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Capitulo 1 LA RELIGION NATURAL La ciudad de los hombres se construiria segtin Iineas sencillas, una vez destruidas las arquitecturas desordenadas que cubrian la tierra, e incluso los cimientos antiguos, que sélo habian sostenido edificios frustrados. En un suelo allanado levantaria sus construcciones ldgicas; sus obreros, sin tratar de sacar partido del pasado, de mejorarlo mediante correcciones de detalle, faena demasiado lenta, trazarian un plano perfecto para habitantes que dejarian al fin de no tener otra morada que Babel, otra esperanza que un cielo inseguro, Una palabra exaltaba a los audaces que se ponian a la tarea, una palabra talisman que se agregaba a las que ya hemos visto, la raz6n, las luces; y era la palabra Naturaleza. Le atribuian una virtud atin més eficaz, puesto que la naturaleza era la fuente de las luces y la garantia de la razén. Era sabiduria y bondad; que el hombre consintiera en, escuchar a la naturaleza y ya no se enga- fiaria munca; le bastaba obedecer a su benéfica ley. Por tanto, para empezar, la religién debia hacerse natural. Natural, porque ya no seria més que la emanacién de la naturaleza; y, ademas, porque seguiria el instinto que la naturaleza pone en nosotros para permitimnos distinguir lo verdadero de lo falso y el bien del mal; y también porque, en lugar de hacernos considerar nuestra vida mortal como una prueba, obedeceria a la ley natural que quiere, sin prueba, nuestra felicidad. Hacia mucho tiempo que algunos profetas habjan anunciado su venida; se habia preparado 105 106 Segunda parte. La ciudad de los hombres lentamente, en profundidades desconocidas de la miultitud; desde entonces aparecia a plena luz; y no era su contenido, sino su orgullo, su audacia y su proselitismo los que la hacian aparecer como un advenimiento prodigioso. Se conservaria un Dios; pero tan lejano, diluido y palido, que ya no molestaria a la ciudad de los hombres con su presencia, ni la turbaria ya con sus céleras, ni la ofuscaria ya con sus glorias. El deismo o teismo no implifearia ya ningiin acto de fe, por ser el resultado de una pura operacién intelectual, que conduce a una afirmacién elemental y suficiente: la existencia de Dios. Una mi- rada lanzada sobre la creacién basta para comprobar efectos admirables; ahora bien: no se pueden coneebir efectos sin causa; tenemos ante los ojos un reloj bien dispuesto, luego existe un habil operario que lo ha fabricado, que lo regula, y que es Dios. (Para qué fines ha sacado Dios el mundo de la nada? La cuestién es dificultosa. Pero seria mas dificultoso todavia admitir la hipétesis de un mundo que no habria sido concebido por nadie, que funcionaria azarosamente y no se dirigia hacia ningin fin; lo mismo seria decir que se habrian creado entes racionales sin intervencién de la razon. Prefiramos, en buena légica, lo dificil a lo absurdo, y admitamos las causas finales, expediente que satisface atin. El deismo procedia a una especie de depuracién. Si quitamos todo lo que nos parece supersticioso en la Iglesia romana, luego en la Iglesia reformada, luego en toda Iglesia y en toda secta, al final de estas sustracciones quedara Dios. Un Dios desconocido, un Dios incognoscible; por esto s6lo se le ha conservado el ser; entre todos los calificativos posibles, s6lo se le ha dado el mas vago y mas honroso, y se Je ha Hamado el Ser supremo. @Para qué, sacramentos, ritos, iglesias, templos, mezquitas? La isla de la raz6n seria mas bella sin cépulas ni campanarios. {Para qué sacerdotes o pastores? Dios sélo puede ser honrado por el culto interior que reside en el alma. Reconocer, en general, un primer Ser; elevar de vez en cuando el corazén hacia él; abstenerse de las acciones que deshonran en el clima que se habita, y cumplir ciertos deberes en relacidn con la sociedad, esto es lo tinico necesario; todo el resto es accidental. En estos deberes no entran los ejercicios piadosos que apartaban a los fieles de la verdadera adoracién. Ocupados en or el sermén, descuidaban el socorrer a su prdjimo, Org6n tenia por tinica compafifa a su hija Filotea. Le dio un sincope; su hija le hizo respirar agua de los Carmelitas, que no lo alivié. Sin embargo, la hora del oficio apremiaba; Filotea encomienda a su padre a Dios y a la criada, coge I. La religion natural 107 su cofia y su libro de horas y corre a los Agustinos; el oficio fue largo; era un oficio de cofradia. Orgon muere sin auxilio... Pero Filotea habia creido que el tafiido de las campanas era la voz de Dios que la Ilamaba, y que era hacer una accién heroica preferir el mandamiento del cielo al grito de la sangre; por ello, a la vuelta, hizo generosamente a Dios el sacrificio de la vida de su padre y creyé su devocién tanto mas meritoria cuanto mas le habia costado... Toussaint el deista, que cuenta esta historia!, piensa que nada impedira a los hombres entregarse a la virtud cuando Filotea haya dejado de santiguarse. Renuncia a las imagenes del Hijo en su cruz, de las asambleas de los Angeles, de los rostros transfigurados de los santos, abandono de las tradiciones que reunian a los fieles en torno al pesebre, cuando Iegaba Navidad, que les hacian cantar el Aleluya el dia de Pascua; ni siquiera los nifios tendran ya derecho a prestar a Dios un cuerpo; brazos para atraer y manos para bendecir; si no queremos hacer de ellos idélatras, importard prohibir a los maestros elementales, toda alusién, toda expresién que tenderia a hacer creer a sus discipulos que el Ser puede representarse. Se cuenta que el didcono Fotino, hombre sabio, visitando un dia a los Padres del yermo, encontré entre ellos a un santo monje que se Ilamaba Serapién. Este era muy austero y de conducta irreprochable, pero tenia la costumbre de figurarse a Dios a semejanza de los mortales. Fotino hablé tan bien al viejo Serapién que lo desengaiié de su error, y Tuego continud su viaje. Pero desde aquel momento, Sera- pién, cuando queria rezar, sentia una gran desesperacion: « ;Ay, qué desgraciado soy: me han quitado ami Dios! Ahora ya no sé a quién he de apegarme, o a quién tengo que adorar, o a quién puedo dirigirme..»?, Para el pobre Serapién, para sus sentimientos y sus lagrimas, los deistas no hubieran tenido la sombra de una indulgencia, sélo desdén. Esperaban que esta permanencia de Dios, conservada, les aseguraria una catolicidad mas vasta que la que el catolicismo mismo aleanzé nunca. Pues segiin ellos, la religion de Cristo, por no haber empezado hasta una fecha relativamente proxima y no haberse promulgado mas que a una minoria de los habitantes de la tierra, era doblemente limitada; mientras que el deismo reclutaba sus partidarios en la inmensidad del tiempo y del espacio. Profesamos que nuestra religion es tan antigua como el mundo, que es la de Adan, de Set y de Noé; ese Li, ese Changti, ese Tien que adora- 1 Toussaint, Les Mocurs, 1748; Discurso preliminar sobre la virtud. 2Jean Brémond, Les Peres du désert, 1927, tomo II, p. 524-526. 108 Segunda parte, La dudad de los hombres ban los séricos; ese Birmah, padre de Brahma, que adoraban los pueblos del Ganges; ese Gran Ser llamado Ormuz entre los antiguos persas, el Demiurgos que Platén celebré entre los griegos, el Jupiter 6ptimo y mAximo de los romanos, cuando, en el Senado, éstos dictaban leyes a los tres cuartos de la tierra entonces conocida, son figuraciones diversas de un mismo Dios, del Ser Supremo ®. Incluso si hubiese habitantes en las estrellas de la Via Lactea, esos también serian deistas. «Yo meditaba esta noche; estaba absorto en la contemplacién de la naturaleza; admiraba la inmensidad, el curso; las relaciones de esos globos infinitos que el vulgo no sabe admirar; admiraba mas atin la inteligencia que preside esos grandiosos resortes, Me decia yo: hay que estar ciego para no sentirse deslumbrado por este espectéculo; hay que ser esttipido para no. reconocer a su autor; hay que estar loco para no adorarlo. {Qué tributo de adoracién debo rendirle? Este tributo, {no debe ser el mismo en toda la extensién? Un ser pensante que habite en una estrella de la Via Lactea, {no le debe el mismo homenaje en toda la extensién? La luz es uniforme para el astro de Sirio y para nosotros...»4, Nadie sera ya excluido; nadie sera ya condenado: toda criatura humana participa en esta religion universal. Los americanos participaron en ella, aunque estuvieran perdidos en su continente no descubierto; los paganos participaron en ella, todos los paganos de buena voluntad que vivieron antes de la revelacién cristiana. {Cuales fueron, al lado del deismo, las fuerzas del ateismo? Contemos ante todo entre sus partidarios a ciertos herederos de la tradicién libertina. Por ejemplo, «un pequefio abate jorobado Hamado Méhégan, que, cuando el célebre Boindin tuvo que abandonar el café Procope, donde profesaba bastante abiertamente el ateismo, quiso sucederle en este hermoso cargo; y no contento con dogmatizar de viva voz, escribio un libro bastante mal hecho, titulado Zoroastre, en el que aplastaba toda revelacién para establecer el naturalismo. Esta obrita hizo que lo encerrasen en la Bastilla durante mas de un aiion®. O aquel piamontés, irritado contra todos y contra si mismo, que tuvo que salir de su pais y fue a Inglaterra, donde trabé relacién con Thomas Morgan, paso de Inglaterra a Holanda y murié sin dejar con qué pagar su entierro: segiin Alberto Radicati di Passerano, de catélico convertido en 2 Voltaire, Les Adorateurs ou les louanges de Dieu, 1769. 4 Idem, Questions sur I'Eneyclopédie, articulo Religién, 1771, ® Grimm, Correspondance littéraire, tomo Il, p. 218, 1754. I. Lareligién natural 109 calvinista, de calvinista hecho deista y de deista ateo, no hay ni justicia en este mundo, ni vida eterna: la idea de comienzo es un absurdo, como Ia idea de fin; la muerte no es mas que la disolucion de elementos de que se sirve la naturaleza para fabricar nuevos seres; no hay que temerla, y si se es desgraciado basta con matarse, simplemente. Estos exaltados se recortan sobre un conjunto que se va haciendo menos hostil a sus negaciones. En lugar de considerar al ateo como un criminal, se gusté de concederle algunas circunstancias atenuantes; acaso no era mas que un. hombre que se equivocaba; a decir verdad, habia dos clases de ateos, los ateos viciosos e inmorales, que estén contra la religién porque la religion declara contra su vida: esos merecen reprobacién. Pero {no existian también ateos virtuosos, que amaban lo que es bueno, razonable y bello? Amaban a la humanidad, se mostraban sociables, sélo habian caido en el prejuicio a causa de su honradez nativa; habian mamado la supersticion con la leche de su nodriza, y entonces habian confundido supersticién y religién. Equivoco perdonabl después de todo, era mas facil de corregir un ateo que un entusiasta o un faniatico. Muchos de los que han repetido la paradoja de Bayle han tenido cuidado de aiiadir, en defensa del ateo, que sin duda no tenia razon, pero que, en fin, no se le debia sefialar el tiltimo lugar en la escala de los hombres. Por otra parte, no se abusaba del nombre? {No se lo utilizaba para desacreditar a filésofos muy esti- mables, que no habian tenido otra culpa que la de querer disipar los prejuicios de la multitud? {No se lo habia aplicado a pensadores admirables, como Sécrates? Se habia quemado a Vanini por acusacion de ateismo y Vanini no era ateo. Una vez admitido que una larga meditacién, un estudio profundo, buenas costumbres, una perfecta renuncia a los prejuicios, pueden conducir a un gran genio al ateismo; 0, si se quiere, que el ateismo es el vicio de algunas personas de talento; dado que por primera vez un ateo, M. de Wolmar, se convirtié en figura de héroe simpatico en la mas célebre de las novelas del siglo, la Nouvelle Héléise: esta sombra de indulgencia, que sucede a una severidad total, indica una primera modificacin del estado de espiritu anterior; he aqui la segunda. Un deslizamiento hacia un materialismo filoséfico. El espiritu diferia especificamente de la materia, nada estaba mejor establecido. Ahora bien: esta diferencia se desvanece por 110 Segunda parte. La ciudad de los hombres obra de un hombre que queria seguir siendo cristiano, Locke, y de otro hombre que permanecia deista convencido, Voltaire. No faltan ejemplos de que algunas ideas se desvien, se tomen en sentido contrario y, en este contrasentido mismo, encuentren su éxito, Esta escapé a su inventor y lo traicioné; hecha para mostrar mejor la omnipotencia de Dios, sirvié para confundir el espiritu con la materia y para probar, para toda una categoria de fildsofos, la inutilidad de lo que lamaban la hipétesis alma. Locke, en efecto, habia conservado una conciencia puritana; tenia al Evangelio como norma de su fe y se afligia cuando se lo clasifieaba entre los impios. Pero, ocupado en sefialar los limites estrictos de nuestro conocimiento, mostraba hasta la saciedad la imposibilidad en que estamos de encontrar las certidumbres a que aspiramos Por ejemplo: tenemos las ideas de un cuadrado, de un circulo y de lo que significa igualdad; sin. embargo, quizd no seamos nunca capaces de encontrar un circulo igual aun. cuadrado y de saber ciertamente si lo hay. Tenemos ideas de la materia y del pensamiento; pero acaso no seamos nunca capaces de conocer si un ente puramente material piensa o no, por la razén de que nos es imposible descubrir, mediante la contemplacién de nuestras propias ideas, sin revelacién, si Dios no ha dado a algunos montones de materia, dispuestos como juzga conveniente, la facultad de apercibir y de pensar; 0 si ha juntado y unido a la materia asi dispuesta una sustancia inmaterial que piensa...6. Voltaire se detuvo ante este pasaje, cuando consagré al incomparable Locke la decimotercera de sus Lettres philosophiques; le hizo un sortilegio, alegrandolo un poco, para no chocar de frente con los sefiores tedlogos, gentes que ven tan claramente la espiritualidad del alma, que harian quemar, si pudieran, el cuerpo de los que dudan de ella. Asi hablaba en sus confidencias a sus amigos; en su texto destinado al ptiblico mostraba mas prudencia, pero su actitud era apenas menos decidida: Locke, después de haber eliminado las ideas innatas... considera por tiltimo la extensién 0, mejor dicho, la nada de los conocimientos humanos. En este capitulo es donde se atreve a insinuar modestamente estas palabras: Acaso nunca seamos capaces de conocer si un ente puramente material piensa o no. Con este motivo, tedlogos y devotos dieron la alarma. Se grité que Locke queria destruir la religién: no se trataba, sin embargo, de religin en este asunto; era una cuestion pura- 6 An Essay concerning Human Understanding, libro IV, capitulo IIT. I. La religion natural 111 mente filosofica, muy independiente de la fe y de la revelacién; s6lo habia que examinar sin acritud si hay contradiccién en decir: la materia puede pensar, y Dios puede comunicar el pensamiento a la materia. Voltaire volvié diez veces, veinte veces, sobre la misma idea; a su modo, la adorné; la hizo chispear, le dio una resonancia y un alcance nuevos. Antes de él, y desde la publicacién del Ensayo sobre el entendimiento humano, amigos y enemigos se habian afanado acerca de ella: habiéndose escandalizado Edward Stillingfleet, obispo de Worcester, Locke habia respondido; Coste, el traductor, habia resumido esta respuesta: El sefior Locke viene a decir que no hay contradiccién légica en suponer que la omnipotencia de Dios pueda llegar hasta dotar a la materia de pensamiento: nada mas. Bayle, que se habia impuesto la funcién de extraer el contenido de todas las formulas, habia preguntado a aquélla lo que queria decir en suma: «Esta doctrina del sefior Locke nos conduce derechamente a no admitir mas que una especie de sustancia, que por uno de sus atributos se aliaré con la extensién, y por otro con el pensamiento: sentado lo cual, no se podra ya concluir que si una sustancia piensa es inmaterial.» Collins y Toland se habian dado cuenta del partido que podian sacar de un argumento tanto mas precioso cuanto que venia de su adversario, y se habian regocijado malignamente. Leibniz se habia afligido de que la religién natural misma se debilitaba extremadamente: algunos hacen corpéreas las almas; otros hacen corporeo a Dios: el sefior Locke y sus partidarios dudan si las almas no son materiales y perecederas. Clarke, replicando a Leibniz, habia puesto las cosas en su punto: si, algunos pasajes en los escritos de Locke pueden hacer sospechar que dudaba de la inmaterialidad del alma; pero en esto sélo ha sido seguido por algunos materialistas, que no aprueban en las obras del sefior Locke casi nada més que sus errores. La idea contaba ya casi medio siglo de vida, ya se habia cargado de un grave peso de discusiones e interpretaciones, cuando la hizo rebrotar Voltaire, encontrandola tan sencilla, tan luminosa, que al punto desaparecia una dificultad que se habia tenido por invencible: «Mi carta sobre Locke se reduce tinicamente a esto: la razon humana no podria demostrar que sea imposible para Dios agregar el pensamiento a la materia. Esta proposicion es, creo yo, tan verdadera como ésta: los triangulos que tienen la misma base y la misma altura, son iguales.» (A M. de la Condamine, 22 de junio de 1734.) Por tanto, después de Voltaire, los adversarios del espiritualismo consideraron que el asunto estaba zanjado y tomaron su argu- 112 Segunda parte. La dudad de los hombres. mento como decisivo. {Para qué conservar una dualidad de sustancias? Locke lo ha dicho bien: el alma puede ser material. Una tentativa de materialismo cientifico. Toda la vida se explica por la materia, y s6lo por la materia, decian sabios que venian en ayuda de los mas audaces de los filésofos, mientras los desdefiaban un poco. Pues los desdefiaban como a gentes que se satisfacen con su verborrea y que, aunque pretenden no tener en cuenta mas que hechos, s6lo razonan sobre palabras. Mientras que ellos, los hombres de ciencia que pretendian ser, ha- blaban como observadores qué estudian la naturaleza en vivo y saben lo que es. Si proseguian obstinadamente, de obra en obra, el debate sobre la cuestién de saber si los animales tienen alma o no la tienen, es porque juzgaban que los espiritualistas mismos les proporcionaban un argumento precioso: seres organizados pueden vivir muy bien sin almas, decian. El sistema de Epicuro, los Atomos y las combinaciones de dtomos, las innumerables tiradas que han producido la jugada de dados que ha formado el mundo, todo esto seguia siendo caro a su espiritu; sin embargo, esos sistemas no les parecian capaces de explicar totalmente el fendmeno vital; convenia rejuvenecerlos. Es lo que hicieron varios originales. Aquel diplomatico retirado, Benoit de Maillet, que después de haber sido consul en Egipto, embajador en Ab cénsul en Liorna, inspector de los establecimientos franceses de Levante y en las costas de Berberia, publicé en 1748 su Telliamed, o Entretiens, d'un philosophe indien avec un missionaire francais, sur la diminution de la mer, la formation de la terre, Vorigine de Uhomme, etc... Recuerdos del Oriente, pais de las maravillas y pais de los sabios; la influencia de Fontenelle y de sus Entretiens; el deseo de responder a una preocupacién contemporanea, por qué se encuentran conchas en la cima de las montajfias, verdades avant la lettre; y, todo junto, credulidades ingenuas... Los limites del mar no son fijos; retroceden, la extensién del mar disminuye: esto se prueba con medidas ciertas. Por otra parte, sondeos no menos ciertos muestran que el fondo del mar presenta semejanzas con la disposicién de nuestras montaiias, de nuestros valles. Luego el mar recubrié en otro tiempo toda la tierra; las conchas que encontramos hasta en las cumbres lo atestiguan. Luego el Diluvio no es mas que la interpretacién de un hecho cien- tifico, que no supone intervencién divina. Luego nuestro planeta se ha formado por una lenta evolucién de la materia, que excluye la idea de una creacion ex abrupto. La materia eterna toma formas nia, I. La religion natural 113 que varian, como puede comprobarse mediante la contemplacién del sistema solar, en que nada es fijo més que con una fijeza relativa; unas estrellas han desaparecido y otras aparecen; la suerte de nuestra misma tierra es incierta, acaso algin dia se desecard, se caleinara. Tal vez la vida ha nacido en el mar, como atestigua la existencia de las sirenas y de los hombres peces... Al principio era un caos de semillas, que se organizaron después de su fecundacién. La tierra y el agua, el aire y el fuego se pusieron a crecer; las piedras y los metales empezaron a surgir; las montafias y los picos se formaron lentamente; aparecieron los vegetales; la naturaleza multiplied los ensayos que la conduciran a la formacién del hombre; y tal fue el origen de la vida en nuestro planeta, segtin Robinet y sus Considerations philosophiques de la gradation naturelle des formes de létre, que se publicaron en 1768. A estas visiones grandiosas agregaba Ronibet que las huellas que encontramos en las piedras fosiles, los guijarros que tienen la forma de un dedo, de una oreja, de una tibia o de un corazén son los ensayos de la naturaleza, que, torpe y pacientemente, trazaba los primeros esbozos del hombre. Hardey el médico: mantenia la autoridad de la revelacién e incluso construia una teologia; una teologia a su manera, que excluia la posibilidad de las penas eternas; al mismo tiempo, afirmaba que el pensamiento se reduce a movimientos de las fibrillas de la sustancia medular, y que el alma es material. Priestley el quimico: deista, finalista, partidario del cristianismo razonabk el alma es material, y {por qué temer la demostracién de este, hecho? Nos hace admirar mas al Ser Supremo que ha dado a la materia la capacidad de pensar. Maupertuis. Y el mas ruidoso de todos: La Mettrie. El materialismo es la salvacion, clama a grito pelado; el materialismo es la verdad. Hay que partir de Ja naturaleza, fuerza sin conocimiento ni sentimiento, tan ciega cuando da la vida como inocente cuando la destruye. {Cémo opera? {Crea semillas de todas las especies, esparcidas por el universo y que acaban por encontrarse? {Sigue una especie de evolucién, siendo las primeras generaciones imperfectas, monstruosas, y sobreviviendo sélo los entes a los que no haya faltado ninguna parte esencial? Lo que es cierto es que todas las experiencias, anatémicas y_fisioldgica muestran que lo que se ha convenido en lamar alma no es mas que una dependencia del cuerpo. Sus manifestaciones estan ligadas, en efecto, a estados corporales; se altera en las enfermedades, se calma con el opio, se excita con el café y el vino; el hambre la pone cruel y salvaje; es adolescente, madura, decrépita; cambia con la edad, lo mismo que 4 Segunda parte. La ciudad de los hombres varia con los climas. En una palabra, no existe, en cuanto diferente de la materia; es materia. Es un término vano del que no se tiene idea y del que se sirve uno para nombrar la parte que piensa en nosotros; cuando el pensamiento no es més que una propiedad de la materia organizada, tal como Ia electricidad, la facultad motriz, la impenetrabilidad o la extensién. Su estudio entra en la historia natural, Histoire naturelle de lame (1745). El hombre no se distingue por ningtin privilegio del conjunto mecénico de los seres vivos: Lihomme machine (1747). «Ser maquina, sentir, pensar, saber distinguir el bien del mal, como el azul del amarillo; en una palabra: haber nacido con la inteligencia y un instinto seguro de moral, son cosas que no son mas contradictorias que ser un mono o un loro y saber proporcionarse placer.» O si se quiere, es planta, pues las plantas mismas son maquinas: L/homme plante (1748): «El que ha considerado al hombre como una planta no ha perjudicado a esa hermosa especie mas que el que ha hecho de él una pura maquina. El hombre crece en la matriz por vegetacion, y su cuerpo se descompone y se arregla como un reloj, ya por sus propios resortes, cuyo juego suele ser feliz, ya por el arte de los que los conocen, no los relojeros, sino los fisicos quimicos.» Aceptemos esta fatalidad: «No somos més criminales al seguir el impulso de los movimientos primitivos que nos gobiernan, que lo es el Nilo por sus inundaciones y el mar por sus estragos» O, mejor dicho, alegrémonos de ello: «{Sabéis por qué hago todavia algin caso de los hombres? Porque los creo seriamente maquinas. En la hipétesis contraria, conozco pocos cuya compafiia fuese estimable. El materialismo es el antidoto de la misantropia.» La Mettrie, de aventura en aventura y de escdndalo en escandalo, habia encontrado asilo junto a Federico II; el ateo del rey, decia Voltaire. Tenia mas materia que el término medio de los hombres, pues era gordo, mofletudo, panzudo, enorme y glotén; el 11 de noviembre de 1758, su m&quina murié a consecuencia de una indigestion. Una vulgarizacién del ateismo, por tiltimo, se expres en una multitud de obras, y en dos en particular, Le systéme de la nature (1770) y Le Bon sens, ou idées naturelles opposées aux idées surnaturelles (1772), resumen del primero. Hubo un ateo de profesién, que se hizo leer por los sabios y los ignorantes, por las duquesas y las doncellas; y fue Paul Thiry, barén de Holbach, Aleman de origen y nacido en Hildesheim, habia ido a Paris para hacer alli sus estudios, y se habia quedado. Un hotel propio, bue- I. La religién natural 115 nas comidas dos veces por semana; una casa de campo acogedora: jqué medios de accién! Muchos europeos de nota recibieron la hospitalidad de la calle real de Saint-Honoré, o del castillo de Grandval. No es que el barén tuviese genio; sus ideas son recogidas a diestra y siniestra: su prosa es pesada y pastosa, y sus efec- tos de grandilocuencia no bastan para levantarla, la hinchan. Tampoco es que su caracter fuese perfecto: leno de contrastes, caprichoso; imaginad, para repetir las expresiones de Diderot, que fue de sus intimos, un sdtiro alegre, mordaz, despreocupado, nervioso; un tono original y libre; un humor variable, que lo llevaba a contrariar y tratar con brusquedad a sus amigos; un corazén generoso y que gustaba de hacer beneficios, pero capaz también de amarguras que hacian dificil la vida en su proximidad; los buenos momentos compensaban los malos, pero no siempre; atraia y repelia... Pero era rico, era sociable y tenia su puesto sefialado en la mejor sociedad; era laborioso y activo, y sentia en si una vocacién imperiosa: su funcién era disminuir, aniquilar, si podia, toda religion. Contra el cristianismo nunca eran bastantes las injurias, nunca. A los imnumerables libros que entonces habian aparecido contra la religién, afadia otros, en mont6n, que ofrecian a la masa el pasto mds groseramente anticlerical: Le Tableau des Saints, De l'impos- ture sacerdotale, Les Prétres démasqués, De la cruauté religieuse, L'Enfer détruit. Tan numerosos, que es dificil establecer su lista exacta y dificil distinguir su parte personal de la de Jos colaboradores que le ayudaban, Si habia en los tiempos antiguos o en los tiempos modernos alguna obra que pudiera servir para su designio, la mandaba traducir. Si entraba en posesién de algim manuserito que fuese ttil para su campajia, Jo exhumaba; como el que habia dejado el difunto sefior Boulanger sobre L'Antiquité dévoilée par ses usages, donde probaba que nuestras ideas religiosas venian de la impresién de terror que el Diluvio habia dejado a los escasos supervivientes. Dirigia el taller, la oficina, el despacho de donde salia una propaganda tan simplista, tan encarnizada, que cansaba hasta a los cofrades, que acababan por ver en su persona un capuchino ateo. Algunos otros los acompaiiaban y prolongaban su accién; una pequefia tropa, no ya de despreciados y humillados, sino de orgullosos, que no temian reivindicar un puesto en la sociedad, el primero, puesto que se proclamaban los sabios y afiadian que el sabio es superior a la divinidad. Boulanger, Naigeon, Charles- Frangois Dupuy, Sylvain Maréchal, Jérme Lalande, para no citar sino a los mas conocidos, ofrecen un aire de parentesco: la misma mo- 116 Segunda parte, La dudad de los hombres nomania. Naigeon, el secuaz de Diderot, el proveedor y revisor del barén de Holbach, retine en su Recueil philosophique, ou Mélanges de piéces sur la religion et a morale (1770) los textos esenciales de la irreligién, breviario a contrapelo. Sylvain Maréchal quiere ser el Lucrecio francés y compone un poema cuyos versos son un desafio: No existe la virtud si se admiten los dioses. Compila un Dictionnaire des athées, donde atrae hacia si a los personajes mas inesperados, desde Abelardo hasta Zoroastro, Berkeley y Boccaccio, Gregorio de Nazianzo y Jurieu, Wolff el filésofo y Young el poeta; y donde figuran pueblos enteros, los ingleses, los brasileftos, los chilenos y los americanos en general. Este diccionario es la obra de un maniatico; y el Discurso preliminar, hinchado de pretensién, desbordante de vanidad, no tendria mas valor si no, nos mostrara la exasperacién de ideas cuyo nacimiento y desarrollo hemos visto: el ateo es el hombre de la naturaleza; el hombre que, aceptando la limitacién del conocimiento, no ve eémo ese conocimiento limitado le permitiria Hegar a Dios; el hombre que, deseoso sdlo de su felicidad presente, no necesita a Dios para realizarla, «La cuestién de saber si hay un Dios en el cielo no es para 61 mas importante que el saber si hay animales en la luna»; el hombre que, por haber admitido que toda la civilizacién cristiana se funda en un error, quiere que la destrucci6n de ese error que se mezclaba con todo, que lo desnaturalizaba todo, hasta Ja virtud; que era una trampa para los débiles, una palanca para los poderosos, un barrera para los hombres de genio; la destruccién plena y completa de ese imponente error cambiaria la faz del mundo» Su influencia fue menor que el ruido que hicieron. Un contemporanes, Pilati, declara que no hay ninguna parte del mundo que esté tan Iena de ateos y de deistas como Italia; aunque la expresién del pensamiento italiano no nos mostrase lo contrario, la confusién que comete entre deistas y ateos bastaria para invalidar su decir. La evolucién de la psicologia inglesa, lejos de conducirla a las negaciones, la devuelve a la fe. En Francia, Helvétius declara que los tedlogos han abusado tanto de la palabra materialista, que se ha hecho sinénima de espiritu ilustrado, y que designa a los escritores célebres que se leen avidamente: no es mas que un rasgo polémico. Se conoce esta anécdota: vuelto a I. Lareligién natural IT Pais como secretario de embajada, Hume declara en una comida que no cree que baya ateos porque nunca ha visto ni a uno sdlo. Somos dieciocho a la mesa, le responde su anfitrién; quince son ateos, los otros tres no saben qué pensar. Pero estaba en casa del barén de Holbach. Todo el esfuerzo de los Aufkldrer alemanes tiende a establecer, no el ateismo, en modo alguno, sino eine verniinftige Brkenntniss Gottes, un conocimiento racional de Dios. Si ya no se pedia que se quemase a aquellos impios, sus libros daban todavia horror. Cuando La Mettrie dedicé su Homme machine al sabio Haller, éste se consideré insultado y envié al Journal des Savants, el mes de mayo de 1749, una protesta solemne: «Como el autor anénimo de L’homme machine me ha dedicado esta obra, tan peligrosa como poco fundada, creo deber a Dios, a la religion y a mi mismo la presente declaracién, que ruego a los sefiores autores del Journal des Savants insertar en su obra. Desautorizo ese libro como totalmente opuesto a mis opiniones. Considero la dedicatoria como una afrenta mas cruel que todas las que el autor anénimo ha hecho a tantas personas honradas, y ruego al puiblico que tenga la seguridad de que nunca he tenido relacién, conocimiento, correspondencia ni amistad con el autor de L’homme machine, y que miraré como la mayor de las desgracias toda conformidad de opinién con él» Haller era piadoso; pero d'Alembert, Federico II, Voltaire, no lo eran; y refutaron Le systéme de la Nature. Contra los ateos, los deistas argumentaban profusamente, contradiciendo sus argumentos unos tras otros; la experiencia prueba, dicen los ateos, que las materias que consideramos inertes y muertas adquieren accion, inteligencia y vida cuando se combinan de cierta manera; no es verdad, dicen los deistas. La materia y el movimiento bastan para explicarlo todo; no es verdad. La materia es eterna y necesaria; no es verdad; «cuando se atreve uno a asegurar que no ha Dios, que la materia actiia por si misma, por una necesidad eterna, hay que demostrarlo como una proposicién de Euclides, sin lo cual no apoyais vuestro sistema mas que en un quiza. (Qué fundamento para la cosa que interesa mas al género humano!’, Pero los Ateos no se abandonaban, y tenian para el deismo la actitud despreciativa que los deistas tenian para la devocién. «Un materialista, un dia, me decia que un deista era una especie de hombre que no tenia bastante debilidad para ser cristiano, ni bas- ‘Voltaire, Dictionnaire philosophique, articulo Ateo, Atetsmo; articulo Dios. 118 Segunda parte. La ciudad de los hombres tante valor para ser ateo» 8, Se cita la frase de una adoradora arrebatada de la filosofia, que decia de Voltaire que, siendo deista, era beato. {Qué entendian esos espiritus débiles, partidarios de las causas finales, por una religion sin misterio? Y {por qué timidez conservaban un Dios del que ellos mismos decian que no podian concebirlo? La diferencia entre el Dios del deista, del optimista, del entusiasta, y el del devoto, del supersticioso, del celoso, sélo reside en la diversidad de las pasiones y los temperamentos: nunca habra mas que un paso del deismo a la supersticién®. El deista, y cualquier otro sectario que admita una religién, podria ser designado con la expresién vulgar: Eece homo; mientras que el ser viril que no dobla la rodilla ante nadie es el ateo: Ecce vir... 1. En estos términos se interpelaban, en tono agudo, aquellos aliados de un momento, que habian querido luchar juntos contra un enemigo comin, pero que crejan cada vez mas claramente que su pensamiento discrepaba en una cuestion esencial. El siglo XVIII, en su conjunto, fue deista, no ateo. Pero tuvo que dejar lugar, de grado o por fuerza, aun ateismo que le reproché la misma timidez de que los deistas acusaban a los creyentes. ® P. Bonhomme, L ‘anti-Uranie ou le déisme comparé au christianisme, 1763. ° Barén de Holbach, Le Bon Sens, ou idées naturelles opposées aux surnaturelles, TI. 10 Sylvain Maréchal, Dictionnaire des athées, aito VIII. Discurso preliminar. Capitulo II LAS CIENCIAS DE LA NATURALEZA La ciencia seria la de la naturaleza; y, en efecto, la historia natural fue puesta en primer lugar; la geometria, en el segundo. Ciertamente, muchos continuaron deleitandose con las matematicas, consideradas como el mas hermoso ejercicio de la raz6n, el mas claro, el mas s6lido y el mas metédico, Europa no se quedé de repente sin matematicos ilustres: todavia abundaron. Siempre habré en el mundo gentes semejantes a aquel sefior de Lagny, cuya historia se nos cuenta; cuando estaba moribundo y le decian en vano las cosas mas tiernas, leg el senor de Maupertuis y puso empeiio en hacerle hablar: «Sefior de Lagny, jel cuadrado de doce?» «Ciento cuarenta y cuatro», respondié el enfermo con voz débil; y ya no dijo una palabra mas. Unicamente la geometria perdié la supremacia que se le habia conferido, porque se advirtié decididamente que no afiadia nada al conocimiento, que se contentaba con desarrollar, por deduccién, principios ya establecidos y que, por consiguiente, no aprehendia lo real. Dado que en la naturaleza no existe ni superficie sin profundidad, ni linea sin anchura, ni ningtin punto sin dimensién, ni ningtin cuerpo que posea la regularidad hipotética que le supone el geémetra, su ciencia no parece ya mas que un sueiio puesto en ecuaciones. Ilusién el querer recrear el mundo con el movimiento y la extensién: habia sido la del sefior Descartes, cuyo reinado habia pasado. Habia llegado el reinado de Newton, que habia puesto las ma- 119 120 Segunda parte. Laciudad de los hombres. tematicas al servicio de la fisica, reduciéndolas asi a su papel justo. Porque no habia partido de abstraceiones ni de axiomas, sino de hechos, para llegar a otros hechos debidamente comprobados; porque habia sacado de la naturaleza las leyes de la naturaleza, la generacién ascendente lo habia adoptado entre sus semidioses. Habia salido del periodo de las incomprensiones, y se lo explicaba a los ltimos incrédulos. Sus discipulos, en las Academias, en las cdtedras, comentaban sus obras, cuyo contenido parecia inagotable; incluso se lo ponia al aleance del gran ptiblico, como hacia Voltaire en su claro francés; como hacia Algarotti en italiano: eccovi il Neutonianismo per la Signore. Su gloria se afirmaba progresivamente: los sabios enviados al Pert en 1735 y a Borneo en 1736 para comprobar sus medidas de la tierra volvian diciendo que, hecha la experiencia, no se habia equivocads. Ante la vieja Sorbona misma encontraba defensores, y penetraba en las escuelas, guardia- nas de las ideas, lentas en adoptarlas, obstinadas en mantenerlas. «El furor de la atraccién es hoy mas fuerte en Holanda y en Inglaterra que lo fue nunca en Francia el de los torbellinos imaginarios de Descartes. Se ven abogados que abandonan el foro para ocuparse del estudio de la atraceién; hay eclesiasticos que olvidan por ella todos los ejercicios teolégicos...»!. Galileo, sin alcanzar la misma gloria, obtuvo reparaci6n: en 1737, con una ceremonia solemne, habian sido trasladadas sus cenizas a Santa Croce, la iglesa florentina donde Italia celebra el culto de sus muertos ilustres. Pero habia un nombre que simbolizaba una ciencia menos abstracta, menos altiva, mas facilmente accesible que la fisica matematica; mas natural todavia, si puede decirse: el del canciller Bacon. El precursor, el sabio de los sabios, el enemigo de las hipétesis vanas, el maestro del pensar, el que habia restaurado el imperio de la razén, trazado los caminos, suprimido las dificultades, indicado los trabajos que quedaban por hacer, el mas grande y el mas universal de los filésofos; el genio experimental en persona, Cuando Bacon habia dicho, con su acento a la vez sencillo y patético, que la légica formal era més propia para consolidar y perpetuar los errores que para descubrir la verdad; que el silogismo ataba las inteligencias y no Ilegaba a las cosas; que no habia que jurar ya sobre las palabras de los maestros, ni adorar los idolos; que habia que cambiar de método, practicar la observacién, recurrir a la experiencia, habia sembrado ideas que, jouum Organum, han germinado, han fermentado, unos cien afios después del 1 El marqués de Argens: La philosophie du Bon Sens, 1746, Reflexion TIL, par. 20. TL. Las dendas de la naturaleza 121 han formado una cosecha que cubrié Europa. Aphorismi de inter- pretatione naturae et regno hominis. Desde la superficie, y a la primera ojeada, se percibe una efervescencia. En todas partes se ponen a la obra curiosi; éste empieza una coleccién de mariposas, y este otro un album de plantas; éste hace traer del extranjero los prismas que, le permitiran, descomponer la luz, o los anteojos que le harén ver el anillo de Sa- turno. El que quiere agradar a su amada le envia insectos raros que se colocaran en su vitrina; el que quiere parecer sabio publica la descripcién de un gabinete de historia natural; el que viaja se provee de cajas, de redes, de tijeras y de lupas. Gersaint no vende sélo cuadros, sino conchas. Los grandes seiiores dan el ejem- plo; y tanto mejor, dice otro, porque, arruinados por arruinados, mas vale que lo sean por un quimico que por un hombre de negocios: la ciencia, por lo menos, saldra ganando. El contagio aleanza a los reyes: Luis XV quiere poseer colecciones; el Delfin toma lecciones de fisica; Jorge III es boténico; Juan V asiste a investigaciones astronémicas, y Victor Amadeo II repite con Gerdil las experiencias del abate Nollet. A la puerta del abate Nollet, que en Paris, calle del Mouton, cerca de la Gréve, profesa un curso de fisica experimental, se agolpan las carrozas de las duquesas, que quieren ser electrizadas. Los burgueses siguen el movimiento; y los jévenes, a los que el abate Pluche muestra el Espectdculo de la naturaleza, o las particularidades mas adecuadas para volverlos curiosos y formar su espiritu. Si, extrafiado por estas primeras apariencias, se busca su fundamento, se comprueba pronto la gravedad del esfuerzo que la moda no ha hecho sino explotar. Los periédicos dan a la recensién de las publicaciones cientificas un lugar tan considerable, que es invasor; libros de fisica, de botanica, de medicina, son cada vez mas numerosos; pero por el progreso mismo de la disciplina ala que pertenecen, pronto envejecen y piden ser sustituidos, y lo son. A estos multiples libros, a las comunicaciones que anuncian tal o cual novedad, se abren de par en par las Academias: la Academia de Berlin, vivificada por Federico II en 1744; la Academia de San Petersburgo, fundada en 1725; la Academia de Estocolmo, fundada en 1739; la Real Sociedad de Copenhague, fundada en 1745; mientras el Instituto de Bolonia, la Academia de Ciencias de Paris, la Royal Society de Londres, venerables sociedades, mantienen su tradicién, pues cada compaiia se honra asociando a los extranjeros a estos trabajos. Es una prueba de estimacion, vivamente 122 Segunda parte. La dudad de los hombres deseada, ser discutido ante su tribunal; en 1746, habiendo escrito Voltaire una Disertacién sobre los cambios ocurridos en nuestro globo y sobre las petrificaciones que se pretende ser todavia sus testimonios, la dirige en italiano al Instituto de Bolonia; en inglés, a la Real Sociedad de Londres; incluso se proponia ponerla en latin, para enviarla a la Academia de San Petersburgo. En 1735, esta Ultima habia ofrecido libros a la Academia de Lisboa, cuyo presidente era entonces el viejo conde de Ericeira, el mismo que en otro tiempo habia traducido a Boileau. El conde pronuncia un discurso de gracias, todavia leno de frases redundantes y floridas; habla de la reina de Saba, de la Sibila de Oriente que, desde los hielos del Septentrién, ha expedido, escritas en hojas de oro, las obras de su académicos; pero habla también de Bacon, del sutilisimo René Descartes, que supo aliar el Algebra con la geometria; de Newton, el mas grande filésofo de Inglaterra, que ha demostrado lo que es demostrable en filosofia natural y cuyos principios son seguidos muy justamente. A la vez, las viejas figuras retéricas y la expresion del gusto nuevo. El movimiento es doble: una expansién, una voluntad que impulsa a los investigadores a salir de su provincia, de su reino, de su continente, para conquistar poco a poco todo lo creado: Cata- logus plantarum quibus consitus est Patavii amoenissimus hortus; Flora Noribergensis, Botanicon parisiense; Hortus uplandicus, Flora lapponnica, Historia naturalis curiosa regni Poloniae, The Natural History of England; Flora cochinchinense Como se presiente todavia la existencia de algunas tierras desconocidas, los bareos que parten para el descubrimiento Hevan a bordo naturalistas, que levarén a Europa ejemplares de una flora y una fauna que hasta entonces se habian ocultado a los hombres. A medida que la indagacién se extiende, el mimero de especies animales y vegetales aumenta desmesuradamente, ya no se llega a contarlas; las cifras que se inscri- ben hoy, resultarén falsas majiana; se esta como desbordado por esas incesantes aportaciones; la vida, la vida inmensa, trastorna las nociones que se tenian de ella. Al mismo tiempo se produce una concentracidn: los mas curiosos de esos curiosos se encierran entre cuatro paredes y Ilaman hacia si a esa misma vida prolifica. Se entregan a operaciones misteriosas, recortan, disecan, miran con mi- croscopios, agitan frascos en que han encerrado extraiias sustancias: el sabio de laboratorio ha nacido. Pobres laboratorios, que carecen con frecuencia de los instrumentos mas sencillos; investigadores mal equipados, que vacilan en quitarse los trajes de terciopelo y remangarse sus mangas de encaje, pero que no por ello dejan de empezar a vivir la epopeya de la experimentacion. TL. Las ciencias de la naturaleza 123 Entonces aparecieron, como en serie, los nombres que permanecen unidos, cada uno, al recuerdo de una victoria: en astronomia, la linea de los Cassini; en geologia, Johann Gottlob Lehman y Horace Bénédict de Saussure; en botanica, Carlos de Linneo y los primeros de los cinco Jussieu; en entomologia, René- Antoine Ferchault de Réaumur, Charles Bonnet; en fisica, Guillermo-Jacobo SGravesande, Leonardo Euler, Alessandro Volta; en fisiologia, Her- mann Boerhave, Friedrich Hoffmann, Albrecht von Haller, Caspar: Friedrich Wolff, Lazzaro Spallanzani, Georg-Emest Stahl, Joseph Priestley, Carlos-Guillermo Scheele; con frecuencia es un error confinarlos en una especialidad: todo se descubria a la vez. Evoquemos para no nombrar a tantos como son, las figuras legendarias: un Galvani, provocando las contracciones musculares de las ranas desolladas; un Lavoisier, ante sus tubos y retortas, grave y apuesto. Pertenecian a los paises ms diversos, pues casi ninguno habia dejado de delegar algunos de sus representantes en la gran obra; a decir verdad, no formaban més que una nacién tinica en medio de las naciones. Sus sibditos continuaban su trabajo aun en medio de las guerras; incluso en los momentos en que las comunicaciones eran més dificiles, se hacian sefiales; se inspeccionaban unos a otros, se aprobaban, se felicitaban, Tal era la reptiblica ideal de los hombres de ciencia. No era tan facil. Las ambiciones eran demasiado vastas; se repetia que sdlo se podia avanzar con pies de plomo, pero se partia con un impulso tan gozoso que se crefa tener alas, y se lanzaban, para empezar, en proyectos desmesurados; como el que inicié, el ao 1719, la joven Academia de Burdeos: nada menos que la historia de la tierra y de todos los cambios que se han producido en ella, tanto generales como particulares, sea por los terremotos y las inundaciones 0 por otras causas; con una descripcién exacta de los progresos de la tierra y del mar, de la formacién o la pérdida de las islas, de los rios, de las montaiias, de los valles, lagos, golfos, estrechos, cabos, y de todos sus cambios; de las obras hechas por la mano del hombre que han dado una nueva faz a la tierra... Las Memorias debian ser enviadas al seflor de Montesquieu, presidente de birrete del Parlamento de Guyemne, que pagaria su porte. {Tuvo que pagar mucho el sefior de Montesquieu? Nunca se ejecuté el proyecto. Ya no se querian prodigios. Pero costaba trabajo desprenderse de lo maravilloso, sobre todo al principio, cuando todavia no esta- 124 Segunda parte. La dudad de los hombres ba asegurado el método. Ya no se querian hipétesis. Pero jqué comodo era enunciar una, siempre que se encontraba uno en un apuro! La peste hace estragos en Marsella y Provenza: qué es la peste y como se propaga? No es contagiosa, seria un absurdo negro sostenerlo. Es contagiosa, pero sélo al modo de una epidemia, y ésta viene de la mala alimentacién. Es contagiosa por las Iagas, por las orinas, por la transpiracién, y, por tanto, por los colchones, por las ropas, por todo lo que el enfermo ha toeado. ,Cual es su naturaleza? Consiste en miasmas, en particulas gorgo- nicas, en particulas de antimonios, en gusanillos que por la mafiana nadan como peces, a mediodia vuelan como pajaros y mueren por la noche; consiste en insectos que se insintan por los mas pequeiios orificios de la piel, sobre todo en invierno, porque son frioleros. ¢Cémo curarla? Con café. Con agua tomada en abundancia. Con cocimientos de escorzonera, a los que se afiadirén unas gotas de zumo de limén o de espiritu de azufre. Con tintura de oro, esencia emética, pociones cordiales, pildoras purgantes, sudorificos. Sobre los bubones, cataplasmas o piedras de cauterio, que se dejaran durante varias horas. Lyon, Montpellier, Paris, Zurich, Londres, discutieron, y los enfermos se morian siempre. No bastaba con maldecir el espiritu de sistema para librarse de él. Se atacaba lo mas dificil; el problema de la generacién, el problema de la formacién de los cuerpos orgénicos; y antes de haber acumulado las observaciones se formulaban teorias, a las que respondian en seguida otras teorias: pronto la confusién resultaba inextricable, ;Preformacién y encajonamiento? {Epigénesis? {Moldes y matrices? 2. Para probar la superioridad de una u otra de estas explicaciones, se discutia indefinidamente, y se hubiera dicho que la ciencia, desviada, no progresaba ya. A veces, un error atraia la atencién por su caracter espectacular. En 1748, John Tuberville Needham, fisico inglés, habia visto producirse generaciones esponténeas. Dejémosle la palabra, escuchémoslo mientras nos cuenta las experiencia que ha dispuesto, las precauciones que ha tomado contra todo posible error, los resultados sorprendentes que ha obtenido: «Tomé jugo de carne muy caliente y lo puse en un frasco, que cerré con un tapén de corcho, pegado con tantas precauciones que era como si se hubiese sellado 2 Se encontrarén estas teorias formuladas del modo mas preciso en los textos siguientes, para el encajonamiento: Maupertuis, Essais sur la formation des corps organises, pardgrafos IX y X. Para la epigénesis: Charles Bonnet, Contemplation de la nature, séptima parte, capitulo X: La generacién. Para los moldes y matrices: Buffon, Histoire naturelle, De los animales, capitulos IH y IV. TI. Las ciencias de la naturaleza 125, el frasco herméticamente. Eliminé asi el aire exterior para que no se pudiera decir que mis cuerpos méviles tenian su origen en insectos o huevos esparcidos por la atmésfera. La pequefia cantidad de agua que mezclé con el jugo para hacerlo un poco mas fluido no constituia, creo yo, mas de un sexto, y la eché hirviente, por miedo a que pudiera imaginarse que hubiese algunos gérmenes contenidos en esa agua... No descuidé ninguna precauci6n, ni siquiera la de meter entre cenizas muy calientes el cuerpo del frasco después de haberlo tapado, para que, si habia algo en la pequefia fraccién de aire que enaba el cuello, se consiguiera destruirlo y hacerle perder la facultad reproductora... Todo mi frasco se Ilené, en cuatro dias de tiempo, de animales microseépicamente vivos..» Y era admirable, y no era verdad; y se necesitaron afios para examinar la teoria de Needham, inspeccionarla, refutarla, para probar que la fermentacién de vida comprobada por él venia de gérmenes traidos del exterior, por mucho cuidado que hubiera tenido en eliminarlos: detenci6n, indecision, vuelta atras... ‘Todas las aventuras de que nos da el espectaculo la historia de las ideas, las filiaciones inesperadas, las victorias que terminan en derrotas, los fracasos fecundos, se encuentran aqui en su paroxismo. Los botanicos, imbuidos de espiritu cientifico, aspiraban a hallar una clasificacién de las plantas que no se fundara sino en hechos objetivamente observados; y después de Tournefort, Linneo creyé haber acertado, a partir de su Systema naturae (1735). «Yo soy el primero que ha inventado el utilizar para los géneros los caracteres naturales...» Pero al mismo tiempo, estos botanicos, como los demas cientificos hermanos suyos y como los filésofos, sus maestros confesados o inconfesados, intentaban hacer entrar el universo y sus producciones en un plan preconcebido. Tmaginaban lo que Ilamaban la gran escala de los seres; los seres no podian ordenarse de otro modo que segtin esa escala, donde no faltaba ningan tra- vesafio; se pasaba de uno a otro por gradaciones tan menudas que apenas se podian distinguir, pero que no eran menos reales; lo discontinuo estaba excluido a priori; ningin lugar tenia derecho a quedar vacio; no habia corte entre los grados de una serie, entre la serie animal y la serie vegetal, entre la serie vegetal y la serie mineral; una conexién imperceptible existia entre los hombres y las criaturas superiores, los Angeles; en la ciispide, el tinico, aislado, se encontraba Dios. Era menester a cualquier precio que todas las casillas estuviesen ocupadas; si no se distinguian atin sus ocupantes, éstos no dejarian de aparecer algin dia. De suerte que los mismos hombres que se proclamaban servidores del hecho so- metian el hecho, de grado o por fuerza, al a priori. 126 Segunda parte. La dudad de los hombres Para pasar del dogma de la fijeza de las especies a la idea de una evolucién vital era necesaria una larga y dura lucha. Sin embargo habia que hacer constar que, bajo la influencia de los climas exéticos, ciertos animales, ciertos vegetales habian cambiado. Habia que aceptar los resultados aportados por la paleontologia, que encontraba en las capas profundas del suelo la huella de seres desaparecidos; los resultados aportados por la fisiologia, que registraba fenémenos de degeneracién y otros de hibridacién. Pero no sin resistencia, Se tomaba a Maupertuis por un cerebro extrafio; sus visitantes contaban con asombro que su casa era una casa de fieras, lena de animales de todas clases, que no mantenian en ella la limpieza, y que él se divertia de un modo extraiio en aparear animales dispares. Mas loco todavia parecia La Mettrie, que afirmaba que las primeras generaciones habjan tenido que ser muy perfectas, que aqui habia faltado el es6fago y alli los intestinos; que s6lo habian sobrevivido los animales dotados de todos los érganos necesarios y los mas fuertes. Habia que levantar un peso inmenso de ignorancia y de prejuicios para ver emerger poco a poco el transformismo de Lamarck. Largos trabajos, contratiempos, sinsabores; pero también exaltaciones y alegrias. Se traicionaria a la época si no se mostrase el estremecimiento que la animé. {Oh maravillas, oh mundo prodigioso de los insectos! He aqui que Charles Bonnet descubre, observando los pulgones, el mas asombroso de los fenémenos: se reproducen sin intervencidn del macho, por partenogénesis. ;Oh mundo prodigioso de las plantas! He aqui que Abraham Trembrey descubre, observando unos tallos acuaticos, que se alargan, mueven cuernos o brazos y hasta se desplazan; jserian animales? Corta esos pélipos en varios trozos, y cada uno de estos trozos da otro pélipo: son plantas, se reproducen por esquejes. Pero no, no son plantas; los pélipos cogen pequefios gusanos, los introducen por la boca en la cavidad de su cuerpo, los digieren: son animales. Son animales plantas; las dos cosas a la vez...2. Réaumur reproduce algunas de las experiencias de Trembley: «Confieso que cuando vi por primera vez formarse poco a poco dos pélipos del que habia cortado en dos, me cost6 trabajo creer a mis ojos; y es un hecho que no me acostumbro a verlo, después de haberlo visto y revisto cien y cien veces» Entonces se cortaban en trozos gusanos 3 Abraham Trembley, Mémoire pour servir a Uhistoire d'un genre de Polypes deau douce.., 1744. TI. Las ciencias de la naturaleza 127 de agua dulce Hamados nayades, incluso lombrices de tierra, y siempre se regeneraban por si mismos. Spallanzani les cortaba los euernos 0 la cabeza a los caracoles; los cuernos volvian a brotar, la cabeza volvia a formarse. Dirigiéndose entonces a las salamandras acuaticas, animales de sangre roja, les cortaba las patas, iy esas patas volvian a crecer! Se habia vuelto al tiempo de los milagros, pero milagros naturales. Las plantas respiraban; el aire no era ya uno de los cuatro elementos simples; se componia de bases que se conseguia disociar; desde Filadelfia, en el Nuevo Mundo, se anunciaba que un hombre, Benjamin Franklin, habia captado el rayo, habia tomado posesién del fluido celeste, como se decia; lo habia arrebatado a los dioses. «Estoy cansado de contar prodigios» 4, La recompensa habia Iegado ya: del saber nacia el poder; se dominaba la naturaleza conociéndola, La materia estaba subyugada. ;Qué bien se habia hecho al abandonar la vana indagacién de los primeros principios, de las esencias y las sustancias! Poco importaban las causas primeras, desde el momento en que se encontraba medio de hacerlas producir de una manera segura los efectos que se necesitaban; de este cambio resultaba una abundancia de sus bienes. Bienes reales, a los que Ilegaban las ciencias mas desinteresadas en apariencia: «Los descubrimientos de los hombres de ciencia son las conquistas del género humano»®, Man is no weak®: ya no era verdad que el hombre fuese débil; su fuerza iria creciendo de dia en dia. Gracias a la ciencia, la vida se haria buena y bella. Entonces aparecia, rodeado de una nueva aureola, el que poseia la ciencia, el que corregia a la naturaleza cuando se extraviaba, el que curaba los males de la vida: el médico. El teatro continuaba riéndose de Diafoirus, por costumbre; pero Boerhave de Leyden, Tronchin de Ginebra, Bordeu de Paris, ilustres en toda Europa, encarnaban el nuevo poder. El ptiblico asistia al largo debate sobre la inocula- cién; y al final, la viruela estaba vencida. «Todo cede al gran arte de curam, exclamaba La Mettrie, que entonces olvidaba sus diatribas contra sus colegas; «el médico es el tinico filésofo que merezca de su patria... Aparece como los hermanos de Helena en las tempestades de la vida. {Qué magia, qué encanto? Sdlo su vision calma la sangre, devuelve la paz aun alma agitada y hace renacer 4 Charles Bonnet, Considérations sur les corps organisés, 1762, capitulo XI. % Joseph Landon, Réflexions de mademoiselle X, comédienne francaise, 1750, p. 54. 68, Johnson, Rasselas, 1759, capitulo XII: «Man is no Weak answered his compassion (mlac); Knowledge is more than équivalent to Force» 128 Segunda parte. La dudad de los hombres la dulce esperanza en el corazén de los desdichados mortales. Anuncia la vida y la muerte, como un astrénomo predice un eclipse...»”. El tinico filsofo, en verdad: el timico que habla en nombre de la experiencia, pues «s6lo él ha visto los fendmenos, la maquina tranquila o furiosa, sana o rota, delirante u ordenada, sucesivamente imbécil, esclarecida, estipida, ruidosa, letargica, actuante, viva y muerta» §, El 14 de febrero de 1750, Buffon mismo registraba el éxito de su Histoire naturelle, tres de cuyos vokimenes se habian publicado el aiio precedente; la primera edicién, aunque tirada en gran mimero, se ha agotado al cabo de seis semanas; se han hecho ya una segunda y una tercera, que van a aparecer; la obra esta traducida al alemén, al inglés, al holandés... Buffon no es tal vez el mas grande genio cientifico de su época, pero es el mas representativo. Se le debia un nuevo Discurso del método, De la maniere de traiter l'histoire naturelle, Alli habia descalificado las matematicas, habia proclamado que las mentes, mejor que una evidencia geométrica, pedian ahora una certeza de hecho. Una revolucién se indicaba en estas lineas: Hay varias especies de verdades, y se acostumbra a poner en el primer orden las verdades matemdticas; sin embargo, no son. mds que verdades de definiciones; estas definiciones se refieren a suposiciones sencillas, pero abstractas; y todas las verdades de este género no son mds que consecuencias compuestas, pero siempre abstractas, de esas definiciones. Nosotros hemos hecho suposiciones, las hemos combinado de todas maneras; ese cuerpo de combinaciones es la ciencia matemdtica; no hay, por tanto, en esa ciencia nada més que lo que nosotros hemos puesto en ella... Las verdades fisicas, por el contrario, no son en modo alguno arbitrarias y no dependen de nosotros, en lugar de estar fundadas en. suposiciones que hemos hecho, no se apoyan mds que en hechos... En matemdtica, se supone; en fisica se afirma y se establece. Alli son definiciones, aqui son hechos. Se va de definiciones en definiciones en las ciencias abstractas; se marcha de observaciones en observaciones en las ciencias reales. En las primeras se llega a la evidencia; en las tiltimas, a la certeza. Llevaba hasta la paradoja la voluntad de poner al hombre en el centro del universo. No le gustaba la clasificacion de las plantas 7 La Mettrie, dedicatoria de L’homme machine, 1748. 8 Diderot, Encyclopédie, articulo Locke. TI. Las ciencias de la naturaleza 129 que habia propuesto el sefior Linneus: su propia clasificacién, que no se limitaria a las plantas, sino que comprenderia la creacién entera, partiria de otro principio. Un individuo se despierta como si lo hubiera olvidado todo; est en un campo donde los animales, los pajaros, los peces, las piedras se presentan a sus ojos nuevos. Primero estara perdido, sin distinguir nada, confandiéndolo todo. Pero pronto percibira una diferencia entre la materia inanimada y la materia animada; en esta ultima no tardara en percibir una diferencia entre los animales y las plantas; de ahi esa primera gran divisién, reino mineral, reino vegetal, reino animal. Mirando los animales, ese mismo individuo llegar en poco tiempo a formarse una idea particular de los que habitan la tierra, 0 el agua, o el aire; de ahi la divisién en cuadripedos, aves, peces, Clasificard los cuadripedos segiin las relaciones que tengan con é1 mismo; los mas ttiles a su vida ocuparén la primera fila: el caballo, el perro, el buey. Una vez agotada la lista de estos animales familiares, se ocupar de los que no dejan de habitar los mismos lugares, como serian las liebres, los ciervos y otros animales salvajes. Sélo al final, su curiosidad, lo llevara hacia los que habitan en los climas extraiios, los elefantes, los dromedarios, etc... Poner juntas las cosas que se parecen, separar las que difieren, organizando semejanzas y diferencias en relacién con el hombre; ofrecer al hombre un retrato de la naturaleza, obtenido por medio de una descripicién completa: tal era su ambicién. Su Histoire de la terre y Les époques de la nature sirvieron para sustituir por una concepcién evolutiva la concepcién estatica de la ciencia. Mostré que no se podia conocer esa realidad, cuya masa y cuyo detalle ambiciona aprehender, més que si se la veia formarse en su existencia anterior y en las vicisitudes de su pasado. Habia partido del aspecto cadtico de la naturaleza —alturas, abismos, llanuras, mares, pantanos, rios, cavernas, simas, volcanes, montafias hundidas, rocas hendidas y rotas, comareas sumergidas— para penetrar, gracias a la geologia, en sus profundidades. Por la accion milenaria del fuego, de las grandes aguas, habia explicado ese enigma; como decia en su lenguaje sonoro, habia registrado los archivos del mundo y puesto piedras numerarias en la ruta eterna del tiempo. ‘Todo parecia hacer de él un simbolo, incluso sus errores. Pues se equivocd algunas veces: habia mirado mal cuando habia acercado el ojo al microscopio que le habia prestado el sefior Needham, y que era sin embargo mejor que los suyos; habia hecho mal sus preparaciones; habia comprobado mal sus resultados; habia considerado como una tarea inferior las ocupaciones menudas, indignas 130 Segunda parte. La ciudad de los hombres de él. Aquel enemigo de los sistemas se habia enfrascado a fondo en la teoria de las matrices y los moldes, que habia sostenido mucho tiempo y con ardor. Pero si habia pecado era contra su propia sabiduria, contra la ley a que siempre volvia; de suerte que, siendo falible, no por ello legaba menos a los que vendrian después de él, el método que permitiria refutarlo. ‘imboliza la labor y la larga paciencia que resulta genio. El tiempo, el precioso tiempo que los demas malgastan en futilezas, en placeres, incluso en ocupaciones exteriores a su tarea, él lo reservaba para su obra, el Jardin del Rey, la Historia natural. Habia resistido a las tentaciones de la holgura, de la vida social, de los viajes, pues no habia pasado mas que algunos meses en Italia y habia permanecido en Inglaterra justo lo bastante para hacer alli su aprendizaje cientifico; y, duefio de su vida, después de haber disciplinado su temperamento, su caracter, su fuerza, daba tranquilamente el maximo de su esfuerzo. La hora de levantarse; de la comida, del paseo, la habia fijado de un modo inmutable: como el que no descansa nunca, porque sabe que nunca ha acabado. Simbolizé la moralidad de la ciencia, la constancia de su dura ley. Simbolizé las esperanzas que da la ciencia: «Acumulemos siempre experiencias y apartémonos, si es posible, de todo espiritu de sistema, al menos hasta que estemos informados, encontraremos facilmente un dia dénde colocar esos materiales; y aun cuando no fuésemos bastante afortunados para construir el edificio entero, nos servirdn ciertamente para poner sus cimientos, y quiz para adelantarlo incluso mas alla de nuestras esperanzas» ®. Para él no habia anochecer; al envejecer entraba en una apoteosis, Sus defectos, cierto aspecto material de su caracter, su habilidad para hacerse ayudar por colaboradores escogidos, su gusto por los amores rapidos y faciles, todas sus imperfecciones se difu- minaban en una humareda de incienso. Uno de los cuarenta de la Academia francesa, tesorero perpetuo de la Academia de Ciencias, miembro de las Academias de Londres, Edimburgo, Berlin, San Pe- tersburgo, Florencia, Filadelfia, Boston; coronado, adulado, mimado, pudo ver en sus jardines el monumento que su hijo habia hecho elevar a su gloria, y su propia estatua en su amadisimo Jardin del Rey. Montbard se convertia en un lugar de peregrinacién, rival de Ferney; el principe Enrique de Prusia iba a visitar al hom- bre ilustrisimo, al que enviaba luego un juego de porcelana que representaba cisnes; Jean-Jacques Rousseau se ponia de rodillas para ° Buffon, prefacio ala traduccion de La estdtica de los vegetales, de Ha- ler, 1735. TI. Las ciencias de la naturaleza 131 besar el umbral de su puerta. Le dirigian versos, en que lo celebraban como el espiritu creador y el genio sublime; madame Nec- ker lo Hamaba el hombre de todos los siglos; Catalina de Rusia, en una carta autégrafa, le escribia que, después de haber dado Newton el primer paso, él habia dado el segundo. Cuando se habian recorrido las trece terrazas se habia contemplado el gabinete de trabajo, austero, y desnudo, donde se habia elaborado la obra maestra, y se llevaban los ojos a su autor, se veia un porte majestuoso, un rostro hermoso y tranquilo, todavia fresco a los setenta y ocho aiios. Houdon habia podido reproducir, en el busto que le habia hecho, su gravedad, su nobleza, pero no el brillo de sus ojos, el color de sus cejas negras en contraste con sus hermosos cabellos blancos. Se parecia al hombre tal como lo habia representado: el hombre se mantiene erguido y levantado; su actitud es la del mando; su cabeza mira el cielo y presenta una faz augusta en la cual esta impreso el caracter de su dignidad. {Todo este trabajo, todo este esfuerzo, todas estas discusiones, para hacer valer esa verdad tan sencilla de que en asuntos de ciencia hay que partir de la observacién escrupulosa del hecho? Seguramente. Ya habia sido afirmada, y en diferentes ocasiones; aun habrd de serlo en el porvenir; Claude Bernard no hara sino volver a Bacon. Todo sucede como si las mareas recubriesen, de siglo en siglo, de generacién en generacién, las islas descubiertas, y como si fuese menester cada ver, sefialarlas de nuevo, con gran gasto de trabajo y de genio. Capitulo IIT EL DERECHO Manos a la obra, para explotar las conquistas de Grocio, de Pufendorf, de Cumberland, de Leibniz, de Gravina; para que toda Europa y toda la tierra comprendan al fin que no existe mas que un solo derecho del que se derivan todos los demas: el derecho natural. Manos a la obra, para refutar a los que se atreven atin a atacarlo, para alcanzar en el pasado hasta al malvado Hobbes, que quiso hacer de la fuerza el nico principio de las relaciones humanas. Manos a la obra, para definir, desarrollar también, para transformar en ciencia adquisiciones todavia confusas, para pasar de la teoria a la préctica, si es posible. La ensefianza del derecho natural se multiplica en toda Europa; se fundara una catedra de derecho natural en el Colegio real, en 1771. La edad de los inventores esté cerrada, ha llegado la de los profesores. Y seran Ensayos, Investigaciones, largas explicaciones verbosas; en apariencia, un oscuro juego de especialistas. Y sera en realidad un poderoso esfuerzo, que se sittia en el corazén mismo de la vida; un esfuerzo que concuerda con todos los que se intentaron entonces, y que con frecuencia Ios domina; un esfuerzo para arrebatar a la divinidad la Ley, organizadora del mundo; la divini- dad no conservard el derecho entre sus atributos sino en la medida en que no ser ya otra cosa que la raz6n. 132 III. El derecho 133 1730. Elementa juris naturae et gentium. Es un hombre muy sabio Johann Gottlieb Heinecke, en latin Heineccius, que sélo deja la Universidad de Halle para volver a ella, hasta tal punto se encuentra alli en su lugar; un jurista de primer orden, un clasico. Quiere proporcionar a los estudiantes un manual que sellaré la unién del derecho natural y la jurispruden- cia, Pues la jurisprudencia seria vana si no estuviese animada del espiritu de ese derecho; en el fondo, ges otra cosa la jurisprudencia que el derecho natural aplicado a los hechos humanos? Definicién: «E] derecho natural es el conjunto de las leyes que Dios ha promulgado al género humano por medio de la recta razén. Si se lo quiere considerar en tanto que ciencia, la jurisprudencia natural ser la manera practica de conocer la voluntad del legislador supremo, tal como se expresa por la recta razén y de aplicarla a todos los casos especiales que puedan presentarse.» 1740-1748. Jus naturae methodo scientifica pertractatum. Johann Christian Wolff entra en la partida, ya no se detendra. Le toca hacer del derecho natural una l6gica e insertarlo en el gran cuadro sistematico que representa la verdad con la vida. El hombre esta compuesto de alma y cuerpo; del mismo modo que el conjunto de nuestros érganos tiende a la conservacién de nuestro cuerpo, asi la razon tiende a conducir al alma hacia su perfeccién. Por ello, nuestras acciones adquieren un cardcter de bondad o de malicia intrinseca: es bueno lo que contribuye a esa perfeccién; malo lo que la contraria, Asi lo quiere la ley natural, que tiene su razén suficiente en la esencia de los hombres y de las cosas. «Como la naturaleza, siempre intimamente unida a la verdad, no tolera la contradiccion, enemiga eterna de la verdad, la tinica direccién de las acciones humanas que le conviene es que estén determinadas por las mismas razones finales que las natura- les, y que asi tiendan juntas al mismo fin.» Sentado esto, vengamos al derecho. Para que podamos cumplir esas obligaciones naturales, hemos de tener la facultad de hacer aquello sin lo cual no podriamos cumplirlas; y de ahi viene un derecho, ya a usar de las cosas, ya a realizar ciertos actos. La organizacion en sociedad ha hecho nacer otros deberes que los que se imponen al individuo; luego ha hecho nacer otros derechos, que se llaman el derecho privado, el derecho publico, el derecho de gentes. Y Wolff realiza el alarde de hacer derivar todos los casos particulares de esas premisas. Des- 134 Segunda parte. La ciudad de los hombres ciende al detalle, habla del dominio, de los derechos qne resultan de él, de las obligaciones inherentes; de las donaciones, de los contratos, de los cuasi- contratos, de los deberes y los derechos domésticos que se refieren a las sociedades conyugales, paternal y heril; del derecho de los Estados, del derecho de gentes. Ante la légiea de su demostracién, uno de sus admiradores, Formey, se maravilla: «La naturaleza quiere que el hombre sea tan sano de cuerpo y de espiritu como pueda serlo; la razén lo quiere también. Suponed un hombre en quien la naturaleza y la razén obren siempre de concierto: tendréis un hombre perfecto. Ese es el gran principio en que se apoyan todas las demostraciones del sefior Wolff, y ningiin filésofo los habia empleado atm tan luminosos y tan fecun- dos» A decir verdad, todavia falta algo a la jurisprudencia; pero el sefior Wolff ha trabajado tan bien que la ha Ievado no muy lejos de su acabamiento. Ahora es como una maquina a la que no le falta mas que ajustar las partes para poder emplearla. Otro llegara que, aprovechando las luces del sefior Wolff, corregira lo que se le ha escapado, de menos exacto; Ilegara tal vez un tiempo en que este sistema, desarrollado en toda su extensi6n, se establecera sobre las ruinas de los demés y servird de guia a todos los jurisconsultos. 1740. Recherches nouvelles de l'origine et des fondements du droit de la nature. Desde 1732, al comprobar que ni los autores ni los profesores se entendian sobre la definicién de las leyes naturales, y consultando sus propias luces, Frédéric Henri Strube de Piermont publied su Recherche de Uorigine et des fondements du droit de la nature. Ahora cree tener el gran secreto. Los filésofos més antiguos designaban con el nombre de leyes naturales el orden eterno e inmutable de todas las cosas creadas; los jurisconsultos, romanos veian en ellas instrucciones dadas por la naturaleza a todos los animales; la mayoria de los moralistas las han tomado como normas dictadas por la razén, y las han limitado sdlo al hombre. En realidad, son otra cosa. Todo ente creado no puede haber sido hecho sino para su conservacién; cierta identidad de razén lo obliga también a pensar en la conservacién de los demés. Luego todo hombre debe conservarse a si mismo, conservar a los demas que estén unidos con ély, en una palabra, hacer durar el género humano. Este es el primero, el tmico y el gran principio de las leyes o del derecho natural. III. El derecho 135 Unicamente la razén, que se limita a considerar las relaciones que se presentan entre las ideas, no est en condiciones de hacernos descubrir aquello de que es menester que las leyes nos instruyan. Otra de nuestras facultades, la voluntad, es igualmente incapaz de ello. La pasién, por el contrario, es el principio activo del alma; est acompafiada por una fuerza que asegura la ejecucién. Ella es la que nos incita a la aplicacién del derecho natural. 1742. Essai sur les principes du droit et de la morale. Le toca la vez, al sefior d’Aube, maitre des requétes de su estado, y por su familia sobrino de Fontenelle: la ley natural, que tiene un eardcter de eternidad y universalidad, que no puede ser abrogada y que no necesita intérprete, esta grabada en todos los corazones. E] hombre es un ente material, luego tiende a su conservacién; un ente espiritual, luego tiende a su felicidad. La naturaleza, garantizada por Dios, supremo sefior del universo, es la inspiradora de esa ley, que se confunde con el bien de la sociedad. 1748. Principes du droit naturel. Intrépido, locuaz geométrico y analitico, mas dogmatico que lo que piensa, Jean-Jacques Burlamaqui, profesor de derecho natural y civil en Ginebra, define sin descanso: define el hombre, puesto que la idea del derecho, y mas atin la del derecho natural, son relativas a la naturaleza del hombre; define la felicidad a que el hombre aspira naturalmente, el entendimiento que es naturalmente justo, que posee en si mismo la fuerza suficiente para reconocer la verdad y distinguirla del error; define la evidencia contra la cual no podrian prevalecer las pasiones humanas; la razén que lleva siempre consigo una idea de perfeccién, y la virtud. Asi provisto ampliamente, aborda la nocién de ley: Se entiende por Ley natural una Ley que Dios impone a. todos los hombres, ¥ que pueden descubrir y conocer con las solas luces de la razén, considerando con atencién su naturaleza y su estado, El Derecho Natural es el sistema, la reunién 0 el cuerpo de esas mismas Leyes, Por tiltimo, la jurisprudencia natural serd el arte de llegar al conocimiento de las leyes de la naturaleza, de desarrollarlas y aplicarlas a las acciones humanas. La ley natural es también: Todo lo que la razén reconoce ciertamente como un medio seguro y breve de Hegar ala felicidad, y que aprueba como tal. «Una ley que Dios impone a todos los hombres»: ,eonservaria 136 Segunda parte. La ciudad de los hombres Burlamaqui algtin vestigio del derecho divino? Entendamonos: como Dios es el autor de la naturaleza de las cosas y de nuestra constitucién, si a consecuencia de esa naturaleza y esa constitucién estamos determinados racionalmente a juzgar de cierta manera y a obrar de acuerdo con ella, la intencién del Creador esta bas tante manifiesta, y ya no podemos ignorar cual es su voluntad. El lenguaje de la razén es, pues, el lenguaje de Dios mismo. Como Dios es razon, y la razén es la razon humana, la obligacién no viene de Dios, en el sentido de que no se puede obedecer a la orden de un superior mas que por una adhesin previa a un principio que inspira esa orden. En suma: Dios se reabsorbe en la razén, la razon en la naturaleza y el antiguo derecho divino se convierte en un derecho natural y racional. Del derecho divino es menester que no quede ninguna huella; hay que llegar a la definicién de la Enciclopedia, articulo Ley: la ley, en general, es la raz6n humana, en tanto que gobierna todos los pueblos de la tierra; y las leyes politicas y civiles de cada nacién no deben ser mds que los diversos casos particulares en que se aplica esa razén humana. 1757. Essai sur l'histoire du droit naturel. ;Cémo se hubiese querido mostrar que el derecho natural estaba inscrito en el corazén de todos los hombres, hasta los confines de la tierra y desde el origen del tiempo! {Qué bueno hubiese sido remontarse al estado de naturaleza y apoyar asi sobre datos experimentales la teoria de ese mismo derecho! {Qué emocién excité la noticia de que se habia encontrado una muchacha salvaje en los bosques de Champaiia, un hombre salvaje en las selvas de Hannover! jSe iba a poder interrogarlos y apuntar las respuestas de la naturaleza, al natural! El teatro, la novela, suplieron con la imaginacién la decepeién de esos personajes. En la comedia titulada La Dispute, Marivaux busca de dénde ha venido la inconstancia inicial: {del hombre o de la mujer? El Principe a quien pone en escena lo decidira. «El mundo y sus primeros amores van a reaparecer ante nuestros ojos tales como eran, o al menos tales como debieron ser...» El padre del Principe, que era filésofo, hizo trasladar a un lugar solitario, fuera de todo contacto con la sociedad, cuatro nifios todavia en la cuna, Aquellos dos nitios y aquellas dos nifias, criados aparte, y que no se han visto nunca, han crecido; ha llegado el momento en que se les dejard la libertad de salir de su recinto y encontrarse: «Se puede considerar el comercio que van a tener juntos como la primera edad del mundo.» Pero Mari- IIL El derecho 137 vaux no se decide y no sabremos nunea de quién ha venido la inconstancia, pues la conelusién es que los dos sexos no tienen nada que reprocharse y que el vicio y la virtud les pertenecen igualmente. En su novela L'Eléve de la Nature (1766), Beaurieu es mas audaz. Un marido habia conseguido de su mujer esta concesion: que si tenian més de seis hijos, el exceso se dedicaria a interrogar a la naturaleza. Como tuvieron siete, el séptimo y tiltimo fue encerrado en una jaula, sin contacto con nadie: se le pasaba su alimento por medio de un torno. La jaula fue trasladada a.una isla desierta; sdlo a la edad de veinte aiios empez6 el héroe de la novela a to- mar contacto con los demas hombres. Y fue bueno, fue razonable, creé una familia que llegé a ser luego una sociedad perfecta... La literatura no cuenta. Pero lo que se podia bosquejar al menos, y por primera vez, era una historia del derecho natural: un danés, Martin Hubner, intenté la empresa. Gozo, en él, al repetir las formulas embriagadoras: he razonado como un hombre que no tiene otro guia que las luces de la razén: llamo derecho natural al conjunto de las normas obligatorias que la razén sola nos pres- cribe para conducimos seguramente a la felicidad; la idea de ley natural es indiscutiblemente relativa a la naturaleza del hombre, es decir, se refiere a su esencia; el hombre quiere ser feliz, el hombre s6lo obra en vista de su felicidad; pero para satisfacer ese deseo que lo aguijonea sin cesar y para llegar al fin que se propone con tanta constancia, tiene que querer necesariamente los medios propios para conducirlo a él; dé ahi se sigue que el hombre necesita algunas normas, y las normas de direccién de nuestra conducta, los medios de la felicidad humana, son Jo que Hamamos leyes naturales; la naturaleza misma del hombre ha sido, por decirlo asi, el primer doctor en derecho natural... Entonces exhumaba del fondo de las edades a los grandes hombres que habian encarnado sucesivamente a ese doctor; el escritor respetable a quien debemos la historia del tiempo que precedié al Diluvio, que dio un resumen muy sucinto de las leyes naturales: y era Moisés; los chinos; los griegos; el Montesquieu de la antigitedad, por el cual fue reconocido formalmente el derecho natural: y era Sécrates. Los romanos, a pesar de las presunciones politicas que tuvieron algo de fanatismo: y eran Cicerén, Séneca. Y luego Epicteto, y después Marco Aurelio. En la Edad Media se habia producido un descenso, como era de esperar, puesto que la época era gotica y barbara. Pero el Renacimiento habia ensefiado a pensar bien: habia surgido Bacon. Se llegaba asi a Grocio, Pufendorf, Cumberland, Wolff, Barbeyrac, Burlamaqui. El derecho natural conquistaba a los ingleses y a los daneses; en Alemania, el éxito era casi demasiado vivo: 138 Segunda parte. La ciudad de los hombres este vasto imperio de multiples provineias rebosa, por decirlo asi, de Universidades, y en cada una existe por lo comin una cétedra establecida para el derecho natural; los Ensayos, los Compendios y los Sistemas se multiplican alli basta tal punto, que se ba perdido el hilo bace mucho tiempo. Se podria componer con ellos toda una biblioteca, si valiera la pena reunirlos y hacer esos gastos. In- cluso las personas que son menos apropiadas para reflexionar se repliegan con frecuencia en ese pais sobre esa materia cuando no saben cual elegir para ejercitar la actividad de su pluma. El derecho natural habia encontrado, ciertamente, adversarios; incrédulos, como Spinoza; heréticos, como Bayle y Mandeville y Bolingbroke. Pero sus escritos ya no podian hacer nada, o tan poco, contra ver- dades reconocidas... 1783-1788. Detta Scienza della Legislazione. Goethe ha hecho de Gaetano Filangieri, a quien encontré en Napoles y que le hizo conocer a un viejo autor Hamado J.-B. Vico, un elogio memorable. «Forma parte de esos jévenes dignos de estimacién que no pierden de vista la felicidad de los hombres y una libertad bien entendida. En sus maneras se puede reconocer el soldado, el caballero y el hombre de mundo; este aire aristocratico, esta templado, sin embargo, por la expresién de un sentimiento moral delicado que, difundido por su persona, irradia con mucho encanto de sus palabras y de todo su ser» Benedetto Croce Jo Hama un apéstol del nuevo Evangelio, el Evangelio de la razén. Con la Ciencia de la Legislacién, el derecho acaba de perder su caracter de hecho hist6rico para convertirse en una ideologia que, tan pronto como entre en la practica, reformaré la vida. El conocimiento histérico sélo podra dar, en efecto, el espectéculo de una desoladora confusion; la experiencia nos muestra un ctimulo de leyes emanadas de diversos legisladores, en diversos momentos. Al contrario, reduzeamos los hechos a una ciencia sistematica; entonces todo resultard facil y bueno. «Simple e infalible naturaleza, cada vez observo mas tu plan y aborrezco més el de los hombres; intento mas seguir el tuyo y estoy mas contento de alejarme del suyo...» Partamos de definiciones seguras, y por una cadena de principios sabremos cual debe sor el derecho criminal, civil, politico, religioso; cuales deben ser la educacién, la familia, la propiedad. En la oscura selva donde se solazaban «nuestros padres barbaros», «el sabio legisladom trazaré avenidas rectas, que nos conduciran a la justicia y a la felicidad. Los principes escucharén su voz y seguirén III. El derecho 139 sus consejos: «a los ministros de la verdad, a los filésofos pacificos, corresponde este sagrado ministerio». El amor a la humanidad sustituira a los egoismos; el sentido de la equidad aboliré los abusos; se rasgarén los viejos pergaminos, los comentarios y las glosas; no se invocarén ya mas los precedentes; pleiteantes, abogados, jueces, se convertirn en discipulos de la pura ley natural, y el mundo se salvar. Al hablar asi, Gaetano Filangieri se conmueve; se siente animado por una pasion vehemente; predica, catequiza; cuando considera los errores antiguos, sufre y lo dice; se exalta cuando entrevé los progresos del porvenir; no habla solamente su razén, sino su coraz6n. Con todo, gpor qué ese gran desorden en las leyes, ese barullo, ese caos? La m de los legisladores, imbéciles o interesados, de un modo o de otro, trai guardianes infieles de un depésito sagrado: sea. Pero se sentia que esto era hablar demasiado de prisa, Montesquieu es grande porque tuvo esta voluntad de explicacién: para llegar al punto culminante en que el orden aparece en el desorden, hizo de su vida una ascensién hacia las més altas cimas. Es hermoso verlo instalarse en su hacienda y no contentarse con ella; conquistar una reputacién provincial y no contentarse; llegar a la gloria literaria con el éxito europeo de las Lettres per- sanes y no contentarse; lejos de descansar, vuelve a partir, silo tiene ambien de lo mas arduo. Ha trabajado: jcudnto ha traba jado! Ha leido: jcudntos libros ha leido!; Jos mas ricos de sustancia y los mas ingratos, los que le gustaban y los que le parecian «frios, secos, insipidos y duros», que tragaba «omo la fabula dijo que, Saturno devoraba piedras». Llegado el momento, ha salido de su gabinete de trabajo; y, abandonando su querida Guyemne, su cargo, su patria, ha partido, para ver de cerca el juego de las cons- tituciones y la vida de los hombres. Ha vuelto a Francia, a La Bréde, y ha vuelto a empezar a trabajar, a leer, a meditar, para dominar la masa de los conocimientos adquiridos. Dominados todos los conocimientos y madurados todos los pensamientos, ha empezado a ver desde més alto lo que los demas habian visto mal. Tanto saber y tanta inteligencia; un derroche tan prodigioso de claridad; una conciencia tan precisa del tema que hay que escoger, del modo de tratarlo, del estilo mismo; una moderacion que le ha permitido no dejarse nunca arrebatar mas all de la verdad; un egoismo sagrado, que lo ha defendido contra todo lo que aparta del fin, las pasiones, incluso los afectos, el amor a los bienes fal- 140 Segunda parte, La ciudad de los hombres sos, la dulzura del ocio; y para acabar, la recompensa: «Aqui es donde hay que darse el espectculo de las cosas humanas...» 1748. L'esprit des lois, Las leyes, en. la significacién mds amplia, son las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas. La inquietud del tiempo, la experimentd. Leyes de los romanos y leyes de los francos; leyes de Africa y de Asia, leyes del Nuevo Mundo; leyes que regian, hace miles de aiios, la vida de los hombres todavia salvajes, leyes que dictan hoy los fallos de la Audiencia de Londres 0 del Parlamento de Paris: no se puede considerar su multiplicidad y su incoherencia sin una especie de desesperacion. Luego se manifesté a su observacién una primera claridad. Una ley, por caprichosa que parezea, supone siempre una relacién. Una ley es relativa al pueblo para el que ha sido hecha, a un gobierno, a la realidad fisica de un pais, al clima, a la calidad del terreno, al género de vida, a la religién de los habitantes, a sus riquezas, a su ntimero, a su comercio, a sus costumbres, a sus maneras. Las leyes tienen relaciones entre si, las tienen con sus origenes, con el objeto del legislador. {Cémo se establece esta relacién? Es la consecuencia de la naturaleza de un ente; va de un ente dado a las manifestaciones de su existencia. Dado el mundo material, existen las leyes que convienen a su naturaleza material; dado un angel, existen las leyes que convienen a su naturaleza angélica; dado un animal, existen las leyes que convienen a su naturaleza animal. La divinidad misma tiene sus leyes; Dios tiene relacién con el universo como creador y como conservador; las leyes segtin las cuales ha creado son aquellas segim las cuales conserva; obra segiin esas reglas, porque las conoce; las conoce porque las ha hecho; las ha hecho porque tienen relacién con su sabiduria y su potencia. Esta relaci6n no es arbitraria, sino légica; es racional. Esta ordenada por una razon primitiva, que preexistia a las cosas. Antes de que hubiese entes inteligentes eran posibles; tenian, pues, posibles relaciones de justicia. Al pasar de lo posible a lo real, esas relaciones de justicia se han adaptado a la razén que las presuponia. Decir que no hay nada justo ni injusto mas que lo que ordenan o prohiben las leyes positivas es decir que antes de que se hubiesen trazado este circulo no eran iguales todos los radios. Ocurre lo mismo con todas las leyes

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