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La Rayuela Cuento Corto
La Rayuela Cuento Corto
- Oigan chicos, vean ese dibujo en el suelo - exclamó Noah con mucha intriga.
Los demás niños se acercaron para confirmar lo que decía Noah. Efectivamente,
esa rayuela no se parecía en nada a las que ellos conocían. Quitaron hojas,
ramas, polvo y basura que estaban encima de ella.
- Genial, esta rayuela tiene hasta el número 20. Tenemos que jugar, chicos. Como
amantes de la diversión, no podemos dejar pasar esta oportunidad. Además, soy
la mejor en este juego - exclamó Emily.
- No creo que sea una buena idea acercarnos demasiado, chicos. Esta rayuela
conduce hasta la puerta de los fallecidos Miller - dijo Lucy con voz temblorosa.
Jack y Lucy decidieron marcharse y dejar a Emily y Noah en aquel lugar tenebroso
de la ciudad.
- ¡Quién los necesita! Jugaremos tú y yo, Emily - exclamó Noah con mucha furia.
Comenzaron a buscar algún objeto que pudieran utilizar para lanzar sobre la
rayuela. En ese momento, el cielo ya se estaba oscureciendo, por lo que no era
tan fácil encontrar una piedra que no fuera ni muy grande ni muy pequeña. Para
acelerar el proceso de búsqueda, decidieron separarse y buscar en diferentes
lugares para cubrir más terreno y así encontrar la piedra perfecta.
Mientras corría, Noah tropezó y cayó sobre una roca grande que golpeó sus gafas
y dañó todo el lente.
Se levantó del suelo y a lo lejos vio la silueta de una niña saltando y jugando con
la rayuela.
Aliviado por encontrar a su amiga, Noah caminó directamente hacia ella y le contó
lo que le había sucedido.
- Menos mal que te encontré, Emily. Estaba tan asustado. Mis gafas se arruinaron
y no podía ver nada.
- ¿De dónde sacaste esta piedra? Parece más un diamante - preguntó Noah
bastante desconcertado.
- No te preocupes, no se romperá.
- Jugaremos, pero solo será una ronda. Necesitamos volver a casa - exclamó
Noah con seriedad.
Confundido, Noah tomó aquel extraño objeto y lo lanzó con fuerza. Cayó en el
número 16, pero un fuerte viento sopló y dejó aquella piedra en el número 20,
justo frente a la puerta de la casa. Se apresuraron a comenzar a saltar para salir
de allí. Sin embargo, mientras jugaban, el recorrido del juego era tan largo que no
podían evitar hacerse mil preguntas.
¿De dónde habrá sacado Emily aquel objeto tan peculiar si estábamos en un lugar
abandonado? ¿Y por qué no me llamó antes si ya lo había encontrado? ¿O por
qué no quiso decirme de dónde sacó ese objeto?
- ¡Noah! Mira la piedra que encontré - gritó Emily, saliendo de los arbustos de la
casa vecina.