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RESUMEN ESCRITURA DE LA VIOLENCIA: LA NARRTIVA DE HORACIO CASTELLANOS MOYA DE MARÍA DEL PILAR VILA

La narrativa centroamericana y caribeña de finales del siglo XX y comienzos del XXI se caracteriza por tomar la violencia
como centro de sus inquietudes. El Salvador, Honduras y Guatemala conforman una zona significativa para la
representación de esta temática en tanto expresión de la desesperanza y el descreimiento. En la década de 1990, después
de las guerras que sufrieron estos países, surge la llamada nueva narrativa centroamericana caracterizada por la estética
del cinismo, estética de la violencia o narrativa de posguerra. Se trata de una escritura que ficcionaliza historias de vida
marcadas por la marginalidad, el abuso y el engaño, articuladas con la resignificación de temas como la identidad, la
nacionalidad, la historia y la cultura. Los autores se focalizan en una sociedad derrotada que ha dejado de lado su ideario
revolucionario.

Horacio Castellanos Moya centra su escritura en un ámbito citadino hostil y degradante en el que la identidad nacional y
la centroamericana se disuelven al entrar en contacto con estructuras que violentan al hombre y contribuyen a
estereotipar y cristalizar la imagen de una sociedad que, en la práctica, es inexistente. Su corpus narrativo se centra en las
múltiples manifestaciones de la violencia.

"Insensatez", entre otros, es expresión de una mirada que diseccionar los distintos estamentos sociales de países carentes
de expectativa y en dónde la ausencia de emblemas o de modelos éticos constituye un rasgo distintivo.

Crecer en El Salvador le permitió ver a Castellanos Moya que tanto los procesos dictatoriales como la guerrilla son
responsables del desencanto en qué están inmersos los hombres y mujeres de la región. La idea de una sociedad sometida
a una constante inestabilidad socio-política sobrevuela en todas sus novelas.

Castellanos Moya orienta su escritura a hacer visible la manifiesta crisis de identidad cultural. La brevedad narrativa, la
palabra injuriosa y la deliberada escasez de datos son particularidades de su obra.

La mayoría de sus novelas ponen el foco en el "escenario de posguerra", el ámbito propicio para ficcionalizar un tiempo
de desesperanza y de decadencia, de procesos políticos que no dieron respuesta a los conflictos centrales del país y que
favorecieron la disolución del tejido social.

Castellanos Moya procura alejarse del testimonio y elige el relato ficcional para expresar su visión de una sociedad que se
deshilacha ante la pérdida de ilusiones y de proyectos.

La violencia está en el centro de su narrativa porque a través de ella da cuenta del modo en que la posguerra dejó sumidos
a los centroamericanos en una situación caracterizada por la pérdida de ilusiones. Acabadas las utopías, solo queda la
violencia desnuda de ideologías.

Pese al alejamiento del relato testimonial, en "Insensatez" se deslizan particularidades propias del mismo, aunque el
narrador intenta tomar distancia de lo narrado. El autor no procura darle voz a los "sin voz" ni hay intención de asumir la
representatividad de quienes carecen de ella, sino que estos solo tienen presencia en un informe en el que se documentan
centenares de masacres, quedando la voz colectiva subsumida por la del autor quien sobreimprime sus opiniones tando
del lugar al que hace referencia como de los comportamientos individuales.

La apropiación de la voz del otro no implica un modo de otorgarla sino la incorporación a su propia vida.

Trata de poner en escena su interpretación de la historia narrada y de la vivida en el presente y mostrar la pérdida de
confianza en la “verdad”. El clima de opresión y angustia nacido de la lectura de los espeluznantes relatos se desplaza a la
tensión en que vive el narrador.

Esta atmósfera agobiante está presente en los lugares donde transcurren los hechos y, a pesar de que las referencias a los
espacios físicos son escasas, la adjetivación es certera y crea un clima asfixiante.

El lenguaje se impregna de violencia. El narrador toma distancia del documento para aludir a las matanzas y considera de
modo más bien neutro la “calidad” del trabajo o “las frases sonoras”.
El texto desmiente a cada paso las condiciones del relato testimonial, aunque, engañosamente, se valga de ciertas señales
que generan en el lector la idea de estar frente a un discurso que recupera los aires del género.

En ocasiones reúne el mundo público y el privado y pone en escena el juego perverso en el que ambos se descalifican
mutuamente. Al articular los episodios del informe con situaciones de la vida privada del narrador, los hechos narrados se
impregnan de un cierto nivel de perversión. La palabra violenta la historia y violenta al género. La sobreimpresión de
acontecimientos privados en los episodios que se investigan conduce a quitarle estos hechos el patetismo que tienen y a
dotar las experiencias individuales de una relevancia casi injuriosa.

Si bien no se menciona explícitamente el nombre del país en el que transcurre la historia narrada en “Insensatez”, una
serie de datos diseminados permiten al lector identificar que se trata de Guatemala.

La ausencia de esperanza y la inutilidad de los esfuerzos por dar a conocer la verdad acerca de las matanzas y las torturas
sufridas por los habitantes de un país centroamericano quedan confirmadas en el escueto final de la novela, momento en
el que la apelación a un discurso (especie de telegram) cierra la historia: monseñor presenta el informe, a la noche lo
asesinan. Tragedia e Insensatez se unen a lo largo del relato.

El autor apela a distintos instrumentos de la violencia: a veces es la pasividad, otras veces el descreimiento en la identidad
nacional, haciendo visible la vulnerabilidad de los distintos actores. Las distintas versiones de la violencia se orientan a
señalar la frustración y el fracaso en el que se desenvuelven las historias privada y pública.

Se está en presencia de un relato que, más que testimoniar acontecimientos, procura indagar en las pasiones y en las
frustraciones individuales y en el que la denuncia no es un aspecto fundamental a tratar. Sí lo es entender que la violencia
es, además, consustancial a la escritura y a la lectura. Las repeticiones, el empleo de una sintaxis desordenada o la lectura
de las cuartillas con historias de matanzas son algunas de las formas en las que el lenguaje logra transmitir el clima violento
de todo el relato.

El lenguaje se desborda y la estructura narrativa se desarticula como una manera de expresar la violencia que impera en
todo el relato. Se apela para ello a la violencia sobre la sintaxis. Castellanos Moya afirma que la particularidad de su
escritura radica en la importancia que él le otorga a la intensidad de la voz narrativa y a la velocidad de la prosa.

En la mayoría de las novelas moyanas despliega una técnica narrativa que deja a la vista su idea de país y para ello recurre,
con una fuerte dosis de ironía, a un modo narrativo despojado que fortalece la crueldad con que se cuentan los hechos.

La circunstancia de que en todos los relatos no haya ninguna referencia a la añoranza por etapas perdidas porque no
existe un tiempo anterior que se procure recuperar, confirma que la posguerra no significó ningún cambio. En este punto
radica la máxima crueldad de la historia que se narra. Locura, sufrimiento pero también desarraigo y ausencia de
expectativas configuran el ámbito en el que se desenvuelven los protagonistas y el/los narrador/es de sus relatos,
mostrando la erosión que sufren los territorios violentos.

Sus novelas diagraman una sociedad carente de gestos épicos y marcada por un continuo descenso a los infiernos.

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