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Carroll Gillis - El Antiguo Testamento Tomo 3
Carroll Gillis - El Antiguo Testamento Tomo 3
2 R. 1:1–8:29; 9:29.
A. PRINCIPIO DEL REINADO DE JOSAFAT.
1 R. 22:41–47. 2 Cr. 20:31–33.
17:2–6.
1. Ascensión de Josafat al trono de Judá.
1 R. 22:41, 22. 2 Cr. 20:31.
2. Reformas religiosas y políticas de Josafat.
1 R. 22:43–47. 2 Cr. 20:32, 33.
3. Fortalecimiento del reino por Josafat.
2 Cr. 17:2–6.
B. MINISTERIO DE ELIAS.
1 R. 17:1–22:40. 2 Cr. 17:7–20:30.
22:48–50, 52–54. 17:35–37.
1. Principio del ministerio de Elías.
1 R. 17:1–24.
2. Situación religiosa y económica del reinado de Josafat.
2 Cr. 17:7–18:1a.
3. Encuentro de Elías con los profetas de Baal.
1 R. 18:1–19:21.
4. Guerra de Acab con Siria.
1 R. 20:1–43; 22:1.
5. Incidente de Acab y la viña de Nabot. 853 a. de J.C.
1 R. 21:1–29.
6. Alianza de Josafat con Acab, y la guerra con Siria.
1 R. 22:2–40. 2 Cr. 18:1b–34.
7. Ascensión de Ocozías al trono de Israel.
1 R. 22:52–54.
8. Reformas de Josafat a instigación de Jehú profeta.
2 Cr. 19:1–11.
9. Rebelión de Moab contra Israel.
2 R. 1:1; 3:4, 5.
10. Invasión de Judá por los moabitas, los ammonitas, y los idumeos.
2 Cr. 20:1–30.
11. Alianza comercial entre Ocozías y Josafat.
1 R. 22:48–50. 2 Cr. 20:35–37.
12. Fin del reinado de Ocozías.
2 R. 1:2–18.
13. Ascensión de Joram al trono de Israel.
2 R. 3:1–3.
14. Arrebatamiento de Elías en un carro de fuego. C. 851 a. de J.C.
2 R. 2:1–25.
C. MINISTERIO DE ELISEO.
1 R. 22:51.
10:1–14:16.
Joel 1:1–3:21.
A. REINADO DE JEHU, REY DE ISRAEL.
2 R. 9:1–28, 30–37. 2 Cr. 22:7–24:5.
10:1–33.
11:1–12:5.
1. Rebelión de Jehú y destrucción de la casa de Acab.
2 R. 9:1–28. 2 Cr. 22:7–9a.
9:30–10:17.
2. Destrucción del culto de Baal.
2 R. 10:18–28.
3. Carácter de Jehú, rey de Judá.
2 R. 10:29–31.
4. Usurpación de Atalia en Judá.
12:6–14:16.
1. Fin del reinado de Jehú.
2 R. 10:34–36.
2. Reinado de Joacaz, rey de Israel.
2 R. 13:1–7.
3. Desarrollo del reinado de Joás, rey de Judá.
2 R. 12:6–18. 2 Cr. 24:6–24.
4. Reinado de Joás, rey de Israel.
2 R. 13:8–11, 22, 23.
5. Reinado de Amasías, rey de Judá.
2 R. 14:1–7. 2 Cr. 25:1–4.
12:19–21. 24:25–27.
6. Profecías de Eliseo a Joás, rey de Israel.
2 R. 13:14–21, 24, 25.
7. Campaña de Amasías contra Edom.
2 Cr. 25:5–16.
8. Ultimos días de Joás, rey de Israel.
2 R. 14:8–14. 2 Cr. 25:17–24.
13:12, 13.
2 R. 14:15, 16.
V. EPOCA DE JEROBOAM, REY DE ISRAEL. (Desde la subida al trono de Jeroboam II
hasta la muerte de su hijo). 785–748 a. de J.C.
2 R. 14:17–15:5. 2 Cr. 25:25–26:21.
15:8–12, 32, 33. 27:1, 8.
Jon. 1:1–4:11.
Am. 1:1–9:15.
Os. 1:1–14:9.
A. REINADO DE JEROBOAM II.
2 R. 14:23–27.
B. PROFECIA DE JONAS.
Jon. 1:1–4:11.
(A) INTRODUCCION A LA PROFECIA DE JONAS.
Jon. 1:1–4:11.
1. Nombre y parentela del profeta.
2. Vida y ministerio de Jonás.
3. Motivo de la huída del profeta.
4. Carácter de Jonás como profeta.
5. Historicidad de la Profecía de Jonás.
6. Autor y fecha de la Profecía de Jonás.
7. Lecciones de la Profecía de Jonás.
8. Propósito de la Profecía de Jonás.
9. Análisis de la Profecía de Jonás.
(B) BOSQUEJO DE LA PROFECIA DE JONAS.
Jon. 1:1–4:11.
1. Llamamiento de Jonás y su huída. 1:1–16.
2. Permanencia de Jonás en el vientre del pez. 2:1–11.
3. Predicación de Jonás en Nínive. 3:1–10.
4. Enojo del profeta. 4:1–11.
(C) NOTAS SOBRE LA PROFECIA DE JONAS.
Jon. 1:1–4:11.
C. REINADO DE UZIAS (AZARIAS), REY DE JUDA.
15:1–4.
1. Ultimos días de Amasías, rey de Judá.
2 R. 14:17–20. 2 Cr. 25:25–28.
2. Reinado de Uzías solo en Jerusalén.
2 R. 14:21; 15:1, 2. 2 Cr. 26:1, 3.
3. Carácter y obra de Uzías.
2 R. 14:22; 15:3, 4. 2 Cr. 26:2, 4–15.
D. PROFECIA DE AMOS.
Am. 1:1–9:15.
(A) INTRODUCCION A LA PROFECIA DE AMOS.
Am. 1:1–9:15.
1. Vida y ministerio del profeta Amós.
i. Nombre y parentesco.
ii. Pueblo natal.
iii. Oficio.
iv. Preparación de Amós para su ministerio.
v. Llamamiento y carácter del profeta Amós.
vi. Lugar de actuación del profeta Amós.
2. Los tiempos de Amós.
i. Reyes contemporáneos.
ii. Prosperidad de Israel bajo Jeroboam II.
iii. Corrupción moral de Israel.
iv. Condenación de las injusticias en Israel por Amós.
v. La sombra de Asiria.
3. Fecha de la Profecía de Amós.
4. Estilo de la Profecía de Amós.
5. Análisis de la Profecía de Amós.
(B) BOSQUEJO DE LA PROFECIA DE AMOS.
Am. 1:1–9:15.
Sobrescrito. 1:1.
1. Profecías contra las naciones de Palestina. 1:2–2:16.
2. Profecías de juicios sobre Israel. 3:1–6:14.
3. Visiones de juicio sobre Israel. 7:1–9:10.
4. Conclusión: Promesa de la restauración de Israel. 9:11–15.
(C) NOTAS SOBRE LA PROFECIA DE AMOS.
Am. 1:1–9:15.
E. PROFECIA DE OSEAS.
Os. 1:1–14:9.
(A) INTRODUCCION A LA PROFECIA DE OSEAS.
Os. 1:1–14:9.
1. Nombre del profeta.
2. Tiempos de Oseas y fecha de su profecía.
i. Tiempos de Oseas.
32, 33.
1. Muerte de Jeroboam II.
2 R. 14:28, 29a.
2. Ascensión de Zacarías al trono de Israel.
2 R. 14:29b; 15:8–12.
3. Lepra de Uzías (Azarías), y regencia de Joatam.
2 R. 15:5, 32, 33. 2 Cr. 26:16–21.
27:1, 8.
VI. EPOCA DE LA DECLINACION DE ISRAEL. (Desde el fin de la dinastía de Jehú hasta
la destrucción de Samaria). 748–722 a. de J.C.
28:1–31:21.
Is. 1:1–66:24.
Miq. 1:1–7:20.
(I) ANARQUIA EN ISRAEL. 748–735 a. de J.C.
2 R. 15:13–28. (1 Cr. 5:26a).
16:2a. 2 Cr. 28:1a.
(Os. 4:1–14:9).
1. Reinado de un mes de Sallum en Samaria.
2 R. 15:13–16.
2. Ascensión de Menahén al trono de Israel (748 a. de J.C.).
2 R. 15:17, 18.
3. Correinado de Acaz con Joatam su padre.
2 R. 16:2a. 2 Cr. 28:1a.
4. Actuación posterior del profeta Oseas.
(Os. 4:1–14:9).
5. Pago de tributo a Teglatfalasar III por Menahén (c. de 738).
15:34–38.
(Is. 1:1–12:6).
(17:1–14).
(Miq. 1:1).
1. Principio del ministerio de Isaías (735 a. de J.C.).
(Is. 1:1–6:13).
2. Muerte de Uzías, rey de Judá, y reinado de Joatam y Acaz.
2 R. 15:6, 7. 2 Cr. 26:22, 23.
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17:3–41.
18:l–7a, 9–12.
(Is. 14:24–16:14).
(28:1–29).
1. Principio del reinado de Ezequías.
2 R. 16:19, 20. 2 Cr. 28:26–31:21.
18:1–7a.
2. Profecías de Isaías en contra de las naciones extranjeras (727–22 a. de J.C.).
(Is. 14:24–16:14).
(28:1–29).
3. Caída de Isreal.
2 R. 17:3–41.
18:9–12.
INTRODUCCION GENERAL
Para encontrar exposiciones en detalle de los temas relacionados con la obra, pueden
consultarse la Introducción General del Tomo I y la del Tomo II.
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los vínculos entre ellos y las naciones vecinas. Se incluyen algunas notas arqueológicas y se
explica la significación de ciertos pasajes difíciles de los libros históricos y proféticos.
El bosquejo se desarrolla de acuerdo a la serie de épocas, las cuales toman su nombre del rey
más importante de cada período, o de alguna característica saliente de la época. Por el hecho
de que los autores bíblicos mezclan la historia de Judá e Israel, como necesariamente lo
tuvieron que hacer, al dar una exposición paralela de la historia de ambas naciones, es
imposible dividir el bosquejo según los reinados de cada rey de Judá y de Israel.
A continuación se da el resumen del bosquejo de las épocas principales de la Historia Paralela
de Judá e Israel:
INTRODUCCION, DIVISION DEL REINO.
I. EPOCA DE ROBOAM.
II. EPOCA DE ASA.
III. EPOCA DE JOSAFAT.
IV. EPOCA DE JEHU, REY DE ISRAEL.
V. EPOCA DE JEROBOAM, REY DE ISRAEL.
VI. EPOCA DE LA DECLINACION DE ISRAEL.
INTRODUCCION
DIVISON DEL REINO
Nos será interesante observar cómo la nación hebrea, que en tiempos de Saúl, David, y
Salomón, presentaba al mundo un frente enteramente unido, llegó a dividirse, después de la
muerte del último rey que se menciona, en dos naciones distintas.
En este capítulo introductorio expondré algunas de las causas por las cuales se verificó dicha
división. Identificaré también las tribus que se separaron, hasta donde esto puede
determinarse. Finalmente haré notar el importante factor de la división de la nación, en la
destrucción de la teocracia: la caída de Samaría (capital del norte) en 722; la destrucción de
Jerusalén (capital del sur) en 586 a. de J.C.
1. Causas que provocaron la división del reino
Ya he referido en los Tomos I y II el hecho de que desde épocas muy remotas existía entre
el pueblo israelita una tendencia hacia la división. En la exposición que sigue se comentará
nuevamente esta tendencia.
La separación del pueblo en dos naciones, en el tiempo de Roboam, no fue, pues, una nueva
cosa, sino que representaba un sentir general ya conocido entre el pueblo. Enumero varios
motivos que ayudarán a explicar el cisma.
i. Fusión con las tribus nativas
Uno de los motivos que causó la separación del pueblo en dos naciones distintas fue la fusión
con las tribus nativas de Canaán. La admisión de tribus paganas de las distintas regiones de
Palestina, con sus costumbres características, contribuyó a formar el carácter distintivo de
cada tribu israelita, dando como resultado que la tribu meridional de Judá se diferenciara
tanto en cultura y en punto de vista religioso que las tribus septentrionales. (Comp. Kent,
History of the Hebrew People: The Divided Kingdom, pág. 17.)
ii. Aislamiento del pueblo en el tiempo de los jueces
En el tiempo de los jueces, hubo muy poco espíritu de unidad entre el pueblo. Aquel fuerte
sentimiento de unidad que existió entre el pueblo israelita cuando se encontraba en Egipto, y
después en el período de migraciones por el desierto, desapareció una vez que la nación se
esparció por la tierra de Canaán. No habiendo medios fáciles de comunicación, y siendo el
pueblo agricultor e independiente, fue fácil que las tribus se adaptasen a una vida aislada,
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relacionándose muy poco unas con otras. Además, la topografía de Palestina con sus
montañas, sus regiones accidentadas, sus ríos y desiertos, acrecentaron el aislamiento de las
tribus.
Sólo cuando algún enemigo los atacaba y los dominaba, se aliaban las diferentes tribus del
país que eran amenazadas, para resistir al enemigo. Así que, siempre después de una crisis,
hubo cierta unidad nacional (o a lo menos, regional), por algún tiempo. Tales unificaciones
del pueblo se verificaron en las épocas de Barac, de Gedeón, de Jefté, de Samsón, y de otros
de los renombrados jueces del período.
iii. Rivalidad entre Judá y Efraim
Es probable que una de las causas principales que contribuyó a la secesión que se efectuó a
la muerte de Salomón, fue la rivalidad que siempre había existido entre las dos tribus más
fuertes: la de Judá y la de Efraim. Estas eran las tribus que siempre habían dominado la
nación, la primera en el sur, y la segunda en el norte.
Estudiaremos ahora el desarrollo de esta rivalidad, que culminó tan desastrosamente en la
división del reino cuando Roboam sucedió a Salomón en el trono de Israel:
a. La primogenitura entre los hijos de Jacob
Tanto la tribu de Judá como la de Efraim tenían antecedentes históricos que los respaldaban
al pretender la autoridad de la nación, basándose en la bendición que dio Jacob a sus doce
hijos.
Parece que a Judá le fue dada la primogenitura espiritual por su padre Jacob, y a José la
primogenitura material (véanse las notas sobre Gén. 48:5, 7, Tomo I, pág. 241 y sig.). De los
dos hijos de José, Efraim fue el que tuvo la preeminencia (Gén. 48:13, 17–19).
b. Tiempo de los jueces
Ya he hecho referencia al estado de aislamiento y desunión que existían entre el pueblo
hebreo durante la época de los jueces. Fue en este período, el primero que los hebreos pasaban
en su tierra, cuando la característica de desunión se dejó ver de una manera muy marcada,
para cristalizarse después en la división del reino.
Aunque no se nota en el período de los jueces ningún conflicto entre las dos tribus
predominantes (Judá y Efraim), sí sabemos que crecía la rivalidad con el aumento de la
influencia de Efraim en el norte, y la afirmación de la posición de Judá en el sur.
c. Reinado de Saúl
La unión que Saúl consiguió al principio de su reinado sobre Israel, se debió en gran parte a
un estado de guerra que prevalecía; esto le dio el apoyo de todo el pueblo que unió sus
esfuerzos para resistir al enemigo. Esta historia se relata en 1 Sam. 11:1–11.
d. Reinado de David
Después de la muerte de Saúl, que temporalmente había conseguido la unión de la nación
bajo su autoridad, el reino se dividió en dos, según la división natural que vamos comentando.
Judá se fue con David, e Israel se fue con el hijo de Saúl, Is-boset. Fue sólo hasta después de
varios años de lucha que David pudo unir bajo su dominio a todas las tribus, unión que se
efectuó cuando Is-boset fue asesinado.
El país volvió a dividirse durante el reinado de David, cuando Absalom, el hijo predilecto de
David, se rebeló. Judá apoyó al joven príncipe, mientras que las tribus del norte
permanecieron fieles a David. Después de que el joven Absalom fue muerto y la contienda
terminó, nuevamente surgió la rivalidad entre Efraim y Judá, y estalló la guerra civil. Pero
esta vez Judá apoyó a David, e Israel le fue contrario. Véase el relato en 2 Sam. 19:43 y sigs.
Después de una lucha amarga, Joab, el general de las fuerzas de David, pudo aplastar la
rebelión. Por la pronta acción de su comandante en jefe, David consiguió otra vez la unión
de su reino, y gobernó en paz en Jerusalén.
e. Reinado de Salomón
Cuando comenzó el reinado de Salomón, hijo de David, la autoridad real fue firmemente
establecida sobre toda la nación. El pueblo estaba en paz y su situación económica era
próspera. Por esto, el pueblo estaba satisfecho con el gobierno. Pero a la muerte del rey, las
condiciones favorables habían cambiado mucho, como se verá en el párrafo siguiente.
f. Reinado de Roboam
La situación económica del país al fin del reinado de Salomón, era muy distinta de lo que
había sido al principio. El pueblo estaba agobiado con el peso de los impuestos excesivos, y
con los trabajos forzados que tuvieron que efectuar para realizar las grandes obras públicas
de Salomón, que fueron llevadas a cabo mediante la opresión del pueblo.
Esto se deja entrever en la petición que los hombres de Israel, una vez muerto Salomón,
enviaron a Roboam, hijo de Salomón, por medio de Jeroboam, a quien le había sido
prometido el reino por el profeta Ahías (1 Reyes 11:29–40). La petición de Jeroboam, hecha
en nombre del pueblo, fue la siguiente: “Tu padre agravó nuestro yugo, mas ahora tú
disminuye algo de la dura servidumbre de tu padre, y del yugo pesado que puso sobre
nosotros, y te serviremos” (1 Reyes 12:4; 2 Crón. 10:4). La respuesta negativa de Roboam a
esta justa petición después de haber consultado con los consejeros de su corte, es bien
conocida.
Esta entrevista entre Roboam y los emisarios de las tribus del norte produjo la crisis. La vida
de los israelitas había llegado a ser ardua bajo el gobierno de un rey que había procedido de
la tribu de Judá (Salomón). Los hombres del norte creían que un rey que fuera de la región
norteña les tendría más consideración.
La tribu de Efraim era la que más influencia ejercía en el norte, y el adalid de esta tribu era
Jeroboam. Después de la desagradable entrevista con Roboam, los dirigentes israelitas,
grandemente disgustados, eligieron rey a Jeroboam.
Desde ese momento hasta la caída de Samaria, capital del reino del norte en 722 a. de J.C.,
la historia política de Israel septentrional sigue un curso apartado de la de Judá.
iv. Pecado de Salomón
Hemos considerado algunas de las causas políticas, sociales y topográficas que ocasionaron
la división del reino, y ahora veremos que la religión tuvo una parte muy importante en el
cisma.
La causa religiosa de la división fue la decadencia espiritual de Salomón. Su decadencia
moral y espiritual fueron las que lo llevaron a la idolatría, la cual fue la causante que el rey
perdiese una gran parte de su reino, o más bien, que ésta fuera quitada a su hijo Roboam.
La predicción de la división del reino le fue comunicada a Jeroboam, un oficial de Salomón
en sus obras públicas, por el profeta Ahías silonita, como ya se ha dicho (1 Reyes 11:29–40).
El profeta declaró enfáticamente que por el pecado de la idolatría en el cual había caído
Salomón, tenía que ser castigado.
La división del reino es considerada, pues, como un castigo por el pecado, así como una
consecuencia natural por ciertas tendencias que desde el principio se hallan en la historia del
pueblo hebreo.
Fue rara la vez en que ambas naciones pudieron cooperar juntas en contra de un enemigo
común; al contrario, era más frecuente que lucharan entre sí, combatiendo israelita contra
israelita, contra todo designio de Dios, y en contra de las tradiciones nacionales, que decían
que eran de la misma raza y de la misma religión, y debían ser amigos y hermanos, y no
enemigos. Con estas constantes guerras se debilitaron, y aunque técnicamente no fueron
guerras civiles (por tratarse de dos naciones que en política eran diferentes), en la práctica
resultaron ser así. Con este aniquilamiento de hombres y materiales, les fue difícil resistir al
verdadero extranjero cuando éste dio el golpe al país.
Al fin se extinguieron ambas naciones: Israel septentrional para ya no ser restaurada jamás
como una nación independiente, y Judá que volvió a su país después de un largo período de
sufrimientos en el cautiverio.
Y en esto el escritor sagrado ve la mano de Dios, que castigaba el pecado del pueblo, con el
fin de hacer de ellos una nación que más conviniera al propósito divino, que miraba adelante
hacia la realización de la redención de todo el mundo; pero esta redención sólo podía
efectuarse por medio de una nación libre de la idolatría, celosa de la ley de Dios, y que
presentara un ambiente favorable para el desarrollo de la esperanza mesiánica y el
desenvolvimiento de la personalidad que había de cumplir esta esperanza: Jesús.
Así que los hebreos pecaron y por esto fueron al cautiverio, siendo su pecado una de las
causas principales en la división del reino, que es el tema del presente capítulo. En el
cautiverio fueron purificados y volvieron a su tierra las personas más consagradas de la
nación, que con celo y con sabiduría espiritual restablecieron el gobierno en Jerusalén, dando
así un paso más en el adelanto de los propósitos de la providencia de Dios en el mundo.
I. EPOCA DE ROBOAM
(Desde la ascensión de Roboam hasta la muerte de Abías)
931–911 a. de J.C.
1 R. 12:1–14:18.2 Cr. 10:1–13:20a.
14:21–15:8a. 13:21–14:1a.
Este período de la historia de los reinos de Judá e Israel recibe su nombre del hijo de Salomón,
Roboam, que quizás es la figura principal de la época. Este período se extiende desde la
ascensión de Roboam al trono de su padre hasta la muerte de su hijo Abías, o sea, desde 931
hasta 911 a. de J.C. Se estudia también el reino de Jeroboam en el reino del norte.
Ninguno de los tres reyes que figuran en la historia de esta época, Roboam y Abías en el
reino del sur, y Jeroboam en el reino del norte, llevaron una vida moral digna. La propensión
general en sus reinados fue hacia la idolatría y la maldad. En efecto, el nombre de Jeroboam
llegó a ser sinónimo de maldad en todas las épocas posteriores.
1. Principio del reinado de Roboam sobre Judá
1 R. 12:1–19, 21–24. 2 Cr. 10:1–11:4.
Roboam reinó diecisiete años sobre el trono de David en Jerusalén. Su falta de juicio se
destaca en este pasaje.
i. Ascensión de Roboam
1 R. 12:1. 2 Cr. 10:1.
Véanse Gén. 12:6, 7; 33:18–20; Jos. 8:30–35; 24:1; Juec 9:1. Referentes a Siquem como un
lugar de importancia política y religiosa. Fue evidentemente un lugar de reunión de las tribus
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del norte, y Roboam va allí para recibir el voto de lealtad que aparentemente ellos le han de
prestar.
ii. Petición para que se rebajen los impuestos
1 R. 12:2–5. 2 Cr. 10:2–5.
El hecho de que los adalides de Israel llamaron a Jeroboam indica que sabían que él había
sido ungido para ser rey y comprueba que ellos ya concebían un plan de rebelión en contra
de Roboam. La petición para la rebaja de los impuestos no fue más que una excusa para
buscar la ocasión para rebelarse.
iii. Consejos de los ancianos y los jóvenes a Roboam
1 R. 12:6–11. 2 Cr. 10:6–11.
Roboam primero consulta con los ancianos que habían sido consejeros de su padre. Ellos,
conocedores evidentemente de la lamentable opresión que el pueblo había sufrido bajo
Salomón, aconsejan una política benigna. En cambio, los jóvenes que se habían criado con
Roboam, y que estaban destinados a ayudarle a formar su gabinete, aconsejan la dureza. Esta
actitud no era ni justa ni juiciosa: las quejas del pueblo eran justas puesto que el gigantesco
programa de edificación de Salomón había agotado los recursos del pueblo; además, dada la
predisposición del pueblo a la rebelión, los consejos de los jóvenes tendían a incitarlo a
sublevarse en seguida.
iv. Dura contestación del rey al pueblo
1 R. 12:12–15. 2 Cr. 10:12–15.
Ya que nosotros sabemos que la situación de Roboam con sus súbditos era precaria, nos
puede sorprender que el nuevo rey contestara tan duramente a la petición de Jeroboam y su
gente. Pero Roboam estaba evidentemente envanecido con la ilusión de que la grandeza de
Salomón había pasado a él, sin considerar que esta grandeza ocultaba una debilidad que
provenía del descontento general que había en el pueblo. El descontento del pueblo era
causado justamente por los impuestos cuya disminución ahora pedían los israelitas, y para
dominar este descontento se requería una política de tacto que el nuevo rey desconocía o no
quería ejercer.
El escritor bíblico explica la necedad del rey con las palabras: Era ordenación de Jehová. En
la Providencia de Dios, convenía a sus grandes propósitos para la nación que la división se
verificase. Los propósitos de la redención habían de ser cumplidos mediante el reino del sur.
Cuando el reino del norte cayó en 722 a. de J.C., dejando al reino del sur solo, no se afectó
en nada el plan de la redención. A pesar de esto, no se disculpa la necia contestación de
Roboam.
v. Rebelión de Israel
1 R. 12:16–19. 2 Cr. 10:16–19.
Se efectúa la división del reino, e Israel se vuelve a sus ciudades del norte, separándose para
nunca más unirse con Judá. El autor sagrado hace excepción de ciertos israelitas que vivían
en el sur, y que naturalmente eran súbditos de Roboam: Reinó Roboam sobre los hijos de
Israel que moraban en las ciudades de Judá. (Comp. Keil, Rawlinson, y Barnes.)
Desde este capítulo, el autor de Reyes emplea el término Israel con referencia al reino
septentrional, y el término Judá en relación con el reino meridional.
vi. Profecía de Semaya
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V. véase; véanse.
comp. compárese; compárense.
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Puede preguntarse, ¿por qué prohibió Dios tal cosa? Probablemente porque el mezclar las
obligaciones sociales con la sagrada obligación moral, de amonestar severamente al pagano
rey con el mensaje, podía hacer que disminuyera el efecto benéfico que se deseaba que el
mensaje produjera sobre el rey Jeroboam: Dios quería el arrepentimiento del rey y no su
destrucción. Barnes sugiere que la comida del rey era carne ofrecida como sacrificio, y comer
indicaría tomar parte en el culto idólatra.
El profeta fue después tentado por un viejo profeta de Israel que lo invitó a comer. El viejo
profeta venció las objeciones del profeta de Judá con una mentira: Que un ángel de Dios le
había instruído a invitarlo. ¿Qué cosa lo instó a cometer tal crimen? Quizás fue el deseo de
manifestar la hospitalidad, o de compartir el prestigio que el profeta de Judá había ganado en
el palacio. Terry sugiere que pudo haber sido por celos, ya que el profeta de Judá invadía un
terreno que el otro pensaba que era el suyo: Al invitarlo por celos esperaba que si su rival
aceptaba moriría por desobedecer, lo que efectivamente se verificó. Esta explicación parece
ser la mejor. Si es así, podemos imaginarnos con qué alegría él le dijo al profeta desobediente
un poco después, Por cuanto has sido rebelde …, no entrará tu cuerpo en el sepulcro de tus
padres (vs. 21, 22).
Los profetas eran humanos, y por tanto estaban sujetos a cometer errores. Esto no quiere
decir que no estuviesen capacitados para anunciar las verdades espirituales. Dios a menudo
se ha valido de hombres débiles para comunicar sus revelaciones. Véase la nota sobre Balaam
(Núm. 22:1–24:25, Tomo I, pág. 368).
Con respecto a la severidad del juicio con que fue castigado el profeta de Judá, dice
Rawlinson, “Primero, el pecado, o sea, la desobediencia a ciertos mandamientos positivos de
Dios, era un pecado que requería en este tiempo un castigo ejemplar. Puesto que era
exactamente el mismo pecado en que Jeroboam y sus adherentes habían caído; y segundo, la
muerte temporal no es uno de los castigos más duros de Dios …”
c. Entierro del profeta de Judá
1 R. 13:25–32.
El viejo profeta honró a su colega de Judá, al hacerlo enterrar. De la petición que él hizo a
sus hijos de que cuando muriese quería descansar junto al profeta de Judá, podemos deducir
quizás que él se arrepintió o a lo menos se avergonzó de lo que había hecho.
d. Jeroboam continúa en pecado
1 R. 13:33, 34.
Jeroboam, a pesar de las amonestaciones del profeta de Judá, siguió en su mal camino. El
punto más grave de su pecado parece ser en que hacía sacerdotes a los que él quería, sin
considerar que éstos no eran de la línea genealógica de Aarón.
ii. Consulta de Jeroboam a Ahías
1 R. 14:1–18.
Es interesante que cuando Jeroboam tuvo una aflicción verdadera, la enfermedad de su hijo
Abías, envió a su mujer a consultar, no a los sacerdotes de la religión que él había instituído,
sino al profeta de Jehová, el mismo que hacía años le había predicho que sería rey (1 R.
11:29–40).
a. Consulta de la esposa de Jeroboam con Ahías
1 R. 14:1–4.
Temiendo que el profeta Ahías lo reconocería si él iba, Jeroboam envió a su esposa disfrazada
y con un obsequio para que fuera a consultar al profeta que vivía en Silo, antiguo lugar
sagrado donde el tabernáculo reposó durante casi cuatro siglos.
b. Profecía de la destrucción de la dinastía de Jeroboam
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1 R. 14:5–16.
Por intuición divina, Ahías reconoció a la esposa del rey, y le declara su verdadera identidad.
Después de recordar la posición de responsabilidad a la cual Jeroboam había sido elevado
por Jehová, señala sus pecados, profetiza la destrucción de su casa por uno que tomará su
trono. Luego le dice que su hijo morirá, y termina prediciendo el cautiverio de Israel.
c. Cumplimiento de la profecía de Ahías
1 R. 14:17, 18.
De acuerdo a la palabra del profeta, el hijo del rey murió, y así empezó a cumplirse la amarga
serie de anuncios que Ahías había predicho con respecto a Jeroboam y su reino.
5. Ultima parte del reinado de Roboam
1 R. 14:21–31; 15:6. 2 Cr. 12:1–16.
i. Pecado de Roboam y Judá
1 R. 14:22–24. 2 Cr. 12:1.
Como ya se ha señalado, sólo tres años había pasado Roboam en el trono cuando abandonó
la religión de Jehová (2 C. 11:17), y con él, todo Judá. En este pasaje se da una descripción
de los muchos vicios y de la idolatría del pueblo.
ii. Invasión de Sisac, faraón egipcio 926 a. de J.C.
1 R. 14:25–28. 2 Cr. 12:2–12.
Nota arqueológica. En el muro meridional del gran templo de Amón, en Karnak, Egipto, hay
una escultura que representa la campaña de Sisac en Palestina. Se mencionan unos 156
lugares capturados en esta expedición. Una figura grande que representa a Sisac conduce a
varios grupos de cautivos atados con sogas. Cada uno tiene un escudo que lleva el nombre
de una ciudad de Palestina. En el cuadro Sisac los amenaza con una vara (Price, The
Monuments and the Old Testament, pág. 264 y sig.).
Sólo un año había pasado el rey en la idolatría cuando vino el castigo, porque en el quinto
año del reinado de Roboam, Sisac invadió a Palestina y sitió a Jerusalén, y la tomó. El profeta
que explicó al rey de Judá la causa de su fracaso fue Semaya. La amonestación del profeta
fue oída, y el rey y sus aconsejadores se humillaron. Este arrepentimiento hizo que
disminuyera el castigo: Aunque el egipcio se llevó los tesoros del templo, no despojó a
Roboam del reino.
iii. Resumen del reinado de Roboam
1 R. 14:21, 29–31; 15:6. 2 Cr. 12:13–16.
a. Período de su reinado
1 R. 14:21. 2 Cr. 12:13.
El reinado de Roboam duró diecisiete años, desde 931 hasta 914 a. de J.C. La madre de
Roboam era ammonita, y Salomón edificó templos para los ídolos que ella adoraba (1 R.
11:1, 5, 7). Quizás en este hecho podemos ver algo que nos explica la inclinación de Roboam
hacia la idolatría.
b. Referencias a otras fuentes históricas
1 R. 14:29. 2 Cr. 12:15a.
El libro Crónicas de los reyes de Judá no es nuestro libro canónico de Crónicas, que
probablemente fue escrito como en el año 300 a. de J.C. De los libros de Semeías profeta, y
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de Iddo vidente, no se sabe nada. El pasaje enseña que los escritores sagrados tenían fuentes
literarias de las cuales sacaban sus datos.
c. Guerra con Israel
1 R. 14:30; 15:6. 2 Cr. 12:15b.
Semaya el profeta había prohibido la expedición que Roboam quiso hacer para suprimir la
revolución de Jeroboam. Pero una guerra constante de frontera parece haber continuado
durante su reinado.
d. Vida pecaminosa de Roboam
2 Cr. 12:14.
Ya se ha comentado la vida idólatra e inicua del rey de Judá. Aquí lo afirma el autor bíblico
en el párrafo en que da el resumen de la vida de Roboam.
e. Muerte de Roboam y ascensión de su hijo
1 R. 14:31. 2 Cr. 12:16.
Muere Roboam en el año 914 a. de J.C., siendo sepultado en Jerusalén, y en su lugar sube su
hijo, Abías.
6. Reinado de Abías en Judá. 914–911 a. de J.C.
1 R. 15:1–5, 7, 8a. 2 Cr. 13:1–20a, 21, 22; 14:1a.
Aunque el reinado de Abías fue breve, y relativamente sin importancia, el autor de Crónicas
dedica considerable espacio al acontecimiento de mayor importancia en su reinado: la guerra
entre Abías y Jeroboam I, rey de Israel.
i. Ascensión de Abías
1 R. 15:1, 2. 2 Cr. 13:1, 2a.
Abías subió al trono en el año dieciocho de Jeroboam I.
La madre de Abías era hija de Abisalom, es decir, nieta de Absalom. En el relato de Crónicas
se dice que era hija de Uriel. La explicación probable es que la hija de Absalom, (hijo
predilecto de David), que se llamaba Tamar, se casó con Uriel, siendo su hija Maacha
(Michaia), la cual llegó a ser esposa de Roboam (comp. Keil, Baehr, Josefo: Ant., VIII x. 1).
ii. Carácter de Abías
1 R. 15:3–5.
El mal carácter de Abías no nos sorprende, en vista del carácter de su padre, y sus
antecedentes ammonitas. El escritor sagrado se siente bajo la necesidad de explicar por qué
esta mala familia no es echada por sus pecados, estando su explicación basada en el hecho
de la promesa que Dios hizo a David, de que tendría una descendencia perpetua sobre el trono
en Jerusalén.
iii. Guerra entre Abías y Jeroboam
1 R. 15:7b. 2 Cr. 13:2b-20a.
Aunque Abías no era bueno, y su carácter es descrito en la Biblia como malo, él invocó el
nombre de Jehová en el momento crítico de su guerra contra Jeroboam. Cuando el rey
israelita tendió una emboscada a Abías, y éste vio que estaba en peligro de perecer, llamó en
su auxilio a Jehová, y fue librado de la amenaza, a pesar de que Jeroboam tenía dos veces
más soldados. Después ganó una gran victoria, y llegó hasta conquistar varias ciudades del
sur de Israel, incluso Betel. El dominio de Abías en Betel fue sólo provisional y momentáneo,
pero de esta manera impidió que Jeroboam lo molestase más durante su vida.
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Una alianza de sal (v. 5) significaba una alianza segura: La sal era un elemento
imprescindible en las comidas, y aquéllos que la comían juntos eran amigos perpetuos, lo
que dio origen al dicho, “Hay sal entre nosotros” (comp. Elmslie, y Curtis).
iv. Familia de Abías
2 Cr. 13:21.
Abías, como sus predecesores, tuvo muchas esposas y muchos hijos.
v. Muerte de Abías
1 R. 15:7a, 8a. 2 Cr. 13:22; 14:1a.
La muerte de Abías ocurrió en el año 911 a. de J.C. Su nombre se escribe en el libro de Reyes
como Abiam.
II. EPOCA DE ASA
(Desde la ascensión de Asa hasta su muerte)
911–871 a. de J.C.
1 R. 14:19, 20. 2 Cr. 13:20b.
15:8b–16:34. 14:1b–17:1.
El reinado de Asa duró unos cuarenta años. En este período se incluye la historia de los
reinados del norte y del sur, la última parte del reinado de Jeroboam I, y los reinados de
Nadab, Baasa, Ela, Zimri, Omri, y el principio del reinado de Acab. Asa fue un rey justo y el
relato que se da en Crónicas y que ilustra su piedad es más extenso que el de Reyes. Las
relaciones de este rey con el reino del norte se registran en detalle.
1. Principio del reinado de Asa, rey de Judá
1 R. 15:8b–11. 2 Cr. 14:1b–8.
i. Ascensión de Asa
1 R. 15:8b–10. 2 Cr. 14:1b.
Asa, hijo de Abías, subió al trono de Jerusalén en el año 911 a. de J.C. Esto correspondía con
el año veinte de Jeroboam I en el norte. Su reinado empezó con diez años de paz.
La afirmación de que Maacha era madre de Asa probablemente quiere decir que era su abuela
(véase nota sobre la Ascensión de Abías, 1 R. 15:1, 2).
ii. Carácter de Asa, y reformas
1 R. 15:11. 2 Cr. 14:2–5.
El concepto del autor de Reyes sobre el carácter de Asa es que hizo lo recto. El libro de
Crónicas describe en detalle las distintas reformas que llevó a cabo el rey de Judá.
iii. Fortificaciones de Asa
2 Cr. 14:6–8.
Asa tuvo diez años de paz al principio de su reinado, y estos años los ocupó en la construcción
de fortalezas para el tiempo cuando fuese amenazado por sus enemigos.
2. Reinado de Nadab sobre Israel
1 R. 14:19, 20; 15:25, 26. 2 Cr. 13:20b.
i. Muerte de Jeroboam I
1 R. 14:19, 20a. 2 Cr. 13:20b.
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La muerte de Jeroboam, después de una larga vida de corrupción e idolatría, ocurrió en 910
a. de J.C. Reinó veintidos años. El libro de las historias de los reyes de Israel mencionado
aquí no debe ser confundido con nuestro libro canónico de Reyes.
ii. Ascensión de Nadab
1 R. 14:20b; 15:25.
Jeroboam I fue seguido por su hijo Nadab, quien ascendió al trono del reino septentrional en
910 a. de J.C. Esto correspondió al segundo año de Asa, rey de Judá. El reinado de Nadab
duró sólo dos años.
iii. Carácter de Nadab
1 R. 15:26.
El hijo de Jeroboam I dio el mismo testimonio que su padre: e hizo lo malo, con todo lo que
esto implica en vicios y en idolatría.
3. Principio del reinado de Baasa
1 R. 15:27–31, 33, 34.
i. Asesinato de Nadab por Baasa
1 R. 15:27–31.
En el tercer año de Asa, rey de Judá, o sea, en 909 a. de J.C., Baasa asesinó a Nadab, hijo de
Jeroboam. Después de haber asesinado al rey, Baasa ordenó que se mataran a todos sus
parientes. De esta manera se cumplió la profecía de Ahías tocante a la destrucción de la
familia de Jeroboam.
Así se inició la serie de conspiraciones y regicidios que perturbaron la larga historia de Israel,
de modo que nueve dinastías seguidas ocuparon el trono durante los 209 años en que el reino
existió.
ii. Ascensión de Baasa al trono de Israel
1 R. 15:33, 34.
Habiendo barrido la simiente del rey, Baasa facilitó su ascensión al trono de Israel. Con el
acto sangriento del regicidio, empezó su largo reinado de corrupción. Su autoridad duró
veinticuatro años, desde 909 hasta 886 a. de J.C. Estableció su ciudad capital en Tirsa.
4. Invasión de Judá por Zera cusita (c. 900 a. de J.C.)
2 Cr. 14:9–15.
Cusita (VM) aquí podría referirse a Etiopía. Zera podría ser Osorkón I o II, faraón de Egipto
de la dinastía vigésima segunda, (comp. Curtis; Keil; DEHA, artículo Egipto.) Brugsch, cit.
en Zoeckler, lo toma como un rey etíope, no egipcio, teoría que Zeockler acepta. Elmslie lo
cree un cusita de Cus, en Arabia. La primera opinión es la que más aceptación tiene.
El ejército de un millón que el autor bíblico atribuye a Zera es mucho mayor que cualquier
fuerza militar que el rey de Judá podría haber levantado. El valor religioso del relato resalta
en que Asa apeló a Jehová por ayuda, siendo su petición oída y la victoria concedida.
5. El profeta Azarías
1 R. 15:12–15. 2 Cr. 15:1–18.
El profeta Azarías era uno de aquella muchedumbre de profetas de Israel y de Judá, muchos
de ellos sin nombres, cuyos mensajes se conservan en fragmentos en los libros históricos,
pero que, como los profetas posteriores, no escribieron largos tratados que llegaron a ser
incorporados entre los escritos canónicos.
i. Encuentro de Azarías con Asa
2 Cr. 15:1–7.
Obed, padre de Azarías, se escribe mejor Oded (con la VM). Su identificación por algunos
comentadores antiguos con el profeta Iddo no tiene un fundamento seguro.
Esta profecía es comparada con Os. 3:4, 5 por algunos autores, y es interpretada como futura
(y así la entienden Keil, Zoeckler, FTA, y otros). Terry lo relaciona con el período de los
jueces (comp. Rawlinson). Es mejor pensar que el pasaje se refiere a toda la historia de la
nación hasta el momento (y así piensa Curtis).
El profeta recuerda al rey que en muchas épocas del pasado, el pueblo, por su pecado, se
había retirado de la gracia de Dios, y las calamidades que sufrieron por esta causa. Les enseña
también que si buscan a Dios, y si se esfuerzan, y no permiten desfallecer sus manos, Dios
estará con ellos.
ii. Resultado de las palabras de Azarías: Reforma
1 R. 15:12–15. 2 Cr. 15:8–18.
Como resultado de la advertencia del profeta, el rey Asa hizo una reforma, limpiando la tierra
de inmoralidad y corrupción, y quitando las fuentes de idolatría.
Como se ha señalado antes (1 R. 15:1, 2, 15:8b–10, y notas), Maacha fue probablemente su
abuela. Y puesto que ocupó el lugar de reina madre, su influencia debe haber sido grande.
Siendo ammonita, había sido criada en una religión pagana, la de Moloc. En Canaán erigió
un ídolo de su religión nativa, en un bosque, es decir, para Asera (comp. la VM). Véase la
nota de Ex. 34:13, Tomo I, pág. 301.
Los altos eran los santuarios consagrados para el culto de Jehová, aunque eran ilegales,
siendo el único lugar verdadero el templo de Jerusalén. Al principio de su reinado Asa hizo
un esfuerzo para quitarlos (2 C. 14:4, 5). Quizás en el intervalo que había transcurrido, éstos
habían sido restaurados, y perduraban aún después de la gran reforma que produjo la
advertencia de Azarías.
6. Guerra entre Asa y Baasa
1 R. 15:17–22, 16, 32. 2 Cr. 15:19; 16:1–10.
i. Fortificación de Ramá por Baasa
1 R. 15:17–22, 16, 32. 2 Cr. 15:19; 16:1–6.
La ciudad de Ramá se identifica probablemente con Er-Ram, que estaba a unos ocho
kilómetros al norte de Jerusalén. Temiendo el poderío que esta fortaleza daría a Baasa, Asa
mandó un regalo que provenía de los tesoros del templo y del palacio a Ben-hadad, rey de
Siria, buscando alianza con él. Al saber Baasa que Asa se había aliado con Siria, dejó de
edificar a Ramá, y retiró sus fuerzas a Tirsa. Entonces Asa destruyó las fortificaciones de
Ramá y con el material fortificó a dos ciudades suyas que estaban sobre el límite entre Judá
e Israel, a Geba y Mizpa. La guerra civil persistió durante todo el tiempo de Asa y Baasa.
ii. Reprensión de Asa por el profeta Hanani
2 Cr. 16:7–10.
El profeta Hanani reprendió a Asa por haber solicitado la alianza con Ben-hadad, en vez de
haber confiado en Jehová. A pesar de que el rey de Judá había sabido depender de Jehová en
los días difíciles de la invasión cusita, le faltó la fe cuando se vio amenazado por el rey
israelita. Al ser amonestado por el vidente, el rey lo echó a la cárcel. Su irritación se extendió
a tal extremo que aun oprimió al pueblo en este tiempo.
7. Fin del reinado de Baasa
1 R. 16:1–6a.
i. Profecía de Jehú de la destrucción de la casa de Baasa
1 R. 16:1–4.
El profeta Jehú fue hijo de Hanani, y tenía el mismo espíritu valiente que su padre. Jehú se
presentó al rey israelita y anunció la destrucción de su casa.
ii. Muerte de Baasa
1 R. 16:5, 6a.
Después de un reinado de venticuatro años, Baasa murió en 886 a. de J.C., siendo sucedido
en el trono por su hijo.
8. Reinado de Ela
1 R. 16:6b–10.
El reinado de Ela sólo duró dos años. En el año segundo (885) fue muerto por Zimri, de
acuerdo a la profecía de Jehú.
9. Reinado de Zimri
1 R. 16:11–15.
Los siete días que duró el reinado de Zimri fueron ocupados en el exterminio de la simiente
de Baasa y Ela. Así fue raída la casa de Baasa, como Jehú había anunciado.
10. Reinado de Omri sobre Israel
1 R. 16:16–28a.
i. Omri declarado rey por el pueblo
1 R. 16:16.
Aunque Zimri se había declarado rey, y se estableció en Tirsa, ciudad capital de Israel, esto
no fue del agrado del pueblo, que levantó a Omri, general del ejército, a la autoridad real.
ii. Muerte de Zimri
1 R. 16:17–20.
Omri, con el ejército que tenía a su mando, puso sitio a Tirsa, y la tomó. Viendo Zimri que
su causa estaba perdida, se encerró en el palacio y le puso fuego, muriendo entre las llamas.
iii. Guerra civil entre Omri y Tibni
1 R. 16:21, 22.
Omri no conquistó inmediatamente el dominio total en su nuevo reino, sino que a sus
ambiciones se opuso Tibni, que logró el apoyo de la mitad del pueblo. El breve reinado de
Zimri empezó en el año veintisiete de Asa (1 R. 16:15), y el reinado de Omri, después de su
dominio de Tibni, empezo en el año treinta y uno de Asa (1 R. 16:23), pues la guerra civil
duró cuatro años.
iv. Reinado de Omri solo
1 R. 16:23–28a.
Omri venció a Zimri en el año 885 a. de J.C. Logró dominar a Tibni en 881, cuando se sentó
sin disputa sobre el trono. Su reinado duró doce años, en los que se incluyen los cuatro años
de guerra civil.
Aunque el autor sagrado dedica poco espacio a Omri, éste fue una persona importante en el
escenario internacional. El poco interés del escritor en Omri se explica en que no hubo
grandes héroes espirituales en su tiempo, como Elías y Eliseo en tiempo de Acab su hijo.
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2 R. 1:1–8:29; 9:29.
La época de Josafat empieza con la ascensión al trono de Judá de este buen rey, y termina
con el ungimiento de Jehú para ser rey en el norte. Duró desde 871 hasta 842 a. de J.C.
Aunque fue un período breve, puede llamarse la época de gloria espiritual del reino del norte,
pero no porque la vida moral de los israelitas haya sido elevada, sino porque fue en este
tiempo cuando florecieron los dos grandes adalides espirituales Elías y Eliseo en el reino
septentrional de Israel.
En el sur, la autoridad de un rey bueno (Josafat) pudo guardar, hasta cierto punto, la buena
moral del pueblo durante los veinticinco años de su reinado. En el norte, una serie de reyes
malos (Acab, Ocozías, y Joram) produjo una condición pésima a la ya confusa situación
religiosa. Si todavía no era suficiente el culto idólatra de los becerros de oro, la introducción
del culto de Baal por Acab y Jezabel rebajó aún más el nivel moral del pueblo.
Dividimos la exposición de la época de Josafat en tres partes, a saber:
A. PRINCIPIO DEL REINADO DE JOSAFAT.
B. MINISTERIO DE ELIAS.
C. MINISTERIO DE ELISEO.
A. PRINCIPIO DEL REINADO DE JOSAFAT
1 R. 22:41–47. 2 Cr. 20:31–33.
17:2–6.
Ahora empezamos el estudio de la vida de uno de los mejores reyes de Judá, que mayormente
tuvo la aprobación de Dios y de sus profetas. Fue un rey bueno, aunque débil en ciertos
sentidos, como se señalará después.
1. Ascensión de Josafat al trono de Judá
1 R. 22:41, 42. 2 Cr. 20:31.
El principio del reinado de Josafat corresponde con el cuarto año de Acab. Josafat reinó
veinticinco años, desde 871 a. de J.C. hasta 846.
El lector habrá notado cuán a menudo se menciona el nombre de la madre de un rey. Esto se
debe a que la reina madre ejercía gran influencia en la política de la corte.
2. Reformas religiosas y políticas de Josafat
1 R. 22:43–47. 2 Cr. 20:32, 33.
La descripción que se da aquí de Josafat es que fue haciendo lo recto en los ojos de Jehová,
como Asa su padre. Hizo ciertas reformas morales, aunque dejó los altos, los lugares ilícitos
en que se hacía el culto de Jehová.
Se apartó Josafat de la política de su padre, que había guardado enemistad con Israel, en que
hizo paz con Acab. Quizás la debilidad que demostró (cuando casó a su hijo con una hija de
Jezabel, y cuando tomó parte con Acab en la guerra contra Siria) se debió a este deseo de
mantener la paz, deseo que tuvo su origen en el sentimiento de la inferioridad militar de Judá
ante Israel.
3. Fortalecimiento del reino por Josafat
2 Cr. 17:2–6.
Las ciudades que Josafat fortaleció fueron ciudades que habían sido tomadas por Abías (2
Crón. 13:19), y retenidas por Asa (2 Crón. 15:8), (comp. Terry, Elmslie). De esta forma el
rev de Judá puso la base para la paz entre él y Acab.
Josafat mostró su semejanza con David en que no abrazó el culto de Baal. Es evidente que
hizo un esfuerzo por quitar los altos (v. 6), aunque no con todo éxito (2 Crón. 20:33) (comp.
Elmslie). También quitó los bosques, las imágenes de madera de la diosa fenicia y cananea,
Asera, o Astarte.
A medida que la rectitud y justicia del rey se pusieron de manifiesto, creció su fama y
popularidad en la tierra, y recibió muchos regalos valiosos. (Así se debe interpretar, y no con
referencia a los impuestos regulares: comp. Keil.)
B. MINISTERIO DE ELIAS
1 R. 17:1–22:40, 48–50, 52–54.2 Cr. 17:7–20:30, 35–37.
2 R. 1:1–3:5.
La segunda parte de la EPOCA DE JOSAFAT tiene como su protagonista principal al gran
profeta de Jehová, Elías. Este hombre es el que resalta en este período como fuerza espiritual
y política en el reino del norte, el de Israel, aunque su influencia se extendió también al del
sur. Siendo Josafat un rey bueno, y Acab y sus hijos malos, era natural que el profeta de Dios
dirigiera sus mayores esfuerzos para el mejoramiento de la vida moral en el norte, donde el
culto de los becerros de oro, y el de Baal, rebajaban el nivel espiritual del pueblo.
1. Principio del ministerio de Elías
1 R. 17:1–24.
i. Primer anuncio de Elías
1 R. 17:1–7.
Elías era habitante de Galaad, en el este de Palestina. El profeta recibió su sobrenombre
Thisbita (VM: “tesbita”) del nombre de la ciudad Tisbe, lugar desconocido. Después de
anunciar que no llovería durante algunos años, el profeta se retiró, por orden de Jehová, al
arroyo de Cherith (Carit), donde se escondió. Esto fue una medida de precaución porque el
rey le hubiese dado muerte si lo hubiera encontrado.
Cambiando las vocales de la palabra hebrea que se traduce cuervos (vs. 4, 6), que no fueron
escritas por el autor bíblico, sino que fueron agregadas muchos siglos después de Cristo, la
palabra puede ser traducida árabes. Barnes y Dummelow han adoptado esta traducción, pero
la mayor parte de los eruditos aceptan la traducción cuervos (Skinner, Baehr, Keil,
Rawlinson, Terry, Jamieson, etc.). A. Clarke cita y aprueba el testimonio de Jerónimo al
respecto, “Orbim, accolae villae in finibus Arabum, Eliae dederunt alimenta” (“Los orbines,
habitantes de un pueblo en los confines de los árabes, alimentaron a Elías”.) Sin embargo, no
se conoce tal ciudad ni tal pueblo.
Elías permaneció cerca del arroyo de Carit hasta que éste se secó y cuando nuevamente
escuchó la palabra de Jehová, descrita en el párrafo siguiente.
El ministerio de Elías principió c. de 869 a. de J.C.
ii. Morada de Elías en Sarepta
1 R. 17:8–16.
Sarepta era una aldea en Fenicia, sobre el mar, entre Tiro y Sidón. A este lugar fue mandado
Elías por orden de Jehová. Cuando llegó el profeta al pueblo, se encontró con una viuda que
estaba recogiendo palitos para hacer con ellos un fuego, a fin de cocer una pequeña torta que
ella haría con un puñado de harina y un poco de aceite que era lo último que le quedaba en
casa. Para probarla, el profeta le dijo que si primero preparaba para él una pequeña torta y se
la traía, después habría harina y aceite para que preparase una para ella y su hijo
prometiéndole que mientras durase el hambre en la tierra, no le faltaría a ella ni al hijo, si
hacía al profeta esta gracia. La mujer hizo conforme a lo dicho por el profeta, y se cumplió
la promesa de éste.
Algunos han creído, por cuanto la mujer le dijo a Elías, Vive Jehová Dios tuyo, que ella era
israelita (y así cree Baehr), pero es probable que ella haya sido pagana que reconoce en este
hombre, quizás por su vestido, a un profeta del Dios de Israel (y así interpretan Rawlinson,
Terry, etc.).
iii. Resurrección del hijo de la viuda
1 R. 17:17–24.
Después de haber habitado Elías un tiempo en casa de la viuda, el hijo de ésta murió, y ella,
desesperada por esta calamidad, dice al profeta, ¿Qué tengo yo contigo, varón de Dios?, con
lo cual quiere decir, ¿Qué tenemos nosotros en común? En esta lamentación hay una protesta
que significa que si el mismo espíritu hubiese estado entre ellos, esta tragedia no hubiera
ocurrido, y hay el deseo expresado de que hubiese sido mejor que no se hubieran encontrado
él y ella; en esto y en lo que dice después (¿has venido a mí para traer en memoria mis
iniquidades?) hay una confesión de su pecado y un reconocimiento de que éste es la barrera
que separa al profeta de ella. La mujer, como era común entre la mayor parte de la gente de
aquellos días, ve en su pecado el origen de su calamidad.
En las palabras que el profeta eleva a Dios en su petición (¿aun a la viuda en cuya casa yo
estoy hospedado has afligido, matándole su hijo?) no debemos ver una acusación, sino una
gran simpatía con la angustia de la madre. Keil parafrasea, “Tú, O Señor, mi Dios, según tu
gracia y justicia, no puedes dejar en muerte al hijo de esta viuda.” Luego el profeta se
extendió tres veces sobre el cuerpo del difunto, pidiendo a Jehová que le restaurase el alma.
Baehr sugiere que esta acción fue con el propósito de dar calor al cuerpo y así ayudar a su
revivificación, pero es mejor creer que fue más bien una acción simbólica y espiritual, como
el toque de Jesús cuando sanaba (y con esto concuerdan Keil, y Rawlinson). En contestación
a la oración del profeta, la vida del joven le fue devuelta y paz y fe reinaron otra vez en el
hogar de la viuda.
2. Situación religiosa y económica del reinado de Josafat
2 Cr. 17:7–18:1a.
i. Programa de enseñanza de la ley de Jehová
2 Cr. 17:7–19.
Josafat no solamente hizo ciertas reformas, sino que también inició un programa definitivo
de enseñanza de la ley de Jehová entre el pueblo. Esta obra de enseñanza fue confiada a
ciertos príncipes de rango, que no eran levitas, y de quienes no se sabe más que los nombres,
y a los levitas y a los sacerdotes. Llevando copias de la ley de Dios, éstos salieron por todo
el país de Judá para instruir al pueblo en la ley.
ii. Situación económica de Josafat
2 Cr. 18:1a.
Las riquezas a que el autor bíblico alude aquí, y al poderío militar a que ya nos hemos
referido, fueron un motivo poderoso por lo cual el rey Acab deseaba la alianza que se
menciona en la segunda parte de este versículo (2 C. 18:1b), alianza que no se concluyó sino
hasta mucho después (852 a. de J. C.).
3. Encuentro de Elías con los profetas de Baal
1 R. 18:1–19:21.
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Quizás el acontecimiento más saliente de la vida de Elías es su encuentro con los sacerdotes
de Baal, que en este pasaje se relata.
i. Mandamiento a Elías para que se presente a Acab
1 R. 18:1–6.
El tercer año que menciona el autor bíblico ha de ser contado, no del tiempo cuando empezó
el hambre, sino del principio de la morada de Elías en Sarepta (Keil, etc.). Fue en este tiempo
cuando Jehová ordenó a su profeta que saliese de su retiro, y que fuese a anunciar al rey que
iba a llover, y que el hambre terminaría.
La sequía había llegado a ser tan grave que ni siquiera el rey tenía forraje para los animales
en la caballería real. Para salvar a sus animales, el rey organizó una expedición para buscar
en los rincones del país algún vestigio de grama que hubiese quedado. Dividió al país en dos
partes, recorriendo una parte él, y la otra su mayordomo, Abdías.
Abdías fue un hombre devoto que había permanecido leal al culto de Jehová, siendo prueba
de su devoción el hecho de que había escondido y protegido a cien profetas de Jehová,
probablemente de los “hijos de los profetas” que con frecuencia se mencionan.
ii. Aparecimiento de Elías a Abdías
1 R. 18:7–16a.
Fue dado a Abdías el que fuera el primero en ver a Elías. El profeta manda al mayordomo a
que vaya a informar a Acab que él ha encontrado a Elías. El mayordomo le recuerda que
Acab lo ha buscado en todas partes sin éxito, y expresa su temor de que, cuando él regrese
de haber informado a su amo, el profeta haya otra vez desaparecido. Después de recibir del
profeta la promesa de que no se ocultará nuevamente, el mayordomo sale a buscar a Acab.
iii. Encuentro de Elías con Acab
1 R. 18:16b–19.
Cuando el rey israelita ve a Elías, lo acusa de alborotar a Israel. El profeta lo niega, echando
en cara del rey la misma acusación, amonestándolo también por su adoración a los baales.
Luego Elías lo desafía a un encuentro entre la religión de Jehová y la de Baal, mandándole
que junte a todo el pueblo en el monte Carmelo, con los cuatrocientos cincuenta profetas de
Baal, y los cuatrocientos profetas de los bosques, es decir, de Astarte, la consorte de Baal.
iv. Victoria de Jehová sobre Baal
1 R. 18:20–40.
Ante todo el pueblo Elías pronuncia su desafío, Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en
pos de él. El pueblo no contesta. Parece que la doble lealtad que profesaba el rey, a Jehová y
Baal, había afectado al pueblo, y éste prefiere esperar a ver el resultado de la contienda.
La prueba que Elías propuso fue sencillamente la de pedir fuego del cielo para que quemara
la ofrenda que se ponía sobre el altar. Si los profetas de Baal creían en la posibilidad de que
el fuego celestial consumiría las ofrendas, no se sabe, pero el pueblo aceptó la prueba, y ellos
no tuvieron otro recurso que cumplir con su parte. Quizás ellos creían que ni Jehová
respondería a la petición de Elías, ni Baal a la de ellos. De todos modos, pasaron medio día
rogando inútilmente a Baal, llegando hasta hacerse daño con cuchillos, y andando y saltando
en frenesí fanático alrededor del altar.
Viendo Elías que no lograban éxito los profetas falsos, se valió de la ironía y del sarcasmo,
diciéndoles, Quizá está conversando … acaso duerme …
Habiendo fracasado los profetas de Baal, Elías levantó el altar de Jehová que estaba
derribado, usando doce piedras que representaban las tribus de Israel e hizo una zanja
alrededor del altar. En ésta, y sobre el altar, el profeta hizo derramar agua, sacada ésta quizás
de alguna fuente artesiana del monte Carmelo. Luego, al llegar la hora del sacrificio diario
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Para dar seguridad al corazón de su profeta, Jehová le dijo, (traducción literal): He hecho
quedar en Israel siete mil, todas rodillas que no se han doblado a Baal, y toda boca que no
le ha besado. Así ve el profeta que Jehová tiene abundantes fieles en Israel.
ix. Ungimiento de Eliseo
1 R. 19:19–21.
La vida del gran profeta se acerca a su fin, y le toca ungir a un sucesor que ha de cumplir con
tareas que él no terminó en su largo ministerio. El joven Eliseo, después de haber sido
escogido por el viejo profeta para que lo siga, pide únicamente que se le conceda la
oportunidad para cumplir con la obligación moral de despedirse de sus padres, luego ofrece
un sacrificio a Jehová, y sigue a su nuevo maestro espiritual.
4. Guerra de Acab con Siria
1 R. 20:1–43; 22:1.
Esta campaña entre Israel y Siria la podemos fechar en 856–55 a. de J.C.
i. El desafío de Ben-hadad, rey de Siria
1 R. 20:1–12.
Habiendo puesto sitio Ben-hadad, rey de Siria, a Samaria, pide la rendición de la ciudad y un
reconocimiento de parte del rey israelita de que sus cosas valiosas pertenecen a Ben-hadad.
Acab, esperando sin duda que los sirios se irán accede a la petición del rey, siempre que esto
no signifique la entrega de nada en efectivo al sirio. Cuando Ben-hadad se propone entrar en
la ciudad a buscar y llevar las cosas pedidas, entonces el rey israelita, con el apoyo de sus
aconsejadores, no consiente. Aun así, su negación se dice en términos más bien aplacadores,
y él se dirige a los mensajeros de Ben-hadad con la frase, Decid al rey mi señor.
Al recibir noticias de la negación de Acab, Ben-hadad vuelve a mandarle un mensaje, esta
vez en términos amenazadores. Acab entonces contesta irónicamente, No se alabe el que se
ciñe, como el que ya se desciñe (v. 11), con lo cual él quería decir: Quien se gloría es el que
ha luchado en batalla, y la ha ganado.
ii. Mensaje de aliento del profeta de Dios
1 R. 20:13, 14.
Un profeta desconocido de Jehová llega ahora ante Acab para predecirle la victoria. Acab,
sin duda por la profecía favorable que trae el varón de Dios, cree el mensaje y pregunta acerca
del medio que ha de ser empleado para obtener la victoria. El profeta le contesta que la
victoria ha de ser ganada por mano de los siervos de los gobernadores de las provincias, es
decir, de las tribus de Israel, quienes se han refugiado en Samaria por el peligro del ejército
sirio. El profeta le dice además que no debe esperar a que Ben-hadad empiece la batalla, sino
que él mismo debe iniciar el conflicto. Puesto que las fuerzas de Acab eran insignificantes,
el hecho de salir de la ciudad protegida con el fin de atacar al enemigo era un acto de fe.
iii. La batalla
1 R. 20:15–22.
El ejército de Ben-hadad ya había puesto sitio a la ciudad, y sus tiendas estaban cerca de los
muros de ella. En el momento cuando Acab inició la batalla, Ben-hadad y sus soldados
estaban descansando en sus tiendas por el calor del día, y bebiendo y emborrachándose.
Acab se vale ahora de una estratagema: Manda el pequeño destacamento de 232 hombres,
los siervos de sus gobernadores, primero. Ben-hadad da orden de que se capturen a los
hombres que han salido, y mientras sus hombres se ocupan en tomarlos vivos, éstos dan
buena cuenta de sí mismos, matando a sus adversarios. En la confusión resultante, Acab envía
de la ciudad a su pequeño ejército de siete mil hombres, y los sirios son puestos en fuga
desordenada.
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Después de la victoria, otra vez se presenta el profeta ante el rey israelita, aconsejando que
Acab se fortalezca, puesto que dentro del año volverá nuevamente Ben-hadad para renovar
el ataque.
iv. Preparación de los sirios para otra batalla
1 R. 20:23–25.
Los sirios se apegan a la antigua superstición de que cada dios tenía su propia esfera de acción
y, creyendo que el Dios de Israel era Dios de las montañas, ellos se proponen pelear otra vez
con los israelitas pero en lugares llanos donde, según ellos, Jehová no tendría poder. Como
precaución depusieron a los reyes vasallos que habían servido con Ben-hadad en la primera
batalla. En su lugar nombraron capitanes, probablemente nativos de Damasco, de cuya lealtad
era más fácil depender en los momentos críticos de la guerra.
v. Batalla en Afec. (855 a. de J.C.)
1 R. 20:26–29.
Afec era una ciudad en la llanura de Jezreel, no lejos de Endor. En esta región los dos ejércitos
se reunieron para luchar. Durante siete días estuvieron allí, y después de éstos se efectuó la
batalla. La batalla fue ganada por los israelitas, que dieron muerte a muchos sirios y pusieron
en fuga a los demás. Así comprendieron que el Dios de Israel no sólo tenía soberanía en un
lugar sino en todos.
vi. Acab perdona a Ben-hadad
1 R. 20:30–34.
Huyendo Ben-hadad de la persecución del ejército israelita, se refugió en la ciudad cercana
de Afec. A consejo de los que estaban con él, el rey sirio se rindió a Acab, esperando
encontrar clemencia. Su esperanza se justificó y Acab le perdonó la vida, haciendo con él
una alianza. Como fruto de su victoria, Acab recibió la devolución de ciertas ciudades que
en otro tiempo habían sido cedidas a Siria, y además, el derecho para establecer mercados en
Damasco para la venta de mercadería israelita.
La acción de Acab al dejar en libertad a Ben-hadad fue una debilidad, y un error por las
consecuencias posteriores que podrían venir. Un motivo que posiblemente guió al rey
israelita se comenta después (Sección vii).
vii. Denuncia de la política débil de Acab por un profeta
1 R. 20:35–43.
La acción simbólica del profeta de Dios que se relata en este pasaje es típica de los profetas
hebreos.
El profeta pide a un compañero, por palabra de Dios, es decir, por revelación de Dios, que
lo golpee. El compañero se rehusa, y por desobedecer a lo que claramente era un mandato
divino el hombre es devorado por un león. El segundo hombre a quien el profeta hace su
extraña petición accede y hiere y maltrata al profeta quien después se va al camino por donde
ha de pasar el rey de Israel, y a semejanza de Natán, consigue que el rey israelita se condene
a sí mismo.
Para realizar su propósito, el profeta inventa una parábola que cuenta al rey: se confió a mi
cuidado un cautivo con la condición de que si se escapaba pagaría con mi vida por la de él y
el preso se me ha escapado. A lo que el rey responde: Esa será tu sentencia: tú la has
pronunciado. Entonces el profeta devuelve la sentencia al rey mismo, diciéndole que, por
cuanto él ha dejado ir libre a Ben-hadad, esto causará su muerte y la destrucción de su pueblo.
La acción del profeta en hacer que lo hirieran había de mostrar gráficamente al rey lo que él
había de esperar del rey sirio por haberlo dejado ir en libertad.
Triste y enojado, Acab volvió de su triunfo a Samaria.
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confiscada por el rey. En el camino, Elías salió al encuentro de Acab quien traía un mensaje
condenatorio de Jehová. El profeta anunció al rey que, en el mismo lugar donde los perros
habían lamido la sangre de Nabot, lamerían la del rey. Acab, disgustado por la reprensión del
profeta, le dijo: ¿Me has hallado, enemigo mío? A lo que Elías contestó afirmativamente
diciéndole que era por causa de sus pecados por lo que había venido. Entonces anunció al rey
la destrucción de la casa de éste, así como la muerte violenta de su esposa.
iv. Arrepentimiento de Acab
1 R. 21:27–29.
Ante el pronto arrepentimiento del rey, el profeta le anunció que los males profetizados
acerca de él y su casa ocurrirían durante el reinado de su hijo.
6. Alianza de Josafat con Acab, y la guerra con Siria
1 R. 22:2–40. 2 Cr. 18:1b–34.
Podemos fechar los incidentes de este capítulo en 852 a. de J.C. Suceden después de los años
de paz descritos en 1 R. 22:1.
i. Visita de Josafat a Acab en Samaria
1 R. 22:2–4. 2 Cr. 18:1b–3.
A fin de hacer alianza con Acab, Josafat hizo casar a su hijo Joram con Atalia, hija de Acab,
la que fue la base para su cooperación en esta camapaña contra Ben-hadad, rey de Siria. En
este pasaje tenemos la conferencia que los dos reyes hebreos sostuvieron, en la cual Josafat
se pone de acuerdo en actuar juntamente con Acab en su guerra con Siria.
ii. Consulta con los falsos profetas
1 R. 22:5–12. 2 Cr. 18:4–11.
Los profetas que Acab consultó no eran profetas de Baal o Astarte, como los que Elías hizo
matar en el monte Carmelo, sino que eran profetas del culto idólatra de los becerros de oro
de Betel y Dan. Todos estos profetizaron bien para Acab. Josafat no reconoció a estos
profetas, que decían eran profetas de Jehová pero que estaban entregados al culto idólatra de
los becerros en Dan y Betel, por lo cual el rey de Judá preguntó si no había un profeta a quien
pudiera consultarse pero que representara el verdadero culto de Jehová, como este había sido
observado antiguamente en Israel, y como todavía se celebraba en Judá (comp. Keil).
Acab admitió que había un profeta de Jehová, un tal Micaya (Micheas), confesando luego el
rey israelita que él lo aborrecía, por cuanto nunca profetizaba bien tocante a los proyectos del
rey. A pesar de esto, Josafat dijo al rey israelita que lo mandara llamar.
Mientras los siervos del rey buscaban a Micaya, los profetas de los becerros continuaron
anunciando su mensaje de bien. Uno de ellos, llamado Sedequías, se había hecho unos
cuernos de hierro que llevaba, diciendo que el rey israelita con ellos acornearía a las fuerzas
de Siria.
iii. Consulta con Micaya
1 R. 22:13–28. 2 Cr. 18:12–27.
El mensajero que había ido a buscar a Micaya le informó que los otros profetas habían
anunciado bien para el rey, y lo aconsejó a hacer lo mismo. La respuesta de Micaya era típica
de un profeta de Jehová: Lo que Jehová me hablare, eso diré.
Las palabras que Micaya pronunció cuando llegó a la presencia del rey: Sube, que serás
prosperado, eran irónicas, y Acab las interpretó así. En seguida pidió que el profeta le dijera
la verdad.
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Micaya se valió de la visión para expresar lo que deseaba. Dijo al rey que había visto a todo
Israel como ovejas que no tienen pastor. Acab entendió que hablaba de su propia muerte y,
dirigiéndose a Josafat, le hizo notar que era como él había previsto, que el profeta de Jehová
no predeciría ningún bien de él.
Nuevamente habló el profeta valiéndose de la visión. Esta vez había visto a Jehová sentado
en consejo celestial, siendo el motivo de sus deliberaciones la manera como haría subir a
Acab a Ramot-Galaad. Después de varias sugestiones, que no fueron aceptadas, una triunfó:
poner mentira en boca de los profetas. Para concluir Micaya dijo: Jehová ha puesto espíritu
de mentira en la boca de todos estos tus profetas. Después de una pequeña controversia entre
Micaya y Sedequías, en que ambos mutuamente se maltrataron, Acab ordenó que Micaya
fuese apresado y sometido a un régimen de pan y agua, hasta que él volviera en paz.
iv. Batalla en Ramot-Galaad
1 R. 22:29–40. 2 Cr. 18:28–34.
Podría preguntarse por qué fue Josafat a la batalla después del anuncio del desastre que había
profetizado Micaya. Ha de recordarse que él había dado su palabra al rey israelita, y
probablemente no quiso retirarla. Además, el profeta no había dicho nada malo en cuanto a
Josafat, así que el rey de Judá no tenía nada que temer.
Acab propuso a Josafat que llevase su ropa real y que él se disfrazaría, lo que muestra una
poca de fe de que el profeta había dicho la verdad. Además muestra una astucia característica
en el rey israelita, mientras que la aceptación de Josafat de esta propuesta delata falta de
sabiduría. En efecto, este arreglo en cuanto al vestido casi hizo perder la vida a Josafat porque
los siervos de Ben-hadad habían recibido órdenes de buscar únicamente al rey israelita, y
Josafat era el único que llevaba ropa real. Sabiendo que era un blanco seguro por su ropa real,
Josafat clamó dando a conocer su verdadera identidad, y los sirios desistieron de atacarlo.
El ardid de Acab no tuvo éxito, porque en la lluvia de flechas que cayó sobre el campo de
batalla, él resultó herido gravemente. Al sentirse herido dio orden a su carretero para que lo
sacara del campo de batalla, y murió al atardecer.
Cuando el carro de Acab fue lavado después de la batalla, los perros lamieron la sangre,
justamente como Elías había profetizado (1 R. 21:19). Le sucedió en el trono Ocozías su hijo.
7. Ascensión de Ocozías al trono de Israel
1 R. 22:52–54.
El reinado de Ocozías duró dos años (852–851 a. de J.C.). Su carácter fue malo, siendo
idólatra, adorador de Baal, como lo había sido su madre Jezabel.
8. Reformas de Josafat a instigación de Jehú profeta
2 Cr. 19:1–11.
i. Reprensión a Josafat por su alianza con Acab
2 Cr. 19:1–3.
Jehú el profeta debe haber estado ya muy anciano en este tiempo. Su padre había sido profeta
en el tiempo de Asa (2 C. 16:7), y él había ejercido su ministerio durante el reinado de Baasa
(1 R. 16:1). Desde aquel tiempo dos reyes habían ocupado el trono de Israel: Omri, que reinó
doce años, y Acab, cuyo reinado duró veintidós años. Ahora viene Jehú a reconvenir a Josafat
diciéndole que hizo mal al aliarse con Acab. Al mismo tiempo el profeta da reconocimiento
a Josafat por las cosas buenas que ha hecho.
ii. Reformas de Josafat
2 Cr. 19:4–11.
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Josafat recorrió toda su tierra desde el límite meridional (Beer-seba) hasta el límite
septentrional (el monte de Efraim) instando al pueblo a que apoyara la religión de Jehová,
quitando los centros de idolatría que existían. Probablemente esta reforma fue instigada como
consecuencia de la reprensión que Jehú dio a Josafat. Aunque el rey no podía deshacer el
pasado, rompiendo la alianza con Acab, sí podía conseguir una mayor atención al culto de
Jehová.
Para llevar a cabo la reforma religiosa, Josafat organizó el sistema judicial del país,
nombrando jueces en todas las ciudades importantes. Que la reforma judicial tenía motivos
religiosos es indicado en el hecho de que el concilio supremo que el rey nombró en Jerusalén
estaba compuesto de levitas y sacerdotes, además de los padres de familias, es decir, los
ancianos que según la costumbre que había regido desde tiempos remotos, habían gobernado
en las tribus (Ex. 18:21 y sig.; Deut. 1:15 y sig.). Puesto que puso a sacerdotes y levitas en la
capital, es probable que también los nombró en todo el país para que cooperaran con los
ancianos de las tribus. Es evidente que el rey no sólo quería abolir completamente el culto
idólatra y el culto ilícito a Jehová en los diversos lugares, sino que también procuró que se
hiciera justicia en los juicios, y que la vida del pueblo fuera moralmente buena.
9. Rebelión de Moab contra Israel
2 R. 1:1; 3:4, 5.
Durante la época de Omri y Acab, Moab había sido sujeto al reino septentrional de Israel.
Cuando Acab murió, Mesa, rey de Moab, se valió de esto para rebelarse en contra de Israel
(852 a. de J.C.).
El relato bíblico es corroborado en este punto por un documento histórico de importancia
transcendental llamado la Piedra Moabita. Es una piedra de basalto negro-azul, de 60
centímetros de ancho, 120 de alto, y 36 de grueso. Tiene una inscripción de 34 líneas en letra
fenicia. Fue encontrada en Dibón por un misionero, F. Klein, en agosto de 1868. El señor
Klein copió unas palabras, y quiso comprar la piedra para el museo de Berlín. Después de un
año de trato, llegó a un acuerdo con las autoridades locales de que la piedra había de
entregársele por la suma de 400 dólares.
Mientras tanto, los residentes franceses de Jerusalén lo supieron, sacaron unas impresiones
en papel de la piedra, y ofrecieron 1800 dólares. Los árabes entonces creyeron que tenían
algo de mucho valor, e hicieron la piedra pedazos con fuego y agua, y éstos los repartieron
entre ellos para usarlos como amuletos. Poco tiempo después, el Sr. Clermont-Ganneau pudo
reunir los pedazos, y utilizando las impresiones que anteriormente habían sido sacadas, pudo
restaurar la piedra, que ahora se halla en el museo de Londres.
La inscripción en esta piedra corresponde a los relatos de 2 Reyes 1:1; 3:4, 5. Es un relato de
Mesa, rey de Moab, tocante a su liberación del yugo de Omri y Acab, reyes de Israel. El había
estado pagando un tributo anual de cien mil corderos y cien mil carneros con sus vellones.
Al morir Acab, Mesa ya no quiso pagar este tributo. En esta inscripción, él da un relato
detallado de las ciudades de Israel que conquistó, y de las fortificaciones que hizo para
protegerse de los ejércitos israelitas. El atribuye su éxito y victoria al favor de su dios Cemos
(Chemos) en cuyo honor dedicó esta piedra. Según 2 Reyes 3:27, él hizo un holocausto de su
primogénito, lo que causó un gran disgusto entre los ejércitos combinados israelitas y judíos,
ofrenda que era típica de los moabitas que celebraban sus cultos con sacrificios humanos.
Puede verse una traducción de este documento en Price, The Monuments and the Old
Testament, pág. 277 y sig., y Barton, Archaeology and the Bible, pág. 460 y sig.
10. Invasión de Judá por los moabitas, los ammonitas, y los idumeos
2 Cr. 20:1–30.
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Después de que los moabitas arrasaron el reino de Israel su ambición los empujó a atacar el
reino de Judá. En este pasaje leemos de una invasión de los moabitas, con sus aliados
ammonitas e idumeos, a la tierra de Judá. Esta invasión se verificó en 851 a. de J.C.
i. Oración de Josafat
2 Cr. 20:1–13.
Las noticias de la invasión fueron llevadas a Josafat por fugitivos que habían escapado del
enemigo, y que anunciaron el lugar de donde provenía la invasión: de la otra parte de la mar,
es decir, el mar Muerto, y de la Siria, donde debe leerse Edom, con Keil, Ball, etc. Véase v.
10. Entre Aram (traducido Siria) y Edom, en el texto original sin vocales, todas las letras
menos una son iguales, y es fácil confundir la “d” en Edom con la “r” en Aram. En-gadí
estaba junto al mar Muerto, en la costa occidental, a unos 35 kilómetros al sudeste de
Jerusalén.
Al saber Josafat de la invasión, hizo pregonar ayuno en toda la tierra, y emisarios de las
ciudades de Judá se reunieron en Jerusalén. Josafat, en convocación pública, se humilló
delante de Jehová, y oró: Recordó la potencia de Jehová, con sus hazañas en el pasado en
situaciones semejantes, especialmente en echar a los enemigos de Israel de Canaán para dar
entrada a su pueblo Israel. Señaló luego que venían los enemigos tradicionales de Judá, a
quienes Jehová no los había dejado destruir en tiempo de Josué cuando venían de los años de
errar por el desierto, y que ahora amenazaban a Judá con la destrucción. Terminó el rey
reconociendo que en su país no había fuerzas para resistir a los enemigos que los
amenazaban, y pidió a Dios que él los juzgara.
ii. Mensaje de aliento del profeta Jahaziel
2 Cr. 20:14–19.
Del profeta Jahaziel, que dio un mensaje de aliento a Josafat, no se sabe nada. Su nombre
quiere decir Dios da visiones. El profeta anuncia que esta batalla es de Dios, y que ellos
ganarán una victoria sin hacer nada. Josafat y el pueblo aceptan con fe la palabra del hombre
de Dios y adoran a Jehová. Termina la ceremonia con cantos del gran coro del templo.
iii. Salida del ejército al desierto
2 Cr. 20:20, 21.
En la mañana el ejército marchó al desierto de Tecoa, una aldea muy antigua a diez
kilómetros al sur de Belén. Mientras pasaba el ejército, Josafat pronunciaba un mensaje de
fe y de confianza al pueblo, y el gran coro cantaba las glorias de Jehová.
iv. Caída de los enemigos en las emboscadas
2 Cr. 20:22–26.
Traduce más literalmente la VM, “Jehová puso emboscadas contra los hijos de Ammón.”
Quiénes eran los que estaban en las emboscadas, no se sabe. Algunos comentadores creen
que eran mensajeros celestiales. Pero la descripción aquí no corresponde a las de las fuerzas
celestiales que apoyaron al pueblo en otras ocasiones (comp. 2 Reyes 6:17; 19:35). Elmslie
cree que eran habitantes nativos de Judá que, además de la acción del ejército principal de
Jerusalén, tomaban la iniciativa en sorprender y atacar al enemigo. Me inclino a la
interpretación expresada en Cipriano de Valera, de que las fuerzas invasoras cayeron en
emboscadas que ellos mismos habían puesto para recibir al ejército israelita. De todos modos,
en la confusión resultante, los ammonitas y los moabitas se pusieron en contra de los
idumeos, y se destruyeron mutuamente.
Las fuerzas de Josafat después despojaron a sus enemigos caídos y se juntaron en el valle de
Beracah, voz que signica bendición. Al oeste de Tecoa hay hoy día un uadi Bereikut, que
probablemente se identifica con el valle de Beracah de este pasaje.
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V. véase; véanse.
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Ocozías mandó tres grupos de cincuenta hombres cada uno al mando de capitanes para que
fueran a prender a Elias. Los primeros dos grupos fueron exterminados, pero el capitán del
tercer grupo se arrodilló ante Elías pidiéndole que le perdonase la vida. Elías, instruído por
el ángel de Jehová, acompañó al capitán a la presencia del rey y entregó personalmente a
Ocozías el mensaje de su muerte.
ii. Muerte de Ocozías
2 R. 1:17, 18.
La muerte de Ocozías sucedió de acuerdo a la palabra de Elías, y en su lugar reinó su hermano
Joram (851 a. de J.C.), porque Ocozías no tenía hijo.
13. Ascensión de Joram al trono de Israel
2 R. 3:1–3.
Joram, hermano de Ocozías, ascendió al trono de Israel en el año 851 a. de J.C., que
correspondía al año dieciocho de Josafat en Judá. Aunque su vida, en general, fue mala, se
apartó en algo del camino de Acab y Jezabel en que quitó las imágenes de Baal de la tierra.
14. Ascensión de Elías en un carro de fuego. C. 851 a. de J.C.
2 R. 2:1–25.
Gilgal, que se menciona aquí, no podría ser el lugar del mismo nombre entre Jericó y el
Jordán (Jos. 4:19; 5:10), porque Elías y Eliseo bajaron desde allí y vinieron a Betel, y luego
fueron a Jericó y el Jordán (comp. Keil, Baehr, etc.). Probablemente debe haber sido un lugar
que estaba en las montañas cerca de Betel (como en Deut. 11:30), al sudoeste de Silo, llamado
hoy día Jiljilia.
El versículo 3 revela que tanto Eliseo como Elías sabían que éste había de ser arrebatado
aquel día, aunque Elías no sabía que su joven compañero había recibido esta revelación de
Dios. Por humildad Elías instó a Eliseo a que se quedara atrás. El joven profeta, queriendo
estar hasta el último momento con el anciano, probablemente con el fin de que le diera alguna
bendición especial, juró que no lo dejaría. Cuando los otros hijos de los profetas preguntaron
a Eliseo si sabía que su amo sería arrebatado ese día, él respondió, callad, lo que indica que
conocía el sentimiento de Elías en el asunto. Todos los jóvenes profetas habían recibido una
revelación de Jehová tocante a la ascensión de Elías, y querían presenciar el suceso. Esto
tenía el propósito de fortalecer su fe. La ruta que seguía Elías no había sido tomada
accidentalmente: en Gilgal, en Betel y en Jericó estaban las escuelas de los profetas que Elías
había fundado, y las quería visitar antes de su partida.
Al llegar al Jordán Elías y Eliseo, el viejo profeta hirió las aguas con su manto, y éstas se
dividieron permitiendo a los dos atravesar el río sin mojarse. Habiendo llegado al otro lado
del río, Elías concedió a su joven compañero una petición que éste le hizo. Eliseo pidió “las
dos partes” del espíritu de Elías. Esto no se refiere a un poder más grande que el de Elías, ni
a un espíritu más evangélico que el de Elías, como algunos han supuesto, sino es una alusión
a la ley de Deut. 21:17, en que al hijo primogénito le es concedida una doble porción de la
herencia del padre (y así interpretan Barnes, Keil, Terry, etc.). Elías dice que esto es una cosa
difícil, más porque no era suyo dárselo, sino de Dios, pero agrega que si el joven lo ve
trasladarse, entonces le será concedida su petición, lo que era como dejarlo en manos de Dios.
Mientras hablaban Elías y Eliseo, llegó un carro de fuego del cielo que llevó al anciano
profeta, dejando a Eliseo solo. Eliseo luego clama, Padre mío, padre mío, carro de Israel y
su gente de a caballo: El reconoció que el poder de Jehová, que así se manifestaba en la vida
de Elías, era la verdadera fuerza militar de Israel. En señal de tristeza, Eliseo rompió sus
vestidos.
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Luego Eliseo tomó el manto de Elías y con él hirió las aguas del Jordán que de inmediato se
apartaron para que él pasara al otro lado. Así se demostraba que el espíritu y el poder de Elías
habían reposado sobre él. Los jóvenes profetas lo reconocieron así, y fueron a arrodillarse
delante de Eliseo, testificando así su sumisión a su nuevo señor espiritual.
Los jóvenes profetas, con menos fe quizás que Eliseo, querían mandar a buscar a Elías,
suponiendo que tal vez su cuerpo sería echado sobre alguna montaña. Eliseo primero resistió
su petición, pero cuando ellos persistieron, él permitió que mandasen a buscarlo. Pero la
búsqueda fue infructuosa.
Una nueva prueba del poder de Eliseo se dio en seguida. La ciudad de Jericó estaba asentada
en un buen lugar, pero las aguas no eran buenas. Eliseo mandó que se le trajera una botija
(vasija) nueva en la cual debían poner sal. Luego la echó en el manantial, mientras atribuyó
a Jehová la acción de sanar las aguas. Desde ese momento las aguas fueron buenas.
Después, al ir el profeta Eliseo hacia Betel, le salieron al encuentro algunos niños que se
burlaron de él, diciéndole calvo. El profeta los maldijo en nombre de Jehová, y salieron del
bosque dos osos que despedazaron a los muchachos. No es probable que Eliseo haya sido
calvo, sino que se había raído la cabeza, en señal de luto por la muerte de Elías. Aunque esto
era prohibido en la ley mosaica, los profetas no siempre observaban la ley al pie de la letra.
Betel era uno de los centros del culto de los becerros de oro, y así era un lugar en donde se
odiaba especialmente a los profetas verdaderos de Jehová. Es probable que Eliseo haya sido
bien conocido en esta ciudad, que también era uno de los lugares donde Elías había
establecido una escuela de profetas. La actitud de estos niños representaba bien el espíritu
que prevalecía entre sus mayores en la ciudad. La acción de maldecir a estos niños no debe
considerarse como un acto de Elías sino como uno de Dios. La lección que enseña el escritor
sagrado con su narración es que el pueblo debía aprender a tener respeto para con Jehová,
manifestado en su respeto para el ministro que lo representaba.
C. MINISTERIO DE ELISEO
1 R. 22:51.
2 R. 3:6–27.
Cuando Moab se rebeló en contra de Israel después de la muerte de Acab (852 a. de J.C.), no
se hizo ninguna tentativa inmediata para recuperarla. Probablemente Ocozías estaba
demasiado preocupado con su enfermedad, que fue el resultado de un accidente. Pero al subir
su hermano Joram al trono (851 a. de J.C.), éste comenzó de inmediato la organización de
una campaña con esto en vista, pidiendo la ayuda de los reyes de Judá y de Idumea.
i. Campaña de los tres reyes para recuperar a Moab
2 R. 3:6–10.
Joram, después de inspeccionar a Israel, invitó a Josafat, rey de Judá, para que le ayudara en
su campaña contra Moab. Puesto que iban a atacar a Moab por la ruta del sur del mar Muerto,
solicitaron también la cooperación de los idumeos, que sin duda temían la creciente potencia
militar de Moab, librado ya del yugo de Israel. Al llegar los tres ejércitos a las regiones
desiertas al sur del mar Muerto, les faltó el agua. Joram, que se había criado en un ambiente
de infidelidad, fue el primero en quejarse de la providencia divina, y afirmó que Jehová los
había conducido allí para que fuesen entregados a los moabitas.
ii. Profecía de Eliseo
2 R. 3:11–19.
El fiel Josafat, frente al desastre que los amenazaba, preguntó si no había algún profeta de
Jehová a quien pudiesen consultar en la emergencia, y le informaron que allí estaba Eliseo,
el que daba agua a manos a Elías, expresión que denota que él estaba con Elías en carácter
de compañero y ayudante. Es probable que Eliseo no estaba dentro del campamento del
ejército, sino que lo había seguido de cerca para estar al alcance del rey en caso de que Josafat
quisiera consultarle; quizás estaba allí por revelación de Jehová.
Los tres reyes mostraron su respeto para con Eliseo en que fueron a consultarle, en vez de
pedirle que él viniera a ellos. Eliseo aprovechó esta oportunidad para reprender a Joram.
Aunque este rey había abolido los ídolos de su padre, no había terminado con el culto idólatra
de Jehová en Betel y Dan. Repitió también al profeta Joram su queja de que Jehová procuraba
su muerte en el desierto. Eliseo le replicó que si no fuera por Josafat, él no se habría
entrevistado con el rey de Israel.
Eliseo entonces, para preparar su espíritu para profetizar, pidió música, probablemente
porque su alma estaba perturbada por la presencia del idólatra Joram. Es evidente que los
profetas acostumbraban utilizar instrumentos de música para ayudarles en el anuncio de sus
dichos proféticos (1 Sam. 10:5). Cuando cayó Eliseo en un éxtasis, recibió el mensaje de
Dios.
El profeta luego mandó que se cavaran pozos en el lecho seco del arroyo, diciéndoles que,
aunque no verían la lluvia, estos pozos se llenarían de agua. Además, los moabitas serían
entregados en sus manos.
iii. Derrota de Moab
2 R. 3:20–24.
En la mañana, a la hora del sacrificio matutino, de repente vino una corriente de agua
fluyendo por el arroyo, (evidentemente causada por una lluvia lejana que no vieron), y llenó
la tierra, siendo retenida en los pozos que habían hecho. Mirando los moabitas desde lejos,
la luz del sol reflejada sobre la superficie de las aguas parecía roja como sangre. Pensando
equivocadamente que los ejércitos aliados de Israel, de Judá y de Edom luchaban entre sí, los
moabitas salieron al ataque. Pero cuando llegaron al campamento, las fuerzas hebreas e
idumeas los resistieron. La sorpresa fue suficiente para desbaratar el ataque mal organizado
de Moab, y los moabitas huyeron en desorden, siendo heridos y vencidos.
iv. Asolamiento de las ciudades moabitas
2 R. 3:25, 26.
Las fuerzas de Israel, de Judá, y de Edom persiguieron a los fugitivos y asolaron las ciudades.
Luego destruyeron los campos cultivados, con piedras, cegando los pozos y las fuentes de la
misma manera, y talaron los árboles buenos, lo que fue un desastre para Moab. Viendo los
estragos que se hacían en su país, el rey moabita salió de su ciudad con una fuerza de
setecientos hombres, pensando atacar al rey de Idumea (que sin duda era el más débil entre
los tres reyes), y así, con la captura de éste, provocar la confusión en el ejército. Pero su
esfuerzo fue en vano.
v. Ofrecimiento en holocausto del primogónito del rey moabita
2 R. 3:27.
En su aflicción, el rey moabita ofreció en holocausto a su hijo primogénito, no al Dios de
Israel, sino a su propio dios, Cemos. La VM traduce aquí, “Y hubo grande indignación contra
Israel”, pero es mejor la interpretación de Cipriano de Valera, Y hubo grande enojo en Israel
(o sobre Israel), y así traducen Terry, Keil, Barnes, etc. Barnes entiende que la referencia
aquí es “a la ira de Jehová que se manifestaba en diversas calamidades”. Keil explica: “Los
que sitiaban a la ciudad sentían la ira de Dios, que habían traído con ellos porque ocasionaban
un sacrificio humano …, o dentro de sí en sus conciencias o por alguna manifestación
externa, de modo que abandonaron el sitio y la conquista de la ciudad.” Es mejor interpretar
que los sitiadores sintieron un disgusto tan grande por la abominación que habían presenciado
que en señal de desprecio abandonaron el ataque, y regresaron para su país (y así entiende
Terry).
2. Una serie de obras milagrosas de Eliseo
2 R. 4:1–6:7.
Eliseo fue uno de los más grandes profetas israelitas, y es enteramente natural que mucho
espacio fuese dedicado al relato de sus obras. En esta parte tenemos la historia de algunas de
las hazañas que le dieron fama y que hicieron que su nombre fuese recordado por las
generaciones posteriores.
i. Aumento del aceite en los vasos
2 R. 4:1–7.
Una mujer que había sido esposa de uno de los hijos de los profetas fue la que recibió la
bendición de Dios en esta ocasión. Su esposo antes de morir había contraído ciertas deudas.
Parece que sus acreedores, teniendo cierto esperanza de cobrar estas deudas mientras vivía
el esposo, dejaron a la familia en paz. Ahora, desaparecida esta esperanza, se valieron de una
cláusula de la ley que les permitía tomar en servidumbre a los hijos de la viuda para liquidar
la deuda. (Comp. Ex. 21:2, 5, 6, 7, 8 y notas, en Tomo I pág. 289 y sig.; Lev. 25:39.) La
mujer expresando lo justo que había sido su difunto esposo, pidió la ayuda del profeta.
Eliseo, al enterarse de que la mujer no tenía nada en su casa sino una botija de aceite, le dijo
que fuera a pedir prestado a sus vecinos todos los recipientes que pudiera conseguir y que los
llenara con el aceite de la botija. Esto debía hacerse en secreto, porque era mejor que las
noticias de una obra de esta clase no se divulgaran en toda la comarca, para evitar que todos
vinieran a Eliseo pidiendo ayuda semejante.
La mujer hizo como el profeta le mandó. Es interesante notar que la bendición que recibiría
correspondería a su actividad al tratar de conseguir muchos recipientes para llenarlos de
aceite.
Al informar la mujer al profeta que todos los recipientes estaban llenos de aceite, éste le dijo
que vendiera el aceite, y que con el dinero que recibiera, pagara a los acreedores, habiendo
de vivir ella del dinero que le sobrara después de pagar lo que debía.
ii. Alojamiento de Eliseo en casa de la mujer sunamita
2 R. 4:8–10.
Sunem estaba dentro de los límites de Isacar (Jos. 19:18), y estaba ubicada en el límite
septentrional de la llanura de Esdraelón, no lejos de Jezreel. La sunamita es llamada aquí una
mujer principal, lo que ha de entenderse en el sentido de que era una mujer rica (Barnes,
Terry). El deseo natural de una persona religiosa para ayudar a un ministro de Dios instó a
esta mujer a proveer para Eliseo un lugar de alojamiento. Pidió la mujer a su esposo que
construyera una cámara “sobre la pared” (VM), es decir, una pieza o cuarto sobre la azotea,
junto a la pared, considerada como la habitación escogida de la casa. Probablemente tenía
una escalera exterior para conveniencia del profeta, para que pudiera ir y venir sin tocar en
la puerta de enfrente.
iii. El profeta predice el nacimiento de un hijo a la sunamita
2 R. 4:11–17.
Cierto día cuando el profeta estaba en la casa de la sunamita, mandó a su siervo Giezi a que
llamase a la mujer. Al presentarse, el profeta le dijo que si había alguna cosa que ella deseaba
que él hiciera por ella y le sugirió que él podía interceder ante el rey (en caso de que tuviera
alguna dificultad en que necesitara la intervención del rey). Esto implica que Eliseo tenía
mucha influencia en el rey, que en este tiempo era Joram. Ella respondió, Yo habito en medio
de mi pueblo, lo que indica paz y seguridad.
Habiendo la mujer rehusado toda recompensa, el profeta consultó con su siervo Giezi quien
llamó a la atención de Eliseo el hecho de que la mujer no tenía hijo, y que su esposo era viejo.
Otra vez fue llamada la mujer, y el profeta le dijo que a este tiempo según el tiempo de la
vida, abrazarás un hijo, es decir, al mismo tiempo el año siguiente, en el curso de la
naturaleza.
Aunque la mujer apenas creyó la palabra de Eliseo, así sucedió.
iv. Muerte del hijo de la sunamita
2 R. 4:18–37.
Cuando el hijo de la sunamita ya había crecido, es decir, de tal edad que podía salir solo, fue
al campo en donde trabajaban los segadores con su padre. Era tiempo de verano, y hacía
mucho calor. Parece que el niño sufrió una insolación. El padre pensando que no era nada
serio lo envió con un criado a su madre. Al mediodía el niño murió. Llevándolo al aposento
del profeta, la madre lo dejó sobre su cama y cerrando la puerta, fue a buscar al profeta.
La sunamita pidió a su esposo que mandase con ella a un criado, y que le facilitase un asna
para el viaje. En el corrompido Israel, el culto de Jehová estaba desorganizado, y parece que
el pueblo prefería consultar a los profetas en vez de los sacerdotes. Las consultas a los
profetas se hacían sólo en días especiales: sábados, nueva luna, etc. En medio de la
desorganización religiosa que existía, no se esperaba que uno consultara a un profeta en un
día ordinario. Por eso el esposo se sorprendió de que su esposa quisiera consultar al profeta
en un día que no era día ceremonial.
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Enalbardada el asna, la mujer instruyó al criado que no perdonara al animal, tanto era el apuro
que tenía para llegar a su destino.
La sunamita fue a buscar al profeta al monte Carmelo, que estaba a unos treinta y dos
kilómetros de Sunem, distancia que probablemente recorrió en unas cuantas horas,
considerando la urgencia con que iba. Es probable que Eliseo había establecido en el Monte
Carmelo una de sus moradas. Sin duda las tenía en distintos centros, así como Samuel tenía
un circuito de varias ciudades las cuales recorría para juzgar al pueblo.
Eliseo vio desde lejos a la sunamita que venía, y mandó a su criado a que fuera a recibirla.
Ella, al ser saludada, contestó, Paz, no queriendo revelar al criado su gran dolor. De cosas
que se dicen después de este hombre (5:20–27), es de dudar que él inspirase confianza en la
sunamita. Aun cuando llegó a la presencia del profeta, no dijo en seguida la causa de su
venida, sino que se postró y le asió los pies. Por la acción de Giezi al procurar quitarla, es
evidente que esto no era según la costumbre. Sin tener la penetración espiritual de su amo,
Giezi no vio que el alma de la mujer estaba dolorida, y que no era momento para obligarla a
observar las reglas ordinarias.
Eliseo comprendió el dolor de la mujer, aunque aún no sabía el motivo. La sunamita no tardó
en explicar su presencia, aun cuando lo hizo con una alusión en vez de una afirmación directa.
Recordó que Eliseo le había prometido un hijo, y que ella le dijo en aquella ocasión que no
se burlase de ella. Con esto el gran profeta comprendió lo que había pasado, y entendió que
el niño había muerto.
El profeta primero confió la misión de resurrección a su siervo. Con Giezi mandó su bordón,
es decir, su bastón, instándole que no saludara a nadie en el camino ni que contestara a los
saludos. Esto fue seguramente porque su misión requería prisa y los elaborados y largos
saludos orientales le harían perder tiempo. Giezi se fue, pero cuando la mujer rehusó a
abandonar al profeta, éste también emprendió el viaje hacia Sunem.
El siervo aplicó el bordón como Eliseo le había mandado, pero sin éxito. Varias explicaciones
han sido sugeridas para explicar por qué Eliseo mandó a Giezi con su bordón, especialmente
en vista del fracaso de éste. Barnes ve en el envío del bordón sólo un símbolo del propósito
del profeta de ir él mismo. Keil sugiere que el profeta quería mostrarles que “el poder para
obrar milagros no se relacionaba en ninguna manera mágica consigo mismo ni con su bastón,
sino que los milagros eran obras de omnipotencia divina que se hacían por la fe y la oración”.
Rawlinson sugiere que quizás el profeta quería mitigar el dolor de la mujer mostrándole que
algo se hacía para el niño. Se ha sugerido que la mujer no tenía confianza en Giezi, y por esto
él no pudo hacer nada (Seb. Smith, citado en Baehr), o que él no tenía el carácter (idea
mencionada por Terry) o que no tenía la fe (Grotius, citado por Baehr) para hacer esta obra.
De todos modos el siervo no tuvo éxito, y cuando Eliseo llegó a la casa, vio que el niño estaba
muerto. Entró solo en la pieza, oró, y luego se echó sobre el niño, calentando así el cuerpo
muerto del niño con su propio cuerpo, y puso su boca sobre la del niño, para que su soplo
entrara en los pulmones del otro. Así cooperó la gracia divina con los medios naturales en la
resurrección del niño muerto.
La fe de la sunamita fue recompensada en que, a los pocos minutos, el profeta entregó en sus
brazos a su hijo sano.
v. Sanamiento de la olla de potaje venenoso
2 R. 4:38–44.
Véase la nota de 2:1–25 sobre Gilgal.
En Gilgal había una escuela de los profetas. El hambre excesiva fue la causa de que uno de
los jóvenes profetas saliese al campo a buscar comida silvestre. En vista de esto, Eliseo
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mandó a un criado, quizás Giezi, quizás otro, a que preparase para los profetas un potaje en
una olla grande.
El joven profeta encontró en el campo una “vid silvestre” (VM), o mejor con Bover-Cantera,
“cepa silvestre”. De ésta recogió calabazas silvestres, que se identifica con Citrullus
Colocynthis (Barnes). (Bover-Cantera: “coloquíntidas campestres”; Rand: “Coloquíntida”;
DSB: artículo Calabacera.) La coloquíntida se parece a una naranja, es muy laxante, y en
cantidad puede ser venenosa (Keil). Cuando comían, la amargura les hizo sospechar que el
potaje era venenoso. Eliseo echó un poco de harina en la olla, y luego pudieron comer de
ella.
Cuando comían ellos, llegó alguien con una ofrenda para el profeta. Aunque era poca cosa
para cien hombres, por orden de Eliseo se sirvieron todos, aun sobrándoles.
vi. Curación de la lepra de Naamán el sirio
2 R. 5:1–27.
Josefo nos dice que el que hirió a Acab en la batalla con Siria fue Naamán (Ant. VIII, xv. 5),
aunque este autor no relata la historia de la curación de su lepra.
Habiendo sido afligido Naamán con la lepra, fue aconsejado por una joven cautiva israelita
de su casa, que seguía fiel a Jehová, a que fuese al profeta de Samaria para ser sanado. El
general siguió su consejo y fue a Israel, llevando consigo una suma considerable de dinero
para recompensa: Diez talentos de plata: el talento equivale a tres mil siclos (A. R. S.
Kennedy, en HDB, art. Weights and Measures), así que llevaba aproximadamente 400
kilogramos de plata (véase nota sobre el valor del siclo en Gén. 23:15, 16, Tomo I, pág. 203).
De oro traía seis mil piezas, o sea, siclos, que serían dos talentos. Este oro tendría el peso de
70 kilogramos. Estas figuras son relativas, puesto que las pesas varían mucho entre una época
y otra, así como su valor de compra.
El rey de Israel, Joram, era tan poco entendido en los asuntos espirituales de su país que,
cuando Naamán se presentó delante de él con las cartas del rey de Siria, él rasgó sus vestidos,
no pensando que había un profeta en su reino que podía curar al leproso; creía más bien que
el rey sirio buscaba una causa de guerra con él.
Eliseo, al saber lo que pasaba, envió palabra al rey que Naamán pasara por su casa en Samaria
(parece que allí tenía una, así como en otros lugares donde habitaba). Al venir Naamán, el
profeta no salió a saludarle, sino que mandó a un mensajero. Esto fue con el propósito de
humillar el orgullo del general sirio. El mensaje decía que fuera a lavarse en el Jordán.
Naamán se fue enojado, porque el profeta no lo había tratado como él pensaba. Le parecía
que para hacer esto habría podido lavarse en ríos de Siria que (con orgullo nacional) decía
eran mejores que los de Israel. El río Abana se identifica ahora con el Barada, y el Pharphar
sería el Awaj. Al retirarse Naamán, sus criados le decían que si el profeta le hubiera pedido
una cosa difícil, él la hubiera hecho, cuanto más cuando le pedía una cosa tan fácil, ¿por qué
pues no la hacía? El general, que parece haber sido un hombre juicioso, hizo como le decían
y cumplió el mandato de Eliseo, y sanó.
Naamán viene nuevamente a la casa de Eliseo en esta ocasión para darle las gracias y
ofrecerle una recompensa, confesando a la vez su nueva fe en el Dios de Israel. Eliseo rehusó
la recompensa, porque quería enseñarle que la gracia de Dios es gratuita. En relación con su
Aunque Joram era el primogénito, y por esto le fue dado el reino de su padre, no se sentía
muy seguro en su posición, por lo cual hizo matar a todos sus hermanos.
iii. Rebelión de Idumea
2 R. 8:20–22. 2 Cr. 21:8–10.
Desde los días de David los idumeos habían estado sujetos a Judá. Durante el reinado de
Josafat hicieron una tentativa para rebelarse, pero fracasaron (2 Crón. 20:10–23). Con la
muerte de Josafat hicieron un esfuerzo nuevo para librarse. Joram juntó un ejército y fue al
sur para aplastar la rebelión. De noche se encontró rodeado por las fuerzas idumeas. Pudo
salir de este apuro, pero el pueblo huyó a sus estancias, es decir, el pueblo judío. No pudiendo
Joram ganar una victoria definitiva, los idumeos consiguieron su libertad.
Una referencia es hecha aquí a la rebelión de la ciudad de Libna, una ciudad real de los
cananeos que había sojuzgado Josué. Esta ciudad estaba en el sudoeste de Palestina, cerca
del término de los filisteos. Keil sugiere que esta rebelión coincidió con una invasión de los
filisteos que se comenta después (2 Crón. 21:16, 17).
iv. Carta póstuma del profeta Elías
2 Cr. 21:11–15.
Ya hemos comentado el traslado de Elías al cielo. ¿Cómo pues tenemos una carta de Elías al
rey Joram? Terry sugiere que el escritor del libro de los Reyes quería poner en conjunto los
relatos de los hechos de Eliseo, puso pues primero el relato del traslado de Elías, aunque esto
no sucedió hasta después de la muerte de Josafat (y así entiende Rawlinson). Es mejor creer
que Elías previó la vida mala de Joram, hijo de Josafat, y su efecto desastroso en el rey y en
su pueblo, y que escribió una carta respecto a esto antes del traslado, confiando ésta en manos
de Eliseo o de algún otro para que fuera entregada años después al rey Joram (y así cree Keil).
Esta conclusión es favorecida por el hecho de que este mensaje literario de Elías se llama
más bien “escrito” (VM) y no “carta” (comp. Zoeckler). Esta es la única referencia a Elías
en Crónicas, lo que es natural porque éste era profeta del norte, y Crónicas trata mayormente
del reino del sur.
v. Invasión de los filisteos y árabes
2 Cr. 21:16, 17.
Como consecuencia de los pecados de Joram, vinieron los filisteos y los árabes a invadir a
Judá. Desolaron a la tierra, llevando a la cautividad a sus esposas y a sus hijos, a excepción
de Joacaz (otra forma del nombre Ocozías), que era el menor. Esta invasión se efectuó cerca
de 846–845 a. de J.C.
4. Guerra con Siria y sitio de Samaria
2 R. 6:8–7:20.
Nuevamente se renuevan las relaciones belicosas entre Israel y Siria. Podemos fechar esta
guerra entre 846 y 843 a. de J.C.
i. Comunicación de Eliseo sobre los planes de Siria
2 R. 6:8–12.
El rey de Siria, Ben-hadad, habiendo hecho consultas con sus consejeros, puso su
campamento en cierto lugar, esperando así tomar por sorpresa a las fuerzas israelitas. El rey
Joram, siendo notificado por Eliseo de los planes sirios, envió al lugar donde acampaban los
sirios, no para pelear contra ellos, sino para investigar si los dichos de Eliseo eran ciertos
(Terry), y guardóse de allí, es decir, cuidó de no caer en la trampa que los sirios le habían
tendido. Esto sucedió no una vez ni dos, es decir, vez tras vez el rey sirio le tendió trampas,
pero cada vez los planes de éste le fueron revelados a Joram por el profeta de Dios. Al final
el rey sirio empezó a sospechar que había algún traidor en su campamento, hasta que uno de
sus hombres informó que la causa era Eliseo, que revelaba a Joram los planes sirios.
Probablemente el hecho se había divulgado por todo Israel, y este hombre lo supo de algún
israelita.
ii. Esfuerzo del rey de Siria para capturar a Eliseo
2 R. 6:13–17.
Ben-hadad ahora trazó planes para capturar a Eliseo. Averiguó primero que éste estaba en
Dotán, un lugar a dieciséis kilómetros al norte de Samaria. Luego envió a un ejército allí y
cercó a la ciudad. El siervo de Eliseo (que seguramente no era Giezi), al ver la mañana
siguiente a las fuerzas enemigas que rodeaban a la ciudad se desesperó. Inmediatamente
Eliseo lo confortó pidiendo a Dios que dejara ver a su criado a las fuerzas celestiales que los
apoyaban: todo el monte estaba lleno de caballería y de carros de fuego.
iii. Herida de los sirios con ceguera
2 R. 6:18–20.
Algunos autores siguen a Josefo (Ant. IX. iv. 3) que creyó que Eliseo fue al campamento sirio
(y así entienden Ball, y Baehr), pero la traducción de Cip. de Val. parece ser la correcta: Los
Siros descendieron a él (y así entienden Terry, Keil, la VM, Nácar-Colunga, Bover-Cantera,
etc.). Cuando los enemigos llegaron para tomarlo, Eliseo oró a Jehová, y fueron heridos con
la ceguera. El profeta ofreció conducirlos al hombre que buscáis. Luego los condujo a
Samaria, y a la presencia del rey Joram. Cuando les fue restaurada la vista, hallaron que
estaban presos dentro de Samaria.
iv. Liberación de los sirios
2 R. 6:21–23.
Joram quiso matar a estos enemigos que habían sido entregados en sus manos tan fácilmente.
La pregunta de Eliseo, ¿herirías tú a los que tomaste cautivos con tu espada y con tu arco?
ha de tomarse como una afirmación: el rey israelita no había de matar a éstos que habían sido
entregados en sus manos por el profeta, sino sólo a los que él mismo había tomado (y así
entienden Keil, Terry, Rawlinson, Bover-Cantera, Nácar-Colunga, etc.). Así que dieron
comida a estos hombres, y los enviaron a su país.
Después de esto no enviaron los sirios grupos de guerrilleros a Israel para hostigar al país.
Esto no impidió una guerra general un tiempo después, como se describe en los siguientes
párrafos.
v. Sitio de Samaria
2 R. 6:24, 25.
Estallando nuevamente la guerra entre Siria e Israel, vino Ben-hadad con un gran ejército y
puso sitio a Samaria, capital de Joram. Hubo gran hambre en la ciudad, a tal extremo que aun
una cabeza de un asno se vendía en ochenta piezas (siclos) de plata, que sería 900 gramos
(véase nota de Gén. 23:15, 16, Tomo I, pág. 203), y la cuarta de un cabo de estiércol de
palomas, o sea, un medio litro por cinco piezas de plata. El asno era inmundo, y la cabeza de
un animal no era comida, por lo cual vemos la necesidad del pueblo. El estiércol podía haber
sido usado como combustible, o esta expresión puede representar alguna comida inferior,
como los árabes llaman a la herba Alcali, estiércol de gorrión (Keil). Es posible también que
la expresión sea literal; el pueblo comía aun los propios hijos, y no es imposible tampoco que
comieran estiércol, como hicieron en el sitio de Jerusalén por los romanos (Josefo, Guerra,
V. xiii. 7).
vi. El canibalismo
2 R. 6:26–30.
Cuando Joram pasaba sobre el muro de la ciudad, probablemente para animar a los soldados
estacionados en los muros, una mujer en la calle o sobre la azotea de una casa cerca, le pidió
la salvación. El rey le respondió que sólo en Jehová había salud, que él no podía llenar los
alfolíes y los lagares, que ya estaban limpios de comida desde hacía tiempo, los que
únicamente Jehová podía llenar. Luego la mujer contó su historia repugnante: Ella había
hecho un acuerdo con otra mujer que comerían su hijo un día, y el día siguiente el de su
vecina. Así habían hecho, luego la vecina escondió el hijo suyo. Hasta tal extremo de bajeza
habían llegado, justamente como había profetizado Moisés (Deut. 28:53). Frente a este relato
horroroso, el rey rasgó su ropa, revelando así que por debajo llevaba saco, signo de su
humillación.
vii. Amenaza al profeta Eliseo
2 R. 6:31–33.
Aunque el rey llevaba saco, es evidente que no había verdadero arrepentimiento en su
corazón. En vez de culparse a sí mismo por sus pecados, y el hambre resultante, culpó al
profeta de Dios, pensando en su desesperación que éste era la causa, o más probablemente
que éste tenía el poder para quitar el hambre y no lo hacía. Así que juró la muerte de Eliseo,
y mandó un mensajero para prender al profeta.
Eliseo estaba tranquilamente en su casa (en Samaria), y con él consultaban los ancianos, los
adalides de la ciudad, lo que muestra el gran prestigio del profeta. Probablemente trataban de
la condición lastimosa de la ciudad. Aún antes de que llegase el mensajero, Eliseo previó su
venida y con qué propósito venía, y anunció, referente a Joram, ¿No habéis visto cómo este
hijo del homicida (hijo de Acab, y Jezabel) me envía a quitar la cabeza? Eliseo luego mandó
que se cerrasen las puertas, porque ya veía que venía Joram tras el mensajero para retirar la
orden que tan precipitadamente había dado. El relato es muy condensado, y hemos de saber
que Joram llegó al mismo tiempo que el mensajero, y es él quien dijo (v. 33), Ciertamente
este mal de Jehová viene (véanse 7:2, 17, y comp. Keil, Terry, Ball, etc.). En vez de culpar
al profeta, y hacerle degollar, el rey echó la responsabilidad sobre Jehová. ¿Para qué tengo
de esperar más a Jehová?, es decir, (según Ball), ¿por qué espero para rendirme a los sirios?,
o, según Rawlinson, ¿por qué busco yo tratar bien con Jehová guardándote más en vida? Es
mejor ver un elemento de fe en lo dicho por Joram: es como si dijera, hemos pecado de tal
forma que ya no puedo esperar la salvación de Jehová (y así lo entiende Terry; comp. Keil).
viii. Promesa del fin del sitio
2 R. 7:1, 2.
El arrepentimiento del rey (véase el último párrafo) trajo un resultado favorable. El profeta
anunció el fin del hambre, dando ciertos hechos concretos sobre los precios que habían de
regir a la mañana: el seah de flor de harina un siclo, es decir, trece y medio litros en once o
doce gramos, y dos seah de cebada un siclo, es decir veintisiete litros en la misma suma.
Un cortesano que acompañaba al rey expresó su duda en que esto aconteciera. El profeta le
dijo que sus ojos lo verían, pero él no comería de él.
ix. Descubrimiento hecho por leprosos del campamento sirio abandonado
2 R. 7:3–7.
V. véase; véanse.
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Las noticias del fracaso de los sirios profetizado por Eliseo llegaron primero a un pequeño
grupo de leprosos.
Los leprosos vivían aislados de la vida del pueblo, siendo excluídos de la ciudad y viviendo
fuera de los muros de ella. Estando en una condición moribunda por el hambre, uno de ellos
enunció un argumento que en la lógica se califica como dilema, en que el resultado de dos
alternativas es el mismo: Si quedaban en ese lugar, morirían; si iban a la ciudad, igualmente
morirían. Quedaba otro curso de acción que podía resultar en la muerte o en la vida: Si iban
al campamento de los sirios, éstos podían matarlos o podían dejarlos en vida. Así que se
decidieron seguir este curso que ofrecía una posibilidad de vivir: fueron al campamento de
los sirios.
Al llegar los leprosos al campamento sirio, lo encontraron abandonado. Los sirios habían
oído un ruido como de un gran ejército y, pensando que el rey Joram había conseguido aliados
en los egipcios y los heteos, huyeron todos, dejando en el sitio del campamento todas sus
posesiones.
x. Noticias del fracaso sirio llevadas a Samaria
2 R. 7:8–15.
Los leprosos hambrientos entraron inmediatamente en el campamento sirio, se alimentaron
con buena comida, hallaron plata y oro y los escondieron, y luego decidieron informar en
Samaria de la catástrofe siríaca. Así hicieron, dando voces a las puertas de la ciudad, desde
donde oyeron los centinelas. Tan extraña nueva, aunque increíble, había de ser llevada
debidamente al palacio del rey. Joram sospechó en seguida que era una trampa, creyendo que
los sirios habían abandonado el campamento con el propósito de hacer salir a los israelitas
de su ciudad fortificada, y que entonces saldrían de sus lugares de escondite y los atacarían
con el fin de aniquilarlos. Se sugirió luego que se mandasen jinetes en los cinco únicos
caballos que quedaban en la ciudad, después del hambre, para ver si era cierto lo que habían
informado los leprosos.
xi. Saqueo del campamento sirio
2 R. 7:16–20.
Cuando se confirmó la palabra de los leprosos, salió el pueblo para saquear el campamento
sirio.
Así se cumplió la promesa de Eliseo, y se vendió comida en el mercado de la ciudad al precio
que él había dicho (véase 2 R. 7:1). También se verificó la profecía que él había hecho con
respecto al oficial de Joram, que murió atropellado por el pueblo que salía en masa para
buscar comida.
5. Devolución a la sunamita de sus propiedades
2 R. 8:1–6.
La referencia en este pasaje a la profecía tocante al hambre, hecha a la sunamita por Eliseo,
es incidental aquí, e introduce el tema principal: El relato por Giezi de las obras maravillosas
de Eliseo, con el resultado de que las tierras de la mujer le fueron devueltas. La profecía del
hambre de siete años antecedió a la curación de Naamán, y probablemente corresponde este
hambre al que se menciona en 4:38 (comp. Terry, Keil, etc.). Traduciríamos pues el primer
versículo, Y habló Eliseo a aquella mujer, etc.
De acuerdo a la palabra de Eliseo, la sunamita salió de Israel y fue a vivir en la tierra de los
filisteos, donde permaneció durante siete años. Mientras estaba fuera del país, otros ocuparon
sus tierras, y cuando volvió a su ciudad no pudo conseguir la restitución de ellas. Fue pues al
rey para presentar su causa y pedir la devolución de sus tierras.
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Cuando ella se presentó al rey, Giezi, el ex siervo de Eliseo, estaba allí contando los hechos
maravillosos de Eliseo. Era un momento favorable para su petición, porque Giezi había
contado también el hecho de la resurrección de su hijo, y cuando la vio, la señaló para que el
rey supiera que era ella. Esto hizo que Joram se interesara en el caso, y dio un fallo favorable
a la petición de la sunamita. Mandó con ella un oficial de su corte (heb., saris que podía ser
eunuco o no) que tenía autoridad para restaurar a la mujer sus propiedades, con los frutos de
éstas durante los siete años que ella había estado ausente.
6. Ultima parte del reinado de Joram, rey de Judá
2 R. 8:7–15, 23, 24. 2 Cr. 21:18–20.
i. Enfermedad de Joram, rey de Judá
2 Cr. 21:18.
Se enfermó Joram, rey de Judá, de una enfermedad de las entrañas, de la cual no podía
curarse. Esta enfermedad duró dos años (2 C. 21:19): podemos fechar el principio de ella en
843 a. de J.C., y su muerte ocurrió en 842.
ii. Profecía de Eliseo a Hazael
2 R. 8:7–15.
En este pasaje el ministerio de Eliseo llega a ser internacional. El se dirigió a Damasco,
ciudad capital de Siria, sin duda para realizar los propósitos que luego se describen, y en
cumplimiento de una comisión hecha hacía mucho tiempo a Elías (1 R. 19:15).
Ben-hadad, rey de Siria, estaba enfermo. Al saber él que Eliseo venía hacia la ciudad, mandó
a Hazael, un ministro suyo, con una recompensa para el profeta, con una pregunta respecto a
su salud. Aunque este obsequio era llevado en cuarenta camellos y era sin duda considerable,
probablemente no era tan grande como podría parecer, por la costumbre oriental de hacer
mucha ostentación, poniendo en cuarenta camellos lo que podía ser llevado en diez (comp.
Terry, Keil, etc.).
Al oír la pregunta de Ben-hadad, si él había de sanar de su enfermedad, Eliseo contestó a
Hazael que le dijera, Seguramente vivirás, es decir, la enfermedad no era para muerte. Luego
agregó unas palabras que no estaban incluídas en el mensaje para el rey, Empero Jehová me
ha mostrado que él ha de morir ciertamente. Aunque la enfermedad no era tan seria como
para ocasionar la muerte, el discernimiento del profeta preveía que Hazael había de asesinar
a su amo (comp. Barnes y otros).
Después de comunicar su mensaje a Hazael, Eliseo rompió a llorar. Cuando el sirio le pidió
la razón para su dolor, el profeta le dijo que lloraba por los males que Hazael había de hacer
a Israel. Hazael fingió sorprenderse por tal descripción de su carácter y su futura conducta, y
Eliseo le dijo claramente que él había de ser rey de Siria. Por referencias posteriores sabemos
que este rey se portó exactamente así hacia Israel (10:32, 33; 13:3 y sig.).
Al volver Hazael a su amo, le entregó el mensaje que Eliseo le había confiado, diciéndole
que se había de sanar. Al día siguiente Hazael tomó un paño mojado y lo puso sobre el rostro
de Ben-hadad hasta que lo sofocó, y murió.
iii. Muerte de Joram, rey de Judá
2 R. 8:23, 24. 2 Cr. 21:19, 20.
Después de ocho años de reinar en Jerusalén, y dos años de enfermedad, murió Joram, rey de
Judá, en 842 a. de J.C. Su muerte fue sin ser deseado, es decir, sin que el pueblo la sintiese
(Terry). No le hizo quema su pueblo, pasaje que se refiere, no a la cremación, sino a la quema
de las especias, como solían hacer a la muerte de los reyes (comp. Elmslie, sobre 2 C. 16:14;
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Jer. 34:5). Aunque lo enterraron en Jerusalén, no lo pusieron en los sepulcros reservados para
los reyes, a causa de su vida inicua.
En su lugar reinó su hijo, Ocozías.
7. Principio del reinado de Ocozías, hijo de Joram
2 R. 8:25–29. 2 R. 9:29. 2 Cr. 22:1–6.
i. Ascensión de Ocozías al trono de Judá
2 R. 8:25–27. 2 R. 9:29. 2 Cr. 22:1–4.
La ascensión de Ocozías al trono de Judá se verificó en el año 842 a. de J.C. Su ascensión al
trono de Judá correspondió con el año doce de Joram, rey de Israel. Tenía veintidos años
cuando empezó a reinar. La afirmación en Crónicas de que tenía cuarenta y dos años se debe
al error de un copista, la confusión entre dos letras hebreas similares, la kaf, cuyo valor
numérico era veinte, y la mem, que valía cuarenta. Puesto que su padre Joram tenía cuarenta
años cuando murió, la edad de veintidós años para el hijo es la correcta. (Comp. Keil, Terry,
Baehr, etc.) Joram tenía dieciocho años cuando nació Ocozías. Puesto que tenía otros hijos
mayores (2 C. 21:7 y nota), se habría casado muy joven. Por el sistema de concubinato
existente, no es necesario que éstos fuesen hijos de Atalia, la reina, ni que fuesen mucho
mayores que Ocozías (comp. Keil).
El nombre de la madre de Ocozías era Atalia, llamada aquí hija de Omri, aunque era la nieta.
Esto es natural en vista de que Omri era el que principió esta dinastía, y que era muy malo,
(comp. Ball), o que hija es un término relativo en el hebreo, equivaliendo muchas veces a
descendiente (comp. Dummelow). Se dice también que era yerno de la casa de Achab, pasaje
que Terry explica en sentido de que él, como su padre, se habría casado con una descendiente
de Omri; es mejor entender la palabra hebrea jathán, traducida aquí yerno, como pariente
(Gesenius), porque no hay evidencia del casamiento que supone Terry. Este pasaje refuerza
la idea de que Ocozías se comportaba de acuerdo al espíritu de la casa de Omri, en lo que era
aconsejado por su madre, Atalia.
ii. Cooperación de Ocozías con Joram, rey de Israel, en la guerra contra Siria
2 R. 8:28.
Siendo Joram rey de Israel, y el tío de Ocozías, rey de Judá, y habiendo entre ellos vínculo
de parentesco, era natural que Ocozías fuese con Joram a la guerra contra Siria, enemigo
común de ellos, como había hecho su abuelo Josafat. Este conflicto se verificó en Ramot-
galaad, ciudad importante de Israel al este del Jordán, una ciudad de refugio, cuyo sitio no se
identifica con certidumbre. En esta batalla Joram, rey de Israel, fue herido.
iii. Retiramiento de Joram a Jezreel
2 R. 8:29. 2 Cr. 22:6.
Habiendo sido Joram, rey de Israel, herido por los sirios (según Josefo, por una flecha tirada
por uno de los sirios: Ant. IX. vi. 1), se retiró a la ciudad de Jezreel, donde tenía un palacio
(1 R. 21:1–3, y nota), para curarse de sus heridas. Dejó a Jehú en capacidad de general para
vigilar la situación en Ramot-galaad, que había podido quitar a los sirios (Josefo, id.). En
Jezreel le visitó su sobrino Ocozías, como su abuelo Josafat había visitado a Acab mucho
antes (1 R. 22:2).
Así se preparaban las circunstancias para la rebelión de Jehú y el asesinato de Joram y de su
aliado y pariente Ocozías, rey de Judá, terminando así con la oposición que pudiera suscitar
en ambos reinos. Los detalles de esto se comentarán después.
Nota. La narración de Crónicas parece dar la idea de que Ocozías fue herido y se retiró a
Jezreel para curarse de sus heridas, pero el pasaje paralelo en Reyes claramente muestra que
es Joram, idea que es más claramente expresada en la traducción de la VM de 2 C. 22:6. La
referencia a Azarías en este pasaje debe ser Ocozías (comp. Elmslie).
IV. EPOCA DE JEHU, REY DE ISRAEL
(Desde el ungimiento de Jehú hasta la muerte de Joás, rey de Israel). 842–785 a. de J.C.
2 R. 9:1–28, 30–37. 2 Cr. 22:7–25:24.
10:1–14:16.
Joel 1:1–3:21.
La época de Jehú, rey de Israel, duró unos cincuenta y siete años, empezando con el
ungimiento de Jehú en 842 a. de J.C. y terminando con la muerte de su nieto Joás en 785.
Reinó Jehú veintiocho años, su hijo Joacaz diecisiete años, y su nieto Joás dieciseis,
correinando el último mencionado dos años con su padre. Con su impiedad rebajó aún más
el nivel moral del pueblo Israel.
En el reino meridional de Judá ocupaban el trono Joás, que reinó cuarenta años, y Amasías,
cuyo reinado duró veintinueve años. La última parte del reinado de Amasías correspondió
con el reinado de Jeroboam, hijo de Joás, en Israel. Aunque la vida de Joás, rey de Judá, era
buena mientras vivía bajo el tutelaje del sumo sacerdote Joiada, después de la muerte de éste,
fue tras la idolatría. La vida de Amasías fue mayormente buena, aunque no fue siempre
juicioso en su política con Israel.
En este período actuaba Eliseo hasta el reinado de Joás en Israel. Poco se relata de su
ministerio en este período. En Judá se mencionan varios profetas. En este período podemos
incluir la profecía de Joel, que era profeta del sur.
En este período el poderío de Asiria sigue creciendo, y Jehú tuvo que mandar tributo a
Salmanasar III, como se comentará después.
Podemos dividir la exposición de la historia de este período en las siguientes partes:
A. REINADO DE JEHU, REY DE ISRAEL.
B. LA PROFECIA Y SU INTERPRETACION.
C. ORIGEN DE LAS IDEAS ACERCA DEL REY (MESIAS) Y DEL REINO.
D. PROFECIA DE JOEL.
E. ULTIMO PERIODO DE LA EPOCA DE JEHU.
A. REINADO DE JEHU, REY DE ISRAEL
2 R. 9:1–28, 30–37. 2 Cr. 22:7–24:5.
10:1–33.
11:1–12:5.
Siendo ungido Jehú rey de Israel por disposición del profeta de Jehová, al principio de su
reinado hizo bien en destruir el culto de Baal, valiéndole esto el privilegio de tener su
9:30–10:17.
i. Ungimiento de Jehú para ser rey de Israel
2 R. 9:1–10.
Estando Elías en Horeb, recibió una comisión para ungir a Hazael como rey de Siria, y a Jehú
como rey de Israel (1 R. 19:15, 16). Quizás no cumplió con estas comisiones por debilidad,
como sugiero en mis notas sobre 1 R. 19:15–18. Ya que el cumplimiento de las comisiones
habría terminado inmediatamente con el reinado de Acab, es posible que el arrepentimiento
de este rey cuando el profeta Elías lo reprendió por su parte en el asesinato de Nabot (1 R.
21:27–29) haya causado la postergación de la destrucción de su casa, y así la demora en el
cumplimiento de las comisiones de Elías (comp. Barnes).
Ahora, después de muchos años, ha llegado el momento para el cumplimiento de las
comisiones de Elías. Eliseo llamó a uno de los hijos de los profetas (según Raschid1 citado
por Ball, era Jonás), y a él comisionó para ungir a Jehú. De Jehú no se sabe nada. Aquí se
dice que era hijo de Josafat, que no sería el rey de Judá del mismo nombre, sino un hijo de
Nimsi. Quizás no fue Eliseo mismo porque era bien conocido, y su presencia en Ramot-
galaad habría suscitado sospechas en algún amigo del rey de que una rebelión amenazaba, y
éste hubiera llevado noticias a Joram que yacía enfermo en Jezreel. La rapidez y el cuidado
con que el ungimiento había de ser hecho (v. 3) apoya esta idea.
El joven profeta fue a Ramot-galaad, donde Jehú como general vigilaba la ciudad recién
capturada. Llamó a Jehú, que comía con los oficiales del ejército, y en secreto lo ungió,
dándole a la vez la comisión de exterminar la casa de Acab.
ii. Conjuración de Jehú en contra de Joram, rey de Israel
2 R. 9:11–14.
Habiendo entrado nuevamente Jehú en presencia de sus compañeros, les reveló cuál había
sido el mensaje del profeta. En seguida lo proclamaron rey y lo sentaron sobre un trono. Esto
se verificó en el año 842 a. de J.C.
iii. Jehú mata a Joram
2 R. 9:15–26.
Jehú, después de asegurar que nadie escapase de Ramot-galaad para ir a Joram a darle noticias
de la rebelión, fue con una compañía de soldados a Jezreel. El atalaya de la ciudad, que
vigilaba desde la torre el acercamiento de la banda de soldados, dio la nueva inmediatamente
a Joram. Siendo tiempo de guerra, se tenía una vigilancia estricta sobre la venida de tropas
no identificadas. El rey mandó luego mensajeros para inquirir el carácter y el propósito de
los que venían.
La pregunta que el rey puso en boca del mensajero, ¿Hay paz?, era la forma acostumbrada
de saludo, pero en este caso tenía un significado especial, puesto que desde la dirección de
donde venía la banda podían llegar noticias de algún desastre en Ramot-galaad. Al llegar el
2 R. 10:12–14. 2 C. 22:8.
Al ir Jehú hacia Samaria, se encontró con cuarenta y dos de los parientes de Ocozías, que
había sido rey en Judá, y que venían a saludar a la familia real de Israel. Al parecer las noticias
de los acontecimientos sucedidos en el reino del norte no habían llegado a sus oídos. Puesto
que estos hombres eran también de la descendencia de Acab (por Atalia, hija de Jezabel),
eran incluídos dentro de la esfera de la comisión de exterminio de Jehú. Los juntó a todos, y
los degolló. El propósito de Jehú al tomarlos vivos antes de matarlos fue para que ninguno
se escapara. Si hubiese procedido a darles muerte al verlos, probablemente algunos hubieran
escapado.
viii. Unión de Jonadab con Jehú
2 R. 10:15, 16.
Jonadab era de la tribu de los cineos (1 Crón. 2:55), que habían acompañado a Moisés en el
desierto. De ellos eran Jetro y Hobab, suegro y cuñado de Moisés. Véanse Núm. 10:29; y
nota de Juec. 1:16 en el Tomo II. Jonadab fue el que inició la orden de los recabitas (Jer.
35:6). Recomendó a su familia y descendientes una vida sencilla de nómadas, que vivieran
en tiendas y se abstuvieran del vino, y que siguieran la vida simple de sus antepasados. La
fidelidad de Jonadab al culto de Jehová era bien conocida en Israel. Para Jehú sería de gran
ventaja conseguir el apoyo de este hombre. Además, le era de gran interés saber la opinión
de Jonadab en cuanto al programa de sangriento exterminio que él llevaba a cabo.
Al encontrarse Jehú con Jonadab en el camino, le dijo el nuevo rey, ¿Es recto tu corazón,
como el mío es recto con el tuyo? Esto fue como preguntar al patriarca si éste simpatizaba
con Jehú en su proyecto de juicio, proyecto que él creía le había sido comisionado por Jehová.
Cuando Jonadab respondió que sí, ambos se estrecharon la mano, y Jehú le hizo subir en su
carro. Verás mi celo por Jehová, continuó Jehú, con lo cual se refería a la destrucción del
culto de Baal que pensaba hacer en Samaria, y de los que quedaban de la casa de Acab.
ix. Destrucción del resto de la casa de Acab
2 R. 10:17.
Al llegar Jehú a Samaria, buscó a los de la casa de Acab que aún vivían, y les dio muerte,
obedeciendo así la palabra que le había sido dada por medio del profeta que lo ungió.
2. Destrucción del culto de Baal
2 R. 10:18–28.
La mente astuta de Jehú había trazado un plan con el cual podría destruir a todos los
adoradores de Baal. Lanzó una proclamación de que él iba a ser adorador de Baal, aún más
fiel que el mismo Acab. Anunció una gran reunión de culto en el templo de Baal. Así procuró
que todos los fieles de este dios pagano se juntasen en el templo. Cuidó que ningún servidor
de Jehová se hallase en la reunión.
Luego, con Jonadab, él también fue al templo. Es probable que había revelado ya a este siervo
de Jehová lo que pensaba hacer, de otra forma Jonadab no lo habría acompañado. Después
del holocausto, Jehú dio orden de que todos los que estaban en el templo fuesen muertos.
Después de la matanza, hizo quemar las imágenes de Baal y la estatua principal que estaba
en el templo, y derribaron el templo. Así extirparon definitiva y finalmente el culto de Baal
en Israel.
3. Carácter de Jehú, rey de Judá
2 R. 10:29–31.
Aun cuando Jehú había hecho una reforma tan grande, extinguiendo el culto de Baal, no
destruyó el culto de los becerros de Jehová. Tampoco se cuidó de observar la ley de Jehová.
Por el bien que había hecho, recibió la aprobación de Jehová y la promesa de que de su
descendencia habría rey en Israel hasta la cuarta generación. Probablemente fueron los
defectos de su carácter los que impidieron que descendientes de él se sentasen en el trono
permanentemente.
4. Usurpación de Atalia en Judá
2 R. 11:1–3. 2 Cr. 22:9b-12.
Atalia era la hija de Jezabel que se había casado con Joram, hijo de Josafat. Al morir Joram,
su hijo, Ocozías, subió al trono. Este fue muerto por Jehú. Cuando Atalia lo supo, decidió
usurpar el trono y reinar ella. Realizó su propósito dando muerte a toda la simiente real,
pudiendo escapar de su mano un solo hijo de Ocozías que se llamaba Joás. Este fue salvado
por Josaba (Josabet), una hija de Joram y hermana de Ocozías (que podía o no ser hija de
Atalia), que lo hizo ocultar en el templo durante seis años. Allí estuvo bajo la protección del
sumo sacerdote, Joiada, que era esposo de Josaba.
Así llevó a cabo Atalia una revolución sangrienta de la cual ella salió como reina de Judá,
aunque no legítima, porque no era descendiente de David, y se había apoderado del trono
ilícitamente.
5. Reveses militares de Jehú
2 R. 10:32, 33.
i. Tributo a Asiria
En las inscripciones asirias, aunque no en la Biblia, hay una referencia a un triunfo de
Salmanasar III, rey de Asiria, sobre Hazael de Siria, acontecimiento que fechamos en 842 a.
de J.C. En el mismo año Jehú, evidentemente sintiéndose amenazado, o quizás en respuesta
a una amenaza directa del rey asirio, mandó tributo a Salmanasar. (Véase Rawlinson,
Cuneiform Inscriptions of Western Asia, III, 5, No. 6, cit. en Barton, Archaelogy and the
Bible, pág. 459.) En esta inscripción, Jehú es llamado “hijo de Omri”. Los asirios no siempre
distinguían bien entre las distintas dinastías de los numerosos países del occidente que ellos
de vez en cuando invadían, y Omri era quizás el rey israelita más famoso de todos los
tiempos, a lo menos su nombre aparece con frecuencia en sus inscripciones.
ii. Limitación de los territorios de Israel
2 R. 10:32, 33.
La devastación de la tierra de Israel por Hazael, rey de Siria, que había sido prevista por
Eliseo, ahora se cumplió. Hazael quitó a Jehú todo el territorio oriental de Israel, al este del
Jordán, que incluía las posesiones de las tribus de Manasés, Gad, y Rubén, que abarcaba las
antiguas regiones de Basán y Galaad. Esto lo podemos fechar en 836 a. de J.C.
6. Reinado de Joás, rey de Judá
2 R. 11:4–12:5. 2 Cr. 23:1–24:5.
Joás reinó en Judá durante cuarenta años. La primera parte de su reinado fue efectuada bajo
la influencia del sumo sacerdote Joiada, que lo puso en el trono, por lo cual el rey se comportó
bien, de acuerdo a la ley de Jehová. Después de la muerte de Joiada, Joás degeneró y permitió
muchos abusos en su reino, lo que ocasionó la reprensión de un profeta, Zacarías, y las
invasiones de los sirios bajo Hazael.
i. Coronación de Joás como rey de Judá
2 R. 11:4–12. 2 Cr. 23:1–11.
El país estuvo bajo la dominación de la cruel Atalia durante seis años. Al séptimo año Joiada,
el sumo socerdote, fomentó una rebelión. Juntó a oficiales del ejército, en quienes él sin duda
reconocía un descontento con el gobierno de Atalia, y los introdujo en el templo, donde les
mostró al niño Joás, a quien él había guardado secretamente durante seis años. Habiéndose
asegurado de la lealtad de éstos, les trazó el plan que tenía para derrotar el gobierno ilícito de
No. Número.
cit. citado.
Atalia. Con éstos habían de cooperar los levitas (Crónicas), a quienes siempre tocaba el
defender la honra de Jehová, la cual era manchada por los hechos de Atalia, hija de Jezabel.
Los guardas reales eran divididos en tres velas de ocho horas cada una. Los que estaban de
centinela en el palacio el día del sábado, habían de apoderarse del edificio real. De estos
guardas, una tercera parte se quedaría en el palacio, mientras que las otras dos terceras irían
a dos puertas de la ciudad para guardarlas. Los otros guardas, los que salían el sábado, habían
de ir al templo para guardar al joven príncipe. Los guardas, que probablemente llevaban
armas ligeras, fueron equipados con armas que habían sido de David, y que estaban en el
templo.
Llegado el momento señalado para que estallara la rebelión, se pusieron en orden los
soldados, sacó Joiada al niño Joás de su lugar de escondite, puso sobre la cabeza de éste la
corona real y el testimonio (probablemente algún documento que especificaba cuál era el
orden de la descendencia real: Barnes), y lo anunció como rey.
ii. Muerte de Atalia
2 R. 11:13–16. 2 Cr. 23:12–15.
Oyendo Atalia el tumulto que había en la ciudad, con la temeridad que había caracterizado a
su madre Jezabel, se dirigió y entró en el mismo templo. Probablemente pensaba aplastar la
rebelión con alguna muestra de coraje y de realeza. A la vez rasgaba sus vestidos, en signo
de indignación, y gritaba, ¡Traición, traición! Los guardas habían permitido que Atalia
entrase en el templo (parece que iba sola, sin que nadie le acompañase), pero ahora Joiada
mandó que ella fuese tomada y llevada fuera del templo para ser muerta. No era apropiado
que esta pagana fuese muerta en el sagrado recinto del templo. Así que los soldados la
llevaron hasta el palacio y allí le dieron muerte.
iii. Pacto entre Jehová y el rey y su pueblo
2 R. 11:17–20. 2 Cr. 23:16–21.
En el mismo acto se celebró una alianza entre Jehová y el rey y su pueblo, sin duda una
reafirmación del propósito de todos para servir a Jehová y guardar su ley. Derribaron el
templo de Baal, así como los altares, y destrozaron las imágenes. Luego dieron muerte a los
sacerdotes de Baal.
Entonces reconstruyeron los servicios del templo de acuerdo a la ley (sin duda según un plan
ya trazado por Joiada para que fuese hecho con toda prontitud). Después de poner una guardia
en el templo para que no hubiera ningún estorbo por los partidarios de Baal, se fueron al
palacio para sentar a Joás sobre el trono de sus antepasados.
Todo fue llevado a cabo con tanta facilidad que no hubo ningún desorden en la ciudad. En
todas partes hubo grande regocijo y alegría de parte del pueblo, cansado ya de los excesos de
la reina madre Atalia, usurpadora dei trono.
iv. Características del reinado de Joás, rey de Judá
2 R. 11:21–12:5. 2 Cr. 24:1–5.
El reinado de Joás empezó en 836 a. de J.C. El joven rey no tenía más que siete años. Aunque
el joven rey hizo bien, aconsejado siempre por Joiada, sumo sacerdote, el autor bíblico nota
una falta: Los altos no se quitaron. Estos eran lugares fuera de Jerusalén donde el pueblo
acostumbraba adorar a Jehová. Desde el punto de vista de una pura observancia de la ley de
Jehová, esto no era permisible, porque sólo un lugar era indicado como centro lícito del culto
de Jehová. Puesto que el culto que se celebraba en estos lugares era hecho de acuerdo a
principios buenos, y era libre de la idolatría, es evidente que muchos de los reyes de Judá
respetaban las costumbres que se habían iniciado, y dejaban estos lugares de culto.
Desde el comienzo del reinado de Joás, el joven rey concibió la idea de hacer reparaciones
al templo, que era ya un edificio vetusto, habiendo sido construído durante el reinado de
Salomón, más de cien años antes. El rey mandó entonces que se comenzara el recogimiento
del dinero y de los materiales. La obra de reparaciones no fue llevada a cabo hasta el año
veintitrés del reinado de Joás. Probablemente la demora fue debida a que los Levitas no
pusieron diligencia: por la falta de interés de los que eran encargados de esta recolección en
su debido cumplimiento, la obra no fue empezada hasta mucho después de su iniciación. La
descripción de la reparación del templo se halla después.
B. LA PROFECIA Y SU INTERPRETACION
Una de las partes más interesantes y a la vez más difíciles de las Sagradas Escrituras es la
profecía. Los profetas eran hombres de Dios que vivieron en la época entre Samuel y
Malaquías y que pronunciaron sus mensajes ardientes de juicio y recompensa, pecado y
justicia, amor y misericordia. Hubo profetas antes de Samuel (como Moisés), y también en
la época del Nuevo Testamento hubo profetas (como Agabo). Pero la gran época de los
profetas puede señalarse como la que empezó con Samuel y terminó con Malaquías. Estos
hombres fueron inspirados por el Espíritu de Dios para pronunciar sus críticas de la época en
que vivieron, y además las decisiones de Dios en cuanto a la futura suerte de su pueblo.
Los profetas desempeñaron un papel único e individual en la historia del reino de Dios. Eran
los lógicos sucesores de los jueces que en una época anterior habían servido a Dios y a la
generación en que vivieron (véase la Introducción al Libro de los Jueces, en el Tomo II).
Perseguidos, abandonados, odiados pero respetados, asesinados, encarcelados, estos hombres
severos y poco amables en su carácter puritano y consagrado, fueron fieles a la misión
encargada en sus manos por Jehová. Conscientes de las faltas del pueblo, tenían el corazón
inflamado y ardiente por el mensaje. La pronunciación del mensaje podía ocasionar, no la
rendición de la voluntad del pueblo de Dios, sino una rebelión mavor, con la persecución del
varón de Dios que se atrevía a criticarlos. Los profetas estaban dispuestos, sin embargo, a
derramar la última gota de sangre que cursaba por sus venas para transmitir el sagrado oráculo
que a sus atentos oídos había comunicado el Espíritu de Dios. Estos hombres resaltan entre
todos los héroes de la religión en toda época, y se distinguen por las características de la
sinceridad, de la fidelidad, y de la tenacidad a la verdad que en sus vidas exhibían.
En todas las épocas de la historia de la religión verdadera, y en todas las etapas de su
revelación, Dios se ha valido de hombres para hacer conocer su voluntad y sus propósitos a
los hombres, se ha servido de corazones puros y sensibles, de naturalezas que se rendían a la
presión suave de su Espíritu. En una época, se comunicaba con el pueblo por medio de los
patriarcas. En otra época se revelaba a los hombres por los grandes caudillos y estadistas,
Moisés y Josué. En otro período se dirigía a la nación escogida por medio de los jueces.
Después se valía de los profetas, luego habló por su Hijo y por los apóstoles. Finalmente ha
empleado durante los siglos a los predicadores y los misioneros, quienes, con el evangelio ya
perfeccionado, habiendo sido éste forjado por los héroes inspirados del pasado, han ido
anunciando las buenas nuevas del amor de Dios y la salvación del pecador.
En el estudio que ahora proponemos hacer, pensaremos especialmente en el mensaje de los
hombres que ejercieron su ministerio en la época del Reino Dividido y después de la caída
de Israel y que por breve tiempo continuaron después de la restauración del pueblo de Dios
a su tierra. Tampoco en este capítulo pensaremos en el contenido de aquel mensaje. En la
discusión de cada profecía que se presenta en el curso de esta obra, habrá bastante
oportunidad de pensar en los profetas como individuos y en el mensaje que cada uno entregó
al mundo. En este capítulo lo que nos interesa es la interpretación del mensaje del profeta, o
sea, los métodos y los principios que nos han de guiar en la comprensión de los dichos
proféticos.
La interpretación de las profecías constituye una parte de la hermenéutica en general, ya que
los profetas empleaban las figuras retóricas que caracterizaban a otros escritores bíblicos, y
a los autores en general, con pocas excepciones. Pero las profecías, por su carácter intrínsico,
necesitan de algunas indicaciones especiales para su mejor entendimiento.
Primero señalaremos algunas razones para la dificultad de este estudio, que a la vez aclarará
algo el modo de hacer frente a su interpretación.
1. Dificultades en la interpretación de las profecías
La interpretación de las profecías bíblicas acarrea ciertas dificultades que no se hallan en
otros escritos.
i. Difícil por cuanto se ha relacionado con ciertas escuelas, o tendencias teológicas
La dificultad que resalta aquí viene cuando un pasaje profético se interpreta de acuerdo con
algún sistema teológico. Se toma una doctrina de la teología ya formada y se emplea ésta
para la interpretación de un pasaje bíblico. Ninguna atención es prestada por estos intérpretes
al contexto, o al fondo histórico del pasaje profético, sino que se le interpreta de acuerdo a la
doctrina ya hecha.
El método de interpretación que ajusta un pasaje a una doctrina teológica ya ideada, no puede
ser un principio correcto de la hermenéutica. El método evangélico debe ser la formación de
la doctrina sobre la base de la enseñanza de la Biblia. Empezando con la doctrina formada y
empleando ésta para la resolución de una dificultad hermenéutica, es proceder al revés.
¿Cómo es, pues, que a veces se puede llegar a una interpretación correcta de algún pasaje
mediante el empleo de una doctrina o principio teológico? Hay que confesar que a veces la
doctrina nos ayuda. ¿Cuándo nos ayuda? Nos ayuda cuando la doctrina es verdadera, o
cuando encierra en sí una verdad. Empezando con una verdad como base para la
interpretación, se puede llegar a conclusiones verídicas. Pero la falacia resulta, en este
sistema de interpretación, en que la doctrina puede ser falsa, o equivocada. Uno no puede
estar seguro siempre que su teología sea correcta, o que el principio teológico que emplea en
la interpretación sea verdadero, o que represente fielmente a la Biblia. Por lo tanto, como
sistema de interpretación, el teológico no puede servirnos infaliblemente.
Sería mucho más correcto empezar con la fuente de la doctrina, o sea, la misma Biblia, y
comparar algún pasaje de ella con otros pasajes del mismo libro, para encontrar la resolución
de las dificultades que impiden su interpretación, explicando un trozo desconocido o mal
entendido con otro conocido y comprendido. Así estamos sobre tierra firme, ya que es uno
de los métodos más comunes en la práctica de la hermenéutica, tan conocido y usado que a
veces lo hacemos sin pensar. Así tomamos un pasaje difícil (difícil por su ambigüedad, o
brevedad, o por otra razón), y llegamos a comprenderlo mediante una comparación con él de
otro pasaje del mismo autor bíblico en que se trata el mismo tema, donde éste ha sido
expuesto más ampliamente y de una forma más clara. Esto se basa sobre el principio de que
generalmente un autor es consecuente consigo mismo, y si es inteligente y sincero (lo que
siempre hallamos en los autores bíblicos), expresará las mismas opiniones en una parte de su
escrito como en otra parte.
No solamente es de utilidad en la interpretación al comparar un pasaje difícil de un autor con
otro pasaje del mismo autor, sino que es de valor cotejar el escrito de un autor bíblico con el
de otro, facilitando esto muchas veces la interpretación del trozo difícil. La Biblia es
eminentemente consecuente consigo misma. En la Biblia, aun cuando encontramos cierta
variación de estilo, de las formas de expresión, de vocabulario, de retórica, etc., hallamos una
doctrina unifificada, que trata del mismo tema, que en general presenta las mismas ideas
religiosas, etc. Por ejemplo, en la Biblia hallamos las ideas del arrepentimiento, de la ley
moral, de la unidad de Dios y su carácter monoteísta, de su odio al pecado, del castigo del
pecador, de la redención, etc. En la presentación de estas ideas se puede observar desarrollo
en los detalles y en la culminación de su revelación. Cuando comparamos un pasaje bíblico
con otro, en la interpretación, el principio de la revelación progresiva debe ser tenido en
cuenta (véase el capítulo sobre La Biblia como Revelación de Dios, en el Tomo I), pero las
ideas son las mismas en toda la Biblia.
La comparación de los pasajes bíblicos con otros en la misma Biblia ayudará su
interpretación, y no la dificultará, como ocurre muchas veces en la aplicación de principios
teológicos a la exégesis de la Biblia.
ii. Difícil por cuanto varios acontecimientos en épocas distintas pueden señalarse a veces
como el cumplimiento de la misma profecía
No se puede siempre señalar cierto acontecimiento histórico que parece ser un cumplimiento
de cierta profecía y decir infaliblemente que en esto se cumple aquella profecía. A veces
existen dos o más acontecimientos históricos que pudieran ser, por su semejanza al suceso
descrito por el escritor sagrado, su cumplimiento. Muchas veces el intérprete tiene que
contentarse con presentar varios cumplimientos posibles, y limitarse a señalar uno de ellos
como el más probable, sin ser dogmático.
Además, una predicción a veces señala más de un incidente de la historia: uno contemporáneo
al cual el profeta señala directamente, y uno futuro, del que es típico el dicho profético. La
profecía es pues repetidora, pudiendo referirse a una cosa futura en una época y otra en otra,
como la referencia en Daniel a la abominación de asolamiento (Dan. 9:27), que cita Jesús
(Mt. 24:15; Mc. 13:14), que en Daniel se refiere al asolamiento del templo por Antíoco
Epífanes y su ejército, y que por Jesús es tomada como referente a un incidente paralelo en
su generación: la desolación del templo por los ejércitos romanos bajo el general Tito en el
año 70 de la era cristiana. Ambas referencias son correctas, e ilustran bien el carácter
repetidor de la profecía.
Este principio del carácter repetidor de la profecía, que he presentado en el último párrafo,
es descrito por B. O. Herring con la palabra perspectiva (en inglés, perspective): “Debemos
recordar que el significado y el valor de los mensajes proféticos no fue enteramente agotado
por la época en que fueron dados. Esta característica de la profecía hebrea ha sido expresada
con el término perspectiva. Así el panorama que veo desde mi ventana se desarrolla en un
cuadro de calzadas y arbustos y árboles y aves que vuelan. Más allá hay otros árboles y casas
y gente y automóviles que pasan por la carretera. Más lejos aún veo las cuestas y el horizonte,
el cielo azul, las nubes, y de vez en cuando un aeroplano …”
Sigue Herring: “Los eruditos nos han recordado con toda corrección que en el cuadro
profético las alturas más bajas y más cercanas tocan las más altas y más remotas. Solamente
cuando emergen en la historia, puede ser claramente demostrado que entre ellas hay un
intervalo … Cada dicho profético es, en un sentido, el producto de una época. No obstante,
cada uno da un testimonio no sólo para aquella época sino para todas las épocas” (Studies in
the Prophets, pág. 26 y sig.)
iii. Difícil por cuanto una profecía a veces esté expresada en términos metafóricos
Además de la dificultad que la interpretación de la profecía halla por el carácter único y
especial de la profecía bíblica, en la literatura humana, se agrega la del entendimiento
correcto de las figuras, elemento que siempre ofrece dificultades en toda obra literaria. Los
profetas empleaban parábolas, alegorías, símiles, metáforas, apocalíptica, etc. Además, no es
siempre fácil decidir si los profetas hablaban literal o figuradamente. Aquí el juicio del
intérprete tiene que ser adiestrado en la interpretación de las figuras literarias. En esto nos
ayuda un libro como el de Coll y Vehí, Elementos de Literatura, Capítulo III, De las Figuras,
o el libro de Terry, Hermenéutica Bíblica.
iv. Difícil por cuanto los mismos profetas no daban los detalles de los acontecimientos
señalados
A veces los profetas daban solamente los rasgos generales de algún acontecimiento señalado,
no presentando los detalles de dicho suceso. Por esto era preciso que un acontecimiento que
había sido señalado sólo vagamente por la voz profética, llegase a suceder en la historia, antes
de que los apóstoles de la era del Nuevo Testamento se dieran cuenta de la relación entre la
profecía y su cumplimiento. Comp. Jn. 12:16: “Estas cosas no las entendieron sus discípulos
de primero: empero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas
estaban escritas de él, y que le hicieron estas cosas.” (Véase también Jn. 2:17.)
Muchas veces una profecía mesiánica era pasada por alto por los judíos del tiempo de Cristo,
y no era considerada como mesiánica por ellos. Tampoco fue entendida por los apóstoles
sino hasta mucho después de su verificación en la vida del Maestro.
En realidad, sólo una parte de las profecías del Antiguo Testamento son comentadas y citadas
en el Nuevo Testamento. Muchas profecías tuvieron su verificación en el período antes del
cautiverio, algunas durante el cautiverio, otras en el período de la restauración del cautiverio,
algunas durante el período interbíblico, otras en la vida del Señor Jesús, mientras que otras
se cumplieron después, y algunas todavía tienen que cumplirse. Otras no se cumplieron, ni
se cumplirán jamás por cuanto se presentaron como amenaza: arrepentido aquél de quien se
profetizaba un desastre, no hubo razón para su cumplimiento; véase la profecía dicha por
Jonás tocante a la destrucción de Nínive, que no se cumplió cuando la ciudad se arrepintió.
“De aquí a cuarenta días Nínive será destruída,” anunció Jonás (Jon. 3:4), pero pasados los
cuarenta días, la ciudad quedaba en pie, porque se había arrepentido.
Como se ha señalado en el último párrafo, en la interpretación de un sinúmero de profecías,
no tenemos la ayuda de los escritores del Nuevo Testamento en cuanto a su cumplimiento.
Pero sí que tenemos el ejemplo de éstos en la interpretación de muchas profecías que son
citadas y explicadas en las páginas del Nuevo Testamento. Estas interpretaciones nos sirven
de modelo de cómo debemos proceder nosotros en la interpretación de la profecía, en general,
y de estos modelos podemos deducir ciertos principios de la interpretación profética que nos
han de ser de mucho valor (como después se demostrará en detalle en la última parte de este
capítulo).
v. Difícil por cuanto estamos lejos del ambiente histórico en el cual fueron pronunciadas
las profecías
La interpretación de las profecías de la Biblia también resulta difícil porque nosotros estamos
lejos de la época profética, y muchas veces ignoramos los datos históricos esenciales para su
interpretación. Todo escrito tiene que ser considerado en relación con la época histórica en
que se originó. Aun un escrito que tratase de una época anterior (como un libro histórico), o
posterior (como un libro profético, que predice el porvenir), tiene indefectiblemente que
reflejar las ideas religiosas, las tendencias filosóficas, las hazañas científicas, los
movimientos políticos, y el ambiente histórico en que vive su autor. Para comprender la
Profecía de Isaías, tenemos que conocer la historia de su día. A veces es la falta de este
conocimiento lo que imposibilita la comprensión de un pasaje dado en su profecía. De esto
se hablará más detallada y positivamente después.
2. Carácter del profeta como tal
En esta parte trataremos el carácter del profeta como tal.
i. Palabras que describen al profeta de la Biblia
Hay en el Antiguo Testamento ciertas palabras que describen al profeta de Jehová, que
aparecen con frecuencia, cuya explicación nos ha de ayudar en la comprensión de su persona
y su obra.
a. Vidente
La primera palabra española que consideraremos, y que aparece en la Biblia referente al
hombre que declaraba la voluntad de Dios a los hombres, es vidente. Esta palabra traduce
dos palabras hebreas: roeh, y jozeh. Ambas palabras significan la misma cosa, y se han
traducido correctamente al español con vidente.
La palabra roeh es empleada doce veces en el Antiguo Testamento. Ocho veces se refiere a
Samuel, y dos a Hanani (2 Crón. 16:7–10), una con referencia a Sadoc (2 S. 15:27), y una en
general. La palabra jozeh es más común. Se usa en 2 Sam. 24:11; 2 Reyes 17:13; Amós 7:12;
a menudo se emplea en los Crónicas (libros que afectaban términos anticuados): De Gad se
emplea en 1 C. 21:9; y 2 C. 29:25; de Iddo en 2 C. 9:29 y 12:15; de Jehú en 2 C. 19:2; de
Asaf en 2 C. 29:30; de Hemán en 1 C. 25:5; de Jedutún en 2 C. 35:15. Cinco veces se halla
en referencia general a videntes.
Los videntes recibían este nombre por cuanto veían visiones. A veces las palabras rech y
jozeh se emplean en sentido de naví, profeta: Is. 29:10; 30:10; 2 C. 33:17, 18; Miq. 3:7 (donde
se traduce en C. de V. “profetas”).
b. Profeta
Una segunda palabra que se usa para denominar el mensajero de Dios es profeta. Esta palabra
española traduce una palabra hebrea naví, que es de origen y significado indeterminado. Se
relaciona probablemente con el verbo navá (Gesenius), hervir, y de ahí derramar palabras
bajo la inspiración divina. El naví era el que pronunció un mensaje inspirado por Dios. Era
también el embajador e intérprete de Dios. La palabra neviá, profetiza, o esposa de profeta,
se deriva de naví.
ii. Palabras que denotan “profecía”
Dos palabras se emplean para denotar una profecía dicha por el hombre de Dios.
a. Visión
Una palabra hebrea que se refiere a la profecía es jazón, visión (Dan. 8:1; 9:24; 1 Sam. 3:1;
1 C. 17:15; Is. 1:1; Ab. 1; Nah. 1:1). Se deriva esta palabra de jazah, ver, mirar. Esta es la
palabra más antigua y común en sentido de visión, o profecía.
b. Profecía
La palabra hebrea nevuah, traducida profecía, es el término que se usa en la época posterior
de la historia hebrea. La hallamos en 2 C. 9:29; 15:8; Neh. 6:12; etc.
3. Método de interpretar las profecías
Propondré ahora algunos principios que nos han de guiar en la exposición de las profecías,
los que facilitarán las dificultades comentadas en la primera parte de este capítulo.
i. Averiguar primero cuál es la situación histórica en que el profeta vivió
V. véase; véanse.
En relación con la investigación de la situación histórica de un profeta, se han de averiguar
los siguientes datos: El año en que fue pronunciada la profecía, quiénes eran los enemigos
del país, quiénes los aliados, cuál era la fuerza e influencia de éstos, su relación con Israel en
todas las épocas, algo de su historia, de sus ideales, de su civilización, y de su religión. Es
bueno comparar los monumentos y las inscripciones que han dejado estos enemigos y aliados
con la historia bíblica cuando se puede. Del ambiente histórico del cual haya salido la
profecía pueden obtenerse muchos datos que iluminarán algún pasaje obscuro de los libros
proféticos. Esto es cierto por cuanto los profetas eran hombres que tenían una visión muy
amplia, que conocían la situación internacional, y que tenían en cuenta las naciones
extranjeras al hacer sus anuncios proféticos.
ii. Tener en cuenta que los profetas no veían en toda su plenitud el cumplimiento de lo que
profetizaban
Esto quiere decir que, aun cuando los profetas veían mucho acerca del porvenir, no lo veían
todo, y no comprendían en toda su plenitud el cumplimiento de lo que iban diciendo, lo que
vale decir que esto no les había sido revelado por Jehová que les entregó el mensaje profético.
Así, aunque Isaías profetizó la venida del Mesías, no anunció los detalles de la obra de la
redención que éste había de realizar.
Sólo con el tiempo se revelaban los detalles de la aplicación de los dichos proféticos. (Véase
el capítulo sobre La Biblia como Revelación de Dios, en la Introducción a la Biblia, Tomo
I.)
iii. Tener como ejemplo el método de interpretación que han empleado los escritores de
la Biblia
Nos ha de guiar en la interpretación, el ejemplo de los escritores bíblicos, que también se han
ocupado de la aplicación de los dichos proféticos a los acontecimientos que sucedían en el
día en que vivían. Estúdiense los siguientes pasajes: Mc. 12:10, 11, que se relaciona con Sal.
118:22, 23; Mc. 12:36, una cita de Sal. 110:1; Mc. 14:27, cita de Zac. 13:7; Lc. 4:17, cita de
Is. 61:1, 2; Lc. 7:27, cita de Mal. 3:1; Jn. 2:17, cita de Sal. 69:9; Jn. 12:15, cita de Zac. 9:9;
Jn. 12:38, cita de Is. 53:1; Jn. 12:40, cita de Is. 6:10; y muchos más.
iv. Tener en cuenta que muchas profecías tenían una relación con algún acontecimiento
del tiempo en que fueron pronunciadas, o pasado, así como futuro
El carácter doble de muchas profecías es consabido. Un dicho profético se refiere a algún
suceso, o cosa, en la época del profeta, o en el pasado, antes de su día, y luego, se refiere
típicamente a algo futuro. En Oseas 11:1, se dice: “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé,
y de Egipto llamé a mi hijo.” Oseas se refería aquí primeramente a la salida del pueblo de
Israel de Egipto, como el contexto aquí demuestra (en Ex. 4:23, el pueblo Israel es llamado
“hijo” de Dios). Típicamente el pasaje se refiere a la venida de Jesús de Egipto, como Mateo
señala (Mt. 2:15): el Mesías era el gran representante del pueblo de Israel, y en él se cumplían
muchas de las esperanzas más altas de la raza; muchos pasajes que tenían un significado
contemporáneo en la época del profeta que los escribió, también tienen una relación
mesiánica. Abundantes ejemplos de la contemporaneidad de la profecía se señalarán en las
notas que incluyo después en esta obra.
v. Tener en cuenta que el Israel espiritual en el reino teocrático del AT es el mismo que el
Israel espiritual en el NT
El Israel espiritual en el Antiguo Testamento tiene su continuación en el Israel espiritual en
el Nuevo Testamento, es decir, en el Cristianismo. Las profecías que se relacionan con el
pueblo de Dios en el Antiguo Testamento muchas veces se extienden y abarcan no sólo éste
sino al pueblo cristiano también. Muchas profecías que empiezan hablando de la restauración
de Israel de la cautividad, terminan hablando del Israel espiritual del Cristianismo. Los
profetas miraban hacia el futuro y, hablando del porvenir glorioso del pueblo de Dios después
de la restauración, se extendían hasta el reino mesiánico para su cumplimiento. Así, Isaías
hablaba mucho en la última parte de su profecía tocante a la restauración de Israel del
cautiverio. Pero en este contexto hay también predicciones del reino mesiánico y del Mesías,
como Is. 61:1 y sig. Los profetas predecían mucho, pero presentaban las cosas
contemporáneas con la exactitud científica del historiador que escribe la historia pasada.
vi. Conclusión
En conclusión, podemos decir que, a excepción de los principios especiales que rigen la
interpretación de las profecías, éstas se interpretan de acuerdo con los principios generales
de la hermenéutica, como éstos han sido expuestos en el capítulo sobre la Interpretación de
la Biblia, en la Introducción a la Biblia. Tomo I.
C. ORIGEN DE LAS IDEAS ACERCA DEL REY (MESIAS) Y DEL REINO
Las dos ideas características de la teología de los escritores judíos de los diez siglos antes de
Cristo son las del rey, el ungido (Mesías) de Jehová, y su reino.
1. Origen del concepto hebreo del reino teocrático
La idea del reino tenía su base en el reino teocrático que todo judío patriótico había aprendido
a amar en aquellos siglos. Especialmente en aquellos días cuando el sol de la gloria de David
parecía pronto a ponerse, en aquellos días cuando la sombra del poderío de Asiria y de
Babilonia abrazaba al reino.
Los profetas preveían que también los israelitas, por sus pecados, serían tratados como otros
pueblos lo habían sido por los conquistadores, o sea, serían transportados a otras tierras. Esta
fue la política predilecta de los conquistadores, que abatían a una nación y destruían sus
instituciones religiosas y políticas que le daban su cohesión como nación.
Pero también preveían los profetas que, en la providencia de Dios, su pueblo se volvería a su
tierra, y que se establecería otra vez el reino. Ellos esperaban y profetizaban que este reino
sería eterno, que ya no volvería a su anterior idolatría, y que el rey que Dios mandaría, el
Mesías, reinaría eternamente sobre su pueblo.
2. Origen del concepto hebreo del rey mesiánico
El concepto hebreo del rey mesiánico fue uno que naturalmente tuvo su origen en el otro
concepto del reino. Un reino necesita un rey.
Pero hay otra base para el concepto del rey mesiánico (el Rey-Mesías) que profetizaban los
profetas. En la historia de Israel desde los tiempos más remotos, aun en los tiempos de los
patriarcas, Dios obraba mediante un hombre. En toda época, cuando había de dar un paso
más Dios en su programa de revelación, cuando tenía que libertar a su pueblo de las naciones
circunvecinas que los oprimían, se valía Dios de un hombre. En los tiempos de los patriarcas,
Dios salvó a la raza por Noé. Luego escogió a su pueblo y comunicó sus propósitos eternos
con respecto a ellos a Abraham, a Isaac, y a Jacob. En la crisis económica y en el hambre que
amenazaba terminar con el mundo y con la raza escogida, levantó Dios a José, sabio,
consagrado, capaz, el hombre del momento. Llegado el momento para libertar a su pueblo de
la esclavitud de Egipto, e introducirlo en la Tierra de la Promisión, apareció Moisés, y
después Josué, quienes en esta época salvaron al pueblo, y a la vez con fidelidad ministraban
ante Jehová, recibiendo el mensaje tocante a la voluntad que comunicaban al pueblo, y
conservando las antiguas tradiciones y promesas de Israel. En los tiempos de los jueces,
aparecían Gedeón, Jefté, Samsón, Samuel, y otros, que servían a Dios en sus generaciones.
i. La gravedad de la plaga.
1:2–4.
ii. La devastación de la plaga.
1:5–12.
iii. Mandamiento a los sacerdotes para que se humillasen.
1:13, 14.
iv. El día de Jehová.
1:15.
v. Los efectos desastrosos de la plaga.
1:16–20.
2. Profecía de juicio sobre el pueblo de Dios.
2:1–17.
i. Simbolismo de la langosta: Venida de los invasores.
2:1–11.
ii. Súplica de Jehová al pueblo para que se arrepintiese.
2:12–14.
iii. Convocación al pueblo al ayuno y a la oración.
2:15–17.
3. Profecías de bendiciones futuras sobre el pueblo de Dios.
2:18–3:21.
i. Promesa de bendición y de restauración.
2:18–27.
ii. Promesa de bendiciones espirituales, incluso el descenso del Espíritu.
2:28–32.
iii. Juicio de Jehová sobre todas las naciones.
3:1–17.
a. Reunión de las naciones para ser juzgadas.
3:1, 2a.
b. Razones para el juicio de estas naciones.
3:2b–6.
c. Vuelta de Judá del cautiverio, y cautividad de las naciones paganas.
3:7, 8.
d. Incitación de Jehová a las naciones para las guerras, y para la destrucción.
3:9–12.
e. Figura de la hoz y del lagar: El juicio de Dios.
3:13, 14.
f. La protección de Dios sobre su pueblo.
3:15–17.
iv. Las bendiciones futuras del pueblo de Dios.
3:18–21.
(C) NOTAS SOBRE LA PROFECIA DE JOEL
Joel 1:1–3:21.
1:2–4. La gravedad de la plaga de langostas
El lenguaje de este pasaje hace resaltar lo terrible del juicio de Dios: así como fue terrible la
destrucción hecha por las langostas, asimismo sería la de los ejércitos enemigos (2:1–11).
1:4. Lo que quedó de la oruga comió la langosta … el pulgón … el revoltón …: No es claro
si el autor hace referencia a langostas en diferentes etapas de desarrollo (como creen Clarke,
y Orelli), o a distintas clases de langostas (como interpreta Fausset), o a enjambres sucesivos
de langostas (como entienden Horton, Bewer, Warren, Henderson, y Driver), o si se refiere
a distintos insectos. Pidge toma los términos como poéticos referentes a la naturaleza voraz
de las langostas. Es preciso hacer notar que muchas veces las antiguas palabras hebreas
referentes a criaturas del reino de la naturaleza son incomprensibles hoy día. Creo que la
tercera opinión mencionada es la mejor.
1:5. Despertad, borrachos, y llorad, etc.: Tan terrible era la plaga que a los borrachos les
faltaba vino.
1:6. Gente subió a mi tierra: Esta expresión es usada figuradamente (la personificación, o
prosopopeya) con respecto a la langosta, en que éstas ilustran los ejércitos que luego han de
venir (2:1–11).
1:8. Llora tú como moza vestida de saco por el marido de su juventud: El amor de la joven
esposa para con el esposo perdido en su juventud, y su desconsuelo, se usan como ilustración
de la pena del pueblo frente a la destrucción, la de la langosta como típica de la de los
ejércitos.
1:9. Pereció el presente y la libación de la casa de Jehová: La falta de los frutos de la tierra
en tiempo de la langosta causó el cese de las ofrendas, lo que era una tristeza para los
sacerdotes y un signo de la desesperación del pueblo. Aún en el sitio de Jerusalén por los
romanos, los sacrificios se continuaban hasta el último momento (según Driver).
1:10–12. Efecto de la sequía
Los labradores y el pueblo en general dejaron de gozar de la vida a causa de la pérdida de la
cosecha. Enlutóse la tierra: Personificación de la tierra para resaltar el dolor del pueblo.
1:13, 14. Mandamiento a los sacerdotes a que se humillen.
El profeta manda ahora a los sacerdotes a que se humillen delante de Dios y a que digan al
pueblo que haga lo mismo. Por cuanto ya no recibían las ofrendas del pueblo, los sacerdotes
tenían que reconocer en esto una prueba del enojo de Dios con ellos, y debían humillarse
delante de Dios y pregonar ayuno al pueblo, convocándolos con el fin de clamar a Dios por
su ayuda.
1:15. El día de Jehová
El profeta Joel introduce ahora su tema, el Día de Jehová. La llegada de éste había de ser con
destrucción, una destrucción sugerida a su mente por la devastación de las langostas. Los
profetas miraban adelante hacia un gran día de juicio sobre la tierra. Las calamidades que
sucedían eran siempre sugestivas de las del día de Jehová, aunque siempre menores en efecto
e importancia. Este concepto de un gran día de juicio llenaba la teología profética. Los
profetas lo usaban continuamente para instar a su auditorio al arrepentimiento.
Muchos de los profetas anunciaban un día de juicio de Jehová, el que no era el mismo en
toda época. Así la destrucción de Samaría y del reino septentrional de Israel era un día de
Jehová. La destrucción de Jerusalén en 586 era un día aún más importante de Jehová, siendo
esto típico de otro día en una generación posterior, como la destrucción de Jerusalén en el
año 70 de la era cristiana anunciada por Jesús en Mc. 13:2 y sig. Este era típico del fin del
mundo, como se ve en un estudio detenido de este pasaje en Marcos. Todo esto se debe al
carácter repetidor de la profecía comentado en el capítulo sobre La Profecía y su
Interpretación, 1. ii.
Así el cristianismo ha heredado este concepto, y nosotros tenemos que mirar adelante hacia
un gran día de juicio que se llama en el Nuevo Testamento el día del Señor (1 Tes. 5:2),
siendo Señor aquí una traducción del griego kurios, que en la Septuaginta se empleaba como
equivalente de Jehová. También Pablo lo llamó día de Jesucristo (Filip. 1:6) y día de Cristo
(Filip. 2:16). Esperamos ver cumplido este día cuando Cristo vuelva a esta tierra.
1:16. ¿No es quitado el mantenimiento …?: La comida (VM, Bover-Cantera, etc.). ¿ … el
placer de la casa de nuestro Dios?: Referente a las fiestas anuales (Henderson, Bewer, etc.),
especialmente las grandes fiestas de la cosecha, que no podían ser celebradas cuando no había
comida.
2:1. Tocad trompeta en Sión: Sión era en la época más antigua equivalente a la ciudadela de
los jebuseos (2 Sam. 5:6–9), que en este mismo pasaje se identifica con la ciudad de
Jerusalén. Estaba sobre la loma que corría al sur del templo. Comp. Masterman, ISBE, art.
Zion. En los profetas que vivían antes del destierro, la palabra Sión parece ser usada con
referencia a la cuesta del templo (Is. 4:5; 8:18; Jer. 31:6; Miq. 4:7). En la parte de la Profecía
15:1–4.
1. Ultimos días de Amasías, rey de Judá
2 R. 14:17–20. 2 Cr. 25:25–28.
Vivió Amasías quince años después de la muerte de Joás, rey de Israel; fue asesinado el año
771 a. de J.C. en una conspiración tramada en Jerusalén, habiendo él huído a Laquís, ciudad
que estaba a unos sesenta kilómetros al sudoeste de Jerusalén. De allí fue traído y sepultado
en la ciudad de David.
2. Reinado de Uzías solo en Jerusalén
2 R. 14:21; 15:1, 2. 2 Cr. 26:1, 3.
Después del asesinato de Amasías, Uzías llegó a reinar solo en Jerusalén. Siendo de dieciséis
años, reinó cincuenta y dos años en Jerusalén. El principio de su reinado lo debemos contar
desde el año 785 cuando llegó a ser regente con su padre, Amasías, al tener dieciséis años,
finalizando su reinado en 735 a. de J.C. El año veinte y siete de Jeroboam que se menciona
aquí, coincidente con el principio de su reinado, debe ser el año quince de Jeroboam, número
con que fácilmente se confunde en el hebreo (y así lo entienden Keil en su nota de 2 R. 15:1–
7; Skinner, etc.).
3. Carácter y obra de Uzías
2 R. 14:22; 15:3, 4. 2 Cr. 26:2, 4–15.
Uzías era un rey recto, siguiendo la ley de Jehová, aunque permitió que el pueblo sacrificase
a Jehová en diversos lugares res de Palestina, donde desde épocas antiguas había santuarios
sagrados a Dios. Hizo fortificaciones por todo Judá, y con su reinado se inició una era de
prosperidad y adelanto nacional. Pudo vencer en batalla a los filisteos, a los árabes, y a los
ammonitas. Desarrolló también la agricultura del país, y la industria ganadera. Reorganizó
cit. citado.
otros). Estos alegan que es contrario al concepto de un Dios moral que la mujer de un profeta
siguiera una vida mala, y más, que Dios exigiera que éste siga viviendo con ella bajo estas
circunstancias. Esta objeción es de carácter a priori, que se basa sobre la teoría y no la
experiencia.
ii. Interpretación literal
Según este concepto, los capítulos 1–3 representan historia literal. Se ha reconocido que el
nombre Gomer, voz de análisis obscuro, no ofrece interpretación simbólica, lo que indica
que se trata de una persona verídica y no imaginaria (comp. Cheyne, Horton, Robinson, y
otros). Como dice Robinson “Sólo como una verdadera historia tendrían efecto las palabras
del profeta.”
Aquí hallamos tres ideas entre los eruditos:
a. Que la mujer del cap. 3 no es la misma que Gomer
Para salvar el problema moral que se suscita en que la esposa de un profeta fuese mala, se ha
sugerido que la mujer que se menciona en el cap. 3 no es la misma que Gomer, que aparece
en el primer capítulo. (Sostienen esta opinión Pfeiffer, Keil, y otros.)
b. Que la mujer era pura cuando Oseas la tomó
Los que sostienen esta teoría alegan que es imposible concebir que al profeta le haya sido
mandado casarse con una mujer de mala vida, o siendo mandado a hacerlo, que cumpliese
con tal orden, y así interpretan Cheyne, Horton, Francisco, Henderson, Watts, Smith, y otros.
Ha de notarse que la expresión mujer fornicaria (Os. 1:2) puede interpretarse mujer de una
disposición no casta.
c. Que la mujer ya había caído cuando Oseas la tomó
Según esta opinión Gomer ya era una mujer de mala vida, o a lo menos, que tomaba parte en
el culto inmoral de Astarte, cuando Oseas se enamoró de ella y se casó con ella. Con esta
opinión concuerdan Pusey, Schmoller, y otros.
Me parece que el pasaje bíblico Os. 1:1–3:5 no tendría significado si no se reconociera su
carácter literal.
Además, no hay nada malo, en el fondo, en que una mujer se arrepienta de su vida mala, y
llegue a ser esposa de pastor, así como un hombre puede arrepentirse de una vida mala y
llegar a servir a Dios; y esto es evidentemente lo que esperaba Oseas de ella. El ejemplo de
Rahab que, siendo ramera, llegó a ser esposa de un príncipe en Israel, y antepasada del Mesías
(Mt. 1:5), nos hace saber que esto es posible. La idea de que una mujer no podría hacer lo
que hacen muchos hombres, se basa sobre un falso concepto de que la mujer debe ser mejor
que el hombre (concepto muy arraigado en nuestra sociedad), lo que, delante de Dios, no es
necesariamente justo. No debemos juzgar por nuestros conceptos las acciones de las personas
de la época del Antiguo Testamento, y tampoco debemos torcer la enseñanza de la Biblia
para hacerla corresponder a lo que hoy día se cree que debía ser. La opinión teórica y a priori
de un intérprete de cómo debía verificarse un acontecimiento pierde su valor frente a la
experiencia misma y los extraños eventos de la historia.
Los profetas nunca se apegaban a las costumbres reinantes, sino que más bien no se sujetaban
a ellas. Así tenemos el ejemplo de Ezequiel, que no endechó a su esposa cuando murió,
aunque ésta era la costumbre, con el propósito de enseñar una lección al pueblo: así pensaba
darles a entender que en la caída de Jerusalén, tan grande sería la matanza, que no habría
tiempo para el duelo. Así también, Jeremías no se casó, como la costumbre exigía que lo
hiciera, para enseñar al pueblo que los tiempos eran demasiado difíciles para llevar una vida
normal.
Además, si esta mujer era “mujer santa,” es decir, una mujer prostituta dedicada al culto
religioso inmoral corriente, (lo que parece probable), no había nada que repugnara al pueblo
al casarse el profeta con ella, puesto que, según el concepto popular, era mujer religiosa.
Robinson presenta otra razón para el carácter literal de estos capítulos: “Es inútil objetar la
interpretación literal de estos capítulos; porque, si han de tomarse solamente como figurativos
o alegóricos, semejante interpretación sería un reproche a la verdadera esposa del profeta, si
era casado; o al profeta mismo, si no era casado.”
Si se dice que no es posible que Oseas se hubiese casado con una mujer de mala vida, todavía
se ha de explicar por qué Dios le dijo al profeta que volviera a su esposa y que la buscara
después de haberle sido infiel cuando aún era su esposa. Esto también nos causa aversión, y
si hay problema moral en que el profeta verdadero se casara con una mujer mala, también lo
hay en si sigue viviendo con una mujer de tan notorio adulterio como el de Gomer. El hombre
por lo general no perdona fácilmente a la mujer, si ha sido mala antes o después del
casamiento; solamente un hombre de sentimientos muy altos podría perdonar, y siempre uno
que ama mucho, como amaba Oseas a Gomer.
Debemos tener en cuenta que Oseas estaba muy enamorado de Gomer y, en las dos ocasiones
cuando la tomó, la recibió porque la amaba mucho. La acción del profeta, tan contraria a lo
natural, hace resaltar la bondad y la misericordia de Dios en tomar a su pueblo Israel, y luego
en perdonarlo vez tras vez, a pesar de su idolatría.
5. Carácter y estilo de la Profecía de Oseas
La Profecía de Oseas contiene escritos fragmentarios, compuestos a intervalos durante un
tiempo largo. Su estilo es muy conciso, abrupto, lacónico, interrumpido más que otra profecía
del Antiguo Testamento. De un tema a otro el autor hace transisiones rápidas; sus oraciones
son breves. Por estas razones, la Profecía es muy obscura, siendo el hilo de pensamiento
difícil de seguir y analizar. Probablemente la extrema emoción de su experiencia fue lo que
hizo desconectado el estilo de su profecía.
Todo esto no quita a la Profecía una abundancia de trozos hermosos y valiosos, con figuras
que, aunque se entremezclan entre sí, son llamativas: véanse 4:16; 7:4–8, 11; 8:7; 11:4, 11;
y muchos otros pasajes.
Con todo, el profeta escribía en tonada animada y enérgica, siempre apasionada.
6. Tema de la Profecía de Oseas
El tema de la Profecía de Oseas es el amor de Dios para con su pueblo. El es el profeta que
más desenvuelve esta idea, presentándola con términos comprensibles para todos: el amor
del esposo para la esposa. Tan grande era este amor, que Dios casi no pudo desechar a la que
era su esposa: al pueblo de Israel.
7. Análisis de la Profecía de Oseas
La Profecía de Oseas puede dividirse en dos partes:
HISTORIA DE LA FAMILIA DE OSEAS, CON SU APLICACION ALEGORICA A LA
NACION DE ISRAEL. 1:1–3:5.
APOSTASIA DE ISRAEL. 4:1–14:9.
(B) BOSQUEJO DE LA PROFECIA DE OSEAS
Os. 1:1–14:9.
Sobrescrito. 1:1.
[A] HISTORIA DE LA FAMILIA DE OSEAS, CON SU APLICACION ALEGORICA A LA NACION DE
ISRAEL.
1:2–3:5.
1. Casamiento de Oseas y nacimiento de los hijos, y simbolismo.
1:2–11.
i. Mandamiento a Oseas para que tome una mujer de mala vida.
1:2, 3.
ii. Nacimiento de un hijo.
1:4, 5.
iii. Nacimiento de una hija.
1:6, 7.
iv. Nacimiento del tercer hijo.
1:8–11.
2. Regreso de la esposa de Oseas a su vida de adulterio: aplicación alegórica a la nación.
2:1–23.
i. Exhortación a los hijos para que contiendan con la madre con el fin de que se reforme.
2:1, 2.
ii. Castigos que descenderán sobre la mujer (y sobre la nación) por su infidelidad.
2:3–13.
a. Juntamente será despojada con sus hijos.
2:3–5.
b. Espinas cercarán su camino.
2:6, 7a.
c. Decisión de la mujer a volver al lado de su esposo.
2:7b.
d. Por su falta de gratitud será despojada de sus bienes materiales.
2:8–13.
iii. Propósito del esposo a restaurar a su mujer.
2:14–23.
3. Búsqueda de la mujer infiel por el esposo: Cuadro alegórico de las relaciones entre Dios e
Israel.
3:1–5.
i. Mandamiento al profeta para que busque a la esposa infiel.
3:1, 2.
ii. Retiro de los privilegios conyugales por un tiempo: cuadro de la desolación de Israel.
3:3, 4.
iii. Promesa de la restauración del pueblo al final.
3:5.
[B] APOSTASIA DE ISRAEL.
4:1–14:8.
1. Descripción de la corrupción moral de Israel con la correspondiente destrucción venidera.
4:1–5:14.
i. Pleito de Jehová con Israel.
4:1, 2.
ii. Profecía del juicio.
4:3.
iii. Incapacidad del pueblo indigno para reprender a los sacerdotes malos.
4:4, 5.
iv. Destrucción del pueblo y rechazamiento de los sacerdotes.
4:6–10.
v. Separación entre Dios y el pueblo por el pecado de éste.
4:11–14.
vi. Exhortación a Judá a no seguir la idolatría de Israel.
4:15, 16.
vii. Obstinación de Israel en seguir su carrera de idolatría.
4:17–19.
viii. Condenación de la casa real y la clase sacerdotal.
5:1, 2.
ix. Conocimiento de Dios del pecado de Israel.
5:3, 4.
x. Aunque Israel busque a Jehová no lo hallará.
5:5–7.
xi. Proclamación pública en Judá del peligro del invasor.
5:8–10.
xii. La corrupción de Judá e Israel, y su enfermedad nacional.
5:11–14.
2. El efecto corrector de la disciplina de Jehová.
5:15–6:11.
i. Propósito de Jehová de apartarse de su pueblo hasta que éste lo busque.
5:15.
ii. Bajo la aflicción, el pueblo quiere conocer a Jehová.
6:1–3.
iii. La paciencia de Dios.
6:4, 5.
iv. Deseo de Jehová: Misericordia y el conocimiento de él, en vez de una religión formalista, e
idólatra.
6:6–10.
v. Castigo de Judá.
6:11.
3. Nueva descripción de la corrupción de Israel.
7:1–8:14.
i. Desilusión después de un cambio momentáneo de corazón, que prometía cosas mejores.
7:1, 2.
ii. Lisonjean al rey para conseguir indulgencia.
7:3–7.
iii. Condenación de las alianzas con las naciones extranjeras.
7:8–10.
iv. Las alianzas se transforman en redes de destrucción.
7:11–16.
v. Anunciamiento de la llegada del enemigo.
8:1–4.
vi. Condenación del culto idolátrico.
8:5, 6.
vii. Predicción del cautiverio en Asiria.
8:7–10.
viii. El pecado de Israel: idolatría, rechazamiento de la ley, glotonería en los cultos, olvido de
Dios.
8:11–14.
4. Castigo de Israel.
9:1–17.
i. Advertencia en contra de la alegría, en vista de su pecado.
9:1.
ii. Referencia al destierro.
9:2–6.
iii. Retribución por causa de su maldad.
9:7.
iv. Una falsa esperanza de socorro concluída en castigo.
9:8, 9.
v. La inocencia primitiva de Israel cambiada en corrupción.
9:10–13.
vi. Rechazamiento de Efraim por su pecado.
9:14–17.
5. La idolatría del pueblo y su destierro.
10:1–15.
i. Crecimiento de la idolatría por causa de la prosperidad.
10:1–3.
ii. Llevados cautivos a Asiria por su infidelidad e idolatría.
10:4–6.
iii. Cuadro de la anarquía y de la desolación que reinarán en el país.
10:7, 8.
iv. Castigo de la rebelión de Israel.
10:9–11.
v. Exhortación al arrepentimiento.
10:12.
vi. Conquista de la tierra por su impiedad.
10:13–15.
6. El gran amor de jehová que no puede desechar eternamente a su pueblo.
11:1–11.
i. Amor de Jehová para con Israel, y rebelión de éste.
11:1–4.
ii. Dominación asiria y destrucción de Israel.
11:5–7.
iii. Misericordia de Jehová y promesa de la restauración.
11:8–11.
7. Jacob como ejemplo de inspiración a Israel.
12:1–14.
i. La infidelidad e inconstancia de Israel y Judá.
12:1–3.
ii. El ejemplo de Jacob como medio para inspirarlos a volver a Dios.
12:4–7.
iii. La prosperidad como un resultado de la iniquidad.
12:8, 9.
iv. Desaparición de su prosperidad por la iniquidad.
12:10–12.
v. Cese de la preservación de la descendencia de Jacob.
12:13, 14.
8. Destrucción a causa de la idolatría, seguida por la salvación.
13:1–14:8.
i. Por su pecado, se rebaja la anterior exaltación de Israel.
13:1–3.
ii. Transformación del amor que los protegía en ira.
13:4–8.
iii. La confianza en las agencias humanas es la causa de la destrucción de Israel.
13:9–11.
iv. El castigo y la restauración de Israel son seguros.
13:12–16.
v. Exhortación a Israel para que se vuelva a Dios.
14:1–3.
vi. Promesa de Dios de sanar y restaurar a Israel a su anterior prosperidad.
14:4–7.
vii. Futuro arrepentimiento absoluto de Israel.
14:8.
Conclusión de la Profecía de Oseas: Rectitud de los caminos de Jehová.
14:9.
(C) NOTAS SOBRE LA PROFECIA DE OSEAS
Os. 1:1–14:9.
Muchos pasajes de la Profecía de Oseas han sido comentados ampliamente en la Introducción
a la Profecía de Oseas, como 1:1, capítulos 1–3, etc. A continuación se agregan algunas notas
sobre pasajes particulares.
1:1. Oseas hijo de Beeri, en días de Ozías, etc.: Véase la Introducción.
1:2. Una mujer fornicaria: Véase la Introducción. Porque la tierra se dará a fornicar
apartándose de Jehová: Aquí introduce el profeta el simbolismo de su mensaje: así como su
esposa le era infiel a él, también Israel lo era a Dios.
1:3. Gomer: Voz de derivación indeterminada.
1:4. Jezreel: Al primer hijo que nació el profeta le puso el nombre de Jezreel, juego de
palabras con Israel. Jezreel significa Dios esparcirá, dicho profético con respecto al porvenir
de Israel (comp. Pusey), con referencia también a la llanura de Jezreel (Esdraelón). En este
lugar Acab había edificado su palacio, allí había cometido el crimen contra Nabot, y allí sobre
él y su casa cayó terrible juicio. Yo visitaré las sangres de Jezreel sobre la casa de Jehú: No
es una referencia a algún castigo a Jehú por su matanza de Acab y su casa (como cree
Cheyne), sino que Jezreel, símbolo de crimen, de sangre, y de violencia, significa el juicio,
juicio que ha de ser ejecutado sobre la casa de Jehú porque no ha sido fiel a Jehová (comp.
Keil).
1:6. Lo-ruhama: Nombre dado a la hija: significa no favorecida, o no compadecida: se refiere
al hecho de que Jehová ya no mostraría favor hacia su nación rebelde, como antes había
hecho.
1:7. Mas de la casa de Judá tendré misericordia: En contraste con el destino de Israel, que
había de ser destruído por fuerza de armas, Judá sería salvado, no con arco, ni con espada,
etc., sino por el socorro de Jehová, lo que vemos cumplido en la liberación milagrosa de la
amenaza asiria en tiempo de Ezequías (2 Reyes 18:13–19:37).
1:9. Lo-ammi: Al tercer hijo le puso por nombre Lo-ammi, que significa no pueblo mío, lo
que se refiere al rechazamiento del reino septentrional de Israel.
1:10. Donde se les ha dicho: Vosotros no sois mi pueblo, les será dicho: Sois hijos del Dios
viviente: Con la amenaza de la destrucción, viene juntamente la promesa de la restauración
de un remanente arrepentido: Cuando el pueblo volvió del cautiverio, muchos israelitas
regresaron con los de Judá (véanse 1 Crón. 9:3 y nota, en Tomo II; Es. 4:1; Lc. 2:36).
27:1, 8.
En el año treinta y ocho de Uzías, que correspondía con el año 748 a. de J., este rey fue herido
con la lepra. Parece que el éxito que había logrado en la fortificación de Jerusalén, y el gran
ejército que había armado, hicieron que su corazón se enalteciera, y con presunción entró en
el templo para quemar incienso sobre el altar de incienso, lo que era lícito sólo para los
sacerdotes. En el acto fue reprendido por el sumo sacerdote Azarías, que le había seguido en
el recinto acompañado por ochenta sacerdotes. Al contrariarse el rey por la amonestación,
fue herido instantáneamente por la lepra. Y así continuó sin curarse hasta su muerte,
gobernando como virrey su hijo Joatam, puesto que el rey tenía que vivir aislado de la gente.
Joatam reinó en Jerusalén por dieciséis años, de los cuales quince correspondían con la última
parte del reinado de Uzías su padre, coincidiendo los últimos nueve con la corregencia de su
hijo Acaz.
Al este del Jordán, en Galaad, había empezado a reinar el año anterior Peca. La lepra de Uzías
y la corregencia de Joatam coincidieron con el año segundo de Peca en Galaad.
VI. EPOCA DE LA DECLINACION DE ISRAEL
(Desde el fin de la dinastía de Jehú hasta la destrucción de Samaria) 748–722 a. de J.C.
28:1–31:21.
Is. 1:1–66:24.
Miq. 1:1–7:20.
El reino septentrional de Israel se acerca a su fin. Varios reyes se sientan sobre el trono,
siguiendo una tras otra las dinastías, por la violencia de los tiempos: Sallum, Menahén,
Pecaya, Peca, y Oseas, todos en un período de veintiséis años. Ningún profeta de Jehová
levantó su voz en el reino del norte para denunciar los pecados del pueblo o para advertirle
acerca de la destrucción que se aproximaba: la voz profética había cesado. Solamente en el
sur, en el reino de Judá, se había dejado sentir la voz de Dios, empezando su ministerio allí
Isaías, y cumpliendo el suyo Miqueas. Sobre el trono de David en Judá se sentaba Uzías, que
como leproso finalizaba su reinado, correinando con él su hijo Joatam, luego Acaz, siendo el
siguiente rey Ezequías, que principió su reinado antes de la caída de Samaria.
Sigue un bosquejo de los temas tratados en esta parte:
(I) ANARQUIA EN ISRAEL.
(II) PROFECIA DE ISAIAS.
A. INTRODUCCION A LA PROFECIA DE ISAIAS.
B. BOSQUEJO DE LA PROFECIA DE ISAIAS.
C. NOTAS SOBRE LA PROFECIA DE ISAIAS.
(III) EPOCA DE ACAZ, REY DE JUDA.
(IV) PROFECIA DE MIQUEAS.
A. INTRODUCCION A LA PROFECIA DE MIQUEAS.
B. BOSQUEJO DE LA PROFECIA DE MIQUEAS.
C. NOTAS SOBRE LA PROFECIA DE MIQUEAS.
(V) EZEQUIAS Y LA CAIDA DE LA NACION.
NOTA.—La Introducción a la Profecía de Isaías, el bosquejo y las notas, se dan en un lugar, para
conveniencia del estudiante en estudiarlas juntas, mientras que en otros capítulos, y en el siguiente
tomo, en orden cronológico, se da un resumen del ministerio del profeta Isaías
(I) ANARQUIA EN ISRAEL
748–735 a. de J.C.
2 R. 15:13–28. (1 Cr. 5:26a.)
16:2a. 2 Cr. 28:1a.
(Os. 4:1–14:9).
Este período empieza con el reinado de un mes de Sallum, en 748 a. de J.C., que correspondía
con el año cuarenta del reinado de Uzías en Judá, siguiendo hasta la ascensión de Peca sobre
el trono de Israel (735 a. de J.C.).
1. Reinado de un mes de Sallum en Samaria
2 R. 15:13–16.
Sallum, después de asesinar a Zacarías, hijo de Jeroboam II, sólo pudo gobernar en Samaria
por un mes, al final del cual fue asesinado (748 a. de J.C.), por Menahén que, según Josefo,
era el general del ejército (Ant. IX.xi.1). Habiéndose establecido Menahén sobre el trono en
Samaria, hizo una expedición contra Tipsa, porque esta ciudad resistía su autoridad, y,
pudiendo dominarla, la desoló. El primer año entero de su reinado se cuenta desde 747,
durante diez años, hasta 737.
2. Ascensión de Menahén al trono de Israel (748 a. de J.C.)
2 R. 15:17, 18.
El reinado de Menahén en Samaria duró unos diez años. El testimonio que la Biblia da de su
vida y reinado es malo. Josefo dice al respecto, “Menahén continuó reinando con crueldad y
barbarie durante diez años” (id.).
3. Correinado de Acaz con Joatam su padre
2 R 16:2a. 2 Cr. 28:1a.
En el año 742 a. de J.C. empezó a correinar Acaz con Joatam su padre, año que correspondió
con el año octavo de éste, y el año cuarenta y cinco de Uzías, que aún vivía. El reinado de
Acaz se representa en 2 R. 16:2b–4 en resumen como malo. Otras observaciones en cuanto
a este rey se harán en relación con la Introducción a la Profecía de Isaías, y en las notas
sobre Isaías, especialmente el capítulo 7.
4. Actuación posterior del profeta Oseas
(Os. 4:1–14:9)
Esta parte de la Profecía de Oseas ha sido comentada en detalle en las notas sobre esta
Profecía. Cabe señalar, sin embargo, que en el bosquejo cronológico pertenecen a la época
de Anarquía en Israel, como el profeta mismo indica en el sobrescrito de su obra donde
menciona a Uzías, Joatam, Acaz, y Ezequías como reyes de Judá contemporáneos con su
ministerio. Véase la discusión de este punto en la Introducción a la Profecía de Oseas.
5. Pago de tributo a Teglatfalasar III por Menahén
(c. de 738)
2 R. 15:19, 20. (1 C. 5:26a.)
Sintiéndose inseguro sobre su trono, Menahén pagó a Pul (Teglatfalasar III), gran rey de
Asiria, mil talentos de plata, que serían 3,000,000 siclos, o sea, aproximadamente, 33,000
kilogramos, una suma enorme para sacar de su pueblo.
6. Muerte de Menahén
2 R. 15:21, 22a.
El año 737 a. de J.C., que correspondía con el año 50 de Uzías, en Judá, murió Menahén,
después de un reinado cruel y malo.
7. Reinado de Pecaya, hijo de Menahén
2 R. 15:22b–26.
En lugar de Menahén, subió al trono de Israel su hijo Pecaya que durante un período de dos
años persiguió en Samaria su reinado ineficiente y malo. Terminado este tiempo, fue
asesinado por Peca, que ocupó el trono en su lugar.
8. Ascensión de Peca como rey de Israel
2 R. 15:27, 28.
i. Uzías (Azarías)
Con este rey Isaías debe haber tenido una relación muy pequeña, ya que recibió su
llamamiento el año que murió el rey. G. A. Smith (HDB) estima que el profeta tenía unos
veinte a veinticinco años en este tiempo Uzías reinó 52 años (2 R. 15:2; 2 C. 26:3). Era un
rey bueno, y Jehová permitió que llevase a cabo con éxito guerras contra los filisteos, árabes
y otros. Desde los días de Salomón, no había florecido tanto el país, porque este rey también
llevó a su ejecución grandes proyectos de fortificaciones y de agricultura. Durante sus
últimos años la lepra (contraída cuando con osadía quiso quemar incienso en el altar de oro
en el santuario) puso fin a sus actividades, y pasó los últimos quince años de su vida en retiro.
ii. Joatam
Joatam heredó el talento de su padre para la edificación y construyó ciudades, torres, palacios,
y casas en ciertas secciones de Jerusalén que no estaban pobladas. No tenía las convicciones
religiosas bastante fuertes como para ser un gran reformador, y las referencias del profeta
Isaías a la condición del pueblo en este período testifican a la debilidad del rey, y a la
correspondiente indiferencia del pueblo. Los primeros quince años de su reinado
corresponden con los últimos quince de su padre.
iii. Acaz
Acaz, hijo de Joatam, reinó dieciséis años, de los que siete años coincidieron con la última
parte del reinado de su abuelo Uzías, y ocho años con el de su padre Joatam. Llegó al trono
muy joven y era débil y obstinado, sin la disposición para recibir consejos de otros. Cuando
fue amenazado por los dos reyes aliados, Rezín de Damasco, y Peca de Israel, buscó ayuda
en los temibles asirios, pidiendo socorro al terrible Teglatfalasar III (2 R. 16:7–10; 2 C. 28:20,
21). Isaías en vano le advirtió que los enemigos que él temía (Siria e Israel) ya no le harían
daño, y que el poderío creciente de Asiria había de caer sobre el país con devastación, a
medida que destruiría a Siria e Israel (Is. 7:1 y sig.). A pesar de la advertencia del profeta,
Acaz acudió a Damasco donde rindió homenaje al gran rey asirio cuando éste invadió con
éxito a Siria y a Israel.
iv. Ezequías
Ezequías era hijo de Acaz y reinó veintinueve años (2 Crón. capítulos 29–32). Un hombre
piadoso, que temía a Jehová, el gran propósito de Ezequías fue el de llevar a cabo una reforma
que estableciera en toda pureza el culto de Dios. En su reinado ocurrieron algunas grandes
crisis, siendo invadido el país varias veces por los asirios. La invasión que tuvo mayor alcance
fue la del rey asirio Senaquerib con su general Rabsaces que se verificó en el año 701 a. de
J.C. Bajo la influencia del profeta Isaías, Ezequías fue impulsado a resistir a Senaquerib, y
se terminó el sitio de Jerusalén con la completa destrucción y humillación del ejército asirio
mediante un milagro grandioso de Dios (Isaías, capítulos 36, 37; 2 Crón. 32:1–22; 2 R.
18:17–19:37).
v. Manasés
Algunos creen que el período del ministerio de Isaías se extendió al reinado de Manasés, el
hijo impío de Ezequías; sin embargo, no existe verdadera evidencia a ese respecto. La
duración del ministerio del profeta es incierta, pero sería, como mínimo, desde 735 hasta 701
a. de J.C., es decir, hasta la invasión de Senaquerib, cuando se menciona por última vez el
nombre de Isaías en el relato histórico.
6. Muerte de Isaías
Según la tradición judía, Isaías murió como mártir, durante el reinado de Manasés (Talmud).
En el libro apócrifo Ascensión de Isaías, el rev Manasés persiguió al profeta Isaías, que se
retiró a un lugar montañoso donde fue encontrado por Balkira, un samaritano, y siervo de
Manasés. Balkira ofreció perdonar a Isaías si se retractaba de todo lo que había dicho.
Negándose el profeta a retractarse, fue aserrado con un serrucho. La Ascensión de Isaías es
un libro apócrifo judío, con ciertas adiciones cristianas, que existe en manuscritos en etíope,
latín, griego, y eslavónico. Es posible que Heb. 11:37 tenga un reflejo de este libro.
7. Arreglo Cronológico de la Profecía de Isaías
El libro de Isaías parece no estar en el orden cronológico: así, por ejemplo, el capítulo seis es
el que narra el llamamiento del profeta, y normalmente aparecería al principio. Se ha
deducido de esto que a la Profecía de Isaías le falta la mano del profeta cuyo nombre lleva,
para arreglarla en orden cronológico. En cambio, la Profecía de Ezequiel tiene la apariencia
de haber sido arreglada por el profeta que la escribió (comp. Sampey).
8. Unidad de la Profecía de Isaías
art. artículo.
ISBE International Standard Bible Encyclopedia.
PROFECIA INTRODUCTORIA DIRIGIDA AL PUEBLO DE DIOS. 1:1–31.
PROFECIA EN CONTRA DE JUDA Y JERUSALEN. 2:1–4:6.
PROFECIA CON RESPECTO AL PECADO DEL PUEBLO Y SU CASTIGO. 5:1–30.
LLAMAMIENTO DEL PROFETA. 6:1–13.
PROFECIAS RELACIONADAS CON LA GUERRA CON SIRIA E ISRAEL. 7:1–12:6.
PROFECIAS EN CONTRA DE LAS NACIONES EXTRANJERAS. 13:1–23:18.
JUICIOS GENERALES SOBRE TODOS LOS PUEBLOS. 24:1–27:13.
PROFECIAS EN CUANTO A SION Y EN CONTRA DE SUS ENEMIGOS. 28:1–35:10.
RELATOS HISTORICOS DEL REINADO DE EZEQUIAS. 36:1–39:8.
PROFECIAS EN CUANTO AL SIERVO DE JEHOVA Y LA RESTAURACION DE
ISRAEL. 40:1–66:24.
Restauración de Israel a su tierra. 40:1–48:22.
Salvación por medio del Siervo de Jehová. 49:1–55:13.
Profecías sobre la restauración de Israel y la destrucción de sus enemigos. 56:1–66:24.
B. BOSQUEJO DE LA PROFECIA DE ISAIAS
Is. 1:1–66:24
(A) PROFECIA INTRODUCTORIA DIRIGIDA AL PUEBLO DE DIOS.
1:1–31.
Sobrescrito. 1:1.
1. Exhortación al pueblo.
1:2–9.
i. Exhortación al sentimiento filial natural que debía tener el pueblo.
1:2, 3.
ii. Exhortación basada en el castigo que había experimentado el pueblo.
1:4–9.
2. Invalidez de los ritos y ceremonias sin una correcta actitud espiritual.
1:10–15.
3. Mandamiento para que se conviertan, con una promesa y una amenaza.
1:16–20.
4. Condición pecaminosa del pueblo.
1:21–23.
5. Consecuencia inevitable del rechazamiento de la oferta de perdón.
1:24–31.
(B) PROFECIA EN CONTRA DE JUDA Y JERUSALEN.
2:1–4:6.
Sobrescrito. 2:1.
1. Profecía referente a las glorias del reino.
2:2–4.
2. Condición actual del reino.
2:5–9.
3. El gran día de jehová.
2:10–4:1.
i. Juicio sobre el orgullo del hombre.
2:10–22.
ii. Juicio sobre los grandes hombres del pueblo.
3:1–15.
iii. Juicios sobre las mujeres.
3:16–4:1.
4. Segunda profecía de la gloria futura del reino de Dios.
4:2–6.
(C) PROFECIA CON RESPECTO AL PECADO DEL PUEBLO Y SU CASTIGO.
5:1–30.
1. Parábola de la viña infructuosa y su destrucción.
5:1–7.
2. Siete ayes en contra de los pecadores.
5:8–23.
i. Ay en contra de los acopiadores de tierras.
5:8–10.
ii. Ay en contra de los glotones ebrios.
5:11–17.
iii. Ay en contra de los inicuos unidos a su pecado.
5:18, 19.
iv. Ay en contra de los hipócritas.
5:20.
v. Ay en contra de los que se creen sabios.
5:21.
vi. Ay en contra de los ebrios.
5:22.
vii. Ay en contra de los que oprimen.
5:23.
3. Descripción del castigo que ha de venir.
5:24–30.
(D) LLAMAMIENTO DEL PROFETA.
6:1–13.
1. Visión del profeta.
6:1–4.
2. Confesión del pecado.
6:5.
3. Limpiamiento espiritual.
6:6, 7.
4. Comisión y consagración del profeta.
6:8–13.
(E) PROFECIAS RELACIONADAS CON LA GUERRA CON SIRIA E ISRAEL (734 a. de J.C.).
7:1–12:6.
1. Invasión de Judá por Siria e Israel.
7:1–25.
i. Primer mensaje de Isaías a Acaz: Promesa de seguridad.
7:1–9.
ii. Segundo mensaje de Isaías a Acaz: Mandamiento para que pidan a Dios una señal.
7:10–25.
a. Negación de Acaz a pedir una señal.
7:10–12.
b. Señal del niño que nació.
7:13–16.
V. véase; véanse.
3:6, 7. Que vestir tienes, tú serás nuestro príncipe, y sea en tu mano esta ruina: En medio
del desorden reinante, y la búsqueda de una mano firme, la posesión de un vestido sería
suficiente requisito para que uno fuese pedido a asumir la responsabilidad de restaurar el
orden (comp. Skinner). No tomaré ese cuidado, etc.: La contestación sería negativa, por falta
de recursos.
3:13–15. Jehová está en pie para litigar, y está para juzgar los pueblos: Jehová se presenta
aquí como sosteniendo un pleito con su pueblo, mayormente los adalides, para traerlos a
juicio: ¿Qué pensáis vosotros que majáis mi pueblo? etc.: ¿Qué derecho tenéis vosotros para
aplastar mi pueblo?
3:16–4:1. Juicios sobre las mujeres.
La influencia extranjera se nota en las palabras, que denominan las prendas femeninas de
vestir, e Isaías, como buen patriota hebreo, se oponía a esta influencia, por ser muy
nacionalista en sentimiento, y por ver el resultado debilitante de las alianzas políticas, con la
consecuente degeneración en el culto de Israel.
4:2–6. Segunda profecía de la gloria futura del reino.
Véase nota de 2:2–4.
4:5, 6. Nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego: Referencia a Ex. 13:21, 22;
40:34–38; etc.
5:1–30. Profecía con respecto al pecado del pueblo y su castigo.
Esta profecía la fechamos en tiempo de Acaz (comp. Cheyne, que la adjunta a la profecía
anterior).
5:1–7. Parábola de la viña infructuosa.
Dios buscaba fruto de la viña (que representa su pueblo), que aun después de todo el trabajo
hecho, no produjo: la viña producía frutos silvestres, no comestibles. Por esto la destruiría,
cuadro del juicio sobre el pueblo por medio del cautiverio. Jesús cita una parábola de la viña
que, aunque diferente en los detalles, enseña la misma lección: la infidelidad de la nación con
su consecuente rechazamiento (Mt. 21:33–41; Mc. 12:1–9; Lc. 20:9–16).
5:8. Ay de los que juntan casa con casa, etc.: Maldición sobre los que acopian las tierras.
5:13. Por tanto mi pueblo fue llevado cautivo: Referente al cautiverio en Babilonia (comp.
Plumptre, Skinner, etc.).
5:18. ¡Ay de los que traen la iniquidad con cuerdas de vanidad, y el pecado como con
coyundas de carreta!: Cheyne dice: “En la ausencia de la verdadera religión, estos hombres
permiten ser uncidos al pecado como los animales de carga.”
5:20. ¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo!: Referente a los que invierten
los conceptos del bien y del mal.
6:1–13. Llamamiento del profeta Isaías.
Isaías fue llamado el año que murió Uzías (735 a. de J.C.), teniendo de unos veinte a
veinticinco años. La visión que tuvo de Jehová debe haber tenido una influencia profunda en
su vida posterior, siendo como fue una experiencia verdadera de conversión a Dios, la base
de la grande obra realizada por este hombre, quizás el profeta más grande antes de Jesús, y
ciertamente el más evangélico. Vio a Jehová: su gloria, su santidad, su ira (figura del humo
en el templo), a los grandes serafines, gloriosos, que se manifestaban indignos ante Dios
(cubriendo los pies con dos alas); se creían incapaces para mirar al rostro majestuoso de Dios
(cubriéndose las caras con otras dos alas); se presentaban prontos para hacer la voluntad de
Dios (volando con otras dos alas); mientras que siempre decían: “Santo, santo, santo.”
Como resultado de esta visión tan notable, Isaías se convenció de su pecado, lo confesó, se
convirtió de él, se consagró, y recibió una comisión de Jehová.
6:11. ¿Hasta cuándo, Señor?: Frente al cuadro de desolación que preveía Isaías, pregunta si
no habrá fin del juicio prometido.
6:13. Así será el tronco de ella la simiente santa: De la cepa del árbol, habiendo sido cortado
el tronco con las ramas, todo lo cual representa a Israel en el cautiverio, crecería de nuevo el
árbol, como con algunas especies ocurre en la naturaleza, y así del cautiverio volvería un
remanente.
7:1–12:6. Profecías relacionadas con la guerra con Siria e Israel.
Esta serie de profecías se pronunciaron durante el reinado de Acaz (734–727 a. de J.C.),
según se ve de 7:1 y sig. A pesar de las advertencias de Isaías, Acaz buscó ayuda en el rey
de Asiria contra los ejércitos combinados de Peca y Rezín. Isaías vio que el verdadero
enemigo era la gran Asiria, y no las dos naciones débiles de Siria e Israel, que pronto habían
de caer bajo las garras de la cruel Asiria, y que entonces, en vez de ser aliado, Asiria sería
conquistador y opresor.
7:2. Y vino la nueva a la casa de David: Sobre el trono se sentaba el débil Acaz.
7:3. Sear-jasub: El nombre de este hijo de Isaías significa remanente volverá y era profético
de la restauración del cautiverio. Al cabo del conducto de la Pesquera de arriba: Mejor la
VM, “del estanque superior,” donde se conservaba el agua para la ciudad, con un acueducto
que llevaba el agua que sobraba hasta el camino de la heredad del Lavador, es decir, el
batanero (VM), fuera de la ciudad, donde los bataneros se iban para emblanquecer sus
géneros. Probablemente Acaz se encontró aquí para tapar el acueducto, como Ezequías más
tarde (2 Crón. 32:3, 4), a fin de que el enemigo no aprovechase el agua (comp. Bannister,
Plumptre, Skinner, etc).
7:4. Estos dos cabos de tizón que humean: Habiendo venido Isaías para dar un mensaje de
ánimo al débil rey, emplea esta figura para enseñar el carácter provisional de la amenaza.
7:6. Pondremos en medio de ella por rey al hijo de Tabeel: Los enemigos pensaban, después
de dominar a Jerusalén, poner como rey a algún sirio, mencionado aquí, desconocido de
nosotros.
7:8. Dentro de sesenta y cinco años Ephraim será quebrantado: Este período se cuenta desde
734, fecha de esta profecía, hasta 668, fecha que marca el fin del reinado de Esarhadón, rey
de Asiría, quien era responsable para el transporte de extranjeros a tierra de Israel, última
prueba de la caída de la nación (comp. Cheyne, Whitehouse, Skinner, etc).
7:11, 12. Pide para ti señal de Jehová tu Dios … Y respondió Achaz: No pediré, y no tentaré
a Jehová: El profeta exhorta al rey a buscar una prueba de la presencia de Jehová con él, pero
el rey, fingiendo piedad, dice que no tentaría a Dios, como si dijera que tiene fe para creerle
sin una señal, lo que era una excusa para seguir con su propósito de buscar apoyo a Asiria.
7:14. Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y parirá hijo,
y llamará su nombre Emmanuel: Aunque el rey rechaza la señal, el profeta le declara que
igualmente una le será concedida, (traduciendo literalmente): He aquí, la moza preñada y
dando un hijo, y llama su nombre Emmanuel.
Existen muchas interpretaciones de este pasaje, de las cuales se dan algunas: (1) que se refiere
a un niño nacido (o que se supone nacido) en el curso ordinario de la naturaleza, que podría
ser, (a) Ezequías, u otro hijo de Acaz; (b) el hijo de alguna mujer presente a la cual señalaba
Isaías cuando pronunciaba estas palabras; (c) el hijo de alguna mujer imaginaria, que llamara
a su hijo Emanuel; (d) que se refiere al hijo de la esposa de Isaías; (2) que se refiere sólo al
(Is. 1:1–12:6).
(17:1–14).
(Miq. 1:1).
La época de Acaz no es la más gloriosa de la historia de Judá, porque el carácter del rey causó
que se rebajara el concepto que el pueblo tenía de Dios, con la consecuente degeneración
moral, y la pérdida de la reputación internacional. Aunque Isaías ya actuaba en este período,
era todavía muy joven, y su influencia no había alcanzado el poder y la brillantez que más
tarde logró.
1. Principio del ministerio de Isaías (735 a. de J.C.)
(Is. 1:1–6:13).
Ya se han tratado en detalle estos capítulos en relación con la exposición de la Profecía de
Isaías. El principio del ministerio del profeta corresponde a los reinados de Uzías, Joatam, y
Acaz, y cabe aproximadamente aquí en la cronología.
2. Muerte de Uzías, rey de Judá, y reinado de Joatam y Acaz
2 R. 15:6, 7. 2 Cr. 26:22, 23.
Habiendo reinado Uzías 52 años en Jerusalén (de los cuales los últimos quince fueron, por
causa de su lepra, gobernados con la ayuda de su hijo Joatam), este buen rey murió (735 a.
de J.C), y en su lugar ocupó el trono su hijo Joatam, actuando Acaz en carácter de regente.
3. Resumen del reinado de Joatam
2 R. 15:34, 35. 2 Cr. 27:2–6.
Reinó Joatam quince años durante la vida de su padre (750–35) y un año después de la muerte
de aquél. También correinó con Joatam durante los últimos ocho años de su vida, su hijo
Acaz.
Aunque ninguna acusación se levanta en contra de la vida personal del rey Joatam, es
evidente que su carácter no era lo suficientemente firme como para encabezar una reforma
definitiva que levantase la moral del pueblo: Los altos no fueron quitados … el pueblo
sacrificaba aún, etc. (v. 35). Los altos eran los lugares elevados donde se celebraba culto, a
veces idólatra, otras veces de Jehová, pero ilícito.
Joatam, como su padre, fue edificador, y construyó fortificaciones y edificios. Sostuvo una
guerra ventajosa con los ammonitas, cobrando una suma elevada de tributo. Su fortaleza la
atribuye el cronista a que anduvo con rectitud delante de Dios (27:6).
4. Principio del ministerio de Miqueas (734 a. de J.C.)
(Miq. 1:1).
Señalamos aquí el principio del ministerio de Miqueas, aunque dejamos para más adelante el
comentario de la Profecía. Contemporáneo de Isaías, los detalles de su vida son menos
16:1.
Al morir Joatam, su hijo Acaz tomó su lugar sobre el trono de Judá como rey único. El
principio de su reinado individual (porque había correinado con su padre Joatam y con su
abuelo Uzías) se verificó en 734 a. de J.C., correspondiendo esta fecha con el año diecisiete
de Peka, rey de Israel, expresión que incluye los años en que Peca fue rey al este del Jordán.
ii. Carácter de Acaz, rey de Judá
2 R. 16:2b-4. 2 Cr. 28:1b-4.
El carácter de Acaz, como se ilustrará en las siguientes notas, fue débil e indeciso. Tuvo los
consejos de un buen hombre que estaba en estrecha comunión con Dios, Isaías el profeta; a
pesar de esto no pudo responder debidamente, y el testimonio que de él dan los escritores
sagrados es que fue malo.
7. Invasiones de los sirios
2 R. 15:37.
A fines del reinado de Joatam, y a principios del de Acaz, en 734 a. de J.C., empezaron a
invadir a Judá, Resín, rey de Siria, y Peca, rey de Israel. En las notas siguientes se comentarán
estas invasiones.
8. Invasión de Judá por Siria e Israel (734 a. de J.C.)
2 R. 16:5, 6. (Is. 7:1, 2). 2 Cr. 28:5–8.
Los dos ejércitos combinados de Siria e Israel invadieron a Judá y pusieron sitio a Jerusalén,
sin poder conquistarla. Es posible que, esperando que por traición la ciudad les fuese
entregada, no ejercieron toda su fuerza en contra de ella (comp. Barnes). Aunque la ciudad
no fue tomada, la tierra fue desolada por Resín y Peca, y un crecido número de cautivos, con
una gran cantidad de botín, fueron llevados a Damasco y a Samaria.
9. Profecías de Isaías relacionadas con la guerra con Siria e Israel (734 a. de J.C.)
(Is. 7:1–12:6).
(17:1–14).
Aunque Acaz fue atemorizado por la amenaza de los ejércitos enemigos, no quiso aceptar las
palabras del profeta Isaías, de que el brazo de Jehová obraría la salvación, rehusando la señal
que el profeta, en nombre de Dios, le ofreció. Contra el consejo de Isaías, Acaz pidió socorro
17:3–41.
18:1–7a, 9–12.
(Is. 14:24–16:14).
(28:1–29).
Tocamos ahora el reinado de uno de los reyes más piadosos y fuertes de Judá que, sin duda,
salvó a su reino del trágico destino que sobrevino a la nación hermana en el norte, Israel,
cuya caída corresponde con su reinado.
1. Principio del reinado de Ezequías
2 R. 16:19, 20. 2 Cr. 28:26–31:21.
18:1–7a.
Es el cronista, con su gran interés en la religión y sus reformas, el que nos da el resumen más
completo del reinado de este hombre, que tomó como su tarea especial la renovación de los
ritos religiosos y la conversión del pueblo a Dios.
i. Ascensión de Ezequías como regente con Acaz su padre
2 R. 17:7–23. 2 R. 18:12.
Por haberse olvidado de la liberación de Egipto (v. 7), por haberse descarriado de los
mandamientos de Jehová (v. 8), tornándose a la idolatría (vs. 9–12), por no haber escuchado
la voz de los profetas (v. 13), endureciendo la cerviz, desechando el pacto, participando en
el culto falso (vs. 14–17), Jehová airóse con su pueblo y los desechó (v. 18). En esto, tampoco
estaba libre de culpa Judá (v. 19), por lo cual perdió a las provincias norteñas (v. 21), que
aun más pecaron hasta ser rechazados y transportados (vs. 22, 23).
v. Los nuevos habitantes de Israel
2 R. 17:24.
Para que la tierra no quedara desolada, el rey asirio trajo gente de las provincias que estaban
bajo su dominio, poniéndola en las ciudades de Israel.
vi. Inauguración de la religión samaritana
2 R. 17:25–41.
Tenemos en este pasaje la historia de la religión samaritana en sus orígenes, la que dio a los
judíos más tarde mucha molestia, y aún en la época de Jesús persistió como un elemento no
absorbido de la población de Palestina.
a. Plaga de los leones
2 R. 17:25, 26.
Habiendo quedado en parte la tierra sin pobladores, se multiplicaron los enemigos naturales
del hombre, plaga que el autor sagrado ve como efecto de su impiedad, en no dar gloria a
Jehová. Oportunamente se dio al rey asirio un informe sobre la calamidad que caía sobre el
pueblo a causa de su irreligiosidad, quien inmediatamente tomó medidas, que para su mente
pagana serían adecuadas, como se describe en el siguiente párrafo.
b. Envío de un sacerdote israelita a la tierra
2 R. 17:27–41.
Para responder a la emergencia religiosa que había venido en Palestina, el rey asirio mandó
un sacerdote israelita para que fuera a vivir allí, a fin de enseñar a los paganos que habitaban
la tierra las costumbres de la religión de Jehová. A pesar de los esfuerzos de éste, la gente
seguía adorando a los ídolos de su provincia, además de la religión del país, de modo que se
produjo el conflicto de que Temían a jehová, y honraban a sus dioses, actitud que ni agradaba
a Dios ni a los habitantes piadosos del reino de Ezequías en el sur.
Esta mezcla del paganismo con la religión de Jehová fue la base para la controversia que
persistió durante siglos entre los judíos en el sur y los que después llegaron a llamarse
“samaritanos,” empezando con el tiempo de Ezequias.
La gran crítica del autor sagrado fue que no temían a Jehová, ni hacían sus ordenanzas (v.
34), ni estaban incluídos en el pacto original que Jehová hizo con Moisés (vs. 35–40), sino
que siguieron con su religión bastarda (v. 41).
TABLA DE LA CRONOLOGIA DE LA HISTORIA HEBREA
(Desde la división del reino hasta la caída de Samaria) 931–722 a. de J.C.
931. Muerte de Salomón, y ascenso de Roboam al trono.
931. División del Reino.
931. Ascenso de Jeroboam I al trono de Israel Septentrional.
926. Invasión de Sisac a Judá, faraón de Egipto.
914. Muerte de Roboam, y ascensión de Abías (Judá).
911. Muerte de Abías, y ascensión de Asa (Judá).
910. Muerte de Jeroboam, y ascensión de Nadab (Israel).
909. Muerte de Nadab, y ascensión de Baasa (Israel).
900. Invasión de Judá por Zera cusita.
886. Muerte de Baasa, y ascensión de Ela (Israel).
885. Muerte de Ela, y ascensión de Zimri (Israel).
885. Muerte de Zimri, y ascensión de Omri (Israel).
881. Fin de la guerra civil in Israel, y reinado solo de Omri.
874. Muerte de Omri, y ascensión de Acab (Israel).
871. Muerte de Asa, y ascensión de Josafat (Judá).
869. Principio del ministerio del profeta Elías (Israel).
860–25. Reinado de Salmanasar III en Asiria.
856–55. Guerra de Acab con Siria.
855. Batalla en Afec.
855–53. Paz entre Siria e Israel.
854–3. Batalla de Karkar (Asiria contra Israel y aliados).
853. Acab y la viña de Nabot.
852. Alianza de Josafat con Acab, y la guerra con Siria.
852. Muerte de Acab, y ascensión de Ocozías (Israel).
852. Rebelión de Moab contra Israel.
851. Invasión de Judá por los moabitas, los ammonitas, y los idumeos.
851. Muerte de Ocozías, y ascensión de Joram (Israel).
851. Fin del ministerio de Elías, y ungimiento de Eliseo.
851. Tentativa de Joram, rey de Israel, y Josafat para recobrar a Moab para Israel.
849. Correinado de Joram (en Judá) con Josafat su padre.
846. Muerte de Josafat y reinado solo de Joram (Judá).
846–5. Invasión de Judá por los filisteos y los árabes.
846–43. Guerra entre Israel y Siria y sitio de Samaria.
842. Muerte de Joram, y ascensión de Ocozías (Judá).
842. Muerte de Joram, y ascensión de Jehú (Israel).
842. Muerte de Ocozías, rey de Judá, y usurpación de Atalia.
842. Tributo por Jehú, rey de Israel, a Salmanasar, rey de Asiria.
836. Invasión de Israel por Hazael, y conquista del este.
836. Muerte de Atalia, y ascensión de Joás (Judá).
836–14. Profecía de Joel, profeta de Judá.
814. Muerte de Jehú, y ascensión de Joacaz (Israel).
814. Reparación del templo por Joás (Judá).
814–800. Invasión de Judá por los sirios.
800. Correinado de Joás con Joacaz (Israel).
799. Muerte de Joacaz, rey de Israel, y reinado solo de Joás.
799. Correinado de Amasías en Judá con su padre Joás.
797. Asesinato de Joás, rey de Judá, y ascensión de Amasías.
797. Campaña de Amasías contra Edom.
790. Correinado de Jeroboam con su padre Joás (Israel).
785. Vencimiento de Amasías (Judá) por Joás, rey de Israel.
785. Muerte de Joás, rey de Israel, y reinado solo de Jeroboam II.
785. Correinado de Uzías con su padre Amasías (Judá).
785–71. Profecía de Jonás, profeta de Israel.
771. Asesinato de Amasías, y reinado solo de Uzías (Judá).
760. Profecía de Amós, profeta de Israel.
750. Lepra de Uzías, rey de Judá, y regencia de Joatam.
749–27. Profecía de Oseas, profeta de Israel.
749. Muerte de Jeroboam II, y ascensión de Zacarías (Israel).
748. Asesinato de Zacarías (Israel) por Sallum, y reinado de un mes.
748. Asesinato de Sallum, y ascensión de Menahén (Israel).
747. Primer año entero de Menahén (Israel).
742. Correinado de Acaz con Joatam su padre (Judá).
742–27. Actuación posterior de Oseas, profeta de Israel.
738. Pago de tributo a Teglatfalasar III por Menahén (Israel).
737. Muerte de Menahén, y ascensión de Pecaya (Israel).
735. Asesinato de Pecaya, y ascensión de Peca (Israel).
735. Principio del ministerio de Isaías.
735. Muerte de Uzías, rey de Judá.
734. Principio del ministerio de Miqueas, profeta de Judá.
734. Muerte de Joatam, y ascensión de Acaz como rey único (Judá).
734. Invasión de Judá por Siria e Israel.
734. Profecías de Isaías relacionadas con la guerra con Siria e Israel.
734. Acaz busca ayuda en Teglatfalasar.
734. Invasiones idumeas y filisteas.
732. Conquista de Damasco por Teglatfalasar.
732. Traslado al cautiverio de israelitas de los distritos septentrionales y orientales.
732. Introducción de la idolatría siríaca en Judá por Acaz.
730. Asesinato de Peca por Oseas (Israel), y ascensión de éste al trono.
730–701. La Profecía de Miqueas, profeta de Judá.
727. Correinado de Ezequías con Acaz su padre (Judá).
727. Muerte de Acaz.
727–22. Profecías de Isaías en contra de las naciones extranjeras.
727. Alianza de Oseas, rey de Israel, con So, faraón de Egipto.
724. Invasión de Israel por Salmanasar, y sitio de Samaria.
722. Caída de Samaria y de la nación de Israel septentrional.