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Domingo 5 de Pascua – Ciclo A

Primera lectura: Eligieron a siete hombres llenos del Espíritu Santo (Hechos 6, 1-7); Salmo 32;
Segunda lectura: Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real (1 Pedro 2, 4-9);
Evangelio: Yo soy el camino y la verdad y la vida (Juan 14, 1-12)

Primera lectura:
 «Al crecer el número de los discípulos» (v. 1) comienzan las tensiones propias de la diversificación. San
Lucas nos narra que en la primera comunidad cristiana de Jerusalén había dos grupos que se
distinguían por su procedencia: «los de lengua griega» (los helenistas) y «los de lengua hebrea» (los
hebreos) (v. 1). Los helenistas procedían de la emigración judía (de la diáspora), habían nacido y vivido
un tiempo fuera de Palestina, hablaban griego y tenían sus propias sinagogas en las que se leían
versiones griegas de la Sagrada Escritura. Los hebreos eran judíos nacidos en Palestina que hablaban
arameo y usaban la Escritura en hebreo. En la atención a los pobres con los bienes de la comunidad se
daba una discriminación, específicamente con la viudas, en contra de las helenistas (v. 1).
 «Los Doce» (los Apóstoles) convocan a los discípulos (los creyentes bautizados) para resolver la
situación (v. 2). Los Apóstoles entienden que su prioridad no es el servicio a los pobres sino «la
oración y el servicio de la Palabra» (v. 4). Para atender lo primero se crea un ministerio con siete
varones elegidos por la comunidad de creyentes (v. 3). Siete significa lo perfecto. Los escogidos llevan
todos nombres griegos (v. 5), señal de que pertenecen al grupo de los helenistas. Los candidatos son
elegidos por la comunidad pero la institución la llevan a cabo los Apóstoles mediante la oración y la
imposición de manos (v. 6).
 Lucas emplea la palabra «diaconía» (vv. 1. 2. 4), que significa servicio o ministerio, pero no llama
diáconos a los elegidos para «el servicio de las mesas» (v. 2). No son diáconos en el sentido del
ministerio diaconal como lo conocemos hoy, aunque lo que se describe podría haber contribuido a la
institución del diaconado.
 El v. 7 señala como en esta etapa inicial en la iglesia madre en Jerusalén el número de discípulos iba
creciendo mediante la difusión de la Palabra. «Incluso muchos sacerdotes aceptaban la fe»,
probablemente no los pertenecientes a las grandes familias sacerdotales que eran saduceos y
enemigos de la Iglesia, sino los de la clase modesta.

Segunda lectura:
 Pedro emplea la imagen de la edificación para describir la Iglesia como una «casa espiritual» (v. 5)
cuyo cimiento es Cristo, «piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios»
(v. 4), y de cuya construcción los cristianos formamos parte como «piedras vivas» (v. 5).
 Por el Bautismo somos constituidos en «un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales
agradables a Dios por medio de Jesucristo» (v. 5). Es el sacerdocio común de los fieles. Como explica el
Concilio Vaticano II en la Constitución Lumen gentium, n. 34: «Todas sus obras, oraciones, tareas
apostólicas, la vida conyugal y familiar, el trabajo diario, el descanso espiritual y corporal, si se realizan
en el Espíritu, incluso las molestias de la vida, si se llevan con paciencia, todo ello se convierte en
sacrificios espirituales agradables a Dios por Jesucristo, que ellos ofrecen con toda piedad a Dios Padre
en la celebración de la Eucaristía uniéndolos a la ofrenda del cuerpo del Señor. De esta manera,
también los laicos, como adoradores que en todas partes llevan una conducta santa, consagran el
mundo mismo a Dios».

Evangelio:
 Continuamos reflexionando quien es el Resucitado para nosotros. El domingo pasado se nos presentó
como «la puerta» (Juan 10, 7. 9) y comentamos también la figura de «el buen pastor» (Juan 10, 11).
Hoy nos dice «Yo soy el camino y la verdad y la vida» (v. 6). «Yo soy» es el nombre con el que Yahvé
se revela a Moisés (Éxodo 3, 14). Jesús emplea la expresión para revelar a Dios en su persona.
 El Evangelio está tomado del relato de la Última Cena que en el Evangelio de san Juan es muy extenso
(capítulos 13-17). En la primera sección del discurso a sus discípulos Jesús les anuncia su partida al
Padre. Ellos manifiestan tristeza e inquietud y Jesús los invita a confiar en Él y en el Padre: «creed en
Dios y creed también en mí» (v. 1), los consuela asegurándoles su presencia entre ellos por el amor
(Juan 13, 33-35) y les anuncia que se reunirán «en la casa de mi Padre» (v. 2).
 El diálogo se da en dos planos. Jesús está situado en la Trinidad, los discípulos en el plano de la
realidad humana. Jesús habla del Padre, su «casa», el «camino» hacia esa «casa» y de su relación con
el Padre («quien me ha visto a mí ha visto al Padre», v. 9, y «yo estoy en el Padre, y el Padre en mi», v.
11). Los discípulos quieren seguir teniendo acceso a Jesús y por eso quieren conocer el lugar y la
persona donde va a estar. Tomás manifiesta que no saben a dónde va Jesús ni el camino (v. 5). Y al
indicar Jesús que va a su Padre, Felipe le pide que les presente al Padre (v. 8).
 La metáfora del camino implica saber por dónde y cómo se debe caminar para llegar a un destino y se
refiere al sentido, el desarrollo y la meta de la vida. Jesús no se limita a dar instrucciones para recorrer
el camino de la vida sino que Él mismo es el camino. Se trata de caminar por, con y en Jesús, de pisar
donde Él pisa, al ritmo que Él camina, deteniéndose donde Él se detiene, llevando lo que Él lleva, etc.
para llegar seguros a la meta que es la comunión con la Trinidad.
 La verdad se refiere al conocimiento del ser y actuar de Dios y el del hombre. Este último está en
íntima relación y dependencia del ser y actuar de Dios. Sólo Dios encarnado puede revelarnos quien es
Dios y quien es el hombre. Así lo explica el Concilio Vaticano II: «El misterio del hombre sólo se
esclarece en el misterio del Verbo encarnado. […] Cristo […] manifiesta plenamente el hombre al
propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación» (Gaudium et Spes 22).
 La vida se refiere a la vida divina que es eterna y que Dios, porque es amor, le ofrece al hombre. Sólo
Dios puede donarle su vida al hombre.
 «Nadie va al Padre sino por mí» (v. 6). El camino hacia Dios ya no es la Ley sino Cristo. La casa de Dios
ya no es el Templo de Jerusalén sino la Trinidad. Entramos a participar de la comunión trinitaria por la
«puerta» que es Cristo (como vimos el domingo pasado), siguiéndolo a Él que es el «camino»,
conociendo la «verdad» que se nos revela en su persona. La palabra «Padre» aparece doce veces en
los doce versículos del Evangelio de hoy. El «Padre» y su «casa» (v. 2) es un modo de referirse a Dios
Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y su vida en comunión de amor que hace de las tres divinas
personas un solo Dios. Por ser el Hijo, Jesús puede decir: «quien me ha visto a mí ha visto al Padre» (v.
9) y «yo estoy en el Padre, y el Padre en mi» (v. 11).
 La fe (confiar y obedecer) nos abre las puertas a conocer a Jesús y al Padre por el amor, nos da
acceso a una relación de comunión en el amor por Cristo con el Padre en el Espíritu Santo, acceso a la
vida eterna. Se trata no de un conocimiento intelectual sino vivencial, por experiencia. Por eso a los
discípulos Jesús puede decirles de su Padre: «Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto» (v. 7).
 «El que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores » (v. 12). Se refiere a las
obras que Dios hace en y por medio del discípulo. Serán mayores porque no estarán limitadas al
tiempo y espacio de la vida terrena de Jesús sino que abarcarán a todos los hombres de todos los
tiempos.
 Es momento de examinar cómo impacta nuestra vida cotidiana la fe que profesamos, fe que hace que
Jesús sea para nosotros «camino», «verdad» y «vida». Repasemos cuanto conocemos a «Cristo-
verdad», la revelación sobre Dios y sobre el ser humano que Él es. ¿Ya dedicamos semanalmente un
tiempo de calidad para estudiar el Catecismo? Repasemos qué aspectos de nuestra vida no estamos
dispuestos a recorrer siguiendo a «Cristo-camino» y según «Cristo-verdad», y preferimos hacerlo a
nuestro modo y según nuestro criterio. Repasemos cómo estamos “conociendo” a «Cristo-verdad»
por experiencia: cómo es nuestro trato cotidiano con Él, nuestra fidelidad a la oración y la lectio divina

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diaria, si contamos con Él en y para lo que hacemos, si referimos a Él lo que nos sucede y lo que
sucede en nuestro mundo.

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