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Borrador del libro Varias vidas

Montevideo y viaje a Londres


Regreso al Uruguay
Casamiento Miguel hijos
Estudio Separación
Argentina militancia y prisión Leandro
Secuestro Orletti prisión
Reinsertarme

Era chica, no tenía más de 9 años. Pero el cambio de la


oscuridad del apartamento de Tristan Narvaja a la
luminosidad de Carrasco, en esa época un balneario, con
mucho verde, mar y playa me llenaba de felicidad. Andaba
horas en bicicleta por las calles de tierra y el viento en la cara
sentía una sensación de libertad que lo recordaría por años.
El colegio Sagrado Corazón me agobiaba, recuerdo que lo
mejor que hacía eran guardas. Había mucha preferencias de
las monjas a determinadas alumnas pero a mi no me tocaba.
En el ómnibus que nos llevaba y nos traía del colegio las
otras alumnas me preguntaban que hacía mi padre, y al
principio muy suelta de cuerpo decía que era abogado y
diputado ballista, pero al poco tiempo me di cuenta que eso
de ballista no caia muy bien había que ser “blanca”y las
chicas me tomaban el pelo, igual que Cantinflas decían y se
mataban de risa. Yo sufría por esa estupidez, años después
me daría cuenta de que significaba ser ballista para esa clase
alta social pero muy pronto nombraron a mi padre embajador
en Inglaterra y pase a ser la reina, todas me felicitaban y
pasaron a invitarme a todos los cumpleaños. No entendía
muy bien porque pero me hacía feliz. Mi relación con mi
hermana ya desde esa época no era muy buena, yo la tenía
que llevar a todos los cumpleaños y pedirle a la dueña de
casa si podían invitarla. Ella era muy linda pero apocada y yo
la traviesa, llena de vida, ella rubia con ojos celestes y yo
morocha con ojos marrones.
La novelería de ir para Londres llenaron mis fines de semana
con fiestas de despedida. Mi preocupación era que no sabía
hablar inglés, y tenía mucho temor de no poder
comunicarme. Mis padres decidieron que íbamos a ir a
Inglaterra por mar, pues teníamos muchas cosas que llevar y
el viaje se realicearía en un Transatlantico y navegaríamos
unos 17 o 20 días. Los aprontes fueron muy divertidos, sin
embargo yo tenía cierto temor de dejar a mis amigas, en
realidad era miedo a lo desconocido. Mi madre decidió
contratar a una gobernanta inglesa para que nos enseñara el
idioma, la llamabamos Mrs Stewart; ella viajo con nosotras y
inmediatamente puso una cantidad de reglas y diciplinas a
atenernos mi diversión era transgredirlas asi que no disfrute
demasiado del viaje

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