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Rayuela

El sol brillaba con fuerza en el pequeño pueblo de Tennessee. Los pájaros


cantaban y los niños jugaban. Entre ellos había cuatro amigos: Jack, Lucy, Noah y
Emily. Un día, mientras caminaban por la calle, se toparon con una extraña casa
abandonada en el pueblo. Se notaba que en el pasado había pertenecido a una
familia adinerada. Sus ventanas eran tan altas que llegaban hasta el techo, y su
puerta era tan grande que hasta un elefante podría entrar por allí. Pero sin duda,
lo que más llamaba la atención de aquel lugar eran sus extrañas estatuas, tan
realistas que parecía que te seguían con la mirada. Mientras exploraban, vieron
una rayuela dibujada en el suelo.

- Oigan chicos, vean ese dibujo en el suelo - exclamó Noah con mucha intriga.

- No es un dibujo, Noah. Parece ser una especie de rayuela - respondió Emily.

Noah se acercó al tablero y lo examinó de cerca.

- Es la rayuela más compleja que he visto - dijo Noah.

Los demás niños se acercaron para confirmar lo que decía Noah. Efectivamente,
esa rayuela no se parecía en nada a las que ellos conocían. Quitaron hojas,
ramas, polvo y basura que estaban encima de ella.

- Genial, esta rayuela tiene hasta el número 20. Tenemos que jugar, chicos. Como
amantes de la diversión, no podemos dejar pasar esta oportunidad. Además, soy
la mejor en este juego - exclamó Emily.

- No creo que sea una buena idea acercarnos demasiado, chicos. Esta rayuela
conduce hasta la puerta de los fallecidos Miller - dijo Lucy con voz temblorosa.

- Será mejor volver a casa. Pronto empezará a oscurecer - respondió Jack,


intentando evitar la idea de jugar en ese extraño lugar.
- Vamos, chicos. No podemos irnos sin jugar al menos una ronda - dijo Noah,
tratando de animar a Jack y Lucy.

Aquello no fue suficiente para convencer a todo el grupo de quedarse a jugar, ya


que habían muchas historias sobre esa casa en particular. Los rumores sobre
cómo la familia Miller había muerto eran tema de conversación entre los
habitantes del pueblo. Algunos decían que el padre, en un ataque de celos, había
acabado con la vida de su esposa e hija en un momento de furia. Otros decían
que se trataba de una venganza, donde los envenenaron a causa de una fuga de
gas mientras dormían. También intentaron acusar a la madre como la instigadora
de los hechos. Lo único cierto era que esa familia ya no estaba, y su muerte había
sido un gran misterio, incluso las autoridades desconocían lo que había ocurrido
realmente. Era un caso sin resolver que, sin duda, asustaba a Jack y Lucy.

- Yo no quiero estar cerca de esta casa ni un segundo más. Es mejor irnos a


nuestras casas. Pronto va a anochecer - exclamó Lucy.
- Yo me voy con Lucy. He escuchado muchos rumores sobre esta casa y no creo
que sea buena idea jugar en un lugar donde no nos han invitado - respondió Jack.

Jack y Lucy decidieron marcharse y dejar a Emily y Noah en aquel lugar tenebroso
de la ciudad.

- ¡Quién los necesita! Jugaremos tú y yo, Emily - exclamó Noah con mucha furia.

Comenzaron a buscar algún objeto que pudieran utilizar para lanzar sobre la
rayuela. En ese momento, el cielo ya se estaba oscureciendo, por lo que no era
tan fácil encontrar una piedra que no fuera ni muy grande ni muy pequeña. Para
acelerar el proceso de búsqueda, decidieron separarse y buscar en diferentes
lugares para cubrir más terreno y así encontrar la piedra perfecta.

Mientras caía la noche, Noah empezó a preguntarse si estaría bien seguir en


aquel extraño lugar. Sus manos empezaron a sudar, su respiración se aceleraba y
su corazón palpitaba tan fuerte y rápido que parecía que fuera a salir corriendo. A
pesar del miedo que aquel lugar le producía, Noah intentó concentrarse. Recogió
objetos del suelo, pero ninguno funcionaba. Era como si las piedras hubieran
desaparecido mágicamente de aquel lugar. En ese momento, Noah escuchó un
fuerte estruendo proveniente del interior de aquella casa con un pasado aterrador.
Despavorido, salió corriendo para intentar reunirse con Emily y salir huyendo de
tan desagradable situación.

Mientras corría, Noah tropezó y cayó sobre una roca grande que golpeó sus gafas
y dañó todo el lente.

- No puede ser, sin ellas no puedo ver bien - pensó Noah.

Se levantó del suelo y a lo lejos vio la silueta de una niña saltando y jugando con
la rayuela.

Aliviado por encontrar a su amiga, Noah caminó directamente hacia ella y le contó
lo que le había sucedido.

- Menos mal que te encontré, Emily. Estaba tan asustado. Mis gafas se arruinaron
y no podía ver nada.

- No te preocupes, por aquí no suele pasar nadie. Conmigo no te pasará nada.


Mira, es tu turno de jugar, lanza la piedra.

- ¿De dónde sacaste esta piedra? Parece más un diamante - preguntó Noah
bastante desconcertado.

- No te preocupes, no se romperá.

- Jugaremos, pero solo será una ronda. Necesitamos volver a casa - exclamó
Noah con seriedad.

Confundido, Noah tomó aquel extraño objeto y lo lanzó con fuerza. Cayó en el
número 16, pero un fuerte viento sopló y dejó aquella piedra en el número 20,
justo frente a la puerta de la casa. Se apresuraron a comenzar a saltar para salir
de allí. Sin embargo, mientras jugaban, el recorrido del juego era tan largo que no
podían evitar hacerse mil preguntas.

¿De dónde habrá sacado Emily aquel objeto tan peculiar si estábamos en un lugar
abandonado? ¿Y por qué no me llamó antes si ya lo había encontrado? ¿O por
qué no quiso decirme de dónde sacó ese objeto?

- ¡Noah! Mira la piedra que encontré - gritó Emily, saliendo de los arbustos de la
casa vecina.

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