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HISTORIAS Y GEOGRAFÍAS %0

ESTADO BOLIVIANO
Y AYLLU ANDINO
Tierra y tributo en el Norte de Potosí
Tristan Platt:
Silvia Rivera Cusicanqui |Estudio introductorio
BIBLIOTECA DIGITAL

TEXTOS SOBRE BOLIVIA

AYLLU

HISTÓRICO

FICHA DEL TEXTO

Número de identificación del texto en clasificación filosofía: 746


Número del texto en clasificación por autores: 8763
Título del libro: Estado boliviano y ayllu andino. Tierra y tributo en el Norte de Potosí
Autor (es): Tristan Platt
Editor (es): Plural editores y BBB
Derechos de autor: ISBN: 978-99974-58-43-8
Imprenta: Artes Gráficas Sagitario
Año: 2016
Ciudad y País: La Paz – Bolivia
Número total de páginas: 218
Fuente: Digitalizado por la Fundación
Temática: Ayllu histórico
Tristan Platt

Antropólogo y etnohistoriador inglés. Estu­


dió filosofía y lenguas clásicas en Oxford,
antropología social en la London School of
Economies y lengua quechua en Comell
University. Realizó trabajo de campo con el
Gran Ayllu Macha, Norte de Potosí, entre
1970 y 1971.
Ha trabajado con la Universidad del Norte
(Arica), el Museo de Etnografía y Folclore
(La Paz), el Instituto de Estudios Peruanos
(Lima), el Archivo Nacional de Bolivia
(Sucre), el Instituto de Estudios Latinoame­
ricanos de Londres y con la Universidad de
Salamanca. Ha enseñado en los países de la
región andina, en México y en varios países
europeos. Es cofiindador del Grupo Avances
(La Paz, 1977). En 1988 fue contratado por
la Universidad de St. Andrews (Escocia), de
la que es Profesor Emérito.
Autor de Espejos y maíz (1976), Estado bolivia­
no y ayllu andino (1982), Estado tributario y
librecambio (1986), Historias unidas, memorias
escindidas (1997), Qaraqara-Charka. Historia
antropológica de una confederación aymara
(2006, con Thérèse Bouysse-Cassagne y
Olivia Harris), y de varias decenas de artícu­
los.
Fue Director de Estudios de la Escuela Supe­
rior de Estudios en Ciencias Sociales (eh ess ),
de París, entre 1986 y 1999, Becado por la
Fundación Guggenheim en 1996. Actual­
mente colabora con el programa de Histo­
ria de América “Mundos Indígenas” de la
Universidad Pablo de Olavide, en Sevilla.
E sta d o b o l iv ia n o y ayllu a n d in o
T ierra y tributo en el N orte de P otosí
Estado boliviano y ayllu andino
Tierra y tributo en el Norte de Potosí
Tristan Platt

Vicepreúdenófr dd Eatido
Presklenda de LaA&imbka Legislativa PlLifinMoruil
0
B I BLIO T EC A
BOLIVIA DEL B I C E N T E N A R I O
DE B O L I V IA
Platt, Tristan
Estado boliviano y ayllu andino. Tierra y tributo en el Norte de Potori
1. a edición. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 1982
2. a edición, La Paz: Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, 2016
224 p.; 15 x 23 cm (ensayo)
ISBN (tapa dura ): 978-99974-58-43-8
ISBN (tapa rústica ): 978-99974-58-44-5

Diseño de colección: Pilar Montesinos, Rubén Salinas, Sergio Vega Camacho


y José Manuel Zuleta
Ilustración de tapa: Melchor María Mercado, mediados del siglo xix
Mapas: Renzo Aruquipa Merino
Edición al cuidado de Plural editores y bbb
Derechos de la presente edición, mayo de 2016
© Tristan Platt
© Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia
Calle Ayacucho N° 308
La Paz, Bolivia
(591 2) 2142000
Casilla N° 7056, Correo Central, La Paz
Los derechos morales de las obras contenidas en el presente libro pertenecen a los
autores, herederos, causahabientes y/o cesionarios según sea el caso.
Primera edición en esta colección: mayo de 2016
4.000 ejemplares
Edición tapa dura:
Dl: 4-1-113-16 PO
isb n : 978-99974-58-43-8

Edición tapa rústica:


dl : 4-1-114-16 PO
isb n : 978-99974-58-44-5

Imprenta: Artes Gráficas Sagitario


Impreso en Bolivia
ín d ic e

P resentación [9]
E stu d io in tr o d u c to rio
E stado boliviano y ayllu andino , 30 años d espu és ,
por S ilvia R ivera C u sic a n q u í [i 5]
B ibliografía de T ristan P latt [35]
B iblio grafía m ín im a sobre T ristan P latt [45]
Sobre esta ed ic ió n [47]

E sta d o b o l iv ia n o y ayllu a n d in o
T ierra y tributo en el N orte de P otosí

Presentación a la primera edición [51]


Prólogo a la primera edición [55]
Prólogo a la segunda edición [65]
1. Los antecedentes del debate republicano [67]
2. El “antiguo régimen” tributario: Gobierno indirecto y
auge comercial, 1825-1880 [79]
3. Proceso y fracaso de la primera reforma agraria [107]
3.1. El “nuevo sistema rentístico”, 1874-1902 [107]
3.2. La resistencia de los ayllus de Chayanta, 1882-1885:
Dos perspectivas sobre la relación
entre comunidad y Estado [121]
4. El desenlace [135]
4.1. La expansión de la propiedad privada de la tierra
en el Norte de Potosí, 1881-1918 [136]
4.2. El “pacto” renovado: Antecedentes de la sublevación
indígena de Chayanta de 1927 [151]
5. Los ayllus frente a la segunda reforma agraria de 1953 [163]

[5]
6 Estado boliviano y ayllu andino

Biblio grafía [i s i ¡
A nexos [187]
i. Los linderos de los ayllus de Macha [189]
ii. Reclamo del recaudador de Macha Urinsaya
contra el colector de la 2.a sección de la provincia
Chayanta por tributos de yanaconas muertos
en la epidemia de 1856 [199]
ni. Proyecto para propender al desarrollo
de la agricultura en la provincia de Ñor Chayanta [203]
iv. Litigio sobre indios residentes en cantón
Poroma, departamento de Chuquisaca, que son
tributarios de cantón Tinguipaya, departamento
de Potosí [207]
v. Sobre tierras de Macha [213]
ín d ic e gráfico

Cuadro 1 Distribución multicantonal de los contribuyentes


de ocho ayllus de la provincia Chayanta en 1843 [90]
Cuadro 2 Cambios en el número de originarios, agregados,
forasteros y colonos en el Norte de Potosí, 1838-1877 [100]
Cuadro 3 Originarios, agregados, forasteros: Cambios relativos
entre 1843 y 1877 en el caso de ocho ayllus
de la provincia de Chayanta [102]
Cuadro 4 Contribución indígena del departamento de Potosí
como porcentaje del presupuesto
total del departamento [138]
Cuadro 5 Cuadro demostrativo de las tierras sobrantes y de
comunidades vendidas en subasta pública desde
la publicación del Supremo Decreto de 20 de marzo
de 1866 hasta el 31 de diciembre de 1869 [140]
Cuadro 6 Concentración de la propiedad privada en el Norte
de Potosí, por provincia y cantón, según el catastro
del año 1881 (valores en pesos) [141]
Cuadro 7 Distribución de las propiedades privadas por valor
calculado según cantón (valores en pesos) [144]
Cuadro 8 Colonos y comunarios en cantones con penetración
latifundista en 1877 (por cantón) [147]
Cuadro 9 Colonos de hacienda e indios de comunidad en 1877,
como porcentaje de la población tributaria
total (por cantón) [148]
Cuadro 10 Las ventas de las tierras de origen entre 1889 y 1918,
por provincia y cantón (número de ventas) [151]
Cuadro 11 Contribución territorial de los ayllus
del Norte de Potosí (en pesos 1963-1978) [177]

[7]
8 Estado boliviano y ayllu andino

Mapa 1 Ayllus y franjas étnicas del Norte de Potosí [69]


Mapa 2 División administrativa nacional del Norte de Potosí.
Cantones (pre-2009) [87]
Mapa 3 División administrativa nacional del Norte de Potosí.
Municipios [88]

Gráfico 1 La trama de parentesco en el pleito Fiqui-Salazar [168]


Presentación
La Biblioteca del Bicentenario
de Bolivia

Alvaro Garcia Linera

no de los principales problemas en la formación educativa


de los estudiantes tanto de nivel secundario como universi­
tario es, por decirlo de alguna manera, su relacionamiento
conflictivo con los libros; es decir, la dificultad que tienen para
apropiarse de la información y el conocimiento universal deposi­
tado en el soporte material de los textos impresos.
A lo largo de mi trabajo académico universitario, he podido
detectar diversos componentes de esta relación conflictiva. Uno de
ellos, el débil hábito de la lectura o, en otras palabras, el rechazo,
la negativa o resistencia del estudiante para dedicarle tiempo, es­
fuerzo, horas y disciplina a su acercamiento con el conocimiento,
de manera sistemática, rigurosa y planificada. La tendencia a bus­
car el resumen rápido en vez de esforzarse por sumergirse en la
narrativa del texto, a copiar del compañero en vez de escudriñar la
estructura lógica o los detalles de la argumentación de la obra, es
mayoritaria. Se trata de una ausencia de paciencia y disciplina men­
tal, y, a la larga, de una falta de aprecio por el trabajo intelectual,
que hace que el estudiante se aproxime al conocimiento universal
en distintas áreas -ciencias naturales, ciencias exactas y ciencias
sociales- de una manera superficial, mediocre y poco rigurosa.
Un segundo problema es la falta de comprensión de lo que se
lee, la carencia de métodos para una lectura que posibilite encontrar

[9]
10 Estado boliviano y ayllu andino

el núcleo argumental y sedimentar en el cerebro el conjunto de


información, procedimientos y resultados que están presentes en
los libros e investigaciones. Por lo general, la capacidad de compren­
sión -e incluso de retención- de lo leído es bajísima. Eso significa
que además del ya reducido esfuerzo que el estudiante promedio
despliega en la lectura, gran parte del mismo resulta inútil porque
ni siquiera consigue aprehender el núcleo argumental de lo plan­
teado o escrito por el autor.
Estos son problemas estructurales que se arrastran desde la
formación educativa escolar y que, por tanto, requieren de una
transformación igualmente estructural de la formación educativa
básica, de la disciplina educativa, de la facultad para construir ló­
gicamente los conceptos y de la inculcación de hábitos duraderos
de investigación y métodos de estudio.
Otro problema que también se presenta en la formación
educativa de los colegiales y, en particular, de los universitarios,
tiene que ver con el acceso a la información y documentación, y a
la disponibilidad de las publicaciones a fin de poder acceder a los
conocimientos que nos brindan.
Ciertamente existen libros útiles y libros irrelevantes. Sin em­
bargo, no cabe duda de que el texto escrito -ya sea bajo el soporte
material de impresión (libro impreso) o de información digitalizada
(libro digital)- representa, en la actualidad, el lugar fundamental
de preservación del conocimiento que los seres humanos han sido
capaces de producir en los últimos cinco mil años de vida social.
En todo caso, esto no niega la presencia de otros soportes de in­
formación como el que se encuentra, por ejemplo, en el cuerpo,
en la experiencia; mas, aun asi, la única manera de universalizar
y socializar ese conocimiento e información sigue siendo el texto
escrito; el libro.
El conocimiento, en calidad de bien común universal y no úni­
camente como sabiduría local, tiene su base material en los libros;
desafortunadamente, el acceso a ellos no es siempre universal. Por
ejemplo, en nuestro país, dado que generalmente los textos de ma­
yor referencia en el campo académico son de edición extranjera,
gran parte de ellos tienen costos elevados o son de difícil acceso
para los estudiantes. Adicionalmente, nuestras bibliotecas poseen
obras editadas décadas atrás y, muy excepcionalmente, de relevan­
cia para la formación académica. Por otro lado, nuestras librerías
Presentación 11

presentan una limitada disponibilidad de obras producidas en el


extranjero (no más de 20 ejemplares por cada título), cuyos únicos
destinatarios se convierten en un grupo de expertos; mientras que,
en el caso de las obras editadas en Bolivia, aquellas a las que se
tiene acceso no siempre son las más adecuadas o necesarias para
la formación educativa estudiantil. Entonces, las dificultades que
tienen los alumnos para acceder de manera directa a las publica­
ciones e investigaciones más relevantes, recientes, sólidas y mejor
elaboradas, que les permitan potenciar su formación académica
en las diferentes áreas de estudio, son notorias.
Con tristeza he podido atestiguar, en la universidad, que parte
de la autoridad académica de algunos profesores, lejos de sostener­
se en su capacidad intelectual o didáctica -y mucho menos en su
capacidad de síntesis o investigación-, se sustenta en la mezquin­
dad o el monopolio del acceso a ciertos libros necesarios para su
materia. He visto a profesores facilitar a sus alumnos simplemente
algunos capítulos de una obra importante, preservando para sí el
resto a fin de poder contar con un mayor conocimiento que ellos.
De hecho, algunos profesores conservan su autoridad académica
y su puesto no -como se podría esperar- gracias a su mayorxapa-
cidad de conocimiento e investigación, sino porque básicamente
restringen o conservan el monopolio de tal o cual investigación y/o
publicación, que difunden a sus estudiantes de manera selectiva (a
cuenta gotas) y no en su plenitud.
¿Cómo ayudar a superar estos límites de la formación acadé­
mica estudiantil y universitaria? ¿Cómo facilitar el acceso de los
estudiantes a las publicaciones más importantes, de manera rápida,
fácil y barata, para que coadyuven con su formación intelectual y
académica? ¿Cómo inculcarles la idea de que un buen alumno no
depende de su capacidad adquisitiva para la compra de determina­
dos libros o de la buena voluntad del profesor para proporcionarle
las respectivas fotocopias, sino de su formación en la construcción
de esquemas lógicos, de su capacidad de análisis, síntesis e inves­
tigación, y de su capacidad de sedimentación e innovación de las
investigaciones y/o aportes realizados en diferentes latitudes del
país o del mundo?
Esta preocupación constituye, pues, el punto de partida del
nacimiento de este destacable proyecto. Lejos de pretender la mera
publicación de 200 obras relucientes para ser guardadas en los
12 Estado boliviano y ayllu andino

rincones o anaqueles de algunas bibliotecas {particulares o perte­


necientes a instituciones públicas o privadas), sin utilidad alguna,
la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (b b b ) nace con una función
práctica muy clara: apoyar a ese trabajo de acercamiento profundo
a la lectura por parte de estudiantes, investigadores y ciudadanía,
en general, facilitándoles el acceso a las 200 publicaciones más
importantes y necesarias para la comprensión de la realidad boli­
viana en los últimos siglos.
¿Por qué 200 libros o publicaciones? En reconocimiento a los
200 años de independencia y fundación de Bolivia, cuya celebración
tendrá lugar el año 2025.
Nuestro deseo habría sido que ese objetivo (de acceso fácil,
rápido y barato de los lectores bolivianos y bolivianas a las 200
investigaciones más importantes del país) abarcara todas las áreas
de la formación académica (desde las ciencias exactas y naturales
hasta las ciencias sociales), pero queda claro que, en las actuales
circunstancias, esto resulta imposible.
Por ello, el trabajo de selección tuvo que enmarcarse a un con­
junto de estudios referidos a Bolivia a lo largo de los últimos 400 o
500 años que, en su mayoría, abarcan la historia social, económica
y política boliviana, aunque también se orientan al campo de la
literatura, la cultura y las artes, entre otras áreas.
Se trata de textos -muchos de ellos de difícil acceso- publicados
años atrás, pero nunca más reeditados; o publicados en otras partes
del mundo, pero de difícil acceso para el estudiante; o publicados
recientemente, pero con costos elevados y excluyentes. Nuestra
tarea consistió en juntarlos e incorporarlos en una biblioteca a la
que estudiosos e investigadores del país entero, pero, en particular,
jóvenes escolares, colegiales y universitarios, puedan acceder de
manera sencilla.
Para llevar adelante el proyecto con éxito, se tomó la decisión
de reunir a importantes -si no es que a los mejores- investigadores
y estudiosos de las distintas áreas de las ciencias sociales, artes y
letras para que, en un largo debate conjunto, ordenado a través
de comisiones temáticas, fueran seleccionando, a partir de los
cientos de títulos disponibles, esos 200 más importantes para la
comprensión de la historia de nuestro país.
Para nosotros fue determinante el hecho de que este proceso
de selección sea realizado con la mayor pluralidad posible. Por ello,
Presentación 13

los más de 30 notables estudiosos de la realidad boliviana (la mayor


parte de ellos residentes en territorio nacional y otros en el extran­
jero) invitados a conformar el Comité Editorial de la Biblioteca del
Bicentenario de Bolivia, trabajaron en base a un amplio catálogo
(que superó los mil títulos) elaborado gracias a sus sugerencias,
las de decenas de especialistas invitados y la participación directa
de la ciudadanía a través de la web del proyecto, en la selección
final de las obras.
Este gran esfuerzo colectivo y estatal por brindar a la juventud
estudiosa un material de calidad y decisivo para la comprensión de
la formación de la sociedad, el Estado, la economía y la estructura
social boliviana, en los últimos siglos, queda sintetizado en las si­
guientes cuatro colecciones que engloban las 200 obras seleccionadas:
1) Historias y Geografías (69 textos), 2) Letras y Artes (72 textos), 3)
Sociedades (49 textos) y 4) Diccionarios y compendios (10 textos).
La Biblioteca del Bicentenario de Bolivia no habría sido posi­
ble sin la participación comprometida de todas las personas que
apoyaron a su realización. Un agradecimiento especial al Director
del Centro de Investigaciones Sociales de la Vicepresidencia (cis),
Amaru Villanueva; a la Coordinadora Académica del cis, Xime-
na Soruco Sologuren; al equipo de la Coordinación General del
Proyecto; y, por supuesto, a todos los miembros del Comité Edi­
torial que trabajaron de manera gratuita en largas y apasionantes
reuniones durante más de seis meses, en procura de seleccionar
esas 200 obras imprescindibles para la comprensión de la historia
de nuestro país. Nuestros mayores reconocimientos para: Adolfo
Cáceres Romero, Alba María Paz Soldán, Ana María Lema, Beatriz
Rossells, Carlos Mesa, Claudia Rivera, Eduardo Trigo, Elias Blanco
Mamani, Esteban Ticona, Femando Barrientos, Femando Mayorga,
Germán Choquehuanca, Godoffedo Sandoval, Gustavo Rodríguez,
Hans van den Berg, Isaac Sandoval, Juan Carlos Fernández, José
Antonio Quiroga, José Roberto Arze, Jürgen Riester, Luis Oporto,
María Luisa Soux, Mariano Baptista Gumucio, Pablo Quisbert, Pedro
Querejazu, Pilar Gamarra, Ramón Rocha Monrroy, Roberto Choque,
Rubén Vargas, Verónica Cereceda y Xavier Albo.
Es indudable que toda formación pasa por el tamiz de la lec­
tura, estudio y abordaje del conocimiento depositado en los libros.
Y la bbb ha sido justamente imaginada como una herramienta de
estudio y de formación.
14 Estado boliviano y ayllu andino

Nuestro mayor deseo es que estos 200 libros no se queden


intactos y sin uso en el rincón de alguna biblioteca, sino que sean
leídos, debatidos y comentados por estudiantes e investigadores,
que sumergiéndose en el contenido de sus líneas y páginas (mar­
cándolas, subrayándolas, tomando o haciendo notas en sus bordes),
las puedan procesar, utilizar y transformar.
Si en los siguientes meses o años vemos a los jóvenes estudian­
tes agarrando una obra del Bicentenario en la mano, debatiendo
o reflexionando acerca de tal o cual idea o tal o cual capítulo;
entonces, el objetivo y la misión de la Biblioteca del Bicentenario
de Bolivia se habrá cumplido; ayudar a la formación de una nueva
generación de estudiantes con una mejor capacidad intelectiva, de
estudio, análisis e investigación en el ámbito de la realidad social
boliviana.
Estudio introductorio
Estado boliviano y ayllu andino,
30 años después
Silvia Rivera Cusicanqui

El mundo andino en la larga duración


La relectura de Estado boliviano y ayllu andino, tres décadas después
de su primera edición, me ha provocado una aproximación más
bien testimonial a la tarea de escribir estas páginas.
Recuerdo que en la segunda mitad de los años setenta un pe­
queño grupo de inquietxs1estudiantes de sociología e historia nos
refugiábamos en el Archivo de La Paz, a invitación del historiador
René Arze Aguirre, para huir de la tediosa letanía de la cátedra uni­
versitaria “reformada” por la dictadura y para explorar por nuestra
cuenta una “realidad nacional” de la que casi ya no se podía hablar.
Así conocimos a los antropólogos ingleses Tristan Platt (1944) y
Olivia Harris (1948-2009), que llegaban en los intervalos de largos
períodos de trabajo de campo en los ayllus Macha y Laymi-Puraka
del Norte de Potosí para dar conferencias y participar en debates
nocturnos, al filo del toque de queda. De todo ese proceso de inter­
cambios -que nos relacionó con historiadores sociales argentinos
como Enrique Tandeter y Juan Carlos Garavaglia, peruanos como
Pablo Macera y ecuatorianos como Andrés Guerrero- surgió el en­
foque innovador de la revista Avances, en cuyos dos únicos números,*1
* Socióloga y ensayista boliviana. Es autora, entre otros libros, del clásico Opri­
midos pero no vencidos (1984) -que es la obra 167 de la Biblioteca del Bicentena-
rio de Bolivia- y de Sociología de la imagen: Miradas ch'íxi desde la historia andina
{2015}.
1 Nota de los editores (n e ): La “x” en algunas palabras debe leerse como una
versión no marcada del género gramatical: por ejemplo, en este caso,
inquietxs puede leerse como “inquietas e inquietos" y, lo que es mejor, como
los dos al mismo tiempo.

[15]
16 Estado boliviano y ayllu andino

ambos de 1978, trabajó intensamente Tristan Platt, junto a otrxs


miembrxs del grupo.
No se hablaba aún de la investigación “interdisciplinaria”, ni
mucho menos “transdisciplinaria”, pero la propia fragilidad de las
disciplinas impartidas a nivel universitario (la Carrera de Antro­
pología de la Universidad Mayor de San Andrés [u m sa ] ni siquiera
existía) resultó siendo una ventaja, pues cruzábamos casi sin damos
cuenta las fronteras entre la sociología, la antropología y la historia,
y esa libertad fue clave en la educación autodidacta de toda una
generación de investigadorxs -aymaras, mestizxs, gringxs- que
tenía ante sí el desafío de repensar la historia para responder a
las interrogantes del presente. De hecho, las búsquedas de todxs
convergían en el afán de comprender a un mismo sujeto/espacio:
el mundo andino en la larga duración.

El refugio de don Gunnar M endoza


No solo el Archivo de La Paz, que dirigía René Arze Aguirre, sino
también el Archivo Nacional de Bolivia, que desde los años cua­
renta condujo sabiamente don Gunnar Mendoza, nos brindaron
un refugio ante la atmósfera asfixiante de finales de la dictadura
banzerista. La sucesión de golpes y ensayos democráticos que marcó
los convulsos años 1978-1982 nos confirmó también en la tarea de
descubrir, en los archivos y en las comunidades, realidades más
profundas y coherentes, formas de resistencia cotidiana y prácticas
políticas “desde abajo” que explicaran, entre otras cosas, la miopía
del Estado liberal y populista ante el mundo indígena como sujeto
colectivo y por ende su fracaso en la tarea de constmir una nación
viable y una convivencia posible entre sociedades/colectividades
diferentes. En las tertulias del Archivo Nacional de Bolivia, don
Gunnar nos contó cómo su padre había conversado en qhichwa con
Agustín Saavedra, el cacique apoderado de Yamparáez, apoyándolo
en sus trámites legales para defender las tierras de su comunidad,
en los albores de la rebelión de Chayanta de 1927.2Pero don Gunnar
2 n e : Malos tratos, cobros excesivos o ilegales, la amenaza sobre las tierras de
comunidad y la extensión del servido obligatorio fueron los desencadenan­
tes principales de esta sublevación indígena, la de Chayanta, que se inició el
25 de julio de 1927. El levantamiento afectó a los departamentos de Potosí,
Chuquisaca, Oruro y La Paz.
Estudio introductorio 17

era además un anfitrión cálido y dotado de una exquisita cultura


popular. En la choricería Las Bajos o en la quinta del Chez Ratón,
nos deleitaba con bailecitos de antaño y anécdotas de la La ilustre
ciudad (es decir, Sucre, según el título de una novela de Tristán
Marof), acuñadas en las tertulias nocturnas de la Academia de la
Mala Lengua, de la que era fundador.
Al calor de estas experiencias, en 1978 editamos en La Paz
un libro artesanal mimeografiado para rendirle homenaje en su
doble dimensión de persona excepcional y de investigador pro­
fundo y generoso, que no guardaba sus hallazgos para sí, sino
que los convertía en “bien común”, al servicio del conocimiento
y la comprensión de nuestro pasado colonial y republicano. Sus
ficheros, ordenados de un modo a la vez científico e idiosincrático,
facilitaban enormemente la búsqueda de un sinnúmero de temas
y se prestaban a enfoques de larga duración. De este modo, un
grupo de investigadorxs jóvenes pudimos hacer nuestras tesis con
las mejores herramientas: un extraordinario acervo documental,
meticulosamente ordenado, y las sugerencias y consejos que
recibíamos de él, mientras cortaba a mano hojas de cartulina
reciclada, sin dejar de hablar ni de escucharnos. Las fichas de
don Gunnar eran una obra de arte. No solo describían con preci­
sión el documento según su tipo {asuntos de tierras, demandas
de indios, problemas de jurisdicción, aplicación de normas y su
violación) y protagonistas, sino que contenían referencias cru­
zadas a otros documentos, según líneas de afinidad pertinentes,
que nos guiaban por rutas maestras de la búsqueda documental,
a las que enriquecíamos con meandros y desvíos propios. En
Estudios bolivianos en homenaje a Gunnar Mendoza (Chacón et al.,
1978) compartimos autoría con historiadorxs como Fernando
Cajías, Martha Urioste, Josep Barnadas, Thierry Saignes y René
Arze, con el economista Gustavo Rodríguez, con archivistas como
Mario Chacón (además de yo misma, que por entonces estudiaba
sociología en la u m s a ).
Tristan Platt aportó a esta obra colectiva con un detallado
análisis de dos mapas del siglo xvn, el de los indios de Pocoata
-uno de los grandes ayllus duales, colindante con Macha- y el de
un minero español que intentó instalar un ingenio y apropiarse
de sus tierras y aguas, además de su fuerza de trabajo. Allí podía
verse ya el choque entre dos principios cartográficos: el de la
18 Estado boliviano y ayllu andino

complementariedad y el equilibrio entre sus tres pisos ecológicos:


puna, chawpirana y valle, y el de la mirada unidireccional de la
cuenca en torno a los intereses de la explotación minera, un
conflicto que se ha agudizado en años recientes.

Un primera aproximación
A LA LARGA DURACIÓN ANDINA
En 1976, el c ipc a (Centro de Investigación y Promoción del Cam­
pesinado), por entonces bajo la dirección de Xavier Albo, había
publicado un trabajo seminal de Platt: Espejos y maíz: Temas de la
estructura simbólica andina, que marcó un antes y un después en
nuestro conocimiento del mundo andino. Este texto consideraba
la estructura de una comunidad (cabildo) del gran ayllu Macha a
través de la organización espacial de la casa, el calendario ritual de
los espíritus y númenes domésticos y los lazos hermenéuticos que
este mundo entretejía con la dualidad yanantin, un concepto que
parecía atravesar diversas esferas, desde el microcosmos familiar
inscrito en el cabildo, hasta el macrocosmos territorial del ayllu y
de la pacha andinos. A través de un minucioso estudio del léxico
asociado a esa palabra en diccionarios y vocabularios coloniales del
qhichwa y el aymara, Platt descubrió sentidos antagónicos que se
complementaban contenciosamente: ayuda y enemistad, solidari­
dad y sumisión, varón y mujer. Lejos de las especulaciones pachamá-
micas que caracterizan hoy la idea del par complementario, y más aún
de la idealización de un chachawarmi normativo que sancionaría la
dominación masculina, la idea de yanantin revelaba las complejas
disyunciones que atraviesan los conceptos abstractos de la lengua
qhichwa (y también del aymara) en tomo a la contradicción y rever­
beración de oposiciones que se desdoblan y proliferan. Las simetrías
y desdoblamientos dan así lugar a estructuras más complejas: el
triángulo y la cuatripartición, que se proyectan en homologías
escalares entre el microespacio comunal y el macroespacio del
antiguo imperio Inka. Supervivencias de estos procesos se hallaban
entretejidas en el lenguaje y en las prácticas textiles, agronómicas
y rituales de la vida cotidiana. Las reflexiones estructurales a que
dieron lugar estos hallazgos, compartidas y comparadas con las
de Olivia Harris, que trabajaba simultáneamente en el gran ayllu
Laymi-Puraka, nos dieron una primera aproximación a la larga
Estudio introductorio 19

duración andina y su reactualización en el presente etnográfico


de la década 1970-1980.

Cómo nació Estado boliviano y ayllu andino


Sin embargo, algo había de inconcluso o quizás ingenuo en esa
búsqueda de “continuidades” andinas de un primer pasado, cuasi
puro (inka, preinka y de la colonia temprana), búsqueda que pa­
recía ser la agenda principal de la etnohistoria. En un contexto
signado por la crisis social y política de fines de los años setenta
del siglo xx, Platt optó por abordar el siglo xix. Como él mismo
me lo contó en una entrevista reciente, le interesaba sobre todo el
impacto de las reformas liberales de fines de ese siglo, un período
oscuro y mal comprendido por la historiografía de la época, en
la que brillaban por su ausencia las fuentes locales y abundaban
los estereotipos eurocéntricos. Pero sobre todo, la historiografía
tradicional ni siquiera imaginaba la posibilidad de conectar la
lectura de documentos de los archivos con la etnografía de terre­
no. Con esta ventaja, además de una subvención para estudiar
la minería en el circuito potosino desde el siglo xvi hasta el xx,
Platt emprendió la indagación histórica que lo llevaría a escribir
Estado boliviano y ayllu andino. El trabajo en archivos le permitió
reconectar los espacios que la historiografía oficial había frag­
mentado al privilegiar la gran minería (y los circuitos de expor­
tación) e ignorar las iniciativas comerciales de las comunidades
indígenas, en las que esa historiografía quería ver, además, un
residuo arcaico, condenado a la desaparición (sea por la vía liberal
de la ciudadanía o por la reformista de la descampesinización).
Las circunstancias que rodearon la escritura de Estado boliviano y
ayllu andino me fueron relatadas así en una charla reciente por
correo electrónico:
El libro fue escrito en Sucre después de dos años trabajando (1977-
1979) en un proyecto sobre minería y campesinos (con Ramiro Molina
Barrios) y como informe para Naciones Unidas, antes de entrar en
el proyecto del iep [Instituto de Estudios Peruanos] sobre “minería y
espacio económico” con Carlos Sempat Assadourian, Heraclio Bonilla
y Antonio Rojas [cf. Assadourian etal., 1980). Terminé de escribir Estado
y ayllu en Sucre, en la segunda mitad de 1980, después del golpe de
García Meza.
20 Estado boliviano y ayllu andino

Estos datos podrían leerse como epifenómenos que una


historiografía superficial consignaría como “contexto” para una
producción dada, para un producto: un libro. Desde la perspecti­
va testimonial, se trata más bien de cartografiar la coyuntura en
que se produce ese “relampagueo” de conocimiento nuevo que
Walter Benjamin asoció con el advenimiento de un “despertar”
colectivo y con la tarea del intelectual comprometido (Benjamin,
1970). Este “contexto de descubrimiento” fue una constelación de
experiencias, intelectuales y políticas, que provocaron una crisis,
y a la vez una apertura, en el debate sobre el papel que habría
de jugar el mundo indio en la encrucijada boliviana. Toda una
generación de pensadorxs -aymaras, ch'íxis y europeos- se formó
a partir de esos procesos de “intercambio de saberes” y experien­
cias de conocimiento, en un contexto de sufrimiento colectivo e
inestabilidad política. De un modo particularmente agudo, pero
compartido con muchxs otrxs investigadorxs, el trabajo de Platt
contribuyó a demoler un siglo de certezas falaces que la ciencia
social dominante había acumulado, obsesivamente, bajo el rótulo
de “problema del indio”.

La constelación de pasado y presente


El itinerario de Platt tuvo también un elemento de azar, o quizás de
disponibilidad para entender las señales del destino. Sus andanzas
por las burocracias del desarrollo, el trabajo de escribir propuestas
de investigación, la asistencia a interminables reuniones y el arma­
do de su misma tesis habían comenzado años atrás con una serie
de “casualidades” -aquí las llamaríamos “regalos de la Pacha”- que
lo trajeron a Bolivia y lo llevaron luego a la Universidad de Cornell,
donde inició su aprendizaje del qhichwa, para volver a Bolivia, di­
rectamente al ayllu Macha. Durante su estadía en esa universidad
conocería a un personaje excéntrico, que había construido durante
décadas el que era quizás el fichero mejor organizado de lecturas
de la documentación publicada -y de mucha otra inédita- sobre el
primer siglo colonial en el virreinato del Perú: la biblioteca de John
V. Murra. La relación con Murra, mezcla de serendipity y destino, lo
conectó con una trayectoria vital intensa y políticamente compro­
metida que revelaba las utopías de la era postmacarthista en los
Estados Unidos, donde Murra había sobrevivido como emigrado
Esmdio introductorio 21

rumano, estudiante doctoral, militante libertario en la Guerra Civil


Española y profesor universitario “a contrapelo”.
John Murra, como se sabe, fue quien descubrió -al mismo
tiempo que Ramiro Condarco Morales-un modo particular andino
de organización espacial y política asentada en lo que llamó el
“control vertical de un máximo de pisos ecológicos”. Este sistema
-que conjugaba la economía con el mundo sagrado encarnado en
el paisaje y con la organización política- habría permitido a los
señoríos preinkas del Intermedio Tardío tejer nexos entre sí bajo
formas no estatales y no mercantiles de convivencia/contención
mutua, en un vasto espacio de lo que hoy es el Perú, Bolivia y
el Norte de Chile. Tal articulación, aunque profundamente des­
tituida de su escala territorial más amplia por obra de las trans­
formaciones coloniales y neocoloniales que se sucedieron desde
fines del siglo xvi, mostraba una supervivencia asombrosa en el
momento en que Platt inició su trabajo de campo en 1970-1971.
La noción de “supervivencia” debe entenderse aquí no como un
residuo arcaico de épocas preteridas, sino como una irrupción
qhipnayra del pasado en el presente, una suerte de “imagen dia­
léctica” {Benjamín) que Platt vislumbró conectando los hallazgos
de Murra sobre la antigüedad andina con su propia “observación
participante” en prolongada convivencia con familias y comuni­
dades del gran ayllu Macha.
El presente etnográfico y las nuevas rutas de análisis que en­
contró en los archivos articularon esa “constelación” del pasado en
el presente que permitió a Platt vislumbrar la realidad compleja
y contenciosa del ayllu, con sus escalas segmentarias a modo de
cajas chinas superpuestas, fundadas en una filosofía y una práctica,
a la vez adaptativa y beligerante, frente a los hechos que estaban
fuera de su control: el mercado y el Estado colonial-republicano. En
todo este proceso salen a relucir tanto la ceguera de las élites -que
al destruir el mercado interior socavan las bases materiales de su
propia modernidad- como la iniciativa histórica y la capacidad de
acción política de los ayllus, codificada en lenguajes corporales y
en prácticas beligerantes que reactualizaban la memoria del pacto
colonial post-toledano como base de la legitimidad de las autorida­
des estatales de la región, bajo un esquema de reconocimiento a
la autonomía jurisdiccional de los ayllus y a sus propios sistemas
de gobierno y tenencia de la tierra.
22 Estado boliviano y ayllu andino

LOS PROBLEMAS IRRESUELTOS


El libro se abre con una indagación histórica sobre los problemas
irresueltos del presente: el desconocimiento estatal de antiguas
formas de relación entre ayllus y Estado, que pervivían a fines del
siglo xx bajo la forma de pagos de tributo y ceremonias de recauda­
ción y entrega en la Prefectura de Potosí. Estas actividades, sujetas
a un riguroso calendario y envueltas en toda suerte de rituales y
libaciones, resultaron ser, en versión de Platt, los remanentes de
un antiguo “pacto de reciprocidad” que se habría instalado a partir
de las reformas del virrey Toledo en el siglo xvi.
Según este acuerdo tácito, sancionado por la repetición y la
costumbre, el Estado reconocería a las autoridades tradicionales
de los ayllus el autogobierno de sus jurisdicciones y el manejo
autónomo del régimen de tenencia de la tierra a cambio de lo
cual ellas entregarían un monto monetario denominado tasa,
además de prestaciones laborales y otros servicios a las autorida­
des civiles y religiosas (postillón, diezmos y primicias, servicios
personales, etc.). Sin embargo, incluso antes de ser abolida la
mit’a minera como medio de obtención -vía salario- del dinero
para pagar el tributo, los curacas del Norte de Potosí se embarca­
ron en vastos circuitos de comercialización de sus excedentes de
trigo, maíz y harinas, abasteciendo buena parte de la demanda
interna y a los mercados vecinos del Perú. Esta próspera econo­
mía regional, basada en un “modelo cacical de mercantilismo
agrario”, se vino abajo por las reformas liberales de los años
1870 que incluían el retiro de la “moneda feble”, una reforma
tributaria pretendidamente igualitaria, y que Platt denomina
primera reforma agraria del período republicano. Aludiendo al
discurso liberal miserabilista del Movimiento Nacionalista Revo­
lucionario, el mnr , en el contexto de la “segunda reforma agra­
ria”, la de 1953, el autor demuestra que el panorama de atraso y
desmercantilización rural se debió al viraje “metalocéntrico” de
la economía, que eclipsó y bloqueó el dinamismo mercantil de
las comunidades andinas. Para el autor, la agricultura “atrasada
y tradicional” del Norte de Potosí era un fenómeno reciente,
ya que la “marginación de los ayllus regionales ha sido obra
del gobierno boliviano; no representa un estado originario de
pobreza premercantil” (p. 57 en esta edición).
Estudio introductorio 23

Hasta fines del siglo xix, los ayllus norpotosinos eran el eje
de un vasto circuito de comercio regional e interregional de
granos y harinas, a partir de los excedentes comerciales que se
acumulaban más allá del pago de la tasa y que se revertían en la
habilitación de nuevas tierras y en la “producción de la circula­
ción” a través del transporte y la provisión de “bastimentos de
acarreo”, impulsando así una serie de procesos productivos en los
ayllus. El dinamismo de esta economía se reflejaba también en
el interior de los ayllus, en los que eran frecuentes los cambios
de estatus tributario entre los originarios, los forasteros con tierras
y los forasteros sin tierras, lo que permitía a las familias regular su
producción según la disponibilidad de tierras y de mano de obra
familiar y extra familiar.
Los procesos de acumulación económica y participación mer­
cantil de los ayllus se vieron violentamente interrumpidos por
las reformas liberales de los años setenta del siglo xix. La Ley de
Exvinculación del 5 de octubre de 1874 fue un eje central en este
proceso: una reforma tributaria y, a la vez, una modificación del
régimen de tenencia de la tierra. Al declarar abolidas las comu­
nidades o ayllus y al desconocer a sus matikus, kurakas o caciques
como sus representantes, la ley intentó imponer sobre los ayllus
una era de individualización ciudadana, por encima de entidades
corporativas que habían tejido por siglos un nexo colectivo entre
la libertad del mercado y la condición de tributarios coloniales al
Estado republicano.

Los EFECTOS DE LA PRIMERA REFORMA AGRARIA


La Ley de Exvinculación tuvo efectos diferentes según las regiones.
Su aplicación no fue posible sino hasta después de la Guerra del
Pacífico, a través de normas que instruían la realización de Revisitas
en todos los departamentos con población indígena.
En el altiplano de La Paz, las mesas revisitadoras ingresaron
subrepticiamente a las comunidades entre 1881 y 1883, y detrás
de ellas, los compradores de tierras. La ley había abolido a los
mallkus, curacas o caciques, que hasta entonces eran reconocidos
por el Estado como representación legítima de los ayllus. A partir
de la Revisita, solo se aceptaría que los ayllus pudieran gestionar
sus demandas a través de apoderados. La proliferación de falsos
24 Estado boliviano y ayllu andino

apoderados, que engañaban a las comunidades y les hacían fir­


mar papeles que no podían leer, o que simplemente fraguaban
contratos de compra-venta a espaldas de la gente, provocó la
pérdida de extensos territorios y la fragmentación de los ayllus.
Los hacendados ampliaron sus tierras al reclamar la devolución de
onerosos préstamos, supuestamente otorgados a los comunarios
para paliar la sequía de 1878-1879. En algunos casos, como en el de
la península de Taraqu, las tierras de los ayllus fueron confiscadas
coactivamente: el entonces presidente Ismael Montes hizo secues­
trar a sus autoridades y las obligó a poner sus huellas digitales en
los documentos de transacción (Mamani, 1991).
En el altiplano aymara, la resistencia tuvo dos oleadas intensas,
que llegaron a su clímax en las rebeliones de 1899 y 1921. Entre
1880 y 1898, un vasto movimiento de apoderados indígenas intentó
defender sus derechos en las oficinas administrativas y legislativas
del Estado. Fracasadas esas tentativas, los ayllus se aliaron a la opo­
sición y sus ejércitos dieron la victoria a los liberales, a la cabeza
del general Pando, en la Guerra Civil de 1899. Pablo Zarate Willka,
y los apoderados indígenas que apoyaron a las tropas federales del
norte, fueron traicionados y sus principales líderes asesinados. El
movimiento tardaría más de una década en recomponerse. Hacia
1912 surge en el altiplano de La Paz una red de caciques-apoderados
que, si bien no logró revertir la usurpación de tierras y la forma­
ción de grandes latifundios, sí pudo detener su avance y preservar
muchos ayllus y markas del sur del departamento de la voracidad
de la oligarquía paceña. Ellos tuvieron que luchar no solo con los
grandes hacendados y el ejército, sino también con los vecinos
mestizos de los pueblos y con las autoridades administrativas y
judiciales de las provincias.
La situación en el Norte de Potosí era totalmente distinta. Los
grandes ayllus de la región, antes pertenecientes a la confederación
Qaraqara-Charka, continuaban poseyendo territorios en varios can­
tones y provincias bajo un esquema multiecológico que tenía sus
núcleos en la puna y sus “islas” entremezcladas en el piso ecológico
intermedio y en los valles. Por otro lado, en el Norte de Potosí los
hacendados eran relativamente débiles y sus tierras se hallaban
confinadas a determinados cantones. Sus posibilidades expansivas
eran limitadas, rodeados como estaban de comunidades compactas
y beligerantes. Incluso los vecinos mestizos de los pueblos se aliaron
Estudio introductorio 25

a los ayllus norpotosinos ante la amenaza de que los terrenos que


consiguieron mediante diversos tratos con los comunarios les
fueran expropiados. Las propias autoridades provinciales y depar­
tamentales no estaban de acuerdo con una reforma tributaria que
las privara del principal sustento de las finanzas departamentales a
cambio de un incierto “impuesto catastral” que ni los hacendados
estaban dispuestos a pagar.
Todo ello dio lugar a que la Ley de Exvinculación y la Revisita
fueran percibidas como amenazas aun antes de haberse instalado
las mesas revisitadoras que intentaran ponerlas en práctica. No hubo
por eso lugar a que surgieran apoderados fraudulentos: los curacas y
jüanqus siguieron siendo los representantes legítimos de los ayllus y
continuaron entregando la contribución en la forma ritualizada de
costumbre. Los intentos coercitivos de ingresar a las comunidades y
distribuir títulos individuales de las tierras fueron resistidos con igual
violencia y la Revisita tuvo que paralizar operaciones en 1902.
Pero la victoria de los ayllus no fue total, pues estuvo acompa­
ñada por la quiebra del comercio regional e interregional de granos
y harinas y la ruina del mercado interior, que se vio inundado de
alimentos baratos comprados con las crecientes exportaciones
de minerales. Y la alianza mestizo-india fue solo momentánea: el
catastro permitió a muchos vecinos de los pueblos legalizar sus
tierras y acogerse voluntariamente a la ley que los ayllus habían
rechazado. Se configuró así en la región un esquema de poder frag­
mentado, en manos de estos nuevos intermediarios del Estado, que
se convertirán en “patrones colectivos de los ayllus” (p. 59 en esta
edición). Esta estructura resultaría luego funcional al control des­
pótico que impuso el m n r en los ayllus norpotosinos en la década
del cincuenta, un control que sin embargo estuvo confinado a los
valles pues en la puna continuaban vigentes los curacas y jüanqus.
Fue en casa de uno de ellos, el curaca Agustín Carvajal, donde Platt
se alojó al final de su primera estadía de 15 meses en la región. Lo
visitaría regularmente en los años siguientes.

U na victo ria paradójica


Los ayllus norpotosinos -relativamente arcaicos y encerrados en sí
mismos- que encontró Platt a principios de los años setenta son el
resultado de esa su paradójica victoria. Sus curacas vieron derrotado
26 Estado boliviano y ayllu andino

el proyecto de modernidad india que habían construido durante


siglos, sustentado en mercados regionales e interregionales de
vasto alcance y mediado por una relación cíclica con el paisaje. Se
convirtieron desde entonces en entidades corporativas, volcadas
a la reproducción interna de sus habitus culturales y de su relación
calendárica con la naturaleza a través de la agricultura, el pastoreo
y el rito.
Al haberse sumergido Platt en la realidad cotidiana de un ay­
llu menor del gran ayllu Macha, al comprender su idiosincrasia y
hablar el idioma de la gente, al participar en sus ritos y trabajos du­
rante dos ciclos anuales de producción y fiesta, pudo vislumbrar la
alteridad viviente de los ayllus y la vigencia de una episteme propia,
fundada en una práctica milenaria de ocupación/transformación
del espacio. Pero también su incursión en el pasado le permitió
percibir de modo lúcido la fragilidad de los ayllus ante la amenaza
latente de nuevos asaltos modernizadores por parte del Estado. Y
estos no tardarían en llegar: lo hicieron con la Ley de Participación
Popular, una década después.
Agustín Carvajal, el curaca que fue su anfitrión, tenía dos
hijos: Santiago y Gregorio. El mayor -que fue gran amigo de Platt-
murió muy joven. Por eso, a la muerte de don Agustín, en 1985,
el cacicazgo pasó a Gregorio, que lo ejerció hasta 1994, cuando
fue destituido de su cargo en un efecto de la Ley de Participación
Popular. Desde entonces predomina en la región la organización
sindical, que sobre todo se ejerce a niveles intermedios y altos
(subcentral, central, federación), conectados al aparato estatal. Si
bien en los cabildos quedan aún huellas de las formas ritualizadas
del ejercicio de la autoridad indígena, el monopolio sindical sobre
las relaciones con el municipio y con el Estado ha relegado las for­
mas tradicionales de comportamiento comunal a la condición de
residuo arcaico (aunque también son el núcleo de formas nuevas
de resistencia).
Los ayllus continúan hasta hoy con la entrega del antiguo tri­
buto, pero ya no lo hacen a la Prefectura, sino a la central sindical
de la provincia. Con ello, una relación -a la vez consensuada y
contenciosa- de reconocimiento mutuo entre las autoridades de
los ayllus y las autoridades del Estado se ha transformado en la
imposición de un modelo clientelar y prebendal de subordinación
de los ayllus a las directivas sindicales, manejadas por una nueva
Estudio introductorio 27

generación de “mozos” y campesinos aculturados, disponibles y


dispuestos a las manipulaciones del poder.

LOS SISTEMAS EN JUEGO


En el momento en que yo realizaba mi trabajo de campo -en el
ayllu Pasa de la marka Qalakutu de Pacajes- el sistema de uso y
control de tierras de las aynuqas del altiplano paceño revelaba ya
los signos de una crisis desencadenada por el proceso de su par­
celación. Esta parcelación e individualización de las tierras, que
había sido férreamente resistida por los ayllus del altiplano bajo
1a figura de los títulos “proindiviso” durante la Revisita de 1881 y
que había sido igualmente rechazada durante la Reforma Agraria
de 1953, se estaba por fin llevando a cabo, por voluntad propia
de los comunarios. Fui testigo de la parcelación de las aynuqas en
un mapa que me mostraron en la estancia Vizcachani en 1976. La
estancia tenía varias aynuqas, distribuidas entre los micronichos
ecológicos de “pampa” y “rinconada”, que producían papa, oca y
cebada y al entrar en barbecho permitían alimentar al ganado. El
ciclo de pastoreo se completaba con otros espacios comunes en dos
micronichos ecológicos adicionales, donde se ejercían los “derechos
de uñjt'a” de cada familia: el páramo o “parara” y los bofedales a
orillas del río que cruzaba la estancia.
La racionalidad ecológica del sistema de aynuqa/anaqa, que com­
bina los ciclos agrícola/ganaderos para obtener el máximo de (re)
productividad de la tierra y las aguas, tiene que ver con dos factores.
El primero: la dispersión de un gran número de parcelas familiares
(qaüpas) -entre las distintas aynuqas y en el interior de ellas- permitía
minimizar el riesgo del granizo y la helada, que vienen en oleadas
y castigan porciones continuas de terreno. Si la tenencia parcelaria
integraba todas las qaüpas de cada familia en un solo espacio conti­
nuo, algunas de ellas perderían toda la cosecha, en tanto que otras
gozarían de abundancia. La minimización del riesgo operaba aquí
sobre la base de la redistribución del infortunio: todas las familias
verían afectada alguna porción de sus dispersas qaüpas, pero de igual
manera, tendrían asegurada la cosecha en aquellas que se libraran
de los fenómenos climáticos adversos. El segundo: la dispersión de
qaüpas dentro de cada aynuqa, y entre las aynuqas en cultivo cada año,
permitía el escalonamiento de la siembra a lo largo de un período
28 Estado boliviano y ayllu andino

de dos a tres meses, de manera que las lluvias tempranas lograban


regar una parte de los cultivos, y las lluvias tardías, otra, lo que
permitía salvar la mayor parte de la cosecha.
Sin duda, el sistema de aynuqa en Pacajes era un diseño sofisti­
cado de minimización de riesgos y maximización en el uso de los
factores de producción, que se adaptaba perfectamente a la dispo­
nibilidad de fuerza de trabajo familiar y comunal, al conocimiento
de los diversos tipos de suelos y ecosistemas y a la organización
política y ritual de la comunidad. ¿Por qué entonces decidieron
deshacerse de un sistema que les aseguraba una productividad
óptima y una protección ante los riesgos?
En los años setenta se había intensificado la oleada migratoria
del campo a la ciudad y muchas comunidades del altiplano habían
visto reducida su población, principalmente de varones jóvenes en
edad productiva, que dejaban su tierra en manos de parientes o
ahijados y se rehusaban a cumplir con los cargos y tareas que de­
mandaba el sistema de derechos y deberes propio de la comunidad.
Para no perder su derecho a la tierra, los residentes en la ciudad de
La Paz y en las zonas de colonización compensaban su ausencia
en asambleas y trabajos comunales con el apoyo en la realización
de trámites burocráticos en la ciudad, con el aporte de productos
y fuerza de trabajo solo en algunos momentos del ciclo agrícola y
principalmente con el auspicio de fiestas patronales. Esta desaten­
ción de los ciclos productivos puso en crisis el sistema de aynuqa
y la parcelación resultó la solución más fácil pues permitía refun-
cionalizar la relación entre estantes, que vivían permanentemente
en la comunidad, y residentes, que vivían en las ciudades y en zonas
de colonización. Las parcelas, pese a estos cambios, intentaban
todavía reproducir la lógica “vertical” del anterior sistema: tenían
la forma de una larga franja que atravesaba todos los micronichos
ecológicos del territorio de la estancia. Así, cada familia mantenía
su acceso a los bofedales en las orillas del río, a las pampas arenosas
que se alejaban hacia los cerros, a las rinconadas que protegían
los cultivos del viento y del frío en las laderas montañosas, a los
laberínticos pasajes de “ciudad de piedra” que llevaban hacia los
sitios de pastoreo de verano, en el piso ecológico del páramo.
En una comunicación reciente, Tristan Platt me ha confirma­
do que en el ayllu Macha del Norte de Potosí el sistema de mantas
(equivalente a las aynuqas del ayllu Pasa de Pacajes) continúa en
Estudio introductorio 29

vigencia solo a nivel de cabildo (o ayllu mínimo) y como sistema de


cultivo en el que se articula un ciclo ritual intenso, pero mayormen­
te doméstico, asociado al santoral católico y a los momentos críticos
del calendario agrícola. También sobrevive la relación entre puna y
valle, aunque acosada por conflictos jurisdiccionales y orientaciones
culturales divergentes. La representación de los comunarios más
allá del cabildo está, en cambio, enteramente en manos de los sin­
dicatos, cuyos niveles centrales administran el tributo de los ayllus
como en tiempos coloniales, pero ya despojados de toda noción de
“pacto de reciprocidad”. El sindicalismo es además una suerte de
cultura ciudadana que impone modas y conductas, sobre todo entre
lxs jóvenes. Las mujeres ya no tejen su ropa salvo en la región de
altura y pastoreo; en la puna baja, por la influencia de los “mozos
de Castilluma”, casi todo el mundo usa ropa industrial comprada
en la feria. Los atuendos tradicionales sirven para los ocasionales
ejercicios de exhibicionismo estatal “plurinacional”.

El pasado de Q araqara -C harka


Y EL DISCURSO ESTATAL “PLURINACIONAL”
Con la intención de optimizar hoy la lectura de Estado boliviano
y ayllu andino, quiero constelar el pasado Qaraqara-Charka con
las formas contemporáneas del discurso estatal “plurinacional”.
¿Cómo afectó la reconstitución de los ayllus a este proceso de
disgregación progresiva que en Macha ha logrado desarticular los
niveles macrorregionales de autogestión territorial hasta reducir­
los al nivel de ayllu menor y de cabildo y que en Pacajes penetró
incluso en el interior de la estancia y culminó en la parcelación
familiar de las aynuqas?
Sin duda, hay elementos comunes entre la estancia de Pasa
y el cabildo de Macha. Por ejemplo, en ambos la tierra es de
quien pasa cargos. Es decir, la pertenencia de la gente (jaqi, runa,
hombre/mujer) se determina por las obligaciones y compromisos
con la comunidad, sujetos al control de la asamblea. Esto se sigue
dando a nivel de cabildo (Macha) y a nivel de estancia (Pasa). La
pervivencia de este sistema se funda en el hecho de que no es
la condición de jaqifruna (persona) la que determina la tenencia
de la tierra, sino al revés: es la tierra la que define el estatus y la
condición de pertenencia de las familias o personas que la tra­
30 Estado boliviano y ayllu andino

bajan. ¿Cómo afectó a estos esquemas de autogobierno el hecho


de que se fundaran organizaciones de ayllus a escala regional,
departamental y nacional, conformando el Consejo Nacional de
Markas y Ayllus del Qullasuyu (c o n a m a q )? ¿Qué influencia tuvo
este proceso organizativo en la resignificación de las formas co­
munales de organización social y autogestión?
En los años noventa -y en parte por el impulso de organizacio­
nes urbanas como el th o a (Taller de Historia Oral Andina), en La
Paz, y a su r (Antropólogos del Sur Andino), en Sucre- se empiezan
a fundar en el altiplano las primeras organizaciones federativas de
ayllus: fasor (Federación de Ayllus del Sur de Oruro), facopi (Federa­
ción de Ayllus y Comunidades de la Provincia Ingavi), Jach’a Karanqa
(provincia Carangas), y Jach’a Suyu Pakajaqi (provincia Pacajes).
Pronto, estas organizaciones se transformarían en interlocutores
directos de fundaciones que proveían financiamiento (principal­
mente Oxfam-América). En 1997 organizan un Consejo Nacional,
llamado c o n a m a q , que se funda el 22 de marzo de 1997 en un
gran cabildo en la marka Challapata, Oruro. A estas organizaciones
fundadoras se sumarían pronto los suyas Charka y Qaraqara.
La estructura orgánica del c o n a m a q se inspira en el sistema
de tumos rotativos vigente a nivel de estancias y ayllus menores
e instituye una sucesión consensuada de las autoridades, que asu­
men además una modalidad dual, el chachawarmi o liderazgo de la
pareja en el ejercicio del cargo. Está conformado por 16 suyus o
“naciones” indígenas cuya existencia fue reconstruida, precisamen­
te, gracias a los conocimientos producidos por una generación de
investigadorxs -la de Tristan Platt, Olivia Harris, Thérèse Bouysse-
Cassagne y Thierry Saignes- que elaboraron los primeros “mapas
étnicos” a partir de documentos coloniales. Es gracias a estos docu­
mentos que las organizaciones de ayllus pudieron reconstituir sus
territorios (fragmentados por fronteras provinciales, cantonales y
departamentales), territorios que el Estado y los aparatos sindicales
habían disociado por décadas.
En los niveles intermedios y cupulares de las estructuras
confederativas, sin embargo, el proceso regresa otra vez a una
homogeneización de las diferencias por la primacía de lo político
(i.e.: los “estatutos orgánicos” que se vuelven obligatorios en todos
los niveles). Y esta primacía se expresa en el c o n a m a q , que re­
constituye los “ayllus”, “markas” y “suyus” (las 16 naciones o suyus
Estudio introductorio 31

que forman la organización) desde arriba y en competencia con el


sindicato. La funcionalidad del gobierno “autónomo” de los ayllus
se ve permanentemente trabada por el Estado, lo que subordina los
liderazgos a fuerzas externas de diversa índole y permite encajar a
los ayllus y suyus en un modelo homogéneo y homogeneizante del
funcionamiento de la episteme propia, modelo mezclado aquí de un
modo contradictorio con una diversidad de prácticas rotativas y
rituales que siguen nutriendo el ethos del “buen gobierno” en los
niveles de base.

Las otras generosidades de Platt


El aporte de los mapas étnicos de Platt y de su minuciosa recons­
trucción de la historia larga de los ayllus norpotosinos me permite
cerrar esta presentación de Estado boliviano y ayllu andino con una
reflexión sobre sus aportes como archivista y sobre su generosidad
(pues siempre puso a disposición de un amplio público los docu­
mentos que iba encontrando en los archivos).
Ya habíamos mencionado los dos mapas que analizó para el libro
de 1978 en homenaje a Gunnar Mendoza, mapas que sin duda reve­
lan principios cartográficos opuestos. Pero más recientemente, en
2006, en un esfuerzo conjunto con Olivia Harris y Thérèse Bouysse-
Cassagne, publicó la monumental compilación Qaraqara-Charka.
MaUku, Inkay Rey en laprovincia de Charcas (siglos xv-xvii). En esta obra se
alternan ensayos interpretativos de lxs autorxs con una importante
selección documental temprana que permite reconstruir los períodos
preinka e inka de la confederación Qaraqara Charka y delimitar sus
respectivas jurisdicciones. El estudio contiene numerosos mapas, de
diversa profundidad histórica, que revelan las transformaciones y
reordenamientos que sufrió este espacio-territorio desde su pasado
preinka como sociedad guerrera, su anexión al Tawantinsuyu y su
participación en una suerte de “pacto” con los españoles con la
entrega de las minas de Porco (1538) y Potosí (1545).
El libro, que se luce por su grosor, está en la biblioteca de mi
sala. Ahí mismo recibí una vez la visita del tata Fidel Condori, del
conamaq “orgánico” que acababa de ser despojado de su sede en
el barrio de Sopocachi de la ciudad de La Paz. El tata Fidel tomó el
libro con gran familiaridad y me mostró varios mapas. Me contó
cómo habían reconstituido el suyu Qaraqara y recuperado la juris-
32 Estado boliviano y ayllu andino

dicción sobre sus tierras de puna y valle usando los documentos


del libro compilado por Platt, Harris y Bouysse-Cassagne. Después
de esa conversación me di cuenta de que se había producido una
constelación qhipnayra, un relampagueo de conocimiento en el que
la irrupción del pasado (inka y preinka) en el presente continua­
ba iluminando la conciencia renovada de un “nosotros” posible.
Un “nosotros” que encarnaba en el espacio y reactualizaba un
cosmos integrado de pertenencias e interrelaciones. Y también
me di cuenta de que el tata Fidel encamaba esa memoria en su
cuerpo, en su aproximación a mi awicha Jakima, en su manera de
ofrecer y dar la coca, en su interpretación y complementarían de la
cartografía del libro.
Una constelación parecida ya había ocurrido antes. En los
años ochenta, con el Taller de Historia Oral Andina (t h o a ), des­
cubrimos el archivo cacical de Santos Marka T’ula en manos de
su hijo Ignacio, que vivía en la marka de Qallapa (sur de Pacajes).
En ese archivo figuraban los documentos coloniales de composición
y venta, los amojonamientos de sus ayllus y markas, las listas de
tributarios y mit’ayos, los memoriales de agravios y el recuento de
los servicios prestados a la Corona. Desde esta “memoria larga”, los
ayllus de cinco departamentos de la república pidieron en 1919, al
Poder Judicial, la “revisión de límites” entre la república de indios
y la de las haciendas de los q'aras que había invadido los ayllus
en forma ilegal y violenta (Rivera, 1991). El trabajo documental
que realizamos en el Archivo de La Paz y en los archivos cacicales
provinciales nos permitió vislumbrar otra forma de organización
social y política, basada en otras semánticas y cartografías. Y este
fue un proceso paralelo al autoconocimiento del pasado que se
generaba en las propias comunidades, donde más de un cacique
había sobrevivido en la memoria de los kataristas e indianistas
que se afiliaron a la Central Obrera Boliviana en 1979. A lo largo
de esta cadena de transmisión de conocimientos históricos, de
este diálogo entre aymaras rurales y urbanos, se fue dando un
proceso de “reconstitución de los ayllus”, alentado por organi­
zaciones no gubernamentales aymaras como el t h o a , y que dio
lugar a la formación de los suyus f a c o p i , Jach’a Pakajaqi, Charka,
Qharaqhara, Sura y las otras 11 circunscripciones indígenas que
forman el c o n a m a q .
Estudio introductorio 33

S in perder la fe
La labor de documentalista y de difusor que sigue ejerciendo Platt
tiene aún otra vuelta de tuerca en esta historia. Él estuvo en Macha
por última vez el 2014 y en una fiesta alguien le dijo: “Yo no creo
que sirvan para nada estos papeles viejos”. Y él le respondió: “Ah, fe
chinkasqa” (“has perdido la fe”). Estaban por quemar el archivo del
cacique Agustín Carvajal. En una operación de emergencia, retomó a
Macha junto al archivista Luis Oporto y rescató el archivo, lo ordenó y
transfirió a un formato digital (que pronto podrá ser consultado).
En un gesto qhipnayra, no he perdido la fe, y creo que Platt
tampoco, de que también esos documentos harán otra vez despertar
la memoria de la gente para que en un futuro no lejano las nuevas
generaciones recuperen los fundamentos de su accionar histórico
y político en el espacio de paisajes sagrados y comunitarios. Lo
que llamamos episteme -esa brasa escondida de alteridad civiliza-
toria- se inflamará de nuevo entonces para revertir los procesos
de avasallamiento que, bajo las rúbricas de la “lucha contra la
pobreza” o del “indio permitido”, buscan derrotar la emancipación
indígena y colonizarnos por dentro. Pionero en una generación de
investigadorxs, Platt exploró a fondo, en sus riesgos y disyunciones,
pero también en sus enseñanzas filosóficas, en sus formas éticas
y estéticas, en sus ordenamientos cósmicos y de género, y en los
avatares de su historia, esa otra episteme que pugna por sobrevivir a
la mercantilización-estatización de lo indígena y a la expropiación
de la plusvalía simbólica producida por sus luchas.
Gracias, j ilata.
34 Estado boliviano y ayllu andino

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4 n e : Para ilustrar la considerable influencia, directa o indirecta, de los estudios


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[45l
46 Estado boliviano y ayllu andino

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[Ver pp. 77-83].
Sobre esta edición

P
ara esta edición, corregida y aumentada por el autor, se han
eliminado erratas e inconsistencias de la primera, publicada
en Lima por el Instituto de Estudios Peruanos en 1982. Ade­
más de una revisión general del texto, se han adecuado las formas
de citar, el índice, la bibliografía y la presentación gráfica (cuadros,
mapas y un gráfico) a la norma de la colección de la Biblioteca del
Bicentenario de Bolivia (b b b ).
Bajo la dirección del autor, se han reelaborado por completo
dos mapas y se ha añadido el Mapa 3 “División administrativa na­
cional del Norte de Potosí: Municipios”. Del mismo modo, se han
corregido o precisado algunos datos estadísticos de cinco cuadros
(1, 3, 5, 6 y 7) y se ha incorporado un índice gráfico general. Esta
labor ha sido realizada de forma conjunta entre Plural editores y
el equipo editorial de la b b b .

(47]
Estado boliviano y ayllu andino
Tierra y tributo en el Norte de Potosí
Presentación a la primera edición

Una de las instituciones esenciales de la sociedad rural andina es la


llamada “comunidad de indígenas”. Con un pasado prehispánico,
pero reestructurada por las autoridades coloniales alrededor de
1550 como un mecanismo para facilitar la asignación de la fuerza
de trabajo a las principales unidades productivas, esta institución
atravesó por profundos cambios durante todo el período colonial.
Las expresiones de estos cambios fueron la intensificación de la
diferenciación campesina, la alteración de sus vinculaciones con
el mercado, la transformación del papel político de sus miembros,
el nuevo contenido y significado de la cultura andina. Los estudios
antropológicos realizados en el área andina a partir de la década
de 1940 permiten detectar la presencia de estas instituciones
cumpliendo aún roles significativos, pese a que sus estructuras
internas fueron modificadas como consecuencia del incremento
de la mercantilización de sus economías.
En esta larga trayectoria histórica, constituye todavía un enig­
ma la estructura y el funcionamiento de estas comunidades de
indígenas en el siglo xix. La ideología que animó la acción de los
Libertadores era incompatible con la persistencia de instituciones
que frenaran la libre circulación de la tierra y que impidieran la
constitución de una sociedad de pequeños propietarios. De ahí que
la legislación agraria de los primeros años de la República apuntara
directamente a la cancelación de este tipo de comunidades. No
es menos cierto que decisiones de esta naturaleza prepararon el
camino, al romper la protección otorgada por el Estado colonial,
para la expansión de los grandes latifundios aledaños y para la
[51]
52 Estado boliviano y ayllu andino

constitución de un mercado más o menos libre de fuerza de traba­


jo. En lo esencial es este un proceso que adquiere sus ribetes más
precisos en el último tercio del siglo xix. Es este proceso el que
fundamenta el juicio de algunos observadores, quienes sostienen
que la condición social del indio fue mucho peor en el siglo xix
que durante el conjunto de la época colonial.
Hacia 1920-1930, por otra parte, la profunda alteración de los
fundamentos de la sociedad rural andina, la pérdida de los recursos
esenciales por parte de las comunidades, provocó un formidable es­
tallido de la rebelión campesina. Habría en realidad que remontarse
hasta 1780 y Tupac Amaru para encontrar una hoguera campesina
de tal magnitud. Este fue el escenario social donde surgió lo mejor
de la plástica, de la música, de las artes, de la literatura indigenista.
Carente de una expresión política adecuada, los indios y sus luchas
pasaron a convertirse de sujetos de la historia en objetos de una de
las reflexiones más genuinas sobre su condición y posibilidades.
Fue la misma fuerza de esta movilización, conjuntamente con el
miedo que inspiraran en las capas mestizas y blancas de los Andes,
la que obligó a que el Estado oligárquico se decidiera a levantar
una barrera de contención.
En la transformación que lleva a que comunidades creadas
bajo el mismo patrón en el siglo xvi terminen siendo instituciones
diferenciadas en el primer tercio del siglo xx, probablemente el
siglo xix encierra las mayores causalidades. La historia económica y
social de la región andina, todavía en un estado muy incipiente, ha
privilegiado con razón el estudio del renacimiento de sus economías
de exportación, proceso que en general ocurre a partir de 1870. El
desdén por las décadas anteriores estaría basado en la creencia de
que fueron décadas con una economía estancada y con un profundo
inmovilismo social, cortada solamente por los sucesivos “cuarte­
lazos” de rústicos caudillos. Esta imagen probablemente tenga
algún grado de certidumbre en ciertos niveles, pero no elimina la
posibilidad de que existieran profundas transformaciones dentro
de la sociedad rural y, de manera más precisa, en las comunidades
andinas. El hecho decisivo de que, con una economía estancada,
los campesinos y sus recursos eran lo único relevante, justifica am­
pliamente esta suposición. Aún más, probablemente este proceso
contiene una de las claves para entender más adecuadamente el
mecanismo de disolución de una estructura colonial y el montaje
Presentación a la primera edición 53

de un mecanismo regional y nacional mucho más compatible con


las nuevas demandas del mercado y del capital internacional al
despuntar el siglo xx.
El libro de Tristán Platt Estado boliviano y ayllu andino es en este
contexto un libro decisivo, pues muestra las innovaciones introdu­
cidas por el siglo xix en la condición campesina y porque descubre
los tensos mecanismos de subordinación y rechazo establecidos
entre el “Estado” boliviano y la base campesina.
Heraclio Bonilla
Lima
Prólogo a la primera edición

Este trabajo se limita a presentar algunos elementos prelimina­


res para una futura historia republicana de los grandes ayllus
de la región boliviana hoy conocida como el Norte de Potosí. La
elaboración de esta historia tropieza -como toda empresa en sus
comienzos- con grandes dificultades. Los estudios existentes sobre
la historia boliviana del siglo xix todavía se ocupan poco de aquella
“otra sociedad”, creada y reproducida por los indios de los ayllus
dentro del contexto mercantil y cristiano de la formación colonial,
y vigente aún en 1825, cuando un pequeño grupo criollo decidió
lanzarse a la aventura de un proyecto nacional altoperuano. Incluso
cuando los historiadores han optado por tomar en cuenta las llama­
das “comunidades originarias de indios libres”, la ausencia de un
componente antropológico en el análisis -debidamente arraigado
en el trabajo de campo contemporáneo y en la etnohistoria andina
y colonial- llevó frecuentemente a errores de interpretación de la
información documental a nuestra disposición.
La exposición siguiente constituye tan solo un intento de “cen­
trar” la discusión futura en tomo al eje de partida constituido por
las relaciones ideales y materiales entre los ayllus y el Estado criollo
durante el siglo xix. Si el presente trabajo tiene algo novedoso que
ofrecer es la extensión temporal considerada. Limitándonos a este
“hilo maestro”, hemos querido seguir las vicisitudes de la relación
ayllu-Estado en términos muy generales, desde un punto de partida
situado en la herencia andino-colonial y prolongado durante la épo­
ca “proteccionista” de las primeras décadas de la República, hasta la
crisis precipitada por las políticas agrarias librecambistas después
[55]
56 Estado boliviano y ayllu andino

de la década de 1870 al consolidarse la apertura del país hacia el


mercado mundial. Luego se sigue con el replanteo indígena de la
relación “tradicional”, a principios del siglo xx, y se termina con
una breve consideración del vacío jurídico surgido en las últimas
décadas del siglo xx con posterioridad a la Revolución de 1952.
Por el momento, se ha omitido el lapso comprendido entre 1927 y
1952 -omisión que, sin afectar la coherencia de nuestro argumento
central, debe tenerse en cuenta en futuras investigaciones.
Las desventajas de nuestro procedimiento son obvias: solo
podemos esperar detectar los contornos más generales de la diná­
mica conflictiva de intereses, a costa del minucioso engranaje de
desconfianza, principios, miedo, obstinación, oportunismo, valen­
tía y combatividad apasionada, que constituye la trama de la vida
política norpotosina. Tampoco debe buscarse aquí un análisis de
la estructura interna del ayllu andino ni del Estado boliviano. Por
el momento, debemos contentamos con una caracterización algo
burda de los principales actores sociales en el escenario regional.
Caracterización que se justifica en la medida que otorga coherencia
a los cambios en la estructura regional de poder que se manifiestan
en una perspectiva histórica larga. De ahí nuestro énfasis en los
ayllus rurales y sus caciques, los terratenientes con sus siervos, los
pequeños productores mestizos, y el aparato estatal a través de sus
representantes regionales en los pueblos; grupos cuya composición
interna solo se tendrá en cuenta cuando sea relevante para captar
sus interrelaciones más significativas.
Por su peso demográfico y por las superficies territoriales bajo
su control, los ayllus representan hasta hoy el grupo social prepon­
derante en el Norte de Potosí. Lejos de restar importancia al sector
minero, cuya larga historia argentífera ha culminado en este siglo
con el nacimiento del gran complejo estañífero de Llallagua-Uncía
(Siglo xx), esta afirmación solo busca rectificar un desequilibrio en
las ideas corrientes sobre la región. Para establecer las bases de una
historia económica regional, debe reconocerse la importancia pa­
ralela de la antigua producción mercantil de los ayllus, en especial
de trigo, maíz y harina. Gran parte de nuestro argumento girará
en tomo a la mina de este comercio de exportación bajo el efecto
de las políticas librecambistas en la segunda mitad del siglo xix.
De ahí que la imagen “metalocéntrica” que actualmente ofrece el
Norte de Potosí deba considerarse como producto de las políticas
Prólogo a la primera edición 57

gubernamentales favorables a la libertad de comercio y el aumento


consiguiente en las importaciones trigueras, y no -como general­
mente se supone- como resultado de una agricultura atrasada y
tradicional, siempre orientada principalmente a la producción para
la subsistencia. La marginación de los ayllus regionales ha sido
obra del gobierno boliviano; no representa un estado originario
de pobreza premercantil.
La ruina del comercio triguero de los ayllus norpotosinos debe
comprenderse como parte de la crisis más generalizada de otras
economías regionales, originada en la derrota de las políticas pro­
teccionistas por ciertos sectores de la oligarquía minera y terrate­
niente de Sucre y Potosí desde 1870. El Estado boliviano, al borde
de la bancarrota durante las primeras décadas de la República,
decidió sacrificar el mercado interno heredado de la Colonia en
aras de su propia supervivencia. Solo con los ingresos procedentes
de las exportaciones mineras, y la consiguiente apertura del país
a las importaciones extranjeras, llegaría a sanearse el presupuesto
nacional. Los avatares de la economía regional deben atribuirse, en
gran medida, a esa causa inicial. Los ayllus norpotosinos, junto con
otras regiones, fueron sacrificados para asegurar la supervivencia
de la “nación” (identificada con el Estado) y el predominio de las
capas criollas que manejaron el débil aparato estatal.
Supervivencia “nacional” a costa del país: sea cual fuere la
utilidad de semejante paradoja para explicar la génesis de cierto
tipo de psicología colectiva, el resultado fue el desplazamiento en
las luchas estatales desde el “enemigo interno”, representado por
los indios, quienes con su trabajo y tributo sustentaron durante los
primeros 50 años de vida republicana el presupuesto nacional, al
“enemigo externo”, representado por los intereses transnacionales
que buscaron acaparar gran parte de las utilidades mineras. Durante
las primeras décadas del siglo xx, las aspiraciones “nacionalistas”
de las capas criollo-mestizas se dirigirían, principalmente, a de­
rrumbar el “Superestado minero” y bloquear el escape de divisas,
tratando de reorientarlas hacia el erario nacional, y dejando a su
retaguardia rural la tarea pendiente respecto a la “indiada”.
En la década de 1870 los primeros gobiernos librecambistas
todavía no estimaban necesario prescindir totalmente del sector
agrario. Más bien soñaban con una transformación capitalista del
campo, a través de lo que ahora podemos reconocer como una
58 Estado boliviano y ayllu andino

primera reforma agraria. A partir de la Ley de Exvinculación de 1874,


se propuso la extinción definitiva de los ayllus, la privatización de
la tenencia y la creación de un mercado de tierras que permitiera la
formación de grandes propiedades agrícolas. Al quedar marginados
del mercado nacional, deberían eliminarse definitivamente esas
formas “primitivas” de organización social. Algunos criollos de la
época incluso comentaron con optimismo la inminente extinción
de la “raza”, debido a las epidemias que azotaron las comunida­
des indígenas entre 1856 y la Guerra del Pacífico. Debe haberles
sorprendido la poderosa resistencia de los indios ante la primera
reforma agraria, que culminó con una movilización general durante
la Guerra Federal, y que en 1902 forzó el abandono definitivo de
las operaciones exvinculatorias en el Norte de Potosí.
Es a partir de entonces que pueden detectarse los inicios de
un lento proceso de reordenamiento en la balanza de fuerzas
regionales. Para el Estado oligárquico, el enfrentamiento de las
últimas dos décadas del siglo xix se planteó entre las “fuerzas del
progreso” -los criollos- y un grupo "semisalvaje” -los ayllus- que
defendían tenazmente una forma “anacrónica” de organización
y propiedad. Los pequeños productores mestizos fueron margi­
nados de la batalla: el Estado los consideraba simplemente como
“usurpadores” de tierras de los ayllus, concebidas a su vez como
propiedad pública. Amenazados con la venta de sus parcelas en
subasta pública, los mestizos norpotosinos no vacilaron en aliarse
con los ayllus en su lucha contra los gobiernos criollos. Sin embargo,
desde comienzos del siglo xx las operaciones catastrales de tierras
particulares permitieron la extensión de numerosos títulos a los
productores mestizos, que de esta forma fueron separados de sus
antiguos aliados y adscritos al bloque terrateniente y estatal. Al
mismo tiempo, los indios asumieron ellos mismos la recaudación
del tributo y su entrega al Tesoro departamental de Potosí.
Queda por aclarar nuestro uso de las palabras indio, mestizo y
criollo. A mediados del siglo xix es posible asociar cada una de estas
categorías étnicas, tal como aparecen en el contexto rural norpoto-
sino, con tres tipos de propiedad agraria. Indio es quien vive dentro
del régimen del ayllu, salvo cuando se encuentra incorporado a
las haciendas como siervo. Criollo es el terrateniente con acceso a
fuerza de trabajo servil. El mestizo, si bien desde la Colonia había
logrado insertarse en los márgenes del régimen del ayllu, en el siglo
Prólogo a la primera edición 59

xix había empezado a reclamar un derecho particular a las tierras


“usurpadas”, que cultivaría con mano de obra predominantemente
familiar desde su residencia en los pueblos regionales. En la me­
dida que los pueblos podían contar todavía con las prestaciones
laborales de los indígenas (como sirvientes del corregidor y del
cura, por ejemplo, o para atender las postas, el tambo, las escuelas
y la iglesia), los mestizos de los pueblos empezaron a considerarse
como patrones colectivos de los ayllus -una especie de hacendado
multipersonal-, relación que persiste en el período 1952-1982,
como veremos en el último capítulo.
Naturalmente, estas categorías no pueden delimitarse sin
ambigüedades. Aparte de constituir la fuerza de trabajo servil de
las haciendas, en las pocas zonas donde estas habían desplazado
al régimen comunitario, el indio también pudo participar como
trabajador permanente o estacional en el sector minero, o migrar
a las ciudades. El hacendado criollo también sería dueño de minas,
comerciante mayorista, o representante regional del aparato estatal
como Subprefecto, diezmero, recaudador del tributo indígena o de
impuestos mineros. Finalmente, el mestizo se dedicaría también
al transporte (como arriero) o al comercio minorista; ocuparía el
cargo de corregidor o cura; la falta de tierras incluso lo llevaría a
solicitar parcelas en los ayllus, sometiéndose en este contexto a
los curacas indígenas para el pago del tributo correspondiente. Sin
embargo, para nuestros fines (que aquí conciernen sobre todo al
sector rural) hemos encontrado conveniente aferramos al uso de
la época para calificar a los distintos tipos de agricultor y a los tres
sistemas de propiedad en los que generalmente se inscribían. Este
uso, todavía persistente en el Norte de Potosí, permite expresar la
dinámica larga de los intereses económicos y políticos sin excluir
la dimensión étnica, profundamente arraigada en la realidad bo­
liviana. A través de una situación en la que las variables asociadas
con ebria y dase son relativamente coincidentes, pensamos que será
posible llegar a algunas hipótesis sobre su interrelación profunda
en un plano más general.
De ahí que la adscripción de una masa de pequeños produc­
tores mestizos al bloque terrateniente-criollo, a comienzos del
siglo xx, representa no solo un proceso de “racionalización” de la
propiedad agraria mediante el catastro, y de la consolidación de la
“iniciativa privada” como móvil psicológico más apropiado para la
60 Estado boliviano y ayllu andino

esperada “transformación capitalista” del país, sino también una


victoria táctica, aunque pírrica por sus consecuencias, por parte de
los criollos en su lucha contra la mayoría “autóctona”. Partiendo de
una postura de benevolencia paterna, las actitudes criollas frente
a los indios se transformarían en desdén autoritario cuando estos
se mostraban reacios a participar en un “proyecto nacional” cuya
realización presuponía la destrucción de sus propias organizacio­
nes tradicionales. Cuando el Estado oligárquico logró salvarse de
la quiebra crónica mediante el desarrollo de la “economía mono-
exportadora de metales”, las actitudes empezarían a suavizarse, por
lo menos en ciertos círculos intelectuales. Sin embargo, cuando
los ayllus norpotosinos volvieron a sublevarse en 1927 frente a los
intentos expansionistas del bloque mestizo-criollo, no faltaría una
voz entre los terratenientes que lamentaría la imposibilidad de
repetir en Bolivia la solución “heroica” adoptada por los Estados
Unidos para resolver su “problema indio”. Cualesquiera fuesen las
actitudes asumidas, de hecho sumamente variadas, hay un factor
constante: después del fracaso de la primera reforma agraria se con­
solidaría una unidad ajena, opuesta, impenetrable, que permitió a
los criollos, y progresivamente a los mestizos, construir su propia
“identidad nacional” en contraposición al grupo “autóctono”.
La adscripción de los mestizos al grupo criollo, en el plano de la
propiedad privada de la tierra, prepararía el terreno para una solu­
ción ideológica del problema indio, esta vez emergente de las filas
mestizas del triunfante Movimiento Nacionalista Revolucionario
( m n r ). Colocado en 1952 a la cabeza de una masiva insurgencia po­
pular, el m n r se vio obligado a nacionalizar las principales minas de
estaño y decretar una segunda reforma agraria, que prometía entregar
las tierras de las haciendas a los colonos y restituir a los ayllus sus
tierras “usurpadas”. Sin embargo, en la práctica la reforma agraria
que desde 1953 se realizaría en el Norte de Potosí solo buscó la
creación de una multitud de pequeños productores particulares,
con títulos de propiedad privada. Esta práctica regional, a favor del
régimen mestizo de propiedad, subyace en la solución propuesta
a los problemas raciales del país. Para los caudillos del m n r , en
cuanto representantes de un nacionalismo mestizo, la palabra “in­
dio” no era sino una mera supervivencia “feudal”, originada por la
conquista española. El mestizaje racial era de tal naturaleza, según
ellos, que el país debía admitir su propio mestizaje. No habría ni
Prólogo a la primera edición 61

indios ni blancos. Todos se asimilarían a la nueva “raza mestiza”,


en cuanto denominador común de ambas castas. Por decreto, los in­
dios se convertirían en “campesinos”. ¿Acaso no eran “trabajadores
del campo”? Así, en el m n r una corriente de pensamiento “racista
pequeño-burgués” intentaba resolver un problema eminentemente
político por simple negación. Recuperada la lucidez histórica, el
país reconocería como un hecho consumado la homogeneización
corporativista de los componentes étnicos de la Nación, y podría
dedicar sus esfuerzos multiclasistas, alimentados por el aporte
biológico tanto ibérico como americano, a la construcción de una
patria moderna. El planteamiento hábilmente identificaba “mes­
tizaje racial” (fenómeno genético) con “homogeneidad étnica"
(mito nacionalista).
En este trabajo buscamos contribuir al análisis crítico que debe
realizarse en tomo a aquella magistral neblina de ambigüedades
que fue el movimientismo; sobre todo por el modo como ejecu­
tó la segunda reforma agraria de 1953 en relación a los ayllus que
acabamos de mencionar. Una perspectiva histórica larga permite
reconocer en ella un grado significativo de continuidad con los
objetivos planteados por los gobiernos oligárquicos del siglo xix a
través de la primera reforma agraria de 1874. Ambas reformas pro­
pugnaron la extinción de los ayllus, la pequeña propiedad privada
de la tierra y un nuevo sistema impositivo (el predial rústico o
“impuesto único”) que se aplicaría en base a operaciones previas de
agrimensura y catastro. La diferencia más importante radicaba en
que así se consolidaban ahora los pequeños productores mestizos
en su posesión de las tierras usurpadas a los ayllus. Los mestizos
aparecían, entonces, como la “vanguardia” del nuevo régimen de
propiedad rural. Desde esta perspectiva, el ensanchamiento de la
pequeña propiedad entre los indios, iniciado con cierto éxito entre
los colonos de las exhaciendas, puede conceptuarse no como una
simple política agraria que buscaba instaurar un régimen “mer­
cantil simple” en el campo boliviano, sino también -y no menos
importante- como parte de una ofensiva étnica que buscaba la
asimilación de las “castas” en un “mestizaje universal”.
Desde esta perspectiva deben comprenderse dos patrones
contrastados de sindicalización entre los ayllus y las exhaciendas
del Norte de Potosí. Por una parte, algunos dirigentes mineros,
partiendo de un análisis exclusivamente clasista de la situación,
62 Estado boliviano y ayllu andino

buscaron la formación de sindicatos campesinos (sic), dispuestos a


plegarse a las luchas proletarias. Por otra parte, los mestizos de los
pueblos también buscaron establecerse como dirigentes oficialistas,
esperando llevar a los indios (sic) a colaborar con el gobierno en la
atomización de sus propios ayllus. Aunque se logró cierto éxito en
la sindicalización de los valles norpotosinos (más afectados que la
puna por la penetración de la propiedad privada), ambas tácticas
tropezaron con el hecho no enteramente sorprendente de que
los indios comunarios de la puna vieron con profundo recelo una
revolución que amenazaba con convertirlos en pequeños propie­
tarios, a costa de la destrucción de su organización tradicional y
obligándolos a pagar un nuevo impuesto único.1El m n r , como los
criollos del siglo xix, presentó su reforma agraria como una medida
en favor de los intereses campesinos. Para los ayllus esta reforma
significaba una prolongación de los intentos seculares de diversos
gobiernos de desconocer el antiguo “pacto de reciprocidad” que
desde tiempos coloniales (y quizás antes) regía las relaciones ideales
entre ayllus y Estado. La esencia de este pacto consistía en la obli­
gación del Estado no solo de reconocer los derechos colectivos de
los ayllus a sus tierras, sino también de aceptar como contraparte
los servicios tradicionales y la tasa, antiguo tributo indígena pagado
por los indios.
Este recelo de los indios comuneros sobre los verdaderos
propósitos del m n r , que constituye la interrogante de partida del
presente estudio, condujo en la década de 1960, y no solamente
en el Norte de Potosí, al resurgimiento de un planteamiento “in­
dio” de la situación. Aquí no entraremos en las ramificaciones
actuales y las proyecciones futuras de los “movimientos indios”
del país. Será suficiente constatar una quiebra importante en el
planteamiento “mestizo”, heredero a su vez del “nacionalismo
blanco” del siglo xix, sugiriendo que los problemas derivados de la
composición multiétnica de Bolivia difícilmente se resolverán por1

1 Al reinstalarse el tributo en 1826 después de su breve abolición por Simón


Bolívar, el tributo se denominaba la “única contribución de naturales”: una
denominación invocada por las comunidades del siglo xix para defenderse
contra otras imposiciones, como los impuestos indirectos, o el predial rústi­
co introducido por el Catastro. Pero después de 1952, el predial rústico em­
pezó a llamarse el “impuesto único”, en lo que aparentemente fue un vano
intento de hacerlo más aceptable a los comunarios de los ayllus.
Prólogo a la primera edición 63

simple negación. Nuestro examen de la historia de las relaciones


entre los ayllus norpotosinos y el Estado boliviano espera lograr
una comprensión más adecuada de la situación actual del indíge­
na de esa región. Sin embargo, aunque nuestro análisis parecerá
circunscrito a una experiencia regional, no debe olvidarse que
los indios comunarios de toda la sierra boliviana siguen pagando
voluntariamente el antiguo tributo (o tasa). Es urgente un sondeo de
opiniones y un examen de la experiencia histórica no solo en los
otros ayllus norpotosinos sino, también, en los otros departamentos
del país. Es posible que la tasa tradicional deba mantenerse como
parte de un replanteo de las relaciones entre ayllus y Estado. En
este replanteo será imprescindible tomar en cuenta la experiencia
norpotosina resumida en estas páginas.
Debo hacer público mi agradecimiento a Ángel Robles, Di­
rector del Proyecto de las Naciones Unidas de Apoyo al Programa
Nacional de Desarrollo Rural Integrado ( /78/017), quien consi­
bol

deró justificable el financiamiento de tres meses de investigación,


esencial para la preparación de este trabajo. Una primera versión
del mismo fue presentado en 1980 como un Informe a dicha ins­
titución. El presente texto representa una revisión del informe
original, preparado en el marco de los Estudios Comparativos del
Área Andina, patrocinados por el Instituto de Estudios Peruanos
(Lima). La edición de las partes correspondientes al Informe cuen­
ta con la gentil autorización del Departamento de Cooperación
Técnica para el Desarrollo ( d c t d ) de Naciones Unidas. Deseo
también agradecer particularmente a Christine Hünefeldt y
Heraclio Bonilla por sus comentarios críticos al texto inicial, y
por el aliento necesario para que me anime a publicarlo. Entre
las personas que han colaborado de una manera u otra en su
preparación quisiera mencionar a Xavier Albo, Mario Chacón,
Marie-Danielle Demélas, Gunnar Mendoza, Winston Moore, John
V. Murra, María Elena Orihuela, Silvia Rivera y Antonio Rojas,
como también al equipo del i e p (Lima), del Grupo Avances (La Paz)
y del Programa Nacional de Desarrollo Rural Integrado ( p n d r i ,
La Paz). Finalmente, quiero agradecer de manera muy especial al
curaca de Macha (Aransaya), don Agustín Carvajal, y a sus hijos
Santiago y Gregorio, por la confianza depositada en mí desde
1971, y el acceso brindado al Archivo Cacical de los ayllus bajo
su jurisdicción, tanto en la puna como en los valles del Norte de
64 Estado boliviano y ayllu andino

Potosí. Sin embargo, la responsabilidad por las opiniones aquí


vertidas y los errores de concepto o hecho deben atribuirse ex­
clusivamente al autor.
Tristan Platt
Sucre, 1981
Prólogo a la segunda edición

Este libro fue publicado originalmente por el Instituto de Estudios


Peruanos (Lima) en 1982, y se agotó hace varios años, aunque por
un tiempo pudo comprarse en Bolivia en una edición pirateada.
Tal entusiasmo sugería que había una demanda, al punto que hoy
parece útil sacar una nueva edición. Lo he revisado ligeramente,
añadiendo algunas referencias y un nuevo apéndice documental,
pero no he intentado tomar en cuenta todas las publicaciones sobre
ayllus y comunidades andinas que han salido desde su primera
publicación.
El libro identifica, en primer lugar, un eje tributario, o punto
histórico de articulación fiscal, entre los ayllus andino-bolivianos
y los gobiernos criollo-mestizos. De hecho, hasta la Ley Financiera
de 1872, el presupuesto boliviano era sostenido, en gran medida,
por el “tributo” -también llamado la “contribución territorial” o
“tasa”- aportado al Tesoro nacional por los ayllus, siguiendo el
ritmo semestral instaurado en el siglo xvi. Después de 1872, estos
dineros seguían cumpliendo un papel significativo para los Tesoros
departamentales. El país se construyó sobre hombros indígenas,
aunque estos eran desdeñados por los “ciudadanos” cuyas vidas
“civilizadas” descansaban sobre lo que la mayoría consideraba la
“barbarie” indígena.
Este eje, construido mediante toda una jerarquía de colectores
indígenas, sujetos formalmente a los prefectos, los subprefectos y
los corregidores nacionales, articulaba una sociedad rural compleja
y aún poco conocida, cuya estructura segmentaria se reflejaba en
las instancias de la colección: cobradores, postillones y alcaldes para
[65]
66 Estado boliviano y ayllu andino

cada cabildo, hilancos para los ayllus mayores, curacas recaudadores


o segundas personas para las parcialidades, cada nivel entretejido
dinámicamente con los demás. Sin esta organización social densa
y movediza, que garantizaba además la tenencia de la tierra para
cada hogar campesino, no se hubieran entregado los fondos sobre
los que dependía la sobrevivencia del país. Y los colectores indígenas
se sabían encargados de una gran responsabilidad que tomaron
muy en serio. La legitimidad de la tasa, y con ella del régimen de
tenencia de la tierra -a la vez individual y colectiva-, persistía a
lo largo del siglo xx, y continúa en varias regiones hasta hoy.
En segundo lugar, el libro plantea una forma de relación con
el Estado que merece ser tomada en cuenta incluso en la era de los
Estados modernos, liberales y plurinacionales -quizás hoy más que
nunca. La relación entre ayllus y Estado en base a un principio de
“reciprocidad" (asimétrica, quizás, pero no por eso menos indispen­
sable) es un modelo que está lejos de haber perdido su relevancia.
Apela a la obligación del Estado de proteger y reconocer espacios
autonómicos para sus habitantes, como individuos y como grupos
-tales como los ayllus, aún ausentes (incomprensiblemente) de la
Constitución-, en lugar de su sacrificio en aras del mercado, del
capital, de la “seguridad", o de las demandas electorales del mismo
gobierno (desde 1953 vehiculizadas por organizaciones sindicales
cuyas primeras relaciones con los ayllus se señalan brevemente al
final de este texto).
Pues, si se quiere tomar en serio la llamada descolonización,
objetivo declarado del actual gobierno de Bolivia, el primer paso
no puede ser otro que el reconocimiento de la organización propia de
los ayllus, en cuanto herederos de los pueblos originarios conquistados por
los europeos en el siglo xvi, y hoy merecedores de un profundo
respeto por haber sostenido el país durante buena parte de su
vida republicana. A lo largo, el juicio de la historia respecto a las
pretensiones ideológicas del presente gobierno dependerá de la
manera en que responda a este reto.
Tristan Platt
La Paz, diciembre de 2014
1
Los antecedentes del debate republicano
Chayanta, o Charcas, es el último partido de los de este
gobierno Intendencia... Tiene 20 curatos en la puna y
valles, con la bella proporción de que sus naturales no
tienen que salir en ningún tiempo deIpartido para sus
siembras y recojo de granos, porque poseyendo tierras
en unos y otros temperamentos de su provincia, en
ellas cosechan cuanto necesitan.
Por esto son los indios más acomodados de todos los
partidos, los que con más facilidad contribuyen el
tributo, y entre los que se encuentran algunos no raros
de más civilización que en otros.
Juan del Pino Manrique (1787)

En 1825 el gobernador de la que había sido la provincia colonial de


Chayanta, al Norte del nuevo departamento republicano de Potosí,
escribía al intendente general de Potosí, general Guillermo Miller, co­
mentando la situación económica de la provincia a finales de la Guerra
de la Independencia. El cuadro presentado muestra que, a pesar de
los destrozos de los soldados y la crisis reinante en el sector minero,
las bases del comercio tradicional en trigo y harina se mantenían, por
lo menos en parte, vigentes.
A fines de la Colonia, este comercio había sido no solamente
regional, sino que se extendía fuera del departamento de Potosí
hasta Oruro y La Paz, alcanzando incluso la costa del Pacífico. En
1787 el intendente de Potosí, Juan del Pino Manrique, había co­
mentado cómo los indios del pueblo de Chayanta:
bajan a los valles de Micani, San Pedro y Carasi, en que poseen
tierras, y con las harinas y granos que conducen a La Paz, Yungas y
Oruro, retoman coca, algodón y agí, extendiéndose algunos hasta
la costa, de donde regresan con aguardientes (Pino Manrique, 1836
[1787]: 18).
Lo significativo es que este comercio floreciente, que alcanza­
ba hasta la costa peruana, fue llevado a cabo, no tanto por los
hacendados, que en esta provincia eran relativamente pocos fuera
|67]
68 Estado boliviano y ayllu andino

de San Pedro de Buena Vista y Carasi, sino sobre todo por los indios
de los ayllus.1
¿Cómo es que los indios de los ayllus de Chayanta habían logrado
establecerse en esta ventajosa posición mercantil? La respuesta es
compleja y nos obligaría a examinar los términos de la incorporación
de la región a la economía colonial desde el siglo xvi. Aunque no
podemos ofrecer aquí un análisis de la estructura socioeconómica
de la confederación prehispánica de los qaraqara y los charka,12 es
necesario señalar que los indios de Chayanta se ubicaban en una
provincia colonial que abarcaba las zonas ecológicas nucleares de
la antigua confederación.3 Cuando Pino Manrique quiso explicar la
evidente prosperidad de los ayllus norpotosinos, encontró la razón
en el acceso que tenían a tierras de puna y valle dentro de su propia
jurisdicción:
tiene 20 curatos en la puna y valles, con la bella proporción de que sus
naturales no tienen que salir en ningún tiempo del partido para sus
siembras y recojo de granos, porque poseyendo tierras en irnos y otros
temperamentos de su provincia en ellas cosechan cuanto necesitan.4
Lejos de desestructurarse por completo las bases prehispánicas de la
prosperidad andina, entonces, algo parecido al antiguo patrón del
1 En un estudio pionero, Erwín P. Grieshaber llamó la atención sobre la escala
del mercantilismo chayanteño, ofreciendo importantes luces sobre la tra­
yectoria económica de la provincia y citando el Informe de su gobernador en
1825 (Grieshaber, 1977).
2 Esta antigua confederación aymara dominó toda la vertiente oriental del
Macizo boliviano (Mendoza, 1957 (1935)) entre Quirquiavi y la frontera con
Chichas, colindando hacia el oeste con la confederación altiplánica de los
quülacas y los asanaques, y con los lipes. Así, ocupaba las provincias coloniales
de Porco y Chayanta, además de asentamientos en Cochabamba y los cocales
de Tiraque, tierras en Yamparaes y Cintí, y también en Inquisivi y Larecaja.
Ver Tristan Platt, Thérèse Bouysse-Cassagne, Olivia Harris, Thierry Saignes,
Qaraqara-Charka. Malïku, Inka y Rey en la provincia de Charcas (siglos xv-xvrr). La
Paz: Institut Français d’Études Andines-Plural editores-University of St An-
drews-University of London-Inter-American Foundation-Fundación Cultural
del Banco Central de Bolivia, 2006 (en adelante, pbh , 2006).
3 La afirmación es aproximada: por ejemplo, los cocales de los qaraqara y los
charka, ubicados en las Yungas de Chuquioma y Tiraque, fueron separados
tempranamente del control de los mallkus de la puna norpotosina. Ver pbh
2006, Parte iu, “Tasa” (pp. 354-356; y el documento 6).
4 Ver Pino Manrique, 1836 (1787). La antigua provincia de Chayanta coincide,
precisamente, con el área hoy dividida en cinco provincias y llamada el Nor­
te de Potosí.
Mapa 1 Ayltus y franjas étnicas del Norte de Potosí Los antecedentes del debate republicano

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£
69

Elaborado por Esteban Renzo Aruquipa Merino a partir de Hans y Platt (1978) y Mendoza y Patzi (1997).
70 Estado boliviano y ayilu andino

“control vertical de un máximo de pisos ecológicos” (Murra, 1975:


59-115) se mantuvo en esta región como un elemento instituciona­
lizado dentro de la formación colonial. Es más, los ayllus regionales
consistían en franjas continuas que bajaban desde las alturas hasta
los valles cálidos, o en dos zonas discontinuas, cada una situada
en uno de estos dos polos climáticos; y sabemos que estas franjas
también habían caracterizado los asentamientos prehispánicos
(pb h , 2006, passim). Dado que la mita potosina se aplicó a través de
los mallkus, o curacas, de cada franja, la misma economía minera
funcionó asegurando la persistencia de las condiciones verticales
de reproducción de su propia fuerza de trabajo rotativa.
Frecuentemente suele suponerse que los pueblos de reduc­
ción temprana lograron desarticular las identidades étnicas prehis­
pánicas, al reagrupar la población indígena en torno a un nuevo
centro administrativo y religioso.5A pesar de la introducción de
cambios radicales, sin embargo, la experiencia de la provincia
de Chayanta sugiere que no es siempre ajustada esta versión. Los
cinco repartimientos reconocidos por el virrey Toledo -Moromoro,
Caracara, Macha, Chayanta y Sacaca- aumentaron a siete cuando
Pocoata y Aymaya insistieron en separarse del repartimiento de
Macha (Platt, 1978b). Sin embargo, los indios de Macha, Pocoata,
Aymaya, Chayanta y Sacaca fueron distribuidos en pueblos, tanto
en la puna como en el valle, manteniendo su afiliación étnica
prehispánica. Si bien los diversos ayllus tuvieron a veces que
compartir un solo pueblo colonial, particularmente en la zona
de valle donde la formación de “archipiélago” era acentuada, las
identidades étnicas se mantuvieron al asignarse “calles” especí­
ficas a cada ayilu.6Este patrón de asentamiento puede detectarse
5 Ver. por ejemplo, el artículo clásico de Femando Fuenzalida Vollmar: “La
matriz colonial de la comunidad de indígenas peruana: una hipótesis de tra­
bajo”.
6 Para esta práctica en el siglo xvi, ver “Los yndios de tacobamba contra los qui-
llacas i asanaques sobre que sean hechados de las tierra de guache y sarotala”,
"Tierras e Indios E Año 1611”, núm. 8, Archivo Nacional de Bolivia (anb ), Su­
cre. El documento ha sido publicado en pbh , 2006, Parte iv, “Tierra” (pp. 525-
527; y Documento 11). Hasta hoy, las plazas de los pueblos multiétnicos siguen
dividiéndose en barrios correspondientes a cada ayilu, especialmente durante
las peleas rituales (tinfeu) que se celebran durante determinadas fiestas. Las cru­
ces de las calles llegan a ser puntos particularmente álgidos en estos enfrenta­
mientos, porque representan las fronteras territoriales, o mojones, entre los
ayllus y cabildos que son asociados con las calles correspondientes.
Los antecedentes del debate republicano 71

en las fuentes coloniales y se mantiene en mayor o menor grado


hasta el día de hoy.
La distribución “vertical” de la población, conocida durante la
Colonia como “doble domicilio”,7fue comentada nuevamente por el
gobernador en 1825. Resumiendo su Informe, Grieshaber señala cómo
los indios de Sacaca se desplazaban durante los meses de verano
hacia sus maizales y trigales en Santiago y Acacio; los de Chayanta
a los valles de Micani, San Pedro de Buena Vista y Carasi; y los de Po-
coata a Chayala, Micani y Carasi (Grieshaber, 1977:167). Agregamos
que los de Macha tuvieron su asentamiento de valle en San Marcos
de Miraflores, y más abajo compartían el pueblo de Carasi con los
indios de Chayanta (ilaymis y purakas) y Pocoata. El control de tierras
en puna y valle permitió que la subsistencia familiar fuera asegurada
dentro de la misma provincia, y sirviera de base para el cultivo de
excedentes comercializables, en algunos casos (como sugeriremos
en el próximo capítulo) en tierras “de la comunidad” al margen de
los predios familiares. En este último caso, la administración de la
producción y la comercialización de los cereales habría estado a
cargo de los mállkus y curacas de los ayllus.
Es conocida la importancia de este “modelo cacical” de
mercantilismo agrario en determinados períodos y espacios de
la Colonia.8 El modelo se inserta, como un sistema productivo y
de circulación propio de los ayllus, dentro del vasto circuito mer­
cantil generado por el sector minero (especialmente en Potosí),
sector donde se producía la moneda-circulante y a la vez mercado
principal para bienes de consumo e insumos para la producción
minera (Assadourian, 1982). Es importante contrastar esta estruc­
tura productiva con la que se desarrolló en las zonas de haciendas.
En Cochabamba, por ejemplo, otro gran centro altoperuano de
producción de cereales, la expansión de la producción señorial se
encontró en conflicto con el sector de subsistencia de los yanaco­
nas agrarios, determinando que durante la larga crisis del siglo
x v iii la producción se entregara a arrendatarios aislados, con el

7 Ver los comentarios del cura de San Marcos de Miraflores en 1797 citado
párrafos más abajo. Para el uso del concepto en el siglo xix, ver Platt, 1991.
Para su uso hoy en día, ver Harris, 1978a.
8 Ver, por ejemplo, Murra, 1978; Rivera, 1978a. Para las empresas de los
mallfcus de Pocoata en la primera mitad del siglo xvn, ver fb h , 2006, Parte v,
“Malíleu”, Apéndice al documento 16.
72 Estado boliviano y ayllu andino

retiro consecuente del hacendado de las actividades de produc­


ción y comercialización (Larson, 1978 y 1980). Es posible que el
florecimiento del comercio triguero de Chayanta, a fines del siglo
x v iii y durante la primera mitad del xix, guardara relación con
el repliegue cochabambino frente a un mercado en contracción.
En este caso el “modelo cacical” de producción mercantil puede
haber tenido ventajas relativas en épocas de baja demanda. Pero
todavía no sabemos cuándo se inició la exportación regional de
Chayanta, aunque ya en 1628 Vázquez de Espinosa había comen­
tado la importancia de la producción regional de trigo y maíz
(Vázquez de Espinosa, 1948 [1628]).
Como recaudador del tributo y “enterador” de los mitayos, el
mallku colonial tuvo que asumir el papel de intermediario entre los
ayllus y el Estado español. Frente a sus ayllus, el mallku se presentaba
como el encargado del Estado de confirmar a cada unidad doméstica
en la posesión de sus tierras, y de asegurar el pago del tributo (a
veces a través de la comercialización de los excedentes producidos
en las tierras “de la comunidad”) y las demás obligaciones exigidas
por el Estado colonizador. A través del mallku, el Rey de España po­
día presentarse ante los indios como el sucesor legítimo del Inca:
ambas jefaturas reclamaban un derecho eminente sobre todas las
tierras cultivadas, y Wachtel (1973) ha mostrado cómo las estructuras
ideológicas prehispánicas fueron reacomodadas dentro del aparato
colonial de dominación. Es así como los curacas pudieron mante­
ner su acceso a las prestaciones laborales, que por tradición se les
otorgaban en su condición de “señor natural” de los ayllus bajo su
jurisdicción. Su capacidad de movilizar la fuerza de trabajo indígena,
a veces mediante los tradicionales mecanismos de la reciprocidad
andina y a veces por medios coercitivos, debe considerarse como la
base de su éxito como mercaderes dentro de la economía colonial,
un éxito que (como Silvia Rivera ha mostrado) podía servir a veces
a los intereses y la codicia del curaca, pero en otros casos también
proteger a sus ayllus del peso desintegrador de las exacciones colo­
niales. Existen algunos indicios de estas prácticas contradictorias en
Chayanta durante el siglo xvn (Platt, 1978b).9

9 Cf. la denuncia de su cacique por los indios de Pocoata en Ramírez del Águila,
1978 (1639], cuya transcripción está publicada en pbh , 2006 (Documento 16,
Apéndice}. Para la región lacustre, ver Medinacelli e Inch, 2010.
Los antecedentes del debate republicano 73

La creciente diferenciación entre curacas e indios comu­


nes, representada nítidamente en Chayanta por el caso del
cacique-hacendado de Moscarí, don Florencio Lupa, fue acentuada
por el fortalecimiento de una capa mestiza, en parte procedente
de las capas indígenas más pujantes, cuyos miembros desde la
primera mitad del siglo xvm ocuparon cargos importantes dentro
de los ayllus. Es en este proceso que debe buscarse el crecimiento
de la población mestiza de los pueblos hoy conocida como los
“vecinos” o “mozos”. En 1731 los indios del repartimiento de
Macha denunciaban la presencia de mestizos en el pueblo de ese
nombre, citando las leyes de la Recopilación de Indias en las que
se prohibía la entrada de “mestizos, cholos ni otras mixturas” a
los “pueblos de indios”, “por el motivo que da la mesma ley de
que no se contaminen en los costumbres”.10 La usurpación de los
cacicazgos por mestizos fue uno de los motivos de la gran suble­
vación andina, encabezada en Chayanta por don Tomás Katari, de
Macha (Serulnikov, 2006). El mayor control español sobre estos
cargos, ejercido después de la derrota de los hermanos Katari, se
diluyó brevemente durante las guerras de la Independencia, pero
a lo largo del siglo xix republicano los mestizos y las élites criollas
regionales volvieron a monopolizar los cargos de los recaudadores
del tributo de los ayllus y parcialidades hasta la Guerra Federal de
1899 (Platt, 1990).
La persistencia de la antigua organización vertical en la puna
y valles de la provincia de Chayanta, que se había integrado a los
mecanismos de reclutamiento de la mita minera, significó una au­
sencia relativa de hacendados en buena parte de la región. De ahí
que en Chayanta no se dio esa lucha entre mineros y hacendados
por la mano de obra indígena que ha sido documentada por Thierry
Saignes para la región de Larecaja (Saignes, 1978). El conflicto que
surgió a fines del siglo xvm fue más bien entre los intereses mineros
y los de la Iglesia. Acosado por los azogueros, el intendente Paula
Sanz intentó instituir una “nueva mita” entre los indios de Chichas
y Chayanta para su aplicación a los ingenios de Potosí que carecían
de asignaciones de mitayos. Esta política tropezó con el hecho que
10 Ver “Tierras e Indios E Año 1731”, núm. 5128, Archivo Nacional de Bolivia,
Sucre. Los indios de Macha volvieron a quejarse, esta vez de un usurpador
mestizo del cacicazgo, en 1772. Ver “Tierras e Indios E Año 1772”, núm. 223,
anb , Sucre.
74 Estado boliviano y ayllo andino

los indios también tenían que participar en las cofradías y fiestas


de las parroquias de ambas zonas ecológicas, como precondición
para mantener su acceso a las tierras de puna y valle. Durante el
largo debate suscitado por este conflicto, los indignados azogueros
de Potosí reclamaron contra los curas de Chayanta que “para el Rey
cada yndio es una sola persona: mas para el cura hace las veces de
dos yndibiduos, por que la comunidad que pasa fiestas en Chayanta
las pasa también en CarasiV1 Efectivamente, la documentación
disponible sobre las responsabilidades de las cofradías y el ritmo
intenso de las fiestas celebradas en cada doctrina, muestran los
valores y el tiempo de trabajo ocupado por los indios en el sumi­
nistro de bienes y servicios al culto.1112 Puede suponerse que a fines
del siglo xvm la prosperidad visible de Chayanta se expresó a través
del esplendor, el lujo y la música de las celebraciones religiosas,
que de esta manera lograron captar otra parte importante de los
excedentes regionales.
Para preparar el escenario, aunque sea de manera hipotética,
sobre la riqueza de los indios de Chayanta en los albores de la vida
republicana, vamos a analizar tres conflictos surgidos entre los
ayllus de Macha y los curas de una doctrina para la que se dispone
de un “Libro de Fábrica” que corre desde 1779 hasta 1823 (Ibid.). Se
trata de la parroquia de San Marcos de Miraflores, iglesia capital
en los valles del gran ayllu de Macha, que ya hemos mencionado.
En la información fragmentaria proporcionada por esta fuente
creemos entrever una estrategia cacical para la recuperación de
los excedentes previamente absorbidos por la Iglesia, pero ya no
en provecho de los azogueros potosinos (la mita se abolió formal­
mente en Cádiz en 1812) sino para ensanchar el comercio triguero,
y probablemente maicero, cuya escala en 1825 llamó la atención
del gobernador de la provincia.
11 Ver “Recurso de Curas de Chayanta contra la Mita de Potosí”, en: Intendencia
Justicia Año 1795 (f. 38), Archivo de La Paz (Universidad Mayor de San Andrés).
Agradezco esta referencia a René Arze. Compárese la discusión de la Nueva
Mita en Buchler, 1977; Arze, 1978. También Adrián, 2010.
12 Ver particularmente los estatutos de las cofradías de San Marcos de Miraflo­
res, resumidos por el doctor Gerónimo de Cardona y Fagled, en; Libro de la
Fábrica de esta Santa Iglesia de San Marcos de Miraflores que corre desde el día siete de
septiembre del año de 1779... Consultado en la Biblioteca Parroquial de San Pe­
dro de Buena Vista (Provincia Charcas) en 1971 y publicado como Apéndice
1 en Platt, 1996.
Los antecedentes del debate republicano 75

En 1797 el cura de San Marcos de Miraflores, deseoso de em­


prender la reconstrucción de una capilla en un anexo alejado de la
doctrina, obra que requería la colaboración de los indios “locales”,
se encuentra lamentando “la poca espiriencia que tube de trabajar
semejantes obras con yndios de aillos que tienen doble domicilio
en puna y valle”:
los de este anexo lejos de hacer la menor demostración de regocijo
[...] concurrían casi forsados con una lentitud y tibieza los unos cerca
del medio día y otros a tiempo de la chicha o comida, y esto por un
día y dos o tres cuando mas, y luego se retiraban o fingían viaje a
la puna.
Vemos que los mismos indios consideraron excesivo el peso de
las obligaciones eclesiásticas que los obligaban, en palabras de los
azogueros, a dividirse en “dos yndibiduos”.
La renuencia de los indios de la puna a colaborar en las obras
religiosas del valle al parecer se agravó en el curso de las guerras de
la Independencia, como puede verse en un nuevo conflicto surgido
en 1823 entre el cura y los curacas de Macha, residentes estos en
la puna a varias leguas de distancia de San Marcos de Miraflores.
En esa época crítica los cofres doctrinales del valle se encontraban
casi vacíos debido a los “desgraciados tiempos de guerras” y “las
urgentísimas necesidades del Exercito del Rey y de la Nasion".
Además, el cura realista lamentaba la abolición de ciertos servi­
cios tradicionalmente prestados por las cofradías de San Marcos,
señalando como responsables a las mismas autoridades indígenas:
“estos Curacas, por su propia autoridad abusiva, han abolido aún
las funciones o prosesiones que comunmente denominan Tuta Al­
férez, que habían sido sinco, las han quitado... y las acostumbradas
heran de dose pesos...” (Ibid, f. 65).
Sin embargo, en las otras doctrinas de los ayllus se seguía pa­
gando la suma tradicional: “sin atender que de este Curato tienen
sus alimentos por los sembradíos de maíz y trigo, con cuios frutos
pagan sus tributos y demás pensiones que tienen en los Curatos
de Macha, Chairapata y Surumi por la doblada residencia”.
Se trata, aparentemente, de una reducción sistemática de los
servicios prestados en la doctrina del valle, buscada por los curacas
del mismo modo que había sido hecha por los azogueros de Potosí.
El cambio parece consistir en eliminar la autonomía doctrinal a los
76 Estado boliviano y ayllu andino

valles del ayllu, reduciéndolos a la posición de un simple apéndice


perteneciente al grueso de la población residente en la puna. El
valor del maíz y del trigo de San Marcos debía canalizarse directa­
mente hacia la puna, en lugar de ser absorbido por la iglesia local.
En esto podemos percibir un intento por los indios de la puna de
restablecer la dependencia de los del valle de las autoridades máxi­
mas del ayllu, ellos mismos residentes en la puna, que se había
interrumpido por las exigencias de los párrocos del valle.13
Otra evidencia de este conflicto se encuentra en los intentos
del cura de reconstruir la Iglesia de San Marcos en el mismo año.
Ya se ha señalado el desinterés de los indios de la puna, en 1797,
por la refacción de una capilla. Pero en 1823, frente al derrumbe
aparente del orden colonial, la negativa es tajante: el cura denunció
que la iglesia fue refaccionada “todo a mi costo, sin que ningún
Curaca, ni vesino de este pueblo me haiga ayudado con un centavo”.
Su acusación a los curacas va más lejos todavía:
son tan yndevotos dichos mandones, que solo consultan por sus
propios yntereses, como son Tarachi, el Curaca de Majasaya, y su
compañero de la Parcialidad de Anansaya, Pirapi, que solo para sus
utilidades con empeño y abusivas costumbres yntroducidas por ellos
los hazen travajar [a los indios] sin atender que en las leyes y recopi­
lación de Yndias expresamente mandan que paguen sus respectivos
jornales en presencia de sus párrocos quando los ocupan a los natu­
rales de sus parcialidades, pero estos han derogado estas leyes.
Se trata, visiblemente, de un desconocimiento de la relación
asalariada, promovida por la legislación colonial, por parte de los
curacas de Macha, quienes preferían movilizar las prestaciones
de fuerza de trabajo que consideraban que les correspondían en
reconocimiento de su cargo. Nuevamente presenciamos el retiro
de los servicios indígenas a la Iglesia y su empleo para propósitos
definidos por los mismos curacas.
¿Cuáles serían estos propósitos? Lamentablemente, la fuente
no informa al respecto. Pero en vista de los logros anteriores del
“modelo cacical”, debemos preguntamos si no se trataba de un
proyecto en manos de los curacas, aislado de las aspiraciones crio-
13 Aparentemente este estatus de “apéndice" era la situación comente en el si­
glo xvi, cuando los trabajadores del valle eran mitimaes y camayos enviados
desde la puna y residentes por tumo en las tierras del valle. Ver pbh , 2006,
Cuarta Parte, “Tierra”, y el documento 8.
Los antecedentes del debate republicano 77

lias salvo en la medida que ambos grupos rechazaban la opresión


virreinal, y que buscaba fortalecer el “modelo cacical” para poder
enfrentar el mercado emergente de las guerras en condiciones
más favorables.
En todo caso, Bolivia nació con su demanda interna de cerea­
les y harina abastecida por una producción regional centrada en
Cochabamba y Chayanta, que incluso pudo rebasar los límites de
la nueva República para integrar en su circuito las regiones colin­
dantes del sur peruano.
Pero esta autosuficiencia no duró. Desde mediados del siglo
xix el mercado interno empezó a desarticularse por la pene­
tración de productos extranjeros, de acuerdo con las políticas
librecambistas del presidente Mariano Melgarejo. Y en 1866, el
Subprefecto de Chayanta, Matías Arteche, comentaba los efectos
desastrosos que la importación de productos foráneos causaba en
el comercio provincial:
Las harinas de castilla [de Chayanta] no solamente se consumían en
los pueblos del Norte de la República: su estracción era aún más activa
a todo el Departamento de Puno, territorio del Perú. Hoy con motivo
de la internación de las harinas de la República de Chile, por la vía
de Tacna, hasta el Departamento de La Paz, por medio de arrías, ha
desaparecido aquel consumo activo de granos, que antes era la vida
de la Provincia...14
Evidentemente, la recuperación del comercio colonial de trigo y ha­
rinas se había mantenido solo hasta que las políticas librecambistas
de Melgarejo abrieron el país a la importación de trigos chilenos.
En los próximos capítulos, entonces, veremos el contexto y las
consecuencias de la ruina del mercantilismo indígena de Chayanta,
consumada en aras de las aspiraciones “nacionalistas” del Estado
oligárquico, cuyas políticas en el plano más general desembocaron
en 1899 en una terrible guerra civil (la llamada “Guerra Federal”).
Y entre las causas de la movilización indígena durante esta guerra
debe subrayarse la pérdida de fe experimentada por los indios
frente al Estado “traidor”, que había renunciado a proteger las ba­
ses legales de la expansión comercial de los ayllus, entre muchos
otros sectores del antiguo mercado interno (Platt, 1991 [1984]).

14 Archivo Histórico de Potosí, Prefectura Departamental 1180, Año 1866,


núms. 54-5.
2
El “antiguo régimen” tributario: Gobierno
indirecto y auge comercial, 1825-1880

.. .solo por solucionar nuestros Tributos conseguimos


aquella cantidad que nos está asignada por nuestra
clase con un imponderable trabajo, vendiendo el poco
fruto que recogemos de nuestras cortas posesiones en
un presio el mas ínfimo...
Agustín Billegas, Recaudador de Chayantacas, y
otros, al Subprefecto de Chayanta. Moscari, 5 de
agosto de 1829.1
los cereales por lo común se venden y consumen en
el mismo departamento que los produce. Salen de
esta regla Cochabamba y la Provincia de Chayanta
correspondiente a Potosí, que proveen de trigo y maíz
a los departamentos de La Paz y Oruro.
José María Dalence (1975 [1848]: 276)

Durante el período que se extiende desde la fundación de la Repúbli­


ca, en 1825, hasta los años previos a la Guerra del Pacífico (1879-1883),
el debate económico criollo se caracterizó por una pugna entre una
corriente de pensamiento “proteccionista” que buscaba desarrollar
el mercado interno heredado de la Colonia (y cuyo representante
más elocuente fue el economista orureño José María Dalence), y
los protagonistas de un programa “librecambista” que llegarían a
consolidar su modelo de “progreso”, basado en la apertura del país
al mercado mundial, desde fines de la década de 1860.
Los efectos del desarrollo de este modelo fueron previstos en
gran medida por los intelectuales proteccionistas: la eliminación
de las barreras aduaneras, la anulación del monopolio estatal so­
bre la compra de pastas de plata, la construcción de ferrocarriles
hacia los puntos de exportación en desmedro de la integración 1

1 anb , Ministerio de Hacienda, Prefectura Potosí recibidas, T. 16, núm. 22.

[79]
80 Estado boliviano y ayllu andino

vial intema -todos estos factores contribuirían a crear una crisis


del mercado interno, cuyo fomento había sido el objetivo de las
políticas proteccionistas. En el Norte de Potosí los efectos del pro­
grama liberal se expresaron a través de la crisis de la producción
regional de trigo y el segundo auge republicano de la gran minería
argentífera de exportación en el antiguo asiento mineral de Aulla-
gas (Colquechaca).2
Pero los primeros gobiernos librecambistas no quisieron
excluir totalmente de sus proyectos al sector agrario. La década
de 1870 se caracteriza también por la elaboración de una nueva
política agraria a través de la Ley de Exvinculación de 1874, que
buscaba “modernizar” la producción agropecuaria del país me­
diante la disolución de los ayllus y su reemplazo por un nuevo
régimen de “capitalismo agrario” (para emplear los términos de
la época). Esta transformación del sector rural debería ser la con­
traparte de la gran minería exportadora, y se suponía que iba a
poder competir con los productos alimenticios importados. En la
práctica, la política agraria liberal3 fracasó rotundamente, lo que
constituyó un factor clave en el desarrollo desenfrenado de la eco­
nomía monoexportadora de metales, cada vez más dependiente
de la importación de insumos mineros y de muchos artículos de
consumo de primera necesidad.
En los capítulos siguientes se examinarán algunas de las razo­
nes de este fracaso, a través de un análisis del proceso de aplicación
de las nuevas políticas agrarias en el Norte de Potosí. Frente a la
masiva resistencia indígena, el Estado boliviano nunca llegó a

2 Para el primer auge de Aullagas, que llegó a su máximo en c. 1840, ver Platt,
1986; también “Producción, tecnología y trabajo en la Rivera de Potosí”, en
Barragán, Cajías y Qayum, 1997,
3 Usamos la palabra “liberal” en el sentido de una corriente de pensamien­
to económico “librecambista”, asociado con la ideología “positivista”, y no
como el nombre del partido político. Desde esta perspectiva, tanto el Partido
Conservador como el Partido Liberal se dejaban orientar por el liberalismo
económico, y sus diferencias versaron más sobre la sede del gobierno y los
términos de la paz con Chile. Por otra parte, Rossana Barragán ha señala­
do que los proteccionistas de las primeras décadas de la República también
podían inspirarse en la “ciencia económica” del día, como el Aldeano pro­
teccionista que aceptaba los principios básicos de Say y Adam Smith sobre
el valor para llegar a conclusiones intervencionistas. Y todos eran liberales
en el sentido político de la palabra. Ver Barragán, “Un aldeano ilustrado”, en
Lema, 1994.
El “antiguo régimen” tributario 81

movilizar los recursos suficientes para desarrollar sus propósitos


por la fuerza. Pero sería incorrecto suponer que la movilización de
los indios constituyó una explosión ciega, desprovista de objetivos
claros. Se trataba más bien de una defensa crecientemente airada
de un orden “tradicional”, que no solamente regía las relaciones
normativas entre el Estado y el ayllu, sino que también brindaba las
garantías necesarias para el desarrollo del gran comercio cerealero
de la región. Para comprender la lógica de la resistencia indígena
debemos partir de una consideración de este orden “tradicional”,
cuyo eje central fue el sistema del tributo indígena.
La conversión de un excedente comunitario en el dinero ne­
cesario para pagar el tributo requería participar en el mercado de
trabajo o de productos. Para la provincia de Chayanta la comercia­
lización de cereales y harinas habrá sido la fuente más importante
(aunque no la única) del dinero tributario. Pero, dado que las exigen­
cias estatales recaían sobre la persona del “cacique recaudador”, no
hay que suponer que cada unidad doméstica siempre se encargara
individualmente de la venta de su propio excedente triguero. La ge­
neralización del comercio triguero para fines impositivos resultaría
difícil, en todo caso, fuera de las zonas apropiadas para su cultivo,
aunque durante su auge atrajo tanto circulante que la adquisición
de bienes por dinero pudo reemplazar la circulación e intercambio
de diferentes productos entre ecologías especializadas.4
Aquí vuelve a presentarse la posibilidad de un “modelo cacical”
de tributo, basado en la movilización de la fuerza de trabajo colec­
tiva para el cultivo de ciertos productos en tierras “de la comuni­
dad”, encargándose el mismo curaca de la comercialización de las
cosechas, a la vez que se devolvía una porción a los cultivadores
en señal de redistribución. Este modelo está documentado por
el testimonio oral para el ayllu Jukumani del Norte potosino en
el período previo a la Revolución de 1952 (Godoy, s.f.). Una variante
4 Una evidencia de este impacto se encuentra en que el transporte de sal, traí­
da por los Dameros de SaUnas de Garci Mendoza desde el altiplano orureño
para intercambiar por trigo y maíz en los valles norpotosinos, solo fue reanu­
dado en gran escala a fines del siglo xix cuando la salida de los cereales hacia
los mercados del Norte ya no fue posible. La recuperación de este tradicional
ramo de intercambio, que durante todo el siglo xx aparecería, erróneamen­
te, como una tradición ininterrumpida de varios siglos, fue más bien otro
producto de la crisis causada por las políticas liberales. Ver Platt, 1986: 45 y
nota 117.
82 Estado boliviano y ayllu andino

para el caso del ayllu Macha fue el descenso anual de los recauda­
dores a los valles para el cobro del tributo, en maíz, de las familias
individuales, antes de proceder a su comercialización (Platt, 1986 y
1990). Estos indicios demuestran que si bien el monto del tributo
se calculaba sobre el total de las unidades domésticas en edad de
tributar, los mecanismos precisos por los que cada unidad parti­
cipaba en su pago podían variar notablemente entre ayllus.
En 1848, José María Dalence, en su Bosquejo estadístico de Bolivia,
señalaba nuevamente el florecimiento del comercio cerealero en
la provincia de Chayanta. El mismo autor atribuye una producción
de trigo al departamento de Potosí más alta que la de Cochabamba.
Puede inferirse que en las primeras décadas republicanas Chayanta
fue el centro de producción triguera más importante del país.
¿Cuánto significaba el tributo en términos reales dentro de la
economía familiar campesina? En 1846 el valor real del tributo fue
equivalente a aproximadamente una o dos fanegas de trigo. Entre
1816 y 1877 el monto del tributo se mantiene constante a nueve
pesos con seis reales por originario, siete pesos por agregado y
cinco pesos por forastero. Por otra parte, Dalence en 1846 indica
un precio de gjafcrd cuatro pesos por fanega de trigo. La relación
fluctuante entre el precio del trigo y el tributo permitiría establecer
un límite inferior al comercio de trigo, de acuerdo con la población
tributaria de los ayllus trigueros. El monto realizado mediante esta
participación “forzada” en el mercado lo recuperó el fisco, que
buscaba la capitalización del Estado sin la destrucción de las condi­
ciones de producción de los ayllus. Sin embargo, este límite inferior
no excluye la posibilidad simultánea de un proceso de expansión
mercantil, e incluso productiva, por parte de los curacas encarga­
dos de recaudar el tributo de sus ayllus, en la medida que llegaron
a vender una cantidad mayor al valor exigido por el Estado.5
El acceso a una parte de los excedentes campesinos fue decisivo
para la reproducción del débil aparato estatal, pese a que la palabra
“tributo” y su resabio colonial fueron repugnantes para el oído
republicano. Durante la Colonia, la corona española había man­
tenido la convergencia entre “impuesto” y “renta”, característica

5 Para el uso del dinero tributario de sus provincias por los subprefectos, como
capital de inversión en sus empresas mineras antes de entregar el monto
oficial al Tesoro Departamental, ver Platt, 1987.
El “antiguo régimen” tributario 83

del Estado Inca. Los indios pagaban el tributo, o tasa, a la Corona,


en cuanto esta gozaba de un derecho eminente sobre la tierra;
también prestaban varios servicios personales, entre ellos la mita
minera. Pero consideraban estas prestaciones como parte de lo
que llamaremos un “pacto de reciprocidad”, que les garantizaba
el acceso seguro a sus tierras. El Estado republicano, en cambio,
prefirió enfatizar que los ayllus eran simples usufructuarios de las
tierras del Estado -más tarde se diría que las tierras habían sido
“secuestradas”-y que el tributo era en realidad un simple arriendo
que se pagaba al Estado como único dueño de todas las tierras.
Esta oposición dejaba abierto el camino jurídico que “justi­
ficaría” las ventas forzadas impuestas sobre las comunidades de
algunas regiones por el gobierno de Melgarejo. Por otra parte,
permitía que otros gobiernos -desde los decretos dictatoriales de
Bolívar hasta la Ley de Exvinculación de 1874- asumiesen una
postura de “generosidad paternal” cuando planteaban la conso­
lidación de la tenencia individual a través de la extinción formal
de los ayllus. Tales ofertas fueron violentamente rechazadas por
los ayllus, como veremos más adelante. Sin embargo, en las pri­
meras décadas de la República los gobernantes se contentaban
con la reconceptualización jurídica de la tasa como arriendo a la
vez que se mantenía la percepción semestral del antiguo tributo.
Este seguía costeando los sucesivos intentos de una embriònica
burguesía criolla de convertir al Estado en un protagonista eficaz
de sus intereses (Sánchez-Albornoz, 1978).
La fluctuación demográfica de la población contribuyente
exigía un reajuste periódico del monto presupuestado del tributo
para cada provincia. Por lo tanto, fueron necesarios los empadrona­
mientos regulares, siguiendo la costumbre implantada durante la
época colonial a partir de las anteriores Visitas incaicas. Estos em­
padronamientos, llamados Revisitas, buscaron anotar los nombres
de cada contribuyente y de los miembros de su familia, junto con
detalles sobre el terreno que ocupaba y la categoría tributaria a la
que pertenecía. Entre los contribuyentes se distinguía a los “próxi­
mos” (los hijos varones de 13 a 17 años, que entrarían en la categoría
de contribuyentes en la próxima Revisita), “los reservados” (“que
hubiesen cumplido la edad de cincuenta años”), como también a
los enfermos, los curacas hereditarios, las autoridades indígenas
de tumo, los sirvientes de la Iglesia y los postillones de tumo.
84 Estado boliviano y ayllu andino

Las variaciones en la composición demográfica se explicaban


también porque con el transcurso de los años algunos contribu­
yentes habían muerto o entrado en la edad de los “reservados”, los
“próximos” habían llegado a la edad de tributar, algunos campesinos
se habrían ausentado por migración, mientras que otros “advenedi­
zos” habrían alcanzado a inscribir sus terrenos. A veces cuando un
terreno era arrasado por el río, su ocupante tenía que asegurarse la
posesión de otro. Todas estas modificaciones se tomarían en cuenta
al formar el nuevo Libro de Revisita, que siempre terminaba calcu­
lando el nuevo monto tributario correspondiente a cada provincia.
Según el Reglamento de 28 de febrero de 1831, las Revisitas debían
practicarse cada cinco años, aunque en la práctica los intervalos
fueron más largos. Para la provincia de Chayanta disponemos de
Libros de Revisita para 1830, 1837, 1843,1858, 1863 y 1877.6
Según el Reglamento de 1831, la Revisita estuvo a cargo
del gobernador (más tarde convertido en Subprefecto) de cada
provincia, quien era también el responsable legal de recaudar el
tributo semestral correspondiente a todos los pueblos y ayllus de
su jurisdicción, percibiendo un porcentaje del monto recaudado.
Los intereses del Estado estaban representados por un apoderado
fiscal, acompañado de un secretario y un intérprete, nombrado
por el Gobierno en base a una lista propuesta por el Prefecto del
departamento. El Tesoro departamental debía entregar una copia
de la matrícula anterior al apoderado fiscal, para que la pusiese
a disposición de la mesa revisitadora para su actualización en el
curso de la Revisita.
La mesa se instalaba sucesivamente en los pueblos principa­
les de la provincia, y debían acudir los párrocos y corregidores de
cada cantón: los primeros debían mostrar los Libros eclesiásticos
de bautismos, casamientos y entierros, necesarios para calcular su
movimiento demográfico, mientras que los corregidores teman que
exhibir los padroncillos en base a los cuales se había realizado la
cobranza cantonal. El corregidor también recibía un porcentaje del
monto recaudado en su cantón. Por otra parte, los terratenientes del
cantón debían presentar las listas de los colonos contribuyentes de
sus haciendas. Finalmente, una vez instalada la mesa revisitadora
6 Los padrones coloniales pueden consultarse en el Archivo General de la
Nación de Argentina, en Buenos Aires.
El “antiguo régimen" tributario 85

en cada pueblo, debían acudir los cobradores indígenas -curacas,


segundas, jüanqus, alcaldes- a la cabeza de los ayllus de su juris­
dicción. Detrás de ellos, estancia por estancia, desfilaban todas las
unidades domésticas -hombres, mujeres y niños- del cantón.
Ahora bien, en la visión esquemática del legislador, todos los
ayllus y sus miembros debían pertenecer sin ambigüedad a un solo
cantón, provincia y departamento. Sin embargo, en la realidad la
situación era mucho más compleja. Desde los primeros días de la
Colonia los esfuerzos españoles de concentrar la población indí­
gena en pueblos locales con integridad territorial habían entrado
en conflicto con estrategias alternativas de organización espacial,
características de las poblaciones andinas, que preferían mantener
un patrón altamente disperso de tenencia para asegurar su acceso a
los productos de múltiples ecologías alejadas entre sí. La dispersión
de las chacras también funcionaba como un seguro contra el riesgo
de pérdidas locales de las cosechas. En el siglo xix las autoridades
frecuentemente manifestaron perplejidad al encontrar terrenos
dentro de una jurisdicción local que eran propiedad de pueblos
muy alejados de otro cantón, provincia o departamento {cf. Anexo
m). En los mismos linderos departamentales se encontraban comu­
nidades que reclamaban tierras en ambos lados de la frontera. En
tales casos los prefectos no vacilaron en basarse sobre los reclamos
comunitarios para justificar la expansión de su jurisdicción a costa
del departamento vecino. De esta manera surgieron conflictos que,
en muchos casos, hasta hoy siguen sin solución.
Tomemos el ejemplo de los terrenos de Bombo, en la frontera
entre la provincia de Chayanta y el departamento de Oruro. Estos
terrenos fueron reclamados por el ayllu Chullpa de Chayanta pero
se encontraban dentro de la jurisdicción de Oruro. Como explicó
el apoderado indio de los Chullpa en 1844:
los infelices moradores en dichos terrenos sufren dobles gravámenes,
pagando arriendos a este departamento [de Potosí], la contribución
en Oruro i la doctrina en Poopó; se resuelba por el Supremo Gobier­
no que dichos yndios pertenescan de una vez a la Comunidad de
Chullpas en todo.7
Sin embargo, en 1835 el Prefecto de Oruro había expresado una
opinión divergente:
7 Expediente de la Revisita de Chullpas, Revisita de Chayanta de 1847. anb , Sucre.
86 Estado boliviano y ayllu andino

Los indígenas de Bombo satisfacen annualmente la cantidad de serca


de trescientos pesos a los de Chayanta como renta proveniente de las
tierras que ocupan, y como los espresados tierras están cituadas en
este departamento, parece que la espresada renta debe pertenecer
a la Beneficiencia...
El Prefecto tomó por su cuenta las medidas correspondientes. En
1835 mandó una nota al Juez de Paz del cantón de Sora-Sora:
me anotisia hallarse en la Estancia de Bombo el Casique de Cha-
yanta con el fin de cobrar los arriendos que pagavan los indígenas
de dicha estancia. Pase Ud. a aquella con la velocidad de rayo... y
haga la cobranza en los mismos términos que lo hacían en años
pasados y siempre que los Yndigenas hayan satisfecho alguna can­
tidad al referido Casique, recoja Ud. [y] obligúeles a que vuelban
a pagar de nuebo... Ud. queda autorizado para todo lo que pueda
ocurrir...
El Juez de Paz ejecutó la orden, asaltando al cobrador de Chullpa
“en paraje despoblado y de ningún recurso: es demasiado notable
en las autoridades del departamento de Oruro donde creo aún se
concerban los despotismos del tiempo Español...”.
Evidentemente, estamos en presencia de una suerte de bando­
lerismo fiscal , por el cual la Prefectura intenta ampliar sus fuentes
de ingreso a costa de la jurisdicción tradicional de las autoridades
indígenas.
Muchos otros casos podrían citarse,8pero lo que aquí interesa
es la propiedad ejercida por algunos ayllus sobre tierras lejanas en
diferentes departamentos, provincias o cantones. Un buen ejem­
plo que se ofrece es el de la presencia de un enclave comunitario
en el cantón San Marcos (provincia de Charcas, departamento de
Potosí), perteneciente a los indios Collanas del ayllu K’ulta (pro­
vincia de Challapata, departamento de Oruro), cuya existencia
actual pudimos confirmar en el terreno en 1970. Este enclave,
sembrado principalmente con maíz, se ubica en el corazón de las
tierras del valle del ayllu Macha. En 1866 el titular Mariano Llanqui
8 Por ejemplo, el curaca de la Comunidad de Ormiri (provincia de Tomás Frías,
departamento de Potosí), contra la Prefectura de Oruro y Subprefecto de la
provincia de Paria (expediente en posesión del curaca de Ormiri). Proble­
mas semejantes subyacen en la ubicación de un ayllu de K’ulta (provincia
Challapata, departamento de Oruro) en la provincia Tomás Frías, departa­
mento de Potosí (información proporcionada gentilmente por Thomas Aber­
crombie en 1980). Cf. también Anexo n.
Mapa 2 División administrativa nacional del Norte de Potosí. Cantones (pre-2009)
El “antiguo régimen" tributario
87

por Esteban Renzo Aruquipa Merino a partir de indicaciones de Tristan Platt.


Mapa 3 División administrativa nacional del Norte de Potosí. Municipios
88
Estado boliviano y ayllu andino
El “antiguo régimen” tributario 89

se quejaba de los despojos practicados por los indios vecinos de


Macha “sin que las autoridades cantonales nos hayan amparado en
la posesión de nuestras tierras; por el contrario nos ha hostilizado
el corregidor de San Marcos volviéndose a los indios de Llucho”.9
Según información recogida en 1970, los indios k’ulta del valle de
San Marcos siempre habían pagado su contribución a los caciques
de Oruro. Por lo tanto, los corregidores (cuyo salario incluía un
porcentaje del tributo recaudado) no se interesaban en amparar una
posesión cuyo tributo no caía dentro de su jurisdicción. Los indios
de K’ulta fueron amparados en su posesión de los terrenos por el
revisitador de 1885, en base a una “posesión secular de serca de
tres siglos” (Ibtd.); sin embargo, los conflictos entre Macha y K’ulta
siguen hasta el presente.
Si ahora consideramos a los grandes ayllus de la provincia de
Chayanta, encontramos que también están distribuidos entre varios
cantones en la puna y el valle. Hasta la Revisita de 1837 es signifi­
cativo que el empadronamiento se realizara para cada ayllu en un
solo lugar, dado que el curaca podía presentar los datos de todo su
ayllu, sin necesidad del desplazamiento de las mesas a través del
territorio. En este caso, tampoco fue necesario que toda la población
se presentara delante de la mesa. Pero desde 1843 encontramos
que los habitantes de cada ayllu se anotaban en forma separada
según el cantón que ocupan. El Cuadro 1 muestra la distribución
multicantonal de ocho ayllus norpotosinos, cuyos habitantes deben
sumarse para llegar a la población total del ayllu.
Este fenómeno es sumamente importante, pues muestra el
principio de los repetidos intentos republicanos de desconocer el
ayllu multicantonal, sometiéndolo a una fragmentación administra­
tiva que sigue amenazando las bases multiecológicas de producción
que sustentaron el florecimiento comercial de Chayanta durante
la primera mitad del siglo xix.10

9 Documento perteneciente al Archivo del Curacazgo de Macha (Aransaya).


10 Hemos comprobado estadísticamente (Platt, 1982) que en 1978 los productores
campesinos de la región con mayores ventas agrícolas coincidieron tendencia!*
mente con aquellos que mantenían el cultivo en puna y valle. El argumento que
hoy se utiliza para privarles de sus tierras lejanas es, precisamente, que son tie­
rras correspondientes a otros cantones, provincias o departamentos. Las bases
de esta argumentación ya son visibles en la Revisita de 1843, y se remontan al
primer siglo de la colonización. Ver pbh 2006, Parte rv, “Tierra”.
90 Estado boliviano y ayllu andino

Un examen del Cuadro 1 muestra un hecho sobresaliente:


mientras que algunos ayllus (Macha y Pukwata, por ejemplo) ocu­
pan tierras en la puna, chawpirana (región intermedia: “cabeza
de valle”) y valle, constituyendo dos franjas verticales continuas
que bajan desde las alturas hasta la zona cálida, otros ayllus solo
ocupan tierras en los cantones correspondientes a los dos polos
climáticos y, por lo tanto, no disfrutan de un control sobre un te­
rritorio unificado. Para estos ayllus la “comunidad” propiamente
dicha abarca dos áreas geográficas discontinuas.
Cuadro 1 Distribución multicantonal de los contribuyentes de ocho ayllus de la
provincia Chayanta en 1843*

A y llu Puna C h a w p ir a n a V a lle T o ta l

M acha M acha : 2 .6 2 2 C h a y r a p a ta : 585 S . M a rc o s : 324 3 .9 9 7

A u lla b a s : 37 S u ru m i : 3 72 C a rasi : 57

P u k w a ta P o c o a ta : 1 .1 1 9 S u ru m i : 27 C a r a s i: 205 1 .2 2 0

A u lla g a s : 23

Laym i C h a y a n ta : 5 19 C a rasi : 20 5 724

P u ra k a C h a y a n ta : 335 C arasi : 119 454

t h a y a n ta k a C h a y a n ta : 487 S . P e d ro : 15 5 642

S ik u y a C h a y a n ta : 250 S . Pe d ro : 28 2 78

K h a ra c h a C h a y a n ta : 308 M ic a n i ; 90 398

Aym aya Aym aya : 12 6 M ic a n i : 42 16 8

Fuente: Revisita de 1843, anb Sucre. ,


* Las cifras se refieren únicamente a los contribuyentes.

Además, se notará que muchos cantones albergan a más de un


ayllu en su jurisdicción: la frontera entre dos ayllus puede pasar por
el centro de un solo cantón. En los cantones de valle se encuentran
hasta cuatro ayllus, cuyos integrantes ocupan terrenos dentro de
la jurisdicción de un solo corregidor, puesto que en las zonas de
valle los ayllus están “mezclados” (chajrusqa dicen en quechua los
indios actualmente). Se trata de una superposición administrativa,
derivada de las doctrinas coloniales, que desconoce la existencia
de formas alternativas para organizar el espacio y la población en
el Norte de Potosí.
J Los ayllus que aparecen en el Cuadro 1 estaban compuestos
por un gran número de ayllus subsidiarios, con una jerarquía in-
El “antiguo régimen" tributario 91

tema que variaba de un ayllu a otro (Platt, 1978c; Harris, 1978b).


Macha, Pukwata, Murumuru, Sakaka y algunos ayllus de menor
importancia se dividían en dos parcialidades llamadas Aransaya y
Urinsaya, y cada parcialidad se subdividía en un número variable
de ayllus menores. Cada ayllu menor estaba constituido por otros
ayllus más pequeños, llamados cabildos, que representaban las
unidades impositivas mínimas por encima de las tasas, o terrenos
matriculados de las unidades domésticas.
Ahora bien, las tierras de valle correspondientes a un ayllu
grande se repartieron entre los distintos cabildos y sus miembros.
En cada nivel de segmentación se produjo una duplicación de los
ayllus entre los dos polos climáticos de la provincia de Chayan-
ta. Dentro de los cabildos, las unidades domésticas de la puna
se agrupaban en estancias, que generalmente reunían las tasas
correspondientes a los descendientes de un antepasado común,
mientras en el valle las casas se construían aisladamente en la parte
central de los maizales familiares. Este esquema general, que sufre
modificaciones en cada caso concreto, sigue constituyendo la base
del ayllu norpotosino de nuestros días.
Para el revisitador lo esencial era establecer la categoría tribu­
taria correspondiente a cada unidad doméstica, dejando a las auto­
ridades indígenas la tarea de recoger la tasa medíante ceremonias
semestrales de cobranza y entregar el monto final al corregidor
del cantón de residencia de la máxima autoridad indígena. Más
adelante trataremos de las modificaciones producidas para dejar
sentado el sistema actualmente en vigencia. Por el momento debe
destacarse la autonomía relativa de las autoridades de los ayllus,
tanto en la recolección del tributo entre los comuneros, como en
la entrega de información tributaria a las mesas revisitadoras.
¿Cuáles fueron las categorías tributarias que tanto preo­
cupaban a las mesas revisitadoras? El reglamento de 1831 solo
reconocía tres categorías de contribuyentes: “El padrón, como
queda dicho, comprenderá solo las dos clases principales de
originarios y forasteros con tierras, y forasteros sin ellas” (Flores
Moncayo, 1953).
Dalence, al estimar la población contribuyente total del país en
1846, también divide a los contribuyentes en tres categorías aun­
que cambia la denominación de “forasteros con tierras”, utilizada
en el Reglamento, por “agregados con tierras”: “El número de los
92 Estado boliviano y ayllu andino

comuneros con tierras es de 48,295 jefes de familia, el de agregados


con tierras de 57,837 y el de forasteros sin tierras 31,972” (Dalence,
1975 [1948]). Sin embargo, al definir las categorías reemplaza el
término “agregado” por “forastero”:
En el ejido posee por asignación cada jefe de familia originaria, tierras
bastantes para los sembrados y los pastos comunes. A más de los origi­
narios hay agregadas a las comunidades muchas familias que llaman
forasteros con tierras; o sin ellas, según se las hubiesen asignado o
no. A estos últimos les dan mielgas en sus eras, los que las tienen
bajo la condición de que los ayuden en las siembras y cosechas.
Se notará que, en la definición de Dalence, incluso los “forasteros
sin tierras” tienen un acceso limitado a la tierra de algún titular, a
cambio de algunas prestaciones de servicios en épocas en que se
requiere de abundante mano de obra debido al ciclo agrícola.
Los datos etnográficos recogidos en el campo norpotosino
confirman esta categorización triple de la población contribuyente.
Citemos aquí la definición que hemos propuesto en otro trabajo
(Platt, 1982) de las tres categorías mencionadas:
En una primera categoría se agrupan los originarios supuestamente
descendientes de los comunarios reconocidos durante los primeros
repartimientos coloniales y visitas generales del siglo xvi. Durante
los siglos posteriores, los indios que podían mostrarse emparentados
patrilinealmente11con los beneficiados de estos repartimientos origi­
nales, eran llamados “originarios” y se les reconocía un derecho seguro
e inalienable de posesión sobre sus predios, siempre que cumplieran
estrictamente sus obligaciones frente a la comunidad mayor y frente
al Estado. Demás está decir que, en los empadronamientos que ve­
nían practicándose regularmente desde entonces, no todos los que
aspiraban al estatus de “originario” podían demostrar su derecho con
evidencias genealógicas: existía, pues, la posibilidad de adscribir a esta
categoría a otros individuos, forasteros o recién llegados, siempre que
contaran con la autorización de los otros originarios. Al lado de esta
categoría de usufructuarios, con posesión supuestamente áb initio, pero
condicionada por su pertenencia a la comunidad, se encontraba otra
categoría de campesinos que se habían adscrito al ayllu para cultivar
en sus tierras sobrantes, contribuyendo así a reforzar la población con
que las autoridades indígenas podían contar para hacer frente a las
múltiples obligaciones impuestas por el Estado. Se les llamó agregados
y se les pedía una contribución tributaria menor, en relación con el
menor tamaño del predio asignado. Sus derechos eran, además, me­
tí Ver, para la transición hacia el sistema patrilineal impuesto por los españo­
les, Rivera y Platt, 1978.
El “antiguo régimen” tributario 93

nos estables, y en caso de conflicto con los originarios sobre linderos


territoriales, podía aducirse contra ellos su condición de allegados,
con el fin de debilitar su posición jurídica.
Una tercera manera de acceder a la tierra, también reconocida por
las mesas revisitadoras, fue aún más precaria: los llamados kantu
runas en quechua (wit’u jaqi en aymara) no disponían de ningún
derecho propio a la tierra que cultivaban, más allá del usufructo
que les concedían los titulares de ella, sean estos originarios o agre­
gados. En recompensa por el favor mostrado por estos titulares, al
permitirles cultivar en los márgenes de sus posesiones, los kantu
runas (literalmente hombres del margen) debían cancelar algunos
pocos servicios a favor de los titulares, y ofrecer algunas presta­
ciones laborales al cura local en representación de la comunidad
de su residencia. Desde 1874 se ofreció eximir a los forasteros sin
tierras de toda contribución indigenal [aunque no siempre acep­
taban, porque sospechaban una maña del gobierno para quitarles
sus posesiones].
En principio, los forasteros y agregados disponían de una superficie
menor que los originarios, y el curaca octogenario de Macha (Aran-
saya), don Agustín Carvajal, me informó en 1971 que solamente los
originarios tenían acceso a tierras en los dos polos ecológicos (puna
vailentin).
Estas observaciones pueden llevarse más lejos: sería más correcto
decir que cada ayllu mínimo, o cabildo, se constituyó a partir de un
número limitado de “tierras de origen” y otras “tierras sobrantes”,
además de los pastizales para el uso colectivo de sus miembros. La
calidad de “originario” no correspondía estrictamente a un indio
por sus características genealógicas, sino simplemente por ocupar
uno de los “terrenos de origen” del ayllu. Este terreno estaba for­
mado por un gran número de parcelas, cultivadas o en descanso,
distribuidas a través de una gama de microclimas hasta abarcar
tierras lejanas en la zona cálida del valle.
Ahora bien, en un sistema de producción basado predomi­
nantemente en la mano de obra familiar, el área del “terreno
de origen” bajo cultivo efectivo, o al menos incorporado a los
ciclos de rotación, dependería del número de productores -que
generalmente significaría el número de hijos en edad productiva- a
disposición de cada familia campesina. Además, un “terreno de ori­
gen” tendría que fraccionarse cuando los hijos se independizaban
económicamente y establecían sus propias unidades domésticas
de producción. Así, un solo “terreno de origen” podría cultivarse
parcialmente por una familia pequeña, o llegar alternativamente
94 Estado boliviano y ayllu andino

a sustentar a varias familias, según el ciclo de desarrollo doméstico


y según el número de descendientes del“originario” empadronado
en aquel terreno (Platt, 1982).
De acuerdo con la información recogida en Macha en 1971,
un “terreno de origen” fraccionado entre dos hijos se convertiría
en un número igual de “terrenos agregados”. En estos casos los
“agregados” no tendrían necesariamente un origen foráneo, sino
que serían simplemente los campesinos que ocupaban una fracción
de un “terreno de origen”, aun si su padre había sido “originario”.
Igualmente, un “forastero sin tierras”, o kantu runa, no era necesa­
riamente un allegado a la comunidad: los nietos del “originario”
podían establecerse en los “márgenes” del terreno {de allí la palabra
kantu runa) y ofrecer ayuda ocasional al único tributario del grupo
familiar extendido, o a su padre “agregado”, siempre que se hubiese
producido la división formal del predio originario. Esta situación
ocurriría cuando la fuerza de trabajo de las familias “agregadas” aún
no alcanzaba a incorporar al cultivo toda la superficie del predio
“originario”. Pero la muerte del padre “agregado” produciría un
cambio en el estatus tributario del kantu runa, quien se convertiría
en “agregado” al asumir el control de la parte que le correspondía
dentro del predio de su padre (Ibid.).
La situación descrita no excluye la posibilidad de adscribir
a “agregados” o “forasteros” de origen foráneo, en los márgenes
de los “terrenos de origen”, o en las “tierras sobrantes”. La rápida
repoblación de la provincia de Chayanta después de la epidemia
de 1856, por ejemplo, solo pudo lograrse debido a la asimilación
de una masiva población inmigrante, cuyos orígenes sería muy im­
portante investigar. Lo que queremos destacar es que las categorías
tributarias se establecían más por el tamaño de la tierra ocupada
(aunque no necesariamente cultivada), que por las características
genealógicas de la población. Sobre todo, es importante recono­
cer la importancia de los cambios de categoría según el balance
hombre-tierra en cada localidad específica.
Los expedientes de las mesas revisitadoras muestran varios
casos de estas recategorizaciones. Ya en la Revisita de 1816 en­
contramos anotaciones marginales que señalan el traspaso de
“originarios” y “agregados” a la categoría inversa. Estos traspasos
se encuentran, en primer lugar, entre los contribuyentes de un solo
ayllu, sin implicar un cambio de residencia, y posiblemente deban
El “antiguo régimen" tributario 95

atribuirse a las consecuencias del ciclo de desarrollo doméstico


que acabamos de señalar. También ocurren traspasos entre ayllus
subsidiarios de un gran ayllu. Así, un “agregado” de Sullcata se con­
virtió en “originario” de Collana, dentro del gran ayllu Kharacha.
Finalmente, se dan casos en los que un “agregado” de Kharacha
se transforma en “originario” de otro gran ayllu, el de Aymaya. En
este caso se trata de acuerdos entre los curacas y jilancos de dife­
rentes ayllus, ratificados por la mesa revisitadora, para lograr una
redistribución de la población tributaria de acuerdo con la tierra
disponible en cada ayllu.
Se encuentran más ejemplos en los expedientes de la Revisita
de 1863. En un momento, el contador fiscal reclamó por la ausencia
de un terreno de origen en los padrones elaborados por el apode­
rado fiscal. El apoderado contestó que:
El [terreno] conocido con los nombres de Opari y Yampara se ha
dividido para dos agregados del mismo aillo, la primera mitad ha
tomado Petrona Chivari i la segunda Liliana Fernández. Las tierras
de Quichiquichi se ha dividido también para los agregados Mariano
Puma i Juan Gonzales. No haí falta de tierras sino aumento de contri­
bución pues que en lugar de once originarios i veintinueve agregados
que tenía este aillo, hoi consta de nueve originarios i treinta i tres
agregados.12
Esta cita es un ejemplo de un principio general, según el cual un
aumento en la población contribuyente implica una reducción re­
lativa en el número de originarios, cuando la presión demográfica
no permite establecer nuevos “terrenos de origen”. Sin embargo,
la situación determinó un aumento en el monto tributario total,
dado que, mientras que un originario pagaba nueve pesos con seis
reales cada año, el agregado pagaba siete pesos.
En el mismo año también se observa la conversión de un “agre­
gado” en “originario”, al quedar empadronado en el “terreno de
origen” de un ausente: “José Santos Colque pasó a originario por
ausencia de Mercedes Huaihua, sin que nadie lo haya reemplazado
en su clase de agregado, por no tener ningún terreno, así como no
lo tienen muchos indígenas del aillo...” (Ibid.).
Es discutible si muchos agregados del ayllu realmente carecían
de tierras. Lo más probable es que se trate de una ficción legal para
12 Revisita de Chayanta, 1863. Revisitas núm . 215. a n b , Sucre.
96 Estado boliviano y ayllu andino

evadir las obligaciones tributarias, que presentaría la ocupación de


una fracción de un “terreno de origen” como carencia de tierras. Otra
interpretación parece sugerir la pérdida del “terreno agregado” por
derrumbes, tal como se comprueba en los expedientes correspon­
dientes a la Revisita de 1877. Pero debe reconocerse la incapacidad
de la mesa para determinar la existencia de algunos terrenos:
Los terrenos de Alzuri i Machacamarca de agregados i pertenecientes
a los finados Hilarión Alavi i Manuel Tola no han sido destinados [a
otros] por no haberse podido esclarecer su existencia, porque los
indios ocultan la verdad cuando se trata de tierras, sin que se haya
encontrado medios eficaces para evitar ese fraude (Ibid.).
Nuevamente: “hay muchos agregados especialmente en este can­
tón cuyos terrenos no están señalados en el libro de la matrícula
pasada, ya porque los ocultan, ya porque verdaderamente no los
poseen” (Ibid.).
Pese a que algunos revisitadores crearon nuevas categorías de
“agregados sin tierras” y “forasteros con tierras”, creemos que esta
ampliación de la categorización triple ya señalada proviene, en la
mayoría de los casos, de confusiones probablemente fomentadas
por los mismos indios.
La pérdida de su terreno, por razones no especificadas, tam­
bién pudo obligar a un originario a convertirse en forastero: “El
originario Mariano Robles justificó ante la mesa que no existe el
terreno Vilani-pampa... [y] se resignó a pasar a la clase de forasteros
sin tierras...” {Ibid.) Nosotros interpretaríamos este cambio como
la reubicación del originario por el curaca como kantu runa en el
margen de otro “terreno de origen”.
Otra situación que motivó consultas por la mesa revisitadora de
1863 fue la posesión de tierras del ayllu por algunos “españoles” y
“mestizos”, donde la definición de “raza” dependía de la categoría
social expresada en las partidas de bautizo, más que de un hecho
genético. En una resolución del 30 de septiembre de 1863 se con­
testó a la consulta determinando que:
los individuos que no pertenecen a la raza indigenal deben ser es-
cluidos del repartimiento de tierras comunes y de la matrícula de
contribuyentes... [y] que todas las propiedades territoriales que se
hallan poseídas usurpativamente por individuos de otra raza... deben
venderse en pública subasta (Ibid.).
El “antiguo régimen" tributario 97

Esta resolución anticipó una cláusula de la Ley de Exvinculación de


1874, que suscitaría graves problemas, como se verá en el capítulo
siguiente. Sin embargo, una aplicación demasiado literal de la ley
hubiera significado una pérdida de los ingresos del fisco, por lo
que generalmente la mesa revisitadora llegó a un compromiso
prudente: “los pocos españoles i mestizos que aparecen por tie­
rras han sido concervados en ellas a fin de que sigan produciendo
en provecho del Erario hasta el momento de ser vendidas por el
Subprefecto de aquella provincia” (íírid.).
Pese a que la ley determinaba que la herencia de la tierra era
exclusivamente para varones mayores de 17 años, la amenaza que
representaba la epidemia de 1856 para los ingresos fiscales llevó
al apoderado fiscal de la Revisita de 1863 a considerar como con­
tribuyentes a mujeres y menores. Con esta decisión, el apoderado
solo estaba confirmando una práctica establecida entre los ayllus
de Chayanta aún vigente, según la cual las mujeres podían here­
dar la tierra en ausencia de un heredero varón. Así, el apoderado
declaró que había:
matriculado a los niños, niñas, viudas y mujeres solteras que poseen
tierras, por haberlas encontrado matriculadas también en las dos
Revisitas anteriores, a las que me he sujetado... esta práctica es
desde tiempo inmemorial: ella se halla en uso en toda la provincia
de Chayanta... (Ibtd.).
Esta costumbre debe relacionarse con la asociación de los predios con
familias determinadas: hoy en Macha se sigue hablando de “Willka
tasa”, “Mamani tasa”, etc., para señalar los predios y sus poseedores
tradicionales. Tal fenómeno explicaría por qué en 1863 “los menores,
viudas y solteras... solicitan [las tierras de orijen] con avides, sin
permitir que pasen a manos extrañas” (íbid.).
Grieshaber ha calculado que en 1859 había 1.306 mujeres y
menores matriculados como contribuyentes, o sea el 9,4% de todos
los contribuyentes de la provincia. En 1863 esta cifra se mantenía
en 9.355 del total (Grieshaber, 1977).
Es tal vez significativo que, mientras en 1863 ningún forastero
aparece convertido en agregado, en 1877 esta forma de conversión
parece ser la más común. Como sugeriremos más adelante, esta
tendencia puede explicarse a partir de la recuperación de los niveles
demográficos anteriores a la epidemia de 1856. En los expedientes
98 Estado boliviano y ayllu andino

de la Revisita de 1877 vemos claramente cómo el forastero podía


empezar habilitando tierras no reclamadas o “sobrantes”. En el
caso de Martín Espadero, del ayllu menor Alapicha del gran ayllu
Macha (cantón Chayrapata), sus terrenos “antes fueron yermos o
poromas que no pertenecían a ningún individuo” (Ibid.).
Solicitaba, a su vez, su conversión en agregado “para mayor
garantía de sus posesiones”. Es importante notar que su conver­
sión se había preparado con anticipación, pues como parte de la
solicitud presentaba un documento firmado por el maestro de
postas, certificando su servicio en la posta, “servicio que pertenece
únicamente a los agregados y no a los forasteros”:
El indígena Martín Espadero de la Parcialidad Aransaya, Doctrina
de Chairapata, Aillo Alapicha, su Cavildo Lurucachi, a servicio en la
posta seis meses y dies dias por haberle ordenado su Segunda Diego
Aguilar, por los terrenos que ocupa nominados Guañacochi y dos
Chancharis chicos con la condición de pagar su tributo de tres pesos
cuatro reales [semestrales] en clase de agregado...13
Vale la pena aquí destacar la curiosa combinación de palabras: por
una parte su “Segunda” le “ordena” servir en la posta, pero con la
“condición” de pagar el tributo correspondiente a los “agregados”. O
sea, lo que el “Segunda” considera una “obligación” es para Martín
Espadero un favor concedido a cambio de pagar el nuevo tributo.
Es fácil reconstruir la secuencia de los acontecimientos. Evi­
dentemente la condición de “forastero” no ofrecía garantía alguna
para asegurar la tenencia. Martín Espadero se acerca a su “Segunda”,
quien ofrece respaldar su reclamo en la próxima Revisita, pero le
aconseja que anticipe el traspaso modificando sus prestaciones al
Estado. Una primera condición consiste en el alza del tributo al
nivel de los siete pesos anuales exigidos a los “agregados”. Cumplido
este requisito, el curaca ordena formalmente al nuevo agregado
que cumpla con sus servicios al Estado en el Tambo de Ocurí (pro­
bablemente Qulqapujyu).
Lo importante -y volveremos en detalle a las actitudes subya­
centes en el capítulo 3- es que para Martín Espadero los servicios
ofrecidos al Estado comprometen a este a reconocer el estatus tribu­
tario correspondiente. Así presenta formalmente su solicitud:
13 Revisita de Chayanta, 1877. a n b , Revisitas.
El “antiguo régimen" tributario 99

Martin Espadero, viudo de la clase de forasteros del Aillo Alapicha...


espongo que... deseando robustecer el derecho de propiedad he servido
6 meses en el Tambo de Ocurí, siendo así que este serbicio pertenece
únicamente a los agregados y no a los forasteros... pido que se me pase
a la clase de los agregados en mi mismo Aillo... cumplo con mi deber,
pues no hago más que aumentar mi contribución cuando antes paga­
ba veinte reales, poseyendo siempre el mismo Terreno: el fin que me
propongo es dar aumento al Erario Nacional i nada mas... (Ibid.).
Muchos otros ejemplos de conversión de forasteros en agregados
existen para esta misma fecha, la mayoría aparentemente en Macha.
En todos los casos no se trata de un cambio de residencia o parcela,
sino simplemente de la modificación del derecho de posesión:
teniendo cada uno posesión esclusiva de terrenos de Comunidad...
poseen sus terrenos por suseción a sus antepasados, aunque proba­
blemente los “antepasados” no eran sino sus padres inscritos como
“forasteros” después de la epidemia de 1856. El revisitador siempre
consulta con las autoridades indígenas (“Segunda, Alcaldes e Ylanco
Gobernador, todos del mismo Cabildo”), quienes (...) expresaron
uniformes que los indijenas reclamantes poseen pacificamente sus
terrenos sin cuestión alguna desde la ultima Revisita (Ibid.).
Es evidente que la mesa revisitadora casi nunca toma una decisión
sin consultar a las autoridades indígenas, recolectores del tributo y
jueces internos, quienes son así los agentes del “gobierno indirecto”,
y el eje articulador entre el Estado y los ayllus.
Examinemos ahora algunos indicios cuantitativos respecto al
significado de las categorías tributarias, que ilustran lo hasta aquí
expuesto. Una aproximación global de los cambios de categoría la
ofrecen las cifras de la Revisita después de la epidemia de 1856,
cuyas consecuencias para el número de contribuyentes pueden
verse en el Cuadro 2. El empadronamiento de 1858 mostró un
descenso en la población contribuyente de Chayanta, de 13.600
en 1843 a 12.900 en 1858. Este descenso se reproduce entre
agregados, forasteros y colonos de las haciendas. Sin embargo, se
observa un ascenso en el número de originarios. Obviamente, la
peste no favorecería a ninguna categoría: debemos concluir, pues,
que muchos sobrevivientes de las otras categorías se convirtieron
en originarios, pasando a ocupar los terrenos de los muertos, o
creando nuevos “terrenos de origen” en las “tierras sobrantes”,
habilitadas por los forasteros en años anteriores.
100 Estado boliviano y ayllu andino

Cuadro 2 Cambios en el número de originarios, agregados, forasteros y colonos en el


Norte de Potosí, 18 3 8 -18 77

,
Fuente: Revisitas, anb Sucre.

Entre 1858 y 1863 el mismo Cuadro muestra una recupera­


ción global de la población, reflejada en todas las categorías con
la excepción de los originarios, cuya tasa de aumento empieza a
nivelarse. Esta tendencia se confirma entre 1863 y 1877, cuando
disminuye el número de los originarios frente a un enorme au­
mento de la población global. Simultáneamente se observa una
disminución en el número de forasteros, compensándose esta
doble disminución por un aumento notable en el número de los
agregados y de los colonos de las haciendas. Por una parte, este
resultado confirma la parcelación de algunos “terrenos de origen”,
que ya hemos comentado. Además, la disminución del número
de forasteros sugiere que muchos se habían convertido en “agre­
gados”, siguiendo el procedimiento señalado. Al recuperarse los
El “antiguo régimen” tributario 101

niveles demográficos 20 años después de la epidemia de 1856, es


probable que los hijos de los forasteros que inmigraron a los ayllus
norpotosinos durante los primeros años de despoblación prefirieran
buscar esta recategorización para consolidar sus débiles derechos
de hijos de allegados.
Naturalmente, este cuadro global debe desglosarse para tomar
en cuenta los procesos internos de determinados ayllus. En el Cuadro
3 se apreciarán los cambios en la población global y en las categorías
tributarias para ocho ayllus norpotosinos entre 1843 y 1877. Un pri­
mer examen confirma una de las conclusiones del párrafo anterior;
en todos los casos, a través de los años se modifica la proporción de
la población global representada por los originarios en un sentido
inverso al movimiento de la población global. Se trata de la propor­
ción, no del número absoluto. Frente a un aumento demográfico
general también puede producirse un leve aumento en el número
de “terrenos de origen”, en la medida en que la tierra disponible
permite a las autoridades indígenas y a los revisitadores crear nue­
vos “terrenos de origen” en las “tierras sobrantes”. Sin embargo, el
aumento de los “terrenos de origen” es siempre menor al aumento
de los terrenos correspondientes a las otras dos categorías.
Aparte de esta característica general, la situación interna de los
diversos ayllus es sumamente variada. Cuatro ayllus -Chayantaka,
Laymi, Qhana y Sikuya- declararon no tener forasteros en ninguno
de los años citados, mientras que los jukumanis solo empezaron a
tener población forastera durante este periodo. Los macha, por otra
parte, durante los años de la Revisita tuvieron siempre una mayoría
absoluta de forasteros, mientras que sus “terrenos de origen” eran
insignificantes. Finalmente, los pukwata mantuvieron una mayoría
relativa de originarios en todos los años de Revisita, pese a tener
una población casi tan numerosa como los macha; y el número de
“terrenos de origen” muestra un fuerte aumento entre 1843 y 1877
{aunque el movimiento proporcional de sus originarios se adecúa
a la tendencia ya indicada).
102 Estado boliviano y ayllu andino

Cuadro 3 Originarios, agregados, forasteros: Cambios relativos entre 1843 y 18 7 7 en el


caso de ocho ayllus de la provincia Chayanta

Año Originarios Agregados Forasteras Total


Ayllu
núm. % núm. % núm. % núm. %

Macha 18 4 3 33 1,6 647 3 2 ,4 1 .3 1 7 66 1 .9 9 7 10 0


18 5 3 33 1,8 667 37 1 .1 0 0 6 1 ,2 1 .8 0 0 10 0
1863 34 1,8 491 26 1 .3 6 9 7 2 ,2 1 .8 9 4 10 0
18 77 39 1 ,5 831 3 2 ,5 1 .6 9 0 66 2 .5 6 0 10 0

Chayantaka 18 4 3 93 1 4 ,5 5 49 8 5 ,5 0 0 642 10 0
18 5 8 85 16 440 84 0 0 525 10 0
18 6 3 94 15 541 85 0 0 635 10 0
18 77 10 9 14 652 86 0 0 76 1 10 0

Pukwata 18 4 3 469 3 8 ,4 451 37 300 2 4 ,6 1 .2 2 0 10 0


18 5 8 630 37 501 30 552 33 1 .6 8 3 10 0
18 6 3 635 3 4 ,4 776 42 437 2 3 ,6 1 .8 4 8 10 0
18 77 70 4 3 2 ,7 9 19 43 526 2 4 ,4 2 .1 4 9 10 0

Murumuru 18 4 3 10 8 11 520 54 332 35 960 10 0


18 5 8 10 7 1 0 ,7 520 5 2 ,3 368 37 99 5 10 0
1863 94 8,8 541 5 0 ,6 433 4 0 ,5 1 .0 6 8 9 9 ,9
18 77 10 7 8,8 566 47 538 44 1 .2 1 1 9 9 ,8

Laymi 18 4 3 321 44 403 56 0 0 72 4 10 0


18 5 8 3 18 43 4 15 57 0 0 73 3 10 0
18 6 3 346 53 301 4 6 ,5 0 0 647 9 9 ,5
18 77 328 37 5 53 63 0 0 881 10 0

Jukumani 18 4 3 12 9 44 16 3 56 0 0 292 10 0
18 58 12 6 39 15 1 47 45 14 322 99
1863 7 7 7 7 ? 7 7 ?

18 77 13 6 34 16 0 40 10 4 26 400 10 0

Qhana 18 4 3 117 25 346 75 0 0 463 10 0


18 5 8 116 29 282 70 0 0 398 99
1863 119 26 339 74 0 0 458 10 0
18 77 12 6 23 428 77 0 0 554 10 0

Sikuya 18 4 3 62 22 2 16 78 0 0 2 78 10 0
18 5 8 60 22 2 16 78 0 0 2 76 10 0
1863 59 20 235 80 0 0 294 10 0
18 77 63 19 265 81 0 0 328 10 0

Fuente: Revisitas, a n b , Sucre.

Estas diferencias pueden reflejar distintas estrategias de sus


curacas: por ejemplo, que los kantu runa de Chayantaka, Laymi,
Qhana y Sikuya no se empadronaran, o que se incluyeran en la ca­
tegoría de agregados. Pero parece más conveniente sustentar antes
una hipótesis más fácil de evaluar: las diferencias en la relación
hombre-tierra dentro de cada ayllu. La diferencia entre Macha y
Pukwata, por ejemplo, se explicaría en caso de que la presión sobre
la tierra, y por tanto el fraccionamiento de los “terrenos de origen”,
El “antiguo régimen" tributario 103

haya sido mucho más fuerte en Macha. Igualmente, el relativo


exceso de tierras en Pukwata explicaría el aumento importante de
“terrenos de origen” en ese ayllu entre 1843 y 1877.
La evaluación rigurosa de esta hipótesis permitiría, simultá­
neamente, resolver un problema de primera importancia: no se
sabe aún cómo los padrones de Revisita reflejan la posibilidad del
cultivo bizonal, en puna y valle, por una familia originaria. Haría
falta reconstruir genealogías con los datos de las Revisitas corres­
pondientes a diferentes años, para poder detectar la relación entre
el ciclo de desarrollo doméstico y la redistribución de los “terre­
nos de origen” entre las familias descendientes de un antepasado
“originario”. Posteriormente, sería necesario graficar las parcelas
especificadas en la Revisita, a través del trabajo de campo, para
poder relacionar las genealogías reconstruidas con la disponibilidad
de tierra dentro de cada ayllu.
Se ha dicho ya que el área efectivamente cultivada por cada
unidad familiar dependería, en la mayoría de los casos, de la fuerza
de trabajo doméstica a disposición de cada unidad. Esto significa
que una numerosa familia de agregados podrá cultivar una exten­
sión mayor que una pequeña familia de originarios. Para el caso
del cantón Murumuru, en 1885 el revisitador de Chayanta, don
Narciso de la Riva, señala una situación que puede haber surgido
de este tipo de estructura familiar:
según las mensuras practicadas por el Agrimensor Justo Leigue More­
no la capacidad de los terrenos ocupados por los llamados agregados
es inmensa y de un valor considerable, mayor quizá a todo un orijen:
estos grandes terrenos se hallan poseídos bajo el régimen individual;
y sin embargo los ocupantes se llaman agregados debiendo llamarse
originarios {Narciso de la Riva, 1885).
Sin embargo, no debe olvidarse el acceso a la fuerza de trabajo
extrafamiliar de acuerdo con los mecanismos de la reciprocidad
andina. La forma más generalizada hasta hoy sigue siendo el ayni, es
decir, el intercambio de servicios entre unidades familiares mutua­
mente comprometidas. Además, las unidades con mayores niveles
productivos pueden celebrar chuqhus, “fiestas” de trabajo colectivo,
en las que el oferente reparte coca, chicha y comida a cambio del
trabajo de los invitados. En el siglo xix debe mencionarse también
los “servicios” ofrecidos a cada curaca -y tal vez a las autoridades
indígenas menores- por los indios bajo su mando. En el contexto
104 Estado boliviano y ayllu andino

del comercio triguero de las primeras décadas de la República, sería


importante preguntar hasta qué punto algunos grandes produc­
tores se habían liberado de la dependencia de la fuerza de trabajo
familiar y recíproca para contratar mink’as, jornaleros remunerados
con una parte de la cosecha. De todos estos factores dependería la
superficie efectivamente cultivada por cada familia, y sería erróneo
suponer que los originarios necesariamente cultivaban más tierras
que las otras categorías. La ventaja que favorecía a los originarios,
según el testimonio del actual curaca de Macha (Aransaya), sería
el acceso a tierras en ambas zonas ecológicas, puna y valle.
Parece probable que los curacas contaran con la ayuda “oca­
sional” de forasteros o agregados asentados en los márgenes de las
“tierras de origen”, a cambio de su inscripción en las Revisitas. Este
acceso privilegiado a la fuerza de trabajo de los allegados permitiría
el desarrollo de niveles de producción y comercialización superiores
a los alcanzados por los indios comunes. Tal situación la sugiere
el revisitador de Tinquipaya, en 1901, cuando denuncia que:
se tiene conocimiento que los principales de este Cantón poseen
grandes propiedades al amparo de arrimantes agregados i forasteros,
quienes hacen todo el servicio a que están obligados los originarios,
a la vez que contribuyen al pago contribucional. En mérito de estas
porciones que relativamente son grandes, no quieren que el Gobierno
conozca la riqueza territorial...14
Para las futuras investigaciones será de gran importancia el aná­
lisis más preciso de las formas de acceso que tuvieron los curacas
norpotosinos a la tierra y a la fuerza de trabajo. ¿Existía una
tendencia hacia el uso de mano de obra asalariada en tierras “de
comunidad”, efectivamente privatizadas por el curaca? {cf. Rivera,
1978c; p b h , 2006). El comercio triguero ¿se basaba en el acceso al
trabajo colectivo de todo un cabildo, o a las prestaciones laborales
de agregados y forasteros en tierras que todavía se consideraban
como pertenecientes a la comunidad? Podemos postular tam­
bién la coexistencia conflictiva de ambos modelos. Finalmente,
-y sin desmedro de la vigencia simultánea de las situaciones ya
tipificadas- podemos preguntar si los curacas no fueron simple­
mente individuos privilegiados dentro de una capa mucho más
14 Archivo Histórico de Potosí, Prefectura Departamental núm. 3028 (Tinguipa-
ya, 3 de diciembre de 1901). Casa de Moneda, Potosí.
El “antiguo régimen” tributario 105

amplia de “indios ricos”, cuya riqueza derivaba principalmente


de un acceso coyuntural a “tierras de origen” en puna y valle, de
acuerdo con mecanismos de redistribución generacional dentro
de cada linaje patrilineal, tal como hemos sugerido anteriormente
para comprender la situación actual (Platt, 1982). Lo cierto es que
ningún modelo podría dar cuenta exhaustiva de la realidad, si no
llegase a señalar las tendencias hacia el cambio en las relaciones
de producción norpotosinas que se estaban gestando antes que el
modelo liberal del “progreso” lograra hundir la economía regional
en una crisis de la que todavía no se ha recuperado.
El auge comercial de Chayanta desapareció con el triunfo de
las políticas librecambistas. Grieshaber ha mostrado el enorme
incremento de las importaciones a Bolivia de trigo y harina chile­
nos desde poco antes de la Guerra del Pacífico. El trigo importado
aumentó de 658.490 kilos en 1861, a 2.543.730 kilos en 1877-1878
(Grieshaber, 1977), sentando las bases para la dependencia nacional
respecto al trigo extranjero, que se mantiene hasta el presente. En
1885, Narciso de la Riva denunciaba la falta de producción comer­
cial en Chayanta, atribuyéndola al “aislamiento comunitario” que,
supuestamente, obligaba al indio a apartarse de los circuitos de
intercambio mercantil (ver Anexo n). Así se iba creando el mito del
campesino atrasado, sumido en la subsistencia y reacio al mercado,
que sería parte de la ideología liberal-oligárquica y desarrollista
durante la mayor parte del siglo xx, y hasta el presente.
Pero el programa liberal no solamente destruyó las condicio­
nes mercantiles protegidas en que la producción triguera pudo
sostener un proceso de “desarrollo” regional. También buscó des­
mantelar todo el edificio de la sociedad regional, disolviendo los
ayllus y reemplazándolos por la pequeña propiedad privada como
paso previo a la expansión de un “capitalismo agrario” (Platt, 1991
[1984]). Se trata de un intento muy ambicioso de reforma agraria,
precursor de la legislación “revolucionaria” de 1953. En el fracaso
de este primer proyecto de transformación “impuesta”, podemos
ver los orígenes de la situación ambigua de “vacío jurídico” que
hoy caracteriza la tenencia de la tierra y las formas de trabajo en
el Norte de Potosí.
El fracaso de la política agraria liberal en el Norte potosino
representa un caso más del fenómeno que ha llamado la atención
de los investigadores del siglo xix boliviano: la expansión limita­
106 Estado boliviano y ayllu andino

da de la gran propiedad rural fuera del altiplano Norte de La Paz


(Rivera, 1978b). Algunos autores (por ejemplo, Grieshaber, 1977;
Bonilla, 1981) han atribuido la falta de dinamismo de la expansión
terrateniente al lento crecimiento de la población urbano-minera,
y con ello del mercado para productos agropecuarios. Esta sugeren­
cia debe examinarse tomando en cuenta el aparente éxito de los
exportadores chilenos de trigo y harina al conquistar los mercados
altiplánicos. En lo que se refiere a estos artículos, la presencia de un
fuerte competidor debe haber tenido un efecto desalentador.
Volveremos más adelante sobre las razones del fracaso del
“proyecto liberal” de reforma agraria, orientado a fomentar la
expansión de la gran propiedad rural. Las encontraremos tanto
en los cambios en la estructura de los ingresos fiscales, como en
la ruptura de la legitimidad preexistente del Estado frente a los
ayllus. Sin embargo, podemos ahora detectar el trasfondo econó­
mico tras la masiva resistencia indígena. Si el comercio triguero
de los ayllus de Chayanta pudo efectivamente desarrollarse en el
plano de las exportaciones interregionales, cabe preguntarse si
la movilización campesina a fines del siglo xix no representó un
rechazo, en los puntos regionales de producción, frente a una po­
lítica que amenazaba con derrumbar toda la compleja estructura
social y económica elaborada por los ayllus y sus curacas desde el
período colonial en tomo a la producción y exportación de cerea­
les. Desde esta perspectiva, no debe sorprender si los defensores
más empedernidos de la política económica de los proteccionistas
incluyeran, precisamente, a los mismos ayllus que tanto habían
florecido gracias a aquella.
3
Proceso y fracaso
de la prim era reforma agraria
No es Muñoz ni Melgarejo ios que han inventado la
venta de comunidades; son ideas y hechos de todas las
naciones que nos vienen desde siglos atrás; pues Muñoz
y Melgarejo son los últimos en vender, porque solo en
Bolivia (con escándalo de la civilización) existieron
comunidades.
Anónimo, folleto (1871)

Entre 1874 y la Guerra Federal (1899-1900) los gobiernos bolivianos


hicieron un enorme esfuerzo por reformar totalmente el sistema
de la propiedad rural, a fin de implantar un nuevo sistema tri­
butario y fomentar la emergencia de un mercado de tierras. Lo
primero permitiría aumentar los ingresos fiscales, mientras que lo
segundo se consideraba un paso imprescindible para el desarrollo
de un “capitalismo agrario”, complemento necesario de la gran
minería de exportación. El nuevo sistema de propiedad consistiría
en la extensión de títulos individuales tanto a los comunarios de
los ayllus -considerados como simples usufructuarios de tierras
estatales- como a los propietarios de haciendas, cuyas tierras no
dependían ya del control comunal.

3.1. El “ n u ev o sistem a r entístico ”, 1874-1902


Para la realización de este gran proyecto de reforma agraria se
establecieron dos fundamentos jurídicos. En primer lugar fue ne­
cesario crear una legislación específica para los ayllus. Mediante la
Ley del 5 de octubre de 1874 se propuso confirmar a los originarios,
agregados y forasteros en “la propiedad absoluta en sus respectivas
posesiones, bajo los linderos y mojones conocidos actualmente”,
mientras “los demás terrenos que no se hallen poseídos por los
indígenas se declaran sobrantes y como tales, pertenecientes
al Estado”. Se crearía una mesa revisitadora para “recorrer los
[107]
108 Estado boliviano y ayllu andino

terrenos... previa citación de colindantes”, para después conferir la


propiedad individual mediante la extensión de títulos de propiedad.
La comisión revisitadora incluiría “un perito agrimensor titulado”,
pues a diferencia de las Revisitas anteriores, un objetivo básico
era establecer el área precisa correspondiente a cada propietario.
Una vez extendidos los títulos, “la lei no reconocerá comunidades.
Ningún individuo o reunión de individuos podrá tomar el nombre
de comunidad o aillo ni apersonarse por estos ante ninguna auto­
ridad” (Flores Moncayo, 1953).
Un objetivo principal de la legislación de Exvinculación fue
la destrucción de lo que un ministro de Hacienda llamaría en
1889 “el híbrido y pernicioso sistema de las comunidades”.1Varias
justificaciones se presentaron para este atropello “legal”. Por una
parte, se ofrecía el argumento económico de que “este elemento
exótico en nuestro organismo político, se mantiene aún extraño
al movimiento económico del país”, proposición que fue resumida
sucintamente en la teoría de las “manos muertas”.12Desconociendo
la historia comercial de los ayllus de Chayanta, se suponía que “los
comunarios poseen grandes extensiones de terrenos, que cultivan
en su menor parte según sus limitadas necesidades”.3En base a esta
apreciación, y de la identificación ideológica entre comercio y civili­
zación, que analizaremos en el próximo capítulo, se argüía que: “la
reforma... se propone sustraer del estancamiento grandes valores
territoriales y arrancar a toda una raza del estado semi-salvaje para
cultivarla y convertirla en elemento de prosperidad nacional”.4
Tales intentos de encubrir los verdaderos objetivos de la nueva
política agraria estaban reforzados por una teoría “positivista” del
individualismo como el estado natural del hombre:
La comunidad en la clase indígena ha venido sacrificando a un prin­
cipio abstracto, lo que hay de más esencial en el espíritu humano.
Absorbe la iniciativa individual, sin la concurrencia del esfuerzo
1 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1889, p, 24, Biblioteca Nacional de Bolivia
(bnb ), Sucre.
2 Ver: Un vecino de Chayanta, la propiedad de las tierras de originarios y la injusticia
de ¡as ventas de rilas (1871: 12): “Se acusa a estos (aborígenes) de incuria, igno­
rancia y pobreza que los inhabilita para cultivar y mejorar sus terrenos y por
esto se les llama manos muertas... ” (bnb , Sucre, M 420 x).
3 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1891, pp. 47-48. bnb , Sucre.
4 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1886, pp. 36-38. bnb , Sucre.
Proceso y fracaso de la prim era reform a agraria 109

mutuo, y restringe las espontaneidades de la personalidad, anulando


los estímulos del interés privado.5
Era obvio, finalmente, que solo la “liberación” del “interés
privado” en el indio sería un camino adecuado para que este
“elemento exótico” se abriera a las “exitaciones del patriotismo”
(Ibid.), pues los gobernantes del país estaban convencidos de que
el futuro nacional debería identificarse con el desarrollo de la
“iniciativa individual”.
En 1874 los legisladores trataron el aspecto tributario con
cautela: “la junta revisitadora fijará (el impuesto territorial)
tomando por base la contribución que actualmente satisfacen”,
aunque se planteaba un aumento del impuesto para aquellos
terrenos “que sean muy considerables respecto a los que poseen
los demás”. Se proponía, además, un incremento general del
25%, mediante el cobro del impuesto en la nueva moneda fuerte
(bolivianos), en vez de los pesos febles que valían solo 80 centa­
vos de un boliviano. La recaudación del impuesto se entregaría
a los subprefectos provinciales al haber desaparecido, mediante
el Decreto de 24 de diciembre de 1874, los recaudadores de las
comunidades. Sin embargo, la forma de cobranza propuesta fue
de transición, hasta que se pudiera recalcular la renta en base
a la producción de cada predio, tal como se contempló para las
propiedades ya privadas.
Las propiedades no sujetas al régimen comunal fueron objeto
de otra legislación. Mediante la Ley de 26 de octubre de 1879, se
planteaba “una de las (reformas) más radicales e importantes en la
hacienda pública”. El objetivo fue el levantamiento de un catastro
de todas las propiedades privadas destinado a calcular la extensión
y rentas anuales de cada propiedad, como base para la imposición
del nuevo impuesto predial. Con la percepción de este impuesto
se procedería a abolir los diezmos y primicias sobre la produc­
ción anual, que aún representaban una suma significativa en la
estructura impositiva del país. Con esto se buscaba homogeneizar
los impuestos rurales, pues incluso las propiedades revisitadas y
exvinculadas de las antiguas comunidades deberían inscribirse en
el catastro general, “para la sujeción del impuesto a los efectos de

5 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1896, p. 168. bnb , Sucre.


110 Estado boliviano y ayllu andino

la renta predial”.6 De esta manera se perseguía la creación de un


“impuesto único” casi 80 años antes de su reformulación por los
gobiernos posteriores a la Revolución de 1952.
Si bien los objetivos del nuevo sistema de propiedad e impues­
tos fueron muy claros en la teoría, en la práctica fue muy difícil
lograrlos. La posición teórica subyacente derivaba, como decía
el Subprefecto de Chayanta, Dalio Fernández, en 1889, de Adam
Smith: “las leyes económicas con Ádam Smit [sic] fijan la sabia
regla de gravar la renta pero no el capital”.7 La creación de un
“capitalismo agrario” a través del establecimiento de un mercado
de tierras permitiría, además, elevar la producción agropecuaria
con consecuencias benéficas para el fisco. Narciso de la Riva, el
primer revisitador de Chayanta, agregaba que el resultado de tal
proceso de acumulación originaria sería la liberación de la mano
de obra campesina para su empleo en las nacientes industrias y
en las grandes haciendas en vías de formación.89Sin embargo,
el periodo de transición del antiguo régimen al nuevo orden,
aprobado por las “leyes económicas”, fue crítico, pues el anterior
estaba sancionado por la costumbre de siglos y se sustentaba en
el gran comercio triguero.
En primer lugar, la declaración de la Guerra con Chile, en 1879,
dio lugar a una grave crisis financiera, cuyo remedio parcial se buscó
en la Ley de 1 de octubre de 1880, que modificaba la Ley de 1874:
La disposición culminante de la nueva ley consiste indudablemente
en haber prescrito que los títulos de propiedad en favor de los indí­
genas se conferían en papel sellado especial del valor desde Bs. 5.00
hasta 50.00, prometiéndose por este concepto un rendimiento de
Bs. 200,000.00.*
Además, dada la demora que implicaba la realización de la Revisita
y la percepción de la contribución territorial reajustada:
6 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1888, p. 62: “...preciso es delimitar en
absoluto las propiedades de los indijenas en la comunidad de que se les
exvincula y enrolarlas en el catastro general...". bnb , Sucre.
7 Dalio Fernández, Informe del Subprefecto de Chayanta al Prefecto de Potosí, p. 18.
Potosí, 1889 (bnb , Sucre, po Informes Chayanta, 1889).
8 Narciso de la Riva, Informe del Revisitador de tierras de origen de la provincia de Cha-
yanta. Sucre, 1885 {bnb , Sucre, M 780 vn). Ver nuestro análisis de este texto en
el próximo capítulo.
9 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1882, p. 16. bnb, Sucre.
Proceso y fracaso de la p rim era reform a agraria 111

el Gobierno se vio en la imprescindible necesidad de expedir el decreto


de 30 de diciembre de 1881, ordenando su recaudación en la forma
acostumbrada durante el período de 1882, sin convertir los pesos
en bolivianos, declarando a los indígenas contribuyentes escentos de
impuesto personal y del servicio militar obligatorio (Ibid.: 18).
Finalmente, “con el propósito de interesar a la raza indígena en la
defensa nacional, y poder contar con su coadyuvación, que no ca­
rece de importancia, se suspendieron las operaciones de la Revisita
por Circular de Octubre 20 de 1883”.101Evidentemente, la Guerra
con Chile produjo un grave desbarajuste en la implantación del
nuevo sistema tributario.
Sin embargo, “pasado el conflicto, se ordenó que continúen
dichas operaciones (revisitarias)”. No obstante, no se derogó el
artículo de la Ley de 1 de octubre de 1880, que disponía el cobro a
los indios del valor del papel sellado, dando origen a la resistencia
de los ayllus que terminaría con el fracaso en gran parte del país
de la política estatal de Exvinculación. Como observó el Ministro
de Hacienda en 1886:
En la práctica, ese artículo produjo el descontento de la raza aborigen
que reagravado por el cobro del valor del papel de títulos, por las
compras poco equitativas de las tierras de origen, y por el pago del
impuesto en bolivianos en vez de pesos de a 80 centavos, le hizo esta­
llar en rebelión abierta, dando lugar a desenlaces sangrientos.11
Con la Ley de 26 de noviembre de 1886 se intentó reducir la ten­
sión, disponiendo que mientras duraba la Revisita el tributo se
cobraría en pesos febles y no en bolivianos. En 1887, sin embargo,
el Ministro comentaba la persistencia de estos problemas: “Nume­
rosas sublevaciones en los departamentos de La Paz, Potosí y Oruro,
hacían temer una conflagración que habría puesto en peligro el
orden social”.12
De hecho, las esperanzas de alcanzar los objetivos iniciales
se habían debilitado desde 1881, al autorizarse la extensión de
títulos pro-indiviso a las comunidades que rechazaban el recono­
cimiento de los linderos de los terrenos de sus miembros. En
1885 el revisitador de Chayanta, Narciso de la Riva, expresaba su
10 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1884, p. 19. bnb , Sucre.
11 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1886, pp. 36-38. bnb , Sucre.
12 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1887, p. 28. bnb , Sucre.
112 Estado boliviano y ayìlu andino

desacuerdo con una medida que contradecía todos los propósitos


de la reforma:
la reforma intentada tiene por objeto... la fundación de un sistema
rentístico nuevo, cuya base ineludible es el Catastro: ¿puede existir
este sin medición, avaluación y estimación de frutos para calcular
la renta imponible? No... Por las razones sentadas, la propiedad de
cada indígena debería ser sometida a las formas revisitarias suje­
tándolas al régimen individual, y en ningún caso pro-indiviso (De la
Riva, 1885: 6-7).
No obstante las objeciones coherentes de Narciso de la Riva,
resultaba evidente que solo el despliegue masivo de las Fuerzas
Armadas permitiría a un gobierno acosado por la amenaza de
una insurrección general de los ayllus prescindir de tales medidas
pragmáticas y contemporizantes. Es sintomático de la debilidad del
Estado criollo el que los comandantes no estuviesen dispuestos a
aceptar el traslado de los regimientos hacia el campo. Escuchemos
nuevamente al Ministro de Hacienda en 1887:
Varios revisitadores, y señaladamente el de Pacajes, han pedido el
auxilio de (la fuerza pública), sin haber sido posible acceder a ello
porque, en sentir del Ministro de Guerra, la conservación del orden
público demanda el mantenimiento de los cuerpos del Ejército con
todo su personal y sin fraccionarlos.13
En 1889 el Ministro evaluaba, en términos alarmantes, el progreso
de la Revisita hasta la fecha, y señalaba la crisis suscitada por los
intentos de reforma:
Desvinculada una parte de las tierras, manteniéndose la otra bajo el
híbrido y pernicioso sistema de las comunidades, la administración
pública no sabe a qué atenerse: colocada entre los despojos del sistema
comunal viejo y los albores de la desvinculación o sistema nuevo, sufre
la disminución progresiva de los ingresos; el orden social recibe los
sangrientos sacudimientos de las colisiones en la campaña; las postas,
las escuelas, las iglesias, los corregimientos, se hallan privados de los
antiguos elementos de estabilidad y subsistencia... La gran necesidad
del momento es la terminación de las Revisitas.14
Sin embargo, la resistencia indígena pronto lograría extraer otra
concesión del Estado. En 1891, expresando amargamente que “hace
13 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1887, p. 28. bnb , Sucre.
14 Informe de Isaac Tamayo en Ministerio de Hacienda, Memorias, 1889, p. 24.
bnb , Sucre.
Proceso y fracaso de la prim era reform a agraria 113

17 años que esta operación no puede llevarse a término por la re­


sistencia de la clase indígena”, el Ministro sugería que, incluso si se
lograba fijar el monto del impuesto en base a la producción anual
de los productores, la suma percibida sería ínfima debido a la poca
producción de cada unidad campesina. La solución que entonces se
propuso fue “mantener el sistema tributario en sus actuales condi­
ciones de cuota fija sobre el terreno poseído por blancos o indígenas
mientras la agricultura, mediante brazos y capital, reciba mayor
incremento.. .”.15En otras palabras, el único objetivo inmediato sería
la individualización de la tenencia y la creación consecuente de un
mercado de tierras: solo cuando el nuevo “capitalismo agrario” se
hubiese asentado, como consecuencia de la progresiva concentra­
ción de la tenencia, sería posible modificar el sistema tributario en
el sentido de un impuesto predial sobre la producción anual.
En la próxima sección se analizará en detalle las operaciones
de Revisita en la provincia de Chayanta16 entre 1882 y 1885, en­
comendadas a Narciso de la Riva. El análisis regional permitirá
comprender mejor las razones de la resistencia de los ayllus nor-
potosinos, y las potencialidades insurreccionales de la ideología
comunitaria que legitimaba las relaciones tradicionales entre los
ayllus y el Estado. Por el momento, nos limitaremos a examinar
la correspondencia oficial de los últimos revisitadores del Norte
de Potosí durante la última década del siglo xix, pues en este
periodo se intensificó la tensión entre los ayllus regionales y los
representantes gubernamentales, que desembocaría finalmente
en el apoyo masivo ofrecido a las fuerzas de Pando durante la
Guerra Federal de 1899-1900.
Entre 1892 y 1902, cuando se abandonó el último intento de
imponer la exvinculación de las tierras comunitarias en el Norte
15 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1891, pp. 47-48. bnb , Sucre.
16 Para entonces había empezado la fragmentación administrativa de la anti­
gua provincia colonial de Chayanta: “El Supremo Decreto de 9 de febrero de
1877, dividió en dos provincias la de Chayanta denominándolas Ñor y Sud
Chayanta. La Ley de 13 de setiembre de 1880 cambió los nombres con los
de Chayanta y Charcas. Por Ley de 21 de noviembre de 1882 fue separado
de la provincia de Chayanta el cantón Chayanta, haciéndolo depender con
Laimes y Chayantacas de la provincia de Charcas que quedó dividida en dos
secciones, siendo esta la segunda sección con Sacaca la capital. Por Ley de 27
de noviembre de 1882, fue Colquechaca declarada capital de la provincia de
Chayanta" (Fernández, 1889).
114 Estado boliviano y ayllu andino

de Potosí, diversos revisitadores asumieron sucesivamente el cargo


en las provincias de Chayanta y Charcas, para dimitir poco tiempo
después ante la imposibilidad de la tarea sin un masivo despliegue
militar. Para la provincia de Chayanta sabemos que don José Nava
Morales asumió el cargo en 1892 y en 1894 fue denominado “pa­
triota” por el Ministro de Hacienda, debido a los avances logrados
frente al creciente rechazo de los indios. En algún momento fue
reemplazado por don Félix Leitón,17de quien no se sabe nada más
que su nombramiento. Pero en octubre de 1897 encontramos a don
Guillermo Rasguido con la mesa revisitadora en Pocoata, pidiendo
urgentemente apoyo armado para cumplir con sus funciones.
La reforma agraria liberal no afectaba solamente a la tenencia
comunitaria de la tierra: amenazaba también con minar toda la
estructura regional de autoridad. Por lo tanto, es importante notar
que el Subprefecto de la provincia, con sede en Colquechaca, le
negaba toda colaboración a Rasguido. Como este señala, “el señor
Subprefecto, por órdenes del señor Tesorero Departamental, nos ha
retirado al Corregidor, Alcaldes, Hilancos i Recaudadores, de modo
que la mesa ha quedado sin acción alguna”.18 Se nota la oposición
del Tesoro departamental, principal beneficiario del antiguo tributo.
Debe pensarse también que el Subprefecto recibía como parte de
su haber un porcentaje del monto recaudado en su provincia. De
ahí que Rasguido solicitara se mantuviera al Escuadrón Junín en
Chayanta, “i si esto no fuese posible, nos remita una fuerza de 25
hombres”. En apoyo de la solicitud, dirigida al Prefecto de Potosí,
se informaba que “esta provincia se sublevó el año pasado contra
la Revisita i que hoi aun mas tenaz con el excito que siempre ha
tenido corriendo a cuatro Revisitadores: por tanto no se puede
adelantar un paso sin tener un piquete bien amuniciado” (Ibid.).
De hecho, al día siguiente Rasguido informaba al Prefecto de la
instalación formal de la mesa con la asistencia del Subprefecto, el
intendente de policía; el párroco, y “diez hombres del piquete que
dieron honor a aquel acto solemne”. Sin embargo, las únicas autori­
dades indígenas presentes eran algunos presos. Además, en enero

17 Ceferino Vacaflor, Informe del Subprefecto de Chayanta al Prefecto de Potosí. Colque­


chaca, 1898 (bnb , Sucre, po Informes Chayanta, 1898).
18 Archivo Histórico de Potosí. Prefectura Departamental núm. 2713 (Pocoata, 8 de
octubre de 1897). Casa de Moneda, Potosí.
Proceso y fracaso de la p rim era reform a agraria 115

del año siguiente, Rasguido se quejaba otra vez de conflictos con


las autoridades provinciales, quienes intervenían en los reclamos
territoriales y por la forma de percibir la contribución indígena.
Más adelante veremos que el Subprefecto, además de su interés
personal en la percepción del tributo, no estaba dispuesto a pro­
vocar a los indios ni arriesgar un asalto contra los pueblos de los
vecinos. Conscientes de los peligros implícitos en la presencia de
la mesa revisitadora, los subprefectos confiaron más en las formas
tradicionales de tratar con los ayllus y preferían frenar todo acto
de prepotencia por parte de la comisión. De ahí los comentarios
sobre Rasguido enviados por el Subprefecto Ceferino Vacaflor a la
Prefectura Departamental en 1898:
por desgracia, el Juez Revisitador don Guillermo Rasguido, además
de que no conoce la Ley, es objeto de la más profunda aversión de la
raza indígena de toda la provincia, según lo aseveran las autoridades
cantonales... (Vacaflor, 1898:12).
No sabemos las causas de esta aversión, pero es evidente que la
Subprefectura consideraba inútil y provocativa la presencia de la
mesa revisitadora sin el respaldo de “una fuerza competente de
línea" (Ibid).
Sin embargo, el gobierno no respondió a los pedidos del revi-
sitadory del Subprefecto. En marzo de 1898, Rasguido mandó otra
carta al Prefecto. Habían empezado las renuncias: el agrimensor
había dejado su cargo, “afirmando desempeñarla siempre que
esta Revisita tenga a su disposición por lo menos unos cincuenta
soldados de la fuerza pública”. La razón era que los comunarios de
Pocoata se habían sublevado contra un deslinde practicado por el
revisitador entre ellos y sus vecinos de Macha:
lejos de proponer su defensa (los indios de Pocoata) presentando
sus títulos respectivos, apelaron (al motín) amenazando en número
más de mil victimar al Cuerpo de la Revisita y a sus contendores (de
Macha) que inferiores en número fueron apaleados y heridos en mi
presencia, pues resultó un combate grave del que me salvé con mi
fuga, habiendo tenido la casual suerte de tomar ocho cabecillas que
conducidos a esto Subprefecturafueron puestos en inmediata libertad [énfasis
del autor].
Un último detalle muestra nuevamente la cautela de la Subprefec­
tura frente a los esfuerzos inútiles de la comisión para “imponer
la ley”. Rasguido se mostraba indignado con el Subprefecto y su
116 Estado boliviano y ayllu andino

constante negativa a poner “la fuerza pública” a disposición de la


Revisita, mientras que los indios de Macha preferían denunciar
al Subprefecto como partidario de los indios de Pocoata. Pero en
una región donde la presencia estatal se reducía a unas pocas islas
rodeadas por un mar de ayllus enfurecidos, resulta comprensible
la renuencia del Subprefecto. Además de su interés en el tributo
tradicional, estaba enjuego toda la estructura regional de autoridad.
En su última carta de mayo de 1898, Rasguido denunció una vez más
la falta de colaboración del Subprefecto, y abandonó el cargo.
Mientras tanto, ¿cómo andaban las cosas en la provincia de
Charcas? En febrero de 1897 encontramos a don Natalio Uzeda, el
revisitador nombrado para esa provincia, con su mesa revisitadora
instalada en el cantón de Chayanta. Este cantón, también sacudido
por repetidos “motines”, estaba constituido por seis ayllus principa­
les: Chayantaka, Chullpa, Sikuya, Laymi, Puraka y Kharacha, cuya
población -de acuerdo con la Revisita de 1877- estaba formada por
2.574 contribuyentes {o sea más de 12 mil indios).
También en este caso la situación enfrentada por Uzeda más
parecía una campaña militar que un procedimiento burocrático.
Como en el caso de Rasguido, su primera queja atañe a la “retirada
de la fuerza pública que garantizaba las operaciones de la Revisita,
precisamente en los momentos en que se iba a definir la azarosa
situación en que se encontraba la Comisión que presido”. Debido
a la falta de apoyo armado, la Comisión tuvo que retirarse hacia
San Pedro, donde el revisitador resumió el “estado de operacio­
nes”: “los cantones de Moscarí, Carasi y Micani no están revisitados,
habiendo sido a medias el primero. Aún para complementar Mos­
carí... se necesitaría una fuerza de línea” (Vacaflor, 1898:12).
Sin embargo, se ha comentado ya la reticencia del Ministro de
Guerra a la dispersión de sus fuerzas, y don Natalio anticipó esta
inevitable negativa:
en caso de ver imposible desprenderla (la fuerza de línea) del ejército,
siquiera se recabara la orden para que esta Subprefectura organice una
pequeña fuerza con los nacionales, teniendo los elementos precisos
de armas y municiones en Sacaca, como son 60 rifles Remington y
cartuchos a bala...
Entre tanto: “me concreto al trabajo de oficina, desde que mi antecesor
había formado un considerable número de procesos con un curso muy
lento...” (Vacaflor, 1898:12).
Proceso y fracaso de la prim era reform a agraria 117

Sin embargo, una ventaja que Uzeda disfrutaba frente a Rasguido, era
la presencia del escuadrón Junín en su provincia, presumiblemente
una concesión por parte del Ministro de Guerra que, sin embargo,
no pudo dar cobertura a las operaciones de Revisita en ambas
provincias. En abril de 1897 encontramos al revisitador en Sacaca,
con parte de este Escuadrón, circunstancia que obligó a los indios
a modificar sus tácticas. Así Uzeda declara estar “usando de todos
los medios de persuación con los indios no-revisitados, que siempre
se resisten con no presentarse para la mensura de sus terrenos...
se halla íntegra la Mesa no teniendo empero el agrimensor en qué
ejercitar su fundón” (Vacaflor, 1898).
Finalmente, logró completar el empadronamiento de Sacaca
trasladándose a Moscarí, donde se habían alzado los indios de varias
estancias durante el periodo del revisitador anterior.
Al prindpio Uzeda estaba optimista, ya que podía contar, además,
con un piquete de ocho hombres del Junín. Así, el 23 de mayo de 1897
despachaba al agrimensor con cuatro soldados hacia Sacabamba,
lugar de los alzados. “Al parecer la indiada se manifiesta obediente”,
escribía, aunque un fenómeno extraño le llamó la atención: “se ha
notado la ausenda de varones del pueblo, no concurriendo sino mu­
jeres. . Su próxima carta deja ver que se encontraba de regreso en
San Pedro, lamentando “la sublevadón de los comunarios en general
del cantón de Moscarí”. Desde allí informaba al Prefecto la renunda
del secretario de la mesa. Su última carta, fechada en Sacaca el 14 de
septiembre de 1897, señalaba únicamente que “dos sublevadones
seguidas han interrumpido la prosecudón de mis funciones”. Poco
después abandonó el cargo.
Nuestra hipótesis es que el incremento de sublevaciones duran­
te los últimos años del siglo xix culminó en la movilización indígena
durante la Guerra Federal. Hay indicios de que el rechazo de los
comunarios frente a la política de exvinculación fue hábilmente
explotado por los liberales paceños para movilizarlos en su favor
contra el gobierno conservador de Chuquisaca. Ya en 1885, Narciso
de la Riva comentaba “la oposición a la Revisita, vigorosamente
desarrollada en los diarios del norte” (Vacaflor, 1898: 21). De ser
correcta la afirmación, cabría añadir las Revisitas a la lista de causas
de la movilización indígena en favor de José Manuel Pando, señalada
por Ramiro Condarco Morales en su libro Zarate, el "temible”Wíllka
(1965). Lo que sí parece cierto es que el proyecto de “integración
118 Estado boliviano y ayllu andino

nacional”, formulado a través de las leyes de exvinculación, se en­


frentaba a la incapacidad ejecutiva del gobierno conservador y la
tenaz resistencia de los comunarios, para terminar rompiendo la
hegemonía chuquisaqueña con el traslado de la sede del gobierno
a La Paz, como consecuencia de la Guerra Federal.
Analicemos ahora el otro fundamento jurídico de la gran refor­
ma proyectada: el catastro de las propiedades privadas. En 1880, el
Ministro se mostraba optimista al respecto: “no cabe pues la menor
duda de que en el mes de agosto se tendrá el catastro de toda la
República y el cálculo aproximativo de las rentas... se mandará la
recaudación del impuesto en el año próximo”.19
Hemos podido ubicar los libros de este primer catastro para
las provincias de Chayanta y Charcas, que constituyen una fuente
valiosísima para evaluar el ritmo de la expansión de la propiedad
privada en el Norte de Potosí. Sin embargo, la validez de este primer
intento fue seriamente impugnada, y en el contexto de lo que los
bolivianos llamaron la “Guerra chilena”, parecía arriesgado abolir
las contribuciones de diezmos, primicias y veintenas, cuando no
podía garantizarse el monto del impuesto predial con el que debían
reemplazarse. Por lo tanto -y vista la falta de autorización de la
Santa Sede- se decidió rescindir los artículos correspondientes de
la Ley de 15 de agosto de 1880 ordenando “la cobranza de diezmos,
primicias y veintenas en la forma de costumbre, disponiendo al
propio tiempo que las operaciones catastrales continúen con el
carácter de medidas estadísticas y preparatorias”.20 Entre tanto, se
creó la Comisión Rectificadora del Catastro, cuyos jueces debían ase­
gurar el perfeccionamiento paulatino de los datos obtenidos.
El proceso fue lento. Con la Ley de 25 de noviembre de 1887 se
buscó nuevamente:
establecer el impuesto predial, en sustitución al de diezmos y pri­
micias. El tipo de impuestos es del 8% sobre la renta líquida en los
predios rústicos y 4% en los predios urbanos... Su recaudación fue
librada a colectores especiales de provincia.
Pero, no obstante la autorización recibida de la Santa Sede, la
recaudación fue nuevamente postergada. En 1892, el Ministro,

19 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1880, p. 13. bnb , Sucre.


20 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1882 (anexo n ú m . 5). bnb, Sucre.
Proceso y fracaso de la prim era reform a agraria 119

señalando la lentitud del proceso, indicaba que el problema fun­


damental era la definición precisa de la renta anual, ya que los
propietarios preferían subestimar sus ingresos para evitar el pago
de altos impuestos. El 1 de octubre del mismo año fue necesario
“crear Comisiones unipersonales en las capitales de departamento
para conocer en apelación de las decisiones de los Jueces Rectifica­
dores del Catastro en las provincias”.21
Solo en 1894 fue posible declarar la sustitución de los diezmos
y primicias por el impuesto predial en el departamento de Tanja,
con una tasa del 12% sobre la producción anual de los predios.22
En Potosí la misma sustitución demoraría unos 20 años más.
Lo expuesto hasta aquí representa una primera aproximación
a la crisis desencadenada por los intentos gubernamentales para
implantar lo que un “progresista” saludaba como la “gran reforma
rentística”. Debe enfatizarse nuevamente los vastos alcances del pro­
grama. Lo que empezó siendo un modelo jurídico elaborado por las
fuerzas del “progreso” agrominero, para lograr la “racionalización”
de la tenencia y la “modernización” del régimen agrario, terminaba
minando las bases mismas de la sociedad civil que se había desarro­
llado a partir de la herencia colonial. Los datos revisados ofrecen un
cuadro dramático: escuelas, postas e iglesias, privadas de las presta­
ciones laborales de los indígenas, el sistema de autoridad regional
en crisis, la prepotencia estatal puesta al desnudo frente al rechazo
tajante de la sociedad indígena y, como veremos, mestiza.
Los malentendidos se multiplicaban en la medida que la oligar­
quía criolla estaba convencida de que sus políticas agrarias se justifi­
caban por los beneficios que -supuestamente- representarían para los
indios. Cabe insistir en que las contradicciones surgidas durante esta
primera etapa de la reforma liberal fueron explotadas por la burguesía
regional de La Paz para reforzar sus pretensiones frente a la oligarquía
argentífera de Sucre. Pero la hegemonía paceña, conquistada a través
de la Guerra Federal de 1899, no condujo al abandono de la política
agraria de sus rivales chuquisaqueños. El caudillo indígena Zarate
Willka fue fusilado, los brotes de autonomía indígena reprimidos, y
se reiniciaron las operaciones de Revisita. La “modernización” estaba
a la orden del día, y los nuevos liberales paceños la asumieron.
21 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1892, p. 119. bnb , Sucre.
22 Ministerio de Hacienda, Memorias, 1894, p. 171. bnb , Sucre.
120 Estado boliviano y ayllu andino

De ahí que el fracaso definitivo de la Revisita de Exvinculación en


el Norte de Potosí solo se produce en 1902, cuando el Prefecto de Po­
tosí, Carlos Torrico, denunció la “poca seriedad” de los revisitadores
anteriores, proponiendo que el recorrido de los terrenos individuales
se practicara obligatoriamente, sin expedir títulos pro-indiviso.23
En 1901, en el pueblo de Tinquipaya, provincia de Porco, el
revisitador Benigno Aramayo recibió el rechazo formal de las autori­
dades indígenas: “el día de hoi se han presentado ante la Comisión
Revisitadora los curacas de este Cantón i han significado que dicha
Comunidad no acepta los trabajos de exvinculación de sus tierras
porque teme que no sea favorable para ellos” (íbid.). En octubre del
mismo año, el curaca Gregorio Quispe “ha marchado ante el Señor
Presidente de la República a averiguar la verdad de los hechos que
tiene que desarrollar la Revisita”, y Aramayo sugiere al Prefecto
“que por comunicación telegráfica insinúe el pronto despacho
del nombrado indígena”. Sin embargo, al retorno del curaca las
autoridades indígenas no se presentaron a la mesa revisitadora, y
el frustrado Aramayo estalló en rabia: “En efecto, la imbecilidad
que les es característica, su crueldad instintiva i la presión de sus
principales hacen de este grupo de hombres bestias salvajes e
inhumanas” [Ibid.). En un último ataque de indignación denuncia
la ignorancia de los indios sobre “lo beneficioso que es la Revisita
que les desligará de todo otro gravamen odioso que es perjudicial a
sus propios intereses i no nivela el deber de cada propietario”. Los
intentos de renovar la Revisita en el Norte de Potosí fueron aún más
breves. Tenemos solamente una carta del revisitador nombrado,
don Vicente Algarte, fechada en Colquechaca el 3 de octubre de
1902. Según esta carta, “la Comisión Revisitadora de esta provincia
(de Chayanta)... ha llegado al convencimiento de que es imposible
la realización de ella (la Revisita), sin la concurrencia de la fuerza
armada competente”.24
Con la experiencia organizativa de la Guerra Federal aún
fresca,25 los ayllus no estaban dispuestos a ceder frente a lo que
23 Prefecturas de Potosí, Memorias e Informes: Informe Anual al Supremo Go­
bierno del Prefecto de Potosí, Carlos Torrico (1902: 83).
24 Prefectura Departamental núm. 3029 (Colquechaca, 3 de octubre de 1902).
Casa de Moneda, Potosí.
25 Para el proceso de organización de los ayllus durante los 20 años anteriores
a la Guerra, ver Platt, 1990. Cf. Condarco Morales, 1965.
Proceso y fracaso de la prim era reform a agraria 121

percibieron como mala fe estatal. Cuenta el revisitador que “las


comunidades de Pocoata, se asegura que están en connivencias
hasta con las de Challapata para resistir a la operación revisitadora.
Las demás comunidades están igualmente prevenidas para igual
resistencia”. En este contexto hostil, incluso la Comisión de Ca­
tastro se encontraba en dificultades. Nicanor Cabezas atestiguaba
nuevamente los resquemores de la Subprefectura de Chayanta en
Colquechaca: “dicha autoridad abriga temores fundados de ser con­
fundida esta Comisión con la Revisitadora, no pudiendo prestarle
ninguna garantía con la pequeña fuerza policíaca de que dispone”.2627
Las últimas palabras de Nicanor Cabezas muestran claramente el
nuevo balance de poder en la provincia, como consecuencia de la
creciente movilización campesina durante los 20 años anteriores:
la última palabra de la indiada, dirijida a los pueblos arriba mencio­
nados [Macha y Pocoataj es, de no someterse a ninguna Comisión,
conminándolos con la amenaza de ser ellos los primeros atacados en
caso de no secundar sus propósitos (íírid.).
Encontramos, pues, a los indios dando un ultimátum a los pueblos
mestizos, y presionándolos para que desconozcan las órdenes del
Gobierno. No habrá, desde entonces, más intentos concertados por
parte del Estado para modificar la tenencia de los ayllus norpoto-
sinos hasta la segunda reforma agraria de 1953.

3.2. La r esistenc ia de los ayllus de C hayanta ,


1882-1885: Dos perspectivas sobre
LA RELACIÓN ENTRE COMUNIDAD Y ESTADO
En esta sección se examina con más detalle la ideología liberal
asociada a la Revisita de Exvinculación y su incompatibilidad con la
concepción comunitaria de las mutuas obligaciones entre comuni­
dad y Estado. Privilegiamos los años 1882-1885 dado que para este
lapso se cuenta con el testimonio particularmente elocuente del
primer revisitador de la provincia de Chayanta, Narciso de la Riva.2"
A través de este testimonio puede concluirse que la resistencia de
26 Prefectura Departamental núm. 3029 (Potosí, 3 de noviembre de 1902). Casa
de Moneda, Potosí.
27 Todas las citas de esta sección provienen de Narciso de la Riva, 1885, salvo
cuando se especifica lo contrario.
122 Estado boliviano y ayllu andino

los ayllus no representó simplemente un rechazo “visceral” frente


a los atropellos materiales que resultaban de la política agraria
liberal, sino que su actitud se expresó a través de una ideología
compleja, según la cual la política estatal representaba un acto de
mala fe y conllevaba una pérdida de legitimidad por el Estado criollo
frente a los ayllus. Al introducir en el análisis las estructuras mentales
andinas podemos constatar nuevamente cómo la acción social no
debe reducirse burdamente a los intereses económicos sino que
responde, sobre todo en el caso de los grupos tradicionales que
se encuentran frente a la expansión capitalista, a una “noción de
legitimidad” que justifica la insurrección popular con referencia a
una trama de derechos y obligaciones que se sienten bajo ataque
por los grupos sociales afectados (Thompson, 1979).
La Revisita de Exvinculación, decretada para toda la República
el 16 de septiembre de 1879, inició sus operaciones en las dos pro­
vincias de Ñor y Sud Chayanta23el 24 de agosto de 1882 en el cantón
Moromoro (hoy Ravelo), bajo la presidencia del revisitador Narciso
de la Riva. Tres años más tarde, De la Riva presentó su renuncia al
Ministro de Hacienda jurando que “no volvería a ser Revisitador ni
por mil bolivianos mensuales”. Como en el caso de los revisitadores
posteriores, las razones principales para su renuncia fueron, primero,
las sublevaciones indígenas contra las operaciones de la Revisita,
y segundo, “la ineficacia de las medidas tomadas por el Supremo
Gobierno para someter a obediencia a la indiada”. A pesar de su
agotamiento “físico y moral”, De la Riva ofreció un informe detallado
sobre el curso de la abortada Revisita, y sobre los problemas prácticos
surgidos en el intento de aplicar a una realidad desconocida una ley
basada en consideraciones apriori: “sin práctica y sin esperiencia, las
teorías darán siembre el nocivo fruto del error”.
Su Informe representa un testimonio elocuente de la brecha
ideológica entre los legisladores, inmersos en los debates europeos
sobre la economía política, teñidos por el evolucionismo social
de la época (Demélas, 1981), y la realidad andina de los ayllus
norpotosinos. Empezaremos analizando las proposiciones de
Narciso de la Riva acerca del “problema indígena”, que buscaban
justificar la política liberal del gobierno en términos del beneficio
social que supuestamente significaría para los indios.28
28 Ver nota 16.
Proceso y fracaso de la prim era reform a agraria 123

Para el revisitador, “la bondad de la Ley (de Exvinculación)


es innegable”: aunque las tierras “estatales” se encuentran “se­
cuestradas” por los ayllus, el Estado -mediante “la más elevada
filantropía”- ha concedido al indio un derecho enfitéutico perfec­
to, y ahora ha dispuesto la Revisita para que pueda convertirse en
propietario pleno, abriéndose de esta manera al “cambio, que es el
instrumento más poderoso en el desarrollo del trabajo”. “La parte
esencial... de la ley consiste en la exvinculación de las tierras de
orijen, con el fin de disolver esos grupos de individuos rezagados
[los ayllus]”. Esta Ley es “un instrumento esencialmente móvil,
que semejante al mar produzca flujos y reflujos, con cuyo poder
el aboríjena salga de las grutas donde habita, se interpole con las
masas ilustradas del país, y despierte a la vida del progreso”.
La incorporación del indio al mercado aparece como una
medida humanitaria para lograr su incorporación a la sociedad
“civilizada”.
La imagen del Estado paternal es un elemento clave en este
planteamiento típicamente liberal del “problema indígena”. Como
un padre autoritario, el Estado busca llevar al indio infantil hacia la
“ilustración” mediante leyes bondadosas. Encuentra, sin embargo,
que sus protegidos rechazan a menudo sus intenciones y se resis­
ten a su autoridad. La ideología liberal interpreta esta resistencia
como una nueva evidencia del estado “precivilizado”, e incluso
“prehumano”, de los indios. Se supone evidente que:
la exvinculación de tierras de orijen pone a los poseedores en acti­
tud de entrar de lleno en las transacciones usuales de enajenar la
propiedad; este hecho por si solo pondrá al indíjena en contacto y
relación con los blancos, y el roce con estos será el primer paso que
dé en su civilización.
Se argumenta que el indio solo llegará a “civilizarse” si vende sus
tierras y se convierte en proletario potencial dentro del naciente
capitalismo boliviano. Cuando los indios se levantan contra este
programa filantrópico, el revisitador encuentra defectuosa la Ley,
en cuanto “ha sido expedida para un grupo de jentes ilustradas,
y no para la atravesada raza indigenal que yace en la mas negra
ignorancia, con todos los visos de la barbarie”. De ahí que el revi­
sitador dedique todo un capítulo al “Estado de civilización de ios
aborijenes en Chayanta”. Trata de justificar la imposición violenta
124 Estado boliviano y ayllu andino

de la Ley, mostrando que el indio, por su “modo de ser salvaje”, no


puede conocer su propio interés:
El jénero de vida de la raza, es como para conservarse en perfecta
ignorancia: habitantes de las montañas, sin roce ni trato con jente
civilizada... su idioma lo aleja de todo trato social y rechaza hablar
el español en que se expresan las ideas.
Este argumento permite criticar las supuestas garantías ofrecidas
por el Estado: “la protección invocada por la raza, ha resultado
nugatoria, porque con ella se ha fomentado y sostenido sus erro­
res”. Se supone que el indio aprovecha las concesiones estatales
para consolidar su propio estilo de vida. La única fuerza capaz
de recuperarlo para la “civilización” es “el cambio con su májica
varilla”: la mercantilización de sus tierras, de sus productos, de
su fuerza de trabajo. Sin embargo, para los hombres “civilizados”
de la época “el cambio se deriva de la racionalidad del hombre,
sin que haya ejemplo de que lo verifique el bruto”. Este “aforis­
mo económico” es “muy aplicable a nuestros indios que, si no
lo eluden en lo absoluto [el cambio], lo reducen a expresión tan
ínfima, que sus efectos no dejan sentir los bienes de la actividad”.
Con el gran comercio triguero en ruinas, el revisitador pensaba
detectar una resistencia por parte del indio frente al proceso de
“hominización” representado por su mayor participación en el
mercado. Por lo tanto, los colocaba claramente en la categoría de
los “brutos”, para así justificar las medidas de fuerza que asegu­
rarían su salvación.
Hemos esbozado anteriormente los objetivos económicos
de la política agraria criolla. No creemos, sin embargo, que sea
adecuado descartar la ideología asociada como simple hipocresía.
Esencialmente eurocèntrico, incluso en los mismos ideales que
alimentaron las declaraciones de 1825, el pensamiento criollo di­
fícilmente ha podido aceptar la “otredad” andina, pues la adopción
gubernamental de esta perspectiva enfatizaría una continuidad
esencial con la teoría colonial de las “dos Repúblicas”. Con sus ojos
puestos en el horizonte europeo, la persistencia del ayllu andino-
colonial aparecía como un obstáculo anacrónico que postergaba
continuamente la hora en que Bolivia tomaría su lugar dentro de
la comunidad de “naciones libres”, proclamada por las burguesías
metropolitanas. De ahí la oscilación entre una postura de paciencia
paterna y los gritos racistas que fueron expresión de la frustración
Proceso y fracaso de la prim era reform a agraria 125

de las burguesías nacionales. Dadas las premisas de la lógica libre­


cambista, era inevitable que el rechazo andino frente a la oferta
criolla de tratar a los indios como “hombres libres e individuales”
llevara a la conclusión inversa de que este tratamiento carecía de
fundamento. Las aspiraciones criollas, por el contrario, se volcaron
hacia el racismo frente a los problemas de incorporar a las masas
tradicionales en su "proyecto nacional”.
Este pensamiento polarizado no encontraba reflejo en las
instancias regionales del poder estatal. Fue en base a su experien­
cia en Chayanta que Narciso de la Riva concluía que los “errores
comunes y frecuentes en la administración, comprueban lo inútil
de los desvelos de los conductores del país cuyo saber y ciencia no
bastan a suplir la falta de conocimiento de las cosas y personas para
quienes se legisla”. El mismo revisitador reconoció, al finalizar su
misión, que el comunero indígena no debía confundirse con el homo
economicus del pensamiento europeo burgués. Cuestionó la actitud
gubernamental, por ejemplo, frente a los servicios obligatorios que
tradicionalmente recaían sobre los ayllus. Para el legislador, estos
servicios prestados a los párrocos, los corregidores, los curacas,
en postas y escuelas, representaban mecanismos tradicionales de
explotación, que deberían ser reemplazados por los “contratos
libres”, característicos de la venta de la fuerza de trabajo. El revisi­
tador señalaba, sin embargo, que estas prestaciones laborales las
cumplían los indios con buena voluntad:
En el pueblo de Pocoata, manifestáronme los indígenas que no que­
rían dejar de servir como antes por ser esa una costumbre de sus
tradiciones, de suerte que, renunciaban a esa parte beneficiadora de
la Ley, concebida por ilusiones y fantasías.
Lejos de considerarlas abusos, los indios percibían estas prestacio­
nes como servicios al Estado, y se ofrecían de buena gana siempre
que el Estado se mostrase garante de sus derechos tradicionales
respecto a sus tierras. Al querer mercantilizar las relaciones de
autoridad y poder, la Ley amenazaba con destruir los mecanismos
que convalidaban la autoridad estatal frente a los ayllus.
El revisitador no reconoce, sin embargo, que la misma Revisita
estaría apuntando a una crisis semejante. Para él:
el propósito de la Ley es variar la naturaleza del tributo, conversión
practicable mediante la mensura del terreno, tasación, y aproximado
126 Estado boliviano y ayllu andino

cálculo de productos y renta. Sin esta previa operación, no es dable


establecer el impuesto predial ordenado.
Pero dentro de la ideología comunitaria, tanto los “servicios
forzados” como la cancelación del tributo, de acuerdo a cánones
tradicionalmente aceptados, constituían la contraparte comunal
de un pacto de reciprocidad con el Estado. Con la Revisita, se plan­
teaba una transformación total del sistema impositivo vigente, o
sea el desconocimiento unilateral del “pacto”. Se buscaba revisar
las categorías tributarias conocidas (originario, agregado, forastero),
extender títulos individuales previa agrimensura, extinguir la
comunidad como unidad impositiva, reajustar el impuesto de
acuerdo a la producción de cada predio. La abolición de los “ser­
vicios forzados” fue un mero detalle en este asalto masivo por la
“racionalidad capitalista” contra la compleja red de obligaciones y
contraobligaciones que fundaban las relaciones comunidad/Estado
en la ideología indígena. Para los comunarios incluso el aspecto
paternal del Estado era correcto y justo, siempre y cuando este
cumpliera con su tradicional papel de protector, que incluía la
obligación de aceptar sus prestaciones.29
Podemos apreciar mejor las dimensiones de la crisis ocasionada
por la Revisita, si consideramos las experiencias del recaudador
cantonal de tributos, Raimundo Roso, cuya casa fue asaltada por
los indios enfurecidos de Pitantora en 1884. Como explica Narciso
de la Riva, este cargo correspondía tradicionalmente a “individuos
mestizos de cada Cantón”. Raimundo Roso era propietario de gran­
des haciendas en el cantón de Pitantora.30Los recaudadores tenían
que ser individuos acaudalados:
Estos encargados tienen por lo regular sus comodidades y recursos: en
caso de pedirse el tercio adelantado, el Subprefecto les hace notificar
con el Correjidor; con este aviso se encaminan a la Capital llevando el
respectivo entero cuyo reembolso lo hacen más tarde cobrando a los
Contribuyentes. Los recaudadores tienen sus segundas y cobradores,
quienes en ocasiones ayudan a la reunión del dinero.

29 Ver Marcel Mauss (1950) para las tres obligaciones (dar, recibir y devolver)
que definen a la prestación social.
30 Archivo Histórico de Potosí, Prefectura Departamental núm. 56. Predio Rústico
de Chayanta, Libro 2 (1881). Casa de Moneda, Potosí.
Proceso y fracaso de la p rim era reform a agraria 127

Así, los recaudadores cumplían las veces de prestamistas del tributo


en favor de los ayllus. Para estos, el cargo representaba un servido
estatal, que facilitaba la renovación de sus derechos territoriales;
por lo tanto, ofrecían con toda voluntad ciertas contraprestaciones
al recaudador:
No siendo el cargo de recaudador retribuido, la costumbre les hubo
concedido ciertas regalías, como la de servicios por tumo en sus
casas prestado por los indíjenas; cultivarles algunos terrenos hasta
ponerles la semilla en algunas ocasiones, proporcionarles todo lo
que pudieren necesitar en las respectivas localidades... En algunos
Cantones se acostumbra el pago de Semaneras, que consiste en un saco
cuya capacidad admite dos o tres arrobas de cereales.
El rompimiento de este “equilibrio percibido” se dio por la insis­
tencia de Narciso de la Riva en cobrar a los indios el valor de los
nuevos títulos extendidos por la mesa revisitadora. En la sección
anterior se ha visto el rechazo general despertado por esta prác­
tica. Aquí se detecta la lógica subyacente. Para los comuneros de
Pitantora, este acto -aunque dispuesto por la Ley- constituía un
atropello y una evidencia de la mala fe estatal. Su primer intento
de resistencia reafirma la explicación ofrecida líneas arriba para
la reclamación indígena a su derecho de cumplir con los “servicios
forzados”:
Insistentes los indígenas en su negativa [de pagar el valor del papel
sellado], encontraron el dilatorio recurso de solicitar del Supremo
Gobierno la dispensación absoluta del pago de títulos, fundándose en
ios servidos prestados al Estado en la posta de Caracara, ora con sus personas,
ora con sus propias bestias... [énfasis del autor].
En esta cita se aprecia mejor la preocupación ministerial, citada
en la sección anterior, respecto a que en las regiones donde la
exvinculación se había llevado a cabo, “las postas, las escuelas,
las iglesias, los corregimientos, se hallan privados de los an­
tiguos elementos de estabilidad y subsistencia”, instituciones
que se valían tradicionalmente de los “servicios forzados” de
los indios.
En Pitantora el Estado apenas había dado los primeros pasos
hacia la cancelación unilateral del “pacto de reciprocidad”: por
tanto la represalia indígena no alcanzaría mayores proporcio­
nes. Pero el revisitador se puso nervioso en cuanto empezaron
a acercarse grupos de indios, “con aire altanero y bélico, pues
128 Estado boliviano y ayllu andino

ceñían a la cintura hondas y sogas de que se proveen en actos de


agresión”. Sin embargo, al estallar la violencia, esta tuvo un blanco
inesperado:
El recaudador del tributo Dr. Raimundo Roso fue asaltado en su casa
por las turbas y saqueado de algunas cargas de cereales, espresando
pertenecerles por haber sido dadas por ellos en pago de la retribución
que la costumbre otorgaba antes a los que desempeñaban ese cargo;
posesionados de la especie la condujeron a la plaza pública, y de allí
a su campamento donde hicieron la partija.
¿Por qué los indios atacaron al recaudador de tributos, quien
nada tenía que ver con el cobro del valor de los nuevos títulos,
y no al revisitador? Narciso de la Riva quedó perplejo, pues los
indios “no reclamaban infracción ninguna de ley, ni faltas en
los actos de la revisita, único caso atendible para que esta se
detuviese aguardando la resolución del Superior...”. Nuevamen­
te la respuesta se encuentra en las diferentes concepciones de
la relación comunidad/Estado, correspondiente a las ideologías
liberal y andina. Para Narciso de la Riva, la Revisita emanaba
del poder legislativo del Estado, y solo podía combatirse me­
diante la insurrección. Para los indios, en cambio, en esta etapa
temprana de la resistencia, que el Estado rompiera el “pacto de
reciprocidad” los liberaba de la obligación de cumplir con sus
representantes a nivel local. La mesa revisitadora representaba
una intervención ajena a los mecanismos localmente reconocidos
de legitimación estatal: la ley que quería imponer fue una ley ilegal.
La represalia comunal consistió en retirar las “semaneras”, una
de las prestaciones tradicionalmente reconocidas dentro de la
estructura de autoridad regional.
En el caso analizado se trata de una reacción meramente
negativa que solo buscó sancionar al Estado en la persona de sus
representantes tradicionales, sin buscar un enfrentamiento con
la misma mesa revisitadora. Pero cuando Narciso de la Riva avan­
zó hasta Pocoata para proseguir con sus tareas, se encontró con
una resistencia de mayor envergadura. El 11 de marzo de 1885,
“aparecieron en el patio de mi alojamiento cincuenta indíjenas,
y en algazara expusieron ‘que no querían la revisita’ al menos
que ella se ejecutara en la forma de las quinquenales”. Como
se ha visto en el capítulo anterior, las Revisitas tradicionales se
realizaban quinquenalmente y consistían en un simple acto de
Proceso y fracaso de la primera reform a agraria 129

empadronamiento de acuerdo con los datos proporcionados por


los curacas. Los ánimos se calmaron momentáneamente cuando
el revisitador hizo comparecer “al corregidor con algunos vecinos
de los más notables”. Es destacable la influencia del corregidor
sobre los indios: la misma autoridad incluso participó en el saqueo
del recaudador Raimundo Roso (“dicese también haber asisti­
do... al acto de la distribución merituada”). Como en el caso del
Subprefecto mencionado en la sección anterior, las élites locales
parecen haber temido los efectos de la Revisita sobre la estructura
de poder regional.
Al completarse la Revisita del ayllu Chacaya de Pocoata solo
quedaba la entrega de los títulos, previo pago de los derechos co­
rrespondientes. Una vez más la resistencia fue unánime, y el revi­
sitador decidió mandar una comisión “comandada por el Secretario
de la Mesa y el Corregidor suplente por ausencia [¿intencional?] del
propietario”. Pero cuando la comisión salió de la Posta Ancocagua,
se encontró frente a una concentración masiva de indios - “en nú­
mero de mil más o menos”- provenientes no solo de los ayllus de
Pocoata, sino también de Macha, Aymaya y Condo, estos últimos
del departamento de Oruro. En este caso no se trata ya de una re­
sistencia intraprovincial, sino de una alianza interdepartamental.
Los comisionados fueron cercados en la estancia de Pacotanga, y
los indios, “muchos con sus cuchillos desenvainados y todos con
hondas”, amenazaron con degollar a los miembros de la comisión,
llevándolos a “un lugar llamado Calvario”o “a la Posta de Ancocagua
con el mismo objeto”. Solo la persuasión y el ruego, y el hecho
de que “dos o tres indios (sin duda influyentes)... compadecieron
nuestra situación”, logró salvarlos.
¿Por qué la intención de victimar a los miembros de la co­
misión en el Calvario o en la Posta? Pensamos que esta elección
puede comprenderse en términos de la “economía moral” que rige
las relaciones comunidad/Estado en la visión andina. La posta fue,
precisamente, el lugar donde se prestaban servicios al Estado para
garantizar los derechos comunales sobre la tierra. Los calvarios, en
cambio, son colinas sobre las que se levantan capillas dedicadas al
tata wüakrus (Vera Crux), patrón de las tierras circundantes y de los
tinkus, o peleas rituales, que garantizan el acceso de cada estancia
a sus tierras. En ambos casos, se trata de un sacrificio del elemento
perturbador del orden tradicional -la comisión- en los mismos
130 Estado boliviano y ayllu andino

lugares que representan y garantizan ese orden.31 Evidentemente,


aquí se hace infranqueable la brecha entre la ética mundana del
mercantilismo criollo y el ordenamiento cosmológico de las re­
laciones entre la sociedad y la naturaleza andinas, que exige una
depuración ritual de las amenazas profanas.
Hasta ahora se ha intentado esbozar las premisas de dos visiones
opuestas del orden social y mostrar su curso conflictivo durante los
inicios de la Revisita de Exvinculación. Este dualismo aparente obliga
a insistir sobre la posición ocupada por las capas mestizas entre las
autoridades estatales y los ayllus. Se ha señalado ya las ambigüedades
de los corregidores cantonales, e incluso de la misma Subprefectura
provincial. Además de ser representantes estatales frente a los ayllus,
estas autoridades representaban también la sociedad pueblerina
de vecinos, comerciantes, mineros y pequeños agricultores frente
al Estado, que dependía de ellos para mantener la paz social entre
pueblos y ayllus, y también para recaudar el tributo indígena, fun­
damental para las finanzas nacionales. Por su parte, las capas mes­
tizas esperaban apoyo y comprensión del Estado en su conflictiva
convivencia con una población india mucho más numerosa.
Hemos visto que las autoridades vieron con sospecha, e incluso
no acataron, el desarrollo de una reforma promovida por “teóri­
cos” de ciudades lejanas, que amenazaba con destruir el delicado
equilibrio social entre ayllu y pueblos. Esta inquietud debe haber
aumentado enormemente si se considera que la Ley de 1874 no
ofrecía ninguna garantía a los pequeños agricultores de los pueblos.
Al contrario, había declarado propiedad del Estado todos los terre­
nos “usurpados” por los mestizos durante los 150 años previos a la
Revisita, ordenando su venta pública en beneficio del fisco. De allí
que muchos mestizos, lejos de facilitar el cumplimiento de la Ley,
apoyaron la resistencia comunal para evitar la comprobación de su
falta de títulos.32Frente a esta situación, Narciso de la Riva insistió
en que “se hace necesario sostener a los mestizos en la posesión de
31 Para el papel de las cruces de los calvarios como patrones del tinku y del sa­
crificio sangriento, ver Platt, 1996.
32 “El orijen de las sublevaciones es muy conocido. En todos los cantones existen
cholos o mozos que mediante usurpaciones se hallan en posesión de varios
terrenos de origen y a estos les conviene impedir las operaciones de la Revisita,
sugestionando a los indios para mantenerse en la pacífica posesión de los terre­
nos usurpados" (Fernández, 1889).
Proceso y fracaso de la primera reform a agraria 131

los cortos terrenos que poseen, sometiéndoles a las operaciones de


la revisita, y designarles la cuota anual que por sus tierras deberían
abonar”. Agrega irónicamente: “parece que el lejislador se hubiese
encontrado fascinado con la idea de reportar sumas gruesas de
dinero ordenando la venta de esas tierras”. Evidentemente, tales
artículos en la Ley de 1874 representan una visión totalmente ajena
a las realidades políticas locales, e incluso obligaron a la sociedad
pueblerina a resolver su ambigüedad inherente en favor de los
indios de los ayllus.
Sin embargo, en 1883 se había propuesto ya una solución legal
a una situación que amenazaba la realización de la exvinculación.
Con la Ley de 23 de noviembre de ese año, se propuso excluir de
las operaciones de Revisita a las tierras de origen que se habían
consolidado durante la Colonia mediante cédulas de composición,
otorgadas por los visitadores coloniales. Y una defensa utilizada por
los mestizos fue, precisamente, que sus terrenos tenían sus antece­
dentes en las composiciones reales de la Colonia.33La solución fue
33 Según un expediente consultado en el mismo pueblo de Macha, en 1894
los vecinos de Macha tenían que defenderse contra la denuncia de estar
ocupando "usurpativamente los terrenos del Estado y sin ningún título,
constituyendo ellos al presente todos los canchones que se ven en los su­
burbios y pampas al occidente de éste”. Después de lamentar la desapari­
ción de “los títulos primitivos que acreditaban el derecho adquirido por
nuestros abuelos, debido a las sublevaciones de los hermanos Katari y de
Túpac Amara”, dicen: “en el año mil quinientos setenta y uno, época en
que a la sazón se estaba formando el pueblo de Macha, se había conferido
comisión al Obispo de Quito, Fray Luis de Pope, en protección del naciente
pueblo de Macha, el dicho Obispo adjudicó por composición en propiedad
sin condición ni restricción alguna la extensión de una legua en contorno
de tierras labrativas a los primitivos pobladores”. (De hecho, el Fray Luis
se encargó de las composiciones de tierras en Charcas en 1592-1594.) Esta
“adjudicación a los vecinos pueblo de Macha” fue confirmada por José de
la Vega Alvarado en 1646. Ver Anexo i. En el documento citado arriba los
vecinos se consideran descendientes de “los indios particulares de Macha,
fundadores del pueblo”.
Sin embargo, sabemos por otra documentación que el pueblo de reducción
de los indios de Macha fue fundado efectivamente en la década de 1570 por
los reducidores del Virrey Toledo, mientras que Fray Luis López, Obispo de
Quito, solo inició la composición que le fue encargada por el Rey en 1592.
Ver pb h , 2006, Parte iv, “Tierra” (especialmente pp. 530-533; y el documento
15). Hasta fines del siglo xvi el pueblo de Macha fue “el mejor y más opulen­
to repartimiento que Vuestra Magestad tenía en esta Provincia de los Char­
cas”, según el cura de Macha Femando de Aguilar en 1608 (Archivo General
de Indias Charcas, 18, R.5, N. 80). La llegada de nuevos pobladores mestizos
fue una de las causas de la rebelión de Tomás Katari en 1780.
132 Estado boliviano y ayllu andino

desafortunada, pues muchos ayllus también habían recibido títulos


de composición, y no vacilaron en presentarlos para reclamar la
exención total del pago de tributos. Estos reclamos derivaron en
una nueva sublevación de los indios de Pocoata, en 1913, esta vez
por “no estar dispuestos a pagar la contribución”, apoyándose
en una Suprema Resolución de 13 de diciembre de 1899, que los
declaraba exentos de la Revisita en base a la precitada Ley de 23
de noviembre de 1883.34 Así, lejos de ser simples víctimas de las
argucias legales criollas, los indígenas de la República, como sus
antepasados coloniales, lograron compenetrarse con el contradicto­
rio corpus legal republicano y, al identificar las partes que apoyaban
sus intereses, plantear litigios y argumentos legales para proteger
su acceso tradicional a la tierra.
La confusión jurídica reflejaba una situación inherentemente
conflictiva, derivada de los intentos de encubrir un status quo de
fado con una apariencia de jure, para después aplicar la reforma a
una realidad puramente documental. Además, la administración
criolla apenas encubría una actitud frente al mestizo similar a la
que asumía frente al indio. Así, para Narciso de la Riva, el mestizo
solo “está una línea más adelante del indio”:
vive muy poco mejor, es flojo y desidioso; cultiva en la ajustada medi­
da de sus necesidades, ayudado siempre por el indíjena; pobre como
éste, no dispone de recursos pecuniarios con qué adquirir nada que
lo haga un propietario o labrador levantado al lado del indíjena.

En 1894, los vecinos finalmente aducen el argumento más contundente: "Si


nuestras propiedades son poseídas usurpativamente lo serían igualmente to­
das aquellas que están comprendidas en la inmensa latitud de que hablan
los títulos, marcando hasta la provincia de Mizque, muy especialmente las
fincas situadas en nuestro Cantón, tales como Ayoma, San Lázaro, Esquena,
La Palca, Rosario, Churicala y Santa Margarita”. Estas fincas son mayormente
ingenios creados en los siglos xvii y xvm para el beneficio de los metales
extraídos del mineral de Aullagas (Colquechaca). Sus hacendados no tienen
objeciones a la Revisita, puesto que son ellos miembros de la misma clase
y casta que promovía la creación de un mercado de tierras, y no sorprende
encontrar al dueño de una hacienda de Pocoata (Huancarani) como el único
colaborador de don Guillermo Rasguido en octubre de 1897. Este hacendado
fue el corregidor del pueblo en esa fecha. Ver Prefectura Departamental núm.
2713 (Pocoata, 8 de octubre de 1897). Casa de Moneda, Potosí.
34 Prefectura de Potosí, Memorias e Informes: Informe Anual al Supremo Go­
bierno del Prefecto de Potosí, José Aguirre Achá (Potosí, 1914: 52-53). bnb ,
Sucre.
Proceso y fracaso de la p rim era reforma agraria 133

Con tales frases, el revisitador excluyó al mestizo de la categoría


de los “civilizados” y, desde su perspectiva criolla, lo colocó en el
bando de los “brutos”.
Frente a esta exclusión, los mestizos de los pueblos no vacilaron
en aliarse con los comunaiios cuando así lo dictaban sus intereses.
Existía, además, una capa mestiza -poco investigada- que incluso
ofreció asesoramiento legal a los ayllus.35 Pero la convergencia co-
yuntural de intereses no debe confundirse con identidad cultural.
Como mediatizadores del poder estatal, no podían sino aparecer
frente a las comunidades como seres ajenos, aun si la conviven­
cia significaba ciertas ventajas para ambas partes. A través de la
etnografía de las comunidades actuales, es posible profundizar en
la ideología indígena respecto a los mestizos de los pueblos. Es
significativo que, aun hoy, para los ayllus estos se asocian general­
mente con los animales salvajes, cuya relación predatoria con los
ayllus los hace, a veces, temibles y respetados, y a veces objetos de
burla (Platt, 1996). Aquí nuevamente los mestizos se encuentran
ideológicamente excluidos de la “sociedad humana”.
Si bien los criollos y los indios se acusaban mutuamente de
estar fuera de la sociedad humana, entonces, por su parte los
mestizos tocaban ambos polos, pero se definieron por la exclu­
sión de ambos. Si en algunos momentos pudieron encabezar las
reivindicaciones indígenas, en otros se aliaron más bien con las
capas dominantes para extraer parte de los excedentes indígenas.
Es esta ambigüedad, junto con la reducida importancia numérica
de los mestizos en el Norte de Potosí, la que contribuye a definir el
“oportunismo cholo”, que se mantiene como un elemento decisivo
dentro de la estructura regional de poder.
El enfrentamiento entre la nueva ética individualista y la
“economía moral” de los grupos tradicionales no es un fenómeno
propio de Bolivia. Este conflicto se ha producido también en todos
los países europeos durante las fases preliminares del capitalismo
metropolitano. Pero la oligarquía criolla se sintió atrasada en una
carrera internacional, en la que el precio de entrada era la trans­
formación total de las estructuras económicas tradicionales bajo
35 “Existen también abogados y leguleyos que viven de la ignorancia de los indios
y que especulando sobre sus espíritus los hacen jestíonar con solicitudes que
en el primer grado importan resistencias y en el segundo consuman subleva­
ciones” (Fernández, 1889).
134 Estado boliviano y ayllu andino

el control del Estado. En estas condiciones de “apuro histórico”


(si cabe tal paradoja), fue incluso difícil mantener la ilusión de
legitimidad, puesto que la única “solución” al problema parecía
ser la aplicación implacable de las mismas medidas violentas que
había utilizado, por ejemplo Inglaterra, en el periodo de su propia
acumulación originaria. Por eso, Narciso de la Riva, como otros
revisitadores posteriores, pedían desesperadamente al gobierno
la designación de “unos 30 hombres de línea que acompañen a
la comisión en el resto de labores que le queda”. La renuencia gu­
bernamental a buscar conflictos con “la indiada” -salvo cuando la
misma supervivencia criolla estaba en juego- refleja la profunda
debilidad de un Estado empeñado en “quemar etapas históricas”
en pos de un objetivo planteado fuera del país.
4
El desenlace
En el mecanismo nacional se encuentra un órgano
poco menos que atrofiado, conocido con el nombre de
raza indígena... las últimas investigaciones científicas
de antropometría, llevadas a cabo por el distinguido
pedagogo Jorge Rouma, han demostrado claramente la
existencia de elementos biológicos étnicos susceptibles de
ser aprovechados ventajosamente en ciertos órdenes de
la actividad humana.
José Aguirre Achá, Prefecto de Potosí,
Informe Anual al Supremo Gobierno, La Paz, 1915
La exterminación simple de la raza indígena es el
método heroico adoptado en los Estados Unidos (para
solucionar el “problema indio")... Pero nosotros no
podemos damos ese lujo de los yanquis, porque el
altiplano, expurgado de los indios, se convertiría en un
yermo inhabilitado e inhábilitáble.
Demetrio Canelas,
La Razón, La Paz, 21 de agosto de 1927

El abandono de la primera reforma agraria por parte del Estado


no debe atribuirse exclusivamente a la fuerza de la resistencia
indígena. Igualmente importante fue la disminución de la propor­
ción correspondiente al tributo indígena dentro del presupuesto
del Estado, del 41% en 1852 al 23% en 1880 (Sánchez-Albornoz,
1978), permitiendo que después de la Guerra del Pacífico las con­
tribuciones comunales fueran asimiladas crecientemente a los
Tesoros departamentales. De hecho, ya en 1872 la Ley Orgánica
de Presupuesto y Administración Financiera había diferenciado
entre fondos nacionales y fondos departamentales, excluyendo
de los primeros la contribución indígena. Pero la situación de
quiebra crónica en que se encontraba el erario nacional obligó
al Estado a buscar subvenciones en los fondos departamentales,1
1 En su Informe de 1874, el Ministro de Hacienda, don Pantaleon Dalence, ob­
servó que “administradas con separación de la Tesorería Nacional, las rentas

[1351
136 Estado boliviano y ayllu andino

práctica que alcanzó su punto culminante durante la Guerra del


Pacífico. En este contexto, la contribución pudo seguir aplicándose
al presupuesto del Estado, no obstante la legislación de 1872.
El Estado solo prescindiría de esta fuente de ingresos cuando
los impuestos procedentes de las exportaciones metálicas y gomeras
resolvieran su crisis financiera. Entre 1871 y 1880, la proporción de
los ingresos gubernamentales representada por esta nueva fuente
aumentó del 4% al 31% de los ingresos totales (Grieshaber, 1977:
291-293). Por tal razón, el auge minero -primero de la plata y luego
del estaño- permitió que el Estado soslayase un enfrentamiento
definitivo con los ayllus, que habría sido imprescindible para el de­
sarrollo sistemático de un “capitalismo agrario” en el sector rural.
Aunque los tributarios norpotosinos no pudieron impedir la ruina
de su proyecto mercantil, sí limitaron la expansión de la propiedad
privada en esa región. De los escombros del conflicto mutuamente
destructivo entre estos dos proyectos agrarios incompatibles, surgiría
la economía monoexportadora de metales como el hecho dominante
en la historia y política del país hasta mediados del siglo xx.
Entre la Guerra Federal y la gran sublevación indígena de Cha-
yanta de 1927, el problema agrario se constituyó en una preocupa­
ción predominantemente departamental, pues las contribuciones de
los ayllus seguían siendo un elemento importante en el presupuesto
de los departamentos (ver Cuadro 4). Sin embargo, el fracaso del pro­
yecto original de los propiciadores del librecambismo fue demasiado
evidente como para albergar esperanzas al respecto, y los prefectos
se limitaban, en sus informes anuales al gobierno, a lamentar la falta
de control fiscal sobre el proceso de recaudación. Frente al abandono
del proyecto originario por el gobierno y la incapacidad prefectural
de retomarlo a nivel departamental, los terratenientes y pequeños
propietarios de los pueblos empezaron a tomar la iniciativa.

4.1. La e xpan sió n de la pro piedad privada de la tierra


e n el N orte de P o to sí , 1881-1918
Las mesas revisitadoras extendieron varios títulos individuales, no
obstante su incapacidad para realizar un empadronamiento completo
departamentales se invierten en el pago de los servicios de la respectiva circuns­
cripción”, pero inmediatamente agregó que el déficit del Estado fue tal que la úni­
ca solución era la subvención que ofrecían los tesoros departamentales.
El desenlace 137

con fines fiscales. Estos títulos los conservan hasta hoy los descen­
dientes de los beneficiarios, como otra evidencia de que su acceso
consuetudinario a la tierra tiene fundamentos jurídicos. Desde el
punto de vista del derecho criollo, la extensión de los títulos gracias a
la Revisita determinaba la extinción formal de la comunidad, en cuyo
territorio se ubicaban las parcelas correspondientes. Esta extinción fue
desconocida por los ayllus norpotosinos, que hasta hoy siguen recono­
ciendo su derecho colectivo por encima del usufructo individual.
Sin embargo, la extensión de los títulos por los revisitadores signi­
ficó el establecimiento de las condiciones legales que harían posible la
formación de un mercado de tierras, según los objetivos originales de
la primera reforma agraria. Por lo tanto, empezaremos examinando en
qué medida se produjo efectivamente una expansión de la propiedad
privada hacia las zonas anteriormente controladas por los ayllus. El
punto de partida se nos ofrece con los resultados de la primera comi­
sión catastral, que en 1881 entregó los dos libros correspondientes a
las tierras privatizadas de las provincias de Chayanta y Charcas. Pese
a que estos libros no sirvieron para implantar el impuesto predial,
quedando como “medidas estadísticas y preparatorias”, para nuestros
fines representan un cuerpo de información de gran interés.
Muchas veces suele suponerse que la mayor medida de fuerza
contra las comunidades indígenas durante el siglo xix fue la dis­
puesta por el presidente Mariano Melgarejo mediante la venta de
los terrenos de comunidad, decretada el 20 de marzo de 1866. Esta
suposición es errónea. Si examinamos el Cuadro 5, por ejemplo,
vemos que, fuera de los departamentos de La Paz y Mejillones, las
sumas de la venta forzada de tierras comunales fueron muy limi­
tadas. Las tierras vendidas en el departamento de Potosí estaban
constituidas por las llamadas “tierras sobrantes”, o sea tierras que,
no obstante su ubicación dentro de los linderos de un ayllu, no
tenían poseedor efectivo. Estas ventas representaron solamente el
2% del total de las operaciones realizadas a nivel nacional.2Además,
dentro del total departamental, las tierras correspondientes a la
provincia de Chayanta representaban el 12,5%, es decir 0,25% del

2 Las “tierras sobrantes” fueron categorizadas como tales dentro de una visión
estatal que no reconoció la función que tales terrenos podían cumplir en
relación con la gama de mecanismos que lograron redistribuir tierra y po­
blación según presiones demográficas diferenciales en distintas estancias de
un solo ayllu. Ver Platt, 1982.
138 Estado boliviano y ayllu andino

total nacional. Después de la caída de Melgarejo, como ha señalado


Grieshaber (1977), las reivindicaciones de las tierras comunales con­
firmadas por el presidente Morales generalmente tuvieron éxito.
En conclusión, puede sostenerse que a principios del período de
la política exvinculatoria, las tierras privadas del Norte potosino
fueron principalmente aquellas cuyos orígenes se remontaban a
la época colonial.
Cuadro 4 Contribución indígena del departamento de Potosí como porcentaje del
presupuesto total del departamento

C o n tr ib u c ió n in d ig e n a D ie zm o s P rim ic ia s T o ta l
Año
Sum a % Sum a % Sum a % Sum a %

1 8 7 9 -1 8 8 0 1 9 5 .0 0 0 9 4 ,5 4 .0 0 0 2 5 .8 8 7 3 2 0 6 .3 8 7 10 0

18 8 1-18 8 2 2 1 0 .2 1 4 9 1 ,5 4 .0 0 0 2 1 3 .8 8 7 6 2 2 9 .6 0 1 10 0

18 8 4 1 8 7 .4 8 9 90 4 .0 0 0 2 1 3 .8 8 7 7 2 0 7 .3 7 6 10 0

18 8 5 1 8 7 .4 8 9 90 4 .0 0 0 2 1 3 .8 8 7 7 2 0 7 .3 7 6 10 0

18 8 6 1 8 9 .4 8 9 9 0 ,5 4 .0 0 0 2 1 3 .8 8 7 7 2 0 9 .3 7 6 10 0

18 8 7 1 9 5 .4 9 1 92 1 .0 0 0 0 ,5 1 5 .0 0 0 7 2 1 3 .1 9 1 10 0

18 8 8 1 6 1 .7 8 0 90 1 .0 0 0 0 ,5 1 5 .8 1 5 9 1 8 0 .4 9 5 10 0

18 8 9 1 5 6 .7 2 3 49 4 5 .0 0 0 14 1 4 .6 0 0 4 ,5 3 2 1 .6 9 1 10 0

18 90 1 6 8 .7 2 2 54 5 0 .0 0 0 16 1 6 .6 0 0 5 3 1 3 .0 1 0 10 0

18 91 — (0 ) 4 .0 0 (2 2 ) — (0 ) 1 8 .1 0 0 10 0

18 9 2 1 6 8 .7 2 3 63 5 3 .0 0 0 20 1 6 .6 0 0 6 2 6 9 .2 1 3 10 0

18 9 3 1 6 8 .7 2 3 62 5 3 .0 0 0 1 9 ,5 1 8 .3 0 0 7 2 7 1 .6 4 3 10 0

18 9 4 1 7 7 .1 5 4 63 5 3 .0 0 0 19 2 0 .0 0 0 7 2 8 1 .6 5 4 10 0

1895 1 7 4 .7 0 4 61 5 3 ,0 0 0 1 8 ,5 2 0 .0 0 0 7 2 8 5 .7 5 4 10 0

1896 1 7 4 .4 5 7 6 0 ,5 5 3 .0 0 0 18 2 0 .0 0 0 7 2 8 8 .0 0 7 10 0

18 9 7 1 7 5 .9 5 7 60 4 8 .0 0 0 16 1 8 .0 0 0 6 2 9 2 ,5 5 3 10 0

18 9 8 1 7 3 .7 1 5 62 4 0 .0 0 0 14 1 5 .0 0 0 5 2 7 7 .9 6 5 10 0

18 99 1 7 3 .7 4 8 6 0 ,5 4 2 .0 0 0 15 1 9 .0 0 0 7 2 8 6 .9 3 8 10 0

190 0 1 7 3 .7 4 8 59 4 4 .0 0 0 15 2 0 .0 0 0 7 2 9 2 .6 7 8 10 0

19 0 1 1 7 3 .8 0 0 51 4 4 .0 0 0 13 2 0 .0 0 0 6 3 4 1 .2 8 1 10 0

19 0 2 1 7 3 .6 7 2 39 4 6 .0 0 0 10 2 0 .0 0 0 4 ,5 4 4 4 .8 6 4 10 0

19 0 3 1 7 3 .6 7 2 44 (Im p u e s to p re d ia l: 7 0 .7 4 5 = 1 8 % ) 3 9 3 .5 3 7 10 0

19 0 4 1 7 3 .6 3 5 41 4 6 .0 0 0 11 2 0 .0 0 0 5 4 2 6 .3 0 3 10 0

1905 1 7 3 .7 0 7 55 4 9 .0 0 0 1 5 ,5 2 0 .4 0 0 6 ,5 3 1 4 .1 0 7 10 0

19 0 6 1 7 3 .7 0 7 54 5 6 .0 0 0 17 2 3 .4 0 0 7 3 2 0 .4 0 7 10 0

19 0 7 1 7 3 .7 0 7 58 7 1 .0 0 0 24 2 8 ,4 0 0 9 ,5 2 9 8 .5 3 0 10 0
El desenlace 139

C o n trib u ció n R e ca rgo d el 2 0 % p ara D ie zm o s y


C a tastro Total
in d íg e n a d ia m o s , e tc prim icias
Año

Sum a % Sum a % Sum a % Sum a % Sum a %

19 0 8 1 7 4 .2 0 7 41 — — 1 2 3 .0 0 0 29 — — 4 2 5 .1 4 3 10 0

1909 1 7 5 .0 4 0 35 - — 1 0 7 .0 0 0 21 — — 5 0 4 ,9 7 9 10 0

19 10 1 7 5 .5 3 2 3 8 ,5 — - 4 2 .2 7 0 9 1 1 0 .0 0 0 24 4 5 5 .4 0 2 10 0

19 11 1 7 7 .1 6 4 32 — — 2 5 .0 0 0 4 1 2 5 .0 0 0 22 5 6 0 .0 0 0 10 0

19 12 1 7 8 .5 0 6 39 — — 3 0 .0 0 0 6 ,5 1 1 0 .0 0 0 24 4 5 7 .3 0 7 10 0

19 13 1 7 9 .4 2 7 39 3 5 .8 8 5 8 — — 1 3 0 .0 0 4 28 4 6 0 .6 1 6 10 0

19 14 1 7 9 .7 9 5 33 3 0 .0 0 0 5 ,5 — — 1 3 0 .0 0 4 28 4 6 0 .6 1 6 10 0

19 15 1 6 9 .5 4 8 37 1 6 .9 5 5 4 — — 1 3 6 .9 9 1 30 4 6 1 .5 6 1 10 0

19 16 1 6 9 .8 1 7 33 1 6 .9 8 1 3 — — 1 3 5 .6 5 6 26 5 1 9 .0 2 2 10 0

19 17 1 7 9 .6 5 8 34 3 3 .9 3 8 6 — — 1 3 5 .6 5 6 26 5 2 6 .0 5 2 10 0

19 18

19 19 1 8 0 .1 2 1 27 — — 1 3 5 .6 5 6 20 6 6 8 .3 7 7 10 0

19 2 0 1 8 0 .5 9 3 16 — — — — 1 3 5 .6 5 6 12 1 . 1 3 2 .1 4 9 10 0

19 2 1 1 8 0 .6 7 3 15 — — — — 1 3 5 .6 5 5 12 1 . 1 6 7 .7 4 5 10 0

19 2 2 1 8 0 .6 7 3 21 — — — — 1 3 5 .6 5 6 16 8 6 2 .6 5 4 10 0

19 2 3 1 8 0 .6 7 3 22 — — — — 1 3 5 .6 5 6 16 8 2 3 .6 2 7 10 0

19 2 4 1 8 0 .6 7 3 8 — — — — 1 3 5 .6 5 6 6 2 .2 1 3 .6 6 2 10 0

1925 1 8 0 .6 7 3 15 — — — — 1 3 5 .6 5 6 11 1 .2 0 6 .4 5 6 10 0

19 2 6 1 8 0 .6 7 3 11 — — — — 1 3 5 .6 5 6 8 1 .6 1 2 .0 6 0 10 0

19 2 7

19 2 8 1 8 0 .6 7 3 16 — 1 3 5 .6 5 6 12 1 .1 0 1 .8 8 0 10 0

19 2 9

19 3 0 1 3 7 .0 3 0 19
__ __ 2 8 .1 9 4 4 7 3 2 ,7 6 1 10 0

Fuente: Presupuesto General de la Nación, 1879-1930. bnb , Sucre.

Nota: Los diezmos y las primicias se remataron en las provincias, de acuerdo con la Ley de 20 de enero de
1900. Su valor real variaba de acuerdo con "la calificación de la Junta de Almonedas, en vista de la oferta y
la demanda". En 1912 se especifica que los correspondientes a las tierras de origen estuvieron a cargo de los
curacas. El recargo del 10% sobre la contribución correspondiente a cada semestre, representa una etapa de
transición hacia el reemplazo de los diezmos y primicias por el catastro.

En los Libros de Catastro de 1881 están anotados los nombres


de todas las propiedades individuales y de sus respectivos dueños,
como también su valor estimado y su renta anual. Este último dato
se obtuvo en base a una lista de los ingresos aproximados de cada
propiedad, desglosados por producto agrícola y por otras fuentes:
multiplicación de ganado, herbajes, arriendos de tierras y molinos,
etc. Es importante notar que los forasteros y yanaconas de las pocas
haciendas norpotosinas siempre habían cancelado la contribución
territorial, tradicionalmente recaudada por los hacendados
140 Estado boliviano y ayllu andino

correspondientes. Sin embargo, en 1881 estos grupos aparecen


como arrendatarios de la hacienda, y su antigua contribución,
convertida en arriendo, se incluye dentro de los ingresos globales
que constituyen la base para el cálculo del impuesto predial. Esta
transformación recuerda la entrega de tierras a arrendatarios por
los hacendados cochabambinos a fines del siglo xvm, como una
respuesta a la contracción del mercado urbano-minero de Potosí
(Larson, 1980). Sería interesante examinar en qué medida se dio
o no un proceso análogo en Chayanta, como resultado de la crisis
en el comercio triguero regional.
Cuadro 5 Cuadro demostrativo de las tierras sobrantes y de comunidades vendidas en
subasta pública desde la publicación del Supremo Decreto de 20 de marzo de
1866 basta el 31 de diciembre de 1869

Tie rra s C o m u n id a d e s V a lo re s
D e p a rt a m e n to P ro v in c ia s
s o b ra n te s y fra c c io n e s to ta le s

C h u q u is a c a 82 12 5 8 .0 9 6 ,1 0

La Pa z — 10 9 1 5 6 .4 3 6 ,4 5

— 2 16 4 3 0 .2 6 2 ,8 0
Mejillones

f C h a y a n ta 11 1 2 .0 1 0 ,6 0

) Porco -
Potosí 6 10 .9 8 8 ,3 0

| Sud-C hichas — 2 .4 0 3 ,6 5
3
l Cercado 3 — 717

23 1 1 6 .1 1 9 ,5 5
(T o ta l)

27 15 5 5 .4 4 9 ,9 5

— 3 4 .8 4 0

2 4 6 .7 4 2 ,7 6

25 - 4 5 9 ,2 0

T o ta l 15 9 360 7 2 8 .4 0 6 ,8 1

Fuente: Ministerio de Hacienda, M em orias, 1870. bnb, Sucre.


E] desenlace 141

Cuadro 6 Concentración de la propiedad privada en el Norte de Potosí, por provincia y


cantón, según el catastro del año 1881 (valores en pesos)

I. Provincia Chayanta

V a lo r c a lc u la d o c o m o
V a lo r
C a n tó n R e n ta a n u a l Im p u e s to p o rc e n ta je d e l t o ta l
c a lc u la d o
v a lo r ca ta stra d o

Aym aya - — — 0

C h a y a la — — — 0

C h a y a n ta 8 .5 8 0 1 .2 1 2 ,4 0 9 7 ,3 9 1

C h a y ra p a ta 9 .0 6 8 ,4 0 9 2 2 ,6 0 8 3 ,4 4 1

Guaycom a 9 8 .1 1 2 7 .9 8 0 ,7 2 6 3 8 ,4 4 15

M acha 1 1 3 .3 1 6 ,2 0 1 0 .2 6 7 ,8 8 8 2 0 ,8 0 17

M arag ua 6 1 .2 7 4 4 .3 0 5 ,8 0 3 4 3 ,5 0 9

M o ro m o ro 8 6 .8 9 6 ,8 0 S .1 8 9 4 1 5 ,1 1 13

O c u rí 8 6 .8 0 8 4 .7 7 5 ,5 6 3 8 1 ,4 9 13

Panacachi — — - 0

P ita n to r a 1 8 5 .0 8 9 1 0 .5 8 3 ,3 0 8 3 4 ,1 2 28

P o c o a ta 1 8 .9 4 4 ,2 5 3 .5 4 3 ,4 S 2 8 1 ,2 8 3

S urum i — — — 0

T o ta le s 6 6 8 .0 8 8 ,6 5 4 8 .7 8 0 ,7 1 3 .8 9 5 ,5 7 10 0

Fuente: Prefectura Departamental, núm. 56. Casa de Moneda, Potosí.

II. Provincia Charcas

V a lo r c a lc u la d o

C a n tó n V a lo r c a lc u la d o R e n ta a n u a l Im p u e s to c o m o p o rc e n ta je d e l

to t a l v a lo r c a ta s tr a d o

Acasío 1 0 7 .5 6 1 ,8 0 1 0 .5 9 1 ,4 0 8 4 8 ,0 5 1 3 ,5

A ra m p a m p a 3 9 .9 9 6 4 .0 0 0 320 5

C arasi y T o ro to ro 1 6 0 .1 0 4 1 6 .0 1 2 ,2 0 1 .2 8 3 ,5 0 17

M ic a n i 1 9 .0 8 0 1 ,9 1 0 ,2 0 15 3 2

M o s c a rí 1 8 3 .1 7 0 ,5 0 1 8 .3 1 7 ,5 0 1 .4 5 5 ,7 0 21

Sacaca 1 4 4 .0 8 2 1 4 .0 3 9 ,6 0 1 .1 2 2 ,6 5 17

S a n M arco s 4 .4 1 0 4 4 1 ,2 5 3 5 ,3 0 0 ,5

S a n P e d ro 1 8 7 .3 1 8 ,5 0 1 7 . 7 7 8 ,1 0 1 .6 2 5 ,3 9 22

T o rac arí 1 6 .8 9 1 ,6 0 2 . 1 1 1 ,6 0 1 7 6 ,4 0 2

Totale s 8 6 2 .6 1 4 ,4 0 8 5 .2 0 1 ,8 5 7 .0 1 9 ,9 9 10 0

Fuente: Prefectura Departamental, núm. 40. Casa de Moneda, Potosí.


142 Estado boliviano y ayllu andino

En el Cuadro 6 se presenta un resumen de los tres rubros


principales: valor calculado, renta anual e impuesto. La cuarta
columna muestra los valores calculados correspondientes a cada
cantón como porcentajes del total provincial, permitiendo evaluar
el peso de cada uno dentro del conjunto de la propiedad privada
de la provincia. Estos valores no corresponden exclusivamente a
latifundios. En 1903, según el presidente de la comisión catastral,
Nicanor Cabezas, aún existían 240 “fincas propiamente dichas”,
de un total de 1.782 propiedades inscritas: las demás eran “de
pequeña importancia... no constan sino de huertas i canchones
de poco valor i extensión”.3 Estas “huertas i canchones” son los
terrenos usurpados por los grupos mestizos quienes, al inscribirse
en el catastro experimental de 1881, buscaron protegerse de las
amenazas contenidas en la Ley de 1874, analizadas en el capítulo
anterior.
La importancia de estos grupos, respecto a la gran propiedad
agrícola, puede detectarse en el Catastro de 1881. El Cuadro 7
muestra la distribución de las propiedades inscritas en aquel año
de acuerdo con su valor calculado: destaca la importancia de los
propietarios cuyos terrenos tenían un valor inferior a $b. 1.000.
Por una parte se registraron los latifundios de diversa área, candi­
datos supuestos para el desarrollo de aquel “capitalismo agrario”
buscado por los legisladores de 1874. Pero simultáneamente
aparecen numerosos pequeños propietarios, quienes trabajaban
sus parcelas con mano de obra predominantemente familiar, o
mediante arreglos de ayuda mutua con los ayllus vecinos.
Ahora bien, los cantones que en 1881 representaban 5% o
más de cada total provincial (ver Cuadro 6), pueden agruparse
alrededor de cuatro focos de expansión de la propiedad privada.
En primer lugar, podemos distinguir los cantones fronterizos
con el departamento de Chuquisaca: Guaycoma, Moromoro (hoy
Ravelo), Ocurí y Pitantora en la provincia de Chayanta; y Carasi en
la de Charcas. En estos cantones la importancia de los pequeños
propietarios resulta insignificante en comparación con los gran­
des latifundistas. Consideramos que estos cantones constituyen
la frontera de expansión de la hacienda chuquisaqueña hacia el
3 Prefectura Departamental, núm. 3095 {30 de setiembre de 1903). Casa de
Moneda, Potosí.
El desenlace 143

Norte de Potosí. Un argumento a favor de esta afirmación lo ofrece


la presencia en estos cantones de capitales procedentes de censos
y capellanías, pertenecientes a los monasterios chuquisaquefios
de Remedios, Santa Clara y Carmen, como también de la misma
Catedral. Para calcular la renta anual de estas propiedades, el
registrador restaba el valor de los intereses anuales (2%) pagados
al propietario religioso, para llegar a la base del impuesto predial.
Así, por la ubicación de las propiedades y por la presencia de
los censos y capellanías religiosas, puede sugerirse que los seis
cantones afectados estaban incluidos en el área de operaciones
de los terratenientes de la capital.
Al otro extremo de la región, los cantones de Acasio y Aram-
pampa, en la provincia de Charcas, se ubican en la frontera con el
departamento de Cochabamba, otro foco de expansión del latifun­
dio (Larson, 1978 y 1980; Rodríguez, 1978). Sin embargo, la gran ma­
yoría de las propiedades inscritas en estos cantones corresponden
a pequeños propietarios, sugiriendo que en esta época la hacienda
cochabambina había penetrado poco en el Norte de Potosí.
En el centro de la provincia de Charcas, se encuentra el eje
Sacaca - San Pedro - Moscarí, caracterizado por una gran concen­
tración de tierras privadas. El Cuadro 6 muestra que el grueso de
estos valores proviene de la multitud de pequeños propietarios
radicados en estos pueblos, aunque también se nota la presencia
de algunas haciendas medianas, una de las cuales perteneció a un
monasterio de Sucre.
Finalmente, el área de Macha se caracteriza por un grupo de
haciendas valiosísimas cuyos orígenes se encuentran principalmen­
te en los ingenios formados para el beneficio de los minerales de
Aullagas durante la Colonia, los que en 1881 seguían supeditados a
la producción argentífera de Colquechaca.4 Sin embargo, también
se encuentra, igual que en Pocoata, un gran número de pequeños
productores mestizos, cuya importancia ya se ha señalado en el
capítulo anterior.

4 Cañete y Domínguez (1952 [1787], cap. da los nombres de los principales


x i i )

ingenios de Aullagas en el siglo xvm: Rosario, Palca, Angostura, Churicala,


Ayoma y Guancarani, y la mayoría son anotados como haciendas en el Catas­
tro de 1881,
144 Estado boliviano y ayllu andino

Cuadro 7 Distribución de las propiedades privadas por valor calculado según cantón
(valores en pesos)

1. Provincia Chayanta

M enos de 1 .0 0 0 - 5 .0 0 0 - 1 0 .0 0 0 - 1 5 .0 0 0 -
C a n tó n 2 0 .0 0 0 +
1 .0 0 0 4 .9 9 9 9 .9 9 9 1 4 .9 9 9 19 .9 9 9

Aym aya — - — - — -

C h á v a la - — - — —

C h a y a n ta 1 2 1 — - —

C h a y r a p a ta 5 4 — — — —

G uaycom a 3 6 1 1 - 2

M acha 171 3 2 1 — 2

M arag u a 35 10 3 1 — —

M o ro m o ro 7 14 3 2 -

O c u rí 8 11 3 3 — -

Panacachi - - — — —

P ita n to r a 29 17 6 4 1 1

P o c o a ta 14 6 2 1 - - —

S u ru m i - — — — -

T o ta le s 405 69 20 12 1 5

Fuente: Prefectura Departamental, núm. 56. Casa de Moneda, Potosí.

II. Provincia Charcas

M enos 1 .0 0 0 - 5 .0 0 0 - 1 0 .0 0 0 - 1 5 .0 0 0 -
C a n tó n 2 0 .0 0 0 +
d e 1 .0 0 0 4 .9 9 9 9 .9 9 9 1 4 .9 9 9 1 9 .9 9 9

A c a s io 85 11 1 — — 1

A ra m p a m p a SO — — — — -

ta r a s i y T o ro to ro 12 19 5 2 2 -

M ic a n i 21 4 — —

M osca rf 178 36 ó — — -

S a c a ra 18 6 36 3 — - -

S a n M a rc o s 6 1 — - —

S a n P e d ro 10 7 52 3 — — 1

T o ra c a rí 45 2 1 - - —

T o ta le s 690 16 1 19 2 2 2

Fuente: Prefectura Departamental, núm. 40. Casa de Moneda, Potosí.

Con los datos actualmente disponibles, no podemos cuantificar


las diferentes extensiones controladas por el régimen privado y
el régimen comunal en el Norte de Potosí en 1881. Sin embargo,
para 1903 Nicanor Cabezas ofrece una estimación aproximada
El desenlace 145

de las superficies bajo ambos regímenes: “[La circunscripción de


Charcas] está poblada casi en su totalidad por indígenas tributarios;
de ahí que las propiedades particulares, entremezcladas con las
de aquellas resultan escasas relativamente a su vasta extensión”.
Y para la provincia de Chayanta informa que: “Todas las propieda­
des particulares están como en Charcas, entremezcladas con las
posesiones de comunidades i tributarios i constituyen también una
parte muy limitada del extenso territorio que forma la provincia”.
Esta apreciación debe haber tenido mayor validez en 1881.
De hecho, en 1874 los legisladores buscaron cuantificar la
tenencia y producción de los comunarios mediante la extinción
de los ayllus y la conversión de sus miembros en propietarios
plenos. De acuerdo con la ideología positivista predominante, la
cuantificación en hectáreas se consideró parte de una agricultura
“científica”, asociada por definición con la consolidación de la pro­
piedad privada. Sin embargo, hoy como en el siglo xix, los datos
de extensión tienen poco valor si no están acompañados por una
evaluación precisa de la calidad de los suelos y del microclima de
cada predio. La topografía sumamente accidentada del Norte de
Potosí hace difícil definir áreas climáticamente homogéneas. Por
lo tanto, el sistema de medidas tradicionalmente utilizado en la
región evalúa un terreno en términos del cultivo apropiado y del
volumen de semillas necesario para sembrarlo: al decir “1/2 olla
de maíz” u “8 llamas de papas” expresan las características rele­
vantes del terreno, según el volumen y tipo de semilla que puede
sembrarse en él. Este sistema de agrimensura sigue apareciendo
en los contratos de compra-venta por lo menos hasta 1915, y aún
se mantiene vigente en la región, aunque nunca ha sido empleado
por los observadores gubernamentales en la recopilación sistemá­
tica de información.
Otro indicador de la importancia relativa de los ayllus y de
las haciendas en cada cantón consiste en comparar el número de
colonos y comunarios entre los cantones con penetración lati­
fundista. Evidentemente, este indicador no es siempre confiable,
dado que el valor de una hacienda no corresponde necesariamente
a la cantidad de mano de obra de que dispone. La posesión de
un horno de miel o un trapiche, la instalación de un molino de
granos, o de un ingenio para minerales, permitiría al propietario
mantener un nivel de ingresos muy por encima de las unidades
146 Estado boliviano y ayllu andino

productivas basadas en la fuerza de trabajo exclusivamente fa­


miliar e, incluso, de otros hacendados con una fuerza de trabajo
servil más numerosa. Algunas haciendas que aparecen en el Pa­
drón de Yanaconas de 1836 con una alta población de colonos, y
que después, en 1877, muestran una caída abrupta en la mano de
obra servil, se registran en el catastro de 1881 como propiedades
valiosísimas con altos ingresos anuales, debido a su elección de
cultivos que no requieren una fuerza de trabajo permanente,
como los frutales.
Sin embargo, la inversión productiva en las haciendas fue gene­
ralmente limitada en el siglo xix, yes probable que los principales
medios de producción se limitaran a la tierra y mano de obra en
la mayoría de los casos. Por eso resulta útil comparar la población
servil y comunal en los cantones que muestran altos valores de
propiedades privadas en el catastro de 1881.
Un examen del Cuadro 8 muestra que, incluso limitándonos
a los cantones afectados por la expansión de la propiedad privada,
los colonos solo representan el 22,4% de la población total. Ade­
más, si se consideran los cantones de Pitantora y Sacaca donde se
encuentra casi el 50% de la población servil del Norte de Potosí, en
el primero los colonos constituyen el 58% de la población cantonal
(599/1031), mientras en Sacaca la cifra correspondiente solo llega
al 14%. Únicamente en Ocurí y Maragua se encuentra un claro
predominio de colonos sobre comuneros.
No obstante, en las dos provincias se encuentra una mayoría
de cantones apenas afectados por la hacienda. El Cuadro 9 muestra
que, a nivel regional, solamente 11,6% de los tributarios registra­
dos en la Revisita de 1877 estaban sujetos al régimen de hacienda.
Fuera de los cuatro focos de propiedad privada antes mencionados,
la época de la política exvinculatoria empieza con un vasto predo­
minio del régimen comunal en el Norte de Potosí.
¿En qué medida la Revisita exvinculatoria logró cumplir sus
objetivos mediante la extensión de títulos individuales? Lamen­
tablemente para el presente estudio ha sido imposible comparar
el catastro de 1881 con los posteriores de 1903, 1910 y 1922. Por
ahora nos limitaremos a otros indicadores parciales, como el nú­
mero de las ventas de las tierras de origen registradas en la Sección
Propiedades del Archivo de Derechos Reales en Potosí, entre 1889
y 1918. En el Cuadro 10 podemos examinar el número de ventas
El desenlace 147

realizadas entre 1889 y la Guerra Federal, en comparación con el


número de transacciones correspondientes al período de gobierno
liberal entre 1901 y 1918.
Cuadro 8 Colonos y comunarios en cantones con penetración latifundista en 18 77
(por cantón)

Colonos Comunarios Población total


Cantón
núm . % núm . % núm . %

A c a s io 176 8 ,4 5 03 7 6 79 7

C arasi y T o ro lo ro 92 4 ,4 527 7 6 19 6 ,6

Guaycom a* 24 1 — 0 24 0 ,2

M a ra g u a 284 1 3 ,5 — 0 284 3

M o rom oro 34 1 ,6 1 .2 1 1 1 6 ,6 1 .2 4 5 13

M o s c a rí 2 16 10 662 9 8 78 9

O c u rí 2 10 10 77 1 287 3

P ita n to r a 5 99 2 8 ,5 432 6 1 .0 3 1 11

Sac aca 425 20 2 .6 2 0 36 3 .0 4 5 32

S a n P e d ro 42 2 1 .2 4 8 17 1 .2 9 0 14

T o ta l(1 ) 2 .1 0 2 10 0 7 .2 8 0 10 0 9 .3 8 2 10 0

T o ta l (2 ) 2 .1 0 1 2 2 ,4 7 .2 8 0 7 7 ,6 9 .3 8 2 10 0

Fuente: Libros de Revisita de las provincias de Charcas y Chayanta, año 18 77. Revisitas, a n b , Sucre.

* En la Revisita de 18 77, los 24 habitantes de Guaycoma aparecen como colonos de hacienda. Sin embargo,
Narciso de la Riva aclara en 1885 que "este pequeño cantón apenas posee veinticinco indígenas originarios,
cuyo domicilio mantienen en el cantón de Condo provincia de Paria donde abonan el tributo". Se trata, evi­
dentemente, de una situación común en las áreas cerca a Sucre, según la cual algunas haciendas pertenecen
a comunidades lejanas en el Altiplano. Compárese la hacienda de Tuero en el cantón Moromoro, que aparece
en el catastro de 1881 como propiedad de la "Comunidad Corque de Carangas". Parece que las otras haciendas
de Guaycoma no poseían colonos.

Los datos de la Revisita de 18 77 no señalan la existencia de colonos en Macha. Sin embargo, el catastro de 1881
enumera 26 colonos "entre indios y mestizos" para esa fecha en la importante hacienda-ingenio de Ayoma.
Esta corrección debe llamamos la atención sobre las limitaciones de la información de la Revisita en lo que
atañe a los colonos de haciendas.
148 Estado boliviano y aylhi andino

Cuadro 9 Colonos de hacienda e indios de comunidad en 1 8 7 7 , como porcentaje de la


población tributaria total (por cantón)

C o lo n o s C o m u n a rto s P o b la c ió n t o ta l
C a n tó n
núm . % núm . % núm . %

A c a sio 176 26 5 03 74 6 79 10 0

A u lla g a s - 0 79 10 0 79 10 0

Aym aya — 0 621 10 0 621 10 0

C a rasi y T o r o to r o 92 15 527 85 6 19 10 0

C h a y r a p a ta — 0 715 10 0 715 10 0

C h a y a n ta - 0 2 .5 7 4 10 0 2 .5 7 4 10 0

Guaycom a 24 10 0 — 0 24 10 0

M acha - 0 1 .3 1 0 10 0 1 .3 1 0 10 0

M a ra g u a 284 10 0 — 0 284 10 0

M ic a n i — 0 179 10 0 179 10 0

M o rom oro 34 2 ,7 1 .2 1 1 97 1 .2 4 5 10 0

M o s c a rí 2 16 2 4 ,6 662 7 5 ,3 878 10 0

O cu rí 2 10 73 77 27 287 10 0

Panacachi - 0 587 10 0 587 10 0

P ita n to r a S99 58 432 42 1 .0 3 1 10 0

P o c o a ta — 0 2 .0 3 3 10 0 2 .0 3 3 10 0

S acaca 425 14 2 .6 2 0 86 3 .0 4 5 10 0

S a n M a rc o s - 0 298 10 0 298 10 0

S a n P e d ro 42 3 1 ,2 4 8 97 1 .2 9 0 10 0

S u ru m i _ 0 14 9 10 0 149 10 0

T o ra c a rí - 0 15 6 10 0 15 6 10 0

T o ta l 2 .1 0 2 1 1 ,6 1 5 .9 8 1 8 8 ,4 1 8 .0 8 3 10 0

Fuente: Libros de Revisita de las provincias de Charcas y Chayanta, año 18 77. Revisitas, anb Sucre. ,

En primer lugar, los cantones afectados por estas ventas


son precisamente los previamente asociados al proceso de la
privatización en 1881. En el área de Sacaca - San Pedro - Mos-
carí, se ha detectado 231 transacciones para el período referi­
do. En los cantones de la frontera chuquisaqueña (Moromoro,
Pitantora, Ocurí y Carasi) 125; y 69 en Acasio, en la frontera
cochabambina. Los demás cantones solo vieron 25 transacciones
(excluyendo a los no-identificados). El área de Macha manifiesta
apenas una transacción. Salvo en Macha, durante este período
se consolidó la propiedad privada en las áreas donde siempre
había existido.
El desenlace 149

Es interesante constatar que la gran mayoría de las transaccio­


nes se realizaron después de la Guerra Federal, en la época liberal.
Este resultado coincide con la situación ya comprobada para La Paz
(Rivera, 1978b). Sin embargo, a diferencia de La Paz, incluso en el
segundo período, las ventas siguen concentrándose en las áreas tradi­
cionales de tenencia individual. Además, las extensiones enajenadas
son ínfimas en comparación con La Paz, donde se pusieron en venta
comunidades enteras. En el Norte de Potosí son excepcionales las
ventas de toda una “asignación” (parcela de originario o agregado),
siendo normal la venta de una fracción de una parcela. Aunque por
las razones expuestas consideramos inútil buscar equivalencias en
hectáreas para las fracciones vendidas, es obvio que se trata de su­
perficies ínfimas en comparación con el Altiplano Norte.
Sin embargo, ¿por qué el ritmo y la escala de las ventas de
tierras, por limitados que fuesen, aumentaron tanto después de la
Guerra Federal? Una explicación parcial enfatizaría la extensión
efectiva de numerosos títulos durante el período previo a esta
Guerra, que servían de base para los trámites legales de enajena­
ción desde principios del siglo xx. Según este argumento, solo se
pudieron recoger los frutos de la política exvinculatoria una vez
terminados los intentos de la Revisita. Efectivamente, fue necesaria
la identificación precisa de la ubicación y tamaño de las parcelas
para permitir la transferencia del título correspondiente. Pero más
importante fue, probablemente, la impaciencia creciente de los
propietarios privados por el abandono del proyecto terrateniente
por parte del Estado, y sus intentos de tomar la iniciativa en el
proceso de expropiación de tierras comunales en las márgenes de
las zonas ya controladas por el régimen privado. Los contratos de
compra-venta señalan los precios pagados por los terrenos enaje­
nados. Significativamente, muchos contratos estipulan que se trata
de precios nominales, sumas canceladas en los pesos febles que
se estaban retirando de circulación desde 1875, y en otros casos la
transferencia del título se debe a razones de endeudamiento del
poseedor indígena. Por otra parte, los vendedores aluden a las obli­
gaciones tributarias que deben asumir los compradores: fracciones
del tributo correspondientes a fracciones de una “asignación”, y
en algunos casos la transferencia de la obligación de servir en las
postas. Estos detalles ilustran cómo el abandono estatal de la “gran
reforma rentística” aumentaba el interés del fisco departamental
150 Estado boliviano y ayllu andino

en la retención de los ingresos procedentes del antiguo tributo. La


consecuencia fue paradójica: por una parte, se iba reanudando el
vínculo tradicional entre los tributarios de los ayllus y el Tesoro
potosino. Simultáneamente, los propietarios privados empezaron
a roer más intensivamente los linderos de los ayllus, logrando
desprender una cantidad limitada de terrenos, para después encon­
trarse sujetos a los mismos gravámenes tradicionales teóricamente
derogados por la Ley de 1874.
El Cuadro 10 muestra que la expansión de la hacienda en el
Norte de Potosí fue muy limitada durante el período examinado.
En su mayoría los cantones quedaron inafectos de la venta de
tierras comunales. Aunque el Ministro de Hacienda comentó la
inscripción de 3.068 propiedades correspondientes a las provincias
de Chayanta, Charcas y Bustillo5en el catastro de 1910,6señalando
que 1.117 “corresponden... a nuevas propiedades recientemente
catastradas”, no puede inferirse un proceso de consolidación de
la gran propiedad agraria. Aparte de las superficies reducidas
de los terrenos vendidos, al parecer este aumento del número
de propiedades registradas en el catastro refleja la decisión de
muchas familias mestizas, cuyos derechos a la tierra habían sido
negados por la Ley de 1874, de romper su alianza con los ayllus,
para adscribirse al régimen de propiedad favorecido y garantizado
por los terratenientes y el gobierno boliviano. En este proceso
pueden reconocerse los orígenes del realineamiento de las leal­
tades mestizas hacia una capa oligárquica, que de esta manera
logró iniciar el arrinconamiento paulatino de los ayllus rebeldes
de la “antisociedad” andina.

5 La provincia Bustillo fue creada por Ley de 8 de octubre de 1908 para respon­
der a las crecientes necesidades administrativas del centro minero de Uncía
y Llallagua.
6 Prefectura de Potosí, Memorias e Informes, Informe Anual al Supremo Gobier­
no del Prefecto de Potosí, Dr. Néstor Gutiérrez, bnb , Sucre, 1913, p. 81.
El desenlace 151

Cuadro 10 Las ventas de las tierras de origen entre 1889 y 19 18 , por provincia y cantón
(número de ventas)

I. Provincia Chayanta (con provincia Bustillo desde 1909)

Cantón 1889-1900 1901-1918 Total

C h a y a n ta — 3 3
M acha — 1 i

M o r o m o r o (R a v e lo )
15 69 84
yTom uyo

Panacachi 1 1
P ita n to r a y O c u rí 2 4 6
S urum i 1 1 2
U n c ía - 9 9
N o id e n tific a d o 1 5 6
Total 19 93 112

Fuente: Registro de Propiedades, Derechos Reales, Potosí.

II. Provincia Charcas

Cantón 1889-1900 1901-1918 Total

A c a sio 3 66 69
C a rasi y T o r o to r o ó 29 35
Moscarí 4 15 19
S a c a c a y C a t ip u y o 1 23 24
S a n M a rc o s — 1 1
S a n P e d ro 38 150 188
To ra c a rí 1 8 9

N o id e n tific a d o 11 21 32
Total 64 313 377

Fuente: Registro de Propiedades, Derechos Reales, Potosí.

4.2. El “ p a c t o ” r e n o v a d o : a n t e c e d e n t e s d e l a

S U B L E V A C IÓ N IN D ÍG E N A1927 D E C H A Y A N T A D E

El siglo xx nació con todas las “fuerzas del progreso”’concentradas


en el sector minero, cuyas exportaciones de estaño constituían el
principal ingreso fiscal del Estado. Frente a los logros del capitalismo
extractivo, el sector agrario atraía siempre menor atención por par­
te del gobierno y el “problema indio” fue asumido crecientemente
por las prefecturas departamentales, que seguían dependiendo de
152 Estado boliviano y ayllu andino

la contribución indígena para cubrir gran parte de su presupuesto


(ver Cuadro 4). La expansión de la propiedad privada en el Norte
de Potosí, cuyas limitaciones acabamos de anotar, se logró en un
contexto ambivalente. Mientras que la realización de los primeros
catastros prometía la transformación esperada del sistema impo­
sitivo en el campo, el Tesoro departamental no podía prescindir
del cobro del antiguo tributo. Se volvió a presentar, en el plano
departamental, el antiguo problema de la transición, y la Prefectura
potosina difícilmente pudo resolver un conflicto con los ayllus que
el mismo Estado había preferido soslayar. De ahí la actitud con­
tradictoria que puede observarse en los informes prefecturales de
las primeras décadas del siglo. Mientras que formalmente señalan
un apoyo para la expansión de la propiedad privada, emprendida
ahora por iniciativa directa de mestizos y terratenientes, simul­
táneamente se nota una preocupación constante por el volumen
de la contribución de los ayllus, que se traduce en una aceptación
provisoria de un renovado “pacto de reciprocidad” entre el Tesoro
departamental y las autoridades indígenas.
La nueva situación que surgió después de la Guerra Federal
no pudo sino preocupar a la Prefectura. En primer lugar, tardó
mucho en establecerse el cobro de la contribución en bolivianos,
pese a no saber cuándo los antiguos pesos febles fueron finalmente
desplazados del circuito fiscal. Por otra parte, la misma Ley de 1 de
octubre de 1880 había liberado a los forasteros de los ayllus de
sus obligaciones tributarias, con la consiguiente reducción en el
monto del tributo.
Además, después del abandono de la Revisita exvinculatoria
en el Norte de Potosí, las autoridades fiscales no tenían ningún
padrón de los contribuyentes que permitiera controlar la suma
percibida, por lo que se encontraban obligadas a confiar en el
monto recaudado y entregado por los curacas y sus cobradores.
Finalmente, los propietarios particulares empezaron a impacien­
tarse por la lenta marcha de la reforma, y buscaron acelerar el
logro del objetivo original del Estado mediante la expropiación o
compra forzada de los terrenos comunales ubicados en los límites
de sus posesiones.
Analicemos primero la situación de los forasteros: ¿por qué la
Ley de Exvinculación parecía dispuesta a renunciar a la contribu­
ción de semejante número de tributarios? La respuesta la ofrece
El desenlace 153

un oficio dirigido a la Prefectura de Potosí, en abril de 1885, por el


primer revisitador de Chayanta, Narciso de la Riva:
El forastero es el colono de hacienda que presta su servicio a los pa­
trones del fundo. Fuera de esta clase de forasteros no puede existir
otra salvo casos muy especiales; porque no se concibe la existencia de
numerosos indígenas de la especie en centros de Aillos o comunidades
donde no pueden arrendar su trabajo... (De la Riva, 1885}.
Según este comentario, los legisladores consideraban al forastero
como un típico fenómeno de la hacienda: su presencia en los
ayllus aparecía así como una simple anomalía. La cláusula de la
Ley de 1874, que liberó a los forasteros de sus obligaciones tribu­
tarias, estuvo dirigida, en primer lugar, a lograr la conversión de
los forasteros (o yanaconas) de las haciendas en arrendatarios, tal
como se ha indicado. Así el gobierno renunciaba a un impuesto
que debía convertirse en un arriendo pagado al hacendado, y el
fisco esperaba recuperar su pérdida mediante el nuevo impuesto
predial calculado sobre los ingresos totales (incluso los arriendos}
de los nuevos “capitalistas agrarios”.
El propósito del legislador fue anulado por la presencia efec­
tiva de numerosos forasteros dentro de los ayllus. En Macha, por
ejemplo, la Revisita de 1877 arrojó la cifra de 1.690 forasteros en
ambas parcialidades (casi 70% de la población total}. Para Narciso
de la Riva este fenómeno resultaba injustificable e irracional, que
solo podía atribuirse a un “réjimen comunario desatendido desde
lo remoto” por “la superior jerencia administrativa”. El mismo
problema surgió respecto a la situación de muchos agregados. En
el caso de Moromoro, Narciso de la Riva comentó:
Si... el agregado es el individuo añadido al orijinario que posee un común,
el simple buen sentido rechaza la posibilidad de que 304 individuos
puedan agregarse a 83 comunarios; añádase a esta razón incontro­
vertible que según las mensuras practicadas por el Agrimensor Justo
Leigue Moreno, la capacidad de los terrenos ocupados por los llamados
agregados es inmensa y de un valor considerable, mayor quizá a todo
un orijen... (De la Riva, 1885).
De ahí que la mesa revisitadora buscara recategorizar a los contri­
buyentes sospechosos, de acuerdo con la extensión efectivamente
ocupada, desconociendo el papel de las categorías dentro del ciclo
de desarrollo de cada unidad doméstica, esbozada en el Capítulo 2.
De esta manera, De la Riva pudo pretender que:
154 Estado boliviano y ayllu andino

la pérdida proveniente de la abolición del tributo correspondiente a


los forasteros, habría sido subsanada con superabundancia, evitando
el déficit que habría sido una realidad rentística, sin los trabajos de
la Revisita (De la Riva, 1885).7
El Subprefecto de Chayanta, Dalio Fernández, no fue tan optimis­
ta. En 1889, comentó un déficit de Bs. 4.528,60 para los cantones
de Pitantora y Moromoro, en relación al monto presupuestado
en la Revisita de 1877. Este déficit aumentó en Bs. 1.159,40, to­
mando en cuenta la Ley de 26 de noviembre de 1886, que había
dispuesto el cobro de la contribución en pesos febles, en vez de
bolivianos, debido a las continuas sublevaciones de los indios. Pero
el Subprefecto quiso también subrayar sus propios esfuerzos en
favor del fisco: en 1891 logró recaudar Bs. 4.950 sobre el monto
presupuestado para la provincia, valiéndose de la Ley de 30 de
octubre de 1890 que, confirmando la práctica de Narciso de la
Riva, había exigido “que el indíjena terrateniente impropiamente
llamado ‘Forastero’pague Bs. 2.80 cts. semestral por su asignación y
que sea incluido en la clase de ‘Agregados’” (Fernández, 1889-1891).
Así, la “generosidad” aparente de la legislación exvinculatoria de­
bió corregirse una vez que se constató la presencia de numerosos
forasteros en los ayllus.
La exención de los forasteros del pago de la contribución re­
presenta otro ejemplo de la profunda ignorancia de los legisladores
criollos sobre el funcionamiento interno de la sociedad indígena.
Repitiendo las palabras de Narciso de la Riva, citadas en el capítulo
anterior, tales “errores... comprueban lo inútil de los desvelos de
los conductores del país cuyo saber y ciencia no bastan a suplir
la falta de conocimiento de las cosas y personas para quienes se
legisla...”. Ya hemos visto cómo los indios supieron aferrarse a las
cláusulas favorables de la legislación “blanca”. No sorprende, enton­
ces, que durante el siglo xx los forasteros (o kantu runas) no hayan
pagado ningún tributo, aparte de algunos servicios tradicionales
7 Por ejemplo, para el cantón Moromoro, la Revisita de 1887 había registrado
83 originarios. 304 agregados y 331 forasteros; con una contribución total
(sacando a los forasteros de acuerdo con la Ley de 1874) de Bs. 2.937,20.
Pero después de la Revisita exvinculatoria, 648 contribuyentes fueron
matriculados con una contribución total de Bs. 4.806,20, o sea un aumento
de Bs. 1.869. Si suponemos que la población se había mantenido constante
desde 1877, entonces el número de forasteros se hubiera reducido a sola­
mente 70 individuos.
El desenlace 155

en la iglesia (por ejemplo los monakus del ayllu Macha), hasta muy
recientemente. Con el abandono de la Revisita de Chayanta en
1902, se dejaron de lado las prácticas correctivas de las autoridades
nacionales, mientras que los curacas aplicaron la letra de la Ley
de 1874 en lo que correspondió a los forasteros de sus ayllus.
Fue durante los primeros años del siglo xx que las autoridades
indígenas decidieron encargarse directamente de la recaudación
del tributo, en un intento de restablecer el antiguo “pacto de reci­
procidad” de acuerdo con su percepción de la justicia. En 1906, la
regularidad de las entregas de las provincias de Chayanta y Charcas
llamó la atención del Prefecto de Potosí, Fructuoso Ramos (dueño
de la hacienda-ingenio de Ayoma en el cantón Macha):
por costumbre tradicional, (estas provincias) son las únicas que
aportan al Tesoro casi el total de cada semestre dentro del primer
trimestre respectivo, o sea, con anticipación de tres meses a los plazos
determinados, 30 de junio y 31 de diciembre...8
Igualmente, en 1909 el Prefecto Nicanor Serrado comentó la misma
regularidad para la provincia de Chayanta: “No se ha presentado
ninguna inconveniencia, sin embargo de que se han suprimido
los recaudadores, habiendo ejercido las funciones de estos, per­
sonas nombradas de entre los mismos comunarios, con el título
de curacas recaudadores...”.9 En la reaparición del título colonial
(“curacas recaudadores”) y en la regularidad de las entregas puede
apreciarse la seriedad con la que las autoridades indígenas tomaron
la reanudación del pago del tributo, esforzándose por mantener
de su parte el antiguo “pacto”, a fin de asegurar los derechos de
sus ayllus a la tierra.
El nombramiento “entre los mismos comunarios” de los nue­
vos curacas recaudadores representa un elemento clave dentro del
nuevo statu quo. Igualmente importante fue la medida tomada por
las autoridades indígenas para asegurar el comportamiento legítimo
de los representantes del Estado. En 1910, Nicanor Serrudo señaló
que los padrones actualizados solo se encontraban en manos de
los curacas, quienes se negaron a entregarlos a las autoridades
8 Fructuoso Ramos, Informe ante el Supremo Gobierno de la República, Potosí, 1906
(bnb , Sucre. Prefecturas de Potosí, Memorias e Informes, 1871-1914).
9 Nicanor Serrado, Informe ante el Supremo Gobierno de la República. Potosí, 1909
(bnb , Sucre. Prefectura de Potosí, Memorias e Informes, 1871*1914).
156 Estado boliviano y ayllu andino

fiscales. Nuevamente, en 1918 el Prefecto Carlos Gutiérrez con­


firmó que:
en las circunstancias actuales, las autoridades aspiran a nada más
que recaudar la suma calculada en el presupuesto, porque tampoco
tienen base sólida para perseguir más, y ese hecho proviene de que
los padrones están en poder de los curacas, que no los confían a
nadie, y el Tesoro Departamental no tiene tampoco listas auténti­
cas de los contribuyentes porque ningún funcionario se las puede
suministrar.101
Finalmente, en 1921 el Prefecto, Mayor Armando Bretel, propuso
que “se procure que estos pagos [del tributo] se haga directamente
a este Tesoro por los Curacas e Ilacatas, sin la interferencia de la
autoridad subprefectural... V 1
Con esta última modificación se estableció el sistema de re­
caudación vigente a fines del siglo xx, basado en la responsabilidad
directa de las autoridades indígenas frente al Tesoro departamental,
aunque sin la entrega de los padrones actualizados a las autoridades
fiscales. La retención de los padrones constituyó un reconocimiento
por parte de los curacas de la fragilidad del nuevo “pacto”, y un
testimonio de su profunda desconfianza hacia el Estado. Sin los
padrones de los contribuyentes, por lo menos sería más difícil un
nuevo intento de hacer privada la tenencia y disolver los ayllus.
Como se señala en el próximo capítulo, muchas autoridades indí­
genas del Norte de Potosí se mantuvieron dispuestas, hasta muy
recientemente, a cumplir escrupulosamente con su parte del
“pacto”, recaudando la contribución de sus ayllus para garantizar
el acceso colectivo a la tierra.
¿Qué ocurrió con el peso del tributo indígena dentro del pre­
supuesto del Tesoro departamental? El Cuadro 4 muestra el por­
centaje representado por este ítem de 1879 a 1930. Se ha señalado
ya la disrupción en su cobro durante los últimos veinte años del
siglo xix, como también la apropiación de parte de los ingresos
departamentales por el erario nacional hasta fines de la Guerra del
Pacífico. Sin embargo, los valores presupuestados son representa­
tivos de la importancia del tributo desde la perspectiva del Tesoro
10 Carlos Gutiérrez, Informe del Prefecto y Comandante General del Departamento de
Potosí. Potosí, 1918.
11 Armando Bretel, Informe Anual deí Perfecto de Potosí ante el Supremo Gobierno de la
República. Potosí, 1921.
El desenlace 157

departamental. Se notará que en 1880 los indios aportaron casi el


95% del total, y todavía en 1907 su contribución constituía más
de la mitad del monto global. Incluso en vísperas de la Guerra del
Chaco, la suma presupuestada para 1930 representaba casi 20% del
total. Además, si bien se reducía el porcentaje correspondiente al
tributo durante los 50 años examinados, esta reducción no se refleja
tanto en un aumento del impuesto predial procedente de las tierras
privatizadas, sino de los ingresos procedentes de otras fuentes. En
ningún año llegó el impuesto predial a superar en importancia la
contribución territorial. Mejor prueba no puede haber del fracaso
de la primera reforma agraria de 1874. En el departamento de Potosí
incluso los diezmos y primicias solo se eliminarían en 1917, después
de un período de transición de cinco años, cuando se reemplazaron
por un recargo de 20% sobre la contribución anual de los indios.
Frente a la importancia persistente del tributo tradicional,
repetidas veces los prefectos de Potosí plantearon al gobierno la
urgencia de retomar las Revisitas de las tierras comunales. Pero
las razones aducidas no tuvieron ya las ambiciones de la Ley de
1874. Lo que se temía era, sencillamente, la defraudación de los
intereses fiscales, sea por las maniobras de los curacas, sea por la
asimilación de las “tierras del Estado” -como aún se consideraban
las tierras de los ayllus- por propietarios particulares:
Se tiene comprobado que en cada parcialidad ha disminuido el
número de contribuyentes, pasando las sayañas [tierras de origen] a
manos extrañas, sin obligación ninguna, o abandonadas por falta de
ocupante. Se ha evidenciado también la existencia de otras ilegalmen­
te constituidas, con fines de incautar los territorios de comunidades
extinguidas bajo la insignificante tasa de 60 centavos para justificar
su dominio.12
Se trata probablemente de las compras semilegales de fraccio­
nes de “asignaciones” (predios originarios) observadas en la sección
anterior, cuyas obligaciones tributarias (supuestamente proporcio­
nales a la fracción comprada) parecen haber sido desconocidas por
los nuevos propietarios particulares, aunque algunos seguramente
registraron sus adquisiciones en el catastro, con la consecuente
obligación de pagar el impuesto predial.

12 Nicanor Serrado, Informe ante el Supremo Gobierno de la República. Potosí,


1910.
158 Estado boliviano y ayllu andino

Las esperanzas del Tesoro departamental quedaron igualmente


defraudadas en lo referente a las llamadas “tierras sobrantes” de
los ayllus. Estas tierras fueron las que, pese a no estar ocupadas
en un momento dado, sirvieron a los ayllus para hacer frente a las
presiones demográficas desiguales sobre la tierra correspondiente a
diferentes estancias. El aumento de la población en una zona pudo
conducir a la reubicación de familias específicas en las “tierras
sobrantes” (cf. Platt, 1982). En 1913, el Prefecto José Aguirre Achá
comentó que se había consignado Bs. 6.000 en el presupuesto depar­
tamental “como ingreso por arrendamiento de terrenos sobrantes
de comunidades”.13 El ítem resultó “totalmente ilusorio”, porque
“ni siquiera se sabe cuáles pueden ser esos terrenos sobrantes...
posiblemente con las operaciones de Revisita que deben realizarse,
podrá conocerse recién el sobrante de terrenos de comunidad”.
Nuevamente se aprecia cómo la retención de los padrones por las
autoridades indígenas permitió la negación de otra cláusula de la
Ley de 1874, esta vez por considerarse atentatoria respecto a la
organización interna del ayllu.
En 1913, en un gesto casi patético, el mismo Prefecto ofreció
a los indios la exención de los servicios de postillón (parcialmente
superados por el uso del telégrafo), siempre que se inscribieran en
el catastro. Después del análisis de los “servicios forzados” ofreci­
do en el capítulo anterior, no sorprende el ningún efecto de tales
ofertas a los ayllus. Estamos lejos de los grandes esquemas de los
primeros gobiernos librecambistas, con su visión de un “capitalismo
agrario” que volcaría un floreciente impuesto predial a las arcas
fiscales, en base a una producción abundante y “científicamente”
organizada. Se trata ahora de rescatar de las ruinas de la primera
reforma agraria lo indispensable para asegurar la solvencia del pre­
supuesto departamental.
Se ha visto cómo los propietarios privados, algunos terratenien­
tes, pero generalmente pequeños productores mestizos, empezaron
a intensificar sus esfuerzos expansivos frente al abandono efectivo
del proyecto terrateniente por parte del mismo Estado después de la
Guerra Federal. Este proceso, formalmente apoyado por los funcio­
narios departamentales, entrañaba como consecuencia inevitable
13 José Aguirre Achá, Informe Anual del Prefecto de Potosí ante el Supremo Gobierno de la
República. Potosí, 1914.
El desenlace 159

una reducción del número de contribuyentes indígenas y, por lo


tanto, una disminución del monto tributario percibido por el fisco
departamental. La situación se agravó porque los propietarios par­
ticulares no siempre quisieron registrar todas sus nuevas adquisi­
ciones al margen de su propiedad nuclear, a fin de evitar mayores
gravámenes impositivos. En 1922-1923, el Prefecto Manuel Diez
Canseco lamentó la pérdida fiscal implícita en la expansión ilegal
de la hacienda “se impone... organizar la comisión revisitadora
del catastro indigenal, pues es de todos conocida la formación de
extensas propiedades agrícolas, a base de la compra de terrenos de
orijen y que, sin embargo, siguen pagando impuestos ínfimos”.14
Sin embargo, detrás de la prudencia fiscal, estaba el miedo a otro
estallido de sublevación por parte de los indios agredidos. Ya en
1925 el Prefecto Enrique Aparicio Loza señalaba que “tal fue el
grado de hostilidad que demostraron los indígenas en el segundo
semestre del pasado año, que llegaron a promover serios distur­
bios, amenazando las vidas y propiedades de los hacendados”.15
Probablemente, esta fue la preocupación subyacente en la Ley de
1925, que prohibió la venta de tierras de comunidad. Pero la Ley de
1925 llegó demasiado tarde. En 1926, el mismo Prefecto indicaba
“un estado alarmante de tirantez, que se deja notar entre las rela­
ciones de los indígenas con sus patrones y de los comunarios con
los particulares que tienen sus propiedades rústicas colindantes
con las tierras que poseen aquellos” (Ibid.). Como de costumbre,
los indios parecen haber empezado su resistencia por la vía legal,
mostrando sus títulos coloniales y de Revisita, para sostener sus
reclamos contra los propietarios particulares. Es significativo que
Aparicio Loza denunciara también:
la facilidad con que las autoridades administrativas subalternas otor­
gan amparo a los indígenas que... se presentan solicitándolo... con
simples papeles de dudosa procedencia... en los que se hace constar
que el indígena impetrante posee determinado terreno desde tiem­
po inmemorial y resultando en la realidad tratarse de propiedades
particulares constituidas legalmente... Crece aún más la urgencia de
proceder a la formación de padrones de tierras... (íbid.)

14 Manuel Diez Canseco, Informe Anual del Prefecto de Potosí. Potosí, 1922-
1923.
15 Enrique Aparicio Loza, Informe del Prefecto de Potosí, Gestión 1925-26. Potosí,
1925-1926.
160 Estado boliviano y ayliu andino

Es posible que el apoyo ofrecido por ciertas autoridades provin­


ciales a la “antigua legalidad” de los títulos presentados por los
indios reflejara, nuevamente, la renuencia a aceptar los avances
provocativos de los particulares, que ponían una vez más en tela
de juicio la estructura regional de poder, producto del renovado
“pacto de reciprocidad” restablecido por los ayllus desde los pri­
meros años del siglo.
Aquí no entraremos en los detalles de la sublevación de 1927,
que debe ser objeto de una investigación minuciosa.16 Las pocas
entrevistas realizadas hasta la fecha en la zona sublevada muestran
cómo las reivindicaciones indígenas se canalizaron a través de una
compleja ideología, lo que hace posible compararla sistemática­
mente con las sublevaciones contra las Revisitas, analizadas en
el capítulo anterior. Sin embargo, en 1927 el blanco principal de
la reacción indígena parece haber sido no tanto las autoridades
estatales, como en 1885, sino los hacendados que se habían en­
cargado de proseguir con la reforma por “iniciativa privada”. De
ahí la elección de Julio Eerdeja, propietario de Guadalupe, como
víctima, sacrificado de forma que recuerda el enfrentamiento entre
los indios de Macha, Pocoata y Condo, por un lado, y la Comisión
enviada en 1885 por Narciso de la Riva para cobrar el precio de
los nuevos títulos de la Revisita. Ciertas partes del cadáver fueron
consumidas por los alzados, y el resto enterrado como ofrenda a
un cerro poderoso de la vecindad.17Una entrevista con la memoria
colectiva a través de la comunicación chamánica con el espíritu
de este cerro podría ofrecer luces insospechadas sobre la ideología
del movimiento de 1927.
Los pocos datos actualmente disponibles sugieren una modi­
ficación muy importante en la trama de las alianzas regionales,
a partir de la Guerra Federal, contra el Estado oligárquico de los
“patriarcas de la plata” (Mitre, 1981). Si bien entre 1882 y la Guerra
Federal el enemigo principal de los ayllus fue el Estado, representa­
do por las autoridades fiscales, pudiéndose contar con los pequeños
16 Ver, sin embargo, Cuestiones índigenales, en: Memoria de Gobierno para 1927-28,
pp. 278-329, consultado en la Biblioteca Nacional de Bolivia (Sucre).
17 Entrevista con Gumercinda Berdeja de Espada, en Guadalupe (provincia Cha-
yanta), durante abril de 1978. Gumercinda Berdeja es descendiente directa
del hacendado victimado: el cerro beneficiado con los restos de don Julio fue
Cóndor Nasa del cantón vecino de Antora.
El desenlace 161

propietarios mestizos en una lucha contra un opresor común, en


1927 el blanco del resentimiento indígena se desplazó hacia los
terratenientes y pequeños propietarios mestizos, sus aliados de
antaño, quienes ahora hacían causa común con los hacendados
en favor de la extensión de la propiedad privada a costa de los
ayllus. Los recaudadores criollos habían sido reemplazados, desde
principios del siglo, por los nuevos “curacas recaudadores”, quienes
lograron centralizar gran parte del poder fiscal en sus propias ma­
nos como parte del replanteo del antiguo “pacto de reciprocidad”.
Por otra parte, el avance del catastro en el Norte potosino tuvo un
significado político desproporcionado en relación a sus limitados
logros territoriales. Los pequeños productores de los pueblos podían
ahora consolidar sus títulos dentro del régimen privado mediante
el pago del impuesto predial. Esta modificación del estatus jurídi­
co de los mestizos produjo una ruptura en la alianza de ayllus y
mestizos, alianza que había encauzado la resistencia a la Revisita
exvinculatoria.
La transformación consiguiente en el equilibrio regional de
poder desencadenó un lento proceso de arrinconamiento de los
ayllus norpotosinos, pese a su superioridad demográfica y las gran­
des extensiones territoriales que todavía se encontraban bajo el
régimen del ayllu. Los aspectos tributarios del ayllu se mantendrían
intactos, como también su régimen agrario y de organización. Sin
embargo, la iniciativa política empezaba a pasar a manos de los
mestizos. Solo la fuerza convulsiva del rechazo indígena contra
la ruina económica y el acorralamiento político llegaría a invertir
este proceso en ciertas circunstancias clave: durante el “Congreso
Indigenal” del gobierno de Villarroel, por ejemplo, o a través de
la masiva movilización en busca de un “Estado popular” entre
1947 y 1953.
5
Los ayllus frente a
la segunda reforma agraria de 1953

La Reforma Agraria no implica necesariamente un


criterio socialista, es un criterio liberal: representa salir
del régimen feudal superado ya en muchas naciones,
pero que en los países atrasados económicamente,
como son los de Latino-América en su mayoría,
persiste todavía... lina Reforma socialista implica
la nacionalización y socialización de la tierra, no la
subdivisión de la tierra en pequeñas parcelas para ser
entregadas individualmente...
Víctor Paz Estenssoro (1955: 310)
No queremos, ni aceptaremos por nada el Predial
Rústico, que quiere decir que nosotros los campesinos
debemos pagar por cada hectárea determinada
cantidad de dinero, lo que anteriormente no existía.
Nosotros los campesinos quienes somos los indios, no
pagaremos el Predial Rústico, porque no nos conviene. Si
algún día hemos llevado al Gobierno al Dr. Paz Estenssoro,
ha sido para que nos ayude efectivamente, pero no para
que quiera explotamos más cobrando en vano...
Pronunciamiento de los campesinos de Macha (1963)

El proyecto liberal de desarrollo agrario estaba destinado a un fracaso


parcial. Incluso en las regiones donde se logró la total expansión de la
hacienda, el embrionario “capitalismo agrario” raras veces encontró
fuentes adecuadas de capital o la tecnología apropiada para las con­
diciones almandinas. De los recursos disponibles, la mano de obra
servil fue evidentemente el más barato, dado que su reproducción se
costeaba en las parcelas familiares adscritas a la hacienda. En muchos
aspectos, el régimen de hacienda se asemejaba al antiguo sistema de
los curacas en cuanto buscaba legitimarse ante los colonos con actos
de “generosidad señorial” (en primer lugar, la “concesión” de sus
terrenos), aunque esta magnanimidad cacical resultó, a su vez, algo
[163]
164 Estado boliviano y ayllu andino

manchada por las dudas positivistas sobre el “grado de humanidad”


alcanzado por los indios.
Los niveles de mercantilización de los mismos hacendados
fueron objeto de ataque por los afiliados al m n r . E s probable que
muchas haciendas manifestaban una “racionalidad campesina”, en
la medida que vendían su producción de acuerdo a sus necesidades,
no siempre motivadas por el afán de ganancia en una situación
de competencia capitalista. De ser así, será necesario atribuir a
los ideólogos del m n r el mismo error cometido 80 años antes por
Narciso de la Riva. Al negar una “racionalidad capitalista” a las uni­
dades de producción -familiares o señoriales-, no puede deducirse
su falta de interés en la producción mercantil. En este, como en
muchos otros aspectos, tras la imagen “revolucionaria” del m n r
quedaba encubierta una clara continuidad con el pensamiento
positivista liberal.
Sin embargo, al proponer generalizar el modelo de produc­
ción familiar en el campo boliviano, el m n r aparentemente re­
presentaba una ruptura importante con los modelos de desarrollo
imperantes antes de 1952. Se abandonó la búsqueda de una “vía
terrateniente” hacia el “capitalismo agrario”, proponiéndose más
bien el modelo campesino, basado en la transferencia de valores
del sector rural hacia los sectores urbanos e industriales, a partir
de un proceso de “acumulación primitiva permanente”, cuyo
principal medio de extracción de los excedentes campesinos sería
el mercado. Al igual que la “vía fiscal” anteriormente analizada,
la Reforma Agraria de 1953 esperaba evitar la separación del
productor familiar de la tierra. Más bien, los principales costos
de reproducción del régimen agrario los asumirían las mismas
unidades domésticas de producción, en cuanto gran parte de la
cosecha anual seguiría siendo consumida dentro de la unidad
productora. Sin embargo, se vislumbraba una nueva época mar­
cada por una creciente tecnificación que permitiría el pago del
“impuesto único” por cada unidad propietaria, aboliéndose la
contribución territorial y compatibilizando los intereses fiscales
con los intereses urbano-industriales, a través de la estructura de
precios y un nuevo sistema impositivo.
Ahora bien, este objetivo no difería mayormente del pro­
yecto liberal. Se trataba de una multitud de pequeñas unidades
campesinas, cuya tecnificación se esperaba lograr mediante
Los ayllus frente a la segunda reforma agraria de 1953 165

mecanismos determinados, como la cooperativización, en lugar


de un número reducido de grandes “capitalistas agrarios”. Pero un
proyecto similar ya había sido formulado por algunos pensadores
liberales, en especial por Narciso de la Riva en su “Proyecto para
propender al desarrollo de la agricultura en la provincia de Ñor
Chayanta”, de 1885, que buscaba la creación de empresas moline­
ras y la compra del trigo norpotosino, a precios subvencionados,
a los pequeños propietarios privados, que debería resultar de la
realización de la Revisita de Exvinculación (ver Anexo iii ).
En el aspecto jurídico, la reforma agraria retomaba también
los objetivos ya planteados en el siglo xix por su antecesor liberal.
Es importante no perder de vista algunas cláusulas contradictorias
del Decreto Supremo núm. 03464 de 2 de agosto de 1953. La enun­
ciación de principios generales, como el reconocimiento jurídico
de las comunidades y la restitución de los terrenos usurpados por
ajenos, en la práctica no afectaba la aplicación de otras cláusulas
más coherentes con los objetivos verdaderos de la reforma agraria.
Por ejemplo:
Las comunidades indígenas son propietarias privadas de las tierras que
poseen en conjunto. Las asignaciones familiares hechas en las revi­
sitas o las reconocidas por la costumbre, dentro de esta comunidad,
constituyen la propiedad privada familiar (Tít. n, Cap. xi, Art. 57).
Pero, para evitar los problemas mencionados con los mestizos de
los pueblos, antiguos usurpadores de las tierras comunales, se
aclaró en otro artículo: “Las tierras usurpadas a las comunidades
indígenas desde el 1 de enero del año 1900 les serán restituidas
cuando prueben su derecho de acuerdo a reglamentación especial”
(Tít. ii , Cap. vi, Art. 42). Esta reglamentación especial estuvo con­
tenida en el Decreto-Ley núm. 03732 de 19 de marzo de 1954, que
especificaba las circunstancias en las que no se debería proceder a
la “restitución de las tierras de las comunidades indígenas”. Estas
excepciones incluyen la situación de “las tierras de comunidad...
[que] estuvieran poseídas por agricultores o campesinos que en
condición de pequeños propietarios las trabajan personalmente”
(Art. 10). Así, las únicas circunstancias en las que se permitía la
restitución era la asimilación de tierras de comunidad por un gran
terrateniente. Pero cuando -como en la mayoría de los casos del
Norte de Potosí- las tierras usurpadas se encontraban trabajadas
bajo el regimen privado por los mestizos del pueblo, quedaba
166 Estado boliviano y ayllu andino

excluida la posibilidad de que un indio, expropiado de su tierra


por medios violentos o semilegales, lograra su restitución.
Vemos cómo, pese a la retórica de algunos artículos, el objetivo
principal de la Reforma Agraria fue la creación de una masa de
pequeños propietarios privados antes que la defensa del ayllu. En
este sentido, el Decreto debe considerarse como una prolongación
de la Ley de Exvinculación de 1874, y un reconocimiento formal
de la importancia creciente de los pequeños propietarios mestizos,
ya señalada en el capítulo anterior.
De hecho, el mismo reconocimiento de los títulos de la Re­
visita fue incompatible con el proyecto de restitución de tierras
comunales. La presentación de estos títulos fue requerida por la ley
de 1953 a los campesinos que reclamaban la restitución de tierras
usurpadas. Pero los títulos de la Revisita fueron otorgados -como
se ha visto- en calidad de propiedad privada, y especificaban la ex­
tinción formal de la comunidad preexistente. Citemos un ejemplo,
presentado como parte de un trámite de restitución en 1958. En
1896 el revisitador José María Ayaviri había utilizado la siguiente
fórmula para consolidar la tenencia privada del antepasado del
demandante:
quito y segrego de la comunidad Jilaticani... en consecuencia queda
extinguida la comunidad Jilaticani y doy la propiedad absoluta... al
nombrado Matías Alachi... quien podrá ejanenar [sic] ipotecar trans­
ferir en herencia y ejercer en general todos los actos permitidos por
las Leyes a los propietarios particulares...1
Esta contradicción fue reconocida inmediatamente por los mesti­
zos en posesión de tierras reclamadas por los indios. Pues, ¿cómo
era posible restituir tierras a una comunidad cuando ya no le
pertenecían y además si esa comunidad había sido formalmente
extinguida, según legislación expresamente reconocida por la
misma Reforma Agraria?
Veamos un ejemplo de un pleito sobre “restitución de tierras
de comunidad”, presentado por Nicolás Nina, “indio originario de
Changolla” del cantón Catacora en la provincia General Bilbao.12Las
1 Archivo de la Reforma Agraria. Provincia General Bilbao. Expedientes varios
(por ejemplo, el núm. 3.735).
2 Archivo de la Reforma Agraria. Provincia General Bilbao. Expediente núm.
1.757.
Los ayllus frente a la segimda reforma agraria de 1953 167

tierras reclamadas se llaman Chusicari y Changolla, y consistían en


22 lotes dispersos con un área cultivable de 13 ha tradicionalmente
pertenecientes al mismo ayllu Jilaticani del gran ayllu Sacaca (Urin-
saya). El derecho reclamado por Nina provenía de que sus abuelos
fueron consolidados en la tenencia de las parcelas por la Revisita
del siglo xix, aunque su madre dio los terrenos de Changolla a un
vecino de Sacaca, Manuel Maldonado, en prenda pretoria, o anticre-
sis, “ahora irnos 10 años más o menos”, recibiendo en cambio 30
pesos febles y un kudm (1/2 cesto) de coca. Denunciaba, entonces,
que Maldonado había construido casas sobre el terreno y fraguado
un documento de compra-venta. El demandado, Juan Mareño, yerno
de Maldonado, alegaba estar trabajando el terreno “personalmente
con mi familia”. La Reforma Agraria negaba el reclamo de Nina,
dado que según la consigna movimientista, “la tierra es para quien
la trabaja”.
En otro caso, vemos a un campesino asentado en la puna de la
provincia de Alonso de Ibáñez, reclamando su derecho a tierras del
valle en “otra provincia”. Se trata evidentemente de tierras en otra
zona ecológica pertenecientes a su "abuelo originario”, ubicadas en
el cantón Acasio de la provincia General Bilbao. Las tierras tenían
15 ha cultivables, y tradicionalmente correspondían al ayllu Samca
del gran ayllu Sacaca. Pero el “usurpador” Pedro Hermoso decía que
sus derechos provenían de un contrato de compra-venta celebrado
por su padre con la madre del demandante, y que este vivía alejado
de la tierra disputada “en el Altiplano”, a una distancia de más de
nueve leguas. Mientras tanto, el demandado afirmaba estar labran­
do la tierra personalmente con sus hermanos y contribuyendo “al
mercado de Cliza, Cochabamba y otros”. Aunque la demanda fue
aprobada en 1955, el fallo fue anulado en 1956, pues “la demanda
de restitución había que convertirla en afectación de los campesinos
[o sea, los mestizos] allí asentados”. Esta vez la consigna “la tierra
es para quien la trabaja” permitía la desestructuración del sistema
de tenencia “vertical”,3 que tradicionalmente había sostenido los
altos niveles de producción de trigo en la provincia.
En un tercer caso podemos apreciar el desconocimiento de las
reglas tradicionales de herencia en Chayanta y la imposición por
la Reforma Agraria de su propio principio de “herencia legítima”.
3 Archivo de la Reforma Agraria. Provincia General Bilbao. Expediente núm.
140.
168 Estado boliviano y ayllu andino

En otro trabajo hemos analizado el sistema de herencia imperante


en el gran ayllu Macha, que permite la reunificación de las tierras
de puna y valle de un “terreno de origen”, donde estas se habían
dividido por el fraccionamiento del terreno entre varios descen­
dientes (Platt, 1982). Pero la Reforma Agraria desconoció a todos
los descendientes de un “originario” revisitado, siempre que no
fueran “herederos en línea directa. Quedan excluidos los parientes
colaterales” (Decreto-Ley núm, 03732, Art. 9). Ahora bien, en el
Gráfico 1 puede verse la compleja situación de parentesco que se
presenta en este tercer caso.
Encarnación Fiqui reclamaba un derecho de restitución sobre
el terreno Mollepampa, de 1,67 ha de área cultivable, ubicado en
los valles del cantón Pararani, y tradicionalmente perteneciente
al ayllu Cari del gran ayllu Sacaca. Denunciaba el secuestro del te­
rreno por Herculano Salazar. Pero explicaba que el viudo Nazario
Jachacata de la heredera María Fiqui, después se casó con Emete-
ria Carrasco. Esta lo sobrevivió y después se casó con Herculano
Salazar. Por lo tanto, el terreno había pasado “horizontalmente”
a través de esta línea de matrimonios a las manos “legítimas” de
Herculano Salazar.

Gráfico 1 La trama de parentesco en el pleito Fiqui-Salazar

E n c a rn a c ió n

Fuente: Elaboración propia.

Por su parte, H. Salazar argumentaba que Encamación Fiqui


era solamente “sobrina” de María Fiqui y, en consecuencia, ex­
cluida por la ley. Afirmaba, además, estar trabajando el terreno
“personalmente”, y que Encamación Fiqui poseía “grandes exten­
Los ayllus frente a la segunda reforma agraria de 1953 169

siones de tierras componentes de la misma asignación en la región


de la Puna” (provincia Alonso de Ibáñez). Su hijo Erasmo reiteró que
“Encarnación Fiqui no puede ser poseedora de tierras en distantes
lugares o territorios”.
Parece claro que el “terreno de origen” de los Fiqui original­
mente abarcaba parcelas tanto en la puna como en el valle, y que
Encamación Fiqui estaba buscando reunificar el predio “vertical”
correspondiente a su parentela extendida. Este sistema de tenen­
cia fue sancionado dentro de las reglas de herencia de los ayllus
norpotosinos. Sin embargo, aunque el reclamo fue “probado” en
1958 (porque Herculano Salazar no pudo encontrar su Certificado
de Matrimonio con Emeteria Carrasco), en 1959 el fallo fue anulado,
porque “las demandas de restitución... sólo pueden ser ejercitadas
por comunarios desposeídos o descendientes en línea directa”.4Así,
la Reforma Agraria desconoció las reglas de herencia que hacían
posible la reunificación de parcelas diseminadas entre la puna y
el valle, pertenecientes al mismo “terreno de origen”, prefiriendo
respaldar el derecho cuestionable de Herculano Salazar a la “tierra
que él trabajaba”.
Sin embargo, en las zonas donde el ayllu norpotosino man­
tenía su vigencia -es decir en la mayor parte de la región-, los
curacas y demás cobradores indígenas seguían recaudando la
contribución semestral de los ayllus de su jurisdicción, para su
posterior entrega al Tesoro departamental. Para los contribuyentes
de los ayllus, el pago del antiguo tributo seguía siendo la forma re­
conocida de legitimar su posesión de la tierra. Pese a los estallidos
periódicos, especialmente los de 1927 y 1947, los ayllus seguían
insistiendo sobre la legitimidad del “pacto de reciprocidad” con
el Estado. Así, en 1971 el curaca de Macha (Aransaya) me explicó
que sus contribuyentes querían mantener los “servicios forzados”
en el tambo y posta de Macha, no obstante saber que ya no había
leyes que los compelieran.5
4 Archivo de la Reforma Agraria, Provincia General Bilbao. Expediente núm.
3.729.
5 La posta en Macha solamente fue suspendida en 1973, cuando los vecinos
del pueblo expropiaron el tambo (la parte de la cocina) para permitir una
ampliación de la Escuela Municipal. Pero en los ayllus de Jukumani se man­
tenían en 1981 los “servicios forzados” de los postillones (información del
antropólogo Ricardo Godoy).
170 Estado boliviano y ayllu andino

En 1969 la actitud comunal se expresó mediante la protesta for­


mulada por los miembros de un cabildo del ayllu menor Sullkhawi
(gran ayllu Macha) contra la parcelación de la comunidad practicada
por la Reforma Agraria:
Al Señor Jilanco y Curaca del Ayllu Suljahue.
Mediante este oficio, en una asamblea general de toda la comuni­
dad, le rogamos a usted como autoridad mayor del campo, que no
aceptamos las mediciones de hectáreas por ningún lado. Vamos a
estar como sea que nos han dejado nuestros abuelos terrenos... en
los terrenos de origen, haciendo obligación(es) para nuestro Estado,
como sean nuestros costumbres.6
La frase “nuestro Estado” es llamativa: se trata de un Estado que
reconociera sus derechos, en el cual participaban mediante el tri­
buto y las prestaciones laborales que ofrecían.
Pero el Estado que finalmente surgió con la Revolución de
1952 no tenía una mejor predisposición hacia los ayllus que la de
sus antecesores. Se carece de información sobre la actuación de
las autoridades indígenas durante la década de 1950, aunque hay
evidencia de una posición “indianista” que favorecía a los indios
del Norte de Potosí. Así, cuando el Subprefecto de Colquechaca
quiso realizar en 1953 un censo agropecuario y cobrar por garantías
escritas de propiedad, los mensajeros que los curacas enviaron a
La Paz fueron recibidos en “este refugio incaico Tito Yupanqui”,
y se les aseguró que “no se conoce ningún decreto que autorice
dicho procedimiento” (íbid). En 1960 encontramos que el hijo del
curaca de Aransaya era Secretario General del Comando Cantonal
del m n r de Macha (Ibid.). Obviamente, el nuevo sindicalismo mo-
vimientista necesitaba mantener contacto con los campesinos de
base mediante el reclutamiento de algunas autoridades indígenas,
aunque estas pronto estarían subordinadas a las Centrales de los
pueblos mestizos.
El m n r al ampliar el electorado otorgando el voto a los campesi­
nos, no tardó en montar el aparato sindical necesario para asegurar
que los nuevos ciudadanos votaran “correctamente”. En la región
de Macha, como generalmente en el Norte de Potosí, este aparato

6 Archivo del curaca de Macha (Aransaya). Agradecemos a don Agustín Carva­


jal el permiso de consultar este Archivo.
Los ayllus frente a la segunda reforma agraria de 1953 171

fue manejado por los mestizos de los pueblos,7y utilizado para en­
sanchar su control político sobre los indios de las estancias y ayllus
circundantes. Al evaluar la prepotencia mestiza frente a los ayllus,
es necesario reconocer que el factor subyacente fue el miedo a que
la “indiada” volviera a amenazar vidas y reclamar tierras ocupadas
por los habitantes de los pueblos. Por lo tanto, quedó descartada
la posibilidad de buscar los elementos necesarios para establecer
una “democracia popular” entre las autoridades tradicionales de
los ayllus, dándose la preferencia a las centrales y subcentrales
establecidas en las capitales provinciales y cantonales.
Los dirigentes mestizos buscaron subordinar a los indios a la
política nacional del m n r y de otros gobiernos posteriores. También
buscaron la inscripción de todos los campesinos en el Partido. Así,
en 1961 el Secretario General del cantón de Macha, Hugo Reinaga,
mandó la siguiente nota “a los campesinos Alcalde y Secretario Ge­
neral del ayllu Leconi” (una estancia dentro del cabildo de Pichichua,
ayllu menor Ala Quyana, mitad Aransaya, del gran ayllu Macha):
Compañero:
Notifique Ud. a los campesinos de su jurisdicción para que el día de
sábado se hagan presentes en esta a objeto de recibir carnet del Par­
tido, además serán dadas las instrucciones con motivo de llevarse a
cabo una Primera Conferencia Interna en la Localidad de Choroma,
del 14 al 20 de mayo del año en curso. Es una obligación de los cc.
campesinos asistir a esta clase de evento. El incumplimiento bajo
sanción fuerte.8
Para las elecciones de 1962, los “Secretarios Generales y alcaldes
de campo” fueron notificados que “las elecciones para senadores
y diputados se efectuará el día domingo 3 de junio próximo. Uds.
como de costumbre deben concurrir el sábado en la tarde y nosotros
les vamos a esperar con los cuartos corrientes” (Ibid.).
Con tales comunicaciones se puso en marcha la “maquinita”
electoral del m n r , que se ha mantenido en el Norte de Potosí mucho
tiempo después que los movimientistas dejaron el poder.9
7 Ver, sin embargo, Olivia Hanis y Xavier Albo (1975) para la importancia de los
dirigentes mineros en el establecimiento de sindicatos campesinos en cier­
tas áreas.
8 Archivo del curaca de Macha (Aransaya).
9 Por ejemplo, otra “máquina" puede reconocerse en manos del Movimiento
172 Estado boliviano y ayllu andino

¿Cuál fue la actitud de los sindicatos movimientistas hacia el


antiguo tributo? El valor real del tributo (o contribución territo­
rial) se había devaluado a tal punto que, al igual que los servicios
forzados, su suspensión no tenía mayor significación económica;
más bien se buscaba la manera más conveniente de reemplazarlo
por el nuevo “impuesto único”. Pero los curacas y cobradores in­
dígenas no abandonaban tan fácilmente una práctica considerada
como elemento constitutivo de sus derechos a la tierra. Además,
el Tesoro departamental no quiso suspender su propio derecho al
único gravamen fiscal que pesaba sobre las tierras comunales. Así,
ambas partes dentro del “pacto de reciprocidad”, renovado en las
primeras décadas del siglo y mantenido por voluntad propia de
los “curacas recaudadores”, ahora tuvieron que enfrentarse a las
nuevas autoridades movimientistas.
Vista la tenacidad con que las autoridades fiscales indígenas y
departamentales insistían en mantener la contribución territorial,
los sindicatos lanzaron una contraofensiva entre los comunarios
de los valles (provincia de Charcas), arguyendo que estos estaban
sometidos a la explotación de los cobradores en la puna, logrando
reducir y en algunas zonas abolir el pago semestral del tributo.
En la puna, por otra parte, intentaron acaparar ellos mismos el
tributo, que seguía recaudándose por la autoridad fiscal del ayllu
a través de los antiguos cabildos semestrales de cobranza. Estos
intentos condujeron a la airada reacción del Tesoro departamen­
tal. En 1963, el tesorero Vidaurre escribió al curaca de Macha
(Aransaya) sobre los intentos de secuestrar el tributo para usos
“sindicales” por parte del Secretario General mestizo de los sin­
dicatos del cantón Macha:
Teniendo consideración esta Administración que el señor Hugo Rei-
naga viene saboteando la recaudación de impuestos destinados al
Tesoro Departamental, comunico a Ud. que dicho señor nada tiene
que hacer con estas imposiciones y menos interferir el traslado de
esos fondos pertenecientes al Impuesto de la Contribución Territorial,
manifestando que esos debían ser enviados a la ciudad de La Paz.
Todo impuesto por este concepto es de propiedad legal del Tesoro
Bolivia Libre (mbl), quienes durante los 1980 y 1990 organizaron sindicatos
desde su base en el Instituto Politécnico Tomás Katari (iptk) de Ocurí, desco­
nociendo a las autoridades tradicionales de los ayllus de Macha. Actualmente
los sindicatos del Movimiento al Socialismo (mas) operan en muchas partes
del Norte de Potosí con una “maquinita” muy parecida a la del mnr.
Los ayllus frente a la segunda reforma agraria de 1953 173

Departamental y nadie, menos este señor ni el Subprefecto, pueden


retener en su poder dichas recaudaciones.10
La introducción del Subprefecto provincial como objeto de las
denuncias del tesorero parecería reflejar la nueva alianza entre
los dirigentes mestizos y las autoridades gubernamentales, que
debería permitir la creación de un frente efectivo contra la ame­
naza constante de la movilización indígena. De ahí las denuncias
que el tesorero Vidaurre volvió a enviar al curaca de Macha sobre
los intentos similares por parte del Subprefecto:
instruyo a Ud. para que haga comprender a toda la Comunidad de­
pendiente de su autoridad, que el Subprefecto de la Provincia nada
tiene que ver con la recaudación de la contribución territorial. Pues los
anteriores Subprefectos han recaudado fondos por este concepto sin
ninguna autorización y en forma arbitraria para disponer en beneficio
de ellos, sin que hasta la fecha no hayan hecho ningún depósito de
ninguna clase en el Tesoro Departamental (íbid.).
Si bien aparece una cierta rivalidad entre las autoridades sindicales
y provinciales sobre el destino de la contribución territorial, esta
pugna parece secundaria respecto al enfrentamiento de ambas con­
tra el eje fiscal tradicional representado por el curaca recaudador y
el Tesoro departamental. Se recordará que la oposición del Tesoro
departamental también había aparecido durante el siglo xix contra
las operaciones de Revisita destinadas a abolir el tributo indígena,
su principal fuente de ingresos.
El rechazo creciente a los sindicatos mestizos y oficialistas por
parte de los comunarios hizo crisis cuando en 1963 el Secretario
General Hugo Reinaga expresara al gobierno que todos los cam­
pesinos de su jurisdicción cantonal estaban dispuestos a aceptar
el “impuesto único”. Citemos in extenso el documento de repudio a
Hugo Reinaga, Paz Estenssoro y al movimientismo en general por
parte del gran ayllu Macha. Se trata de un documento excepcional,
de gran importancia para la historia del desarrollo del movimiento
indígena actual, que representa la opinión de las autoridades de los
ayllus de aquel entonces frente al nuevo impuesto:
En el Local Sindical Campesino de Milluri que pertenece al Cantón
de Macha, Provincia Chayanta del Norte del Departamento de Potosí,
a los 20 días del mes de octubre de 1963, se hicieron presentes los
10 Archivo del curaca de Macha (Aransaya).
174 Estado boliviano y ayllu andino

Campesinos Agustín Carvajal, Curaca del Ayllu Alasaya, Siprian Col-


que Hilanco, Francisco Alvarado Alcalde, Gregorio Mamani Alcalde
de Ayoma, y Celestino Lujano Alcalde de Tapunata, y otros, que cons­
tituyen una Provincia, alcanzando un total de 80 representantes de
diferentes comunidades, para pronunciarse frente a los programas
falsos y gastados del Movimientismo traficante, los mismos que
dijeron de la siguiente manera:
Primero.- En vista de que el falso Dirigente, que se dice ser Hugo Reyna-
ga, viene cometiendo toda clase de abusos y falsedades a toda la clase
campesina, nosotros, habiéndonos reunido en gran asamblea, nos
permitimos repudiar completamente al indicado, que en primer lugar
en el año 1954 amenazó incendiar al Pueblo de Macha, porque todo el
pueblo lo cobró de las deudas que había contraído cuando los famosos
cupos se inauguraron, siendo este el primer ladrón estafador de los ali­
mentos destinados al pueblo, habiendo también sacado herramientas
por varias veces, las cuales se lo ha negociado, no obstante que tenían
destino hacia los campesinos, y ni una herramienta ha llegado a manos
de los compañeros campesinos, es por eso que no le escucharemos ni
una palabra más, más que todo porque el Movimiento Nacionalista
Revolucionario siempre se ha caracterizado desde un principio en
fomentar el robo y la flojera y los abusos a todo el pueblo de Bolivia.
Aclaramos también que el Ministerio de Asuntos Campesinos le ha dado
a Hugo Reinaga, confiando que cumpliría todos los mandatos, material
para escolares, herramientas, y todo, pero nada hemos recibido.
Segundo.- Oposición completa y abierta al Predial Rústico que es
contrario a la clase campesina empobrecida. En la siguiente forma:
No queremos, ni aceptaremos por nada el Predial Rústico, que quiere
decir que nosotros los campesinos debemos pagar por cada hectárea
determinada cantidad de dinero, lo que anteriormente no existía,
nosotros los campesinos que somos los indios, no pagaremos el Pre­
dial Rústico, porque no nos conviene, si algún día hemos llevado al
Gobierno al Dr. Paz Estenssoro, ha sido para que nos ayude efectiva­
mente, pero no para que quiera explotamos más cobrando en vano.
Además no nos dejaremos engañar por los movimientistas, de que
nos dicen que antes pagábamos siete impuestos, lo que es completa­
mente falso, no queremos ni uno y medio impuesto, por qué vamos
a pagar? no tenemos plata, que paguen los millonarios que ganan
en dólares los mismos que están encaramados en todo el mando del
Gobierno, como ser los matones y asesinos.
Tercero.- Además sabemos también que el indicado falso dirigente
y mentiroso Hugo Reynaga, ha sacado del Ministerio de Educación
la suma de 2.000,000. de Bs. con destino a la escuela de Macha, lo
cual no sabemos donde ha ido, luego también ha sacado otros dos
millones de Bs. para el pueblo, tal cosa tampoco hemos visto, sabe­
mos también que ha conseguido plantas para arborizar el pueblo
de Macha del Ministerio de Agricultura, y los mismos que se lo ha
Los ayllus frente a la segunda reforma agraria de 1953 175

vendido, y cada día ha ido terminando farreando, eso puede ser un


buen dirigente? nosotros nos preguntamos, que nunca puede ser, y
si sigue permaneciendo en ese pueblo en compañía de Zabala, no
garantizamos sus vidas, porque no seremos más engañados por estos
engañadores del Pueblo y del Gobierno.
Finalmente, decimos que mantendremos nuestra posición en contra
del Predial Rústico, luego en contra del falso dirigente Hugo Reynaga,
todos estamos unidos, y para prueba firmamos juntos.
Milluri, 20 de Octubre de 1963.11
Pese a la posible ingerencia de alguna facción rival del pueblo (o
de un leguleyo) en la formulación de este texto, debe notarse la
identificación entre el “impuesto único” propuesto por el m n r , y el
antiguo “predial rústico” que debían pagar los pequeños propieta­
rios mestizos una vez inscritos sus terrenos en los libros de catastro.
Parece claro que los indios de los ayllus percibían la continuidad
en el plano impositivo entre el proyecto de exvinculación, lanzado
en 1874, y la nueva política agraria del m n r .
Por otra parte, es significativo que los dirigentes mestizos fue­
ran acusados de engañar, no solamente al “pueblo” (en este caso,
los ayllus), sino también al “gobierno”. Se trata, evidentemente, del
“gobierno” representado por el fisco departamental, copartícipe del
“pacto de reciprocidad” entre ayllu y Estado. El “proyecto político”
de los ayllus aparece aquí con toda nitidez: un “gobierno popular”
sería un grupo de gobernantes dispuestos a respetar el antiguo
“pacto de reciprocidad” con los ayllus. El m n r aparece como traidor
frente al “proyecto popular” en la medida que sus representantes
se muestran desconocedores de los términos del “pacto” y, por
eso, como sucesores directos de los funcionarios liberales en lo
referente a su política agraria frente a los ayllus.
Habiéndose rechazado el “impuesto único”, fue importante
mostrar la predisposición indígena a seguir pagando la contribución
territorial. Así encontramos que el curaca de Macha mantuvo la
práctica de emitir certificados de pago a los contribuyentes del
ayllu. Por ejemplo:
El indígena Francisco Mamani cobrador del aillo Sullcavi ha cancelado
la contribución indigenal con la suma de 66,000 Bs. correspondiente1
11 Pronunciamiento Campesino de Macha, Milluri, 1963 (copia en posesión del
autor).
176 Estado boliviano y ayllu andino

del semestre de San Juan del presente 1964 del Cabildo Challuiri en
presencia de su principal Ylanco Pedro Paco, Alcalde Andrés Paco;
en consecuencia se le da el presente finiquito por el Recaudador
Agustín Carvajal.
Tolapocro, 19 de Octubre de 1965.12
La devaluación progresiva de la contribución territorial la había con­
vertido en un impuesto meramente nominal, pese a su importancia
simbólica en el proceso de renovación de los derechos comunales a
la tierra. Esto no importaba mientras se esperaba su rápido reempla­
zo por el “impuesto único”. Pero debido a la postergación de este,
el Prefecto de Potosí decidió aumentar el monto de la contribución
mediante Resolución Prefectural núm. 16/75 de 30 de septiembre
de 1975. Según esta Resolución, “se dispone el reajuste de la tasa de
contribución territorial en todo el Departamento de Potosí, hasta
la suma de 20 Bs. para originales (sic), Bs. 15 para agregados y para
eventuales [léase kantu runas] Bs. 10 con carácter anual...”. Esto
quiere decir que en 1975 se confirmó la antigua tasa colonial. Y
como consecuencia de la resolución prefectural, el monto empezó
a crecer, como puede verse en el Cuadro 11. En él se nota la mayor
cantidad percibida anualmente desde la Resolución de 1975. De he­
cho, desde entonces muchos “agregados” decidieron convertirse en
“originarios”, aunque sus terrenos no se ampliaron, porque creían
que la mayor suma les ofrecía mayores garantías sobre los mismos.
Por otra parte, muchos “eventuales” no aceptaron pagar la contri­
bución, puesto que fueron absueltos por la Ley de Exvinculación de
1874. Pero cada año fue aumentando el monto entregado y algunos
“originarios” en posesión de cuatro “terrenos de origen”, pagaron
80 pesos por el total de los terrenos que poseían.
Para los contribuyentes, la ceremonia de cobranza de la tasa
es una “costumbre” que significa el reconocimiento público de sus
tierras por los miembros de cada ayllu. De acuerdo con los padrones
formados por los curacas que, como se ha visto, no se entregan al
Tesoro Departamental desde principios de este siglo, cada tasero
debe presentarse frente a la mesa del cabildo de recaudación co­
rrespondiente a cada semestre (San Juan o Navidad) para cancelar
la tasa en presencia de los demás. Estas son ceremonias festivas,
y en ellas las autoridades indígenas otorgan recibos a cada contri-
12 Archivo del curaca de Macha (Aransaya).
Los ayllus frente a la segunda reforma agraria de 1953 177

buyente como comprobante de pago. La ceremonia cumple así dos


funciones: primero, representa la contraparte del reconocimiento
estatal de la distribución de los terrenos de cada ayllu entre sus
miembros, pero también implica una validación interna de esta
distribución que limita los litigios sobre linderos.
Cuadro 11 Contribución territorial de los ayllus del Norte de Potosí
(en pesos 19 6 3 -19 78 )*

P ro v in c ia P ro v in c ia P ro v in c ia P ro v in c ia P ro v in c ia
Año Total
C h a y a n ta B u s tillo Ch arca s Ib á ñ e z B ilb a o

19 6 3 5 .9 5 6 ,4 0 5 .0 6 4 ,4 0 3 3 2 ,0 0 5 5 7 ,5 0 - 1 1 .9 1 0 ,0 0

1964 4 .5 9 0 ,4 0 4 .4 9 9 ,5 0 5 8 ,5 0 5 9 1 ,5 0 9 .7 3 9 ,9 0

19 6 5 5 .2 7 7 ,1 0 4 7 2 ,0 0 — 4 2 8 ,6 0 3 0 9 ,0 0 6 .4 8 6 ,7 0

19 6 6 6 .5 5 5 ,3 0 3 .0 8 4 ,5 0 — 6 7 5 ,2 0 — 1 0 .3 1 5 ,0 0

19 6 7 — — — — — —
19 6 8 5 .3 3 3 ,0 0 2 .6 2 4 ,0 0 2 7 3 ,0 0 4 5 4 ,5 0 — 8 .6 8 4 ,5 0

19 6 9 4 .7 8 3 ,2 0 4 .5 3 6 ,0 0 6 3 ,0 0 2 2 9 ,0 0 — 9 .6 1 1 ,2 0

19 70 2 .2 1 9 ,0 0 8 6 1 ,0 0 1 2 7 ,0 0 2 6 5 ,5 0 — 3 .4 7 2 ,5 0

19 71 6 .8 0 4 ,0 0 3 .3 0 7 ,0 0 4 3 0 ,0 0 3 .0 3 7 ,1 0 — 1 3 .5 7 8 ,0 0

19 72 5 .5 8 6 ,9 0 4 .1 7 1 ,0 0 — 7 6 0 ,3 0 6 9 3 ,3 0 1 1 . 2 1 1 ,0 0

19 73 5 .9 0 6 ,6 0 4 .7 6 0 ,0 0 3 6 2 ,0 0 6 9 4 ,0 0 6 7 8 ,5 0 1 2 .4 0 1 ,0 0

19 74 9 .4 5 0 ,0 0 2 .6 3 6 ,0 0 9 6 8 ,5 0 2 .0 2 0 ,2 0 4 5 8 ,0 0 1 5 .5 3 2 ,0 0

19 75 8 .4 3 0 ,4 0 3 .0 2 0 ,7 0 5 7 4 ,0 0 8 0 8 ,2 0 7 7 1 ,7 0 1 3 .6 0 5 ,0 0

19 76 1 5 .0 8 5 ,9 0 4 .0 6 3 ,0 0 6 2 2 ,0 0 5 4 0 ,0 0 — 2 0 .3 1 0 ,0 0

19 77 2 1 .9 8 0 ,2 0 9 .3 7 8 ,0 0 1 0 8 ,0 0 1 . 7 7 7 ,5 0 — 3 3 .2 4 3 ,0 0

19 78 3 6 .7 7 8 ,0 0 5 .2 0 6 ,5 0 3 .1 1 8 ,5 0 2 .9 1 8 ,9 0 — 4 5 .1 0 3 ,0 0

Fuente: Tesoro de la Prefectura Departamental de Potosí.


* Estas cifras se han form ado sum ando todas las entregas correspondientes a losados indicados, aun cuando
la última entrega a m enudo se anota en el Libro de Cuentas del año siguiente.

Mientras tanto, en la Prefectura de Potosí se recauda el “tributo”


que traen los indios, aunque se insiste en que se trata simplemente
del pago de un “alquiler” sobre las tierras del Estado. Es así que
estamos frente a la misma contradicción, aunque en menor escala,
que dominaba el panorama a fines del siglo pasado (cf. el Capítulo 2).
Mientras los comuneros vuelven a acostumbrarse a la contribución
territorial, se mantienen los planes gubernamentales para reem­
plazarla por el “impuesto único”, calculado sobre una evaluación
precisa de las superficies y tipos de tierras en manos de cada unidad
doméstica, mediante la continuación del catastro. Aunque la Reforma
Agraria ha suspendido la parcelación de los ayllus, y está otorgando
178 Estado boliviano y ayllu andino

títulos colectivos en algunas regiones, el Jefe Técnico de la Reforma


Agraria en Potosí señaló que se trata de un período interino, frente
a la resistencia de los indios, pero que el objetivo sigue siendo la
creación de las condiciones para el impuesto único. Significativa­
mente, las tareas del catastro han sido entregadas desde 1964, año
del golpe de René Barrientos, al Instituto Geográfico Militar, donde
se registran los títulos individuales y se realiza una evaluación del
terreno para poder establecer su valor catastral.
Se trata claramente de un “vacío jurídico”, en el que la confir­
mación de la contribución territorial se acompaña de los prepara­
tivos gubernamentales para la implantación del impuesto único.
El gobierno de Luis García Meza parecía estar de acuerdo con esta
última meta.13 De acuerdo con una noticia publicada en Presenáa
tuvo lugar una reunión de los jefes distritales del catastro rural
del Instituto Geográfico Militar. Según el coronel Alfaro Cortez, la
reunión serviría para mejorar los sistemas de tramitación de títulos
de propiedad rural para los campesinos:
Añadió que... se busca que el campesino, como poseedor de la tierra,
encuentre los medios adecuados en el lugar de su residencia para
efectuar su tributación al Estado... Manifestó que la tarea de los jefes
distritales de catastro rural en el campo contribuirá a la incorporación
activa del campesino a la vida nacional... El Instituto Geográfico Militar
prestará respaldo técnico y económico para que la tarea del catastro
rural sea efectiva. Se informó que el ig m adquirió equipos de fotointer-
pretación, restitución aerofotogramétrica, así como instrumental de
campo satelitario, equipos que permitirán un eficiente trabajo.14
Finalmente, se justificaba el catastro en términos de los créditos
que se permitiría entregar a los campesinos, dado que los créditos
agrícolas solo se ofrecían a los propietarios inscritos en el catastro
del Instituto Geográfico Militar. Se trata, visiblemente, de un inten­
to de liquidar definitivamente lo que en el siglo pasado se llamó el
“problema indio”, que por tanto tiempo ha perturbado los sueños
de los gobiernos criollos y mestizos del país.
En esta apretada síntesis de la política movimientista y militar
frente al régimen de propiedad de los ayllus norpotosinos, y de la
posición asumida por las autoridades indígenas y sus comunidades
13 Debe recordarse que este texto se escribió en Sucre poco después del golpe
de García Meza.
14 Presencia, 24 de octubre de 1980.
Los ayllus frente a la segunda reforma agraria de 1953 179

contra el impuesto único, podemos detectar la presencia de los


mismos actores sociales que participaron en la historia conflictiva
de la región entre 1882 y 1927. El ausente principal es el gran te­
rrateniente, que actuó notoriamente en las pocas zonas donde se
había convertido en fuerza efectiva antes de la Revolución de 1952.
Se nota, sin embargo, una profundización de aquel realineamiento
de las alianzas políticas, que ya fue visible durante las primeras
décadas de este siglo. Con la elaboración del catastro desde 1903
y 1910, y el reconocimiento fiscal de los derechos privados a tie­
rras “usurpadas” de los ayllus, los pequeños propietarios mestizos
empezaron a separarse del bloque ayllu-pueblo, que se había mo­
vilizado conjuntamente contra la primera reforma agraria del siglo
xix. Igualmente, después de la euforia revolucionaria entre 1952 y
1956 (año del Plan de Estabilización promovido por el presidente
Siles Zuazo), cuando todos los sectores populares imaginaban que
la Revolución se había realizado en el interés de cada uno, los
ayllus se decepcionaron tempranamente en la medida que iban
detectando la tendencia de la segunda reforma agraria de consolidar a
los mestizos en la posesión privada de los terrenos “usurpados”, los
deseos del gobierno de recurrir nuevamente al “predial rústico” o
impuesto único, y la posición “oficialista” de los nuevos dirigentes
mestizos empeñados en llevar a los ayllus hacia un acuerdo con la
política gubernamental.
Una concepción de los ayllus que los coloca al margen de la
“vida nacional”, y los rotula de incapaces de participar en la “his­
toria del país”, sin una adecuada dirección política por parte de los
pueblos -opinión que hemos escuchado de diversos mestizos pue­
blerinos-, comete un error análogo a aquel que llevó a los proceres
liberales y conservadores a considerar a los ayllus como marginados
de los circuitos comerciales. La “incorporación” de un campesina­
do atomizado a la “democracia criollo-mestiza”, por ejemplo, o la
manipulación clientelista de los ayllus por coordinadores militares
o cuadros partidarios, representa un traslado moderno al plano
político de los proyectos económicos de los antiguos gobiernos
liberales, impacientes por la insistencia del indio de mantenerse
al margen del “progreso”.
Sin embargo, la política comunal no es menos coherente que
la política sindical de los mineros. La resistencia de los ayllus a la
primera reforma agraria se debía, precisamente, al derrumbe de la
comercialización mercantil de cereales, que se había desarrollado
180 Estado boliviano y ayllu andino

en la región en base a técnicas probadas de aprovechamiento de


los recursos humanos y naturales, previamente a la victoria de
las políticas económicas liberales. Su rechazo a la segunda reforma
agraria de 1953 derivaba de una percepción igualmente lúcida de
las verdaderas intenciones del m n r , expresadas a través de una
práctica agraria frente a los ayllus directamente enraizada en la
Reforma liberal de 1874.
La Reforma Agraria del m n r evitó el error político de su an­
tecesora, conquistando las simpatías de los mestizos con sus polí­
ticas agrarias e intensificando el arrinconamiento de los grandes
ayllus regionales, mediante la entrega del aparato sindical a los
dirigentes de los pueblos. Hasta hoy las luchas políticas en el plano
nacional se reflejan en la rivalidad de diversas facciones dentro de
los pueblos rurales. Frente a los ayllus cada facción intenta copar
los puestos sindicales locales, dando lugar a una especie de clien-
telismo “multipolar”, que busca la movilización de los ayllus en
función de distintos “proyectos nacionales”. Así, la competencia
entre los representantes de dichos “proyectos” para asegurarse la
“lealtad” indígena iba encubriendo los objetivos exvinculatorios
de la segunda reforma agraria. Pero durante la década de 1980, los
ayllus norpotosinos respondieron ofreciendo su participación
aparente en todos esos “proyectos”, de acuerdo con las realidades
coyunturales del poder a nivel nacional. Una lealtad más duradera
no pudo esperarse mientras en ningún proyecto se ofreciesen las
garantías jurídicas mínimas para el fortalecimiento de la debilitada
organización comunal.
Queda por verse si el miedo “racial” de los políticos criollo-
mestizos frente a la sociedad alternativa planteada por los ayllus
se ha disipado al punto que los gobernantes puedan ofrecer estas
garantías, en reconocimiento por lo menos de la potencialidad
económica -señalada repetidas veces en estas páginas- de la
formación cultural cuya “otredad” se han empeñado con tanto
idealismo en negar, y con tanto realismo en manipular. De otro
modo es probable que los movimientos indígenas, surgidos en
varias regiones del país desde la década de 1960, se vean obligados
a asumir posiciones cada vez más extremas de enfrentamiento
étnico contra las “fuerzas del progreso” que aún buscan renovar
la desastrosa experiencia liberal.
Sucre, 1981
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b. Archivo de La Paz. Universidad Mayor de San Andrés.
Sección Intendencia Justicia, año 1795.
186 Estado boliviano y ayllu andino

c. Biblioteca Parroquial de San Pedro de Buena Vista. Provincia de


Charcas, Departamento de Potosí
Libro de la Fábrica de esta Santa Iglesia de San Marcos de
Miraflores que corre desde el día siete de septiembre del
año de 1779.
d. Archivo Histórico de Potosí.
Prefecturas Departamentales. N° 40 (1881), N° 56 (1881),
N° 2713 (1897), N° 3028 (1901), N° 3029 (1902), N° 3095
(1903).
e. Oficina de Bienes Raíces. Potosí.
Derechos Reales, Registro de propiedades, años 1889-1918.
f. Biblioteca Nacional de Bolivia. Sucre.
Memorias de Gobierno, 1927-1928.
Presupuesto General de la Nación, años 1879-1930.
Memorias del Ministerio de Hacienda, años 1879,1880,
1882,1884, 1886, 1887,1888,1889,1891, 1892, 1894,
1896, 1898.
Informes Subprefecturales de Chayanta, años 1885,1889,
1890, 1891,1898.
Prefecturas de Potosí. Memorias e Informes, años 1895,
1902, 1906, 1909, 1910, 1913, 1914,1922-1923,
1925-1926.
g. Archivo Cacical del curaca de Macha (Aransaya).
Documentos varios.
h. Archivo de la Reforma Agraria.
Expedientes varios.
Anexos
ANEXO I1
LO S L IN D E R O S D E LOS A YLLU S D E M A C H A 1
2

De las diligencias de archivo que franquea el suscrito Notario de Ha­


cienda, referente a un deslinde de Aransaya y Urinsaya del Cantón
Macha, de la Provincia Chayanta del Departamento de Potosí, en
favor de Agustín Carvajal. Y cuyo tenor literal es como sigue:
T e st im o n io de los lin d e r o s de A ransaya y U rinsaya
DEL CANTÓN MACHA, PROVINCIA CHAYANTA,
DEL DEPARTAMENTO DE POTOSÍ,
AMPARADOS DEL SEÑOR JOSEP DE LA VEGA ALVARADO
DEL AÑO MIL SETECIENTOS DICINUEVE3

T e s t im o n io : De los títulos y mojones de los ünderos de las


doctrinas de San Pedro de Macha y de San Marcos de Miraflores y
de Oruy Carasi, que doy para inteligencia, amparo y resguardo de
Don Diego Chura y Buenaventura. Yo, el Visitador y medidor de
tierras Don Josep de la Vega Alvarado, amparándoles en sus anti­
guas posesiones, para que no les perturben cualesquier persona de
cualquier estado, como consta en los instrumentos originales y son
1 ne : Este y los siguientes anexos se transcriben respetando la ortografía de los
documentos originales.
2 Archivo del Curaca de Macha {Aransaya): don Agustín Carvajal, y sus hijos
don Santiago y don Gregorio Carvajal.
3 El amojonamiento se atribuye a Josep de la Vega Alvarado, cuyas operaciones de
composición y reconocimiento de linderos entre los repartimientos de la pro­
vincia de Chayanta se llevaron a cabo en 1646-1648. Ver pbh, 2006, Parte rv, Tie­
rra. Las fechas de 1719 y (más abajo) 1721 deben de corresponder a las fechas de
traslado y de protocolización del documento por notarios posteriores.

[189]
190 Estado boliviano y ayllu andino

sabedores todo el común de los indios y los caciques principales


de los dicho pueblos, que fueron en aquel tiempo Donjuán Chura
y Buenaventura y su compañero Don Pascual Zenteno, siendo el
Corregidor de la provincia don Ignacio Oquendo y su teniente don
Felipe Sotomayor y el Cura Párroco del pueblo de Macha el doctor
Francisco, cura antiguo, dado en veinte dias del mes de agosto de
mil setecientos veintiún años y es como sigue:
P r im e r a m e n t e : Desde el valle de Oruy Carasi, el río Grande
para arriba, hasta Tarara, donde se encuentran con el río que baja
a Guadalupe y todo el rio de todo Guadalupe hasta un manantial
de agua caliente que está bajo de Sapiri y coje toda la peña arriba al
alto de Sarasaca, donde se encuentran con el camino real que viene
del asciento mineral de Ocurí, hasta Chicmo y va el rio arriba de
San Mateo, hasta donde entra un arroyo de mano izquierda, para
un paraje llamado Tarquiaqui y bajo dicho arroyo a la habra que
llaman del Mando, de donde se da a la quebrada Ilavi y coje todas
las de Loma, hasta dar vista a Maragua y se coje arriba y de donde
se divisa el camino que sale del rio Maragua y a esta parte se ve
las pampas de Santiago y yendo siempre por el camino real, para
Potosí y sale al cerro alto Lupichoco y Chiaracollo y va por media
ladera a Calapisaca, nombrando Lluchochoco y de ahí a las peñas
blancas que están entre Molle Puncu y Titiri y sigue a Queñuacumo
que es un cerrillo, junto a una apacheta camino real para Potosí y
sigue a una Estancia de Españoles, cuyo nombre es atina [sic] y de
ahí se va a Pisaquira, asimismo Estancia de Españoles y tira de ahí,
a los altos de Sayascka, a unas peñas coloradas Tipacato y todo el
camino real a salir a la habrá de Chipara y prosigue al cerro alto, de
Condomaza, cuyos vertientes dividen la jurisdicción de Tinguipaya
y Macha, hasta la síñiga del cerro alto de Pacrita, de donde baja
una cíñiga larga y hace linderos con la doctrina de Condo Condo,
en la de Mucayllita y sigue a los cerritos que están en la Pampa de
Iquiquira y se endereza a una laguna seca y va al rio de Cala Cala,
donde se juntan dos caminos el uno de indios de Chayanta y el otro
de los de Pocoata y Macha, siguiendo una séñiga que comunmente
llaman Carachiocko, que en frente del cerro de Ichuta, vertientes
de Janchallaviri, y endereza para el cerro de Tangatanga a Quill-
cavilque yendo por la cuchillada hasta dar vista a un camino real
que va por Livichuco, sigue la Pampa derecha a divisar a Cacacha-
ca y se va por una señiga larga, en donde hay una piedra grande
Anexo i. Los linderos de los ayllus de Macha 191

junto al camino de Orcopata que llaman Calapairuma y sigue las


vertientes que son linderos de Macha con la doctrina de Pocoata,
está loma derecha que Marcavillque y está una piedra grande que
sirve de Mojón y se endereza por la loma, da a unas sepulturas de
indios gentiles entre Esquina de Macha y de Pocoata y se trastorna
la loma a una Estancia, donde hay muchos churquis, enderezando
a una Pucará, camino que sale de ahí a Pocoata y Aullagas, toda la
loma arriba hasta la habra de donde se divisa la Pampa de Vinaga
y sigue todo el camino enderezando al cerro alto de Condomaza,
cuyas vertientes corresponde a la parte de Macha y prosigue para
Tinquelquera, que es la división de Macha con la parte de Pocoata
y prosigue al cerro de la Laguna de Surumi, donde hay dos lagunas
de una y otra parte y baja a una Estancia de indios de Pocoata y pro­
sigue al cerro donde se juntan dos arroyos que dividen de Lupijara
y subiendo a los altos de Surumi Cocha se traslucina la loma Iyaco,
se entra por una quebrada onda de Sapacari de Macha y Pocoata y
se endereza, bajando el rio abajo hasta la punta del agua detrás de
la loma, por una quebrada corta al rio para abajo donde se juntan
dos ríos y para un camino real para Valle, donde está un mojón y
baja para Chapichapi y camino para Quitapaya, haste el cerro Sesto
y de ahí coje por unas peñas coloradas y se va para el rio Grande de
Paria, tiene el camino de los indios Ucumamani Alta, allí está un
mojón de Sitiquerani y vertientes responden a la parte de Macha,
de ahí prosigue para arriba y a un lugar que llaman Jucumariri y va
siguiendo por esa loma arriba, que sale al Paiquichu del lugar de la
división de Macha con Pocoata, de ahí se entra en la loma derecha
donde está una piedra nombrada Arcocala y se endereza bajando
hasta la Junta de los arroyos que es el mojón y sigue, enderezando
al cerro alto de Cupita y se entra a un arroyo, donde hay una huerta
grande y sus vertientes, para la parte de Macha, pertenecientes ya
a la doctrina de San Marcos y se endereza bajando rio abajo hasta
dar a Escamamania donde se juntan dos arroyos, es el mojón, y
prosiguen loma arriba que sale al cerro alto de Orckopata, que es
la división de Macha con Pocoata y endereza loma derecha, hasta
Quicha-quicha y va bajando a Guaycaguapu, sigue para Yurica Pal­
ca, donde juntan dos ríos grandes que es el mojón y prosigue por
media ladera que hace Monte, que sale a los altos de Arampampa
y va siguiendo a la habra pelada que va a dar al camino real, que
pasa para Molle Molle, cuyos vertientes dividen la jurisdicción de
192 Estado boliviano y ayllu andino

Pocoata con la de Macha, de ahí prosigue para Ayoma a donde está


un mojón y las vertientes son linderos de Macha y Pocoata, de ahí
sigue para las peñas coloradas y se va a un cerrillo que le llaman
Chui y pasa para Queyoma, donde se juntan al rio grande, que hace
linderos y coje en esta arriba y sale a los altos de Punilla y de allí,
sigue a Mazo Cruz y entra a un arroyo, hasta dar a la ciudad de Mis-
que. Aquí se acaba la división, hecha de las provincias y doctrinas
y sigue la de las parcialidades que son dos de la doctrina Conde y
la de Macha, de allí sigue al pabellón que entra hasta Soicocaima y
prosigue rio abajo, hasta Collpa Pampa y se va, entrándose rio abajo,
donde están dos piedras paradas, cuyo nombre se dice Chitacala que
es mojón de las dos parcialidades de Aransaya y Urinsaya y sigue a
Guancani, de ahí a Liquinca y pasa a Charavillque o Charcavillque,
hasta Llustaqui, y se va a los altos de Arichaca y baja un arroyo de
Umajila, que es el mojón del repartimiento y va a Chiyara Cochi y
prosigue por los altos de Tacapuso a donde está un mojón grande
y va yendo Pisarcollo y se entra a Cusipampa, que es la división de
los ayllus de Guaracata y Majacoyana y prosigue rio arriba por la
capilla de San Lázaro, Escalarilla, Colquechaca, hasta Guaynacuchu
en el asiento de Aullagas, allí se acaba la mojonera de ambas par­
cialidades de Aransaya y Urinsaya.
L i n d e r o s : que
dividen la jurisdicción de Condo Condo y la de
Macha y empieza desde el rio de Cala Cala, donde se juntan dos
caminos, el uno de los indios de Chayanta y el otro de Pocoata y
Macha el repartimiento de las dos parcialidades entra de Guaguani
Cala, hasta el cerro colorado, que es el mojón, pasa a la Amarilla y
sigue a una laguna seca, cuyo nombre es Auca Auca y se va yendo a
un arroyo llamado Yacayaquiri, y se entra al rio Salinillas y se va por
media ladera a Calasaya, hasta Queñuacuma, Queñuacoro y pasa
a la Palcka Chiruni, que es la demarcación de los ayllos Macoyana
y Sullcavi y prosigue loma arriba a salir al cerro de Yanayana que
es el mojón, y pasa por media ladera a Viscachiri, enderezando a
Pacotanga y se entra a Morado Collo que es el mojón, y pasa rio
abajo a dar a Ancoyo Habra, de ahí prosigue a Charaguato por el
rio arriba al anterior mojón Ancoyo Habra,
L i n d e r o s : De Tangatanga, que dividen la jurisdicción de la
doctrina de Condo Condo y a la de Macha, entra el repartimiento
al Cerrillo, junto a Choque Cayara y pasa a Ticacaima, siguiendo
Anexo i. Los linderos de los ayllus de Macha 193

rio abajo, hasta el cerrillo Chiquito a Catariri, hasta la Habra de


Cala Cala, que es el mojón, y entra a Palcoyo, donde se juntan dos
arroyos, es el mojón, y pasa a Chapicoro, hasta Larimarca y a la peña
Amarilla, que es el mojón del repartimiento de las parcialidades
de Aransaya y Urinsaya, y se va siguiendo al cerro de Sesto y entra
a Negra Guarituta, siguiendo rio arriba a Cala Putiri, a donde hay
sepulturas de Gentiles y prosigue por la loma de Chacata, corriendo
la división a la ciénaga de agua clara, enderezando a Condomaza,
hasta llegar a los altos de Yocona o cerro Colorado, allí se acaba la
mojonera de los ayllus de Sullcavi con Alacoyana...
Lin d e r o s : De Pisaquiri, que dividen la jurisdicción de Tingui-
paya a la de Macha, entra el repartimiento a Cala Pallani y sigue
por la loma hasta el mojón de Topavillque prosiguiendo la loma
Peñas Blancas, pasando a Andavillque por la loma, hasta dar a la
Palcka de Chiruni, donde se acaba...
Lin d e r o s : De Queñuacumo a la mano izquierda una Apa­
cheta que divide la jurisdicción Tinguipaya a la de Macha entra
el repartimiento de Girañacagua a Chapicoro y se va por media
ladera a Peñas Blancas y se endereza al Cerrillo Colorado, donde
está un corralón nombrado Carachuyo, que es el mojón siguiendo
por la cuchillada se entra a una sepultura de Gentiles y pasa, a la
Piedra Redonda, yéndose por media ladera de Auca Auca, y salir
a una Peña Colorada y se va por la loma de Tarabilla y se entra a
Chakaapachi, Guayri Ckassa Apacheta yendo por la desa, se llega
a Paycoro Payacoro, casas de los Tapunata, y entra como una cola
y sigue Pampa abajo, hasta llegar a la Sepultura Colorada de los
Gentiles, de ahí sigue a Charaguayto, donde se acaba el mojón de los
indios de Sullcavi, Guaracata y Tapunata y Majacoyana y sigue por
el camino grande, que va a Chuquisaca y llega a donde el Alcalde
Jihuata, a salir a Llustaqui, que es el mojón, repartimiento de los
ayllos de Sullcavi y Guaracata de la parcialidad de Aransaya.
Lin d e r o s : Del cerro alto Lupichoco donde una Apacheta co­
lorada, cuyas vertientes dividen de Yaratacollo y Cambalachi, la
jurisdicción de Maragua y Macha, entra la división a Cambalacha
Palca, se juntan y el río es el mojón y prosigue rio arriba a la peña
de Angostura y Santiago y va al cerro de Calapara, siguiendo a Yar-
194 Estado boliviano y ayllu andino

quincachi y se entra a Guacani Cala y pasa a una quebrada, junto


a Titicaca, allí es el mojón, y prosigue rio abajo a dar a Topacoro
y entra a Peñas Coloradas, siguiendo al Tambillo, hasta Siguienca
donde se parte el camino real a Chuquisaca y el valle, que es el
mojón, donde se acaba el deslinde de los ayllos de Majapicha,
Tapunata, Condata y Sullcavi, corre la divisionaria arriba a Churi-
cala, Angostura, Palca y Rosario, hay confinación de cuatro ayllos,
que son Alacoyana, Sullcavi, Guaracata y Alapicha y partiendo dos
ayllos, prosigue rio arriba a la Alcantarilla y se endereza al cerro
de Tococarí, allí está el mojón del repartimiento y se va loma a dar
a la Apacheta colorada donde es la división de tres ayllos que es
de Sullcavi, Alapicha y Majapicha y se entra por media ladera de
Uruñusata, hasta la Apacheta Amarilla, que es el mojón y se entra
a Guarichata, Muru Utani hasta llegar a Tapacoro donde se acaba
mojonera de ambos ayllos de Sullcavi y Alapicha.
Lin d e r o s : Del alto de Molle Puncu, que dividen la jurisdicción
Tinquipaya, con la de Macha, entra el repartimiento al Trapichi y
sigue rio arriba de Titiri, que sale a la habra o apacheta y se va por
la loma Tunaya Puca Caima, siguiendo la Cuchillada a Patacochi
hasta Ckaka, Apacheta, Guari Ckassa y ahí se va apacheta Com-
bura y de ahí río abajo a Paicoro, este es el mojón de Tapunata y
Sullcavi, Guaracata y Tapunata y prosigue por el camino real de
Sami, Caima Pampa y sigue a Kaquesana, yendo cuesta arriba, hasta
llegar a la Estancia de Caimuna y sigue a Condoriri Ckasa, de ahi
sigue Turuiquina Escalera, hasta Challacahua, este es el mojón de
Tapunata.
Lin d e r o s : De los altos de Surumi Cocha, que es el mojón,
pasa al cerro de Apapaasta, el rio de Achina donde esta un cerrillo
redondo que es el mojón de repartimiento, y prosigue al cerro
de Santiago y se endereza a Cambalachi, Chambicota, hasta el
rio de Irpuma, a dar a la angostura del Rosario donde se acaba el
mojón, del cerro de Paichicho, que hace lindero con la doctrina
de Macha y Pocoata, entra el repartimiento y prosigue por la
loma a Hiscachiri a la apacheta, donde hay sepulturas de indios
gentiles que es camino real para el Valle y se va por la loma hasta
dar a donde una cruz, enderesando por la loma hasta un mojón,
siguiendo por la laguna seca de Santa Barbara, por donde se
Anexo i. Los linderos de los ayllus de Macha 195

va el deslinde, se entra por Chacacoro a la encañada, donde se


juntan dos ríos que forman el mojón, y prosigue rio arriba hasta
la capilla de San Roque que es el mojón y sube por arriba, hasta
Cutucutuni y se va por media ladera de Turuquiri y sale al cerro
alto, a donde está una cruz, que acaba la mojonera de ambas
parcialidades de Aransaya y Urinsaya, sigue el repartimiento de
la loma y se endereza bajando hasta una cruz que acaba de los
antiguos que es el mojón, siguiendo por el camino real, hasta dar
al cerro de Pichiquiza, donde endereza, que es el mojón, y pasa a
una pampichuela llamado Tarantaran, va yendo por la encañada,
sube cuesta arriba y sale a los altos de Leoque, entra a Nacna Coro
y endereza, bajando a Torcapuri, a donde da a la peña y Condor-
naza, que es el mojón, y prosigue rio abajo hasta la punta del
agua, detras de la loma por una quebrada corta, al rio donde se
juntan dos arroyos que baja de Chayta y Llanquiri donde hace el
mojón, cuyo nombre es Crucero y prosigue abajo, hasta dar al rio
grande, donde hay un cerrillo monstruoso llamado Chuicoro que
es el mojón Lindero de los ayllos de Majacoyana y Condata.
Lin d e r o s : Del rio Grande que esta al frente de la Palca de
Guaycoma, donde hay una capilla caída que es el mojón y va si­
guiendo por la loma arriba a Villca, hasta Taconi y se va al cerrillo
alto de Llanquiri pata, donde está una laguna seca que es el mojón
y división de los ayllos Majacoyana y Guaracata, y se pasa a una
quebrada corta donde se juntan dos arroyos y se va a la Esquina
izquierda, hasta un algarrobo que tiene tres clavos, que es el mojón,
y prosigue Pampa derecha de Chapapani y se endereza a Romero
Cocha, que linda con la jurisdicción de Yamparais y Macha, allí
se acaba el repartimiento de los ayllos expresados, Majacoyana y
Guaracata.
Lin d e r o s : Del rio
de Cantuyo que baja un arroyo, que es el
mojón, demarcamiento de los ayllos de Guaracata y Sullcavi y sigue
quebrada arriba a salir al cerro alto de Carasi, y es el mojón, y se
va por la loma divisoria, hasta dar al cerro de Maricoro, donde se
acaba la división de los ayllos citados.
Lin d e r o s d e Sa n M a r c o s : Que empieza del mojón donde está
una cruz y pasa por la loma derecha hasta dar al crucero donde
196 Estado boliviano y ayllu andino

se parte el camino real y está una cruz y prosigue por el camino


mismo al cerro de Pichiquiza que es el mojón o división de los
ayllos Sullcavi, Sullcata y se entra por la loma de Tarantarani y se
endereza, bajando a Huerta Pampa donde está una capilla caída y
prosigue para arriba al cerro alto de Maicollo, que es el mojón de
los ayllos de Alacoyana y Sullcavi, pasa por una quebrada de Higo-
sani, hasta llegar a Escamamania, hay se acaba los mojones.
Lin d e r o s : De Ucumanis, que entran a Colquepampa y va si­
guiendo a Esclavoniri que está en frente de la capilla de Anco Cruz
y se va por media ladera de Guacañusata y endereza al cerro alto
de la piedra pirita, que es el mojón, y se endereza a una quebrada
de Chenqueni Urna, que baja al rio de Charicharillo y prosigue
para arriba al cerro alto de Cupita, que linda con los de Pocoata
y Macha y se entra por la Cuchillada, hasta la capilla corrida de
Charicharillo y pasa a Palca Marca, prosigue a Pequeñacara hasta
el cerro alto, que es el mojón, y se entra a Mutonorea y Pusuta
Pampa y sigue por Tanga tanga Chuto, a donde está el mojón,
allí se acaba, corre el demarcamiento de Vichuata Carachoco y
sigue a Guancuri donde está el mojón que linda las tierras que
son pertenecientes al ayllo Majacoyana y entra siguiendo a Cha-
llauta que es el mojón y pasa a Chicmuri, Quichinquiri, que es el
mojón, prosigue rio abajo a Laquíri, hasta Coyaallíta, y se acaba
el mojón con el ayllo Sullcata, sigue el repartimiento de Tana
Aque y Enquellquisa, linderos de doctrina de Pocoata y Macha, y
partiendo ambas parcialidades entra a Boticlaca, Gualloma, hasta
dar al rio hondo de Achina, donde hay un cerrillo que hace mojón
y endereza a la pampa de Santiago Chambuota hasta Irpuma, que
es el mojón y trastornando a la abra de Macha Caquiri, endereza
a Guaylloma que sale al cerro alto de Achina, es el mojón de los
ayllos de Alacoyana y Sullcavi, y va por la loma derecha a Torcar-
que entra a Molle Puncu y la junta del rio es el mojón de los ayllos
Alacoyana, Majapicha y Sullcavi y se va entrando a Inckackassa,
Chacka Agua Caliente desapira y pasa a un arroyo que se juntan
al rio frente de la Capilla de Charaguaytura, que es el mojón, y
sigue por el rio arriba a peñas coloradas a salir al cerro alto, peñas
bravas, donde se acaba.
Lin d e r o s : Del cerro alto de Guayllamarca que entra a Guaca-
cala peñas coloradas a salir al cerro de Pajaltasiña, que es el mojón,
Anexo i. Los linderos de los ayllus de Macha 197

y prosigue por la loma señora Jihuata, y se entra a Chiquipuro, que


es el mojón del repartimiento, y prosigue a Calachiata, hasta dar a
Martin Cala, que es el mojón y se entra a Cala Calani y Jaruvillque y
pasa a Cotanizo y tira al rio Grande, de donde se encuentran con el
rio de Yacoma, que es el mojón, y prosigue rio arriba a Palca Marca
siguiendo a Acero Urna, y a la habrá pelada, y se acaba la mojonera
del ayllo Guaracata, en cuyo altito, Molle Pucru.
Concluyó el testimonio del deslinde y mojonamiento de las
provincias, doctrinas, parcialidades y ayllos, y en su virtud, para
darle la pureza y valor que corresponde, lo firmamos con el Corre­
gidor, Don Ygnacio Oquendo y su teniente Don Felipe Sotomayor,
Don Josep de la Vega Alvarado y hecho ante mi el Escribano público
real y de la provincia de Charcas en veintiún años [sic].
A n e x o ii

Reclam o del recaudador de Macha


U r i n s a y a c o n t r a e l c o l e c t o r d e l a 2. a
S E C C IÓ N D E L A P R O V IN C IA C H A Y A N T A
PO R T R IB U TO S D E Y A N A C O N A S M U E R TO S
E N L A E P ID E M IA D E 1856

Simón González pide se le abone 285$ por quiebra en recaudación


indijenal del Cantón Macha (1859).4
El Colector de la 2a Sección.
Por 3070 $
El C. Simón González como recaudador de la parcialidad de
Urinsaya de Macha, enteró por el semestre de Navidad vencido, la
cantidad de tres mil setenta pesos. Conste por el presente recibo
finiquito.
Macha, 15 de 1859.
Gualberto Sotomayor.
Lista de los cháncelos del tercio de Navidad
El cobrador de Viscachiri, Andrés Mamani 99
El id. de Chacarani, Marsamo Acho 60
El id. de Matariri, José Llabe 139
El id. de Machacamarca, Bartolomé Abendaño 219
El id. de Rocoroco, Paola Crus 170
El id. de Chairapata, Salbador Vargues 284

4 Archivo Histórico de Potosí, Prefectura Departamental, Expedientes 4498


(1859).

[199|
200 Estado boliviano y ayllu andino

El id. de Tomaicuri, Sebastian Lopes 143


El id. de Llucho, Jasinto Colque 55
El id. de Pichicachi, Manual Colque 68
El id. de Payani, Andrés Flores 82
El id. de Carata, Mariano Mamani 63
El id. de San Lorenzo, Yldifonso Janeo 77
El id. de Callanpayani, Manual Caisino 95
El id. de Chacarani [sic], Mariano Acho 187
El id. de Yarea, Basilio Mamani 186
El id. de Llustaque, Romualdo Alvarez 152
El id. de Pucara, Diego Laime 152
El id. de Pumpuri, Ylario Ticona 140
El id. de Umajila, Mariano Euarayo 170
El id. de Caramachi, Sebastián Urumaco 123
El id. de Sapacari, Nicolás Pacheco 20
Suma 2.6775
[f.2v]
Señor Presidente
Pide que se le insite al
Jefe Político de la Provincia.
Simón Gonzales presentándome ante la justificación de V.E.
dice: que en el semestre ppdo ejercia el destino de Recaudador de
tributario de la parcialidad de Maj asaya de Macha, en esta recau­
dación me ha hecho oblar el Colector Gualberto Soto 3070 $ con
arreglo al padrón de la revisita anterior a esta debiendo el que
suscribe hacer el cháncelo de la suma que arroja la lista adjunta
por la causal de la epidemia, que ha tenido su efecto en el predicho
semestre de mi recaudación, época en la que han muerto muchos
de los contribuyentes yanaconas: de suerte que, se ha reclamado
para que el Colector devuelva el superávit de 285 $, reclamo que
no ha tenido efecto; sin embargo de que la razón es clara de que
no se puede cobrar de los finados yanaconas, puesto que estos no
gozan de terrenos, y no hay quien los sucedan en el pago de la
5 Debe ser $ 2.684.
Anexo n. Reclamo del recaudador de Macha Urinsaya 201

contribución y por tanto no se puede conseguir otros yanaconas


sin autoridad suficiente para que los remplace, mas no asi los que
gozan de terrenos, que por ellos abonan ya sus hi- [f.3r] jos, ya los
esposos que les sobreviven o ya algún otro que entra en posesión
de terrenos de los que abonaban la contribución los finados; por
consiguiente el déficit resulta de los yanaconas que han muerto
con la epidemia. Del descuento justo por estos últimos es mi re­
clamo, que se acredita por el recibo adjunto por el que vendrá en
conocimiento Vd. el ecseso con que he sido obligado al cháncelo;
fuera de esto tampoco se me ha pagado el tantos por ciento que
señala la ley a los recaudadores - Es en esta virtud
A Vuestra Excelencia pido que la autoridad a quien se le insite
escuche mi reclamo justo, será justicia y para ello &a [sic].
Simón González

Secretaria Principal Sección de Hacienda, Oruro setiembre


19/59.
Ynforme Su Señoría el Jefe Político de Chayanta,
oyendo al Colector.
Por orden de Su Excelencia
Fernandez

Jefatura Política de la Provincia Chayanta. Octubre 23 de


1859.
Ynforme el Colector de la 2a Sección.

Señor Jefe Político.


Al Colector que suscribe cumpliendo con el informe pedido a
23 de Octubre último, dice; que recorrida la planilla de la Sección
de su cargo, y el cargo abierto a los Recaudadores por el Apoderado
Fiscal y Colector Jeneral de la Provincia: resulta que el recaudador
de Macha, debe emposar en la Colecturía de mi cargo la suma de
202 Estado boliviano y ayllu andino

tres mil setenta pesos, y no como el dice solamente lo que indica


en la planilla que acompaña a su solicitud. Que es cuanto puede
esponer en el particular.
San Pedro
Nov 23 de 1859
Gualberto Sotomayor.

Señor Secretario de Estado


El Jefe Político que suscribe dice: que aunque no tiene a la
vista el padrón de la Revisita que se practicó el año 57, cree que
los tres mil setenta $ de que hace mención en su extenso informe
el Colector de la 2a Sección sea el total de que debió rendir cuenta
el Recaudador reclamante: que respecto a los otros puntos de que
se queja, ignora el suscrito la verdad de ellos: que le consta si, que
algunos segundas y principales se le quejaron contra el Recaudador
González, por mal tratamientos que les infería y avusos en el cobro
de la contribución, que con este motivo reconvino al Colector, y
que supone que esta hubiera sido la causa para que fuera nombrado
otro en su lugar.
Chayanta
Diciembre 24 de 1859
Caisino.
A n e x o iii

Pr o y e c to p ar a p r o p e n d e r a l d e s a r r o llo
D E L A A G R IC U L T U R A E N L A P R O V IN C IA
de Ñ or Ch aya n ta

Narciso de la Riva (1885)

La provincia de Ñor Chayanta, posee un suelo rico en los dos rey-


nos vejetal y mineral; su clima frió en las alturas, es suave y cálido
en los valles, hasta producir los frutos de la zona tórrida. En sus
vegas y vajíos se produce en abundancia el trigo, maíz, ocas, papas
esquisitas y variadas. La producción al presente es sumamente
limitada, por causa del escaso trabajo del indíjena que es el dueño
de los terrenos, pues el número de hacendados es diminuto; tiene
abrevaderos y dehezas magníficas para la cria del ganado ovejuno,
y abundancia de agua para el cultivo.
Todos esos elementos que contienen en sí verdadera riqueza,
permanecen improductivos por la neglijencia del indíjena, cuyas
poquísimas necesidades limitan el cambio, que es el instrumento
más poderoso en el desarrollo del trabajo.
El aforismo económico de que el cambio se deriva de la racio­
nalidad del hombre, sin que haya ejemplo de que lo verifique el
bruto, es muy aplicable a nuestros indios que, si no lo eluden en
lo absoluto, lo reducen a expresión tan ínfima, que sus efectos no
dejan sentir los bienes de la actividad.
La vida de los aboríjenas es aislada y permanecen sin conocer
las ventajas del cambio, porque sin él, provee a sus necesidades; su
frugal alimentación, su estrecho albergue, y su vestido que le sirve
de abrigo, constituyen necesidades de fácil satisfacción obtenidas
por ellos mismos; hasta sus útiles de labranza son primitivos, y los
adquieren a ínfimo precio. Con este modo de ser, manifestado en
necesidades mínimas, el cambio se limita hasta la esterilidad. Solo
el cambio podría variar este cuadro del indíjena, bajo la influencia
de su májica varilla. A la monotonía de sus labores, sería necesario
[203]
204 Estado boliviano y ayllu andino

oponerle medios de estímulo para hacerle sentir las necesidades


del hombre civilizado, con que se encuentre punzado hasta poner
los medios de satisfacerlos.
Preocupado por esa idea, cuya ejecución será la rejeneración
de la raza indijenal, he podido convencerme de la necesidad de
que el Estado tome la iniciativa en aplicar los medios más eficaces
para alcanzar laudables fines.
El accidentado suelo de que me ocupo, hace inaccesible el
tráfico que sin ese inconveniente físico tendría facilidades con que
llegaría a esos sitios provocando el cambio con el indíjena. Esa di­
ficultad es la que en mi concepto debería combatirse, procurando
encontrar el medio de hacerlo. Si el espíritu de empresa ha tomado
algún vuelo en el país, es necesario que el Estado lo utilice en pro
del interés nacional.
La industria dominante al presente es la minería; los capitales
se han movido, y a pesar de que el éxito no contesta satisfactoria­
mente a las esperanzas concebidas, se insistirá, por ser la única apa­
recida con las facilidades que ofrecen las sociedades anónimas.
Si nuestro suelo se manifiesta con otros elementos de riqueza
como son los de la agricultura, convendría llevar a ésta los esfuerzos
de administración para darle ensanche y desarrollo, porque siendo
más seguro y permanente el éxito, el capital se encontraría más
bien garantizado, y la ganancia no diferería en nada quizá de la
que con peligro se busca en la minería. Agrégase que no es conve­
niente afluyan los capitales y los esfuerzos del trabajo en una sola
industria, máxime si su prosperidad es eventual y precaria.
Con el propósito de avivar otras fuentes de prosperidad, abrir
mercados a la agricultura, donde con el prestijio del cambio pue­
da levantarse acreciendo la producción que mantiene, y a fin de
fundar nueva industria que estimule el trabajo en nuestros indios;
he concebido la idea que someto a la consideración del Ministerio
y paso a establecer.
Dejo dicho que la provincia de Chayanta puede ensanchar la
agricultura en vasta escala; para alcanzar la verdad de ese aserto,
sería necesario establecer dos cosas;
I o Allanar los caminos que son impracticables.
2a Fundar un mercado inmediato a donde los cereales, en
especial el trigo, puedan conducirse con seguridad de
expendio.
Anexo iii . Proyecto para propender al desarrollo de la Agricultura 205

Lo primero no demanda la necesidad de caminos de fierro ni


carreteros; bastaría abrir buena y ancha senda para camino de he­
rradura. El costo de este trabajo perfecto como sería, no demanda
grandes sacrificios.
El riachuelo que pasa por el asiento mineral de Guanuni, se
halla situado distante 12 leguas de Oruro, es aparente para fundar
allí molinos, procurando hacerlo por acciones como se hace al
presente en las empresas mineras.
La obra sería como las que existen en la costa para lo que se
traería de afuera un especialista. El Estado tomaría a su cargo la
mitad del valor dejando la otra para el público.
Las distancias a los sitios donde el trigo se produce en mayor
abundancia son cortas.
De Guanuni a Chayanta 12 leguas, de ahí a Pocoata 14, y de este
punto a Macha 4; se nota que la inmediación de esos centros de pro­
ducción, facilita considerablemente el arreglo de los caminos.
Fundado el establecimiento de molinos en condiciones de
adelantos vijentes, se elaboraría tan buena harina, como la que se
obtiene de Chile y Lima, cuya mejor calidad, al parecer, proviene
del sistema de beneficio.
El capital próximamente calculado sería de Bs. 300.000 para
la construcción de la obra, y fondo permanente de compra de la
materia prima, pues sería necesario que el indíjena tenga la plena
seguridad de vender sus trigos al precio de tarifa que la empresa
fijaría, para que se estimule en el trabajo y no desmaye.
Las harinas votadas por el molino, se expendería en Oruro, La
Paz y el sur del Perú; como esta industria es de magnas proporcio­
nes, principiaría una vez en práctica, a exigir mejores medios de
transporte que los de actualidad. Sin adherirme a los soñadores
con ferrocarriles, que los suponen de fácil fijación en el país, seria
posible cruzar la altiplanicie con una buena carretera dotada del
material rodante necesario, y construida en condiciones de seguri­
dad, comodidad y economía de transporte inherentes a ese jénero
de caminos, que precedieron al ferrocarril.
El establecimiento indicado, atraería al comercio e industrias
diversas; -el indíjena se hallaría obligado a ejercitar y practicar el
español, sentiríase poseído de necesidades que hoy no tiene, y le
llegaría lo que le falta y determina su atraso-; estímulo con que
agrandaría su trabajo.
206 Estado boliviano y ayllu andino

Sería demasiado extenso este párrafo, si continuase detallando


las ramificaciones del proyecto, los grandes bienes que rendiría, los
diferentes problemas económicos y sociales que se resolverían.
Es evidente que el indíjena es el brazo que sostiene la agri­
cultura, prestando servicios en los cultivos; razón más por lo que
le debemos afecto y estimación; tiene por lo mismo derecho a
exigir servicios de la administración, que no pueden ser otros que
los de propender a ilustrarlo a fin de ofrecerle vida cómoda con
las ventajas conquistadas por el hombre civilizado. La compasión
hasta aquí manifiesta en favor de los aboríjenas, ha sido nugato­
ria, porque no es eficaz, y mucho menos conveniente interceder
por la perpetuación en la calidad de parias en que se mantienen;
poner los medios para civilizarlos a fin de que sean ciudadanos
como todo boliviano, es procurar su bien y el de la comunidad
que hacen parte.
Sin afectar presciencia, asísteme la seguridad de que la idea
concebida y propuesta, encaminaría al país a mejores destinos, y
se levantaría de la postración en la que se halla.
A n e x o iv

L it ig io s o b r e in d io s r e s id e n t e s e n c a n t ó n
P O R O M A , D E P A R TA M E N TO D E C H U Q U IS A C A ,
Q U E SON TR IB U TA R IO S D E C A N T Ó N
T in g u ip a y a , d e p a r t a m e n t o d e Po t o s í6

Potosí, 3 de octubre de 1894


Señor Ministro de Hacienda e Industria Sucre
Señor:
El Señor Prefecto y Comandante General del Departamento de
Chuquisaca, me ha dirijido, por el último correo, la adjunta nota
oficial, transcribiéndome la Resolución Suprema de 22 de setiembre
último, relativa a que los indijenas de las parcialidades de Soicoco
y Colquebamba, se sometan a las imposiciones del Correjidor de
Poroma, e incitándome a que dicte las órdenes conducentes al
cumplimiento de dicha Suprema Resolución.
Creyendo de mi estricto deber la defensa de los intereses del
Departamento de Potosí, de mi mando, y habiendo conocido ya los
antecedentes antes de ahora, los he compulsado en los autos legal­
mente fenecidos y en los expedientes archivados, donde constan
los siguientes hechos sustanciales:
10 Que allá, en 1879, surgieron ya las pretensiones e imposiciones
del Correjidor del Cantón Poroma, Provincia de Yamparaez,
Departamento de Chuquisaca, sobre los indijenas de Soicoco
y Colquebamba, que son comunarios y tribútanos del Cantón
de Tinguipaya, provincia del Cercado de esta ciudad de Potosí,
donde se hallan matriculados en los respectivos padrones.
6 Anexos del Informe del Prefecto de Potosí ante el Supremo Gobierno, Liris
Navarro, Potosí, 1895 (bnb, Prefecturas Potosí, Memorias e Informes 1871-
1914).

[207]
208 Estado boliviano y ayllu andino

2° Que con motivo de que dicho Correjidor de Poroma, trataba,


por una parte, de imponer a dichos indios servicios en ese
Cantón, que no es el de su domicilio, sino el de su precaria y
corta residencia cada año; y de que por otra parte, pretendía
explotar a los indijenas jóvenes calificándolos de próximos
contribuyentes de Poroma, cuando sus padres eran tributarios
de Tinguipaya, y por consiguiente, los hijos no podían ser sino
próximos tributarios del mismo Cantón, ocurrieron dichos
indios en demanda de amparo y de justicia, primeramente
ante esta Prefectura, y después, para mayor seguridad de sus
personas y derechos, ante el Supremo Gobierno Constitucio-
nal del Señor Doctor Don Tomás Frías, por el Ministerio de
Gobierno del Sr. Dr. Dn. Mariano Baptista, actual Presidente
Constitucional de la República, quien por creer que el asun­
to no pertenecía a su Cartera, lo pasó al Ministerio de Ha­
cienda que desempeñaba, entonces el Sr. Dr. Dn, Pantaleon
Dalence.
3o Que este egrejio jurisconsulto incapaz de festinación y, de
antiguo, acostumbrado a decidir litijios con recto criterio y
a examinar pruebas, estudió con imparcialidad y cuidado las
presentadas por los tributarios de Tinguipaya, pidió informes a los
correjidores de ese Cantón y del de Poroma, oyó el dictamen
del Sr. Fiscal General de la República, que lo era otro experto
jurisconsulto el Sr. Dr. Dn. Manuel Ignacio Salvatierra; llegando
por todas estas investigaciones prolijas a la convicción de que
los indijenas de Soicoco y Colquebamba eran tributarios del
Cantón de Tinguipaya, Provincia, entonces, de Porco de Potosí, y
hoy de la de su Cercado; que en este Cantón se hallan empadro­
nados y en él, en las postas de Yocalla y de Leñas, prestaban el
servicio de postillonaje, desde tiempo inmemorial; que nunca
habían prestado ni debían prestar servicio alguno en el Cantón
de Poroma de Chuquisaca, y que si en alguna época del año
residían precariamente en Poroma, era solamente porque
desde el coloniaje, y sin servicio alguno, tenían allí terrenos
dados en compensación de la esterilidad de los que tenían
en Tinguipaya, lugar único de su verdadero domicilio y de los
servicios que allí prestaban.
4o Que con tales datos, plenamente acreditados y de conformidad
con el dictamen del Sr. Fiscal General, el Gobierno del Sr. Frías,
i
Anexo iv. Litigio sobre indios residentes en cantón Poroma 209

por el Ministerio del Dr. Dalence, y en uso de sus atribuciones


constitucionales, resolvió definitivamente el asunto imponiendo
perpetuo silencio a las pretensiones del Correjidor de Poroma,
Provincia de Yamparaez, y declaró: 1. que los indíjenas de Soi-
coco y Colquebamba pertenecían exclusivamente al Cantón
de Tinguipaya, provincia de Porco, donde eran tributarios y
donde prestaban y únicamente debían prestar sus servicios
indijenales; 2. que el Correjidor de Poroma se abstuviese en
lo sucesivo de imponer a dichos indios servicio ni obligación
alguna: y 3. que el Sr. Prefecto del Departamento de Chuquisaca
hiciese notificar a dicho Correjidor el puntual cumplimiento
de la Resolución Suprema citada, que es de 7 de julio de 1874,
cuyo tenor literal ha copiado el Sr. Sub-prefecto del Cercado
de Potosí en el adjunto informe que reproduzco.
5o Que el Prefecto de Chuquisaca Dr. Pedro José Zilveti ordenó
el cumplimiento de la sentencia definitiva y la abstención
bajo de responsabilidad, en adelante, del Correjidor, a quien
se hizo saber legalmente la Resolución por medio de exhorto
comisionando al Juez Parroquial de Poroma.
Terminado así, legal y definitivamente el asunto, era de esperar
que el Correjidor de Poroma cumpliese en lo sucesivo la orden
suprema de abstenerse de molestar a los indijenas de Soicoco y
Colquebamba, con ningún servicio ni obligación, pero no fue así,
más que por unos quince años, al cabo de los cuales, ya en el año de
1891, el dicho Correjidor había obtenido, por sorpresa y subrepticia­
mente, una Resolución del Gobierno en favor de sus pretensiones
contra los indijenas de Soicoco y Colquebamba, Resolución que,
para su cumplimiento, fue transmitida a la Prefectura de Potosí,
entonces dignamente desempeñada por el actual Sr. Ministro de
Hacienda e Industria, a quien me toca dirijirle esta reclamación,
muy felizmente. El Señor Prefecto Dr. Dn. Enrique Borda cumplió
entonces, con su notorio celo, el mismo deber, que hoy tengo el
honor de cumplir, observando la Resolución Suprema, con cuyo
motivo, volvieron las cosas a su antiguo estado y recobró su imperio
la antigua Resóluáón definitiva de 1874.
Cuando tales antecedentes imperaban, es que recibo, Señor,
la nota oficial adjunta, en la cual el Sr. Prefecto del Departamen­
to de Chuquisaca me incita a cumplir la Suprema Resolución de
210 Estado boliviano y ayllu andino

22 de Septiembre último, que me transcribe, nuevamente arran­


cada por sorpresa.
Conforme, pues, a la ley, que permite a las autoridades subal­
ternas, observar las Resoluciones Supremas que no creen legales;
siguiendo la costumbre establecida en casos análogos, o más bien
dicho, en el mismo asunto, por el Sr. Ministro a quien me dirijo; y
sin ánimo de rehusar el cumplimiento de su orden, si insiste en ella,
me permito, respetuosamente, reclamar de la Resolución de 22 de
Septiembre último, por la concluyente razón de que importa la re­
vocatoria ilegal e inusitada de una verdadera sentencia ejecutoriada
que, con audiencia de partes interesadas, decidió definitivamente
este asunto en favor del Cantón de Tinguipaya, sentencia no solo
ejecutoriada sino ejecutada por el Sr. Prefecto del Departamento de
Chuquisaca y por el Correjidor de Poroma. Pido en consecuencia: 1.
que dignándose U. reconsiderar la Resolución de 22 de septiembre
último, la declare insubsistente y que se mantiene la definitiva de
7 de julio de 1874 que puso término al asunto; y 2. que se sirva
dictar esa Resolución en los obrados mismos en que se dictó la
que reclamo, para evitar ulteriores sorpresas; o bien, que si esos
obrados no jiran ya en la Secretaría de Hacienda, que la Resolución
que pido se transcriba al Sr. Prefecto de Chuquisaca, previniéndole
que la haga cumplir con el empecinado Correjidor de Poroma.
Obligado a distraer las tareas del Sr. Ministro con esta extensa
reclamación que me impone el deber de mi cargo, tengo el honor
de repetirme, con mi más atenta consideración, su muy respetuoso
Servidor.
Señor Ministro
I. Navarro Careaga.

M in is t e r io d e h a c ie n d a e in d u s t r ia
Sucre, octubre 18 de 1894.
Vistos la representación de la Prefectura del Departamento de
Potosí, en que reclama del pago de contribución y servicios perso­
nales que se imponen por las autoridades de este Departamento
de Chuquisaca a los indíjenas del Cantón de Tinguipaya de aquel
Anexo iv. Litigio sobre indios residentes en cantón Poroma 211

Departamento, quienes, por antiguos repartimientos, en calidad


de compensación, poseen terrenos de cultivo en los lugares deno­
minados Soicoco y Colquebamba en el Cantón Poroma, provincia
de Yamparaez; con los documentos que acompañan y el dictamen
fiscal que precede, considerando: que son atendibles las razones en
que se apoya la representación merituada; que no han desaparecido
los fundamentos que sirvieron de base a la Suprema Resolución
de 7 de julio de 1874, que en copia se registra a fs. 7 vuelta de los
presentes obrados; que finalmente, solo puede dictarse una Re­
solución definitiva sobre la base de las operaciones de Revisita y
catastro respectivamente, operaciones que no se hallan terminadas
en ninguna de las provincias materia de este asunto, se resuelve:
Quedan en suspenso los efectos de las Supremas Resoluciones de
14 de abril de 1891 y 22 de Setiembre último, manteniéndose la
de 7 de julio de 1874; y por lo que toca a servicios personales y al
nombramiento de Correjidor de que hace mérito el informe de fs.
10 recúrrase ante el Sr. Ministro de Gobierno a quien corresponde
esta materia. Rejístrese, devuélvase y trascríbase a las Prefecturas de
este Departamento y Potosí para su ejecución y cumplimiento.
Baptista. E. Borda.
A nexo v

S o b r e t ie r r a s d e M a c h a
A ransaya
A il l o G u ar a c a ta 7

EMISION PARA EL DEPARTAMENTO


DE POTOSI
048856
[estampilla de 5 centavos]

Justo Romero Recaudador de la Parcialidad de Aransaya del Cantón


Macha,
Certifica en toda forma que es verdad notorio y publico que
Quintín Quenaya, del aillo Guaracata, en calidad de agregado queda
en lugar del matriculado Manuel Blaz, en las sayañas Tipacoro en
el Valle de la comprención San Marcos, en la Puna Jatun jarana
comprención de este Cantón, aciendose cargo el interesado con
todas sus acciones que le correspondan a dichas posiciones.
Es dado a petición verval del Ynteresado en presencia de su
principal Julián Graviel 2a y el alcalde Manuel Gómez y demas
comunarios de este Cavildo...
Oscoria marzo 4 de 1892.

El indíjina Mariano Quino Recaudador de la parcialidad Aranzaya del


Cantón de Macha, etc.
Certifica en cuanto haya lugar a los Señores que el presente
biesen que es verdad evidente que el indijina Gregorio Quenaya,
trevutario del Aillo Guaracata y vesino del lugar de Cariporco mayo,
ha desempeñado el cargo alcalde de Originario en el Correjimiento de
este cantón de Macha por el espacio de un año, siendo el Correjidor
Hilarión Arratia, devidamente por elesión de su prensipal Ylanco

7 ahp PDE 8035 (1892).

[213]
214 Estado boliviano y ayllu andino

Romualdo Taquichiri, alcalde de campo Alejandro Puma, empleno


cabildo y de acuerdo y consentimiento de toda la comunidad de su
respectivo Cabildo, por tumo forsoso que le cupo a sus terrenos Jatun
jarana Juchui jarana Tararilla pampa al frente del rio. Colinda con
Salbador Lásaro caeca apachi guarí casa el repartimiento de los tres
aillos Sullcabi a la coyana [sic: lease Alacoyana] Guarcata, asi mismo se
hace presente que ninguna persona le entrerrumpira en su posición
y sus trabajos agriculas en los Terrenos anteriormente indicados.
Es cuanto certifica en obsequio de la verdad y cargo que ejerzo
al que en caso necesario me remito franqueándole el presente a
petision verbal del interesado Quenaya.
Macha Septiembre 7 de 1916
Por el Recaudador Mariano Quino
Felipe S. Vega escribano

El indigina Manuel Llave Curaca Recaudador de la Parcialidad Aran-


zaya este Cantón etc.
Certifica en toda forma de derecha y en cuanto haya lugar a los
Señores que el presente bieren que es cierto y verdad que el indiji-
na Gregorio Quenaya, trebutario del Aillo Guaracata y vesino de la
estancia del rio de Cariporco, ha desempeñado el cargo de cobrador
correspondiente al semestre de Navidad del presente año con todo
cumplimiento, por elecsion de su prensipal Segunda Patricio Paco, Al­
calde Evaristo Espíritu, empleno cabildo y comprevio consentimiento
de los comunarios de su respectivo cabildo, por tumo forsoso que
le cupo a sus terrenos denominados en la puna Jatun jarana Juchui
jarana Tararilla pampa caeca apachi guaira casa el repartimiento
de los tres Aillos Sullcabi a la coyana Guaracata, asi mismo se hace
presente que ninguna persona le intremimpira en su posición y
sus trabajos agriarlas en los Terrenos anteriormente indicados.
Es cuanto certifica en obsequio de la verdad y cargo que ejerzo
al que en caso necesario me remito franqueándole el presente a
pedimiento verbal del interesado Gregorio Quenaya
Macha Nobiembre 7 de 1912
Por el Recaudador Manuel Llave
Felipe S. Vega escribano
Anexo v. Sobre tierras de Macha 215

El indigina Pedro Ramires Curaca Recaudador de la Parcialidad


Aranzaya del Cantón de Macha etc.
Certifica en cuanto haya lugar a los Señores que el presente hieren
que es verdad y evidente que el indijina Miguel Quenaya, trebutario
del Aillo Guaracata del Cabildo Oscoria y vecino del lugar del rio de
Cariporco, ha desempeñado el cargo de postilion en esta posta de
Macha por el espacio de tres meses, prensepiando el Domingo de
Tentasion termino su servisio al Domingo de Espíritu del presente
año con todo cumplimiento y devidamente, por elección de su pren-
sipal Ylanco Mariano Espíritu, alcalde Femando Cruz, comprevio
consentimiento de toda comunidad de su cabildo y emplena reunión
por tumo forsoso que le cupo a sus terrenos posición de matricula
denominado Jatun jarana Juchui jarana Tararilla mayo pampa caeca
apachi colinda con Salbador Lásaro guari casa el repartimiento de los
tres Aillos Sullcabi a la coyana guaracata, asi mismo se hace presente
que ninguna persona le intrerrumpira en su posición y sus trabajos
agriculas en los Terrenos anteriormente indicados.
Es cuanto certifica en obsequio de la verdad y cargo que ejerzo
al que en caso necesario me remito franqueándole del presente a
pedimiento verbal del interesado Gregorio Quenaya
Macha Mayo 28 de 1933
Por el Recaudador Pedro Ramires
Felipe Vega

El indijina Agustín Carbajal Curaca Recaudador de la Parciali­


dad Aranzaya de Cantón Macha, etc.
Certifica que el indijina Miguel Quenaya del Aillo Guaracata
cabildo Oscoria a desempeñado el cargo de cobrador de su respictivo
aillo correspondiente al Cantón de Macha del semestre de Navidad
cestion [sic] 1938, nonbrado por el suscrito Curaca, Ylanco Santiago
Espíritu, Alcalde José Gemenez, y prebia deliverarión de la comunidad
guaracata empleno cabildo, servicio que le cupo a su terrenos denomi­
nados en la puna Jatun jarana Juchui jarana Tararilla pampa al frente
del rio, colinda con Salbador Lasaro caca apachi guarí casa el reparti­
miento de los tres aillos Sullcabi a la coyana guaracata, asimismo se
hace presente que ninguna persona le interrumpirá en su posision y
sus trabajos agriarlas en los Terrenos anteriormente indicados.
216 Estado boliviano y ayllu andino

Es cuanto certifico en obsequio de la verdad y cargo que ejerzo


al que en caso necesario me remito ffanquendole el presente a
pedimiento verbal del interesado Miguel Quenaya
Macha Febrero 12 de 1939
Por el Recaudador Agustin Carbajal
Felipe Vega
[f.6.] E m i s i ó n pa ra el d e pa r t a m e n t o
d e Po to sí
048857
[estampilla de 5
centavos]
El Ciudadano Anacleto Parraga Maistro de Posta de este Can­
tón, etc.
Certifico que el yndigena Quintín Quenaya del aillo Guaracata
de esta comprencion en calidad de agregado a prestado sus servicios
de Postilion durante un trimestre por tanda forsoso que le corres­
ponde a elección de sus principales Patricio Paco 2a, Alcalde Ve-
nigno Paco, del mismo aillo habiendo desempeñado este cargo por
los terrenos Jatun jarana y Juchui jarana, Tipacori en el Valle
Es cuanto puedo certificar en obsequio de la verdad en atención
a sus principales. Es dado a petición verval de los interesados.
En Macha a los 29 dias del mes de mayo de 1901
Anacleto Parraga

Señor Prefecto del Departamento.-


Solicita inscripción y archivo de obrados, expidiéndoseme el
correspondiente testimonio.
Otrosí.
M i g u e l Q u e n a y a M u n d o c o r r e , indígena originario del
Aillo Huaracata, vecino de Macha, ante Ud, con todo respeto,
expongo:-
Anexo v. Sobre tierras de Macha 217

Que su autoridad, se ha de servir disponer que el señor Notario


de Hacienda, proceda a la inscripción y consiguiente archivo de los
documentos que acompaño al presente memorial, expidiéndoseme
el correspondiente testimonio de todo lo actuado, con noticia fiscal.
La inscripción solicitada comprenderá los siguientes terrenos:-
Jatun jaraña Juchui jaraña, Tararilla-pampa, Jamta-Pampa,
Kcasa-Pampa [sic]. Pasto-cancha.-
Será justicia, etc.-
OtrosL- Domicilio.- Notaría de Hacienda,-
Potosí, á 5 de septiembre de 1946.
A ruego del presentante y como abogado.-
[firma]..,
A 4 de septiembre de 1946.-
Los documentos acompañados acreditan la legalidad de la
posesión del impetrante en los terrenos de Tipacoro y otros, por
tanto hágase la inscripción solicitada en los libros de la Notaría de
Hacienda y franquéese el testimonio, todo, previa citación fiscal.- Al
otrosí.- Por señalado.-
[firma] Prefecto.-...
D
BIBLIOTECA
D EL D IC E IT E IA H IO
DE B O L IV IA

En el marco de la celebración de los 200 años de la Independencia de Bolivia, en 2025, la Vicepresidencia


del Estado Plurlnacional, a través de su Centro de Investigaciones Sociales (cis), determ inó la creación de la
Biblioteca del Bicentenario de Bolivia ( b b b ) , cuyo propósito principal es seleccionar, publicar y difundir 200
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diccionarios y co m p endios.

Historias y geografías 14. Choque, Roberto: La m a sa cre d e Jesú s de


M a cha qa
1. Alarcón, Ricardo: B olivia en el p rim er c en ten a ­ 15. Chungara, Domitila (M oem a Viezzer): S i m e
rio d e su in d e p en d e n cia p e rm ite n h a b la r
2. Albo, Xavier y Barnadas, Josep: La cara in dia y 16. Coímbra, Juan: Siringa. M em o rias d e un
ca m p esin a d e n u estra histo ria co lo nizad or d e l B e n i ; Pinto Parada, Rodolfo:
3. Aldeano (seudónim o): B osqu ejo d e l esta d o A rrea nd o d e sd e M oxos (libro fusionado)
en q u e s e h alla la riq u eza n a cio n a l d e B olivia ; 17. Combés, Isabelle: E tno -h isto ria s d e l Isoso.
Pentland, Joseph: informe so b re B olivia (libro C hañe y ch irigu an os en el Chaco b olivia n o
fusionado) 18. Condarco, Ramiro: Z arate, el "tem ib le " W illka
4. Arm entia, Nicolás: R elación h istórica d e las 19. Condori, Leandro; M am ani, Carlos y : El thoa

M ision es Franciscanas d e A p o lo b a m b a escribano d e los caciques apoderados; Taraqu,


5. Arzáns de Orsúa y Vela, Bartolomé: H istoria 1 86 6-19 35 : M asacre, guerra y renovación en
d e la Villa Im p eria l d e P o to sí la biografía d e Eduardo L. N ina Qhispi; El indio
6. A rze Aguirre, René: P articipación p o p u la r en S a n to s M arka T u la ... (libro fusionado)
la in d e p en d e n cia d e B olivia 20. Crespo, Alberto: E sclavos n egros
7. Bakewell, Peter: M ineros d e la m o n ta ñ a e n Bolivia; Inge Buisson-Wolff:
roja. El tra ba jo d e los in dios en P o to sí ,; Mitre, N e g erkla vereiu n d n eg erh a n d el in H ochperu
Antonio: Los patriarcas d e la p la ta ; Tandeter, 1 5 4 5 -1 6 4 0 [E sclavitud y tráfico d e n egro s en
Enrique: Coacción y m ercado. La m in ería d e la A lto Perú] (libro fusionado)
P la ta en e l P o to sí colonial, 1 6 9 2 -1 8 2 6 (libro 21. Dalence, José María: B osqu ejo estad ístico de
fusionado) B olivia
8. Baptista Gumucio, Mariano: C artas p a ra 22. De Ribera, Lázaro: M oxos: D escripciones e
co m p ren d er la histo ria d e B olivia histo ria d e los indios, a n im a les y p la n ta s
9. Barnadas, Josep: Charcas 23. De Viedm a, Francisco: D escripción g eográfica
10. Barragán, Rossana: Espacio u rb a n o y d in á m i­ y estad ística d e S a n ta Cruz d e la Sierra; Coma-
ca étnica. La P az en el siglo m juncosa, Antonio; Hanke,Tadeo y La Cueva,
11. Block, David; La cu ltura red u cc io n a ld e los Francisco: O tros (libro fusionado)
llan os d e M ojos 24. Del Valle, María Eugenia: H istoria d e la
12. Cajías, Fernando: La provincia d e A ta ca m a reb elión d e Túpac C atari
13. Calancha, Antonio: Crónica m ora liza d a 25. D' Orbigny, Alcide: Viajes p o r B olivia
26. Dunkerley, James: R ebelión en las ven a s 53. Suárez, Nicolás: A n o ta cio n es y d o cu m e n to s
27. Escobari, Jorge: H istoria d ip lo m á tica d e so bre la ca m p a ñ a d e l A lto Acre
B olivia 54. Thomson, Sinclair: C uando solo reinasen
28. Finot, Enrique: H istoria d e la co nq uista d el los indios. La política a ym a ra en la era d e la
o rien te boliviano; fa m a Redo, José María: in surg en cia
A n álisis d e u n a so cied a d d e frontera: S a n ta 55. Trigo, Eduardo: Tarija en la in d e p en d e n cia d el
Cruz d e la Sierra en los sig lo s xvi-xvti (libro V irreinato d e l Rio d e la P lata
fusionado) 56. Vargas, José Santos: D iario d e u n so ld a d o d e
29. Gamarra, Pilar A m a zo n ia n o rte d e Bolivia: la in d e p en d e n cia
eco no m ía g o m era (1 8 7 0 -1 9 4 0 ) 57. Vásquez Machicado, Humberto: O bra reu nida
30. Gueva ra, Ernesto: D iario d e l C he en B olivia 58. Wachtel, Nathan: El regreso d e los a n te p a sa ­
31. Irurozqui, M arta: A bala, p ied ra y palo: La dos. Los in dios urus d e B olivia d el siglo xxa l xvs.
construcción d e la ciud ad an ía política E nsayo d e histo ria regresiva
32. Klein, Herbert: O rígenes d e la revolución 59. A n to log ía d e a rqu eolog ía
n a cio n a l b oliviana 60. A n to log ía d e b iog rafías
33. Larson, Brooke: C olonialism o y tra nsform a ció n 61. A n to log ía d e ciencias d e la tierra
agraria en Bolivia: C o ch ab am ba 1 5 5 0 -1 9 9 0 62. A n to lo g ía d e cro nista s coloniales d e Charcas
34. Lofstrom, W illiam : El M ariscal Sucre en B olivia 63. A n to lo g ía d e diarios d e viajes y exp ed icion es
35. Lora, Guillermo: H istoria d e l m o vim ien to 64. A n to lo g ía d e d o cu m e n to s históricos fu n d a ­
obrero m e n ta le s d e B olivia (publicado)
36. Mendoza, Gunnar: O bra reunida 65. A n to lo g ía d e estu d io s reg ionales
37. Mendoza, Jaim e: O bra reu n id a {E lm acizo 66. A n to lo g ía d e fo lletos
b olivia n o + El fa cto r geog ráfico d e la n ación 67. A n to lo g ía d e la p ro b lem á tica m a rítim a
b oliviana) 68. A tlas g enera l e histórico d e Bolivia
38. Mercado, Melchor María: Á lb u m d e paisa jes, 69. N u eva histo ria g en era l d e B olivia
tipo s h u m a n o s y co stu m b res d e B olivia (1 8 4 1 -
1869) Letras y artes (72)
39. Montes de Oca, Ismael: G eografía y recursos
n a tu ra les d e B olivia 70. Aguirre, Nataníel: Ju a n d e la R osa
40. Moreno, Gabriel René: Ú ltim os d ías coloniales 71. Alfa ro, Óscar:O bra reu nida
d e l A lto Perú 72. Antezana, Luis: E nsayos escogidos
41. Parkerson, Phillip; A n drés d e S a n ta Cruz y la 73. Arguedas, Alcides: R a za d e bronce
C onfederación P erú -B oliviana 74. Bascopé Aspiazu, René: O bra reunida
42. Parssinen, M artti: T aw antinsuyo 75. Bedregal, Yolanda: O bra reu nida
43. Platt, Tristan: E stado boliviano y ayllu a n d in a 76. Borda, Arturo: El Loco
Tierra y tribu to en e l N orte d e P otosí (publicado) 77. Camargo, Edmundo: O bra reu nida
44. Platt,Tristan; Harris, Olivia y 78. Cárdenas, Adolfo: P eriférica Blvd.
Bouysse-Cassagne, Thérèse: Q araqara-C harka 79. Cerruto, Óscar: O bra reu n id a (dos volúmenes)
45. Poma de Ayala, Guarnan: N u eva crónica y 80. Céspedes, Augusto: S a n g re d e m estizo s
b u en g ob iern o 8 1. Chirveches, Armando: O bra reu nida
46. Querejazu, Roberto: G uano, salitre y sa ng re 82. Costa du Reís, Adolfo: El em b ru jo d e l oro
47. Querejazu, Roberto: M a sa m a c la y 83. De la Vega, Jul io: M a tías, e l a p ó sto l su p le n te
48. Roca, José Luis: N i con Lim a n i con B uenos Aires 84. Echazú, Roberto: O bra reu nida
49 . Rod ríguez, Gustavo: Teoponte, la o tra guerrilla 85. Gerstmann, Roberto: Bolivia: 150 g rab ad os
g u eva rista en cobre
50. Sanabría, Hernando: O bra reu n id a {En b usca 86. Gisbert, Teresa y Mesa José: H istoria d e l a rte
d e El D orado ; A p ia g u a iq u i Tum pa. B iografía en B olivia
d e l p u e b lo ch irigu an o y su ú ltim o caudillo; 87. Gisbert, Teresa: Iconografía y m ito s in d íg en a s
B reve histo ria d e S a n ta Cruz) en e l a rte
51. Serulnikov, Sergio: R evolución en los A n d es 88. Gumucio, Alfonso: H istoria d e l cine b oliviano
52. Soux, María Luisa: El co m p lejo proceso hacia 89. Guzmán, Augusto: O bra reu nida
la in d e p en d e n cia d e C harcas 90. Jaimes Freyre, Ricardo: O bra reu nida
91 . Lara, Jesús: Y anacuna ( Y aw arninchij ) 130. A ntología d e en sayo y crítica literaria en Bolivia
92. Medinaceli, Carlos: La C h askañ aw i 131. A n to lo g ía d e fo to g ra fío b olivia n a
93. Medinaceli, Carlos: O bra reunida 132. A n to lo g ía d e g a stro n o m ía b olivia n a
94. Mitre, Eduardo: O bra reu nida 133. A n to lo g ía d e litera tu ra a ym a ra
95. Montes, Wolfango: Jo ñ a s y la b a llen a rosada 134. A n to log ía d e litera tu ra co lonial
96. Moreno, Gabriel Rene: O bra reu nida 135. A n to log ía d e litera tu ra in fa n til y ju v e n il d e
97. M undy, Hilda: O bra reunida B olivia (publicado)
98. Otero Reich, Raúl: O bra reunida 136. A n to lo g ía d e litera tu ra q u ech u a
99. Paz Soldán, Edm undo: Río fu gitivo 137. A n to lo g ía d e litera tu ra d e tierras b ajas
100. Pentimali, Michella; Gisbert, Teresa; Paz, 138. A n to log ía so bre la m ú sica en B olivia
Valeria; Calatayud, Jacqueline: Solivia: los 139. A n to log ía d e p o esía b olivia n a
ca m ino s d e la escultura 140. A n to lo g ía d e tradición oral en B olivia
101. Piñeiro, Juan Pablo: C uando Sara Chura 141. A n to lo g ía d e teatro b oliviano
d esp ierte
102. Poppe, ^e n é : Interio r m in a Sociedades (49)
103. Quiroga Santa Cruz, Marcelo: Los d e sh a ­
b ita d o s 142. Albarracín, Juan: Sociología bolivia n a c o n te m ­
104. Querejazu, Ped ro: Las m isio n e s je su ític a s d e p o rá n ea
C hiquitos 143. Albo,Xavier: O bra reun id a
105. Querejazu, Ped ro: P in tu ra b olivia n a e n el 144. Almaraz, Sergio: O bra reu nida
sig lo xx 145. Anónimo: El m a n u scrito H uarochirí
106. Reynolds, Gregorio: O bra reu nida 146. Arguedas, Alcides: P ueblo en ferm o
107. Rocha M onroy, Ram ón: E lru n ru n d e la 147. Arze, José Antonio: O bra reu nida
calavera 148. Baptista Casería, Mariano: P á gina s escogidas
108. $ a e r \z ,\5 \m : Felipe D elgado 149. Bouysse-Cassagne, Thérése; Harris, Olivia;
109. S aenz,Jaim e: O bra reun id a Platt, Tristan y Cereceda, Verónica; Tres
110. Salazar Mostajo, Carlos: La p in tu ra co n tem p o ­ reflexion es so bre el p e n sa m ie n to a nd in o
rá nea en B olivia 150. Diez Astete, Alvaro: C o m pen dio d e etnias
111. Sanjinés, Javier: L iteratura co n tem p o rá n ea y in d íg e n a s y ecorregiones A m a zo n ia , o rien te y
grotesco social en B olivia Chaco
112. Shimo$e,Pedro:0f>rareim/í/£7 15 1. Francovich, Guillermo: O bra reu nida
113. Sotomayor, Ismael :A ñ ejería sp a c eñ a s 152. García Jordán, Pilar: U nas fo to gra fías p a ra
114. Spedding, Alison: D e cu a n d o en cu a n d o d a r a conocer a l m u n d o la civilización d e la
S a tu rn in a república g ua raya
115. Suárez,Jorg e: O bra reu nida 153. García Linera, Alvaro: O bra reunida
116. SuárezAraúz, Nicomedes: O bra reun id a 154. Gianecchini, Doroteo: H istoria natural,
117. Tamayo, Franz: O bra reu n id a (dos volúmenes) etno grá fica y geog ráfica d e l Chaco b olivia n o
118. Terán Cabero, Antonio: O bra reu nida 155. Guillen-Peñaranda y Pérez, Elizardo: W arisa-
119. Urzagasti, Jesús: O bra reunida (dos volúmenes) ta , la escu ela ayllu; U ta m a (I ibro fusionado)
120. Vaca Guzm án, Santiago: O bra reu nida 156. Holmberg, Alian y Stearman, Ayllin: N ó m ad as
121. Viaña, José Enrique: C uando vibra ba la d el arco largo: los sirionó d el oriente boliviano;
en tra ñ a d e p la ta N o m á s n ó m a d a s (libro fusionado)
122. Wicky, Jean Claude: Bolivia: M ineros 157. Hurtado, Javier: E lk a ta rísm o (publicado)
123. Wiethüchter, Blanca y Paz Soldán, Alba M a­ 158. López Menéndez, Felipe y Barnadas, Josep:
ría: H acia u n a h isto ria critica d é la literatura C om pendio d e historia eclesiástica d e Bolivia; La
b oliviana Iglesia Católica en Bolivia (libro fusionado)
124. Wiethüchter, Blanca: O bra reun id a 159. Marof, Tristan: O bra reu nida
125. 2 m u i\o ,M e \ a \ O bra reunida 160. Montenegro, Carlos: N a cion alism o y coloniaje
126. A n to lo g ía d e la a rq u itectu ra en B olivia 161. Murra, John: F orm aciones e c o n ó m ica sy
127. A n to log ía d e la caricatura en B olivia políticas e n e l m u n d o a n d in o
128. A n to log ía d e crónica literaria y p eriodística 162. Ovando, Jorge: Sobre e l p ro b lem a n a cio n a l y
129. A n to log ía d el cu en to en B olivia colonial d e B olivia
163. Quiroga Santa Cruz, Marcelo: O bra reu nida 186. A n to lo g ía so b re el m in ero y la m in ería en
164. Reinaga, Fausto: La revolución in d ia B olivia
165. Reyeros, Rafael: El p o n g u ea je: h isto ria social 187. A n to log ía d e l p erio d ism o y estu d io s d e
d e l in dio b oliviano co m unicación
166. B ie sx e rjü rq e n : O bra reu nida 188. A n to lo g ía d e socio lo gía b olivia n a
167. Rivera, Silvia: O prim idos p e to n o vencidos 189. A n to log ía d e tradiciones, folklore y m ito s
168. Romero Pittari, Salvador: O bra reu nida 190. A n to lo g ía so bre te xtiles
169. Saignes, Thierry: O bra reu nida
170. Urquidi, Arturo: O bra reu nida Diccionarios {10}
171. Van Den Berg, Hans: O bra reu nida
172. Villamil de Rada, Emeterio: La le n g u a de 19 1. Barnadas, Josep: D iccionario h istórico d e
Adán B olivia
173. Zavaleta Mercado, René: O bra reu nida 192. Bertonio, Ludovico: Vocabulario d e la le n g u a
174. A n to lo g ía d e a n tro p o lo g ía d e tierras a lta s a ym a ra
175 . A n to lo g ía d e a n tro p olo g ía d e tierras b a ja s 193. Coello, Ca ríos: D iccionario d e b olivia n ism os
176. A n to lo g ía d e ciencias p o líticas b olivia n as 194. Gianecchini, Doroteo: D iccionario ch irigu an o-
177. A n to lo g ía d e ciencias d é la vida español, esp a ñ o l-ch irig u a n o
178. A n to lo g ía so b re ciudad, m e stiza je y eco no m ía 195. Gonzales Holguín, Diego: Vocabulario d e la
p o p u la r le n g u a g en era l d e to d o e l Perú
179. A n to lo g ía d e l d e p o rte bolivia n o 196. Herrero, Joaquín y Sánchez, Federico: D iccio­
180. A n to lo g ía d e eco no m ía e n B olivia n ario q u ech u a
181. A n to lo g ía d e educa ción en B olivia 197. Lay me, Félix: D iccionario a ym a ra
182. A n to lo g ía d e fa rm a co p e a in d íg e n a 198. Marbán, Pedro: D iccionario d e len g u a m o jeñ a
183. A n to lo g ía d e filo sofía b olivia n a 199. Ortiz, Elio y Caurey, Elias: D iccionario
184. A n to lo g ía so bre la s F uerzas A rm a d a s y la etim ológ ico y etno grá fico d e la le n g u a g u a ra n í
Policía h a b la d a en B olivia
185. A n to lo g ía so bre la h oja d e coca 200. V ocabulario d e lo s p u eb lo s in d íg e n a s
D
BIBLIOTECA
D EL B IC E R TE N A R IO
QE B Q IIV IA

Alvaro García Linera


V ic e p re s id e n te d el E s ta d o

AmaruVillanueva Ranee
D ire c t o rg e n e r a l d el cis

Ximena Soruco Sologuren


C o o rd in a d o ra a c a d é m ic a d e l cis

COORDINACIÓN GENERAL
Víctor Orduna: E d ito r g e n e ra l

Wilmer Urrelo-lván Barba: E d ito re s


Ernesto D. Rodrigo L.: R e s p o n s a b le d e d is e ñ o e im p r e n ta

Ana Lucía Velasco: R e s p o n s a b le d e i P ro y e c to


Francisco Bueno Ayala: A s e s o r ju ríd ic o
Andrés Claros Chavarría: A s is te n te g e n e ra l

CONSEJO EDITORIAL, GESTIÓN 2016


Alba María Paz Soldán
Ximena Soruco Sologuren
Godofredo Sandoval
María Luisa Soux
Mauricio Souza Crespo
Sergio Vega

COMITÉ EDITORIAL ENCARGADO DE LA SELECCIÓN


Adolfo Cáceres Romero, Alba María Paz Soldán, Ana María Lema, Beatriz Rossells,
Carlos Mesa, Claudia Rivera, Eduardo Trigo, Elias Blanco Mamani, Esteban Ticona, Fernando
Barrientes, Fernando Mayorga, Germán Choquehuanca, Godofredo Sandoval, Gustavo
Rodríguez, Hans van den Berg, Isaac Sandoval,
José Antonio Quiroga, José Roberto Arze, Juan Carlos Fernández, Jürgen Riester,
Luis Oporto, María Luisa Soux, Mariano Baptista Gumucio, Pablo Quisbert,
Pedro Querejazu, Pilar Gamarra, Ramón Rocha Monroy, Roberto Choque, Rubén Vargas (t),
Verónica Cereceda y Xavier Albo.
Este libro -la obra 43 de la Biblioteca
del Bicentenario de Bolivia (bbb)- se
terminó de imprimir en mayo de
2016 en los talleres de Artes Gráficas
Sagitario, en el barrio de Tembladerani
de la ciudad de La Paz (Bolivia), Para
su composición se emplearon las
tipografías Swift, Myriad Pro, Filosofía
y Fedra en sus distintas variantes y
tamaños. Se imprimieron cuatro mil
ejemplares -3.750 en rústica y 250 en
tapa dura- en papel bond ahuesado
de 70 g y el emblocado se realizó en
cuadernillos costurados.
BOLIVIA

Biblioteca
del Bicentenario
de Bolivia
Ln e) marco de la celebración de los 200 años de la
Independencia de Bolivia, la Vicepresidencia del
listado Piminacional, ¿i través de su Centro de Investi'
paciones Sociales (cis|, propuso la creación de la Biblio­
teca del Bicentenario de Bolivia (hhr) con el propòsito
de seleccionar, editar, publicar y difundir 200 obras
representativas del pensamiento de nuestro país.
Ili proyecto editorial de la mui está integrado por
cuatro colecciones -Historias y peopraf’ías; Letras y
artes; Sociedades; v Diccionarios y compendios- tpie
fueron definidas por especialistas de diversas discipli­
nas a partir de criterios históricos, peopráheos.
étnicos, culturales y linpüísticos. entre otros, con la
finalidad de conformar un corpus de obras representa­
tivas de v para la historia de Bolivia.
La la boi' fundamental de la es promover la lectura,
ei conocimiento, el estudio y la inveslipación de lo
boli vi ti no -tisi como fortalecer el sistema educativo y
la reflexión sobre la identidad plural de Bolivia-
diripiéndose, principalmente, a estudiantes de nivel
secundario, universitarios, profesores, docentes e
investipadores. mediante la distribución masiva de los
títulos publicados.

Centro de
Investigaciones
Sociales
BIBLIOTECA
DEI BICENTENARIO
DF BOLIVIA

l.n un contexto signado por la crisis social y política de fines de los


años setenta del siylo w , en l.sUnlo holiviono y tivllu (in d in o Trisian ñiatt
opto por abordar el siylo \ix. l.e interesaba sobre todo el impacto de
las reformas liberales de fines de ese siylo, un período oscuro y mal
comprendido por la historiografía de la época, en la que brillaban
por su ausencia las fuentes locales y abundaban los estereotipos
eurocéntricos. ñero, sobre todo, la historiografía tradicion.il ni
siquiera imaginaba entonces la posibilidad de conectar la lectura de
documentos de los archivos con la einoyrüfia en el terreno. Con esta
ventaja. Plan emprendió la indagación histórica que lo llevaría a
escribir este libro. Id trabajo en archivos le permitió de paso reconec­
tar los espacios que la historiografía olieial había fragmentado al
privilegiar la eran minería v al iynorar las iniciativas comerciales de
las comunidades indígenas, en las que esa hisiorioerafía quería ver.
ademéis, un residuo arcaico, condenado a la desaparición (sea por la
vía liberal de la ciudadanía o por la reformista de la doscampesiniza-
ciom. Así se produjo uno ele esos "relampagueos'' de conocimiento
nuevo, esos que Walter Benjamín asoció con el advenimiento de un
"despertar" colectiva) y con la tarea de! intelectual comprometido.

S ilvia R iv e ra C i i s i ú n i q a i

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