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Libro Derecho Maritimo CBA 1a Impresion
Libro Derecho Maritimo CBA 1a Impresion
© L IBROTECNIA
Santiago, Chile
Inscripción N° 240.883
Primera edición
ISBN: 978-956-327-105-8
IMPRESO EN CHILE
DERECHO MARÍTIMO
LIBROTECNIA®
A Alfonso y Emilio
Prólogo
derecho marítimo 9
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
10 LIBROTECNIA®
PRÓLOGO
ponsabilidad, para terminar con un estudio del sistema mutual de los clubes de
protección e indemnización.
El Capítulo IX es procesal. Trata los aspectos orgánicos: competencia y ar-
bitraje, y los funcionales: disposiciones comunes a todo procedimiento y procedi-
mientos especiales en materia marítima. Se trata también la Investigación Sumaria
Administrativa (ISA) que conduce la Autoridad Marítima, en caso de accidente o
incidente relacionados con la navegación que está sujeta a su jurisdicción.
El Capítulo X trata la prescripción en materia marítima.
El libro termina con un índice analítico o temático, que puede ser de uti-
lidad a quien necesite consultar algo al pasar, y este prólogo concluye con un
agradecimiento del autor a Dios, a la vida y al azar objetivo, por haberme dado la
posibilidad de hacer clases y enseñar, que es algo muy bello y entretenido, y puede
ser fascinante, si se dan las condiciones de viento y marea... Agradezco también a
mi Alma Mater, la Escuela de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso, por haberme enseñado y acogido para enseñar.
derecho marítimo 11
Capítulo I
Generalidades acerca
del Derecho Marítimo
• Concepto.
• Derecho Marítimo en latu y en strictu sensu.
• Objeto del Derecho Marítimo.
• Características del Derecho Marítimo.
• Evolución histórica del Derecho Marítimo.
• Fuentes del Derecho Marítimo.
• Ámbito de aplicación del Libro III del Código de Comercio.
• Ámbito de aplicación de la Ley de Navegación.
• La sanción de inexistencia en materia marítima.
• Disposiciones complementarias.
Concepto
1
Georges Ripert, Compendio de Derecho Marítimo, Traducción de Pedro G. San Martín
de la obra Précis de Droit Maritime, Buenos Aires, 1954, p. 11.
2
Antonio Brunetti, Derecho Marítimo Privado Italiano, Traducción de R. Gay de Montilla,
Editorial Bosch, Barcelona, 1950, Tomo I, p. 18, citando a Ripert.
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3
Ripert, “Compendio…”, op. cit., p. 11.
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Capítulo I. Generalidades acerca del derecho marítimo
4
Pero el Derecho Internacional del Mar es un área del derecho que abarca mucho más que
dicha Convención, y que otras varias convenciones, tratados y prácticas de los Estados. El derecho
que nació para regular el control de los espacios marinos, hoy se ha ampliado para cubrir la extensión
del ejercicio de la soberanía de los Estados ribereños, los intereses de la comunidad internacional
en el lecho marino, alta mar, las reservas de peces, así como asuntos relativos al uso científico, de
investigación, militar y a la protección del medio ambiente marino. Con el paso del siglo, temas
como la fertilización marina para combatir el cambio climático, la protección de reservas de peces
en alta mar, la seguridad marina, piratería, jurisdicción de los Estados del pabellón han salido a la
superficie. En especial el del cambio climático, que tiene el potencial de afectar a prácticamente todos
los aspectos de la actividad marina. Donald R. Rothwell and Tim Stephens, The International Law
of the Sea, Hart Publishing, Oxford and Portland, 2010, p. 1.
5
De acuerdo con el artículo 15 de la Ley 20.000, que sanciona el tráfico ilícito de estupe-
facientes y sustancias sicotrópicas: “Los oficiales y el personal de Gente de Mar de dotación de buques
de la marina mercante, de naves especiales y de artefactos navales que, a bordo o en el cumplimiento de
sus funciones, porten para su exclusivo uso personal y próximo en el tiempo o consuman alguna de las
sustancias señaladas en los artículos 1º y 5, serán sancionados con presidio o reclusión menores en sus grados
medio a máximo y multa de diez a cien unidades tributarias mensuales.
El artículo 434 del Código Penal prescribe: “Los que cometieren actos de piratería serán castigados
con la pena de presidio mayor en su grado mínimo a presidio perpetuo”.
El artículo 469 del mismo Código Penal dispone que: “Se impondrá respectivamente el máximum
de las penas señaladas en el artículo 467: ... 4° A los capitanes de buques que defrauden suponiendo gastos
o exagerando los que hubieren hecho, o cometiendo cualquiera otro fraude en sus cuentas”.
El artículo 470 del mismo cuerpo legal señala que: “Las penas del artículo 467 se aplicarán
también:... 2° A los capitanes de buques que, fuera de los casos y sin las solemnidades prevenidas por la
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ley, vendieren dichos buques, tomaren dinero a la gruesa sobre su casco y quilla, giraren letras a cargo del
naviero, enajenaren mercaderías o vituallas o tomaren provisiones pertenecientes a los pasajeros”.
El artículo 140 de la Ley de Navegación (D.L. 2.222 de 1978) sanciona a “los particulares que,
sin el expreso consentimiento del capitán, armadores, aseguradores o sus representantes, entraren a una
nave después que le ocurra un siniestro, so pretexto de auxiliarla o emprender el salvamento de sus restos
o de la carga, quienes incurrirán en la pena de prisión en cualquiera de sus grados”.
El artículo 136 de la Ley General de Pesca y Acuicultura establece: “El que introdujere o mandare
introducir en el mar, ríos, lagos o cualquier otro cuerpo de aguas, agentes contaminantes químicos, biológicos
o físicos que causen daño a los recursos hidrobiológicos, sin que previamente hayan sido neutralizados para
evitar tales daños, será sancionado con multa de 50 a 3.000 unidades tributarias mensuales. Si procediere
con dolo, además de la multa, la pena a aplicar será la de presidio menor en su grado mínimo”.
Sobre estos y otros tipos penales, y su relación con la navegación marítima, véase la Memoria
de Prueba de doña Georgina Bravo Ahumada, Consideraciones acerca de la existencia de un bien
jurídico criminalmente protegido particular del Derecho Marítimo chileno, Pontificia Universidad Cató-
lica de Valparaíso, Valparaíso, 2011, trabajo en que se analiza si existe algún bien jurídico cautelado
por estos tipos penales que se relacione a la navegación marítima, identificando a la seguridad en la
navegación como un bien jurídico especial del Derecho Marítimo.
6
En nuestro ordenamiento jurídico este derecho se contiene fundamentalmente en la Ley
de Navegación (D.L. N° 2.222 de 1978) y la Ley Orgánica de la Dirección General del Territorio
Marítimo y Marina Mercante (D.F.L. N° 292 de 1953).
7
Regulado en el Código del Trabajo, Libro I, Título II, Capítulo III, “Del Contrato de los
Trabajadores Embarcados o Gente de Mar y de los Trabajadores Portuarios Eventuales”; Párrafo 1º
“Del contrato de embarco de los oficiales y tripulantes de las Naves de la Marina Mercante Nacional”.
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Ripert, “Compendio…”, op. cit., p. 14.
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Código Civil”, lo que significa que nuestro Derecho Marítimo está conectado y en-
tronca con el derecho privado común y general que se contiene en el Código Civil.
Pero la razón histórica explica los orígenes del particularismo. Ahora, ¿qué
contribuye a mantener el particularismo del Derecho Marítimo en los tiempos
modernos?
Existen varias razones que confluyen:
– Primero, la especialidad de la navegación marítima, actividad que tiene
aspectos técnicos, operativos, comerciales, etc., que hacen de ella, y de la industria
y negocio marítimos en general, una disciplina particular.
– Segundo, la uniformidad (característica que veremos a continuación) de
las normas marítimas, que permite mantener su peculiaridad frente a los ordena-
mientos jurídicos locales.
– Tercero, la utilización de un lenguaje especializado que se emplea en estas
materias.
– Y cuarto, que en varios países (especialmente en los que van a la vanguar-
dia en esta rama, como es el caso de Inglaterra), existen tribunales especializados
para resolver las disputas marítimas, como sucede con Cortes del Almirantazgo
(Admiralty Courts).
Sobre esto último, en Chile, a falta de los recursos para financiar esta especia-
lización judicial, en el año 1988 se optó por un paliativo, consistente en el arbitraje
para la resolución de las controversias marítimas.
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Brunetti, Derecho Marítimo Privado Italiano, op. cit., p. 29.
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e) Reglamentario. Gran parte del caudal normativo de esta rama encuentra
su sede en reglamentos, fruto de la potestad reglamentaria, ejercida por el Poder
Ejecutivo.
Los reglamentos proliferan en esta rama porque se trata de normas complejas
y muy técnicas, cuya dictación es necesario sustraer del camino político por el que
transitan las leyes, y por la celeridad que presenta la generación de un reglamento,
comparado con lentitud de una ley. Así, si se pretendiera regular estas materias por
ley, el proceso de su formación carecería de la especialización, rapidez y tecnicismo
que requieren las normas marítimas.
Ejemplos de reglamentos en materia marítima daremos al tratar las fuentes del
Derecho Marítimo.
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Capítulo I. Generalidades acerca del derecho marítimo
Existen tres grandes etapas, que se determinan por el desarrollo de los progresos
tecnológicos que ha experimentado la nave y, en consecuencia, el arte de la navegación:
– La primera etapa abarca desde los orígenes de la navegación, cuando las
naves eran impulsadas mediante propulsión humana, y posteriormente eólica, hasta
la Revolución Industrial. Los veleros (que en general pertenecían a los mismos
comerciantes) no zarpaban sino hasta estar completamente cargados, por lo que la
fecha de inicio de la expedición era indeterminada, y la de arribo al puerto de su
destino era incierta, ya que no se sabía si la nave llegaría o no, y en qué condiciones.
El marino estaba totalmente entregado al capricho del mar.
– En la segunda etapa, que comienza con la Revolución Industrial, surge la
navegación a vapor (y luego la navegación propulsada por combustible) y el fierro
en los cascos (que después fue sustituido por el acero), lo que permite el crecimiento
del tamaño y la capacidad de las naves, una mejoría de la seguridad de las mismas
y aumenta su velocidad, de manera que la navegación marítima se torna cada vez
más eficiente y competitiva.
El mayor porte de las naves, la resistencia de su casco y su propulsión mecánica,
permiten ofrecer el transporte con mayor regularidad y certeza en sus fechas de
recalada en los distintos puertos. Ello posibilitó que las navieras ofrecieran itinera-
rios frecuentes y rapidez en el despacho, de manera abierta, pública y anticipada,
aceptando además cargamentos menores.
Ya en el siglo XIX, con el desarrollo del telégrafo, la industria naviera estuvo
en condiciones de ofrecer tráficos regulares a los cargadores, naciendo los servi-
cios de líneas, un servicio de transporte masivo y regular, que trajo aparejado un
incremento del comercio internacional, producto del crecimiento de volumen y
menores costos en transporte.
– La tercera etapa es la Época Contemporánea, a contar de la segunda mitad
del siglo XX, período marcado por la aparición de grandes buques tanqueros para
el porteo de combustible y otros líquidos a granel, buques graneleros, buques
equipados con sistemas computacionales e incluso buques con propulsión nuclear,
comunicación satelital y otros adelantos tecnológicos.
Asimismo, aparece la carga unitarizada, cuyo principal exponente es el conte-
nedor: una unidad de embalaje y transporte que permite agrupar múltiples bultos
pequeños en un envase de mayor tamaño, estandarizada para varios medios de
transporte. Surge así el fenómeno del transporte multimodal.
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tas, así como de las soluciones prácticas que los propios protagonistas del tráfico
y comercio marítimos han generado frente a las necesidades del negocio. Este es
un derecho esencialmente pragmático, creado por los marinos para los marinos.
Si bien existen vestigios de normas marítimas en el Código de Hammurabi
(2.100 A.C. app.), que regía a los babilonios, y en el Código de Manu, vigente
en la India entre los siglos XIII y VIII a. C., la primera gran fuente normativa
marítima se remonta a la Lex Rhodia (siglo V a. C.), que es una recopilación de
costumbres y de usos marítimos confeccionada en la isla Mediterránea de Rhodia.
Para ilustrar el aporte romano al Derecho Marítimo se puede reproducir la
respuesta del Emperador Antoninus (138 a 161 d. C.), quien al ser requerido para
solucionar una situación marítima puntual, dijo: “Yo, por cierto, soy el Señor del
Mundo, pero el derecho es el Señor de los mares. Que sea juzgado por la Ley Rho-
dia, que regula los asuntos marítimos, mientras no se oponga a nuestras leyes”.10
Así, el Digesto romano de Justiniano (siglo VI) tomó materias de la Lex
Rhodia. En especial, existe un capítulo que se denomina De Lege Rhoda de Jactu
(De la Ley Rhodia en la Echazón), en el que se reprodujo la Lex Rhodia. Existen
también normas marítimas en las basílicas de los emperadores bizantinos (siglos
IX y X), de las que sólo se conoce una traducción latina que data del siglo XV.
La segunda gran fuente marítima, que data de la Época Medieval, son los Roles
de Olerón, una especie de catálogo de jurisprudencia marítima recopilada en la Isla
de Olerón, alrededor de los siglos XI y XII. Esta colección de fallos tuvo influencia
en el Mar del Norte y en el Mar Báltico, en los países del Norte de Europa, y se
publicó en Inglaterra en el año 1536 (The Roles of Oleron), donde influyó en las
Cartas de Bristol y Liverpool, y en Francia entre 1556 y 1584 (Guidon de la Mer).
La tercera fuente importante es el Libro del Consulado del Mar, de época
posterior a los Roles de Olerón (siglo XIV), recopilación de costumbres y decisiones
propias del Mediterráneo Occidental, especialmente de Barcelona. Los Consulados
del Mar eran agrupaciones de mercaderes y navegantes que tenían por objeto su-
pervisar a la gente de mar y resolver las disputas relativas a la navegación marítima.
De las antiguas, la cuarta fuente importante son las Leyes de Visby (siglo
XV), que es otra recopilación de costumbres del Mar del Norte y del Mar Báltico.
Posteriormente, existe una serie de estatutos u ordenanzas locales, que son
dictadas por las autoridades de las distintas ciudades-Estado, tales como Venecia,
Pisa, Marsella, Amalfi, Tirani, etc. Se trata de normas cuya fuente formal es un
acto de autoridad; es derecho generado por un ente que tiene imperio y lo dota
de una vigencia coactiva. Hasta entonces, el Derecho Marítimo se radicaba en las
recopilaciones de fallos y de costumbres, efectuada por los mismos protagonistas
10
William Tetley, Maritime liens and claims, Business Law Communications Ltd., London,
1985, p. 1
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Capítulo I. Generalidades acerca del derecho marítimo
del negocio marítimo, que eran quienes lo aplicaban, pero a contar de estas orde-
nanzas adquirió una forma imperativa. En otras palabras, la obligatoriedad pasó
de la auctoritas a la potestas.
En 1681 se dicta la Ordenanza de Marina u Ordenanza de Colbert, nombre
del Primer Ministro de Luis XIV, a quien éste le encomendó su confección. La
Ordenanza recopiló costumbres vigentes en distintos países, a diferencia de los
estatutos de las ciudades-Estado, cuyo ámbito de aplicación era reducido a una
determinada localidad. Fue por ello que muchos países adoptaron estas Ordenanzas,
como sucedió con las Ordenanzas de Bilbao, que reproducen las Ordenanzas de
Colbert en sus Capítulos 18 y 19, las que rigieron en Chile hasta la vigencia del
Código de Comercio (1865).
La importancia de la Ordenanza de Marina es que marcó el término del
Derecho Marítimo regulado por costumbres y el inicio de la codificación y nacio-
nalización del Derecho Marítimo. De ahí en adelante, el Derecho Marítimo de los
países con sistema jurídico legalista se crea por el Estado y se contiene en códigos.
En la misma línea de la codificación nos encontramos con el Código de Co-
mercio francés del año 1807, en el cual se inspiró nuestro Código de Comercio
(1865), en los que se vuelve a una antigua tradición, cual es que la ley marítima
(Lex Maritima) se ubica dentro de la ley mercantil (Lex Mercatoria), porque desde
antaño la ley marítima había sido concebida como una parte del Derecho Mer-
cantil. El Código de Comercio francés tuvo influencia en los lugares hasta donde
Napoleón llegó (Alemania, Bélgica, Holanda, Suiza, Italia, Portugal, España,
etc.), en Louisiana, Québec, y en Latinoamérica: Haití, Chile, Bolivia, Ecuador,
Argentina, Uruguay y Colombia.
Para terminar, hemos de reseñar que nuestro Derecho Marítimo nacional fue
reformado y actualizado en su integridad, mediante la sustitución del Libro III del
Código de Comercio, en virtud de la Ley N° 18.680 del año 1988.
Son fuentes del Derecho Marítimo chileno: la ley, los tratados y las convenciones
internacionales, los reglamentos, la costumbre y los principios generales de derecho.
a) Ley. La principal fuente, a nivel legal, es el Libro III del Código de Co-
mercio, “De la Navegación y el Comercio Marítimos”, artículos 823 a 1250, que
regula el Derecho Marítimo propiamente tal o en sentido estricto.
Además, existen otros cuerpos legales que regulan materias de Derecho Ma-
rítimo (en sentido amplio o lato), como son:
– La Ley de Navegación, D.L. N° 2.222 de 1978.
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• Reglamento para fijar Dotaciones Mínimas de Seguridad de las Naves, D.S. (M)
N° 31, del 14 de enero de 1999.
• Reglamento de Control de las Investigaciones Científicas y Tecnológicas Marinas,
efectuadas en la Zona Marítima de Jurisdicción Nacional, D.S. (SSM) N° 711,
del 22 de agosto de 1975.
• Reglamento de Inspección y certificación del Estado de la Maniobra para Carga
y Descarga de Naves, D.S. (M.) N° 1.115, del 5 de diciembre de 1977.
• Reglamento de Inspección y certificación del Estado de la Maniobra para Carga
y Descarga de Naves, D.S. (M) N° 561, del 3 de julio de 1978.
• Reglamento de Tarifas y Derechos de la Dirección General del Territorio Marí-
timo y de Marina Mercante, D.S. (M) N° 427, del 25 de junio de 1979.
• Reglamento de Buceo para Buzos Profesionales, D.S. (M) N° 752, del 8 de
septiembre de 1982.
• Reglamento de Desgasificación para Buques Mercantes, D.S. (M.) N° 99, del
1 de febrero de 1984.
• Reglamento para el Equipamiento de los Cargos de Cubierta de las Naves y
Artefactos Navales Nacionales, D.S. (M) N° 319, del 10 de octubre de 2001.
• Reglamento de Informaciones que afectan a la Navegación e Hidrografía del
Litoral, Resolución Comandancia Jefe de la Armada, Ord. N° 6499/1, del 5 de
noviembre de 1982.
• Reglamento de Sistema de Posicionamiento Automático de Naves Pesqueras y
de Investigación Pesquera, D.S. (M) N° 139, del 27 de marzo de 1998.
• Reglamento para el Control de la Contaminación Acuática, D.S. (M) N° 1, del
6 de enero de 1992.
Sus textos pueden ser consultados en www.directemar.cl.
11
Eduardo J. Couture, Vocabulario Jurídico, Biblioteca de Publicaciones Oficiales de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la República, Montevideo, Monte-
video, 1960.
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12
In extenso, ver Claudio Barroilhet Acevedo, “Algunas Reflexiones acerca de la navega-
bilidad en el Derecho Marítimo Chileno”, en Revista de Derecho, Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso, N° XXIV, Ediciones Universitarias de Valparaíso, año 2003.
13
La inscripción en el Registro de Matrícula se cancela por la declaración de innavegabilidad
absoluta de la nave o artefacto naval. Artículo 21 N° 2 de la Ley de Navegación, D.L. 2.222 de 1978.
14
A los que el Artículo 3, letra a), de la Ley Orgánica de la Dirección General del Territorio
Marítimo y de Marina Mercante, ordena a la Dirección velar.
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preservación del medio ambiente marino y sus recursos son también un principio
general del Derecho Marítimo.
Manifestaciones:
– La primera y fundamental es que ellos constituyen la principal misión de la
Autoridad Marítima nacional, quien está llamada por ley a cautelar su aplicación.
– Conforman también la misión de la International Maritime Organization
/ Organización Marítima Internacional, la Seguridad, Protección y Navegación
Eficiente en Océanos Limpios.
– Velar por la seguridad en la navegación y la protección de la vida humana
en el mar constituye una de las obligaciones principales del capitán.
– La seguridad en la navegación, la protección de la vida humana en el mar y
la preservación del medio ambiente marino y sus recursos son los bienes jurídicos
que protege la institución del salvamento o asistencia.
– También se proyectan en otras figuras e instituciones del Derecho Marí-
timo, como la fijación de la dotación mínima; la recepción y la autorización del
zarpe de una nave a un puerto determinado; la procedencia de horas extraordina-
rias o del jus variandi en el contrato de embarco; la existencia y obligatoriedad de
las funciones de prácticos y pilotos; el franco bordo y las líneas de carga máxima
de una nave; la señalización y remoción de los restos náufragos, los ingresos por
concepto de derechos y tarifas que recauda la Autoridad Marítima, que se destinan
a señalización y seguridad marítima, etc.
Entonces, también confluyen en ellos, los caracteres de Directivo, por cuanto
incluyen el supuesto fáctico común que la embarcación navegue o se efectúe una
actividad que tenga repercusiones marítimas, y un precepto jurídico, de proteger
la seguridad de la navegación, la vida humana y al medio ambiente, imperativos
que equivalen a una norma legal.
Es asimismo General, porque atraviesa y abarca las distintas instituciones y
figuras del Derecho Marítimo.
Entraña un Valor, que constituye el fundamento sobre el cual reposa, que
en este caso es la seguridad en la navegación, la protección de la vida humana y el
cuidado del medio ambiente marino.
Y tiene un Nombre o rótulo, que lo identifica y describe.
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N° 19 Los contratos de los corredores marítimos, pilotos lemanes y gente de mar para el
servicio de las naves”.
En otras palabras, para quedar bajo el ámbito de aplicación del Libro III, no
es necesario que un acto o contrato configure un acto de comercio.
Termina el precepto señalando que “a menos que este Libro permita estipular
otras reglas”, lo cual indica que no toda la normativa del Libro III es imperativa u
obligatoria, hay normas en el Libro III que son dispositivas y pueden ser dejadas
sin efecto o modificadas en virtud de un acuerdo de voluntades.
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Un caso puntual de aplicación de esta regla de excepción del inciso final del
artículo 823 lo constituye el artículo 1130, norma que se ubica dentro de las reglas
del salvamento marítimo, y que dispone:
“Las reglas de este párrafo se aplicarán a toda operación de asistencia, salvo que el contrato
respectivo disponga lo contrario en forma expresa o implícita.
Sin embargo, no se aplicarán:
1. A los auxilios que se presten a buques de guerra u otras naves públicas, y que sean
usados en el momento de las operaciones de asistencia exclusivamente en servicios oficiales,
no comerciales…”.
Entonces, en materia de salvamento se corrobora la regla general de que las
naves de guerra se sustraen a la aplicación de estas normas comerciales marítimas,
y sólo se exceptúa cuando la embarcación bélica se utiliza en servicios comerciales,
no oficiales, esto es, actividades que son ajenas al quehacer de las Fuerzas Armadas
o de la función de la embarcación en cuestión. La excepción no se relaciona con
una pérdida de su carácter de nave de guerra, sino que con la actividad o función a
la cual se la destina; no se refiere al dominio, sino a su uso, y la ratio legis estriba en
que si el buque de guerra se emplea comercialmente, no existe ninguna justificación
para no aplicarle el mismo régimen que a las demás embarcaciones que se utilizan
con el mismo propósito.
Se trata de una aplicación de aquella doctrina que distingue entre los actos de
autoridad y los actos de gestión del soberano: claramente, el empleo comercial del
buque de guerra es un acto de gestión y no propio de una autoridad soberana.
La situación del artículo 1130 N° 1 apunta a los servicios que se presta al buque
de guerra. Otra cosa son los servicios prestados por los buques de guerra; siendo estos
nacionales se les aplica el artículo 109 de la Ley de Navegación, norma que dispone:
“Los buques de la Armada Nacional que presten servicios en caso de accidente a una nave
o artefacto naval, tendrán derecho a cobrar los gastos en que incurrieren y las demás com-
pensaciones que procedieren, de acuerdo con las tarifas que establezcan los reglamentos de
la institución o las que la autoridad naval convenga de común acuerdo con la otra parte”.
Por otra parte, es importante aclarar que el hecho que se excluyan las naves
de guerra de la aplicación del Libro III no significa que no se les aplique normativa
alguna, ya que están reguladas en el Título X de la Ley de Navegación (D.L. 2.222
de 1978), que se refiere especialmente a los buques de guerra. Además, existe un
Reglamento de Admisión y Permanencia de Naves de Guerra Extranjeras en las
Aguas Territoriales, Puertos, Bahías y Canales de la República de Chile (D.S. 1.385
de 1951). Asimismo, se les aplican las normas de la Convemar.
d) Situación de las naves públicas. Entendemos por naves públicas aquellas
que pertenecen al Estado o algún organismo público (trátese de la administración
central, comunal o institucional), no siendo buques de guerra.
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El Libro III sólo se refiere a ellas con ocasión del salvamento, en el ya citado
artículo 1130 N° 1, pero ¿qué sucede con el resto de sus normas?, ¿se les aplican?
Existen (al menos) dos interpretaciones:
– Una postura es sostener que a las naves públicas sólo se les aplican las
normas del Libro III en la hipótesis del artículo 1130 N° 1, de suerte que no se
les aplicarían en los demás casos.
– La otra posibilidad consiste en postular que, fuera de esta situación puntual,
también se sujetan a las otras normas del Libro III.
Las razones en abono de esta última conclusión son que el artículo 823 sólo
excluye a los buques de guerra, no se refiere a las naves públicas, pero sí señala
que las normas de este Libro se aplican “…independientemente de la característi-
ca, dimensión o finalidad de la nave u objeto que interviene o es afectado por tales
acontecimientos…”, texto que es claro y amplio para incluir a las naves públicas.
A nuestro juicio, no existe, un argumento de texto que contrapese y desvirtúe al
anterior, razón por la que no procede sustraer a dichas naves de estas normas.
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Disposiciones complementarias
Estas normas se contienen en el Título IX del Libro III, pero las trataremos
acá, por ser de aplicación general.
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Capítulo II
Autoridades y organismos que
intervienen en la actividad marítima
• Generalidades.
• Departamento de Transporte Terrestre, Marítimo, Fluvial y Lacustre del Ministerio de Trans-
portes y Telecomunicaciones.
• Dirección General de Obras Portuarias del Ministerio de Obras Públicas.
• Servicio Nacional de Aduanas.
• Subsecretaría de Pesca y Servicio Nacional de Pesca.
• La Autoridad Marítima.
• Las empresas portuarias.
• Organismos internacionales en materia marítima.
• Ley de Fomento a la Marina Mercante.
Generalidades
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
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Presentación
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m) Ejercer las demás funciones confiadas por este Reglamento y que no estén prohibidas
por las leyes y reglamentos del Estado receptor o a las que éste no se oponga, o las que le
sean atribuidas por los Acuerdos Internacionales en vigor entre los Estados.”
15
“Misión”, tomado de su sitio web www.directemar.cl
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
nuestras costas y las aguas interiores, así como los recintos e instalaciones aledañas
a ellos, según pasamos a explicar (ver figura).
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CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
54 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
del buque que lo atraviesa, sin intención de entrar, salir o hacer escala y la de la
nave que lo atraviesa con ánimo de entrar, salir o hacer escala.
El derecho de paso inocente se caracteriza:
– Por ser propio de la navegación marítima; no existe en el transporte te-
rrestre, pero sí en el Derecho Aéreo.16
– Por pertenecer a las naves extranjeras; es una servidumbre de paso reco-
nocida por la comunidad internacional, que constituye una excepción al ejercicio
de la soberanía plena del Estado ribereño.
– Por ser inocente cuando no perjudica el orden y la seguridad del Estado ribere-
ño; precisamente, porque no los vulnera se lo permite para facilitar un tráfico expedito.
– Porque el titular del paso inocente puede ser un buque de guerra o mer-
cante, pero el tratamiento legislativo que tiene por los Estados ribereños es distinto
para unos y otros; por ejemplo, en Chile, a las naves de guerra no se les aplica el
Libro Tercero del Código de Comercio (artículo 823 inciso final) y se les aplica
el Reglamento de Admisión y Permanencia de Naves de Guerra Extranjeras en las
Aguas Territoriales, Puertos, Bahías y Canales de la República de Chile (D.S. (M)
N° 1.385 del año 1951).
– Porque el Estado ribereño puede regular el paso inocente, por ejemplo,
estableciendo multas, señales, etc., e incluso puede suspender temporalmente el
ejercicio de este derecho.
16
Algo similar ocurre en la aeronavegación. El artículo 5 del Convenio Sobre Aviación Civil
Internacional (suscrito en Chicago, el 7 de diciembre de 1944, promulgado por Decreto N° 509 bis
de 1947 del Ministerio de RR.EE. y publicado en el D.O. del 6 de diciembre de 1957) establece en
su Capítulo II, “Vuelo sobre territorio de Estados Contratantes”, Artículo 5, relativo al “Derecho
de vuelo en servicios no regulares”, que dispone: “Cada Estado contratante conviene en que todas las
aeronaves de los demás Estados contratantes que no se utilicen en servicios internacionales regulares tendrán
derecho, de acuerdo con lo estipulado en el presente Convenio, a penetrar sobre su territorio o sobrevolarlo
sin escalas, y a hacer escalas en él con fines no comerciales, sin necesidad de obtener permiso previo, y a
reserva del derecho del Estado sobrevolado de exigir aterrizaje. Sin embargo, cada Estado contratante se
reserva, por razones de seguridad de vuelo, el derecho de exigir que las aeronaves que deseen volar sobre
regiones inaccesibles o que no cuenten con instalaciones y servicios adecuados para la navegación aérea,
sigan las rutas prescritas u obtengan permisos especiales para tales vuelos.
Si dichas aeronaves se utilizan en servicios distintos de los aéreos internacionales regulares, en el
transporte de pasajeros, correo o carga por remuneración o alquiler, tendrán también el privilegio, con
sujeción a las disposiciones del Artículo 7, de embarcar o desembarcar pasajeros, carga o correo, sin perjuicio
del derecho del Estado donde tenga lugar el embarque o desembarque a imponer las reglamentaciones,
condiciones o restricciones que considere convenientes”.
Por su parte, el artículo 6 se refiere a los “Servicios aéreos regulares”, y establece: “Ningún
servicio aéreo internacional regular podrá explotarse en el territorio o sobre el territorio de un Estado
contratante, excepto con el permiso especial u otra autorización de dicho Estado y de conformidad con las
condiciones de dicho permiso o autorización”.
derecho marítimo 55
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
56 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
las áreas submarinas que se extienden más allá de su mar territorial y a todo lo largo de
la prolongación natural de su territorio hasta el borde exterior del margen continental, o
bien hasta una distancia de 200 millas marinas contadas desde las líneas de base a partir
de las cuales se mide la anchura del mar territorial, en los casos en que el borde exterior
del margen continental no llegue a esa distancia” (artículo 76 de la CONVEMAR). El
Estado ribereño detenta la soberanía para la exploración y explotación de los recursos
naturales (vivos y no vivos) en su plataforma continental, en forma exclusiva y con
independencia de su utilización efectiva (artículo 77 de la CONVEMAR).
Presentación
derecho marítimo 57
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
Clases de puertos
Desde el punto de vista de su propiedad y uso, los puertos pueden ser pri-
vados o públicos.
– Puertos privados. Son aquellos manejados por particulares, pero autori-
zados por medio de concesiones marítimas. Se rigen por las normas de los Bienes
Nacionales, contenidas en el Título III del Libro II del Código Civil y por la Ley
de Concesiones Marítimas, D.F.L. N° 340 de 1960, publicado en el Diario Oficial
de fecha 6 de abril de 1960.17
– Los puertos públicos, a su vez, pueden ser militares o comerciales. Los
puertos comerciales, que son los que nos ocupan, son puertos estatales de uso
público, administrados por empresas portuarias públicas, estatales y autónomas,
creadas por ley.
17
También son aplicables el Decreto Supremo Reglamentario D.S.(M) N° 2 del 2006 (pu-
blicado en el Diario Oficial de fecha 26 de abril de 2006), Reglamento de Concesiones Marítimas,
el Decreto Supremo (M) N° 475, del año 1994 (publicado en el Diario Oficial del 11 de enero de
1995), que Establece la Política Nacional de Uso del Borde Costero y crea una Comisión Nacional
al efecto.
58 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
18
Nave feeder (o alimentador) es un buque de tamaño más reducido que las embarcaciones
que efectúan el transporte transoceánico, y que se emplean para el porteo de mercancías entre los
derecho marítimo 59
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
puertos de distribución (hubs) u otros centros de reexpedición de carga, hacia a puertos pequeños
de su alrededor, o hacia otros destinos locales.
19
Puerto hub es un puerto oceánico, que recibe una gran cantidad de contenedores o de carga,
para ser distribuidos o reexpedidos, mediante feeders, o mediante transporte terrestre o ferroviario,
a otros puertos menores u otros destinos locales. Tambien se les denomina puertos de transbordo,
atracador de servicios de largo recorrido y distribuidor de servicios feeder. Ejemplos de hub son
Cartagena de Indias (Colombia), para el Caribe y el Golfo de México; Manzanillo (México), para
la Costa Oeste de Norte América; Balboa (Panamá), para el transporte intercontinental a Europa y
América del Norte; Rotterdam (Holanda) y Hamburgo (Alemania) para el Norte de Europa; Singapur,
Hong Kong y Shanghai para el Sudeste asiático.
20
Hinterland (del alemán, que significa literalmente “tierra posterior”): es el territorio que
está más allá de los bordes de una costa o un río, esto es, la región interna a un puerto.
21
Transporte intermodal es aquel que se efectúa por 2 o más medios de transporte distintos
(v.gr.: marítimo, por carretera y ferroviario). Multimodal, es el transporte intermodal en que existe
una sola persona, denominado operador de transporte multimodal, que asume la gestión y respon-
sabilidad de la totalidad de un transporte por dos o más medios, o sea, equivale a un intermodal,
pero a cargo de una sola parte. En el transporte intermodal, cada transportador es responsable sólo
por el medio o trayecto que efectúa. Véase transporte multimodal en el Capítulo V.
22
INCOTERMS significa International Commercial Terms, o términos del comercio inter-
nacional. Son publicados por la Cámara de Comercio Internacional, cuya última versión data del
año 2010.
23
UCP significa Uniform Customs and Practices. Se trata de las Costumbres y Prácticas
Uniformes para los créditos documentarios, publicadas en 1933 por la Cámara de Comercio Inter-
nacional y cuya última revisión data del año 2007 (UCP 600).
24
Las Pólizas de Seguro de Transporte Marítimo de Carga, Tipos A, B y C datan del año
1982, y reemplazaron a la antigua póliza Ships and Goods.
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
25
Convención de las Naciones Unidas sobre los Contratos de Compraventa Internacional
de Mercaderías, Viena, 1980.
26
Convenio de las Naciones Unidas sobre el Transporte Marítimo de Mercancías. Hamburgo,
1978.
27
Convenio de las Naciones Unidas sobre la Responsabilidad de los Empresarios de Termi-
nales de Transporte en el Comercio Internacional, Viena, 1991.
28
Convenio de las Naciones Unidas sobre el Transporte Multimodal Internacional de Mer-
cancías de 1980.
29
EDI significa Electronic Data Interchange. Corresponde al Intercambio Electrónico de Datos
o Documentos, que se regula, entre otros, por las Reglas de las Naciones Unidas sobre Electronic
Data Interchange For Administration, Commerce and Transport.
30
Electronic (e) commerce, es el intercambio comercial que se efectúa por medios electromag-
néticos, a través de internet y otras sistemas o medio computacionales.
31
Se trata de adelantar la obligación de entregar información y documentos a las respectivas
aduanas, respecto a la recalada de la nave y la mercancía en el puerto de destino. Por ejemplo, el
preaviso de 24 horas antes del embarque de las mercancías que van con destino a los EE.UU. (ACE,
Automated Commercial Environment, véase (http://www.cbp.gov/xp/cgov/trade/automated/
modernization/ace/); el ENS en la Unión Europea (Entry Summary Declaration, véase http://
ec.europa.eu/ecip/model_transactions/import/import_scenario/index_en.htm) o el preaviso de 5
días antes del arribo al primer puerto de descarga en Brasil (SISCOMEX CARGA).
derecho marítimo 61
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
Agregó al Código del Trabajo las normas relativas a los “Trabajadores Por-
tuarios Eventuales”, derogando todas las normas que imponían limitaciones de
cualquier naturaleza a la contratación de trabajadores portuarios, que no fueran
las generales, establecidas en la legislación laboral.
Suprimió también toda norma legal, reglamentaria o estatutaria que obli-
gaba a las asociaciones de empleadores del sector portuario a recibir, recaudar y
pagar remuneraciones, beneficios, regalías o aportes de cualquier naturaleza que
ellos fueren, a los trabajadores portuarios o a las organizaciones sindicales u otras
entidades que los agruparan para su reparto entre dichos trabajadores.
La Ley N° 18.042, del 15 de octubre de 1981, que creó la Corporación
Portuaria, como continuadora legal de la EMPORCHI, derogando por tanto al
D.F.L. N° 290.
Esta ley autorizó al Estado para desarrollar actividades empresariales de orden
portuario, creando la Corporación Nacional Portuaria, una persona jurídica de dere-
cho público, con patrimonio propio y domicilio en la ciudad de Valparaíso, de dura-
ción indefinida, cuyo objeto único era constituir con el Fisco las sociedades anónimas
portuarias y ejercer en ella sus derechos de socia. Éstas consistían en 10 sociedades
anónimas portuarias, independientes entre sí, que se regirán por el derecho común
en todo aquello que no se opusiera a dicha ley, y cuyo objeto único era administrar
la infraestructura de los puertos respectivos, entendiendo por tal, la asignación de
los sitios para atraque y los lugares de acopio de mercancías; la regulación del uso
de los recintos portuarios y la actividad conducente a la conservación y al desarrollo
de los puertos. Pero ellas estaban legalmente impedidas de efectuar la transferencia,
porteo o almacenaje de mercancías, a menos que, mediante una resolución fundada
del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, se determinara que la provi-
sión de servicio de transferencia, porteo y almacenaje ofrecidos en un puerto por los
particulares era insuficiente, caso en que, previa licitación pública, el Fisco celebraba
un contrato para proveerlos, y en el interim se permitía a las sociedades anónimas
portuarias, realizar la totalidad o parte de esos servicios, según las necesidades.
Pero este sistema nunca llegó a implementarse, salvo en lo que permitía a los
privados efectuar las operaciones de transferencia y manipulación de las mercancías
dentro de los recintos portuarios, lo que constituyó la primera veta del ingreso de
los particulares a un área que tradicionalmente había estado reservada al monopolio
del Estado, al cual se le criticaba su ineficiencia y poca competitividad.
– La segunda etapa vino casi una década después, en marzo de 1990, fecha
en que se promulgó la Ley N° 18.966 (que derogó la Ley N° 18.042) e incrementó
la participación privada en los puertos, despojando a la EMPORCHI de sus fun-
ciones de transferencia de carga hacia y desde la nave (léase carga, estiba, descarga
y desestiba), así como de su porteo y manipuleo dentro de los recintos portuarios,
limitando la gestión de la EMPORCHI a la tarea de administrar los puertos,
asignando sitios de atraque y de almacenamiento de las mercancías, efectuando
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
32
Regulado por el D.S. N° 105 del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, del 29
de julio de 1999, dictado en virtud del artículo 49 de la Ley 19.547, que analizaremos más adelante.
derecho marítimo 67
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
Su personal se sujeta a las normas del Código del Trabajo. El número, fun-
ciones, remuneraciones y estatuto de sus trabajadores lo determina el Directorio,
quien establece la organización interna de la empresa portuaria (artículo 46).
68 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
Constituyen las herramientas con que cuenta la empresa portuaria para efec-
tuar sus inversiones en aras al desarrollo y expansión de sus funciones.
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Frentes de atraque
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
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Concesiones portuarias
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
derecho marítimo 73
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A su turno, el artículo 24 del mismo cuerpo legal (sobre prendas sin despla-
zamiento), preceptúa:
“Dentro del plazo de tres días hábiles, exceptuados los días sábado, contado desde la
fecha de suscripción de la escritura pública en que consta el contrato de prenda, su
modificación o su alzamiento o, tratándose de instrumentos privados, desde su fecha de
protocolización, el notario deberá enviar para su inscripción en el Registro de Prendas sin
Desplazamiento, una copia autorizada del contrato de prenda, de su modificación o su
alzamiento y una copia de los documentos en que consten las obligaciones garantizadas
que se hubieren protocolizado en su registro, si éstas no estuvieren indicadas precisamente
en el contrato de prenda.
Las copias de los actos y contratos a que se refieren los incisos anteriores deberán ser enviadas
por medio de soportes magnéticos o a través de comunicaciones por redes electrónicas que
aseguren la fidelidad y seguridad de los antecedentes acompañados.
Excepcionalmente, tratándose de notarías que no cuenten con los medios tecnológicos
necesarios para efectos de lo señalado precedentemente, el Registro de Prendas sin Des-
plazamiento podrá recibir copias físicas de los instrumentos requeridos, sin perjuicio de
su derecho para cobrar por la digitalización de dichos documentos de conformidad con
el inciso cuarto del artículo 28.
La omisión de las diligencias señaladas en los incisos anteriores no afectará la validez
del contrato de prenda ni la de su modificación o alzamiento, ni impedirá su anotación
o inscripción, pero hará responsable al notario respectivo por los daños que se originen
como consecuencia de la omisión, sin perjuicio de la sanción disciplinaria de que pudiere
ser objeto según lo establecido en el artículo 440, inciso primero, del Código Orgánico de
Tribunales. En este caso y sin perjuicio de lo señalado en este inciso, el interesado podrá
concurrir directamente al Registro Civil y obtener la inscripción requerida conforme el
Título V siguiente.”
Y el artículo 25 dispone:
“El derecho real de prenda se adquirirá, probará y conservará por la inscripción del
contrato de prenda en el Registro de Prendas sin Desplazamiento. La prenda sólo será
oponible a terceros a partir de esa fecha.”
– Se establece una prenda especial de concesión portuaria, con fuente en la
ley, la cual será sin desplazamiento de los bienes o derechos prendados. La prenda
podrá recaer sobre el derecho de concesión portuaria, los bienes muebles de la
sociedad concesionaria y los ingresos de ésta que provengan de la explotación
de la concesión y tendrá por objeto garantizar las obligaciones financieras que
la sociedad concesionaria contraiga para financiar el ejercicio, equipamiento y
explotación de la concesión portuaria. Esta prenda deberá constituirse por escri-
tura pública e inscribirse en el Registro de Prenda Industrial del Conservador de
Bienes Raíces del domicilio de la empresa que otorgó la concesión respectiva y
en el de la sociedad concesionaria, si fueren distintos. Además, deberá anotarse
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
derecho marítimo 75
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
Servicios a la nave
Los siguientes son prestaciones que se efectúan a las naves mercantes, espe-
ciales y artefactos navales:
– Servicio de uso de muelles o sitios de atraque. Comprende desde que se
recibe la primera espía de amarra, hasta que se larga la última espía de amarra, y su-
pone la conservación del muelle, sus instalaciones, fondo, bitas, defensas, boyas, etc.
– Practicaje. Son las maniobras que se ejecutan con una nave en puerto
(artículo 34 de la Ley de Navegación).
– Remolque transporte.
– Atraque y desatraque (remolque maniobra).
– Servicios de señalización que presta la Autoridad Marítima.
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
Servicios a la carga
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
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33
Como es el caso de la Asociación Chilena de Derecho Marítimo, una Corporación de
Derecho Privado, cuya personalidad jurídica fue concedida por D.S. (J) N° 545 de 1969, y se en-
cuentra afiliada al CMI.
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
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Presentación
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
Autoridades a cargo
Ámbito de aplicación
derecho marítimo 83
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
Reservas de carga
Este beneficio consiste en asignar una cantidad de carga para ser transportada
sólo, de manera exclusiva y excluyente, por las empresas navieras chilenas (según
la definición anterior), dejando para ellas cautivo parte del mercado.
Existen reservas de carga en el cabotaje o transporte nacional, y reservas de
carga en el transporte internacional. Las estudiaremos por separado.
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CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
derecho marítimo 85
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
Para estos efectos, los navieros nacionales deben mantener actualizados sus
itinerarios y tráficos mensualmente.
– En los casos de transporte exclusivo de pasajeros, por naves mercantes
extranjeras, en virtud de una autorización de la Autoridad Marítima respectiva.
Antes, había una excepción en la Ley Arica (artículo 34 de la Ley N° 19.420),
para las cargas que provinieran o tuvieran por destino los puertos de la Provincia
de Arica. Hoy está derogado.
Contraexcepción: La Autoridad Marítima local puede excluir a naves extran-
jeras del comercio del cabotaje, cuando existan razones suficientes para así hacerlo,
pero la decisión es susceptible de reconsideración ante el Director (DGTM y MM).
Para proteger el cabotaje, además de las sanciones que contempla la ley, el
artículo 59 de la Ley sobre Impuesto a la Renta (D.L. N° 824) establece un im-
puesto adicional del 20% al arrendamiento, fletamento, subfletamento y cesión del
uso o goce temporal de naves extranjeras que se utilicen en servicios de cabotaje,
a menos que se trate de contenedores vacíos, ya que el transporte de contenedores
vacíos dentro del territorio no se considera cabotaje.
De acuerdo a los incisos finales del artículo 3 de la Ley, el cabotaje de con-
tenedores vacíos sólo podrá realizarse por armadores u operadores extranjeros,
cuando exista idéntica facultad para las empresas navieras chilenas en los países
de la nacionalidad y domicilio del respectivo armador u operador de la nave. Con
todo, si por nacionalidad y/o domicilio un armador u operador extranjero está
vinculado a un grupo de países con una política naviera común, será necesario,
además, que las empresas navieras chilenas estén facultadas para transportar con-
tenedores vacíos en y entre los países del grupo de que se trate.
86 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
Compensación de espacios
derecho marítimo 87
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Reputación de naves
88 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
y sus dotaciones deberán ser chilenas de acuerdo con las normas legales vigentes.
Se entiende que esta reputación es para efectos de la reserva de carga, puesto que
este inciso sigue a los incisos 4º y 5º, y comienza con la palabra “igualmente”.
– El inciso final señala que los espacios de naves de armadores extranjeros
(que analizamos como compensación de espacios en el acápite anterior) sólo se
reputarán como espacios de naves chilenas para los efectos de la reserva de carga
de comercio exterior establecida en el artículo 4°, cuando correspondan efecti-
vamente a una compensación de espacios cedidos por los navieros chilenos en el
correspondiente tráfico o servicio.
La infracción a lo dispuesto en este artículo 6, será sancionada en conformidad
a las normas del artículo 17 de la Ley, que establece multas.
Beneficios tributarios
derecho marítimo 89
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
u otra forma de cesión del uso y goce de naves de bandera chilena a personas sin
domicilio ni residencia en Chile. No están gravadas con IVA (artículo 7 de la Ley).
– Los astilleros y maestranzas navales están exentos del IVA por la venta de
naves y la prestación de servicios efectuados a naves y artefactos navales que no
efectúen cabotaje, si estos no pueden eximirse del IVA en virtud del artículo 7
(artículo 8).
– Respecto a la importación de naves para el transporte de carga, pasajeros o
servicios auxiliares a ellos, o su primera transferencia si se construyeron en Chile,
el IVA se paga con un pagaré, a cuyo vencimiento se le puede imputar el crédito
fiscal del mismo IVA (artículo 9).
– Lo anterior, también se aplica para la importación de piezas, partes,
equipos o materiales para la construcción en Chile de naves o artefactos navales
(artículo 10 B).
– Se excluye el pago del impuesto adicional a la renta por los pagos de ase-
sorías técnicas prestadas en el exterior, por personas sin domicilio ni residencia en
el extranjero (artículo 10).
– La importación de naves y artefactos navales podrá acogerse al pago diferido
de los derechos de Aduana para la importación de bienes de capital, castigándolos
con las ventas y servicios de fletes internacionales, que se estiman como exporta-
ción (artículo 14 B).
– Las navieras gozan de los beneficios tributarios del estímulo a las expor-
taciones (artículo 11).
90 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO II: AUTORIDADES Y ORGANISMOS QUE INTERVIENEN EN LA ACTIVIDAD MARÍTIMA
derecho marítimo 91
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
dad que proviene de la ley y no del acto de registrar el extracto, razón por la que la
norma en comento no estableció el registro del extracto como un requisito sine qua
non de la exención legal.
El Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones y la Comisión del artículo
6 velarán porque a ninguna empresa naviera chilena se le impida el acceso a las líneas
regulares que se establezcan, entendiéndose por tales, las que respondiendo a una
necesidad de mercado, ofrezcan regularidad, eficiencia y seguridad en el transporte
marítimo exterior o de cabotaje.
Infracciones y sanciones
92 LIBROTECNIA®
Capítulo III
La nave y el artefacto naval
• Generalidades.
• PRIMERA PARTE: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL.
– Definición legal de nave.
– Elementos del concepto de nave.
– Nave y navegabilidad.
– Naturaleza jurídica y explicación general acerca del estatuto legal de las naves.
– Contenido de la nave.
– Características de la nave.
– Atributos de individualización de la nave.
– Clasificaciones legales de naves.
– Tipos de naves.
– Normas aplicables a los buques de guerra.
– Embarcaciones deportivas.
– El artefacto naval.
• SEGUNDA PARTE: NACIONALIDAD LAS NAVES.
– Presentación.
– Matrícula y nacionalidad.
– Sistema chileno de nacionalidad y registro de naves.
– Abanderamiento y uso del pabellón nacional.
– Excepciones a la exigencia de la matrícula, nacionalidad o tripulación chilenas.
– Efectos jurídicos de la nacionalidad.
– Banderas de conveniencia.
– Segundos o dobles registros.
• TERCERA PARTE: PROPIEDAD NAVAL Y OTROS DERECHOS REALES SOBRE LA NAVE Y
EL ARTEFACTO NAVAL.
– Presentación.
– Modos de adquirir el dominio de naves y artefactos navales.
– Copropiedad naval.
– Usufructo de naves.
– Uso de naves.
– Hipoteca de naves y artefactos navales mayores.
– Prenda de naves y artefactos navales menores.
• CUARTA PARTE: SISTEMA REGISTRAL MARÍTIMO.
– Fundamento y características del Sistema Registral Marítimo.
– Regulación.
– Principios del Sistema Registral Marítimo chileno
– De los registros en general, los libros y el archivo.
– Registro de Matrícula de Naves Mayores.
– Registro de Matrícula de Naves en Construcción.
– Registro de Matrícula de Artefactos Navales Mayores.
– Registro de Hipotecas, Gravámenes y Prohibiciones.
– Registro de Matrícula de Naves Menores.
– Registro de Matrícula de Artefactos Navales Menores.
– Libros auxiliares y Archivo
– Inscripciones
– Subinscripciones.
derecho marítimo 93
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
Generalidades34
Genskowsky, Rodrigo Ramírez y Ricardo San Martín, La nave y el artefacto naval, en confección.
94 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
35
Georges Ripert, Compendio de Derecho Marítimo, op. cit., p. 37.
36
Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia Española, Vigésimo Segunda
Edición, en sitio web <www.buscon.rae.es>, consultado el 31 de mayo de 2010.
37
Idem.
derecho marítimo 95
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
cuando en los hechos, presenten una aptitud para flotar y desplazarse por sobre la
superficie acuática, como por ejemplo, un tronco.
38
Idem.
39
Antonio Brunetti, Derecho Marítimo Privado Italiano, Traducción de R. Gay de Montilla,
Editorial Bosch, Barcelona, 1950, p. 276.
96 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
d) Cualquiera sea su clase y dimensión. La última parte del concepto legal
de nave nos revela que, cumpliendo un objeto con los elementos ya analizados,
aquél debe ser considerado como una nave, con total independencia de su clase
y dimensión.
– La clase se refiere al tipo de nave. Existen clasificaciones legales y técnicas
de nave, según veremos más adelante.
– La dimensión alude a su porte, el que se determina por su eslora, manga
y puntal, así como por su volumen o tonelaje de registro, conceptos a los cuales
también nos referiremos más adelante, al tratar los atributos de individualización
de la embarcación.
40
Claudio Barroilhet Acevedo, “Algunas Reflexiones acerca de la navegabilidad en el
Derecho Marítimo Chileno”, en Revista de Derecho, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso,
N° XXIV, año 2003, p. 60.
41
Barroilhet, “Algunas Reflexiones acerca de la navegabilidad…”, op. cit., p. 61.
derecho marítimo 97
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
Según el artículo 828, “la nave es un bien mueble, sujeto a las normas que se
establecen en este Libro y demás leyes especiales. En su defecto se aplicarán las disposi-
ciones del derecho común sobre los bienes muebles”.
La nave es una cosa, un objeto de relaciones jurídicas y no un sujeto de ellas,
puesto que carece de personalidad jurídica, personalidad que sólo corresponde a
sus propietarios o a sus armadores.
Luego, es una cosa corporal mueble. Según el artículo 567 del Código Civil,
las cosas corporales “muebles son las que pueden transportarse de un lugar a otro, sea
moviéndose ellas a sí mismas, como los animales (que por eso se llaman semovientes),
sea que sólo se muevan por una fuerza externa, como las cosas inanimadas”.
Por antonomasia, la nave es una cosa mueble, que está precisamente desti-
nada a movilizarse y desplazarse de un punto a otro a través del agua. Pero, dado
el elevado valor económico de la nave, en sí misma, y de las transacciones comer-
ciales que se celebran en torno a ella, se necesita protegerla con un tratamiento
jurídico especial, una tutela que excede a la de los muebles, por lo general de un
valor más modesto. Así, existen ciertas instituciones o figuras que, siendo propias
del estatuto de los bienes raíces, son aplicables a la nave, que es un bien mueble,
por expresa disposición de la ley.
Las excepciones más notables que el estatuto jurídico de la nave presenta
en relación al régimen general aplicable a los bienes muebles, son las siguientes:
– Los principales actos y convenciones que se otorguen o celebren en rela-
ción con la nave, están sometidos a un sistema de formalidades, que son necesarias
para que éstos se perfeccionen (formalidades ad-solemnitatem) o sean oponibles a
terceros (formalidades de publicidad substancial).
Así, por ejemplo:
• Los actos y contratos otorgados o celebrados en Chile, mediante los cuales
se enajena o constituyen derechos reales sobre una nave mayor, deben perfeccionarse
por escritura pública (artículo 832, inciso primero).
• Para ser válidos, los actos y contratos otorgados o celebrados en Chile,
respecto de naves menores, deben constar por escrito y las firmas de los otorgantes
han de ser autorizadas por notario público (artículo 832, inciso segundo).
• Los actos y contratos que se otorguen en el extranjero, que sirvan de
antecedente a la transferencia del dominio o la constitución de derechos reales
sobre naves, deben constar en instrumentos escritos cuyas firmas estén autorizadas
por un ministro de fe, para poder producir efectos en Chile (artículo 832, inciso
cuarto).
• La venta judicial de una nave, sea voluntaria o forzada, debe hacerse en
la forma y con las solemnidades que se establecen para los bienes inmuebles (ar-
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
tículo 835 del Código de Comercio, en relación a los artículos 485 y siguientes
del Código de Procedimiento Civil).
• Las naves se encuentran sometidas a un sistema registral, en virtud del
cual debe inscribírselas en el respectivo Registro de Matrícula, para que su pro-
pietario pueda hacer valer su derecho de dominio respecto de terceros, adquirir la
nacionalidad chilena y enarbolar el pabellón nacional.
Asimismo, todo acto o hecho posterior en virtud del cual se constituya,
transfiera, transmita, declare, modifique o extinga un derecho real sobre la nave,
y cualquiera otra limitación al dominio que recaiga sobre la misma, debe anotarse
al margen de dicha inscripción, bajo idéntica sanción de inoponibilidad (artículos
830 del Código de Comercio y 13 de la Ley de Navegación).
• Las hipotecas y demás derechos reales que graven naves mayores, deben
inscribirse en el Registro de Hipotecas, Gravámenes y Prohibiciones que lleva la
Autoridad Marítima, bajo sanción de no tener valor alguno (artículos 871 del
Código de Comercio y 20, inciso primero de la Ley de Navegación). En este
Registro, deben anotarse también las demás limitaciones al dominio que afecten
a una nave mayor (como por ejemplo, los embargos o prohibiciones de celebrar
actos y contratos), pero con la finalidad de hacerlos oponibles a terceros (artículo
20, inciso segundo de la Ley de Navegación).
• Las prendas, demás gravámenes y limitaciones al dominio, que afecten
a naves menores, deben anotarse al margen de la inscripción de la nave en el co-
rrespondiente Registro de Matrícula, bajo sanción de ser inoponibles a terceros
(artículo 881 del Código de Comercio).
– Las naves mayores, pese a su naturaleza mueble, son susceptibles de hipoteca
(artículo 866 del Código de Comercio).
– La adquisición de una nave por prescripción se rige por las reglas relativas
a los inmuebles (artículo 836).
– La inscripción de la nave en el correspondiente Registro de Matrícula genera
una presunción de su posesión regular, a favor de la persona a cuyo nombre figura
inscrita (artículos 830, inciso final del Código de Comercio y 13, inciso segundo
de la Ley de Navegación).
– Los privilegios con que se inviste a determinados créditos que se posee
en contra del propietario, armador u operador de la nave, no sólo confieren a su
titular un derecho de pago preferente, sino también un derecho de perseguir la
nave en poder de quien ella se encuentre (artículo 842 del Código de Comercio).
Sin perjuicio de lo expuesto, como lo reconoce la parte final del artículo 828
del Código de Comercio, en todas aquellas materias en que no exista una norma
especial, recobra su imperio el estatuto jurídico que el Derecho Común contempla
para los bienes muebles.
Todo lo dicho en el presente apartado, resulta también aplicable a los arte-
factos navales.
derecho marítimo 99
CLAUDIO BARROILHET ACEVEDO
Contenido de la nave
Según el artículo 827, “El concepto de nave comprende tanto el casco como la
maquinaria y las pertenencias fijas o movibles que la complementan. No incluye el
armamento, las vituallas ni fletes devengados”.
La norma, que se refiere al contenido físico del concepto de nave, desde una
perspectiva técnica, concibe a la nave como una cosa compuesta (res connexa), en
la que es posible distinguir las partes integrantes y los accesorios.
A su vez, dentro de los accesorios, se distingue entre las pertenencias y los
accesorios de naturaleza consumible.
Las partes integrantes son las que están física o mecánicamente conectadas
entre sí, perdiendo su individualidad y pasando a conformar, en su conjunto,
la substancia o cuerpo principal de la nave; un todo orgánico, que es distinto a
cada uno de sus componentes, de tal manera que no pueden separarse de ella, sin
destruirla o menoscabarla materialmente.
En tanto dura su unión, estas partes no pueden ser consideradas aisladamente
como objeto de derechos, a menos que se separen para ser sustituidas o por el
desarme (desguace) de la nave.
Este es el caso del casco y las maquinarias.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
En esta categoría, encontramos una infinidad de cosas, tales como las grúas
o plumas, barandas, escaleras, cadenas, anclas, mangueras, espías, equipos contra
incendios, elementos de salvamento, los botes salvavidas, balsas, cartas náuticas,
herramientas, utensilios de cocina, mobiliario de camarotes, equipos de comu-
nicaciones, las velas de un velero, las redes y artes de pesca de un pesquero, etc.
e) Fletes devengados. El flete es el precio que se cobra por el uso de una
nave (en los contratos de arriendo y fletamentos), o por el transporte de mercancías
(en el contrato de transporte marítimo). O sea, se trata de una cosa incorporal,
concretamente, de un derecho personal o de crédito, y por eso no integra el con-
cepto de nave.
El flete no es un elemento necesario para la operación de la nave, sino por
el contrario, es el resultado de su explotación. En suma, el flete es una noción
económica que es consecuencia del uso de la nave, y no un elemento técnico
necesario para el mismo.
Ahora, esto no significa que el flete carezca de un rol en la regulación jurí-
dica de la nave y su uso, puesto que, tal como veremos más adelante, aunque no
pertenezca al concepto de nave, el flete integra la noción de fortuna de mar o de
patrimonio naval.
Características de la nave
b) Cosa compleja. La nave es una cosa compleja o res conexa, formada por
la agregación física de dos o más cosas singulares, que en este caso son el casco,
maquinarias y pertenencias fijas y movibles de la embarcación, todas ellas reunidas
por una razón teleológica: la navegación.
Este todo orgánico constituye un conjunto que es distinto y diferenciable de
cada una de las partes que la compone. La identidad de la nave trasciende a la de
sus partes. En consecuencia:
– Si la nave experimenta transformaciones, reparaciones o sustituciones de
los elementos que la integran, ella sigue existiendo como un todo, aunque cambien
algunos de sus componentes.
– Tratándose de la construcción de naves como modo de adquirir la propie-
dad naval, lo que se adquiere es la nave como un todo, una res nova, que es una
cosa nueva y distinta a los materiales y equipos que la componen, de manera que
el modo de adquirir su propiedad opera en forma distinta y diferenciable de los
modos de adquirir de cada uno de los materiales y equipos que la conforman, ya
que el todo es distinto a cada una de sus partes.
– Los incisos tercero y cuarto del artículo 839 establecen lo siguiente:
“No pueden constituirse prendas, gravámenes, prohibiciones y embargos independiente-
mente sobre partes o pertenencias ya incorporadas a naves o artefactos navales.
Las prendas y demás gravámenes, los embargos y prohibiciones constituidos sobre bienes
que se incorporen a una nave o artefacto naval, se extinguen desde esa incorporación”.
Ello, porque desde que se integran a la nave pierden su individualidad y pasan
a formar parte de la embarcación.
102 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Al igual que las personas, las naves también tienen atributos de su persona-
lidad, algunos de los cuales guardan similitud con los de aquellas. Los atributos
permiten individualizar y diferenciar a cada una de las naves entre sí.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
naves desde el año 1996 y consta de las tres letras IMO, seguidas de siete dígitos,
que son entregados por los astilleros o propietarios de las naves en una época
temprana durante su construcción
Dicho número de identificación deberá permanecer marcado en un lugar
visible y fácilmente accesible.
c) Dimensiones de la nave. Siguiendo el símil con las personas (en este caso,
las personas naturales), estas dimensiones corresponden a las medidas anatómicas
de la nave, que permiten identificar su corporeidad. Se trata de las medidas y el
tonelaje de la nave.
i) Medidas. Las principales medidas de la nave son su eslora, manga y puntal.
Ellas se ilustran en siguientes figuras.42
42
Esta figura fue tomada del libro de Iván Soulodre Walker, Transporte Marítimo, Valpa-
raíso, 1982, p. 40.
106 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
– Eslora: Es el largo del casco de la nave, que puede ser medido entre di-
versos puntos. La eslora total (LOA: length overall) es el largo máximo del casco
y la eslora entre perpendiculares (LBP: length between perpendiculars) es el largo
medido entre los puntos en que la línea de flotación corta al casco en la popa y el
eje de timón en la popa.
– Manga: Corresponde al ancho del casco, que puede medirse en cualquier
parte del mismo, por lo que la medida que se utiliza para identificar la nave es la
manga máxima, que es aquella zona en que la nave tiene mayor anchura, la que
generalmente coincide con el centro o sección media de la eslora de la nave.
– Puntal: Lo constituye el alto al interior del casco, y corresponde a la dis-
tancia vertical medida desde el canto alto de la quilla hasta la cara inferior de la
cubierta superior, en el costado de la nave.
El puntal comprende otras dos medidas que se relacionan con la altura de la
nave: calado y franco bordo.
Calado es la distancia que existe entre la línea de flotación y la parte inferior
de la quilla y franco bordo es la distancia que existe entre la última cubierta con-
tinua y la línea de flotación.
Por su parte, la línea de flotación (WL: water line) es aquélla hasta donde
la nave se sumerge y divide al casco entre la obra viva, que es la parte que está
sumergida bajo el agua, y la obra muerta, que es la parte que está por sobre la línea
de flotación, fuera del agua.
ii) Tonelaje (Tonnage). El tonelaje corresponde al volumen de la nave y
expresa su capacidad de carga y transporte. Su nombre proviene de la Baja Edad
Media y del transporte de vino entre Francia e Inglaterra, brebaje que se almacenaba
y porteaba en barriles. Un tonel equivale a un barril de vino. Entonces, el tonelaje
de la nave medía su capacidad de transportar, cuantificada en barriles de vino.
Un tonel corresponde a 100 pies cúbicos o 2,83 metros cúbicos.
Hoy se distinguen varios tipos de tonelaje, en atención al tipo de espacios
que se midan en una nave:
– El tonelaje bruto (gross tonnage) considera todos los espacios físicos cerrados
que existen al interior de una nave y sobre la cubierta de arqueo, con excepción
de algunos espacios excluidos. Se le conoce con la sigla TRG (tonelaje de registro
grueso), AB (arqueo bruto) o GRT (Gross registered tonnage).
– El tonelaje bajo cubierta (under deck tonnage) es aquel que considera todos
los espacios físicos cerrados que existen al interior de una nave, bajo la cubierta de
arqueo. Por ende, es menor que el tonelaje bruto.
– Y el tonelaje neto (net tonnage) corresponde al volumen de aquellos espacios
que están dedicados exclusivamente al transporte de carga (espacios pagantes o de
43
Ilustrados en el gráfico tomado de Iván Soulodre Walker, Transporte Marítimo, op. cit., p. 28.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
– El tercer criterio se refiere al tipo de agua: salada o dulce. El agua salada
es más densa que el agua dulce, que es más liviana, por lo que la navegación en el
mar acepta llevar más carga a bordo que la navegación en aguas dulces, como los
ríos, lagos y canales.
De la conjunción de estos criterios el mundo se ha dividido en:
– Zonas Tropicales.
– Zonas periódicas tropical / verano.
– Zonas Verano y Zonas Invierno.
En las zonas tropicales y de verano, la nave puede cargar hasta la respectiva
marca durante todo el año.
En las zonas periódicas, la línea de carga varía durante la respectiva época
del año.
Y en las zonas de invierno, la línea de carga fluctuará si es o no invierno.
Estas zonas aparecen indicadas en un mapa que se ha confeccionado y se
utiliza universalmente. La marca de la línea de flotación se hace en el casco de cada
nave, y los franco bordo se graban al centro y costados del mismo en una figura
que se denomina la marca de Plimsoll, en honor a su inventor, Samuel Plimsoll,
un mercante que, preocupado por la protección de la vida humana en el mar y la
estandarización de medidas para cautelarla, logró que el Parlamento inglés incorpo-
rara esta noción en la Ley de Marina Mercante del año 1875 (Merchant Shipping
Act 1875), para regular la línea de carga en cada buque mercante.
iv) Determinación y acreditación de las dimensiones, tonelaje y desplaza-
miento de la nave. Las dimensiones se miden y calculan al momento de la cons-
trucción y/o transformación de una nave, y son validadas por las inspecciones de
la casa clasificadora de la nave y de la respectiva Autoridad Marítima, bajo cuya
jurisdicción ella se matricule.
Tratándose del tonelaje de registro, éste se calcula mediante un proceso técnico
denominado arqueo (de ahí que se hable de tonelaje de arqueo, en contraposición
al tonelaje de porte o desplazamiento), que se rige por las disposiciones del Conve-
nio Internacional sobre Arqueo para los Buques de Tráfico Internacional de 1969,
ratificado por Chile en 1983, para las naves que efectúen viajes internacionales; y
por el Reglamento Nacional de Arqueo de Naves, aprobado por Decreto Supremo
N° 289, del año 2000, publicado en el Diario Oficial de la República, con fecha 9
de febrero de 2001, del Ministerio de Defensa Nacional, Subsecretaría de Marina,
en el caso de aquellas embarcaciones que realizan navegación exclusivamente en
aguas de jurisdicción marítima nacional.
El arqueo consiste en medir las mangas, esloras y puntales del casco y de
ciertos espacios cerrados de la nave, para calcular así sus volúmenes internos. Las
dimensiones resultantes se hacen constar en un Certificado de Arqueo.
Con respecto al desplazamiento, éste también se reglamenta a nivel inter-
nacional, en la Convención sobre Líneas de Carga, del año 1966, de la que Chile
también es parte desde el año 1975 (según el D.S. N° 241, del Ministerio de
Relaciones Exteriores, publicado en el Diario Oficial de la República con fecha 23
de junio de 1975, y se evidencia en un Certificado de Francobordo, que establece
la línea máxima de carga de la nave.
Es importante respetar la línea de carga, de hecho, al autorizar el zarpe de
una nave, la Autoridad Marítima solicita este certificado y debe verificar que la
nave no haya cargado en exceso de lo que se le permite, atendida la época del año,
las zonas de navegación y el tipo de agua que se trate. En Chile, si la nave carga en
exceso a su línea máxima de carga, la Autoridad Marítima no debería conceder el
despacho ni permitir su zarpe.
Tanto las dimensiones como el tonelaje y desplazamiento constan en la
matrícula de la nave y en el respectivo Certificado de Matrícula.
v) Importancia práctica del tonelaje, desplazamiento y calado. Desde el
punto de vista de la utilización práctica de estas medidas, el franco bordo se emplea
para determinar la capacidad máxima de carga de la nave; el calado se usa para
colocar un límite a la profundidad de su inmersión y regular la entrada a puerto
y navegación en zonas de baja profundidad, mientras que el tonelaje de registro
se utiliza para aplicar tarifas, derechos y otros cobros, así como para el cálculo de
los límites de responsabilidad, todos los cuales se determinan en función de la
capacidad de porte de la nave.
vi) Tonelaje de los artefactos navales. En el caso de los artefactos navales,
se utiliza su tonelaje de desplazamiento liviano, puesto que ellos no están (nece-
sariamente) destinados a portar carga.
Este tonelaje de desplazamiento liviano se expresa en toneladas, que repre-
sentan el peso neto del artefacto naval, sin combustible, aceite lubricante, agua
de lastre, agua dulce, dotación ni la posible carga que pueda transportar. En este
sentido, el artículo 45, inciso final, del Reglamento de Registro de Matrícula de
Naves y Artefactos Navales (aprobado por el D.S. N° 163, Ministerio de Defensa,
Subsecretaría de Marina, del año 1981), dispone que “se entiende por desplazamien-
to liviano el peso neto del artefacto naval, sin considerar la posible carga que pueda
transportar o soportar”.
vii) Twenty Equivalent Units TEU. Un TEU es una unidad equivalente
a un contenedor de 20 pies de largo, que es la medida que se utiliza en las naves
portacontenedores, para determinar su capacidad de porte de estas unidades. Así,
por ejemplo, hay naves que tienen 600 TEUs y otras 18.000 TEUs, esto es, que
pueden transportar (respectivamente) hasta 600 o 18.000 contenedores de 20 pies.
El FEU (Forty Equivalent Unit) equivale a un contenedor de 40 pies, esto
es a 2 TEUs
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
g) Identidad. Según el artículo 829 del Código de Comercio, “La nave
conserva su identidad, aun cuando los materiales que la forman o su nombre sean
sucesivamente cambiados”.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Tipos de naves
a) Inaplicabilidad de las normas del Libro III. Ya señalamos (en el Capítulo
I), que las disposiciones del Libro III del Código de Comercio no se aplican a los
buques de guerra, sean nacionales o extranjeros, según lo previsto por su artículo 823.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
e) Reserva naval. Esta materia se regula en el Título VII de la Ley de Na-
vegación, artículos 98 a 100.
Los capitanes y las dotaciones de todas las naves o artefactos navales forman
parte de la Reserva Naval de la República, y esto genera obligaciones, tanto antes
como una vez iniciado un conflicto bélico.
i) Obligaciones anteriores al conflicto bélico. Las empresas nacionales debe-
rán permitir que sus naves, sin costo alguno para el Estado, participen en los ejerci-
cios y entrenamientos que disponga la Dirección General del Territorio Marítimo
y de Marina Mercante. Estos ejercicios serán realizados procurando no interferir
en el tráfico, itinerarios y faenas de las naves (artículo 98 Ley de Navegación).
El Presidente de la República podrá fijar al naviero las condiciones particula-
res que deberán reunir las naves desde el punto de vista de la defensa nacional. El
incumplimiento de estas exigencias inhabilitará al armador para obtener la matrí-
cula de la nave o su despacho, según sea el caso (artículo 100 Ley de Navegación).
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Embarcaciones deportivas
El artefacto naval
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Presentación
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Matrícula y nacionalidad
a) Requisitos para matricular una nave en Chile. Los requisitos para ins-
cribir una nave en los registros de matrícula nacionales, se encuentran establecidos
en la Ley de Navegación y en el Reglamento del Registro de Naves y Artefactos
Navales.
Tales requisitos se pueden agrupar de la siguiente manera:
i) Requisitos relativos a la nacionalidad del propietario de la nave.
ii) Requisitos relativos a los derechos que se invocan sobre la nave.
iii) Requisitos relativos a la individualización y condiciones de seguridad de
la nave.
iv) Requisitos relativos a la internación aduanera de la nave (cuando ello sea
procedente).
i) Primer requisito: que su propietario sea chileno. Esta materia se regla-
menta en el artículo 11 de la Ley de Navegación, precepto que dispone que, para
matricular una nave en Chile, se requiere que su propietario sea chileno (naciona-
lidad requisito) y establece una serie de reglas de interpretación para determinar
cuándo el propietario es chileno, en distintas situaciones:
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
– Si se trata de una persona natural, se deben aplicar las reglas de la nacio-
nalidad, contenidas en la Constitución Política de la República, artículos 10 y
siguientes.
– Si el propietario de una nave fuere una sociedad, se considerará chilena
siempre que tenga en Chile su domicilio principal y su sede real y efectiva; que
su presidente, gerente y mayoría de sus directores o administradores, según sea el
caso, sean chilenos, y que la mayoría del capital social pertenezca a personas natu-
rales o jurídicas chilenas. Esta hipótesis es una fiel y completa manifestación de la
efectividad y estrechez del vínculo que nuestra legislación exige entre el propietario
de la nave a matricular y nuestro país.
Así, los criterios que utiliza son lugar de las operaciones de la sociedad, nacio-
nalidad de sus administradores, dueños y capital, todos los cuales deben ser chilenos.
El legislador nacional busca que exista un asentamiento y funcionamiento
real y efectivo de la sociedad propietaria en nuestro país, evitando así que se creen
“sociedades de papel”, que se constituyan por extranjeros de paso en Chile, pero
que no radican sus operaciones materialmente en nuestro país.
– Si es una comunidad, se requiere que la mayoría de los comuneros sean
chilenos y estén domiciliados o sean residentes en Chile; que sus administradores
sean chilenos y que la mayoría de los derechos en la comunidad pertenezcan a
personas naturales o jurídicas chilenas. Se trata de la misma regla y fines que en el
caso de las sociedades, pero en el caso de una comunidad, ella no da nacimiento
a una persona jurídica distinta a los comuneros.
El requisito que nos ocupa evidencia la íntima relación que existe entre la
nacionalidad y la matrícula en nuestro sistema registral, en que la inscripción de
las naves se reserva para las personas (naturales o jurídicas) que sean chilenas. Estas
exigencias se aplican con todo su rigor tratándose de naves mercantes; en el caso de
las naves especiales, se hace necesario formular una distinción entre las destinadas
a la pesca y las restantes naves especiales.
– Naves especiales: Según el mismo artículo 11, pueden matricularse en
Chile las naves especiales, pertenecientes a personas naturales o jurídicas extranjeras
domiciliadas en el país, siempre que tengan en Chile el asiento principal de sus
negocios, o ejerzan en el país alguna profesión o industria en forma permanente.
Por personas jurídicas extranjeras, debe entenderse las que no están constitui-
das en Chile ni cuentan con agencias autorizadas para desarrollar actividades en el
país, y las que estando constituidas en Chile, no cumplen con todas las exigencias
previstas en el inciso segundo del artículo 11 de la Ley de Navegación.
Estos hechos deberán comprobarse a satisfacción de la Autoridad Marítima,
quien podrá, por razones de seguridad nacional, imponer a estas naves normas
especiales restrictivas de sus operaciones.
En este caso, se exceptúa la exigencia de la nacionalidad de la persona que
inscribe, permitiéndosele a un extranjero matricular su nave en Chile, en la medida
que esté asentado en nuestro país, como asiento principal de sus negocios o del
ejercicio de su profesión o industria.
Esta excepción se fundamenta en la conveniencia de atraer a nuestros re-
gistros naves especiales que pueden ser difíciles o escasas de encontrar en Chile,
como sucede con los remolcadores especializados en salvamentos, los buques de
investigación científica, naves oceanográficas o de prospección de recursos, todas
ellas calificables como naves especiales.
– Naves pesqueras: Según el inciso final de la norma, esta excepción no se
aplica a las empresas pesqueras, a quienes la Autoridad Marítima puede liberar de
las exigencias de este artículo, aplicando el principio de reciprocidad internacional,
en condiciones de equivalencia. Ello, si se trata de empresas pesqueras constitui-
das en Chile con participación mayoritaria de capital extranjero, si en el país de
origen de dichos capitales existan requisitos de matrícula de naves extranjeras y
disposiciones para el desarrollo de actividades pesqueras acordes a dicho principio,
a las cuales se puedan acoger las personas naturales o jurídicas chilenas. En esta
hipótesis, basada en el principio de la reciprocidad, se hace excepción a la exigencia
de la nacionalidad del propietario y del asiento real de los negocios en nuestro país.
El tratamiento equivalente a los empresarios pesqueros chilenos en el país de
origen debe ser acreditado mediante la certificación pertinente del Ministerio de
Relaciones Exteriores (artículo 11, inciso final de la Ley de Navegación).
ii) Segundo requisito: que el solicitante acompañe los documentos rela-
tivos a los derechos que se invocan sobre la nave. Según el artículo 12 de la Ley
de Navegación, al solicitar la inscripción de una nave en el respectivo Registro de
Matrícula, el propietario deberá presentar los títulos que acrediten sus derechos
sobre la nave y los demás documentos que exija este precepto y el Reglamento,
referencia hecha al artículo 4 de éste:
– De acuerdo a estas normas, debe acompañarse copia de los títulos que
justifiquen los derechos sobre la nave. Esta exigencia se refiere a los actos o con-
tratos en cuya virtud se haya adquirido el dominio de la misma, que constituye el
primer requisito para matricular la nave en Chile.
– El titular deberá acreditar su nacionalidad chilena, para comprobar así la
total concurrencia del primero de los requisitos.
– En relación a los derechos que se invocan sobre la nave, los títulos que les
sirven de fundamento deben dar cumplimiento a las formalidades previstas en los
artículos 832 y 835 del Código de Comercio, para los actos y contratos mediante los
cuales se transfiere el dominio o se constituyen otros derechos reales sobre la nave.
– Además, conforme a la regla general, los títulos otorgados en el extranje-
ro deben ser autenticados en la forma prevista en el artículo 345 del Código de
Procedimiento Civil.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Por otra parte, también según la Ley de Navegación (artículo 70), las naves
mayores deben estar a cargo de un capitán y las naves menores y ciertas naves
especiales deben estar a cargo de un patrón.
En suma, esto significa que la nacionalidad de la nave y de su dotación deben
estar íntimamente conectadas con nuestro país, ya que nuestro sistema es cerrado
o estricto: está reservado sólo para los chilenos, y para enarbolar el pabellón na-
cional se requiere un contacto real y efectivo entre la nave y Chile, lo que se logra
a través de esta triple exigencia: matrícula, abanderamiento y tripulación chilenas.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
44
Promulgada en nuestro país mediante Decreto Supremo N° 1.393, del Ministerio de
Relaciones Exteriores, publicado en el Diario Oficial de la República, con fecha 18 de noviembre
de 1997.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
45
Otras manifestaciones de la ley del pabellón las encontramos en el Código de Derecho
Internacional Privado, artículos 288 (calificación de avería gruesa o simple); 289, 292 y 293 (abordaje).
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Banderas de conveniencia
Nuestro sistema legal está diseñado para que exista una coincidencia entre
el país de nacionalidad del dueño de la nave; el de su matrícula; la bandera que
enarbola y la dotación que la tripula, siendo la nacionalidad chilena el denomi-
nador común de todos aquellos criterios. Por ello, se dice que el sistema registral
y de abanderamiento de naves chileno es cerrado o estricto: se busca cautelar una
relación real y auténtica entre el propietario de la nave y su tripulación con Chile,
y se los considera requisitos para autorizar el uso del pabellón patrio.
Pero esto, que sucede en Chile, no necesariamente acontece en los sistemas
de registro y abanderamiento de otros ordenamientos jurídicos. Siendo cada Es-
tado soberano, cada país es libre para establecer sus propias normas y requisitos
para conferir su nacionalidad a las naves, lo que se organiza en el sistema registral
marítimo y de abanderamiento. Y no todos los sistemas son uniformes.
Así, la trilogía (nacionalidad, matrícula y abanderamiento) que es tan férrea
en Chile, puede romperse en uno de sus componentes, como sucede en el caso de
las excepciones a la exigencia de la matrícula, nacionalidad o tripulación chilenas
ya estudiadas, de las banderas de conveniencia y de los dobles registros.
Se denomina bandera de conveniencia al fenómeno de naves que son ob-
jeto de abanderamiento con pabellones de una nacionalidad distinta a la de sus
dueños, desdoblándose así la nacionalidad del propietario de la nave. La nave se
inscribe en registros en que la calidad de extranjero no obsta a su matrícula.
Se trata de sistemas registrales abiertos o flexibles al abanderamiento de cual-
quier nave que pertenezca a extranjeros, independientemente de la existencia o
no de un vínculo auténtico entre el dueño de la nave, su tripulación y ese Estado.
Las banderas de conveniencia proliferaron a mediados del siglo pasado, época
en que los navieros europeos, y luego los sindicatos norteamericanos, se percataron
que los propietarios de naves que flameaban banderas de conveniencia gozaban
de verdaderas ventajas competitivas frente al resto, fenómeno que se extendió tras
la Segunda Guerra Mundial. El problema era que esta práctica no era contraria al
Derecho Internacional, por que cada Estado es soberano de establecer los requisitos
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Presentación
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Los modos de adquirir la propiedad naval se aplican tanto a las naves como
a los artefactos navales, por así disponerlo el artículo 838, que señala
“Las disposiciones de este título se aplicarán también a los artefactos navales, sean éstos
fijos o flotantes, en lo que les sean pertinentes”.
Las normas que a continuación analizaremos ilustran la característica integral
del Derecho Marítimo, por cuanto conjugan reglas de orden privado con normas
de orden público, sea modificando las normas del Derecho Común, que regulan
ciertos modos de adquirir, o bien insertando modos que son propios del Derecho
de la Navegación Marítima.
Se distinguen las siguientes situaciones:
a) Modos de adquirir del Derecho Común.
b) Modos de adquirir del Derecho Común, con modificaciones en el De-
recho Marítimo.
c) Modos de adquirir del Derecho Marítimo.
nave y cualquiera otra limitación al dominio que recaiga sobre la misma, bajo sanción
de ser inoponible a terceros, salvo las excepciones señaladas en la Ley de Navegación”,
norma que es aplicable al decreto o resolución que concede la posesión efectiva de
los bienes del causante, dentro de los cuales se incluye la nave.
ii) Ocupación. El artículo 606 del Código Civil prescribe:
“Por la ocupación se adquiere el dominio de las cosas que no pertenecen a nadie, y cuya
adquisición no está prohibida por las leyes chilenas, o por el Derecho Internacional”.
En general, respecto de las naves no opera este modo de adquirir, puesto que
las naves y los artefactos navales suelen tener dueño y su adquisición por ocupación
no se permite por las leyes, según explicaremos.
En efecto, estando las naves y los artefactos navales sujetos a un régimen
registral, cuya matrícula da lugar a una presunción de posesión regular (y por la
vía del artículo 700 del Código Civil, a la presunción de que el poseedor se reputa
dueño), en la praxis es difícil encontrar naves y artefactos navales que no estén ma-
triculadas y, por ende, que no puedan ampararse en estas presunciones de posesión
y de dominio, que los ampara de la ocupación de la embarcación inscrita. Sí existen
naves menores, como botes, yates, veleros, windsurfs y otros, que están exentos
de la matrícula, y respecto de los cuales es más probable que opere la ocupación.
Por cierto, respecto de las naves inscritas, también es posible que opere la
ocupación, previa desvirtuación de la presunción de posesión y de dominio antes
explicadas.
Pero existen otras normas, que también están ubicadas dentro de la ocupación,
y que limitan aún más el ámbito de aplicación de este modo de adquirir. Nos refe-
rimos a las normas que regulan la invención o hallazgo, una especie de ocupación
que recae sobre una cosa inanimada que no pertenece a nadie. El artículo 624 del
Código Civil que define al hallazgo, dispone en su inciso final que “no se presumen
abandonadas por sus dueños las cosas que los navegantes arrojan al mar para alijar
la nave”, esto significa que en el caso de echazón, los dueños de la carga o de las
pertenencias de la nave que se boten por la borda no pierden su dominio, por lo
que no podría operar la ocupación.
Luego, el artículo 635 agrega que “si naufragare algún buque en las costas de la
República, o si el mar arrojare a ella los fragmentos de un buque, o efectos pertenecientes, según
las apariencias, al aparejo o carga de un buque, las personas que lo vean o sepan, denunciarán
el hecho a la autoridad competente, asegurando entretanto los efectos que sea posible salvar
para restituirlos a quien en derecho corresponda. Los que se apropiaren quedarán sujetos a la
acción de perjuicios y a la pena de hurto”. Enseguida, el artículo 636 ordena que “las especies
náufragas que se salven, serán restituidas por la autoridad a los interesados, mediante el pago
de las expensas y la gratificación de salvamento”.46
46
Estas normas deben complementarse con la Ordenanza de Aduanas, Título II “Presentación
140 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Es así como de estas normas se desprende que las cosas que se arrojen al
mar en caso de echazón, no pueden ocuparse, y que los restos náufragos tampoco
pueden ocuparse. Por el contrario, existe el deber de denunciar su aparición y de
conservarlos, sin perjuicio del derecho a recuperar las expensas y de la remunera-
ción del salvamento.
También en relación con los restos náufragos, existen otras normas que res-
tringen el ámbito de aplicación de la ocupación, y están ubicadas en los artículos
132 y siguientes de la Ley de Navegación. Se trata de normas de orden público que
están destinadas a cautelar la libre navegación, la pesca, la seguridad en las vías de
navegación, la conservación del patrimonio ambiental, las actividades marítimas
y ribereñas, etc., procurando que estas zonas y vías de navegación estén despejadas
y sin obstáculos. A diferencia de las normas del Código Civil, que giran sobre la
base de la propiedad de la nave o del resto náufrago, estas son normas de derecho
público, destinadas a proteger la libre circulación y la utilización de las vías ma-
rítimas. Ellas buscan evitar que existan obstáculos para la navegación y para las
demás actividades marítimas o ribereñas, dotando a la Autoridad Marítima de las
atribuciones para exigir su señalización y remoción.
Así, “cuando dentro de las aguas sometidas a la jurisdicción nacional o en ríos y
lagos navegables se hundiere o varare una nave, aeronave o artefacto que, a juicio de
la Autoridad Marítima, constituya un peligro o un obstáculo para la navegación, la
pesca, la preservación del medio ambiente u otras actividades marítimas o ribereñas,
dicha Autoridad ordenará al propietario, armador u operador que tome las medidas
apropiadas para iniciar, a su costa, su inmediata señalización y su remoción o extrac-
ción, hasta concluirla dentro del plazo que se le fije. Estas faenas incluyen a la carga”.
(Artículo 132 de la Ley de Navegación). Tanto las atribuciones de la Autoridad
Marítima, como los efectos de la situación, van a variar, dependiendo si los restos
náufragos son o no peligrosos:
– Restos peligrosos: “Si el propietario, armador u operador no iniciare o con-
cluyere la faena (de remoción de los restos de una nave, artefacto naval, aeronave,
carga u objeto que naufraga o se vara) en el plazo prescrito, se entenderán abandonadas
las especies y a aquellos se les aplicará una multa de hasta 2.000 pesos oro, por cada
tonelada de registro grueso de la nave, o de hasta 50.000 pesos oro, en los demás casos.
La Autoridad Marítima estará, además, facultada para proceder a la operación de
remoción, o para vender la nave, aeronave o artefacto, su carga y los restos, por medio
de propuestas públicas o privadas” (Artículo 132 inciso 2º).
y entrega de las mercancías y recepción de vehículos”, Párrafo 3, “Del naufragio y de las especies proce-
dentes de él”, artículos 48 a 52.
142 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
i) Enajenaciones por actos entre vivos. Están reguladas en el artículo 832
del Código de Comercio, que dispone:
“La enajenación de naves mayores por acto entre vivos y la constitución de derechos reales
sobre ellas, se efectuarán por escritura pública cuando ocurran en Chile.
Los actos y contratos respecto de naves menores, deberán constar por escrito y las firmas
de los otorgantes ser autorizadas por notario.
Para la clasificación de las naves y artefactos navales en mayores y menores se estará a lo
que dispone la Ley de Navegación.
Los actos y contratos que se otorguen en el extranjero se regirán por la ley del lugar de su
otorgamiento. Con todo la transferencia del dominio y la constitución de derechos reales
que puedan producir efecto en Chile deberán constar, a lo menos, en instrumentos escritos
cuyas firmas estén autorizadas por un ministro de fe y, además, se inscribirán y anotarán
en los registros respectivos en Chile”.
La enajenación consiste en la transferencia del dominio (strictu sensu) o la
constitución de otro derecho real (latu sensu) sobre una cosa. En nuestro sistema
legal, ella opera mediante la concurrencia de un título y un modo, aunque el ar-
tículo 832 sólo establece normas especiales en relación al título, pero no al modo.
En este sentido, el concepto de enajenación incluye a cualquier título translaticio
de dominio, por ejemplo, compraventa, donación, permuta, aporte en sociedad,
etc.; la enajenación puede ser a título gratuito u oneroso, puesto que la norma no
distingue.
Las exigencias respecto al título van a variar dependiendo según el lugar
donde se produce la enajenación.
– Si la enajenación se efectúa en Chile, se subdistingue si la nave es mayor
o menor:
• Si la nave es mayor, la enajenación debe efectuarse por escritura pública.
• Si la nave es menor, ella debe escriturarse y las firmas de los otorgantes
deben ser autorizadas por un notario.
Es decir, en este caso, la formalidad ad solemnitatem es la escritura pública
(en caso de la nave mayor) y la escrituración y autorización de la firma por un
notario (tratándose de una nave menor). Esto contrasta con la regla general en
el derecho chileno, en que la venta (que es el título de mayor aplicación práctica
para proceder a la enajenación) de un bien mueble es consensual y no solemne.
– Ahora, si el acto o contrato que da lugar a la enajenación se efectúa en el
extranjero, se regirá por las leyes del lugar de su otorgamiento, es decir, se le aplica
la ley extranjera, siguiendo el principio lex loci celebrationis.
Pero, para que produzca efecto en Chile, deberá constar, a lo menos, en ins-
trumentos escritos, cuyas firmas estén autorizadas por un ministro de fe, y deberá
ser inscrito en los respectivos registros en Chile. Para poder registrar en Chile los
documentos emitidos en el extranjero, es necesario legalizarlos (de acuerdo a las
reglas generales del artículo 345 del Código de Procedimiento Civil), para ser
presentados ante la Autoridad Marítima.47
Si los documentos que dan cuenta de los actos y contratos, fueron extendidos
en idioma extranjero, deberá acompañarse, además, la traducción auténtica realizada
por un traductor oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores, por mandato del
artículo 24 del Reglamento de Registro de Naves y Artefactos Navales.
• Compraventa de naves y artefactos navales. La compraventa de una nave o
artefacto naval corresponde al título que, por excelencia, precede a la tradición, como
modo de adquirir el dominio de la cosa vendida, modo éste que es propio del Dere-
cho Común, y que se rige por las normas del Código Civil, en cuanto ellas no estén
modificadas por lo establecido en los artículos 832 a 837 del Código de Comercio.
Según el artículo 834, “La enajenación voluntaria, no judicial de la nave hecha
dentro o fuera de la República, incluye todas las responsabilidades que le afecten”.
• Compraventas judiciales. A las ventas judiciales se les aplica el artículo 835.
“La venta judicial de una nave, sea voluntaria o forzada, se hará en la forma y con las
solemnidades que se establecen en el Código de Procedimiento Civil para la venta judicial
de los inmuebles.
Para subastar la nave se requerirá de tasación previa, la que se efectuará por perito de-
signado conforme a las normas del Código de Procedimiento Civil, y le serán aplicables
en lo pertinente, lo dispuesto por los artículos 486 y 487 del Código mencionado.
Los anuncios del remate deberán publicarse en un diario del lugar en que se sigue el juicio,
o en uno de circulación en la región respectiva si en aquél no lo hubiere. Los avisos se
publicarán además en un diario del puerto de matrícula de la nave. Pero si uno de esos
diarios fuere de circulación en los dos lugares, bastará con efectuar las publicaciones en
ese solo diario”.
47
Artículo 345 del C. de P.C.: “Los instrumentos públicos otorgados fuera de Chile deberán
presentarse debidamente legalizados, y se entenderá que lo están cuando en ellos conste el carácter público
y la verdad de las firmas de las personas que los han autorizado, atestiguadas ambas circunstancias por
los funcionarios que, según las leyes o la práctica de cada país, deban acreditarlas.
La autenticidad de las firmas y el carácter de estos funcionarios se comprobará en Chile por alguno
de los medios siguientes:
1° El atestado de un agente diplomático o consular chileno, acreditado en el país de donde el instru-
mento procede, y cuya firma se compruebe con el respectivo certificado del Ministerio de Relaciones Exteriores;
2° El atestado de un agente diplomático o consular de una nación amiga acreditado en el mismo
país, a falta de funcionario chileno, certificándose en este caso la firma por conducto del Ministerio de
Relaciones Exteriores del país a que pertenezca el agente o del Ministro Diplomático de dicho país en Chile,
y además por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República en ambos casos; y
3° El atestado del agente diplomático acreditado en Chile por el Gobierno del país en donde se
otorgó el instrumento, certificándose su firma por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República”.
144 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
La venta judicial de una nave, cualquiera sea su tonelaje, sea voluntaria o for-
zada, se hará en la forma y con las solemnidades que se establecen en el Código de
Procedimiento Civil para la venta judicial de los inmuebles, conforme lo dispuesto
por el artículo 835 del Código de Comercio. Aquí también hay un apartamiento
de las reglas generales del derecho chileno, puesto que la venta judicial de las naves
(que son bienes muebles), se efectúa en conformidad con las normas del Código de
Procedimiento Civil para los inmuebles, trátese de una venta voluntaria o forzada.
O sea, habrá que tasar la nave, determinar las bases del remate, fijar un día y hora
de remate, se deberá publicar avisos, citar a los acreedores hipotecarios, celebrar el
remate, levantar acta, reducirla a escritura pública, etc.
Si la nave está embargada, habrá que obtener autorización judicial o de los
acreedores que la embargaron, para que no haya objeto ilícito en su enajenación.
¿Qué comprende la venta de una nave? Al tenor de lo preceptuado por los
artículos 827, 833 y 834 del Código de Comercio, debe distinguirse si al momento
de su venta, la nave se encuentra o no en viaje.
Según el artículo 833:
“Si la nave fuere vendida hallándose en viaje, pertenecerán íntegramente al comprador
los fletes que aquélla devengue en el viaje, desde que recibió su último cargamento.
Pero, si al tiempo de la venta hubiere llegado la nave a su destino, los fletes pertenecerán
al vendedor.
Las partes, sin embargo, podrán estipular modalidades diversas”.
Si la nave fuere vendida durante el transcurso de un viaje, y nada se acordare
al respecto por las partes, pertenecerán al comprador los fletes que se devenguen
en ese viaje, desde el momento que se recibió a bordo su último cargamento previo
a la venta, a menos que al tiempo de perfeccionarse el contrato la nave ya hubiere
arribado a su destino, en cuyo caso los fletes de ese último viaje pertenecerán al
vendedor.
En todo caso, la expresión utilizada por el legislador para iniciar el computo
“desde que recibió su último cargamento” debe entenderse, en nuestra opinión,
referida a todos los fletes devengados durante es último viaje y no sólo al último
cargamento embarcado para su transporte por la nave objeto de la compraventa. Así
cualquier flete que se devengue respecto de la carga existente a bordo al momento
de su entrega al comprador, pertenecerá a éste y no al vendedor, teniendo en cuenta
que conforme lo previsto por el artículo 1021, por regla general, a menos que se
estipule expresamente otra cosa, el flete se gana y será exigible una vez entregadas
las mercancías en el destino previsto en el contrato de transporte.
No pertenecen al comprador, en virtud de lo previsto por el inciso primero
del artículo 833, los fletes devengados previo a ese último viaje, es decir aquellos
fletes que el embarcador se obligó a pagar antes del inicio del viaje, en lo que se
conoce como flete pre paid. Esto, porque el comprador los gana desde el momento
en que recibió su último cargamento.
Asimismo, dada su especial condición, de bien mueble sujeto a normas propias
del comercio marítimo, la venta de una nave, como también cualquier enajenación
de la misma, de carácter voluntario y no judicial, independientemente del lugar
en que se perfeccione, dentro o fuera del país, incluye todas las responsabilidades
que la afectan. Así lo dispone el artículo 834 del Código de Comercio.
La expresión “todas las responsabilidades que la afectan” se refiere a los
gravámenes, obligaciones, reclamos y, en especial, a las hipotecas, prendas y a
los privilegios marítimos. Tratándose de éstos, el artículo 855 dispone que los
privilegios marítimos terminan: N° 3 “En caso de enajenación voluntaria de la
nave, transcurridos 90 días consecutivos contados desde la fecha de la inscripción de
la transferencia”, por lo que subsistirán entre la fecha de la venta hasta los 90 días
posteriores a su inscripción.
ii) Prescripción adquisitiva. Según el artículo 836, “La adquisición de una
nave por prescripción se regirá por las reglas relativas a los inmuebles”. Se trata de
otra situación legal en la cual, no obstante tratarse de un bien mueble, se aplican
a la nave las normas de los inmuebles. Según el artículo 830, deberá anotarse al
margen de la matrícula el título que declare el derecho real de dominio, esto es,
el fallo que declara la prescripción, bajo sanción de inoponibilidad ante terceros.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
piedad naval, sino un resto náufrago. Esto es importante, por cuanto, tratándose
de un resto náufrago, el asegurador del casco deberá remover los restos náufragos,
en cumplimiento a las normas de la Ley de Navegación (artículos 132 y siguientes)
y a las órdenes que dicte la Autoridad Marítima a este respecto.
Es por esto que, en la praxis, los aseguradores son reacios a aceptar la deja-
ción, aunque manifiesten su voluntad para pagar la suma asegurada. De ahí que,
con pragmatismo, el inciso segundo del artículo 1198 agrega que “sin embargo,
mientras no esté aceptada la dejación o dictada sentencia firme que la declare válida,
el asegurador podrá reconocer su obligación de indemnizar la pérdida total del objeto
asegurado y rechazar la transferencia de la propiedad de la cosa asegurada”.
– “La cosa asegurada que ha sido objeto de dejación, queda privilegiadamente
afecta al pago de la cantidad asegurada, con preferencia a todo otro crédito que pueda
gozar de privilegio sobre ella, con excepción de los créditos sobre la nave indicados en
los artículos 844, 845 y 846”. Artículo 1199.
La dejación opera por el ministerio de la ley. En consecuencia no es necesario
otorgarla por escritura pública de acuerdo al artículo 832 del Código de Comercio,
porque es un modo especial, pero sí debe anotarse marginalmente a la matrícula
de la nave, para que sea oponible a terceros, en cumplimiento al artículo 830.
ii) Construcción. Reza el artículo 831 N° 2 que la propiedad naval se ad-
quiere: “Por la persona que ha encargado su construcción, en el momento que señale
el contrato respectivo o por el que la construye para sí”.
Distinguiremos dos situaciones: la construcción para sí y la construcción
para terceros.
• Construcción para sí. O autoconstrucción, consistente en que el futuro
propietario construye una nave o un artefacto naval para sí. La construcción puede
ser por sí mismo, o con ayuda de terceros, usando materiales propios o ajenos.
En cualquiera de estas variantes, la nave o artefacto naval, que es el producto
resultante de la construcción, es una cosa nueva (res nova), distinta a cada uno de
los materiales y equipos que la componen. El todo es distinto de cada una de sus
partes, y siendo la nave o artefacto naval una res nova, se trata de un modo origina-
rio, en que el derecho que se adquiere es nuevo y no deriva de un titular anterior.
¿Qué sucede si se construye una nave o un artefacto naval con materiales
ajenos? En el entendido que no existe un acuerdo previo entre el constructor y el
dueño de los materiales utilizados, acerca de la propiedad de la nave o del artefacto
naval, y de los pagos u otras prestaciones que hayan de efectuarse entre sí, podría
aplicarse el artículo 662 del Código Civil, norma que dispone:
“Otra especie de accesión es la especificación, que se verifica cuando de la materia per-
teneciente a una persona, hace otra persona una obra o artefacto cualquiera, como si de
uvas ajenas se hace vino, o de plata ajena una copa, o de madera ajena una nave.
148 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
No habiendo conocimiento del hecho por una parte, ni mala fe por otra, el dueño de la
materia tendrá derecho a reclamar la nueva especie, pagando la hechura.
A menos que en la obra o artefacto el precio de la nueva especie valga mucho más que
el de la materia, como cuando se pinta en lienzo ajeno, o de mármol ajeno se hace una
estatua; pues en este caso la nueva especie pertenecerá al especificante, y el dueño de la
materia tendrá solamente derecho a la indemnización de perjuicios.
Si la materia del artefacto es, en parte, ajena, y, en parte, propia del que la hizo o mandó
hacer, y las dos partes no pueden separarse sin inconveniente, la especie pertenecerá en
común a los dos propietarios; al uno a prorrata del valor de su materia, y al otro a prorrata
del valor de la suya y de la hechura”.
Decimos que “podría” aplicarse, porque creemos que no se aplica, puesto
que la construcción de naval es un modo especial de adquirir la propiedad de una
nave, que prima y prevalece por sobre la accesión-especificación regulada en el
Código Civil. Esto por aplicación del principio de la especialidad que consagra el
artículo 4 del mismo Código Civil.48
Es importante señalar, a este respecto, que el Libro III del Código de Co-
mercio original (antes de la reforma de la Ley N° 18.680 del año 1988 que lo
sustituyó en su integridad) no regulaba la construcción de naves como un modo
especial de adquirir la propiedad naval. Sólo el antiguo artículo 833 requería de
una formalidad de publicidad para la construcción de una nave, consistente en
la escritura pública, que se exigía para hacerla oponible a terceros, pero no se lo
regulaba en cuanto un modo especial.
El artículo 831 N° 2 del actual Libro III regula la construcción (para sí y para
terceros) como un modo especial de adquirir la propiedad de una nave o artefacto
naval, y por ello sostenemos que esta norma prima sobre el artículo 622 del Código
Civil, mediante el principio de especialidad del artículo 4 ya citado. Además, esta
norma es del año 1988, que es muy posterior a la data del Código Civil, por lo
que a la especialidad se le añade la posterioridad como criterio de primacía legal.
Ahora, perteneciendo la propiedad de la nave o artefacto naval a quien la
construye para sí, aun con materiales ajenos, esto no significa que el constructor
no deba responder ante el propietario por el valor de los materiales que utilizó, por
aplicación de la doctrina del enriquecimiento sin causa; ya que de lo contrario, el
constructor se enriquecería, al utilizar un material o equipo ajeno, gratuitamente,
a costa del empobrecimiento de su dueño, quien es privado de su propiedad, sin
recibir pago o indemnización alguna. En este sentido, postulamos una situación
que es análoga a la consagrada en el inciso tercero del artículo 622 del Código Civil,
para el especificante de una nueva especie que vale mucho más que la materia, caso
48
Artículo 4º: “Las disposiciones contenidas en los Códigos de Comercio, de Minería, del Ejército
y Armada, y demás especiales, se aplicarán con preferencia a las de este Código”.
150 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Si bien el artículo 1996 del Código Civil agrega que al reputársela como
compraventa, ella “…no se perfecciona sino por la aprobación del que ordenó la
obra”, estimamos que, por aplicación del principio de la especialidad de materias,
tratándose de una nave, prevalece el artículo 832 del Código de Comercio, norma
que regula las formalidades ad solemnitatem que son aplicables a la enajenación de
una nave por acto entre vivos.
– Construcción-arrendamiento: Si lo catalogamos como un contrato de
arrendamiento, el modo de adquirir también será la construcción.
Siendo una res nova, distinta a los materiales que la componen, es incon-
cuso indagar quién (si el astillero o el propietario) aportó qué material o equipo
(o el modo a través del cual los adquirió), ya que todos ellos se combinan en la
construcción de la nova specie, perdiendo su propia individualidad, diluyéndose y
fusionándose en la identidad de la nueva nave o artefacto naval que, jurídicamente,
es distinta a los elementos que la componen (universitas facti).
En suma, a nuestro juicio, la calificación de compraventa o arrendamiento no
altera la procedencia del modo de adquirir construcción, que es un modo especial,
aunque sí produce los otros efectos reseñados.
• Modo originario. En cuanto modo, la construcción es un modo origina-
rio, porque la nave o el artefacto naval son una res nova, distinta a los elementos
y materiales que lo componen.
Lo importante es que en el mismo contrato de construcción puede señalarse
el momento y forma en que el modo produce sus efectos y se traspasa el dominio
al propietario, tal como lo señala el artículo 832 N° 2. Así ocurre generalmente
en la praxis.
d) Apresamiento. El apresamiento es una captura de buques efectuada
durante la guerra.
Regulación: Es un modo propio del Derecho Internacional Público, que está
regulado en la Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar del año
1982 (CONVEMAR). También existen normas que lo regulan en el Código Civil.
Partes en el apresamiento: Esta captura se efectúa por un Estado beligerante,
a través de sus buques de guerra, que apresan naves mercantes de pabellón enemigo.
Excepcionalmente, pueden apresarse naves de Estados neutrales, cuando éstos
no portan documentos regulares, violan o intentan violar bloqueos, resisten a una
visita, acarrean materiales de guerra o participan manifiestamente en acciones hostiles.
Lugar: El apresamiento no procede en aguas neutrales; sino que debe tratarse
de aguas sujetas a la jurisdicción de alguno de los Estados beligerantes.
¿Cómo opera? El apresamiento opera en dos momentos: la captura y la
declaración de apresamiento:
– La captura es un acto bélico, que consiste en la aprehensión material de
la nave, pero esta captura, que es una situación fáctica, no atribuye al Estado
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
trato, en el cual los derechos de cada comunero sobre la nave común se regirán por
el acuerdo de las partes y, en subsidio, por las normas precedentemente citadas.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
nave y el artefacto naval no son inmuebles, y porque el artículo 832 del Código
de Comercio es una norma especial que prevalece en esta materia.
4º Se puede también adquirir un usufructo por prescripción. Este modo
requiere de un título, y operará a falta del modo de adquirir tradición, puesto que
nadie puede adquirir por dos títulos.
c) Contenido. Según el artículo 814 del Código citado, para determinar
la extensión del derecho de uso, hay que estar, en primer lugar, al título en que se
lo constituye y, a falta de esta determinación, por los artículos 815 y siguientes.
De acuerdo con este primer precepto, “el uso y la habitación se limitan a las
necesidades personales del usuario o del habitador”. A su turno, dispone el artículo
816 que “En las necesidades personales del usuario o del habitador no se comprenden
las de las industrias o tráfico en que se ocupa”, agregando en su inciso final: “a me-
nos que la cosa en que se concede el derecho, por su naturaleza y uso ordinario y por
su relación con la profesión o industria del que ha de ejercerlo, aparezca destinada a
servirle en ellas”. De ahí que entendemos que el usuario de una nave o artefacto
naval puedan emplearla en sus funciones naturales, según su naturaleza y destino.
Pero el usuario no tiene los mismos derechos que el usufructuario, puesto
que este derecho no puede cederse a ningún título, prestarse ni arrendarse; ni el
usuario puede arrendar, prestar o enajenar objeto alguno de aquellos a que se ex-
tiende el ejercicio de su derecho (artículo 819), lo que nos lleva a sostener que no
puede celebrar contratos en que se ceda el uso de la nave o artefacto naval, como
el arrendamiento o fletamento. Sí puede celebrar contratos de transporte, pasaje,
remolque o salvamento, cuyo objeto no es ceder el uso de la nave o artefacto naval.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
La hipoteca naval admite un doble enfoque: como contrato y como derecho real.
– Como contrato, es una convención de la cual nace el derecho real de
hipoteca sobre una nave o un artefacto naval mayores, única forma de constituir
este derecho, porque no existen hipotecas navales con fuente en la ley.
– En cuanto derecho real, la hipoteca naval es un derecho de garantía que
se constituye sobre una nave o un artefacto naval mayores para la seguridad de un
crédito ya existente o eventual, permaneciendo, entretanto, una u otro en poder
de su propietario, y que confiere a su titular la facultad de perseguirlo en manos de
quien se encuentre y de pagarse preferentemente con el producto de su realización.
La hipoteca naval se regula en el Párrafo 5 del Título III del Libro III del
Código de Comercio y además, según el artículo 880, “se aplicarán subsidiariamente
a la hipoteca naval las disposiciones establecidas para la hipoteca de bienes raíces del
Código Civil, en cuanto no se opongan a las de este párrafo”.
158 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
49
Lo ratifica el artículo 2413 del Código Civil, inciso final, que dispone: “Podrá asimismo
otorgarse en cualquier tiempo antes o después de los contratos a que acceda, y correrá desde que se inscriba”.
50
Artículo 2410: “La hipoteca deberá además ser inscrita en el Registro Conservatorio; sin este
requisito no tendrá valor alguno; ni se contará su fecha sino desde la inscripción”.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
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Artículo 2411: “Los contratos hipotecarios celebrados en país extranjero darán hipoteca sobre
bienes situados en Chile, con tal que se inscriban en el competente Registro”.
162 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
créditos privilegiados del artículo 846 (privilegios de segunda clase), pero bajo los
privilegios del artículo 844 (privilegios de primera clase).
Según el artículo 880, las acreencias que se caucionen con una cláusula
de garantía general hipotecaria, se ubican con posterioridad a los privilegios del
artículo 846.
Prelación de las hipotecas entre sí. Según el artículo 872: “El orden de ins-
cripción en el Registro de Hipotecas, Gravámenes y Prohibiciones determinará el grado
de preferencia de las hipotecas”.
iv) Otros derechos del acreedor hipotecario. Derechos en caso de deterioro
de la cosa hipotecada: Según el artículo 877
“En caso de pérdida, grave deterioro o innavegabilidad permanente total de la nave o
del artefacto naval, el acreedor hipotecario puede ejercer sus derechos sobre lo que reste,
se salve o recupere, o sobre su valor de realización, aunque su crédito no hubiere vencido.
Salvo que la nave o artefacto naval hubieren sido reparados, el acreedor hipotecario podrá
ejercer sus derechos sobre los siguientes créditos de que sea titular el deudor:
1° Indemnizaciones por daños materiales ocasionados a la nave o artefacto naval;
2° Contribución por avería común por daños materiales sufridos por la nave o artefacto
naval;
3° Indemnizaciones por daños provocados a la nave o artefacto naval con ocasión de
servicios prestados en el mar, y
4° Indemnizaciones de seguro por pérdida total o de averías parciales de la nave o del
artefacto naval”.
La norma legal antes citada consagró una subrogación legal que autoriza al
acreedor hipotecario para hacer efectivo su crédito sobre determinados importes
que sustituyen a la nave o artefacto naval hipotecado, con lo que la desaparición
física de ambos, tan común y habitual en el mar, traslada de pleno derecho el
privilegio con todos sus efectos sobre las indemnizaciones y contribuciones a que
tiene derecho su propietario y deudor hipotecario.
Derecho a disponer de la cosa hipotecada: Según el artículo 878:
“El propietario de la nave o del artefacto naval gravado por hipoteca, podrá siempre
enajenarlos o hipotecarlos, no obstante cualquiera estipulación en contrario”.
De acuerdo con el principio establecido por el artículo 824 del Código de
Comercio,52 la cláusula de no enajenar en un contrato de hipoteca se tiene por
no escrita. Esta norma es coincidente con la del artículo 2415 del Código Civil.
El inciso segundo del artículo 878 agrega:
52
Señala el artículo 824 del Código de Comercio: “Salvo los casos en que la ley establezca una
sanción diferente, se tendrán por no escritas las estipulaciones contrarias a una disposición imperativa
de este Libro”.
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señalar expresamente en su artículo 5°, que las prendas sobre naves y aeronaves se
regirán por sus leyes particulares.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Regulación
De acuerdo con el artículo 830, “La matrícula de las naves en Chile se regirá
por las normas de la Ley de Navegación”.
Esta materia se encuentra regulada en el Título II de la Ley de Navegación,
denominado “Del registro y de la nacionalidad de las naves”, artículos 10 a 21,
y en el “Reglamento del Registro de Naves y Artefactos Navales”, D.S. N° 163,
Ministerio de Defensa, Subsecretaría de Marina, de fecha 2 de febrero del año 1981.
Este Reglamento fue dictado en cumplimiento de lo dispuesto por el inciso
segundo del artículo 10 de la Ley de Navegación, que encomendó a la potestad
reglamentaria legislar acerca de la organización y funcionamiento de los diversos
registros y las normas referidas al procedimiento, formalidades y solemnidades de
las inscripciones que deben practicarse en aquéllos.
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ción de ella para que haya lugar a la cancelación de la matrícula, basta solamente
la declaración de “innavegabilidad absoluta”.
La pérdida total comprobada es la pérdida real y efectiva de la nave, y la forma
legal de acreditarse es mediante la instrucción previa de la correspondiente Investi-
gación Sumaria Administrativa, ordenada por la Autoridad Marítima competente.
El artículo 63 del Reglamento, faculta al Director General para que, previo
apercibimiento al poseedor inscrito –mediante su publicación en un diario de
circulación nacional– disponga la cancelación de la inscripción en el Registro de
Matrícula, por innavegabilidad absoluta, de aquellas naves que durante un período
de tres años seguidos no hubieren obtenido los certificados de seguridad exigidos
por la legislación nacional.
3. Por desguace. El desguace consiste en desarmar voluntariamente una
nave, sea total o parcialmente, siempre y cuando en el último caso ello signifique
la pérdida de la capacidad y destino natural de aquélla para navegar.
4. Por la presunción fundada de su pérdida, al no tenerse noticia de su pa-
radero por un lapso superior a cuatro meses, previa investigación sumaria.
En general, cuando una nave desaparece en el mar sin conocerse detalles de
su desaparición, la presunción natural y obvia será que el buque se perdió a con-
secuencia de un peligro en el mar, a menos que se acredite lo contrario.
A su vez, el artículo 128 de la Ley de Navegación establece que se reputará
perdida una nave, cuando no apareciere o no hubiere noticias de ella durante más
de cuatro meses, contados desde el día en que fue recibida su última comunicación.
5. Por enajenación al extranjero. En este caso, la Autoridad Marítima no
autorizará la cancelación de la matrícula por esta causal si no consta, por escritura
pública, el consentimiento de todos los beneficiarios de las hipotecas y demás dere-
chos reales que recaigan sobre la nave mayor, y la caducidad y/o alzamiento de las
prohibiciones legales o judiciales, según corresponda, que impidan su transferencia.
Tampoco se podrá cancelar la matrícula de naves mercantes cuya enajenación
esté sujeta a autorización previa del Presidente de la República, en conformidad
con las disposiciones del Decreto Ley N° 3.059, del año 1979, sin que aquélla se
hubiere concedido.
6. Por cambio de bandera, salvo que ese cambio de bandera haya sido
autorizado por el Presidente de la República, mediante su anuencia para dar en
arrendamiento a casco desnudo la nave, por un período determinado.
7. Por apresamiento, conforme a las normas del Derecho Internacional.
El apresamiento es una institución del Derecho de Guerra, que consiste en
la prerrogativa que tiene un buque de guerra para aprehender al buque mercante
de nacionalidad enemiga, incorporándolo a su bandera.
El apresamiento es un modo de adquirir la propiedad naval, que trataremos
in extenso al ocuparnos de los modos de adquirir la propiedad naval.
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c) Domicilio especial del acreedor. Por disposición del artículo 871 del
Código de Comercio, en la respectiva inscripción de hipoteca naval, se dejará
constancia del domicilio especial que el acreedor fije para recibir la notificación
que el artículo 879 del mismo cuerpo legal prescribe, para los efectos de practicar
la citación personal de los acreedores hipotecarios de grado preferente.
La fijación de este domicilio especial, que en todo caso debe encontrarse den-
tro de la ciudad de Valparaíso, por corresponder al lugar de asiento del Registro,
podrá hacerse en el acto constitutivo de la hipoteca, o al momento de requerirse
la inscripción de la misma.
Los cambios de domicilio que no se anoten al margen de la inscripción de
hipoteca no se tomarán en cuenta para los efectos de la notificación prescrita por
el precitado artículo 879.
La falta de mención del domicilio especial, tanto en la escritura de hipoteca
como en la inscripción, no viciará el título o la inscripción, según el caso, y sólo será
sancionada administrativamente por el Director General del Territorio Marítimo
y de Marina Mercante, de acuerdo con la disposición legal precitada.
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“Los contratos hipotecarios celebrados en país extranjero darán hipoteca sobre las
naves o artefactos navales matriculados en Chile, desde que se inscriban en el registro
que se establece en el artículo 871”. Esta norma también insiste en la distinción
entre la validez del título otorgado en el extranjero, los que “darán hipoteca sobre
la nave o artefacto naval…”.
El artículo 870 también se refiere al “instrumento en que se constituya la hipoteca
de una nave o artefacto naval”, esto es, el título.
La exigencia de la inscripción, recién aparece en el artículo 871, según el
cual, “La hipoteca naval deberá inscribirse en el Registro de Hipotecas, Gravámenes y
Prohibiciones de la Dirección General del Territorio Marítimo y de Marina Mercante;
no tendrá valor alguno sin este requisito y se tendrá como su fecha aquella en que su
requerimiento fue registrado en el libro repertorio respectivo”.
Por consiguiente, siguiendo esta postura, el título se perfecciona con la es-
critura pública y la inscripción sería la forma de hacer la tradición del respectivo
derecho real. Entonces, la expresión “no tendrá valor alguno” del artículo 871 quiere
decir que el mero contrato de hipoteca, no produce el efecto real de hacer adquirir
este derecho, lo que sí sucede una vez que opera el modo de adquirir tradición, a
través de la inscripción en el registro. En este caso, la inscripción es la forma de
hacer la tradición.
En apoyo de esta interpretación se acude a un argumento de texto del Código
Civil, que es el artículo 686, según el cual
“Se efectuará la tradición del dominio de los bienes raíces por la inscripción del título en
el Registro del Conservador.
De la misma manera se efectuará la tradición de los derechos de usufructo o de uso consti-
tuidos en bienes raíces, de los derechos de habitación o de censo y del derecho de hipoteca”.
Se razona que sólo en el caso de la propiedad naval, el legislador optó por-
que la inscripción en los Registros de Matrículas de Naves y Artefactos Navales
no constituyera una forma de hacer la tradición del mismo (ya que el dominio es
causa o condición previa a la inscripción, y ésta no es una no forma de adquirir
su dominio), pero no así en los demás derechos reales, tal como lo reconoce el
artículo 20 de la Ley de Navegación, de modo que no existiría ninguna razón legal
para no aplicar el inciso segundo del artículo 686, ya citado.
Para terminar, creemos que esta es la interpretación más práctica, ya que si
falta de inscripción, bastaría con solicitarla en el Registro de Hipotecas, Graváme-
nes y Prohibiciones para que opere la tradición, en lugar de pedir la nulidad de la
escritura de constitución de la hipoteca, por falta de su inscripción, tal como si se
tratase de una formalidad ad solemnitatem.
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i) Naves mayores. El artículo 33 del D.S. N° 87, Subsecretaría Marina,
publicado en el Diario Oficial de la República con fecha 9 de julio de 1997, que
aprobó el “Reglamento General de Deportes Náuticos” dispone que en el Registro
de Matrícula de Naves Mayores, que está a cargo del Director General del Territorio
Marítimo y de Marina Mercante, se inscribirán las embarcaciones deportivas de
más de 50 toneladas de registro grueso.
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inscripción del artefacto naval, y la página del reverso tendrá dos columnas en
blanco, destinadas a las anotaciones, tales como transferencias, cancelaciones,
embargos y otras concernientes al artefacto naval de que se trate.
En conformidad con lo preceptuado por el artículo 46 del Reglamento, toda
inscripción efectuada en el Registro de Artefactos Navales Menores, contendrá las
siguientes enunciaciones:
a. El nombre del artefacto naval.
Esto, pese a que la práctica marítima moderna tiende a no identificar a los
artefactos navales por el nombre, sino que en general, mediante una combinación
de números y letras, lo que se efectúa para distinguir y clarificar su tratamiento
jurídico del otorgado a las naves, a las cuales se les reconoce el nombre como una
especie de atributo de su personalidad, tal como si fueran personas naturales.
b. El número de matrícula que le corresponda al artefacto naval, en el registro
de la Capitanía de Puerto ante la cual el propietario está solicitando su inscripción.
c. La señal distintiva del artefacto naval.
Esto también corresponde a una exigencia reglamentaria, que no se condice
con la realidad de éstos, que no se encuentran obligados a contar a bordo con
equipos de comunicaciones, como sí ocurre con las naves.
d. Lugar y año de construcción del artefacto naval.
Esta exigencia se refiere a la fecha de terminación de la construcción, si ésta
abarcara períodos de dos o más años, y a la ciudad o lugar de emplazamiento del
constructor, sea que se trate de un constructor individual o colectivo, es decir de
una persona natural o jurídica.
e. Nombre de la firma constructora.
Consiste en la identificación de la persona del astillero o fabricante del arte-
facto naval, trátese de una persona natural o jurídica.
f. Antigua nacionalidad del artefacto naval menor, si la hubiere tenido.
g. Nombre anterior del artefacto naval menor.
h. Destino a que se dedica el artefacto naval menor.
i. Desplazamiento liviano del casco del artefacto naval menor, entendién-
dose por tal, su peso neto, sin considerar la posible carga que pueda transportar o
soportar.
j. Nombre, profesión y domicilio del propietario, distinguiéndose si se trata
de personas naturales o jurídicas.
k. Fecha de la matrícula y firma de la Autoridad Marítima que autoriza la
inscripción del artefacto naval menor.
e) Certificado de matrícula. Una vez practicada la inscripción, el Capitán
de Puerto extenderá un “Certificado de Matrícula” al artefacto naval menor que
se haya inscrito en el registro a su cargo, en el que señalará el nombre; su número
de matrícula; el nombre de la persona a cuyo favor aparece inscrita; el tonelaje de
desplazamiento liviano y las principales características del artefacto naval.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Inscripciones
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Dispone el inciso 2º del mismo artículo 9, que no se dará curso a las inscrip-
ciones solicitadas, si en algún sentido son legal o reglamentariamente inadmisibles.
Agrega algunos ejemplos, como si los títulos no son auténticos; si el propietario
de una nave no cumple con los requisitos exigidos por los artículos 11 y 12 del
Decreto Ley N° 2.222; si aparece en el título algún vicio o defecto que lo anule
absolutamente; o si no contiene las menciones necesarias para efectuar la inscrip-
ción; si el dueño de ésta la vendiere sucesivamente a dos o más personas distintas
y después de inscrita por uno de los compradores, apareciere otro solicitando igual
inscripción, o si una nave apareciere vendida por quien, según el registro, no es
su dueño o actual poseedor.
Este examen puede conducir a dos resultados: se inscribe, o se rechaza la
inscripción, por existir reparos.
– Si se inscribe, la anotación repertorial se transformará en inscripción, la
que surte todos sus efectos desde la fecha de la anotación en el Repertorio, sin que
sea afectada por cualquiera de los derechos que se hayan inscrito en el intervalo
(artículo 11 del Reglamento). En otras palabras, la inscripción retrotrae sus efectos
a la fecha de la anotación provisoria.
– Si la inscripción se rechaza, la autoridad a cargo del registro deberá anotar
provisoriamente en el Repertorio el título que se le presentare para ser inscrito,
tanto si el motivo para no hacer la inscripción, fuere de efectos permanentes, como
si fuere transitorio y fácil de subsanar. Deberá, además, expresar los fundamentos
de la negativa a inscribir en el mismo título (artículo 10 del Reglamento).
Ante la negativa o reparo, el requirente puede adoptar cuatro actitudes: (a) se
conforma con la negativa; (b) reclama el rechazo a inscribir ante el juez; (c) subsana
el defecto, o (d) permanece en silencio.
Las alternativas (a) y (d): conformidad con la negativa y silencio, conducen
a la caducidad de la anotación provisoria.
La opción (b) da paso a una revisión judicial de la negativa de la autoridad
inscribir.
La actitud (c) de subsanación del defecto, permite enervar la negativa y con-
duce a la inscripción, que opera con efecto retroactivo a la fecha de la anotación
provisoria. En efecto, según el artículo 10 inciso 4º del Reglamento, “la anotación
provisoria, se convertirá en inscripción cuando se acredite que se ha subsanado la causa
que impedía la inscripción”.
Veremos estas situaciones por separado.
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Subinscripciones
Presentación
53
Informe Técnico de la Comisión Redactora del Libro III del Código de Comercio, de
fecha 10 de diciembre de 1985, p. 7.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Para terminar, tratándose de los privilegios sobres las naves y los artefactos
navales, con mayor o menor énfasis, se reconoce una relación entre el privilegio
marítimo y la noción de fortuna de mar, puesto que el patrimonio naval que se
conforma en torno a la explotación de una nave, que tiene principalmente a ésta
como su epicentro y principal activo, se grava con estos privilegios marítimos, que
constituyen su pasivo. En otras palabras, esta fortuna de mar se reserva, en grado
preferente, para que los acreedores privilegiados satisfagan sus acreencias.
Esto no sucede con los privilegios sobre las mercancías, ya que ellas no forman
parte del patrimonio naval, ni generan una fortuna de mar en torno a sí.
Concepto y contenido
Características
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
peligrosidad del privilegio marítimo, ya que la falta de publicidad impide que los
terceros que se relacionan legalmente con una nave, artefacto naval o mercancía
puedan conocer la existencia y monto de los privilegios que las gravan.
En este aspecto, se produce un apartamiento respecto de los derechos reales,
embargos, precautorias y gravámenes que afectan a una nave, los que sí son objeto
de asiento en el Sistema Registral Marítimo, como un mecanismo para garantizar
su publicidad y difusión. He aquí una gran diferencia, y punto de fricción con los
derechos de hipoteca y prenda, que también conforman el crédito naval.
Los privilegios sobre las mercancías tampoco se publicitan, ni ellas integran
el Sistema Registral Marítimo.
f) Efímeros. Los privilegios marítimos son de breve vigencia, duran un año
(en el caso de los que afectan a la nave) o treinta días (en el caso de los privilegios
sobre las mercancías), sin perjuicio de la sobrevivencia del crédito al que gravan,
tras su extinción, pero desprovisto de los beneficios del privilegio.
Su corta duración se explica en la necesidad de despojar al bien afecto al
privilegio (sea nave, artefacto naval o mercancía) de la deuda que lo grava, lo que
se justifica más aún, si según el sistema, pueden coexistir varios privilegios a la
vez, ellos son invisibles y algunos prevalecen por sobre los créditos prendarios e
hipotecarios. Por lo mismo, al desgravar en corto tiempo la nave, artefacto naval
o la mercancía de los privilegios, se facilita su utilización y circulación en la vida
jurídica; se renueva la solvencia y se le permite obtener nuevos créditos. En suma,
se propende así a la certeza jurídica.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Naturaleza Jurídica
54
Claudio Barroilhet Acevedo, “¿Subsiste la fortuna de mar en el Derecho Marítimo
chileno?”, en Revista de Derecho, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, N° XXIX, Ediciones
Universitarias de Valparaíso, 2007, p. 148.
55
Rodrigo Ramírez Daneri, “La protección del crédito en el Libro III del Código de
Comercio”, en Anuario de Derecho Comercial y Marítimo, N° 1/2009, Publicación de la Facultad de
Derecho y Ciencias Sociales, Universidad de Valparaíso, Edeval, Valparaíso, 2010, pp. 298 y ss.
56
Claudio Barroilhet Acevedo, El arraigo de naves y especialmente el arraigo de nave her-
mana, Editorial Metropolitana, Santiago, 1999, p. 83.
Colocan como ejemplo el caso de la hipoteca legal del artículo 662 del Código
de Procedimiento Civil, o de la hipoteca o prenda sin desplazamiento del artículo
129 de la Ley de Quiebras, que son derechos reales de garantía con fuente en la ley.
Agregan que, tratándose de derechos reales de garantía con fuente en la ley,
no se aplica la exigencia de su anotación al margen de la matrícula del artículo
830 del Código de Comercio.
– La tesis contraria al derecho real argumenta que, a diferencia de esas normas,
en que el tenor de la ley es claro en el sentido de establecer hipotecas o prendas
legales, en materia de privilegios no hay disposición legal alguna en que se cree un
derecho real de privilegio marítimo.
Añaden que tampoco existe vestigio en la historia de la ley de una intención
del legislador en esta dirección. Esta falta de voluntad del legislador de tratar a los
privilegios como derechos reales es la que explica que no deban anotarse marginal-
mente en la matrícula de una nave o artefacto naval (artículo 830), puesto que de
ser derechos reales, la misma norma que los hubiera creado, tendría que haberlos
eximido de esta formalidad por vía de publicidad.
El mismo raciocinio se aplica respecto del artículo 20 de la Ley de Navegación,
que obliga a inscribir los derechos reales en el Registro de Hipotecas, Gravámenes
y Prohibiciones, para su validez, cuando gravan a las naves que midan más de
cincuenta toneladas de registro grueso. El punto adquiere importancia, puesto que
los privilegios marítimos son ocultos, por lo que sería una solución bastante osada
darles el carácter de derecho real a gravámenes que nacen y existen sin conocimiento
de los terceros y fuera del Sistema Registral Marítimo.
Otro argumento que se esgrime es que, si la esencia del derecho real es su
vigencia erga omnes, ¿cómo se explica que los privilegios se extingan por la venta
judicial o enajenación extrajudicial de una nave a los terceros? Esto desnaturaliza
el carácter de derecho real y, por cierto, ello no sucede en el caso de la prenda y
la hipoteca.
Tratándose de los privilegios respecto de las mercancías, en contrario a la
tesis del derecho real, se agrega que ellos no conceden derecho para perseguir las
mercancías, sólo para retenerlas, previa declaración judicial. En otras palabras, no
originan una acción real, que es connatural a un derecho real.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
demás acreedores…”, según el orden legal (artículo 842). “El titular del privilegio,
en ejercicio de su derecho de persecución, podrá solicitar la retención o arraigo de la
nave en cualquier lugar donde ella se encuentre…” (artículo 843).
El privilegio se ejerce en el estado en que la nave se encuentre. “En caso de
deterioro, disminución o pérdida del bien sobre el cual recae el privilegio, éste se ejer-
citará sobre lo que reste, se salve o recupere de aquél, o sobre la indemnización que
pague el responsable” (artículo 840).
De acuerdo al artículo 850, incisos 1º y 2º:
“Los privilegios sobre la nave podrán hacerse efectivos en las indemnizaciones por seguro
de la misma.
Sin embargo, cuando se trate de reparaciones efectuadas a la nave, los privilegios estable-
cidos en este párrafo se entenderán de grado posterior al costo de aquéllas para los efectos
de recuperarlo del asegurador, si procede”.
b) El artefacto naval. Según el artículo 860, “las disposiciones de este párrafo
y de los dos precedentes de este título se aplican también a los artefactos navales”, que
son susceptibles de ser gravados con privilegios marítimos.
Se refieren a esta materia los artículos 844 y 846 del Código de Comercio.
Esta lista de privilegios fue confeccionada teniendo a la vista las Convenciones
Internacionales relativas a los Privilegios e Hipotecas Marítimas, celebradas en
Bruselas en 1926 y 1967. Si bien, se respetó el espíritu general de esas convencio-
nes, no se adoptó estrictamente el orden de preferencia de los privilegios en ellas
establecidos.
También se tuvo en consideración el entonces Proyecto de Revisión de la
Convención Internacional de Privilegios Marítimos e Hipoteca Naval, aprobado
por el Comité Marítimo Internacional el año 1985, en Lisboa, que posteriormente
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Esta materia aparece regulada en los artículos 851 a 854, en los que podemos
observar varias reglas.
a) Primera Regla: los privilegios del último viaje prefieren a los de los
viajes anteriores. Reconocida en el artículo 851: “Los créditos privilegiados del último
viaje son preferidos a los de los viajes precedentes aunque estos últimos sean de mejor grado”.
Esta regla se funda en el adagio que reza “posterior in tempore potior in iure”: el
posterior en el tiempo tiene preferencia en el derecho, cuyo propósito es doble, por
un lado, remecer al acreedor privilegiado más antiguo para que ejerza su crédito,
puesto que, a medida que transcurre el tiempo y la nave efectúa nuevos viajes, su
crédito se va postergando en beneficio de los créditos más nuevos; y por otra parte,
se pretende no inhibir al nuevo acreedor privilegiado de efectuar negocios con la
nave ya gravada, por existir privilegios anteriores.
Si la regla fuera inversa, y los créditos prefiriesen por orden de antigüedad, los
acreedores más antiguos se aletargarían en su cobro y los nuevos evitarían contratar
con una nave ya abultada de deudas impagas.
Así, la idea es liquidar la expedición marítima a su término, puesto que
cada viaje constituye una aventura marítima y también importa una empresa en
el sentido comercial, que debe liquidarse al finalizar. Luego, cuando el buque
zarpa nuevamente, nace otra aventura marítima que puede tener un resultado
económico distinto.
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CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Artículo 852: “Los créditos privilegiados originados en un mismo viaje son preferidos en el
orden que indican los artículos 844 y 846. Los créditos comprendidos en cada uno de los
números de los artículos citados, concurrirán entre sí a prorrata en caso de insuficiencia
del valor de los bienes sobre los cuales recaen”.
d) Cuarta regla: fecha inversa de origen de los créditos. Esta regla es
una excepción al prorrateo.
Sabemos que dentro de cada numeral de los artículos 844 y 846, cuando los
fondos no son suficientes, se pagan a prorrata (artículo 852), pero existen ciertos
créditos que, dentro de cada número, prefieren por el orden inverso a sus fechas,
porque prima la regla de preferencia del crédito posterior en el tiempo.
Según el artículo 854, los créditos derivados de un mismo acontecimiento
se consideran nacidos al mismo tiempo, pero los créditos indicados en el número
4 del artículo 844 (remuneraciones y auxilios en la mar, gastos y sacrificios para
prevenir daños al medio ambiente) y los números 1, 2 y 4 del artículo 846 (venta
de naves, suministros y desembolsos) tienen prioridad entre ellos, en el orden
inverso al de las fechas en que se originaron.
Según la misma norma, los créditos por contribución a las averías comunes
nacen en la fecha del acto que las cause y los créditos por auxilios en el mar se
consideran originados en las fechas en que esas operaciones terminaron.
214 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
Por otra parte, la ley no utilizó el vocablo prescripción y, por regla general,
proscribió la suspensión e interrupción de su cómputo, lo que es propio de la
caducidad y no de la prescripción. Sólo por excepción, admitió la suspensión e
interrupción, lo que difiere de la regulación que se le otorga a estas instituciones
en materia de prescripción.
Entonces, el plazo se interrumpe por la retención o el embargo judicial, lo
que equivale a una interrupción civil. La palabra retención comprende la medida
precautoria regulada en el artículo 295 del Código Procedimiento Civil, al arraigo
de naves (artículo 1231 y siguientes del Código de Comercio), que es una medida
de retención especial, al derecho de retención del astillero que repara o construye
una nave (artículo 865 del Código de Comercio), al del fletante en el caso del
artículo 969, o al del asistente en el caso del artículo 1153 (ambos del mismo
Código), u otra retención judicial, en la medida que tales retenciones garanticen
el pago de un crédito privilegiado.
La suspensión opera sólo a favor del acreedor que, por algún impedimento
legal, no pudo ejercitar antes su crédito privilegiado.
“2º. Por la venta judicial de la nave, sea voluntaria o forzada, desde su inscripción en
el registro pertinente, o transcurridos 30 días consecutivos contados desde el día de la
subasta, debiendo aplicarse el plazo que resulte menor, y”.
Es lo que se denomina el efecto purgativo de la venta judicial, que data desde
el Consulado del Mar y la Ordenanza de Marina. La redacción de la norma es
amplia y se aplica a cualquier venta judicial, aun no contenciosa, ya que la ley no
la restringe a un procedimiento determinado.
Se entiende que realizada judicialmente la nave, los fondos que se obtengan
agotan la fortuna de mar o la capacidad de esa nave para hacer frente a sus deudas,
consumiéndose la masa gravada con el crédito privilegiado, de ahí que la eficacia
del privilegio se desvanece, y la nave pasa al adquirente exenta de los privilegios
anteriores.
El efecto purgativo opera desde el día de la inscripción en el registro respec-
tivo, que entendemos es el de matrícula en que ella se inscriba (sea en Chile, o en
el extranjero, porque la norma no distingue, y bien puede la nave matricularse
en otro sistema registral foráneo), o 30 días después de la subasta, si aún no hay
inscripción.
“3º. En caso de enajenación voluntaria de la nave, transcurridos 90 días consecutivos
contados desde la fecha de la inscripción de la transferencia”.
A diferencia del número anterior, que se refiere a la venta, este numeral es
más amplio y comprende las enajenaciones, cualquiera sea su título, por ejemplo,
venta, permuta, donación, aporte en sociedad, etc.
Tal como el numeral anterior, tampoco distingue el registro en el cual se
inscribe, pudiendo estar en Chile o en el extranjero.
Esta norma debe concordarse con el artículo 834, que dispone, “La enajena-
ción voluntaria no judicial de la nave hecha dentro o fuera de la República, incluye
todas las responsabilidades que le afecten”, lo que implica que los privilegios subsis-
tirán inmediatamente tras la venta, hasta que ella se inscriba y transcurran los 90
días arriba mencionados.
Lo dispuesto en los números 2º y 3º precedentes será sin perjuicio del derecho
de los acreedores privilegiados para ejercer su preferencia sobre el saldo insoluto
del precio, si lo hubiere.
Como su nombre lo señala, ellos recaen “sobre las mercancías”, expresión que
se emplea en los artículos 861, 862 y 864.
En puridad, el objeto del privilegio no es la mercancía propiamente tal (que es
un bien mueble), sino que su valor, como lo explicita el artículo 863. Esto, porque
el privilegio no confiere a su titular el derecho para adueñarse de la mercancía y
así pagar su crédito, como si se tratase de una dación en pago; sólo le concede el
derecho para realizarla y pagarse con el producto de su venta judicial.
216 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
c) Regla del prorrateo. La tercera regla consiste en que si ellos han nacido
en un mismo puerto, y no alcanzan a ser pagados todos los de un mismo número,
concurren a prorrata entre sí.
Podrá apreciarse que las reglas son equivalentes a la de los privilegios sobre
las naves y artefactos navales.
El inciso final del artículo 865, que se refiere al derecho de retención del
fletante o transportador marítimo sobre las mercancías, para asegurar el pago del
flete y los accesorios, agrega:
“Las mismas normas se aplicarán al derecho del transportador sobre el equipaje de los
pasajeros que no hubiesen pagado el pasaje al término del viaje”.
Esta norma significa que el transportador marítimo puede solicitar la reten-
ción judicial del equipaje de un pasajero (de camarote o no, ya que la norma no
distingue), para asegurar el pago del pasaje que se le adeude. En otras palabras, la
ley le reconoce un privilegio marítimo para su seguridad y cobro, encasillándolo
por ende en la categoría del privilegio del artículo 861 N° 4, para efectos del
estatuto que lo regula, pero recayendo sobre el equipaje en lugar de la mercancía.
Esta parte está dedicada al estudio de las normas que rigen a la nave en mo-
vimiento, durante sus maniobras y en navegación.
218 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
del Ministerio de Relaciones Exteriores del mismo año), dispone el deber de los
Estados signatarios de adoptar todas las medidas adecuadas para facilitar el tráfico
marítimo internacional; evitar demoras innecesarias a los buques, a las personas y
a los bienes que se encuentren a bordo y facilitar la llegada, permanencia en puerto
y la salida de los buques.
Deben asimismo, y en la medida de lo posible, cooperar en unificar los
trámites, documentos y formalidades para facilitar y mejorar el tráfico marítimo
internacional, a través de la Organización Marítima Internacional.
Para tales efectos, el anexo del Convenio contiene una larga serie de normas y
prácticas recomendadas, para facilitar el tráfico marítimo internacional, por ejem-
plo, la de solicitar algunos de los siguientes documentos: “Declaración General”,
“Declaración de Carga”, “Declaración de Provisiones del Buque”, “Declaración
de Efectos de la Tripulación”, “Lista de la Tripulación”, “Lista de Pasajeros” y la
“Declaración Marítima de Sanidad”, a la llegada o salida de una nave a puerto.
Se regulan otras materias, tales como el tratamiento de la documentación en
los casos de escalas consecutivas del buque en dos o más puertos del mismo Estado;
escalas de emergencia para desembarcar tripulantes y pasajeros enfermos o heridos;
formalidades relativas a la carga destinada a la importación, carga no desembarcada
en el puerto de destino previsto; sanidad pública y cuarentena; servicios veterinarios
y fitosanitarios; finanzas y otras formas de garantía en los puertos, etc.
57
Decreto con Fuerza de Ley N° 30, del año 2004, que fijó el texto refundido, coordinado
y sistematizado del Decreto con Fuerza de Ley N° 213, del año 1953.
220 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
d) Libre plática. Ya señalamos que, una vez recibida la nave por la Autoridad
Marítima, ésta le otorgará la “libre plática”, que consiste en la autorización para
permitir el acceso de personas a bordo para el desembarque de sus tripulantes y
pasajeros, y para dar inicio a las operaciones de carga o descarga, según sea el caso.
En todo caso, la recepción y revisión de la documentación de la nave, antes
de conceder la autorización de “libre plática”, no obstará para que se efectúen
las maniobras de fondeo o atraque en el sitio asignado (artículos 26 de la Ley de
Navegación, inciso 2º, y 12 del Reglamento).
222 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
para requerir la retención de una nave determinada, tal como ocurre con los ca-
sos de disposiciones de las autoridades sanitarias, Servicio Agrícola y Ganadero,
autoridades aduaneras, etc.
g) Efectos del zarpe sin despacho. El artículo 23 de la Ley de Navegación
sanciona al capitán que se hiciere a la mar sin que su nave hubiere recibido la au-
torización de zarpe de la Autoridad Marítima, imponiéndole una multa de hasta
1.000.000 de pesos oro, de la que son solidariamente responsables el armador y
su agente, en el caso de naves extranjeras.
También en el caso de naves extranjeras, las sanciones a aplicar a su capitán
son las que corresponden al personal de la marina mercante nacional, en confor-
midad con lo previsto por el “Reglamento General de Orden, Seguridad y Disci-
plina en las Naves y Litoral de la República”, aprobado por el Decreto Supremo
N° 1.340 bis, Subsecretaría de Marina, del año 1941, pudiendo llegar hasta la
cancelación definitiva de su título profesional.
Adicionalmente, el inciso final del artículo en comento, hace responsable a la
nave, y por ende a su propietario o armador, de los gastos de captura, recargados
en un cincuenta por ciento, disponiéndose el arraigo por el ministerio de la ley de
la nave capturada, sin necesidad de orden judicial (por eso denominado arraigo
legal), si tales gastos no fueren íntegramente pagados o su pago garantizado.
224 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
226 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO III: LA NAVE Y EL ARTEFACTO NAVAL
incrementando (de manera constante), las medidas de seguridad exigidas a las naves
para salvaguardar la vida humana en el mar y proteger al medio ambiente marino.
SOLAS rige en nuestro país, tras ser aprobada por el D.L. N° 3.175, del año
1980 y promulgada por el D.S. N° 328, del Ministerio de Relaciones Exteriores,
en el Diario Oficial del 11 de junio del año 1980.
El artículo 101 de la Ley de Navegación dispone que “Toda nave está obligada
a cumplir con las disposiciones de la Convención Internacional sobre Seguridad de la
Vida Humana en el Mar y Reglamento de Comunicaciones para la Marina Mercante,
como igualmente las de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (U.I.T.), que
se relacionan con las instalaciones radiotelegráficas y radiotelefónicas y con los proce-
dimientos que una nave o una aeronave deben utilizar para que, con todos los medios
a su alcance, puedan solicitar o prestar el auxilio que se necesite”.
ii) Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación por los Buques,
de 1973/1978, MARPOL 73/78. Lo veremos en el Capítulo VII, Contaminación
Marina.
iii) Convenio Internacional sobre Normas de Formación, Titulación y
Guardia para la Gente de Mar, de 1978. International Convention on Standards
of Training, Certification and Watchkeeping for Seafaress (STCW).
Su texto original entró en vigor en abril del año 1984, y en el año 1995 fue
ampliamente revisado y corregido (versión denominada STCW 95). Contiene
normas acerca de la formación y organización de las guardias a bordo, y contiene
una serie de exigencias de capacitación para los tripulantes de buques mercantes,
expedición de títulos, mecanismos de control sobre el grado de implantación del
Convenio por los diferentes Estados parte.
En Chile, este Convenio se promulgó mediante el D.S. N° 662, del Mi-
nisterio de Relaciones Exteriores del año 1987, y se contiene en el “Reglamento
sobre Formación, Titulación y Carrera Profesional del Personal Embarcado”, D.S.
N° 90, Subsecretaría de Marina, del 15 de junio del año 1999, publicado en el
Diario Oficial de 13 de noviembre de 1999.
Este Reglamento regula la carrera profesional del personal embarcado que
preste servicios en naves con derecho a enarbolar pabellón nacional. Los títulos de
los oficiales serán otorgados por resolución del Director General, mientras que los
títulos de los tripulantes serán otorgados por los capitanes de puerto.
Quienes posean títulos deberá demostrar, cada cinco años que siguen
reuniendo las condiciones necesarias para prestar servicios a bordo.
iv) Convenio Internacional sobre Líneas de Carga, de 1966. Ya nos referimos
a él en este mismo Capítulo, al tratar del tonelaje de desplazamiento de la nave.
v) Convenio Internacional sobre Arqueo de Buques, de 1969. Este Con-
venio lo comentamos en este Capítulo, al tratar del tonelaje de registro o arqueo
de la nave.
228 LIBROTECNIA®
Capítulo IV
Sujetos de derecho marítimo
• Generalidades
• Armador o naviero
• Capitán
• Agentes:
– Agente general
– Agente de naves o consignatario de naves
– Agente protector
– Agente de estiba y desestiba o empresas de muellaje
• Operador de naves
• Administrador de naves
• Transitario o freight forwarder
• Personal embarcado o gente de mar
• Del contrato de embarco de los oficiales y tripulantes de las naves de la Marina Mercante
Nacional
• Contrato de los trabajadores portuarios eventuales
• Prácticos y pilotos
• Responsabilidad del armador y de otros sujetos de la navegación marítima
• Limitación de responsabilidad
Generalidades58
Este Capítulo trata a los protagonistas del negocio marítimo, que son quienes
interactúan en la operación y explotación de la nave y del artefacto naval, desarro-
llando así la actividad de la navegación y del transporte marítimo. Es por tanto a
ellos, a quienes regula el Derecho Marítimo.
Se estudiarán tanto los sujetos típicos o nominados, como el armador, capitán
y agentes (regulados principalmente en el Libro III del Código de Comercio), así
como los prácticos y pilotos (regulados en la Ley de Navegación y sus reglamen-
tos complementarios) y el personal embarcado (también regulados en la Ley de
Navegación y reglamentos complementarios).
Asimismo, analizaremos algunos sujetos que no están íntegramente regulados
en cuerpos legales, como sucede con los operadores (quienes sí aparecen definidos
en el Libro III y mencionados en algunas normas legales aisladas), administradores
y transitarios.
58
Este Capítulo está basado, entre otros, en Maximiliano Genskowsky Moggia y Claudio
Barroilhet Acevedo, Sujetos de Derecho Marítimo, Editorial Librotecnia, Santiago, 2010.
Armador o naviero
230 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
e) Armamento y tenencia de una nave. Decíamos que para ser armador
basta con ser tenedor de la nave que se explota. Esto es consecuencia de que el
armador puede o no ser su propietario.
¿Qué negocios jurídicos permiten a una persona que no sea dueña de una
nave adquirir su tenencia y así convertirse en su armador?
La ley no los enumera, por tanto, cualquier negocio que importe la entrega
de la nave desde una persona a otra, será suficiente para que ésta pueda asumir su
armamento y explotación.
A modo ejemplar y no exhaustivo, podemos decir que los siguientes nego-
cios pueden servir como vehículos de traspaso de la tenencia de la nave desde un
propietario a un armador:
– Primero, el contrato de fletamento a casco desnudo, que es aquél en virtud
del cual una parte (fletante), mediante el pago de un flete, se obliga a colocar a
disposición de otra (fletador), por un tiempo determinado, una nave desarmada
y sin equipo, o con un equipo y armamento incompletos, cediendo a esta última
su tenencia, control y explotación, incluido el derecho a designar al capitán y a la
dotación (artículo 965). Un elemento integrante de este concepto es el traspaso de
la tenencia (o sea, una entrega) desde el fletante hacia el fletador, quien asume su
control y explotación. De hecho, el fletador tendrá la calidad jurídica de armador
(artículo 966).
La explicación estriba en que tras adquirir la tenencia, control y explotación
de una nave, el fletador reúne en sí su gestión náutica y comercial, que son las
esferas que componen la gestión armatorial, y esto lo transforma en su armador.
El fletamento a casco desnudo es una especie de un género contractual más
amplio que los ingleses denominan demise charter o charter by demise, consistente
en un fletamento con traspaso de la gestión náutica al fletador, quien asume el
control de la nave y su tripulación, y por ello se lo denomina owner pro tempore
u owner pro hac vice (según si el fletamento se celebra por un lapso de tiempo o
por un viaje u ocasión determinada, respectivamente), puesto que el fletador se
transforma en el dueño de la nave, por un tiempo, y el capitán y la tripulación
pasan a ser sus dependientes para todos los propósitos.
232 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
234 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
59
Acta de la sesión conjunta de las comisiones encargadas de la revisión del Proyecto de Libro
III del Código de Comercio, de fecha 5 de noviembre de 1986, pp. 16 y ss. Ver Informe Técnico
de la Comisión Redactora del Libro Tercero del Código de Comercio, de fecha 10 de diciembre de
1985, pp. 16 y ss.
236 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
240 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
Capitán
242 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
c) Naturaleza jurídica del capitán. Se trata de una figura sui generis, pe-
culiar del Derecho Marítimo, con fisonomía propia y que no reconoce un parangón
en el derecho terrestre. Este personaje centraliza en sí diversos roles, cuya conjunción
no lo convierten en alguien distinto a cada uno de los papeles que desempeña, sino
por el contrario, esta reunión de funciones fortalece su autoridad.
Es el personaje que encarna la integralidad del Derecho Marítimo:
– Primeramente, el capitán es un factor o gerente del naviero, que administra
la nave y su expedición marítima.
– Por otra parte, a ambos los liga un vínculo de índole laboral.
244 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
– Digno de destacar es el hecho que, pese a ser designado por y trabajar para
el naviero, la ley le confiere poderes omnímodos, los cuales puede ejercer aun por
sobre la voluntad de su empleador.
– En nuestro ordenamiento jurídico representa, además del naviero, al
propietario de la nave, incluso judicialmente.
– Enseguida, es el jefe técnico de la expedición marítima, quien detenta el
gobierno y la dirección de la nave en su faz náutica, estando investido de otras
atribuciones que dicen relación con el éxito de la aventura marítima, por ejemplo,
representar a los cargadores para efectos del buen resultado de la expedición y la
conservación de la carga.
– A ello, hemos de añadir que tiene facultades de carácter público, tales como
mantener el orden y la disciplina a bordo, y en ellas representa a la autoridad,
recibiendo un mandato directo de la ley, que es de orden público e irrenunciable.
f) Designación del capitán. Dispone el artículo 906 que, “salvo acuerdo
o disposición legal en contrario, el capitán de una nave es siempre designado por el
armador”.
Por regla general, corresponde al armador la designación de la tripulación
y del capitán, puesto que integran la dotación de la embarcación, y a quienes el
naviero comete el gobierno de la embarcación.
Así, por ejemplo, un propietario que fleta su nave a casco desnudo puede
retener para sí la facultad de designar al capitán y algunos otros miembros de la
dotación. O bien, el armador puede conceder esta facultad al operador que ad-
ministre sus naves.
h) Funciones del capitán. Dispone el artículo 905, inciso 2º, que “En el
desempeño de su cargo, está facultado para ejercer las funciones técnicas, profesionales
y comerciales que le sean propias”.
En línea, el artículo 55 de la Ley de Navegación dispone que “El capitán
durante el desempeño de su puesto en una nave nacional, está facultado para ejercer
las funciones técnicas, profesionales y comerciales inherentes a su cargo en todo lo rela-
cionado con el interés de la nave, la dotación, los pasajeros, la carga y el resultado del
viaje”. Esta norma le indica al capitán cuáles son los intereses que debe proteger,
en aras al buen resultado de la expedición marítima, objetivos que debe tener en
mente al ejercer sus atribuciones.
Hemos clasificado sus funciones de la siguiente forma:
i) Funciones públicas.
ii) Funciones técnicas.
iii) Funciones comerciales.
iv) Funciones documentales.
v) Funciones de representación.
246 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
i) Funciones públicas. Existen dos clases de funciones públicas: las rela-
cionadas con el orden y la disciplina a bordo de la embarcación, y las relativas a
la intervención de la autoridad para dejar constancia de la ocurrencia de ciertos
hechos o actos jurídicos.
• Orden y disciplina. Según el artículo 908, “El capitán de la nave es el en-
cargado del orden y disciplina a bordo, debiendo adoptar las medidas necesarias para
el logro de estos objetivos”.
Dispone el artículo 51 de la Ley de Navegación que “El capitán de una nave
nacional es delegado de la autoridad pública para la conservación del orden y disciplina
en la nave.
Con este objeto, el capitán podrá mantener a bordo, de conformidad a la ley y bajo su
exclusiva responsabilidad, el armamento menor que sea necesario para la defensa personal
y la protección de la nave, el cual deberá ser registrado ante la autoridad correspondiente
del puerto de matrícula”.
El artículo 52 de la misma ley establece: “Los oficiales, tripulantes y pasajeros
deben respeto y obediencia al capitán en todo lo relativo al servicio de la nave, y a su
seguridad y la de las personas y la carga que transporte”.
La norma regula la línea de mando a bordo de la nave, esto es, la subordina-
ción o deber de obediencia que la tripulación y pasajeros le deben al capitán. Por
otra parte, se delinean los objetivos a los que el capitán debe apuntar al ejercer sus
funciones, que son la seguridad de la nave, los pasajeros, tripulantes, la carga y en
general de la expedición marítima.
Según el artículo 63, “Para los efectos del orden y disciplina, todos los oficiales y tri-
pulantes de una nave están subordinados al primer oficial, quien actuará en cumplimiento
de las órdenes impartidas por el capitán”. Por su parte, el artículo 64 de la misma ley
prescribe: “El oficial de guardia de cubierta actuará en representación del capitán para
hacer cumplir el régimen interno y las órdenes recibidas, y está facultado para requerir,
si fuere necesario, la cooperación de todo el personal de la nave. En el desempeño de sus
funciones diarias, el oficial de guardia de cubierta es responsable ante el capitán de la
seguridad de la nave y del orden y disciplina a bordo”.
El capitán goza de amplias atribuciones disciplinarias en el Título VI de la Ley
de Navegación, denominado “Orden, disciplina y seguridad” (artículos 80 al 87). En
principio, la potestad disciplinaria se ejerce por la Autoridad Marítima. Dispone el
artículo 80 que “Las faltas al orden y a la disciplina serán sancionadas por el Director
y las Autoridades Marítimas.
Sólo a la Autoridad Marítima compete mantener el orden y la disciplina en los
puertos marítimos, fluviales o lacustres, y aplicar las sanciones por las faltas que allí se
cometieren”.
Pero, durante la navegación, la ley delega esta potestad al capitán, que es la
máxima autoridad a bordo. De acuerdo con el artículo 82, “No obstante, lo dispuesto
en el artículo 80, las faltas al orden y a la disciplina cometidas durante la navegación,
deberán ser sancionadas por el capitán con multas y amonestaciones, de lo que dará cuenta
a su arribo al primer puerto nacional a la Autoridad Marítima y, en puertos extranjeros,
al Cónsul de Chile.
En casos graves, el capitán podrá suspender de sus funciones a los presuntos culpables
hasta su arribo a puerto, con el fin de ponerlos a disposición de la Autoridad Marítima,
junto con la investigación sumaria que hará practicar, acompañada de la opinión que
ésta le merezca”.
El artículo 83 prescribe: “Será obligatorio para los capitanes de naves nacionales
llevar un Libro de Disciplina, donde se anotarán las sanciones que impongan, debiendo
exhibirlo, cuando sean requeridos, a la Autoridad Marítima o Consular.
Las sanciones impuestas por el capitán serán refrendadas con su firma y la del Jefe
del departamento a que pertenezca el afectado.
De las sanciones impuestas por el capitán se podrá apelar ante el Director o ante la
Autoridad Marítima, según corresponda”.
• Representante de la ley. El artículo 53 de la Ley de Navegación dispone:
“El capitán debe respetar y hacer cumplir las leyes y reglamentos de la República, en
especial la legislación marítima, de aduanas, de sanidad, del trabajo y de policía de los
puertos”. En otras palabras, el capitán tiene el poder-deber de hacer observar la ley.
En este mismo sentido, el artículo 914, que regula las obligaciones del capitán,
establece que éste debe: “2. Cumplir con todas las leyes y reglamentos marítimos, sani-
tarios, aduaneros, de policía, laborales y demás que sean aplicables”.
Por eso, se dice que el capitán representa la ley a bordo.
Más aún, el capitán goza de facultades inquisitivas en caso de delitos. El ar-
tículo 84 establece que “En caso de delito, el capitán podrá arrestar preventivamente
a los presuntos culpables, y practicará, en cuanto fuere posible, las diligencias señaladas
en el artículo 7° del Código de Procedimiento Penal. Los arrestados serán entregados a
la Autoridad Marítima o al Cónsul chileno, en su caso, para ser puestos de inmediato a
disposición del tribunal competente, conjuntamente con los antecedentes que se hubieren
reunido”.
Esta norma, que a primera vista, o desde el punto de vista formal, podría parecer
obsoleta, por su referencia al sumario, que era la fase investigativa del antiguo proce-
dimiento penal, no lo es, si se interpreta atendiendo a las facultades que se conceden
al capitán ante un hecho que revista caracteres de delito. En efecto, según el artículo
6 del Código de Procedimiento Penal, “Cualquiera que sea el tribunal llamado a
conocer de un juicio criminal, los jueces letrados con competencia penal y los demás jueces
que tengan esta competencia, aunque sólo sea respecto de delitos menores, faltas o contra-
venciones, están obligados a practicar las primeras diligencias de instrucción del sumario
con respecto a los delitos cometidos en el territorio de su jurisdicción, sin perjuicio de dar
inmediato aviso al tribunal a quien por ley corresponda el conocimiento de la causa”.
Y la norma a que hace referencia la Ley de Navegación reza:
248 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
Según el artículo 1049: “El testamento se guardará entre los papeles más impor-
tantes de la nave, y se dará noticia de su otorgamiento en el diario”.
A su turno, el artículo 1050 dispone:
“Si el buque antes de volver a Chile arribare a un puerto extranjero, en que haya un
agente diplomático o consular chileno, el comandante entregará a este agente un ejemplar
del testamento exigiendo recibo, y poniendo nota de ello en el diario, y el referido agente
lo remitirá al Ministerio de Marina para los efectos expresados en el artículo 1029.
Si el buque llegare antes a Chile, se entregará dicho ejemplar con las mismas formali-
dades al respectivo gobernador marítimo, el cual lo transmitirá para iguales efectos al
Ministerio de Marina”.
Es importante señalar que, actuando en calidad de delegado de la autoridad
pública, el capitán no hace responsable al armador por sus acciones u omisiones.
El artículo 887 dispone que
“El armador no responde en los siguientes casos:
3. Si se trata de hechos ejecutados por el capitán en su calidad de delegado de la auto-
ridad pública”.
La justificación de esta excepción es evidente, ya que en estos casos la función
pública del capitán deriva directa y precisamente de la ley, y no de un mandato del
armador, por lo que los efectos de esta representación no se radican en el armador,
sino que permanecen en el propio representante de la autoridad. El ejercicio de
la calidad de delegado de la autoridad pública es un hecho personal del capitán, y
como tal, de su exclusiva responsabilidad.
ii) Funciones técnicas. Los artículos 905 del Código de Comercio y 50 de la
Ley de Navegación definen al capitán como “el jefe superior de la nave encargado
de su gobierno y dirección”.
La contrapartida de esta jefatura se encuentra en el artículo 52 de la Ley de
Navegación, que dispone: “Los oficiales, tripulantes y pasajeros deben respeto y obediencia
al Capitán en todo lo relativo al servicio de la nave, y a su seguridad y de las personas y
de la carga que transporta”.
Su rol de jefe técnico le impone velar por la seguridad de la nave y el buen
resultado de la expedición marítima, y se proyecta durante todo el desarrollo de la
aventura marítima. El capitán debe procurar que la nave, y en general la expedición,
llegue a destino en buenas condiciones, incluyendo su carga, tripulación y pasajeros.
• Navegabilidad y seguridad. Al iniciarse el viaje, el capitán debe procurar
que la nave esté en buenas condiciones de navegabilidad. De acuerdo al artículo 914:
“Son obligaciones del capitán, entre otras, sea que las cumpla personalmente o por miem-
bros de la dotación o personal en tierra bajo su potestad, las siguientes:
1º Verificar que la nave esté en buenas condiciones de navegabilidad antes de emprender
el viaje y durante toda la expedición”.
250 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
252 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
El capitán que no cumpliere con este deber, será sancionado con la cancelación de su
título, sin perjuicio de la responsabilidad penal que le afecte, a menos que justifique haber
tenido una causa que razonablemente le haya impedido hacerlo.
El armador o naviero no será responsable en este caso por el hecho de su capitán”.
A su turno, el artículo 112 de la misma Ley establece que
“Al producirse una colisión o abordaje entre naves, el capitán de cada una estará obligado
a prestar auxilio a la otra, a su dotación y a sus pasajeros, siempre que pueda hacerlo sin
grave riesgo de su nave y de las personas a bordo.
Igualmente, cada capitán debe dar al otro las informaciones necesarias para su identi-
ficación.
El capitán que, sin causa justificada, no cumpliere con lo dispuesto en el inciso primero,
será sancionado con la cancelación de su título, sin perjuicio de la responsabilidad penal
que pueda afectarle por este mismo hecho.
El armador de la nave no será responsable del incumplimiento por parte del capitán de
las obligaciones que le impone este artículo”.
En un sentido similar, el artículo 1135 del Código de Comercio preceptúa:
“Todo capitán está obligado a prestar auxilio a cualquier persona que se encuentre en
peligro en el mar.
El dueño u operador de la nave no será responsable por el incumplimiento de esta obli-
gación del capitán”.
Son obligaciones legales de prestar auxilio a personas o naves en peligro, o a
naves que hayan abordado. Se trata de deberes personales del capitán, cuyo incum-
plimiento no hace responsable al naviero.
El capitán también tiene obligaciones en caso de una avería gruesa. Según el
artículo 1097
“La decisión de adoptar medidas que constituyan avería gruesa o común, corresponderá
exclusivamente al capitán de la nave o a quien haga sus veces, el cual, atendidas las cir-
cunstancias del caso, podrá oír la opinión de los representantes de la carga, si estuvieren
presentes”. Agrega el artículo 1098 que “Adoptada la decisión que da origen a la avería
común y tan pronto como las circunstancias lo permitan, el capitán deberá dejar constancia
de ella en el libro bitácora, la que contendrá la fecha, hora y lugar del acontecimiento,
las medidas ordenadas por el capitán y sus fundamentos.
En el primer lugar de arribada, y tan pronto le sea posible, el capitán deberá ratificar los
hechos relativos a la avería común consignados en el libro bitácora, ante un ministro de fe,
sin perjuicio de la información a la autoridad marítima respectiva, si el puerto fuere chileno.
Cuando la arribada ocurriere en el extranjero y la avería tuviere consecuencias en Chile,
la ratificación deberá efectuarse ante el cónsul chileno, y en su defecto, ante un ministro
de fe o ante el tribunal local competente”.
254 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
el capitán podrá realizar los referidos actos, dejando constancia de ello en el libro bitá-
cora”. Respecto a las reparaciones, entendemos que ellas exceden del giro o curso
ordinario o normal del viaje, y por lo mismo no estarían comprendidas dentro
de la facultad de contratación que concede el artículo 914 N° 8, ya analizado, de
manera que esta norma debe entenderse como un complemento al mismo.
Ahora, en lo que se refiere a la compra de pertrechos, la redacción de la norma
parece reiterativa, porque los pertrechos integran la categoría del armamento o de
las vituallas, y por tanto son necesarios para la navegación, de suerte que el poder de
adquirirlos ya estaría comprendido en la facultad de celebrar actos y contratos relativos
a la gestión ordinaria de la nave y al normal desarrollo del viaje (artículo 914 N° 8).
Por otra parte, el artículo 916 añade el requisito que no exista mandatario
del armador y que sea dificultoso recabar instrucciones de éste, lo que importa
agregar una restricción que no existe en el artículo 914 número 8, lo que sólo
induce a confusión.
Creemos que el numeral 8 debe interpretarse de manera independiente al
artículo 916: aquél faculta la compra de pertrechos, sin restricción, y aun que no
se den las hipótesis del artículo 916.
Otras obligaciones de carácter comercial del capitán son las establecidas en los
numerales 7 y 11 del artículo 914. El número 7 obliga al capitán a “Dar aviso de
inmediato al armador, por el primer medio a su alcance, de todo embargo o retención que
afecte a la nave, y tomar las medidas aconsejables para el mantenimiento de ésta, así como
el de la carga, y prestar la debida atención a los pasajeros”. El arraigo o prohibición de
zarpe constituye un acto de autoridad que impide el uso y la explotación comercial
de la nave, es una situación de emergencia en que es necesario actuar con máxima
premura, por lo que el capitán debe dar pronto aviso al naviero y adoptar las medidas
que sean necesarias para conservar la nave, la carga y proteger a los pasajeros.
Por su parte, el número 11 dispone que el capitán debe: “Protestar por los acci-
dentes o daños que sufran la nave o la carga, o de cualquier hecho que pueda comprometer
su responsabilidad, la de la nave, la de sus armadores y propietarios o de la expedición en
su conjunto”. El artículo 1241 establece que “Para los efectos de este Libro, se entiende
por protesta al acto mediante el cual una persona deja constancia del acaecimiento de
hechos u omisiones relacionados con la navegación o el comercio marítimo que puedan
afectar su responsabilidad, la de sus principales o dependientes, o bien, hace reserva de
derechos o acciones que puedan emanar de dichos hechos u omisiones, respecto de las
mismas personas aquí aludidas”.
La protesta es una manifestación de conocimiento que tiene por objeto hacer
constar el acaecimiento de un hecho marítimo y hacer reserva de derechos y accio-
nes ante el mismo hecho. Según el artículo 1242, “Las protestas deben expresarse por
escrito, de cualquier manera que permita acreditar su formulación. La expresión por
escrito comprenderá el télex, el telegrama o cualquier otro medio que registre o repita
lo estampado por quien protesta en instrumentos o aparatos diseñados para tal efecto”.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
atendidas las circunstancias del caso, podrá oír la opinión de los representantes de la
carga, si estuvieren presentes”.
Agentes
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
d) Requisitos para ser agente. Artículo 919: “Solo podrá desempeñarse como
agente quien estuviere inscrito como tal ante la autoridad marítima, en la forma y
modalidades que determine la reglamentación pertinente para cada una de las categorías
definidas en el artículo 917.
No obstante lo anterior, los armadores nacionales no requerirán inscribirse en
los registros de agentes de naves para desempeñarse como tales, respecto de sus propias
naves en los puertos que tengan oficina establecida”.
Esto se regula en el Capítulo II del Reglamento de Agentes. De hecho, las
autoridades marítimas, aduaneras, portuarias y otras que corresponda, no permi-
tirán el desempeño de las funciones de Agente a personas naturales o jurídicas
que no se encuentren inscritas en los registros correspondientes (artículo 5 del
Reglamento de Agentes).
El mismo precepto reitera que los armadores nacionales no requerirán inscri-
birse en el Registro de Agentes de Naves para desempeñarse como consignatarios
de sus propias naves en los puertos en que tengan oficina establecida, pero deberán
cumplir las exigencias señaladas en la ley y en el presente Reglamento para ejercer
las funciones de agente de otras naves (artículo 6).
Se establece una excepción para el caso del cabotaje, consistente en que los
armadores nacionales podrán acreditar un apoderado especial ante la Autoridad
Marítima local o Alcalde de Mar, según corresponda, en cada uno de los puertos
en que recalen sus naves dedicadas sólo a tráfico de cabotaje, los cuales podrán
tramitar directamente todo lo concerniente a tales naves ante las respectivas au-
toridades competentes. Estos representantes o apoderados no estarán afectos a los
requisitos de solvencia exigidos en el Reglamento (artículo 7).
El artículo 8 regula los requisitos para inscribirse en los Registros de Agentes
de Naves, distinguiendo si se trata de personas naturales o jurídicas.
– Si se trata de personas naturales, debe ser chileno, mayor de edad y cumplir
con tres categorías de requisitos.
• Primero, relativas a la capacidad: debe tener capacidad legal y suficiente
para ejercer por sí mismo el comercio y constituir domicilio o establecimiento en
el o los puertos en el cual ha de ejercer su actividad.
• Segundo, debe acreditar la idoneidad y solvencia necesarias y otorgar a
favor de la Dirección General del Territorio Marítimo y Marina Mercante una
garantía, en resguardo del fiel cumplimiento de sus obligaciones, por el monto
que ella determina mediante una resolución anual.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
• Y tercero, debe tener buenos antecedentes y no haber sido condenado por
determinados delitos, tales como los que merezcan pena de inhabilitación perpetua
para desempeñar cargos u oficios públicos, quiebra culpable o fraudulenta o por
crimenes o simples delitos que merezcan pena aflictiva y no haber sido eliminado
del Registro respectivo por alguna de las causales legales.
– Si se trata de personas jurídicas, debe estar legalmente constituida en Chile
como persona jurídica chilena; constituir domicilio o establecimiento en el o los
puertos en que ha de ejercer su actividad; acreditar la solvencia necesaria para
desempeñarse como tal y la idoneidad de sus administradores.
Debe asimismo otorgar a favor de la DIRECTEMAR una garantía en res-
guardo del fiel cumplimiento de sus obligaciones, por el monto que por resolución
de la misma DGTM y MM se determine anualmente; no encontrarse la sociedad
ni cualquiera de sus directores o administradores, según corresponda, en alguna
de las situaciones previstas respecto de las personas naturales.
Debe también designar el o los Apoderados que actuarán en su representación.
Agente General
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
Esta norma, que está reiterada en los artículos 14 y siguientes del Reglamento,
regula los efectos de las gestiones del agente de naves en el puerto de recalada de
la nave para solicitar su atención.
De acuerdo al “Reglamento de Recepción y Despacho de Naves”, contenida
en el D.S. N° 364, Subsecretaría de Marina, del 29 de abril de 1980, la recepción
formal de toda nave se realizará en el primer puerto de recalada, y su despacho,
en el último puerto, con la participación de las autoridades que intervienen para
los efectos de los controles que deben realizarse y que se detallan más adelante
(artículo 2).
• “Declaración General” es el documento que suministra la información
exigida por la Autoridad Marítima respecto de la nave, en el momento de su
recepción o su despacho (artículo 4).
• “Recepción” es el acto por el cual la Autoridad Marítima verifica que los
documentos y las condiciones de seguridad de la nave están en orden, y fija las
normas a que deberá sujetarse en su ingreso y durante su permanencia en puertos
nacionales (artículo 11). El capitán de la nave, su armador o su agente, presentarán
la solicitud de recepción a la Autoridad Marítima con la debida anticipación, por
cualquier medio (artículo 14).
Para hacerse a la mar desde cualquier puerto de la República, toda nave
requiere la previa autorización de zarpe de la Autoridad Marítima, autorización
que se denominará “despacho” y se otorgará si se cumplen las formalidades que
el mismo Reglamento establece (artículo 24).
Para el despacho será necesario que el capitán o agente de la nave presente a la
Autoridad Marítima la Declaración General, que la nave tenga su documentación
en orden, y que sus condiciones de seguridad para la navegación se conformen a
la legislación y reglamentación marítima (artículo 25).
Entonces, por el hecho de manifestar el agente a la Autoridad Marítima
que representa a una nave, solicitar su atención en puerto y pedir su recepción, se
producen los siguientes efectos del artículo 922:
– El agente se entiende investido, por así disponerlo la ley, de la representa-
ción suficiente de su dueño, armador o capitán, para todos los efectos y responsabi-
lidades subsecuentes que emanan de la atención de la nave en el puerto de recalada.
– El agente no se libera de tener que acreditar su nombramiento, de acuerdo
al artículo 920.
– El agente que solicite la atención de la nave, podrá ser preferido por la
Autoridad Marítima a cualquier otro que se presente con posterioridad.
– Y el agente de naves, en su primera presentación solicitando la atención
de una nave ante la autoridad de puerto de su arribo, deberá indicar el domicilio
del armador. Si no diere cumplimiento a esta obligación, o proporcionare mali-
ciosamente información falsa, responderá personalmente de las obligaciones por
él contraídas a nombre de su representado (artículo 925).
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
contratos, obligaciones e ilícitos que cometa el agente, por sí, o en los que incurran
las personas por las que responde de acuerdo a derecho.
• Responsabilidad ante la Autoridad Marítima: La misma norma dispone
que el consignatario de naves “tendrá la responsabilidad que le corresponda ante la
autoridad marítima en virtud de la ley y sin perjuicio de la que le afecte por sus propios
hechos o los de sus dependientes”.
El agente de naves es un auxiliar del comercio marítimo y, como tal, debe
actuar ante las autoridades, asumiendo las responsabilidades que se deriven de sus
acciones y omisiones, y de la de sus dependientes.
Los artículos 34 y siguientes del Reglamento regulan esta responsabilidad, que
calificaremos de infraccional, dotando a la misma autoridad de medidas disciplina-
rias para sancionarlas. Esta responsabilidad puede coexistir con las responsabilidades
civiles o criminales que surgieren de tales infracciones.
El artículo 36 del Reglamento faculta a la Autoridad Marítima para sancionar
a los Agentes por las infracciones cometidas en el ejercicio de su actividad, referida
a los aspectos técnicos marítimos, sin perjuicio de otras sanciones especiales que
fueren procedentes.
Para determinar la sanción aplicable, se establece la siguiente escala a recorrer,
según la gravedad de la falta, el perjuicio ocasionado, el interés fiscal comprometido
y los antecedentes del Agente. Las sanciones son: amonestación por escrito; multa
en moneda nacional hasta por un monto equivalente a cien Unidades de Fomento;
suspensión de hasta por un año, y eliminación del Registro.
La Autoridad Marítima debe proceder previa audiencia del afectado y me-
diante resolución fundada, en la que consten las infracciones cometidas. Mientras
que la amonestación y multa serán impuestas por el Gobernador Marítimo, con
jurisdicción en el puerto en el cual ejerce sus funciones el afectado, la suspensión
y eliminación del Registro sólo podrán ser impuestas por resolución del Director
General del Territorio Marítimo y de Marina Mercante.
Los artículos 37 y 38 conceden al afectado el derecho a solicitar al Gobernador
Marítimo que le hubiere impuesto la sanción, su reconsideración, y el derecho
de apelar para ante el Director General, o de solicitarle la reconsideración, si fue
éste quien le sancionó.
La responsabilidad pecuniaria de los agentes frente a la Autoridad Marítima
podrá hacerse efectiva sobre la garantía que hubieren otorgado (artículo 34).
• Responsabilidad excepcional por los hechos de su representado: El mis-
mo precepto en estudio dispone que “el agente de naves, en su primera presentación
solicitando la atención de una nave ante la autoridad de puerto de arribo deberá indicar
el domicilio del armador”, agregando que, “en caso que no diere cumplimiento a esta
obligación o proporcionare maliciosamente información falsa, el agente de naves respon-
derá personalmente de las obligaciones por él contraídas a nombre de su representado”.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
A primera vista, podría pensarse que se trata de una responsabilidad por los
hechos de sus mandantes, pero lo cierto es que esta responsabilidad deriva de su
propio incumplimiento de la obligación de indicar el domicilio del armador que
representa, sea por no hacerlo, o por proporcionar maliciosamente información falsa.
La expresión maliciosamente se refiere al dolo, por lo que un error en sumi-
nistrar esta información, así como la ignorancia, el error de hecho, no darían lugar
a la responsabilidad. Es necesario proceder con intención.
En este caso, la responsabilidad del agente es por las obligaciones por él contraí-
das, a nombre de su representado, lo que supone que haya actuado en representación
de su principal. Si lo hace a nombre propio es, evidentemente, responsable por sus
actos y obligaciones así contraídas, siendo indistinto si se declaró correctamente el
domicilio del armador.
• Limitación de responsabilidad. El agente de naves puede limitar su respon-
sabilidad en los casos que la ley le permite, tema que abordaremos por separado,
al tratar de la limitación de responsabilidad, al final de este Capítulo.
Agente Protector
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
Operador de Naves
60
Acta de la sesión del 5 de noviembre de 1986 de las Comisiones encargadas de la revisión del
Proyecto de Libro III del Código de Comercio, pp. 11 y ss., desde donde hemos extraído estas citas.
61
Ídem, p. 14.
62
Ídem, p. 11.
63
Ídem, p. 12.
64
Ídem, p. 13.
65
Ídem, p. 13.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
esferas que componen la gestión armatorial, esto es, puede hacer todo o parte de lo
que hace el propio armador.
– En el ámbito comercial, puede dedicarse a conseguir carga y empleo para
la nave, contactando embarcadores, fletadores, subfletadores, eligiendo puertos de
recalada y diseñando las rutas del tráfico.
– En el ámbito técnico, puede asumir la administración y el mantenimiento
de la nave, encargándose de tripularla y de dirigir los aspectos relativos a su con-
ducción y gobierno.
Entonces, las funciones del operador son variables, por lo que su calificación
jurídica es de suyo relativa. Llama la atención que el legislador, luego de reconocer
que el operador podía hacer una variedad de actividades (“de la uno a la cien mil…”),
circunscribió la relación entre éste y el armador a un mandato, y de acuerdo con el
artículo 20 del Código Civil, “Las palabras de la ley se entenderán en su sentido natural
y obvio, según el uso general de las mismas palabras; pero cuando el legislador las haya
definido expresamente para ciertas materias, se les dará en éstas su significado legal”.
En nuestro entender, no es una calificación imperativa, precisamente por la
gama de funciones que puede desempeñar el operador, de manera que al definirlas
y regularlas, armador y operador le darán a este un rol y un estatuto que bien podría
apartarse del mandato y elegir libremente la naturaleza de la convención o negocio
que celebren, en atención a sus necesidades concretas. A falta de regulación con-
vencional, tal designación se someterá a las reglas del mandato. En otras palabras,
estamos ante una calificación legal que es dispositiva y supletoria.
El operador del artículo 882 es distinto al operador de transporte multimodal,
que el artículo 1041 N° 2, define como “toda persona que, por sí o por medio de otra
que actúe en su nombre, celebra un contrato de transporte multimodal, actúa como
principal y asume la responsabilidad del cumplimiento del contrato”.
El transporte multimodal es definido en el número 1 de ese mismo precepto
como “el porteo de mercancías por a lo menos dos modos diferentes de transporte, desde un
lugar en que el operador de transporte multimodal toma las mercancías bajo su custodia
hasta otro lugar designado para su entrega”. Ahora, no obstante tratarse de conceptos
distintos, ello no impide que el operador del artículo 882 actúe, además, como un
operador de transporte multimodal.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
Administrador de Naves
a) Presentación. A diferencia del operador, el Libro III no define al admi-
nistrador, pero sí lo menciona en tres ocasiones:
– Primero, el artículo 1117, ubicado dentro de las normas del abordaje,
dispone: “Se aplicarán también las reglas de este párrafo, a los daños por abordaje
que ocurra entre naves pertenecientes a un mismo dueño o sometidas a una misma
administración”.
– En segundo lugar, el artículo 1130 inciso final, ubicado en las normas sobre
asistencia prescribe: “También se aplicarán si la nave asistida y la asistente pertenecen
a un mismo dueño o están sujetas a una misma administración”.
– La tercera situación se refiere a las naves emparentadas, que son susceptibles
de ser arraigadas. El artículo 1234 dispone que “Una nave podrá ser objeto de la me-
dida precautoria especial de que trata este párrafo, en los siguientes casos: …b) Cuando
el acreedor es titular de un privilegio sobre otra nave que pertenece al mismo dueño, o
está sujeta a la misma administración, o es operada por esa misma persona”.
Entonces, ¿quién es el administrador?
66
<http://www.rae.es/drae/> fecha de consulta, 28 de junio de 2012.
282 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
67
Antonio Brunetti, Derecho Marítimo Privado Italiano, Traducción de R. Gay de Montilla,
Barcelona, 1950, pp. 504 y 505.
284 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
define (en el artículo 318) al comisionista de transporte como “es aquel que, en
su propio nombre pero por cuenta ajena, trata con un porteador la conducción de
mercaderías de un lugar a otro”.
En su esencia, el comisionista de transporte coincide con el agente de carga. Si
bien esta definición se refiere al porteo de mercancías por tierra, ríos y canales nave-
gables, conceptualmente coincide con el agente de carga en el transporte marítimo.
Por su parte, la Resolución N° 2750, del 28 de marzo de 2008, del Servicio
Nacional de Aduanas, que establece normas para el registro, fiscalización y aplica-
ción de la jurisdicción disciplinaria del Director Nacional de Aduanas, respecto de
la actividad de los Agentes de Carga y Transitarios, define a Agente de Carga como
“la persona natural o jurídica, chilena o extranjera, que por cuenta del consignante o
consignatario de la mercancía y contra el pago de una remuneración, gestiona las ope-
raciones de carga o descarga en el embarque o desembarque internacional de la misma”.
iv) El transitario como un intermediario del transporte marítimo. El
transitario es un intermediario en la contratación del transporte de mercancías,
su rol se sitúa entre los transportadores que ofrecen el servicio y los cargadores
que lo emplean.
Desde el punto de vista del lugar en que se efectúa el transporte, puede ser
un transitario terrestre, aéreo, ferroviario, marítimo o multimodal, según el tipo de
transporte(s) que gestione. La intermediación dependerá del medio de transporte
que se transe.
Como intermediario, este personaje se sitúa entre los cargadores y los
transportadores. En la medida que el transitario mantenga su independencia y
autonomía, la figura se conserva conceptualmente depurada, como sucede cuando
su actuación se limita a la de un corredor, contactando a cargadores y transpor-
tadores, pero sin representar los intereses de unos ni de otros. Pero si el forwarder
inclina su participación hacia una de ambas partes de este contrato, la figura del
intermediario se confunde con la de esa parte, transformándose en su mandatario,
o en su trabajador si los liga un contrato de trabajo.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
68
<www.rae.es>, fecha de consulta, 4 de agosto de 2012.
288 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
69
Decreto Supremo N° 374, Ministerio de Relaciones Exteriores, año 1934, publicado en
el Diario Oficial de fecha 25 de abril de 1934.
290 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
70
Aprobado por el D.S. N° 31, Ministerio de Defensa, Subsecretaría de Marina, de fecha 14
de enero de 1999, dictado en cumplimiento a lo prescrito en el artículo 73 de la Ley de Navegación.
sario, las limitaciones y restricciones necesarias y, en todo caso, el plazo máximo para
completar su dotación de acuerdo con el certificado pertinente.
La dotación de seguridad recibe el calificativo de “mínima”, por cuanto los
armadores podrán cubrir las plazas con gente de mar que posea un título superior
al fijado en la dotación de seguridad, así como ampliar su número cuando lo
consideren conveniente, dentro de los límites que les permita el Certificado de
Seguridad (artículo 8, inciso segundo).
iii) Certificado de Dotación Mínima de Seguridad. La dotación mínima de
seguridad se acredita por un certificado que la Autoridad Marítima competente
entregará a cada nave o artefacto naval, con el número y categoría profesional
de los oficiales y tripulantes que constituyen su dotación mínima de seguridad,
de acuerdo con el modelo de “Certificado de Dotación Mínima de Seguridad”,
aprobado por el Director General de Territorio Marítimo y de Marina Mercante.
Dicho certificado contiene, en su caso, las limitaciones impuestas a la nave
o artefacto naval (artículo 5).
Es responsabilidad del capitán de la nave o artefacto naval, mantenerlo a
bordo y exhibirlo a la autoridad marítima cada vez que le sea requerido (artículo 7).
iv) Determinación de la Dotación Mínima de Seguridad. Corresponde a
la Autoridad Marítima la determinación del número y categorías profesionales de
los oficiales y tripulantes de las dotaciones mínimas de seguridad, lo que se efectúa
teniendo en cuenta que, para cada caso, sean los mínimos que deben llevar las naves
y artefactos navales para que su navegación u operación se realicen en las debidas
condiciones de seguridad, en conformidad con las resoluciones, recomendaciones
y directrices de la Organización Marítima Internacional (artículo 8).
Las dotaciones mínimas de seguridad de las naves y artefactos navales mayores
serán fijadas por el Director General o el Oficial Superior que aquél designe, mien-
tras que las correspondientes a las naves y artefactos navales menores serán fijadas
por el Gobernador Marítimo o el Capitán de Puerto respectivo, de la jurisdicción
en que operen habitualmente (artículo 9).
v) Dotaciones Mínimas en Puerto y de Para. La dotación mínima puede
clasificarse en dotación de puerto o de para:
– Dotación de puerto. Durante su permanencia en puerto, las naves o arte-
factos navales deberán mantener a bordo, como guardia de seguridad, un porcentaje
de su dotación mínima de seguridad, que comprenda un número suficiente de
personal idóneo, que le permita reaccionar en situaciones de emergencia y que
incluya personal de oficiales y tripulantes, de cubierta y de máquina (artículo 15).
– Dotación de para. Mientras que las naves o artefactos navales que se
encuentren de “para”, concepto que el artículo 1, letra f), define como “aquella
nave impedida de navegar por sus propios medios y cuya seguridad descansa en su
maniobra de fondeo o amarre”, “por reparaciones, desguace, pontón u otro motivo,
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
71
Tal discusión se explica in extenso en Sujetos de Derecho Marítimo, de Maximiliano
Genskowsky Moggia y Claudio Barroilhet Acevedo, Santiago, 2010, Librotecnia, pp. 288 y ss.
294 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
298 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
orden jerárquico entre los Oficiales, deban asumir las funciones de tal, mientras
subsista dicho obstáculo (artículo 79).
Las horas de comida no serán consideradas para los efectos de la jornada ordi-
naria de trabajo (artículo 80).
• Jornada Extraordinaria. Se entiende por jornada extraordinaria la que
excede del máximo legal o de la pactada contractualmente, si fuere menor. Las
partes podrán pactar horas extraordinarias, sin sujeción al máximo establecido en
el artículo 42 del Decreto Ley N° 2.200, del año 1978 (hoy Código del Trabajo).
Distinguiremos entre jornadas extraordinarias remuneradas y no remuneradas.
– Remunerada: Las horas extraordinarias se pagarán con un recargo del
cincuenta por ciento sobre el sueldo convenido, y deberán liquidarse y pagarse
conjuntamente con las remuneraciones ordinarias, de conformidad a lo dispuesto
en el artículo 212 del Código del Trabajo (artículo 81).
– No remunerada: No dan derecho a remuneración por sobretiempo las
horas de trabajo extraordinario que ordene el Capitán, cuando la seguridad de
la nave, de las personas embarcadas o del cargamento, esté en peligro por fuerza
mayor; cuando sea necesario salvar otra nave o embarcación cualquiera, para
evitar la pérdida de vidas humanas, o cuando sea necesario instruir al personal
en zafarranchos de incendios, botes salvavidas y otras maniobras y ejercicios de
salvamento (artículo 82).
Esta es una manifestación de cómo el interés de la seguridad en la navega-
ción prevalece sobre el derecho del tripulante al descanso, alternando las normas
generales sobre descanso laboral.
Asimismo, el trabajo extraordinario que sea necesario ejecutar fuera de turno
para seguridad de la nave o cumplimiento del itinerario del viaje, no dará derecho
a sobretiempo al Oficial responsable, cuando tenga por causa errores náuticos o
profesionales o negligencias de su parte, sea en la conducción o mantenimiento
de la nave en la mar, o en la estiba, entrega o recepción de la carga, sin perjuicio
de las sanciones disciplinarias que los reglamentos marítimos autoricen.
Tampoco tendrán derecho a sobretiempo por trabajos fuera de turnos, los
Oficiales de máquinas, cuando por circunstancias similares sean responsables de
desperfectos o errores ocurridos durante su respectivo turno (artículo 83).
• Descansos. El Capitán, los Oficiales y Tripulantes a bordo de naves se
encuentran exceptuados del descanso dominical y de días festivos, de conformidad
a lo dispuesto en el número 5º del artículo 49 del Decreto Ley N° 2.200 (artículo
84), pero en tales días no se exigirá a la dotación otros trabajos que aquellos que
los que no pueden postergarse y que sean indispensables para el servicio, seguridad,
higiene y limpieza de la nave.
Exceptúanse los días domingos o festivos en que la nave entre a puerto o salga de
él, en los casos de fuerza mayor ni respecto del personal encargado de la atención de
los pasajeros o de los trabajadores que permanezcan a bordo de la nave (artículo 84).
a) Presentación. Este es el nombre del Párrafo 1 del Capítulo III, del Título
II del Libro I del Código del Trabajo, cuyo título, a su vez, reza, “Del contrato
de los trabajadores embarcados o gente de mar y de los trabajadores portuarios
eventuales”.
Estamos ante la que denominamos vertiente privada del régimen legal de la
gente de mar, que se constituye por las relaciones que existen entre la dotación y su
empleador, sea éste el armador, el operador o el propietario de una nave, que tienen
su fuente en un contrato de trabajo y no en un Reglamento de la autoridad (vertiente
pública). Empero, si bien esta relación tiene su fuente en un contrato entre privados,
su contenido está delimitado por las normas imperativas del Derecho del Trabajo.
300 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
• Empleador. De acuerdo al artículo 102 del Código del Trabajo, “Es em-
pleador, para los efectos de este párrafo, todo dueño o armador u operador a cualquier
título de un buque mercante nacional”.
De acuerdo al artículo 4 del Código del Trabajo, “para los efectos previstos en
este Código, se presume de derecho que representa al empleador y que en tal carácter
obliga a éste con los trabajadores, el gerente, el administrador, el capitán de barco y, en
general, la persona que ejerce habitualmente funciones de dirección o de administración
por cuenta o representación de una persona natural o jurídica”.
• Trabajador. En general, la parte del trabajador está constituida por la gente
de mar. Según el artículo 96, “Se entiende por personal embarcado o gente de mar el
que, mediando contrato de embarco, ejerce profesiones, oficios u ocupaciones a bordo
de naves o artefactos navales”.
Agrega el artículo 99 que “Los hombres de mar contratados para el servicio
de una nave constituyen su dotación”. Luego, según el artículo 100, la dotación de
la nave se compone del capitán, oficiales y tripulantes. Los oficiales, atendiendo su
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
h) Requisitos del contrato de embarco. Este contrato debe cumplir con
tres requisitos. Debe escriturarse, contener ciertas cláusulas y ser autorizado por
la Autoridad Marítima.
i) Escrituración. El contrato de embarco debe celebrarse por escrito, así se
desprende del artículo 103 que le exige contener los requisitos del artículo 10 y
los demás especiales de dicha norma.
Por lo demás, este contrato debe ser firmado, y la única forma de cumplir
con esta formalidad es mediante su escrituración previa, de hecho, según el inciso
primero artículo 105: “Si por motivos extraordinarios la nave se hiciere a la mar con
algún oficial o tripulante que no hubiere firmado su contrato de embarco, el capitán
deberá subsanar esta omisión en el primer puerto en que recalare, con la intervención
de la autoridad marítima de éste; pero, en todo caso, el individuo embarcado deberá
haber sido registrado en el rol de la nave”.
ii) Estipulaciones que debe contener. De acuerdo al artículo 103, “El con-
trato de embarco, además de lo expresado en el artículo 10, deberá indicar:
a) nombre y matrícula de la nave o naves;
b) asignaciones y viáticos que se pactaren, y
c) puerto donde el contratado debe ser restituido”.
iii) Autorización de la Autoridad Marítima. Dispone el artículo 98 que
“Dicho contrato debe ser autorizado en la Capitanía de Puerto en el litoral y en los
consulados de Chile cuando se celebre en el extranjero”.
304 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
que se trate de labores similares, que el nuevo sitio o recinto quede dentro del mismo
lugar o ciudad, sin que ello importe menoscabo para el trabajador”.
Agrega la norma que “Por circunstancias que afecten a todo el proceso de la
empresa o establecimiento o a alguna de sus unidades o conjuntos operativos, podrá el
empleador alterar la distribución de la jornada de trabajo convenida hasta en sesenta
minutos, sea anticipando o postergando la hora de ingreso al trabajo, debiendo dar
el aviso correspondiente al trabajador con treinta días de anticipación a lo menos”.
La particularidad del contrato de embarco consiste en que basta la ocurrencia
de un caso que el capitán califica unilateralmente como fuerza mayor (con la sola
formalidad de dejar constancia del mismo en la bitácora), para que el trabajador
deba realizar otras funciones distintas a las pactadas, sin que tampoco operen las
limitaciones del artículo 12, esto es, que sean labores similares, se presten en el
mismo recinto y no menoscaben al trabajador. Esto, porque la seguridad de la
nave y el éxito de la expedición marítima son valores supremos ante los cuales
ceden otras normas o instituciones, como sucede en este caso con el jus variandi.
i) Jornada semanal de trabajo. De acuerdo con el artículo 106, “La jornada
semanal de la gente de mar será de cincuenta y seis horas, distribuidas en ocho horas
diarias”. En consecuencia, a bordo de la nave, se trabaja la semana completa, sin
descanso dominical, pero existe una limitación, cual es que, según el artículo 110,
“En los días domingo o festivos no se exigirán a la dotación otros trabajos que aquellos
que no puedan postergarse y que sean indispensables para el servicio, seguridad, higiene
y limpieza de la nave”.
Según el artículo 119, “Las horas de comida no serán consideradas para los
efectos de la jornada ordinaria de trabajo”.
ii) Distribución de la jornada semanal. Corresponde, de acuerdo al artículo
107, al armador, directamente o por intermedio del capitán, la distribución de las
jornadas de que trata el artículo anterior.
iii) Funciones de labor continua y sostenida. La disposición relativa a la
jornada semanal del artículo 106 no es aplicable al capitán, o a quien lo reem-
plazare, debiendo considerarse sus funciones como de labor continua y sostenida
mientras permanezca a bordo.
Tampoco se aplicará dicha disposición al ingeniero jefe, al comisario, al
médico, al telegrafista a cargo de la estación de radio y a cualquier otro oficial
que, de acuerdo al reglamento de trabajo a bordo, se desempeñe como jefe de un
departamento o servicio de la nave y que, en tal carácter, deba fiscalizar los trabajos
ordinarios y extraordinarios de sus subordinados (artículo 108).
iv) Horas extraordinarias. El artículo 106 permite a las partes pactar horas
extraordinarias, sin sujeción al máximo establecido en el artículo 31 (dos por día).
Según el artículo 106, no obstante que la duración de la jornada semanal es de 56
horas (porque se trabaja los domingos), sólo para los efectos del cálculo y pago de
las remuneraciones, el exceso de cuarenta y cinco horas semanales se pagará siempre
con el recargo establecido en el inciso tercero del artículo 32 (cincuenta por ciento
sobre el sueldo convenido para la jornada ordinaria).
Según el artículo 117, no dan derecho a remuneración por sobretiempo, las
horas de trabajo extraordinario que ordene el capitán, en las siguientes circunstancias:
– Cuando esté en peligro la seguridad de la nave o de las personas embarcadas,
por circunstancias de fuerza mayor;
– Cuando sea necesario salvar otra nave o embarcación cualquiera o para
evitar la pérdida de vidas humanas.
En estos casos, las indemnizaciones que se perciban se repartirán en confor-
midad a lo pactado o en subsidio, a la costumbre internacional.
– Cuando sea necesario instruir al personal en zafarranchos de incendio,
botes salvavidas y otras maniobras y ejercicios de salvamento.
Respecto a la última hipótesis, es necesario traer a colación el artículo 1147 del
Código de Comercio, que señala que
“Cuando corresponda aplicar la ley nacional, la distribución se regirá por las siguientes
reglas:
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
1. Previa deducción de la proporción de costos fijos y variables de la nave, incluidos los
costos y daños causados por el auxilio, corresponderá al armador la mitad de la remu-
neración líquida, y
2. La otra mitad se distribuirá entre la dotación en proporción a sus sueldos o salarios
base. En todo caso, la cuota del capitán no podrá ser inferior al doble de la proporción
que le correspondería según su sueldo base.
Cuando deba distribuirse la parte de la compensación especial de que tratan los artículos
1141 y 1142, se asignará a cada ítem la cantidad que respectivamente haya fijado el
tribunal, y lo que corresponda a remuneración del personal, si nada se expresa en el fallo,
se repartirá según lo dispuesto en el número 2 de este artículo.
En las naves dedicadas exclusivamente a la prestación de auxilios, la distribución aten-
derá primero a los pactos que existieren entre el dueño o armador de la nave asistente y
su dotación”.
Otra situación de improcedencia de las horas extraordinarias está en el artículo
118, que dispone:
“El trabajo extraordinario que sea necesario ejecutar fuera de turno para seguridad de
la nave o cumplimiento del itinerario del viaje, no dará derecho a sobretiempo al oficial
responsable, cuando tenga por causa errores náuticos o profesionales o negligencia de su
parte, sea en la conducción o mantenimiento de la nave en la mar, o en la estiba, entrega
o recepción de la carga; sin perjuicio de las sanciones disciplinarias que los reglamentos
marítimos autoricen.
Tampoco tendrán derecho a sobretiempo por trabajos fuera de turnos, los oficiales de
máquinas, cuando por circunstancias similares sean responsables de desperfectos o errores
ocurridos durante su respectivo turno”.
v) Descanso dentro de la jornada. Según el artículo 116, “el descanso mínimo
de los trabajadores a que se refiere este párrafo será de ocho horas continuas dentro de
cada día calendario”.
vi) Descanso semanal. La regla general es que se trabaje los domingos, pero
durante esos días sólo se efectúan las labores impostergables e indispensables para
el servicio, seguridad, higiene y limpieza de la nave. Esta limitación a la jornada
dominical (que la propia ley califica como descanso), no opera los días domingos
o festivos en que la nave entre a puerto o salga de él, en los casos de fuerza mayor
ni respecto del personal encargado de la atención de los pasajeros o de los traba-
jadores que permanezcan a bordo de la nave (artículo 111).
Pero no será obligatorio el trabajo en días domingo o festivos, cuando la
nave se encuentre fondeada en puerto. En este caso, la duración del trabajo en la
semana correspondiente, no podrá en este caso exceder de cuarenta y ocho horas
(artículo 109).
vii) Descanso al término del embarque. Dispone el inciso segundo del ar-
tículo 111 que, al término del período de embarque, el empleador deberá otorgar
un día de descanso, en compensación a las actividades realizadas en todos los días
domingo y festivos en que los trabajadores debieron prestar servicios durante el
período respectivo.
Cuando se hubiera acumulado más de un día de descanso en una semana,
se aplicará lo dispuesto en el inciso quinto del artículo 38, que permite a las partes
acordar una forma especial de distribución o de remuneración de los días de descanso
que excedan de uno semanal. En este último caso, la remuneración no podrá ser
inferior al cincuenta por ciento sobre el sueldo convenido para la jornada ordinaria.
308 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
ii) Por servicio militar del trabajador embarcado. Según el artículo 122,
“cuando algún individuo de la dotación sea llamado al servicio militar, quedará ter-
minado el contrato y el armador o el capitán, en su representación, estará obligado a
costear el pasaje hasta el puerto de conscripción”.
iii) Causas especiales de la Ley de Navegación. Dispone su artículo 76, que
“sin perjuicio de las normas generales que rigen las relaciones laborales, el personal
de dotación de una nave nacional dejará de pertenecer a ella, por causas relativas a
aspectos de orden, seguridad y disciplina, en los siguientes casos:
1. Por falta o pérdida de su aptitud profesional o física, debidamente comprobada
por la Autoridad Marítima en la forma que señale el reglamento;
2. Por cancelación o suspensión del título, licencia, matrícula o permiso; o por
otras causas que lo inhabiliten para el ejercicio de su empleo, a juicio de la Autoridad
Marítima, y
3. Por faltas gravísimas, debidamente comprobadas por la Autoridad Marítima”.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
a) Presentación. Este es el nombre del Párrafo 2 del Capítulo III, del Título
II del Libro I del Código del Trabajo, cuyo título, a su vez, reza, “Del contrato
de los trabajadores embarcados o gente de mar y de los trabajadores portuarios
eventuales”.
El artículo 133 define al trabajador portuario, como aquel que realiza fun-
ciones de carga y descarga de mercancías y demás faenas propias de la actividad
portuaria, tanto a bordo de naves y artefactos navales que se encuentren en los
puertos de la República, como en los recintos portuarios.
Señala esta norma que las funciones y faenas a que se refiere el inciso anterior
podrán ser realizadas por trabajadores portuarios permanentes, por trabajadores
afectos a un convenio de provisión de puestos de trabajo y por otros trabajadores
eventuales.
b) Concepto. De acuerdo con el artículo 134, “El contrato de los trabajadores
portuarios eventuales es el que celebra el trabajador portuario con un empleador, en
virtud del cual aquél conviene en ejecutar una o más labores específicas y transitorias
de carga y descarga de mercancías y demás faenas propias de la actividad portuaria,
a bordo de las naves, artefactos navales y recintos portuarios y cuya duración no es
superior a veinte días”.
El artículo 134 se refiere a la fuente de este contrato, señalando que éste puede
celebrarse en cumplimiento de un convenio sobre provisión de puestos de trabajo
suscrito entre uno o más empleadores y uno o más trabajadores portuarios, o entre
aquél o aquéllos y uno o más sindicatos de trabajadores eventuales o transitorios.
Agrega que estos convenios se regirán por lo dispuesto en el artículo 142, y no
tendrán carácter de contrato de trabajo para ningún efecto legal, sin perjuicio de
los contratos individuales de trabajo a que ellos den origen.
i) Del empleador. De acuerdo con el artículo 136, el empleador que contrate
a uno o más trabajadores portuarios eventuales deberá:
• Tener oficina establecida en cada lugar donde desarrolle sus actividades;
• Cumplir con las condiciones y mantener el capital propio o las garantías
que señale el reglamento, el que será expedido a través del Ministerio del Trabajo
y Previsión Social y llevará, además, la firma del Ministro de Defensa Nacional.
La referencia debe entenderse efectuada al Reglamento de Trabajos Portuarios,
promulgado por el D.S. N° 48, del Ministerio del Trabajo, publicado en el Diario
Oficial del 30 de mayo de 1986.
• El empleador, sus representantes o apoderados deberán ser chilenos. Si
el empleador fuere una sociedad o una comunidad, se considerará chilena siem-
pre que tenga en Chile su domicilio principal y su sede real y efectiva; que sus
administradores, presidente, gerente o directores, según el caso, sean chilenos; y
que más del cincuenta por ciento del capital social, o del haber de la comunidad,
pertenezca a personas naturales o jurídicas chilenas.
De acuerdo al artículo 145, la infracción a lo dispuesto en el artículo 136
se sancionará con una multa a beneficio fiscal de cinco a veinticinco unidades
tributarias mensuales, que se duplicará en caso de reincidencia.
ii) Del trabajador. Según el artículo 133, el trabajador portuario deberá
efectuar un curso básico de seguridad en faenas portuarias en un Organismo Téc-
nico de Ejecución, autorizado por el Servicio Nacional de Capacitación y Empleo,
como requisito para desempeñar las funciones a que se refiere el inciso primero.
Este curso deberá tener los requisitos y la duración que fije el reglamento.
d) Representación del empleador. Señala el artículo 135 que, para los
efectos de este contrato, será aplicable la presunción de derecho que establece el
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
f) Jornada de trabajo. Según el artículo 137, letra b), la jornada ordinaria
de trabajo se realizará por turno, tendrá la duración que las partes convengan y no
podrá ser superior a ocho ni inferior a cuatro horas diarias.
La misma norma permite al empleador extender la jornada ordinaria sobre
lo pactado, siempre que deban terminarse las faenas de carga y descarga, pero sin
que, en ningún caso, ésta exceda las diez horas diarias.
Agrega la norma que las horas trabajadas en exceso sobre la jornada pactada
se considerarán extraordinarias, se pagarán con un recargo del cincuenta por ciento
de la remuneración convenida y deberán liquidarse y pagarse conjuntamente con
la remuneración ordinaria del respectivo turno.
Según el artículo 140, constituirá un incumplimiento grave de las obligaciones
que impone el contrato, y por tanto habilitará al empleador a ponerle término a
éste, el atraso en que incurra el trabajador en la presentación a las faenas.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
Prácticos y Pilotos
a) Presentación. Así como los agentes son auxiliares del negocio marítimo
en su faz comercial, los prácticos y pilotos asisten en la navegación; son auxiliares
del armador, o más precisamente del capitán, en los aspectos náuticos, y en
especial en la navegación en los puertos, en los canales y en las zonas peligrosas.
Otra característica es que su presencia en este negocio, y en concreto a bordo
de la nave que asesoran, es forzosa: ella es impuesta por la ley y su actividad está
reglamentada por la Autoridad Marítima. Están regulados en los artículos 34 a 38
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
f) Requisitos para desempeñarse como práctico o piloto. Para ser práctico
o piloto, es necesario cumplir con los requisitos legales y ser nombrado como tal.
Los prácticos oficiales de la Armada Nacional se nombran por decreto del Presi-
dente de la República y los prácticos autorizados, mediante resolución del Director
General del Territorio Marítimo y de Marina Mercante.
De acuerdo con el artículo 6 del Reglamento de P, el ingreso, permanencia y
retiro del servicio de los prácticos oficiales, se regirá por las disposiciones estable-
cidas en el Estatuto del Personal de las Fuerzas Armadas, y ellos serán destinados
al servicio de pilotaje y/o de practicaje, según lo estime necesario la Dirección
General del Territorio Marítimo y de Marina Mercante.
Por su parte, los prácticos autorizados son designados por la Dirección
General de entre los capitanes de la Marina Mercante Nacional, los ex prácticos
oficiales, o los oficiales ejecutivos de cubierta de la Armada en retiro, de grado no
inferior a Capitán de Fragata al momento de su retiro, que cumplan con los demás
requisitos que establece el Reglamento. El Director General también podrá poner
término a su nombramiento, conforme a las causales establecidas por el artículo 18
del mismo cuerpo reglamentario. Estos prácticos autorizados no tendrán la calidad
de empleados de la Dirección General del Territorio Marítimo y de Marina Mer-
cante, y sólo gozarán de los emolumentos que por los servicios prestados determine
el reglamento respectivo, aprobado por D.S. N° 427, Subsecretaría de Marina, del
año 1979, los que serán de cargo y costo del armador o del agente de naves que haya
solicitado sus servicios.
Pueden postular a prácticos autorizados, sea en calidad de práctico de puerto
o piloto de canales, quienes:
– Cumplan con las normas psicofísicas;
– Acrediten, a satisfacción de la Dirección General, su idoneidad profesional,
la aprobación del Curso General de Practicaje y Pilotaje;
– Reúnan los respectivos requisitos para ejercer funciones de practicaje de
puerto o de canales, según si los postulantes sean ex prácticos oficiales o autorizados;
capitanes de alta mar u oficiales ejecutivos de la Armada, en retiro, y
– Hayan cumplido un período de entrenamiento, en las condiciones que
fije la Dirección General (artículo 12 del Reglamento de P).
Cumplidos los requisitos reglamentarios, los antecedentes de los postulantes a
práctico autorizado, serán analizados por un Consejo de Selección (artículo 14 del
mismo Reglamento) para determinar si procede o no su nombramiento.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
Limitación de responsabilidad
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
facultades esenciales del dominio, sino en virtud de ley general o especial que autorice
la expropiación por causa de utilidad pública o de interés nacional calificada por el
legislador”. Esto significa que el acreedor es dueño del derecho a recibir el monto de
su crédito indemnizatorio, y que nadie puede privarlo del mismo, salvo mediante
una ley expropiatoria. La limitación de responsabilidad consiste, precisamente, en
una cercenación al quantum del crédito indemnizatorio y por ello conlleva una
privación a la propiedad del acreedor.
– Según el mismo precepto constitucional, “Sólo la ley puede establecer el
modo de adquirir la propiedad, de usar, gozar y disponer de ella y las limitaciones y
obligaciones que deriven de su función social”. Así, a tal infracción a la garantía cons-
titucional, se agrega la vulneración al artículo 19 N° 26 de la misma Constitución,
que impide que los preceptos legales que regulen las garantías constitucionales
afecten a los derechos en su esencia.
En suma, la limitación: o es una privación de la propiedad, sin una ley ex-
propiatoria que la autorice, o una regulación que la vulnera en su esencia.
– Se atenta contra el artículo 19 N° 2 de la Carta Fundamental, que asegura
la igualdad ante la ley, señalando que “ni la autoridad ni la ley podrán establecer
diferencias arbitrarias”. La igualdad ante la ley recibe una aplicación especial en
materia económica en el artículo 19 N° 22 de la misma Constitución, que asegura
“la no discriminación arbitraria en el trato que debe dar el Estado y sus organismos en
materia económica”. Se discurre que la limitación de responsabilidad es un beneficio
del que no gozan los demás deudores comunes (o empresarios no marítimos), por
lo que ella importa una discriminación en favor del negocio marítimo, en desmedro
de sus usuarios y de los demás empresarios.
– En fin, tratándose de la limitación respecto a indemnizaciones por muer-
te, lesiones corporales u otros daños a las personas, la limitación atenta contra el
derecho a la vida y a la integridad física y psíquica de las personas, bienes jurídi-
cos que son protegidos por el artículo 19 N° 1 de la Constitución chilena, por
cuanto la indemnización de tales perjuicios está destinada a colocar al acreedor
del respectivo crédito en una situación similar a la que se encontraba antes de la
lesión o destrucción de tal bien jurídico. De esta manera, al cercenar el monto del
crédito de resarcimiento, se frustra su función indemnizatoria y se daña al bien
jurídico. La limitación a la reparación de la lesión al bien jurídico importa en sí
un daño al mismo bien.
En defensa de la constitucionalidad de la limitación, el Profesor Christian
Fox Igualt72 se hace cargo de cada uno de los ataques:
72
Christian Fox Igualt, Limitación de responsabilidad del armador y principio de reparación
integral de los acreedores, Editorial Librotecnia, Santiago, 2004, pp. 109 y ss.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
– Por el contrario, si el valor de la nave era mayor que el monto de los créditos
respecto de los cuales el naviero quería limitar su responsabilidad, estaba forzado
a abandonarla y subastarla para gozar de la limitación, debiendo desprenderse de
su capital de trabajo.
El régimen de limitación de responsabilidad instaurado el año 1988 se basa en
el denominado sistema tarifario, forfeitario, inglés o ad valorem, que es el sistema
consagrado en las convenciones internacionales que regulan la limitación de respon-
sabilidad por reclamos marítimos. En este sistema, el quantum al que se limita la
responsabilidad se determina en función del tonelaje de registro grueso de la nave,
según el arqueo (o volumen) del buque, en forma directamente proporcional: a mayor
volumen de la nave, más alto es el monto al que se limita la responsabilidad. Esta
proporcionalidad se explica en que, a mayor capacidad de transporte de la nave, más
provecho económico puede obtenerse en su explotación, lo que justificaría elevar los
límites de exposición patrimonial de su armador.
Comparado con el abandono, la ventaja de este sistema es que el armador no se
ve compelido a desprenderse de la nave para gozar del beneficio de la limitación; el
acreedor no ve condicionado su pago al resultado de la expedición (porque el límite
se calcula en base al tonelaje de arqueo la nave, cualquiera sea su estado material y
valor al término del viaje) y se puede calcular el límite con anticipación, aun antes del
inicio de la expedición marítima que da origen a la responsabilidad que se limitará,
lo que facilita el cálculo de las primas de seguros de responsabilidad.
Sin embargo, se le critica que al cuantificar la responsabilidad en función del
tonelaje de registro de la nave, se coloca en una misma posición y tratamiento a los
armadores de naves de distinta calidad y valor, beneficiando a los navieros de las
naves de mayor valor y perjudicando a los de las naves de menor valor.
la remuneración, la ley ordena al juez fijarla con la intención de alentar las ope-
raciones de asistencia.
En este sentido, la limitación de responsabilidad es contraproducente a este
fin, puesto que si se permite al armador de la nave salvada limitar su responsabi-
lidad respecto del pago de la remuneración por el servicio, o el reembolso de los
gastos causados en este, se merma el correlativo derecho del asistente, haciéndose
menos atractivo iniciar operaciones de asistencia a una nave o artefacto naval en
peligro. Por lo demás, el armador de la nave asistida sería doblemente beneficiado:
con el salvamento de la embarcación y, además, con el límite por el pago de la
remuneración.
ii) Créditos por contribución en avería gruesa. El mismo artículo 893 N° 1
excluye la limitación de responsabilidad respecto de los créditos por contribución
en avería gruesa.
La avería gruesa es una institución peculiar del Derecho Marítimo, que consiste
en colectivizar los efectos económicos de un peligro que sobrevenga a la expedición
marítima, de manera que los sacrificios y gastos que derivan de hacerle frente a un
peligro común deben ser soportados por los distintos intereses comprometidos en
la respectiva expedición, tales como la nave, carga y flete, quienes deben contribuir
a solventarlos, en proporción a sus respectivos valores al término del viaje.
Así, declarada la avería y admitidos los gastos y sacrificios, en un proceso que
se denomina liquidación de la avería gruesa, tales interesados deben reembolsar a
quien haya efectuado los referidos sacrificios y gastos, según su respectivo importe.
La limitación no puede oponerse a esta obligación de contribuir en la avería gruesa,
porque ella distorsionaría el principio de la avería gruesa, que consiste en colecti-
vizar los efectos económicos de un peligro común, en proporción al valor de cada
uno de los intereses involucrados. Si se acepta la limitación, habrá interesados que
contribuirán menos que otros, como es el caso del armador, transportador y demás
personas habilitadas para limitar; y otros que contribuirán más, como probable-
mente sucederá con los intereses de la carga, quienes no tiene derecho a limitar.
iii) Créditos laborales de la tripulación. El mismo artículo 893 N° 2 excluye
la aplicación de las disposiciones relativas a limitación de responsabilidad “a los
créditos del capitán, de los oficiales y miembros de la tripulación, o de cualquier otro
dependiente del propietario o armador de la nave que se encuentre a bordo o cuyas
funciones se relacionen con el servicio de la misma, y que se deriven de sus respectivos
derechos laborales”.
En este caso, huelga una mayor explicación acerca de su ratio legis: la limitación
de responsabilidad cede ante los derechos de los trabajadores; un armador no puede
limitar sus obligaciones laborales, porque ello sería beneficiarse a costa de un perjuicio
económico a sus trabajadores.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
significa que se trata de responsabilidades que corren por cuerda separada, y que si
existen eventos de contaminación marina, la respectiva responsabilidad se somete
al régimen de responsabilidad de la Ley de Navegación y no al sistema general de
limitación de responsabilidad del Libro III.
Entonces, en este caso, si bien no procede limitar responsabilidad de acuer-
do al sistema general del Libro III, el derecho a limitar existe, pero se sujeta a un
régimen especial y distinto.
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
El tonelaje de registro es una medida de volumen que cuantifica los espacios que
existen dentro de la embarcación.
El segundo factor son los Derechos Especiales de Giro, que nuestro Libro III
denomina Unidades de Cuenta. Entonces, en función del tonelaje existe una canti-
dad de Derechos Especiales de Giro a los cuales se puede limitar la responsabilidad.
La fórmula es directamente proporcional: a mayor tonelaje, mayor es la
cantidad de las Unidades de Cuenta, esto es, se eleva el monto del límite.
Tratándose del tonelaje, el artículo 900 nos indica que “El tonelaje que
sirve de base para calcular la limitación, es el de arqueo bruto determinado según el
procedimiento establecido en el Convenio Internacional sobre Arqueo de Buques y sus
anexos, vigente en Chile”.
Este Convenio fue suscrito en Londres el 23 de junio de 1969, regula la
determinación del arqueo de los buques que realizan viajes internacionales, y para
ello distingue entre el Arqueo bruto, referido al tamaño total de un buque y el
Arqueo neto, referido a la capacidad utilizable de un buque, ambos calculados de
acuerdo con las disposiciones del mismo Convenio.
La determinación de los arqueos bruto y neto se efectuará por la Administra-
ción del respectivo país, que en nuestro caso corresponde a la Dirección General
del Territorio Marítimo y Marina Mercante, y se hace de acuerdo al Reglamento
para la determinación de los arqueos bruto y neto de los buques, anexado al
mismo Convenio. El procedimiento termina con la expedición de un Certificado
Internacional de Arqueo a todo buque cuyos arqueos bruto y neto hayan sido
determinados, conforme a las disposiciones del presente Convenio.
El artículo 899 establece un límite mínimo o piso de 500 toneladas, e indica:
“Para determinar el límite de la responsabilidad de un armador, que se contempla
en este párrafo, toda nave de menos de 500 toneladas de arqueo, se considerará como
de ese tonelaje”.
Respecto a las Unidades de Cuenta. Según el artículo 1244, se entienden
como unidades de cuenta los Derechos Especiales de Giro (conocido por su sigla
DEG, o Special Drawing Right: SDR).
Artículo 1244: “Cuando en este Libro se indique una cantidad o el valor de una in-
demnización en unidades de cuenta, o que deben establecerse en función de aquéllas,
se entenderá por tal, a la unidad denominada Derecho Especial de Giro, definida por
el Fondo Monetario Internacional o la que lo reemplace. El valor del Derecho Especial
de Giro se calculará según el método de evaluación, establecido por el Fondo Monetario
Internacional en sus operaciones y transacciones, a la fecha del cumplimiento de la obli-
gación de que se trate. La determinación de la equivalencia del Derecho Especial de Giro
en moneda nacional, corresponderá al Banco Central de Chile”.
Esto debe complementarse con el artículo 904, según el cual, “El valor de la
unidad de cuenta a que se refiere el artículo 895, se determinará según la equivalencia
que resulte a la fecha en que se constituya el fondo para la limitación, se efectúe el pago
o se constituya la garantía que el tribunal competente fije, según sea el caso”.
El DEG es una medida de valor establecida por el Fondo Monetario Inter-
nacional, y su paridad en pesos la establece el Banco Central de Chile. Se trata
de una canasta de monedas, conformada en base al valor que tienen las monedas
más duras del mundo, cada una de las cuales aporta un porcentaje, por lo que la
variación de cada una de esas monedas sólo incide en la canasta en la medida de
su porcentaje en dicha canasta.
El DEG es el sustituto del patrón oro, que era la medida antigua para comparar
el valor de las monedas nacionales, pero el problema que presentaba es que el oro,
en cuanto metal, tenía diferentes mercados de cotización y habían muchos valores
de patrón oro, lo que llevaba a fluctuaciones de las paridades, según cambiaba el
valor del oro en los distintos mercados.
ii) Escalas de límites de responsabilidad. El artículo 895 establece un
sistema de escalas, en que se tarifica el límite de responsabilidad, expresado en
DEG, en función del tonelaje de arqueo bruto de la nave, de manera directamente
proporcional: a mayor tonelaje, mayor el valor del límite. Como dijimos, el piso
de las escalas es de 500 toneladas, toda nave que tenga menos de 500 toneladas se
considera como de 500 toneladas. No incide, por tanto, la diferencia entre naves
mayores y menores.
Primera escala: muertes y lesiones corporales. Está en el numeral 1 del artículo
895, y consta de los siguientes tramos:
(a) Para naves cuyo arqueo sea de hasta 500 toneladas, 333.000 unidades de
cuenta, y
(b) Para naves cuyo arqueo exceda de 500 toneladas, la cuantía que a conti-
nuación se indica para cada tramo, a más de la mencionada en la letra anterior:
– De más de 500 toneladas a 3.000 toneladas, 500 unidades de cuenta por
tonelada;
– De más de 3.000 toneladas a 30.000 toneladas, 333 unidades de cuenta
por tonelada;
– De más de 30.000 toneladas a 70.000 toneladas, 250 unidades de cuenta
por tonelada, y
– Por cada tonelada que exceda de 70.000, 167 unidades de cuenta.
Segunda escala: toda otra reclamación. Está en el numeral 2 del mismo artículo.
(a) Para naves cuyo arqueo sea de hasta 500 toneladas, 167.000 unidades de
cuenta, y
(b) Para naves cuyo arqueo exceda de 500 toneladas, la cuantía que a conti-
nuación se indica para cada tramo, a más de la mencionada en la letra anterior:
– De más de 500 a 30.000 toneladas, 167 unidades de cuenta por tonelada;
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CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
– De más de 30.000 a 70.000 toneladas, 125 unidades de cuenta por to-
nelada, y
– Por cada tonelada que exceda de 70.000, 83 unidades de cuenta.
iii) Tramos progresivos. En ambas escalas, los tramos que excedan las 500
toneladas se dividen en segmentos de 500, 3.000, 30.000 y 70.000 toneladas,
aplicándose la cuantía que se indica para cada uno de esos tramos, a más de la
cuantía del tramo de 500 toneladas. Esto quiere decir que siempre se aplica el
tramo de hasta 500 toneladas y, según sea el tonelaje de la nave, se agregará lo
que corresponda por aplicación del tramo correspondiente al tonelaje y, si éste
excede de 70.000, lo que corresponda también por aplicación del último tramo,
o de exceso por sobre dicho valor.
iv) Insuficiencia de la primera escala. Según el artículo 896, “Cuando el
monto calculado en conformidad con las normas del número 1 del artículo anterior
fuere insuficiente para satisfacer íntegramente las reclamaciones relacionadas con muerte
o lesiones corporales, el saldo impago por éstas concurrirá con las reclamaciones a que se
refiere el número 2 del mismo artículo. En este caso, ese saldo concurrirá en igualdad
de condiciones con las reclamaciones mencionadas en el citado número 2”.
v) Compensación de créditos. La situación consiste en que el armador (o la
persona que limite su responsabilidad) es, a su vez, acreedor de su acreedor, evento
en que se compensan los créditos y se aplica la limitación al saldo que resulte en
contra del armador.
Se encuentra regulado en el artículo 894, que dispone: “Si el armador de una
nave tiene derecho a hacer valer un crédito en contra de un acreedor suyo por perjuicios
resultantes del mismo hecho, se compensarán los respectivos créditos y las disposiciones
de este párrafo sólo se aplicarán a la diferencia que resultare”.
352 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
73
El principal exponente de esta interpretación en Chile es el Profesor don Leslie Tomase-
llo Hart, en sus obras Estudios de Derecho Privado, EDEVAL, Valparaíso 1994, p. 338, y Estudios
de Derecho Marítimo, “Los Daños Bajo el Prisma del Derecho Marítimo”, Editorial Librotecnia,
Santiago, 2004, p. 119. En este mismo sentido, se inclina el Profesor don Christian Fox Igualt,
Limitación de Responsabilidad del Armador y Principio de Reparación Integral de los Acreedores, Editorial
Librotecnia, Valparaíso, 2004, p. 83.
74
Claudio Barroilhet Acevedo y Alejandro Díaz Díaz, Derecho del Transporte: Terrestre,
Marítimo, Aéreo y Multimodal, Editorial Libromar Limitada, Valparaíso, 2002, pp. 258 y ss.
duct, en que el autor del acto u omisión que origina el perjuicio, sabe que comete
un acto u omisión ilícitos, que causará o podría causar un daño. Los elementos de
este concepto son el conocimiento que el autor tiene de estar ejecutando un acto
ilícito o dañino, y su voluntad de persistir en tal conducta, con absoluta indiferencia
de las consecuencias o con temeraria indiferencia de los resultados perniciosos.
Entonces, al internar este concepto en el ordenamiento jurídico chileno, el
legislador hubo de adaptar los términos ingleses al sistema chileno. Así consta en
la historia de la ley. Al discutirse el texto legal en el seno de la Comisión Revisora
del Libro III, en sus reuniones del 19 de noviembre y 17 de diciembre de 1986, se
tuvo en cuenta el carácter internacional de estas normas y la necesidad de promover
la uniformidad, junto con traducirlas con el máximo de fidelidad y en la medida que
se pudiera adecuar al sistema de responsabilidad chileno. Para lo anterior, se fusio-
naron los conceptos en la frase “a menos que se pruebe que el perjuicio fue ocasionado
por una acción u omisión suya, realizada con intención de causar daño o perjuicio, o
imprudentemente y en circunstancias que pueda presumirse se originaría el perjuicio”,75
que luego derivó en el actual texto de los artículos 891, 903, 1001, 1002 y 1071.
Segunda cuestión: ¿la intención o temeridad de quién priva a quién del
derecho a limitar responsabilidad? El problema de los actos y hechos personales.
De acuerdo con el artículo 885, la responsabilidad del armador por sus “actos
o hechos personales” no está sujeta a las disposiciones del Libro III y se regirá por
las normas del derecho común.
Por el contrario, el artículo 889 N° 2 permite limitar responsabilidad “Por
muerte o lesiones causados por toda persona por cuyos hechos es responsable el armador”.
Entendemos que la expresión “personal” es sinónimo de propio: un hecho
propio del naviero, que este ejecuta “por sí”, si se trata de un hecho (material o
jurídico) o de un acto (unilateral o bilateral), el que es efectuado por el propio
armador (o la persona que pretenda limitar), y si se trata de un contrato, debe ser
celebrado por sí, personalmente (y no a través del capitán, sus dependientes u otras
personas por quien responde o que le representan).
Entonces, prima facie, hay que separar los hechos y actos personales del naviero
u otro responsable, los cuales se rigen por el derecho común.
¿Cuándo se pierde el derecho a limitar responsabilidad? Depende, si se trata
de una acción en contra de una persona por hechos propios o de sus dependientes,
y si se trata de personas naturales o jurídicas.
75
Comisión Revisora del Libro Tercero del Código de Comercio chileno, Acta de Sesión
del 19 de noviembre de 1986, pp. 7, 8, 11, 14 y 15, y Acta de Sesión del 17 de diciembre de 1986,
pp. 5 y 6.
354 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
– Si se trata de una acción por hechos propios, primero hay que descartar
que se trate de “hechos o contratos personales” del armador (o de quien pretenda
limitar), porque ahí se aplica el artículo 885 y no opera el derecho a la limitación.
– Tratándose de hechos no personales, o de hechos de los dependientes, la
subsistencia del derecho a limitar si el dependiente actúa con intención o temeridad,
no es un punto pacífico en nuestro derecho:
• Para algunos,76 la intención o temeridad del dependiente priva al armador
de su derecho a limitar responsabilidad, porque en ese evento no sería justo que
el armador limitara y el dependiente perdiera el derecho, lo que atentaría contra
la garantía constitucional de la igualdad ante la ley, tornando a la norma en in-
constitucional.
Según esta postura, la intención o temeridad del dependiente se comunica
al armador y le priva del derecho a limitar. En abono de esta interpretación, se
acude a la idea que el derecho a limitar es una excepción al resarcimiento pleno,
que sería la regla general en materia de indemnización, por lo que debe interpre-
tarse restrictivamente y la pérdida del derecho a la limitación debe interpretarse
de manera extensiva.
• La otra forma de interpretar esto es que el armador sólo pierde el derecho
a limitar si el mismo actúa, personalmente, con intención o temeridad, pero no
lo pierde producto de la intención o temeridad de sus dependientes, porque la
pérdida del derecho a limitar la responsabilidad es consecuencia de una actuación
personal, con intención o temeridad (cualquiera sea el sentido y alcance que le
demos a estas expresiones), cuyos efectos no se comunican a otras personas.
Uno de los argumentos que se esgrime en abono de esta interpretación es el
artículo 4 de la Convención de 1976, que se titula “Conducta que impide limitar”
y reza: “Una persona responsable no estará habilitada para limitar su responsabilidad
si se prueba que la pérdida resultó de un acto u omisión personal suyas, cometidos con
la intención de causar tal pérdida, o temerariamente y con el conocimiento de que
probablemente resultaría tal pérdida”. Según esta norma, que es el antecedente de
nuestros artículos 891 y 903, y cuyo texto es similar a los demás preceptos que
consagran la pérdida del derecho a limitar (en especial, los artículos 1001, 1002 y
1071 del mismo Código), éste se pierde por un acto u omisión personal, “suyo”,
de quien pretende limitar.
Se agrega que no existe ninguna razón de lógica ni de justicia para privar
del derecho a limitar a una persona por la actuación intencional o temeraria de
otra. No se trata de una discriminación ni de falta de trato igualitario ante la ley,
puesto que sólo se priva del beneficio del límite a quien ha inferido un perjuicio
76
Recurso de Inaplicabilidad por Inconstitucionalidad Rol 3624-2000, de fecha 12 de
diciembre de 2000. Este recurso fue desistido antes que la Corte Suprema fallase el punto.
con intención o temeridad, no así al otro responsable (en este caso, al armador),
quien no actuó con tal intención ni temeridad.
De contrario, se argumenta que sí sería discriminatorio privar a su titular del
derecho a limitar, producto de un actuar intencional o temerario de su dependiente,
o de un tripulante, porque le hace soportar los efectos de una conducta personal
ajena, para la que no fue contratado el tripulante o dependiente. Esta interpreta-
ción estima que la privación del derecho a limitar es una especie de sanción civil
y, como tal, debe aplicarse sólo a quienes incurran en las conductas que merecen
su aplicación.
Por otra parte, si se trata de una persona natural, debe analizarse su intención
y temeridad, mientras que si se trata de una persona jurídica, el punto es más
complejo, porque tratándose de una persona jurídica, que es una ficción legal que
carece de tangibilidad, hay que determinar qué persona natural encarna la voluntad
de la persona jurídica, para indagar si ésta actuó con falta.
Doctrina del alter ego. Al efecto, la denominada doctrina del alter ego busca
identificar quién tenía el control y dirección real y efectiva de las decisiones y ac-
tuaciones en que se originó la responsabilidad, a fin de establecer si la compañía
pierde o no el derecho a limitar. Esta doctrina, que se viene acuñando por los
tribunales ingleses desde principios de siglo pasado, plantea que tal persona natural
puede pertenecer a la alta dirección, junta de socios, directorio, ser un ejecutivo,
administrador, o estar dotado de las facultades que representan la voluntad de la
compañía, lo que no sucede con los dependientes o subordinados, quienes sólo
cumplen y ejecutan órdenes superiores y no representan dicha voluntad.
Se busca determinar quién o quiénes tienen el control efectivo de las operacio-
nes de la compañía, respuesta que cambiará de compañía en compañía dependiendo
de su organización, distinguiendo entre quien actúa como la mente, voz y voluntad
de la compañía (que sí la representa), de las manos que ejecuten tales decisiones,
ya que éstas pueden pertenecer a un delegado, dependiente o subordinado del
controlador (que no la representa, sólo la ejecuta).
En Chile, según el Profesor Christian Fox, el alter ego de la compañía com-
prende a las personas que “estuviesen total y debidamente autorizadas para hablar
y actuar en nombre de la compañía”.77
Coincidencia de calidades de tripulante y armador. Otro punto consiste en
dilucidar qué sucede con aquellas situaciones en que los dueños o armadores de la
nave son, a la vez, sus capitanes, oficiales o tripulantes. Se refiere a esta situación
el artículo 903, inciso segundo:
77
Christian Fox, Limitación de responsabilidad…, op. cit., p. 87.
356 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IV: SUJETOS DE DERECHO MARÍTIMO
“Cuando se dirija una acción contra el capitán o los miembros de la dotación, éstos
podrán limitar su respectiva responsabilidad aun cuando el hecho que origine la acción
haya sido causado por su propia culpa, excepto si se prueba que el daño resulta de un
acto u omisión de los mismos, realizado con la intención de provocar el daño, o teme-
rariamente y en circunstancias que pueda presumirse que tuvieron conocimiento de que
probablemente se originaría.
Pero, si el capitán o el miembro de la dotación es al mismo tiempo propietario, copro-
pietario, transportador, fletante, armador u operador, solamente podrá ampararse en la
limitación cuando haya incurrido en culpa en su calidad de capitán o de miembro de
la dotación”.
Antiguamente, existía una coincidencia entre la persona del armador y el
capitán, puesto que los armadores eran personas naturales; hoy esto ya no es tan
frecuente, porque los armadores son, por regla general, sociedades de capital, de
ahí que la norma no tenga mayor aplicación.
Ante esta concurrencia de calidades de armador con capitán o tripulante, la
ley le permite limitar a esa persona, sólo si la responsabilidad deriva de un hecho
culposo suyo, cometido en su calidad de capitán o tripulante. Se trata de una
aplicación del principio que la responsabilidad del armador por hechos personales
no está sujeta a la facultad de la limitación, porque si la culpa se comete en su rol
de armador, no puede limitar.
Asimismo, la norma reitera que la intención y temeridad que privan del
derecho a limitar de responsabilidad (a las que se refiere el inciso primero) son
personales y no se comunican entre los tripulantes y el armador, aun si se trata de
la misma persona natural.
Para que el “armador-tripulante” pueda limitar, la culpa debe cometerla en
su rol de tripulante y no de armador, lo que reitera que la culpa del tripulante no
se comunica al armador, aunque sean la misma persona natural.
• Generalidades
• El fletamento en el antiguo Libro Tercero del Código de Comercio
• Sistematización contractual en el actual Libro III
• Contratos de fletamento:
– Normas generales
– Fletamento a casco desnudo
– Fletamento por tiempo
– Fletamento por viaje
– Fletamentos atípicos
• Contrato de transporte marítimo
• Contrato de transporte multimodal
• Contrato de pasaje
• Contrato de remolque:
– Remolque-transporte
– Remolque-maniobra
– Reglas aplicables a ambas clases de remolque.
Generalidades
El Título V del Libro III se denomina “De los contratos para la explotación
comercial de las naves”.
Sabemos que el artículo 882 define al armador o naviero como “la persona
natural o jurídica, sea o no propietario de la nave, que la explota y expide en su nombre”.
El artículo 927, con que se inicia el Título V, señala que “la explotación de
una nave como medio de transporte reconoce, principalmente, dos clases de contratos,
según sea la naturaleza y extensión de las obligaciones del fletante o armador: contrato
de fletamento y contrato de transporte de mercancías por mar”.
Entonces, estos contratos constituyen las herramientas, a través de las cuales, el
armador (y otros sujetos que participan en este negocio) emplea comercialmente la
nave, en su desarrollo del giro de la empresa de navegación y transporte marítimos.
Si bien el artículo 927 se refiere a los contratos de fletamento y transporte
de mercancías por mar, el vocablo “principalmente” devela que existen otros con-
tratos que son utilizados en el negocio marítimo, algunos de los cuales también
están regulados en el mismo Título V, como sucede con el pasaje, remolques y
transporte multimodal; así como otros contratos que no están tipificados en el
360 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
– Transporte multimodal;
– Pasaje, y
– Remolque.
Desde el punto de vista de su naturaleza jurídica, tales contratos pueden agru-
parse en una, dos o tres categorías contractuales. Probablemente, lo más común
es agruparlos en tres clases: arrendamiento, fletamento y transporte, trilogía que
utilizaremos como punto de partida.
– El fletamento por tiempo es un contrato por el cual el fletante pone a dis-
posición del fletador una nave armada, por un tiempo determinado, para realizar la
actividad pactada, a cambio del pago de un precio denominado flete. La actividad
dependerá de la naturaleza y características de la nave.
– El fletamento por viaje es un contrato en cuya virtud el fletante pone a
disposición del fletador, uno, varios o todos los espacios susceptibles de ser cargados
en una nave determinada, para realizar uno o más viajes convenidos, a cambio
del pago de un flete.
En ambos tipos, el fletante conserva la tenencia de la nave, y sólo coloca a
disposición del fletador los servicios de utilización de la embarcación o, lo que en el
negocio marítimo se denomina: su empleo o employment.
362 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
78
Stewart Boyd, Steven Berry, Andrew Burrows, Bernard Eder, David Foxton y
Christopher Smith, Scrutton on Charter Parties and Bills of Lading, 21ª edición, Sweet & Maxwell,
Londres, 2008, p. 1.
Normas generales
364 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
79
Jorge López Santa María, Los Contratos, Parte General, Tomo I, segunda edición, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 1998, p. 246.
366 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
368 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
El fletador por viaje sólo puede subfletar por viaje y celebrar contratos de
transporte. No puede subfletar por tiempo, porque sólo tiene derecho a utilizar
espacios para cargar en uno o más viajes, lo que le impide ceder la gestión comer-
cial de la nave, por ejemplo, no tiene la facultad de elegir puertos ni de instruir al
capitán. No puede subfletar a casco desnudo, porque no tiene la gestión náutica,
ni puede celebrar contratos de pasaje, remolque ni salvamento, ya que su derecho
como fletador por viaje se limita a usar espacios para cargar.
– Desde el punto de vista de los efectos, el subfletamento no afecta ni empece
al fletante. No le afecta, porque no cesan las obligaciones ni la responsabilidad
del fletador hacia el fletante, y es lógico, puesto que de lo contrario sería una
excepción al principio de la fuerza obligatoria de los contratos, que permitiría al
fletador despojarse de sus deberes contractuales a virtud de un acto unilateral, sin
el consentimiento del fletante.
Y no le empece, porque no genera relación legal alguna entre el fletante y el
subfletador, rigiendo el principio del efecto relativo de los contratos.
El subfletamento no es una cesión de contrato, en que el cesionario subroga
personalmente al cedente: el fletador no deja de ser parte del fletamento, ni el
subfletador ocupa su lugar jurídico en este contrato. El subfletamento da origen
a un contrato distinto e independiente al fletamento.
– Pero, si hubiere fletes insolutos, el artículo 932 permite al fletante accionar
contra el fletador, cargador o consignatario (en el contrato de transporte marítimo),
por la parte del flete que aún esté pendiente de pago.
Se trata de una excepción al principio del efecto relativo de los contratos y
a la independencia que existe entre el fletamento y el subfletamento. Aquí es la
ley la que concede al fletante un derecho respecto del subfletador, para pagarse
los fletes pendientes.
La hipótesis es que existan fletes insolutos de parte del fletador al fletante,
y el remedio que la ley concede a éste es hacerse pago de ellos en los fletes que,
a su vez, el subfletador le deba al fletador, por la “parte del flete” que estuviere
aún pendiente de pago. ¿Por la parte de cuál flete? ¿Del flete del fletamento o
del subfletamento o transporte? Creemos que por la parte de ambos fletes: del
fletamento y del subfletamento o transporte marítimo, esto, porque el fletante
sólo puede cobrar la parte del flete que no se le haya pagado (si algo se le pagó,
ese pago parcial extinguió en parte su crédito) y, por su parte, el subfletador sólo
está obligado a pagar al fletante lo que le deba al fletador (si algo pagó, ese pago
parcial redujo en parte su deuda).
De lo contrario, producto de esta acción directa, el fletante estaría cobrando
al subfletador más de lo que tiene derecho a recibir del fletador y, por su parte, el
subfletador estaría pagando al fletante más de lo que le debe al fletador. Esto, por
partida doble: por aquella parte que ya fue cobrada por el fletante al fletador, o la
parte ya pagada por el subfletador al fletador, respectivamente. Y no creemos que
370 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
el propósito de esta acción directa sea conceder más derechos al fletante que los
que el fletamento le otorga, ni imponerle obligaciones al subfletador que excedan
lo pactado en su contrato (subfletamento o transporte).
– De acuerdo al artículo 862: “En el caso del subfletamento señalado en el inciso
segundo del artículo 932, el fletante se subrogará en el mismo privilegio que corresponda
al subfletante sobre las mercancías del subfletador por el flete insoluto de este último”.
Según esta norma, el fletante puede ejercer el privilegio marítimo de su fle-
tador sobre las mercancías que transporte el subfletador, hasta el monto del flete
que éste, el subfletador, deba a su fletante (el fletador). Luego, podrá solicitar la
retención judicial de las mismas.
La propia norma califica esta figura como una subrogación del fletante en el
privilegio del fletador.
– Cuando el subfletamento es de la misma naturaleza que el fletamento,
como sucede en los fletamentos por tiempo y por viaje, en el negocio marítimo se
estila utilizar las mismas pólizas para ambos contratos, de manera que ellos sean
análogos (lo que se denomina back to back), vale decir que los derechos, obligaciones
y responsabilidades del subfletador para con el fletador sean los mismos que los de
éste respecto del fletante, lo que le permite (al fletador) traspasar el cumplimiento
de las obligaciones al subfletador y el ejercicio de los derechos al fletante. Ejemplo:
la época del pago del flete debe ser equivalente en ambos contratos, de manera que
cuando el fletador tenga que pagarle a su fletante, ya haya percibido su flete del
subfletador; la responsabilidad por daños a la carga debe ser similar, puesto que si
el subfletador (que es quien en definitiva carga el buque) reclama al fletador, éste
a su vez, eleva el reclamo al fletante, y la época de restitución de la nave al fletante
(en el fletamento por tiempo) debe ser coincidente en ambos contratos, así el fleta-
dor tiene derecho a pedirle la nave a su subfletador para devolvérsela a su fletante.
Si ambos contratos no son back to back, se generan desfases entre ellos y el
que soporta sus consecuencias es el fletador. Así, en el ejemplo, el fletador tendría
que pagar el flete antes de percibirlo del subfletador; o respondería ante éste por
daños a la carga que el fletante no le cubre, o debería devolverle al fletante la nave
que aún no recibe del subfletador.
• Gestión náutica y gestión comercial. Gestión náutica y gestión comercial
son los ámbitos que componen la gestión armatorial.
– La gestión náutica está compuesta por todas las actividades, faenas u ope-
raciones que se efectúan para que la nave pueda navegar, desplazarse y ejecutar sus
maniobras y operaciones de manera normal y segura.
A su vez, la gestión náutica se descompone en dos: administración y nave-
gación.
– La administración (management) consiste en el mantenimiento de la nave,
la que debe estar operativa, lo que significa que su casco, maquinarias, equipos e
instrumentos han de funcionar adecuadamente.
372 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
gencia del contrato. Esta modalidad (que equivale a un leasing financiero de la nave)
permite a los navieros agregar embarcaciones para su flota, sin el desembolso que
implica comprarlas, o el gravamen de una deuda si se adquieren con un préstamo
bancario. La diferencia entre ambas figuras es que, en el caso de la compra, la nave
pasa a integrar los activos de la naviera y la deuda que se contraiga para pagarla,
su pasivo. Luego, durante la vigencia del contrato, el valor de la nave se deprecia
y los intereses por el crédito se asientan como costos financieros, mientras que si
se fleta a casco desnudo, la nave no integra el activo y no hay deuda que asentar
como pasivo, ya que el valor del flete sólo se registra como costo operacional.
explica en que en éste existe una locatio rei: entrega de la tenencia de la nave fletada,
mientras que en los otros fletamentos hay una locatio operarum: prestaciones de
servicios con el uso de la nave, pero sin la entrega de ella, de ahí que los fletadores
por tiempo y por viaje no adquieran el control náutico del buque.
Los ingleses distinguen entre los fletamentos denominados demise charter
o charter by demise y los charter without demise. Demise significa, en una de sus
acepciones, “transferencia”. Se trata de fletamentos en los que se produce una
transferencia de la gestión náutica al fletador. Pues bien, el demise charter es el
género al que pertenece el fletamento a casco desnudo, y la particularidad de esta
especie es que recae sobre una nave no armada (sea desarmada, o con un armamento
incompleto). Así, el fletamento a casco desnudo pertenece al género de los demise,
porque conlleva una transferencia de la gestión náutica, que se caracteriza por que
recae sobre una nave no armada, y por eso es a casco desnudo.
Entonces, bien pueden existir demise sobre naves armadas, que no son fleta-
mentos a casco desnudo. De acuerdo al inciso final del artículo 930, que dispone,
“En los demás fletamentos se estará a lo convenido por las partes y, en su defecto, a las
normas de este párrafo”, este contrato sería atípico y se sujetaría, por analogía, a
las normas del fletamento a casco desnudo que le fueren aplicables (como son las
relativas al género demise y no las de la especie a casco desnudo).
Artículo 967: “El fletador no podrá subfletar a casco desnudo o ceder el contrato, sin la
autorización escrita del dueño. En lo no convenido expresamente para el subfletamento
a casco desnudo se regulará éste por lo prescrito en esta misma sección”.
A diferencia de los otros fletamentos, en este contrato, la facultad de subfletar
es un elemento accidental (en los términos del artículo 1544 del Código Civil),
que debe ser pactado expresamente para que el fletador pueda subfletar a casco
desnudo o ceder el fletamento.
La ratio legis es que el fletador adquiere la gestión náutica y comercial, y por
ende, la calidad de armador, y al fletante no le es indiferente que las traspase a un
tercero, por la vía del subfletamento o de la cesión de contrato. Para el fletante es
muy importante quien ostenta la calidad de armador de la nave fletada, por lo que
le interesa mantener un veto al cambio de dicha calidad.
Empero, el fletador puede subfletar por tiempo o por viaje, así como celebrar
contratos de transporte de mercancías, pasaje, remolque y fletamento, ya que se
lo permite el artículo 932. La restricción del artículo 967 es sólo para subfletar a
casco desnudo o ceder este contrato.
374 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
– Al contratar;
– Durante la vigencia del contrato, y
– Al término del contrato
Obligaciones del
fletamento a casco DEL FLETANTE DEL FLETADOR
desnudo
Al contratar Presentar y entregar la nave al fletador Recibir la nave
Durante su vigencia Efectuar las reparaciones y reemplazos Usar la nave adecuadamente
derivados de vicios ocultos
Mantener la nave en
condiciones de navegabilidad
Asumir el costo de
explotación de la nave
Pagar el flete
Responder al fletante de
las reclamaciones de los
terceros a consecuencia de la
explotación de la nave
Al término del contrato Recibir la nave Restituir la nave al fletante
Liberar la nave de todo
crédito privilegiado derivado
de su explotación
Efectos al contratar
376 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
i) Usar la nave adecuadamente. Según el artículo 969, inciso primero, “El
fletador sólo podrá utilizar la nave de acuerdo con las características técnicas de la
misma y en conformidad con las modalidades de empleo convenidas en el contrato”.
El uso dependerá del tipo de nave y sus especificaciones técnicas.
En las pólizas se suelen establecer algunas restricciones (denominadas trading
limits) para el uso de la nave, por ejemplo, se establece que el fletador debe darle
un uso legal, embarcando en ella sólo mercancías permitidas, absteniéndose de
recalar en determinados puertos, de navegar en algunas zonas, de cargar ciertos
tipos de carga, debe contar con seguros idóneos, etc.
Asimismo, en algunas pólizas se le conceden ciertos derechos al fletador,
como registrar la nave en puertos de su elección, pintarla, utilizar su bandera,
cambiarle el nombre, etc. Como contrapartida, se faculta al fletante para inspec-
cionar la nave en cualquier tiempo, precedido sólo un aviso con una anticipación
razonable al fletador.
El inciso segundo del artículo 969 establece una sanción para el uso inade-
cuado de la nave:
“La violación de lo establecido en el inciso anterior, dará derecho al fletante para solicitar
la terminación del contrato y exigir del fletador las indemnizaciones de los perjuicios que
haya causado”.
Entonces, podríamos decir que esta es una obligación esencial del fletador,
al punto que el legislador eleva a condición resolutoria tácita su incumplimiento,
facultando al fletante a resolver el contrato. Se trata de una condición resolutoria
tácita, específicamente regulada para el incumplimiento de la obligación de utilizar
de manera adecuada la nave fletada a casco desnudo.
ii) Mantener la nave en condiciones de navegabilidad. De acuerdo al artículo
970, “Durante el contrato serán de cargo del fletador las reparaciones y reemplazos que
no tengan su origen en algún vicio oculto de la nave”.
Es una obligación propia del arrendamiento de cosa, cual es usar y cuidar
la cosa arrendada, asumiendo su mantenimiento, para restituirla en las mismas
condiciones recibidas, habida cuenta su uso y desgaste natural.
378 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
El pago del flete es una obligación esencial de este contrato, por eso, si el
fletador demora siete días su pago, el fletante puede dar por terminado el contrato,
sin necesidad de requerir el pago, constituirlo en mora, ni demandar judicialmente
la resolución, ya que basta una comunicación escrita al fletador y al capitán.
Su efecto es que:
– Ejercido el derecho a terminar el fletamento, se extinguen sus obligaciones,
salvo la de pagar el flete, que continúa hasta la restitución efectiva de la nave al
fletante, y
– La terminación no precluye los demás derechos del fletante, por ejemplo,
el derecho de retención sobre la carga a bordo para garantizar el pago del flete, que
está establecido en el artículo 865.
Por su parte, el artículo 947 dispone:
“A menos que hubiere expreso consentimiento del fletante o que el contrato así lo disponga,
no se considerará renovado o prorrogado el contrato si la nave no fuere restituida en el
término estipulado.
Salvo que el fletante pruebe un perjuicio mayor, el fletador pagará por cada día durante
los primeros quince días de retardo, una indemnización igual al valor diario que corres-
pondió al contrato, según el precio de todo el período estipulado. Por cada día subsiguiente
a los primeros quince días, la indemnización será, al menos, el doble de ese valor diario”.
En este fletamento no opera la denominada tácita reconducción del contrato,
por la aquiescencia del fletante ante el retardo del fletador en la restitución de la
nave fletada. Este retardo y su aceptación no impiden que el contrato haya termi-
nado, y el fletador sigue obligado a restituir la nave al fletante, debiendo pagarle,
además, las siguientes indemnizaciones:
– Una indemnización igual al valor diario del flete, durante los primeros
quince día de retardo;
– El doble de dicho valor diario, a contar del día número dieciséis, o
– Un monto mayor, si el fletante prueba un perjuicio que exceda a dichas
sumas.
v) Responder al fletante de las reclamaciones de los terceros a consecuencia
de la explotación de la nave. Según el artículo 971, inciso segundo:
“El fletador es responsable ante el fletante por todos los reclamos de terceros, que hayan
sido consecuencia de la explotación u operación de la nave”.
Esta es otra consecuencia de su carácter de armador y de corresponderle la
gestión náutica y comercial, lo que le permite efectuar actos y celebrar contratos con
terceros relativos a la explotación de la nave, razón por la que los terceros pueden
reclamarle al fletador, o eventualmente ejercer sus privilegios marítimos sobre la
nave fletada, u otra nave hermana o emparentada. El fletador debe responderle al
fletante por ellos.
380 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
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5. Una referencia a la actividad que el fletador se propone desarrollar con la nave.
Si nada se expresare, el fletador podrá emplearla en cualquier actividad acorde a sus
características técnicas.
La omisión en la póliza de una o más de las enunciaciones precedentes no afectará a
la validez del contrato, el que se regirá en las materias omitidas por lo dispuesto por el
artículo 934 y demás reglas que le resulten aplicables”.
El número 1 se refiere a las partes del contrato. Recordemos que el fletante puede
o no ser el armador de la nave, por ejemplo, un fletador por tiempo que subfleta, o
un propietario no armador.
El número 2 se refiere a la nave, que es el objeto material del contrato. Su in-
dividualización es crucial, porque el contrato versa sobre una nave en particular, que
el fletante no puede sustituir unilateralmente, sin incumplir el contrato. Luego, las
características son importantes para que el fletador pueda evaluar y preparar el empleo
que pretenda darle a la nave, por ejemplo, su eslora, manga y calado le permiten
evaluar en qué puertos podrá recalar; por cuáles zonas podrá navegar y qué canales
atravesar; el número y capacidad de levante de sus grúas permitirá determinar su
autonomía para las faenas de carga en puertos que no cuenten con grúas de tierra;
su bandera permitirá determinar si existen restricciones para su tráfico o franquicias
para su uso; la potencia de un remolcador, el número y fuerza de sus winches, etc.
La aptitud se refiere a su idoneidad y esto se relaciona con la navegabilidad de
la nave. El fletante debe describir en qué condiciones está la nave para ser utilizada,
de acuerdo a su tipo y características.
En especial, la ley menciona su capacidad de carga y andar. Se trata de aspectos
muy claves para evaluar la explotación de la nave.
– Por una parte, la capacidad de carga permite determinar cuánto se podrá
embarcar en la nave en cada viaje, por ejemplo, el número de TEUs (Twenty
Equivalent Units: unidades equivalentes a veinte), que es la medida de las naves
portacontenedores, correspondiente a un contenedor de 20 pies; la cantidad de
enchufes para los contenedores refrigerados (reefer); la capacidad de bombeo de un
buque cisterna; el número de bodegas de un granelero, la forma y maniobrabilidad
de sus escotillas; el número de vehículos que un car carrier puede transportar, etc.
– Y, por otra parte, el andar comprende la velocidad de la nave y su con-
sumo de combustible, factores que son determinantes para estimar el tiempo de
duración de los viajes (transit time) y el costo de su desplazamiento, que son uno
de los ingredientes básicos del negocio del transporte, máxime en este contrato,
en que el tiempo de duración del viaje y el combustible son factores que corren
por cuenta y riesgo del fletador.
Así, la carga y el andar determinan el rendimiento que el fletador tiene de-
recho a obtener del uso de la nave que fleta, y son los parámetros con que podrá
cuantificar el beneficio o pérdida que le reporte su empleo. Tratándose de un na-
viero que fleta por tiempo para incrementar su flota, esos son los criterios con que
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Efectos al contratar
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b) Resolución del fletamento por no pago del flete. El artículo 942 consagra
el derecho del fletante a resolver el contrato por no pago del flete.
“El fletante puede dar por terminado el contrato, transcurridos siete días contados desde
la fecha en que el fletador debió pagar el flete o la parte de éste que se hubiere devengado.
La terminación se producirá por la sola declaración del fletante que comunicará por
escrito al fletador y que también se hará saber al capitán de la nave. Formulada esta
declaración, el flete se devengará hasta la restitución de la nave.
Todo lo anterior es sin perjuicio de los demás derechos que el contrato otorgue al fletante
para el caso de no pago del flete”.
Esta norma la comentamos con ocasión del fletamento a casco desnudo, en
que se la reenvía para los efectos del no pago del flete. Las características de esta
resolución son:
– No es judicial, opera por una declaración escrita del fletante al fletador y
al capitán.
– No es necesario requerir judicial ni extrajudicialmente el pago del flete;
basta el mero retardo.
– La ley le concede al fletador un plazo de gracia de 7 días.
– Resuelto el fletamento, se extinguen sus obligaciones, salvo la de pagar el
flete, que continúa hasta la restitución efectiva de la nave al fletante, y la de entregar
la carga que esté a bordo de la nave en su destino, tal como lo dispone el artículo
943, inciso primero, que señala:
“Cuando el fletante opte por la terminación del contrato, deberá entregar en el destino
que corresponda, la carga que la nave tenga a bordo”.
En este punto, se produce una variante respecto al fletamento a casco des-
nudo, porque en el fletamento que nos ocupa, la tenencia y control de la nave
permanece en el fletante, quien retiene para sí la gestión náutica; luego, éste puede
retirar la nave del uso del fletador, dejando el capitán de acatar sus instrucciones
y recuperando el fletante el empleo total de la nave, de ahí que la ley le obligue a
cumplir con el viaje en curso y entrega de la nave en su destino.
– Esta terminación no precluye los demás derechos del fletante, por ejemplo,
el derecho de retención sobre la carga a bordo, para garantizar el pago del flete,
establecido en el artículo 865, al que se refiere expresamente el inciso segundo del
artículo 943, que dispone:
“Estará facultado, asimismo, para percibir en su favor el flete de las mercancías que aún
estuviere pendiente de pago, hasta concurrencia de lo que el fletador le adeudare por su
respectivo flete. Para este efecto, el fletante podrá proceder en la forma señalada en el
artículo 865 de este Libro”.
Esta norma debe concordarse e interpretarse a la luz del artículo 932, que
se refiere a los subfletamentos, que ya comentamos, para concluir que el fletante
puede retener fletes a los que el fletador tenga derecho, en virtud de contratos de
subfletamento o de transporte de mercancías por mar, que haya celebrado.
c) Suspensión de la obligación de pagar el flete. Cláusula Off hire. El artículo
944 dispone:
“No se devengará flete por el tiempo en que no sea posible utilizar comercialmente la
nave, salvo que sea por causas imputables al fletador. La paralización deberá exceder de
veinticuatro horas para que haya lugar a la indicada suspensión del flete”.
Esta situación es similar a la contemplada en el inciso segundo del artículo
968, que estudiamos en el fletamento a casco desnudo, cuando la nave se inmo-
viliza a causa de vicios ocultos, y consecuentemente se suspende el plago del flete.
Se trata de una verdadera excepción de inejecución, similar a la del artículo
1552 del Código Civil, que dispone:
“En los contratos bilaterales ninguno de los contratantes está en mora dejando de cumplir
lo pactado, mientras el otro no lo cumple por su parte, o no se allana a cumplirlo en la
forma y tiempo debidos”.
Sus características son:
– Opera cuando la nave no se pueda utilizar comercialmente, o sea, no
puede cargar, transportar ni navegar. En las pólizas de fletamento, esta situación
se regula en la denominada Cláusula Off Hire, en que se suelen indicar como cau-
sales del off hire (por ejemplo, en la Cláusula 9 de la Póliza BIMCO Boxtime) las
situaciones en que la nave no pueda cumplir las instrucciones del fletador debido
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es un puerto, o uno de varios puertos, sea a opción del fletante (OO: owners’ option)
o del fletador (CHOPT: charteres’ option), y se pacta una fecha determinada o una
época, debiendo el fletador dar avisos sucesivos que son previos a la restitución, por
ejemplo, a los 45, 30, 10, 5 y 2 días anteriores a la fecha de reentrega.
Otro pacto que se incluye en las pólizas es la prohibición del fletador de con-
tratar viajes que duren más allá del período de restitución de la nave, sin perjuicio
que los viajes pactados con un término anterior a dicha fecha se prolonguen, por
razones que excedan al control del fletador.
En las pólizas también se pacta el deber del fletador de restituir la nave limpia,
sin carga e incluso desinfectada y desratizada, si la recibió en tales condiciones y/o
dependiendo del tipo de carga que en ella se haya transportado.
El artículo 947 (que también vimos con ocasión del fletamento a casco
desnudo), establece las consecuencias del retardo del fletador en cumplir con esta
obligación. Artículo 947:
“A menos que hubiere expreso consentimiento del fletante o que el contrato así lo disponga,
no se considerará renovado o prorrogado el contrato si la nave no fuere restituida en el
término estipulado.
Salvo que el fletante pruebe un perjuicio mayor, el fletador pagará por cada día durante
los primeros quince días de retardo, una indemnización igual al valor diario que corres-
pondió al contrato, según el precio de todo el período estipulado. Por cada día subsiguiente
a los primeros quince días, la indemnización será, al menos, el doble de ese valor diario”.
Comentarios a la norma:
– No opera la denominada tácita reconducción del contrato: éste no se renue-
va ni prorroga por continuar el fletador usando la nave más allá del plazo pactado.
– Sin perjuicio de lo que pacten las partes en la póliza, se establece una indem-
nización legal moratoria, igual al valor diario del flete, durante los primeros quince
día de retardo y del doble de dicho valor diario, a contar del día número dieciséis,
o un monto mayor, si el fletante prueba un perjuicio que exceda a dichas sumas.
La restitución debe hacerse liberando a la nave de obligaciones, reclamos
y privilegios marítimos que le afecten, derivados del uso que de ella haya hecho
el fletador. Esta obligación emana del artículo 939, según el cual, “El fletador es
responsable de los perjuicios sufridos por la nave a causa de su gestión comercial”, lo
que veremos a continuación.
La idea central es que cada uno responde por su propia gestión. Como señalamos
al inicio del estudio de este contrato, la división entre gestión náutica y comercial se
proyecta, entre otros, en materia de responsabilidad.
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Obligaciones del
DEL FLETANTE DEL FLETADOR
fletamento por viaje
Designación de puerto y
Al inicio del viaje Presentar la nave muelle seguros
Embarcar la carga
Pagar el flete
Mantener la navegabilidad
Durante el viaje de la nave
Efectuar el o los viajes
convenidos
Cuidar la carga
Dirigirse a muelle para
Al término del viaje Descargar las mercancías
permitir la descarga
Responder al fletador por Responder por el daño
los daños a las mercancías causado por la carga a la nave
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Traducción de la definición de la House of Lords inglesa en el caso The Evia (N° 2) y en
Leeds Shipping Co. Ltd. v. Societé Francaise Bungue (The Eastern City) (1958) 2 Lloyd’s Rep. 127,
página 131, citado por Julian Cooke y otros en Voyage Charters, Lloyd’s of London Press, London,
1993, p. 79.
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estas operaciones se ejecutan por cuenta del fletador, y al efecto se utilizan las deno-
minadas Cláusulas FIO/S/T:
– FIO: Free in and out (franco o libre carga y descarga): el fletador asume la
carga y descarga de la mercancía.
– FIOS: Free in, out and stowed, equivale a FIO, más stowed (estiba) que
corresponde a la estiba, que es la distribución de la mercancía en las bodegas, y
la desestiba, que es su maniobra opuesta, faenas que también asume el fletador.
– FIOST: Free in, out, stowed and trimmed, que es similar al anterior, agre-
gando el trimmed (tinglado), que consiste en el orden, separación, protección y
compartimentalización de la carga en las bodegas del buque, para asegurar su fijeza
y la estabilidad de la nave.
– Otra modalidad es el LSD Lashing, securing and dunnaging (trinca, segu-
ridad y tinglado), en que dichas operaciones corren por cuenta del fletador o el
dueño de la carga, y no del fletante o naviero. El dunnage se refiere a los materiales
que se utilizan para tinglar la carga a bordo, por ejemplo, la madera que se emplea
para separar el granel sólido, etc.
• Estadía (laytime). Ya adelantamos, al tratar de las menciones de la póliza
de fletamento, que en este contrato el tiempo no transcurre enteramente en interés
del fletador, sino que también afecta al fletante, quien por ende coloca plazos a su
co-contratante para que realice las maniobras de carga y descarga, lapsos que se de-
nominan estadía y sobrestadía. Esta regulación pormenorizada del tiempo para las
maniobras relativas a la carga y descarga se explica en el gasto que genera la perma-
nencia de la nave atracada a un muelle, que deriva de su costo diario de operación.
En otras palabras, mientras más se demore la nave en cargar y descargar, más caro
le cuesta al fletante.
De acuerdo con el artículo 954, “Se entiende por estadía el lapso convenido por
las partes para ejecutar las faenas de carga y descarga, o en su defecto, el plazo que los
usos del puerto de que se trate, señalen para estas faenas”.
Por su parte, el inciso final de la misma norma señala:
“Si en la póliza se establecieren plazos independientes para las faenas de carga y de des-
carga, éstos se computarán en forma separada”.
Características de la estadía.
– Este plazo tiene su fuente en la póliza de fletamento o, en subsidio, en los
usos del puerto que se trate. En cada puerto, existe un lapso más o menos estimado
de lo que tardan los buques en cargar y descargar, dependiendo del tamaño de las
bodegas, tipo y cantidad de carga, época del año, etc. No se trata de un término
que sea oficial o necesariamente impuesto por un reglamento, sino que es el lapso
que acostumbradamente toman dichas faenas, el que se va determinando por los
mismos operadores portuarios, y que por lo demás es variable en el tiempo, ya que
cambia en la medida que el terminal portuario crece, se expande o se hace más
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eficiente. Nótese que la ley se refiere a los usos y no a la costumbre, por lo que no
se requiere opinio juris, o convicción jurídica de su obligatoriedad.
– Es un plazo que sirve, indistintamente, para las faenas de carga y descarga,
lo que significa que el fletador puede distribuir a su arbitrio el lapso de la estadía
entre dichas operaciones. Por ejemplo, si son 4 días de estadía, puede usar 3 para
la carga y 1 día para la descarga, trabajando a turno completo.
Sólo si en la póliza se pactan plazos separados para las faenas de carga y de
descarga, éstos deberán computarse de manera independiente (artículo 954, inciso
final), lo que se denomina NON-REVERSIBLE: “no reversible”. La regla legal es la
comunicabilidad de los plazos, a menos que se pacte que son plazos independientes,
caso en el cual, si la carga se completa antes de la estadía, los días ahorrados no
acrecen el plazo para la estadía en el puerto de descarga.
– La estadía no da derecho a un pago adicional, porque su remuneración
se incluye en el flete. Dicho de otra manera, el flete comprende los plazos para la
carga y descarga de la nave.
• Sobrestadía (demurrage). De acuerdo al inciso segundo del artículo 954, “Se
entiende por sobrestadía el tiempo posterior a la expiración de la estadía, sin necesidad
de requerimiento”.
Características de la sobrestadía.
– Es automática, porque se incurre en ella sin necesidad de requerimiento
(extrajudicial ni judicial).
– Es continua, no distingue entre días calendario o corridos, ni días hábiles
o laborales, ergo no se suspende durante los feriados, lo que explicaremos al tratar
de sus efectos.
– Es irreversible. Once on demurrage, always on demurrage (una vez en so-
brestadía, siempre en sobrestadía), lo que significa que la sobrestadía acaba sólo
con el zarpe de la nave, o la terminación del contrato de fletamento, pero una vez
que la estadía deriva en sobrestadía, producto de la demora en la carga o descarga,
no hay vuelta atrás hacia la estadía.
– Se paga adicionalmente, tal como lo veremos a continuación, al tratar sus
efectos.
• Efectos de la estadía y sobrestadía. Durante la estadía, la que recorde-
mos comienza una vez que el fletante ha dado un aviso de alistamiento (notice of
readiness) válido, el fletador queda habilitado para proceder a la carga o descarga.
Mientras dure la estadía, el fletador no debe pagar un adicional al fletante, porque
el plazo de estadía está incluido en el costo del flete pactado, vale decir, la estadía
no es gratis, pero tampoco se paga por separado del flete.
Expirada la estadía, comienza la sobrestadía, sin necesidad de requerimiento,
esto es, el simple retardo del fletador en embarcar o desembarcar le hace incurrir en
sobrestadía, sin necesidad de que sea constituido en mora, judicial ni extrajudicialmente.
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– WWD: Weather Working Day. El término working significa que el día debe
ser laboral y que el tiempo permita faenar, luego, el plazo se suspende los festivos
y los días en que el tiempo no permita maniobrar.
La suspensión del plazo también opera “por causas imputables al fletante o sus
dependientes”, como una exceptio non adimpleti contractus, si el impedimento es atri-
buible a un incumplimiento de sus obligaciones, por ejemplo, innavegabilidad de la
nave, inaptitud de sus bodegas o de sus grúas, suspensión de las maniobras por orden
de la autoridad marítima, debido a falta de requisitos o documentos de la nave, etc.
• Premio por pronto despacho (dispatch money). Es la situación inversa al
pago de la sobrestadía, consiste en la tarifa que tiene derecho a percibir el fletador
del fletante, en caso que las maniobras de carga o descarga terminen antes de los
plazos de estadía.
Dispone el artículo 960:
“Si el fletador cumpliere las faenas de carga o descarga en menor tiempo que el estipulado,
tendrá derecho a una compensación por el monto que se haya convenido y, en su defecto, se
calculará sobre una base igual a la mitad de la suma que corresponda para la sobrestadía”.
Este cobro se explica en que, así como la demora perjudica económicamente
al fletante (tal como lo explicamos al tratar la sobrestadía), si el fletador adelanta
la carga y/o la descarga respecto al tiempo de estadía, genera un ahorro para el
fletante, por el costo diario de la nave detenida, respecto de los cálculos efectuados
por éste al cuantificar el flete y asignar estos plazos, o sea, el fletante se beneficia
económicamente, lo que justifica el premio por pronto despacho.
En las pólizas es usual encontrar cláusulas de premio de pronto despacho
como las siguientes:
– HDLTSBENDS: Half Dispatch Lay Time Saved Both Ends. Traducible
como “la mitad del pago por aquel tiempo de estadía ahorrado en ambos térmi-
nos”, se aplica para cuantificar un premio de pronto despacho equivalente a la
mitad de lo pactado (para la sobrestadía) por el tiempo en que las faenas de carga
y descarga se adelantan en los puertos de embarque y desembarque, que son los
“términos” (ends) del viaje.
– HDWTS: Half Dispatch Working (or Weather) Time Saved. Equivale a
“la mitad del pago por aquel tiempo de días laborales (o que el tiempo permita
trabajar) ahorrados”, una variante del anterior, en que sólo se paga premio por
pronto despacho respecto de los días laborales y en que las condiciones climáticas
permiten adelantar las maniobras de carga y descarga.
Algunas cláusulas habituales relativas a la estadía y sobrestadía en las pólizas
de fletamento por viaje.
a) Cláusulas relativas al arribo de la nave a un puerto y al aviso de alistamiento:
Permiten determinar cuándo la nave arriba a un puerto o muelle y está en condi-
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– Even if used. “Aún si se usan”, dispone que un día excluido siga siendo tal,
y no se compute, aun si efectivamente se utiliza para cargar o descargar.
– If sooner commenced, actual time to count. “Si comienza antes, se cuenta
el tiempo real”, se utiliza para señalar que si una faena empieza antes del plazo
que estaba contemplado para ella, el tiempo se cuenta desde el momento en que
efectivamente comenzó.
– IUHTAUTC: If Used, Half Time Actually Used To Count. “Si se usa, se
cuenta la mitad del tiempo”. Es una combinación de las anteriores, en cuya virtud,
si se emplea un lapso que en principio estaba excluido, se computa por la mitad.
– UU: Unless Used. “A menos que se use”, es una cláusula similar a IU if used.
– UUIWCTAUTC: Unless Used In Which Case Time Actually Used To
Count. “A menos que se use, en cuyo caso el tiempo real utilizado se cuenta”, es
una modalidad del UU, que computa la totalidad del tiempo empleado, de usarse.
– USC: Unless Sooner Commenced. “A menos que comience antes”, se utilice
para el evento en que una maniobra se adelante respecto del plazo asignado, por
ejemplo, NOR + 24 hrs, USC.
iii) Pagar el flete. De acuerdo con el artículo 963:
“Salvo que se estipulare otra cosa, el flete se devengará por anticipado respecto de cada
viaje y será exigible desde el momento en que terminan las faenas de carga respectivas”.
Momento en que se devenga y paga: La regla general es que el flete se pague
por adelantado (freight payable in advance o freight prepaid), a menos que en la
póliza se pacte otra oportunidad de pago. El flete se hace exigible y se debe una
vez que la carga está embarcada.
La otra posibilidad es que el flete se pague contra la entrega de la carga en
destino (freight collect o freight on delivery).
También pueden las partes pactar otras modalidades, como el flete pagadero
en un día determinado, o dentro de un plazo después del embarque, del zarpe, del
atraque en el puerto de destino o de la descarga.
Una modalidad que se estila pactar es la cláusula SHIP/CARGO LOST OR
NOT LOST: “nave/carga perdida o no perdida”, que es la forma de estipular un
flete pagadero a todo evento, el que se gana y paga, aunque la nave o la carga se
pierdan, esto es, aun si el fletante no cumple con su obligación de llegar con la
carga a su destino.
Cuantificación del flete: Desde el punto de vista de su cuantificación, puede
fijarse en una suma alzada (lump sum freight) o en función de la cantidad (sea
medida en peso o en volumen) de carga embarcada (ad valorem).
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Pero estas hipótesis de zarpe con carga parcial o de resolución del fletamento
son más propias del retraso del fletador en el puerto de embarque que en el de
descarga, con la salvedad que, al incurrir el fletador en sobrestadía en el puerto de
descarga, es improbable que el fletante resuelva el contrato, y menos que zarpe con
la carga hacia otro destino, porque el viaje ya se cumplió, y al fletante no le interesa
zarpar con carga ajena a bordo, sino que desembarcarla, para desocupar la nave y
reubicarla en otro empleo, y menos le conviene dejar sin efecto el contrato que ya
ejecutó. Ante el retraso del fletador en el puerto de desembarque, es mejor para
el fletante desembarcar la carga que permanece a bordo y retenerla para asegurar
el pago de los gastos de descarga, del flete (si se le debe) y de la indemnización de
perjuicios, mientras reasigna su nave a otro contrato.
ii) Responder por el daño causado por la carga a la nave. Si bien no está con-
sagrado explícitamente en nuestro Libro III, es propio de las pólizas de fletamento.
Así, por ejemplo, la Cláusula 5 de la Póliza GENCON, denominada “Carga/ Des-
carga”, coloca de cargo y responsabilidad del fletador, indemnizarle al fletante por
los perjuicios que la carga le irrogue a la nave, así como su obligación de remover
los elementos de trinca, separación y el tinglado que sea de propiedad del fletador.
También coloca sobre éste la responsabilidad por los perjuicios que los estibado-
res causen a la nave, e incluso pone de su cargo el tiempo que se tarde en repararlos,
el que se reputará y remunerará como sobrestadía. Además, la tripulación de la nave
encargada de las grúas y winches, que el fletante coloca a disposición del fletador, a
solicitud de éste, se entiende que actúa por su cuenta y riesgo, como sus dependientes,
debiendo el fletador responder también por los perjuicios que ellos causen.
Es usual en las pólizas que el fletador asuma la obligación de limpiar, fumigar,
desratizar, etc., las bodegas, o pagar una tarifa por el costo de esas operaciones.
iii) Término y suspensión del fletamento por viaje. El fletamento por
viaje puede terminar de dos formas: de manera normal, cuando el fletante arriba
al puerto de destino y la nave se descarga. También puede terminar de manera
anormal, en los siguientes casos:
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
a) Resolución por no presentación de la nave. Opera antes del embarque. Ob-
viamente, si la nave no se presenta, no hay donde embarcar.
Artículo 951: “Si el fletante no pone la nave a disposición del fletador en las condiciones,
época y lugar convenidos, éste podrá resolver el contrato mediante comunicación por
escrito al fletante”.
Para el fletador es muy importante el momento de la carga, porque deter-
mina el inicio del viaje y, consecuentemente, la época de la descarga en destino.
Aquí debemos tener en mente que muchas veces, bajo del fletamento por viaje
subyace una compraventa internacional, u otro negocio, que explica la entrega de
la mercancía del fletador a un recibidor o destinatario, de hecho, el fletamento
por viaje es la forma como se cumple la obligación de entregar la mercancía que
deriva de ese contrato o negocio (sea que lo celebre el vendedor o el comprador).
En esta hipótesis, es usual que el fletador disponga de un plazo para cumplir con
el embarque y la entrega en destino, razón por la que el cumplimiento de las
fechas programadas le afecta, de ahí que la ley le permita resolver el contrato por
no presentación de la nave.
La Cláusula 9 de la Póliza Gencon, que se denomina “Cancelling”, permite
lo propio al fletador, si el fletante no presenta la nave dentro del plazo establecido
al efecto (denominado Cancelling Date: fecha de terminación).
Es una especie de resolución por inejecución, cuya virtud es que opera sin
necesidad de declaración judicial, bastando una comunicación escrita al fletante.
Desde luego, esta resolución no inhibe al fletador demandar la correspon-
diente indemnización de perjuicios por incumplimiento de contrato.
b) Resolución sin expresión de causa. Artículo 951, inciso 2º:
“Sin perjuicio de lo anterior, el fletador puede dejar sin efecto el contrato antes que la nave
comience a cargar, en cuyo caso pagará al fletante una indemnización equivalente a la
mitad del flete convenido, o superior, si el fletante probare que los perjuicios ocasionados
son mayores que esa cantidad, pero sin que exceda a la totalidad de dicho flete”.
la mitad del flete, lo que en doctrina se denomina falso flete, porque se paga, pero
no hay carga ni transporte. Ahora, el fletador deberá pagar aún más si el fletante
prueba que los perjuicios ocasionados son mayores que la mitad del flete. Es una
especie de avaluación legal anticipada, pero el fletante puede probar que los per-
juicios son mayores y elevar el monto de la indemnización.
El límite de la indemnización es la totalidad del flete pactado, porque el fletan-
te no puede quedar en condiciones mejores que si hubiere realizado el transporte.
c) Resolución por embarque parcial. Esta situación la estudiamos al tratar de
las obligaciones del fletador antes del inicio del viaje. De acuerdo al artículo 954
(inciso 3º), “El fletante podrá resolver el contrato cuando el tiempo de sobrestadía
exceda a un número de días calendario igual a los días laborales de la estadía”.
Luego, según el artículo 957, incisos 2º y 3º: “Si el fletante optare por la resolu-
ción del contrato, podrá descargar la nave por cuenta y cargo del fletador, quien además,
deberá pagar la mitad del flete convenido, si el fletante no prueba un perjuicio mayor”.
Nos remitimos a dichas explicaciones.
d) Resolución por caso fortuito, fuerza mayor o prohibición de comercio. Regu-
lada en el artículo 961:
“El contrato quedará resuelto sin derecho a indemnización de perjuicios para ninguna
de las partes, si antes del zarpe de la nave sobreviene una prohibición para comerciar
con algún país al cual iba destinada, o si acaece cualquier otro suceso de fuerza mayor o
caso fortuito que haga imposible la realización del viaje”.
Se trata de un caso fortuito o fuerza mayor, especialmente regulados, que
hacen imposible ejecutar el contrato, es un típico caso de fuerza mayor.
Se contempla el caso fortuito, la fuerza mayor y la prohibición de comerciar
en el país de destino (que no es sino una especie de fuerza mayor), y el requisito es
que haga imposible la realización del viaje; no basta que éste sea más largo, oneroso
o difícil, sino que se requiere que el impedimento sea total.
Sus efectos son la resolución del contrato, y del tenor perentorio de la norma,
se entiende que opera sin que sea necesario que se alegue por las partes, porque
no es un derecho de opción de alguna de ellas. El otro efecto es que las partes no
están obligadas a indemnizarse la una a la otra.
La figura coincide con la denominada “frustración” (frustration) del fleta-
mento en el Derecho inglés. Un fletamento se frustra cuando “producto de un
evento extraño, fuera del control de las partes, se hace imposible conseguir el
propósito comercial de la aventura a la que el fletamento sirve”,81 lo que ocurre
cuando sobreviene un obstáculo que hace físicamente imposible su cumplimiento,
o un impedimento legal de efectuar el viaje, o incluso un cambio radical de las
81
Julian Cooke y otros en Voyage Charters, op. cit., p. 465.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Fletamentos atípicos
Luego de enumerar los fletamentos que se regulan en el Libro III del Código
de Comercio (fletamentos típicos), el artículo 930 establece:
“En los demás fletamentos se estará a lo convenido por las partes, y en su defecto, a las
normas de este párrafo”.
Veremos algunos de ellos a continuación:
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Ambos nombres se emplean para aludir a este acuerdo marco, que general-
mente contiene los siguientes elementos: cantidad de carga, tiempo de duración,
puerto/s de embarque y desembarque, tipos de naves a emplear, flete, tarifas de
estadía y sobrestadía, formulario de fletamento o de contrato de transporte a utilizar.
También se les denomina contratos de volumen o convenios de transporte.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
El contrato que comprenda transporte marítimo y además transporte por cualquier otro
medio, estará regido por las normas de este párrafo, sólo por el período señalado en el
artículo 982. Las otras etapas se regirán por las normas que correspondan al medio de
transporte empleado”.
Las principales obligaciones de este contrato son: el porteo de mercancías
por mar, a cambio del pago de un flete.
La prestación básica del porteador es el transporte marítimo de mercancías
desde un puerto a otro, lo que diferencia al transporte marítimo de los fletamentos,
cuya característica común es que en ellos el fletante pone la nave a disposición del
fletador para su uso.
En cuanto transporte, su particularidad es que el porteo de mercancías se
efectúa por mar, y por eso es un contrato marítimo. El inciso segundo de esta
norma lo comentaremos a continuación, al tratar del ámbito de aplicación de las
reglas del transporte marítimo.
La principal obligación del cargador, o del consignatario si así se conviene,
es pagar el flete.
Ámbito de aplicación de las normas del Transporte Marítimo del Libro III.
Este contrato está regulado en el Párrafo 3, del Título V, del Libro III, artículos
974 a 1040.
Su ámbito de aplicación está dado por dos coordenadas: una territorial y otra
contractual.
La coordenada territorial está consagrada en el artículo 979, que dispone:
“Sin perjuicio de lo que establezcan los tratados o convenciones internacionales vigentes
en Chile, las disposiciones de este párrafo se aplicarán a todos los contratos de transporte
marítimo, siempre que:
1. El puerto de carga o de descarga previsto en el contrato de transporte marítimo esté
situado en territorio nacional, o
2. El conocimiento de embarque u otro documento que haga prueba del contrato de
transporte marítimo, estipule que el contrato se regirá por las disposiciones de este párrafo, o
3. Uno de los puertos facultativos de descarga previstos en el contrato de transporte ma-
rítimo sea el puerto efectivo de descarga y éste se encuentre dentro del territorio nacional”.
Entonces, quedan sujeto a estas normas, los transportes marítimos cuyo:
– Puerto de embarque previsto esté en Chile, o
– Puerto de desembarque previsto esté en Chile, o
– Conocimiento de embarque así lo establezca, o
– Puerto de desembarque esté en Chile y haya estado indicado como puerto
facultativo en el conocimiento de embarque.
La expresión “previsto” que se utiliza en el numeral 1 significa que el puerto
(de carga o descarga) debe estar mencionado en el contrato de transporte, indepen-
diente que sea el puerto en que efectivamente se llevan a efecto estas operaciones. En
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“Se entiende por mercancía toda clase de bienes muebles, comprendiendo también los
animales vivos.
Cuando las mercancías se agrupen en contenedores, paletas u otros elementos de transporte
análogos, o cuando estén embaladas, el término mercancías comprenderá ese elemento de
transporte o ese embalaje, si ha sido suministrado por el cargador.
Los equipajes se rigen por las disposiciones del contrato de pasaje”.
A diferencia de las Reglas de La Haya, los animales vivos también se consideran
mercancía, y de hecho el artículo 989 regula en especial su transporte.
Otra diferencia con las Reglas de La Haya es la asimilación del contenedor,
paleta u otra unidad de transporte o embalaje a la mercancía en ellos incluidos,
cuando han sido suministrados por el cargador.
La frase final, relativa al equipaje, es propia de la ley chilena, no proviene de
las Reglas de Hamburgo.
Por último, la diferencia que existe entre los términos mercancía y carga es
que aquél se utiliza para identificar a la carga singularizada (jurídicamente, especies
o cuerpos ciertos) y éste para aludir a la carga a granel (jurídicamente, géneros),
aunque esta disquisición no tiene un fundamento de texto legal.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Esta norma debe complementarse con los artículos 1039 y 1040, ubicados
en la Sección Decimoctava, “Efecto de algunas estipulaciones contractuales” de
este párrafo 3.
Artículo 1039: “Toda estipulación del contrato de transporte marítimo, contenida en el
conocimiento de embarque o en cualquier otro documento que haga prueba de él y que se
aparte directa o indirectamente de las disposiciones de este párrafo, se tendrá por no escrita.
Asimismo, se tendrá por no escrita la cláusula por la que se ceda el beneficio del seguro
de las mercancías al transportador, o cualquier cláusula análoga.
No obstante, el transportador podrá aumentar la responsabilidad y las obli-
gaciones que le incumben en virtud de las reglas de este párrafo.
El conocimiento de embarque o cualquier otro documento que haga prueba del contrato
de transporte marítimo, deberá incluir una declaración en el sentido de que el transporte
está sujeto a las disposiciones de este párrafo y por lo tanto toda estipulación que se aparte
de ellas en perjuicio del cargador o del consignatario, se tendrá por no escrita”.
Artículo 1040: “Cuando el titular de las mercancías haya sufrido perjuicios, como con-
secuencia de una estipulación que debe tenerse por no escrita en virtud de lo dispuesto
en el artículo anterior, el transportador, en conformidad con las disposiciones de este
párrafo, pagará una indemnización de la cuantía necesaria, para resarcir al titular de
las mercancías de toda pérdida o todo daño en ellas o del retraso en su entrega.
Además, el transportador pagará una indemnización por los gastos que haya efectuado el
titular para hacer valer su derecho. Los gastos y costas para ejercitar esta última acción,
se determinarán en conformidad con la ley del lugar en que se incoe el procedimiento”.
El inciso primero del artículo 1039 es reiterativo, porque a dicha conclusión
se arriba tras aplicar el artículo 824, que ya estudiamos en el Capítulo Primero:
“Salvo los casos en que la ley establezca una sanción diferente, se tendrán por no escritas
las estipulaciones contrarias a una disposición imperativa de este Libro”.
El inciso segundo de aquella norma proscribe las cláusulas en que el cargador
o consignatario cede el beneficio del seguro de transporte de las mercancías al trans-
portador, u otras análogas, que eran formas que se utilizaban para circunvalar las
normas imperativas del transporte y transferir al porteador las indemnizaciones que
el asegurador de la carga pague por la pérdida o daño de las mercancías, o retraso
en su entrega (si el seguro lo cubre), haciendo soportar este costo, en definitiva, a
los intereses de la carga o sus aseguradores.
Sí se le permite (inciso tercero) al transportador elevar los límites de respon-
sabilidad, porque ello redunda en beneficio de los intereses de la carga. No se le
permite disminuirlos, porque se vulnera la norma imperativa que los establece.
El inciso final de la norma en comento establece una obligación pragmática,
cual es que el conocimiento de embarque deberá incluir una declaración en el sen-
tido de que el transporte está sujeto a las disposiciones imperativas de este párrafo,
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En esta parte, hemos seguido en especial a Antonio Brunetti, Derecho Marítimo Privado
Italiano, Traducción de R. Gay de Montilla, Barcelona 1950, Tomo III, pp. 269 y ss., y a Alejandro
Guzmán Brito, Derecho Privado Romano, Santiago, 2001, Tomo II, pp. 167 y ss. y 223 y ss.
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Ripert, Georges, Compendio de Derecho Marítimo, Buenos Aires, 1954, p. 255, traducción
de la obra Précis de Droit Maritime por Pedro G. San Martín.
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£ 100 por bulto, pero con el advenimiento del contenedor y de la carga unitarizada,
se discutía si el contenedor se consideraba un bulto, o se estimaba que los bultos eran
los que éste portaba en su interior. Por ello, se introdujo al kilo para cuantificar el
límite, como alternativa al bulto, aplicándose el que resulte mayor.
En cuanto a la unidad de valor utilizada (₤: Libras Esterlinas), se consideró que
eran Libras Oro, pero en las Reglas de La Haya no se señalaba como se calculaba
esta Libra Oro, y el problema se presentó en 1931, cuando los ingleses decretaron la
inconvertibilidad de la Libra al oro y, posteriormente, cada Estado fue desvinculando
su moneda del patrón oro, lo que produjo un trastoque en el límite, porque no había
una forma uniforme de calcularlo, cada Estado manejaba independientemente su
paridad respecto al oro, lo que condujo a una caótica falta de uniformidad en los
límites de responsabilidad.
Como sabemos, el Derecho Marítimo propende a ser uniforme, de manera
que esta disparidad de límites atentaba gravemente contra una de las aspiraciones
importantes de esta rama, y perjudicaba el negocio del tráfico marítimo, ya que el
monto del límite dependía del Estado que se tratara, dotando al negocio de una
incertidumbre que era muy dañina. Para solucionar este problema, Visby uniformó
la medida del límite, introduciendo el Franco Oro (o Franco Poincaré), que equivalía
a 65,5 miligramos de oro, con una ley del metal 900 centésimos.
Más adelante, en el Protocolo de Bruselas del año 1979, el límite pasó a medirse
en DEG (Derechos Especiales de Giro o Special Drawing Rights). Así las cosas, la
forma de determinar el límite dependerá del régimen aplicable: ₤, si es Haya; Franco
Oro, si es Visby y DEG si es Protocolo de 1979.
Más adelante, haremos una comparación entre las Reglas de La Haya / Visby
y las Reglas de Hamburgo.
vi) Las Reglas de Hamburgo. El “Convenio de las Naciones Unidas sobre el
Transporte Marítimo de Mercancías”, fue aprobado el 31 de marzo de 1978, por
una Conferencia Diplomática convocada por las Naciones Unidas en Hamburgo,
conocidas como las Reglas de Hamburgo, por la ciudad en que se suscribió la
Convención. Este Convenio nació por iniciativa de la UNCTAD (United Nations
Conference for Trade and Development) y la que lo elaboró fueron comisiones
de la UNCITRAL (United Nations Commission for International Trade Law).
Las Reglas de Hamburgo encuentran su origen en la inquietud de los países
en vías de desarrollo, que son más bien países cargadores que países de navieros o
transportadores, y de ahí su interés de modificar las condiciones imperantes para
los contratos de transporte marítimo internacional, especialmente emanadas de las
Reglas de La Haya de 1924, a las que se las caracteriza por ser más protransportador.
Al igual que las Reglas de La Haya, las Reglas de Hamburgo se aplican a los
contratos de transporte evidenciados en conocimientos de embarque, o que consten
en otro documento o medio fehaciente. No se aplican a las pólizas de fletamento.
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En esta parte, hemos seguido a Osvaldo Basso Cerda y Claudio Barroilhet Acevedo,
Conocimiento de embarque electrónico, Editorial Librotecnia, Santiago, mayo, 2005, pp. 15 y ss.
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modificaciones que se agreguen, queda incluida toda la información que deba constar en
un conocimiento de embarque embarcado”.
Una vez emitido el conocimiento de embarque para embarcar, este precepto
establece dos maneras para que el cargador se haga de un conocimiento de em-
barque embarcado:
– La primera es solicitándole al transportador que le emita un conocimiento
de embarque “embarcado”, consignando el nombre de la nave en que se embarcó
y la fecha o fechas de su carga, a cambio de la restitución del conocimiento de
embarque para embarcar ya emitido, o
– La segunda es agregando al conocimiento de embarque la mención “em-
barcado”, así como la nave o naves en que se cargó y la fecha de embarque.
La explicación de esta modalidad de conocimiento de embarque es que existen
compraventas internacionales, o créditos documentarios, en que el cargador cumple
con su obligación de despachar la mercancía vendida, no sólo cuando contrata su
transporte, sino que además debe embarcarla en una nave determinada, antes de una
fecha precisa, lo que sólo se le permite acreditar con un conocimiento de embarque
embarcado que contenga el hecho del embarque, su fecha y la nave en que se cargó.
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Seaway Bill se creó como una manera de eludir la necesidad de producir el título
de la mercancía, como condición para su entrega en destino.
¿Es lo mismo el Seaway Bill of Lading que el Straight Bill of Lading, o conoci-
miento de embarque nominativo? No, porque éste debe ser producido y presentado
en original para requerir la entrega de la mercancía en destino, no así el Seaway Bill
of Lading. Además, en éste es sustituible la persona del consignatario, mientras el
conocimiento de embarque esté en poder del embarcador, no así la Guía Marítima,
que dejará de serlo si se le incluye la Cláusula de no disposición (NONDISP).
ii) Liner Bill of Lading. Es el conocimiento de embarque utilizado en tráficos
regulares o de línea (liner terms), que ofrecen los servicios de transporte al público
en general, en términos regulares, con zarpes y frecuencias predeterminadas y
recaladas en puertos preanunciados.
iii) Tramp Bills of Lading. Se utilizan en el negocio del tramping, que es el
transporte en viajes que no constituyen servicios regulares, generalmente pactados
mediante fletamentos por viaje, space charters u otros contratos para viajes especiales
a determinados puertos.
iv) Container Bill of Lading. Es utilizado para el transporte de carga en
contenedores, con cláusulas especiales o ad hoc para este tipo especial de transporte.
v) Marine u Ocean Bill of Lading. Se emplea en transportes marítimos
transoceánicos o puerto a puerto (port to port) en oposición al transporte fluvial,
lacustre, por canales interiores, o terrestre.
vi) Combined Transport Bill of Lading. Se emplea en transportes en que el
porteador asume la custodia y responsabilidad respecto de la mercancía durante
toda la extensión del porteo, y no sólo en el período marítimo.
Es similar al Intermodal Bill of Lading, que se utiliza en los transportes efec-
tuados en dos o más medios.
Otra variante es el Multimodal Bill of Lading que se utiliza en operaciones
de transporte multimodal.
vii) Through Bill of Lading. Conocimiento de embarque directo, que cubre
transportes en los que intervienen dos o más porteadores y puede coincidir con
un Combined/Intermodal/Multimodal Bill of Lading.
viii) Cover Bill of Lading, Service Bill of Lading o Memo Bill of Lading. Se
utiliza entre el porteador y aquellos transportadores a quienes éste subcontrate o
delegue ciertos tramos del transporte, por ejemplo, tramos fluviales, acarreo de carga
desde la bahía a puerto (muy propio de puertos fluviales o de poco calado), etc.
ix) House to House Bill of Lading. Se utiliza en el transporte de puerta a
puerta o de fábrica a depósito, modalidad que puede implicar un transporte com-
binado, sea inter o multimodal.
x) Non Vessel Owner / Operator Carrier Bill of Lading. Conocimiento de
embarque emitido por un non vessel owner / operator carrier, que es un transportador
que no posee, arma ni opera naves, para ejecutar el contrato de transporte que celebra
(del que da cuenta el NVOC B/L).
Estos NVOC B/L también son emitidos por los transitarios o freight forwar-
ders, caso en el que se les denomina Freight Forwarder Bill of Lading. También se los
conoce como conocimientos de embarque hijos o house.
Ambos se diferencian de los Shipowners Bills of Lading, que son los emitidos
por los armadores, también denominados Master o Mcother Bill of Lading.
d) Otros documentos complementarios al conocimiento de embarque.
Se trata de documentos que se utilizan en el transporte marítimo, para cumplir
funciones complementarias al conocimiento de embarque.
i) Booking Note o nota de reserva. Tal como lo señala su nombre, este
documento evidencia una solicitud de transporte de un cargador, o acredita una
reserva de espacio para transportar mercancía(s) en una nave y viaje determinados,
emitida por el transportador, a solicitud del embarcador. En la actualidad, ellas se
efectúan a través de intercambios de correos electrónicos o mediante aplicaciones
en el sitio Internet del transportador marítimo.
Su naturaleza jurídica va a depender del contenido concreto que tenga, y si ella
comprende los elementos esenciales del transporte marítimo: cargador, mercancía,
puertos de embarque y descarga y tarifa del flete, podría configurar un contrato de
transporte marítimo, en la medida que dé cuenta del consentimiento de las partes
a su respecto, esto es, envuelva una oferta y aceptación definitiva de los mismos.
ii) Declaración o solicitud de embarque. Es una declaración efectuada por
el cargador, en la que se individualiza y describe las mercancías a embarcar.
iii) Orden de embarque. Es la aceptación escrita que el transportador emite
a la declaración de embarque.
iv) Mate’s Receipt o recibo del piloto. Es un documento emitido por el piloto
u oficial encargado del cargamento, en el que deja constancia de las mercancías
recibidas, sea a bordo o al costado de la nave, su embalaje y estado, pero sin una
referencia necesaria a otros términos y condiciones del transporte. Es provisorio
hasta que se emita el respectivo conocimiento de embarque.
v) Dock’s Receipt o recibo de almacén. Este documento se emite contra la
entrega de las mercancías a un puerto, terminal o almacén portuario.
vi) Delivery Order u orden de entrega. Son documentos que emite el
transportador para disponer la entrega de la mercancía transportada al amparo
de un conocimiento de embarque, en destino, a sus respectivos destinatarios, o a
quienes éstos dispongan.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
El numeral 4 versa sobre el nombre del cargador, que es la otra parte que con-
curre a la celebración del contrato de transporte. Nosotros estudiamos dos clases de
cargadores, el que celebra el contrato y quien entrega la mercancía a transportarse;
la mención en el conocimiento de embarque puede ser a cualquiera de ellos. En la
figura inserta se le denomina shipper y se indica con el número (4).
El número 5 se refiere al consignatario, “si ha sido comunicado por el cargador”,
lo que reitera que el consignatario bien puede no estar determinado a la fecha en
que el conocimiento de embarque se emite, tras haberse perfeccionado el contrato
de transporte, ergo, el consignatario no es parte del contrato, porque éste nace sin
que sea necesaria su concurrencia, ni aun su individualización. En la figura inserta
se le denomina consignee y se indica con el número (5), agregándose que este co-
nocimiento de embarque no es negociable, a menos que se anteponga al nombre
del consignatario la frase “a la orden de”. En otras palabras, este conocimiento de
embarque es, por defecto, nominativo.
Los numerales 6 y 7 se refieren, respectivamente, a los puertos de carga y des-
carga, según el contrato de transporte marítimo, los que constituyen los lugares de
cumplimiento de la obligación del transportador de portear la mercancía. Como ya
señalamos, de acuerdo al artículo 979 N° 1 del Código de Comercio, si estos puertos
están ubicados dentro del territorio nacional, se aplicarán las normas del transporte
marítimo del mismo cuerpo legal, que son materia de nuestro estudio. En la figura
inserta, se indican con los números (6) y (7), respectivamente. Nótese que en esta
figura también se insertan sendas casillas para colocar los lugares de recepción y de
entrega, antes y después del tramo marítimo del transporte, respectivamente, lo que
se denomina precarriage (pretransporte) y oncarriage (postransporte), y se utiliza para
el transporte puerta a puerta (door to door) o multimodal.
El N° 6 agrega “la fecha en que el transportador se ha hecho cargo de las mercancías”.
Siendo el conocimiento de embarque un recibo de las mercancías, que el porteador
marítimo emite contra su recepción por parte del cargador, debe incluir la fecha en
que tal entrega se verificó, porque en tal momento se inicia el período de custodia
y responsabilidad del transportador por su cuidado. Es importante hacer notar que
esta fecha puede coincidir con la fecha de emisión del conocimiento de embarque,
en la medida que éste se emita el mismo día de la recepción de las mercancías, ya
que de lo contrario, tendrán fechas distintas. En la figura inserta se indica con el
número (6) el lugar y fecha de emisión del conocimiento de embarque, porque se
entiende que la mercancía fue recibida por el transportador en la fecha de emisión del
conocimiento de embarque, salvo que en el recuadro superior se indique otra fecha.
Las expresiones “según el contrato de transporte marítimo”, indican que son los
puertos que las partes acordaron para embarcar y desembarcar las mercancías, aunque
durante la ejecución del contrato ellos puedan cambiar, por causas sobrevinientes,
sea dentro o fuera del control y voluntad de las partes.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
cargador. Por eso, que la ley se refiere al estado aparente o externo de las mercan-
cías que el transportador está llamado a insertar en el conocimiento de embarque
(artículo 1015 N° 2).
Como todo contrato, éste genera derechos y obligaciones para sus partes, que
en este contrato, son el cargador y el transportador.
Respecto al consignatario, explicamos que no es parte del contrato, puesto que
no comparece a su celebración y el contrato se perfecciona sin su consentimiento,
pero sí es parte de la operación del transporte, y el conocimiento de embarque u
otro documento que haga las veces de título de la mercancía, le habilita para reci-
birla en destino, lo que se explica mediante la figura de la estipulación en favor de
un tercero, de tal suerte que, pese a no ser parte del contrato, al aceptar la calidad
de consignatario de una mercancía transportada al amparo de un contrato de
transporte marítimo, adquiere los derechos y obligaciones de consignatario, por
efecto de su aceptación de ese rol.
Veremos, a continuación, las obligaciones del cargador, transportador y
consignatario. Hemos elegido este orden de exposición, porque responde a una
lógica cronológica de cómo se desarrolla este contrato.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
los perjuicios sufridos por ellos, al haber actuado éstos basándose en la descripción
de las mercancías contenidas en el conocimiento de embarque.
ii) Indicar la peligrosidad de las mercancías que embarca. Dispone el
artículo 1013:
“En el caso de mercancías peligrosas, el cargador señalará, de manera adecuada, mediante
marcas o etiquetas, las mercancías que tengan esa característica.
El cargador que ponga mercancías peligrosas en poder del transportador o de un trans-
portador efectivo, según el caso, le informará del carácter peligroso de aquéllas y de ser
necesario, de las precauciones que deban adoptarse. Si el cargador no lo hace y el trans-
portador o el transportador efectivo no tienen conocimiento del carácter peligroso de las
mercancías por otro conducto, esta omisión tendrá los siguientes efectos:
1º. El cargador será responsable respecto del transportador y de todo transportador efectivo,
de los perjuicios resultantes del embarque de tales mercancías, y
2º. Las mercancías podrán en cualquier momento ser descargadas, destruidas o trans-
formadas en inofensivas, según requieran las circunstancias, sin que haya lugar a in-
demnización.
Las disposiciones de este artículo, no podrán ser invocadas por una persona que durante
el transporte se haya hecho cargo de las mercancías, a sabiendas de su carácter peligroso.
Aun cuando se ponga en conocimiento del transportador o del transportador efectivo el
carácter peligroso de las mercancías, si éstas llegaren a constituir un peligro real para
la vida humana o los bienes, podrán ser descargadas, destruidas o transformadas en in-
ofensivas, según requieran las circunstancias, sin que haya lugar a indemnización, salvo
cuando exista la obligación de contribuir a la avería gruesa o cuando el transportador sea
responsable en conformidad con lo dispuesto en los artículos 984 al 991 de este párrafo”.
Entonces, la obligación del cargador se descompone en tres deberes:
– Informar del carácter peligroso al transportador o transportador efectivo
a quien entregue las mercancías peligrosas.
– Identificar adecuadamente, mediante marcas o etiquetas, las mercancías
peligrosas.
– Informarle de las precauciones que deban adoptarse para su manipuleo.
Los efectos del incumplimiento de esta obligación son:
– El cargador será responsable respecto del transportador y de todo trans-
portador efectivo, de los perjuicios resultantes del embarque de tales mercancías, y
– Las mercancías podrán en cualquier momento ser descargadas, destruidas
o transformadas en inofensivas, según requieran las circunstancias, sin que haya
lugar a indemnización.
Pero ambos efectos no operan si hubo conocimiento del transportador, o
transportador efectivo, en su caso, del carácter peligroso de las mercancías, aún por
otro conducto, puesto que dicho conocimiento convalida la omisión del cargador.
Lo reitera el inciso tercero de la norma, ya que las disposiciones de este artículo no
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pueden ser invocadas por una persona que, durante el transporte, se haya hecho
cargo de las mercancías, a sabiendas de su carácter peligroso.
Con todo, existe una contraexcepción a esta convalidación del conocimiento del
transportador, cual es el caso de las mercancías que son “realmente” peligrosas, esto
es, aquellas que llegaren a constituir un peligro real para la vida humana o los bienes,
caso en que, aun si su carácter peligroso está en conocimiento del transportador o del
transportador efectivo, ellas podrán ser descargadas, destruidas o transformadas en
inofensivas, sin que haya lugar a indemnización, salvo la obligación de contribuir a
la avería gruesa o la responsabilidad del transportador, de acuerdo con los artículos
984 al 991.
Hemos llamado la atención sobre la expresión “realmente peligrosas”, para
explicar que la ley quiere significar aquellos casos en que el peligro se ha activado o
hecho efectivo, y pasa de ser una probabilidad a una amenaza inminente.
iii) Entregar la mercancía al transportador. Esta obligación no está consagra-
da de manera explícita en la ley, pero si llegamos a ella por aplicación del artículo
1546 del Código Civil, que dispone:
“Los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por consiguiente obligan no sólo a lo que
en ellos se expresa, sino a todas las cosas que emanan precisamente de la naturaleza de la
obligación, o que por la ley o la costumbre pertenecen a ella”.
Así, el transportador tiene la obligación de transportar la mercancía desde el
puerto de embarque hasta el de destino y, a cambio, tiene el derecho a cobrar un
flete (que generalmente se devenga contra la entrega de la mercancía en destino).
Entonces, necesita de la carga para cumplir con su obligación de transporte y
percibir el pago del correspondiente flete, de ahí que lógicamente el cargador debe
entregarle la mercancía cuyo transporte le encomendó.
iv) Pagar el flete. Esta obligación se regula en la Sección Duodécima, “Reglas
sobre pago del flete en el contrato de transporte marítimo”, la que no proviene
de las Reglas de Hamburgo, sino que es original de nuestra legislación patria.
Dispone el artículo 1021:
“Por regla general, a menos que se estipule expresamente otra cosa, el flete se gana y será
exigible una vez entregadas las mercancías en el destino previsto en el contrato, en alguna
de las formas que señalan las letras a), b) o c) del artículo 983.
No se deberá flete por las mercancías perdidas por caso fortuito o fuerza mayor. Sin
embargo, cuando las mercancías se han perdido por un acto o a consecuencia de avería
común, se pagará el flete correspondiente como si aquéllas hubiesen llegado a destino.
La estipulación de flete pagadero a todo evento, surtirá efecto siempre que la carga se
encuentre a bordo y la nave haya iniciado el viaje.
El conocimiento de embarque en el que no se especifiquen el flete pendiente de pago o
no se indique de otro modo que el flete ha de ser pagado por el consignatario, conforme
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In extenso, ver Claudio Barroilhet Acevedo, en “Notas acerca de la evolución histórica
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del consignatario en conformidad con el contrato, las leyes o los usos del comercio
que sean aplicables en ese puerto.
Bien sea que las mercancías pasen por una autoridad o un tercero, en el puerto
de carga, o se pongan a disposición del consignatario, en el de descarga, existe un
eslabón intermedio y adicional entre cargador / transportador y transportador /
consignatario que no existe en la modalidad directa.
Hay que tener presente que esta disposición proviene de las Reglas de Ham-
burgo, que es una Convención Internacional que está redactada de una manera
genérica, para ser aplicable a todos los países que las suscriban, en los que los sistemas
portuarios pueden diferir, de ahí que consagra un abanico de probabilidades, tanto
para la recepción, como para la entrega de la mercancía.
Así, por ejemplo, cuando se refiere a “autoridades” a través de las cuales se
traspasan las mercancías, esto no sucede en Chile, en que la Autoridad Marítima
no es depositaria ni custodia de mercancías, y la Autoridad Aduanera tampoco lo es
(salvo en los casos de los almacenes de rezago). En nuestro sistema, la regla general
es que estos terceros sean los puertos (terminales privados o Empresas Portuarias
del Estado), los terminales portuarios o los almacenes extraportuarios, quienes
cumplen las funciones de depositarios de la mercancía en tránsito, sea en el puerto
de embarque o de destino.
Estas modalidades pueden operar combinadamente, vale decir, recepción
directa en puerto de embarque y entrega indirecta en puerto de destino, o viceversa.
¿Cuál es la diferencia con el gancho a gancho de las Reglas de La Haya? Que
en la responsabilidad temporal se amplía el período de custodia del transportador
marítimo. Mientras que en el gancho a gancho sólo abarca el lapso durante el cual la
mercancía está a bordo de la nave, en las Reglas de Hamburgo se extiende a aquellos
períodos que transcurren durante el período de custodia del porteador, mientras la
mercancía permanece en tierra, sea en el puerto de embarque o en el de entrega.
Antes del imperio del Libro III actual, y bajo la vigencia de las Reglas de La
Haya, incorporadas por medio de las Cláusulas Paramount en los conocimientos
de embarque, este período se conocía en Chile como la tierra o tiempo “de nadie”,
porque las mercancías estaban fuera del gancho a gancho, pero también habían dejado
la esfera de custodia del cargador (en origen) y aún no entraban a la del consigna-
tario (en destino), entonces, se producía un vacío acerca de quien las custodiaba y
respondía por su pérdida, daño o deterioro.
La diferencia cobra más importancia en los transportes denominados puerta
a puerta (door to door), en los cuales el transportador marítimo toma a su cargo la
mercancía en la fábrica, depósitos o instalaciones del cargador, en origen, y la entrega
en alguno de los recintos homónimos del consignatario en destino, incluyendo los
tramos terrestres que tengan lugar mientras la mercancía permanezca bajo su custodia.
También es relevante esta diferencia en el transporte multimodal de mercancías, que
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
de quince días consecutivos, contado desde la fecha en que las mercancías fueron puestas
en poder del consignatario.
No será necesario dar aviso de pérdida o daño respecto de los que se hayan comprobado
en un examen o inspección conjunta de las partes, efectuada al momento de ser recibidas
las mercancías por el consignatario”.
El inciso primero de la norma transcrita consagra la denominada presunción
de buena entrega, y que consiste en que si el transportador entrega las mercancías
en destino, se presume que ellas están en el mismo estado que las recibió en origen,
a menos que el consignatario haya dado aviso de pérdida o daño (números 1 y 2),
o se haya procedido a una inspección conjunta de tal pérdida o daño (inciso final).
En otras palabras, a falta de aviso o inspección conjunta (las que analizaremos más
adelante), se presume el cumplimiento de la obligación del transportador, y por
ello se llama presunción de buena entrega.
Si, por el contrario, la mercancía se pierde, daña o retrasa su entrega, el trans-
portador incumple sus obligaciones, hipótesis que analizaremos a continuación.
• Incumplimiento y presunción de culpabilidad del transportador. El
transportador incumple cuando la mercancía se pierde, daña o retrasa, o sea, en
los eventos de incumplimiento total (pérdida), incumplimiento parcial (daño)
y cumplimiento tardío (retraso) de su obligación de entregar las mercancías en
destino, en el mismo estado en que las recibió en origen.
Dispone el artículo 984:
“El transportador será responsable de los perjuicios resultantes de la pérdida o del daño
de las mercancías, así como del retraso de su entrega, si el hecho que ha causado la pér-
dida, el daño o el retraso se produjo cuando las mercancías estaban bajo su custodia en
los términos de los artículos 982 y 983, a menos que pruebe que él, sus dependientes o
agentes, adoptaron todas las medidas que razonablemente podían exigirse para evitar el
hecho y sus consecuencias”.
Este precepto consagra la regla básica de la responsabilidad del porteador
marítimo, quien debe responder de los perjuicios que resulten de las pérdidas o
daños a las mercancías, y de su retraso en la entrega, que ocurran mientras ellas
están bajo su custodia, salvo que pruebe que él, sus agentes y dependientes em-
plearon todas las medidas que eran razonablemente exigibles para evitar la causa
de la pérdida, daño o retraso y sus efectos. En otras palabras, si se prueba que la
pérdida, daño o retraso ocurrieron mientras la mercancía estaba bajo su custodia,
será responsable por los perjuicios causados, a menos que pruebe que se adoptaron
todas las medidas razonables para evitarlos. Es lo que se denomina presunción de
culpabilidad del transportador marítimo.
La gran diferencia con las Reglas de La Haya, es que en éstas existe un lis-
tado de causales de exención de responsabilidad del transportador, incluyendo
la denominada falta náutica, que corresponde a los errores en la administración
o navegación del buque, mientras que en nuestro sistema (que sigue a las Reglas
de Hamburgo), existe sólo una causal genérica, cual es haber adoptado todas las
medidas razonables para evitar el hecho y sus consecuencias.
• Elementos de la responsabilidad del transportador marítimo. Ellos son:
a) Existencia de un contrato de transporte marítimo;
b) Pérdida, daño o retraso de la mercancía transportada;
c) Que ocurra durante su custodia por el transportador, y
d) Existencia de perjuicios y relación de causalidad.
a) Existencia de un contrato de transporte marítimo. En primer lugar, debe
existir un contrato de transporte marítimo del cual emana la obligación del por-
teador de transportar y custodiar las mercancías.
El contrato de transporte se prueba, por excelencia, por medio del conoci-
miento de embarque (artículo 977), pero también puede probarse por el documento
que haga las veces de conocimiento de embarque (según lo disponen los artículos
978 y 1026), e incluso por medio de testigos o de otros medios de prueba, ya que
es un contrato consensual, y en los negocios mercantiles es admisible la prueba
de testigos (artículo 128 del Código de Comercio) y, en fin, el contrato de trans-
porte es subsidiario, por cuanto a falta de pacto escrito, se aplicarán las reglas del
transporte marítimo (según el artículo 928, inciso 4).
Para desvirtuar este elemento de la responsabilidad, puede probarse la inexis-
tencia o invalidez del contrato de transporte, o la existencia de otro contrato,
convención o negocio que ampare el porteo de las mercancías.
Ahora, en puridad, deberíamos decir que basta que exista un transporte ma-
rítimo de mercancías, aún sin un contrato de por medio, puesto que estas normas
se aplican, sea que se invoque o no la existencia de un contrato de transporte. Así
lo dispone el artículo 998:
“Tanto las exoneraciones como los límites de responsabilidad establecidos en este párrafo,
serán aplicables a toda acción contra el transportador por las pérdidas o el daño de las
mercancías a que se refiere el contrato de transporte marítimo, así como por el retraso en su
entrega, independientemente de que la acción se funde en la responsabilidad contractual,
en la responsabilidad extracontractual o en otra causa”.
474 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Si los libros de a bordo o los controles sobre las bodegas y mercancías se llevaren en forma
mecanizada o por computación, el consignatario o quien sus derechos represente, tendrá
acceso a la información o registro de los datos pertinentes, relacionados con todo el período
en que las mercancías hayan estado bajo el cuidado del transportador. En igual forma, el
transportador tendrá acceso a los datos del embarcador o expedidor y del consignatario,
según sea el caso, relacionados con el cargamento que origina el reclamo”.
Se trata de una norma pragmática que obliga al transportador y al consig-
natario a prestarse colaboración para inspeccionar las mercancías y demás datos,
información o registro relativas a las mismas.
c) Que ocurra durante su custodia por el transportador. Para que la pérdida,
daño o retraso sean atribuibles al transportador marítimo, es necesario que “…el
hecho que ha causado la pérdida, el daño o el retraso se produjo cuando las mercancías
estaban bajo su custodia en los términos de los artículos 982 y 983…”, esto es, durante
el período de custodia del transportador marítimo: desde que las recibe en origen,
hasta que las entrega en destino.
La carga de probar que la mercancía estaba bajo su custodia corresponde a
quien pretende hacer responsable al transportador marítimo, puesto que incumbe
probar las obligaciones a quienes alega su existencia (artículo 1698 del Código Civil).
Por cierto, el transportador marítimo puede probar que el daño es anterior
a su recepción, a menos que el conocimiento de embarque se haya emitido lim-
pio, esto es, sin reserva y sea invocado por un tercero (incluido el consignatario),
distinto al cargador, porque en ese caso la presunción de veracidad de los datos
no admite prueba en contrario, salvo la mala fe del titular de conocimiento de
embarque, vale decir, que éste sabía que las mercancías no estaban en el estado
que dice este documento.
Sí puede probar que el daño es posterior a su entrega al consignatario o, dicho
de otra forma, que el transportador entregó las mercancías en destino en el mismo
estado que las recibió en origen, según da cuenta el conocimiento de embarque.
476 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Esto significa que, a diferencia de la regla general del artículo 984, la carga
de la prueba pesa sobre el reclamante, quien debe acreditar la negligencia del
transportador.
Respecto del reclamante existe una diferencia con las Reglas de La Haya,
en que era el transportador quien, si alegaba el incendio, debía acreditar que no
había negligencia en su origen y que había actuado diligentemente en su combate.
Enseguida, el artículo 988 establece una norma pragmática:
“En caso de incendio a bordo, que afecte a las mercancías, si el reclamante o el trans-
portador lo solicitan, se realizará una investigación de las causas y circunstancias del
incendio, en conformidad con los reglamentos y las prácticas del transporte marítimo,
y se proporcionará a los interesados un ejemplar del informe con las conclusiones de la
investigación”.
Esto se hace para facilitar la indagación acerca de las causas del incendio,
especialmente, si se toma en consideración que el reclamante no está a bordo de
la nave, y por ende carece de acceso a dicha información.
– Transporte de animales vivos. La regla es que el transportador no responde
por los riesgos que son inherentes a este transporte.
Prescribe el artículo 989:
“En el transporte de animales vivos, el transportador no será responsable de la pérdida,
del daño o del retraso en su entrega, resultantes de los riesgos especiales inherentes a este
tipo de transporte.
Se presumirá que dichos riesgos han sido la causa de la pérdida o del daño o del retraso
en la entrega, cuando el transportador pruebe que ha cumplido las instrucciones espe-
ciales que le hubiere dado el cargador, y que además, atendidas las circunstancias, la
pérdida, el daño o el retraso en su entrega, puedan atribuirse a tales riesgos. No obstante
lo dispuesto precedentemente, no tendrá lugar dicha presunción cuando existan pruebas
que la totalidad o parte de estos hechos, han tenido su origen en la culpa o negligencia
del transportador, sus dependientes o agentes”.
Esto opera a través de una presunción acerca del origen de la pérdida, daño o
retraso en la entrega de los animales vivos: si el transportador prueba que cumplió
con las instrucciones especiales para su cuidado proporcionadas por el cargador, se
presume que la causa de ellos fueron los riesgos especiales inherentes a su transporte,
en la medida que ellos hayan sido susceptibles de producirlas, lo que determina
el juez caso a caso.
El reclamante puede desvirtuar esta presunción acreditando la negligencia
del transportador (o sus dependientes o agentes) en estos hechos, sea como causa
única o causa contribuyente.
Las Reglas de La Haya no se aplican al transporte de animales vivos.
– Auxilios: Esta regla se aplica al salvamento a terceros o a su propiedad.
Preceptúa el artículo 990:
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
“En caso de prestarse auxilios a terceros, el transportador no será responsable, salvo por
avería gruesa, cuando la pérdida, el daño o el retraso en la entrega, hayan provenido de
medidas adoptadas para el salvamento de vidas humanas o de medidas razonablemente
adoptadas para el salvamento de bienes en el mar”.
Cuando la nave preste asistencia a terceros, el transportador no responde por
la pérdida, daño o retraso de la mercancía, salvo que este salvamento origine una
avería gruesa (institución que analizaremos en el Capítulo VI, Los Riesgos de la
Navegación), caso en que el porteador debe contribuir a ella.
También se aplica esta regla si el salvamento se prestó a bienes, y era razo-
nablemente necesario hacerlo.
– Exención de la responsabilidad del transportador marítimo. El artículo
984 concluye:
“…, a menos que pruebe que él, sus dependientes o agentes, adoptaron todas las medidas
que razonablemente podían exigirse para evitar el hecho y sus consecuencias”.
significa que, como una regla, la carga de la prueba pesa sobre el transportador, pero
respecto a ciertos casos las disposiciones de la convención modifican esta regla”.
En fin, no existe en nuestro ordenamiento jurídico norma alguna que otorgue
a esta responsabilidad el carácter de objetiva.
• Exención de responsabilidad mediante la prueba de la debida diligencia.
Se trata de una responsabilidad subjetiva, con culpa presumida. El transportador
marítimo es, prima facie, responsable por la pérdida, daño o retraso de la mercan-
cía, que ocurra mientras ella está bajo su custodia, a menos que pruebe que él, sus
agentes y dependientes actuaron con debida diligencia para evitar tal pérdida, daño
o retraso. También es aplicable en este caso el test del transportador prudente, que
consiste en una comparación de una conducta real y efectiva del transportador,
sus agentes o dependientes, con la conducta ideal que habría sido esperable de un
transportador, sus agentes y dependientes diligentes en la misma situación.
Así pues, el efecto de la presunción de culpa es invertir el onus probandi,
poniéndolo de cargo del transportador, quien puede eximirse de responsabilidad,
si prueba que empleó la debida diligencia en el cuidado de la mercancía, mientras
estaba bajo su custodia.
A nuestro juicio, en puridad, más que una presunción de culpa (como existe
en el artículo 207, en materia de transporte terrestre), se trata de una regla de onus
probandi, que procesalmente no es idéntica a la presunción de culpa (porque la
presunción es un medio de prueba y la regla de onus probandi es un mecanismo de
distribución de la prueba), aunque su efecto práctico es equivalente: tanto quien
no desvirtúa una presunción en su contra, como quien no satisface su carga de la
prueba, no convence al sentenciador.
Esto, por cuanto corresponde al reclamante acreditar la pérdida, el daño o
el retraso en la entrega de la mercancía, que haya ocurrido durante la custodia
del transportador (lo que se denomina responsabilidad prima facie), quien puede
eximirse de responsabilidad si prueba que él, sus agentes y dependientes adoptaron
todas las medidas razonablemente exigibles para evitar el hecho y sus consecuencias.
O sea, el incumplimiento del transportador se presume imputable, siendo
aplicable el artículo 1547, inciso 3º, del Código Civil, que preceptúa “la prueba
de la diligencia o cuidado incumbe al que ha debido emplearlo”.
• ¿De qué grado de culpa es responsable el transportador? De la culpa leve,
ya que el contrato de transporte marítimo es un contrato oneroso conmutativo,
que se celebra en beneficio de ambas partes, en que el transportador se grava a
favor del cargador o del consignatario (según quien detente el título que habilita
para recibir las mercancías transportadas) y el cargador (o el consignatario, si así
se pacta) se grava a favor del porteador marítimo con el pago del flete, de manera
que, por aplicación de la norma establecida en el artículo 1547 del Código Civil,
ambas partes responden de la culpa leve.
480 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
de buena entrega), a menos que éste haya dado aviso de pérdida o daño, o se haya
efectuado una inspección conjunta a las mismas.
En caso de retraso en la entrega de las mercancías en destino, la falta de aviso
hace caducar la acción indemnizatoria.
La presunción de buena entrega importa una situación de cumplimiento de la
obligación del transportador.
Por el contrario, el aviso de pérdida, daño y la inspección conjunta, sólo des-
virtúan esta presunción, pero colocan sobre el reclamante la carga de acreditar tal
pérdida o daño a la mercancía, o el retraso en su entrega, así como la circunstancia
de haber ellas acontecido dentro del período de custodia del transportador marítimo.
Estamos en la hipótesis del incumplimiento por parte del transportador.
A su turno, la acreditación de la pérdida, daño o retraso de las mercancías hace
presumir la culpa del transportador marítimo y su responsabilidad por los perjuicios
que de ellas resulten (presunción de culpabilidad), a menos que pruebe que él, sus
agentes y dependientes adoptaron todas las medidas razonablemente exigibles para
evitar el hecho y sus consecuencias, evento en que se exime de responsabilidad.
Otra alternativa es que el transportador marítimo alegue la coexistencia de causas
que hayan ocasionado la pérdida, el daño o el retraso en la entrega, en conjunto con
su culpa o negligencia, la de sus dependientes o agentes, caso en el cual recae sobre
el transportador la carga de probar el monto de la pérdida, daño o retraso que son
imputables a la otra u otras causas, para circunscribir su responsabilidad sólo a su
negligencia, o la de sus agentes o dependientes.
• Limitación de responsabilidad del transportador marítimo. Sistema espe-
cial de limitación de responsabilidad: Se trata de un sistema especial de limitación
de responsabilidad, propio del transporte marítimo de mercancías, que como tal,
prima por sobre el sistema general de limitación de responsabilidad del armador.
Se distingue entre los límites por pérdida y daño, y por retraso.
• Límites de responsabilidad por pérdida y daño. Dispone el artículo 992:
“La responsabilidad del transportador por los perjuicios resultantes de la pérdida o del daño
de las mercancías, de acuerdo con lo dispuesto en la sección precedente, estará limitada
a un máximo equivalente a ochocientos treinta y cinco unidades de cuenta por bulto u
otra unidad de carga transportada o a dos y media unidades de cuenta por kilogramo de
peso bruto de las mercancías perdidas o dañadas, si esta cantidad es mayor”.
Recordemos que, según el artículo 1244:
“Cuando en este Libro se indique una cantidad o el valor de una indemnización en
unidades de cuenta, o que deben establecerse en función de aquéllas, se entenderá por tal,
a la unidad denominada Derecho Especial de Giro, definida por el Fondo Monetario
Internacional o la que lo reemplace.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
El valor del Derecho Especial de Giro se calculará según el método de evaluación, esta-
blecido por el Fondo Monetario Internacional en sus operaciones y transacciones, a la
fecha del cumplimiento de la obligación de que se trate.
La determinación de la equivalencia del Derecho Especial de Giro en moneda nacional,
corresponderá al Banco Central de Chile”.
A su turno, el artículo 996 establece una regla de interpretación:
“Para determinar en el caso del artículo 992 qué cantidad es mayor, se aplicarán las
normas siguientes:
1º. En los casos en que, para agrupar mercancías, se use un contenedor, una paleta o un
elemento de transporte análogo, se considerarán como un bulto o una unidad de carga
transportada, cada uno de los que aparezcan como contenidos en ese elemento de transporte
en el conocimiento de embarque, si se ha emitido, o bien en cualquier otro documento
que haga prueba del contrato de transporte marítimo. Si se omite la mención señalada
en los referidos documentos, las mercancías contenidas en ese elemento de transporte serán
consideradas como una unidad de carga transportada.
2º. En los casos en que se haya perdido o dañado el propio elemento de transporte, éste
será considerado como una unidad independiente de carga transportada, salvo que sea
de propiedad del transportador o proporcionado por él”.
La primera regla es que se considera como un bulto o una unidad de carga
transportada, cada uno de los que aparezcan como contenidos en el elemento que
las agrupa, según el conocimiento de embarque. Ahora, si en este documento no los
señala, las mercancías contenidas en ese elemento de transporte serán consideradas
como una unidad de carga transportada.
La segunda regla es que el elemento de transporte será considerado como una
unidad independiente de carga transportada, siempre que no sea de propiedad del
transportador, o suministrado por él.
• Límites de responsabilidad por retraso. Regulado en el artículo 993, que
dispone:
“La responsabilidad del transportador por el retraso en la entrega con arreglo a lo dispuesto
en la sección precedente, estará limitada a una suma equivalente a dos veces y media el
flete que deba pagarse por las mercancías que hayan sufrido retraso, pero no excederá de
la cuantía total del flete que deba pagarse en virtud del respectivo contrato de transporte
marítimo de mercancías”.
Este límite es doble: (i) un sublímite de 2,5 veces el flete de la mercancía
retrasada, con (ii) el límite máximo del flete total del respectivo contrato (com-
prendiendo las mercancías retrasadas y las no retrasadas).
• Intereses y costas. Para ambos límites, es aplicable el artículo 995, que reza:
“En los límites de responsabilidad a que se refieren los artículos precedentes no se con-
siderarán incluidos los intereses producidos por la suma en que se evalúen los daños, ni
las costas judiciales”.
Estos deben aplicarse sobre el monto del límite.
• Límites convencionales. Desde luego, las partes pueden pactar un límite
superior, pero no uno inferior, ya que la norma es imperativa y si se transgrede
con una cláusula, estipulación o pacto, ésta se tendrá por no escrita, y se considera
como inexistente.
Así lo dispone el artículo 997:
“El transportador y el cargador podrán pactar límites de responsabilidad superiores a los
establecidos en los artículos 992 y 993”.
Así se desprende de los artículos 929 y 824:
Artículo 929: “Las normas sobre el contrato de transporte marítimo serán imperativas
para las partes, salvo en los casos en que la ley expresamente disponga lo contrario”.
Artículo 824: “Salvo los casos en que la ley establezca una sanción diferente, se tendrán
por no escritas las estipulaciones contrarias a una disposición imperativa de este Libro”.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
provinieron de una acción o una omisión de ellos realizada con intención de causar tal
pérdida, daño o retraso, o temerariamente y en circunstancias que pueda presumirse
que tuvieron conocimiento de que probablemente sobrevendrían la pérdida, el daño o
el retraso”.
El derecho a limitar responsabilidad se pierde cuando se actúa con intención,
o temerariamente, y en circunstancias que pueda presumirse que tuvo conocimiento
que probablemente sobrevendría la pérdida, daño o retraso. El significado de estas
expresiones fue analizado in extenso al tratar de la pérdida del derecho a limitar
responsabilidad, analizada en la parte relativa a la responsabilidad del armador y
de otros sujetos de la navegación marítima y su limitación, en el Capítulo IV, al
que nos remitimos.
• Responsabilidad del transportador y del transportador efectivo. Mientras
el transportador es quien celebra el contrato de transporte, el transportador efectivo
es aquel que lo ejecuta en todo o en parte. Por ejemplo, un transporte de frutas
entre Valparaíso y Hamburgo, contratado por la naviera A, quien lleva la carga
hasta Panamá, donde se transborda a una nave que es operada por la naviera B,
la que ostenta la calidad de transportador efectivo. En este ejemplo, no existe un
vínculo contractual directo entre el cargador y la naviera B, sólo entre el cargador
y la naviera A y, a su turno, entre la naviera A y la naviera B.
El transportador efectivo es un sujeto que aparece regulado por primera vez
en las Reglas de Hamburgo.
La importancia de estas normas es que en ellas se hace solidariamente respon-
sable al transportador por las pérdidas, daños o retrasos causados a las mercancías,
mientras ellas estaban en poder del transportador efectivo, y esta solidaridad tiene
su fuente en la ley, aunque no medie contrato alguno entre el cargador y el por-
teador efectivo.
Así lo dispone el artículo 1006:
“Cuando la ejecución del transporte o de una parte del mismo haya sido encomendada
a un transportador efectivo, independientemente de si el contrato lo autoriza o no para
ello, el transportador seguirá siendo responsable de la totalidad del transporte convenido.
Respecto del transporte que sea ejecutado por el transportador efectivo, el transportador
será responsable solidariamente con aquél de las acciones u omisiones que en el ejercicio
de sus funciones puedan incurrir, tanto el transportador efectivo como sus dependientes
y agentes”.
Las siguientes reglas se desprenden de esta norma:
– Cuando el transportador contratante encomiende todo o parte del trans-
porte a un transportador efectivo, aquél sigue siendo responsable ante el cargador
por la totalidad del trayecto. Lo que se delega es la función, no la obligación ni la
consiguiente responsabilidad.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Artículo 1030: “Si las mercancías han sido entregadas por un transportador efectivo,
todo aviso que se dé a éste tendrá el mismo efecto que si se hubiera dado al transportador;
y todo aviso que se dé al transportador, tendrá el mismo efecto que si se hubiera dado al
transportador efectivo.
Asimismo, se considerará que el aviso dado a una persona que actúe en nombre del
transportador o del transportador efectivo, incluido el capitán o el oficial que esté al
mando de la nave, o a una persona que actúe en nombre del cargador, ha sido dado al
transportador, al transportador efectivo o al cargador, según sea el caso”.
Esta norma hace comunicables inter se los efectos del aviso dado al transporta-
dor y al transportador efectivo, así como el capitán y otros representantes de ellos.
d) Obligaciones recíprocas. Hemos agrupado bajo este título las obliga-
ciones de entregarse información y otorgarse facilidades para efectuar inspecciones,
que recaen sobre el transportador y el consignatario (o, en general, el titular de las
mercancías).
El artículo 988 dispone:
“En caso de incendio a bordo, que afecte a las mercancías, si el reclamante o el trans-
portador lo solicitan, se realizará una investigación de las causas y circunstancias del
incendio, en conformidad con los reglamentos y las prácticas del transporte marítimo,
y se proporcionará a los interesados un ejemplar del informe con las conclusiones de la
investigación”.
Por su parte, el artículo 1028 establece:
“En caso de pérdidas o daños, ciertos o presuntos, el transportador y el consignatario se
darán todas las facilidades razonables para la inspección de las mercancías y la compro-
bación del número de bultos.
Si los libros de a bordo o los controles sobre las bodegas y mercancías se llevaren en forma
mecanizada o por computación, el consignatario o quien sus derechos represente, tendrá
acceso a la información o registro de los datos pertinentes, relacionados con todo el período
en que las mercancías hayan estado bajo el cuidado del transportador. En igual forma, el
transportador tendrá acceso a los datos del embarcador o expedidor y del consignatario,
según sea el caso, relacionados con el cargamento que origina el reclamo”.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Cuadro comparativo
Para terminar, hemos insertado un cuadro sinóptico que compara las princi-
pales diferencias entre las Reglas de La Haya, Haya-Visby y Hamburgo.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
túe ninguno, uno, varios o todos los segmentos del transporte, o los subcontrate
a otros transportadores efectivos.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
tículo 24 del D.F.L. N° 329, del Ministerio de Hacienda del año 1979 (Ordenanza
de Aduanas, cuyo texto refundido se contiene en el D.F.L. N° 30/2004) dispone:
“Las personas naturales o jurídicas a quienes se permita actuar como agentes para la
recepción, estiba, desestiba, movilización o transporte de mercancías en la zona primaria
de jurisdicción de una Aduana, estarán sujetas tanto ellas como los medios que utilicen,
a la potestad de la Aduana. Dichas personas deberán rendir cauciones con arreglo a lo
dispuesto en el artículo 4, N° 17 del DFL 329, de 1979, del Ministerio de Hacienda.
Asimismo, lo dispuesto en el inciso precedente se aplicará a los agentes de carga, transitarios
y operadores de transporte multimodal. El Director Nacional de Aduanas reglamentará
las obligaciones y facultades de estas personas en el ámbito de su competencia, las cuales,
junto a sus socios, representantes y empleados quedarán sujetos a la jurisdicción disci-
plinaria del Director, en los mismos términos previstos en el artículo 202 de la presente
Ordenanza para los despachadores, sus apoderados y auxiliares”.
En uso de su potestad reglamentaria, la Aduana dictó la Resolución Exenta
N° 2750, el 28 de marzo de 2008, que establece “Normas para el registro, autoriza-
ción, operaciones que pueden realizar, responsabilidades y jurisdicción disciplinaria
de los Agentes de Carga y los Agentes Freight Forwarder o Transitarios”.
En el Punto N° 2, “Definiciones”, se señala que “Transitario o freight forwar-
der, es la persona natural o jurídica, nacional o extranjera, que sin ser porteador
efectivo en los términos previstos en el artículo 975 N° 2, del Código de Comercio,
ha celebrado un contrato de transporte de mercancías por el pago de un flete, subcon-
tratando servicios de transporte marítimo, aéreo o terrestre, emitiendo conocimientos
de embarque, guías aéreas y cartas de porte, hijos o nietos, según el caso, por la carga
transportada a su nombre”.
Esta Resolución ya fue analizada con ocasión del transitario en el Capítulo
IV, Sujetos de Derecho Marítimo. El punto es que el transitario o freight forwarder
asumirá la calidad de operador de transporte multimodal, cuando haya celebrado
un contrato de transporte de mercancías, por a lo menos dos medios distintos de
transporte, asumiendo por su cuenta la totalidad del porteo, caso en que le será
aplicable la obligación de registrarse de conformidad con esta Resolución.
Es importante aclarar que este operador de transporte multimodal es distinto
al operador definido en el artículo 882, como la persona que, sin tener la calidad de
armador, en virtud de un mandato de éste ejecuta a nombre propio o en el de su
mandante los contratos de transporte u otros para la explotación de naves, sopor-
tando las responsabilidades consiguientes. Por su parte, el operador de transporte
multimodal contrata este tipo de transporte a su propio nombre y por su cuenta,
obligándose ante los expedidores a efectuar la totalidad del transporte, sin ser un
mandatario del armador, como se considera al operador del artículo 882.
Dispone el artículo 1041 N° 5 que “Expedidor, toda persona que por sí o por
medio de otra que actúe en su nombre o por su cuenta, ha celebrado un contrato de
transporte multimodal con el operador de este transporte o toda persona que, por sí
o por medio de otra que actúe en su nombre o por su cuenta, entrega efectivamente
las mercancías al operador de este transporte en relación con el contrato de transporte
multimodal”.
El expedidor equivale al cargador en el contrato de transporte marítimo, de
hecho, la definición de expedidor contempla las dos situaciones de cargador: el
que celebra el contrato y el que ejecuta el contrato que no celebró. Valgan, pues,
las explicaciones dadas con ocasión del cargador, en el contrato de transporte
marítimo, para la figura del expedidor.
Consignatario, según el artículo 1041 N° 6 es “la persona autorizada para
recibir las mercancías”, término que también es análogo al del consignatario en el
contrato de transporte marítimo, salvo que aquél no incluye referencia al título
que habilita para recibir la mercancía. Al igual que en el transporte marítimo, el
consignatario no es parte del contrato de transporte multimodal, pero sí lo es de
la operación de transporte.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Artículo 1076: “Las disposiciones contenidas en este párrafo solo se aplicarán al trans-
porte comercial de pasajeros. No obstante, cuando el transporte sea gratuito o benévolo,
se aplicarán sus normas sobre responsabilidad, siempre que el pasajero pruebe la culpa o
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
negligencia del transportador. En tal caso los límites de responsabilidad no excederán del
25% de las sumas que pudieren corresponder”.
Para estar sujeto a estas normas, el contrato debe cumplir con los siguientes
requisitos:
– Debe tratarse de un transporte marítimo, no fluvial ni lacustre. Más aún,
debe ser un transporte que se efectúe mar adentro, o a través de canales marítimos,
pero fuera de un mismo puerto, rada o bahía, y
– Debe ser efectuado con fines comerciales, no con fines recreativos, de
turismo, ni ser un transporte gratuito o benévolo.
La falta de alguno de estos requisitos acarrea distintos efectos:
Si el transporte no es marítimo en los términos del primer requisito, se sujeta
a las normas del Título V del Libro II de este Código, que se aplican al transporte
por tierra, lagos, canales o ríos navegables.
Si el transporte no es mercantil, o es gratuito o benévolo, en los términos del
segundo requisito, se le aplican las normas sobre responsabilidad de este título,
pero con dos particularidades:
– Que el pasajero pruebe la culpa o negligencia del transportador (que en
general se presume), y
– Los límites de responsabilidad no excederán del 25% de las sumas que
pudieren corresponder.
Ahora, si es gratuito o benévolo, vale decir, no se paga precio por el transporte,
conceptualmente deja de ser un contrato de pasaje, en los términos del artículo 1044
y, de acuerdo al artículo 1076, sólo se le aplican excepcionalmente las normas de
responsabilidad del pasaje, con las peculiaridades antes señaladas.
Por otra parte, se considera que el transporte de personas es un acto mercantil
para el transportador, cuando se organiza como una empresa, de acuerdo con el ar-
tículo 3 N° 15 del Código de Comercio. Para el pasajero, sigue siendo un contrato
civil, o sea, se trata de un acto comercial mixto, la diferencia estriba en el régimen
que se le aplica, dependiendo si es gratuito o remunerado.
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Retraso: En el embarque
En el zarpe
En el arribo
Interrupción: Frustración del viaje: Por el transportador
(según la parte causante) Por el pasajero
Interrupción: Temporal
(según sus efectos) Definitiva
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Aquí se requiere que los objetos valiosos hayan sido entregados al porteador en
depósito, que jurídicamente es un contrato distinto entre el porteador y el pasajero,
que no está regulado en las normas del contrato de pasaje. La responsabilidad del
porteador como depositario tiene un límite (1.200 DEGs), a menos que se haya
pactado de manera expresa y por escrito (ad solemnitatem) un límite superior.
d) Culpa de la víctima. El transportador puede probar la culpa exclusiva de la
víctima como eximente, o la culpa contributiva de la víctima como una atenuante.
Dispone el artículo 1064:
“Si el transportador prueba que la culpa o negligencia del pasajero han sido causa de su
muerte o de sus lesiones corporales, o de la pérdida o daños sufridos por su equipaje, o que
dicha culpa o negligencia han contribuido a ello, el tribunal competente que conozca del
asunto podrá eximir al transportador o atenuar su responsabilidad según corresponda”.
En el Código Civil, solamente existe como atenuante en materia de respon-
sabilidad civil extracontractual.
iv) Limitación de responsabilidad.
a) Límites legales. Los artículos 1065 y 1066 establecen límites para la res-
ponsabilidad del porteador, distinguiendo si se trata de muerte o lesiones, por un
lado, o de pérdida o daño del equipaje, por el otro.
Artículo 1065: “En caso de muerte o lesiones de pasajeros, el límite máximo de la respon-
sabilidad del transportador se determinará multiplicando la suma de 46.666 unidades de
cuenta por el número de pasajeros que la nave esté autorizada a transportar. La responsabi-
lidad máxima no excederá en ningún caso de 25 millones de unidades de cuenta. Cuando
hubiere más de una víctima el límite máximo por cada una, se determinara dividiendo
el total que resulte, según las reglas del inciso anterior, por el número de víctimas”.
Artículo 1066: “La responsabilidad contractual o extracontractual del transportador
por la pérdida o daños sufridos por el equipaje, no excederá de los siguientes límites, por
cada hecho que los cause:
1º. Por equipaje de camarote, 833 unidades de cuenta por pasajero,
2º. Por la pérdida o daños sufridos por vehículos incluyendo los equipajes transportados
en el interior de éstos o sobre ellos, 3.333 unidades de cuenta por vehículo, y
3º. Por equipajes que no sean de los mencionados en los números 2 y 3 anteriores, 1.200
unidades de cuenta por pasajero.
La responsabilidad contractual o extracontractual del transportador, en los casos de los
artículos 1052, 1053 y 1056 no excederá de 3.000 unidades de cuenta por pasajero”.
b) Limitación de responsabilidad de acuerdo al sistema general. Luego, el
transportador también puede limitar su responsabilidad, de acuerdo a las normas
generales, de acuerdo con el artículo 1074:
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
remolcar sobre el agua, tirando por medio de un cabo o cuerda o empujando sobre
otra nave o artefacto naval.
El remolcador, conforme lo previsto por el artículo 4 de la Ley de Navegación,
es una nave especial, que se emplea en servicios, faenas o finalidades específicas,
con características propias para las funciones a que está destinados; se trata de
embarcaciones pequeñas, con mucha fuerza y maniobrabilidad, con equipos e
implementos especiales para tirar a otras naves, como ganchos, winches y espías.
El contrato de remolque es aquel en que se pactan los servicios de remolque,
que generalmente son remunerados. Empero, si ellos se prestan de manera gratuita,
la maniobra sobre los que recae el contrato sigue siendo un remolque, aunque no se
efectúe remuneradamente.
Remolque-transporte
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
Remolque-maniobra
“Por regla general, en los remolques de que trata este párrafo, tanto la nave remolcadora
como la remolcada, serán responsables frente a terceros, de su propia culpa.
Pero en los casos de abordaje con otra nave, ajena a la maniobra, si la dirección del re-
molque estaba a cargo de la nave remolcadora, el convoy será considerado como una sola
unidad de transporte para los fines de la responsabilidad frente a terceros. Si la dirección
de la maniobra estaba a cargo de la nave remolcada, la responsabilidad recaerá sobre ésta”.
La regla general es que cada nave responde por su propia culpa (sea la de sus
armadores o dotación) frente a terceros.
En caso de colisión con una tercera nave, existe una regla especial, depen-
diendo de quién tenga a su cargo la dirección de la maniobra: la remolcadora o la
remolcada, la que deberá asumir la correspondiente responsabilidad. Se consagra
el principio de la mente dominante (dominant mind) respecto al comando de la
nave que gobierna la operación, y para estos efectos, se considera al convoy como
una sola flotilla o unidad, pese a estar compuesto de dos o más naves.
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CAPÍTULO V: CONTRATOS PARA LA EXPLOTACIÓN COMERCIAL DE LAS NAVES
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Capítulo VI
Los riesgos de la navegación
• Generalidades.
• Las averías.
• Las averías en el Libro III.
• Avería gruesa o común.
• Abordaje.
• Arribada forzosa.
• Salvamento.
• El contrato de salvamento.
• Efectos del salvamento.
• Restos náufragos.
• Normas sobre riesgos de la navegación en la Ley de Navegación.
Generalidades
86
La acepción jurídica de fortuna de mar se refiere al patrimonio que se conforma en torno
a la explotación de la nave, también denominado patrimonio naval, instituto que estudiamos en el
Capítulo III, al tratar los privilegios marítimos.
Las averías son daños o gastos extraordinarios que afectan a los intereses de
la expedición marítima (principalmente, nave, carga y flete), provenientes de los
peligros propios del mar o de acontecimientos extraordinarios de la navegación ma-
rítima, que se apartan de un curso normal de desarrollo de la expedición marítima.
La nota esencial de la avería es que el daño o el gasto tienen su origen en un
peligro, emergencia o una situación anormal o extraordinaria de la expedición,
un evento excepcional, que hace necesario adoptar medidas –también extraordi-
narias– para afrontarlo y superarlo. En general, el estudio de estas figuras consiste
en determinar cómo se distribuyen y soportan los efectos económicos (léase las
pérdidas materiales y financieras) que derivan de estos eventos entre los interesados
en la aventura marítima.
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
87
Digesto, Libro XIV, Título 2, Folio 1, citado por F.D. Rose en General average law and
practice, Lloyds of London Press, 1997, p. 1.
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
Ergo, el régimen del Título VI, “De los riesgos de la navegación”, Párrafo 3
“De la avería gruesa o común”, artículos 1095 a 1115, contiene normas que son
dispositivas y supletorias.
La referencia a “…normas, sea que hayan recibido o no sanción legal de un
estado,…usos, o reglas de práctica…”, es precisamente coincidente con las Reglas
de York y Amberes, cuya naturaleza jurídica ya hemos estudiado. Entonces, ellas
se aplican mediante dos maneras:
– Al incorporárselas en los conocimientos de embarque y los contratos de
fletamento, o
– Supletoriamente, por aplicación de la ley chilena (Párrafo 3 del Título VI).
88
F.D. Rose en General average law…, op. cit., p. 6 (citando distintos fallos ingleses); Geor-
gesRipert, Compendio de Derecho Marítimo, op. cit., p. 343 y ss. y Antonio Brunetti, Derecho
Marítimo Privado Italiano, op. cit., Tomo III, p. 22 y ss.
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
que lo normal sería presumir precisamente lo contrario, que no existe tal consen-
timiento.
• Orden público: la institución se fundaría en razones de orden público,
que prima por sobre los intereses particulares que componen la expedición. Pero
el punto es que queda entregado al criterio náutico del capitán la elección entre
cuáles bienes sacrificar y cuáles preservar, para salvar la expedición como un todo,
por lo que la figura no respondería sólo a una noción de mantener el orden público.
La elección del capitán, más allá de otras consideraciones legales, está destinada a
proteger la vida y la propiedad en el mar.
• Contrato implícito: postula que existe una negociación y convención
tácitas entre el capitán y los dueños de la carga en el momento del peligro, desti-
nada a afrontarlo. Es importante diferenciar a este acuerdo tácito del contrato (sea
de transporte o de fletamento) que incorpora las Reglas de York y Amberes para
calificar y liquidar la avería gruesa, puesto que se celebran en momentos distintos.
Entonces, la aplicación de las Reglas de York y Amberes, y en consecuencia del
instituto en comento, derivaría de la estipulación que las incorpora al contrato de
transporte o de fletamento, mas no de un contrato implícito.
• Estado de necesidad: la inminencia de un peligro para la expedición jus-
tifica un sacrificio o gasto para salvarla. Esta teoría explica la facultad del capitán
para tomar una decisión que implique un sacrificio o gasto, pero no el deber de los
interesados en la aventura en contribuir económicamente a sus efectos posteriores.
• Enriquecimiento sin causa: esta teoría –que es muy socorrida– postula
que quien salva algo que es de otro, tiene derecho a solicitar una indemnización
del beneficiado por el salvamento. Ripert la critica, señalando que aquí hay empo-
brecimiento de una de las partes (el interés que se sacrifica), pero que no existe un
enriquecimiento del otro, ya que sólo se le evita una pérdida. Agrega que la avería
gruesa es una institución jurídica más antigua que el enriquecimiento sin causa
y que, además, ella no contempla una acción in rem verso propiamente tal para
la restitución del monto de lo sacrificado (como sí lo hace el enriquecimiento sin
causa), ya que sólo permite que se repartan el monto del sacrificio y de los gastos
incurridos, en proporción al valor de los intereses involucrados en la expedición
marítima, pero no hay un reembolso total de los montos gastados.
• Función social de la propiedad: postula limitar la propiedad individual de
cada uno de los intereses de la expedición, en beneficio de la expedición marítima
como un todo.
• Teoría del interés general preferente: señala que la expedición, como
una colectividad, prima por sobre la nave, la carga y el flete individualmente
considerados.
89
Georges Ripert, Compendio de Derecho Marítimo, op. cit., p. 344.
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
Pero no basta que sea potencial, eventual o remoto, su ocurrencia debe ser
una probabilidad cierta y objetiva. Por lo mismo, si el capitán cree (subjetivamente)
que existe un peligro, pero en realidad no lo hay, no se configura el requisito. Por
otra parte, en cuanto a la manera como el peligro se manifiesta, no es necesario
que su desenvolvimiento sea tal y cual como el capitán lo previó, basta que el
peligro sea efectivo.
En suma, el peligro no debe ser tan cercano hasta el punto que ocurra y afecte
la expedición, ni tan distante como para sacrificar los intereses comprometidos en
ella si su ocurrencia no es cierta e inminente.
El peligro debe ser común, esto es, ha de comprometer a todos los intereses
de la expedición.
¿Cuáles son estos intereses? Tradicionalmente, lo han sido la nave, la carga
y el flete.
– La nave y la carga son bienes, cosas corporales muebles, y el peligro que
las acecha amenaza su integridad: pueden hundirse, perderse, dañarse, deteriorarse
o desaparecer (por ejemplo, en caso de secuestro por piratas).
– El flete es una cosa incorporal, un derecho de crédito, que consiste en el
pago de una suma de dinero a la que tiene derecho el fletante, en virtud del fleta-
mento de la nave, o el transportador por el transporte de las mercancías. Pese a ser
un derecho, también está afecto a los peligros de la expedición, ya que si la nave
se pierde, la obligación de pagar el flete se extingue; o si la expedición no llega a
término, el transportador no puede cobrar el flete, que generalmente se devenga
contra la entrega de la mercancía en el lugar de destino (freight collect). El flete es
también un valor a merced del éxito o fracaso de la expedición.
Pero se pueden agregar otros intereses, como los contenedores y el combustible.
– Los contenedores son cosas corporales muebles. La regla general es que las
suministre el transportador, como parte del servicio de transporte (excepcionalmen-
te, los cargadores son dueños de los contenedores que utilizan), y en esta hipótesis
son distintos a la carga. Los contenedores también pueden perderse, dañarse o
destruirse a consecuencia de un peligro que amenace a la expedición. Ahora, en
aquellos casos que los suministre el cargador, los contenedores se consideran como
un interés asimilable a la carga para efectos de la avería gruesa.
– ¿Y el combustible? En el fletamento por tiempo, el combustible lo provee
el fletador, que debe abastecer la nave durante la vigencia del contrato. No se
considera parte del concepto de nave (como sí ocurre en los demás casos, en que el
combustible integra el armamento de la nave). Si el combustible se pierde o inutiliza
a consecuencia de un peligro que afecte a la expedición marítima, el fletador por
tiempo experimentará una pérdida económica y, en este sentido, el combustible
es también un interés comprometido en la expedición marítima.
iv) Con un resultado útil. Este elemento no está en la definición del artícu-
lo 1095, pero sí se colige de otras reglas de la avería gruesa. En efecto, a conse-
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
nombre un juez árbitro para que la declare, si concurren sus elementos. Se trata
de una declaración judicial de avería gruesa y provocada.
ii) Impugnación. La impugnación es la objeción a la existencia de una avería
gruesa y sus efectos, basada, por ejemplo, en que no se cumplen sus requisitos; que
se trata de una avería particular; o que el peligro se debe a la falta de un interesado,
por lo que no hay obligación de contribuir en ella, etc.
Quien impugna se opone a la contribución económica en la avería gruesa.
Tanto la declaración como la impugnación, son materia de sendos juicios:
de declaración e impugnación, los que se tramitan de acuerdo con las normas del
procedimiento sumario, que estudiaremos en el Capítulo IX.
iii) Liquidación. La liquidación es el arreglo (también denominado ajuste)
de la avería gruesa, y consiste en cuantificar el pasivo repartible y los valores de
contribución de cada uno de los interesados para solventar dicho pasivo.
La liquidación se efectúa por un perito liquidador. Si se lleva a cabo en
Chile, deberá hacerla un liquidador de seguros chileno que haya sido designado
de acuerdo a la ley.
Los interesados pueden objetar la liquidación, lo que da origen a un procedi-
miento judicial incidental, que también estudiaremos en el Capítulo IX.
Útil es destacar el rol que tiene la Association of Average Adjusters (Asociación
de Ajustadores o Liquidadores de Averías), una entidad privada que funciona en
Londres, cuyo propósito es establecer los principios y prácticas de la liquidación de
averías, en especial, a través de las denominadas Rules of Practices que recopilan
usos acerca de la liquidación de un siniestro, sean averías comunes o particulares.
Abordaje (collision )
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
La ley agrega que ello se efectúa en la forma que disponga la ley, o los respec-
tivos contratos de fletamento o transporte. Por ejemplo, si el contrato de transporte
marítimo que liga al armador-transportador y a los intereses de la carga a bordo
se sujeta a las Reglas de La Haya-Visby, régimen en el que sabemos el transpor-
tador puede eximirse de responsabilidad por error del capitán o de la tripulación
en la administración o la navegación del buque (conocida como excepción de
culpa náutica), las acciones de los titulares de la carga contra los transportadores-
armadores no prosperarán ante dicha excepción. Otro ejemplo, si la relación que
existe entre el armador y el cargador es un fletamento, y las partes han pactado un
límite de responsabilidad para la mercancía transportada, la indemnización que
haya de pagarse se someterá a este límite. Lo mismo sucede en las Reglas de La
Haya-Visby y de Hamburgo, sistemas en que existen límites de responsabilidad
para las mercancías transportadas.
En este contexto se explica la parte final del artículo 1123, que reza:
“Si en virtud de lo anterior, o por efecto de acciones directas de los dueños de cargas de
la otra u otras naves en abordaje, un naviero o transportador pagare mayor proporción
que el porcentaje de culpa asignado a su nave, podrá repetir contra el armador de la otra
u otras naves por el exceso que hubiere pagado”.
Lo que sucede es que, ante una exoneración de responsabilidad por culpa
náutica, o una limitación de responsabilidad por pérdida o daño a la mercancía
transportada, lo más probable es que el titular de la carga opte por no demandar
al armador-transportador, sino que al armador de la otra nave involucrada, con
quien no tiene contrato que consagre tal exoneración ni límite (sin perjuicio del
derecho de este otro armador para limitar su responsabilidad de acuerdo al sistema
general de limitación de responsabilidad), siendo más factible obtener una mayor
indemnización de su parte que del transportador.
Entonces, aquí cobra relevancia esta norma, según la cual, si existieran acciones
directas entre el titular de la carga y el armador de la otra nave, que obliguen a éste
a pagar más allá que su porcentaje de culpa, este armador podrá repetir el exceso
de lo pagado del armador de la otra u otras naves.
Para terminar, señalaremos que la distribución de la responsabilidad entre
las naves que colisionan en proporción a la culpa de cada una de ellas, es uno de
los sistemas que se utiliza para asignar responsabilidad, consagrado en el artículo
4 de la Convención de Bruselas de 1910 sobre Responsabilidad por Abordaje,
con la salvedad que en la Convención, si de acuerdo a las circunstancias, no es
posible establecer el grado de las respectivas culpas, o aparece que ellas son iguales,
la responsabilidad entre ellas se divide en partes iguales, excepciones que no se
incorporaron a la legislación chilena.
Otros sistemas para distribuir la responsabilidad son:
– El sistema de la culpa contributiva (contributory negligence), que impide
a las naves involucradas demandar la indemnización de sus daños, si han tenido
negligencia en el abordaje, lo que equivale a señalar que cada parte soporta sus
propios perjuicios y responsabilidades.
– El sistema de los daños divididos (divided damages), en que ambas naves
que abordan con culpa se reparten los daños y responsabilidades por partes iguales,
sin entrar a considerar su grado individual de negligencia.
Evidentemente, la aplicación de uno u otro sistema conduce a resultados
muy distintos en términos de responsabilidad.
Así, por ejemplo, si la Nave A aborda a la Nave B con negligencias de
75% y 25%, respectivamente, y los daños causados por la colisión ascienden a
$100.000.000, $ 25.000.000 (Nave A) y $ 75.000.000 (Nave B), el resultado
será el siguiente:
Así, con el sistema de la culpa contributiva, la Nave A sólo asume sus daños por
$ 25.000.000, en circunstancias que su grado de culpa ascendió al 75%, mientras
que la Nave B, que tuvo un 25% de negligencia, debe soportar $ 75.000.000 de
daños, lo que es palmariamente injusto.
Con el sistema de los daños divididos, la situación mejora en parte, porque la
Nave A comparte sólo $ 25.000.000 de los daños de la Nave B.
Sólo con el primer sistema (culpa proporcional) se produce una equiparación
entre el grado de culpa y el monto de la responsabilidad que a cada nave le toca
soportar.
Es entonces explicable que los dueños o armadores de las naves afectadas bus-
quen radicar los juicios destinados a hacer efectiva la responsabilidad por la colisión,
en aquella jurisdicción que aplique la regla que más les convenga para sus intereses
en el caso concreto, lo que se conoce como forum shopping. De ahí, que el año 1952,
bajo el alero del Comité Marítimo Internacional, se adoptaron dos convenciones
en Bruselas, una para la unificación de ciertas reglas en materia de jurisdicción civil
derivadas de los abordajes, y otra para las reglas de jurisdicción penal (de las cuales
Chile no es parte). Por otra parte, el sistema de la culpa proporcional se ha extendido
a prácticamente todas las legislaciones marítimas.
Los dos primeros sistemas tienen su explicación en los tiempos antiguos en
que, con los elementos técnicos de que se disponía, era muy difícil reconstituir las
maniobras y sus circunstancias para determinar las causas de un abordaje. Hoy, en
que existen medios que permiten grabar las comunicaciones efectuadas desde y dentro
de un buque; registrar las maniobras y cursos de navegación; en que existen sistemas
de fotografía y video, teléfonos celulares y satelitales, sistemas de posicionamiento
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
geográfico, etc., es más fácil poder reconstruir las maniobras y sus circunstancias para
reconstituir los hechos del accidente y asignar culpas y responsabilidades.90
90
En un fallo histórico, la Corte Suprema de los Estados Unidos de Norteamérica, sustituyó
la regla de los daños divididos por la de culpa proporcional. Entre otras razones, señaló que “…se ha
dicho que la regla de los daños divididos se justifica en la dificultad de determinar el grado comparativo
de culpa cuando dos partes son claramente culpables de contribuir con su falta... Si bien este argumento
tiene algo de fuerza, no puede justificar la división igualitaria de los daños en cada colisión, basado en la
negligencia común. Cuando es imposible asignar de manera justa los grados de culpa, la división de los
daños en partes equivalente entre quienes lo causaron es una solución justa. Pero la regla es innecesaria-
mente dura e inequitativa en casos, como este, en que se ha asignado una culpa proporcional y de excesiva
diferencia. Potenciales problemas probatorios en algunos casos difícilmente justifican una adhesión a una
regla arcaica e injusta para todas las situaciones. Es evidente que todas las otras naciones marítimas han sido
capaces de aplicar la regla de la culpa proporcional sin serios problemas… Las razones que originalmente
llevaron a esta Corte a adoptar esa regla (daños divididos) han desaparecido hace mucho tiempo…
Resolvemos que, cuando dos o más partes han contribuido con su negligencia a causar daño a la
propiedad en una colisión marítima o varada, la responsabilidad por dicho daño será distribuida entre
las partes de acuerdo a su grado comparativo de negligencia, y la responsabilidad por tales daños será
soportada de manera igualitaria cuando las partes son igualmente negligentes o cuando no sea posible
medir a cabalidad su falta comparativa”. U.S. Supreme Court, “United States v. Reliable Transfer
Co., Inc.”, 421 U.S. 397 (1975), No. 74-363.
“En el juicio en que se persigan las responsabilidades civiles que deriven de un abordaje,
los hechos establecidos en la resolución definitiva de la Autoridad Marítima como causas
determinantes del accidente, se reputarán verdaderos, salvo prueba en contrario. En lo
demás, la citada resolución se considerará como dictamen de peritos, cuya fuerza probatoria
los tribunales apreciarán en conformidad a las reglas de la sana crítica”.
ii) Presunción de causalidad en caso de colisión seguida de hundimiento.
Artículo 1125.
Artículo 1125: “Si una nave, después de haber sido abordada naufragare en el curso
de su navegación al puerto o lugar al cual se dirigía, su pérdida será considerada como
consecuencia del abordaje, salvo prueba en contrario”.
Esta presunción se refiere al abordaje y naufragio consecuencial.
Cuando una nave aborda o es abordada y, posteriormente, durante el curso
de su navegación hacia el puerto o lugar de destino, se hunde, se presume que el
hundimiento es consecuencia del abordaje, salvo prueba en contrario (presunción
simplemente legal).
Ambas son presunciones de causalidad, no de responsabilidad. En este sen-
tido, el artículo 6 de la Convención de Unificación de Ciertas Reglas en Materia
de Abordaje de 1910 (de la que Chile no es parte), derogó todas las presunciones
legales de culpa en materia de abordaje.
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
dado que el Prestige había solicitado permiso a la autoridad local para ingresar a
un puerto o lugar de refugio, a efecto de controlar el derrame, autorización que
fue denegada desde tierra, resultando en su quiebre y derrame en las afueras de la
costa hispana, con consecuencias muchísimo más perniciosas que las que podría
haber causado en un lugar seguro.
El caso del Prestige ilustra el fenómeno medular que envuelve este tema. En
efecto, es importante partir este estudio teniendo en mente que, en esta materia,
existe una colisión de dos intereses que pueden llegar a ser contrapuestos:
– De un lado, el interés de las naves en peligro para ingresar a los puertos o
lugares de refugio, ante una situación de emergencia, denominada ship in distress.
– Del otro extremo, se ubica el interés del Estado ribereño en regular el
acceso de las naves a sus espacios marítimos y zonas costeras, que se apoya en
su soberanía sobre el mar territorial y las aguas internas y su derecho y deber de
proteger la integridad de su medio ambiente.
A no dudar, a ningún Estado le interesa que naves en peligro inminente
de derramar, o que ya estén derramando, ingresen o permanezcan en sus aguas
territoriales.
“Toda nave podrá entrar en cualquier puerto habilitado de la República y deberá ser
recibida por la Autoridad Marítima, con la asistencia de los demás servicios del Estado
relacionados con las faenas que requieran realizar, de acuerdo al reglamento”.
La referencia debe entenderse al Reglamento de Recepción y Despacho de
Naves (D.S. N° 364, Subsecretaría de Marina, de 1980).91
La norma agrega:
“Recepción es el acto por el cual la Autoridad Marítima verifica que los documentos y
condiciones de seguridad de la nave están en orden y fija las normas a que deberá suje-
tarse en su ingreso y durante su permanencia en puerto, de conformidad al reglamento”.
Por su parte, el artículo 604 del Código Civil dispone:
“Las naves nacionales o extranjeras no podrán tocar ni acercarse a ningún paraje de la
playa, excepto a los puertos que para este objeto haya designado la ley; a menos que un
peligro inminente de naufragio, o de apresamiento, u otra necesidad semejante las fuerce
a ello; y los capitanes o patrones de las naves que de otro modo lo hicieren, estarán sujetos
a las penas que las leyes y ordenanzas respectivas les impongan”.
En consecuencia, podemos afirmar que en nuestro ordenamiento legal existe
el derecho a ingresar a las aguas nacionales, arribar y atracar en cualquier puerto
habilitado legalmente, pero se trata de un derecho regulado y sometido a la Auto-
ridad Marítima.
ii) Derecho de las naves en peligro para ingresar a aguas y puertos chilenos.
El artículo 27 de la Ley de Navegación establece:
“En caso de arribada forzosa, el capitán de la nave deberá dar aviso inmediato a la Au-
toridad Marítima, la cual verificará los motivos que la justifiquen, señalará al capitán
las formalidades que deba cumplir y las normas a que estará sujeta la nave mientras se
encuentre en esta calidad”.
La norma es armónica con el artículo 604 del Código Civil, que permite el
ingreso en caso de un peligro inminente de naufragio, de apresamiento, u otra
necesidad.
A nivel reglamentario, el artículo 25 del Reglamento General de Orden,
Seguridad y Disciplina en las Naves y Litoral de la República (D.S. N° 1.340 bis
de 1941) establece que:
“Ninguna nave o embarcación podrá recalar, ni hacer faena alguna en puertos meno-
res, caletas o sitios no habilitados por la Aduana para el comercio, salvo que haya sido
debidamente autorizada u obligada por fuerza mayor, como ser, peligro inminente de
naufragio o arribada forzosa legítima”.
En este mismo sentido, se:
91
Véase el Capítulo III, Sexta Parte: Normas Sobre Navegación Marítima.
552 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
“Las Autoridades Marítimas adoptarán las medidas necesarias para que se dé pronto
socorro a la nave que está en peligro, coordinando prestación de los servicios de auxilio
que se requieran. Igualmente, cuando fuere posible, deberán presidir las operaciones de
asistencia o de salvamento y disponer las medidas conducentes para obtener la seguridad de
las personas que estén a bordo y de las especies salvadas. Para tales efectos, los remolcadores
del puerto serán puestos a disposición de la Autoridad Marítima.
Los remolcadores de puerto serán también puestos a disposición de la Autoridad Marítima
para cumplir funciones de seguridad portuaria, en los casos que señale el reglamento con
el fin de prevenir el riesgo de naufragio, abordaje y otros accidentes”.
Por su parte, el artículo 124 señala:
“Cuando la Autoridad Marítima tenga conocimiento de un naufragio o de cualquier
otro siniestro o peligro que afecte a una nave y comprometa la seguridad de sus pasajeros
y su dotación, podrá ordenar a otras que naveguen en sus cercanías o que se encuentren
en puerto en condiciones de zarpar, que se dirijan de inmediato a socorrerla. Una vez
que haya cesado el peligro de pérdida de vidas humanas, las autoridades comunicarán a
dichas naves que quedan en libertad de acción”.
Estas normas le imponen deberes a la Autoridad Marítima:
– Coordinar la prestación de los servicios de auxilio;
– Disponer las medidas de seguridad de las personas que estén a bordo y de
las especies salvadas, y
– Ordenar a otras naves que se dirijan de inmediato a socorrerla.
Por cierto, se puede producir un conflicto entre estas obligaciones de socorro
a una nave en peligro y la decisión de la Autoridad Marítima de negar su acceso a
un puerto o lugar de refugio, de manera que la misma Autoridad deberá adoptar
una medida que permita conciliar ambos objetivos.
554 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
Salvamento (salvage )
acomete para salvar a uno de esos intereses de un peligro particular que lo amenaza,
estaremos ante una avería simple.
– Por su parte, la remoción de restos náufragos es una faena muy cercana
al salvamento, porque ambas buscan rescatar naves, cargas y bienes que han sido
afectadas por un siniestro marítimo. La diferencia –que analizaremos más adelan-
te– es que en el salvamento aún existe la posibilidad de recuperar la nave y el bien
del peligro que lo afecta, para evitar su destrucción, mientras que en la remoción,
el peligro ya ha dado cuenta del bien y este se ha destruido, inutilizado o desapa-
recido, a consecuencia del siniestro, por lo que sólo queda disponer de sus restos
de la manera más eficiente y menos nociva que sea posible. La línea que divide
ambas figuras es muy sutil, intentaremos dibujarla al tratar su relación.
– En fin, la relación con el remolque está dada en que la mayoría de los
salvamentos se efectúan utilizando remolcadores (naves especiales), por eso que
las empresas de salvamento cuentan con flotas de remolcadores a su haber, como
su principal capital de trabajo.
92
Luis Felipe Peuriot Canterini, El salvamento marítimo, Editorial Librotecnia, Santiago,
2004, p. 52.
556 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
expresión “asistente”, por lo que bien pueden efectuarse auxilios desde tierra o
desde el aire, o desde el mar, sin emplear una embarcación para ayudar al bien en
peligro. Entonces, se trata de un acto o actividad que lleva a efecto un asistente,
sea que emplee o no una nave.
ii) Para ayudar a un bien. El objeto del salvamento es un bien en peligro,
denominación que incluye a la nave, el artefacto naval y cualquier otro bien en
peligro, por ejemplo, un avión, un contenedor, cargamento, combustible, artes
de pesca, etc. Más aún, el artículo 1128 N° 2 señala que:
“nave, comprende cualquier barco, embarcación, estructura capaz de navegar o artefacto
naval, incluyendo toda nave que esté varada, abandonada por su tripulación o hundida
y que es objeto de los auxilios a que se refiere este párrafo”.
Y el número 3 dispone que:
“Entre los bienes en peligro se incluye también el flete por el transporte de la carga de la
nave que se auxilia, ya sea que el riesgo de pérdida del flete corresponda al dueño de los
bienes, al armador o al fletador”.
El flete es una cosa incorporal, un derecho personal o de crédito, para el pago
de un precio o remuneración por el uso de una nave (en el contrato de fletamento) o
por el porteo de carga (en el contrato de transporte marítimo). Su riesgo se refiere a
la parte que experimenta la pérdida económica a consecuencia del peligro que afecta
a la nave. Por ejemplo, si la nave está fletada por viaje, el flete se devenga terminadas
las faenas de carga, y durante su travesía enfrenta un temporal, quien arriesga la
pérdida del flete es el fletador que lo pagó y no verá su carga en destino si la nave se
hunde. Otro ejemplo, en el transporte marítimo, en que el flete se devenga contra
la entrega de la mercancía en destino, en la misma hipótesis, el riesgo de su pérdida
pende sobre el porteador marítimo quien, si se hunde la nave, no recibirá flete algu-
no. En ambos ejemplos, si la nave se salva producto de la asistencia, el fletador no
ve perdido su pago y el transportador recibe su flete.
iii) En peligro. El riesgo es de la esencia del salvamento, debe tratarse de una
amenaza real, efectiva y cierta, en términos objetivos y no sólo en la percepción
o el fuero interno del capitán. Debe ser un peligro actual, esto es, inminente o al
menos cercano en el tiempo, sin que sea necesario esperar a que comience o se
desenvuelva para que se configure el requisito de su existencia.
Por último, la norma remata señalando “sin importar las aguas donde ocurra
el acto o se realice la actividad”, que pueden ser fluviales, lacustres o marítimas. Se
trata de otra excepción al artículo 823 N° 1.
c) Evolución histórica. Más que una relación de los cuerpos legales que
han regulado al salvamento y su contenido, expondremos la mutación que han
93
Para una relación de la evolución histórica de las fuentes (nacionales e internacionales)
del salvamento, véase a Luis Felipe Peuriot, El salvamento marítimo, op. cit., pp. 16 y ss., a quien
también, entre otros, hemos seguido en esta sección.
558 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
Podemos decir que en nuestro Código Civil se plasma el enfoque que impe-
raba en la época de su dictación. Prueba de ello es que la materia se regula en los
preceptos relativos a la ocupación, como modo de adquirir el dominio.
Se refieren a esto los artículos 635 y siguientes del Código Civil, que disponen:
Artículo 635: “Si naufragare algún buque en las costas de la República, o si el mar
arrojare a ellas los fragmentos de un buque, o efectos pertenecientes, según las apariencias,
al aparejo o carga de un buque, las personas que lo vean o sepan, denunciarán el hecho
a la autoridad competente, asegurando entre tanto los efectos que sea posible salvar para
restituirlos a quien de derecho corresponda.
Los que se los apropiaren quedarán sujetos a la acción de perjuicios, y a la pena de hurto”.
Artículo 636: “Las especies náufragas que se salvaren, serán restituidas por la autoridad
a los interesados, mediante el pago de las expensas y la gratificación de salvamento”.
Artículo 638, inciso 1º: “La autoridad competente fijará, según las circunstancias, la
gratificación de salvamento, que nunca pasará de la mitad del valor de las especies”.
En complemento a ellos, el artículo 105 de la Ley de Navegación establece:
“El rescate de especies náufragas u otros objetos que el mar arroje a la playa, dará derecho
a remuneración, debiendo los asistentes dar cumplimiento a las normas de internación
pertinentes”.
ii) Revolución Industrial: La navegación a vapor, el desarrollo del negocio
del salvamento y el principio no cure no pay. El desarrollo de la empresa de salva-
mento tiene su antecedente en la Revolución Industrial. Si bien en la antigüedad
existía el oficio de bucear restos náufragos (conocidos en Roma como urinatores), fue
la navegación a vapor, con naves cuya movilidad y gobierno quedaban entregadas
al total comando de sus capitanes, y no a merced del viento, corrientes o mareas
(como sucedía con los buques a vela), con las que se podían realizar maniobras
de salvamento de manera eficaz, lo que permitió el desarrollo de la actividad del
salvamento de manera organizada, y luego como un negocio, naciendo la empresa
de salvamento.
Enseguida, surgió la necesidad de regular la actividad del salvamento y así lo
hicieron los Códigos de Comercio francés, italiano y alemán del siglo XIX, sobre
todo éste (de 1861) que reguló la remuneración por salvamento, su pago y segu-
ridad. Con posterioridad a la regulación local, vino la necesidad de uniformar las
legislaciones nacionales, sobre todo para contar con una norma única aplicable a
los salvamentos efectuados en alta mar y dotar de certeza jurídica a la navegación
marítima.
En este escenario surge la “Convención Internacional de Bruselas para Uni-
formar ciertas Reglas en Materia de Asistencia y Salvamento”, de 1910 (firmada
por Chile, pero jamás ratificada ni promulgada), que consagraba el denominado
principio no cure no pay (sin remedio, no hay pago), según el cual el asistente tiene
derecho a una remuneración por el servicio prestado, sólo si éste resulta útil, vale
decir, si se logra salvar al bien en peligro. Entonces, aun cuando se escrituraba
y firmaba un contrato de asistencia, no se discutía el monto del premio, ya que
su pago se supeditaba al resultado efectivo de la operación, y si el salvamento era
útil, se fijaba la remuneración a pagar, generalmente por medio de un arbitraje.
El problema que presentaba el no cure no pay es que desincentivaba las opera-
ciones de salvamento, por ambas partes. De una parte, por quien prestaba la asistencia,
que sólo tiene derecho al pago de una remuneración si el salvamento es exitoso, de
ahí que en situaciones de mayor peligro, los asistentes trabajaban afanosamente (in-
virtiendo tiempo y recursos) sin retribución alguna, al no salvar los bienes en peligro.
Y de la otra, el asistido, quien aún ante un peligro evidente, evitaba o dilataba pedir
asistencia, por temor a que se fijara una remuneración muy cuantiosa, poniendo así
en riesgo la integridad de la nave, su carga, tripulación y el medio ambiente marino,
tal como sucedió en dos grandes desastres, a saber:
– En 1967, fuera de la costa oeste de Cornwall (Inglaterra), el súper tan-
quero Torrey Canyon varó en un roquerío y se partió en dos, causando el primer
derrame de proporciones mayores en la historia, contaminando 120 millas de la
costa inglesa y 80 kilómetros de la costa francesa.
– En 1978, el Amoco Cádiz derramó 223.000 toneladas de crudo frente a
las costas de la Bretaña francesa.
iii) Tiempos modernos: La preocupación por la protección del medio
ambiente marino. Ambos desastres levantaron una señal de alerta a la comunidad
marítima internacional, que tomó conciencia acerca de la necesidad de introducir
un criterio de protección al medio ambiente en la regulación del salvamento marí-
timo. Hubo de mitigar la aplicación rígida del no cure no pay en pos de incentivar
los salvamentos, tanto por parte de los asistentes, como de las naves en peligro.
El año 1981 se celebró una conferencia en Montreal, de la cual derivó el
Convenio Internacional de Salvamento de 1989, que introdujo el concepto de
preservación del medio ambiente marino, en cuya virtud, puede haber lugar al
pago de remuneraciones y/o al reembolso de los gastos, aun si el bien en peligro no
se salva, pero el salvamento sí permite evitar o reducir la contaminación marina.
La legislación nacional que estudiaremos se funda en una de las versiones
preparatorias del texto de esta Convención.
560 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
del inciso final del artículo 823 (en el Capítulo I), que dispone que las normas
del Libro III no se aplican a los buques de guerra, sean nacionales o extranjeros.
Este número excluye la aplicación de las normas de salvamento al auxilio que
se preste a buques de guerra u otras naves públicas que estén en peligro, mientras
estén siendo utilizadas para fines comerciales. Por lo tanto, junto con la calidad de
nave de guerra (que mira a la naturaleza de la nave de que se trata) o de nave pública
(que atiende al propietario, prescindiendo del tipo de nave), hay que determinar la
actividad en la que se utiliza (criterio funcional, que no apunta al tipo de nave ni a
su propietario): si se emplea en actividades comerciales, no se le aplica esta norma.
Distinta es la situación de los servicios que preste el buque de guerra a otra
nave, en que cabría aplicar el artículo 109 de la Ley de Navegación (D.L. N° 2.222
del año 1978), que dispone: “Los buques de la Armada Nacional que presten servicios
en caso de accidente a una nave o artefacto naval, tendrán derecho a cobrar los gastos en
que incurrieren y las demás compensaciones que procedieren, de acuerdo con las tarifas
que establezcan los reglamentos de la institución o las que la autoridad naval convenga
de común acuerdo con la otra parte”. La norma sólo se aplica a los salvamentos que
efectúen los buques de guerra de la Armada de Chile.
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
94
Así lo postula Luis Felipe Peuriot, El salvamento marítimo, op. cit., p. 65.
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
Contrato de salvamento
a) Concepto. No existe definición legal del contrato de salvamento.
Para nosotros, el salvamento es aquel contrato por medio del cual un asis-
tente se obliga ante un interesado a auxiliar a un bien en peligro, en las aguas
marítimas, fluviales o lacustres, a cambio de una remuneración.
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
95
Véase Luis Felipe Peuriot, El salvamento marítimo, op. cit., p. 182.
96
Si bien el artículo 1131 N° 1 señala “Cuando el contrato se ha firmado…”, lo que implica un
contrato escrito, ya que los contratos consensuales no se firman, a nuestro juicio esto no constituye
una formalidad ad solemnitatem, porque no es explícita ni genérica, sólo se refiere a un caso puntual
y excepcional.
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
f) Casos del artículo 1130 N° 1. El primer número se refiere a una especie
de vicio del consentimiento, que puede revestir la forma de una “presión indebi-
da” o de la “influencia de peligro”. La presión indebida es asimilable a la fuerza
física y a la fuerza moral o intimidación. La influencia de peligro es connatural
al salvamento, porque el bien objeto del mismo debe estar en peligro para que se
configure la operación de asistencia.
En ambos casos, lo que se afecta es el consentimiento libre y espontáneo del
interesado, particularmente, del capitán de la nave en riesgo, quien carece de la
tranquilidad para asentir en forma libre en el salvamento que se le ofrece o solicita.
Pero sabemos que el peligro es de la esencia de la figura, de ahí que no baste
sólo la presión ni la influencia de peligro para que se constituya esta situación.
Además, se exige que, en ambos casos, los términos del contrato no sean equitativos,
esto es, que exista una suerte de desbalance o desproporción entre las prestaciones
de las partes. La ley no exige que este desequilibrio asuma una forma específica,
ni que beneficie o perjudique a una de las partes en especial.
La idea que subyace bajo esta exigencia de inequidad de términos es que el
salvamento es, por definición, un contrato que se celebra bajo presión, derivada
del peligro al que se enfrenta el bien, siendo el peligro un elemento esencial de
la figura, que estará siempre presente, pero que por sí solo no es suficiente para
revisar o dejar sin efecto el contrato (o si no, todo contrato de salvamento sería
esencialmente revisable). Pero cuando al peligro se le añade el desequilibrio de las
prestaciones, puede derivar en un abuso, ventaja o lesión a una de las partes, lo
que la ley busca corregir.
No es necesario que exista intención de alguna de las partes para aprovecharse
del peligro, ya que la figura no equivale al dolo, aunque bien puede suceder que
esta hipótesis coincida con una figura dolosa.
Tratándose de un vicio del consentimiento, la sanción sería la anulabilidad
relativa o rescisión, pero ya veremos que los remedios que se conceden son distintos.
Hemos utilizado la expresión “lesión”. Si bien la hipótesis guarda alguna
similitud con la lesión enorme, porque ambos son situaciones objetivas de des-
proporción en las prestaciones, la lesión enorme sólo procede en las compras de
inmueble y no en la prestación de servicios.
g) Casos del artículo 1130 N° 2. La segunda situación consagra la de-
nominada Teoría de la Imprevisión o de la Excesiva Onerosidad Sobreviniente,
y consiste en que se produce un desajuste en la simetría que debe existir entre el
pago convenido y los servicios efectivamente prestados. El desequilibrio opera al
comparar dos momentos distintos del iter contractual: al contratar y al ejecutarse
el contrato.
En esta hipótesis, la valorización de los servicios de salvamento hecha por las
partes al momento de celebrar el contrato difirió de la realidad existente a la época
en que ellos finalizan, sin que necesariamente medie intención de alguna de ellas
de obtener un provecho, ni negligencia en la negociación. Podríamos decir que
también es una situación objetiva.
Como la ley se refiere al pago, entendemos que se aplica tanto cuando se pacta
una cifra determinada, o un mecanismo para determinarla, pero no así si la fijación
se ha pospuesto para una instancia posterior al término de los servicios, en que existe
la facultad de tomar en consideración la entidad del servicio realmente prestado.
574 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
vidades marítimas o ribereñas. En tales casos, los servicios que se presten por orden de la
autoridad o espontáneamente no tendrán la limitación que se establece en el artículo 1152.
Lo anterior es sin perjuicio de las atribuciones que la Ley de Navegación confiere a la
autoridad marítima en estas materias.
3. Pedir o aceptar los servicios de asistencia de otro salvador, cuando razonablemente
aparezca que el que está efectuando las operaciones de asistencia no puede completarlas
solo, o dentro de un tiempo prudencial, o sus elementos son inadecuados”.
Este precepto enumera las obligaciones del armador, operador, dueño y
capitán de una nave en peligro. En puridad, ellas rigen también para el dueño del
bien en peligro (por ejemplo, la carga o los contenedores), aunque no se explicite,
por cuanto –recordemos– el capitán es quien representa a bordo a los cargadores,
para efectos de la custodia de la carga y el buen resultado de la expedición marítima
(artículo 907), así como a los transportadores marítimos, por quienes detenta la
custodia de la carga y de cualquier efecto que reciba a bordo (artículo 915), como
el equipaje en el contrato de pasaje (artículos 1047 y 1057).
a) Pedir asistencia. El numeral primero emplea la frase “adoptar oportuna-
mente las medidas razonables para obtener asistencia”, lo que equivale a solicitar o
pedir ayuda ante un peligro. La ley no obliga a obtener necesariamente la ayuda,
ya que esta puede no estar cercana o disponible, pero sí a informar la situación de
peligro y recabar la ayuda de terceros.
Esta obligación es precontractual, tiene su fuente en la ley y rige desde antes
de que se haya celebrado un contrato de salvamento.
576 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
578 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
580 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
iii) Remuneración tarifaria. Otra modalidad que las partes pueden acordar
es una remuneración variable, a una tarifa por hora o por día de duración de las
operaciones. Generalmente, esta modalidad tiene un tope (conocido como cap),
que alcanzado, pone fin al cobro tarifario. Esto, para evitar que el asistente se vea
tentado a prolongar en demasía las operaciones, delimitando así la responsabilidad
pecuniaria del interesado.
iv) Cláusula SCOPIC. Con esta sigla se denomina a la Special Compensation
Protection and Indemnity Clause (Cláusula Compensación Especial de Clubes de
Protección e Indemnización), que constituye una modalidad especial de remunera-
ción de salvamento, que se pacta por escrito (a través de un formulario cuya última
versión es SCOPIC 2005), como adicional a un contrato de salvamento (con o sin
formulario LOF), y en cuya virtud el asistente puede, mediante un aviso escrito y
sin expresión de causa, hacer aplicable una remuneración tarifaria, compuesta por las
remuneraciones de las personas que trabajan en el salvamento; el costo de los remol-
cadores y demás equipos utilizados en la faena; otros gastos derivados del salvamento
y un bono, de acuerdo a un tarifado predeterminado (anexo al formulario SCOPIC).
La aplicación de la Cláusula SCOPIC no obsta a que se fije una remuneración
de acuerdo al contrato de salvamento (utilizando para ello los criterios del artículo
13 de la Convención de Salvamento de 1989, que corresponden al artículo 1138
del Código de Comercio chileno), de suerte que:
– Si la remuneración así fijada (referida como la remuneración del artículo
13) es mayor a la que resulte de aplicar la Cláusula SCOPIC, el interesado debe
pagar la remuneración del artículo 13, menos un porcentaje de su diferencia con
remuneración de la Cláusula SCOPIC, esto es, la remuneración del artículo 13,
pero reducida.
– Si, por el contrario, si la remuneración del artículo 13 es menor que la de
Cláusula SCOPIC, el asistente conserva el derecho a ésta, en lo que exceda a la
remuneración del artículo 13, pero no a ambas.
v) Criterios para la avaluación judicial de la remuneración. Dispone el
artículo 1138:
“La remuneración debe fijarse con la intención de alentar las operaciones de asistencia,
y teniendo en cuenta, entre otras, las siguientes consideraciones, sin atender al orden en
que se enumeran:
1. El valor de los bienes asistidos;
2. La destreza y esfuerzos de los asistentes para impedir o disminuir el daño al medio
ambiente;
3. El grado de éxito obtenido por el asistente;
4. La naturaleza y grado del peligro;
5. Los esfuerzos de los asistentes, incluyendo el tiempo usado, y los gastos y daños por
ellos incurridos;
6. El riesgo de incurrir en responsabilidad y otros riesgos corridos por los asistentes o su
equipo;
7. La prontitud del servicio prestado;
8. La disponibilidad y uso de equipos y naves destinados especialmente a operaciones
de salvamento, y
9. El grado y estado de preparación, la eficiencia y valor de los equipos de los asistentes.
Cuando se hubiere convenido que, aun sin resultado útil, el asistente tiene derecho al
reembolso de sus gastos y compensación por los daños en las embarcaciones o equipos
empleados, para fijar su monto se atenderá, en lo que sea pertinente, a las consideracio-
nes señaladas anteriormente, lo cual es sin perjuicio de lo que se establece en la sección
siguiente, si el asistente opta por ella”.
Mientras las tratadas en las letras b, c y d, se refieren a modalidades de re-
muneración que pactan las partes del salvamento, los numerales del artículo 1138
marcan los parámetros para que el juez fije la remuneración, cuando las partes no lo
han hecho en el contrato de salvamento, o en otra convención, por ejemplo, en un
acuerdo de pago, en una transacción extrajudicial, etc.
Se establecen dos tipos de parámetros:
– Primero, uno general (en el inciso primero), que consiste en que la “remu-
neración debe fijarse con la intención de alentar las operaciones de asistencia”, cuya
ratio legis estriba en fomentar las operaciones de salvamento, como una forma
de atraer el interés de las empresas navieras para especializarse en esta actividad,
desarrollando una experticia, invirtiendo en embarcaciones y equipos especiales,
capacitando a su personal, etc. Si las remuneraciones son altas, el negocio es atractivo
y se difunde su práctica, lo que redunda en que habrá más y mejores armadores
prestos a socorrer a las naves y bienes que enfrenten un peligro, lo que eleva las
probabilidades de éxito de las maniobras de asistencia.
– En segundo lugar, (en los numerales) se fijan los criterios específicos que
deben tenerse en consideración para determinar el quantum de la remuneración,
aclarando que esta lista no importa establecer un orden jerárquico entre ellos.
Estos son los criterios:
• El valor de los bienes asistidos: debe determinarse el valor de la nave,
carga, artefacto naval o bien que es objeto de la operación de salvamento. Se trata
de un criterio muy importante, que toca a la raíz de la institución, cual es la pre-
servación de este bien, por lo que resulta de toda lógica tomar en consideración
su entidad económica. Además, el valor del bien en peligro constituye un límite
de la remuneración, de acuerdo al artículo 1139, que dispone:
582 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
“La remuneración señalada en el artículo anterior no puede exceder al valor de los bienes
asistidos en el momento del término de la operación de asistencia”.
La explicación de esta norma es que la operación de asistencia mal podría
conllevar un costo económico superior al valor del bien que se salva, puesto que
de lo contrario, ella carecería de justificación.
• La destreza y esfuerzos de los asistentes para impedir o disminuir el daño
al medio ambiente: el bien jurídico de protección al medio ambiente es (como ex-
plicamos al tratar su evolución histórica) uno de los pilares sobre los que se cimienta
esta institución, a contar de la Convención de 1989.
El artículo 1128 N° 4 lo define: “Daño al medio ambiente, es el daño físico signi-
ficativo a la salud humana, a la vida animal o vegetal y a los recursos marinos en aguas
sometidas a la jurisdicción nacional y áreas terrestres adyacentes a aquéllas, producidos
por contaminación, envenenamiento, explosión, fuego u otras causas similares”.
Este criterio consiste en tomar en consideración la preparación, experiencia,
calificación y trabajo que desplieguen los salvadores, para evitar o mitigar los impactos
medioambientales del peligro que acecha al bien objeto de la asistencia.
Tal como veremos más adelante, la preservación del medio ambiente es un
criterio que va por un carril separado al de la propiedad del bien en peligro, de modo
que el salvamento puede finalizar sin un resultado útil, en términos de rescatar el
bien en peligro, pero sí ser exitoso al evitar o contener un desastre medioambiental,
evento en que sí procede el pago de una remuneración.
• El grado de éxito obtenido por el asistente: este criterio apunta al resul-
tado de la maniobra. Como la ley no distingue, se comprende tanto al éxito de
protección al bien en peligro, como el éxito en términos de preservación del medio
ambiente marino. Ambos –veremos– pueden generar pago de remuneraciones que
son independientes
• La naturaleza y grado del peligro: aquí se enfoca al origen del salvamento,
atendiendo al tipo y magnitud de peligro que lo genera. No es lo mismo que una
nave quede al garete (sin propulsión) en el medio de una bahía calma, que cerca
de una costa rocosa en medio de un temporal; no es lo mismo un incendio en un
buque gasero cargado, que en un portacontenedores vació; no es lo mismo que vare
un buque de pasajeros en la Antártida en invierno, a que vare en el Caribe, etc.
• Los esfuerzos de los asistentes, incluyendo el tiempo usado, y los gastos y
daños por ellos incurridos: este criterio apunta al esfuerzo dedicado por el asistente
a salvar el bien del peligro. La enumeración comienza con el esfuerzo, que es un
concepto amplio, y luego agrega, a modo ejemplar, el tiempo empleado, que se
refiere a la duración de las maniobras y el tiempo efectivamente dedicado a ella
por los salvadores, por ejemplo, si trabajaron a jornada completa o sólo por turnos.
Incluye asimismo los gastos en que han incurrido los salvadores, por ejemplo,
remuneraciones, combustibles, arriendo de naves y equipos, etc. Este ejemplo es
importante, porque tratándose de la avaluación judicial de la remuneración, ésta
incluye los gastos en que han incurrido los asistentes. No sucede lo mismo –y así
lo veremos a continuación– en los casos en que los asistentes sólo tienen derecho
al reembolso de los gastos, pero no a la remuneración.
Finalmente, se incluye a los daños que experimenten los asistentes en las
operaciones de salvamento, tanto a nivel personal (muerte, lesiones, accidentes,
etc.), como de los equipos y elementos que se utilizan en la faena de asistencia.
• El riesgo de incurrir en responsabilidad y otros riesgos corridos por los
asistentes o su equipo: este criterio mira al peligro o exposición que han enfrentado
los asistentes, tanto respecto del bien en peligro, como de su propia embarcación,
equipos y elementos, así como el daño al medio ambiente. Aquí no es necesario
que se haya producido una pérdida o un daño efectivo de alguno de ellos, tampo-
co que haya surgido una obligación, sino que basta que hayan estado expuestos
a ellos. Evidentemente, a mayor riesgo experimentado, más crece la ponderación
por este criterio.
• La prontitud del servicio prestado: a mayor rapidez en reaccionar, mayor es
la probabilidad de éxito de la faena de salvamento, y eso tiene un impacto positivo
en la remuneración. Ergo, se premia a los asistentes que tarden poco en acudir a
los llamados de auxilio y/o que cuenten con naves, equipos y personal preparado
y presto al zarpe en los distintos puertos o zonas en que puedan necesitarse sus
servicios.
• La disponibilidad y uso de equipos y naves destinados especialmente a
operaciones de salvamento: este criterio apunta al capital e infraestructura que la
empresa de salvamento haya invertido y dedique a bienes, sistemas y procedimientos
especiales destinados a la faena, por ejemplo, remolcadores, espías, cables, balsas,
botes salvavidas, kit de primeros auxilios, helicópteros, etc. Lo que se retribuye
es la inversión en elementos especializados, know-how y tecnología para efectuar
operaciones de salvamento, fomentando el desarrollo de esta empresa.
• El grado y estado de preparación, la eficiencia y valor de los equipos de
los asistentes: este criterio es similar al anterior, apunta al capital de la empresa,
pero desde un punto de vista cualitativo, que se refiere a la condición de los equi-
pos y sistemas de los asistentes, su eficacia en términos de la utilidad que prestan
y el valor de su inversión. Nuevamente, la idea es tratar de manera generosa a los
armadores que hayan destinado recursos a mejorar sus capacidades e infraestructura
para prestar los servicios de salvamento.
El inciso final hace aplicable estos mismos criterios, en la medida de su per-
tinencia, a los casos en que, pese a no existir un resultado útil, sólo exista derecho
a reembolso de gastos, por así haberlo pactado las partes.
vi) Límite de la remuneración. Ya nos referimos a esto al tratar del valor del
bien asistido, que es el criterio N° 1 del artículo 1138, trayendo a colación el artículo
1139, que coloca un tope máximo para la remuneración: no puede exceder al valor
de los bienes asistidos en el momento del término de la operación de asistencia.
584 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
faena, y así evitar que los asistentes se dedicaran exclusivamente a los salvamentos
en que el rescate era posible, sin ayudar a contener los desastres medioambientales.
En este contexto, es posible que sólo haya derecho al reembolso de los gastos,
o bien, derecho al reembolso de los gastos y al pago de una compensación especial.
a) Reembolso de gastos. Dispone el artículo 1140: “Si el asistente ha ejecutado
operaciones de auxilio a una nave que por sí misma o por su carga, amenazaba causar
o estaba produciendo daño al medio ambiente tendrá al menos derecho al reembolso
por el dueño u operador de la nave, de los gastos razonablemente incurridos, y podrá
tener, además, derecho a la compensación que se indica en el artículo siguiente”.
Recordemos que el artículo 1128 N° 4 define al daño al medio ambiente,
como aquel daño físico significativo a la salud humana, a la vida animal o vegetal
y a los recursos marinos, que haya sido producido por la contaminación, envene-
namiento, explosión, fuego u otras causas similares.
De acuerdo al precepto que nos ocupa, si la nave, artefacto naval o bien en
peligro amenazaba causar o estaba causando un daño al medio ambiente, el asistente
tiene derecho al reembolso de los gastos razonablemente incurridos, por parte del
operador o dueño de la nave, artefacto naval o bien en peligro. A este reembolso se
le denomina safety net (red de seguridad), porque le asegura al asistente que tendrá
derecho, al menos, a la restitución de sus gastos.
El artículo 1142 nos indica qué se entiende por gastos:
“Para los efectos señalados en los dos artículos anteriores se considerarán gastos del asis-
tente, los desembolsos razonablemente efectuados en las operaciones de asistencia y una
asignación adecuada por el material y personal efectiva y razonablemente empleados en
las mismas operaciones, teniendo en consideración los criterios indicados en los números
7, 8 y 9 del artículo 1138”.
b) Compensación especial. El artículo 1140 concluye que el asistente “podrá
tener, además, derecho a la compensación que se indica en el artículo siguiente”. Luego,
el artículo 1141 señala: “Si en las circunstancias previstas en el artículo anterior, con
sus operaciones, el asistente ha evitado o disminuido los perjuicios al medio ambiente, y
el tribunal lo estima razonable y justo, podrá aumentarse la compensación que le debe
el dueño u operador de la nave, para lo cual tomará en consideración los diferentes
criterios indicados en el artículo 1138. Pero, en ningún caso esa compensación podrá
exceder al doble de su monto base”.
Entonces, se permite incrementar el monto a pagar por concepto de reem-
bolso de gastos (safety net), con la denominada compensación especial, que opera
cuando concurren los siguientes requisitos copulativos:
– Que el asistente haya ejecutado operaciones de auxilio a una nave o bien
que amenazaba causar o causaba daño al medio ambiente;
586 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
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CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
590 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
2. La otra mitad se distribuirá entre la dotación en proporción a sus sueldos o salarios
base. En todo caso, la cuota del capitán no podrá ser inferior al doble de la proporción
que le correspondería según su sueldo base.
Cuando deba distribuirse la parte de la compensación especial de que tratan los artículos
1141 y 1142, se asignará a cada ítem la cantidad que respectivamente haya fijado el
tribunal, y lo que corresponda a remuneración del personal, si nada se expresa en el fallo,
se repartirá según lo dispuesto en el número 2 de este artículo.
En las naves dedicadas exclusivamente a la prestación de auxilios, la distribución aten-
derá primero a los pactos que existieren entre el dueño o armador de la nave asistente y
su dotación”.
Este precepto se desglosa en tres reglas:
– Una regla general, aplicable a toda remuneración, que opera en tres fases.
• Primero, del total (bruto) de la remuneración se deducen los costos fijos,
(por ejemplo, arrendamiento de la nave, salarios de tripulación, seguros, registro,
gastos generales de la empresa, etc.) y variables de la nave (como el combustible,
muellaje, arrendamiento de equipos para la faena, horas extra de trabajo del perso-
nal, etc.), incluidos los costos del servicio de salvamento (por ejemplo, honorarios
de arquitectos e ingenieros navales para hacer cálculos de estabilidad y desarrollar
el plan de remolque) y los daños causados por el auxilio. Así se llega a la remune-
ración líquida o neta.
• Segundo, la mitad de la remuneración líquida le corresponde al armador.
• Y tercero, la mitad restante se reparte entre la dotación en proporción a
sus sueldos base, pero la cuota del capitán debe ser, al menos, el doble de dicha
proporción.
– En el caso de la compensación especial de la Sección Cuarta (salvamento
medioambiental), cada ítem se distribuye según lo determine el tribunal, y la parte
correspondiente a la remuneración del personal se reparte de acuerdo a la primera
regla, salvo que el tribunal disponga otra forma.
– Y, tratándose de naves dedicadas exclusivamente a la prestación de auxilios
(por ejemplo, remolcadores) la distribución se efectúa de acuerdo a los contratos
que liguen al dueño o armador y la dotación.
592 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
Restos náufragos
594 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VI: LOS RIESGOS DE LA NAVEGACIÓN
los procedimientos que una nave o una aeronave deban utilizar para que, con todos los
medios a su alcance, puedan solicitar o prestar el auxilio que se necesite”.
El inciso segundo prohíbe a toda nave el empleo, sin motivo, de las señales
internacionales de auxilio y el uso de cualquiera otra que pueda ser confundida
con ellas.
596 LIBROTECNIA®
Capítulo VII
Contaminación marina
• Generalidades.
• El mar y la contaminación marina.
• Principales instrumentos legales relativos a la contaminación marina.
– Instrumentos internacionales
– Instrumentos nacionales.
Generalidades
Lugar de la contaminación
En cuanto al lugar en que se produce, la contaminación puede ser:
97
Convención de las Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, suscrita en Montego Bay el 10
de diciembre de 1982. Entró en vigor el 16 de noviembre de 1994. Chile la ratificó el 25 de agosto
de 1997, fue promulgada mediante el D.S. (RR.EE.) Nº 1393 y publicada en el Diario Oficial el
18 de noviembre de 1997.
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
Instrumentos Internacionales
600 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
El Anexo II se aplica a los líquidos a granel; incluye una lista con cerca de
250 de estas sustancias y establece medidas para su transporte y manipuleo.
El Anexo III se refiere a las sustancias transportadas en paquetes y contene-
dores y contiene normas especiales acerca del manipuleo de esta carga.
El Anexo IV regula las aguas sucias en las naves y la prevención de la conta-
minación a través de ellas.
El Anexo V regula las basuras de las naves y su descarga desde las naves. En
especial, prohíbe verter toda clase de plásticos en el mar.
Los buques dedicados a navegar en alta mar, deben portar un certificado
señalando que cumplen con este Convenio.
Sanciones: La administración del buque interesado (ley del pabellón) o el
Estado parte en cuyo territorio ocurra la infracción (territorialidad) deben sancionar
las transgresiones.
c) Convenio Internacional relativo a la Intervención en Alta Mar
en caso de Accidentes que causen o puedan causar una Contaminación por
Hidrocarburos, 1969. INTERVENTION 69.
• Vigencia: Suscrito en Bruselas, 1969, entró en vigencia el año 1975. Chile
lo ratificó por medio del Decreto Supremo N° 358 del Ministerio de Relaciones
Exteriores, publicado en el Diario Oficial del 3 de junio de 1995.
• Naves a las que se aplica: A todo buque, pero no se permite tomar medidas
contra los buques de guerra o buques no comerciales de propiedad u operación
de un Estado.
• Conductas reguladas: Este Convenio surge como una reacción al derrame
del Torrey Canyon de 1967, y regula el derecho de los Estados ribereños para in-
tervenir en los siniestros ocurridos en las aguas costeras no territoriales, Estados a
quienes se les reconoce la facultad de intervenir en alta mar, para prevenir o eliminar
los peligros graves e inminentes de contaminación en sus costas o aguas marinas,
a causa de derrames de hidrocarburos resultantes de accidentes marítimos o actos
relacionados a ellos. Estas atribuciones estaban tradicionalmente restringidas al
Estado del pabellón de la nave involucrada en el incidente.
Desde el punto de vista correctivo o de mitigación de un incidente de conta-
minación marina, las medidas a adoptar por el Estado ribereño deben ser necesarias
y proporcionales a la contaminación o amenaza de contaminación que se pueda
ocasionar. Si lo permiten las circunstancias, el Estado ribereño debe consultar a los
Estados interesados –especialmente al Estado del pabellón del buque afectado–, a
los propietarios de la nave, de la carga y a los expertos independientes designados
al efecto. Asimismo, debe notificarse a los interesados de las medidas a tomar y
considerar, en lo posible, sus opiniones.
Por su parte, sólo se permiten medidas preventivas en alta mar en determi-
nadas circunstancias.
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
98
Se le critica a este Convenio que su aplicación se restrinja a los daños causados por
contaminación de hidrocarburos transportados a granel, y no a los que provengan del derrame de
combustibles. Esto explica el nacimiento de la Convención Internacional de Responsabilidad Civil
por Daños Derivados de la Contaminación de Combustible (Londres, 23 de marzo de 2001), que
entró a regir el 21 de noviembre de 2008, de la que nuestro país no es parte.
buros, quien debe asumir las consecuencias de los peligros que conlleva su actividad,
y dentro de ellas, las derivadas de su derrame (sea accidental o deliberado) y los
perjuicios que cause a la vida, salud o el patrimonio de los particulares, Estados
o de la humanidad en general. No exige culpa ni dolo, basta la causalidad entre
el derrame y el perjuicio, sin que se requiera imputabilidad subjetiva respecto del
agente contaminante. Por lo mismo, no contempla su exoneración si se prueba la
debida diligencia o cuidado, ni por la falta del capitán o de la tripulación (culpa
náutica), a quienes no se consideran responsables, sin perjuicio de la facultad del
propietario de repetir contra ellos.
Es una responsabilidad estricta, ya que la Convención establece ciertos casos
excepcionales en los cuales se puede exonerar de ella. No es una responsabilidad
absoluta.
Las causas de exención son:
– Actos de guerra, hostilidades, guerra civil o un fenómeno natural excep-
cional, inevitable e irresistible.
– Acción u omisión intencionada de un tercero para causar el daño.
– Negligencia u otro acto lesivo de un gobierno o autoridad responsable del
mantenimiento de luces y otras ayudas a la navegación, cometida en el ejercicio
de esa función.
– Acción u omisión intencionada o negligente para causar el daño por la
propia víctima.
En el caso de contaminación causada por dos o más naves o artefactos, se
establece una responsabilidad solidaria entre los propietarios de las naves no
exoneradas.
Finalmente, es una responsabilidad limitable. El derecho a limitar la respon-
sabilidad es la contrapartida del carácter objetivo: al reclamante se le libera del
onus probandi de la culpa del agente contaminante (en puridad, a éste se le priva
de la defensa de haber empleado la debida diligencia), a cambio de lo cual, se
permite al agente contaminante limitar su responsabilidad. El efecto combinado
de la objetividad y la limitación es simplificar las largas discusiones acerca de la
culpa y la diligencia, y facilitar la cuantificación de la exposición del transportador
u operador de hidrocarburos, lo que permite asegurar el riesgo de contaminación
con mayor eficacia en el mercado internacional.
El límite de responsabilidad se determina por el arqueo de la nave, a razón
de 2.000 francos poincaré por cada tonelada de arqueo de la nave, con un tope
de 210 millones de francos poincaré. El arqueo a utilizar corresponde al registro
neto, más el correspondiente al espacio reservado para la sala de máquinas. Se le
critica que no se establece una responsabilidad mínima para los buques tanques
pequeños, que también pueden causar cuantiosos daños.
Cuando el siniestro es causado por la falta o culpa del propietario (y no de
la tripulación) se pierde el derecho a limitar la responsabilidad.
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
como mantener los dispositivos adecuados para hacer frente a las emergencias que
se susciten con ocasión de ellos.
• Naves a las que se aplica: Se aplica a naves, unidades que estén mar aden-
tro (léanse instalaciones o estructuras dedicadas a explotar, explorar, producir,
cargar o descargar gases o hidrocarburos), puertos marítimos e instalaciones de
manipulación de hidrocarburos.
No se aplica a las naves de guerra, naves de guerra auxiliares y buques de
propiedad u operación del Estado, utilizados en servicios gubernamentales de
carácter no comercial.
• Conductas reguladas: Las naves deben llevar a bordo un plan de emergencia
para maniobrar ante un suceso de contaminación por hidrocarburos, exigencias
que también se aplican a las empresas que explotan unidades mar adentro.
Se deben notificar los sucesos que contaminen o amenacen contaminar a las
autoridades ribereñas.
Las Partes contratantes deben facilitarse asistencia recíproca.
• Sanciones: Siendo un convenio de índole preventiva, no contempla san-
ciones.
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
indemnización para los afectados con un evento de contaminación (en todo caso,
recordemos, que el Convenio SNP no se aplica a los reclamos que caben bajo CLC).
Existen dos fuentes de indemnización:
– Un límite de hasta 10 millones de Derechos Especiales de Giro (DEG)
para los buques cuyo arqueo no exceda de 2.000 unidades de arqueo. Sobre esta
cifra, por cada unidad entre 2.001 y 50.000 unidades de arqueo, se añaden 1.500
DEG; y por cada unidad de arqueo que exceda a las 50.000 unidades de arqueo,
se añaden 360 DEG. La cuantía máxima de la responsabilidad del propietario del
buque está limitada a 100 millones de DEG.
Esta primera capa de indemnización se encuentra, además, cubierta por un
seguro obligatorio, que debe ser contratado por el propietario de la nave.
– En la segunda capa, se complementa la indemnización ya existente con un
“Fondo SNP”, que opera para indemnizar aquellos siniestros que no alcanzan a
ser pagados en su totalidad por el seguro o el límite, si el propietario es insolvente,
o en aquellos casos que de los daños ocasionados no nacen de la responsabilidad
del propietario del buque. El Fondo SNP se nutre de las contribuciones de los
receptores de SNP, que se calcula en función de la cantidad de SNP recibida en
cada uno de los Estados miembros.
Este Fondo SNP, tiene una cobertura de un máximo de 250 DEG, incluyendo
en dicha cifra la indemnización entregada en virtud del primer estrato.
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
Instrumentos Nacionales
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
• Objetiva: surge por el hecho del derrame, sin necesidad de culpa o dolo,
siempre que exista una relación de causa a efecto entre el derrame y el daño, con la
particularidad que se presume que el derrame produce daño ecológico. De hecho,
el propietario de la nave o artefacto naval que contamina es responsable, aun si el
armador ha hecho la declaración de armador.
• Estricta: se establecen las siguientes causales de exención de responsabilidad:
– Actos de guerra, hostilidades, guerra civil o insurrección, o un fenómeno
natural de carácter excepcional, inevitable e irresistible.
– Acción u omisión dolosa o culpable de un tercero extraño al dueño,
armador u operador, a cualquier título, de la nave o artefacto naval. La falta, im-
prudencia de los dependientes del dueño, armador u operador no puede alegarse
como eximente de responsabilidad.
A diferencia de CLC, no son eximentes los actos lesivos del gobierno o auto-
ridad encargada de mantener las luces y otras ayudas de la navegación ni la culpa
o dolo de quien sufre el daño.
• Solidaria: existe responsabilidad solidaria entre el dueño, armador u ope-
rador de la nave o artefacto naval, o de las naves y artefactos navales, si son más
de dos, salvo que se trate de una colisión y sea razonablemente posible prorratear
la responsabilidad entre las naves involucradas.
• Limitable: El monto del límite es 2.000 francos (un franco equivale a 65,5
miligramos de oro fino, de 900 milésimas) por tonelada de registro de la nave o
artefacto naval que causó el daño, con un máximo de 210 millones de francos. Se
trata del arqueo neto, más el de los espacios de salas de máquinas.
El derecho a limitar la responsabilidad se pierde por culpa o dolo del propie-
tario, armador u operador de la nave o artefacto naval (lo que reitera que es una
responsabilidad objetiva y no subjetiva), pero, a diferencia del Protocolo de 1984
y 1992, en el caso de la culpa, no se exige que el sujeto se haya representado que
probablemente se causaría el daño.
99
Artículo 844: “Los siguientes créditos gozan de privilegio sobre la nave, con preferencia a los
hipotecarios y en el orden de prelación que se indica: 4. Los gastos y remuneraciones por auxilios en el
mar, y por contribución en avería gruesa. Del mismo privilegio goza el reembolso de gastos y sacrificios en
que hubiere incurrido la autoridad o terceros, para prevenir o minimizar los daños por contaminación o
de derrames de hidrocarburos u otras substancias nocivas al medio ambiente o bienes de terceros cuando
no se hubiere constituido el fondo de limitación de responsabilidad que se establece en el título IX de la
Ley de Navegación”.
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
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CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
Regulado en el Capítulo 2°, del Título II, en que se distinguen varios tipos
de descarga de hidrocarburos y mezclas oleosas.
Se define descarga y mezcla oleosa.
– Se entiende por descarga un derrame, escape, evacuación, fuga, achique,
emisión o vaciamiento, procedente de un buque, de sustancias perjudiciales o
con efluentes que contengan tales sustancias, por cualquier causa, que no sean las
operaciones de vertimiento del Convenio sobre la Prevención de la Contaminación
del Mar por Vertimiento de Desechos y otras Materias (LDC 1972); el derrame de
sustancias perjudiciales directamente resultante de la exploración, la explotación y
el consiguiente tratamiento en instalaciones mar adentro de los recursos minerales
de los fondos marinos.
– Se define mezcla oleosa o de hidrocarburos, a toda mezcla, generalmente
con agua, que contenga hidrocarburos; e hidrocarburos como el petróleo en todas
sus manifestaciones, incluidos los crudos de petróleo, el fuel-oil, los fangos, los resi-
duos petrolíferos y los productos de refinación distintos a los del tipo petroquímico.
La regulación de la descarga depende del lugar en que ella se efectúe:
624 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VII: CONTAMINACIÓN MARINA
• Generalidades.
PARTE GENERAL:
• Objeto del seguro marítimo.
• Normas del seguro marítimo.
• Breve reseña acerca de su evolución histórica.
• El Lloyd’s de Londres.
• Contrato de seguro marítimo.
• Clases de seguros marítimos.
• Características del contrato de seguro marítimo.
• Partes del contrato de seguro marítimo.
• Perfeccionamiento del contrato de seguro marítimo.
• Clases de pólizas y sus cláusulas.
• Elementos del contrato de seguro marítimo.
• Efectos del contrato de seguro marítimo.
• La liquidación del siniestro y el cumplimiento de la obligación de indemnizar.
• Efecto del pago de la indemnización: la subrogación del asegurador.
PARTE ESPECIAL:
• Pólizas de casco y maquinarias.
• Póliza de pérdida total solamente para casco marítimo del instituto a término.
• Otras coberturas de casco.
• Pólizas de transporte de mercancías.
• Pólizas de fletes y desembolsos.
• Coberturas de responsabilidad.
• Cobertura de seguros de los Clubes de Protección e Indemnización (P&I).
Generalidades100
100
Este Capítulo se basa, entre otros, en Claudio Barroilhet Acevedo, Derecho del seguro
marítim”, Editorial Librotecnia, Santiago, 2007.
Parte General
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
Estas normas están en el Título VII, “De los Seguros Marítimos”, del Libro
III, artículos 1158 a 1202, cuyo Párrafo 1 “Reglas generales”, Sección Primera
“Ámbito de aplicación”, comienza con el artículo 1158, que dispone:
“Se aplicarán a los seguros de que trata este título, las disposiciones contenidas en los
artículos 512 y siguientes hasta el 560, inclusive, salvo en las materias que este título
regule de otra manera”.
Este precepto fue reemplazado por la Ley 20.667;101 el nuevo artículo 1158
dispone:
“Se aplicarán a los seguros de que trata este Título, salvo en las materias que regule de
otra manera, las disposiciones de las secciones primera y segunda del Título VIII del
Libro II de este Código”.
Esta Ley reformó el régimen legal del contrato de seguro, existente en el
Libro II del Código de Comercio. El reemplazo del artículo 1158 consiste en una
adecuación formal, para reenviar el seguro a la nueva estructura normativa que
rige desde su vigencia, pero de todas maneras se aplicarán al seguro marítimo las
reglas generales del seguro.
A continuación, el artículo 1159 establece:
“Las reglas de este título se aplicarán en defecto de las estipulaciones de las partes, salvo
en las materias en que la norma sea expresamente imperativa”.
Entonces, se trata de normas que son dispositivas y supletorias. Las partes
pueden modificarlas en virtud de un acuerdo expreso y, a falta de tal acuerdo, rigen
en su integridad, complementadas, en lo no dispuesto por ellas, por las normas gene-
rales del contrato de seguro (artículos 512 al 565) del mismo Código de Comercio.
El Lloyd’s de Londres
102
Informe Técnico de la Comisión Redactora del Libro III del Código de Comercio, de
fecha 10 de diciembre de 1985, p. 46
103
La Ley 20.667 fue publicada en el Diario Oficial del 9 de mayo de 2013, con vigencia
desde el 1° de diciembre del mismo año.
630 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
capitanes de las naves, para intercambiar noticias y datos relativos al mercado naviero
y a los seguros sobre las condiciones del mercado en el extranjero.
Con el correr del tiempo, el café adquirió reputación como lugar en que
circulaban las noticias confiables y se efectuaban transacciones, circunstancia que
su dueño aprovechó para implementar un servicio de mensajeros, quienes desde la
misma orilla del Río Thames, le traían novedades sobre las naves, sus cargamentos y
el estado de las expediciones marítimas en curso, las que se escribían en un pizarrón
que colocaba en su café, para así captar y mantener a su clientela.
El café se convirtió un mercado para contratar seguros marítimos. En 1871,
el Parlamento inglés dictó una ley por la cual se concedió personalidad jurídica a
Lloyd’s. Lloyd’s no es una compañía aseguradora, sino que un verdadero mercado en
el cual los intermediarios de seguros pueden visitar en un mismo lugar a los diversos
suscriptores de seguros.
¿Cómo funciona este mercado? Los protagonistas del negocio son los un-
derwriter members (miembros suscriptores). Desde antaño, los miembros sólo podían
ser personas naturales que respondían ilimitadamente con todo su patrimonio (de-
nominados names); sólo desde 1992 se permite que corporaciones y compañías de
responsabilidad limitada sean miembros de Lloyd’s. Si bien el name es quien asume
el riesgo del seguro, los miembros no participan personalmente de las transacciones
diarias en Lloyd’s, ya que las regulaciones de Lloyd’s exigen que esta participación
se efectúe por medio de agentes especializados denominados underwriting agents
(agentes de suscripción).
Para acrecentar su capacidad de asumir riesgos, los miembros se agrupan en
syndicates (sindicatos), sin personalidad jurídica, ya que cada uno de los miembros
que los integran mantiene su individualidad jurídica. Los sindicatos actúan por
medio de un active underwriter (suscriptor activo) quien los representa y obliga en
la suscripción de seguros en Lloyd’s.
El sistema funciona en base a la confianza y el cumplimiento de la palabra,
formalizada mediante el documento denominado “slip”, que contiene un simple
esqueleto de la póliza que será emitida posteriormente. De ahí que la confianza en
el active underwriter sea esencial.
Los “names” propiamente tales (a diferencia de las compañías, o de los indivi-
duos que actúan en Lloyd’s a través de sociedades de responsabilidad limitada) con-
traen una responsabilidad personal e ilimitada al asumir el riesgo, o sea, la obligación
financiera de cada name en caso de siniestro es personal e indelegable y la insolvencia
de uno de ellos no grava a los demás members del syndicate. Tampoco se compromete
la Corporación de Lloyd’s, cuya función es sólo la de constituir un lugar y proveer la
infraestructura para el desarrollo de la suscripción de los riesgos marítimos.
El contrato de seguro marítimo es aquel en virtud del cual, una parte deno-
minada asegurado, transfiere un riesgo marítimo sobre una materia de su interés
a otra parte denominada asegurador, a cambio del pago de una prima.
Las partes del contrato de seguro marítimo son el asegurado y el asegurador.
Respecto de aquél, pueden desdoblarse el tomador y el beneficiario.
Los elementos del seguro marítimo son:
(i) Materia asegurada.
(ii) Riesgo marítimo.
(iii) Interés asegurable.
(iv) Prima
El estudio pormenorizado de las partes del contrato de seguro, así como de
sus elementos, es propio de la teoría general del contrato de seguro. En este libro,
sólo abordaremos las particularidades que el negocio marítimo le imprime a este
contrato, sus partes y elementos.
104
Este número fue incorporado por la Ley 20.667 de 2013.
632 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
– Las mercancías u otros bienes que sean transportados por mar, ríos o lagos.
Se denomina seguro de transporte marítimo, y también es un seguro sobre cosas.
– Las instalaciones y maquinarias destinadas a cumplir faenas de carga,
descarga, estiba y atención de naves y cualquier otro bien que las partes estimen
expuesto a riesgos relacionados con el mar. Es otro seguro de cosas.
– El valor del flete y desembolsos de la organización de la expedición. El
primero de ellos es un seguro de derechos y el segundo, de integridad patrimonial.
– Y la responsabilidad ante terceros derivada del uso de una nave u otro objeto,
que es un seguro de integridad patrimonial o responsabilidad.
Además de estos, existen otros seguros que no están mencionados ni regu-
lados en el Código de Comercio, ni en leyes especiales, como el de construcción
de naves, reparación de naves, piscicultura, responsabilidad de operadores de
terminales portuarios, responsabilidad de fletadores, loss of hire, perjuicios por
paralización de puertos, coberturas para transitarios y operadores de transporte
multimodal, seguros de garantía en compraventas internacionales de mercancías,
seguros de crédito y de riesgos políticos, seguro de garantía de reembolso (refund
guarantees), etc.
634 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
a) Asegurador. De acuerdo con el artículo 513, letra (b), para los efectos
de la normativa sobre seguros, se entenderá por: “Asegurador: el que toma de su
cuenta el riesgo”.
Es la persona que toma sobre sí el riesgo, a cambio del pago de una prima.
Tal como sucede en la generalidad de los ordenamientos jurídicos, en el nuestro se
exige que el asegurador asuma una forma societaria; se le requiere un cierto capital,
solvencia financiera y se regula más o menos acabadamente a la Empresa de Seguros.
Artículo 4 del D.F.L. 251 (Diario Oficial del 22 de mayo de 1931), Ley de
Seguros:
“El comercio de asegurar riesgos a base de primas, sólo podrá hacerse en Chile por sociedades
anónimas nacionales de seguros y reaseguros, que tengan por objeto exclusivo el desarrollo
de dicho giro y las actividades que sean afines o complementarias a éste, que autorice la
Superintendencia mediante norma de carácter general”.
Reformado por la Ley 20.667 de 2013, antes regulados en los antiguos artículos 519 y
105
636 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
se han vendido en términos CIF (cost insurance and freight: costo seguro y flete),
porque el vendedor lo contrató; mientras que el comprador es el tomador en las
en ventas EX FAB (en las afueras de la fábrica, empaque o lugar de expedición) y
C&F (cost and freight: costo y flete).
No obstante cual sea la modalidad empleada, el comprador (en el contrato
de compraventa internacional) y consignatario (en el contrato de transporte marí-
timo) será el asegurado que se libera del riesgo, desde el momento que adquiera la
propiedad de la mercancía, o adquiera sus riesgos. Pero también puede tomar este
seguro en la modalidad “por cuenta de quien corresponda”, un transitario o Freight
Forwarder, un depositario, un transportista terrestre, un operador de transporte
multimodal, etc. Incluso puede tomarlo el mismo transportador marítimo, como
sucede si la prima se incluye en el precio del flete o en el servicio.
Cualquiera de estas personas puede tomar ese seguro, porque tienen interés
asegurable en la conservación de la cosa, por ser propietarios, tenedores o custodios
de las mercancías.
El seguro por cuenta de quien corresponda, es un elemento de la naturaleza
del contrato de seguro, y en este caso no es necesario determinar al asegurado, ya
que puede tomarse el seguro “por cuenta de quien corresponda”, y el asegurado será
determinable, dependiendo su individualización de quien sea el dueño, tenedor o
custodio de la mercancía, esto es, depende de quien tenga el interés asegurable en
la mercancía. En este caso, la póliza va a ser al portador o a la orden. Pero general-
mente es al portador. La idea es que la calidad de asegurado accederá y dependerá
de quien sea el propietario o tenedor de la mercancía asegurada.
El traspaso de la propiedad, tenencia o custodia de la mercancía, y conse-
cuentemente del interés asegurable y la calidad de asegurado, se produce a virtud
de la transmisión de la propiedad de la cosa vendida y del riesgo en la compraventa
internacional, lo que se determina según la estipulación de las partes al respecto,
que generalmente se hace por medio de los INCOTERMS (EX FAB, FAS, FOB,
CIF, etc.).
Tanto en el seguro por cuenta ajena como en el seguro por cuenta de quien
corresponda, difieren las personas del asegurado y el tomador. Cuando esto suce-
de, las obligaciones y cargas que se producen al momento de celebrar el contrato,
gravan al tomador, v.gr.: declarar íntegra y verazmente el riesgo, declarar la exis-
tencia de otros seguros, pagar la prima (si se devenga de manera pura y simple),
etc.; mientras que aquellas que sean posteriores a la celebración, cuando ya se ha
traspasado el riesgo al asegurador, así como las que surgen cuando se produce el
siniestro, van a pesar sobre el asegurado, v.gr.: denunciar el siniestro, obligación
de minimizar sus efectos y salvar la cosa siniestrada, etc.
c) Beneficiario. De acuerdo con el artículo 513, letra (c), para los efectos
de la normativa sobre seguros, se entenderá por: “Beneficiario: el que, aun sin ser
asegurado, tiene derecho a la indemnización en caso de siniestro”.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
en la práctica use el asegurador para señalar las condiciones del seguro que han sido
aceptadas por él”.
Según dicho precepto, el contrato de seguro marítimo era solemne, porque
se perfeccionaba desde el momento en que el asegurador expresaba por escrito
su aceptación a la propuesta escrita de celebrar el seguro, fuera que esta oferta
proviniera directamente del proponente, o se hubiera efectuado por alguien en
su nombre.
Pero, respecto del artículo 514 (antiguo), el artículo 1173 flexibilizó su
otorgamiento, porque pese a ser solemne, se admitía cualquier forma escrita, in-
cluyendo las anotaciones que el asegurador hubiere estampado en la propuesta, la
hoja de cobertura u otro documento que se acostumbre a utilizar entre asegurados,
corredores y aseguradores, para la celebración del contrato (artículo 1173). Así
nacía el seguro.
Una vez perfeccionado el contrato, el asegurador debía emitir en el menor
tiempo posible la póliza. Y tenía el mérito de póliza, la nota de cobertura u otro
documento que en la práctica use el asegurador para señalar las condiciones del
seguro que han sido aceptadas por él.
La Ley 20.667, de 2013, introdujo al seguro marítimo al régimen de la teoría
general del seguro, ya que el artículo nuevo 1173, dispone que “La celebración y
prueba del contrato de seguro marítimo se regirá por lo dispuesto en el artículo 515
de este Código”.
Por su parte, el nuevo artículo 515 del Código, que se encuentra en la Sección
Primera, de las Normas Comunes a todo tipo de seguros, prescribe en su parte
pertinente:
“Celebración y prueba del contrato de seguro. El contrato de seguro es consensual.
La existencia y estipulaciones del contrato se podrán acreditar por todos los medios de
prueba que contemplen las leyes, siempre que exista un principio de prueba por escrito
que emane de cualquier documento que conste en télex, fax, mensajes de correo electró-
nico y, en general, cualquier sistema de transmisión y registro digital o electrónico de la
palabra escrita o verbal.
No se admitirá al asegurador prueba alguna en contra del tenor de la póliza que haya
emitido luego de la perfección del contrato”.
Entonces, la Ley 20.667 dio un paso más allá en la desritualización del otor-
gamiento de este contrato, convirtiéndolo en consensual, y admitiendo que sea
probado por cualquier medio, siempre que exista un principio de prueba por escrito.
¿Qué es un principio de prueba por escrito? Se explica al revés y se compone
de dos elementos.
– Primero, debe ser escrito, entendido éste en su acepción amplia y moderna.
Amplia, porque comprende a los instrumentos (públicos o privados) que estén
escriturados en papel (manuscritos, mecanografiados, impresos, etc.) y a todo otro
documento que deje constancia o reproduzca lo acordado por las partes, aunque
no esté en un papel, en una copia o soporte duro, sino que en un soporte o medio
electrónico, como los mensajes de correo electrónico, telefónicos, chats, a través
de páginas de internet, y otras aplicaciones computacionales de comunicación, y
en general, cualquier sistema de transmisión y registro digital o electrónico de la
palabra escrita o verbal.
– Segundo, debe constituir un principio de prueba, esto es, que debe reflejar
el nacimiento del seguro, aunque no contenga todos sus elementos, porque si así
se exigiera, no sería un contrato consensual, sino solemne, y no habría diferencia
con el antiguo artículo 1173, que ya permitía hacer constar el seguro por otros
medios modernos, distintos a la tradicional escrituración en soporte de papel.
El principio de prueba debe evidenciar el hecho de la celebración de un se-
guro, cuyo contenido y elementos se acreditan con los demás medios de prueba,
que la ley permite introducir, para complementar el principio de prueba escrito.
Las estipulaciones y elementos del seguro deben constar en la póliza que lo
justifique, la que se emite una vez perfeccionado el contrato. La diferencia con el
antiguo artículo 514, es que el seguro ajustado verbalmente sólo se consideraba una
promesa de seguro, mientras que hoy el contrato (definitivo) de seguro se perfec-
ciona por el mero acuerdo verbal de las partes acerca de sus elementos esenciales,
aunque para acreditarlo basta un principio de prueba por escrito, y el resto del
contenido de la relación contractual se complementa a través de cualquier medio
de prueba. Hoy puede haber seguro sin una póliza, en el antiguo artículo 514, el
seguro ajustado verbalmente sólo generaba los efectos de una promesa de celebrar
un seguro, y permitía demandar el otorgamiento de la póliza. Hoy el contrato
definitivo se acredita mediante otro medio probatorio, que complementa al escrito.
¿Y qué sucede si no hay principio de prueba por escrito? El contrato no se
puede acreditar, sin perjuicio que exista un acuerdo verbal. Se trata, entonces, de
un contrato consensual, sujeto a una formalidad ad probationem.
En la praxis, algunos de los documentos donde consta este contrato son:
– Cover note: es la nota de cobertura, que contiene las principales condiciones
particulares del contrato: asegurado, materia, ubicación del riesgo, suma asegurada,
vigencia, prima, beneficiario, etc.
– Slip: es el documento que emite el primer suscriptor (underwriter) en el
mercado de Lloyd’s (denominado por eso el leader del riesgo que toma sobre sí),
que describe la materia asegurada, el riesgo, la prima, vigencia y los principales
términos de la cobertura tomada, el que posteriormente se circula entre los sucesivos
suscriptores, para que accedan a él (de ahí su nombre de followres).
– En las pólizas flotantes, se emite un certificado de seguros, que se confec-
ciona en base a las condiciones generales aquellas establecen como un marco para
los certificados.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
c) Según la forma de delimitar la duración del riesgo. Las pólizas pueden
ser por tiempo o por viaje.
Esta clasificación es propia de las pólizas de casco, aunque la póliza de mer-
cancías es, por regla general, por viaje. En la póliza por viaje se delimita el riesgo
por lugares (de origen y destino de la expedición) y la materia se asegura por viajes
particulares, mientras que en la póliza por tiempo, el seguro se expresa en un pe-
ríodo específico de tiempo. La diferencia entre ambas pólizas radica en la forma
de computar su duración y en el inicio del riesgo.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
La falta de uno o más de estos elementos acarrea la nulidad absoluta del contrato.
Son nulos absolutamente también, los contratos que recaigan sobre objetos de ilícito
comercio y sobre aquellos no expuestos al riesgo asegurado o que ya lo han corrido”.
Por su parte, el nuevo artículo 520 señala:
“Interés asegurable. El asegurado debe tener un interés asegurable, actual o futuro,
respecto al objeto del seguro. En todo caso es preciso que tal interés exista al momento de
ocurrir el siniestro.
Si el interés no llegare a existir, o cesare durante la vigencia del seguro, el contrato ter-
minará y el asegurado tendrá derecho a la restitución de la parte de la prima no ganada
por el asegurador correspondiente al tiempo no corrido”.
Entonces, tras la Ley 20.667, los requsitos o elementos esenciales especiales
del contrato de seguro marítimo, son:
– Riesgo.
– Estipulación de prima.
– Estipulación de la obligación de indemnizar.
Esto significa que:
– La materia asegurada no es un requisito o elemento esencial especial de
este contrato, sino que se considera dentro del requisito esencial general que es el
“objeto” del contrato.
– El interés asegurable tampoco es un requisito esencial especial, no se exige
que concurra al momento de celebrarse el contrato y su ausencia no se sanciona
con la nulidad absoluta, sino de otra manera.
– Se eleva al carácter de requisito la estipulación de la obligación condicional
del asegurador de indemnizar y la estipulación de la prima.
Comentarios:
– Respecto a la materia asegurada, el nuevo enfoque implica abstraerla como
elemento del contrato de seguro y confundirla con el objeto del contrato, que son
cosas distintas.
El contrato de seguro (como todo contrato) tiene por objeto los derechos y
obligaciones que genera. Estos derechos y obligaciones recaen sobre prestaciones,
las que pueden ser de dar, hacer o no hacer, de suerte que las prestaciones tienen
por objeto una cosa, un acto o una omisión que ha de darse, hacerse o no hacerse,
respectivamente.
Tratándose del seguro, las prestaciones esenciales de las partes son: pagar la
prima (asegurado) e indemnizar al asegurado en caso de siniestro (asegurador).
La obligación indemnizatoria del asegurador generalmente se cumple mediante
el pago de una suma de dinero al asegurado (denominada indemnización), o bien
a través del pago de los gastos de defensa, en el seguro de responsabilidad, o la
reparación o reposición de la cosa dañada, en el seguro de cosas.
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Para una completa comparación y diferenciación entre riesgo y condición, véase a Sergio
Baeza Pinto, El Seguro, Edición actualizada por Juan Achurra Larraín y Juan José Vives Rojas,
Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2012, p. 71.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
define como: “aquel en que la cantidad asegurada excede del valor del objeto asegurado
al momento del siniestro”.
De acuerdo con el antiguo artículo 532 del Código de Comercio: “No es
eficaz el seguro sino hasta concurrencia del verdadero valor del objeto asegurado, aun
cuando el asegurador se haya constituido responsable de una suma que lo exceda”.
Tras la Ley 20.667, el nuevo artículo “Sobreseguro”, dispone: “Si la suma
asegurada excede el valor del bien asegurado, cualquiera de las partes podrá exigir su
reducción, así como la de la prima… Si ocurriere un siniestro en tales circunstancias, la
indemnización cubrirá el daño producido, de acuerdo con el valor efectivo del bien…”.
Tanto en el esquema legal antiguo, como en el actual, la razón de esta regla
es el principio de indemnización del seguro, según la cual “respecto del asegurado,
el seguro es un contrato de mera indemnización, y jamás puede constituir para él la
ocasión de una ganancia o enriquecimiento” (artículos 517 antiguo y 550 nuevo).
Por infraseguro se entiende, según el nuevo artículo 513, letra m); “aquel
en que la cantidad asegurada es inferior al valor del objeto asegurado al momento
del siniestro”, o sea, se aseguró la materia por menos de su valor. En este caso, se
considera que el asegurado no ha traspasado al asegurador todo el riesgo sobre la
materia, reteniendo en sí parte del mismo, como un autoseguro.
La regla aplicable al infraseguro es la regla de la proporcionalidad o prorrateo,
consagrada en el antiguo artículo 532: “No hallándose asegurado el íntegro valor de
la cosa, el asegurador sólo estará obligado a indemnizar el siniestro a prorrata entre la
cantidad asegurada y la que no lo esté”.
En el nuevo estatuto del contrato de seguro, tras la Ley 20.667, el nuevo
artículo 553 dispone:
“Regla proporcional. Si al momento del siniestro la suma asegurada es inferior al valor
del bien, el asegurador indemnizará el daño a prorrata entre la cantidad asegurada y
la que no lo esté.
Sin embargo, las partes podrán pactar que no se aplique la regla proporcional prevista
en el inciso anterior, en cuyo caso el asegurado no soportará parte alguna del daño si
ocurriera un siniestro, a menos que éste exceda la suma asegurada”.
En materia marítima, es usual que la póliza cuantifque la materia asegurada
o señale una suma asegurada, lo que se conoce como póliza valuada, estimada o
tasada. De lo contrario, la avaluación de la materia asegurada (y por ende de la
suma asegurada) se hará al momento del siniestro, para liquidar la indemnización.
Las ventajas de la póliza valuada son:
– Otorga certeza a los contratantes respecto al monto de la cobertura, evi-
tando fluctuaciones de la misma durante la vigencia del seguro. En este sentido,
la única forma de revisar el monto de la suma asegurada en una póliza valuada es
si se llegare a demostrar por el asegurador, dolo o fraude en la fijación de dicho
valor, por parte del asegurado.
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y que, como consecuencia de esa relación, pueda ser afectada por los daños, pérdida,
detención o demora en la llegada de dichos bienes, o por incurrir en una responsabilidad
con respecto a los mismos”.
La sustitución del precepto no conlleva cambios de fondo, en nuestro entender;
sólo de forma, y se concentran en el inciso 2°:
– Se reemplaza la frase “Se entiende que una persona tiene interés en una aven-
tura marítima cuando ella está en cualquier relación legal o de tenencia con respecto
a los bienes expuestos…” por “Se entiende que una persona tiene interés en evitar los
riesgos marítimos, cuando ella está en cualquier relación legal o de hecho respecto a
los bienes expuestos…”. Preferíamos la expresión original de “aventura marítima”,
que era más amplia, porque dejaba abierta e innominada la relación que existía
entre la persona y la expedición marítima; ahora se la limita al “riesgo marítimo”.
– Respecto a “relación legal o de hecho”, nos parece que la nueva expresión
“relación legal o de tenencia” es más amplia y acertada en lo que a tenencia se refiere.
– Sí nos parece más simple la redacción actual de “…como consecuencia de esa
relación, pueda ser afectada por los daños, pérdida, detención o demora en la llegada
de dichos bienes, o por incurrir en una responsabilidad con respecto a los mismos”, que
la original, algo más alambicada.
El asegurado puede ser un propietario o un tenedor de la cosa asegurada,
como ocurre, en el seguro de casco y maquinaria, con el armador no propietario,
el operador, fletador o administrador; puede serlo el astillero que construya o
repare la nave, y también alguien que ni siquiera es tenedor de la misma, como
la persona que detenta un crédito (hipotecario, prendario o valista) respecto del
dueño o armador de la nave.
En el seguro de mercancías y otros bienes transportados, puede ser asegurado
su propietario (que puede coincidir con la persona del cargador o consignatario,
en función del momento en que se transmite la propiedad y/o la transmisión de
los riesgos respecto a la mercancía), así como el transportador, el almacenista, el
terminal portuario, el transitario, por la responsabilidad en la conservación de la
mercancía que tienen mientras ella está bajo su respectiva custodia. Algunos de
ellos tienen interés en la sustancia de la cosa (como su propietario), otros en su
conservación en relación a su responsabilidad en su restitución (como el trans-
portador y el almacenista).
Es aplicable en este seguro el artículo 1167, que establece:
“Cuando la cosa asegurada deba pasar por la custodia o propiedad de varias personas
mientras están corriendo los riesgos, el seguro de mercancías se entiende celebrado por
cuenta de quien corresponda, a menos que la póliza disponga otra cosa”.
En consecuencia, no es necesario individualizar al asegurado, quien puede
ser determinado después, en función de la propiedad o tenencia de la mercancía
asegurada; o habiéndoselo individualizado en un principio, puede variar poste-
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de esta. La norma aclara que el peligro también puede sobrevenir al estar la nave
o artefacto naval en puerto o detenidos, evento en que no están navegando (en un
sentido estricto), aunque sí están sujetos a los peligros del mar.
Luego, existen algunas situaciones especiales:
• Condiciones del tiempo. La expresión es de una neutralidad absoluta, no
dice “mal tiempo”, “tempestad” ni “temporal”, porque la tendencia es no exigir a
priori un carácter anómalo, excepcional o grave del tiempo, sino que basta que no
sea un tiempo ordinario o normal. Por cierto, debe haber un cierto peligro, pero
se determinará caso a caso.
• Incendio. En el derecho inglés se ha estimado que esta cobertura incluye
la pérdida y daños causados por combustión, así como los que son consecuencia
del calor, del humo, del combate al fuego, de la prevención del incendio, tanto
para incendios fortuitos, como los atribuibles a la intención o negligencia del
capitán, tripulación y terceros, o a la negligencia del asegurado, pero nunca a la
intención de éste.
• Piratas. “Podemos definir a la piratería como un robo cometido en el mar,
sea desde una nave, artefacto naval o desde tierra; con violencia o intimidación,
pero sin que sea necesario el empleo de la fuerza física actual y efectiva; en tiempos
de paz o de beligerancia; perpetrado por personas naturales, independientemente
de la motivación que los lleva a apropiarse de lo ajeno”.107 La nota distintiva de la
piratería es que se requiere del uso de la violencia, sin que tenga una motivación
política, sino que el uso indiscriminado de la fuerza por un afán personal. Lejos
de desaparecer con el paso del tiempo, los piratas han perfeccionado sus técnicas,
atacando con lanchas rápidas, de noche, en islotes o lugares apartados.
• Ladrones. Este término proviene de la antigua póliza inglesa de naves y
mercancías (Ships and Goods, S.G.), en que rover tenía un significado cercano al
de pirata, pero aludía a los remeros independientes, quienes vagabundeaban por
los mares en la esperanza de encontrar mercaderes cargados de bienes valiosos a
quienes pudieran abordar y robar.
• Asaltantes. También era un término incluido en la póliza S.G., que se
interpretó como incluyendo al robo de cualquiera especie y al robo de ladrones
asaltantes, esto es, robo con violencia, aunque no necesariamente en contra de
determinada persona.
• Capturas. Esta cobertura va junto a la de apresamiento, incluyendo a
cualquier acto de posesión por la fuerza, bien sea por una autoridad legítima o de
facto, y también al apoderamiento de una nave por sus pasajeros. Aunque debe
tratarse de una fuerza opresora, no es necesario que haya violencia efectiva. Ella
107
Claudio Barroilhet Acevedo, “Piratería marítima”, en Annales Scholae Servianae Iuris
Romani, Estudios Jurídicos en Homenaje al Profesor Alejandro Guzmán Brito, Edizioni dell’Orso S.r.l.,
Alessandria, 2011, p. 274.
se incluye en la cláusula F.C. & S (free of capture and seizure, libre de captura y
apresamiento) y, por ende, se cubre por medio del adicional de riesgos de guerra.
• Naufragios. En puridad, naufragio es la rotura del casco (navis fractio),
esto es, la nave reducida a chatarra, pero la técnica asegurativa ha ido aceptando
un criterio más amplio, para incluir no sólo los buques sumergidos que tocaban
fondo, sino que parte de la cubierta esté bajo el agua o haya un sumergimiento
que no sea total.
• Varamientos. Varada o embarrancada consiste en la sujeción del buque
contra el fondo marino durante cierto lapso. Los ingleses utilizan distinta termi-
nología, se refieren al stranding para aludir al hecho de tocar fondo y permanecer
por algún tiempo posado en el fondo, debido a una operación extraña y accidental
que no sea el curso ordinario de la navegación; grounding, para la varada en aguas
navegables a causa de la marea o falta de dragado, lo mismo sucede en la navegación
en algún sector en el cual sea usual quedar atascado en el fondo, como ocurre en
ríos y canales y touch and go (toque y partida), consiste en que el casco de la nave
toca fondo, pero la nave continúa su navegación, sin parar máquinas ni aminorar
su velocidad.
• Abordajes. Collision. Para efectos de la cobertura, el significado del concepto
abordaje y las situaciones que este término comprende, son variables. Ya definimos
al abordaje, a partir del artículo 1116, como una colisión entre dos o más naves o
artefactos navales movibles en el Capítulo VI, al que nos remitimos acerca de las
clases y demás aspectos del abordaje.
• Cambios forzados de ruta. Deviation. Efectuaremos dos distinciones. La
primera: cambio de ruta o cambio de viaje.
– El cambio del viaje importa alteración en su origen y/o destino, mientras
que el cambio de ruta significa el cambio de la línea ideal para navegar desde el
punto de partida hacia el punto de llegada, según la ruta normal o natural.
La diferencia entre ambos es que en la desviación, la intención es siempre
retornar al curso preestablecido y completar el viaje asegurado, aunque el buque se
haya apartado del curso prescrito. El cambio de viaje constituye derechamente una
variación del riesgo y, por ende, su cobertura generalmente estará sujeta a apro-
bación del asegurador (y eventual pago de una prima extra), por lo que no queda
comprendido en la denominación “cambio de ruta”, aunque de todas maneras
puede constituir un riesgo amparado en la cobertura del seguro, si es originado
por un peligro del mar, como ocurre si el puerto de destino no es seguro, por
ejemplo, por estar congelado o bajo el acecho de los piratas o beligerantes. Esto
debe examinarse caso a caso.
Tratándose de una situación que es más propia de los seguros por viaje, en
tales pólizas suelen insertarse cláusulas para regularlo, cosa que no ocurre en las
coberturas a tiempo.
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y las mercancías, sino que también agrava los riesgos ordinarios: la expedición se
haya frecuentemente obligada a cambiar de ruta habitual, a forzar velocidad y a
detenerse; halla los puertos cerrados e inaccesibles por encontrarse sembrados de
minas, busca en vano localidades dotadas de diques para reparaciones urgentes, se
desorienta en su ruta por la extinción de faros y entra en colisión con otras naves
que navegan con las luces apagadas. La guerra moderna ha aumentado más aún
los coeficientes del riesgo, debido a la campaña de los submarinos y las barreras de
minas fijas y al azar, que son una poderosa amenaza para la navegación.
De esta manera, junto a la inclusión legal de estos riesgos, convivía su exclusión
convencional en las pólizas y, como las normas del seguro son disponibles, primaba
ésta sobre aquélla. Chile no ha estado ajeno a esta realidad y prácticamente todas
las pólizas marítimas contienen una cláusula de exclusión de guerra. En las pólizas
inglesas, esta función se obtenía por medio de la cláusula free capture and seizure,
(libre de captura y retención), conocida por sus siglas F.C. & S. La exclusión F.C.
& S. del Instituto de Aseguradores de Londres nació como reacción a un fallo de
la Cámara de los Lores, que calificó como riesgo de guerra el embarrancamiento
de un buque que navegaba en convoy transportando material de guerra, luego de
eludir un ataque submarino, dándole por tanto cobertura al accidente en la póliza.
Los riesgos de guerra afectan por igual a la nave, la carga, el flete, desembolsos
y la responsabilidad.
En nuestra legislación actual, el inciso 3 del artículo 1162 dispone: “Cualquier
excepción a los riesgos señalados en el inciso anterior, deberá constar expresamente en la
póliza”. Entonces, las exclusiones de guerra son semejantes a los adicionales de guerra
que se ofrecen para suplirlas. En Chile, la exclusión de guerra es del siguiente tenor:
“Las siguientes secciones son imperativas y prevalecerán sobre cualquier
disposición en contrario contenida en este seguro.
DE GUERRA: Este seguro en ningún caso cubrirá pérdida, daño, respon-
sabilidad o gasto provocados por:
– Guerra, guerra civil, revolución, rebelión, insurrección, o conmoción civil
resultante de estos, o cualquier acto hostil por o en contra de un poder beligerante;
– Captura, secuestro, arresto, restricción o detención (excluyendo baratería
y piratería) y las consecuencias resultantes de los mismos o de cualquier intento
por llevarlos a cabo, o
– Minas, torpedos, bombas abandonadas, o cualquier otro armamento de
guerra abandonado”.
La función de esta declaración es que la contratación del adicional de guerra
sea la única manera de conseguir esta cobertura, de ahí que la contrapartida de la
exclusión de guerra está en la cobertura adicional de guerra, agregable a diversas
pólizas. La cláusula de guerra es del siguiente tenor:
“RIESGOS: Sujeto siempre a las exclusiones que más adelante se especifican,
este seguro adicional cubre la pérdida de o daño a la materia asegurada causado por:
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– Causado por cualquier terrorista o por cualquier persona que actúe por
un motivo político”.
Su cobertura se obtiene por medio del adicional de huelga y terrorismo, que
tiene el siguiente texto:
“RIESGOS: Sujeto siempre a las exclusiones que más adelante se especifican,
este seguro adicional cubre la pérdida de o daño a la nave causado por:
– Terroristas o cualquier persona que actúe malintencionadamente o por
algún motivo político”.
• Actos maliciosos: Malicia es sinónimo de dolo, definido por el artículo
44 del Código Civil como “la intención positiva de inferir injuria a la persona o
propiedad de otro”. Se trata de actos que se hagan deliberadamente para causar
daño a la materia asegurada, aunque no sea con un motivo político o para infundir
temor (como es el caso del terrorismo), o dentro del contexto de una guerra o una
huelga, sino que de violencia aislada y si sin motivación específica.
Un ejemplo de esta exclusión es:
“EXCLUSIÓN DE ACTOS MALICIOSOS: En ningún caso cubrirá este
seguro pérdida, daño, responsabilidad o gasto que surja por:
– La detonación de un explosivo, o
– Cualquier arma de guerra y causado por cualquier persona que actúe
malintencionadamente o por un motivo político”.
A su turno, este riesgo se cubre por el adicional de guerra y huelga, cuyo
texto es:
“Sujeto siempre a las exclusiones que más adelante se especifican, este seguro
adicional cubre la pérdida de o daño a la nave causado por:
– Terroristas o cualquier persona que actúe malintencionadamente o por
algún motivo político”.
iv) Riesgo de contaminación radioactiva. Es común encontrar en las póli-
zas de seguro, exclusiones de riesgos por contaminación radiactiva, al tenor de la
siguiente cláusula:
“EXCLUSIÓN POR CONTAMINACIÓN RADIACTIVA: Esta cláusula
será imperativa y reemplazará cualquier cosa contenida en este seguro que sea
incompatible con la misma.
En ningún caso, este seguro cubrirá pérdida, daño, responsabilidad o gasto
directa o indirectamente causado por, o surgido a raíz de:
– Radiaciones ionizantes o contaminación por radiactividad proveniente de
cualquier combustible nuclear o de cualquier desecho nuclear o de la combustión
de combustibles nucleares;
– Las propiedades radiactivas, tóxicas, explosivas u otras propiedades peli-
grosas o contaminantes de cualquier instalación nuclear, reactor y otro montaje
nuclear o componente nuclear del mismo, o
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
de las válvulas de una cañería entre este motor y la caldera estaba cerrada, debido
a lo que se alegó fue culpa de los motoristas, el motor se sobrecalentó y dañó. El
armador solicitó al asegurador que cubriera el reemplazo del motor auxiliar. La
House of Lords, revocando el fallo de la Corte de Apelaciones, resolvió que no
se trataba de una pérdida atribuible a un peligro de la navegación, y por ello no
estaba cubierta en la Póliza SG, ya que bien pudo haber ocurrido en tierra debido
a la misma razón de falta de una adecuada administración.
Fruto de este caso, el Instituto de Aseguradores de Londres redactó una
cláusula para cubrir situaciones de negligencia de la tripulación y defectos latentes
del casco y maquinaria de la nave, conocida oficialmente como cláusula de negli-
gencia, pero comúnmente conocida como Inchmaree. La redacción actual de esta
cláusula es la siguiente:
“Este seguro cubre la pérdida o daños del objeto asegurado causados por:
– Accidentes en la carga, descarga o reestiba de la carga o combustible;
– Estallido de caldera, rotura de ejes o cualquier defecto latente en la ma-
quinaria o en el casco;
– Negligencia del capitán, oficiales, tripulantes prácticos;
– Negligencia de reparadores o fletadores de la nave, siempre que estos no
figuren como asegurados bajo este seguro;
– Baratería del capitán, oficiales o tripulantes;
Siempre que tal pérdida o daño no haya sido consecuencia de la falta de la
debida diligencia por parte del asegurado, armadores o administradores.
Los capitanes, oficiales, tripulantes o prácticos no serán considerados como
propietarios dentro del significado de esta Cláusula, aunque tuviesen acciones de
la nave”.
La cobertura requiere que la pérdida o daño sea causada por alguno de los
riesgos específicos que ella señala. Es una cobertura de daños, que no cubre res-
ponsabilidades del asegurado, aunque surjan de tales riesgos.
Así, se cubren los daños causados al casco con ocasión de faenas de carga, pero
no se cubren los daños causados a la nave durante su transporte. Se cubre también
cualquier defecto latente en la maquinaria o en el casco y la negligencia del capitán,
oficiales, tripulantes y prácticos, así como la de reparadores o fletadores de la nave,
siempre que estos no figuren como asegurados bajo este seguro, puesto que ambos
deben ser distintos al asegurado, ya que de lo contrario nos encontramos frente a
una falta de diligencia del mismo asegurado, que excluye la cobertura.
En fin, se cubre la baratería del capitán, oficiales o tripulantes.
La condición para que esta cláusula opere es que la pérdida o daño no haya
sido consecuencia de la falta de la debida diligencia por parte del asegurado, arma-
dores o administradores. Ahora, si el capitán, oficiales o tripulantes son, a la vez
dueños de la nave, para efectos de esta cláusula, prevalecerá su carácter de capitán,
oficial y tripulante, por sobre la de propietario de la nave.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
“En el caso de las obligaciones señaladas en el artículo 525 de este Código, el asegurado
deberá informar cabalmente al asegurador, antes de perfeccionarse el contrato, de toda
circunstancia relativa a los riesgos que se propone asegurar y que sea conocida por él.
Se presume conocida del asegurado toda circunstancia que no pueda ignorar en el curso
ordinario de sus negocios.
La obligación de informar no está limitada a responder los cuestionarios del asegurador.
La reticencia, inexactitud o falsedad de información que se juzgue importante para
determinar la naturaleza y extensión del riesgo, produce la nulidad del seguro”.
La idea que subyace bajo esta obligación es que el que quiere tomar un se-
guro (tomador o asegurado), debe declarar en forma completa y exacta todas las
circunstancias que permitan apreciar la materia asegurada y el riesgo en toda su
extensión. La ratio legis de este deber está en que el contrato de seguro es un con-
trato de máxima buena fe (uberrima bona fide, utmost goodfaith), cuya economía
interna reposa sobre el conocimiento y posterior cuantificación del riesgo que hace
el asegurador, operación que es posible sólo en la medida que el asegurado le haga
una completa y exacta descripción del riesgo.
Este deber tiene una doble faz:
– Una faz activa, que contiene el deber de comunicar todas las circunstancias
conocidas, y
– Otra faz pasiva, que contiene el deber de contestar, en forma completa y
verídica, las interrogantes del asegurador.
El artículo 1176, que reitera esta obligación para el seguro marítimo, señala
que el asegurado debe informar toda circunstancia que sea conocida por él, lo que
da pie para alegar con posterioridad una justa causa de ignorancia como incumpli-
miento de dicha obligación, respecto de circunstancias que no se hayan declarado,
por no haber sido conocidas por el asegurado. Pero este matiz se complementa
con una presunción, consistente en que se reputa conocida del asegurado toda
circunstancia que él no puede ignorar en el curso ordinario de sus negocios.
El antiguo artículo 1176 era similar a éste, salvo las siguientes diferencias:
– La parte relativa a que la obligación de informar no se limita a responder
los cuestionarios del asegurador es nueva, y se explica en el nuevo artículo 525,
que, a efectos de cumplir con la declaración sobre el estado del riesgo (que pesa
sobre el asegurado), establece que basta que el contratante informe, al tenor de lo
que solicite el asegurador, sobre los hechos o circunstancias que conozca y sirvan
para identificar la cosa asegurada y apreciar la extensión del riesgo.
Pero en materia marítima, prima el artículo 1176, inciso tercero, según el
cual, el contratante debe hacer una declaración aun más completa que la respuesta
del cuestionario, si éste no comprende todos los aspectos que integran el riesgo.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
– Esto explica el siguiente inciso de esta norma, que sanciona con la nulidad
del contrato de seguro a la reticencia, inexactitud o falsedad de información, en la
medida que ella sea importante para determinar la naturaleza y extensión del riesgo.
Esto es, sólo un incumplimiento del asegurado que implique omitir o alterar
parte del riesgo, de manera relevante o sustantiva, conlleva aparejada la nulidad.
La norma contempla las siguientes figuras:
– Reticencia. Es el ocultamiento de una situación y, respecto de este deber,
importa una omisión en el deber de declarar completa y verazmente todas las cir-
cunstancias sobre la materia asegurada y el riesgo, que puede presentarse en forma
cuantitativa (se omite parte de la información, sin ser completa) o cualitativa (se
altera la información, sin ser veraz).
La reticencia se asimila a la intención de ocultar, es una especie de “dolo
negativo” o de dolo por omisión.
– Inexactitud. Aquella falta de coincidencia entre la información suminis-
trada al asegurador y la verdadera situación de la materia asegurada o los riesgos
que la afectan. Existe disconformidad entre lo declarado y la realidad, en uno o
más aspectos.
– Falsedad de la información. Es aquella información que no corresponde
con la realidad, es decir, existe una desviación entre el contenido informado al ase-
gurador y la verdadera situación de la materia asegurada o los riesgos que la afectan.
La diferencia con la inexactitud es que en ésta la desviación es parcial, al no
existir una coincidencia perfecta con la realidad, mientras que en la falsedad, la
información en su totalidad no corresponde con la realidad.
Para que la reticencia, inexactitud o falsedad de información conduzcan a la
nulidad del contrato, es necesario que sean relevantes al momento de determinar la
naturaleza y extensión del riesgo, esto es, si conocidas por el asegurador, pudieran
retraerle de la celebración del contrato o producir alguna modificación sustancial
en sus condiciones. En otras palabras, si a falta de tal reticencia, inexactitud o
falsedad de información, el asegurador no habría tomado sobre sí el riesgo, o lo
habría hecho en otras condiciones.
Por ejemplo, la antigüedad de la nave; si ella ha tenido accidentes y/o repa-
raciones; la carga a transportar; lugares a los que viajará y rutas; si la mercancía
se transporta bajo o sobre cubierta; embalajes; lugar de destino y de embarque,
etc. De conocerse todas estas circunstancias, el asegurador podría haber optado
por tomar el seguro, pero excluyendo algunos riesgos, imponiendo franquicias,
acortando la vigencia del seguro o elevando la tasa de la prima.
6°. A declarar al tiempo de exigir el pago de un siniestro los seguros que haya hecho o
mandado hacer sobre el objeto asegurado”.
Luego, tras la reforma, el nuevo artículo 524 dispone, “Obligaciones del
asegurado”:
“El asegurado estará obligado a:
2°. Informar, a requerimiento del asegurador, sobre la existencia de otros seguros que
amparen el mismo objeto”.
A diferencia del antiguo sistema, esta obligación es condicional, ya que opera
a petición del asegurador; no es pura y simple como sucedía en el ordenamiento
anterior.
La razón de esta obligación es permitirle al asegurador evaluar la coexistencia
de varias coberturas de seguros y su influencia en el riesgo que toma sobre sí. Y en
esta línea, el nuevo artículo 556 dispone que, al denunciar el siniestro, el asegurado
debe comunicar a todos los aseguradores con quienes hubiere contratado (en la
hipótesis del coaseguro), los otros seguros que lo cubran.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
7°. La prima del seguro, y el tiempo, lugar y forma en que haya de ser pagada”.
El monto de la prima jamás puede faltar, ya que el artículo 541 (antiguo)
prescribía que el seguro contratado sin estipulación de prima es nulo y de ningún
valor, pero la falta del tiempo y lugar de pago sí puede suplirse por las reglas ge-
nerales. En efecto, en cuanto al tiempo de pago, se aplicaba el artículo 542, según
el cual, el asegurador ganaba irrevocablemente la prima desde el momento en que
los riesgos comienzan a correr por su cuenta; en cuanto al lugar de pago, a falta de
estipulación (lo que prácticamente no sucede, porque las pólizas individualizan
el domicilio de las partes y señalan cuál es el lugar de pago), por aplicación del
artículo 1588 del Código Civil, su pago debe hacerse en el domicilio del deudor,
esto es, del asegurado.
A falta de pago de la prima, operaba el artículo 544 (antiguo), según el cual “el
no pago de la prima al vencimiento del plazo convencional o legal, autoriza al asegurador
para demandar la entrega de ella o la rescisión del seguro con indemnización de daños
y perjuicios. La demanda de la prima deja subsistente el seguro. Instaurada la acción
rescisoria, los riesgos cesan de correr por cuenta del asegurador, y el asegurado no podrá
exigir el resarcimiento de un siniestro ulterior, ni aun ofreciendo el pago de la prima”.
También señalamos que en las pólizas se incluyen otras cláusulas que simpli-
fican, para la aseguradora, el mecanismo de la resolución, que opera por el simple
envío de una carta al asegurado.
Tras la Ley 20.667, y de conformidad con el nuevo artículo 524:
“Obligaciones del asegurado. El asegurado estará obligado a:
3°. Pagar la prima en la forma y época pactadas”.
• Contenido de la prima: de acuerdo con el artículo 527, inciso segundo,
“la prima puede consistir en una cantidad de dinero, en la entrega de una cosa o en un
hecho estimable en dinero”.
• Exigibilidad de la prima: según el artículo 527, inciso primero, “el asegurador
gana la prima desde el momento en que los riesgos comienzan a correr por su cuenta…”.
• Pago de la prima: de conformidad con el artículo 527, inciso final, “salvo
pacto en contrario, el pago de la prima se hará al entregarse la póliza, el certificado de
cobertura o el endoso, según corresponda, y deberá hacerse en el domicilio del asegurador
o en el de sus representantes, agentes o diputados para el cobro”.
• Forma de ganarse la prima: dispone el mismo artículo 527, en su inciso
primero, que el asegurador “…tendrá derecho a percibir o retener su totalidad en caso
que fuera procedente la indemnización por un siniestro de pérdida total o finalizase la
vigencia de acuerdo con el artículo 523. Convenida la vigencia de la cobertura por un
plazo determinado, la prima se devengará proporcionalmente al tiempo transcurrido”.
• Efectos de la falta de pago de la prima: Dispone el nuevo artículo 528:
“No pago de la prima. La falta de pago de la prima producirá la terminación del contrato
a la expiración del plazo de quince días contado desde la fecha de envío de la comuni-
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
cación que, con ese objeto, dirija el asegurador al asegurado y dará derecho a aquél para
exigir que se le pague la prima devengada hasta la fecha de terminación y los gastos de
formalización del contrato.
Producida la terminación, la responsabilidad del asegurador por los siniestros posteriores
cesará de pleno derecho, sin necesidad de declaración judicial alguna”.
En caso de no pagarse la prima:
– El asegurador deberá enviarle al asegurado una comunicación informándole
la terminación del contrato por no pago de la prima;
– La terminación operará a la expiración del plazo de quince días contado
desde la fecha del envío de la carta;
– El asegurador podrá exigir que se le pague la prima devengada hasta la
fecha de terminación y los gastos de formalización del contrato, y
– Producida la terminación, la responsabilidad del asegurador por los si-
niestros posteriores cesará de pleno derecho, sin necesidad de declaración judicial
alguna.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
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Por ejemplo, en el Artículo 10 de la Póliza Todo Riesgo Equipos de Pisciculturas (POL
1 93 062), denominado “Cambio en las Características del Siniestro”, se establece: “el asegurado
deberá comunicar a la compañía cualquier cambio material de las condiciones del riesgo previamente
descritas en la propuesta aún cuando no importen un agravamiento. En este caso la compañía se
reserva el derecho de modificar los términos y condiciones pactadas inicialmente”.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
Así, las garantías son requisitos convencionales que acotan el riesgo y que
deben cumplirse para que nazca la obligación del asegurador de indemnizar un
siniestro.
Las garantías provienen del derecho inglés, que contempla cláusulas con-
tractuales denominadas warranties (garantías), las que el asegurado debe cumplir,
como una condición previa, para tener derecho a la indemnización en caso del
siniestro. Las garantías están reguladas en la Marine Insurance Act (Ley de Seguro
Marítimo de 1906), cuya Sección 33 (1) las define como:
“Una garantía promisoria, esto es, una garantía que el asegurado asume acerca que una
cosa en particular será o no hecha, o que una condición será cumplida, o en virtud de la
cual afirma o niega la existencia de un estado particular de los hechos”.
La garantía puede ser expresa, sea escrita en la póliza o en un documento que
se incorpore a ella por referencia (Sección 35). Las garantías también pueden ser
implícitas, que son aquellas que se presumen aplicables, aun si no se pactan, dada
su importancia. La Marine Insurance Act regula ciertas garantías implícitas, como
la de navegabilidad (seaworthiness) de una nave al comienzo del viaje, propia de
una póliza por viaje (Sección 39); garantía que la nave que está en puerto es apta
para enfrentar los peligros ordinarios de ese puerto (portworthiness) (Sección 39);
garantía de que la nave está apta para transportar las mercancías aseguradas en
una póliza de mercancías por viaje (cargoworthiness) (Sección 40) y la garantía de
legalidad de la aventura marítima y su desarrollo (legality) (Sección 41).
En el derecho inglés, la infracción de una warranty priva al asegurado de la
cobertura del seguro, sea o no determinante en la producción del siniestro. En
otras legislaciones (como la española y la italiana), la alteración del riesgo sólo
priva al asegurado de la cobertura si es que existe una relación de causa a efecto
entre aquélla y el siniestro.
A nuestro juicio, la inserción de las garantías en la regulación legal de nuestro
Contrato de Seguro presenta ventajas e inconvenientes.
• Ventaja: se regula en nuestro ordenamiento local una institución que es
común y extendida en el contrato de seguro a nivel mundial, colocando nuestro
derecho a la par del derecho inglés, que va a la vanguardia en esta materia.
• Desventaja: si bien se hace mención a las garantías y se consagra a la obliga-
ción del asegurado de cumplirlas, no se las regula en el nuevo ordenamiento, sino que
se deja entregada su estipulación a las partes del contrato. En esta línea, las críticas
que merece esta solución son:
– La mención a la obligación de cumplir con las garantías es innecesaria,
porque si las garantías están destinadas a circunscribir o disminuir el riesgo, esta
función se cumple con la obligación del asegurado de cuidar la materia asegurada;
prevenir el siniestro y no agravar el riesgo.
– Si las garantías son requisitos para tener derecho a la indemnización de un
siniestro, cuya determinación queda entregada a las partes que celebran el contrato
i)
Deber del asegurado de denunciar el siniestro. En puridad, se trata
de una carga.
En el antiguo artículo 556 se disponía:
“El asegurado está obligado:
5°. A notificar al asegurador, dentro de los tres días siguientes a la recepción de la noticia,
el advenimiento de cualquier accidente que afecte su responsabilidad, haciendo en la
notificación una enunciación clara de las causas y circunstancias del accidente ocurrido;
6°. A declarar al tiempo de exigir el pago de un siniestro los seguros que haya hecho o
mandado hacer sobre el objeto asegurado;”
El deber de declarar la existencia de otros seguros del numeral 6, se basaba en
que el asegurado no podía obtener indemnizaciones por un siniestro, que excedan
en su monto, a la pérdida efectivamente sufrida, provengan aquéllas de uno o más
contratos de seguro, ya que ello atenta contra el principio de la indemnización.
En el nuevo sistema, dispone el nuevo artículo 524:
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
y 4 (deber de tomar todas las providencias necesarias para salvar o recobrar la cosa
asegurada o para conservar sus restos).
Tras la Ley 20.667, dispone el nuevo artículo 524:
“Obligaciones del asegurado. El asegurado estará obligado a:
7°. En caso de siniestro, tomar todas las providencias necesarias para salvar la cosa
asegurada o para conservar sus restos”.
El número 7 es de una redacción muy similar al precepto antiguo.
Al igual que el antiguo precepto, la redacción merece la crítica que circunscribe
su tenor a los seguros de cosas corporales (discutiblemente a las cosas incorpora-
les), en circunstancias que, la noción de materia asegurada es más amplia que la
de cosa asegurada, ya que incluye a las cosas incorporales (como los derechos),
al patrimonio, a la vida, integridad y salud de las personas, las cuales no quedan
comprendidas dentro del concepto de “cosas”. En nuestro concepto, habría sido
preferible emplear una redacción más amplia. En todo caso, conceptualmente, no
existe mayor variación respecto a la regulación del Código de Comercio original.
A su turno, el inciso ante penúltimo del precepto que nos ocupa establece:
“El asegurador deberá reembolsar los gastos en que razonablemente haya incurrido el
asegurado para cumplir las obligaciones expresadas en el número 7° y en caso de siniestro
inminente, también la que prescribe el número 4º. El reembolso no podrá exceder la
suma asegurada”.
El deber de salvaguardia y el reembolso de los gastos de salvamento es también
objeto de una regulación especial en las pólizas de seguros.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
todas las providencias necesarias para salvar o recobrar la cosa asegurada o para
conservar sus restos).
Por su parte, el artículo 553 señalaba:
“El asegurado será responsable ante el asegurador por todos los actos u omisiones que
puedan perjudicar al ejercicio de las acciones traspasadas por subrogación”.
El nuevo artículo 524 dispone:
“Obligaciones del asegurado. El asegurado estará obligado a:
7°. En caso de siniestro, tomar todas las providencias necesarias para salvar la cosa
asegurada o para conservar sus restos”.
Luego, el artículo 524, inciso ante penúltimo, establece:
“El asegurador deberá reembolsar los gastos en que razonablemente haya incurrido el
asegurado para cumplir las obligaciones expresadas en el número 7° y en caso de siniestro
inminente, también la que prescribe el número 4º. El reembolso no podrá exceder la
suma asegurada”.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
de la teoría general del seguro) explica la función del seguro como mecanismo para
afrontar un determinado riesgo.
Son elementos de la obligación de indemnizar:
– Fuente: su fuente es el contrato de seguro y el presupuesto de su nacimiento
es la ocurrencia de un siniestro que esté amparado en la póliza y menoscabe la
materia asegurada.
– Deudor: el deudor de esta obligación es el asegurador.
– Acreedor: el acreedor es el asegurado o el beneficiario, si es una persona
distinta a aquél.
– Objeto: resarcir al asegurado las consecuencias del siniestro, lo que
(generalmente) se hace mediante el pago de una indemnización en dinero, o
(dependiendo del grupo y ramo del seguro, así como del riesgo cubierto), puede
hacerse defendiendo al asegurado, en un seguro de responsabilidad con cobertura
de defensa, o reparando o reponiendo la cosa asegurada en un seguro de daños.
– Monto: la determinación del quantum de esta obligación es parte del
proceso de liquidación del siniestro, que es una tarea compleja, que incluye el
establecimiento de la existencia del siniestro, así como de la extensión del daño
a la materia asegurada vis-a-vis la cobertura del seguro, y aquí entran en juego
el principio de la indemnización del seguro, la suma asegurada, el infraseguro o
sobre seguro, el prorrateo, los límites y sublímites de cobertura, deducibles, etc.
Además, en algunos siniestros mayores puede ejercerse la acción de dejación (que
es propia del seguro marítimo) y esto puede transformar su liquidación en un
proceso todavía más complejo.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
A su turno, el antiguo artículo 539 del mismo Código establecía que “el
siniestro se presume ocurrido por caso fortuito”.
Tras la reforma, el nuevo artículo 1177 dispone:
“Para tener derecho a la indemnización, el asegurado deberá acreditar:
4°. La ocurrencia del siniestro denunciado, y declarar sinceramente y sin reticencia, sus
circunstancias y consecuencias”.
Y el nuevo artículo 531, prescribe:
“Siniestro. Presunción de cobertura y excepciones. El siniestro se presume ocurrido por un
evento que hace responsable al asegurador.
El asegurador puede acreditar que el siniestro ha sido causado por un hecho que no lo
constituye en responsable de sus consecuencias, según el contrato o la ley”.
Entonces, si bien –por una parte– se suprimió la regla de la causa presunta
del antiguo artículo 1177 N° 1 –por otra parte– se perfeccionó y amplió la norma
general, que en lugar de presumir al siniestro originado por un caso fortuito, se
lo reputa ocurrido a consecuencia de un riesgo cubierto en la póliza, y por ende,
se lo considera de responsabilidad del asegurador, esto es, existe una presunción
de cobertura, tal como se titula la norma. En consecuencia, comparativamente, el
asegurado queda en igual (o mejor) posición que antes de la reforma legal.
El reverso de la carga del asegurado de probar el siniestro, lo encontramos en
la carga del asegurador de probar que éste no está cubierto en la póliza. El artículo
1185 (que tampoco fue reformado) reza: “Corresponderá al asegurador el peso de
probar que el siniestro ha ocurrido por un hecho o riesgo no comprendido en la póliza”,
que es una concreción en materia marítima del inciso segundo del nuevo artículo
531 que, luego de presumir que el siniestro se originó en un evento cubierto,
establece que: “el asegurador puede acreditar que ha sido causado por un accidente
que no le constituye responsable de sus consecuencias, según la convención o la ley”.
Por ejemplo, puede probar que el riesgo no está cubierto en la póliza, que está
excluido o fuera del límite temporal, espacial o cuantitativo (límite monetario de
cobertura, deducible, franquicia, etc.), que el siniestro fue causado por un hecho
doloso del asegurado; puede atacar la causalidad, etc.
iii) Menoscabo de la materia asegurada. El asegurado debe acreditar la pér-
dida o daño de la materia asegurada, o el gasto, lo que también está reglamentado
en el nuevo artículo 1177, que exige:
“Para tener derecho a la indemnización, el asegurado deberá acreditar:
3°. La pérdida, gastos o perjuicios reclamados, o la responsabilidad, en su caso, y…”.
Esto, porque según ya hemos explicado, la mera ocurrencia de un siniestro
no hace responsable al asegurador, si aquél no afecta la materia asegurada, o genera
un gasto, puesto que el contrato de seguro es un contrato de indemnización, y
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
total de la materia asegurada (sea real o constructiva), por cuanto el artículo 1190
prescribe que, salvo estipulación en contrario, el seguro contra pérdida total cubre
tanto la pérdida total asimilada como la real o efectiva.
Pero de lo anterior, no necesariamente sigue que a la pérdida total suceda la
dejación, porque el asegurado puede optar por la acción de avería. De hecho, como
su nombre lo señala, se trata de una acción y su ejercicio supone una manifestación
de voluntad destinada a ofrecer el abandono de la materia asegurada.
Esto lo reitera el artículo 1192:
“Si el asegurado opta por reclamar la pérdida total, debe comunicar al asegurador su
intención de hacer dejación. En defecto de dicho aviso, el asegurado sólo podrá ejercitar
la acción de avería”.
Entonces, según la misma norma, no hay incompatibilidad entre la pérdida
total y la acción de avería.
El artículo 1179 contempla una situación de acumulación inicial de acciones
por reunión, ya que permite al asegurado:
“El asegurado podrá promover conjuntamente la acción de dejación y la de avería, con
tal que esta última se interponga en subsidio de la primera”.
La exigencia de la subsidiariedad es lógica, ya que si no procede la dejación
(por ejemplo, porque no hay pérdida total) el asegurador igualmente deberá in-
demnizar el siniestro por medio de la acción de avería.
A continuación analizaremos la pérdida total y la pérdida parcial, que son
los presupuestos de tales acciones.
o) Pérdida total. Total loss. Según el artículo 1187, inciso 1º:
“La pérdida total puede ser real o efectiva. También puede ser asimilada o constructiva”.
Como se aprecia, la norma comprende dos clases de pérdida total: pérdida
total real o efectiva (que es la pérdida total propiamente tal), y pérdida total
constructiva o asimilada (que corresponde a una ficción legal, que está basada en
razones económicas).
Por especialidad, las normas que analizaremos, prevalecen sobre las defini-
ciones del artículo 513, letras ñ) y o) del Código de Comercio.
i) Pérdida total real o efectiva. Actual total loss. Según el inciso segundo
del artículo 1187:
“Existirá pérdida total real o efectiva, cuando el objeto asegurado quede completamente
destruido o de tal modo dañado, que pierda definitivamente la aptitud para el fin a que
está destinado o, cuando el asegurado sea irremediablemente privado de él. Todo lo cual es
sin perjuicio de lo que se hubiere estipulado en la póliza”.
La norma contempla varias situaciones:
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
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De acuerdo con el inciso segundo del artículo 1494 del Código Civil: “No podrá el juez, sino
en casos especiales que las leyes designen, señalar plazo para el cumplimiento de una obligación: sólo podrá
interpretar el concebido en términos vagos u oscuros, sobre cuya inteligencia y aplicación discuerden las partes”.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
pérdida total asimilada en el casco, puede que, en definitiva, haya pérdida total
constructiva de la carga y no del casco.
iii) Pérdida parcial. Partial loss. Según el artículo 1186, la pérdida parcial
es residual:
“La pérdida puede ser total o parcial. Cualquier pérdida no comprendida en los conceptos
de pérdida total o definidos en los artículos siguientes, se considerará pérdida parcial”.
Pero la norma no define lo que debemos entender por pérdida parcial, ni
explica su contenido, sino que se limita a señalar, por exclusión, que pérdida parcial
es aquella que no puede considerarse como pérdida total.
El artículo 1180 dispone:
“El asegurador será responsable de las pérdidas o daños originados por riesgos marítimos
u otros eventos cubiertos por la póliza.
Asimismo, si no estuviere expresamente excluido, el asegurador indemnizará además:
1. Por la contribución de los objetos asegurados en avería común, salvo si ésta proviene
de un riesgo excluido por el seguro, y
2. Por los gastos incurridos con el fin de evitar que el objeto asegurado sufra un daño o
para disminuir sus efectos, siempre que el daño evitado o disminuido esté cubierto por
la póliza.
En todo caso, los gastos señalados no pueden exceder al valor de los daños evitados”.
La expresión “pérdida” se refiere a la pérdida total y la palabra “daño” a la
avería particular.
Esta norma contempla un elemento de la naturaleza del seguro (que, como
tal, puede excluirse en virtud de un acuerdo de las partes) y otorga cobertura a la
contribución de la materia asegurada en avería gruesa o común, en la medida que
provenga de un riesgo cubierto por el seguro.
Asimismo, se cubren los gastos incurridos con el fin de evitar que el objeto
asegurado sufra un daño, o habiéndolo sufrido, con el propósito de disminuir sus
efectos, también en la medida que el daño así evitado o disminuido esté cubierto
en la póliza, la que se conoce como gastos de salvamento y de sue and labour.
Analizaremos cada una de estas situaciones por separado.
• Avería particular. Particular average. El artículo 1087 N° 1 define a la
avería como “Todo daño que sufra la nave, estando o no cargada, en puerto o du-
rante la navegación, y los que afecten a la carga desde que es embarcada en el lugar
de expedición, hasta su desembarque en el de consignación”. Esta figura, que se de-
nomina avería de daño, está definida para los efectos del Título VI del Libro III
del Código de Comercio: “De los riesgos de la navegación”, y no para efectos del
seguro. Empero, el contenido de la definición legal es enteramente aplicable a la
materia de los seguros.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
– Otra diferencia, a nivel de las pólizas, es que la cobertura de sue and labour
constituye una cobertura complementaria, porque la suma recuperable por sue
and labour es adicional a la indemnización que proceda de acuerdo a la cobertura
en juego, mientras que en el caso del salvamento, se trata de una misma y única
cobertura, que se consume con la indemnización de la avería a la materia asegurada
y el reembolso de los pagos por concepto de salvamento.
Al igual que la avería gruesa, de acuerdo al inciso final del artículo 1189, los
gastos señalados no pueden exceder al valor de los daños evitados.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
para cada uno de ellos. Dicho de otro modo, tras un siniestro, la suma asegurada
se rehabilita y rige nuevamente en su integridad.
– Segundo: si ocurre una pérdida parcial, que no ha sido indemnizada, y
posteriormente acaece una pérdida total, sólo ésta se indemniza. La ratio legis es
que si se cubren ambas, se vulnera el principio de la indemnización, porque se
estaría indemnizando más allá del valor de la materia asegurada, en una misma
ocasión. La diferencia con la primera regla es que en aquella el primer siniestro se
indemniza, por lo que la materia asegurada vuelve a recuperar su valor original,
mientras que en ésta, al no indemnizarse la pérdida parcial, de hecho, la materia
asegurada ha disminuido su valor, de ahí que indemnizar la pérdida total y parcial
importaría un enriquecimiento del asegurado, transgrediendo el principio que la
suma asegurada constituye el límite máximo de la indemnización que se obliga a
pagar el asegurador en caso de siniestro (artículo 552).
Esta situación no es infrecuente en la práctica, por ejemplo, en la cobertura
de casco, en que constituye el límite máximo de la indemnización que se obliga a
pagar el asegurador en caso de siniestro, o la desempeña el valor de los bienes ase-
gurados, ya que frente a averías menores, que no afectan la navegabilidad de la nave
o a su clasificación, el asegurado opta por no llevar la nave a dique para repararla.
Lo propio sucede si, por razones comerciales, no es conveniente pararla. También
se da en las averías que, continuado el viaje, producen el hundimiento de la nave.
Por su texto, el ámbito de aplicación de estas reglas es la póliza de cosas.
Tratándose de la cobertura de responsabilidad, rigen los límites de la póliza.
Así, el artículo 1202 establece que:
“Sea cual fuere el número de acontecimientos ocurridos durante la vigencia del seguro
de responsabilidad, la suma cubierta por cada asegurador constituye, por cada evento,
el límite de su cobertura”.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
qué el asegurador puede subrogarse, sólo explica por qué el asegurado no puede
reclamar al tercero.
El fundamento de la subrogación legal radica en la utilidad práctica de la
misma institución: no perjudica al deudor, quien sólo ve sustituido su acreedor
por otro, y al mismo acreedor, quien recibe el pago de lo que se le debe. Por el
principio de la indemnización, si el asegurado tiene dos deudores (asegurador y el
tercero) no puede cobrarle a ambos a la vez, sino que debe optar, de manera que
una vez cobrado a su asegurador, no puede dirigirse en contra del tercero.
Por su parte, el tercero responsable mal podría enriquecerse en virtud de
la existencia del contrato de seguro, que posibilitó a la víctima cobrar de su ase-
gurador, sino que debe responder hacia éste, porque en caso contrario, quedaría
completamente eximido de las consecuencias del evento dañoso que ocasionó.
La subrogación presenta las siguientes características:
– El asegurador se subroga en el mismo derecho del asegurado, lo que se
denomina principio de la identidad del crédito subrogado.
– El asegurador está en la misma posición substantiva y procesal que el ase-
gurado, lo que se denomina principio de la adquisición derivativa. El asegurador
pasa a ocupar el mismo lugar que el asegurado.
– El asegurador no tiene derechos independientes por sí mismo.
– La subrogación se limita, y determina, por y hasta el monto de la indem-
nización pagada. Consagrado en los incisos finales del nuevo artículo 534, según el
cual el asegurado conserva sus derechos respecto de los terceros, en aquella parte que
no fue indemnizado. A esto, se le denomina principio de limitación cuantitativa.
– Según el artículo 534, inciso tercero, el asegurado será responsable ante el
asegurador por todos los actos u omisiones que puedan perjudicar al ejercicio de
las acciones traspasadas por subrogación. Hay pólizas que reiteran esta obligación.
– La subrogación opera respecto de los derechos y acciones en contra de
terceros, razón por la que en algunas pólizas, en especial las de responsabilidad, se
insertan cláusulas que hacen improcedente la subrogación en contra de las compa-
ñías subsidiarias y sociedades del asegurado, o las que específicamente se mencionen
en la póliza, ni contra los socios, ejecutivos o directores de tales entidades.
– En esta línea, según el inciso segundo del nuevo artículo 534:
“El asegurador no tendrá derecho a la subrogación contra el causante del siniestro que sea
cónyuge o pariente consanguíneo del asegurado en toda la línea recta y hasta el segundo
grado inclusive de la línea colateral, y por todas aquellas personas por las que el asegurado
deba responder civilmente. Sin embargo, procederá la subrogación si la responsabilidad
proviene de dolo o se encuentra amparada por un seguro, pero sólo por el monto que éste
haya cubierto”.
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“El asegurador deberá reembolsar los gastos en que razonablemente haya incurrido el
asegurado para cumplir las obligaciones expresadas en el número 7° y en caso de siniestro
inminente, también la que prescribe el número 4º. El reembolso no podrá exceder la
suma asegurada”.
El numeral 7 se refiere a la obligación de tomar todas las providencias ne-
cesarias para salvar la cosa asegurada o para conservar sus restos; y el número 4 a
emplear el cuidado y celo de un diligente padre de familia para prevenir el siniestro.
Ya nos referimos a esta obligación al tratar cada uno de estos deberes del
asegurado.
Parte Especial
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v) Cláusula Nuevo a Viejo. Esta cláusula dispone que las averías serán in-
demnizadas, sin deducción alguna por diferencia de nuevo a viejo. La deducción
de nuevo a viejo consiste en reducir el monto de la indemnización al asegurado,
en consideración al beneficio que experimenta éste, al ver su buque reparado, o
provisto de partes nuevas, en lugar del estado o condición que tenía antes del si-
niestro, lo que se estima es incompatible con el carácter indemnizatorio del seguro.
Esta regla data de los tiempos de los cascos de madera, en que se deducía un
tercio de los montos de la madera y mano de obra de la reparación, fundado en
que la sustitución de materiales viejos por nuevos que sobrevenía al siniestro era
un beneficio para el naviero, que recibía un buque más nuevo y mejor, habida
cuenta a las reparaciones a causa del reemplazo del trabajo nuevo al antiguo, y
consecuentemente, sería un ganador, si todo el gasto del trabajo y las reparaciones
fueran consideradas como una pérdida neta para él. Entonces, para evitar discu-
siones en cada caso, se fijaba la deducción en un tercio.
Hoy, sin embargo, han desaparecido de las pólizas, por tratarse de una de-
ducción que es complicada de realizar y porque se privilegia a la nave como un
bien de capital, más allá de un bien meramente patrimonial, lo que admite una
cierta mejora. Si bien al inicio del uso de los cascos de acero se siguió aplicando
la regla, pronto se comenzaron a establecer excepciones a la misma, hasta que
finalmente cayó en desuso.
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Las jaulas y demás equipos, partes y piezas en que se cultivan ovas de peces
u otros recursos marinos vivos, o en que se efectúan labores de acuicultura, son
artefactos navales y, como tales, susceptibles de ser materia asegurada de una co-
bertura de casco marítimo, por medio de esta póliza.
Ellos se aseguran en contra de los riesgos de pérdida, destrucción o daño de las
jaulas, “cualquiera sea la causa”, esto es, se trata de una póliza todo riesgo (all risks).
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ni pérdidas de mercado que sean causadas por los siniestros, a menos que estén
cubiertos especialmente, como sucede, por ejemplo con la avería gruesa y los gastos
de salvamento ajustados o determinados de acuerdo al contrato de transporte y/o
a la ley y costumbre chilenas, incurridos para evitar o prevenir las pérdidas.
La idea de esta cobertura (de avería gruesa) es que si existe un peligro que
es común a la expedición marítima y afecta a los intereses en ella involucrados,
incluyendo a la carga, y el sacrificio gasto extraordinario e imprevisto se hace en
provecho de toda la aventura, tanto el daño así causado a la carga (avería de daño),
como el gasto en que esta deba contribuir (avería de gasto), se amparan por la
póliza, ya que se entiende que fueron efectuados o contraídos para salvar a la carga
de un peligro que afectaba a la totalidad de la expedición marítima, y por cuya
realización, la mercancía asegurada logró salvarse también.
La misma razón se aplica a la cobertura de salvamento: habiéndose asistido
la mercancía ante un peligro, si ella debe una remuneración, premio o reembolso
de gasto o compensación al salvador, el asegurador debe cubrirla, ya que en ambos
casos, de no haber mediado el sacrificio o gasto en avería gruesa o el salvamento, la
materia asegurada se habría siniestrado y, de todas maneras, el asegurador habría
tenido que indemnizar al asegurado.
La relación entre avería gruesa y salvamento es que los pagos de remuneracio-
nes, gastos y compensaciones por concepto de salvamento, pueden ser considerados
como gastos admitidos en contribución por avería gruesa.
• Exclusiones. Este seguro no cubre la pérdida, daño o gasto atribuible a
conducta dolosa del asegurado; los derrames usuales, pérdidas de peso o volumen
naturales o el uso y desgaste normales de los bienes objeto del seguro; la pérdida,
daño o gasto causado por embalaje o preparación inadecuada o insuficiente de la
materia asegurada, por vicio propio, por demora (aun cuando dicha demora sea
consecuencia de un riesgo asegurado), o que sea consecuencia de insolvencia o in-
capacidad financiera de los propietarios, gestores, fletadores u operadores del medio
de transporte o de sus respectivos agentes, en la medida que la insolvencia sea de
una entidad tal que impida la prosecución normal del viaje, y que el asegurado haya
sabido de tal situación de insolvencia, o haya debido saberlo en el curso ordinario
de los negocios, circunstancias que deben concurrir al momento del embarque (la
exclusión de insolvencia fue modificada en la póliza inglesa, el año 2009).
• Exclusión de Innavegabilidad o Ineptitud. Este seguro tampoco cubrirá
la pérdida, daño o gasto originado por innavegabilidad de la nave o embarcación,
ineptitud de la nave, embarcación, medio de transporte, contenedor o remolque,
para el transporte con seguridad de los bienes objeto del seguro, cuando el asegu-
rado o sus empleados sean conocedores de tal innavegabilidad o ineptitud, en el
momento en que los bienes objeto del seguro sean cargados en aquellos.
• Garantía de navegabilidad (warranty of seaworthiness). Una garantía es
una obligación o requisito que el asegurado debe cumplir, sea o no substancial al
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d) Póliza de transporte marítimo para carga “C”. También es una póliza
de riesgos restringidos y enumerados (enumerated perils), pero es aún más restrin-
gida que la Póliza B, puesto que no se cubre el “Terremoto, erupción volcánica o
rayo”. No se cubre el barrido de cubierta ni la entrada de agua de mar, lago o río
en la bodega de la nave, embarcación, medio de transporte, contenedor, remolque
o lugar de almacenaje. Tampoco se cubre la pérdida total de cualquier bulto que
se caiga por la borda o se desprenda durante la carga o la descarga de la nave o
embarcación.
a) Fletes. El seguro de flete protege el derecho a recibir este pago, sea que
éste provenga de un contrato de fletamento, transporte o de otra convención, que
dé lugar al pago de un flete o una contraprestación en dinero, a cambio del uso y
goce de una nave o de un artefacto naval, o del transporte de mercancías. La cober-
tura opera ante la pérdida del flete, a consecuencia de un riesgo de la navegación.
Es un seguro sobre el crédito denominado flete, que puede ser tomado por el
armador, el fletante o el transportador, así como por el cargador, si éste ha pagado
el flete por adelantado, pactándolo a todo evento, asumiendo de su cargo el riesgo
de su pérdida, si la carga no llega a destino. De lo contrario, si la carga llega a desti-
no y se vende, el flete pasa a formar parte de su precio, recuperando el cargador su
costo. También puede ser tomado por el transportador que acarrea su propia carga,
y representa el mayor valor que esta tendría si la carga arriba en buenas condiciones
a destino. Pero cuando el interesado es el dueño de la carga (y además su transpor-
tador), el flete suele cubrirse dentro del valor asegurado de la póliza de mercancía.
b) Desembolsos. Los desembolsos son los gastos que afronta el capitán o el
administrador del buque para operarlo en el día a día, que incluyen los derechos
de puerto, combustibles, gastos de muellaje, carga, descarga, etc. De hecho, en la
antigüedad, los capitanes llevaban a bordo dinero en efectivo para asumir estos
gastos, y la cobertura de desembolsos se circunscribía a estos fondos, que se asegu-
raban sólo a pérdida total. Como se hace muy difícil cuantificar el valor de estos
desembolsos, se recurre a la figura de la póliza valuada, fijando un monto asegurado
a priori, y eximiendo al asegurado de la carga de acreditar el interés asegurable.
La cobertura de desembolsos puede obtenerse en forma independiente, o
de manera complementaria a la de casco, asegurándose un capital determinado
por este concepto, el que es incorporado dentro de la póliza de casco. Cuando se
inserta en la de casco, opera como una cláusula más de la cobertura de casco, sujeta
a los mismos riesgos y exclusiones, pero limitada en su monto a un porcentaje de
la suma asegurada, o a un límite cuantitativo específico.
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e) Póliza loss of hire o pérdida de flete. Esta póliza cubre la pérdida de
utilidades que se derivan como consecuencia de un siniestro que afecte al casco, que
sea amparado por la cobertura de casco y maquinaria. Entonces, el riesgo en esta
Coberturas de responsabilidad
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entidad distinta a los miembros que la forman, con existencia autónoma y perso-
nalidad jurídica propia, pero que su nota distintiva con las sociedades aseguradoras
–las que también gozan de esta personalidad jurídica– es la convergencia de los
intereses entre el asegurador y el asegurado.
En efecto, mientras una aseguradora a prima desarrolla el negocio del segu-
ro, ofreciendo coberturas a cambio del pago de una prima, para lucrar y rentar,
la mutualidad reúne a sus miembros para asumir y repartir colectivamente sus
riesgos, y soportar los gastos consiguientes. En la empresa del seguro existe una
contraposición de intereses, entre el asegurador y el cliente, el primero busca
renta y el segundo busca economía, y del juego tensional de esos intereses, nace
el contrato de seguro.
En la mutualidad, no existe contraposición, sino que reunión de intereses. En
efecto, en la mutualidad, el asegurado no es un cliente: es a la vez usuario y socio.
Por la misma razón, la aseguradora a prima fija establece una relación asegura-
dora individual e independiente con cada asegurado, mientras que en la mutualidad,
por efecto de la reunión de intereses, la relación de cada uno de sus miembros está
íntimamente ligada a la de los restantes miembros, lo que acontezca a otro usuario
no es sólo asunto de otro cliente, como si fuera otro asegurado, es un problema de
los miembros, que repercute en los demás partícipes de la mutualidad.
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obligatorios para los miembros que posteriormente accedan al club. Los estatutos
se subordinan al memoradum, pero son complementarios en cuanto a su aplicación.
Los Libros de Reglas o rules books, que contienen las condiciones generales
de los seguros, además de normas relativas a la organización y gobierno del Club.
Cuando un naviero entra al club, se emite un certificado de entrada (certificate of
entry), que lo individualiza, establece sus naves que estarán cubiertas en el club y
determina las condiciones particulares de tal cobertura.
Los libros de reglas describen los riesgos, las exclusiones, las contribuciones,
reclamos, obligaciones de los asegurados y los demás aspectos de la cobertura de
seguros. Ellos se supeditan a los estatutos y su modificación debe hacerse de acuerdo
a los estatutos, que regulan el funcionamiento del club.
Como sabemos, la nota distintiva de los clubes mutuales es que el asegurador
y el asegurado son un mismo interés. Si bien el asegurador es el club y el asegurado
un miembro de éste (y cada uno goza de una personalidad jurídica propia y distin-
ta), ambos tienen intereses que no son antagónicos, sino más bien coincidentes,
a diferencia de un asegurado y un asegurador a prima. De ahí, que este seguro
mutual sea muy flexible a las nuevas necesidades del mercado.
Los libros de Reglas se aprueban por la Junta General y son aplicados por el
Comité de Directores.
Las Regulaciones o regulations son normas que dictan los Comités de Direc-
tores, estando facultados por los Libros de Reglas o los Estatutos, por medio de
los cuales se regulan los contratos de transporte o de tráfico particular, y ellos se
integran a las Reglas del Club al momento de determinar la cobertura.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
la póliza o certificado, sea que esa cosa pertenezca o no a la propiedad del asegu-
rado o miembro. El interés asegurable no se define por la conservación del objeto
asegurado, sino que en incurrir en responsabilidad respecto de su uso y operación.
Generalmente, los estatutos sociales establecen un número ilimitado de
miembros. Los navieros son los principales miembros.
También lo son los fletadores por tiempo, quienes en sus calidades de gestores
comerciales del buque incurren en responsabilidad respecto de su explotación.
Es usual que la responsabilidad del fletador por tiempo se limita a los aspectos
comerciales, más que los náuticos, que permanecen a cargo del fletante, así como
los aspectos relativos a la tripulación. La cobertura de los fletadores por tiempo
suele limitarse a ciertas sumas y su eventual exceso, se cubre por los Clubes de
P&I de fletadores por tiempo.
El postulante llena los formularios necesarios para entrar en el club (application
forms) en los cuales se identifica, describe la nave que pretende ingresar al club y
manifiesta su voluntad de someterse a los Estatutos y a las reglas del club. Esto
puede hacerse directamente, o por medio de un broker. La decisión de admisión
recae en los Directores, quienes deben proceder de acuerdo a los estatutos. Una
vez admitido, el club expide un Certificado de Entrada, que es firmado por los
representantes del club. Se considera que el ingreso al club constituye un contrato o
un acuerdo consensual y, en este sentido, la expedición del Certificado de Entrada
es una consecuencia de un vínculo que ya se ha perfeccionado.
g) Cobertura de los P&I. Los riesgos cubiertos por los clubes se agrupan en
aquellos relativos a personas (que incluye tripulantes, pasajeros y otros); la carga;
propiedad de terceros; contaminación y restos náufragos, y misceláneos.
Hay clubes de P&I que dividen su cobertura en cobertura de riesgos de P&I
y cobertura de defensa.
Uno a uno, este seguro cubre los siguientes riesgos:
• Daños a la tripulación. En caso de muerte, lesiones y enfermedad, se cu-
bren los gastos médicos, hospitalarios, funerales, repatriación del tripulante, sus
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
Luego, hay que agotar la cobertura del casco antes de acudir a la del seguro
de responsabilidad.
• Daños a otros bienes. Se cubren los daños causados a los objetos fijos o
flotantes (por ejemplo, grúas, muelles, espigones, boyas, diques, etc.) derivados
de contactos con el buque que no estén cubiertos en las pólizas de casco, o en la
medida que excedan esta cobertura.
También, se cubren los daños por abordajes entre naves, en los que ellas no
entran en contacto físico e inmediato, por ejemplo, los causados por olas de despla-
zamiento, por demoras a otros buques por naufragar en entrada a un puerto, etc.
• Contaminación. Cubre las responsabilidades y gastos por descarga o es-
cape de petróleo u otra sustancia contaminante de la nave, o la amenaza de dicha
descarga o escape.
En este ítem, se incluyen las indemnizaciones a terceros por daños por de-
rrame o descarga de sustancias contaminantes, los gastos de limpieza (clean up) y
las multas.
Esta es la única cobertura de P&I que tiene límites cuantitativos, debido a
que las sumas por este concepto pueden alcanzar niveles muy elevados.
• Remoción de restos náufragos. Se cubre la responsabilidad por obstrucción
a la navegación, causada por la nave o sus restos náufragos, así como los gastos de
señalización, remoción y destrucción de los restos de naves o cargas.
En algunas coberturas, se exige que esta remoción sea legalmente obligatoria
o exigida por alguna autoridad, que el asegurado mantenga su interés y propiedad
en los restos y que el valor obtenido por la realización de tales restos se reconozca
como un crédito a favor del club.
• Avería gruesa y salvamento. Se cubre la proporción de la avería gruesa,
gastos especiales o salvamento que el miembro tenga derecho a recuperar de otro
interesado en la expedición marítima, pero que no pueda recuperarse, en razón
de incumplimientos del contrato de transporte.
También puede cubrir la contribución de la nave en avería gruesa, gastos
especiales o salvamento, cuando la póliza de casco no las cubra, en razón de que
el valor de la nave exceda al de la suma asegurada.
En el caso del salvamento, se cubren las remuneraciones y reembolsos que se
deban a los asistentes por concepto de auxilios que hayan evitado o minimizado
daños al medio ambiente.
En esta situación, si las operaciones de salvamento no generaron un premio
para el asistente, porque no tuvieron un resultado útil (y por ende bajo la fórmula
no cure no pay, no nace un derecho a remuneración), por aplicación del artículo 14
de la Convención de Salvamento, el asistente podría tener derecho al reembolso
de gastos y, más aún, a una compensación especial.
Estos pagos encuentran cobertura del club de P&I, que también indemniza los
pagos y reembolsos que deban efectuarse a los salvadores en virtud de la Cláusula
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
• Regla del otro seguro. Por regla general, el miembro debe cobrar las in-
demnizaciones a que tenga derecho en virtud de otros seguros (sean de casco o de
responsabilidad), que estén comprometidos en el siniestro de que se trata. Tampoco
cubre como gastos de defensa, los gastos que estén amparados bajo una cobertura
de P&I. Esto, puesto que la cobertura de P&I nació para solventar los riesgos no
asegurados por la trama de los seguros tradicionales, o los siniestros que excedan
a las indemnizaciones que esta provee. Por ejemplo, el cuarto de responsabilidad
no cubierta en caso de colisión, la avería gruesa, salvamento o sue and labour.
En nuestro país, esta regla está consagrada en el inciso tercero del artículo
1201, aplicable a todo seguro de responsabilidad, norma que dispone:
“El seguro de responsabilidad de un armador por abordaje o por colisión con cualquier
objeto fijo o flotante, que tiene como fin la reparación de daños causados a terceros, no
produce obligación de indemnizar sino en caso de insuficiencia de la suma asegurada en
la póliza del casco”.
• Regla ómnibus. La cobertura del P&I se extiende a responsabilidades
residuales, que no están expresamente enumeradas en las reglas de riesgos (Rules).
Como no es posible anticipar todas las responsabilidades que puede enfrentar un
armador, las reglas contienen la posibilidad que el club, a través de su Comité, en
forma excepcional y sin que constituya un precedente, decida discrecionalmente
amparar a un miembro en un determinado reclamo, pudiendo imponerle condi-
ciones para cubrirlo y/o revocando esta cobertura en cualquier momento, y sin
ulterior responsabilidad para el club.
• Otras exclusiones. No se cubre, ni por la vía de los riesgos de P&I ni por
el expediente de la cobertura de defensa, las responsabilidades, pérdidas y gastos
que se hayan causado y/o aumentado por:
– Un acto deliberado o intencional del miembro (wilful misconduct), a sa-
biendas que probablemente resultaría en un daño, o hecho en forma temeraria y
sin considerar sus probables consecuencias.
– Los riesgos nucleares, radiactivos, de armas nucleares ni tóxicos.
– Los riesgos del transporte de contrabando en el buque asegurado, violación
de bloqueos ni de su empleo en tráficos ilegales.
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CAPÍTULO VIII: SEGURO MARÍTIMO
club. El club puede instruir al miembro que transe el reclamo, lo someta a com-
promiso o disponga de éste en la forma que aquél le ordene.
La infracción del miembro a este deber puede producir la falta de cobertura
del club, o que la cobertura se restrinja sólo a la suma que habría sido pagadera,
si el miembro hubiere seguido las indicaciones del club.
El miembro y su personal deberán cooperar en todas las actividades y trabajos
que puedan efectuar para conducir el reclamo.
Por su parte, el club está exonerado de responsabilidad por los errores y
omisiones que cometan en el manejo del reclamo, sea por su personal, abogados,
expertos o asesores, así como por las pérdidas de fondos recolectados por las per-
sonas designadas al efecto.
m) Regla del pago previo. Pay to be paid. Payment by member first. Esta regla
consiste en que el miembro debe pagar el reclamo o demanda que busque hacer
efectiva su responsabilidad, antes de obtener la cobertura del seguro. Opera por
la vía de una sentencia judicial firme (no sujeta a recurso, o agotados que sean los
recursos interpuestos), o un avenimiento que sea aprobado por el club (ya que al
miembro se le prohíbe admitir responsabilidad sin la venia del club).
Por esta razón, este seguro tiene una naturaleza de indemnización más que
de responsabilidad, ya que la obligación del asegurador de pagar por el siniestro
no nace cuando el miembro es declarado responsable, sino que una vez que el
miembro efectúa el pago del mismo. Entonces, sólo una vez que el miembro haya
pagado al tercero, puede solicitar un reembolso del club.
En Chile, esta regla se consagra en el artículo 1200, que es aplicable a todo
seguro de responsabilidad, y que establece que “el asegurado en un seguro de respon-
sabilidad, tendrá derecho al reembolso de la indemnización y gastos en que incurriere,
cuando ya hubiere pagado la indemnización por perjuicios a tercero”.
No obstante, en la praxis existen excepciones a la regla del pago previo, en
las cuales el club paga a los terceros que han obtenido una sentencia favorable en
contra de un miembro, o que han llegado a una transacción con el club, o paga
a los terceros que han prestado servicios de defensa o asesoría al miembro, como
gastos de defensa del reclamo.
• Generalidades.
PRIMERA PARTE: COMPETENCIA EN MATERIA MARÍTIMA.
• Arbitraje marítimo.
• Competencia rationae materiae.
• Excepciones al arbitraje.
SEGUNDA PARTE: DISPOSICIONES COMUNES
A TODO PROCEDIMIENTO JUDICIAL MARÍTIMO.
• Del arbitraje marítimo.
• Normas probatorias especiales en materia marítima.
• Facultades probatorias del tribunal en materia marítima.
TERCERA PARTE: PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS ESPECIALES.
• El arraigo de naves.
• Otros procedimientos de retención en el Libro III:
– Retención del astillero que construya o repare una nave.
– Retención del transportador o fletante sobre la mercancía, carga o equipaje.
– Retención de la nave en el contrato de fletamento a casco desnudo.
– Retención de mercancías en la avería gruesa.
– Retención de las especies salvadas.
• Procedimiento para constituir y distribuir el fondo de limitación de responsabilidad.
• Procedimiento de limitación de responsabilidad por contaminación de la Ley de Navegación.
• Procedimientos en materia de avería gruesa.
CUARTA PARTE: PROCEDIMIENTOS DE INVESTIGACIÓN
EN CASO DE ACCIDENTES MARÍTIMOS.
• Presentación.
• Investigación Sumaria Administrativa. ISA.
Generalidades110
Este Capítulo está basado, entre otros, en Claudio Barroilhet Acevedo, Jurisdicción
110
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
que nos hemos referido antes. Se trata del ejercicio de esta facultad en las disputas
marítimas, pero esta particularidad no altera su naturaleza conceptual.
Desde el punto de vista del órgano que la ejerce, en materia marítima, la
función jurisdiccional puede ejercerse por tribunales ordinarios (de primera o
segunda instancia, así como por la Corte Suprema) o por los jueces árbitros. En
ambos casos, se trata de la misma facultad jurisdiccional.
¿Por qué arbitraje en materia marítima?
Arbitraje marítimo
111
Informe Técnico, p. 53.
112
Informe Técnico, p. 53.
113
Informe Técnico, p. 53.
Enseguida, el artículo 1205 establece que “La designación de el o los árbitros, sus
calidades y el procedimiento que deban emplear, se regirá por lo que las partes convengan
por escrito y bajo sus firmas y, en su defecto, por lo preceptuado en el Código Orgánico
de Tribunales sobre los Jueces Árbitros y en el Código de Procedimiento Civil, sobre
el Juicio Arbitral”. Así, en cuanto al nombramiento, rige lo que pacten las partes,
por escrito y bajo sus firmas, en cuanto al número, facultades e identidad de los
árbitros. En subsidio, el árbitro será nombrado por la justicia ordinaria, caso en
que el nombramiento recaerá en un abogado, en carácter de árbitro de derecho.
Hemos caracterizado al arbitraje como legal, porque tiene su fuente en la ley,
en concreto, en el artículo 1203 del Código de Comercio. Al mencionar la fuente
nos referimos al origen de la institución del arbitraje, esto es, el precepto jurídico
de que dimana el deber de someter una controversia a la sede arbitral, que es la ley;
y no aludimos a la designación, en concreto, de un juez o tribunal arbitral para que
conozcan de una controversia en especial, designación que puede corresponder a
las partes litigantes o, en subsidio, a la justicia ordinaria. Claramente, la fuente de
la institución del arbitraje es la ley, que sustrae estas controversias de la órbita de
los tribunales ordinarios y la somete a los jueces privados.
• Arbitraje general. También lo hemos calificado como general, por cuanto
el mismo artículo 1203 señala que “Lo dispuesto en el inciso anterior no será aplica-
ble en los siguientes casos…” y siguen 5 números con excepciones. Entonces, este
arbitraje constituye una regla general, pero no absoluta ni imperativa.
• Arbitraje dispositivo. Y, finalmente, lo hemos catalogado de dispositivo, ya
que el artículo 1203 señala que no se aplica el arbitraje N° 1, “Cuando las partes o
interesados expresen su voluntad de someterse a la jurisdicción ordinaria…”. Entonces,
por tratarse de un arbitraje que tiene excepciones y, dentro de ellas, se contempla
el acuerdo de las partes litigantes para sustraerse de la jurisdicción arbitral y acudir
ante la justicia ordinaria, difiere esta institución del arbitraje forzoso del artículo
227 del Código Orgánico de Tribunales, que comienza prescribiendo:
Artículo 227: “Deben resolverse por árbitros los asuntos siguientes…:”.
Si bien ambos arbitrajes tienen su fuente en la ley, en el arbitraje forzoso las
partes interesadas no pueden válidamente someter la controversia a la justicia ordi-
naria. Pueden, a los más, “resolver por sí mismos estos negocios, si todos ellos tienen la
libre disposición de sus bienes y concurren al acto”, tal como lo establece el penúltimo
inciso de dicho precepto (artículo 227), que permite la autocomposición.
La explicación de esta diferencia se encuentra en la historia de la ley. Cons-
ciente que establecer un arbitraje marítimo constituía un cambio importante, el
legislador quiso flexibilizar su decisión y “Para no hacer de este cambio algo per-
manentemente absoluto, se ha contemplado también la posibilidad que, cuando
las partes o cointeresados expresen su voluntad de someterse a la justicia ordinaria,
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
se vuelve a las reglas generales de procedimiento de los asuntos civiles, pero según
las competencias especiales más variadas de este Código”.114
a) La regla general. Para que una disputa sea susceptible de someterse a la
jurisdicción en materia marítima, sea ante un árbitro o ante un tribunal ordinario,
es necesario que en ella confluyan dos elementos.
– Primero, ha de tener su origen en un hecho, acto o contrato. Desde la pers-
pectiva de la teoría general del acto jurídico, es una gama amplia, que incluye a los
hechos materiales, jurídicos y a los actos jurídicos uni y bilaterales (convenciones y
contratos), vale decir, comprende todas las formas posibles de comportamiento hu-
mano y de los demás acontecimientos de la naturaleza, aun los hechos materiales, y
– Segundo, el hecho, acto o contrato debe tener lugar con ocasión del
comercio marítimo o la navegación, fraseología que también está redactada en
términos amplios, ya que no exige que haya una relación directa o próxima entre
el comercio marítimo o la navegación y el hecho, acto o contrato. La expresión “a
que dé lugar” debe interpretarse en armonía con las frases “relacionados” o “que se
relacionen” con la navegación y el comercio marítimos que se emplea en el artículo
823 del Código de Comercio, números 1 y 2.
Cualquier controversia que reúna las características antes apuntadas cae
dentro de la esfera de la competencia marítima, cuya regla general es el arbitraje.
114
Informe Técnico, p. 54.
b) Los casos del artículo 823 del Código de Comercio. Una segunda
puerta de acceso a la competencia marítima lo constituye la misma puerta de entrada
a la aplicación del Libro III del Código de Comercio, consagrada en el artículo
823 del mismo cuerpo legal, que regula el ámbito de aplicación de la normativa
marítima, y dispone:
Artículo 823: “Las disposiciones de este Libro se aplican:
1°. A todos los acontecimientos relacionados con la navegación, que sobrevengan en el
mar, independientemente de la característica, dimensión o finalidad de la nave u objeto
que interviene o es afectado por tales acontecimientos, sin perjuicio de que en determi-
nadas materias se disponga expresamente su aplicación a otras formas de navegación, y
2°. A todos los actos o contratos que se relacionen con la navegación y el comercio ma-
rítimos, incluyendo los que se refieran a naves especiales, a menos que este libro permita
estipular otras reglas.
No se aplican a las naves de guerra, sean nacionales o extranjeras”.
La norma tiene una estructura similar al artículo 1203, ya que el número
1° se refiere a los “acontecimientos”, esto es, a los hechos materiales y jurídicos re-
lacionados a la navegación marítima, sin perjuicio que en determinadas materias
se extienda a otras formas de navegación. El número 2° se refiere a los “actos y
contratos” (actos jurídicos uni y bilaterales) que se relacionen con la navegación y
el comercio marítimos.
Así, de regularse una determinada situación fáctica por las normas del Libro
III del Código de Comercio, su aplicación necesariamente conllevará la sumisión
de cualquier controversia que de ella se derive al arbitraje marítimo, regulado en
el artículo 1203, por cuanto los criterios de entrada a las antedichas “puertas” son
similares: basta que se trate de un acontecimiento (hecho) relacionado con la na-
vegación, o de un acto o contrato relativo a la navegación y el comercio marítimos,
para que se apliquen los artículos 823 y 1203 del Código de Comercio.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
115
A modo excepcional, lo encontramos en materia de abordaje, en que el artículo 1119
dispone “En caso de abordaje el reclamante podrá ocurrir, a su elección, ante el tribunal civil del domi-
cilio del demandado o ante el tribunal civil del puerto donde se encuentre la nave responsable por haberse
refugiado, o donde hubiese sido retenida o arraigada”; o en materia de salvamento, en el artículo
1156, que señala que “Cuando por voluntad de las partes deba un tribunal ordinario conocer sobre la
regulación del valor de los servicios y el monto de los daños y gastos reembolsables, y no se haya precisado
el tribunal, será competente, a opción del demandante, el correspondiente a: …N° 4 El lugar donde
se han retenido o arraigado los bienes salvados”. También la encontramos en materia del fondo de
limitación de responsabilidad, en el artículo 1211 N° 2: “Si se trata de una nave extranjera, el juzgado
civil chileno competente del puerto donde hubiere ocurrido el accidente, o del primer puerto chileno de
recalada después del accidente o, a falta de éstos, el juzgado con competencia en el lugar donde primero se
hubiere retenido la nave o donde primero se hubiere otorgado una garantía por la nave”. El destacado
es nuestro.
pleito que otro tribunal ya había entrado a conocer. Naturalmente, el tribunal que
concedió el arraigo es el más indicado para entrar a conocer del fondo del asunto.
Pero la radicación de la causa en el tribunal que concedió el arraigo no es
absoluta, ya que el inciso segundo concede al demandado la facultad de pedir la
prórroga de competencia para ante un tribunal, ordinario o arbitral. La figura no es
en puridad procesal una prórroga de competencia, como la regulada en el artículo
181 y siguientes del Código Orgánico de Tribunales, en que las partes litigantes
(de manera expresa o tácita) acuden ante un tribunal que no sería el naturalmente
competente para conocer de un asunto, por carecer de competencia relativa. A
diferencia de la prórroga de competencia, el tribunal que concedió el arraigo sí es
naturalmente competente –en virtud de esta norma y por la vía de la radicación–
para conocer de la acción que la retención buscaba cautelar.
Esta solicitud debe hacerse ante el tribunal que conoce de la causa, vale decir,
ante el tribunal que decretó el arraigo y que hizo radicar la competencia ante sí.
Según el inciso segundo del artículo 1204, también puede hacerse ante el tribunal
arbitral que se constituyó en el lugar en que la nave fue arraigada.
La oportunidad para hacerlo es el término de emplazamiento, cuya confi-
guración y duración dependerá del procedimiento que sea aplicable para tramitar
la acción de fondo que se buscaba cautelar con el arraigo, por ejemplo, un Juicio
Ordinario de Mayor, Menor o de Mínima Cuantía, Juicio Sumario, Juicio Eje-
cutivo, etc.
La solicitud de prórroga se tramitará como excepción dilatoria y deberá formu-
larse en el escrito a que se refiere el artículo 305 del Código de Procedimiento Civil.
Para que el tribunal conceda la prórroga de competencia, deben cumplirse
tres requisitos:
– El primero es que el juez proceda con conocimiento de causa y, para ello,
debe oír al demandante, aunque este no consienta en la prórroga, ya que la ley
permite al tribunal concederla aun con oposición del demandante;
– El segundo es que, antes de autorizar la prórroga, el demandado deberá
prestar caución bastante para responder de las sumas que pudiera obtener el de-
mandante, en virtud de la decisión que recaiga en el juicio y la ley dispone que
es el tribunal del puerto o lugar de la retención o arraigo, quien resolverá toda
cuestión relativa a la prestación de la caución, y
– El tercer requisito es que el juez autorice la prórroga de competencia para
ante un tribunal, ordinario o arbitral, que sea competente.
• Otros tribunales competentes. Dispone el artículo 1034:
“No podrá incoarse ningún procedimiento judicial con relación al transporte de mercancías
regido por este párrafo, en un lugar distinto de los especificados en los dos artículos ante-
riores. Ello sin perjuicio de la facultad para ejercitar medidas prejudiciales o cautelares,
de la facultad para incoar el procedimiento arbitral que se indica en la sección siguiente,
o de la competencia especial que se disponga para los juicios de quiebras”.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
Esta norma nos indica que en materias de transporte marítimo, los tribunales
alternativos que están contemplados en los artículos 1032 y 1033 son excluyentes
para conocer de estas controversias, vale decir, que no puede acudirse a otro tribu-
nal, aunque según las reglas generales del Código Orgánico de Tribunales, tuviera
competencia en materia civil para conocer de esta controversia.
Sólo se contemplan tres excepciones a la regla de la exclusividad:
– La primera se refiere a los tribunales que, según las reglas generales del
Código Orgánico de Tribunales, o de los artículos 1203 y siguientes, o de cualquier
otra norma, puedan conocer de medidas prejudiciales o cautelares, entendiendo
por aquéllas a las medidas prejudiciales preparatorias, probatorias y precautorias;
– La segunda excepción (que sólo tiene apariencia de tal) se remite a los
tribunales arbitrales contemplados en la Sección Decimoséptima, denominada
arbitraje, en los artículos 1036 a 1038. Estos tribunales tienen competencia para
las materias de transporte, de ahí que sostenemos que no se trata propiamente de
una excepción, y
– La tercera excepción se refiere a los juicios de quiebras. Al efecto, señalemos
que el artículo 70 de la Ley 18.175 de 1982 (Ley de Quiebras) dispone:
“Todos los juicios pendientes contra el fallido ante otros tribunales de cualquiera juris-
dicción y que puedan afectar sus bienes, se acumularán al juicio de la quiebra.
Los nuevos juicios que se entablen contra la masa se sustanciarán también ante el tribunal
que conozca de la quiebra.
Sin embargo, los juicios posesorios, los de desahucio, los de terminación inmediata del
arrendamiento, los de que actualmente estuvieren conociendo jueces árbitros, y los que,
según la ley, deban someterse a compromiso, seguirán sustanciándose o se promoverán
ante el tribunal que conoce o deba conocer de ellos…”.
La norma establece como regla general que la quiebra atrae para sí los demás
juicios, sean procesos pendientes o nuevos. Esta regla abarca a los juicios declara-
tivos y ejecutivos, cualquiera sea su jurisdicción, pero excluye los procesos “de que
actualmente estuvieren conociendo jueces árbitros”, por lo que, en el caso que nos
ocupa, que son las controversias que deriven del transporte marítimo de mercan-
cías, la excepción es relativa, y sólo opera si el pleito se ventila ante un tribunal
ordinario, ya que la competencia del arbitral no cesa por la quiebra sobreviviente.
• Competencia consensual. Reza el artículo 1035:
“No obstante lo dispuesto en esta sección, las partes, después de presentada una reclama-
ción basada en el contrato de transporte marítimo, podrán acordar el lugar en que el
demandante ejercitará su acción”.
La norma contempla la facultad de las partes de consensuar el órgano juris-
diccional ante el cual ventilarán una reclamación relativa al transporte marítimo.
Se refiere a la competencia relativa.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
Excepciones al arbitraje
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
Será competente para conocer de la ejecución de la decisión civil de las sentencias defi-
nitivas dictadas por los jueces con competencia penal, el tribunal civil mencionado en
el inciso anterior”.
Por su parte, el artículo 59 del Código Procesal Penal establece:
“Principio general. La acción civil que tuviere por objeto únicamente la restitución de la
cosa, deberá interponerse siempre durante el respectivo procedimiento penal, de confor-
midad a lo previsto en el artículo 189.
Asimismo, durante la tramitación del procedimiento penal la víctima podrá deducir
respecto del imputado, con arreglo a las prescripciones de este Código, todas las restantes
acciones que tuvieren por objeto perseguir las responsabilidades civiles derivadas del he-
cho punible. La víctima podrá también ejercer esas acciones civiles ante el tribunal civil
correspondiente. Con todo, admitida a tramitación la demanda civil en el procedimiento
penal, no se podrá deducir nuevamente ante un tribunal civil.
Con la sola excepción indicada en el inciso primero, las otras acciones encaminadas a obte-
ner la reparación de las consecuencias civiles del hecho punible que interpusieren personas
distintas de la víctima, o se dirigieren contra personas diferentes del imputado, deberán
plantearse ante el tribunal civil que fuere competente de acuerdo a las reglas generales”.
Y el artículo 5 del Código de Procedimiento Penal dispone:
“Pueden ejercitarse separadamente ante el tribunal civil correspondiente las acciones para
perseguir las responsabilidades civiles provenientes del hecho punible, salvo la que tenga
por objeto la mera restitución de un cosa, que deberá ser deducida, precisamente, ante el
juez que conozca del respectivo proceso penal.
Cuando la acción civil se ejercite separadamente de la penal, aquélla podrá quedar en
suspenso desde que el procedimiento criminal pase al estado de plenario, y se observará lo
dispuesto en el artículo 167 del Código de Procedimiento Civil”.
Podemos sintetizar los preceptos transcritos en las siguientes reglas.
– Competencia civil del tribunal penal: El tribunal que conozca del pro-
cedimiento criminal tiene competencia para conocer de la acción civil. Esta
competencia puede ser única (sólo este tribunal conoce de la acción civil), como
sucede respecto de la acción civil que tuviere por objeto únicamente la restitución
de la cosa; o puede ser alternativa (el demandante opta entre el tribunal con com-
petencia criminal o el civil), como sucede en el caso de las otras acciones que la
víctima deduzca respecto del imputado para perseguir las responsabilidades civiles
derivadas del hecho punible.
– Competencia civil del tribunal civil: Las acciones encaminadas a obtener
la reparación de las consecuencias civiles del hecho punible que interpusieren
personas distintas de la víctima (actores), o se dirigieren contra personas diferentes
del imputado (demandados), sólo podrán interponerse ante el tribunal civil que
fuere competente de acuerdo a las reglas generales.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
– El derecho del fletante o transportador para retener las mercancías para
asegurar el pago del flete, que debe declarar el juez competente del puerto de su
descarga (artículo 865);
– Los asuntos judiciales relativos al transporte de mercancías, en que el
artículo 1032 y siguientes establecen una pluralidad de tribunales competentes, a
elección del demandante;
– Las acciones que deriven del contrato de pasaje, en que el artículo 1077
establece una multiplicidad de tribunales competentes, también a elección del
demandante;
– En materia de avería gruesa, el artículo 1105 establece que el nombramiento
del perito liquidador que la arregle se solicita ante el juez competente del puerto
donde termina la descarga, juez que también es competente para nombrar el árbitro
que se pronunciará sobre la existencia de la avería común o sobre la impugnación
a su legitimidad (artículo 1106);
– En materia de abordaje, en que el artículo 1119 permite al reclamante
ocurrir, a su elección, ante el tribunal civil del domicilio del demandado o ante
el tribunal civil del puerto donde se encuentre la nave responsable por haberse
refugiado, o donde hubiese sido retenida o arraigada;
– En el salvamento, el artículo 1156 establece una serie de tribunales que son
competentes para conocer de la regulación del valor de los servicios y el monto de
los daños y gastos reembolsables, así como de la retención o arraigo de los bienes
salvados (artículo 1153) y de los pagos provisorios al asistente, a cuenta de las
sumas a las que tenga derecho (artículo 1154);
– El artículo 1208, que se refiere al tribunal civil de turno que es competente
para decretar una inspección sobre el estado de la nave o las mercancías o sobre
otros hechos susceptibles de desaparecer;
– El artículo 1211 que señala los tribunales competentes para conocer del
procedimiento para constituir el fondo de limitación de responsabilidad, verificar
y liquidar los créditos y para efectuar su repartimiento, y
– Los artículos 1231 y siguientes, que legislan acerca de los tribunales que
son competentes para decretar un arraigo de naves.
Como puede apreciarse, las excepciones dicen relación con tribunales civiles
y/o con procedimientos especiales, que se apartan de la regla general del arbitraje.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
“La designación de él o los árbitros, sus calidades y el procedimiento que deban emplear,
se regirá por lo que las partes convengan por escrito y bajo sus firmas y, en su defecto,
por lo preceptuado en el Código Orgánico de Tribunales sobre los Jueces Árbitros y en el
Código de Procedimiento Civil, sobre el Juicio Arbitral”.
La norma delimita el marco reglamentario para la designación del tribunal
arbitral (sea éste unipersonal o colegiado), nombramiento que puede tener dos
fuentes.
– La primera fuente es lo que acuerden las partes que integren la controversia
y hayan concurrido al acto de constitución del tribunal, bien sea un acto extrajudi-
cial (nombramiento de común acuerdo) o una actuación judicial (procedimiento
de designación judicial de árbitro).
La única exigencia que la ley les impone es que lo escrituren y firmen, for-
malidad que decíamos es propia del nombramiento de un árbitro, de acuerdo al
artículo 234 del Código Orgánico de Tribunales, ya citado.
– La segunda fuente, que opera en ausencia del pacto escrito entre las partes,
son las disposiciones del Título IX, “De los jueces árbitros” del Código Orgánico
de Tribunales y del Título VIII, “Del juicio arbitral” del Libro Segundo del Código
de Procedimiento Civil.
Pero estas no son las únicas normas aplicables a este procedimiento, ya que
existen una serie de otras disposiciones, que están diseminadas en estos y en otros
cuerpos legales, que también regulan los árbitros y el juicio arbitral.
Sólo por colocar algunos ejemplos, el artículo 545 del Código Orgánico de
Tribunales, que concede el recurso de queja; los artículos 414 y siguientes del
Código de Procedimiento Civil, relativos al nombramiento de peritos, que se
aplican, por analogía, para la designación judicial de los árbitros; las normas del
Libro Primero del Código de Procedimiento Civil, que contienen las “Disposi-
ciones comunes a todo procedimiento”; las disposiciones del Párrafo 1, “Reglas
generales” del Título VIII, “De los procedimientos en el Comercio Marítimo” del
Libro Tercero del Código de Comercio, etc.
Las que a continuación analizaremos, son algunas de las disposiciones del Pá-
rrafo 1, “Reglas generales” del Título VIII, “De los procedimientos en el Comercio
Marítimo” del Libro III del Código de Comercio, que son complementarias a las
reglas generales aplicables a los jueces árbitros y al juicio arbitral.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
Al efecto, el juez deberá fijar día y hora para una audiencia de prueba y
citar a las partes al efecto. Estimamos que esta sería la manera de cumplir con
los artículos 324 y 795 N° 6 del Código de Procedimiento Civil. La segunda de
estas normas eleva a la categoría de esencial el trámite de “La citación para alguna
diligencia de prueba”.
Agreguemos, en abono de la citación a las partes (en ambas alternativas) el
artículo 1206 N° 2, que permite al tribunal decretar de oficio diligencias proba-
torias, “con citación de las partes”.
ii) Potestad para decretar diligencias probatorias de oficio. El numeral 2
permite al tribunal, “en cualquier estado del juicio, decretar de oficio las diligencias
probatorias que estime conveniente, con citación de las partes”.
Esta norma es triplemente excepcional:
– Dota al tribunal que ejerce jurisdicción en un asunto marítimo de un rol
probatorio activo, propio de un sistema procesal inquisitivo, en circunstancias que
la regla general en el proceso civil es el principio dispositivo, en que el tribunal
tiene un rol probatorio pasivo;
– En segundo lugar, permite al tribunal decretar medidas probatorias en
cualquier estado del juicio, incluso fuera del término probatorio, lo que es una
excepción al término probatorio, que es el espacio en que por naturaleza se desa-
rrolla la actividad probatoria en el procedimiento civil, y
– En tercer lugar, es una excepción a los medios de prueba regulados o enu-
merados por la ley, puesto que se le permite al tribunal decretar cualquier diligencia
de prueba, aunque no se trata de alguno de los medios probatorios enumerados
en el artículo 341 del Código de Procedimiento Civil.
Las diligencias probatorias que se decreten de acuerdo a esta norma deberán
dictarse con citación, lo que se enmarca dentro de lo dispuesto en los artículos 324
y 795 N° 6 del Código de Procedimiento Civil, normas a las cuales nos referimos
con ocasión del numeral anterior.
Para terminar, estimamos que esta facultad no obsta ni deroga las atribuciones
del tribunal para dictar medidas para mejor resolver, de acuerdo al artículo 159
del Código de Procedimiento Civil.
iii) Reconocimiento e impugnación de documentos e instrumentos. El
numeral tercero de la norma que nos ocupa permite al tribunal “llamar a las
partes a su presencia para que reconozcan documentos o instrumentos, justifiquen sus
impugnaciones, pudiendo resolver al respecto, sin que ello implique prejuzgamiento en
cuanto al asunto principal controvertido”.
En las controversias marítimas, el tribunal está dotado de facultades para
asumir un rol activo en materia de admisibilidad y ponderación de la prueba do-
cumental. La regla general es que las objeciones e impugnaciones a los documentos
se tramiten incidentalmente, confiriendo traslado a la parte que lo presenta, y su
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
resolución se deje para la sentencia definitiva. Los artículos 342 N° 4 y 346 N° 4
del Código de Procedimiento Civil se refieren a hipótesis especiales de incidencia
respecto a documentos, públicos y privados (respectivamente) y a sus copias.
La especialidad de esta facultad es que el tribunal puede citar a las partes para
que reconozcan el documento, o para que justifique su impugnación y resolver
en el mismo acto, o bien dejarlo para la sentencia definitiva, sin que ello impli-
que prejuzgar. Esto permitirá al tribunal descongestionar la sentencia definitiva
de pronunciamientos que pueden ser de carácter accidental, pero por otra parte
permite al tribunal adelantar la valoración de cierta prueba antes del fallo, y esto es
importante si la ponderación adelantada de esta prueba permite al tribunal ejercer,
por ejemplo, sus facultades en materia de conciliación. También es trascendente
para que las partes diseñen su estrategia de defensa.
La norma se refiere tanto a los documentos como a los instrumentos; para
evitar toda duda o discusión en torno al alcance de la norma, el legislador marítimo
utilizó ambos conceptos.
iv) El sistema de valoración probatorio de la sana crítica. El tribunal que
conozca de una controversia marítima “Tendrá la facultad de apreciar la prueba
de acuerdo con las normas de la sana crítica, debiendo consignar en el fallo los funda-
mentos de dicha apreciación”.
La sana crítica constituye un sistema ecléctico de valoración de la prueba,
ubicado a medio camino entre la rigidez del sistema legal de la prueba previamente
tasada por el legislador, y la discrecionalidad del sistema de la prueba libre o de
íntima convicción, en que el juez es soberano para ponderar el mérito del material
probatorio producido en el proceso.
Eduardo J. Couture define a las reglas de la sana crítica como “las reglas
del correcto entendimiento humano; contingentes y variables con relación a la
experiencia del tiempo y del lugar; pero estables y permanentes en cuanto a los
principios lógicos en los que debe apoyarse la sentencia”.116
La sana crítica se integra por los principios de lógica y por las máximas
de experiencia. La lógica es la ciencia del pensamiento correcto y verdadero. El
pensamiento es correcto cuando tiene una coherencia formal en las proposiciones
formuladas (lógica formal) y es verdadero cuando el juicio o afirmación que con-
tiene coincide con la realidad (lógica material).117
Por su parte, las máximas de experiencia equivalen al saber privado del juez,
se trata de un conocimiento teórico y práctico que el juez ha adquirido en el trans-
116
Eduardo Couture, Estudios de Derecho Procesal Civil, Tomo I, Buenos Aires, 1951, pp. 319 y
320, citado por Mirella Magnasco Tassara, La apreciación de la prueba en conciencia y según las reglas
de la sana crítica, Memoria de Prueba, Universidad Católica de Valparaíso, Valparaíso, 1965, p. 31.
117
Magnasco, La apreciación…, op. cit., p. 31.
curso de su vida sobre las diversas materias con las cuales ha tenido un contacto
con el mundo exterior; es lo que se conoce como “sentido común”.
Ambas se conjugan para entregar al juez una herramienta que permita apreciar
la prueba de una manera que sea formalmente correcta (principios de lógica) y
materialmente sensible, humana y realista (máxima de experiencia).
Como dice Couture, el juez, “no es una máquina de razonar, sino, esencial-
mente, un hombre que toma conocimiento del mundo que le rodea y le conoce a
través de sus procesos sensibles e intelectuales. La sana crítica es, además de lógica,
la correcta apreciación de ciertas proposiciones de experiencia de que todo hombre
se sirve en la vida”.118
Esta norma agrega que el juez debe consignar en el fallo los fundamentos
de dicha apreciación, es decir, debe explicar la ponderación que efectuó de cada
medio de prueba (individual y comparativamente) para establecer y calificar los
hechos de la controversia sobre los que basó su decisión.
v) Prueba de la costumbre en materia marítima. Dispone el artículo 825:
“En las materias reguladas por este Libro, la costumbre podrá ser probada, además de
las formas que señala el artículo 5 de este Código, por informe de peritos, que el tribunal
apreciará según las reglas de la sana crítica”.
Con el objeto de darle mayor aplicación a la costumbre en materia marítima,
se flexibilizó su prueba por medio del informe de peritos y se facilitó su pondera-
ción, a través de la sana critica.
118
Eduardo J. Couture, Fundamentos del Derecho Procesal Civil, tercera edición, Buenos
Aires, 1958, p. 272.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
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120
Informe Técnico, p. 57.
partes litigantes, ya que se requiere que ellas estén dispuestas a conducirla de una
manera llevadera, sin incidentar u oponerse a su normal desenvolvimiento. Basta
que una de ellas se oponga para frustrar la diligencia.
La otra situación se refiere a una desinteligencia que pudiere suscitarse, por
ejemplo, la oposición de una de las partes a una pregunta o contrainterrogación a
un testigo, la oposición a una pregunta de tacha, etcétera. Se trata de situaciones
que son habituales en el desenvolvimiento de la actividad probatoria, judicial o
prejudicial.
Esta segunda hipótesis ratifica que, si bien es una facultad de suma utilidad,
es delicada, y su uso puede verse obstaculizado si alguna de las partes no procede
con corrección o de buena fe o, aún sin entrar a calificar su motivación, se opone
a su continuación.
El arraigo de naves
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
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Artículo 111: “El tribunal que es competente para conocer de un asunto lo es igualmente para
conocer de todas las incidencias que en él se promuevan. Lo es también para conocer de las cuestiones que se
susciten por vía de reconvención o de compensación, aunque el conocimiento de estas cuestiones, atendida
su cuantía, hubiere de corresponder a un juez inferior si se entablaran por separado”.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
j) Objeto del arraigo. El arraigo recae sobre una nave, cuyo zarpe se prohí-
be. También puede recaer sobre una nave en construcción, ya que el artículo 858
dispone que “Los créditos enumerados en los artículos 844 y 846 que correspondan,
gozan de privilegio sobre la nave en construcción desde que ella se encuentre a flote,
con la preferencia y rango establecidos en el párrafo precedente”. Si bien, a primera
vista, podría estimarse que la norma es inaplicable, porque sería difícil concebir
que una nave en construcción vaya a zarpar, no debemos olvidar que ella puede
zarpar siendo remolcada, por lo que la norma es perfectamente aplicable.
Luego, puede también recaer sobre un artefacto naval, ya que el artículo
860 señala que “Las disposiciones de este párrafo y de los dos precedentes de este título
se aplican también a los artefactos navales”. El racionamiento es el siguiente: si se
concede un crédito privilegiado sobre la nave en construcción y sobre el artefacto
naval, lo lógico es que se permita arraigarlos como una manera de ejercer dicho
crédito. Así se desprende del artículo 860, en relación con otros dos preceptos.
El artículo 842, que señala: “Los privilegios de que trata este párrafo, otorgan al
acreedor el derecho de perseguir la nave en poder de quien se halle y hacerse pagar con
su producto preferentemente a los demás acreedores, según el orden aquí establecido”.
El precepto que le sigue, artículo 843, establece: “El titular del privilegio, en
ejercicio de su derecho de persecución, podrá solicitar la retención o arraigo de la nave
en cualquier lugar donde ella se encuentre, de conformidad con las normas del párrafo
5 del título VIII de este Libro”.
Tratándose de la hipoteca naval y de la prenda, también hay normas especiales.
El artículo 866: “Las naves y artefactos navales mayores podrán ser gravados con hipoteca,
siempre que se encuentren debidamente inscritos en los respectivos Registros de Matrícula
de la República”, y el artículo 881: “Las naves menores podrán ser gravadas con prenda…
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
122
La cláusula de las naves hermanas o emparentadas no es ajena a nuestra legislación marítima
y también se contempla en el artículo 1117, ubicado dentro de las normas del abordaje, norma que
dispone: “Se aplicarán también las reglas de este párrafo, a los daños por abordaje que ocurra entre naves
pertenecientes a un mismo dueño o sometidas a una misma administración” y en el artículo 1130 inciso
final, ubicado en las normas sobre asistencia: “También se aplicarán si la nave asistida y la asistente
pertenecen a un mismo dueño o están sujetas a una misma administración”.
artículo 882, que dispone “operador es la persona que sin tener la calidad de armador,
a virtud de un mandato de éste ejecuta a nombre propio o en el de su mandante los
contratos de transporte u otros para la explotación de naves, soportando las responsa-
bilidades consiguientes”.
A diferencia del propietario, aquí no existe una presunción que facilite la
prueba de la calidad de operador, sino que habrá de acreditarse los elementos de
hecho a los que la norma se refiere, esto es, que es una persona distinta al armador,
quien ejecuta los contratos de transporte u otros contratos para su explotación.
– La tercera situación, de aquellas naves que estén siendo administradas por
una misma persona, es la que genera una tarea interpretativa de mayor envergadura.
Esta tarea pasa por dilucidar el sentido y alcance del término “administrador” que,
a diferencia de los conceptos de armador y operador, no está definido en la ley.
Existen dos interpretaciones acerca de este término, que difieren en su am-
plitud.
• La primera, que podríamos denominar la interpretación más restringida,
consiste en asimilar al administrador con el armador, de suerte que si ambas naves
tienen un mismo armador, estarían siendo administradas por la misma persona.
Lo cierto es que, en efecto, el armador administra la nave, ya que la explota
comercialmente en su giro y, como consecuencia de dicha explotación, puede
gravarla con privilegios marítimos, por lo que también la administra en un sentido
jurídico: administra la fortuna de mar.
Recordemos que el artículo 841, ubicado en materia de privilegios marítimos,
dispone que “las disposiciones de este título también serán aplicables cuando los créditos
privilegiados surjan por obligaciones del armador no propietario de la nave, salvo que
éste disponga de su uso en virtud de un acto ilícito, con conocimiento del acreedor”, de
manera que esta norma sustenta la afirmación que el armador (incluso si no es el
dueño de la nave) administra la fortuna de mar o patrimonio marítimo que la ley
erige en torno a su explotación.
Quizás el problema que produce esta interpretación restringida es que pue-
de llegar a un resultado inútil, ya que si al propietario de una nave se le presume
armador (artículo 882), la hipótesis de dos naves que son armadas por un mismo
naviero ya estaría subsumida en la primera categoría, de las naves hermanas, en-
tonces esta tercera categoría no tendría sentido, sería redundante.
• La interpretación más amplia consiste en estimar que no sólo el armador
administra la nave (lo que en la praxis no se discute), sino que también lo serían
otras personas distintas al armador, por ejemplo, un fletador por tiempo, por viaje,
un arrendatario, usufructuario o comodatario de una nave, u otra persona que
explote comercialmente una nave que no le pertenezca, o que no haya armado.
La crítica que se le efectúa a esta interpretación es que transformaría a esta dis-
posición en “una norma inconstitucional, porque permite que los créditos respecto
de una persona se hagan efectivos en el patrimonio de otra, que no es garante de
794 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
123
Recurso de Inaplicabilidad por inconstitucionalidad ingresado a la Excelentísima Corte Supre-
ma bajo el rol N° 15.752. Este recurso fue interpuesto con fecha 30 de julio de 1990 por los armadores
propietarios de la M/N SANTA FE, que había sido arraigada el 26 de mayo de ese mismo año por el
Segundo Juzgado de Letras de Talcahuano, aplicando la norma del artículo 1234, letra b), para asegurar
el pago de créditos privilegiados surgidos con ocasión del transporte de mercancías que otra empresa
había efectuado en aquella nave y en las naves NORLANDIA y HUAFENG.
124
Ídem.
125
Cita de lo afirmado en la letra b, de la segunda consideración en que se fundamentaba el
recurso de inaplicabilidad.
126
Cita de lo afirmado en la letra d, de la segunda consideración en la que se fundamenta el
recurso.
127
Barroilhet, El Arraigo de naves…, op. cit., p. 353.
128
Ídem.
129
Barroilhet, El Arraigo de naves…, op. cit., p. 354.
130
Ídem.
796 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
arraigar otras naves en ejercicio del privilegio contenido en el artículo 846 N° 1 del
Código de Comercio para los créditos por construcción o reparación de la nave.
Por el contrario, la figura en comento sí se aplica a los artefactos navales
hermanos y emparentados, a virtud del artículo 860, en relación con los artículos
842 y 843, todas normas ya comentadas.
131
Barroilhet, El Arraigo de naves…, op. cit., pp. 145 y siguientes.
798 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
– Otra forma de alzamiento del arraigo ocurre si las partes lo solicitan de co-
mún acuerdo, hipótesis que también se contempla en el artículo 1236, bajo la frase:
“Procederá en igual forma si las partes estuvieren de acuerdo sobre dichos respectos”.
– La tercera vía de alzamiento de un arraigo es que el tribunal acoja la opo-
sición al arraigo y deje sin efecto el decreto de arraigo.
– Existen otras hipótesis de alzamiento de arraigo, por ejemplo, producto
de su caducidad, sea por no haberse notificado la resolución que lo decretó dentro
del plazo de 10 días, o dentro de la última de sus prórrogas, según lo dispone el
artículo 1235, inciso final.
También caduca el arraigo si, solicitado prejudicialmente, no se cumple con
la carga de demandar y pedir que este arraigo se mantenga, tal como lo ordena el
artículo 281 del Código de Procedimiento Civil.
132
Fernando Fueyo Laneri, Cumplimiento e incumplimiento de las obligaciones, Santiago,
1991, p. 522, quien cita un fallo no identificado del año 1925.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
802 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
valer. Podrá solicitarse la retención como medida precautoria del derecho que garantiza,
y, en tal caso, se procederá conforme a lo dispuesto en los artículos 299, 300 y 302”.
A su turno, el artículo 302 prescribe:
“El incidente a que den lugar las medidas de que trata este Título se tramitará en con-
formidad a las reglas generales y por cuerda separada”.
– Las mercancías son realizadas, “…conforme a las reglas que para los bienes
muebles establece el Título I del Libro Tercero del Código de Procedimiento Civil”,
que regula al juicio ejecutivo en las obligaciones de dar, lo que conlleva que el
acreedor deberá contar con un título ejecutivo y cumplir con los demás requisitos
y condiciones propias de la ejecución. La declaración judicial de la retención no es
un título ejecutivo que libere al acreedor de la necesidad de obtener una declaración
indubitada de su derecho.
804 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
806 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
El tribunal que sea competente para conocer de la demanda del asistente, decretará, a
petición de éste y sin más trámite, la retención o arraigo de los bienes salvados y el lugar
en que la medida deba cumplirse”.
El entorno en que se sitúa esta retención es el salvamento o asistencia pres-
tado a una nave, un artefacto naval u otro objeto que esté en peligro. Finalizadas
las operaciones de asistencia, el asistente deberá restituir los objetos salvados a sus
propietarios o tenedores.
La norma que analizaremos está ubicada en la Sección Novena, “Garantías
y pagos provisorios”, permite al asistente pedir la retención de los objetos salva-
dos para asegurar el pago de las sumas a las que tenga derecho con ocasión de la
operación de auxilio.
• Legitimación activa: Corresponde al asistente.
• Objeto: La retención recae sobre los bienes objeto del salvamento: nave,
carga, artefacto naval u otro objeto.
• Tribunal: La solicitud se efectúa ante el tribunal que es competente para
conocer de la demanda del asistente por tales cobros. La norma debe entenderse
referida a los artículos 1156 y 1157, que establecen una pluralidad de tribunales,
sean ordinarios o arbitrales, que podrán conocer de la regulación de las sumas a
pagarse al asistente, a elección de éste.
Estos tribunales son: el domicilio del demandado; el del puerto o lugar al cual
se han llevado los bienes salvados al término de los servicios; el lugar en el cual se
ha constituido la respectiva garantía; el lugar donde se han retenido o arraigado
los bienes salvados o el lugar en el cual se prestaron los servicios.
• Procedimiento: El tribunal decretará sin más trámite la retención o arraigo
(entiéndase de la nave) de los bienes salvados y el lugar en que la medida deba
cumplirse, lo que no obsta a que el propietario del bien retenido pueda oponerse
a la retención, o discutir el lugar de la misma o la forma y monto de la garantía
fijada, oposición que deberá tramitarse incidentalmente, por aplicación del artículo
545 del Código de Procedimiento Civil, que dispone:
“Podrá solicitarse la retención como medida precautoria del derecho que garantiza, y, en
tal caso, se procederá conforme a lo dispuesto en los artículos 299, 300 y 302”.
Enseguida, el artículo 302 dispone: “El incidente a que den lugar las medidas
de que trata este Título se tramitará en conformidad a las reglas generales y por cuerda
separada”.
El mismo tribunal debe fijar también la forma y el monto de la garantía que
se considera suficiente para responder al cobro del asistente, fijación que puede
pedirla el asistente o el propietario del bien salvado, y también puede solicitarla
el armador de la nave que haya celebrado un contrato de salvamento respecto de
esa nave y su carga.
808 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
133
Por todos, véase a don Ricardo Abuauad Dagach, Limitación de Responsabilidad de la
Empresa Naviera, Constitución del Fondo de Limitación, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 2007,
pp. 60 y 61. De hecho, la Comisión Redactora del Libro III también lo consideró un procedimiento
concursal, al menos, señala que éste “puede llamarse concurso especial de acreedores para el reparti-
miento del fondo de limitación de responsabilidad”, Informe Técnico, p. 58.
en pago a sus acreedores, de suerte que el monto del fondo es coincidente con el
de los créditos, una vez aplicada la limitación de responsabilidad.
Creemos, en consecuencia, no estar frente a un procedimiento esencialmente
concursal.
ii) ¿Procedimiento ejecutivo? Un procedimiento ejecutivo es aquel que, sobre
la base de un crédito exigible, líquido e indubitado, que consta en un título ejecutivo,
tiene por objeto la realización de los bienes del deudor para hacer pago del mismo.
No todas estas características confluyen al procedimiento del fondo, puesto que:
– No se requiere de un título ejecutivo para iniciarlo, ya que basta que el
solicitante relate al tribunal los hechos que originaron los créditos a los cuales busca
oponer la limitación y aplique los respectivos montos;
– Puede iniciarlo cualquiera de las personas que, según el artículo 1210, “se
considere con derecho a limitar la responsabilidad”;
– Constituido el fondo e iniciado el procedimiento, el artículo 1222 contem-
pla la posibilidad que cualquier acreedor se oponga a la limitación, o que objete
el monto del fondo, y tales oposiciones y objeciones se tramitarán conforme al
procedimiento sumario. O sea, cabe la posibilidad de iniciar un juicio declarativo
dentro de este procedimiento;
– Mal podría calificarse de ejecutivo, a un procedimiento que inicia el propio
deudor y en que el sujeto pasivo es el acreedor, y
– Tampoco podría caracterizarse como ejecución un procedimiento en que
no hay realización ni remate de los bienes del deudor. De hecho, el procedimiento
se inicia cuando éste, voluntariamente, coloca una suma de dinero, o una garantía,
por la suma que sea necesaria para hacer pago a las acreencias a las que se opone
la limitación.
En suma, mientras el juicio ejecutivo es un procedimiento de pago forzado
en contra del deudor, éste es un procedimiento de pago voluntario iniciado por
el propio deudor.
Mayor semejanza que con el juicio ejecutivo existe con la cesión de bienes
del artículo 1614 del Código Civil, que reza:
“La cesión de bienes es el abandono voluntario que el deudor hace de todos los suyos a su
acreedor o acreedores, cuando, a consecuencia de accidentes inevitables, no se halla en
estado de pagar sus deudas”.
En nuestro concepto, más que ejecutivo, es un procedimiento de pago vo-
luntario.
iii) Procedimiento especial. A diferencia de la quiebra, que comprende todos
los bienes del fallido y todas sus obligaciones, este procedimiento sólo comprende
el fondo de limitación y ciertas deudas, que son aquéllas a las cuales puede oponerse
la limitación, excluyendo los demás bienes del solicitante y a los demás acreedores;
no cualquier acreedor del solicitante tiene derecho a hacerse parte en este proceso.
810 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
Junto a ellas, se aplicarán las disposiciones del Libro Primero del Código de
Procedimiento Civil, “Disposiciones comunes a todo procedimiento”.
812 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
General del Territorio Marítimo y de Marina Mercante, que tiene sede en esa
ciudad; si se trata de naves o artefactos navales menores, será el tribunal que co-
rresponda a la Capitanía de Puerto en que aquéllos estén inscritos, y
– Si la nave o artefacto naval es extranjera (no está matriculada en Chile),
deberá acudirse al juzgado civil chileno que sea competente en el puerto donde
hubiere ocurrido el accidente, o del primer puerto chileno de recalada después del
accidente o, a falta de éstos, el juzgado con competencia en el lugar donde primero
se hubiere retenido la nave (se aplica la regla del forum arresti) o donde primero se
hubiere otorgado una garantía por la nave. La norma establece una pluralidad de
tribunales con competencia alternativa, cuya elección corresponde al solicitante.
ii) Judicialmente. La segunda hipótesis consiste en que, existiendo ya un
procedimiento judicial, se invoque en éste la limitación de responsabilidad y se
constituya un fondo. La norma agrega un elemento adicional, cual es que “aún no
se hubiere incoado el procedimiento en alguno de los tribunales señalados anteriormen-
te”, en los números 1 y 2 del artículo 1211. A contrario sensu, si ya se constituyó
el fondo en alguno de aquellos tribunales, el procedimiento del fondo seguirá su
curso en él.
Entonces, en la hipótesis que nos ocupa, al momento en que se alega la limi-
tación (probablemente como defensa), no se ha constituido fondo alguno en otro
procedimiento; y esta alegación dará inicio a un nuevo procedimiento de limitación.
Luego, hay que efectuar una segunda distinción, acerca de la naturaleza del
tribunal que conoce de este procedimiento: ordinario o arbitral. Nótese que el
legislador no atiende a la naturaleza del procedimiento en cuestión, si es decla-
rativo o ejecutivo, sumario o de lato procedimiento, prejudicial o de fondo. Lo
importante es el tribunal.
– Si es ordinario, éste será también competente para conocer del proceso
sobre limitación, no así si se tratare de un tribunal arbitral.134
– Si se trata de un tribunal arbitral, la ley dispone que éste remita una copia
de los antecedentes pertinentes al tribunal que fuere competente, en conformidad
a los números 1 y 2 de la misma norma, para que inicie el procedimiento destinado
a la constitución y distribución del fondo de limitación de responsabilidad.
134
El legislador sustrajo el procedimiento de constitución y distribución del fondo de limita-
ción de responsabilidad del arbitraje, tras estimar mejor protegidos los intereses de los reclamantes,
si la distribución del fondo quedaba sometida a la tutela de un juez ordinario. Además, al árbitro lo
nombran las partes, pero no hay garantía que quien invoque la limitación, así como sus acreedores
participen en esta designación, luego, ¿por qué imponerles a un árbitro en cuyo nombramiento no
participaron? En fin, se trata de un procedimiento concursal con matices ejecutivos, y los árbitros
no tienen imperio.
814 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
monto del fondo que pide constituir. La norma se refiere al fondo o a los fondos
que deben constituirse, de acuerdo con las disposiciones pertinentes del párrafo
1 del título IV (sistema general de limitación de responsabilidad) y del párrafo 3
del título V de este Libro (limitación en el contrato de pasaje).
Recordemos que, según artículo 895, inciso final, la limitación de respon-
sabilidad del sistema general no incluye la de responsabilidad en el contrato de
pasaje, que se regirá independientemente, por el párrafo 5 del título V, dentro de las
cuales, el artículo 1074 establece que las disposiciones de este párrafo no privarán
al transportador, transportador efectivo ni a los dependientes y agentes de ambos,
del derecho a limitar su responsabilidad conforme a los preceptos del párrafo 1
del Título IV de este mismo Libro. O sea, ambas limitaciones de responsabilidad
son compatibles.
– El tercer numeral se refiere a la forma como se constituirá el fondo, sea
en dinero efectivo o mediante una garantía. El tribunal calificará la suficiencia de
ella. Aquí caben todas las formas que existan de garantía, pueden ser instrumentos
bancarios, cartas de crédito, hipotecas, prendas, fianzas y demás garantías perso-
nales. También podría utilizarse una carta de garantía emitida por un Club de
Protección e Indemnización (Letter of Undertaking).
El artículo 1214 agrega:
“A la solicitud para la apertura del procedimiento se acompañará una nómina de los
acreedores conocidos del peticionario, con indicación de sus domicilios, la naturaleza de los
créditos y sus montos definitivos o provisorios. También se acompañarán los documentos que
justifiquen el cálculo del monto máximo del fondo que hubiere señalado el proponente”.
Esta norma contiene dos exigencias adicionales:
– La primera se refiere a la nómina de los acreedores conocidos del peticio-
nario, con sus domicilios y una indicación de la naturaleza y los montos definiti-
vos o provisorios de sus créditos. Estos acreedores serán los futuros demandados.
La expresión “conocidos” importa que el solicitante no está obligado a incluir a
todos los acreedores que existan, sino sólo a quienes de cuya existencia, identidad
y acreencias esté enterado.
– La segunda exigencia es de índole probatoria, e importa que el peticionario
acompañe los documentos (públicos o privados, ya que no se distingue) que justifi-
quen el cálculo del monto máximo del fondo que hubiere señalado el proponente.
Se trata de documentos que deben acompañarse por vía de fundación o so-
porte de la solicitud de constitución del fondo. No se le exige justificar la existencia
de los créditos que invoca, sólo del cálculo del fondo. Por la etapa procesal en
que se aplica, no se exige que se trate de una prueba plena, sino que meramente
indiciaria, razón por la cual, si esta documentación es muy exigua (o derechamente
no existe) no se perjudica a los acreedores, quienes tendrán la oportunidad procesal
para oponerse al monto que el peticionario invocó, y de acompañar su prueba que
sustente los montos a los que ellos estiman que ascienden sus acreencias.
816 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
135
El legislador califica esta resolución de un “auto”, resolución a la cual el artículo 158 del
Código de Procedimiento Civil define como la que “recae en un incidente no comprendido en el inciso
anterior”, esto es, un incidente que no establece derechos permanentes a favor de las partes. Por su
contenido y su función en este procedimiento, creemos que ella más bien se encuadra dentro de la
categoría de una sentencia interlocutoria de la segunda especie, de aquellas que resuelven sobre algún
trámite que debe servir de base en el pronunciamiento de una sentencia definitiva o interlocutoria.
Pero el legislador la calificó como auto, y cuando el legislador ha definido expresamente una palabra
para ciertas materias, “se les dará en éstas su significado legal” (artículo 21 del Código Civil); y eso
hace improcedente plantearse acerca de su naturaleza jurídica, lo que presenta una ventaja: concede
al solicitante el recurso de reposición en su contra, que normalmente no tendría si se tratase de una
sentencia interlocutoria.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
136
Norma que dispone: “Las resoluciones judiciales sólo producen efecto en virtud de notificación
hecha con arreglo a la ley, salvo los casos expresamente exceptuados por ella”.
820 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
822 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
“Dentro del mismo plazo indicado en el artículo anterior, que para estos efectos será
fatal, cualquier acreedor podrá oponerse a la limitación, fundándose en que no se reúnen
los requisitos legales para ejercitar este beneficio. Dentro del mismo lapso, los acreedores
podrán objetar el monto del fondo.
Las oposiciones u objeciones se tramitarán conforme al procedimiento sumario, con ex-
cepción de los artículos 681 y 684 del Código de Procedimiento Civil”.
La ley establece que, para estos efectos, el plazo es fatal. En consecuencia,
si transcurridos los 30 días, el acreedor no se opone a la limitación, precluye su
derecho a hacerlo con posterioridad.
Oponerse a la limitación de responsabilidad implica objetar el presupuesto
básico del procedimiento del fondo y, consecuentemente, conllevará una preten-
sión de pago por un monto superior (sin limitación) al que le había asignado el
peticionario (con limitación).
La objeción puede basarse, por ejemplo, en que el peticionario no está habi-
litado para alegar la limitación; en que la situación fáctica invocada no configura
una de las hipótesis que permiten invocar la limitación de responsabilidad o en
que el solicitante ha perdido este derecho, por haber actuado con intención de
dañar o temerariamente (eventos en que se le priva del derecho a limitar, según
los artículos 891, 903, 1001, 1002 y 1071).
Esta actitud implica que el acreedor, quien hasta ahora figuraba como un
sujeto pasivo en el procedimiento, asume un rol activo y pasa a ocupar el lugar
de un demandante.
Esta oposición se sustancia como un procedimiento sumario, luego, el tribu-
nal deberá citar a una audiencia de contestación y prueba para el quinto día hábil
después de la última notificación de la demanda.
Según el artículo 683, inciso segundo, del Código de Procedimiento Civil, “a
esta audiencia concurrirá el respectivo oficial del ministerio público o defensor público,
cuando deban intervenir conforme a la ley, o cuando el tribunal lo juzgue necesario”.
Se entiende que esta exigencia se cumple mediante lo dispuesto en el artículo
1223: “En todos los procedimientos a que se refiere este párrafo, el síndico obrará como
parte y procurará que se dé curso progresivo a los autos, empleando todos los medios
que se contemplan en las leyes con tal objeto”. Sería iluso pretender que un oficial del
ministerio público o un defensor público puedan acudir a esta audiencia, máxime
existiendo un síndico, designado al efecto.
Con el mérito de lo que en dicha audiencia se exponga, se recibirá la causa
a prueba o se citará a las partes para oír sentencia.
Agrega el inciso segundo de esta norma que “Las oposiciones u objeciones se
tramitarán conforme al procedimiento sumario, con excepción de los artículos 681 y
684 del Código de Procedimiento Civil”.
824 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
826 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
l) Distribución del fondo de limitación y pago de los créditos. Esta fase
es de naturaleza ejecutiva o de pago, por lo que supone la existencia de un crédito
cuyo monto está determinado, sea de manera provisoria o definitiva.
i) Determinación de los montos de los créditos. Retrotrayéndonos al inicio
del procedimiento, la primera indicación del monto de los créditos entre los cuales
se repartirá el fondo proviene del propio peticionario, quien debe acompañar a la
solicitud para la apertura del procedimiento una nómina de los acreedores, con
indicación de sus montos definitivos o provisorios (artículo 1214).
Luego, el tribunal se pronunciará sobre los montos propuestos en el auto por
el que se declaró iniciado el procedimiento (artículo 1215).
Dentro de la información que el síndico comunica a los acreedores, se incluye
el monto del crédito del destinatario de la comunicación, establecido según lo
señale el requirente (artículo 1220 N° 5).
Enseguida, si el respectivo acreedor comparece y verifica, puede que se oponga
a la limitación u objete el monto del fondo, lo que implica introducir una modi-
ficación al monto de su crédito.
Dos normas son aplicables en esta etapa:
828 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
– El artículo 1224, que ordena al síndico formar la nómina de los acreedores
con derecho a participar en la distribución del fondo.
El síndico la propone y el juez dispone el pago de los créditos.
– El artículo 1225, que se refiere a los créditos cuya impugnación o declara-
ción no hubiere sido resuelta, por estarse tramitando el respectivo juicio sumario,
respecto de los cuales el síndico hará las reservas proporcionales que considere
prudentes, repartiendo entretanto el resto del fondo.
ii) Distribución del fondo. El artículo 1224 dispone:
“El síndico formará la nómina de los acreedores con derecho a participar en la distribución
del fondo, y propondrá al juez el pago de los créditos.
La distribución se hará respetando las normas sobre preferencias o privilegios que se
establecen en este Libro.
El saldo del fondo se distribuirá a prorrata del monto de los créditos afectos a la limitación
y que no gocen de preferencia o privilegio”.
Como dijimos, el síndico propone y el juez dispone.
El orden de pago es el siguiente:
– Los acreedores cuyos créditos gozan de alguno de los privilegios del ar-
tículo 844;
– Los créditos hipotecarios (hipoteca naval) y prendarios (artículo 845);
– Los créditos privilegiados del artículo 846, y
– Los créditos quirografarios.
Dentro de los créditos privilegiados de los artículos 844 y 846, la prelación
de créditos y distribución de fondos en caso de insuficiencia se efectúan de acuerdo
a las reglas de los artículos 851 a 854.
Los créditos hipotecarios prefieren, de acuerdo al orden de su inscripción en
el Registro de Hipotecas, Gravámenes y Prohibiciones (artículo 872).
Las prendas sobre naves menores prefieren según el orden de anotación al
margen de la inscripción de la nave en el Registro de Matrícula (artículo 881).
En caso de insuficiencia, a los acreedores valistas se les paga a prorrata de sus
créditos (artículo 1224 inciso final).
iii) Remanente. Efectuados los repartos, dispone el artículo 1227 que, si aún
quedare un remanente, éste será restituido a quien hubiere constituido el fondo.
Esta es la regla general, que debe complementarse con dos hipótesis especiales:
– La primera es que el inciso segundo se coloca en el caso de los acreedo-
res rebeldes y dispone que “si transcurridos tres meses desde que se haya dictado la
resolución indicada en el inciso anterior, aún quedaren acreedores que no hubieren
comparecido a retirar los fondos, el remanente se entregará a quien constituyó el fondo,
pudiendo esos acreedores remisos, reclamarle sus cuotas hasta dentro del término de un
año contado desde que fue dictada la resolución antes mencionada”.
830 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
a) De los juicios para exigir la restitución o indemnización de los gastos o sacrificios en
que se haya incurrido por la adopción de medidas preventivas razonables para prevenir
o minimizar los daños por contaminación que puedan derivar de algún siniestro, cual-
quiera que sea el lugar en que haya ocurrido, que provocó aquellas medidas o sacrificios;
b) De los juicios sobre indemnización de los perjuicios que se causen al Estado o a particu-
lares por derrames o contaminación, sea del medio marino o en el litoral, provenientes de
un derrame o vertimiento en el mar de cualquier combustible, desecho, materia o demás
elementos a que se refiere esta ley;
c) De toda otra acción que nazca de la aplicación de los decretos leyes números 1.807,
1.808 y 1.809, todos de 1977, que aprobaron, respectivamente, el Convenio Internacional
para prevenir la Contaminación de las Aguas del Mar por Hidrocarburos, el Convenio
Internacional sobre Responsabilidad Civil por Daños Causados por la Contaminación
de las Aguas del Mar por Hidrocarburos y el Convenio sobre Prevención de la Contami-
nación del Mar por Vertimiento de Desechos y otras Materias; que no haya sido sometida
específicamente al conocimiento de otro tribunal o autoridad, con excepción de los juicios
sobre constitución y repartimiento del fondo de limitación a que pudiera haber lugar”.
Se trata de un tribunal ordinario accidental o de excepción que, según los
artículos 154 y 155 “…conocerá también de las acciones que nazcan de una colisión
o abordaje, cuando de ello se deriven perjuicios por contaminación” y de “Las acciones
directas que esta ley o los convenios internacionales citados en la letra c) del artículo
153, conceden contra el asegurador o la persona que haya proporcionado la garantía
para las indemnizaciones”, si el demandante opta por interponerlas ante aquél.
Existe una excepción para los casos de menor cuantía, contemplada en el
artículo 161, referida al evento en que, en las acciones mencionadas en el artículo
153, la materia disputada sea susceptible de apreciación pecuniaria, y el monto
de la suma demandada no exceda de ciento veinte unidades tributarias, hipótesis
en que las acciones referidas en el mismo precepto podrán también intentarse en
primera instancia, ante el tribunal ordinario que tenga competencia territorial
respecto del lugar en que los hechos de la causa hayan acaecido.
832 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
137
Leslie Tomasello Hart, Régimen Jurídico de la Contaminación Marina, Editorial Libro-
tecnia, Santiago, 2004, pp. 190 y 192.
834 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
f) Forma y monto del fondo. De acuerdo al artículo 145 N° 1 de la Ley
de Navegación, “El fondo podrá constituirse consignado la suma o depositando una
garantía bancaria o de otra clase, considerada suficiente por el tribunal”.
Dada la amplitud de la frase “o de otra clase”, estimamos que una letter of
undertaking emitida por un Club de Protección e Indemnización es una garantía
suficiente para constituir el fondo de limitación de responsabilidad. Por lo demás,
así lo han entendido nuestros tribunales de justicia.
En cuanto al monto, el artículo 144 de la Ley de Navegación establece el
derecho a limitar la responsabilidad por los perjuicios derivados de cada siniestro,
hasta el máximo equivalente, en moneda nacional, a dos mil francos por tonelada
138
Esta parte es una repetición de lo indicado en el numeral (iii), vale decir, del nombre,
domicilio y profesión u oficio del demandado, por aplicación del artículo 254 N° 3 del Código de
Procedimiento Civil.
de registro de la nave o artefacto naval, causante de los perjuicios, con el tope del
equivalente a doscientos diez millones de francos. Según el artículo 145 N° 5,
“El franco mencionado en este artículo será una unidad constituida por sesenta y
cinco miligramos y medio de oro fino de novecientas milésimas. Para su conversión a
moneda nacional se tomará por base el tipo de equivalencia que certifique el Banco
Central de Chile”.
Se trata del franco oro o franco poincaré, y para su conversión a moneda na-
cional, la misma norma señala que “El monto del fondo será el que resulte de aplicar
la equivalencia que corresponda al día de su constitución, sobre los factores establecidos
en el inciso primero de este artículo”.
La combinación de ambas disposiciones carece de toda practicidad, porque
resulta engorroso y burocrático obtener el certificado del Banco Central el mismo
día que se requiere hacer la presentación y hacerla llegar ante el respectivo tribunal,
que generalmente está en otra región del país.
Agrega el número 6 del mismo precepto que “Para los efectos de este artículo se
entenderá que el arqueo de la nave o artefacto naval, es el arqueo neto más el volumen
que, para determinar el arqueo neto, se haya deducido del arqueo bruto por concepto
de espacio reservado a la sala de máquinas. Cuando se trate de una nave o artefacto
naval que no pueda medirse aplicando las reglas corrientes para el cálculo del arqueo,
se tendrá por arqueo para estos efectos, al cuarenta por ciento del peso en toneladas (de
dos mil doscientas cuarenta libras de peso) de la carga que pueda transportar o soportar
la nave o artefacto”.
836 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
Esta norma debe complementarse con el artículo 1215 del Código de Co-
mercio, que ordena al tribunal, si determina que los cálculos del proponente sobre
el monto del fondo se ajustan a las disposiciones pertinentes, dictar un “auto por
el que declarará iniciado el procedimiento”.
En otras palabras, al “auto” que declara iniciado el procedimiento del artículo
1215, se agrega un traslado.
¿Qué naturaleza jurídica tiene esta resolución? A las razones enunciadas al
analizar el “auto” referido en el artículo 1215, debemos agregar que el traslado del
artículo 257 del Código de Procedimiento Civil también se considera un simple
decreto. Ergo, estamos ante una mera providencia o proveído.
Esta resolución debe notificarse a los demandados de acuerdo a la formalidad
especial que los artículos 1220 y 1221 del Código de Comercio establecen,139 que es
una actuación procesal compleja, ya que se compone de una carta certificada y de
dos publicaciones en los diarios. Al efecto, el síndico deberá informar, por medio
de una carta certificada, de la constitución del fondo a todos los acreedores cuyos
nombres y domicilios fueron señalados por el requirente en la nómina aludida en
el artículo 1214.
Según el artículo 1220, la mencionada información a los acreedores contendrá:
a. Copia de la resolución prevista en el artículo 1217, exigencia que debemos
adaptar a este procedimiento, señalando que lo que debe contener es la copia de la
resolución que admite la demanda a tramitación, confiere traslado a los acreedores,
dispone el depósito del fondo u ordena la forma de constituir la garantía, designa
al síndico titular y a sus reemplazantes;
b. El nombre y dirección de quien ha requerido la constitución del fondo y
a qué título, vale decir, la calidad que ha invocado para iniciar este procedimiento;
c. El nombre de la nave(s) o artefacto(s) naval(es) involucrados en el siniestro
que causó la contaminación o el derrame y su lugar de matrícula. A diferencia
del procedimiento del fondo del Código de Comercio, el lugar de matrícula de la
nave no es relevante para determinar la competencia del tribunal que conoce del
procedimiento del fondo;
d. Una relación sucinta del siniestro que causó la contaminación;
e. El monto del crédito del destinatario de la comunicación, según el requi-
rente, y
f. La indicación de que dispone del plazo de treinta días para verificar su
crédito.
139
Esto, por efecto del reenvío normativo del artículo 1230, que hace aplicable las normas
del Código de Comercio al procedimiento del fondo de la Ley de Navegación, y porque las normas
del Juicio Ordinario de Mayor Cuantía no contienen preceptos especiales sobre la forma de emplazar
a los demandados.
838 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
840 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
Esta norma significa que basta que uno de los legitimados para invocar la
limitación de responsabilidad inicie este procedimiento, para que su efecto apro-
veche a los demás habilitados para pedirla, en la medida que sean parte del mismo,
o se apersonen en el procedimiento ya iniciado.
La norma no soluciona la relación que existe entre la persona que constituyó
el fondo y quien con ello se vio beneficiado, en los términos de las provisiones o
reembolsos que éste debería efectuar a aquél. Ello, queda entregado a la relación
legal que los vincule, sea antes y/o con ocasión del siniestro que dio origen al inicio
de este procedimiento. Sin ir más lejos, recordemos que la responsabilidad por el
derrame recae, in solidum, entre el dueño, armador u operador (a cualquier título)
de la nave o artefacto naval que produzcan el derrame o descarga y si el incidente
que causa la contaminación involucra a una pluralidad de naves, la responsabilidad
será solidaria entre los dueños, armadores u operadores de las naves o artefactos
navales involucrados, por lo que si cualesquiera de estos responsables inicia el
procedimiento del fondo, colocando la garantía, el ajuste de sus cuentas ex post
deberá seguir las aguas del artículo 1522 del Código Civil, norma que dispone
que “el deudor solidario que ha pagado la deuda, o la ha extinguido por alguno de
los medios equivalentes al pago, queda subrogado en la acción de acreedor con todos
sus privilegios y seguridades, pero limitada respecto de cada uno de los codeudores a la
parte o cuota que tenga este codeudor en la deuda”.
Agrega la norma que “si el negocio para el cual ha sido contraída la obligación
solidaria, concernía solamente a alguno o algunos de los deudores solidarios, serán éstos
responsables entre sí, según las partes o cuotas que les correspondan en la deuda, y los
otros codeudores serán considerados como fiadores”.
842 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
140
Artículo 19: “La Constitución asegura a todas las personas: N° 3 La igual protección de la ley
en el ejercicio de sus derechos”.
844 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
que pueden reunirse en un mismo y único proceso y, sobre todo, si ellas pueden
conducir a dos resultados contradictorios.
Otra alternativa es aplicar el artículo 1228 del Código de Comercio, en
virtud del reenvío del artículo 1230, que dispone: “Toda cuestión que no tuviere
un procedimiento especial, se tramitará en cuaderno separado, como incidente entre
quien lo formula y el que pretende limitar su responsabilidad. Los demás acreedores
interesados en el fondo, podrán actuar como terceros”.141
Si bien esta solución es más lógica que la anterior, presenta dos desventajas:
– Primero, considera la discusión acerca de la procedencia o improcedencia
del derecho a limitar la responsabilidad como un accesorio, sustanciándola por
cuerda separada, en circunstancias que esta discusión se refiere a un aspecto me-
dular de este proceso.
– Conceptualmente, no estamos ante un incidente, sino que ante una arista
de la discusión principal que, por falta de otra herramienta procesal disponible,
habría de tramitarse como una cuestión accesoria, lo que constituye la segunda
desventaja, porque se comprime dentro del trámite incidental una discusión que
es de lato y prolongado conocimiento.
Así, no obstante se cumple con el deber de escuchar los descargos del peticio-
nario acerca de la oposición a la limitación –lo que nos parece esencial– presenta el
problema que la prueba debe recibirse dentro de un término probatorio especial,
de ocho días, (de acuerdo al artículo 90 del Código de Procedimiento Civil), en
circunstancias que lo lógico sería integrar esta prueba al término probatorio de la
cuestión principal, porque ambas se refieren a lo mismo: en el cuaderno principal
se configura la responsabilidad y el derecho a limitar; y en el cuaderno de incidente
se produce el material probatorio acerca de la pérdida del derecho a limitar.
Lo que más atenta contra la lógica procesal es que este incidente se falle
por separado de la cuestión principal, con el riesgo que ambas resoluciones sean
contradictorias. Como puede apreciarse, la solución no es tanto mejor que la del
juicio sumario, sino “más de lo mismo”.
A nuestro juicio, la solución más racional desde el punto de vista procesal
(habida cuenta a las complicaciones que la situación genera) es conferir al deman-
dante traslado de la oposición a la limitación, como si se tratara de un incidente
tramitado en el cuaderno principal, pero integrar la prueba de este punto al término
probatorio de la cuestión central, donde naturalmente pertenece, dejando su re-
solución para la sentencia definitiva, como un todo, de modo que el juez, cuando
se pronuncie acerca de la responsabilidad y el derecho a limitar, resuelva también
sobre la procedencia o improcedencia de la limitación, evitando duplicidades de
141
En la misma línea, el artículo 5 de la Ley de Quiebras establece que “Toda cuestión que se
suscite en el juicio de quiebra o en materia de convenios se tramitará como incidente a menos que la ley
señale un procedimiento diverso”.
846 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
del juicio ordinario que nos ocupa, ya que, tal como lo señalamos al analizar esta
hipótesis, implicaría tener dos discusiones, pruebas y fallos acerca de un mismo
punto, con el consiguiente despilfarro de tiempo y recursos y el riesgo que las
sentencias sean contradictorias.
Creemos que el tribunal debe dar traslado al actor de la objeción al monto e
incorporar el punto al recibir la causa a prueba, para luego pronunciarse acerca suyo
en la sentencia definitiva. Por lo demás, el fallo de la cuestión principal necesariamente
implica un pronunciamiento acerca del monto del fondo a repartir. Valga también
lo dicho respecto a la posibilidad del tribunal de oír los planteamientos y pruebas
de las partes dentro del contexto de la conciliación, como le permite el artículo 266
del Código de Procedimiento Civil. Nos remitimos a lo dicho en el caso anterior.
Por otra parte, en cuanto al efecto que esta objeción acarrea en el reparto del
fondo, el síndico deberá efectuar las reservas proporcionales que considere pru-
dentes, repartiendo entretanto el resto del fondo. Esto, por aplicación del artículo
1225, que se refiere a los créditos cuya impugnación o declaración no hubieren
sido resueltas. Tal como señalamos al analizar el punto en el procedimiento del
fondo del Código de Comercio, la objeción al monto del fondo acarrea una mo-
dificación al quantum de los créditos respecto de los cuales éste se constituyó, por
vía consecuencial, ya que la reducción o aumento de la totalidad del fondo conlleva
ajustes en los créditos que lo integran, puesto que el fondo es la suma de cada uno
de esos créditos y lo que afecta al todo, afecta a la parte. De algún crédito hay que
extraer si se reduce el fondo, o a algún crédito hay que agregar lo que se aumente.
– Ahora, si en definitiva se rechaza la objeción, quedan a firmes los pagos
ya efectuados a esos créditos, debiendo el síndico entregarles a los respectivos
acreedores las reservas que se hayan realizado para los mismos, hasta completar el
monto del crédito.
– Si, por el contrario, se acoge la objeción al monto del fondo, habrá que
subdistinguir si ella implica una disminución o un aumento del mismo, tal como
lo hicimos en el procedimiento del fondo del Código de Comercio.
• Si se disminuye el fondo, se reducirán uno o más créditos, y las reservas
que haya efectuado el síndico se destinarán al pago de otros créditos, o simple-
mente irán a un remanente que debería ser restituido a quien constituyó el fondo
(artículo 1227).
• A la inversa, si el monto del fondo se aumenta, quedan a firme los pagos
ya efectuados y el síndico deberá entregar a los acreedores beneficiados con el
aumento las reservas que haya hecho, hasta completar sus respectivos créditos o
hasta agotar las reservas y el monto del fondo.
Si después de esto, existe un acreedor que no reciba un pago íntegro, el tri-
bunal se limitará a declararlo y tal acreedor gozará de un título ejecutivo, debiendo
proseguir su cobro en otro procedimiento separado, puesto que este tribunal no
tiene facultades para ordenarle al demandante que aumente el fondo.
848 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
responsable de los daños que se produzcan por el siniestro, a menos que pruebe que
ellos fueron causados exclusivamente por un acto de guerra, hostilidades, guerra
civil o insurrección; o un fenómeno natural de carácter excepcional, inevitable
e irresistible, o una acción u omisión dolosa o culpable de un tercero extraño al
dueño, armador u operador a cualquier título del barco o artefacto naval. Entonces,
es concebible que el peticionario del fondo quiera invocar una de estas eximentes
de responsabilidad, y la pregunta que surge es ¿dónde?
La respuesta se encuentra en el artículo 153 de la Ley de Navegación, que
establece la competencia de un ministro de la Corte de Apelaciones que tenga
competencia respecto del lugar en que los hechos de la causa hayan acaecido, que
es un tribunal accidental, y que conoce en primera instancia de: “b) De los juicios
sobre indemnización de los perjuicios que se causen al Estado o a particulares por
derrames o contaminación, sea del medio marino o en el litoral, provenientes de un
derrame o vertimiento en el mar de cualquier combustible, desecho, materia o demás
elementos a que se refiere esta ley”, esto es, se pronuncia sobre la responsabilidad
del agente contaminante.
Así, y a diferencia de lo que sucede en el procedimiento del fondo de limitación
del Código de Comercio, aquí no se plantea la posibilidad de procesos paralelos
ante otros tribunales, ya que el único competente para conocer de estas materias
es el mismo Ministro de Corte de Apelaciones que conoce del procedimiento del
fondo, ante quien el peticionario deberá plantear su pretensión declarativa de
inexistencia o exención de la responsabilidad por el siniestro.
En abono de lo anterior existe otro fundamento de texto, el artículo 160 de
la Ley de Navegación, que establece:
“Excepto el caso señalado en el artículo 155, todas las acciones que se ejerciten en
Chile por las mismas partes u otros afectados y que provengan de los mismos hechos, se
acumularán ante el tribunal que este título establece”. Entonces, desde el punto de
vista procesal orgánico, no es posible acudir a otro órgano jurisdiccional, so riesgo
de incurrir en incompetencia.
La cuestión se circunscribe a los aspectos procesales funcionales: ¿cómo se
tramita esta pretensión? Sin la intención de agotar las posibilidades que pueden
presentarse en la praxis, esta pretensión puede plantearse:
– En un proceso separado y único, sin que sea necesario iniciar el procedi-
miento del fondo de limitación de responsabilidad por contaminación, el que se
tramitará de acuerdo a las reglas del Juicio Ordinario de Mayor Cuantía;
– En un proceso separado, pero paralelo al del fondo, que probablemente
termine siendo acumulado al procedimiento del fondo, ya que se tramitan ante el
mismo tribunal, con el mismo procedimiento, entre las mismas partes y derivan
de los mismos hechos, o
– En conjunto con la petición de constitución del fondo, o bien planteadas
aquélla como principal y ésta como subsidiaria, caso en el cual el tribunal deberá
ser especialmente cuidadoso al ordenar el reparto del fondo, ya que sobre todo
pago que se efectúe pendería una condición resolutoria de ser dejado sin efecto
y ordenarse su restitución si, en definitiva, se decreta que el peticionario no era
responsable por el siniestro. De ahí la conveniencia de tramitar ambos procesos en
forma conjunta, para mantener la unidad y continencia de la causa, y desembocar
en un único fallo.
142
Entendiendo que la remisión es efectuada, principalmente, al Título IX, “De la prueba en
general”; Título X, “Del término probatorio” y Título XI, “De los medios de prueba en particular”,
todos del Libro Segundo del Código de Procedimiento Civil.
850 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
Las diligencias sólo pueden decretarse de oficio por el tribunal, vale decir, las
partes no tienen derecho a solicitarlas, sin perjuicio de poder sugerirle al tribunal
que haga uso de su facultad de ordenarlas de oficio. En otras palabras, la orden
debe provenir del tribunal, sea de propia iniciativa o a instancia de una parte.
– La segunda parte de la norma se refiere a la inspección personal del tribunal
y regula el financiamiento de la diligencia. Aplicando el adagio de “el que pide,
paga”,143 los gastos de la inspección debe solventarlos la parte que la solicite. Si
ella fue decretada de oficio por el tribunal, el mismo tribunal puede ordenar que
las partes consignen una cantidad prudencial para afrontar tales gastos. En ambos
casos, ello es sin perjuicio de lo que en definitiva se resuelva sobre las costas.
La letra c) del mismo artículo señala que “La prueba se apreciará en conciencia”.
El Diccionario de la Lengua Española define conciencia como el “conocimiento
interior del bien y del mal” y agrega que “en conciencia” es “de conformidad con
la conciencia”.144
Las facultades probatorias contenidas en el artículo 1206 del Código de
Comercio son análogas y continúan en la misma línea que las del artículo 157 de
la Ley de Navegación, corroborando la intención de nuestro legislador de dotar al
sentenciador con herramientas probatorias flexibles y útiles.
iii) De la pericia naval. Los artículos 158 y 159 de la Ley de Navegación se
refieren a un medio probatorio en particular, el informe de peritos, estableciendo
una pericia naval obligatoria y permanente, pero compatible con otras pericias en
el mismo proceso.
Tales normas disponen:
Artículo 158: “El tribunal durante toda la tramitación del proceso, actuará asesorado por
un perito naval, que será designado de entre una lista de Oficiales Generales o Superiores
Ejecutivos de la Armada, en servicio activo o en retiro, lista que el Comandante en Jefe
de la Armada remitirá todos los años, en el mes de Enero, a las Cortes de Apelaciones a
que se refiere el artículo 153.
El tribunal podrá solicitar del perito naval los informes que estime necesarios durante el
curso del juicio. En todo caso, antes de dictar sentencia y siempre que no hubiere emitido
opinión sobre la materia, el tribunal deberá solicitarle de oficio, que informe sobre las
causas que originaron el siniestro y sus responsables, o sobre el grado de responsabilidad
que atribuya a los capitanes, en casos de abordaje o colisión. Este informe se pondrá en
143
Consagrado en el artículo 25 del Código de Procedimiento Civil, que dispone “Todo
litigante está obligado a pagar a los oficiales de la administración de justicia los derechos que los aranceles
judiciales señalen para los servicios prestados en el proceso. Cada parte pagará los derechos correspondientes
a las diligencias que haya solicitado, y todas por cuotas iguales los de las diligencias comunes, sin perjuicio
del reembolso a que haya lugar cuando por la ley o por resolución de los tribunales corresponda a otras
personas hacer el pago”.
144
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, Madrid, 1992, p. 530.
conocimiento de las partes y, transcurrido el plazo fatal de tres días, el tribunal citará
para sentencia.
La actuación del perito naval no obsta a que las partes puedan solicitar la designación
de otros peritos que estimaren convenientes para sus intereses”.
Artículo 159: “El monto de los honorarios provisionales del perito naval, mientras el
juicio esté pendiente, será fijado por el tribunal, en única instancia, en la misma resolu-
ción en que lo nombre, señalándole una remuneración mensual que será pagada por las
partes en la proporción y fecha que para cada una se determine, sin perjuicio de lo que
en definitiva se resuelva sobre el pago de costas y sobre el monto definitivo del honorario”.
Se trata de una pericia naval, no sólo porque la ley la denomina así, sino
porque el perito es designado de entre una lista de Oficiales Generales o Superiores
Ejecutivos de la Armada de Chile, en servicio activo o en retiro, el que se extrae
de una lista que el Comandante en Jefe de la Armada remitirá todos los años, en
el mes de enero, a las Cortes de Apelaciones mencionadas en el artículo 153. O
sea, el perito es un marino.
Es una pericia obligatoria, porque el tenor del artículo 158 es imperativo: “El
tribunal, durante toda la tramitación del proceso, actuará asesorado de un perito naval”.
Es permanente, porque la misma norma señala que la obligación del tribunal
de asesorarse por el perito rige “durante toda la tramitación del proceso”. Lo reitera
el inciso segundo del mismo precepto, que señala que “El tribunal podrá solicitar
del perito naval los informes que estime necesarios durante el curso del juicio”.
Y es compatible con otras pericias, ya que el inciso final del artículo 158 lo
dice expresamente. “La actuación del perito naval no obsta a que las partes puedan
solicitar la designación de otros peritos que estimaren convenientes para sus intereses”.
Así, por ejemplo, pueden pedirse pericias en materia de daños por contaminación,
al medio ambiente marino y/o a otros intereses o bienes públicos o privados. Estas
pericias se rigen por las normas generales en cuya virtud se concedan.
Respecto al objeto de la pericia naval, hay que distinguir la pericia obligatoria
o necesaria y las facultativas:
– La pericia necesaria se consagra en la segunda parte del inciso segundo del
artículo 158 y versa sobre:
• Las causas que originaron el siniestro y sus responsables;
• Si el siniestro es una colisión, acerca del grado de responsabilidad que
atribuya a los capitanes de las naves o artefactos navales involucrados.
Según la misma norma, este informe se solicita antes de dictar sentencia, sólo
si el perito no hubiere emitido opinión sobre la materia.
Emitido, se pondrá en conocimiento de las partes, quienes tienen el plazo
fatal de tres días para emitir su opinión acerca del mismo, transcurrido el cual, el
tribunal las citará para oír sentencia.
852 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
Ello es sin perjuicio que, fruto de las observaciones de las partes, el tribunal
considere necesario decretar otras diligencias probatorias, y sin perjuicio de dictar
medidas para mejor resolver.
– Las pericias facultativas son innominadas, y se consagran en la primera
parte del inciso segundo del artículo 158, que reza: “El tribunal podrá solicitar del
perito naval los informes que estime necesarios durante el curso del juicio”.
El artículo 159 se refiere a los honorarios del perito, distinguiendo entre
honorarios provisionales y definitivos:
– Los provisionales se devengan mientras el juicio esté pendiente, y son
determinados por el tribunal que lo nombre, en la resolución que lo designe, en
única instancia. Ellos se devengan mensualmente y serán pagados por las partes
en la proporción y fecha que para cada una se determine.
– Los honorarios definitivos se establecen en la sentencia definitiva, y su dis-
tribución se determina según lo que en ella se resuelva acerca del pago de las costas.
854 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
“El síndico formará la nómina de los acreedores con derecho a participar en la distribución
del fondo, y propondrá al juez el pago de los créditos. La distribución se hará respetando
las normas sobre preferencias o privilegios que se establecen en este Libro.
El saldo del fondo se distribuirá a prorrata del monto de los créditos afectos a la limitación
y que no gocen de preferencia o privilegio”.
Para determinar la prelación de los créditos, de acuerdo al artículo 839, in-
ciso segundo del Código de Comercio: “…las normas sobre prelación y privilegios
en materia de contaminación o para precaver perjuicios por derrames de substancias
dañosas, que se establecen en los convenios internacionales vigentes en Chile y en la
Ley de Navegación, gozarán de primacía sobre las disposiciones de este título, en las
materias específicas a que ellos se refieren”.
Lo propio se reitera en el artículo 146, inciso final, de la Ley de Navegación,
que dispone: “Las normas del presente párrafo primarán, en su caso, sobre lo estable-
cido en los artículos 879 y siguientes del Código de Comercio, respecto del abandono
limitativo y sus efectos”.145
En este sentido, de acuerdo al artículo 844 N° 4, gozan de un privilegio de
primera clase: “Los gastos y remuneraciones por auxilios en el mar, y por contribución
en avería gruesa. Del mismo privilegio goza el reembolso de gastos y sacrificios en que
hubiere incurrido la autoridad o terceros, para prevenir o minimizar los daños por
contaminación o de derrames de hidrocarburos u otras substancias nocivas al medio
ambiente o bienes de terceros cuando no se hubiere constituido el fondo de limitación de
responsabilidad que se establece en el título IX de la Ley de Navegación”. A contrario
sensu, si se constituyó el procedimiento del fondo de la Ley de Navegación, el
reembolso de gastos y sacrificios en que hubiere incurrido la autoridad o terceros,
para prevenir o minimizar los daños por contaminación o de derrames de hidro-
carburos u otras substancias nocivas al medio ambiente o bienes de terceros, se
paga con cargo a ese fondo.
Enseguida, es aplicable el artículo 145 N° 2 de la Ley de Navegación, que
dispone:
145
Este texto data de 1978, época en que existía el antiguo Libro Tercero del Código de
Comercio, reemplazado en 1988 por el actual. De hecho, hoy no existe el abandono limitativo. La
referencia debe entenderse hecha a los artículos 889 y siguientes que regulan el derecho a limitar la
responsabilidad del armador y otros sujetos, que han sustituido a las normas del abandono limitativo.
En este mismo sentido, el artículo 897 dispone: “Cuando unos mismos hechos produjeren responsabi-
lidades para el armador, respecto de los cuales le asista el derecho a limitación, según las normas de este
Libro y, además, esos mismos hechos produjeren responsabilidades por las cuales el armador también tiene
el derecho a limitar responsabilidad, conforme a las normas del título IX de la Ley de Navegación, y re-
solviere hacer uso de estos derechos, deberá constituir el número de fondos independientes que corresponda,
de manera que ni los fondos ni los créditos se confundan entre sí”.
“2) El fondo será distribuido entre los acreedores a prorrata del importe de sus respectivas
reclamaciones, previamente aceptadas. Pero los gastos o sacrificios razonables en que
hubiera incurrido la autoridad para prevenir o minimizar los daños por contamina-
ción, gozarán de preferencia sobre los demás créditos del fondo. Y si los responsables no
ejercitaren el derecho a limitar responsabilidad, aquellos gastos o sacrificios razonables
gozarán del mismo privilegio que sobre la nave correspondería a sus salvadores. Esta
misma regla de prelación beneficiará a los gastos y sacrificios razonables en que incurriere
algún tercero en forma espontánea o a requerimiento de la autoridad, para prevenir o
minimizar los daños, sean sobre el mar o sus costas adyacentes. Con todo cuando se trate
de gastos o sacrificios que beneficiaron a bienes del propio reclamante, ellos no gozarán
de la preferencia dispuesta en este inciso.
Si los gastos o sacrificios razonables para prevenir o minimizar los daños hubieren sido
ejecutados por el propio responsable del derrame, su monto previamente aceptado podrá
cobrarse a prorrata con los demás acreedores generales del fondo”.
Entonces, los primeros créditos a pagarse son los gastos o sacrificios de la
autoridad para prevenir o minimizar los daños por contaminación, o en los que
incurriere algún tercero en forma espontánea o a requerimiento de la autoridad,
para prevenir o minimizar los daños, sean sobre el mar o sus costas adyacentes.
Posteriormente, el fondo será distribuido entre los acreedores, a prorrata del
importe de sus respectivas reclamaciones, previamente aceptadas (artículo 145 N° 2
de la Ley de Navegación). En esta categoría se encuentran los gastos o sacrificios
que beneficiaron a bienes del propio reclamante, y los gastos o sacrificios ejecutados
por el propio responsable del derrame (artículo 145 N° 2).
Corresponde al síndico proponer al juez el monto y rango de los créditos a
pagar.
El artículo 145 N° 3 contiene una situación especial de subrogación. La
norma dispone:
“3) Si antes de hacerse efectiva la distribución del fondo, alguno de los responsables o sus
dependientes, o algún asegurador o garante, hubieran pagado indemnizaciones basadas
en perjuicios por derrames que se comprendan en el fondo, se subrogará hasta la totali-
dad del importe pagado en los derechos que la persona indemnizada hubiere tenido en
la repartición del fondo. Esta subrogación no excluye las que también pudieren operar
conforme a las reglas generales”.
iv) Remanente. De acuerdo a la parte final del artículo 1227 del Código
de Comercio:
“Las reglas de este artículo, no se aplicarán al remanente que se produzca cuando el fondo
constituido se refiera a la limitación de responsabilidad dispuesta en el título IX de la Ley
de Navegación, en que las cuotas no cobradas, se destinarán a la adquisición de elementos
y equipos para prevenir o mitigar la contaminación de las aguas, procediéndose por la
Dirección General del Territorio Marítimo y de Marina Mercante, en la forma que lo
determine el reglamento que se dicte para tal efecto”.
856 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
146
Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española, 22ª edición, consultada en
http://buscon.rae.es/ el día 1 de febrero de 2011.
858 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
“Las apelaciones a que haya lugar dentro del procedimiento de que trata este párrafo, se
concederán en el solo efecto devolutivo.
Contra la sentencia de segunda instancia, no procederá recurso alguno”.
El cuaderno de administración del fondo termina según lo dispone el artículo
1227:
“Tan pronto quede agotado el proceso de reparto, el síndico rendirá una cuenta final
al tribunal que lo hubiere nombrado y éste declarará terminado el procedimiento de
limitación”.
Esto puede ocurrir antes que se dicte la sentencia definitiva en el cuaderno
principal, si no existe impugnación a los créditos, oposición a la limitación u
objeción al monto del fondo, ya que de haberlos, habrá que esperar su resolución
para terminar con el reparto en el cuaderno de administración.
860 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
la contaminación de las Aguas del Mar por Hidrocarburos’, citado en el artículo 144.
El certificado deberá llevarse a bordo y una copia se conservará en poder de la autoridad
que matriculó la nave o artefacto naval”.
Este inciso establece un seguro obligatorio para garantizar el pago de los
montos hasta los cuales puede limitarse la responsabilidad.
El inciso tercero de esta misma norma dispone:
“Podrá interponerse cualquier acción para el resarcimiento de daños, o por gastos y
sacrificios razonables para prevenirlos o disminuirlos, contra el asegurador o contra
cualquiera que hubiere otorgado la garantía financiera. El garante demandado podrá
ampararse en los límites de responsabilidad previstos en el artículo precedente. Podrá
oponer también las excepciones o defensas que hubiera podido invocar su afianzado,
excepto las personales de éste en su contra. El demandado podrá exigir que su afianzado
concurra con él al procedimiento”.
Esta disposición establece lo que se conoce como una acción directa. Respecto
a su tramitación, el artículo 155 dispone:
“Las acciones directas que esta ley o los convenios internacionales citados en la letra c) del
artículo 153, conceden contra el asegurador o la persona que haya proporcionado la garantía
para las indemnizaciones, podrán interponerse por los interesados ante el tribunal señalado
en el artículo 153, ante el tribunal extranjero que corresponda según el domicilio del de-
mandado, o ante el que señale en el documento de garantía, a elección del demandante”.
Estas acciones directas no se someten a las acumulaciones de autos del artículo
160 de la Ley de Navegación.
a la liquidación. Los tres procedimientos no son pre requisitos entre sí, de manera
que puede existir sólo uno de ellos, dos o los tres.
862 LIBROTECNIA®
CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
cualquier interesado en ella podrá solicitar al juez indicado en el artículo anterior que
nombre un árbitro, para que se pronuncie sobre la existencia de la avería común, salvo
que ya hubiese sido designado”.
La generalidad de las averías gruesas son declaradas por los armadores, ya
que son ellos quienes tienen a su cargo la expedición marítima, y por ende quienes
efectúan los sacrificios o gastos extraordinarios e imprevistos para hacer frente
al peligro común que acecha a la expedición. Por otra parte, el capitán, único
habilitado para tomar tales medidas es dependiente y representante directo del
naviero: le reporta al naviero.
i) Declaración extrajudicial de avería gruesa. De esta norma se desprende que
sólo pueden efectuar una declaración extrajudicial de la avería gruesa el capitán o
el armador de la nave, ya que el resto de los interesados en la expedición marítima
deben hacerlo judicialmente, y es aquí donde desembocamos en el procedimiento
judicial para declarar la avería gruesa, que está regulado en la sección segunda del
párrafo 3 del Título VI: “Del procedimiento para declarar avería común y para
impugnar su legitimidad”.
ii) Legitimación activa. El legitimado para iniciarlo es cualquier interesado
en la expedición marítima, partiendo por el propietario o armador de la nave
(aunque aquél seguramente preferirá la declaración extrajudicial147), el fletador, el
transportador, el dueño o consignatario de la carga, el dueño de los contenedores
o del combustible, o sus aseguradores.
iii) Tribunal competente. Siguiendo la regla general del Libro III del Código
de Comercio, el artículo 1106 señala que corresponderá a un árbitro pronunciarse
acerca de la existencia de la avería común. Si éste no ha sido designado de antemano
(por ejemplo, en el contrato de transporte o en la póliza de fletamento), hay que
solicitar su designación judicial ante el juez que señala el artículo 1105, esto es,
ante el juez competente del puerto donde termina la descarga.
El “término de la descarga” debe interpretarse en un sentido amplio y flexible,
ya que pareciera que el legislador supuso que siempre habrá un transporte o un
fletamento que implique la llegada de cargamento a un puerto de término de la
expedición. Por otra parte, cierto es que si no hay carga a bordo, ella no estaría
afecta al peligro y por ello podría estar exenta de contribuir, pero esto no impide
que existan otros interesados, como un fletador, o un transportador si la nave
navega en lastre hacia un puerto para proceder a embarcar la carga. De ahí que, a
147
Esto, porque el artículo 1101 dispone que “El peso de probar que un daño o gasto debe
ser admitido en avería gruesa, es de cargo de quien lo reclama”. Entonces, si el armador opta por una
declaración judicial de la avería gruesa, colocará sobre sus hombros la carga procesal de tener que
acreditar los supuestos que le habilitan para reclamar su cobro, mientras que si la declara extrajudi-
cialmente, sólo tendrá que enfrentar esa carga si alguien impugna la declaración, por la vía judicial.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
trámite sumario. Empero, si las partes quieren optar por un juicio de lato cono-
cimiento, el mismo artículo 1108 les permite pactar otro procedimiento que no
sea el juicio sumario.
El artículo 689 se refiere al trámite de oírse a los parientes, que tampoco se
aplica en este procedimiento. Pareciera ser que la razón de la no aplicabilidad estriba
en que la avería gruesa es una cuestión de índole monetaria y no familiar. Por otra
parte, en el negocio marítimo contemporáneo, la gran mayoría de los armadores,
fletadores, transportadores, e incluso cargadores, son personas jurídicas, de modo
que tampoco tienen parientes.
Para terminar, señala la norma que el tribunal arbitral estará investido de las
facultades que se indican en el artículo 1206 de este Libro, que son ciertas me-
didas probatorias especiales del Libro III, que ya hemos tratado con anterioridad
en este Capítulo.
importante destacar la terminología utilizada por los artículos 1105 y 1107, que
exigen “formular la impugnación” ante el juez del puerto donde termina la descarga
(reenvío al artículo 1105), para que este nombre, sin más trámite, a un árbitro
ante quien se tramitará el juicio de impugnación.
Aquí se produce un desdoblamiento entre el anuncio de la acción a ejercer
(que se hace ante un juez civil del puerto donde termina la descarga) y la tramita-
ción del juicio de impugnación propiamente tal, que se efectúa ante un tribunal
arbitral que aquél designa. En la fase de anunciación basta manifestar la voluntad
de impugnar la declaración, sin que sea necesario acreditar los fundamentos, ya
que ellos se ventilarán en el juicio de impugnación.
iii) Plazo para impugnar. El plazo para impugnar es de sesenta días conse-
cutivos, contados desde que se haya recibido la comunicación por escrito148 de la
declaración de avería gruesa, o desde que se haya suscrito el compromiso de avería,
si no se hubiere recibido antes aquella comunicación.
Características de este plazo:
– Es un plazo de días corridos, continuos, que incluye los feriados.
– Se cuenta desde que se recibió la comunicación escrita de la declaración
de avería gruesa. Si ésta se declaró judicialmente, tal comunicación escrita será la
demanda de declaración de avería gruesa, o bien la solicitud de designación judicial
de árbitro para que conozca del juicio de declaración, en la medida que su texto
contenga una comunicación escrita de la declaración de la avería.
– O bien, se cuenta desde la suscripción del compromiso de avería.
Este compromiso, que no está definido en la ley, es una convención entre
los interesados en la avería, en virtud de la cual el armador o quien la declaró deja
constancia de la declaración de avería y las demás partes toman conocimiento de
esta declaración, reservándose sus derechos.
Eventualmente, puede contener una cláusula compromisoria o compromiso
arbitral, o una sumisión a un foro determinado para efectos de discutir la proce-
dencia y efectos de la avería, o bien su liquidación.
Otra estipulación que es propia de un compromiso es, y de ahí su nombre, la
promesa de los demás interesados en la expedición de contribuir a quien declaró la
avería gruesa en el caso que se demuestre o decrete la legitimidad de la declaración.
A esto suele agregarse el compromiso de los aseguradores de los demás interesados
de cubrir la respectiva proporción de sus asegurados en la contribución a la avería
gruesa, una vez que haya quedado a firme la procedencia de su declaración y su
liquidación.149
148
Expresión que, como en otros parajes del Libro Tercero, comprende, entre otros medios,
el telegrama y el télex, según decir de la misma norma.
149
El artículo 1114 concede al transportador o el fletante el derecho a retener o hacer depositar
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
– Es un plazo fatal, ya que la norma utiliza la expresión “dentro de”, lo que
según el artículo 49 del Código Civil significa que se entenderá que la impugnación
vale sólo si se ejecuta antes de la medianoche en que termina el último día del pla-
zo. Lo corrobora el inciso final de la norma que nos ocupa, que establece que “no
podrá objetarse posteriormente la legitimidad de la avería, lo cual es sin perjuicio de la
acción que se concede por el artículo 1111 para objetar la liquidación propiamente tal”.
Según el inciso 5 de esta norma, “Las partes podrán también iniciar directa-
mente un procedimiento arbitral”. Esto significa que si hay acuerdo acerca de la
persona del árbitro, las partes pueden proceder a nombrarlo sin más, o si ya estaba
nombrado de antemano, pueden acudir ante él, sin necesidad de hacerlo ante el
juez del puerto donde terminó la descarga para que o designe. Es una aplicación
de las reglas generales.
iv) Partes del juicio. El artículo 1107 señala que “serán partes para estos
efectos, el impugnante, el armador de la nave afectada y quien hubiere solicitado la
declaración de avería común”. Esto implica que el impugnante deberá emplazarlos
en la gestión judicial de designación de árbitro, para darles la oportunidad de
ejercer su derecho a defensa y para que les sea oponible el fallo.
v) Procedimiento aplicable. Respecto a la tramitación del juicio de impug-
nación, lo primero que hay que hacer es designar al tribunal arbitral, para lo que
sabemos que hay que acudir ante el juez del puerto donde termina la descarga, ante
quien se formula la impugnación, quien deberá hacerlo sin más trámite. Esta fase
no es necesaria si el árbitro ya está designado, o si las partes acuerdan designarlo
directamente y sin necesidad de intervención judicial.
Al igual que el juicio de declaración de avería gruesa, del juicio para impugnar
su legitimidad, conocerá el árbitro en única instancia y estará también investido
de las facultades que se indican en el artículo 1206 de este Libro (artículo 1108).
El procedimiento se rige por las normas del juicio sumario (con excepción de
sus artículos 681 y 689), a menos que las partes acuerden otra forma de tramitación.
Respecto a la exclusión de los artículos 681 y 689, nos remitimos a lo señalado a
propósito del juicio de declaración de la avería gruesa.
En cuanto a los efectos, vamos a distinguir los efectos del juicio de impug-
nación y los de la sentencia que lo falla:
– Tratándose del juicio de impugnación, el artículo 1110 dispone que “Las
impugnaciones a la legitimidad de la avería común de que tratan los artículos ante-
riores no suspenderán los trámites de la liquidación de la misma, sea por el liquidador
previamente designado o el que las partes indiquen en el caso del artículo 1105”.
Esto significa que el procedimiento de liquidación puede seguir adelante
hasta concluirse, y quedar en estado de pago de las respectivas contribuciones.
Mas, lo que sí se suspende es el plazo para objetar la liquidación, respecto de los
que hubieren impugnado su legitimidad o de los que oportunamente se hubieren
hecho parte en ellas, hasta que esas impugnaciones sean resueltas por sentencia
firme (artículo 1112 inciso final).
– Según el artículo 1109, la sentencia que recaiga en el juicio de impugnación
produce los siguientes efectos:
• Sólo afectará a quienes hayan sido partes en él, vale decir, y en los términos
del artículo 1107: el impugnante, el armador de la nave afectada y quien hubiere
solicitado la declaración de avería común. De ahí la importancia de emplazarlos
adecuadamente.
• Si la sentencia acogiere la o las impugnaciones, las cuotas de contribución
de quienes hubieren obtenido en el juicio, serán soportadas por el armador por
cuya cuenta se resolvió producir el daño o incurrir en el gasto.
• A contrario sensu, si la sentencia las rechaza, tales interesados deberán
contribuir a su pago.
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
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CAPÍTULO IX: COMPETENCIA Y PROCEDIMIENTOS MARÍTIMOS
otro Estado o al medio marino. El Estado del pabellón y el otro Estado cooperarán en la
realización de cualquier investigación que éste efectúe en relación con dicho accidente
marítimo o incidente de navegación”
Según el numeral 6 de la misma norma:
“Todo Estado que tenga motivos fundados para estimar que no se han ejercido la juris-
dicción y el control apropiados en relación con un buque podrá comunicar los hechos al
Estado del pabellón. Al recibir dicha comunicación, el Estado del pabellón investigará el
caso y, de ser procedente, tomará todas las medidas necesarias para corregir la situación”.
De acuerdo a las disposiciones generales del Convenio SOLAS (Capítulo I,
Regla 21, parte C) el Estado del pabellón de una nave debe investigar todo siniestro
sufrido por cualquier buque autorizado a enarbolar su bandera, que se encuentre
sujeto a las disposiciones del Convenio, cuando considere que la investigación puede
contribuir a determinar cambios que convendría introducir en las exigencias de
seguridad que son aplicables a los buques, estando obligados también a facilitar a los
otros Estados la información que sea pertinente en relación con las conclusiones a
que se llegue en esas investigaciones. Más aún, el Estado de abanderamiento deberá
facilitar a la Organización Marítima Internacional la información pertinente en
relación con las conclusiones a que se llegare en la investigación del caso.
De acuerdo con el artículo 128, “Si se tratare del desaparecimiento de una nave
nacional, será competente para conocer e instruir el sumario la Autoridad Marítima
que designe el Director”.
Las investigaciones sumarias administrativas (ISA) serán falladas en definitiva
por el Director General del Territorio Marítimo y de Marina Mercante (artículo 3,
letras f) e i) de la Ley Orgánica DGTM y MM), determinando las responsabilidades
que correspondan en ellos y aplicar sanciones (artículo 125 Ley de Navegación)
ii) Lugar de ocurrencia de los hechos. Según los artículos 125 y 129 de la
Ley de Navegación, procede substanciar una ISA respecto de:
– Los accidentes y siniestros marítimos acaecidos en aguas sometidas a la
jurisdicción nacional y en los canales, lagos o ríos navegables;
– El accidente o siniestro sufrido por una nave de bandera nacional en alta
mar o en aguas territoriales de otro Estado, salvo que el hecho sea de competencia
del país donde aconteció, y
– Un siniestro o accidente marítimo ocurrido fuera de los límites de las aguas
sometidas a la competencia de la Autoridad Marítima, si su dotación desembarcare
en un puerto de la República y su capitán o los representantes (agentes) de la nave
afectada así lo solicitaren, por escrito, a la Autoridad Marítima de ese puerto.
iii) Corte Marítima. En siniestros de magnitud, una vez emitido el dictamen
del fiscal a cargo de la investigación del accidente o siniestro, la Dirección General
del Territorio Marítimo y de Marina Mercante dispondrá la constitución de una
Corte Marítima, cuya finalidad será asesorar al Director General, en la determina-
ción de las causas que originaron esos siniestros y establecer las responsabilidades
profesionales que afecten a los miembros de la dotación u otras personas (artículo
131 Ley de Navegación).
La forma de constitución y funcionamiento de la precitada Corte Maríti-
ma se encuentra regulada por los artículos 159 al 161 del D.S. N° 1.340 bis, de
1941, siendo su primera obligación estudiar la respectiva investigación sumaria
administrativa del accidente o siniestro y establecer las causas del mismo y las
responsabilidades que de él se deriven.
La Corte, según lo previsto por el artículo 159 del Reglamento, estará cons-
tituida, al menos, por un Presidente y tres vocales, y un relator sin derecho a voto,
que será el fiscal instructor de la investigación. En todo caso, la Corte Marítima no
tiene otra finalidad que servir de órgano asesor del Director General del Territorio
Marítimo y de Marina Mercante, quien es el llamado a resolver en última instancia
la investigación. Esta Corte no tiene deliberación ni falla la ISA.
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Capítulo X
Prescripción extintiva
en materia marítima
• Generalidades.
• Regla general en materia de prescripción marítima.
• Cómputo del plazo de prescripción.
• Interrupción de la prescripción
• Extensión del plazo de prescripción para el reembolso en el contrato de transporte marítimo.
Generalidades
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CAPÍTULO X: PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA EN MATERIA MARÍTIMA
“Las acciones para el cobro del pasaje y del flete, incluyendo sus accesorios, prescriben en
el plazo de seis meses.
Este plazo se contará desde que la obligación se hubiere hecho exigible, según las respectivas
estipulaciones de las partes o normas legales que regulen la materia, y en su defecto, desde
el término del viaje para el cobro del pasaje y desde la fecha en que termina la entrega
de las mercancías en el lugar de destino o en la fecha en que debieron entregarse, según
sea el caso”.
(ii) Acción declarativa de avería gruesa: Según el artículo 1247, inciso primero:
“La acción para que se declare una avería común, prescribe en el término de seis meses,
contado desde la fecha de entrega de las mercancías o desde que se pone término al viaje”.
(iii) Acción del cobro de la contribución en avería gruesa: Según el inciso
segundo del artículo 1247:
“A su vez, la acción para exigir el cobro de la contribución, prescribe en seis meses desde
que se ha comunicado la emisión de la liquidación de la avería común. Pero, cuando ésta
ha sido impugnada en su legitimidad, los seis meses correrán para el impugnante desde la
terminación del juicio”.
Interrupción de la prescripción
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CAPÍTULO X: PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA EN MATERIA MARÍTIMA
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BIBLIOGRAFÍA
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