políticas y en especial las
de derechos humanos. Entre los repertorios de acción predominó la huelga, las
manifestaciones callejeras y la tomas de edificios y vías públicas (En los años
ochenta desempeñaron un papel fundamental las organizaciones de derechos
humanos, que en un ambiente represivo y contrainsurgente lucharon por el
respeto a la vida, especialmente de los activistas y líderes populares. Dos
organizaciones pioneras condujeron estas luchas, el Comité para la Defensa de
los Derechos Humanos (CODEH) y el Comité de Familiares de Detenidos
Desaparecidos de Honduras (COFADEH). La primera fundada el 11 de mayo
de 1981 y la segunda el 30 de noviembre de 1982. Además de la permanente
defensa de la vida, el COFADEH encabezó una de las luchas políticas más
importantes en la década del ochenta. Se trata de la lucha por la amnistía de
los presos políticos que se libró en los primeros meses del año 1986. Esta
lucha combinó tres acciones estratégicas: huelga de hambre de los presos
políticos, un plantón permanente en los bajos del Congreso Nacional y
movilizaciones recurrentes de diferentes sectores populares. En la
Penitenciaría central, el 6 de marzo se declararon en huelga de hambre 26
presos politicos, el 10 de marzo se instaló bajo el Palacio Legislativo una vigilia
permanente en solidaridad con los presos políticos, demandando una amnistía
amplia e incondicional2. Finalmente, el 20 de marzo se logró que el Congreso
Nacional decretara la amnistía para los presos políticos. Estas luchas por los
derechos humanos en regímenes políticos autoritarios y contrainsurgentes son
una muestra clara de cómo las organizaciones populares y los movimientos
sociales se convierten en actores determinantes de defensa de la vida y de
denuncia permanente para limitar el poder autoritario.

En 1985 la democracia hondureña enfrentó una de sus primeras crisis políticas.


En sus afanes continuistas el presidente Roberto Suazo Córdova (1981-1985)
intervino en los partidos (Liberal y Nacional) y en el Poder Ejecutivo y Judicial.
Se trató de una “crisis del sistema político hondureño por la pretensión de
reformar el marco constitucional para posibilitar la opción de reelección
presidencial, lo que se zanjó anulando una maniobra legislativa y abriendo, por
única vez, el sistema político a la denominada «opción b», basada en la
experiencia electoral de Uruguay.
La solución se encontró producto del diálogo y acuerdo entre las Fuerzas
Armadas, partidos políticos y centrales obreras. Evidentemente, en esa década
no había un acuerdo político de tal naturaleza sino era la aprobación de la
Embajada de los Estados Unidos (Torres Calderón, 2012: 20). En este caso
vemos a las organizaciones populares, sobre todo a los sindicatos, participando
de los acuerdos y pactos con las elites, que también es una forma de contribuir
a la democratización de la sociedad.
BIBLIOGRAFIAS

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80. Clarín. https://www.clarin.com/ediciones-anteriores/represion-muerte-
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