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Derechopucp 002
Derechopucp 002
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SUMllRIO
Pág.
Editorial ...... . 5
Víctor Andrés Belaúnde: Las ideas de Soberan~a y Libertad en
la América Hispana .. 7
Raúl Ferrero: Los Partidos Políticos . . . . . . . . . . . . . . . . .. 13
Julliot de la Morandiere: De la Responsabilidad proveniente de
un hecho de las cosas inanimadas, según el Derecho fran-
cés. (Traducción de Xavier Kiefer - Marchand). 20
Hugo Piaggio: Las Operaciones de Bolsa . . . . . . . . . . . . . .. 37
Efrén y Tobías P<>Mdas: La Reforma del Código de Minería .. 44
Pablo Chueca Remón: Apreciaciones sobre el Paro Forzoso ... 48
Alberto D'Ang~lo Gereda: Desheredación e indignidad l!n el
Derecho Sucesorio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 53
Juan l. Reyna F.: La Interdicción Civil en nuestro :Derecho .. 60
Guillermo V~laochaga Miranda y Manuel de La Puente y Lavalle:
El Progreso en la actual formación histórica del Derecho •
Jaime López - Raygada Alfaro: El Origen de la Potestad Marital
Odile Rodríguez: El Domicilio en el Código Civil Peruano. . . .
BIBUOG,RAFIA: Historia de las Constituciones Nacionales, por
]osé Pareja Paz Soldán ... 94
Programa del Curso de Derecho Constitucional General y Com-
parado. {Catedrático: Raúl F errero) . . . . . . . . . . . . .. 96
ED~TOR~AL
nos y de Las Casas y dió ocasión a sabios como Vitoria y De Soto p&.ra
precisar su.s doctrinas.
Continuadores de ellos en el siglo XVII son el P. Miguel de Agia,
tan citado por Solórzano Pereyra y el P. Diego de A:vendaño cuya obra
Thesaurus Indicus trata de la obligación de la corona respecto de los in~
dios, combatiendo la esclavitud y afirmando que la libertad· viene al hom~
bre por ley natural. Avendaño no diferenció entre los indios y los negros,
estableciendo categóricamente que la venta de esclavos era una violación
de la justicia y del derecho. El gran jurista Solórzano Pereyra, autor del
libto De Jure indiano fué influído por este movimiento, lo cua1 explica el
lugar dado en su obra a la cuestión indígena. ,
Esta tradición ética tiene su más alta expresión en la incorporación
en la Recopilación de Indias de 1 680 de todas las leyes y decretos ;i, fa-
vo< de los indios. Es indudable que los estudiosos americanos conocían
la~ ~bras de Suárez, de iMariana y de Saavedra Fajardo y que ~stas obras
así como las de Solórzano y Pinelo, como lo afirma el P'rof. Levene, tuvie-
ron influencia en la generación revolucionaria (La Revolución de Mayo y
Mariano Moreno 1, 35).
A fines del siglo XVII, a la ideología jusnaturalista de origen es~
colástico compatible con la forma monárquica del gobierno y con ¡, que
podríamos llamar las instituciones sociales o corporativas, vino a sumarse
la influencia del derecho natural que se secularizó en Europa a través del
Renacimiento y de la Reforma adquiriendo pleno desarrollo en el siglo
XVfi con la escuela de Grocio y en el siglo XVIII con Wolff, Puffen<forf
e Heinecio y sobre todo con Rousseau. En contraste con ·el sentido mo~
derad~. social y realista deÍ jusnaturalismo escoliástico, el jusnaturalismo
ilumin;sta adquirió un sentido ab~tracto, exageradamente individualista. A
pesar .-le ello en ambas direcciones del jusnaturalismo tenían que formular-
se los mismos principios respecto de la persona humana, su valor trascen-
dente v sus derechos inalienables derivados de la ley natural. Claro está
que esa ley, de razón trascéndente dentro de la filosofía escolástica, iba a
encarnarse en el llamado principio de la voluntad general de Rousseau. En
la escuela rousseauniana la voluntad individual reemplazará a la Razó~. La
influencia del jusnaturalismo del siglo XVIII llegó a América< como llegó
la Enciclopedia a través de la propia España o ya directamente por el cort-
trabando de libros provenientes de los países donde predominaba. De
ello tenemos pruebas -evide~ttes. La Enciclopedia y los tratadistas de Dere-
cho Natural figuraban en la biblioteca de los intelectuales americanos de
esa época, m:whos de ellos eclesiásticos. Citemos solamente un testimo-
nio representa ti~ o.
El peruano Vidaurre decía que sus delicias en el Derecho Natural
lo llevaron a instruirse en Grotius, Puffendorf y Heinecio. Bolívar, el hé-
roe representativo del pensamiento y de la acción revolucionaria, afirmaba
en una célebre carta que había estudiado_ a Locke, a Condillac, a Helvetius,
a Filangie~i, a Rousseau.
Observa muy bien el Prof. Barker en su introducción al libro de
Gierke Natural Law and the Theory of Society que la concepción del dere-
cho natural culmina ~n la revolución norteamericana y en la declaración
. de la independencia de los Estado<~ Unidos al afirmar que los derechos del
hombre n~ proceden del Estado, sino de Dios.
Es perfectamente conocida la influencia que en Hispano-América
SOBERANIA Y LIBERTAD EN LA AMERICA HISPANA 9
tuvo 1'1 declaracÍÓP de independencia de los Estados Unidos y cómo las dos
primeras ·constituciones de aquella· República sirvieron de modelo a las na-
ciones am~ricanas. El acta de las provincias de Nueva Granada se inspiró
en los artículos de la 'confederación adoptado por los Estados Unidos en
1777, copiados casi literalmente, según la opinión de José de La Vega
(Federación en Colombia, pág. 3 7), así como la constitución venezolana
de 181 1 se inspiró en la constitución americana de 1787 y en la declara-
ción francesa de los Derechos del Hombre.
Como la revolución americana, la revolución francesa al proclamar
los derechos del hombre reflejó todo el movimiento jusnaturalista seculari-
zado y en su orientación individualista que predominó en el siglo XVIII.
El prócer neogranadino Nariño tradujo los Derechos del Hombre y los pu-
blicó en Bogotá. El proceso que se siguió a Nariño por esta publicación
y sobre todo la defensa hecha por él mismo vienen a confirmar la tesis que
hemos sostenido que en la mentalidad revolucionaria de América se hipos-
tasíaron el jusnaturalismo de la .tradición escolástica con el enciclopédico
que vino a América a través de los mismos autores españoles o directa-
mente por la clande~tina intromisión de libros. Nariño trató de defender-
se sosteniendo los orígenes católicos e hispanos de la doctrina que pro-
pagaba.
El alegato de Nariño contiene interesantes citas de Santo Tomás
de Aquino, pero sin hacer referencias a los discípulos españoles de éste
Vitoria y Suárez cuyos escritos, como hemos dicho, fueron conocidos en
América.
Al lado de los Derechos del Hombre, o sea de la libertad, debe-
mos considerar el principio de la soberanía política. En el momento de
estallar los primeros movimientos revolucionarios surge en América como
en España el concepto de que en la ausencia o falta del Rey la soberanía
necesariamente vuelve. al pueblo en el cual tuvo su origen. Así como el
jusnaturalismo de tradición escolástica, ppr lo que se refiere a los derechos
del hombre, no era exageradamente abstra:cto o individualista así el con-
cepto de la soberanía del pueblo, ínsito en Santo Tomás y claramente ex-
puesto en Suárez, no se basaba en un concepto idividualista sino en. un sen-
tido de .grupo o de colectividad. La soberanía estaba en el grupo social o
sea en la comuna; el cabildo español cuya autonomía e independencia cesó
con la aparición del absolutismo de los austrias.
Esta soberanía del cabildo o comuqa, de tradición española, había
de juntarse con la soberanía de la suma de voluntades individuales de
Rousseau.
Pero lo que nos interesa sobre todo en este momento es afirmar
la generalidad e intensidad que revistió en América, durañte la invasión es-
pañola por Napoleón, la idea de la soberanía de los cabildos o comunas
establecidos en las principales ciudades fundadas por los españoles en Amé-
rica. (Véase nuestro libro La Constitución Inicial del Perú ante el IJerecbo
Internacional).
Este concepto de la soberanía popular del cabildo o de la comuna
tiene además de la1 importancia indicada una de no menor valía por lo que
se refiere a la formación de las nacionalidades en América. Los cabildos
soberanos se juntan o aglutinan libremente para formar unidades mayores
y en . ello tratarán de seguir al principio los modelos de la confederación
o de la unión federal. Esta actitud de los cabildos revolucionarios tiene
10 DERECHO
ley dice del edificio puede extenderse a todos los inmuebles: por ejemplo,
en el caso del derrumbamiento de un -terreno o de la caída de un árbol
(París, 20 de Agosto de 18 7 7), en un accidente producido por un ascen-
sor (28 de marzo de 1877), y, de manera más general, cuando se produ~
cen accidentes debidos a una cosa que es inmueble por destino: por ejem·
plo, las máquinas de una fábrica.
Pero esto era solamente un recurso insuficiente. Nb podía aplicar-
se a las máquinas que no pertenecían al dueño del edificio. E.xigía la prue-
ba, ya sea de la falta de conservación, ya sea de un vicio de constr1,1cción.
· Se ha pensado, entonces, que se podrfa trasladar la' cuestión de
la responsabilidad delictuosa a la de la responsabilidad contractual. Uste·
des saben que cuando el deudor contractual no cumple con la obligación
se constituye en mora de pleno derecho y es responsable, siempr_e que no
pruebe que estuvo impedido de cumplir con la obligación debido a un ca•
so fortuito o de fuerza mayor. La prueba no está a ,cargo del acreedor. Se
ha dicho entonces que el contrato de trabajo no solamente obliga al pa·
trón a pagar un salario al obrero, sino también a velar por la seguridad
del mismo, a dejar a éste sano y salvo al vencimiento nel contrato: si se
produce un accidente, la obligación no se ha cumplido; el obrero no tiene
porque probar la culpa; es el patrón quien debe defenderse proba'iído el
caso fortuito o la fuerza mayor. Pero nuestra jurisprudencia no admite es-
ta obligación de seguridad a cargo del patrón en el contrato de trabajo. La
idea no ha sido, sin embargo, completamente desechada. Ha sido admi-
tida en otros contratos. El ejemplo más conocido es el del .contrato de
transporte de pasajeros. Es en 1911 que la Corte de Casación 'declaró, en
una sentencia, que la Compañía de transportes asume la obligación contrae~
tual de transportar al pasajero y que, por consiguiente, es plenamente res-
ponsable del accidente. Desde entonces, la Corte ha seguido fiel a esta
doctrina. La Corte Suprema del Perú, en su fallo del 2 5 de noviembre de
19 38 ha consagrado la misma doctrina y dice 'formalmente que la obliga-
ción de seguridad está a cargo del transportador.
En Francia, la aplicación, de la misma idea se• ha hecho a los acci-
dentes de los que son víctimas los que .contratan con un empresario de es-
pectáculos: que se trate de exhibiciones realizadas en las ferias (Tolosa,
2 3 de Octubre de 19 3 6), de una fiesta deportiva, de una carrera a u tomo·
vilística ( Orléans, 19 de abril de 19 3 7), de un cinéma, o de los- que con·
tratan con un hotelero ( Riom, 1 9 de mayo de 19 3 7) o con el dueño de un
café; asimismo, el inquilino herido por efecto de los lugares alquilados
puede invocar la responsabilidad contractual.
Esta responsabilidad ha sido negada en otras circunstancias.
En todo caso, sólo es posible si existe un contrato entre la ví,ctima
y el pretendido responsable.
El recurso. a la responsabilidad contractual es rimposible en lama-
yoría de los casos en los que no hay relación alguna entre la víctima y ¡el
autor del accidente.
u
Se ha buscado entonces un terreno más radical y se ha sostenido
que era menester abandonar el fundamento clásico de la responsabilidad
LA RESPONSABILIDAD Y LAS COSAS INANIMADAS 23
mitida en el caso de accidentes producidos por una cosa. El que utiliza .al
guna cosa, el que se aprovecha. de ella, debe ser responsable, sin que se
tenga que probar su culpa. La intervención de la cosa permite, según se
dice, escoger entre ambas actividades: una que es la propia actividad hu~
mana, la otra que es esta misma actividad aumentada por el hecho de la
cosa. Pero, ¿será suficiente el criterio de ia intervención pura y simple
de la cosa? No lo creo. En la realidad, el hombre casí· nunca actúa sin la
intervención de !a cosa: en todos momentos, para todo gesto, se sirve de
cosas. El que dá un puntapié tiene zapatos, que pueden hacer más temi-
ble su gesto, pero el que lo recibe tiene un vestido cuya intervención pue~
de amortiguar el golpe: con todo. este golpe puede_ caer sobre un reloj
o sobre lentes y las astillas de vidrio que provengan de ellos pueden agra·
var la herida producida. Como se vé sie.mpre nos hallamos ante la diferencia
de criterios.
La jurisprudencia francesa no ha consagrado de manera precisa la
teorfa del riesgo, pero ha sido influenciada por ella. Permaneciendo apa··
rentemente dentro del marco clásico, admite soluciones que, según pare~
ce, van destruyendo cada vez más este marco.
Ill
puesto que descarta en esta hipótesis, la aplicación del artículo 1 384, sino
que es también muy importante, "a contrario" diremos, puesto que supo-
ne admitido el principio de la presunción de culpa del artículo 1 384, prÍ··
mer acápite. Esto constituía la consagración legislativa indirecta, pero la
consagración legislativa cierta de la presunción de culpa del artículo 1 384,
tal como había sido establecida por la jurisprudencia. Hasta entonces no
había intervenido el legislador; se trataba solamente de una construcción
de la jurisprudencia.- Esta construcción puede apoyarse desde ese ins~
tante sobre la voluntad del legis.lador de 1922, él que quiso únicamente
descartar, en un caso excepcional, esta presunción de culpa.
. En esta segunda etapa, hay todavía bastante resistencia para ex-
tender a los inmuebles la presunción del artículo 1 384 fuera del ·caso dcz:
incendio y una sentencia de la Sala Civil ( Par~s: 2~ . 2. 1 9 2 7), se negaba
todavía a ello. Pero esta jurisprudencia ya se ha abandonado. La senten-
cia de la Corte de fecha 6 de marzo de 1928 constituye, en adelante, ju-
risprudencia y admite la aplicación del artículo 1 384: siendo responsable
el que tiene el inmueble a su cuidado conforme al artí:culo 1 384, siempre
que no se trate de un edificio en estado ruinoso, o aún en este caso cuan-
do no se ha llegado a probar contra el propietario la falta de conservación
o el vicio de construcción. Esto hace menos útil la extensión del artículo
1386; siendo máyor la aplicación del artículo 1384, tiende a disminuir la
del artnculo 1386.
Pero, en esta segunda etapa, se producen aún serias, discusiones en
cuanto a las condiciones de aplicación de la presunción: principalmente al
tratarse de las cosas manejadas por el hombre, que se hallan bajo la di-
rección directa del mismo, ¿caen estas dentro del campo de ~plicación del
artículo 1 384? Se discutió bastante en cuanto a los automóviles. Ambroi-
se Colin tomó, antés de la guerra de 1914, la iniciativa de una campaña
que tenía por fin hacer admitir la aplicación del artículo 1 384 a los automó-
viles. En aquella época, la campaña agitó mucho a la opinión pública. Los
constructores de automóviles organizaron manifestaciones en las cuales im-
pidieron que hablase el Profesor Colin. El automóvil - según se decía -
no se encuentra bajo la guarda del que lo maneja, sino que está maneja ..
do por él: por consiguiente, si ~se produce un accidente, este se debe al
automovilista y no al automóvil.
Esto llevaba a distinguir, según que el automóvil cau,sante 'del acci-
dente se hallaba estacionado o se hallaba en marcha. Si un automóvil de-
tenido se incendiaba y explosionaba, era de aplicación el artículo l 384;
no se aplicaba si un accidente se producía estando e1 automóvil en marcha.
La Sala Civil de la Corte de Casación (sentencia del 29 de julio de
1924) admitió la aplicación del artículo 1384 a los accidentes producidos
por los automóviles en marcha. Pero las Cortes de Apelación opusieron
resistencia durante mucho tiempo a esta jurisprudencia de la Corte de Ca-
sación.- Tratándose de bicicletas, la Sala Civil ( 18. 1 L 19 30), admitió
la aplicación del artículo 1 384 para vencer la resist¡,ncia de las Cortes de
_Apelación. E! artículo 1 384 se aplica, por consiguiente, tanto a los auto-
móviles como a las bicicletas
Se trata luego de limitar la aplicación de este artículo: para que el
artí1culo 1 384 se aplique, para que 1'ea responsable el que tenga la cosa
bajo su cuidado, es necesario que se trate de una co~a que necesita un
guardían,es decir de una co~a que tenga un vicio por sí misma, o de una
LA RESPONSABILIDAD Y LAS COSAS INANIMADAS 29
cosa que sea peligrosa de por sí. Y varias sentencias exigían el carácter
peligroso de la cosa: de manera especial, la Sala Civil resolvió . (21.2.
192 7), que el artículo 1384 era aplicable a las cosas que deben tener ne-
cesariamente un guardián, a las cosas peligrosas.
Pero todas estas cuestiones han sido nuevamente debatidas cuan-
do se produjo una discusión entre la Corte de Casación y las Cortes de
Apelación a propósito de los automóviles. La Corte de Casación pretendía
aplicar el art. 1 384 a los automóviles: las Cortes de Apelación se opu-
sieron; el asunto se planteó en Sala plena de la Corte de Casación: el famo·-
so fallo ]and' heur, del 13 de febrero de 1930, señala el principio de'la tel-
cera etapa.
vista jurídico, puede ser discutida y lo ha sido, según parece con mucha
razón. No se puede verdaderamente hablar de presunción de responsabi·
lidad. La responsabilidad consiste en el hecho de declarar a un individuo
responsable de las consecuencias de un acto daniño, de acuerdo con las
reglas del Derecho. Es responsable si .es condenado a pagar daños y per·
juicios; de lo contr{uio no lo es. Ahora bien, en el caso que nos interesa,
no se trata de presunción de responsabilidad; se trata de responsabilidad;
no se presume responsable al que tiene la cosa bajo su cuidado; él es el
responsable de los daños producidos por la cosa.
Presunción quiere decir que la ley dispensa de la prueba de los he-
chos que dan lugar a la responsabilidad; no se presume a alguien respon-
sable, sino que se presume a determinada persona autora de los hechos de
los que la ley deduce la responsabilidad. La expresión "presunción de res·
ponsabilidad" no significa nada por sí misma, o solamente significa que la
ley hace recaer sobre el individuo - que ella declara responsable _ la
pr,esunción de que los hechos de donde proviene la responsabilidad exis-
ten en su contra, dispensando a la víctima de la prueba de esto~ hechos.
Y esto no implica que se haya producido un cambio en el fundamento de
la responsabilidad.
Identidad con la presunción de culpa.- Si la Corte de Casación
ha pretendido decir algo al hablar de "presunción de responsabilidad",
quiere decir que hay dispensa de la prueba de los elementos sobre los que
se fundamenta la responsabilidad'.- Pues bien, no hay duda de que no
puede dispensarse a la víctima de probar que el accidente se debe a la
cosa; esto no puede dar lugar a duda. La víctima siempre debe probar, por
una parte el hecho de la cosa y, por otra parte, que se enfrenta al que tenía
la guarda de la cosa. Por consiguiente, si hay una presunción, es que hay
otro elemento de cuya prueba se dispensa a la víctima y este sólo puede
ser la culpa del guardián de la cosa. Por lo tanto, hablar de presunción de
responsabilidad ·o hablar de presunción de culpa equivale a decir exacta•
mente lo mismo, aunque en términos menos escogidos, menos jurídicos,
más dudoso•.
Sin embargo, los resultados serán casi los mismos que tratándose
de la teoría de los riesgos. Esto se notará principalmente al ocuparnos de
la fuerza de la presunción.
Fuerza de la Pres1mción.
Condiciones de la Presunción:
Noción de "guarda".
to se refiere a las cosas inertes, que sólo han desempeñado un papel pasi•
vo. Por ejemplo, un ciclista va a abocar contra un automóvil que está dP•
tenido; un peatón se hiere golpeándose con la puerta abierta de un auto·
móvil o resbala tropezando con un objeto que se halla en el suelo.
Algunas sentencias han admitido que el artículo 1 384 no podía
aplicarse, puesto que la cosa ha desempeñado un papel esenciamente pasi-
vo.
Sin embargo, estimo que la solución es inadmisible: por ejemplo,
si se abandonan sobre la vía pública bloques de cemento o piedras que ori-
ginan un accidente: no hay duda de que éstas han sido la causa del acci-
dente; debe aplicarse, por lo tanto, el artículo 1384.
Pero, entonces, ¿como se procederá?
Otra dificultad: en caso de colusión entre dos cosas, entre dos ve~
hículos, 1'. que solución se admitirá? .-Si, en el caso de una colusión, una
sola de las partes sufre un daño, se admite que esta puede invocar la pre-
sunción con relación a la otra (C. de Casación, 18. 11. 30.) .-Pero si am-
bos canos han sido dañados, muchos au,tores y aún vattias ·sentenci¡;¡.s judi-
ciales han resuelto que, en este caso, ambas presunciones se neutralizan.
puesto que las dos partes. litigantes invocan, a su vez, una presunción.
Este no es, sin embargo, el sistema admitido por la Corte de Casa·
ción en sus recientes fallos. Admite que ambas presunciones pueden fun-
cionar; cada víctima, basándose en la presunción que hace valer, podrá
reclamar de la otra la reparación de los daño.s causados. (C. de Casación,
9.2.37.).
No quiero insistir sobre estos puntos de detalle. Lo que conviene
hacer notar es que la jurisprudencia fran~esa ha generalizado mucho Ia:
presunción que se basa sobre el artículo 1 384, facilitando bastante, de es·
ta manera, la prueba a la víctima.
ConclusiOn
.os títulos públicos, menor para los valores privados y muy escasos para
las letras.
No es éste el caso de reproducir cifras, pues todos sabemo.s, co·
mo la guerra ha inflado las emisiones de valores públicos y privados,
V 11.- Uonvenión de títulos de la deuda pública- Las opera·
ciones de conversión se refieren principalmente a los títulos de la deuda
púlllica.
Se les puede convertir en otros títulos de especie diversa, por
ejemplo de redimibles en perpetuos; o en títulos que devengan un menor
interés, o en otros títulos 'que devengan un interés mayor, como podría
suceder y como se ha propuesto, en períodos ·en lds cuales los precios SUI"
ben y sube el interés, es decir, 1el precio del servicio del capital y el curso
de los títulos consolidados, aún el de los más sólidos baja, como sucedió
durante la anterior guerra.- En esté último 'Caso, se podría hablar con
más propiedad de verdaderas conversiones al revés.
Las conversiones de títulos en otros de div~rsa especie pueden
ser forzadas o libres, según que se consienta a los acreedores continuar o
no en las condiciones en las cuales se encuentran. "
Las conversiones de títulos en otros a interés menor, pueden ser for·
zosas directas, si traen una disminución abierta y francé\, del tipo de, inte-
rés; indirectas, si lo dejan intacto, pero lo reducen de hecho, imponiendo
un tributo a los poseedores nacionales. - Pueden ser opcionales si con-
sienten en el reembolso a quien no quiera sufrir la disminución del interés;
y pueden llevarse a efecto directamente por el estado, que con una deuda
flotante, se procura los fondos del rembolso; o por intermedio de un sin-
dicato de banqueros nacionales o internacionales.
VIU Amortización de los títulos de la deuda pública y privada.-
Las operaciones de amortización se refieren principalmente a títu·
los de la deuda pública, a las obligaciones de los municipios, de las pro·
vincias, de las sociedades anónimas etc.
El estado puede disminuir su deuda pública, amortizando sus titu•
los, sea adquiriéndolos directamente en el mercado y destruyéndolos co··
rno se hizó por ejemplo en los Estados Unidos y en otros palpes, o insti-
tuyendo cajas de amortización, o gozando los •beneficio~ de cajas de
amortización privadas como por ejemplo en el consorcio. italiano.
Estas cajas· se crearon basandose en una erronea teoría sobre la
potencia mágica de los intereses compuestos, que los resultados se han
encargado de demostrar.
El estado, los municipios y aún las sociedades anónimas para la
amortización de sus bonos recurren a veces al reembolso mediante la suer~
te, pagando a veces premios, siguiendo un plan trazado que incluye el pa-
go tambiélt de los intereses del préstamo, por todo el tiempo de su du-
ración.
IX.- Operaciones de compraventa.- Es particularmente en ellas,
es decir en su variedad y combinaciones más características y delicadas
que se desarrolla la actividad de las bolsas.
En lo que se refiere al objeto, sabemos ya, que las operaciones de
compraventa pueden referirse a valores, letras, monedas, metales precio·
sos y produftos.
En cuanto al momento de la ejecución, las operacioRes de compra
venta pueden ser, al contado, a plazos o mixtas, especialmente para los
40 DERECHO
productos.
En cualquiera de estas formas se pueden realizar operaciones, al
Arbitraje comercial.
.X.- Caraderes comunes- En todas estas ·o·peraciones pueden
notarse carácteres comunes sea en lo que se refiere a la~ órdenes acostum~
bradas que se trasmiten a los intermediarios, o a la uniformidad de la
cantidad y calidad contratada, con excepción para los contratos no es-
peculativos, por los vencimientos típicos, por los usos comunes y en fin
por la confianza más o menos fundada que los inspira.
XI.- Operaciones al contado.- Son aque!las en las que la eje-
cución no es diferida Ó lo es por muy poco tiempo o lo es por abtiso.
En las grandes bolsas no son ciettamente las operaciones más im-
portantes ni en querer dar lugar a una dísciplina particular.;
Las operaciones de compra venta al contado, son llamadas por
los franceses "mercado al contado" y "negocios por caja" por los ingle--
!les y los alemanes.
Estas operaciones se distinguen segun el objeto y segun el fin que
puede ser especulativo y no especulativo.- Tal distinción si tiene alguna
ventaja carece en cambio de precisión, dada la difusión de -la especula-
ción entre el público, especialmente en lo-s momentos de alza de los pre-
cios.
Atendiendo al objeto y al fin, se pueden estudiar rápidamente las
diversas operaciones de 'compra venta al contado .•
Las operaciones al contado sobre valores y con fin no especu-
lativo no son muy numerosas en las bolsas, porque resulta más cómodo
y fácil hacerlas po; intermedio de los bancos, que tienen sus ventanillas
abiertas al público.- Las estadísticas que tenemos sobre éstas operacio-
nes s.on muy satisfactorias y frecuentemente se trata de estadísticas indi~
rectas, obtenidas por medio de los impuestos que las gravan.
Tales operaciones éonsisten en compra venta de cantidades, en ar-
bitrajes comerciales, es decir' de lugar; de plaza a plaza y de valor; de
valor a valor o en combinacion'es de las dos especies de operaciones.
Las operaciones al contado sobre valores con . fin eSpeculativo
conlsisten más frecuentemente en arbitrajes de lugar y. de cartera, para
encontrar el título más conveniente para hacer pagos sobre determinado
mercado; en ventas eq previsión de bajas en el valor; o en compras en
previsión del alza de los precios.
Y hay que notar que en ciertas bolsas como en la Bolsa de Valo-
res de París existe la costumbre de retardar la entrega de los títulos com-
prados al contado, desnaturalizando ésta operación.
El contado, permite llevar a efecto una operac10n que Rdtta
llama de amontonamiento.- Ella es en si misma rrluy sencilla' y consiste
en esto: el poseedor de los títulos pide un préstamo sobre ellos, enseguida
adquiere títulos en cántidad menor y vuelve a solicitar un préstamo sobre
ellos y así sucesivamente.- Es una espe~lación al alza, accesible a quien
tiene pocos recursos.- Su riesgo se limita a los títulos y la esperanza de
ganár se basa en una suma indudablemente mucho mayor.
Las operaciones al contado sobre títulos sufren un diverso trata-
miento jurídico y financiero en las bolsas de los diversos países.
Pueden haber operaciones al contado sobre letras, con fine~ no
especulativos, es decir de uso y operaciones al contado sobre letras con
LAS OPERACIONES DE BOLSA ...
Hn especulativo ·es, decir de lucro. Consisten en arbitrajes de cambio di~
recto entre dos plazas y de cambio indirecto o compuesto, es decir con
el concurso de una o más plazas intermedias.
Para orientarse, el especulador utiliza las tablea de paridad y las
de cambio, cuyas propiedades, desarrollando las construcciones gráficas
de Lefévre, fueron materia de un intesante resumen que aparece en la ''Ri-
vista dei Raggionirieri", publicada en Padúa en Enero de 1920.
Pueden también hacerse opeTaciones al contado so'hre moneda con
fin no erspeculativo o especulativo y operaciones al contado sobre metales
preciosos con fin especulativo o no especulativo, consistentes éstas últimas,
sobre todo, en arbitrajes.
Las operaciones al contado sobre me~caderías con fin no espe-
culativo se refieren a la producción o .al consumo; pueden ser per.íodicas
y referirse también a cantidades no típicas.
Las operaciones al contado sobre mercaderías con fin especulati-
vo se cumplen en vista de ciertos movimientos de la lista es decir del
alza o de la baja de los valores, o más raramente c.on fin de arbitraje.
En Inglaterra el mercado al contado sobre mercaderíJas se desa;
rrolla en algunas bolsas con la venta voluntaria en publica subasta, pre.-
vio anuncio de ella en los diarios.
El remate se 'cumple o con el precio de apertura y las ofertas de
aumento o con el precio de apertura alto, que se va rebajando hasta en-
contrar al comprador.- La aceptación de la oferta del precio y la cele-
bración del contrato son frecuentemente señaladas al público por el con-
sabido golpe de martillo.
En general el comprador tiene la facultad de retirar el lote aun
antes de la aceptación de la oferta por parte del mediador.- Concluido
el negocio se suele desembolsar el precio en garantía del vendedor y para
evitar el incumplimiento del comprador.- En Londres éstos remates
se llevan a efecto frecuentemente y sin dificultad alguna.- En la Bolsa
de mercaderías de París existe un importante mercado al contado, los días
miercoles.- En ese ·día intervienen numerosos productores de los alre-
dedores ·con el fin de ofrecer sus productos sobre la base de muestras.
XU.- Operaciones a plazo.- En ~Has la ejecución es más o me-
nos diferida.- El momento de Ia liquidación se encuentra fijado en los.
reglamentos de cada bolsa.- El desarrollo de los negocios a plazo pue-
de tomarse como índice del desarrollo del comercio de bolsa.
Las operaciones de compraventa a plazo, slon llamadas por los
italianos mercado a plazos, por los franceses futuro::. y por los ingles;es y
alemanes negocios a plazos.
E;.o:;i:as operaciones se diferencian por el objeto, el riesgo y el fin.
Según el objeto las operaciones a plazos pueder.. ser de liquida··
ción o de emisión.
Las k•rmas típicas del comercio a plazos tn las bo.lsas !'é inicia-
ron e.n la República de Genova en el siglp XV, con la contn~tación a 1ar··
gos plazos sobre las acciones de la Cámara de San Jorge.- Se la encuen-
tra muy desarrollada en el siglo XVIII en los Países Bhjos, con las ope·
raciones sobre cuotas de las Compañías de las Indias Orientales.- Es
parte además del sistema Law, que como es sabido se lleva a la práctica
en Francia a principios del siglo XVIII.- Aparece también de las pro-
hibiciones en Inglaterra entre los siglos XVII y XVIII entre las cuales es
42 DERECHO
nes del Código de Minería, no debe subsistir por más tiempo el t derecho
preferencial, que fué establecido sin duda con criterio transaccional.
El punto se halla contemplado atinadamente en el Proyecto de
~ódigo elaborado por la Comisión presidida por el Dr. Dn. Raúl Noriega,
art. 375, en el que se dá a los propietarios de los predios un 'último plazo
de J80 días a partir del día en que entre en vigencia el Código, para em-
padronar para sí los terrenos calizos. Vencido ese plazo no .habrá ningún
derecho de preferencia.
Opinamos pues ,por la supresión del derecho de preferencia que
tienen actualmente los propietarios de los predios y por la completa asi-
milación del denuncio de yacimientos de materiales de construcción al ré-
gimen del Código,: lo que no quita el derecho del propietario del predio
para exigir la indemnización por daños y ser:vidumbres.
cuerpos consultivos.
En el primer Congreso de la Industria Minera, fué planteada una
cuestión que puede debatirse nuevamente. ¿Es preferible que el Consejo
de Minería conserve su carácter de Cuerpo Consultivo 9 debe dársele atri-
buciones resolutivtl.s ~ Actualmente el Consejo de -Minería estudia los ex-
pedientes mineros con oposiciones y aquellos en que se solicite su opinión
para mejor resolver. No resuelve, emite acuerdos o dictámenes. El Go-
bierno puede resolver de conformidad o contra lo opinado por el Consejo.
En realidad las resoluciones supremas reproducen el criterio del Consejo
y son muy raros los ;CaS9S ·en que SUCede Jo contrario.
Por eso ¿no sería preferible, para la celeridad en la solución de
los asuntos, sustraer de la esfera del acuerdo y firma del Presidente de la
República, la resolución de .controversias administrativas que hian sido ya
·estudiadas por varias autoridades antes de ser sometidas al Consejo~ ¿Dar
facultad resolutiva al Consejo 'de Minería como ocurre con el Consejo de
Contribuciones? No creemos que la Constitución lo prohiba por reco-
mendar la formación de Cons~jos consultivos en sus Arts. 180 y 181.
Entonces se descongestionaría la labor que se desarrolla dentro de
los acuerdos supremos; más aún si se dejara al Consejo la facultad de nom-
brar a los Delegados, Peritos y Secretarios de las Delegaciones, facultad
que le confiere el ProyectQ de Código.
APRECIACIONES SOBRE EL PARO. FORZOSO
Por Pablo CHUECA REMON
(2).-Sánchez Román Felipe, Estudios de Derecho Civil. Tom. VI. pág. 1093).
DESHEREDACION E INDIGINIDAD SS
(3) .-Bevilacqua Clovís. Código Civil del Brasil comentado. Tom. VI.
56 DERECHO
cuenta que el legislador há creado aquellas para suplir la voluntad del di-
funto, por eso impone una pena al indigno interpretando la voluntad del
causante.
Según la ley peruana, un heredero forzoso puede ser indigno de
heredar y sin embargo no puede ser desheredado. Si la léy encuentra justo
que los llamados a suceder puedan pedir la exclusión del indigno por las
causales de indignidad ¿por qué ese indigno, por esos mismos moti,¡..os, no
puede ser excluído de la herencia por el propio testador que ha sido la
víctima?
Para aclarar mejor el punto Y' corroborar la tesis que sostenemos
pongamos un caso práctico: el código vigente entre las causas para des-
heredar no incluye o mejor dicho descarta -ya que el código anterior y
el Anteproyecto del actual la contemplaban- el atentado contra la vida
del causante, y es un principio de derecho que s~ considera excluído por
la ley todo aquello que la ley al enumerar no incluye. Si un hijo atenta con-
tra la vida de su padre y éste quiere desheredarlo por ser un motivo jus•·
· to, no encuentra disposición legal en que apoyarse, a pesar de .la gravedad
de la falta. Sin embargo, a la muerte del padre las personas llamadas a la
sucesión a falta o en concurrencia con el indigno, están autorizadas para
demandar su exclusión (art. 667).
Se podría objetar que el padre puede ampararse en el artículo 665.
inc. J9, que se refiere a la indignidad y considerar el atentado contra la
vida del causante, pero la ley no dice que el testador puede desheredar ba-
sándose en una causa de indignidad, como lo hacen los códigos español y
brasileño; tampoco . indica si el propio causante puede entablar en vida la
acción de indignidad, lo que en doctrina no es admitido porque casualmen-
te la característica de la indignidad es que es pedida después de la muer-
te del de cujus. Aunque se ha sostenido, que sí puede entablar la acción de
indignidad el mismo causante. apoyándose en el principio de que si ~
puede perdonar (artículo· 666), también puede interponer la acción {5).
Este esfuerzo por aplicar una causal de la indignidad nos revela la nece-
llidad de uniformizar los motivos, ya que para desheredar por esta causa
no consignada, se tiene que recurrir a QtJ:a institución -la de indignidad-
desvirtuando, en consecuencia, la autonomía de ambas instituciones que
el legislador reconoció.
El mismo tropiezo encontramos en el caso inverso, o sea cuando
el padre es el que atente contra la vida del hijo; no así en el supuesto de·
que el cónyuge atente contra la vida del otro cónyuge, que se encuentra
considerado en el inciso 59 del artículo 713. No sería suficiente para sal-
var la omisión del inciso 39 del mismo artículo· que a la letra dice: "Ha-
ber sido condenado por delito cuya condena lleve anexa la interdicci'Ón
civil .. 'porque aquí es necesario que,medie condena pr~via para que funcio-
ne la exclusión y bien ha podido suceder no penarse, por la verguenza del
causante en denunciar a su heredero y llevarlo a los Tribunales.
Esta causa omitida por todos los legisladores, es más grave que to-
das las que considera el código en el artículo 71 3; es uno de los delitos que
la ley penal juzga de mayor peligrosidad, el cual en grado de tentativa ten-
dría pena de reclusión de diez a veinte años, (C. P. artículo 9 7), y sería
como finalidad exclusiva el velar por los intereses del penado, no se ex-
plicaría esta .diferencia por nuestra ley. Se admite que la curatela del pe-
nado se haga con el fin de conservar su patrimonio, y que en consecuencia,
esa cura tela tenga un objeto de protección. ,Pero de ahí a so~tener que la
interdicción civil (no la curatela) tenga un fin tutelar, hay mucha diferen~
c1a.
Hecha esta observación de la cual salta a la vista el carácter repre·
sivo que la interdicción civn presenta en nuestra ley, haremos hincapié en
este mismo punto, pero en lo relativo a la curatela.
Las penas de Penitenciaría, Relegación o Internamiento, traen
consigo la interdicción civil y como consecuencia la, curatela. Lógico es
pensar que si la pena de prisión no la produce, también lo es, que para
ellos no se establezca esta institución.
Esta diferencia no tiene una explicación jurídica, pues la curatela
se es.tablece en beneficio de los que por su mayor peligrosidad son pena-
dos Ínás severamente, dejando en desamparo a aquellos.cuya pena es me•
nor por ser menos grave el delito. A los primeros se les nombra un cura•
dor de oficio, a los segundos nó. Se aducirá que estos sufren la pena de
Prisión; por lo mismo que no se les priva de sus derechos civiles, pueden
ejercitarlos libremente por intermedio de un representante. Aceptamos tal
afirmación. Pero ¿de qué le valdrá, si por la misma situación en que se
encuentran, se hallan imposibilitados por la reclusión, de tener la libertad
suficiente para controlar sus intereses? Por otro lado existen penados, y
sobre todo los pertenecientes a la población indí'gena, que dada sU; igno•
rancia descuidarían el designar a una persona que los representara, encar-
gándose arbitrariamente sus familiares, si son personas capaces, de la ad-
ministración de sus bienes.
Por estas razones nos parece conveniente que esta curatela se hicie-
se exteQ.siva a los que sufren pena de prisión (adquiriendo el goce de sus
derechos civiles con la libertad condicional), regularizando en esta forma
su situación, haciéndolos partícipes de los beneficios de .!a curatela, no ya
solo en cuanto a las ventajas resultantes de ella, como sería la buena ad-
ministración de sus bienes, sino también en lo concerniente al debido con-
trol legal que nuestras disposiciones exige al curador.
PATRIA POTESTAD.
bienes.
Nos ocuparemos, pues, a continuación de la patria potestad, y di·
remos que por ella los padres tienen el deber y el derecho de cuidar de
la persona y bienes de sus hijos menores (art. 390 C. C.). La patria po;-
testad es pues, el conjunto de relaciones que la ley concede al padre
y a la madre sobre la persona y bienes de sus hijos -'Para facilitar el cum·
plimiento de los deberes de alimentación y educación a que están obliga-
dos.
~tablecidos estos conceptos, estudiaremos esta incapacidad en su
naturaleza y efectos.
La privación de la patria potestad, se ha admitido que es una
consecuencia lógica de la doble incapacidad que tiene el penado de ad ..
ministrar sus propios bienes; incapacidad que lógicamente le impedirá
también administrar los bienes de sus hijos.
Se admite también, que esta medida toma un carácter de sanción
para al padre, al privársele aún de aquellos derechos que con respecto a
sus hijos menores, podría ejercer desde el aislamiento de su prisión. A
más que la privación de este derecho, se produce de hecho, pues basta la
simple pena impuesta para que tenga su efecto, a diferencia de las demás
causas de la pérdida de la patria potestad,' que peben ser declaradas ex-
presamente.
La privación de la patria potestad trae consigo, asi mismo la de
todos los derechos sobre las personas y bienes de sus hijos, así como tam·
bién, el dar el consentimiento de matrimonio, el de designarles tutor tes·
tamentario, el usufructo legal de los bienes de sus hijos, etc. Pero esto de
ser privado de la patria potestad, no significa la exoneración de las obli-
gaciones, cuyo cumplimiento sea compatible con el ·estado de reclusión.
AUTORIDAD MARITAL
Continuando con el estudio del tantas veces citado art. 32 del C. P.,
va que él establece los derechos de los que se :ven privados los penados,
nos referiremos a otro de ellos; al de la representación marital que le con-
ceden·• las leyes.
Según lo dispuesto por nuestro Código Civil, el marido es el repre-
sentante legal de la sociedad conyugal, él es quien la dirige, a él le compete
fiJar y mudar el domicilio de la familia, así como decidir sobre lo refe:-
rente a su economía (arts. 161, 162, 168, C. C.).
La disposición contemplada en nuestro. Código de Procedimientos
Civiles, en su art. 20. que concede al marido la facultad de ejercer en jui-
cio la representación de la mujer, ha quedado derogada por el actual C. C.
en su art. 172. segundo aparte, que dice: la mujer puede comparecer en
juicio, pudiendo en consecuencia comparecer sin autorización del Pl.ariqo.
L'a autoridad marital ha quedado en muchos casos limitada. Por
ejemplo, la mujer en principio no puede ejercer profesión o industria, o
efectuar cualquier traba)o fuera de la c~a común sin el consentimiento ex-
preso o tácito del marido, pero si éste se negase, podrá ser autorizada por
el juez, siempre que pruebe que esta medipa la justifique el interés de la
familia ( art. 1 7 3 C. C.).
Hemos la relación de estos derechos que la ley concede al marido,
ya que la interdicción civil importa la negación de todos ellos, siendo la
mujer según lo establecido por el art. 1 7 4 del C. C. la que asumirá la di-
rección y representación de la sociedad conyugal, cuando el marido haya
sido condenado a una pena privativa de la libertad que produzca la inter-
dicción civil, estando facultada por idénticas razones a poder ejercer libre•
mente el comercio (art. 1 1, C. de C.),
CURATELA
FUNCIONAMI:ENTO
INCAPACJUADES ESPECIALES
TUTELA
INCAPACIDAD MATRIMONIAL
INCAPACIDAD SUCESORIA
DESHEREDACION
Asimismo la desheredación opera en este caso, haciendo incapaz
para suceder al que haya sido condenado a sufrir una pena que lleva con-
sigq la Interdicción Civil, como lo expresa el nrt. 71 3 del Código Civil en
su inciso 39 Esta incapacidad tiene lugar siempre que la causa esté expre··
sameDte invocada en el testamento.
COMPARECENCIA
tada hacia el mismo fin que las demás. La menor variación en la confor~
mación del Derecho trae como inevitable consecuencia el radical cambio
del fundamento de sus i~stituciones.
Es por esta razón que para el jurista la inestabilidad de" la disci-
plina a la cual se ha dedicado se presenta como un problema de vastas
trascendencias. La' ciencia que él dominaba ya no discurre por los mismos
cauces por los cuales él estaba acostumbrado a que' lo hiciera; los códigos
a través de los cuales se había formado y~ no presentan sino soluciones
anticuadas que no responden a una re.alidad existente; su pericia y domi-
nio de los problemas jurídicos tienen que ser armonizados con la situa-
ción presente.
La nueva tendencia de socialización del Derecho ha tra{do consi~
go todos los inconvenientes anteriormente anotados y aún algunos más. La
ingerencia. del Estado en la formación del Derecho tiene como principales
manifestaciones la desaparición del mito de la omnisuficiencia de la ley,
la mayor libertad de los jueces en la aplicación del Derecho, la variación
de las doctrinas hasta ese momento existentes sobre la det~rminación de
las fuentes, los cambios radicales en los métodos interpretativos, la varia~
eión de los modos de integración, etc.
En el Derecho Civil se presenta la novísima teoría de la Respon-
:sabilida.d Extracontnictual, la diversa fundamentación de la institución de
la herencia legal, la investigación de los móviles del autor al reglamentar
el Acto Jurídico, la variación del concepto contractual limitando la auto~
·nomía de la voluntad, la decidida intervención judicial con amplias facul-
tades, etc.
No cabe la menor duda que innovaciones tan variadas e importan-
. tes traen necesariamente consigo la inseguridad preliminar a toda nueva
-orientación, a toda variación de conceptos ya existentes, pero hay que re-
•conocer que la presente inestabilidad de la ciencia jurídica es un inconve-
niente 'necesario que no puede retardar, ni menos aún impedir, la consa~
gración de las modernas' teorías de la socialización del Derecho que res-
ponden a una realidad jurídica y cuya estabilidad en el futuro está preci-
samente cimentada en la inseguridad presente.
Entendido así el estado actual de la ciencia juñdica cabe entonces
preguntar si tiene alguna repercusión en lo referente a las relaciones de hi
Moral con el Derecho. ¿La intervención estatal amoraliza la ciencia jurí-
<lica? ¿Es siempre la Moral lo informante y el Derecho lo informado? Pa-
Ta contestar debidamente debemos realizar antes una somera revisión de
las doctrinas existentes en lo referente a estas consideraciones.
Tratadistas de la talla de Hauriou, Le Fur, Cathrein, Berolzheimer,
·etc. sostienen la necesaria dependencia del Derecho con respecto a la
Mo;al como consecuencia de las r~laciones entre el género y l~ especie,
·entre lo asumido y lo asumente. De otro lado se presenta, Kelsen con su
Teoría Pura afirmando la existencia del Derecho en sí, sin vinculaciones
•con la Moral, con posibilidad de dar tbda clase de soluciones invocando
únicamente su propia existencia y la fecundidad de sus J].receptos. Consi-
dera~os que entre estas dos posiciones extremas, la primera es la que es-
tá más de acuerdo con la estructura jurídica y la aceptamos, aún cuando,
siguiendo a Du Pasquier, introducimos una ligera variación por cuanto fa-
cilita el método y la comp,rensión: El Derecho y la Moral coinciden en
gran parte de sus superficies, pero no completamente porque hay una gran
78 DERECHO
parte de moral extraña al derecho, y una parte de éste, las reglas técnicas,
no interesan a aquella. No son los dos círculos concéntricos de Bentham
sino dos círculos que se cortan: en los cuales la parte común está formada
por las reglas que reúnen calidad jurídica y carácter moral.
La intervención del Estado en la formación del <Derecho ataca esa
parte común, ya que no es únicamente la moral lo informante sino que a-
demás interviene el poder estatal que no reconoce las mismas fuentes. Ci-
temos como ejemplo el artículo XXIII del Título Preliminar del Código
Civil Peruano el cual remite a los jueces a los principios generales del De-
recho cuando existen deficiencias en la ley. Uno de estos principios, según
Del Vecchio, "es aquel que afirma el respeto debido a la libertad como
expresión del valor absoluto de la personalidad humana". Siendo un prin-
cipio general consagrado por el legislador, su aplicación debería ser rigu-
rosa. Sin embargo, se observa el abuso constante que se hace de esa líber~
tad prÓclamada por la ley, especialmente en los contratos colectivos y en los
llamados de adhesión, debido a las imposiciones que hace una de las par-
tes valiéndose de su mayor poderío, a la otra que no lo tiene en grado tan
alto. Al comprobar ésto, el Estado intervino reglamentando la vinculación
contractual, imponiendo cláusulas que favorecen a la parte- más débil,
compensan:do así la fuerza económica con la protección legal.
Todo principio general del Derecho es necesariamente princ1p1o
del Derecho natural, y este es eminentemente moral. El Estado contravie··
ne uno de aquellos principios generales restringiendo la libertad, prescin-
de por lo tanto de la moral para lograr una mayor efectividad en las rela-
ciones· contractuales. Sin embargo, se podría aducir que si bien, por un !"a-
do contraría la moral pot otro la defiende sustituyendo el criterio de li-
bertad por el de igualdad que es también principio general del Derecho,
pero debemos considerar que esta sustitución de principios no se realizó
atendiendo a razones de prelación' de unos sobre otros, sino debido a un
criterio de necesidad.
La complejidad de la vida obliga al Estado a intervenir; esta in-
tervención puede realizarse sin atender a consideraciones morales, luego
cabe afirmar que las nuevas doctrinas traen consigo el pesado lastre de la
amoralización del Derecho. Su importancia puede llegar a ser funesta si
la intervención no se efectúa defttro de los límites del buen sentido y del
respeto debido a ese mismo ordenamiento jurídico.
Consecuencia de la inestabilidad y amoralización del Derecho es
la variabilidad de lo lícito. Lo que antes estaba prohibido es ahora permi-
tido, lo que era un atentado a los principios consagrados se convierte en
acto loable a cuya realización se propende, lo que era límite ha desap,are-
cido para dar lugar a un campo de acci.ón más vasto, pero no por eso me-
nos jurídico.
Al primar el interés social sobre el individual necesariamente la es-
fera de influencia de las normas se ha dilatado, pero a la vez sus> efec'tos
se han restringido. Es lógico y natural que esta ampliación traiga como
consecuencia un mayor cuidado en reglamentar sus alcances ya que si nó
se llegaría a agudizar y no a resolver los problemas creados por un cre-
cimiento irrestricto de facultades. atribuciones, derechos, que si bien res-
pondían a su fin en un ordenamiento jurídico regido por la libertad con-·
cedida al individuo en sí, no son acon!)ejables cuando este mismo indivi-
duo es considerado como miembro de una colectividad en la cual el irite-
FORMACION HISTORICA DEL DERECHO 79
ROMA.
GERMMIA.
En contacto con los romanos aparece la familia germana con las
características patriarcales.
Sus costumbres son austeras y la familia se presenta dentro de una
agrupación de gentes unidas por vinculas de sangre: La "Sippe". Todos los
que la forman están unidos por un sentimiento de solidaridad.
La primitiva forma de patrimonio fué la "compra" por un precio,
que constituye "la dote germana". Este, primero se daba al Padre o tutor
y constituía el precio del "Mundium", luego se daba· a la mujer a título
de MORGENGABE (Sfmbólo de remuneración del primer beso). El
efecto jurídico era la COMPRA VENTA DE LA MUJER. En los antiguos
textos germanos, eran palabras sinómimas "MUJER COMPRADA - MU-
JER LEGITIMA ( 3).
Es interesante que entremos -ahora a tratar del "MUND" o PODER
DEL JEFE DE FAMILIA.- Mientras para algunos, como Laferriere y
otros,· se trata de una especie de lutela de protección a los débiles, deri-
vado del sentimiento de una superioridad sentida por el varón, para otros
como Fuste! de Coulanges, Gide y Summer Maine, se trata de un Poder
idéntico en facultades y extensión al del Jefe de la Familia Romana.
Esta discusión está todavía sobre el tapete, pero lo que se puede
comprobar de ambos extremos es que ya se trate de una ESPECIE DE TU-
rrELA SURGIDA EN VIRTUD DE UNA INCONTRASTABLE SUPERIO-
RIDAD FISICA, Y A iDE UN PODER DE ABSOLUTISMO INDISCUTI-
BLE, EL MTJNT. Y A QUIERA TRADUCIRSE POR "TUITIO" "MUNI-
TIO' "DEFENSIO", O "HAND" (MANO) representa un PODER MA-
RITAL AL QUE SE LE ATRIBUYE EL ORIGEN DE ESTA FIGURA
EN EL DERECHO MODERNO. ( 4).
Este poder Marital que hacia pasar a poder del marido a la per-
sona de la mujer y a sus bienes, tenía gran extensión. La incapacidad de
la mujer entre los germanos era perpetua y general, siempre había un va-
rón que velaba por ella, era capaz de tener derechos, pero nunca de ejer-
LA UNIDAD DE DOMICIUO
LA PLURALIDAD DE DOMICIUO
tentarse ante el juez del último domicilio conyugal, o del lugar donde re 4
de una persona debe ejercer ciertos derechos y responder por sus 'obli-'
gaciones de órden privado, es necesario que para esa categoría de perso-
nas se les considere domiciliadas donde s~ las encuentre.
CLASES DE DOMICILIO
bajo la tutela del Estado o de aquellos que los han recogido; están do~
miciliados en el establecimiento en que se encuentren o en el domicilio de
sus protectores.
El domicilio de los enfermos mentales y de los sordo·mudos es el
de sus curadores. El de los desaparecidos es el de sus representantes le-
gales.
La mujer casada.-Tiene por domicilio el de su esposo. {art. 24).
Este es uno de los efectos instantáneos del matrimonio y es una regla de
orden público, pues como el marido es el jefe de la familia, a él le cabe
fijar el domicilio conyugal.
Sin embargo, esta regla admite excepciones:
a) En caso de separación de cuerpos cesa la vida común y los·
esposos viven cada cual por su lado. Desde el momento que ha sido dic·
tada la sentencia, y no antes, la esposa puede adquirir su propio domicilio.
b) Lo mismo pasa en caso de divorcio.
e) C1,1ando el esposo ha sido declarado interdicto, si la mujer tie·
ne la curatl.l.a ella es quien impone su domicilio al esposo.
LOIS funcionarios públicos.-Se reputan domiciliados en el lugar
donde ejercen sus funciones. (art. 25). Nuestro código aplica esta regla
a todos los funcionarios sin excepción; otros Códigos como el francés o
el brasilero, consideran domiciliados en el lugar de su empleo solamente
al funcionario "ad vitam". (Los funcionarios públicos repútanse domici-
liados donde ejercen sus funciones, no siendo temporarias, periódicas o
simples comisiones porque en estos casos ellas no operan mÚdanza del do-
micilio anterior, art. 3 7, C. C. Brasil).
El C. del 52 dejaba a elección del funcionario público el cambio
del domicilio anterior al lugar de sus actuales funciones ( art. 48). Pero
los funcionarios vitalicios, tenían que trasladar su domicilio al lugar de
sus funciones desde el momento que ellos se trasladaban allí. (art. 49)
Los legisladores del C. vigente se fundaron para el art. 25 en que fuera
de la carrera judicial y del magister,io, en el Perú no existen funciones vi"
talicias, caracterizándose por el contrario la adm_inistr~ción pública por la
movilidad e inconstancia de los empleos. Sería pues un absurdo que los
funcionarios conservaran su domicilio anterior, encontrandose as~ legal·
mente fuera de los sitios donde pudieran ejercer sus funciones.
Los funcionarios diplomáticos y las personas que residen temporal·
mente en el extranjero por empleo o comisión del gobierno, o para estu-
dios científicos o artísticos, tienen como domicilio el último que hayan
tenido en el territorio nacional. {art. 26). En efecto, los diplomáticos re·
preseqtan a su· país ante gobiernos extranjeros; es fácilmeftte comprensible,
que encarnando la soberanía nacional no puedan ser demandados ante nin-
gún otro tribunal que el de su país.
El Código peruano no establece domicilio legal para los militares
en servicio, ni para los marinos (de guerra o mercantes), ni para los pre·
sos o desterrados, ni para los domésticos.
El C. C. del 52 reconocía como domicilio del siervo el de su pa·
trón (ar't. 50). El Código alemán, el suizo y el brasilero tampoco mencio·
nan el domicilio de los sirvientes: pero en razón de los elementos sobre
los que se basa la ley para establecer domicilio legal y que son la depen·
dencia o la incapacidad, por analogía jurídica débese considerar domici·
lio legal d&l sirviente el de su patrón. ·.
92 DERECHO
*
Notas Bi~liográficas
HISTORIA DE LAS CONSTITUCIONES NACIONALES, por el Dr. José
Pareja Paz-Soldán. Graf. "Zenit". Lima. 1944, 224 págs.
D. G. R.
PROGRAMA DEL CURSO
DE
INTRODUCCION
PRIMERA SECCION
SEGUNDA SECCION
(Elementos constitutivos)
1f'!,_...;EJ pueblo del Estado. - El pueblo del Estado como ámbito perso-
nal de la validez del orden estatal. - Naturaleza corporativa del Es-
t<;tdo. -·El pueblo como objeto del poder del Estado y como sujeto
titular del Derecho. - Distinción entre nacionales y extranjeros. -
taracteres de la nacionalidad. - La ciudadanía óptimo jure.
lU....-EI Territorio del Estado. - Su concepto como elemento integrante
del Estado y como marco de compulsión. - El territor.io del Estado
como ámbito espacial de validez del orden estatal. - Realiza el "im-
perium" sobre· la persona. - El territorio como instrumento de la
98 DE RE C,H O
SEGUNDA PARTE
TERCERA PARTE
RAUL FERRERO
Abogado
Estudio: Plaza San Martín 166. Of. 202 Teléfono: 350055
HUGO PIAGGJO
A~ado
Estudio: Colmena dérecha 383 Teléforlo: 32822
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En Provincias, al año . . . . . . . . . . . . 6.00
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