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La Psicologia Juridica
La Psicologia Juridica
Desde esta concepción teocrática de la justicia el ser humano no hace más que ir descubriendo
las leyes de un orden natural superior previamente establecido. En tal perspectiva, justicia y
divinidad están muy relacionados y, de hecho, se importe justicia en nombre de Dios que es el
máximo juez.
Fueron los griegos los primeros en hablar de isonomía o igualdad frente o las leyes, pero será,
más adelante con el concepto de democracia cuando se empezará a hablar, no tan sólo de
igualdad sino también de participación en los sistemas de gobierno y de justicia (Garzón,
1990).
Como dice Munné (1987), el derecho, como la política o la economía, estaban inevitablemente
conectados, desde sus mismos orígenes, con las necesidades prácticas de organización de la
vida colectivo, para obtener un orden y una justicia social aceptable No es de extrañar, pues,
que los juristas, saturados por este espíritu pragmático intenten entender a fondo el
comportamiento de las personas en el contexto social.
Llegados a este punto, sería de interés definir la Psicología Jurídica. Esta disciplina ha sido
denominada de formas tan diversos como Psicología Criminal, Psicología Forense, Psicología
Judicial, Psicología del Derecho Psicología jurídica.
Pero refirámonos aquí brevemente al concepto y fines del derecho al que la Psicología Jurídica
se encuentra íntimamente ligado. Como dice Latorre en su libro "Introducción al derecho" el
derecho es un conjunto de normas de conducta obligatorias en una comunidad y respaldado
por un mecanismo de coacción socialmente organizado (Latorre, 1976). Los fines del derecho
son básicamente la seguridad y la justicia.
Luis Muñoz Sabaté, en su libro titulado "Introducción a la Psicología Jurídica", explico con
acierto lo que denominó como psicología del derecho, psicología en derecho y psicología para
el derecho
Y una vez definido conceptualmente esta disciplina veamos qué paso con sus posibles
denominaciones. La expresión psicología Criminal está exclusivamente ligada al delito, la
Psicología legal al parecía depender excesivamente de derecho positivo, mientras que la
Psicología Forense y Judicial demostraría un exclusivo sometimiento a lo que ocurre en la sola
de justicia. Son por tanto todos ellos expresiones restrictivas del concepto globalmente
expresado. Los términos Psicología del Derecho y Psicología Jurídica podrían ser apropiados,
pero es mejor utilizar el segundo término que el primero, por las aportaciones de Muñoz
Sabaté sobre el concepto de Psicología del Derecho (Munné, 1987).
A partir de los años 30, aparecen muchos trabajos sobre temas tales como la decisión judicial,
la cual es sometida a un detallado examen psicológico.
Tal como dice Adela Garzón, las décadas de los 50 y los 60 suponen la incorporación del
psicólogo a la sala de justicia, y a finales de los 60 se produce una verdadera explosión de la
Psicología Judicial, al consolidarse los mencionados campos y aparecer los estudios sobre los
jurados y los procedimientos. Como señalo Loh (1984) las décadas de los 50 y 60 se pueden
denominar como la etapa de la psicología forense o de los psicólogos al estrado. Además,
tanto participaron los psicólogos expertos en el ámbito clínico como los expertos en los
ámbitos sociales.
También en España, la Psicología Jurídica siguió el mismo proceso que acostumbran a seguir
todas las nuevas ciencias aplicadas, para su entrada en un ámbito tradicionalmente asistido
por otras disciplinas: ir demostrando su utilidad práctica en ese ámbito concreto.
Si bien la justicia era, y de hecho aún es, monopolizada por los profesionales provenientes de
un curriculum académico especifico, los licenciados en Derecho, fueron estos mismos, los que
al no poder hallar respuesta a todos sus planteamientos y necesidades desde el Derecho,
fueron recurriendo a ciencias próximas que iluminaran su objeto de estudio, que no era otro
que la justicia.
Así cabe entender la obra titulada "El psicoanálisis y la práctica judicial", del penalista español
Camargo Marín, escrita en el año 1930.
Otro penalista de importantísima influencia en España, como fue Jiménez de Asúa, que tiene
una obra titulada "El psicoanálisis criminal" y, artífice de la famosa Ley de Vagos y Maleantes,
del decenio de los años 30, elaboró dicha ley con el auxilio de criterios aportados desde el
ámbito de la psicología.
Pero la lista sería interminable: Saldaño, Quirós, Dorado Montero y Cuello, entre otros, son un
claro exponente de juristas españoles de principios de siglo, preocupados por los aspectos
psicológicos del comportamiento delictivo. Muchas veces con exceso de confianza, tanta, que
la psicologización de la ley podía suponer la indefensión del acusado.
La primera obra española propiamente de Psicología Jurídica, que además fue titulada como
"Manual de Psicología Jurídico'', y resulta indudablemente un tratado sobre esta especialidad,
está escrita por el Doctor Emilio Mira i López, prestigioso psiquiatra barcelonés, en el año
1932.
En este manual, recoge las aportaciones de las diferentes disciplinas de la psicología al ámbito
del derecho, sin cerrarse a ninguna escuela: conductismo, psicoanálisis, personología,
gestalpsychologie, genética, evolutiva, neuro-reflexológica, constitucional o tipológica...
Además, en sus casi cuatrocientos páginas se preocupa de la psicología del testimonio, de la
obtención de la evidencia delictiva, de la comprensión del delito, del informe forense, de la
reforma moral y de la higiene mental. Y en cada cuestión define, explica medidas y comenta
los modernos métodos psicológicos de los años 30.
Su influencia fue notable tanto en juristas como en médicos, especialmente entre los médicos
forenses. Desgraciadamente Mira i López, como tantos otros intelectuales y científicos
españoles, tuvo que exiliarse en el año 39, con motivo del final de la Guerra Civil en España y,
con ello, se abortó el prometedor camino iniciado en el desarrollo de la Psicología Jurídica
hispana por este hombre pionero.
La Psicología Jurídica, a pesar de tan notorio inicio, también sufrió el terrible parón de la guerra
civil y la dictadura. Tras muchos años de oscurantismo científico y social en España, del que no
se libró la Psicología Científica, será la necesidad de aplicar la psicología al ámbito
penitenciario, la que provocará la creación, en el año 1965, del primer gabinete psicológico de
la Prisión de Madrid, a cargo de Jesús Alarcón. Ello llevó a la creación, en el año 1968, de la
central de observación penitenciario, centro estatal de clasificación penitenciario, donde
trabajaban psicólogos, educadores y juristas en grupo. Por esto mismo época, el Dr. Aragó, de
la Universidad de Barcelona, impartió algunos seminarios relacionados con la aplicación de la
psicología al mundo de la justicia.
En el año 1971, con la creación de la sección de Sociología y Psicología Jurídico del Colegio de
Abogados de Barcelona, posteriormente convertido en Instituto, va a retomarse un camino
durante mucho tiempo obstruido. Personas tales como Luis Muñoz Sabaté, Frederic Munné,
Ramón Bayés o Consol Martí, fueron trascendentales. En 1974, el Instituto saco a la luz una
publicación periódica titulado "Anuario de Sociología y Psicología Jurídica". Este instrumento
resultó apropiadísimo para la difusión de estudios, investigaciones y experiencias entre los
profesionales, tanto del derecho como de la psicología. En el año 1976, se celebran en
Barcelona las primeras Jornadas Internacionales de Psicología Jurídica de España, con la
participación de ponentes de muchos países europeos y americanos.
Desde Madrid, y bajo la sabia dirección de Víctor Sancha, se ha tenido el gran acierto de
publicar el Anuario de Psicología Jurídica, que sin duda será un importante instrumento de
consolidación profesional de esta disciplina, ya que, como el prólogo de su primer número
avanza, ha de servir de marco expresivo e identificativo de esta rama psicológica (A.P.J., 1991).
Al margen de las numerosas actividades académicas generadas por estos colectivos, son de
destacar también las actuaciones de difusión profesional en radio, TV, prensa y revistas
generales.
Otro buen paso hacia adelante ha sido la creación en Madrid, Barcelona y el País Vasco, de
turnos de intervención profesional por demanda directa de jueces y magistrados (parecido al
turno de oficio de letrados).
a) El movimiento asociativo.
Es desde esta última perspectiva que cabe agradecer el esfuerzo de catedráticos como Jiménez
Burillo y Clemente (Madrid), Seoane (Valencia) o Munné (Barcelona). Y alegrarnos porque
Jorge Sobral imparta una asignatura en la Facultad de Derecho de Santiago de Compostela, de
introducción a la Psicología Jurídica para futuros licenciados en Derecho. También en la
Universidad de Barcelona esta prevista la creación de una asignatura de Psicología Jurídica,
dentro de la especialidad de Psicología Social, bajo la responsabilidad de Frederic Munné, al
igual que en Madrid a cargo de Margarita Diges. Ha sido notorio el impulso recibido por la
psicología Correccional de manos de Vicente Garrido, de la Universidad de Valencia. Y de gran
consideración también la creación del Master de Criminología de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Castilla-La Mancha, que bajo la docta batuta de Cristina Rechea ha sabido
completarse de contenidos psicológicos, dirigiéndose tanto a psicólogos como abogados.
Esta proximidad entre las dos ciencias (jurídico y psicológica) ha sido notoriamente remarcada
desde antaño. Así pues, en el año 1903, Binet reivindicaba la creación de una ciencia que él
denominaba "psycojudiciaire".
Una de las barreras que hay que romper, tanto por parte de los psicólogos como por lo de los
juristas, es la normalización del lenguaje profesional. Los psicólogos sabemos bien lo sutil que
resulta a los corporativismos, refugiarse en las palabras propias y exclusivas de su profesión.
Valga de ejemplo, por citar uno cualquiera, lo denominación ''Código Penal", referido a una ley
de sanciones por la comisión de delitos o faltas. No me gusta el término penal, por otra parte
tan útil o insignes juristas para un sin fin de tesis doctorales, aun comprendiendo su utilidad en
el mundo del derecho. Probablemente a ellos tampoco les gustaría la psicologista
denominación de "tabla de estímulos aversivos para restringir comportamientos socialmente
no deseados". Y ustedes comprenderán que también sería útil esta terminología, aunque fuera
para recordar que los estímulos aversivos son los más inadecuados para potenciar cambios del
comportamiento (que es en el fondo de lo que se trata). Pero no me parecería lógico someter
a todos los ciudadanos a la tiranía de un lenguaje psicologizado.
Romper las barreras del lenguaje técnico y cerrado, para compartir y acordar conceptos, ideas
y pensamientos significa romper el miedo ancestral a perder el poder, en favor de ganar la
ciencia y la razón, y por ende al ciudadano.